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INTRODUCCION A LA INMUNIDAD Y LA INFLAMACION

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Células y órganos del sistema inmune
 ■ Hematopoyesis
 ■ Células del sistema inmune innato
 ■ Células del sistema inmune adaptativo
 ■ Órganos del sistema inmune
inmunidad innata
 ■ Barreras anatómicas
 ■ Reconocimiento de patógenos
 ■ Eliminación de patógenos
inmunidad adaptativa
 ■ Inicio de la respuesta inmune adaptativa
 ■ Reconocimiento de patógenos
 ■ Receptores de patógenos: BCR y TCR
 ■ Procesamiento y presentación de antígenos
 ■ Desarrollo de linfocitos y tolerancia inmunológica
 ■ Respuestas inmunes primarias
 ■ Extravasación de leucocitos: diapédesis
 ■ Memoria inmunológica
 ■ Resumen: inmunidad innata y adaptativa en enfermedades infecciosas
inflamaCión
 ■ ¿Qué es la inflamación y para qué sirve?
 ■ Respuesta inflamatoria aguda
 ■ Inflamación crónica
CondiCiones relaCionadas Con el sistema inmune
 ■ Reacciones de hipersensibilidad
 ■ Autoinmunidad, inmunodeficiencia y rechazo de trasplantes
 ■ Inmunoterapia contra el cáncer
El ingreso de patógenos y proteínas extrañas en el cuerpo humano, pue-
de estimular el reconocimiento por parte del sistema inmune, dando lugar 
a respuestas inflamatorias y alérgicas. Los aspectos de estas respuestas, 
están sujetos a modulación farmacológica. Antes de describir las acciones 
de los agentes farmacológicos que inhiben la respuesta inmunológica y 
las alergias, este capítulo describirá las bases celulares y moleculares de 
las respuestas alérgicas e inmunológicas y los puntos en los cuales se pre-
senta la intervención farmacológica. Los capítulos subsecuentes de esta 
sección, cubren en detalle los tipos de agentes que pueden alterar las res-
puestas alérgicas e inmunes, así como la biología y la farmacología de la 
inflamación.
Células y órganos del sistema inmune
Hematopoyesis
Todas las células sanguíneas, incluidas las inmunes, se originan a partir 
de células madre hematopoyéticas pluripotenciales (HSC) de la médula 
ósea. Las HSC son una población de células progenitoras indiferenciadas 
que son capaces de autorrenovarse. Al exponerse a las citocinas y al con-
tacto con las células estromales circundantes, las HSC pueden diferen-
ciarse en megacariocitos (la fuente de las plaquetas), eritrocitos (glóbulos 
rojos) y leucocitos (glóbulos blancos). Este proceso se conoce como hema-
topoyesis (figura 34-1).
El conjunto de HSC se puede dividir en dos poblaciones: HSC de largo 
plazo (LT) y corto plazo (ST). Las LT-HSC son capaces de autorrenovarse 
durante toda la vida, lo que permite una hematopoyesis continua. Las ST-
HSC tienen una capacidad limitada de autorrenovación y se diferencian 
en progenitores multipotenciales: el progenitor mieloide común (CMP) y 
el progenitor linfoide común (CLP). El CMP da lugar al linaje mieloide de 
células que incluyen megacariocitos, eritrocitos, granulocitos (neutrófi-
los, eosinófilos, basófilos, mastocitos), monocitos, macrófagos y células 
dendríticas (DC). En contraste, el CLP da origen al linaje linfoide de célu-
las que incluyen las células asesinas naturales (NK), linfocitos B (células 
B) y linfocitos T (células T) (Doulatov et al., 2012; Eaves, 2015).
Células del sistema inmune innato
La inmunidad innata se refiere a los mecanismos de defensa del hospedero 
que están disponibles inmediatamente después de la exposición a pató-
genos.
Granulocitos
Los granulocitos tienen gránulos citoplasmáticos característicos los cuales 
contienen sustancias que, además de eliminar a los patógenos invasores, 
aumentan la inflamación en el sitio de infección o lesión. Los neutrófilos 
son los más abundantes de los granulocitos y por lo general son las pri-
meras células que llegan al sitio de la lesión. Están especializados en in-
gerir y eliminar a los patógenos, un proceso conocido como fagocitosis. 
Al igual que los neutrófilos, los eosinófilos también son células fagocíti-
cas móviles. Estas células combaten a los parásitos como los helmintos al 
liberar el contenido de sus gránulos, que se cree que dañan la membrana 
del parásito. Los basófilos y los mastocitos tienen gránulos que contienen 
histamina y otras sustancias farmacológicamente activas. Además de su 
función protectora, estas células al desregularse, juegan un papel impor-
tante durante la generación de respuestas alérgicas (véase “Reacciones de 
hipersensibilidad”).
Fagocitos mononucleares
Los fagocitos mononucleares consisten en monocitos y macrófagos. Los 
monocitos circulan en la sangre y luego migran a los tejidos en donde se 
diferencian a macrófagos, aumentan de cinco a 10 veces su tamaño y ad-
quieren una mayor actividad fagocítica y microbicida. Los macrófagos 
engullen y eliminan los patógenos, las células muertas y los desechos ce-
lulares. Los macrófagos pueden permanecer móviles y viajar a través de 
los tejidos mediante movimientos ameboides, y también pueden estable-
cer su residencia en tejidos específicos, convirtiéndose en macrófagos 
residentes de tejido. Además de su función como fagocitos, los macrófa-
gos liberan moléculas proinflamatorias, como citocinas y eicosanoides, 
que reclutan otras células inmunes al sitio de la infección (véase “Infla-
mación”).
Células asesinas naturales
Las células asesinas naturales son linfocitos granulares citotóxicos los 
cuales eliminan a las células tumorales y células infectadas por virus. Los 
receptores de las células NK identifican de manera selectiva células daña-
das o infectadas del hospedero al reconocer la expresión anómala de mo-
léculas de superficie presentes en células dañadas, pero no en células 
sanas.
Células dendríticas
Las células dendríticas son células especializadas que residen en los teji-
dos y estimulan la respuesta inmune adaptativa. Las DC inmaduras mo-
nitorizan los tejidos periféricos y muestrean su ambiente para detectar 
infecciones mediante la captura de patógenos a través de la fagocitosis, la 
Capítulo
Introducción a la inmunidad y la inflamación
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endocitosis mediada por receptor y la pinocitosis. Después de la madura-
ción, las DC cambian de un fenotipo que promueve la captura de antíge-
nos a uno que respalda la presentación de antígeno. Las DC maduras 
migran de los tejidos periféricos a los órganos linfoides secundarios y 
presentan antígenos para activar a los linfocitos T cooperadores y linfoci-
tos T citotóxicos (véase “Procesamiento y presentación de antígeno”).
Células del sistema inmune adaptativo
La inmunidad adaptativa (también conocida como el sistema inmune ad-
quirido) representa una rama del sistema inmune que se caracteriza por 
la especificidad de reconocimiento del antígeno y la memoria inmunológi-
ca. Está mediada por linfocitos B y T después de la exposición a antígenos 
específicos y es más compleja que la inmunidad innata, ya que requiere 
un procesamiento y reconocimiento de antígenos previos para iniciar res-
puestas de los linfocitos. Además, a diferencia de las respuestas inmunes 
innatas, que ocurren unas horas después de la infección, las respuestas 
de los linfocitos B y T tardan días en desarrollarse.
Células B
Los linfocitos B, también conocidos como células B, expresan receptores 
para patógenos en su superficie celular denominados inmunoglobulinas. 
Cuando una célula B vírgen (una que no ha encontrado previamente el 
antígeno) detecta un patógeno a través de la unión de su inmunoglobulina, 
ésta comienza a proliferar. Su progenie puede diferenciarse en células plas-
máticas o células B de memoria. Las células plasmáticas son células efecto-
ras de corta duración que se especializan en la secreción de anticuerpos, 
la forma soluble del receptor del linfocito B. Las células B de memoria son 
de larga duración y persisten durante años después de una infección. De-
bido a que las células B de memoria expresan la misma inmunoglobulina 
que sus células B parentales, montan una respuesta inmune secundaria 
potenciada a un patógeno en la reinfección y son la base de la inmunidad 
mediadapor células B.
Células T
Los linfocitos T, también conocidos como células T, expresan los recepto-
res para el reconocimiento de patógenos en la superficie celular llamados 
TCR. A diferencia de las inmunoglobulinas, que reconocen de forma 
independiente los antígenos, los TCR sólo reconocen los antígenos pre-
sentados en las moléculas del MHC en la superficie de las DC u otras 
APC. Las células T se dividen en dos subpoblaciones: células TC y células 
TH. Las células TC o las células T citotóxicas destruyen las células del hos-
pedero que están infectadas con patógenos intracelulares, mientras que 
las células TH secretan citocinas que ayudan a mejorar la función de otras 
células inmunes para mediar la eliminación del patógeno. Las células T 
activadas se pueden diferenciar en células efectoras (células que llevan a 
cabo funciones inmediatas para ayudar a eliminar la infección) o células 
de memoria. Las células T de memoria, como las células B de memoria, 
persisten durante años después de una infección y aumentan la respues-
ta al volver a exponerse al mismo agente patógeno (véase “Memoria in-
munológica”).
Órganos del sistema inmune
Los órganos del sistema inmune se dividen en dos categorías según su 
función: órganos linfoides primarios y órganos linfoides secundarios. La madu-
ración y el desarrollo de los linfocitos tienen lugar en los órganos linfoides 
primarios, mientras que los órganos linfoides secundarios proporcionan 
sitios para que los linfocitos maduros interactúen con las APC. Estos ór-
ganos linfoides están interconectados por los vasos sanguíneos y los va-
sos linfáticos.
Órganos linfoides primarios
La médula ósea y el timo constituyen los órganos linfoides primarios. 
Tanto los precursores de células B como los de células T se originan en la 
médula ósea a partir de las HSC. Las células B completan su maduración 
en la médula ósea, mientras que los precursores de las células T migran 
al timo para completar su desarrollo.
El tejido de la médula ósea está compuesto por una red de células estro-
males (p. ej., células endoteliales, adipocitos, fibroblastos, osteoclastos, 
osteoblastos y macrófagos). Las células B inmaduras proliferan y se dife-
rencian dentro de la médula ósea con ayuda directa (contacto célula-célu-
la) e indirecta (liberación de citocinas) de las células del estroma. Las ci-
tocinas más importantes que guían el proceso de diferenciación de las 
células B son la IL-1, IL-6 e IL-7 (Hoggatt et al., 2016).
El timo es un órgano bilobulado que se encuentra por encima del cora-
zón. Cada lóbulo se divide en lóbulos más pequeños que constan de un 
compartimento externo (corteza) y un compartimento interno (médula). 
Tanto la corteza como la médula contienen una red de células estromales 
que comprende células epiteliales, DC y macrófagos que presentan antíge-
nos propios hacia las células T en maduración. Esta red de células estroma-
les es responsable del proceso de maduración, y las citocinas IL-1, IL-2, 
IL-6 e IL-7 también juegan un papel importante en este proceso. El timo 
comienza a atrofiarse después de la pubertad (a medida que el estroma tí-
mico es, con eventualidad, reemplazado por tejido adiposo), causando una 
disminución en la producción de células T. A los 35 años, la producción de 
células T cae al 20% en comparación con la de los niveles de recién nacidos, 
y para los 65 años este número disminuye aún más al 2% (Palmer, 2013). 
Es importante destacar que, una vez que la periferia se puebla con células 
T maduras, el hospedero está equipado con una diversidad de células T 
vírgenes que responderán a cualquier encuentro con patógenos, indepen-
dientemente de la disminución de la liberación de linfocitos T del timo.
Órganos linfoides secundarios
Los órganos linfoides secundarios, son los sitios donde se inician las res-
puestas inmunes adaptativas. Incluyen el bazo, los ganglios linfáticos y el 
tejido linfoide asociado a las mucosas MALT. El bazo es el órgano linfoide 
más grande, que consiste en una pulpa roja y una pulpa blanca. La pulpa 
roja es un tejido tipo esponjoso donde se reciclan los eritrocitos viejos o 
dañados, mientras que la región de la pulpa blanca se compone de linfo-
citos y otros leucocitos. El bazo es el único órgano linfoide que no está 
Abreviaturas
Ag: (antigen) Antígeno
APC: (antigen presenting cell) Célula presentadora de antígeno
BCR: (B-cell receptor) Receptor de célula B
C#: [complement component # (e.g. C3, C5)] Componente del 
complemento # (p. ej., C3, C5)
CD: (cluster of differentiation) Cúmulo de diferenciación
CLL: (chronic lymphocytic leukemia) Leucemia linfocítica crónica
CR#: (complement receptor #) Receptor de complemento #
CTL: (cytotoxic T lymphocyte) Linfocito T citotóxico
CTLA-4: (cytotoxic T-lymphocyte-associated protein 4) Proteína 4 asociada 
al linfocito T citotóxico
DC: (dendritic cell) Célula dendrítica
HLA: (human leukocyte antigen) Antígeno leucocitario humano
HSC: (hematopoietic stem cell) Célula madre hematopoyética
IFN: (interferon) Interferón
Ig: (immunoglobulin) Inmunoglobulina
IL: (interleukin) Interleucina
INOS: (inducible nitric oxide synthase: NOS2) Óxido nítrico sintetasa 
inducible: NOS2
IRF#: (interferon regulatory factor #) Factor regulador del interferón #
ISG: (interferon-stimulated gene) Gen estimulado por interferón
ISRE: (interferon-stimulated response element) Elemento de respuesta 
estimulado por interferón
LTB4: (Leukotriene B4) Leucotrieno B4
MADCAM-1: (mucosal vascular addressin cell adhesion molecule 1) 
Molécula de adhesión celular adresina mucosal vascular 1
MALT: (mucosa-associated lymphoid tissue) Tejido linfoide asociado a 
mucosa
MHC: (major histocompatibility complex) Complejo principal de 
histocompatibilidad
NK cell: (natural killer cell) Célula asesina natural
NO: (nitric oxide) Óxido nítrico
NSAID: (nonsteroidal anti-inflammatory drug) Medicamento 
antiinflamatorio no esteroideo
PAMP: (pathogen-associated molecular pattern) Patrón molecular asociado 
a patógenos
PD1: (programmed cell death protein 1) Proteína de muerte celular 
programada 1
PRR: (pattern recognition receptor) Receptor de reconocimiento de patrón
Rh: (rhesus) Factor Rh
ROS: (reactive oxygen species) Especies reactivas del oxígeno
ST: (short term) Corto plazo
TAP: (transporter associated with antigen processing) Transportador 
asociado con el procesamiento de antígenos
TC: (cytotoxic T cell) Célula T citotóxica
TCR: (T-cell receptor) Receptor de células T
TFH: (follicular helper T cells) Células T cooperadoras foliculares
TH: (helper T cell) Célula T cooperadora
TLR: (toll-like receptor) Receptor tipo Toll
TNF-α: (tumor necrosis factor alpha) Factor de necrosis tumoral alfa
TReg: (regulatory cells) Células T reguladoras
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Megacariocito
Célula plasmática
Precursor
 mieloide
HSC
Mieloblasto Mastocito
Glóbulo
 rojo
Célula
asesina
natural
Célula T Célula B
Linfocito
Precursor
 linfoide
Figura 34-1 Desarrollo de células del linaje mieloide y linfoide a partir de HSC en la médula ósea. Las HSC dan lugar a precursores específicos del linaje que se diferencian 
en todas las células mieloides y linfoides.
conectado a los vasos linfáticos. En cambio, las células inmunes entran y 
salen del bazo a través de los vasos sanguíneos.
Los ganglios linfáticos son estructuras redondas y especializadas que 
se disponen a lo largo de los vasos linfáticos como cuentas en una cade-
na. Recolectan la linfa (que contiene células inmunitarias y antígenos) 
que drenan de la piel y los órganos internos y proporciona la ubicación 
física donde se produce la presentación del antígeno y la activación de los 
linfocitos T y B. Los MALT son tejidos linfoides poco organizados locali-
zados en las superficies submucosas del tracto gastrointestinal (GI), del 
sistema respiratorio y del tracto urinario (Neely y Flajnik, 2016).
El sistema linfático
El “sistema linfático” o “linfáticos” representa una redde vasos linfáticos 
(similar a las venas y capilares del sistema circulatorio) que están conec-
tados a los ganglios linfáticos. De forma similar a sus contrapartes circu-
latorias, los capilares linfáticos pequeños están formados por capas de 
células endoteliales individuales, mientras que en los vasos linfáticos más 
grandes las células endoteliales están rodeadas por capas de células de 
músculo liso. Las partes adicionales del sistema linfático son las amígda-
las, las adenoides, el bazo y el timo. El sistema linfático recolecta el plas-
ma que se filtra de manera constante desde los vasos sanguíneos a los 
espacios intersticiales y devuelve este líquido, ahora llamado linfa, a la 
sangre (después de la filtración en los ganglios linfáticos) hacia las venas 
subclavias ubicadas a ambos lados del cuello cerca de las clavículas. A di-
ferencia del movimiento sanguíneo, que es impulsado por una bomba y 
fluye por todo el cuerpo en un ciclo continuo, la linfa fluye en una sola 
dirección, de manera ascendente, hacia el cuello, y el movimiento se ori-
gina en las contracciones rítmicas de las células del músculo liso, con una 
direccionalidad lograda mediante válvulas semilunares dentro de los va-
sos. Los vasos linfáticos, por tanto, tienen una función importante en la 
regulación de la homeostasis tanto inmune como la de flujo.
Las células B y T, a diferencia de otras células sanguíneas, atraviesan 
el cuerpo a través de la sangre y la linfa (de ahí el término linfocito). Des-
pués de completar su desarrollo en los órganos linfoides primarios, las 
células B y T ingresan al torrente sanguíneo. Cuando los linfocitos llegan 
a los capilares sanguíneos que desembocan en los tejidos linfoides se-
cundarios, ingresan directamente a estos tejidos. Si un linfocito vírgen 
encuentra un antígeno, permanecerá en el tejido linfoide secundario y 
éste se activará. De lo contrario, si no se detecta un antígeno, el linfocito 
sale a través de la linfa eferente y vuelve a entrar en el torrente sanguí-
neo. Este patrón de movimiento entre la sangre y la linfa se conoce como 
recirculación de linfocitos, y permite que la población de linfocitos mo-
nitoricen de manera continua los órganos linfoides secundarios en bus-
ca de señales de infección (Masopust y Schenkel, 2013; Thomas et al., 
2016).
inmunidad innata
La inmunidad innata se refiere a los mecanismos de defensa que están 
disponibles inmediatamente después de la exposición a patógenos. Estos 
mecanismos consisten en barreras anatómicas, mediadores solubles y 
respuestas celulares. Para llevar a cabo una infección, un patógeno pri-
mero debe penetrar en las barreras anatómicas de un hospedero las cua-
les incluyen la piel y las membranas mucosas. Si un patógeno logra 
romper estas barreras anatómicas, la respuesta inmune celular innata ini-
cia rápidamente, en cuestión de minutos, para activar mecanismos adi-
cionales de la respuesta inmunológica.
Barreras anatómicas
La piel y las superficies de la mucosa forman la primera línea de defensa 
contra los patógenos. La piel está formada por una capa externa delgada 
(epidermis) de células epiteliales fuertemente unidas y una capa interna 
(dermis) de tejido conjuntivo que contiene vasos sanguíneos, glándulas 
sebáceas y glándulas sudoríparas. Los tractos respiratorio, gastrointesti-
nal y urogenital están recubiertos por membranas mucosas. Al igual que 
la piel, las membranas mucosas consisten en una capa externa de células 
epiteliales y una capa subyacente de tejido conjuntivo. Estas superficies 
anatómicas actúan como algo más que barreras pasivas contra los patóge-
nos. Todas las superficies epiteliales secretan péptidos antimicrobianos 
llamados péptidos de defensa del hospedero (HDP, host defense peptides). 
Los HDP matan bacterias, hongos y virus al alterar sus membranas o pa-
redes celulares (Hancock et al., 2016). El sebo secretado por las glándulas 
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sebáceas contiene ácidos grasos y ácidos lácticos que inhiben el creci-
miento de bacterias en la piel. Las superficies mucosas están cubiertas 
continuamente por moco (un fluido viscoso secretado por células epitelia-
les de las membranas mucosas) que contiene sustancias antimicrobianas 
que capturan microorganismos extraños y ayudan a limitar la propaga-
ción de la infección. En el tracto respiratorio, esta mucosa se elimina de 
forma repetitiva por la acción de los cilios en las células epiteliales. Ade-
más, todas estas superficies anatómicas albergan microorganismos comen-
sales. Estos comensales contribuyen a la protección contra las enfermedades 
al evitar la colonización por microorganismos dañinos. Estas barreras fí-
sicas, mecánicas, químicas y microbiológicas impiden que la mayoría de 
los patógenos accedan a las células y a los tejidos del cuerpo (Belkaid y 
Tamoutounour, 2016).
Sin embargo, algunos patógenos logran romper estas barreras. Los mi-
croorganismos pueden entrar en la piel a través de arañazos, heridas o 
picaduras de insectos, como las de los mosquitos (p. ej., Plasmodium falci-
parum, las especies de protozoarios predominantemente responsables de 
la malaria); garrapatas (p. ej., Borrelia burgdorferi, la bacteria responsable 
de la enfermedad de Lyme), y pulgas (p. ej., Yersinia pestis, la bacteria res-
ponsable de la peste bubónica). Muchos patógenos ingresan al cuerpo al 
penetrar en las membranas mucosas. Un ejemplo es el virus de la influen-
za, que expresa una molécula de superficie que le permite unirse e inva-
dir las células de las membranas mucosas del tracto respiratorio.
Una vez que un patógeno rompe estas barreras anatómicas, el sistema 
inmune innato responde primero al detectar el patógeno. Esto inicia una 
respuesta inflamatoria mediada por efectores solubles tales como el com-
plemento, los eicosanoides y las citocinas, que da como resultado el re-
clutamiento de células inmunitarias en el sitio de la infección, la lisis di-
recta o fagocitosis de patógenos y la activación eventual de la respuesta 
inmune adaptativa. 
Reconocimiento de patógenos
La primera fase de una respuesta inmune innata implica la detección de 
patógenos, la cual está mediada por receptores de patógenos que pueden 
ser secretados o formar parte de la superficie celular. Las células inmuni-
tarias innatas reconocen amplios patrones estructurales que se conser-
van dentro de las especies microbianas pero que están ausentes de los 
tejidos del hospedero. Estos amplios patrones estructurales se denomi-
nan PAMP y los receptores que los reconocen se llaman PRR. Los PRR se 
pueden dividir con amplitud en tres clases: PRR secretados, endocíticos 
y de señalización.
PRR secretados y el sistema de complemento
Los PRR secretados son opsoninas (moléculas que incrementan el proce-
so de fagocitosis) que se unen a las paredes de las células microbianas y 
las marcan para su destrucción por el sistema del complemento o por los 
fagocitos. La proteína C reactiva y la lectina unidora de manosa son dos 
ejemplos de PRR secretados; ambos son componentes de la respuesta de 
fase aguda (véase “Inflamación”).
Las proteínas plasmáticas conocidas como el sistema del complemento 
son algunas de las primeras en actuar después de la entrada del patógeno 
en los tejidos del hospedero. Más de 30 proteínas componen el sistema 
del complemento. Estas proteínas circulan en la sangre y el líquido inters-
ticial en formas inactivas que se activan en cascadas secuenciales en res-
puesta a la interacción con componentes moleculares de patógenos, lo 
que lleva a la activación de C3, que desempeña el papel más importante 
en la detección y eliminación de patógenos. La activación del comple-
mento conduce a la escisión de C3 en fragmentos C3b y C3a. El gran 
fragmento C3b (una opsonina) se adhiere a las superficies del patógeno 
en un proceso llamado fijación del complemento y puede activar C5 y 
una vía lítica que puede dañar la membrana plasmática de célulasy mi-
croorganismos adyacentes. El fragmento C5a atrae macrófagos y neutró-
filos y puede activar mastocitos. El pequeño fragmento C3a (anafilatoxina) 
también promueve la inflamación. Por tanto, la fijación del complemento 
tiene dos funciones: la formación de complejos proteicos que dañan la 
membrana del patógeno y el marcaje del patógeno para su destrucción 
por parte de los fagocitos (Morgan y Harris, 2015).
PRR endocíticos
Los PRR endocíticos se expresan en la superficie de las células fagocíti-
cas. Estos receptores median la captura y el transporte de microbios a los 
lisosomas, donde éstos son degradados. Los péptidos microbianos degra-
dados son procesados y presentados a las células T por miembros de la 
familia del MHC. (En humanos, el MHC también se llama antígeno leuco-
citario humano o HLA). Los receptores de manosa, glucano y scavenger 
son parte de esta clase de receptores.
PRR de señalización
En la detección de PAMP, los PRR de señalización desencadenan casca-
das de señalización intracelular que de manera fortuita dan como resul-
tado la producción de citocinas que organizan la respuesta inmune 
temprana. El grupo más estudiado de PRR de señalización son los TLR. 
Los TLR son una familia de PRR que reconocen una variedad de produc-
tos microbianos. Estas proteínas transmembranales están compuestas 
por un dominio extracelular que detecta patógenos y un dominio de se-
ñalización citoplasmática que transmite información al núcleo. Los TLR 
se expresan en las membranas plasmáticas y en los endosomas de las cé-
lulas inmunes.
La señalización a través de TLR conduce a la activación de dos vías de 
transducción de señales distintas (véase “PAMP, PRR e inducción de in-
terferones” en la página siguiente). La mayoría de los TLR señalizan a 
través de una ruta que promueve la activación del factor de transcripción 
NF-κB y la producción de citocinas proinflamatorias tales como IL-1, IL-
6, IL-12 y TNF-α. La excepción es TLR3, que señaliza a través de una ruta 
que conduce a la activación del factor de transcripción IRF3, y la produc-
ción de interferón (IFN) tipos I y III. TLR4 es única ya que señaliza a tra-
vés de ambas vías (Cao, 2016).
Los IFN tipo I (IFN-α e IFN-μ) y tipo III (IFN-λ) promueven la produc-
ción de ISG en células infectadas y adyacentes, cuyos productos inducen 
un programa intracelular antimicrobiano que limita la propagación de 
patógenos infecciosos, en particular, los virus. Los IFN de tipo I también 
aumentan la presentación de antígenos y la producción de citocinas por 
las células inmunes innatas, lo que conduce a la incrementación de res-
puestas inmunes adaptativas (Gonzalez-Navajas et al., 2012).
Eliminación de patógenos
Los patógenos varían en la forma en que viven y se replican dentro de sus 
hospederos. Los patógenos extracelulares se replican en las superficies 
epiteliales, o dentro de los espacios intersticiales, la sangre y la linfa de su 
hospedero. Los patógenos intracelulares establecen infecciones dentro 
de las células del hospedero, ya sea en el citoplasma o en las vesículas ce-
lulares. Dependiendo de la naturaleza de la infección, diferentes células 
inmunes y mecanismos efectores estarán involucrados en el control y la 
eliminación del patógeno.
Patógenos extracelulares
A diferencia de los patógenos que se replican dentro de las células del 
hospedero, los patógenos extracelulares son accesibles a las proteínas 
efectoras solubles secretadas por el sistema inmune. Los patógenos que 
se replican dentro de los espacios intersticiales, la sangre y la linfa son 
detectados por los PRR secretados y las proteínas del complemento. La 
fijación del complemento desencadena la lisis directa del patógeno y me-
jora la captura de patógenos por parte de las células fagocíticas. Las célu-
las fagocíticas implicadas en la eliminación de patógenos extracelulares 
son macrófagos y neutrófilos. Los macrófagos residentes en tejidos son 
células de vida larga que están presentes desde el comienzo de una infec-
ción. Engullen a los patógenos y liberan mediadores inflamatorios para 
alertar a las células del hospedero de un ataque. Los neutrófilos, por el 
contrario, son fagocitos circulantes de corta vida. Las señales inflamato-
rias, como las liberadas por los macrófagos, reclutan neutrófilos en el si-
tio de la infección, donde pronto se convierten en el fagocito dominante. 
Al entrar en los tejidos del hospedero, las primeras células inmunes 
que encuentran un patógeno son los macrófagos que residen en el tejido. 
Los macrófagos fagocitan a los microorganismos de forma inespecífica a 
través de sus receptores fagocíticos. Las proteínas del sistema del comple-
mento mejoran este proceso uniéndose a los receptores expresados por 
los macrófagos. Uno de estos receptores es el receptor 1 del complemento 
(CR1). Las moléculas de CR1 interactúan con los fragmentos C3b que se 
han depositado en la superficie del patógeno, lo que facilita la ingestión 
y la destrucción del patógeno.
Además de envolver a los patógenos invasores, los macrófagos alertan 
a las células del hospedero de una infección. El TLR4 que reconoce mi-
croorganismos en los macrófagos conduce a la producción de citocinas 
proinflamatorias tales como IL-1, IL-6, IL-12, TNF-α y CXCL8 (véase “In-
flamación”). Estas citocinas reclutan células inmunitarias hacia el tejido 
infectado, de las cuales las más prominentes son los neutrófilos (Lavin et 
al., 2015).
Los neutrófilos circulantes tienen una vida media de menos de 2 días. 
Los neutrófilos maduros se mantienen en la médula ósea hasta 5 días an-
tes de ser liberados a la circulación, lo que garantiza una gran reserva que 
puede ser dirigida durante una infección. Cuando los neutrófilos detectan 
señales inflamatorias tales como citocinas, quimiocinas, eicosanoides, 
ROS u NO, migran al sitio de la infección, donde engullen y destruyen al 
patógeno invasor.
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PAMP, PRR e inducción de interferones
Las células del sistema inmune innato —con predominio de células den-
dríticas y macrófagos— reconocen amplios patrones estructurales que se 
conservan dentro de las especies microbianas pero que están ausentes en 
los tejidos del hospedero. Estos patrones se llaman patrones moleculares 
asociados a patógenos (PAMP); los receptores de reconocimiento de patrón 
(PRR) reconocen a los PAMP. Hay tres clases amplias de PRR: PRR secre-
tados, endocíticos y de señalización.
La activación de los PRR de señalización da como resultado la pro-
ducción de citocinas que activan la respuesta inmune temprana. El 
grupo más estudiado de PRR de señalización son los 11 receptores de 
tipo Toll (TLR), cada uno de los cuales muestra especificidad para un 
PAMP distinto (p. ej., TLR4 reconoce al lipopolisacárido (LPS); el TLR3 
se une al RNA bicatenario [dsRNA]; el TLR9 interactúa con el DNA 
extraño, etc.). Otro grupo receptor, los receptores tipo lectina de tipo 
C, reconocen estructuras únicas de carbohidratos en microorganismos 
invasores. Otros PRR de señalización son citosólicos, tales como los 
receptores tipo RIG-I (gen inducible por ácido retinoico) o RLR que se 
activan por moléculas de RNA citoplasmáticas de doble cadena y 5’-tri-
fosforiladas, y el receptor de tipo NOD de dominio de oligomerización 
de unión a nucleótidos (NLR) que detecta endotoxinas citosólicas. La 
señalización a través de la mayoría de los PRR conduce a amplias res-
puestas de citocinas, mediadas por el factor nuclear kappa B (NF-κB) y 
que da como resultado la producción de citocinas proinflamatorias 
tales como interleucina (IL) 1, IL-6, IL-12 y el factor de necrosis tumoral 
alfa (TNF-α).
En respuesta al ataque de virus, bacterias, parásitos y células tumora-
les, los PRR de señalización por membrana y citosólicos (endosómicos), 
incluidos los TLR, funcionan a través de varias vías convergentes para 
estimular la producción de otra clase de citocinas, los interferones (IFN).Hay tres tipos de IFN: IFN tipo I (principalmente IFN-α e IFN-β, más 
otras formas menores como IFN-ε o IFN-ω); IFN tipo II (IFN-γ), e IFN 
tipo III (IFN-λ). Los IFN son glucoproteínas de alrededor de 145 amino- 
ácidos, con masas moleculares de casi 19-24 kDa, dependiendo del grado 
de glicosilación. Las infecciones virales son los principales inductores de 
la transcripción de genes que codifican IFN de tipo I. Las rutas que con-
ducen a la producción de IFN son complejas. El modelo contemporáneo 
ahora abarca el concepto de que los PRR desencadenan cascadas de 
señalización intracelulares que involucran moléculas adaptadoras asocia-
das a receptores (p. ej., TRIM, TIRAP, MyD88, etc.) y el montaje de un 
señalosoma que contiene varias cinasas (p. ej., TBK1, IKKε, TAK, ASK1, 
etc.). La activación de estas cinasas en respuesta al reconocimiento de 
patógenos conduce a la fosforilación y activación de los factores de trans-
cripción citoplasmáticos latentes denominados factores reguladores de 
interferón (IRF). La activación de IRF3 e IRF7, a veces en combinación 
con otros factores de transcripción, activa la transcripción de los genes 
que codifican los IFN de tipo I.
Acciones de los IFN
Los IFN son únicos entre la superfamilia de citocinas ya que producen 
una variedad de efectos pleiotrópicos cuando se unen a su receptor espe-
cífico. Los IFN transmiten funciones antivirales, antiproliferativas e 
inmunomoduladoras a sus células blanco.
Los IFN son las citocinas más decisivas en la defensa contra microor-
ganismos invasores, en particular los virus. El IFN-α, IFN-β y el recién 
descubierto IFN-λ, son elementos vitales en estos mecanismos de 
defensa. Los IFN tipo I promueven la producción de genes estimulados 
por interferón (ISG) en células infectadas y vecinas, cuyos productos 
inducen un programa intracelular antimicrobiano que limita la propaga-
ción de patógenos infecciosos. Los IFN tipo I también aumentan la pre-
sentación del antígeno, la co-estimulación y la producción de citocinas 
por las células inmunes innatas, lo que conduce al incremento de las res-
puestas inmunes adaptativas. 
El IFN-γ, producido por el linfocito T cooperador (TH) y las células 
asesinas naturales (NK), aumenta la actividad microbicida de los macró-
fagos induciendo la producción de óxido nítrico sintetasa inducible en 
mamíferos (iNOS, también llamado NOS2), de ese modo amplía su pro-
ducción de óxido nítrico (NO) y su capacidad para eliminar patógenos 
intracelulares. Además, las células T CD8+ utilizan IFN-γ para destruir 
directamente las células y los tumores infectados. De hecho, el IFN-γ 
contribuye de manera significativa al sistema inmune adaptativo, donde 
también influye en los procesos de desarrollo como el cambio de isotipo 
de las inmunoglobulinas (Ig) en células B y la diferenciación de linfocitos 
TH en TH1.
Señalización celular en respuesta a IFN
La señalización del interferón es un mecanismo complejo que suscita el 
programa antimicrobiano apropiado en las células blanco. Los IFN se 
unen a distintos receptores heteroméricos de membrana. La unión de los 
IFN de tipo I a sus receptores de superficie celular específicos conduce a 
la fosforilación cruzada de tirosina, el reclutamiento y la activación de la 
ruta de STAT (transductor de señal/cinasa de Janus y activador de la trans-
cripción). Varios miembros de los factores de transcripción de la familia 
de STAT e IRF9 forman en conjunto el complejo de proteína de unión a 
DNA ISGF3, que se requiere para la expresión de ISG a través de la acti-
vación del elemento de respuesta estimulado por interferón (ISRE) en sus 
promotores. La inducción transcripcional de estos genes inmediatos de 
respuesta temprana facilita el establecimiento de un estado antiviral, 
impide la proliferación en células normales y tumorales e influye en la 
respuesta inmune adaptativa (p. ej., a través de la modulación de la pro-
ducción de IL-2 y la expresión de la cadena α [CD25] del complejo IL-2R, 
véase figura 35-2).
Numerosos genes contienen un ISRE. Sus productos génicos son com-
ponentes de la defensa antiviral: 2’-5 ‘poli-A-sintetasa, la proteína cinasa 
dsRNA activada (PKR), proteínas de la superficie celular como ICAM y el 
complejo principal de histocompatibilidad (MHC) clases I y II, quimioci-
nas (p. ej., ISG15 y la IP10) y una miríada de genes de función descono-
cida. Recientemente, se han agregado numerosos micro-RNA al 
repertorio de genes de respuesta inducida por IFN que contribuyen al 
control de patógenos.
Además, los neutrófilos pueden liberar redes de DNA al espacio extra-
celular las cuales atrapan bacterias patógenas(Von Kockritz-Blickwede y 
Nizet, 2009). Los neutrófilos mueren después de 2 h de haber penetrado 
en los tejidos infectados, formando el pus característico que se desarrolla en 
los sitios de infección (Kruger et al., 2015).
Patógenos intracelulares
Las células NK proporcionan una defensa temprana contra los patógenos 
intracelulares. Al igual que los neutrófilos, estos leucocitos circulantes 
migran de la sangre al sitio de infección en respuesta a señales inflama-
torias. Una vez en el sitio de la infección, las células NK atacan y eliminan 
a las células infectadas.
Las células NK expresan receptores que dan ambas señales tanto inhi-
bitorias como de activación. Los ligandos para los receptores que activan 
las células NK son de manera típica, proteínas de superficie celular cuya 
expresión se altera durante una infección o un traumatismo. Las células 
sanas están protegidas del ataque de las células NK porque las señales 
generadas por los receptores inhibidores de las células NK dominan las 
generadas por los receptores activadores. Por el contrario, la interacción 
entre las células NK y las células infectadas o dañadas cambia el equili-
brio de las señales inhibidoras por las de activación para favorecer un 
ataque. Este sistema permite a las células NK discriminar entre las células 
sanas que deberían protegerse y las células infectadas que deberían des-
truirse.
Las células NK son estimuladas por citocinas, que incluyen IFN de tipo 
I, IL-12 y TNF-α. Los IFN-α e IFN-β potencian la citotoxicidad de las célu-
las NK y provocan la proliferación de células NK, mientras que IL-12 po-
tencia la producción de citocinas. La citocina clave producida por las 
células NK es el IFN-γ, también llamada IFN tipo II. Una función de la 
IFN-γ es activar a los macrófagos. Los macrófagos activados con esta cito-
cina incrmentan su actividad microbicida. Un mecanismo de su actividad 
microbicida es la inducción de iNOS y la producción de cantidades in-
gentes de NO (Bjorkstrom et al., 2016).
inmunidad adaptativa
La inmunidad adaptativa se refiere a la rama de la respuesta inmune que 
cambia (se adapta) con cada nueva infección. Las células responsables de 
la inmunidad adaptativa son células B y células T. Los mecanismos efec-
tores utilizados por las células B y T son similares a los utilizados por las 
células inmunes innatas; sin embargo, la distinción importante entre in-
munidad innata y adaptativa radica en su modo de reconocer a los pató-
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gados en MCH Clase II
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 Núcleo
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de antígeno por
 la molécula 
del MHC clase I
 
 
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ión del MHC clase I al antígeno en vesícula
Figura 34-2 Procesamiento y presentación de antígenos a través de las vías MHC clase I y II. Los péptidos endógenos provenientes de diversas fuentes son procesados por 
proteasomas en el citosol; los péptidos resultantes se transportan a través del complejo TAP al ER, donde se encuentran con heterodímeros del MHC clase 
I-β2M (β2-microglobulina). Después dela carga del péptido en el complejo MHC de clase I, los complejos péptido-MHC clase I finales migran a través del apa-
rato de Golgi y se envían a la superficie de la célula para ser reconocidos por las células T CD8+. Los antígenos exógenos son endocitados y procesados por un 
lisosoma/proteasoma. El complejo MHC clase II se ensambla en el ER, migra a través del aparato de Golgi y posteriormente se fusiona con una vesícula que 
contiene fragmentos de antígeno procesados. Estos productos de escisión de péptidos se cargan en la ranura de unión a péptidos del MHC clase II, y los com-
plejos de péptido-MHC de clase II se transportan a la superficie de la célula y se presentan a las células T CD4+.
genos. Mientras que los PRR de la respuesta inmune innata reconocen 
varios patrones microbianos, las células B y las células T expresan recep-
tores que reconocen estructuras moleculares altamente específicas. Des-
pués de la exposición a patógenos, las células B y T, con receptores que 
reconocen al patógeno invasor, proliferan y se diferencian en linfocitos 
efectores. Poco después de la eliminación del patógeno, una gran canti-
dad de células efectoras B y T mueren, pero una pequeña población de 
células de memoria sobrevive. Esas células tienen la capacidad de montar 
una respuesta rápida y específica en la reexposición al mismo patógeno. 
Esta respuesta de memoria, exclusiva de la inmunidad adaptativa, es la 
base de la vacunación (véase capítulo 36).
Inicio de la respuesta inmune adaptativa
Las superficies de la piel y las mucosas evitan que la mayoría de los pató-
genos entren en los tejidos del hospedero y causen infecciones. En gene-
ral, las respuestas inmunitarias innatas eliminan los microorganismos 
que rompen estas barreras en pocos días. Sin embargo, algunos patóge-
nos establecen una infección que no puede controlarse por completo con 
la respuesta inmune innata. En estos casos, la eliminación de patógenos 
requiere la respuesta inmune adaptativa.
Las células dendríticas proporcionan un vínculo esencial entre la in-
munidad innata y la adaptativa. Las DC fagocitan a los patógenos en el 
sitio de la infección y viajan a los órganos linfoides. Una vez allí, activan 
a las células T presentándoles fragmentos del patógeno fagocitado carga-
do en las moléculas del MHC presente en la superficie de la DC (véase la 
sección sobre procesamiento y presentación de antígenos).
Reconocimiento de patógenos
El sistema inmune innato detecta patógenos mediante un repertorio fijo 
de receptores solubles y de superficie celular que reconocen varias es-
tructuras compartidas por diferentes patógenos. Los genes que codifican 
estos receptores de patógenos se heredan de una generación a la siguien-
te en forma estable.
El sistema inmune adaptativo utiliza una estrategia más centrada para 
el reconocimiento de patógenos. Las células B y T reconocen los patóge-
nos mediante el uso de receptores de superficie celular de un solo tipo 
molecular: BCR y TCR. A diferencia de los genes heredados de forma es-
table que codifican los receptores de patógenos innatos inmunes, los ge-
nes que codifican BCR y TCR se reorganizan durante el curso del 
desarrollo de los linfocitos. Esta reorganización génica permite el desa-
rrollo de millones de receptores de patógenos con sitios de unión únicos, 
cada uno expresado por un pequeña subpoblación de linfocitos. En la 
exposición a los patógenos, sólo aquellos linfocitos con receptores que 
reconocen componentes específicos del patógeno invasor (referidos co-
mo antígeno afín del receptor) se seleccionan para proliferar y diferenciar-
se en células efectoras.
Receptores de patógenos: BCR y TCR
Los BCR y TCR son moléculas estructuralmente relacionadas. El BCR, 
también llamado inmunoglobulina, se compone de dos cadenas pesadas 
idénticas y dos cadenas ligeras idénticas. Cada cadena polipeptídica ex-
presa una región variable amino-terminal, que contiene el sitio de unión 
al antígeno, y una región constante carboxi-terminal. Las inmunoglobuli-
nas se anclan en la membrana de las células B por dos regiones trans-
membrana al final de cada cadena pesada. Las inmunoglobulinas se 
unen en un inicio a la superficie, pero se vuelven solubles cuando una 
célula B se diferencia en una célula plasmática. Las formas solubles de 
inmunoglobulinas también se denominan anticuerpos.
El TCR está compuesto de una cadena α (TCRα) y una cadena β 
(TCRβ), ambos anclados en la membrana de la célula T por una región 
transmembranal. Las cadenas α y β consisten en una región variable que 
contiene el sitio de unión al antígeno y una región constante. A diferen-
cia de las inmunoglobulinas, los TCR permanecen unidos a la membrana 
y no se secretan.
Tanto los BCR como los TCR se desarrollan a través de la reorganiza-
ción genética. Este proceso de recombinación genética (que las células B 
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completan en la médula ósea y las células T en el timo) es una característi-
ca definitoria del sistema inmune adaptativo. El BCR humano y su deriva-
do soluble, el anticuerpo, están compuestos de genes de tres loci, la cadena 
pesada IG, la cadena ligera IG κ y la cadena liviana IG λ, produciendo un re-
pertorio de más de 1011 combinaciones posibles. En estrecha semejanza, 
el TCR comprende una cadena α y una cadena β (más común) o una ca-
dena γ y una cadena δ. Dos de las enzimas clave involucradas son RAG1 
y RAG2 [(RAG, recombination-activating gene) gen activador de la recombi-
nación, las deficiencias en estas enzimas resultan en una ausencia com-
pleta de linfocitos maduros] y la desoxinucleotidil transferasa terminal, 
aunque se requiere la completa complejidad del mecanismo de repara-
ción del DNA para lograr un reordenamiento productivo. De lo contra-
rio, se eliminarán las células B o T defectuosas por muerte celular 
programada (Nemazee, 2006). Tales recombinaciones y los eventos de 
hipermutación somática subsecuentes son vitales para el funcionamiento 
óptimo del sistema inmune adaptativo. Éstas continúan inutilizables co-
mo objetivos farmacológicos.
Procesamiento y presentación de antígenos
Las inmunoglobulinas son capaces de reconocer antígenos en su forma 
nativa. Por el contrario, los TCR sólo reconocen los fragmentos procesa-
dos de antígeno presentados por moléculas especializadas codificadas 
por el MHC (figura 34-2). El MHC se identificó por primera vez como un 
complejo genético que determina la capacidad de un organismo para 
aceptar o rechazar tejidos trasplantados. Estudios posteriores destacaron 
la importancia de las moléculas de MHC para generar respuestas de célu-
las TH y TC.
Hay dos tipos de moléculas del MHC implicadas en la presentación 
del antígeno: MHC clase I y MHC clase II. Estas moléculas relacionadas 
en su estructura se expresan en diferentes tipos de células, pero realizan 
funciones paralelas en la preparación de las respuestas de las células T.
MHC clase I
Las moléculas de MHC de clase I consisten en una cadena de glucopro-
teína α transmembranal asociada de forma no covalente a una molécula 
de β2m. Las moléculas de MHC de clase I se expresan en la superficie de 
casi todas las células nucleadas y presentan péptidos de antígenos endó-
genos a las células TC CD8.
MHC clase II
Las moléculas MHC de clase II consisten en dos glucoproteínas trans-
membranales asociadas no covalentemente, una cadena α y una cadena 
β. Los elementos MHC de clase II se expresan sobre todo en la superficie 
de las APC profesionales (DC, macrófagos, células B) y presentan pépti-
dos de antígenos exógenos a células TH CD4. 
Procesamiento de antígenos para presentación por el MHC
A diferencia de las inmunoglobulinas, que reconocen una amplia gama 
de estructuras moleculares en su forma nativa, los TCR sólo pueden reco-
nocer antígenos en forma de un péptido unido a una molécula del MHC. 
Para que un patógeno sea reconocido por una célula T, las proteínas deri-
vadas de patógenosdeben degradarse en péptidos, un evento denomina-
do procesamiento de antígenos (figura 34-2). Los antígenos endógenos, 
los derivados de patógenos intracelulares, son producidos por la ruta ci-
tosólica para su presentación por moléculas del MHC de clase I. Las proteí-
nas en el citosol se degradan en péptidos por el proteosoma. Los péptidos 
resultantes son luego transportados fuera del citosol y al ER por una proteí-
na llamada TAP, que está incrustada en la membrana del ER. Una vez que 
las cadenas α MHC de clase I recién sintetizadas y las moléculas β2m se 
transfieren a la membrana del ER, las cadenas α y las moléculas β2m se aso-
cian y se unen al péptido, formando un complejo péptido-MHC. Estos 
complejos péptido-MHC se dirigen a la membrana plasmática en vesículas 
cerradas por membrana del aparato de Golgi.
Los antígenos exógenos, los derivados de patógenos extracelulares, se 
procesan por la vía endocítica para su presentación por moléculas del 
MHC de clase II. En esta ruta, los patógenos extracelulares son internali-
zados por las células del hospedero mediante endocitosis o fagocitosis y 
son degradados por enzimas proteolíticas dentro de las vesículas endocí-
ticas. Las cadenas α y β del MHC de clase II recién sintetizada, se translo-
can en la membrana del ER en donde se asocian con una tercera cadena 
llamada cadena invariante. La cadena invariante impide que las molécu-
las MHC de clase II se unan a los péptidos en el ER y entregan las molé-
culas del MHC de clase II a las vesículas endocíticas. Una vez en las 
vesículas endocíticas, las moléculas del MHC de clase II se unen al pépti-
do y son llevadas a la superficie de la célula mediante vesículas salientes. 
Todas las células T requieren presentación del péptido MHC por las 
APC profesionales para su activación (véase Respuestas inmunes prima-
rias). Si un patógeno intracelular no infecta una APC profesional, las res-
puestas de células TC CD8 pueden generarse a través de una tercera vía 
de presentación de antígeno llamada presentación cruzada. La presenta-
ción cruzada implica la captura de material extracelular por las APC pro-
fesionales y son llevadas a la vía de presentación del MHC clase I en lugar 
de la vía de presentación de MHC clase II a través de un mecanismo que 
no se comprende completamente (Blum et al., 2013).
Observe que la degradación de proteínas se produce de forma conti-
nua, incluso en ausencia de infección. En las células no infectadas, las 
moléculas del MHC cargan péptidos propios, derivados de la rotación 
normal de proteínas celulares, a la superficie celular. Si bien estos comple-
jos de péptido-MHC normalmente no provocan una respuesta inmune, el 
reconocimiento de estos péptidos propios por las células T autorreactivas 
puede dar como resultado el desarrollo de una autoinmunidad (véase “Au-
toinmunidad: una ruptura de la tolerancia”).
Desarrollo de linfocitos y tolerancia inmunológica
Los PRR de la inmunidad innata son receptores fijos que reconocen am-
plias estructuras microbianas o estructuras asociadas con células dañadas 
del hospedero. Estos receptores raras veces, si acaso, reconocen antíge-
nos propios expresados por células sanas. En contraste, debido a que los 
BCR y los TCR se desarrollan a partir de la reorganización genética, pue-
den surgir receptores que reconocen antígenos propios expresados por 
células sanas del hospedero. El objetivo del desarrollo de los linfocitos es 
producir células con receptores funcionales para el reconocimiento de 
patógenos, pero eliminando células cuyos receptores reconozcan a los 
antígenos propios. A continuación, describimos los procesos de desarro-
llo de células B y células T y destacamos los mecanismos que mantienen 
la tolerancia inmunológica. 
Desarrollo de células B
El desarrollo de las células B tiene lugar en la médula ósea y es llevado a 
cabo por la interacción con las células del estroma de la médula ósea y el 
entorno local de las citocinas. El desarrollo de las células B se puede divi-
dir ampliamente en etapas de células pro-B, pre-B, B inmaduras y B ma-
duras. El reordenamiento del gen del BCR comienza en la etapa pro-B 
temprana y continúa a lo largo de la etapa pre-B. En la etapa de células B 
inmaduras, las células B expresan en su superficie inmunoglobulinas IgM 
completamente reordenadas. En esta etapa, las células B inmaduras aban-
donan la médula ósea y completan su maduración en la periferia. Las 
células B maduras expresan tanto inmunoglobulinas IgM como IgD en 
sus superficies celulares (LeBien y Tedder, 2008).
Debido a que la activación de las células B depende de la ayuda de las 
células TH CD4, la selección negativa de las células T, cuyos receptores 
reconocen antígenos propios también aseguran que las células B, cuyos 
receptores se unen al mismo antígeno propio, no se activen. En conse-
cuencia, las células B no se someten a un proceso de selección tan riguro-
so como las células T. Sin embargo, las células B cuyos receptores recono-
cen componentes de la médula ósea se seleccionan negativamente y 
mueren por apoptosis.
Desarrollo de células T
A diferencia de las células B, que se desarrollan en la médula ósea, los 
precursores de las células T completan su desarrollo en el timo. Los pre-
cursores de células T ingresan en el timo como células CD4-CD8-DN (do-
ble negativas), que aún no se han comprometido con el linaje de células T.
Las células T DN se pueden dividir en cuatro subconjuntos— DN1 a 
DN4— con base a la expresión de ciertas moléculas de superficie celular. 
El reordenamiento genético de la cadena TCRB comienza durante la eta-
pa DN2 y continúa a través de la etapa DN3. Después de que se completa 
el reordenamiento de la cadena β, ésta se combina, recién sintetizada, 
con una proteína conocida como cadena pre-Tα, formando el pre-TCR. 
Las células DN3 progresan luego a la etapa DN4 y expresan a los corre-
ceptores CD4 y CD8. Estas células ahora se denominan células CD4+CD8+ 
DP (doble positivas). Las células T DP proliferan muy rápido, generando 
clones de células que expresan la misma cadena β. Después de este perio-
do de rápida proliferación, las células T comienzan a reordenar sus genes 
de cadena α. Debido a que las células dentro de cada clon pueden reorde-
nar una cadena α diferente, éstas generan una población más diversa a la 
generada si la célula original hubiera reorganizado tanto la cadena β co-
mo la cadena α antes de la proliferación. Una vez que una célula T DP 
expresa un TCR totalmente reorganizado, se somete a los procesos de 
selección positiva y negativa.
Las células T migran a la corteza tímica para someterse a una selección 
positiva. El propósito de la selección positiva es seleccionar células T cu-
yos TCR puedan interactuar con las moléculas del MHC de un individuo. 
En la corteza, las células T interactúan con las células epiteliales tímicas 
corticales que expresan moléculas del MHC de clase I y MHC de clase II. 
Las células T con TCR que no reconocen las propias moléculas del MHC 
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mueren por apoptosis. Las células T con TCR que se unen con éxito a 
moléculas propias del MHC llevan a cabo una señalización para sobrevi-
vir y proceder a la médula tímica. Como resultado de la selección positi-
va, los timocitos DP maduran en células T positivas que expresan sólo un 
correceptor (CD4 o CD8). Las células T que interactúan con éxito con 
moléculas del MHC de clase I se desarrollan en células T CD8, mientras 
que las células T que interaccionan con moléculas MHC de clase II se con-
vierten en células T CD4.
Después de la selección positiva, las células T migran a la médula tími-
ca para someterse a la selección negativa. El propósito de la selección ne-
gativa es eliminar células T cuyos TCR reconozcan antígenos propios. 
Esto se logra mediante las células epiteliales tímicas medulares, que ex-
presan péptidos propios de forma promiscua en sus moléculas del MHC.Si las células T interactúan con los péptidos propios con alta afinidad, se 
eliminan por apoptosis (Shah y Zuniga-Pflucker, 2014).
Los procesos de selección positivos y negativos responsables de gene-
rar células T tolerantes a lo propio y restringidas a la molécula del MHC 
son rigurosos. Se estima que más del 98% de los timocitos mueren por 
apoptosis dentro del timo, y la mayoría falla en la etapa de selección positi-
va. Las células T que logran completar con éxito tanto la selección positiva 
como la negativa abandonan el timo y se dirigen a residir en las estructu-
ras linfoides secundarias.
Respuestas inmunes primarias
Los procesos de desarrollo de linfocitos y reordenamiento génico gene-
ran millones de linfocitos únicos que expresan receptores de una sola 
especificidad para patógenos. Durante una infección, sólo una pequeña 
porción de estas células B y T expresan receptores que pueden reconocer 
al patógeno invasor. Para aumentar su número, cada linfocito que reco-
noce al patógeno invasor se activa y prolifera, dando lugar a clonas que 
expresan inmunoglobulinas o TCR idénticos. Estos procesos, denomina-
dos selección clonal y expansión clonal, son características esenciales de la 
activación y diferenciación de los linfocitos, y facilitan los mecanismos 
efectores que las células B y T usan para combatir la infección.
Activación de células B y producción de anticuerpos
En la mayoría de las respuestas inmunes primarias, la activación de las 
células B y la subsecuente producción de anticuerpos dependen de la 
ayuda de las células TH CD4. Cuando circulan las células B a los tejidos 
linfoides secundarios, primero entran en la zona de células T. Si una cé-
lula B encuentra su antígeno específico, la unión cruzada del BCR y el 
correceptor inducen una cascada de señalización transduccional la cual 
media cambios en la expresión de moléculas de adhesión y receptores de 
quimiocinas en la superficie celular, evitando que las células B salgan de la 
zona de células T.
Después de que las inmunoglobulinas se unen a su antígeno afín, in-
ternalizan el antígeno mediante endocitosis mediada por el receptor y 
procesan al antígeno para que sea reconocido por los linfocitos T median-
te moléculas del MHC de clase II. Si una célula TH CD4 reconoce su antí-
geno, las células B y T forman un par conjugado. Esta interacción afín 
facilita la liberación de citocinas derivadas de células T a las células B. La 
más importante de estas citocinas es IL-4, que es esencial para la prolife-
ración de células B y la diferenciación en células plasmáticas secretoras 
de anticuerpos.
Los primeros anticuerpos producidos por las células plasmáticas son 
por lo general, de baja afinidad. Ellos ayudan a mantener la infección ba-
jo control hasta que se genera una respuesta de anticuerpos más fuerte. 
La calidad de los anticuerpos mejora a lo largo de la infección debido a 
dos procesos: la hipermutación somática y el cambio de isotipo. La hiper-
mutación somática introduce sustituciones de nucleótidos al azar a través 
de las regiones variables de la inmunoglobulina. Estos cambios pueden 
dar como resultado moléculas de inmunoglobulina con mayor afinidad 
por el patógeno. Las células B que producen estas moléculas de inmuno-
globulina mejoradas compiten por la unión al patógeno invasor y son 
seleccionadas preferentemente para convertirse en células plasmáticas. 
A medida que avanza la infección, se producen anticuerpos de mayor afi-
nidad, un proceso denominado maduración de afinidad (Di Noia y Neuber-
ger, 2007).
Cambio de isotipo. Las inmunoglobulinas se pueden dividir en cinco cla-
ses (isotipos) llamadas IgA, IgD, IgE, IgG e IgM. Estos isotipos difieren en 
sus regiones constantes de la cadena pesada y tienen funciones efectoras 
especializadas. El IgM es el primer anticuerpo en ser secretado después 
de la activación de las células B y marca a los agentes patógenos para la 
destrucción por el sistema del complemento por los fagocitos. A medida 
que avanza la infección, los anticuerpos con funciones efectoras adicio-
nales se generan mediante el cambio de isotipo. El cambio de isotipo es 
un proceso mediante el cual las células B proliferantes reorganizan su 
DNA para cambiar sus regiones constantes de inmunoglobulina. Este 
proceso está fuertemente influenciado por las citocinas secretadas por las 
células T que cooperaron con las células B (Xu et al., 2012).
Papel de los anticuerpos en la eliminación de patógenos. Los anticuerpos 
pueden ayudar en la eliminación de patógenos de varias maneras. Pue-
den unirse a un patógeno (o toxina) y evitar que éste interactúe con las 
células del hospedero. Estos anticuerpos se llaman anticuerpos neutrali-
zantes. Los anticuerpos también pueden funcionar como opsoninas: el 
recubrimiento de patógenos con anticuerpos puede facilitar su ingestión 
por las células fagocíticas, que a menudo expresan receptores para las re-
giones constantes de los anticuerpos. Además, el depósito de anticuer-
pos puede activar el sistema del complemento, lo que conlleva a la lisis 
directa de los patógenos.
Activación de células T
Las células T vírgenes se encuentran por primera vez con el antígeno pre-
sentado por las DC en los tejidos linfoides secundarios. Para que las célu-
las T se activen por completo, necesitan recibir dos señales (figura 34-3):
•	 Una	señal	primaria	generada	a	través	de	la	unión	del	TCR	con	la	mo-
lécula del MHC.
•	 Una	señal	co-estimuladora	generada	a	través	de	la	unión	de	una	pro-
teína de superficie de células T llamada CD28.
Ambas señales deben ser llevadas a cabo por ligandos en la misma 
APC.
La señal primaria se genera cuando el TCR se acopla a un complejo 
péptido-MHC. El TCR se asocia con una molécula accesoria llamada 
CD3, que forma el complejo TCR-CD3. El CD3 no influye en la interac-
ción del TCR con su antígeno, pero participa en la transducción de la se-
ñal que se produce después de reconocer al antígeno. Los correceptores 
de células T CD4 y CD8 se unen a las regiones conservadas de las molé-
culas del MHC, fortaleciendo y estabilizando la interacción entre el TCR 
y el complejo péptido-MHC. La CD4 y CD8 también participan en la trans-
ducción de señales.
La señal coestimuladora se genera cuando CD28 se une a sus ligandos, 
llamados B7-1 (CD80) y B7-2 (CD86). Estas moléculas coestimuladoras 
B7 sólo se expresan en las APC profesionales activadas, destacando su 
importancia en la activación de las células T.
La unión del complejo del TCR activa las cascadas de transducción de 
señales que inducen la expresión de varios genes, incluidos NFAT, AP-1 
y NF-κB. Uno de los objetivos posteriores más importantes de estos genes 
es IL-2, una citocina que es esencial para la proliferación y supervivencia 
de las células T. El receptor de la IL-2, CD25, se expresa en células T acti-
vadas. Cuando las células T se activan, comienzan a expresar una proteí-
na de superficie celular llamada CTLA-4. Esta proteína se asemeja a 
CD28 y se une a las moléculas coestimuladoras B7 con mayor afinidad 
que CD28. Mientras que la unión CD28 promueve la activación de las 
células T, la unión de CTLA-4 disminuye la activación de las células T. 
Esta molécula inhibidora sirve para mantener las respuestas de las células 
T bajo control (Brownlie y Zamoyska, 2013). Además de CTLA-4, las cé-
lulas T aumentan la expresión de otros correceptores inhibidores tales 
como PD1 y PSGL-1 que ayudan a regular la respuesta de células T resul-
tante (Attanasio et al., 2016; Tinoco et al., 2016).
Anergia de células T. Para que una célula T naive se active por completo, 
debe recibir una señal a través del TCR y el CD28. Si una célula T activa 
un complejo péptido-MHC en ausencia de una señal coestimuladora su-
ficiente, entra en un estado de falta de respuesta denominado anergia 
clonal. La anergia se define como la incapacidad de las células T para pro-
liferar después de ocupar un complejo péptido-MHC debido a la falta de 
producción y señalización de IL-2 así como de señalescoestimuladoras 
(véase figura 35-2).
Diferenciación y funciones efectoras de las células TH CD4. Después de la 
activación, las células TH CD4 naive pueden diferenciarse en subpobla-
ciones de células TH especializadas. Estas subpoblaciones de células TH 
producen patrones únicos de producción de citocinas y realizan distintas 
funciones efectoras. Los primeros estudios sobre la diferenciación de cé-
lulas TH generaron un modelo bifásico en el cual las células TH activadas 
se diferencian en células TH1, que defienden principalmente contra pató-
genos intracelulares, o células TH2, que ayudan a la eliminación de patóge-
nos extracelulares. Los modelos más recientes de diferenciación de 
células TH se han ampliado para incluir a las células TH9, TH17, TH22, TFH 
y TReg (DuPage y Bluestone, 2016).
Como su nombre lo indica, las células TH CD4 ayudan a activar otras 
células inmunes. Las células TH1 secretan IFN-γ y TNF-α, que activan a 
los macrófagos para matar los patógenos localizados dentro de sus fago-
somas. Estas citocinas también activan a las células TC CD8 para eliminar 
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CÉLULA TUMORAL o APC
(p. ej., CÉLULA DENDRÍTICA)
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PD
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Inhibición o 
anticuerpo inhibidor
Anticuerpo activador
Activación
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Figura 34-3 Señalización del receptor de células T. La señalización del TCR en células CD4+ después del acoplamiento con un complejo péptido-MHC clase II se 
potencia activando a los correceptores (área sombreada verde) o es atenuada por correceptores inhibidores (área sombreada roja) después de que éstos se unen 
a sus respectivos ligandos en las APC o células tumorales. Numerosos anticuerpos monoclonales de activación (→) o de bloqueo ( ) interfieren con esta fina 
regulación de la señalización del TCR, permitiendo así, la modulación farmacológica de la respuesta inmune resultante.
a las células infectadas en el hospedero. Las células TH2, que producen 
IL-4 e IL-5, defienden contra los patógenos extracelulares potenciando la 
inmunidad humoral. La IL-4 activa las células B para que se diferencien 
en células plasmáticas secretoras de anticuerpos. Las citocinas derivadas 
de TH2 también inducen el cambio de isotipo a IgA e IgE. Otra subpobla-
ción de células TH CD4, la célula TReg, es responsable de mantener la to-
lerancia periférica. A través de varios mecanismos, estas células suprimen 
la proliferación de células T efectoras, manteniendo la respuesta de célu-
las T bajo control.
Funciones efectoras de células TC CD8. El papel principal de las células 
TC CD8 es inducir la citólisis de células infectadas del hospedero que ex-
presan complejos de péptido-MHC clase I. Las células TC CD8 activadas 
eliminan a sus células blanco mediante dos vías distintas: la vía de la exo-
citosis de sus gránulos y la vía de Fas-FasL. La vía de la exocitosis de sus 
gránulos implica la liberación de perforina y enzimas granulares (granzi-
mas A y B). Las moléculas de perforina forman poros en la membrana 
celular de la célula diana, permitiendo que las moléculas de la granzima 
entren en la célula. La regulación previa de FasL (CD95L) en las células 
TC activadas provoca la agregación de Fas (CD95) en las células blanco. 
Ambas vías activan la cascada de las caspasas en la célula blanco, dando 
como resultado la muerte celular programada. 
Además de su actividad citolítica, las células TC CD8 activadas liberan 
citocinas proinflamatorias, las cuales incluyen el IFN-γ y el TNF-α. Por 
otra parte, estas citocinas ayudan a la eliminación de patógenos poten-
ciando la actividad de los macrófagos y los neutrófilos (Harty et al., 2000).
Extravasación de leucocitos: diapédesis
Los leucocitos cumplen la mayoría de sus funciones inmunológicas fuera 
del torrente sanguíneo en los tejidos circundantes. En consecuencia, un 
paso crucial en este proceso, es atravesar la barrera de la capa de células 
endoteliales de la sangre. La extravasación (diapédesis) se refiere al mo-
vimiento de los leucocitos desde la sangre hacia el sitio de la infección o 
al daño físico del tejido (figura 34-4). En el caso de los monocitos sanguí-
neos, la extravasación también se produce en ausencia de eventos fisio-
patológicos y facilita su diferenciación en macrófagos tisulares. A nivel 
molecular, la diapédesis se puede analizar en cuatro pasos mecánicos: 
quimioatracción, adhesión que incluya el rodamiento, adhesión firme y trans-
migración (Vestweber, 2015).
Aunque en un inicio se creía que desempeñaba su papel más importan-
te en la inmunidad innata, la diapédesis ha atraído más atención en los 
últimos años como un objetivo farmacológico en el tratamiento de enfer-
medades autoinmunes crónicas (inflamatorias) como la esclerosis múltiple 
o la enfermedad de Crohn (véase “Autoinmunidad”). La molécula de adhe-
sión a la superficie de la célula leucocitaria α4β1 integrina (VLA-4) que fa-
cilita la extravasación de las células T CD4+ interactúa con VCAM-1 en las 
células endoteliales vasculares. El natalizumab es un anticuerpo monoclo-
nal humanizado dirigido contra la integrina α4 cuya interferencia con la 
interacción de la integrina α4β1-VCAM-1 conduce a un bloqueo de la dia-
pédesis de células T autorreactivas en el cerebro y así previene el ataque 
de la mielina que forma el blindaje del nervio. De forma similar, la preven-
ción mediada por natalizumab de la integrina α4β7 que se une a la molécu-
la de adhesión MADCAM-1 encontrada en células endoteliales de vénulas 
es responsable de la eficacia del fármaco contra la enfermedad de Crohn. 
Otro anticuerpo monoclonal recientemente aprobado para el tratamiento 
de la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa es el vedolizumab, que pro-
duce menos efectos secundarios debido a su especificidad de unión res-
tringida a α4β7. La prevención del ingreso de células efectoras a los sitios 
inflamatorios a través del uso de anticuerpos neutralizantes ha demostra-
do un alto potencial terapéutico en múltiples etapas de la enfermedad.
Memoria inmunológica
Los números de células B y T disminuyen después de la eliminación del 
patógeno, dejando atrás una pequeña población de células de memoria. 
Estas células de memoria tienen la capacidad de montar una respuesta 
inmune secundaria mejorada en la reexposición al mismo patógeno.
Debido a su expresión de ciertas moléculas de la superficie celular, las 
células T de memoria son más sensibles a la activación mediada por TCR 
por los complejos péptido-MHC que las células T naive. Además, las cé-
lulas T de memoria tienen requerimientos menos estrictos para las seña-
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Migración 
de leucocitos
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LFA1
PSGL1 P-selectina MAC1
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CD99
MadCAM1LPAM1
(integrina
α4 β7)
ESAM
ICAM 1
PECAM 1
ICAM1
Quimiocinas
Quimioatracción Adherencia 
de arrastre
Migración paracelular 
o transcelular
Vedolizumab
Células
endoteliales
Natalizumab
VLA 4
(integrina
α4 β1)
VCAM1
Figura 34-4 Diapédesis de leucocitos. Los leucocitos son reclutados en el sitio de la lesión o la infección por varios quimioatrayentes. La expresión de moléculas 
de adhesión complementarias específicas en las superficies tanto de las células endoteliales como de los leucocitos facilita la captura inicial y, posteriormente, 
la unión de “rodamiento” de los leucocitos. Después del acoplamiento de moléculas de adhesión adicionales, el leucocitoentra en el espacio subendotelial, ya 
sea presionando entre células endoteliales (migración paracelular) o mediante movimiento a través de células endoteliales individuales (migración transcelu-
lar). CAM: molécula de adhesión celular; ESAM: CAM endotelial; VCAM-1: CAM vascular 1; MADCAM-1: adresina mucosal vascular CAM 1; ICAM: inter-
CAM molécula de adhesión intercelular); PSGL-1: ligando de glucoproteína P-selectina 1; CD99: grupo de cúmulo de diferenciación 99; MAC-1: glucoproteína 
de macrófago-1.
les coestimuladoras, lo que les permite responder a los complejos pép- 
tido-MHC que se muestran en las células que carecen de las moléculas 
coestimuladoras B7 (Farber et al., 2014). Las células B de memoria produ-
cen mejores anticuerpos que las células B naive porque expresan inmu-
noglobulinas que ya experimentaron hipermutación somática y cambio 
de isotipo durante el primer encuentro con el antígeno (Kurosaki et al., 
2015). Combinadas, estas propiedades permiten una respuesta inmune 
secundaria más rápida y fuerte, características que forman la base de la 
vacunación y las posteriores inoculaciones de “estimulación” o “refuer-
zo” (véase capítulo 36).
Resumen: inmunidad innata y adaptativa en 
enfermedades infecciosas
Como se describió, los sistemas inmune innato y adaptativo trabajan jun-
tos para mantener al hospedero saludable. La respuesta inmune innata 
es la primera línea de defensa del cuerpo y elimina la mayoría de los pa-
tógenos por sí misma. En el caso de que el sistema inmune innato no sea 
suficiente para eliminar el patógeno, mantiene la infección bajo control 
hasta que el sistema inmune adaptativo pueda generar una respuesta. 
Los patógenos se eliminarán (infecciones agudas), o pueden evadir la res-
puesta inmune y persistir (infecciones crónicas). Las infecciones crónicas 
como VIH/sida y las hepatitis B y C conducen a la supresión del sistema 
inmune que da como resultado la susceptibilidad a infecciones secunda-
rias o cánceres asociados con la infección.
inflamación
¿Qué es la inflamación y para qué sirve?
La respuesta inflamatoria o inflamación es una respuesta fisiológica a 
una lesión e infección tisular, aunque debe quedar claro que la inflama-
ción no es sinónimo de infección. Los romanos describieron las caracterís-
ticas de esta respuesta hace casi 2 000 años: dolor, calor, enrojecimiento 
(rubor) e hinchazón (tumor). A los pocos minutos de la lesión e infección 
del tejido, las proteínas plasmáticas median un aumento en el diámetro 
vascular (vasodilatación) y la permeabilidad vascular. La vasodilatación 
aumenta el flujo sanguíneo al área de la lesión, lo que provoca el calenta-
miento y el enrojecimiento del tejido. El aumento de la permeabilidad 
vascular permite la fuga de líquido desde los vasos sanguíneos al tejido 
dañado, lo que produce hinchazón (edema). A las pocas horas de estos 
cambios vasculares, los leucocitos llegan al sitio de la lesión. Se adhieren 
a las células endoteliales activadas en la región inflamada y pasan a tra-
vés de las paredes capilares hacia el tejido (extravasación). Estos leucoci-
tos fagocitan a los patógenos invasores y liberan mediadores solubles 
—citocinas, prostaglandinas, leucotrienos— que contribuyen aún más a la 
respuesta inflamatoria y al reclutamiento y activación de las células efec-
toras. 
La inflamación puede ser aguda, como respuesta a una lesión tisular, 
o puede ser crónica, lo que conduce a la destrucción progresiva del teji-
do, como se observa en infecciones crónicas, autoinmunidades y ciertos 
cánceres. A continuación, discutiremos las dos formas de inflamación, 
incluyendo sus desencadenantes, los mediadores solubles y los tipos de 
células implicados, y la patología del tejido resultante.
Respuesta inflamatoria aguda
La respuesta inflamatoria aguda proporciona protección después de la 
lesión e infección del tejido al restringir el daño en el sitio localizado, re-
clutar células inmunitarias para eliminar el patógeno invasor e iniciar el 
proceso de reparación de la herida.
Tras el daño tisular, se activan varias proteínas del plasma, incluidas 
las de los sistemas de coagulación y quinina. La cascada enzimática del 
sistema de coagulación produce hebras de fibrina que se acumulan para 
formar coágulos, lo que limita la propagación de la infección a la sangre. 
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La cascada enzimática del sistema de quinina da como resultado la pro-
ducción de bradicinina —un péptido que induce vasodilatación y una me-
jor permeabilidad vascular (véase capítulo 39). Además, los productos 
del complemento C3a y C5a se unen a los receptores en los mastocitos 
locales, lo que facilita su desgranulación. La liberación resultante de his-
tamina, prostaglandinas y leucotrienos contribuye a los cambios vascula-
res induciendo la vasodilatación y potenciando la permeabilidad vascular. 
Las prostaglandinas y los leucotrienos también sirven como quimioatra-
yentes para los neutrófilos (véase capítulo 37).
A las pocas horas de estos cambios vasculares, los neutrófilos se unen 
a las células endoteliales de la región inflamada y se extravasan en el teji-
do (véase la sección anterior: “Diapédesis”). Estos fagocitan a los patóge-
nos invasores y liberan mediadores inflamatorios solubles, incluidas las 
proteínas proinflamatorias de los macrófagos (MIP) 1α y 1β, que son qui-
miocinas que atraen a los macrófagos al sitio de la inflamación. Los ma-
crófagos llegan al tejido dañado 5-6 h después del inicio de la respuesta 
inflamatoria. Los macrófagos activados secretan tres citocinas proinfla-
matorias principales: IL-1, IL-6 y TNF-α. Estas citocinas inducen el proce-
so de coagulación, aumentan la permeabilidad vascular y promueven la 
respuesta de fase aguda. La IL-1 y el TNF-α también provocan una mayor 
expresión de moléculas de adhesión en las células endoteliales, permi-
tiendo que los leucocitos circulantes (neutrófilos, monocitos, granuloci-
tos y linfocitos) interactúen con el endotelio y se extravasen en los tejidos 
inflamados. La inflamación aguda muestra un inicio rápido después de 
una lesión en el tejido y se resuelve con relativa rapidez. La patología ti-
sular resultante es típicamente leve y localizada.
Inflamación crónica
La inflamación crónica es consecuencia de la exposición continua al antíge-
no invasor. Esto puede deberse a la persistencia de patógenos, enfermeda-
des autoinmunes en las que los antígenos propios activan continuamente 
las células T y los cánceres. El sello distintivo de la inflamación crónica es 
la acumulación y activación de macrófagos y linfocitos, así como fibro-
blastos que reemplazan el tejido original, dañado o necrótico. Los facto-
res solubles liberados por los macrófagos y los linfocitos juegan un papel 
importante en el desarrollo de la inflamación crónica. Mientras que du-
rante la inflamación aguda los factores solubles no proteicos (p. ej., eico-
sanoides, bioaminas, etc.) dominan el panorama, la inflamación crónica 
es causada no sólo por citocinas, quimiocinas, factores de crecimiento y 
enzimas secretadas/liberadas, sino también por ROS. Por ejemplo, las 
células T citotóxicas y las células Th1 liberan IFN-γ, que activan a los ma-
crófagos y las DC. Éstos, a su vez, liberan una variedad de factores solu-
bles, tales como IL-6 y TNF-α, que al final ocasionan daño tisular y 
muerte celular. La sustitución del tejido perdido de esta manera por los 
fibroblastos produce fibrosis —deposición excesiva de tejido fibroso que 
puede interferir con la función normal del tejido— debido a cantidades 
excesivas de factores de crecimiento (factor de crecimiento derivado de 
plaquetas, factor de crecimiento transformante-β), citocinas fibrogénicas 
(IL-1 y TNF-α) y factores angiogénicos (factor de crecimiento de fibro-
blastos, factor de crecimiento del endotelial vascular). La inflamación 
crónica también puede conducir a la formación de granulomas —una ma-
sa de células

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