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Tejido linfoide asociado a mucosas (MALT) Consiste en agregados de tejido linfoide no encapsu- lado, que se encuentran principalmente en la lámina pro- pia y áreas submucosas de los tractos respiratorio, genitourinario y gastrointestinal. Las células linfoides se pueden encontrar como agregados difusos o bien organi- zadas en nódulos agregados o solitarios que contienen centros germinales (folículos secundarios). En el ser humano, las amígdalas contienen una cantidad considera- ble de tejido linfoide, frecuentemente con muchos centros germinales. Acumulaciones similares de tejido linfoide se observan recubriendo los bronquios y a lo largo del tracto genitourinario. El epitelio respiratorio contiene células dendríticas similares a las células de Langerhans que se encuentran en la epidermis para atrapar, transportar y pro- cesar antígenos. Otro tipo de acumulaciones difusas de tejido linfoide son las placas de Peyer, localizadas en la lámina propia de la pared intestinal. El epitelio intestinal que recubre las placas de Peyer es un epitelio especializado que permite el transporte de los antígenos hacia el tejido linfoide. Esta función especializada es llevada a cabo por células epite- liales denominadas células “M”, debido a la presencia de numerosos micropliegues en la superficie luminal. Estas células M son capaces de absorber, transportar y (posible- mente) procesar y presentar antígenos a células linfoides subepiteliales. Las respuestas inmunitarias humorales en la mucosa son principalmente del isotipo IgA. La IgA secretora es un anticuerpo que puede atravesar la membra- na mucosa y ayuda a prevenir la entrada de microorganis- mos infecciosos. BASE CELULAR DEL SISTEMA INMUNITARIO Linfocitos B: respuesta de anticuerpos humorales Linfocitos T: respuesta inmunitaria mediada por células Durante la década de 1960 se descubrió que las dos clases principales de respuesta inmunitaria estaban media- das por diferentes clases de linfocitos: las células T, que se desarrollan en el timo, y que son responsables de la inmu- nidad mediada por células; y las células B, que en los mamíferos se desarrollan a partir de la médula ósea en el adulto o en el hígado fetal, y que producen los anticuerpos. Esta dicotomía del sistema inmunitario se demostró ini- cialmente en animales con inmunodeficiencias inducidas experimentalmente. Se comprobó que extirpando el timo de un animal recién nacido se impedía drásticamente el desarrollo de la inmunidad celular, pero que la producción de anticuerpos se afectaba en mucho menor grado. En las aves, fue posible demostrar el efecto contrario. Al eliminar la bolsa de Fabricio durante el desarrollo del embrión, se impedía la capacidad de estas aves para formar anticuer- pos sin que ocurriera un efecto notable en la respuesta inmunitaria celular. Una observación importante fue el hecho de que los animales timectomizados o con timos anormales (carentes de linfocitos T), además de presentar defectos graves de la inmunidad celular, tenían un cierto grado de afectación en la respuesta inmunitaria humoral o de anticuerpos. Este proceso se explica por la existencia de dos clases princi- pales de linfocitos T: los linfocitos T colaboradores (Th, de helper) y los linfocitos T citotóxicos (Tc). Los linfocitos colaboradores aumentan la respuesta de otras células inmunitarias, como los linfocitos B que producen los anti- cuerpos. Por su parte, los linfocitos T citotóxicos se encar- gan de destruir células infectadas, y debido a que, a diferencia de las células Th, participan directamente en la defensa contra infecciones, las Tc reciben el nombre de células efectoras. Distinción entre linfocitos T y B mediante marcadores de superficie Los linfocitos T y B se pueden distinguir morfológi- camente sólo después de su activación por el antígeno. Las células T y B no estimuladas (en “reposo”) tienen un aspecto muy similar, incluso al microscopio electrónico: ambas son pequeñas, la mayor proporción de la célula corresponde al núcleo, y tienen que ser activadas por el antígeno para poder proliferar y avanzar en la maduración. Por su parte, los linfocitos B activados se convierten en células productoras de anticuerpos, en cuyo estado más maduro se conocen como células plasmáticas, que poseen un abundante retículo endoplásmico rugoso. Por el contra- rio, las células T activadas contienen muy poco retículo endoplásmico y no secretan anticuerpos, aunque sí diver- sos mediadores denominados “linfoquinas, interleuquinas o citoquinas”. Debido a que ambos tipos celulares están presentes en los órganos linfoides secundarios, es necesario poder dis- tinguirlas y separarlas, con el fin de estudiar sus funciones específicas. Aunque morfológicamente son muy similares, existen muchas diferencias en sus proteínas de membrana plasmática, que se pueden considerar como marcadores de superficie. La existencia de anticuerpos monoclonales específicos contra estos tipos de proteínas diferenciales ha permitido purificar poblaciones específicas tanto en seres humanos como en ratones. Citemos como ejemplos el mar- cador CD3, específico de las células T, o los marcadores CD4 y CD8, específicos de subpoblaciones de linfocitos T. El sistema inmunitario funciona a través de la selección clonal La explicación de la especificidad del sistema inmu- nitario comenzó a desarrollarse en la década de 1950 con la teoría de la selección clonal. Según esta teoría, cada ani- mal genera inicialmente al azar una gran diversidad de lin- B A S E S C E L U L A R E S Y M O L E C U L A R E S D E L S I S T E M A I N M U N I TA R I O 313
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