Logo Studenta

GARAVAGLIA_pdf_doc

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

W 	Tire 	141'2, Madison, 1970.
"Spanisll 	Vlcws 	in /iiv'ary, 25C Al, 199S.
A [haruo¿, 	Lorirm. 	ros tiempos
Madrid,
Sanders. W, «The populatj0[/ of Cen(ca] Mexican symbiotieal region, the basin 111c Teolilllhilt',lt" ill sixlecmli c.•enlury»., en W. M, Denc.wali, in '492, Madison, 1976
 10,2, La ccillquista y c] 	ambiente
Armillas, P. «Gardcns on swamps», ScÍence, 17f 14?1_ id, J, C., «Alli;ç-co; el agua, los hombres y lu tierra en un valle mexicano (siglos SUVXVII j», cn A, Tortolero Villaseiior, ed., Tierra, y basques. HJs'oriay Inedia ambienle el ,lfâieo México,
Melville. E. K.. «Environmental and Socia] Change in 	Valle del Mezquital, Mexico, 15211 	Cangpcrrg:oiives 	(,07c/ 	1990.
	of.%eep. 	1994.
	A.v De eeuu r've 	E/iTeu.x 	eufnere/.«• 	Je
Paris, 1991,
	A, , 	F:" sistema 'ar:ustyv de' va//e de México. Mé:Kie.0i
Rojas Rahiela, E, Lu agrietdfure,' chinampem. Compi{aeión históryea„ México, 1983.
Capítulo ll
SOMETIMIENTO Y RESISTENCIA.
EL MUNDO AMERICANO
FRENTE A LA CONQUISTA
1 1 .1. VIEJOS SEÑORES
Tras la fúse inicial del largo proceso de tunquista, el orden resultante, inestable en mismo, no pudo finalmente establecerse sino en muy precarias condiciones. Y aun así fue el resultado de un conjunto de pactos, alianzas y acuerdos entre los distintos gru pos de primeros conquistadores --aivididos par intereses amaeónicos—, los señores étnicos locales —enredados en su compleja red de parentelas, sumisiones e inscumsiones—, las panacas y familias imperiales —exhauslas y fiagmcntadus—, y los todavía poco consolidados representantes de la Corona. Acuerdos, pactos y aliültzas que fueron de larga y de corta duración, tanto tácitos comu explícitos, de buenos o pésimos resultados, pero en los que casi siempre se utilizaron la coacción, la violencoa y sólo a veces la negociación política, aunque p anteada desde posiciones diferentes y asimétricas.
Consecuencia de todos pactos fue el establecimiento de un orden: un orden colonial neto y contundente, un estado de las cosas que se basaba en este conjunto de alianzas que constituyeron "1 nervia de la articulación social, económica y politica del mundo americano, orden colonial que dio forma, sentido y lenguaJe unas relaciones de dominación específicamente coloniales que marcaron hondamente al desarrollo histórico del continente,
Por las caracteris[ieas que Adquirió e[ proceso de conquista, en el seno de los primeros grupos de españoles se fue generando la dc que las prebendas y privilegios que poseían eran inalienables según el vicio derecho castellano, ya que habían sido obtenSdos eti justa y dura guerra contra «señores naturales de aqyellas tierras, sus generales y sus ejércitos», a quienes habiaT1 vencido a costa de su sangrc y esfuerzas, Y merced a un conjunto de alianzas: treguas y pactos establecidos estos señores étnicos, gracias a los cuales se había logrado la conquista de la tierra y dado al rey «la Corona de las Indias», tanto: opi11Hban, el rey debía cuida1M: dc hacerles guardar y respetar ladas sus preeminencias, especialmente en lo concerniente al gobierno dc los territorios y otras funciones; propias de su administración, manteniendo Ins viejos pactos que habían establecido con los ahora «sus indios» y sus «antlguos señores», porque de ellos dependería la paz de la tierra.
Frente esta situación. en la que el viejo régimen senorial castel haberse de<attollado Ccili al Olfii lado del y consciente de que nes de vasallaje entre el rey y sus súbditos parecían establecido señores de la tierra y «sus indios» a través cle sus propias digcnas, la Corona se sintió obligada a tomar medidas de ellas y contundentes} para disolver el poder de los grupos y de «primeros conquistadores» bien manejando en su provecho los desequil'briog. pug odios y rencillas existentes entre las diversas tamilias o facciones. o bien disper• sólidolos por la geografia americana, facilidades para trasladarse jurisdicciones alejadas; o incluso confrontando todos estos viejos actores cron pobladores». «Nuevos» que comenzaron llegar masivamente una vez tranv curridos los años duros de la guerra, y que ruidosafitetite en conflicto con ION onleriores, de los que ppinaban era necesario «hacerles perder sus bienes», por «muchas traiclones», su «mal goblerno» y «desobediencia» a las leyes del rey'. Bienes que. obviamente, debían corresponderles ahora a ellos, los nuevos, que aseguraban (il monarca ser en adelante sus leales y Obedientes vasallos.
Estos «nuevos pobladores» eran conocidos como tales en oposición a los «viejos» de quienes separaban no Sólo cuestiones de «antigüedad en la tierra» sino otras notables ditereneias: su estatus social en Castilla (según muchos de ellos superior los bárbaros plebeyos dc la conquista) y la distinta posición que respecto a la corte metropolitana o *Irreinal, basada en los poderosos nexos l'amiliares, politicas y económicos que muchos de ellos mantenían con las autoridades finalmente mnpueslas por la Carona. Pero, sobre todo, les separaba una rnuy distinta concepción del Titundo americano, de sus recursos humanos y materia y de Cómo debía realizarse su explotación. «Nuevos» que, adernis, no reconocieron —a veces ni siquiera entreviernn— Ins compromisos, pactos y acuerdos que los «Vieios» habían establecido anteriormente con los primitivos señores étnicos, y cuya discontinuidad o ruptura terminó por dislocar aún más el dificil escenario de la quista, Antiguas alianzas que ahora se diluyeron en el vacio, generando un cúmulo de conflictos sólo resueltos por el establecimiento de un rigido sistema de dominación que, a medio plazo, acarreó la Insumisión constante de buena parte de población indigcna, con 0 sin sus autoridades al frente.
Pata vencer este ambiente general de insumisión (cuando no de abierta sublevación), la Corona se vio obligada —bien a pesar suyo, desde luego— a llevar a cabo politica de consenso con los [nrereses de los particulares asentados las zonas de conflicto, fueran «viejos», los que sobrevivieron a las guerras Civiles o a las sublevaciones contra el rey, o «nuevos» ahora nombrados funcionarios, encomenderos o dedicados al comercio o la nunería; e Incluso con los señores indígenas que se tratan leales, A todos ellos hizo entrega, en mayor menor medida, de algunas de sus prerrogativas, especialmente en al gobierno y administración del interior de territorios, más allá de las capitales virreinales o audienciales, y siempre que acataran los principios de la autoridad real. Dc manera que, en el inmenso mundo americano. el orden respondin más a las necesidades y peculiaridades de estos intereses particulares que a Ins requerimientos dc un control estillal siempre difuso faunque, no por ello, menas contundente al aplicarse desde los poderes locales.
 La Corona conseguia así asegurarse —la mayot parte de las veces por consenso y tras confirmar las ganancias que del mismo obtendrían estos particulares 1101301'tante y aparentemente regular flujo de con destino a las arcas imperiales, desde los reales de minas o mediante los llihutcjs de la población indigemv, aunque recaudaciÓii de estos y OTOS ramos de la Real Hacienda estuviera baio el control de estos vecinos y pobladores.
Eso no significa que la Corona dejase de intentar por todos los medios alcance Ca veces ni los más licitos„ ni los más éticos, "i los más prácticos o efectivos) revertir esta situación, Siu embargo, CLIVO que realizar sucesivas operaciones transaccionales con aquellos que apoyaron su posición contra los indigenas insumisos o sublevados, o contra todo aquel que se insolentase contra autoridad.
El envío desde la carte de enérgicos administradores, coma el virrey Francisco de Toledo a Peri o Luis dc Velasco a Nueva España, y los nombramientos para las sedes episcopales de prelados más políticos que religiosas fueron un intento de reorganizar un mundo que, desde la metrópoli y con todos los elementos en contra, se mostraba casi perdido, Pero estos enérgicos administradores tuvieron que consolidar su sltuación también mediante el reconocimiento y la aceptación de muchasde estas circuns-
ranclas,
Este nuevo enfoque de la politica americana conllevó para la población indigena un comunto de arbitrariedades (dg manos de los nuevos señores de la tierra, ampurudos ahora por la autoridad real) que sc añadieron a las ya duriSltnas conditJones de una invasióm Arbitrariedades que 111 siquiera se justificaban aplicando la normativa juridvca que lu propia metrópoli creado a tal efectu, ya de por si bien euactiva. El derecho indiana, lejos de los cantos apologéticos entonados por algunos sobre sus intenciones, constituyó la apllcaeibn descarnada de unos férreos principios de dominación sobre una gran masa de población inerme a la que se la consideraba «sujeta a tutela», es; decir, no apta para decidir sobre su destino y, por tanto, expuesta a todo tipo de imposiciones, A la opresión eunsustancial a los resultados de una conquisla se sumaba asi la extorsión del poder directo de los aplicadores de este derecho, es decir, estos poderes locales, que ten'an en la vaguedad de su autoridad, delegada y pactada, la mejor excusa para ser nunca. clara ni concreta,
La ya dificil situación de los señoríos indigenas no hizo sino resentirse bajo la preSión de encomenderos, corregidores y admimstvadores, locales o regionales. Las primitivas alianzas estahlecldas en la fase intcial del proceso de ocupación del espacio entre los jefes conquistadores los principales señores étnicos de las diversas jurisdicciones* y que habían permitido lil relauva taeilidad con que se llevá a cabo la primera fase de la conquista y los imcLos de la explotación de los recursos umericanos (metalíferos fundamentalmente), vinreron a diluirse tras la consolidación de estos nuevos pactos entre la Corona y los colonizadorcs_ En éstos, la población indígena quedó seriamente amenazada puesto que el objetivo de ambas partes era su sojuzgamiento para ponerla a servicio. Desde esta posición de fuerza adquirida por los grude poder locales o regionales, en virtud de sus acuerdos con la Cotona por el gobierno y control de 10.9 territorios, se reformularon las alianya.s eon la aristocracia étnica, en pesimas condiciones para éstam
Evidentemente, los «nuevos pobladores y conquistadores» no sintieron la necesidad de mantener en los mismos términos las alianzas establecidas por los pruneros eunquistadores 	los grupos indígenas.
por una parte porque las eran muy diferentes: la colonización pareeia ser un hecho imparable y Ins indígenas aparentemente estaban vencidos; por Otran
222
porque viejos les obligarían la autoridad de señores étnico" y curacas vez en oposición la de los españoles. una que Ileincluso al terreno de pleitos y legales los porque estos pactos significaban una traba más que importante en el pretendido domi• nio absoluto por parte de los colonizadores blancos desde los poderes locales sobre tnaliO de Obra indígena* la producción, Cl OSO de las para el cultivo O la ganadería. e incluso sobre la comercialización de los bienes de consumo. Y es que estas autoridades indigenas„ aunque situadas en una órbita legalmente inferior, en
1 soluto representaban runa autoridad desdeñable, apareciendo ante los anteriores fuerte competencia en muchos ámbitos de la vida colonial. Y por último, porque los pactos se estaban reformulando ahora entre encomenderos, curas doctrineros y nuevos lijncionarios (corregidores fundamentalmente), a fin de repartirse el fabuloso botin que representaba kl producción y el consumo indigena y, en general, e] merca. do interno americano. Las autoridades indígenas tradicionales no entrarían en ellos a no ser que filera estrictamente necesario.
Este posicionamiento de los «nuevos señores de la tierra» y de los representantes dc la Corona o de la Iglesia frente a los «señores de naturales», desbarató los viejos pactos, o los jirones de ellos que aún pudieran conservarse, Cada vez fueron más eomúrmetlte Ignorados y despreciados, más vehementemente conculcados, o reavivados exclusivamente en situaciones extremas de conflicto cun terceros. Esta situación generó la oposición y la amrnadversión de muchos de las hasta entonces poderosos señores étnicos y grandes curacas y caciques a todo lo que significara connivencia con el nuevo orden.
Un orden colonial en el que papel de las autoridades indígenas quedaba desfiguradu con respecto al mantuvieron tras los pruneros pactos con los Viejos con quistadores, mediante los cuales se aseguraron el respeto coma tales, el manteni miento de ciertas parcelas de dominio efectivo y un relativo prestigio la nueva sociedad, Ahora, Ju Corona, por boca de los nuevos propietarios y funcionarlos, se negaba a reconocerles esta posición, En la mayar parte de los casos, los bienes, tierras e indios de estos curacas o miembros de las panacas reales y antlguns funcionarios de gobiernos indigenas, o de los hijos mestizos de los pr]meros conquJStadores, )liwron repartidos entre los «nuevos». Por eso consideraran que sus derechos eran repetidamente violados; su honor mancillado; y su posición sumergida hasta el fondo de las coridicioncs más serviles, De ahí que estos señores étnicos y grandes y aun ION mestizos —aunque esto último fuese más dificil de demostrar—, fueran los que auspiciaron la insumi*lón contra el sistema colonial, arrmgándola en lo más pro fundo de y tradición mdigena y transmit]endo la afrenta hacia el tutu ro, En los Andes; esta insumisión y rebeldía se manifestó corno la respuesta d? los Apus (dioses de lu tierra) anle las frágiles palabras y las malas de los Suvays (cletncjnias de la encarnados en les invasores hlancos_
En esta panorámica no puede raltar la indicación de que, aunque efectivamente la relación entre «nuevos Blancos» y scfores étrneos pareció fracturada ya a mediados del Siglo XVI* y un nuevo Ciclo de alzamientos y sublL"€acinncs no hizo recomenzar, el desarrollo y ja evolución del orden colonial conllevé el mantenimieno incluso la incorporación al mismo de algunas de autoridades élnieas. Illcnrporación muchas Ateces instigada por los propios Curaca." y Caciques, deseando mantener siquiera un espejismo de clase y autoridad que los españoles supieron aprovechar muy 	'223
hiem pero en la mayoría de las ocasiones por el interés personal de algunas de estas jefaturas indigenas. que se resistían a poder sobre los que también y todavia consideraban «sus indios». La adaptación de la figura del curaca que realizó el orden colonial (bien mediante la fórmula jurídica del alcalde de indios, bien a través de la asunción formal del cacique como intermediario entre encomenderos, corregidores o doctrineros con el ayllu o La cornunidad) da una Idea de que la necesidad de establecer interlocutores en el interior del mundo indígena seguía Mendo grande, y su participación fundamental,
Se trataba de una necesidad sentida por ambas partes; de un lado porque las formas de organización de la mano de obra y la extracción de los recursos desde el interior de esla población indigena en especial en lo rclercntc tributación, o a las mitas (trabajos colectivos), o incluso acelerar mçjorar la Circulación de la producción colonial en el interior dc este universo— escapaba casi por completo a las posibllidades de actuación —aun con la coacción más violenta— del prop o sistema colonial y de sus agentes. El curaca o el catJ-que representaba una magni onnrtunldad para obtener, bajo presión dirccla o indilzcta, buenos resultados politicas y económicos, asegurando la participación de la mayorit de la población indígena las tareas productivas como en su faceta de consumidores obligados de determinados productos colomales, mediante los repartos forzosos de mercancías y bienes que tenían que comprav a los preuos y en las cantidades que les fijasen los corregidurcs_
Y a la vez se conseguía responsabilizar (aspecto este de la fijacién de respunsahllidades que parecia ser el objetivo último de tanta disposición legal) a una persona (el curaca) y a una institución (el euracazgo, en sus variadas fórmulas), dc la buena n mala marcha de las negocios de la monarquia en la Jurisd'cción. Portanto, estos «negocios» o «intereses» (fiscales fundamentalmente) y aporte de mano de obra forzada a los bajos; mineros mediante las mitas podían ahora regularse, medirse, tasarse y; sobre todo, exigirse. Porque si no se cumplían lxs lasas de tributo que se habían establecida para cada .lunsdicción, o no se ofrecían de indios mitayos dispuestos para trabajo las autoridades indigerws podian ser, lisa y llanamente, removidas y sustituidas por otras, aunque fuera saltando por encima de todos los linajes ancestrales, por encima de todas las tradiciones.
La aplicación de las llamadas «Leyes sobre las encomendas y reparlimientos de indios, que regulaban su transmisión y usufructo, y todo un cúmulo de disposiciones, desde la Rea] Cédula de 1349 prohibiendo Ins servicios personales, las Ordenanzas de dores de Vaca de Castro hasta la gran reglamentación del virrey Toledo en Perú (década de 1570), obligaron estas autondades indígenas a participar en un complejo juego de «responsabilidades» individuales y coleclivass puesto que c sistema colonial usó contra ellas bien el apamttuudicial ordinario, u hien las presiones directas y personales de corregidores, hacen dados y trvneros. Este cúmulo y preswnes permilieron que los caciques más díscolos o menos dispuestas cooperar con las autoridades fueran remnvldns de sus cargos; o que se eligieran en el seno de las aymunidades indígenas a aquellos otros candidatos más dispuestos cumplir mayor eficacia para el régimen enlnnial sus co metidos. Estas remociones. arbitrariedades, estas elecciones forzadas por las que incluso algunos grupos se les impusieron caciques que siquiera eran de nadad, originaron profundws fracturas y tenwones en el seno de los ayllus o los calpulll, ramplendo su homogeneida(l sus líneas de continuidad y sus sagas tradicionales, Pero no debemos dejar de considerar que, li pesar de estas quiebras en esquema cle autoridades indigenas, cl curaca o el desde denno del sistema colonial y corno figuras jurídicas al fin y al reconocidas por el una posibi lidad de plantear reclamos. Demandas en esencia judiciales. planteadas tanto colectiva como individualmente. logrando ciertos éxitos e incluso cierta inmunidad, en especial si los iúncionarios judiciales encargados del caso mostraban dispuestos a cumplir con escrupulosidad la legislación. Aunque posteriorrnenie estas resoluciones judiciales favorables difícilmente se pudieron aplicar exactitud y prontitud, esta posición permitió, sobre lodo en los casos los que habilidad del curaca lograba manejarse cun soltura en la nada equilibrada relación entre encomenderos, corregidores y doctrineros, que algunos de estos caciques latan su poder, e incluso vieran reconocida su imporlancia para la buena marcha los asuntos generales en sus pueblos y jurisdicciones.asen-
como
esca-
«per-
suble-
comu-
Y lodo ello debe en un proceso de españolización cada Vez más denle en las liormas y usos del poder, que comenzó a darse entre estas autoridades indigenas. Muchos curacas y caciques adquirieron una importancia capital en determinados, sectores de la actividad económicas en especial en la comercialización de ductos locales, que dislTibuian pur espacios a veces muy extensos, trajinantes comerciantes al menudeo o arrieros. Si lograban que los cupos mitayos se y Con regularidad los complejos mineros, y el trnhuto se pagaba según la tasa establecida, podian obtener una aquiescencia de las autoridades coloniales para que sus negocios particulares sin tener que contestar preguntas. Y mejor aún si en estos negocios particulares particiv:hibatl socios el corregidor, el encomendero o incluso el doctrinero-
Desde esta posición les fue posible lograr un ascenso más que Tiolable en la la, social, y la consideración —al menos áreas o Situaciones concretas— de sonas de importancia» en la estructura de poder local y aun regional, Una nueva tunción desde la que algunos de ellos supieron Jugar quc acertadamente, puesto imegración en el orden colarnal hubo momentos —y IHS continuas vaciones Indigenas los mulüplJcarou— en que fueron la clave de los acontecimientos, cuando apoyaron sin reservas a los detentadores del poder colonial en contra de propios parientes, O todo lo contrano, cuando usaron estos mecanismos y posición para oponerse o combatir más certeramente al colomal. Las autoridades genas que se situaron como acerrlmos dcfensorcs dcl orden y del sistema se mostraron también en ocasiones abiertamente cnntru de los intereses de la propia nidad a la que dirigían y representaban, siendo cuestionados en el interior de (J)isrnas su jefatura y sus comportamientos, y discutidos por otras alternativas que vindicaban el valor de Ins linajes y la herencia de la arudiciún. Pero contaron con apoyo de los poderes locales hlwneas para defenderse, hacer valer sus preeminencias, asegurarse sus Intereses y malitcncrsc cn los cargos. 
En resumen, podemos deducir que si en la lase inicial de la conquista los quistadores figurzuon como los grandes señores de la guerra, y sus hechos y actuaciones palece que fueron 1 os dctcrminantcs dc la silliación, aprovechando coyunturas especiales en el Interior del mundo indigena y contando con la colaboración de muchos de ellos, la Situación comenzó a mutar también para éstos velocidad, con problemas internos en el seno de los grupos de conquistadores, enfrenadose ablerta y sangunnanamenle lanco entre ellos como contra los
de la Corona y los nuevos pobladores que pretendían recortar sus privilegios y arrebatarles sus bienes, Ena guerra que acabaron perdiendo cn pocos años. Los señores étnicos por su parte, ante la presión originada por la ruptura de los lazos y alianzas con viejos conquistadores y el incremento de los requerimientos oficiales, se escindieron entre los que optaron por sobrevivir, pactando y españolizándose —aunque fuera en condiciones poco ventajosas—s y los que Iniciaron amplias movilizaciones antisistema, organizando operaciones de insumisién y cle abierta rcheliáll, recayendo sobre ellos toda la de la represión colonial.
Indígenas conquistados y conquistadores derrotados es una de las lecturas posibles y globales del periodo. aunque en cada área las circunstancias fueran diferentes y los ciclos y fases no resulten coincidentes.
1 1.2. Los HIJOS 	EA GUERRA: Lt•u 	DE MESTIZOS
La aristocracia guerrera originada en cl seno del grupo conquistador durante el proceso de Lnvasión provocá que ciertos caracteres ti:udales pervivieran y dc alguna manera se enquistaran en la nueva sociedad colonial, Corno los viejos señores medievales, querían valer más por su poder que por delegación del de la Corona. Frente a las de la monarquia esp&ñola por recnrlar —cuando no climinar— este poder autónomo, decidla:on eneerratse en si mismos como grupo y casta, a fili de mantener sus privilegios, estableciendo en ocasiones las relactones endogámicas más forzadas, dando lugar a suerte de aristocracia de la tierra; una categoría social de larga duración en el mundo americano,
El ideal Casa Poblada, retomada de la tradición castellana, cobraba cuerpo corno un atavismo al otro lado del mar: casa grande y llena de huéspedes, esposa española, familia extensa, mesa con muchos invitados, establecimiento de vasto eouutlto de relaciones familiares y personalL*4 de fidelidades y aun de clientelismo, muchas hijos, naturales y legitimas, amparados y educados en la tradición familiar3 capelláÍU esclavos negros, caballeriza, ropas finas, tienzt para la agricultura, rebaños de ganado, y cargos en el cabildo y en la milicia encomendera. Además, manteniendo sólidas relaciones de paternalismo y compadrazgo con los caciques o de las comunidades de su encomienda que le asegurasen su fidelidad y el acceso casi irrestricto a la mano de Obra. La la marka (el tetr1t.0fio, el terruño propio y telúrico de los indígenas andinos), era transfirmada ahora en la marca de familia, del apellido, Y todo ello con el propósito inexcusable de ser legado a sus descendientes, continuación del tronco y saga familiar, obligados a salvaguard±r la memorra desus antecesores y engrandecer el patrimonio.
rara ello parecia inexcusable «poblar», idea que inspiró desde los inicios del procesa a lodos estos conquistadores, pera poblar a la según la tradición de lu fronteru medievall fijarse en lu tierra y apelmazar sabre ella una rnano de Obra, unos pobladores, dependientes y serviles, fieles los designios del su patriarca; aunque la tierra hubiera sido arrebatada a otros eon sangre; aunque con sangre hubiera tJj0T también a esa mano de obra.
Francisco Plzarrt' Insistía y casi rogaba a sus compañeros que no regresaran a España eon los beneficios; de la conquista, sino que se quedaran en las nuevas tierras que «habían ganada». FI cronista López de Gó[T1ara escribía desde México sobre aquel que no siguió esta 	«NO pobóy 	y destruyó a los
S" tamilia, su estlrpe, sus siervos, su tierra y casa, debían ser el legado para el turo. Su Inodo de perpetuarse.
	
de
figura des-
es legado
los reprela
el
que,
mal
era
en
his-
tal
enju-
del al
ha-
ellas
	
Sin embargo, la reillidad de los descendientes de los conquistadores. muchos ellos mestizos, a los veinte o treltlla años de comenzada la conquista, fue sensiblemente diferente de las expectativas que sobre ellos habían trazado sus progenitorcss expectativas sobre las que habían basado su crianzl y educación: el culto la. paterna. presente, lejana o difunta; alguien a quien todo se lo debían sus hijos y cendientes, auténtico espejo de hombre, de caballero, de señor de tierras y vasallos. Tierras y vasallos que debiall mantener; acrecentar y transmitir para hacer en el tiempo los blasones —aunque 110 existieran— de la saga familiar.
Cuando, de mayores, estos descendientes de conquistadores vieron cómo el recibido era Imposible de mantener y de transmitir; rompiéndose lo que consideraron soga torno un apellido, una tierra y unos indios, culparon al mundo de 
«nuevos» por irrumpir en SLIS vidas de la 	de una lejana Corona y de sos 
'sentatilc•s, que distorsionaron la realidad que habían conocido hasttl entonces y en [que habiaci sido criados. Elementos exógenos que deformaron volver irreconncihle, decian, el para ellos idilieo universo de su infancia y juventud; un universo en el que aparecían jumos jóvenes mestizos, incas o mexicus aprendiendo latin, en Cuzco o en T latelolco, en la cima de Lin cúmulo de prerrogativas nobles indigenas y nobles españoles, cabezas de grandes señoríos de blancos e indios. De ahi desde entonces, las grandes figuras en corazón fueran, mitad por mitad, aquellos señores de la guerra luego levantados en armas contra un lejano que tan premiaba su valor, y aquellos otros nobles señores y emperadores indigenas también mandados perseguir y ,yustlciar por los esbirros del lejano señar rey de Ultramar; además, observando cómo, lo que comenzaron a llamar «su patria» o «SLI nac1011", esquilmada y destruida par los «nuevos» que llegaron, dilapidando su herencla, deshilachando el sueño de sus progenitores e ignorando el valor y el prestigio de sus parentelas indigenas, antiguos señores de la tierra.
No llegaron a percibir —fruto de la educaci611 y t:ormación recibidas— qge, -muchos casos, la saga paterna y familiar no era más que un forzado invento de vadres para constituirse en nueva aristocracia feudal, en contra de la marcha de la 'tona; tui qye su herencia, al fin y al cabo, estaba manchada con la sangre de muchos orde sus propios hermanos; snqtuera que sus parientes indigenas, en muchas ocasiones, no eran sino tiranuelos de siervos y esclavos que pactaran con Ins Invasores con de sobrevwil' en sus preeminencias y señoríos. Los hijos de estos primeros conquis(adores, los hijos de la guerra, permanecieron eon el estigma de la destrucción de para ellos, deslumbrante y Universo. una afrenta que tendría que ser gadÉi alguna vez si no se le ponía remedio a este desatina de los tiempos. 
Del lotaI lle los primeros conquhstadores los Andes y en Mesnaméricai 95 por 100 ll=garon solteros y contrajeron matrimonio en diez años siguientes inicio de la conquistar Estos matrimonios se realizaron en América_ Antes de eslos ponsales, por el manda10 lle la Corona de que si no casaban se les relirarian las encomiendas y repartimientos dc inclws, la mayoría de los conqwstadores bian tenido hijos con Indigenas, de ellas pertenecientes a las aristocracixs locales. A estos hijos los habian reconocido a todos los erectas, y muchos de arrastraron por los caminos de la guerra, llegando a ser incluso sus lugartenienbes, como el caso de Diego de Almagro y su hijo el mestizo Alrnagro el Mozo, que como tal sucesor y heredero era tenido, Este reconocimiento legal de sus hijos mestizos se produjo en los primeros años de la conquista debido entre orras razones a que, dada la alta rnortandad en el seno de conquistadores por las continuas guerras entre ellos y contra los indígenas. deseaban conscilidar sus encomiendas y bienes; porque si n tenían descendientes, pasaban de inmediato a otro conquistador,
Cuando llegó el momento de las budas, un tercio de estos hombres casarOñ con indígenas, Esta casi el cien por cien de estas esposas pertenecían a las mis altas
hijos. Los dos tercic» del tolal casaron con españolas, Luego nos referiremos a ellas. Pero si sumamos hijos anteriores a los esponsales, hijos naturales pero reconacidos, que fueron tónica eormin de casi lodos los conquistadores, hijos de estos matnmomos legales Illdígen.as, nos situamos ante generación completa de mestizos; lujos primogénitos, herederos de sus bienes, honras y distintlnnes, tanto por parte de padre de madre.
La obligatonedad dc contraer matrmonio, impuesta por la si querían con servar encomiendas y reparLttntentOS de indios, a fin de fijarlos y evilar CIIIe conti nuasen en sus luchas intestinas alzándose contra el yey. hizo que las hadas se rea litaran en muy breve espacio de liempo. Además, para impedir que las civcomictlda pasasen otras [Oda viuda de encomendero que recibiera de su marido difunt las tierras los indios era casada inmediatamente con otro miembro de la parentela,
y evitaron asi que los «nuevas» pudieran apropiarse de sus bienes, POL' una cuestión de estalus social, los más ennoblecidos ongen del grupo conquistador tuvieron vcparo:s en desposarse con mujeres pertenecicnles a la nobleza Indígena, muchas de ellas, en el caso del CUzco, «ñustas» (princesas), hilas sobrinas del inca; pero los de origen mús humilde. casaron con españolas para perder el poca estatus que tenir,rnn y sálo lo hicieron con indígenas cuando éstas eran viudas de español. Ante la ausencia de un número importante de muoeres españolas donde elegir, y considerand.o las estrateglas familiares que se desarrollaron en el seno de estos grupas para no perder sus propiedades, la mayor parte de estas «españolas» fueron viudas o hl.las de conquistadores; es decir, si hubo un alto número de mestizas entre estas esposas, la generaeián de mestizos en Nueva España y lite muy importante, numénca y socialmente Y los que no eran mest[7ns eran los hermanos menores de los anteriores, pero también hijos de la tierra.
Tras la presión por parte de los pobladores llegados después de 15501560, y en un proceso de defensa y de autoafirmación; hijos mestizos parecian cumo «hermanos». Ell el nrálogo de Los Comentarios Reales, eI Inca Gdreilaso lu señala con clalidad, puesto que dedica su obra «a los Indios, mestizas y criollos de los Reinos y provincias del grande y riquisirnu Imperio del Pení, el Inca Garcilaso de la Vega, su hermana, c:mnpatnnta y paisana». llermanos de 
(hijos de conquistador), de raza (mestizos) y cle tierra (Perú, Nueva España, etc.).
El primer elemento es muy importante_ condición social preeminente la expusieron con asiduidad, no sáln individualmente, sino tomando a alguno referente Por ejemplo, cuando se hacen eco de las palabras de Diego Ciumiel, un capitán de Pinn-rcj* el cual manifestaba que Gonzalo Pizarro «habia quitado la gobernacián al
	de
[Oe tras Diego
social, de
en la vida
recalfuerte. «porno homparte
evi-
los
se
mesInca nues-
gran nmy falta españo-
suplibien ha griegasH&ctoqué agu-
lilio (lel Marqués Ei•aneiwo Pitarro, quien le venia de derecho por herencia padre y por Cédula de S. y ese hijo «era aclara el Inca (hucilaso, su rival, Diego de Almagro el Mozo. que fue reconocido pobernudor de Perú el asesinato de Pizarro, a la hora de su muerte: «Asi acabó el pobre Don de Almagro el Mozo, el mejor mestizo que ha nacido en lodo el Nuevo Mundo»,
El segundo factor de identificación, su condición étnica de fue expues• la pur ellos mismos nús como elemento diferenciador que como categoria 
	I puesto que ésta quedaba sobrentendida al pertenecer a la elite conquistadora,
 J actores posteriores rebujaron la calificación de mestizo a la ruin y miserable las clases, pero ello se debió a la política desarrollada por los «nuevos» en su particu lar conquista del espacio social colonial. Antepusieron el carácter de genuinamente español. que ellos podían demostrar, frente a la mácula de la sangre indígena, lidad quejaron los lujas de concyistadores—, ellos tenian más prestigio tierra que los «nuevos», pero se trataba de una excusa para eliminarlos de la Pública y arrebatarles sus propiedadesv
[je cualquier fnrma, entre los escritores mestizos hay un clarisirno afán por car sus capacidades, señal inequivoca de la presión contra ellos fue muy En tal sentido, otro mestizo, el peruano Hernando de escribe al rey, que han infrrmado a S. M. que los hijos de la tierra son Incapaces, que en ellos ll" virtud ni cristiandad ni bondad _ Sacra Maoestad, de todo hay, y tarnbiéll hay bres que tienen tantas partes y valor por su persona, demás que por las que por de sus padres tienenn. Orras alegaciones similares tiueron realizadas por los clérigos y frailes mestizos, y elevadas al rey* cuando la Corona comenzó a presionar para tar su profusión en las órdenes religiosxs.
El lercer factor de identificación, y al mismo tiempo de distinción respecto de «nuevos», es lo que ellos consideraron su patria, término muy extendido ya a del siglo XVI; patria urnericana, sino reterida al núcleo colonial en el que nacieron, fundamentalmente México y Perú en estas fechas, al que pronto le añadieron ntros. Es significativo que, mientras es corriente encontrar expresiones entre los conquistadores como «su patna, España», ésta nunca la hallamos para lizos o criollos, sino «su patria, el Perú», o «gu patria, la Nueva España». Ll Garcilaso, por e]emplo, dice escribir sos obras, para «dar a conocer al universo tra patria, gente y frutos primigenios de
los naturales del Nuevo Mundo. en especial del Perú, y más en particular de Ins de la ciudad del Cuzco, cabeza de aquellas reinos, yo nací _ tierra tan fértil, de ricos y metales preciosos que era razón que en ella criase vena sangre genetX1sa minas Je entendimientos despiertos para IOLias artes y facultades, para no habilidad a indias naturalcs y sobra capacidad a las mestizos, dc indias les o de españolas e indit*, y a los L.'riollos, oriundos de acá, nacidos y a.mna(uralizudos allá, a las cuale:s l•xlos, cama humanos y amigas, parientes y señores mias: ruego y co se animen y adelanten de virtud, estudio y milicvia.. Y de es que enlicnda mundo vicio y palilico que el nuevo fa su parecer no es n] sidos sino por falla cultura. Y de IHS armas peruanas, loar que las y troyanas, haré breve relación cifrando haz,hiias y proezas de algunas de sus res y Aqtliles. Y haste pur testimonio de sus fuerzas y esfuerzo lo '111c han dadn en entender a las inve nc'bles vencedores de ambos iliüiidOS amén dc sus dos y sutiles ingenios, hábiles pmra Todo de letras.
Vérnos aqui expuestos, eon contundencia y claridad. los argumentos sobre la diferenciaciéjn entre españoles y «para ilustrar nuestra patria y parientes, natural y por mil títulos, debido a ley de hljo de madre palla e infanta peruafinaliza el Inca.
De todas formas, el principal de identificación de estos hijos de la guerra en el interior de su propio grupo tile el hecho de que, literalmente, fueran despojados propiedades, Alegando Inotivos de falta de lealtad dc sus padres para con la Corona, ausencia de confianza en estos mestizos, tan ligados por motivos de sangre y clase a unos señores étnicos que aún representaban un poder nada desdeñable, y por la mucha presión de los anuevosg, ansiando más tierras y rufás indios, la Corona emprendió una nada suti[ campaña de extinción de titulos de las encomiendas y repartimientos que aun quedasen en sus manos; de hecho, antes de 1560, es decir* los treinta o cuarenta nos de comenzado el proceso de conquista, sólo un tercio de los primeros conquistadores y encomenderos hahian conseguido lega/' sus bienes a sus herederos; al resto les habían siclo arrebatados y estaban ya en manas de «nuevos». En estas rupturas cle las Iraslnisiones patrimonialcs sc enconlraban, primer lugar, los hijos mestJT.os_ Como escribe uno de ellos, Gáunez de Cervantes, los causantes de esta sinrazón quedaban en evidencia: «Ninguna merced de las que Piden los conquistadores tienen efecto si no se saca por mano lercicria de algón criado del virrey».
estrategia dc reafirmarse como grupo y corno etnia para hallar tablH de sal vación ante el progresivo hundimiento de gus expectativas parece condenada al fracaso, especialmente cuando, después de la facción 'Arreinal y lu nueva casta político-adminislt•ativa acabaron por conlrnlur autoridad delegada del monarca y las mecanismos de adscripción soctals mecanismos usados para relegar a estos mesy recibir sus propiedades v Las opciones y el futuro que esperaba a estos hijos de la guerra 110 eran muy halagüeños: marchar otra zona de frontera intentar repetir hechos y hazañas de sus padres, camino que fue emprendido por muchos; medrar en la nueva colonial -—con todos los medios y artes. rebajándose a ofrecer un trato dc distinción a los que, opinaban, en aquella tierra nada habían sido hasta la muer* te de sus padres, y los causantes de ésta y de su propia ruina, los que los die uurtaban par su condición de mestvzns o ilegítimos; conformarse con una oscura posición en alguna ciudad de provincias, consumiendo mermada renta y manteniendo en el recuerdo más doradas y esplendorosas; o, lo que hicieron algunos, optar por la sublevación, la guerra y la destrucción de aquel rnundo de pmnto (an ancho y tan enjugando la afrenta con la sangre dc aquellos blancos advencdizos y de sus propios hermanos traidores. En la última gran sublevación de conquistadores reclamando sus derechos sobre sus '"dios, de Hernández Jirón en el CUzco en efectivamente hubo un número importantc de mestizos combatiendo contra el rey,
	Cuzco escribió despoblación que de los los
directo contra cierto que, tanto en reconola atención del indigena, absoluta. —después tanto al indio. las leyes, el cometidas nusmo Inca consejo, que y fuercen a que les gobiernen su aspereza,
habían redactérminos contra repartimientos de correspondían sus parente«nuevos» debía contra enfeudar la Algo que, de tierras», consde viejos verdaderos ame-
mestizos y alto 	de realizadn el descendientes de cuerpo que estos para sus o nación habian
	
Desde el oja del huraeún, donde se acabarou situando, estos mestizos coincidieron en que las autoridades estaban absolutamente en su contra, que eran corruptas y que se rodeaban de fimeiomrics venales quienes, realidad, controlaban la adm'11isLración. José Doranles, mexicano noble e de conquistador, culpa a los gohcrnadorcs de que muchos conquisladores hayan sido obligados a abandonar sus tierras, y se queja amargmmente de los advenedizos que ocupan sus lugares, considerándolos culpables de la despoblación y del mal trato indigena, FI marqués de Oropesa, hijo dc Maria, mestiza de Perú y, llor latito, mestizo él también y r1ieLO del Inca Túpac Amaru, volvió dc antepasados tras ser educado en Casiilill. y desde el contra los filnci0iKifios él. la culpa de evidente el reino se debita a los corregidores, a los que califica como «polilla dios». «ladrones públicos», que no atienden sino robar Io que pueden en que llevan en el cargo, y que «no sirven para quitar a] indio la hija y la muler».El ataque contra las autoridades encerraba obviamente un ataque quien otorgaba dicha autoridad y contra la legislación que la regulaba. Es ti partir del final sangriento de las sublevaciones contra las Leyes Nuevas, éxico como en Perú, las críticas a la legislación amervcana fueron veladas, iendo los graves nesgns que esta actitud entrañaba. Sin embargo. llama que contra legislación fundamenta] y teóricamente proteccionista CSIOS mestizos y criollos alegaran que su aplicación había tenido el efecto mente contrario, siendo común entre ellos indicar que nunca como ahora de la aplicación de las Leyes Nuevas— se había eastigado y menguado 
Sin Cit'lbargo, a la hora de demostrar puntualmente la de argumento indigenista desaparece, y sólo se hace mención a las tropelias contra ellos, al serles arrebatadas las tierras e indios de su herencia. El Garcilaso arremete contra las Leyes Nuevas: viene a solicitar, en tono de no dieten «leyes tan rigurosas. m elijan jueces tan severas que obliguen sus vasallos y súbditos a que les pierdan el respelo y nieguen la obediencia deben, y a que busquen y pretendan otros que les manden y que ningún reino se rebeló contra sO Rey por buen tratamiento, sino por crueldad y titania y demasía de pechos y tributos que les impusiere». Además, se hace ceo de cómo en México los hijos de 
Ut10S capitulo* que mandaron a España* quejándose en similares los gobernadores. La protesta general tenía una bandera. que Ins indios y las encomiendas se les dieran a perpetuidad, alegando que les por derecho de conquista, adquirido por sus padres y por transmisión de las indígenas; en gus los "Idios serian mejor tratados, y a Ins cortárseles las lincxs de malgnbierno y despropósitos que estaban cometiendo lodos. Es evidente que detrás de esta actitud existia un claro desen de mayor parte de las tierras i"digenas en sus manos y en lus de sus thmillas„ evidentemente, la Corona no iba a conceder ni a permitir pero esta bandera mar la perpetuidad de los repartimientos de indios* indios» y «sus tituyó en adelante uno de los pilares basales de esta especie de aristocracia conquistadores ahora arruinados, que se consideraban los y ricanos frente a los «nuevos» pobladores castellanos que llegaron despnés_
Desde el Pillita de vista de los reclamos durídicos, la acusación que criollos realizaron sobre la autnridad real en América se bxslh el corrupción de sus representantes, argumentando que eran los que Ildbian despooo de sus propiedades, anulado legalmente sus derechos los conquistadores y construido un nuevo sistema de poder basado en LIII emanada de la metrópoli. atendiendo a informaciones falsas y tendenciosas lilncionarlos remitieron- lina normativa que, cuando lesultaba inconveniente fines, evitaban que se aplicara Muy en consonancia con ese espiritu de patria al que anteriormente nos relürimos, alegaron que las autoridades y tizneionarios 
	V i0SISTENClA	231
siclo respaldados por el rey a pesar de andar cometiendo todo tipo de tropelias con sus aun robando en sus distritos para su provecho, velaban escrupupor los intereses del monarca, quien los mantenía en el servicio sólo para que (lejasen de remitirle sus qumtns y derechos: Así, «las riquezas mexicanas se [levan y navegan pura los reinos de Castilla, con las cuales. aquellos reinos se enriy ennoblecen y éstos se empobrecen», escribía Gómez de Cervantes.
Un plantel de reivindicaciones bastante susiancioso que les convirtió en la principal y casi única oposición legal desde dentro del orden colonial en la segunda mitad del siglo XVI. Lo que no indicaran es qué soluciones habrían dado ellos a estos problemas si hubieran permanecido en el poder, o qué alternativa proponían si la Corana ordenase levantar la presión qye sobre ellos sus autoridades delegadas. Asi poes no conocemos, porque no la formularon explícitamente, sus propuestas de gobierno. aunque, según sus propios testimonios, idearia y formación no se diferenciarían en mucho de las que intentaron aplicar sus padres treinta años atrás,
Estos planteamientos, SI no formulados colectivamente, conformaron mentalidad común a todo el grupo mestizo o criollo descendiente de conquisdaclorcs, y tuvieron una plasmación cn lo que los más precavidos funcionarios y autori. dades coloniales llamaron «el peligro de lu sublevación mestiza» entre las décadws de 1550 y 1570. Se basaron en dos aspectos princlpales: en la poslble alianza entre mes• tizos e indios; y en el arrastre social estus mestizos tenían todavia, como hijos y herederos —-aunque sin tOr'tuna— de los que años antes se habían sublevado contra el rey. Ante estos temores los hicieron figurar—parque era como los eahecillas de la protesta contra las autoridades locales, por sus abusas y excesivo rigor. Estos precavidos, asustados y nerviosos funcionarlos, proponían una drástica el castigo directo, rápido y ejemplificador a los prlncipales instigadores de [ales movimientos; y la diáspora forzosa+ mediante el destierro, de los mestizos de loda eondiciór, que se mostraran inconformes con el estado de las cosas,
El tema de las relaciones C.'iilre indios y mestizos es más complicado dc IO que a prmuera vista podria parecer. Eli general, la visión que ofrecen Ins autores mestizos, especialmente en lo referente a las guerras de la conquista entre padres y los reyes es bastante blanda - Cina especie de guerra entre grandes señores que se respetaban y temían, Sin importarles demasiado los que morían a cientos en los COMbares, como devorados la lógica de los acontecrnientos, En cambio se resalta la nobleza de estos grandes senores, su valentía y lealtad, fuesen eastellanos o indigenas. Un ejemplo de ello puede ser el caso de Almagro el Mozo: cuando. Iras acaudillar la revuelta que terminó eon el asesinato de Francisco Pizarro y ser él mismo nombrado gobernador de Perú, fue derrotado por los pizarnstas en Ins llanos de Chupas huyó a buscar refugio nada menos que en el Inca Manco C:ipac. el alzado eonlru los espa en la segllridad de que le y aseguraría frente Sus perseguidores, por que eran amigofi conocidos y grandes señores. Antes de llegar a Vilcabamba fue capturado por los pizarristas en Yucay y e.leeutado.
Para los InestiZOS, los indios del común aparecen tras la conquista como sujetos a españoles por los mismos lazos que antes se «tdebian» sus señores naturales 8 los cuales vencieron, camo si la guerra hubiera sido un medio absolutamente legilimo para hacerlos vasallos no del de los españoles: «El indio rendido y preso en la guerra contra los castellanos ye tenia per más sujeto que un escla\'0, entendiendo que aquel hombre era su dios y su ídolo, pues le había vencido, y
232'	 LATINA
como a tal se le debía respetar. obedecer y servir y serle fiel la muerte, y negar ni por la fialrieg. por los parientes ni por los propios padres. lliJOS y mujer estaban obligados dar la obediencia y la obligación natural a la deidad del que. particular, le habia rendido y preso». escribe el Inca Garcilaso. Los indios malvados son los traidores, los desleales. que Garcilaso identifica con los Cañari. «que el amor y la obediencia que a los incas, como vasallos naturales, les debian»v ES a las descendientes de conquistadores les unteresaba de un modo muy diferente el señor indigena, del cual descendían, y el resto de los naturales, simples suyos. La Figura paterna, de nuevo como un gran señor de Indigenas por derecho conquista, motiva a Garcilaso a escribir sobre su padre: «¿Y a este señor no dc amar? ¿No habian de servir? ¿No habian de echar de menos y llorar después muerto?».negaron
decir.
vasallos
habían
funda•
nuevas
«mismo
vasallos
hacienda
Prendie-
En resumen, desde su punto de vista, la relación entre ellos, descendwntes de bles blancos y de nobles incltos, y el resto de la población indígena, se basaba 
· •mentalmenle en la que debia existir entre señores y vasallos por derecho natural.
· Si en años anteriores era pasible —tanto en Perú como Nue•va España— que algunos casos los naturales defendieran a su viejo encomendero frente a las autoridades coloniales,en la medida en que aquél parecia ser su aliado frente «nuevos» españoles. extraños a la tierra, esta actitud fue imposible hallarla años pues. Como los Vle.10S pactos no continuaron vigentcs, los indigenas comenzaron judicial Vlolentamente, sus demandas y reivindicaciones contra los vos encomenderos y contra los funcionarios a los que ahora eomo cuerpo». Ya no habia distingos, todos españoles. Los y en general los de los conquistadores, estuvieron en mejor posleión que ningún ntro grupo para tender y aun apoyarse en estas reclamaciones indigenas, haciétiduaas suya* y usándolas
De ahi que supuestas sublevaciones de los mestizos en los años sesenta Nueva España y Pelli (los Maldonado, por ejemplo) no representarrait en si mismas serio peligro para las autorldüdes coloniales Sino en fUiiCiáÍi de movilimciones indigenas que de ellas podian seguirse. La excusa para atajar de raiz el problema gó, en Perú* con el alzamiento en Vilcabamba del Inca Túpac Amaru- Todas Ins lizos del Cuzco hijos de ennqulstadores fueron encarcelados. El Inca Garcilaso cribiá así este episodio.
También entraron cn la acusación los mestiaos, hijas de los conquistEdores de Imperio y de as indias naturales dél. Pusléranlcs por capitulo que se habian conjurado él Principc Túpac Ainaru y con las dentas Incas para alzarse con el Remo, porque a de los mestizos eran parientes de los Incas por via de sus madres, y que en su ración, sc habian qucjadD al Principe diciendo que, siendo hilos de conquistadores y de ilalurales dél, que algunas dc]las cran de la real señores de y que ni por Ins méritos ni pur la naturaleza y legitima de la de sus madres y ehue]os no les habia cabidn nm-tfl, siendo hijos los Illás benelüéritos aquel Imperia, porque Gobernadores hibian dado sus parientes y amigas la que podres ganaren y liabia sido de sus abuelos y que a ellos los dejarcn desamparados, necesitados a pedir limosn,H para poder comer, o fonados saltear por los carninos poder 'r'iV1r, morit' ahorcado* Que Alleca el Principc sc dalicsc dc cl[os__ y los biese en su servltio y admitiese en su milicia, que ellos harian como buenos soldados, ta todos en la demanda- TIRIO Chio pusieron cn la acusación de Ins mestizos. 
		233
ron a iodos en el Cuzco hallaron dc veinte pudiesen ya tomar armasv Condenaron algunos quistión dc Inrmcnto, para sacar en limpio lo que se tenia
A continuación reproduce el discurso de una (le las madres, perteneciente a la antigua nobleza indígena, que fue a visitar al hijo preso:
Sabido he que estás condenado a súfrelo y pásalo como [le bien, sin condenar nadie. que Dios te ayudará y pagará ] o que tu Pildrc y compaiicros trah4jamn en ganar esta iicrra__ Muy bien se os emplea que todo los hijas de los conquist*dorcs murais ahowados, en premo y puga de haber ganado vuestros padrcs cstc Imperin_
Aunquey dice también Garcilaso? el virrey se apiadó de ellos y no los mandó matar, pero «dióles otra muerte más larga y penosa», desterrándolos otras regiones del Nuevo y Viejo Mundo.
No era la primera vez que se este tipo de medidas. Al final de as sublevacinnes y de las guerras civiles, los litios pequeños de los principales protagonistas fueron envuados a España, como por ejemplo Francisco e Inés, dc Gonzalo Pizarro; Francisca, Francisco y de Francisco Pizarro; e Isabel, de Juan Pw.arrn„ Ahora, sin embargo, esta medida fue aplicada a un grupo mucho más grande y de evidente peso especifico en la sociedad colonial. Era el final de una larga historia, la crónica de una muerte anunc:lada desde hacia años_ Fueron lepartidos por Panamá, Nueva Granada, Nicaragua y propia España. Otros muchos ñeron a como indica James Lockhart, ganar como combatientes Lle indígenas una posición que negaba en su casa. Otros partieron a Tucumán y Paraguay.
En España, un numeroso grupo de hijos de conquistadores, entre los que tigurabati los hijos de Hernán Cortés, fueron acusados de conspiración, coincidiendo eon IA muerte del virrey Velasco y ana nueva negativa de la Corona perpetuar las encomiendas y repartmientos. Los hermanos Avila y los hermanos Quesada se umeron la mismas dc tal manera que la mayor parte de los hijas de conquistadores dc Nueva España se enfrentaron abiertamente al poder de la AudJencia. En 1 566 fueron lodos apresados como participes en una nueva «conspiración de mestizos», puesto que el que parecía ser la eabcxa principal del movimiento era Martin Cortés, hijo del conquistador y de Doña Marina (la Milinc:he). Fue acusada dc sedición en 1568, argumentándose casi las tnisnvas peruano, llevadn a España, encarcelado y puesto en tormento* mientras el resto de compañeros era e,lecutado. El análisis de la documentación sobre el caso viene a demostrar que, por más que lus acusadores y visitadores lo intentaron, poco o nada pudo probarse. El asunto parece enmarcarse en la larga lista de acciones legales o actuaciones coactivas llevadas a cabo por la Corona y sus autoridades para evitar la consolidación de un poder fiuertemente vinculado
a la tierra, tan lejos de la metrópoli, y para eliminar por la via rápida a los principales encomenderos desccndientes de las repartos de la conquista; prouedades que «nuevos» deseaban para si. Ambos procesas, el mexicano y el peruano, muestran que el fenómeno fue continental y muy temprano. Incluso en la del virrey de Nueva España, Luis de Velasco. algunos oidores de la Audiencia de México llegaron a solicitar se extrañase de las lidias a todos los mestizos, y aun el fiscal Maldonado pidió que se les condenase a galeras o a trabajos forzados en las minas.
	conqt hecho de tuvieron especial.
pero a la ver perder las pro• gente de manera que las incierto Ilituro— muchos de destino siguieo menos la por los nobles Sin usaron algude Su nueva
[Icspués llesu situación, par (raido. las propiellevadas a que recibieron que aportaban. conquistadores que ruantenian ha estumemoria de alguo exftemeños. transmitidas por a través de
o Vieron arremestizaae, en llamadas «repúsus días en creci0 como la [alma, Santa ciudades, Las se huérfanas. parienseñores étnicos de otra modo. arquetipo cn la de las ¿liles las eslratcgias
	
á34	
Mención especial ll'erecc la siluoei0fi de de los primeros en porcent:1Je mesti'.[ls también. Muchas Veces olvida el gnayaria' sohre los varones (casi un 60 por [00 (le los conquistadores hijas que hijos); ello un bieron de sus progenitores como herencia enconaiendas, solares y bienes, se vieron obligadas a desposarse con otros conquistadores para evitar piedades. Mis de la mitad casaron compañeros del padre, normalmente su circulo de confian•a, o con hijos de éstos, también mestizos, de felaciones endogámicas en e interior del grupo asegurasen —cara al el dominio de los bienes adquiridos la conquista; hay que señalar que estos bienes formaban parte de la herencia indígena [llarerna. Idéntico ron algunas jóvenes de las panacas imperiales, casadas también —más fuerza— con conquistadores, dentro de las estrategias desarrolladas inc:hicos o por los señores étnicos para consolidar sus alianzas con lus olvidar. por supuesto. que estos matrimonios fueron un instrumento que conquistadores para hacerse las tierras y los indios que recibían esposa, bien como patrimonios bien corno dote. 
Pero las guerras civiles primero y las sublevaclones de conquistadores que estas mujeres ricas y mestizas vieran pronto modificada Muchos de sus esposos mctrieron en las guerras, y otros fueron ejecutados res. A ellas se les obligó a casarse otra vez, recibiendo sus nuevos nun-idus bien en, el del mismo grupo o, tras la remoción de encomiendas cabo por La Gasca y Toledo, con recién llegados de España: ('nuevos», como patrimonio estos forzados enlaces, con todos los indios y rcntas Otras filerun enviadas a España, especialmente tras las revueltas de y de mestizos, para evitar que sus sagas, poswiones y preeminencias sobre los indigenus se mantuvieran y pervivieran, Como Maria Rostworowskl diado* el easo de la descendencia fememna de los Pizarro, la nas «ilustres mestizas» se pierde en la noche de los pueblos castellanos En cifrasgenerales, sólo un tercio de las pudieron ser los primeros conquistadores a sus progemtores, y huenu parle lo hicieron sus hijas; el restu fue a parar a manos de en lu tierra.
¿Y qué sucedió con las demás descendlentes, las que rio heredaron botada su herencia? La mayor parte quedá envuelta en la oscuridad del una suciedad que evolucionó hacia una radical separación entre las blica de españoles» y «república de los indios»_ Otras muchas termmaron las celdas de los conventos, especie de «islas de mujeres», cuyo número espuma en las ciudades coloniales: La Encarnación o la Concepción en Catalina en el Cuzca, en Arequnpa, en Quilo, Santa Clara en otras varias Agustinas en Santiago de Chile, y en Tunoa, Potosí, La Plata... donde con mayor o meno" liquen, y devoción viudas, hijas. tes de los conquistadores, «mt!leres hencTnérilas» o descendientes de encerradas por una soeledad que no les permitió desarrollar su Vlda Como señala Luis Martin, las hijas de los conquisladores crearon un primitiva soc.ledad colonial andina; un arquetipo valedero para las hl.jas durante Siglos, especialmente para aquellas que quedaban fuera de de sus progenitorcg
		235
I I 	RESISTENCIA Y ANT[IDOLÁTRICASLAS 
Todos estos procesos someramente explicados hasta ahora tienen que puestos relación la debacle demográfica que la conquista sobre todo, las primeras décadas de colonial prodVJeron en la pob]aeián indigena. Debacle demográfica que, como han señalado muchos antores, no sólo se relaciona con la violencia o las epidemias, sino lambién cun los cambios estructurales provocados eti el interior del mundo indigena durante las primeras décadas de dominación colonial, entre los gue incluyen desde las dispersiones y concentraciones forzadas llevadas a cabo con parcialidades y étnias cnmjletas, las camhius de localización de los pueblos (generando diferentes de encarar el acceso a los recursos de lu eión), el abandono de nichos eec»láglcns de cultivo y su sustitución por Otros (ahocados al mundo europeo y mucho más dañinos para esta población)f los cambios forrados en los hábitos alimenticios y laborwles„, hasta el trauma psicológico de ver su mundo destruido o mutado, sus dioses vencidos y su universo fisico„ politiccv o cultural profundamente alterado.
La evangelización forzadas proceso al de la conquista, y la acción de lus órdenes religwsas, wya presencia toda la gengrafia Indígena fue casi inmediata, vinieron a ser los vehicules de Hculturación más importantes y tontllfldenles para esla población. Desde el mundo mitico hasta la concepción natural del unwerso en las diversas culturas americanas, tudo se vio completamente alterado. La imposición de una nueva religión y de una nueva de nuevos ritos y cultos, llevé forzosamente a la población indigena a tener que mantener si acaso formalmente—— una dualidad en dificil equilibrio. Lin equilibrio que termmaria pnr romperse generando un enfrentamiento ——na siempre visible— entre ambas postciones,. en espectal a partir de las décadas de 1560 y 1570.
La identificación o no de las jefaturas indígenas tradicionales por parte de la administraclón colonial como tales autoridades, que como hemos visto estuvo Silleta a mil y un avatares, originó ana multiplicidad de posiciones el mterior del mundo indígena en cuanto a adopción en lodo, en parte o en nada, de las nuevas Por culturales y religiosas. Hubo situaciones y momentos en los cuales curacas Cacnques participaron coma agentes de petiClracián y solidificación de la nueva cul tura y religión; por el contrario. en otros casos constituyeron el núcleo de resistencia más firme y contundente. De manera que el mosaico resultante, sólo a continental sino también en las escalas regional o local, dc una compleoidad.
La resistencia ofrecida a estos cambios tan drúslieos adquirió formas diferentes y lilndns muy distintos, Ya hemos explicado que la guerra de los me.ns contra sores españoles, en OllantayT.ambO o en Vi[cabamba, sc mantuvo durante muchas décadws del siglo XVI andino, En áreas de Nueva España, Centroamérica, Nueva Gra-
pleno siglo XVII. Pero casi desde el principiam desde la década de 15207 el papel de las caciques fue fund\hmental para entender cómo se desarrollaron los :lt'eos dc resistencia —activa u pasiva—— en las zonas teóricamente situadas baju control colonial,
	
tanto locales.	
habían eonresisiuzgacla
como sisteser adoratorios, la elipueblos
un claadquicultura ofrecía no *010 aprencabo.
territorios la foren ocacierpor cerernoniales
sobrefacetas pudie-
curacas cuando la e] papel fue más vehiculo
Una de las formas mis caracteristicas de resistencia ruc el regreso a antiguos cultos por parte de algunos parcialldades y grupos étnicos, rechazando el evangelizador cristiano. Fue In que algunos autores han denominado en la región 236	AMÉRICA
el retorno de eulios a los dioses pánicos y en os viejos adoratorios: un lénómeno general en todo el continente de 1550-1560, que lile identilieado por de las autoridades coloniales, las como resistencia a la colonización ya la evangelinclóm oposición al dominio de la Corona; como insumisión y rebeldía a frailes, jueces eionarios•. como desórdenes en el pwlendido nuevo orden colonial, iliALli'tiiS.ión oposición a la nueva religión católica fue entendida par ñoles corno una negación de su derecho a. predicar, lo que les permitió justificar fácilmente las acciones ejemplares que contra esta oposición llewaron cabo obispos* juristas, como gobernadores, encomenderos o autoridades Y tuvo la peculiaridad de inlroduell' a lus eclesiásticos que hasta entonces mantenido una politica general de Cierta tibieza —salvo algunas personalidades en defensa de la población indigena, en la represión directa contra esta tencia; una actitud en la que la resnslenciu indígena a la cristianización lile como beligerancia activa el cristianismo y el Evangelio.y 
Comenzaron entonces las llamadas campañas antildolátricas, conocidas «extirpación de idolatrías», que consistieron en la erradicación y destrucción míticas, intensivas y a de CLIXÍi10 culto prehispánico se mantuviera y pudiera hallado, tanto público como privado, tanto fisico (destrucción de idolos, representaciones, ete,) como cultural (actitudes, fiestas, rutas, clc.), conllevando minacióll de las antigu&S castas sacerdotales que aún pervivían en el seno de y comunidades indigenas.
Curas, frailes y obispos se aplicaron a ello con rotundidad y con ro propósito ejemplarizante. Como Indican algunos autores, la resistencia había ricio forma propia, manifestaciones nuevas. utilizando elementos de la misma dominante, El universa indígena aprendió muy pronto que el régimen colomal en si clementos para manifestar y ejercer una resistencia efectiva; la via judicial, sinn la institucional e incluso la misma religiosidad cristiana. Y dió tamb]én que el enfrentamiento directo no era el tiiOdO de llevarla 
Mostrar 	aculturación aceptada sólo aparentemente era una forma de resiitnr-
Si para 1550-1560 existen Informes de que en prácticamente rodos los conquvstados población indígena parecía haber asumido el cumplimiento de Inas de la liturgia cristiana (comenzando por los buulistnos, multltudinanos *Iones, que llevaron a los [ralles a hablar de intercesiones divinas), es menas to que en mismos territorios fueron más que corrlentes las denuncias prácticas —y a veces nada ocultas— de los antiguos rituales y prehispánicos
En esta luch•a entre ambas tenlogias, o entre ambos modos de entender lo natural o lo espiritual, los españoles aplicaron el método que en otras del mundo colonial: la coacción y la «extirpación» de todo lo que se opusiera o ra oponerse al nuevo orden, n al menos dc lo que resultara visible.
Las campañas contra las idolatrías extendieron por el continente, y los y caciques tuvleron en ellas también un papel protagonista. Para algunos. relación de autoridad en el interior de su grupo se basaba en en parte en sacerdotal que les concedía la antigua Itadición, la resistencia la evangelización notable; y el resultado. su eliminación y la imposición de nuevasautoridades aculturadas y dóciles, otros casos, el cacique fue precisanvente el principal 
		237
de aculturación, formando parte. junto con el corregidor y el doctrinero, del triángulo de opresión más contundente y coactivo en el interior de la comunidad. no sólo en lo económico. sino también en lo ideológico.
Estas campiñas de extirpación de las antiguas religiones lograron, décadas después, el efecto deseado: por eliminación, por temor o por consenso, la nueva religión, si acaso formalmente, terminó imponiéndose entre la población indigena, con los consigLiie'iles cambios los 'nodos. entender el mundo y la realidad. Fue un vehículo filtldamenlal de imposición, transmisión y arraigo de los nuevos valores del sistema de dominación y de la sociedad colonial, hasta consustancial estos valores religioscjs con el universo colonial resultante, tanto, la desestructuración del mundo indigena no sólo en lo económico en lo social, sino tamblén en lo ideológico, alcanzó en este procesa de aculturación su aspecto más dramático y perdurable.
Por otra parte las concentraciones de población indígena en determi nados lugares impuestas por los españoles, llamadas «congregaciones» en México o «reducciones» en el Perú, y llevadas a eubo para evitar la dispersión de la población y poder actuar sobre ella con más Curitrol y contundencia: originaran Importantes traslados forzosos de grupos y etnias, la aparición de lus ll¿mados «pueblos de indios» o «comunidades». Siguiendo el modelo europeo de ciudades pueblos, se obligó a la pnhlatlón a abandonar el tradltlonal hábitat disperso prehispánico; base del aprovec:lwnuento integral de los tecursos y de la organización del trabajo. Flln conllevó la ruptura de Ins antiguos ayllus a los calpulli, la remoción de autoridades, la disloca. "Ión de Ins entramados familiares —entendidos al modo prehispánico—, la aparición del tributo, y con él la intta•ducción del dinero y los mercados según cl modelo occidental _ Se rompieron asi radicalmente los antiguas modos de asentamiento, de produceión, de relación e intercambio, de reciprocidad y redistribución, es decir, las hasc•s materiales del mundo prehispánico, y se innodwe1'0t1 por via de la ruerzg cambios n•.uy profundos en la organización de la vida, material, política y espiritual de millo. nes de Indigenas.
Los relaciones de reciprocidad y de redistribución, auténticos complejos reguladores dc las relaciones de todo tipo en el seno del univelso prehispánico, se reformularon y reconstruyeron con tal asvmetria que resultaron irreconocibles; una situación muy dificil de tolerar si no fuese por su implantación coactiva.
A pesar de estos cambios, y camo demostración de que el poder de resistencia y adaptación del mundo indigena tuc Impresionante, los patrones comunales pudieron reconstruirse usando jirones de los antiguos ayllus o calpulli y utilizando los lazos dc parentesco, no sólo los tradicionales, sino incorporando el nuevo modelo
porque, Si hien exteriormente os dominadores puduerom contemplar un mundo en apariencla reordenado, en realidad nwnea supieron ni entendieron cuánto del mundo antiguo permanecía vivo y activo, palpitando y desarrollándose en el interior de las formas aparcnlemenle aceptadas de dominación, FI tema de la familia, de las fami lias cs un claro cjcrnp o de todo ello.
Ll retorno del culle las Huacas, de los dioses tradicionales locales, se produjo en esos años de las décadas de 1550 y en varias regiones del continente, Si bien t121to que los cultos imperiales, lat110 en México Perú, fileron con cierta tacilidad reemp]azados por los nuevos dioses europeos, los cultos populares locales pudieron permanecer, o incluso rebrotaron con fLIL'rZ"d, mostrando el de los
— AMERICA
	resultaron comsignos habían antiguosextir-
ésos
TOCIO
consti-
propia
nego-
indi-
cle 
cornen-
digni-
régi-
división como
de los campañas sacerdotes su
quic fue simbólicos
valga el indL1. consumo siste-
mostmron y preebfcadias,
indígena tempomque les este
	
usos ancestrales en momentos de tanta Y estos cultos y ritos cliliciles de erradicar. Eso no impedia que, aparentemente, pueblos pletos liarecierati cumplir ta veces más que encendidamente en cuanto a los externos) los rituales del culto pero sublerró[icuil'iiente las Huacas regresado. Algo así como, si los españoles erigieron cruces capillas en los santuarios tradicionales, [os indigenas disimularon sus ídolos y ritos alrededor estos cultos cristianos, y mantuvieron, cuando no amplificaron, el ceremonial, ona yuxtaposición de religiones en la que, obviamente, resultaba muy dificil de par la parte que frailes y sacerdotes consideraban idólatra.
Como algunos autores han Indicado, la esfera de la teligioso reflejó la existente entre el mundo de las europeos y el de los indigenas, tan profunda división social y política que los dominadores impusieron entre las llamadas bliea de españoles» y «república de indios»_ Los pueblos indigenas jugaron, pues, mismas armas: si los blancos distinguían, ellos también.
Pablo .losé de Aniaga, ennsiderado por las autoridades coloniales como uno expertos en extirpaciones de idolatrías organizador de diversas el Perú, estaba convencido de que los indios aceptaban la palabm de sólo en lo que tenia que ver en su relación con el mundo de los blancos; pero il escribía, los cultos de sus dioses propios, lluacas y Mallkus pertenecían a su umversr„ y los españoles nada debían ni tenian que ver en él, esto llevaba Arri{iga afirmar que ala mayoría de los indias no son crishanos»_ por tanto, CII rnuchas zonas —valga decir la mayoria— la tradición siguió luyendo una base Irrenunciable, y una enorme influencla sobre la población digena pesar de la fuerza y contundencia del procesa de aculturación al sometida_ Resultado dc la imposición de nuevos elementos religiosos y occidentales fue la apropiación de tnuchos de éstos, y o bien se añadlevon su cultura, o bien los usaron para mantener una simulación.
Incluso cn los rnodos tradicionales de vestir los cambos tilernn escasos: ejemplo del uso del sombrero castellano, que se generalizó, pero el resto de la mentaría siguió siendo la misma. Tanto fue ésto así que el control el indígena* fundamentalmente de productos tradicionales, fue considerado por el de dominación —lanlo al nivel oficial como al particulm—- corno uno de los cios del que podían obtenerse grandes beneficios. La hoja de coca o los Lextilcs genas son Lili buen ejemplo de ello. Otros muchas ámbitos del umverso prehispánico parecieron quedar Incólumes, partiendo de algo muy importante como fue el uso lenguas originarias y la escasa penetración del castellano idioma de uso sólo servia para relacionarse con los dominadores; no era una lengua ni de dad ni de verdad. Los cauques y curacas que resultaron aceptados por el nuevo men si que se españolizaron exteriormente: aprendieron la lengua, se férvientes practicantes de la religión cristlana, aceptaron los principales cargos eminencias en las nuevas formas de (herrmndades, alferazgos en las fieslas..), vistieron a la española.,_ pero continuaron usando mecanismos tradicionales de relación ron sus comunidades.
En resumen, en los cincuenta años posteriores 'a la conquista, el mundo siguió observando al mundo colonial través de las categorias espaciales, les, stmbó]icas y espirituales antenores. Pero siempre fueron conscientes de eta imposible escapar al cataclismo de la dominación colonial. por ella, aceptar 239 
hecho Sin que les llevara a perder mostrándolos. fue considerado por los españoles como una maniléstación de resistencia o insumisión que adoptaba formas activas o pasivas segan las circunstaucias,de 
y 
La resistencia incaica, y la de algunos poderosos señores étnicos me\icanos, cenIroamencanos o del centro y sur de la actual Colombia, de Chile de Bolivia, son c,lemplos de esta resistencia activa. No sólo reivindicaron la lucha contra el invasor europeo, sino frente a cultura y a su religión; en Su discurso dc oposición armada 'ijaruitestaron el rechazo a todo lo que tuviera que ver eon los invasores,sus alimentos, sus vestidos, sus palabras, sus dioses... Además, la resistencia adquiria, en lo j•eferente a los aspectos religiosos, un matiz fundamental.
Pero la situación se hizo mucho más compleja. Entre los variados casos pueden citarse nos detendremos en el que estallá en la década de 1560 en Huamangfl, cn la sierra central de Perú. Un movimiento de marcado carácter milenarista. Los frailes españoles comenzaron a tener notic'as de una gran sublevación que preparaban los antiguos sacerdotes, seguramente una continuación local del movimiento de res' *ten. cia a la hegemonía española que desde Vllcabamba dirigía el Inca Amaru. Pero pronto la revuelta de Huamanga a tomar otra dimenslón, y las noticias de la SLIblevación corrieron por loda la sierra. Las informaciones llegadas a L Ima hablaban de] 'ISaky Onkoy, la enfermedad del canto: indígenas de comunidades enteras dejaban de irabajar y C0i11enzahüT1 a hailgr y cantar ovando a sus vielOS dioses, un estado de trance colectivo que se transmilia de pueblo en pueblo corno una epidema,
Informes más exhaustivos afirmaron que trataba lu acción de los «brujas» indígenas, quienes predicaban el fin de la dominación porque, afirmaban, las Huacas destruidas volverian a la vida, lucharian contra el Dios cristiano y le vencerían, expulsando a los españoles. Auguraban el pronto regreso triunfante de las HuaCas, y el mundo dariase la vuelta, saliendo de la tierra, clande habían sido enterradas los vie]0S dioses por los cristianos, y ahogarían a su vez a Ins españoles mediante diluvio que los sumergiría para siempre bujo lus aguas. Sería el del mundo para Ins invasores. llabía terminado el millar de Añas que ellos correspondía mandar; ahora volverian los antiguos, Si el Imperio inca habia sido fundado el año de 555, decían, en 1565 terminaban los nail años del ciclo: volverían las Huacas y cornenzaria otra vida, atm tiempnv
Huacas, que habían sido maltratadas, y durame años no habian recibido ni las honras ni los sacr[ficios rltuales que merecían, vagaban abandonadas por el mundo, De manera que con su regreso matarian a todos los indios convertidos al cristianismo: los bautizados; causantes de su deshonra y hambre, a los que trabajaban y se plegaban a los mandatos de los blancos. En cambio, aquellos que habían resistido y permaneeido fieles a su culto manteniéndoles el debido respeto, podrían ingresar al nuevo tiempo, al nuevo impeno que venia, era orden terminante no entrar eti las iglesias, no bautizarse, Tli la lengua ni vestir como los blancos, ni tratar o trabajar para ellos; y los que lo hubieran hecho pero ahora se arrepintiesen, debían purificarse ÍliCdiante penitencias7 y demostraciones públicas de fe.
El Taky Onkoy significó un cionamiento activo de la población indígena en cuanto u tornar las armas y luchar contra los españoles. Fra aquélla una guerra de las Iluacas contra los dioses Los fieles debían orar y sentir temor de los dioses andinos, rehuyendo toda COITIL1nicaciÓn con los blancos, con sus dioses y en especlal con los frailes doctrineros.
	fue
pla-
por
la por la
cullas de
con
se
el
vol-
iny
una
-240	LATINA
El principal encargado por la Iglesia limetl/l eliminar la insurrección Cristóbal de Albornoz, quien persiguió a los antiguos sacerdotes. supuestos promotores del movimiento, hasta acabar con ellos mediante escarmientos públicos en las ¿as de los pueblos, delante de los indigenas, CII una represión que extendió todo peruana coincidiendo con captura del inca rebelde de Túpac Amaru, y su decapitación en la plaza del Cuzco en 1572 ante una multitud aterrada, Con la muerte del último inca y la quevn{l de las sagradas momias de antepasados sin que las viejas Huacas lo impidieran, el fin del Taky OilkOy signifieó el Fin del mundo Prehispánico. La resistencia en adelante dehia desarrollarse 
Otro
1 -4- EN LAS FRONTERAS
El mundo colonial, extendido sobre un mapa, apenas podia ser representado en segunda mitad del siglo sino por una serie de pequeñas manchas diseminadas la geografia americana. Aunque impresiona la fuerza de este mundo colonial en A mérica nuclear, en especial en México central y en Perú, puede afirmarse que, a finales del siglo xv], el mundo americano era todavía un gigantesco universo de fronteras. Las manchas se difuminaban, normalmente, desde el litoral los grandes núcleos tutales prehispánicos hacia lo profundo de los territorios. Y en éstos, más allá de áreas ocupadas por los grandes imperios preeuropeos, se desarrollaban otro tipo culturas indígena$ muy heterogéneas y menos organizadas en el sentido convencional, pero en las que el nomadismo provocado por la caza y la recolección. el cacicazgo basado en el prestigio guerrero y religioso. normalmente mezclados, junto un espiritu de belicosidad permanente, Impidieron a los españoles establecer sobre estas culturas sólidos y permanentes mecanismos de control no ser que los somerieran violenta y casi individualmente, cuando no decretaban su exterminio. En estas áreas, la resistencia a la Invasión europea cobró caracteristjcas blen diferentes —aunque no por ello menos contundentes—— que en la Aménca nuclear, 1-Jna resistencua, un rechazo directo a la invasión, que en muchas regiones de esta periferia colonial perduraria por siglos, No eran, pues, sólo fronteras fisicas; eran fronteras donde confrontaban distintos y a veces antagónicos universos culturales, Fronteras inhóspitas fisicamente, y contra las que los colonizadores acabaron normalmente estrellándose; sólo hieran dnnnnaclas tras largos y costosos estúerzos bélicos. con el extermima total, lla negociación o tras proceso de aculturación _
En el norte mexicano estallaron también confiictos de corte mllenarista similares a de la reeián andina. En la lejana Xiaeva Galicia. en la zona conocida como fuera [lel control, todavía, de los españoles, sacerdotes indígenas anunciaron el regreso de Tlatc»l, una antigua deidad relacionada enn los eantns„ T lato] vería acompañado lle todos los antepasados para vengar la afrenta que los españoles habían realizado sobre su tierra y su Ira se dirigiria contra todos aquellos dios que hubieran ¿eeptado su dominio y les mallii&slasetl sumisión. Los ereyenles debían someterse a un proceso de purificación, librarse del estigma del baulisrno Cii'ipreiider la ILiCha arrfiH[la contra los invasores; Sólo seria posible el inicio de nueva era en la cual los indígenas puros serian invencibles, viviendo en un paraíso terrenal de eterna Juventud Previamente, los extuHnjeTOR y todos los cristianos dehian
aniquilados, Éste file el mensaje anunciado por los chamanes en sus ritos adivinagorios, basados en el uso de alucinógenos corno el peyotl.
E," 1 tadn el norte mexicano sc incendió: los rnixlones y quemaron iglesias y a los doctrineros. Incluso la ciudad de GuadaWiara fue destrwdav F.l virrey Mendoza envió ellos varias expediciones, algunas de ellas al mando de expertos y antiguos conquistadores, haquianns en aquellas tierras, COiiiO Pedro de Alvarado, por ejemplo. Pero todas fueron rechazadas y derrotadas por los indígenas-
revuelta la llevé a cabo el virrey al mando de un formidable ejército compuesto mayoritariamente por indigenas fieles a los españoles, A sangre y fuego acabaron con los sublevados, eliminaron a sacerdotes («brillos mixtecas», decian los españoles) y reprimieron con a todos los alzados.
De puco sirvió. DC'* años después, todo el norte estaba de nuevo incstldyado, pero ahora la situación era diferente. En 1546, el deseubrnmento de las minas de Zacatecas en esta región, leoos del valle de México, había originado no sólo el estableclmienlo dc ciudades y reales de minas en la sino el trazadn de un camino por donde descendian hacia el valle las caravanas que llevaban la plata ex(raida. Y, desde México, circulaban hacia el norte vituallas, ganadas, azogue (mcvcurio) para el proceso de amalgamación del mineral y gran cantidad de personas, procedentes de otras áreas, que emigraban hasta allá para contratarse como mano de obra en las minas, dado que los indígenas loeales se mostr3ban hrreductibles.

Otros materiales

Materiales relacionados

145 pag.
Historia de Paraguay - Fd Qkr

User badge image

Desafio PASSEI DIRETO

218 pag.
psicologiaysocio00espi

SIN SIGLA

User badge image

Tomas Paul Holder