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Unidad 2. La tradición de la filosofía occidental. Parte I. Las políticas educativas de la Antigüedad. Platón: filosofía o tragedia Apunte de Cátedra El objetivo de este texto es poner de manifiesto cómo, a partir de la gran influencia ejercida entre los siglos V y IV a.C. por los trágicos y los sofistas, tanto Sócrates primero, como luego su discípulo, Platón, vieron la necesidad de replantear los problemas ético-políticos derivados de las doctrinas de aquellos. Así, creyeron necesario construir una nueva moralidad y una nueva politicidad para lxs atenienses, es decir, un nuevo modo de vida. Para ello Platón, basado en gran medida en las enseñanzas de su maestro, elaborará toda una ontología (modos de existencia), una epistemología (modos de conocimiento) y una política educativa, que tendrá como objetivo eliminar las ambigüedades de las afirmaciones sofísticas, y expulsar del terreno político a las pasiones (trágicas), separando radicalmente el conocimiento verdadero (epistéme) del erróneo (dóxa), el conocimiento de la opinión, la ciencia de la ideología. Si hasta ese entonces la razón, en el sentido de dejar de lado el discurso mítico para centrarse en un discurso argumentativo, había sido el punta pie para el inicio de la filosofía en Occidente, con Platón esa deriva del pensamiento comienza a ejercer una importancia fundamental. Platón reemplazará el diálogo pasional de los trágicos por un diálogo “racional” argumentativo, y con ello pretenderá desterrar la sensibilidad como una parte de nuestra humanidad: los sentidos nos engañan, producen un conocimiento particular y, en consecuencia, no ofrecen un conocimiento verdadero. En consecuencia, sólo aquellos (elegidos) que accedan a la Idea de Bien, podrán gobernarse bien a sí mismos y gobernar bien a los demás. 1. Sócrates y Platón frente a los sofistas y los trágicos En la profundidad de pensamiento de los grandes jónicos antiguos no hay una voluntad conscientemente educadora. Pero en medio de la decadencia de la concepción mítica del mundo y en el caos que llevó consigo la fermentación de una nueva sociedad humana, se enfrenta de un modo completamente nuevo con el problema del ser. (Jaeger, 1942, 152-153) UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 2 Sócrates: el intento de una restauración de los valores tradicionales Sócrates es el fenómeno pedagógico más formidable en la historia del Occidente. […] La importancia de esta figura estriba en una dimensión completamente distinta. No viene a continuar ninguna tradición científica ni puede derivarse de ninguna constelación sistemática en la historia de la filosofía. Sócrates es el hombre de la hora, en un sentido absolutamente elemental. En torno a él sopla un aire auténticamente histórico. Asciende a las cumbres de la formación espiritual desde las capas medias de la burguesía ática, de aquella capa del pueblo inmutable en lo más íntimo de su ser, de conciencia vigorosa y animada por el temor de Dios, a cuyo recio sentir habían apelado en otro tiempo sus aristocráticos caudillos, Solón y Esquilo. […] La situación espiritual en que aparece Sócrates presenta cierta analogía con ésta. La Atenas de Péneles, que, como dominadora de un poderoso imperio, se ve inundada por influencias de toda clase y procedencia, se halla, a pesar de su brillante dominio en todos los campos del arte y de la vida, en peligro de perder el terreno firme bajo sus pies. Todos los valores heredados se esfuman en un abrir y cerrar de ojos al soplo de una súper afañosa locuacidad. Es entonces cuando aparece Sócrates, como el Solón del mundo moral. Pues es en el campo de la moral donde se ven socavados en estos instantes el estado y la sociedad. […] Solón había descubierto las leyes naturales de la comunidad social y política. Sócrates se adentra en el alma misma para penetrar en el cosmos moral. […] Sócrates era un gran amigo del pueblo, pero se le tenía por un mal demócrata. No le agradaba la intervención política activa de los atenienses en las asambleas populares o como jurados en los tribunales de justicia. […] Cabe pensar que este punto de vista se había ido formando en él ante la creciente degeneración de la democracia ática durante la guerra del Peloponeso. […] Estos puntos de vista le valieron a Sócrates la simpatía de muchos conciudadanos de ideas oligárquicas, cuya amistad habría de reprochársele más tarde al verse procesado. […] Sócrates se desarrolló en una época en que Atenas veía por vez primera filósofos y estudios filosóficos. […] La crítica de los filósofos de la naturaleza viene a demostrar, pues, indirectamente que la mirada de Sócrates se proyectaba desde el primer momento sobre el problema moral y religioso. En su vida no nos encontramos con ningún periodo que podamos considerar como específico de un filósofo de la naturaleza. La filosofía de la naturaleza no daba respuesta al problema que Sócrates llevaba dentro y del que, según él, dependía todo. Por eso podía dejarla a un lado. […] La Guerra del Peloponeso no es la crisis de la polis tradicional, cuyo fundamento político-religioso ya se había quebrado con el imperio, sino del sistema del puro poder: sus ruinas -no las del mundo tradicional- es lo que va a contemplar Platón. Quebrado este mundo del poder que se sustentaba en su propio éxito, vuelve a necesitarse un fundamento, cuya ausencia se siente dolorosamente: es la crisis de la crisis, y su consciencia -la consciencia de que el fundamento está destruido- se llamará Sócrates. (Poratti, 2000) Dos tareas se impondrán […]: restaurar ciertos valores y, al intentar fundamentarlos filosóficamente, superar el relativismo. Sócrates se ocupará de lo primero; Platón de lo segundo. (Cordero, 2008, 126) De un período de crisis: políticas, morales, intelectuales, Sócrates y Platón se imponen la tarea de reconstruir el mundo Sócrates se concentrará, sobre todo, en los problemas morales https://es.wikipedia.org/wiki/Sol%C3%B3n https://es.wikipedia.org/wiki/Esquilo UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 3 Este giro antropocéntrico es muy característico, en términos generales, de la época de la última etapa de la tragedia ática y de los sofistas; […] Como dice Cicerón, Sócrates baja la filosofía del cielo y la instala en las ciudades y moradas de los hombres. […] Para conocer la posición que Sócrates ocupaba en la filosofía antigua y su giro antropocéntrico, es importante que no perdamos de vista su relación con aquel gran poder espiritual de sus días. Las referencias al ejemplo de la medicina abundan sorprendentemente en él. Y no son casuales, sino que guardan relación con la estructura esencial de su pensamiento, más aún, con la conciencia de sí mismo y el ethos de toda su actuación. Sócrates es un verdadero médico. Hasta el punto de que, según Jenofonte, no se preocupaba menos de la salud física de sus amigos que de su bienestar espiritual. Pero es sobre todo el médico del hombre interior.1 […] Surgió así una gimnasia del pensamiento que pronto tuvo tantos partidarios y admiradores como la del cuerpo y que no tardó en ser reconocida como lo que ésta venía siendo ya desde antiguo: como una nueva forma de la paideia [educación-cultura]. La “dialéctica” socrática era […] la antítesis más completa del método educativo de los sofistas, que había aparecido simultáneamente con aquélla. Los sofistas son maestros peregrinantes venidos de fuera, nimbados por un halo de celebridades inaccesibles y rodeadas de un estrecho círculo de discípulos. Administran sus enseñanzas por dinero. Éstas recaen sobre disciplinas o artes específicas y se dirigen a un público selecto de hijos de ciudadanos acomodados deseosos de instruirse. La escena en que brillan los sofistas, en largo soliloquio, es la casa particular o el aula improvisada.Sócrates, en cambio, es un ciudadano sencillo, al que todo el mundo conoce. Su acción pasa casi inadvertida; la conversación con él se anuda casi espontáneamente, y como sin querer, a cualquier tema del momento. No se dedica a la enseñanza ni tiene discípulos; por lo menos así lo asegura. Sólo tiene amigos, camaradas. La juventud se siente fascinada por el filo tajante de aquel espíritu, al que no hay nada que se resista. […] La “filosofía” que Sócrates profesa aquí no es un simple proceso teórico de pensamiento, sino que es al mismo tiempo una exhortación y una educación. Al servicio de estos fines se hallan asimismo el examen y la refutación socráticos de todo saber aparente y de toda excelencia (areté) puramente imaginaria. […] La comparación que se establece entre el contenido material de vida del hombre de negocios ávido de dinero y el postulado superior de vida proclamado por Sócrates descansa en la idea de la preocupación o del cuidado consciente del hombre para los bienes más apreciados por él. Sócrates exige que en vez de preocuparse de los ingresos, el hombre se preocupe del alma. […] Sócrates habla como un médico cuyo paciente fuese no el hombre físico, sino el hombre interior. En los socráticos abundan extraordinariamente los pasajes en que se habla del cuidado del alma, o de la preocupación por el alma, como la misión suprema del hombre. […] Sócrates caracteriza más concretamente el cuidado del alma como el cuidado por el conocimiento del valor y de la verdad, phrónesis y alétheia. […] En el pensamiento de Sócrates aparece como algo nuevo el mundo interior. La areté de que él nos habla es un valor espiritual. […] La palabra “alma” tiene siempre para nosotros, por sus orígenes en la historia del espíritu, un acento de valor ético o religioso. Nos suena a cristiano, como las frases “servicio de Dios” y “cura del Alma”. Pues bien, este alto El giro antropocéntrico, es decir, el cambio de preferencias por el estudio del mundo natural por el del mundo humano, comienza con los trágicos y los sofistas, y sigue con Sócrates Una nueva forma de educación. Una nueva paideia Sócrates: Médico del alma UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 4 significado lo adquiere por vez primera la palabra “alma” en las prédicas protrépticas de Sócrates. […] […] la palabra "alma", psyché, [cobra] esa fisonomía que la convierte en el verdadero vehículo conceptual del valor espiritual-ético de la “personalidad” del hombre occidental. [Y esto lo hace] a través de la exhortación educativa de Sócrates, […] […] Las aretai o “virtudes” que la polis griega asocia casi siempre a esta palabra, la valentía, la ponderación, la justicia, la piedad, son excelencia del alma en el mismo sentido que la salud, la fuerza y la belleza son virtudes del cuerpo, […] […] La ética es la expresión de la naturaleza humana bien entendida. Ésta se distingue radicalmente de la simple existencia animal por las dotes racionales del hombre, que son las que hacen posible el ethos. Y la formación del alma para este ethos es precisamente el camino natural del hombre, el camino por el que éste puede llegar a una venturosa armonía con la naturaleza del universo o, para decirlo en griego, a la eudemonía. […] La nota nueva que trae Sócrates es la de que el hombre no puede alcanzar esta armonía con el ser por medio del desarrollo y la satisfacción de su naturaleza física, por mucho que se la restrinja mediante vínculos y postulados sociales, sino por medio del dominio completo sobre sí mismo con arreglo a la ley que descubra indagando en su propia alma. El eudemonismo auténticamente griego de Sócrates deriva de esta remisión del hombre al alma como a su dominio más genuino y peculiar, una nueva fuerza de afirmación de sí mismo frente a las crecientes amenazas de la naturaleza exterior y el destino hacen pesar sobre su libertad. […] El llamamiento de Sócrates al “cuidado del alma” fue lo que realmente hizo que el espíritu griego se abriese paso hacia la nueva forma de vida. Si el concepto de la vida, del bíos, designa la existencia humana, no como un simple proceso temporal, sino como una unidad plástica y llena de sentido, como una forma consciente de vida, ocupa en adelante una posición tan dominante en la filosofía y en la ética, ello se debe, en una parte muy considerable, a la vida real del propio Sócrates. Su vida fue un anticipo del nuevo bíos, basado por entero en el valor interior del hombre. […] Tanto Platón como Jenofonte explican la acción educativa de Sócrates, como es natural, partiendo de su antagonismo con los sofistas. Los sofistas eran los maestros de este arte que, presentado bajo esta forma, constituía algo nuevo. Sócrates parece enlazarse plenamente a ellos, para seguir luego su camino. Aunque la meta a que él aspira es más alta, parte del mismo valle en que ellos se mueven. La paideia de los sofistas era una mezcla abigarrada de materias de diverso origen. Su meta era la disciplina del espíritu, pero no existía unanimidad entre ellos en cuanto al saber más indicado para conseguir ese objeto, pues cada uno de ellos seguía estudios especiales y, naturalmente, consideraba su disciplina propia como la más conveniente de todas. Sócrates no negaba el valor de ocuparse de todas aquellas cosas que ellos enseñaban, pero su llamamiento al cuidado del alma encierra ya potencialmente un criterio de limitación de los conocimientos recomendados por aquellos educadores. […] A juicio de Nietzsche, la “estúpida” ecuación socrática es: “razón=virtud=felicidad” Las diferencias de métodos entre los sofistas y Sócrates https://es.wikipedia.org/wiki/Protr%C3%A9ptico http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=eudemon%C3%ADa https://es.wikipedia.org/wiki/Jenofonte UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 5 […] Lo ético vuelve a situarse en el centro del problema, de donde había sido desplazado por el movimiento educativo de los sofistas. Este movimiento había surgido de la necesidad de dar una cultura superior a la alta capa gobernante y de la elevada valoración de los méritos de la inteligencia humana. La finalidad práctica de los sofistas, la formación de hombres de estado y dirigentes de la vida pública, había favorecido esta nueva orientación en una época como aquélla, preocupada fundamentalmente por el éxito. Es Sócrates quien restaura la trabazón entre la cultura espiritual y la cultura moral. Sin embargo, no se crea que opone a la finalidad política de la cultura tal como la concebían los sofistas el ideal apolítico de la pura formación del carácter. A la meta como tal no había por qué tocarla. […] Un Sócrates cuya educación no hubiese sido “política” no habría encontrado discípulos en la Atenas de su tiempo. La gran novedad que Sócrates aportaba era el buscar en la personalidad, en el carácter moral, la médula de la existencia humana en general, y en particular la de la vida colectiva. […] Pero ¿cuál era la educación política de Sócrates? […] Su sentido profundo sólo podemos deducirlo de los diálogos socráticos de Platón sobre la esencia de la areté. Jenofonte nos informa de que Sócrates discutía con sus discípulos cuestiones de técnica política de todas clases: la diferencia entre los tipos de constituciones, la formación de instituciones y leyes políticas, los objetivos de la actividad de un estadista y la mejor preparación para ella, el valor de la concordia política y el ideal de la legalidad como la más alta virtud del ciudadano. (Jaeger, 1942, 404-427) [Los sofistas] se apoyaban en la ausencia total de valores y principios absolutos, ya se basasen o no en consideraciones teológicas. Para los sofistas, toda acción humana se basaba en la experiencia únicamente y sólo era dictada por su utilidad o eficacia.Lo justo y lo injusto, la sabiduría, la justicia y la bondad eran meros nombres, aun cuando pudiera argüirse que algunas veces era prudente obrar como si fuesen algo más que eso. En esta situación mental, apareció Sócrates, y dedicó su vida a combatirla, porque le parecía intelectualmente errónea y moralmente dañosa. […] Los adversarios contra los que combatía Sócrates pretendían dos cosas: a), que podían enseñar o infundir areté; b), que el conocimiento, por lo menos el conocimiento que pudiera ser compartido, es una quimera. No existe tal conocimiento. (Guthrie, 1953, 74- 75) […] En lo que concierne al pensamiento de Sócrates (o sea, a su filosofía) la situación es un poco más complicada, ya que Sócrates no escribió nada. […] El caso de Sócrates es más delicado, ya que Platón hizo de él el protagonista de casi todos sus diálogos, y si atribuimos al Sócrates histórico cuanto Platón puso en su boca, poco o nada queda como filosofía del propio Platón. […] Una manera provechosa de introducirnos en la filosofía de Sócrates consiste, precisamente, en analizar el testimonio de Aristóteles. “Sócrates no se interesó en absoluto en aquello que concierne a la naturaleza [physis]; solamente se interesó en tá ethiká” (Metafísica, A. 6.987b). […] En griego, éthos significa “carácter”, “modo de ser”, y, de ahí, “costumbre”. En plural, precedido por el artículo, tá, la traducción literal sería “las cosas que conciernen a los modos de ser”, pero como hoy llamamos ética a la parte de la filosofía que se ocupa de la conducta, podría decirse que Sócrates, según Aristóteles, se ocupó exclusivamente de cuestiones éticas. […] Pero de más está decir que no Sócrates y la educación política Combatir a los sofistas El problema ético en Sócrates es el problema de la formación del carácter y de los valores, el problema de la personalidad. Pero los valores pretendidos por Sócrates difieren de los pretendidos por los sofistas http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=quimera UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 6 fue sólo por curiosidad que Sócrates se interesó en la manera de actuar del ser humano (él y los otros) sino, suponemos en función de los testimonios de su tiempo, para mejorar la personalidad [“psyché”, el alma] de sus conciudadanos. […] Para Sócrates, el alma es el núcleo de la personalidad. […] Precisamente para despertar a sus conciudadanos Sócrates los interrogaba para inducirlos a buscar en ellos mismos, en su interioridad, los valores que deberían regular la vida de la comunidad. El ser humano debe construir y conquistar su propia humanidad. ¿De qué manera? (Cordero, 2008, 131-132) El reconocimiento de la ignorancia como sabiduría Sócrates -[…] No iba donde no fuera de utilidad para vosotros o para mí, sino que me dirigía a hacer el mayor bien a cada uno en particular. según yo digo; iba allí, intentando convencer a cada uno de vosotros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible, ni que tampoco se preocupara de los asuntos de la ciudad antes que de la ciudad misma […] […] El mayor bien para un hombre es precisamente éste, tener conversaciones cada día acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habéis oído dialogar cuando me examinaba a mí mismo y a otros, y digo que una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre, […] […] Debo vivir filosofando y examinándome a mí mismo y a los demás […] […] Querefonte, […] una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo […] si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio. […] Así pues, tras oír yo estas palabras reflexionaba así: « ¿Qué dice realmente el dios y qué indica en enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito» Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir. Más tarde, a regañadientes me incliné a una investigación del oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea de que, si en alguna parte era posible, allí refutaría el vaticinio y demostraría al oráculo: «Éste es más sabio que yo y tú decías que lo era yo» Ahora bien, al examinar a éste –pues no necesito citarlo con su nombre, era un político aquel con el que estuve indagando y dialogando– experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. A continuación intentaba yo demostrarle que él creía ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes. Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo. […] (Platón, 1985, 21a-38a) Una vida sin examen, sin ser sometida a crítica o autocrítica, no tiene objeto ser vivida “Sólo sé que no sé nada”. La única sabiduría de Sócrates está en el reconocimiento de su ignorancia https://hablemosdefilosofia.wordpress.com/tag/querefonte/ https://es.wiktionary.org/wiki/pitia UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 7 […] para Sócrates “saber” no es sinónimo de poseer conocimientos enciclopédicos, y de ahí su desilusión de los “sabios” con los que dialogó. […] Para Sócrates el ser humano es el alma, pero el alma es la sede del conocimiento. […] (Cordero, 2008, 132) […] la mentalidad griega fue siempre eminentemente práctica, activa, dinámica. La “contemplación” será un accidente ulterior, e incluso quien más la promocionó, Aristóteles, no tuvo nada de “contemplativo”. (Cordero, 2008, 34) La mayor fama de Sócrates descansa probablemente en la célebre sentencia que suele traducirse por “virtud es conocimiento”. […] Al identificar areté y conocimiento, la sentencia de Sócrates tomaba deliberadamente es aspecto de un reto […] Por lo tanto, nuestra primera tarea, si deseamos adquirir esa virtud general, consiste en averiguar cuál es la función u objeto del hombre. (Guthrie, 1953, 75-76) El método socrático Eso que suele llamarse “método socrático” no es sino la estrategia puesta en marcha por Sócrates para que sus interlocutores produzcan los conocimientos que luego deben hacer suyos, en el sentido de “aprehenderlos”. Se produce así un cambio en la personalidad de quien “sabe”, pues quien conoce qué es lo justo, por ejemplo, deviene justo. Sócrates muestra que hay que partir de cero. Una etapa “purgadora” de falsas ideas (llamada kátarsis por los historiadores) precede a la producción (maieutiké) de nociones, especialmente de valores (pues contenidos de conocimientos tales como la fecha de la batalla de Salamina, que no son producidos por el individuo, no tienen valor moral). En esa producción el individuo debe contar con la ayuda de un hábil interrogador que lo ayudará a “extraer” los valores de su interioridad […] (Cordero, 2008, 132) La esencia del método socrático consistía en convencer a su interlocutor [mediante el diálogo] de que, aunque creía saber algo, en realidad no lo sabía. La convicción de la propia ignorancia es el primer paso necesario para adquirir el conocimiento, pues nadie busca el conocimiento de un asunto si se hace la ilusión de que ya lo posee. (Guthrie, 1953, 77) Platón y su fundamentación metafísica: epistemología, política yeducación como modo de enfrentar a los sofistas y a los trágicos Si [Sócrates] consideraba como su misión en la vida convencer a las gentes de su ignorancia, no es sorprendente que fuese impopular, ni podemos vituperar totalmente a los atenienses –por trágico que haya sido su error– por haberle confundido con los sofistas y haber descargado sobre él el odio que los sofistas habían despertado. (Guthrie, 1953, 77-78) El problema del alma no es un problema contemplativo, sino práctico. Se trata de cómo vivimos la vida El “método socrático”: refutación (catarsis) y producción (mayéutica) La primera fase o primer momento: la refutación https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Salamina UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 8 “La muerte de Sócrates”. No se trata del hecho en sí, que le puede haber dolido como amigo [a Platón], sino del cataclismo cósmico que significa, para un joven aprendiz de filósofo, que ciudadanos “de la pólis más importante, reconocida por su sabiduría y su poder” (Apología, 29d), seres supuestamente racionales, cultos, informados, no hayan tenido la más mínima idea de justicia, del bien, del desinterés, y hayan “sostenido en su contra una acusación más impía y la que menos correspondía a Sócrates” (Carta VII, 325b). [Como] heredero directo de Sócrates […], la aprehensión de [ciertas] certezas mejorará para Platón la personalidad humana, la psyché, pero también […] le permitirá organizar la sociedad sobre bases justas, […] La próspera y floreciente sociedad, que persiguió legalmente y finalmente condenó a Sócrates, no sabía qué es la justicia, el bien, el desinterés. Platón seguramente interpretó que la prédica de los sofistas era en gran parte responsable de la situación. El relativismo, fundamento básico de la sofística, significó para Platón una suerte de cáncer que fue más allá del campo de las ideas. […] Si la sociedad juzga mal es porque está mal educada, porque no tiene idea de la existencia real de valores, de principios, de normas. La magnificencia de los atenienses es una apariencia, una ilusión, y sin duda los cánones de la sofística han penetrado más de lo que se cree en el inconsciente colectivo. Una reforma total se impone, de la sociedad, del ser humano, de los valores aparentes, en una palabra, de la realidad. […] (Cordero, 2008, 136 y 140-141) Su experiencia de los acontecimientos está documentada en un importante documento, la Carta VII, que comienza recordando cómo desde joven Platón proyecta dedicarse a la política. En 404, cuando tiene 24 años, toman el poder en la derrotada Atenas los aristócratas recalcitrantes excluidos durante el largo período democrático, a través de la tiranía de los Treinta a cuya cabeza está Critias, brillante pensador de corte sofístico y tío de Platón. Los Treinta no tardan en cometer toda clase de crímenes, provocando en el joven –a quien habían convocado, pero que queda a la expectativa– la primera decepción. Restaurada al poco tiempo la democracia Platón admite la moderación del régimen, pero es el que condena a Sócrates. Las decepciones, la imposibilidad de encontrar compañeros adecuados (el ‘partido’ o secta), la mutación de las costumbres, y la corrupción y multiplicación de las leyes hacen que la vida política le parezca “presa de vértigo”. Convencido de que todos los gobiernos existentes son malos, renuncia a la intervención activa inmediata, aunque no a la reflexión política ni a la ambiciosísima pretensión de procurar la gran reforma necesaria. Y ésta sólo podrá plantearse desde la “recta filosofía”, de la que depende el conocimiento verdadero de lo justo: los males del género humano se remediarán sólo con el gobierno de los filósofos. Platón se convertirá en consejero y formador de dirigente. (Poratti, 2000) […] Platón, más inclinado a la precisión de las ideas, [consideró] como deber suyo no sólo reproducir las enseñanzas de su maestro, sino desarrollarlas. (Guthrie, 1953, 77) […] Platón expone sus ideas, que seguramente toman como punto de partida algunos temas o actitudes que el Sócrates histórico había asumido en forma no sistemática, y que poco a poco van a configurar su propia filosofía. (Cordero, 2008, 136) El legado socrático en Platón Platón y la política Platón como discípulo de Sócrates https://es.wikipedia.org/wiki/Treinta_Tiranos https://es.wikipedia.org/wiki/Treinta_Tiranos UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 9 […] Platón habría nacido en el 427 a.C. Se supone que tuvo el único tipo de educación existente entonces, la impartida por pedagogos privados […], y quizás las carencias de la misma lo motivaron en la cuarentena para abrir un instituto de altos estudios en todos los dominios del saber. (Cordero, 2008, 136) […] Hacia 387 se funda la escuela de formación de dirigentes La Academia, que no es en rigor el primer intento en ese sentido después de la enseñanza asistemática de los sofistas. […] La Academia ofrece una […] base metafísico-científica. La finalidad manifiesta de La Academia es la formación de asesores políticos. […] (Poratti, 2000) ¿Hasta dónde una vida humana puede y debe hacerse autosuficiente, qué papel desempeña la razón en la búsqueda de dicha autosuficiencia y qué tipo de autosuficiencia es el adecuado para una vida humana racional? […] dicha aspiración puede caracterizarse como el deseo de poner a salvo de la fortuna el bien de la vida humana mediante el poder de la razón. […] la idea propuesta [por Platón] de una ciencia del razonamiento práctico es, por una parte, una respuesta a los mismos problemas que preocuparon a los trágicos y, por otra, un desarrollo de las estratagemas para derrotar a la fortuna prefigurada en las obras dramáticas. (Nussbaum, 1985, 31 y 37) La obra de Platón ocupa en la historia de las ideas un lugar privilegiado y único. […] El privilegio consiste, fundamentalmente, en el hecho de que es él quien habrá de marcar una buena parte de los derroteros por los que tendrá que desplazarse, después, la filosofía. La singularidad se debe a que, antes de Platón, no poseemos ninguna obra filosófica importante. Platón es, pues, nuestro Adán filosófico o, al menos, ha tenido que asumir este papel. Lo cual no quiere decir que Platón sea, en sentido estricto, el primer filósofo. Sabemos que antes de él hubo una importante tradición que, de una manera global e inexacta, se ha dado en llamar «presocráticos». Tales, Anaximandro, Heráclito, Anaxágoras, Jenófanes, Parménides, etc., son personajes de esa tradición. Pero por una serie de circunstancias la obra escrita, si es que puede hablarse así, de estos pioneros ha llegado a nosotros de manera incompleta y fragmentaria. […] A este hecho casual, a este gran naufragio cultural, se debe el que la primera voz importante, por su volumen, en la historia del pensamiento sea la de Platón. Más de veinte diálogos auténticos y unas cuantas cartas, constituyen el legado del intelectual ateniense. […] Con Platón, la filosofía presenta su radical instalación en el lenguaje; en el lenguaje propiedad de una comunidad, objeto de controversia y de análisis. […] En esta escritura, Platón pretende superar lo que el diálogo ocasional pudiera tener de perecedero. […] Fruto de la democracia que se había iniciado en el siglo V a. C., el diálogo supuso la eliminación del lenguaje dogmático. La verdad se desvelaba no en el imperio del sacerdote o del rey, sino en la coincidencia de los hombres, en el enfrentamiento de sus opiniones, en las que no había, en principio, nadie que administrase ese discurso, que lo impusiese desde el La Academia: escuela de formación política La razón: la facultad que posibilita conjurar la fortuna Platón: el “padre” de la filosofía occidental Uno de los problemas principales paraPlatón: ¿cómo hacer que la vida no esté expuesta a la fortuna? ¿Cómo alcanzar la felicidad en una vida que no es de dioses? https://es.wikipedia.org/wiki/Anaximandro https://es.wikipedia.org/wiki/Her%C3%A1clito https://es.wikipedia.org/wiki/Jen%C3%B3fanes https://es.wikipedia.org/wiki/Parm%C3%A9nides_de_Elea UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 10 espacio privilegiado de un monólogo sin respuesta. Es cierto que los sofistas, iniciadores de las discusiones filosóficas, crearon con ellas un escepticismo ante cualquier forma de discurso establecido y, en consecuencia, dieron lugar a una verdadera democratización del Lógos. Nadie podía atribuirse el monopolio de la seguridad en lo dicho. Todo era revocable y discutible. […] Lógicamente, en un momento de crisis para la democracia y condicionado por su tradición familiar, Platón tenía que reconstruir algo de los dogmas perdidos, tenía que demostrar, con sus ideas, la decepción que la democracia desajustada producía en su sueño aristocrático. (Lledó Íñigo, 1985a, 7-8, 11, 13, 14 y 17) […] Platón inventó un nuevo género literario: el diálogo (filosófico) en prosa. La tragedia es también un diálogo, pero en verso, […] Platón, en cambio, hace dialogar en prosa a Sócrates con interlocutores diversos sobre temas filosóficos. Es evidente que quiso reproducir por escrito la actividad dialogante de Sócrates, que no hizo sino dialogar, porque el diálogo, a diferencia del tratado, muestra la génesis y la evolución de los conceptos. (Cordero, 2008, 137) En la obra de Platón nos encontramos frente a un nuevo tipo de escritura. Incluso Aristóteles tuvo dificultades para clasificarlo; en la Poética, caracteriza los diálogos como obras dramáticas en prosa y los encuadra junto con los mimos urbanos realistas de Sofrón y Jenarco. […] « ¿Por qué Platón escribió diálogos?», ya que estos, nos decimos, no son tratados filosóficos, como los de Mill, Sidgwick o el propio Aristóteles, por ejemplo […] […] En primer lugar, ubicaremos el diálogo entre los modelos de reflexión ética dominantes en la época; […] En la época anterior a Platón no se establecía ninguna distinción entre la consideración «filosófica» y «literaria» de los problemas prácticos humanos. Era ajena a esa cultura la idea de trazar una línea fronteriza entre los textos que buscan seriamente la verdad y los que tienen por principal objetivo el entretenimiento. Sin embargo, se distinguía entre los autores de textos en prosa y los poetas y, en el seno de estas dos grandes categorías, se delimitaban otros géneros. Ahora bien, ninguna de tales distinciones se corresponde con una diferenciación entre escritores que se autoconsideran (y son considerados por los demás) pensadores éticos serios y otros que no. Espontáneamente, el lector daba por supuesto que existían numerosos textos de muy diverso tipo que enseñaban la sabiduría práctica o prudencia; en ningún caso el género literario le indicaba que el texto en cuestión no tuviera nada importante que decir sobre lo humano. […] Si consideramos la concepción que se ha formado Platón de la tradición intelectual ante la que se sitúa, vemos que reconoce la influencia, como fuentes de enseñanza ética, de al menos seis tipos diferentes de textos: la poesía, épica, lírica, trágica y cómica; los tratados científicos e históricos en prosa; y la oratoria. Todos estos géneros son mencionados, discutidos o imitados por Platón en sus escritos; todos son considerados seriamente -cuando menos en principio y de forma provisional posibles fuentes de phrónesis.2 Aquí se observan dos hechos importantes. En primer lugar, en el ámbito de la reflexión práctica no existía una tradición de prosa filosófica que Platón pudiese adoptar como modelo. La prosa a que alude es la de la investigación científica y etnográfica, ejemplificada en el corpus hipocrático, en diversos tratados perdidos sobre otras ciencias, como las matemáticas y la astronomía, y en la historiografía de Heródoto y Tucídides. El diálogo como género filosófico . http://dle.rae.es/srv/fetch?id=UPg8xCx http://dle.rae.es/srv/fetch?id=bfpCTfM|bfpHJ2c|bfq6SJa http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=hipocr%C3%A1tico https://es.wikipedia.org/wiki/Her%C3%B3doto https://es.wikipedia.org/wiki/Tuc%C3%ADdides UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 11 […] Conviene también tener presente que, en el siglo V y principios del IV, los poetas eran considerados los maestros de ética más importantes. Por una parte, algunos de los personajes a quienes denominamos grandes filósofos y que figuran en las historias de la filosofía fueron poetas: Jenófanes, Parménides y Empédocles constituyen los ejemplos más sobresalientes; en particular, el primero y el último son figuras de gran relieve en la historia de la ética griega. Por otro lado, los autores a quienes habitualmente clasificamos y estudiamos como poetas eran considerados filósofos por sus coetáneos, si por filósofo se entiende quien busca la sabiduría sobre problemas humanos de importancia. Las obras trágicas y las comedias se valoraban, entre otras cosas, por su contenido ético. […] Seguidamente, nos referiremos al rechazo socrático de la escritura y a la respuesta implícita de Platón; […] […] El Sócrates histórico nunca escribió. No lo hizo (si creemos la versión platónica) porque pensaba que el verdadero valor de la filosofía reside en la interacción de maestro y discípulo cuando el primero guía al segundo interrogándole (a veces con suavidad, otras con rudeza, según el carácter y la resistencia del interlocutor) para hacerlo más consciente de sus propias opiniones y de las relaciones entre ellas. […] Sin embargo, Platón escribió. Incluso colocó su crítica de la escritura en el interior de una obra escrita por él mismo. ¿Cómo explicar esta aparente inconsecuencia? En primer lugar, los diálogos platónicos nos recuerdan permanentemente que su autor vivió rodeado de gentes que desdeñaban la actividad filosófica, gentes que, o la envilecían convirtiéndola en Sofística o erística, o no la consideraban en absoluto. Así, no debe sorprender que sintiera la necesidad de paradigmas escritos de la buena enseñanza filosófica, en especial tras la muerte de Sócrates a manos, precisamente, de quienes temían y odiaban el reto de la auténtica filosofía. […] Veamos, pues, como están escritos los diálogos. Hay dos datos claros: en primer lugar, los diálogos son una especie de obras dramáticas; por otra parte, difieren radicalmente del teatro griego conocido. […] Platón, incorporando la apertura crítica y el carácter multifacético del mejor teatro griego, usa la argumentación para mostrar una autentica comunicación y, además, para establecerla con el lector. Por consiguiente, cabe afirmar que, […] los diálogos despiertan y vivifican el alma; lejos de sumirla en una pasividad narcotizada, la incitan a la actividad racional. Dicho género literario debe esto a su parentesco con el teatro. La obra dramática puede contribuir a nuestra comprensión de un problema ético motivando la discusión y la reflexión. Al mostrarnos cómo y por qué unos personajes que no son filósofos profesionales entran en el debate, ante qué tipo de problemas se precisa el concurso de la filosofía y que contribución puede hacer esta para intentar resolverlos, nos enseña, mejor que una obra en la que hable una sola voz, por qué y cuándo hemos de interesarnos por la reflexión ética. […] Por otra parte, al vincular las distintas posturas en torno a una cuestión con personajes concretos, el diálogo, al igual que la tragedia, hace sutiles referencias a la relación existente entre la creencia y la acción, entre una posición intelectual y un modo de vida. […] Por último, el diálogo muestra la evolución y los cambios morales que tienen lugar enlos personajes mediante su descripción del proceso dialectico. […] Sin embargo, los diálogos no son tragedias. En República II-III y en las Leyes Platón, afirma explícitamente que ningún poema trágico puede enseñar sabiduría ética. Si los diálogos son una especie de teatro y están en deuda con los modelos de la tragedia, son también un teatro creado para sustituir a éstos como paradigma de enseñanza moral. https://es.wikipedia.org/wiki/Emp%C3%A9docles UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 12 […] ¿Por qué una obra que tiene por fin enseñar la sabiduría práctica no debe despertar pasiones ni sentimientos? ¿Por qué utilizar un lenguaje sencillo y sobrio y situarse en una esfera puramente intelectual? Por fortuna, el propio Platón nos da la respuesta. Lo primero, y también lo más obvio, pues lo subrayan los mismos poetas y retóricos, es que el lenguaje dirigido al sentimiento y la pasión puede distraer a la razón de su búsqueda de la verdad. […] Con este fin, en el dialogo se sustituyen los personajes particulares por descripciones y explicaciones generales y se pasa de las pasiones y los sentimientos a la esfera intelectual. […] el dialogo se dirige a nuestra parte intelectual. Su tono seco y abstracto excluye positivamente la excitación de pasiones y sentimientos. Si nos convence, lo hace apelando exclusivamente a nuestras facultades racionales. Los elementos dramáticos se emplean al principio para implicarnos en el desarrollo de la obra; una vez logrado este objetivo, es el intelecto el interpelado por el dialogo. […] En el teatro antitrágico de Platón vemos el origen de un estilo filosófico característico, estilo que se opone a lo meramente literario y expresa el compromiso del filósofo con el intelecto como fuente de la verdad. Al escribir filosofía con forma dramática, Platón se dirige al lector para que participe activamente en la búsqueda de la verdad. Escribiendo teatro antitrágico, le advierte de que solo algunos elementos de su persona son adecuados para tal indagación. […] De hecho, todos podemos escoger; pero la elección solo será aceptable si la realiza el más alto elemento entre los constitutivos del ser humano, a saber, el intelecto. Empezamos a comprender que el estilo de Platón no es neutral con respecto al contenido de su reflexión, […] antes al contrario, está estrechamente vinculado a una determinada concepción de la racionalidad humana. […] Tanto las críticas platónicas contra la tragedia como la propia escritura de Platón, revelan una aguda conciencia de la relación existente entre la elección de un estilo y el contenido de una concepción filosófica, entre la visión de lo que es el alma y la idea de cómo dirigirse a ella por intermedio de la escritura. (Nussbaum, 1985, 177-184, 186, 188-189 y 192) Para Platón, los poetas no eran colegas de otro departamento que perseguían fines distintos, sino peligrosos contrincantes. Su propia creación de una forma de escribir que consideramos «filosófica» se relaciona con determinadas ideas sobre la vida buena y el alma humana. (Nussbaum, 1985, 40) Platón frente a los trágicos: sobre los poetas, lo real y la verdad Sócrates –[…] debemos examinar la tragedia y a su adalid, Homero, puesto que hemos oído a algunos decir que éstos conocen todas las artes, todos los asuntos humanos en relación con la excelencia y el malogro e incluso los asuntos divinos. Porque dicen que es necesario que un buen poeta, si va a componer debidamente lo que compone, componga con conocimiento; de otro modo no será capaz de componer. Hay que examinar, pues, si estos comentaristas, al encontrarse con semejantes imitadores, no han sido engañados, y al ver sus obras no se percatan de que están alejadas en tres veces de lo real, y de que es fácil componer cuando no se conoce la verdad; pues estos poetas componen cosas aparentes e irreales. O bien, si tiene algo de peso lo que afirman tales comentaristas, los buenos poetas conocen realmente las cosas que a la mayoría le parece que dicen bien. El diálogo filosófico como forma de combatir al diálogo trágico http://dle.rae.es/srv/fetch?id=0gkZo1d UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 13 […] S. -Dejamos establecido, por lo tanto, que todos los poetas, comenzando por Homero, son imitadores de imágenes de la excelencia y de las otras cosas que crean, sin tener nunca acceso a la verdad […] […] S. -Por lo tanto, es justo que lo ataquemos […] pues […] produce cosas inferiores en relación con la verdad, y también […] cuanto trata con la parte inferior del alma y no con la mejor. Y así también es en justicia que no lo admitiremos en un Estado que vaya a ser bien legislado, porque despierta a dicha parte del alma, la alimenta y fortalece, mientras echa a perder a la parte racional, tal como el que hace prevalecer políticamente a los malvados y les entrega el Estado, haciendo sucumbir a los más distinguidos. […] S. -Pero aún no hemos formulado la mayor acusación contra la poesía; pues lo más terrible es su capacidad de dañar incluso a los hombres de bien, con excepción de unos pocos. Glaucón -¿Cómo no va a ser lo más terrible, si hace eso? S. -Escucha y examina. Cuando los mejores de nosotros oímos a Homero o a alguno de los poetas trágicos que imitan a algún héroe en medio de una aflicción, extendiéndose durante largas frases en lamentos, cantando y golpeándose el pecho, bien sabes que nos regocijamos y, abandonándonos nosotros mismos, los seguimos con simpatía y elogiamos calurosamente como buen poeta al que hasta tal punto nos pone en esa disposición. G. -¡Claro que lo sé bien! S. -Pero cuando se suscita un pesar en nosotros mismos, date cuenta de que nos enorgullecemos de lo contrario, a saber, de poder guardar calma y aguantarnos, en el pensamiento de que esto es lo que corresponde a un varón, y que lo que antes alabábamos corresponde a una mujer. G. -Me doy cuenta. […] S. -Ten en cuenta que la parte del alma que entonces reprimíamos por la fuerza en las desgracias personales, la que estaba hambrienta de lágrimas y de quejidos y buscaba satisfacerse adecuadamente -pues está en su naturaleza el desear tales cosas- , ésa es la parte a la que los poetas satisfacen y deleitan; en tanto que lo que es por naturaleza lo mejor de nosotros, dado que no ha sido suficientemente educado ni por la razón ni por la costumbre, afloja la vigilancia de la parte quejumbrosa, en cuanto que lo que contempla son aflicciones ajenas, y no ve nada vergonzoso en elogiar y compadecer a otro que, diciéndose hombre de bien, se lamenta de modo inoportuno, sino que estima que extrae de allí un beneficio, el placer, y no aceptaría verse privado de él por haber desdeñado el poema en su conjunto. Pienso, en efecto, que pocos pueden compartir la reflexión de que lo que experimentamos de las aflicciones ajenas revierte sobre nosotros mismos, pues después de haber nutrido y fortalecido la conmiseración respecto de otros, no es fácil reprimirla en nuestros propios padecimientos. G. -Es muy cierto. […] La poesía es un arte imitativo, producto de las imágenes, no de la verdad Los poetas no pueden ser los educadores del Estado UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 14 S. -Por lo tanto, Glaucón, cuando encuentres a quienes alaban a Hornero diciendo que este poeta ha educado a la Hélade, y que con respecto a la administración y educación de los asuntos humanos es digno de que se le tome para estudiar, y que hay que disponer toda nuestra vida de acuerdo con lo que prescribe dicho poeta, debemos amarlos y saludarlos como a las mejores personas que sea posible encontrar, y convenir con ellos en que Homero es el más grande poeta y el primero de los trágicos,pero hay que saber también que, en cuanto a poesía, sólo deben admitirse en nuestro Estado los himnos a los dioses y las alabanzas a los hombres buenos. Si en cambio recibes a la Musa dulzona, sea en versos líricos o épicos, el placer y el dolor reinarán en tu Estado en lugar de la ley y de la razón que la comunidad juzgue siempre la mejor. G. -Es una gran verdad. S. -Esto es lo que quería decir como disculpa, al retornar a la poesía, por haberla desterrado del Estado, por ser ella de la índole que es: la razón nos lo ha exigido.[…]3 (Platón, 1988, 598e-599a, 601a, 605b, 605d-e, 606b y 607a-b) Lo político y lo metafísico atraviesan la vida misma de Platón, y su metafísica tiene raíces políticas. Y la exposición central de su teoría política en República lo obliga a dibujar, así sea en esbozo, la totalidad de su metafísica madura. (Poratti, 2000) La política, como la tragedia, tiene como su materia al conflicto, pero mientras el conflicto trágico es un conflicto que por su naturaleza (o por la torpeza de los hombres que se las deben ver con él) no puede resolverse, procesarse, canalizarse a través de instituciones que permitan que su resultado no sea una catástrofe, la tarea –y la propia dignidad, insisto: el propio sentido– de la política consisten en que el conflicto pueda procesarse, consiga no precipitarla en el desastre que la aguarda si fracasa: en que las fuerzas en pugna encuentren una forma de negociar sus diferencias. (Rinesi, 2015, 273) En el interior de sus ciudades, los humanos seguían viviendo en la confusión. A pesar de los dones otorgados por Zeus, no dominaban con precisión sus elecciones ni sus comportamientos. Cuando discrepaban sobre cantidades, pesos o dimensiones, podían recurrir a las artes del cálculo, la ponderación o la medida para resolver sus disputas. Pero cuando la discusión atañía a la justicia, la nobleza o el bien, carecían de un arte para arbitrar sus diferencias. Se encolerizaban, se insultaban y se infligían daño unos a otros. Incluso cuando podían estar de acuerdo, la primitiva confusión de su sistema de valores provocaba a menudo graves conflictos; la piedad parecía dictar un curso de acción, y el amor o el valor otro distinto. Estas infortunadas criaturas vivían en un profundo desgarro; se quejaban y lloraban, […] No poseían un arte para aliviar su dolor. Peor aún, incluso cuando sus opiniones les indicaban la acción correcta, había ocasiones en que, sumidos en el desorden y privados del necesario arte, eran arrastrados por el engañoso aliciente de bienes más próximos, objeto de sus pasiones. En medio de su Si se acepta la poesía como medio de educación, sólo se educará por los sentimientos, y no por la razón La concepción metafísica platónica es antes una concepción política. Pero de la metafísica desprenderá su epistemología y el pan de educación La política, como la tragedia, tratan sobre la conflictividad, pero el objetivo de la política es evitar que la conflictividad termine en un desastre UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 15 confusión, decían estar «subyugados» por el placer, el miedo o el amor. De esta forma, amedrentados y confusos, desgarrados por el arrepentimiento y llenos de incertidumbre, vagaban por las ciudades sin comprender sus acciones pasadas e incapaces de asegurarse un futuro. Llegaron incluso a inventar una forma artística, que llamaron tragedia, mediante la cual meditaban sobre su dolor. De las antiguas obras trágicas se desprende que, para aquellos seres, no merecía vivirse una vida semejante. «Lo mejor sería no haber nacido», afirmo su más eminente poeta y maestro, Sófocles, tras examinar todas estas dificultades. Entonces Apolo, deidad de la luz solar y del orden racional, del cálculo y de los contornos precisos de las cosas, el dios adorado por Pitágoras, se compadeció de su situación. No quería que pereciese la raza humana y decidió otorgar a aquellos seres un arte capaz de salvarlos. Por medio de su hábil mensajero Sócrates, les revelo su maravilloso don: el arte o la ciencia de la medición deliberativa, junto con el único bien o fin métrico, que es el placer. Con este arte podrían, en cada circunstancia, calcular con exactitud la cantidad de placer que brindaría a la larga cada opción, y así ponderarla frente a las demás posibilidades. Los poseedores de dicho arte podrían dedicarse a maximizar el disfrute del placer en toda la ciudad. Con el arte salvador, se produjo una prodigiosa transformación en la vida de estas criaturas, antes tan indefensas. Lo que parecía un abigarrado conjunto de valores inconmensurables, se manifestó como un solo valor. La importancia del nuevo orden para las formas de vida de aquellos seres fue inmensa. Era como si la claridad de la luz solar de Apolo hubiese disipado todos sus problemas. Incluso la faz del mundo natural empezó a parecer distinta: más abierta, más llana, nítidamente delimitada, ya no una fuente de inconmensurables amenazadores. También la ciudad se revistió de un nuevo orden y una nueva belleza. Anteriormente, los ciudadanos disputaban y reñían; ahora solo tenían que poner en práctica los métodos públicamente establecidos del cálculo del placer para obtener una respuesta, sobre la que se alcanzaba fácilmente el consenso general. Identificada y clasificada toda circunstancia que podía influir en la situación de un individuo, nada quedaba al azar, el capricho o el arbitrio de cada cual. Todo era examinado y determinados su número, peso y medida. En el pasado, pensadores anticuados como Protágoras afirmaban que la justicia era un fin en sí misma; aun cuando entrara en conflicto con otro fin, no se negaban ni se desentendían las obligaciones derivadas de ella. Ahora, estos seres se daban cuenta de que la virtud es una: la justicia, el valor y la piedad no son sino funciones del placer, y toda acción virtuosa contribuye a la maximización de este último. Se educaba a los niños siguiendo un método científico que desarrollaba su capacidad interior de ver las cosas con una única medida; castigando el conocimiento de los inconmensurables, los maestros de la ciudad enderezaban los jóvenes árboles, guiándolos hacia la racionalidad adulta. A medida que crecían, los niños aprendían a ver que los «individuos» que les rodeaban, padres y maestros, eran todas fuentes valiosas y centros de placer, perfectamente comparables entre sí. No les parecían almas separadas, origen de su propio movimiento, sino partes de un solo sistema; no cualitativamente especiales, sino indistinguibles. Los placeres obtenidos de otros seres y los que ellos les brindan son cantidades de placer: precisamente aquí radica el valor de las personas, en el placer que aportan a la suma total de placer de la ciudad. Si alguna vez los ciudadanos leían las antiguas tragedias, obras de una raza desaparecida, les parecían insólitas las formas de vida descritas en ellas. He aquí un personaje, Hemón, inflamado por lo que llama pasión amorosa, que se suicida porque ha muerto Antígona, la mujer a la que ama. Esto es incomprensible. ¿Por qué La educación mediante un “método científico” Un cambio en la forma de vida, producto de un cambio de perspectiva La ciencia o arte de la deliberación como instrumento para evitar las penurias https://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%ADgona_(S%C3%B3focles) UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 16 no piensa que ella es reemplazable por cualquier otro objeto del mundo? ¿Cómo no entiende que existen otras fuentes de placer, comparables y cualitativamente indistinguibles, a las que puede, a su vez, devolver un placer semejante y aumentar así la suma de placer de la ciudad? En la obra, Creonte es el único personaje en que pueden reconocerse, pues, refiriéndose al amor de este joven irracional,dice: «Existen otros surcos para su arado». Y a la luz de este cambio de sus opiniones y, consiguientemente, de sus pasiones, obtuvieron un nuevo y mayor beneficio. El profundo y anticuado problema denominado akrasía [incontinencia, falta de dominio de sí mismo] dejó de serlo para estas gentes, porque en ausencia de valores inconmensurables y sin reconocer el carácter único de las personas, las pasiones que en mayor medida lo provocaban -el amor, el odio, la cólera, el miedo- ya no tenían la misma naturaleza ni la misma fuerza. Cuando todo se contempla en la perspectiva de un solo valor, es mucho más fácil dominar el deseo de un individuo por una cantidad menor de la misma cosa. Así, gracias a la ciencia, estas criaturas salvaron su existencia placentera. Y si algún ciudadano se muestra incapaz de realizar el acto de la medida, […], si manifiesta otros deseos que el deseo racional del bien único, deberá ser desterrado y abandonado a la muerte como una plaga para la ciudad. Todos los años, con la llegada de la primavera, los ciudadanos celebran una fiesta en los días en que antiguamente se honraba a Dionisos, cuando se representaban las tragedias. Es conocida como la fiesta de Sócrates. Las obras que se representan son diálogos en prosa claros y racionales, que han ocupado el lugar del teatro trágico; lo que se rememora es la valerosa búsqueda emprendida por Sócrates de un arte salvador de la vida. (Nussbaum, 1985, 172-174) La Antígona hablaba de una existencia vivida, «sobre el cortante filo de la fortuna». Advertía contra el excesivo celo por eliminar la fortuna de la vida humana, […] la tragedia sofocleana y esquiliana combina un agudo sentido de nuestra exposición a la fortuna con la conciencia de un valor genuino inseparable de ella. Apenas se deja espacio, pues, para un esfuerzo decisivo de superación de nuestros problemas. En Atenas, los últimos años del siglo V, cuando Platón era joven, fueron tiempos de gran ansiedad y, a la vez, de enorme confianza en el poder humano. Si la vida parecía más expuesta que nunca a la Fortuna en todas sus formas, también los atenienses estaban persuadidos, más que en ningún otro momento de su historia, de que el progreso podría borrar la contingencia incontrolada de la vida social. Esta esperanza se expresaba en una antítesis y en una narración: la antítesis se planteaba entre tyché, la fortuna, y téchne, el arte o la ciencia humanos […] El Protágoras de Platón, obra perteneciente a esta poca, presenta el relato, critica una de sus interpretaciones conservadoras vigentes en Atenas y propone un añadido filosófico: Sócrates afirma que el verdadero progreso de la vida social se verificará sólo cuando se desarrolle una nueva téchne que asimile la deliberación práctica a la numeración, la ponderación y la medida. […] La elaboración platónica de propuestas éticas radicales está motivada por un agudo sentido de los problemas que acarrea a la vida humana la fortuna incontrolada. La necesidad de la filosofía está muy relacionada con la exposición del ser humano a la fortuna; eliminar esta última será una de las tareas fundamentales del arte filosófico, tal como lo entiende Platón, […] Salvar la vida por medio de la razón Dominar a la fortuna (tyché) mediante una téchne de la razón Eliminar la fortuna es el objetivo principal de la filosofía platónica UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 17 [Es necesario] considerar el pensamiento platónico [como] una respuesta a esa compleja tradición cultural, a sus problemas y sus preocupaciones. […] La filosofía de Platón debe definirse, a sí misma, sobre todo, frente a estos textos [los de los poetas trágicos], que incorporan una tradición de pensamiento hondamente enraizada y ampliamente difundida sobre la excelencia, la alabanza y la censura. (Nussbaum, 1985, 41, 135-136 y 181) Platón frente a los sofistas (y también frente a los trágicos) La República4 es un diálogo que […] el trozo filosófico inicial de la obra nos lo presenta conversando con Sócrates acerca de la vejez, […] En el momento en que Sócrates pone énfasis sobre el concepto de justicia, Céfalo se retira de escena y es sustituido como interlocutor por Polemarco. Pero la mansa aceptación por éste de las objeciones de Sócrates, que lo hacen contradecirse, desata la ira de Trasímaco, […] Trasímaco asume el punto de vista de un sofista oligárquico que justifica la ley del más fuerte. […] Pronto Trasímaco es amansado por Sócrates y termina resignado a su derrota. Al término del libro I desaparece como interlocutor, aunque no sólo permanece presente, si no que su punto de vista es tenido en cuenta más de una vez en las argumentaciones en pro y en contra. Hay otro personaje que interviene fugazmente en el libro I, Clitofonte, quien lo hace en favor de Trasímaco, y que en la vida real ha desempeñado un papel político en Atenas, especialmente en la revisión constitucional del año 411. (Eggers Lan, 1988, 19) República contiene el tronco de la teoría política platónica y también su trasfondo no explícito. […] Los primeros tramos, que pueden ser un buen ejemplo de la metodología ‘socrática’ habitual en los diálogos, tienen un lugar necesario en la economía del diálogo. Sócrates inicia la conversación con el dueño de casa, Céfalo, acerca de la aceptación de la vejez y la utilidad de las riquezas, que sirven para no engañar ni mentir, y ante la cercanía de la muerte, para pagar deudas a hombres y dioses (justamente, Céfalo está llevando a cabo un sacrificio), y así se orienta hacia una primera definición de lo que será el tema explícito del diálogo, la justicia, como “decir la verdad y devolver a cada uno lo que de él hemos recibido” (331c). La ‘definición’ no deja de ser una ejemplificación de acciones justas, procedimiento típico de la consciencia común, […] Céfalo es pronto substituido por su hijo Polemarco, quien invocando al poeta Simónides retoma la fórmula ‘la justicia es devolver a cada uno lo suyo’, entendiendo esto como ‘darle lo apropiado para él, o lo que conviene darle’, y rápidamente la traduce como ‘hay que hacer siempre el bien y nunca el mal a los amigos y a los enemigos devolverles el mal’ (331e- 332a). Metodológicamente, este segundo paso logra generalizar la idea y supera la mera ejemplificación. En realidad, se está enunciando la concepción más básica de la justicia presente en la moral tradicional: la interpretación de la fórmula refleja la concepción ‘homérica’, ‘heroica’, de la moral como afirmación de sí. […] El desmenuzamiento dialéctico de la fórmula conduce a resultados paradójicos: la justicia aparece como inútil, o como un arte de robar en beneficio de los amigos y perjuicio de los enemigos, y los amigos pueden ser o sólo parecer buenos. Esta discusión es posible a partir de la comparación de la justicia con las actividades técnicas (tékhnai), como la medicina y la cocina (que ‘dan’ ciertas cosas a quienes conviene), la navegación y la guerra, etc. […] A diferencia El marco sobre el cual se inscribe el diálogo: el problema de la justicia UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 18 de otros técnicos, el justo ejercitaría su areté en hacer malo a otro. Pero lo bueno no puede hace mal, […]. Por lo tanto, dañar es propio de lo injusto, y la máxima tradicional habría sido dicha en realidad por un tirano. […] En el libro I se había planteado la cuestión de la justicia en el marco de una ‘técnica de la vida’. […] qué son y en dónde residen justicia e injusticia, en qué se diferencian, a cuál hay que atenerse para ser feliz. […] La fundamentación de su política obliga a Platón a dar al menos algún esquema o presentación sensible de las líneas mayores de su ontología y su metafísica madura. Tres célebres textos -el Sol, la Línea y la Caverna- constituyenese dibujo, único en su obra. […] El Sol traza una suerte de mapa de la realidad e indica la relación de la psykhé con sus distintos niveles y con el Bien. La Línea presenta las operaciones mentales con que el alma recorre esos distintos niveles de la realidad. La Caverna, por último, convierte ese recorrido en el drama de la paideia política. (Poratti, 2000) La Idea de Bien como fuente de realidad y de conocimiento verdadero Alegoría del Sol Sócrates — […] con frecuencia me has escuchado decir que la Idea del Bien es el objeto del estudio supremo, a partir del cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. Y bien sabes que estoy por hablar de ello y, además, que no lo conocemos suficientemente. Pero también sabes que, si no lo conocemos, por más que conociéramos todas las demás cosas, sin aquello nada nos sería de valor, así como si poseemos algo sin el Bien. ¿O crees que da ventaja poseer cualquier cosa si no es buena, y comprender todas las demás cosas sin el Bien y sin comprender nada bello y bueno? Glaucón — ¡Por Zeus que me parece que no! S. —En todo caso sabes que a la mayoría le parece que el Bien es el placer, mientras a los más exquisitos la inteligencia. [...] G. —Pero tú, Sócrates, ¿qué dices que es el bien? ¿Ciencia, placer o alguna otra cosa? [...] S. —Dejemos por ahora, dichosos amigos, lo que es en sí mismo el Bien; pues me parece demasiado como para que el presente impulso permita en este momento alcanzar lo que juzgo de él. En cuanto a lo que parece un vástago del Bien y lo que más se le asemeja, en cambio, estoy dispuesto a hablar, si os place a vosotros; si no, dejamos la cuestión.5 G. —Habla, entonces, y nos debes para otra oportunidad el relato acerca del padre. [...] S. —Para eso debo estar de acuerdo con vosotros y recordaros lo que he dicho antes y a menudo hemos hablado en otras oportunidades. G. — ¿Sobre qué? S. — Que hay muchas cosas bellas, muchas buenas y así, con cada multiplicidad, decimos que existe y la distinguimos con el lenguaje. G. —Lo decimos, en efecto. S. —También afirmamos que hay algo Bello en sí y Bueno en sí y, análogamente, respecto de todas aquellas cosas que postulábamos como múltiples; a la inversa, a su vez postulamos cada Sócrates introduce, mediante una analogía, la metáfora del Sol para hablar del Bien UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 19 multiplicidad como siendo una unidad, de acuerdo con una Idea única, y denominamos a cada una 'lo que es'. G. —Así es. S. —Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las Ideas son pensadas, más no vistas.6 G. —Indudablemente. S. —Ahora bien, ¿por medio de qué vemos las cosas visibles? G. —Por medio de la vista. […] S. —Pero, al poder de ver y de ser visto, ¿no piensas que le falta algo? G. — ¿Qué cosa? S. —Si la vista está presente en los ojos y lista para que se use de ella, y el color está presente en los objetos, pero no se añade un tercer género que hay por naturaleza específicamente para ello, bien sabes que la vista no verá nada y los colores serán invisibles. G. — ¿A qué te refieres? S. —A lo que tú llamas 'luz'. G. —Dices la verdad. S. —Por consiguiente el sentido de la vista y el poder de ser visto se hallan ligados por un vínculo de una especie nada pequeña, de mayor estima que las demás ligazones de los sentidos, salvo que la luz no sea estimable. G. —Está muy lejos de no ser estimable. S. —Pues bien, ¿a cuál de los dioses que hay en el cielo atribuyes la autoría de aquello por lo cual la luz hace que la vista vea y que las más hermosas cosas visibles sean vistas? G. —Al mismo que tú y que cualquiera de los demás, ya que es evidente que preguntas por el sol. S. —Y la vista, ¿no es por naturaleza en relación a este dios lo siguiente? G. — ¿Cómo? S. —Ni la vista misma, ni aquello en lo cual se produce —lo que llamamos 'ojo'— son el sol. G. —Claro que no. S. —Pero es el más afín al sol, pienso, de los órganos que conciernen a los sentidos. G. —Con mucho. S. —Y la facultad que posee, ¿no es algo así como un fluido que le es dispensado por el sol? G. —Ciertamente. S. —En tal caso, el sol no es la vista pero, al ser su causa, es visto por ella misma. G. —Así es. S. —Entonces ya podéis decir qué entendía yo por el vástago del Bien, al que el Bien ha engendrado análogo a sí mismo. De este modo, lo que en el ámbito inteligible es el Bien respecto UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 20 de la inteligencia y de lo que se intelige, esto es el sol en el ámbito visible respecto de la vista y de lo que se ve. G. — ¿Cómo? Explícate. S. —Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están ya iluminados por la luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente, como si no tuvieran claridad en la vista. G. —Efectivamente. S. —Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos mismos ojos tuvieran la claridad. G. —Sin duda. S. —Del mismo modo piensa así en lo que corresponde al alma: cuando fija su mirada en objetos sobre los cuales brillan la verdad [alétheia] y el ser [tò ón], intelige, conoce y parece tener inteligencia [noûs]; pero cuando se vuelve hacia lo sumergido en la oscuridad, que nace y perece, entonces opina y percibe débilmente con opiniones que la hacen ir de aquí para allá, y da la impresión de no tener inteligencia. G. —Eso parece, en efecto. S. —Entonces, lo que aporta la verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder de conocer, puedes decir que es la Idea del Bien. Y por ser causa de la ciencia y de la verdad, concíbela como cognoscible; y aun siendo bellos tanto el conocimiento como la verdad, si estimamos correctamente el asunto, tendremos a la Idea del Bien por algo distinto y más bello que ellas. Y así como dijimos que era correcto tomar a la luz y a la vista por afines al sol pero que sería erróneo creer que son el sol, análogamente ahora es correcto pensar que ambas cosas, la verdad y la ciencia, son afines al Bien, pero sería equivocado creer que una u otra fueran el Bien, ya que la condición del Bien es mucho más digna de estima.7 G. —Hablas de una belleza extraordinaria, puesto que produce la ciencia y la verdad, y además está por encima de ellas en cuanto a hermosura. Sin duda, no te refieres al placer. S. — ¡Dios nos libre! Más bien prosigue examinando nuestra comparación [eikón]. G. — ¿De qué modo? S. —Pienso que puedes decir que el sol no sólo aporta a lo que se ve la propiedad de ser visto, sino también la génesis, el crecimiento y la nutrición, sin ser él mismo génesis. G. —Claro que no. S. —Y así dirás que a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les llega el ser [tò eînai] y la esencia [ousía], aunque el Bien no sea esencia, sino algo que se eleva más allá de la esencia en cuanto a dignidad y a potencia.8 Y Glaucón se echó a reír: G. — ¡Por Apolo!, exclamó. ¡Qué elevación demoníaca! S. —Tú eres culpable —repliqué—, pues me has forzado a decir lo que pensaba sobre ello. (Platón, 1988, 505a-509b) UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 21 El ámbito de lo visible y de lo inteligible: realidad y conocimiento Alegoría de la línea G. —Está bien; de ningún modo te detengas, sino prosigue explicando la similitud respecto del sol, si es que te queda algo por decir. [...] S. —Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito inteligibles; otro, el del visible... ¿Captas estas dos especies, la visible y la inteligible? G. —Las capto. S.—Toma ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta oscuridad y claridad relativas; así tenemos primeramente, en el género de lo que se ve, una sección de imágenes. Llamo 'imágenes' en primer lugar a las sombras, luego a los reflejos en el agua y en todas las superficies que, por su constitución, son densas, lisas y brillantes, y a todo lo de esa índole. ¿Te das cuenta? G. —Me doy cuenta. S. —Pon ahora la otra sección de la que ésta ofrece imágenes, a la que corresponden los animales que viven en nuestro derredor, así como todo lo que crece, y también el género íntegro de cosas fabricadas por el hombre. G. —Pongámoslo. S. — ¿Estás dispuesto a declarar que la línea ha quedado dividida, en cuanto a su verdad y no verdad, de modo tal que lo opinable es a lo cognoscible como la copia es a aquello de lo que es copiado?9 G. —Estoy muy dispuesto. S. —Ahora examina si no hay que dividir también la sección de lo inteligible. G. — ¿De qué modo? S. —De éste. Por un lado, en la primera parte de ella, el alma, sirviéndose de las cosas antes imitadas como si fueran imágenes, se ve forzada a indagar a partir de supuestos, marchando no hasta un principio [arjé] sino hacia una conclusión. Por otro lado, en la segunda parte, avanza hasta un principio no supuesto, partiendo de un supuesto y sin recurrir a imágenes —a diferencia del otro caso—, efectuando el camino con Ideas mismas y por medio de Ideas. G. —No he aprehendido suficientemente esto que dices. S. —Pues veamos nuevamente; será más fácil que entiendas si te digo esto antes. Creo que sabes que los que se ocupan de geometría y de cálculo suponen lo impar y lo par, las figuras y tres clases de ángulos y cosas afines, según lo que investigan en cada caso. Como si las conocieran, las adoptan como supuestos, y de ahí en adelante no estiman que deban dar cuenta de ellas ni a sí mismos ni a otros, como si fueran evidentes a cualquiera, antes bien, partiendo de ellas atraviesan el resto de modo consecuente, para concluir en aquello que proponían al examen. División de las cosas (entes) que pertenecen al ámbito de lo visible (sensible) de las que pertenecen al ámbito de lo inteligible En el ámbito de lo sensible (visible) tenemos, en el nivel más bajo, a las imágenes, y en uno superior, a las cosas que son reflejadas por las imágenes En el ámbito inteligible tenemos, en el nivel más bajo, a los entes que parten de supuestos, y en uno superior, a los entes que son sin supuestos UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 22 G. —Sí, esto lo sé. S. —Sabes, por consiguiente, que se sirven de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas, aunque no pensando en éstas sino en aquellas cosas a las cuales éstas se parecen, discurriendo en vista al Cuadrado en sí y a la Diagonal en sí, y no en vista de la que dibujan, y así con lo demás. De las cosas mismas que configuran y dibujan hay sombras e imágenes en el agua, y de estas cosas que dibujan se sirven como imágenes, buscando divisar aquellas cosas en sí que no podrían ver de otro modo que con el pensamiento. G. —Dices verdad. S. —A esto me refería como la especie inteligible. Pero en esta su primera sección, el alma se ve forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran imitados, y que habían sido conjeturados y estimados como claros respecto de los que eran sus imitaciones. G. —Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines. S. —Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirmo que en ella la razón misma aprehende, por medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y, tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas, hasta concluir en Ideas. G. —Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que tienes en mente una tarea enorme: quieres distinguir la sección del ser y de lo inteligible contemplado por la ciencia dialéctica, estableciendo que es más claro que lo estudiado por las llamadas 'artes', para las cuales los supuestos son principios. Y los que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo [diánoia], aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece que no poseen inteligencia [noûs] acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto a un principio. Y creo que llamas ‘pensamiento discursivo’ al estado mental de los geómetras y similares, pero no ‘inteligencia’ como si el pensamiento discursivo fuera algo intermedio entre la opinión y la inteligencia.10 S. —Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia [noesis], a la suprema; pensamiento discursivo [diánoia], a la segunda; a la tercera asigna la creencia [pístis] y a la cuarta la conjetura [eikasía]; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto más participen de la verdad, tanto más participan de la claridad. G. —Entiendo, y estoy de acuerdo en ordenarlas como dices. (Platón, 1988, 509d-511e) Facultades mediante las cuales aprehendemos los entes inteligibles y los sensibles UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: Platón: filosofía o tragedia. 23 […] Platón está persuadido de que el verdadero saber no puede referirse a lo que cambia, sino al algo permanente, no a lo múltiple, sino a lo uno. Ese algo invariable y uno lo había encontrado Sócrates en los conceptos: lo universal y uno frente a la singularidad y multiplicidad de los casos particulares. […] Hay un saber que lleva impropiamente este nombre, y es el que se alcanza por medio de los sentidos, el llamado conocimiento sensible; en realidad no deberíamos llamarlo “conocimiento”, sino meramente opinión [dóxa]. […] Este conocimiento es vacilante y contradictorio […] porque su objeto […] se encuentra en continuo devenir. […] Si nuestro saber se edificase sobre las cosas sensibles, la consecuencia entonces sería el relativismo. […] Ahora bien, el verdadero conocimiento deberá ser de una especie totalmente diferente del que proporcionan los sentidos: no vacilante y contradictorio, […] sino riguroso y permanente […] La ciencia [epìstéme] pues, el verdadero conocimiento, habrá de referirse a lo que realmente es. […] El objeto de la ciencia, entonces, no puede ser lo sensible, siempre vacilante y cambiante, sino lo uniforme y permanente, […]. (Carpio, 1995, 81) Es usual la lectura de la llamada teoría de las Ideas como una realidad escindida en dos planos, uno de los cuales aparece como más valioso y verdaderamente real. Una lectura estrictamente dualista de Platón es discutible, pero sea como fuere, con Platón no se trata de irse de este mundo a otro, de abandonar sin más lo sensible y lo inmediato por un plano superior. Platón, que nace y se cría durante la guerra y vive la decadencia de lo que fue la grandeza del siglo anterior, sufrió toda su vida la crisis de la ciudad. En ella la realidad aparece injusta, sin sentido, aunque algunas acciones de los hombres nos permitan vislumbrar todavía ecos de la justicia, algo que queda como rastro del sentido en la práctica y en las palabras. ¿Cómo salvar esos vestigios de racionalidad, cómo reencontrarle un sentido a lo que lo ha perdido? Esos vestigios dejan pensar
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