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Endocrinopatías y respuesta inmunitaria

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Endocrinopatías 
y respuesta inmunitaria
Roberto Lagunes Torres
Una de las condiciones existenciales más importantes 
para un ser vivo, en especial para un ser humano, es su 
capacidad para percibirse a sí mismo como una entidad 
única e irrepetible en el universo, con rasgos y funciones 
muy propias, por lo que aunque parecidos, son por de-
más distintos de los demás seres vivos, incluidos los de 
su propia especie. Incluso el virus más sencillo posee una 
cápside que permite considerarlo un individuo único.
Los seres unicelulares asexuados pasan su vida sin 
unirse físicamente con sus congéneres, y los sexuados 
sólo lo hacen en el momento de la reproducción (en el 
caso de los humanos por otras causas). Existen en todos 
los seres vivos mecanismos cada vez más complejos y efi-
caces, si se asciende en la escala evolutiva, para preservar 
la individualidad de manera tenaz y efectiva.
Si se toman dos esponjas marinas provenientes de la 
misma colonia y se les secciona separando sus compo-
nentes hasta obtener células aisladas, para después mez-
clar las de ambas esponjas; como resultado las células se 
organizan de tal manera que reestructuran una esponja 
de mayor tamaño y asumen en ella las funciones que les 
son características. Al efectuar el mismo experimento 
con dos esponjas de colonias alejadas y distintas, después 
de un tiempo se observa que las células comienzan a mo-
rir y no se reorganizan en una esponja nueva (figura 4-1). 
Este sencillo experimento, cuyos resultados son tan 
espectaculares, muestra que cuando se invade la estruc-
tura de un ser vivo, éste tiene la capacidad de distinguir 
lo propio de lo extraño.
Como un ejemplo se puede mencionar que es de co-
nocimiento general lo difícil que resulta para una perso-
na que necesita un corazón, un riñón o un trasplante de 
médula ósea, conseguir un donador que sea compatible. 
Muchos pacientes mueren esperando el órgano que ne-
cesitan, porque encontrar a otro ser humano que com-
parta con ellos algunas de sus características de identidad 
molecular es particularmente difícil.
La inmunología es la disciplina que estudia los me-
canismos que permiten a un ser vivo identificar lo que 
le es propio de lo ajeno. En principio, algunos autores 
prefieren no hablar, al referirse a los seres más sencillos, 
de mecanismos inmunitarios si no están mediados por 
un sistema celular capaz de producir anticuerpos dirigi-
dos contra los invasores, y un sistema que emplea células, 
propiamente dichas, como efectores de inmunidad.
 En su acepción clásica, se entiende por respuesta 
inmunitaria a la serie de mecanismos que los organis-
mos emplean para protegerse de las enfermedades. En 
los orígenes de la inmunología, se consideraba de manera 
específica a las enfermedades infecciosas (no se hablaba 
en esa época de mantener la identidad individual).
Si se entiende como inmunidad la capacidad que 
manifiestan los seres vivos para preservar su integridad 
física y funcional ante agresiones de otros seres vivos y 
de factores ambientales, la inmunología tendría que es-
tudiar algunos sistemas y mecanismos no identificados 
por los especialistas como parte del aparato inmunitario. 
El término inmunidad proviene del latín inmunitas, que 
significa exención de impuestos para algunos funciona-
rios del Estado.
De atender a su acepción primitiva, tendrían que 
considerarse dos aspectos fundamentales de la inmuni-
dad: la inmunidad natural y la inmunidad específica o 
adaptativa.
La inmunidad natural está determinada por las ba-
rreras físicas del organismo, como la piel, las mucosas, 
la tos, el estornudo, los epitelios ciliados y la respuesta 
inflamatoria, que, aunque compleja desde el punto de 
vista de las células y las moléculas que intervienen, es 
una respuesta inespecífica a cualquier agresión que ac-
tive el aparato vascular mediante mediadores químicos, 
favoreciendo la salida de líquido y células de respuesta 
inflamatoria al espacio intercelular, con el fin de delimi-
tar la zona de lesión (figura 4-2).
El sistema del complemento, constituido por una serie 
de proteínas que se activan una tras otra en secuencia 
para, finalmente, construir en las membranas de los in-
vasores “pozos” o perforaciones que permiten el paso de 
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Endocrinopatías y respuesta inmunitaria  •  37
Figura 4-1. Experimentos con esponjas para demostrar el reconocimiento celular. En estos experimentos, se utilizan esponjas: A) de la misma 
colonia en la que al mezclar células de dos individuos provenientes de la misma colonia se observa que las células no se reconocen como 
extrañas a pesar de ser de individuos diferentes. Se unen y forman una esponja de mayor tamaño, donde las células asumen las funciones de 
la parte del organismo donde quedan localizadas. B) Individuos de dos colonias distintas en los que al mezclar sus células se reconocen como 
extrañas, no forma un nuevo individuo y al cabo de cierto tiempo mueren.
Figura 4-2. Inflamación. En este fenómeno que se presenta como una respuesta del aparato vascular a una agresión hay una serie de cambios 
muy característicos. En A se aprecia un pequeño lecho vascular con el extremo arterial a la izquierda y el venoso a la derecha, los vasos son 
de calibre normal con un flujo sanguíneo adecuado, hay pocas células en el tejido intersticial (linfocitos, macrófagos, células cebadas) y las 
fibras de la matriz extracelular están muy cercanas formando una tupida malla. En B se puede apreciar una vasodilatación, una mayor celu-
laridad y las fibras de la matriz extracelular se observan separadas por líquido salido de los vasos sanguíneos, hay un enlentecimiento de la 
velocidad de circulación de la sangre (éstasis sanguínea). Se pueden apreciar células saliendo a través de la pared de los vasos sanguíneos 
que se dirigirán al sitio de la lesión, para iniciar la fagocitosis y la liberación de mediadores químicos que perpetúan la vasodilatación (citocinas, 
prostaglandinas, tromboxanos y cininas). Algunas de estas sustancias o los microorganismos del sitio de la lesión son capaces de activar el 
sistema del complemento.
A B
Macrófago
Poli
mor
fonu
clea
res
Linfocito
Célula dentrífica
B
A
Macrófago
Linfocito
Matriz extracelular
Fibras
Vasos sanguíneos
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38  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
agua y sustancias activas osmóticamente y que conllevan 
a una verdadera destrucción del invasor en cuestión de 
segundos, el cual estalla por aumento de agua y solutos 
en su interior. Un mecanismo más de la inmunidad no 
específica es la fagocitosis. En este proceso participan 
células cuyo citoesqueleto les permite una importante 
movilidad autónoma, siendo ésta de tal naturaleza que 
la célula es capaz de dirigirse al sitio específico en don-
de un agente extraño está comenzando a producir daño 
tisular. Cuando la célula llega, emite prolongaciones ci-
toplásmicas con las que rodea al agente extraño, lo atrae 
hacia ella y lo integra en su interior. Esto es, lo endocita 
o fagocita (del latín phagos, comer). De las células fa-
gocíticas, las más activas son los leucocitos neutrófilos 
polimorfonucleares y, posiblemente en segundo término, 
los macrófagos. Estas últimas células se han revelado en 
años recientes como un elemento en particular activo e 
importante en la organización de la respuesta inmuni-
taria, pues, además de fagocitar antígenos, son capaces 
de procesarlos en su interior para después presentarlos a 
otras células de respuesta inmunitaria. Esto es, utilizarlos 
como información para activar y programar a otrascélu-
las que responden al antígeno de manera específica. Las 
células dendríticas de aspecto neuronal son conocidas en 
la actualidad como un tipo de célula muy eficiente para 
fagocitar y presentar antígenos virales. De hecho, en los 
últimos años, estas células son consideradas como una 
parte importante de la memoria inmunológica, ya que 
conservan en su interior antígenos extraños de “reserva” 
que pueden ser presentados en ocasiones posteriores y de 
esta manera reforzar la respuesta inmunitaria específica.
La inmunidad específica o adaptativa está constitui-
da por una serie de mecanismos complejos e intrincados 
que, finalmente, culminan también con la inactivación o 
destrucción del agente extraño dentro del organismo. Se 
ha dado en llamarle adaptativa en los últimos años, en los 
cuales se han entendido su activación, función y conse-
cuencias. Debido a que las células responsables de este 
tipo de inmunidad identifican de manera específica el 
agente extraño al organismo, y también responden contra 
él de manera específica (la respuesta se adapta al tipo y 
categoría del agente extraño), esta respuesta puede es-
tar mediada por células que producen anticuerpos o que 
atacan en forma directa al agresor.
ENFERMEDADES ENDOCRINOLÓGICAS 
Y RESPUESTA INMUNITARIA
Si se consultan las referencias más aceptadas en la época 
actual acerca de las causas de endocrinopatías produci-
das por fenómenos inmunitarios, se encontrará en todas 
ellas mencionadas la inmunidad adaptativa o la específi-
ca. Por tal motivo, en este capítulo se describe en forma 
breve este tipo de inmunidad y se complementa con una 
descripción, también breve, del sistema del complemen-
to y la inflamación. Ambos fenómenos contribuyen de 
manera importante a ampliar el daño que pueden pro-
ducir los dos tipos de inmunidad específica a los tejidos 
glandulares.
Muchos antígenos son muy grandes y cuentan con 
varias regiones en sus moléculas, que se pueden recono-
cer de manera independiente. Estas regiones se conocen 
como epítopes o determinantes antigénicos.
Los antígenos pueden despertar dos tipos distintos, 
aunque relacionados en el nivel molecular, de respuesta 
inmunitaria. En una de éstas, las células producen cierto 
tipo de proteína con capacidad para unirse de manera 
específica al antígeno. Se les conoce con los nombres de 
anticuerpo, inmunoglobulina (Ig) o gammaglobulina de-
bido a que, en una electroforesis de las proteínas plasmá-
ticas, los anticuerpos se localizan en la región gamma de 
las globulinas (recuérdese que a las proteínas globulares 
se les conoce como globulinas; figura 4-3).
La otra respuesta inmunitaria induce la activación 
de una clona específica de células con la capacidad de 
interactuar de modo directo con el inmunógeno para 
destruirlo en forma directa; es decir, por contacto físico.
Al primer tipo de respuesta se le conoce como 
inmunidad humoral en vista de que los anticuerpos es-
tán en solución en los humores del cuerpo, sobre todo 
en el plasma, en el líquido intercelular y en la superficie 
de las mucosas. Las células responsables de este tipo de 
inmunidad son cierto tipo de glóbulos blancos llamados 
linfocitos B.
El segundo tipo de inmunidad específica es la inmu-
nidad celular y está mediada por otro tipo de linfocitos, 
los linfocitos T, cuya función (como ya se apuntó) es 
atacar y destruir de manera específica y directa al inmu-
nógeno. No existe un solo tipo de linfocitos T, pues se 
describen distintas categorías, entre las que se encuentra 
la importante clona de reguladoras de la respuesta inmu-
nitaria y las conocidas como ayudadoras.
•	 Aparato inmunitario y tipos de células con respuesta 
inmunitaria. Aunque, en última instancia, las reac-
ciones inmunitarias ocurren en el nivel molecular, las 
Albúmina
α1
α2 γβ
Figura 4-3. Gráfica de una electroforesis del plasma humano. Cada 
uno de los picos (u ondas) de la gráfica representa una fracción pro-
teínica del plasma. El pico más alto es la albúmina y el resto son las 
proteínas globulares o globulinas. En la fracción gamma es donde se 
encuentran las gammaglobulinas o anticuerpos. Una electroforesis 
donde este pico está plano es indicativa de una deficiencia de anti-
cuerpos.
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Endocrinopatías y respuesta inmunitaria  •  39
moléculas participantes forman parte, en uno u otro 
modo, de cierto tipo de célula o son liberadas también 
por células al plasma y a los líquidos extracelulares 
(figura 4-4).
Tipos de inmunidad específica
Cualquier agente extraño que ingresa al organismo po-
see una constitución molecular que puede diferir en gran 
medida de las moléculas propias del organismo invadi-
do. Esta propiedad que le distingue de su huésped es 
también la que le confiere la capacidad de provocar una 
respuesta inmunitaria. De aquí que se le denomine 
inmunógeno (generador de respuesta inmunitaria), tam-
bién se le conoce como antígeno.
Por eso es evidente que puede considerarse antíge-
no tanto a un organismo completo como a un agregado 
molecular. Se ha probado en forma experimental que las 
proteínas son los antígenos más potentes. Los carbohi-
dratos complejos, algunos lípidos y los ácidos nucleicos 
también son capaces, en menor grado, de ser reconocidos 
de modo específico para, a su vez, provocar una respues-
ta inmunitaria. Las moléculas pequeñas en general no 
son inmunógenas. Sin embargo, cuando se vinculan con 
otra molécula y forman un complejo capaz de despertar 
la respuesta inmunitaria son conocidos como haptenos 
(varios tipos de medicamentos son haptenos).
En el ser humano, las células inmunocompetentes 
se originan en la médula ósea a partir de células madre 
derivadas, a su vez, de una célula primordial conocida 
como hemocitoblasto. Esta célula da origen, por expre-
sión diferencial o alternativa de los genes (capítulo 3), 
a las precursoras de las principales líneas celulares de la 
médula ósea: la serie monocítica, la serie linfocítica, la se-
rie granulocítica o mieloide, la serie roja y la serie mega-
cariocítica, que culmina en la formación de las plaquetas, 
fragmentos celulares involucrados de manera directa en 
los fenómenos de coagulación (figura 4-5).
Otras células que participan en la respuesta inmuni-
taria no adaptativa son las células dendríticas y las células 
asesinas naturales o células NK.
Originalmente, a las células de la inmunidad adapta-
tiva se les identificó como derivadas de la serie linfocítica 
y se denominó linfocitos B a las responsables de la inmu-
nidad humoral mediada por anticuerpos, y linfocitos T a 
las responsables de la inmunidad celular. Aunque ambos 
tipos de células se originan de una célula común a ambas, 
adquieren su fenotipo característico al diferenciarse por 
varios estímulos específicos: las células T en el timo, y 
las células B en la bursa de Fabricio, órgano que existe 
en las aves como parte del sistema linfoide y que fue el 
sitio anatómico en el cual se observó por primera vez 
la diferenciación de las células B. En el ser humano no 
existe bursa de Fabricio y se sabe que los linfocitos B se 
diferencian en la médula ósea.
 Desde el punto de vista morfológico, aun con ayuda 
de microscopia electrónica, estas dos células son difíci- 
les de diferenciar cuando no están activadas para respon-
der. Cuando lo están, muestran cada una la morfología 
que permite distinguirlas. Tanto las células B como las 
T están constituidas por subpoblaciones. Las células T 
pueden dividirse por su funcionalidad en células TH (o 
células cooperadoras, caracterizadas por un antígeno de 
membrana conocido como CD4) y células TC (o citotó-
xicas, cuyo antígeno de membrana específico es el CD8). 
El CD4 y el CD8 son proteínas que hacen contacto con 
moléculas del complejo principal de histocompatibilidad 
(MHC) en las interacciones celulares; el CD8 con MHC 
clase I, y el CD4, conMHC clase II. Estas interacciones 
sirven como segundo estímulo para la activación de los 
respectivos linfocitos T.
Las células cooperadoras, por su parte, pueden dife-
renciarse en TH1 y TH2. Las TH1 secretan interferón g y 
factor de necrosis tumoral a y activan a los macrófagos 
para destruir microbios localizados dentro de sus fago-
somas. También activan células T citotóxicas para ma-
tar células infectadas. Puede decirse que las células TH1 
defienden contra patógenos intracelulares, pero también 
pueden estimular a las células B para secretar anticuer-
pos del tipo IgG que recubren a microbios extracelulares 
y activan el complemento.
Si la célula T cooperadora se diferencia en TH2 se-
creta interleucinas 4, 5, 10 y 13, y defiende al organismo 
sobre todo contra patógenos extracelulares. Una célula 
TH2 puede estimular a las células B para elaborar cual-
quier clase de anticuerpos, incluida la IgE y algunas sub-
clases de IgG que se unen a células cebadas, basófilos y 
Figura 4-4. Órganos del sistema linfoide (aparato inmunitario). Se 
puede apreciar que en todas las regiones de la economía existen una 
serie de órganos, como adenoides, amígdalas, timo, bazo, médula 
ósea, apéndice y placas de Peyer del intestino delgado, en los que 
las células de respuesta inmunitaria nacen, maduran, son programa-
das y asumen las diferentes funciones que les son características.
Ganglios
linfáticos
Vasos linfáticos
Bazo
Placas de Peyer
Timo
Amígdalas
Adenoides
Apéndice
Médula
ósea
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40  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
eosinófilos. Estas células (TH
2
) secretan mediadores quí-
micos locales que provocan estornudos, tos y diarrea, con 
lo cual ayudan a expulsar microbios y grandes parásitos 
de las superficies epiteliales del cuerpo.
Las células B disponen en sus membranas de proteí-
nas que funcionan como receptores de antígenos. Se ha 
calculado que las células B pueden estar constituidas por 
clonas o subpoblaciones caracterizadas por un tipo de 
receptor específico para tantos antígenos como 109 dis-
tintas, cada una de ellas capaz de responder a un antígeno 
distinto. Puede afirmarse que se cuenta con mil millones 
de clonas distintas para el mismo número distinto de an-
tígenos.
Inmunidad humoral
Si a un conejo se le inyecta cualquier antígeno, al cabo 
de 1.5 a 2 semanas puede detectarse en su sangre un tipo de 
proteínas del grupo de las globulinas que, conforme pa-
san los días, va aumentando su concentración para des-
pués (cerca de la quinta semana) comenzar a disminuir 
sin dejar de producirse del todo (figura 4-6).
Estas proteínas reciben el nombre de inmunoglobu-
linas (Ig) o anticuerpos. Los anticuerpos están formados 
por la unión de dos tipos distintos de cadenas de aminoá-
cidos: una cadena larga, que recibe el nombre de cadena 
pesada (o cadena H, del inglés heavy) y una cadena corta 
o cadena ligera (cadena L, del inglés light). Estas cade-
nas están codificadas por genes, uno específico para cada 
tipo de cadena; es decir, se tienen dos genes que codifi-
can cadenas pesadas (uno materno y otro paterno), dos 
genes para cadenas kappa (κ) y dos para cadenas lambda 
(λ) ligeras. Una inmunoglobulina básica se forma con dos 
cadenas pesadas y dos ligeras (figura 4-7).
Las cadenas pesadas pueden ser de cinco tipos dife-
rentes (a, g, ε, δ y μ). No obstante, estos cinco tipos de 
cadenas están codificados por el mismo gen. Las cadenas 
ligeras pueden ser de tipo λ o κ, cada una de ellas co-
dificadas por un gen distinto. Tanto las cadenas pesadas 
como las ligeras muestran dos regiones características. 
En una, llamada región variable, la secuencia de ami-
noácidos es especial para cada tipo de inmunoglobulina; 
la región constante es similar en todos los anticuerpos de la 
misma especie o clase. Todas las Ig poseen un fragmen-
to enlazador del antígeno denominado Fab, en el que se 
Figura 4-5. Origen de las células de respuesta inmunitaria. Las células efectoras de la respuesta inmunitaria ya sea innata, humoral o ce-
lular tienen un origen común en la médula ósea del ser humano. A partir de una célula madre pluripotencial, se van diferenciando gracias a 
estímulos específicos con mediadores químicos que le crean a cada célula un microambiente molecular especial y que induce la expresión de 
genes específicos responsables de cada fenotipo celular. Se postula que de esta célula madre también se diferencian las células de la serie 
roja. Posteriormente, a través de la sangre, las células emigran a otros órganos como el timo, los nódulos linfoides, etc., donde terminarán 
de ser programados para su función especial. También pueden ser destruidas por apoptosis, cuando una clona prohibida, potencialmente 
puede responder contra antígenos propios.
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Endocrinopatías y respuesta inmunitaria  •  41
encuentra el sitio específico que se une al antígeno. Este 
sitio específico es el parátope y forma parte de lo que se 
conoce como región hipervariable de una Ig. El tipo de Ig 
que se produce en la primera respuesta está constituido 
por cadenas pesadas μ y se le llama inmunoglobulina M 
(IgM). Ésta puede ser monoméricas (y quedar anclada a 
la membrana del linfocito B para actuar como receptor 
específico para un antígeno) o pentamérica (constituida 
por cinco unidades básicas de Ig que luego es secretada 
al líquido circundante para llegar hasta el plasma [anti-
cuerpo soluble]) y de esta manera ser distribuida a los 
tejidos del organismo donde hará su función de unirse a 
los antígenos para los cuales tiene especificidad.
El otro fragmento de una Ig es el fragmento crista-
lizable (Fc). En las Ig del tipo de la IgM e IgG, en este 
fragmento existe un dominio; es decir, una secuencia de 
aminoácidos capaz de activar al sistema del complemen-
to. Si después de 3 o 4 semanas se hace una segunda 
inoculación del mismo antígeno al mismo animal, a los 
pocos días inicia una elevación más rápida e intensa de 
anticuerpos contra el mismo antígeno, con la diferencia 
de que la inmunoglobulina que se produce es del tipo 
de la IgG. Este tipo de Ig son aún más específicas que las 
IgM y su estructura está dada por dos cadenas pesadas y 
dos cadenas ligeras; las pesadas son del tipo g. Las células 
B también son capaces de producir Ig D, E y A. Cada tipo 
de Ig depende, para su producción, del tipo de estímulo 
que la célula B reciba.
Las células B se diferencian inicialmente en el hígado 
embrionario, luego en el bazo y después en la médula 
ósea. Durante su paso por estos órganos linfoides, la cé-
lula va recibiendo estímulos distintos por diferentes cla-
ses de proteínas, lo cual hace que las células manifiesten 
diferentes proteínas en su membrana, las cuales se han 
utilizado como marcadores de las diferentes etapas en 
su maduración. Cuando una célula B comienza a mani-
festar los receptores para antígenos (uno específico por 
célula para cada tipo de antígeno) en la membrana, ese 
receptor puede ser estimulado por un antígeno propio 
del organismo. Entonces, la célula recibe un estímulo que 
desencadena una serie de mecanismos intracelulares, en-
tre otros, la activación de proteínas proteolíticas llamadas 
procaspasas que, al transformarse en caspasas, destruyen 
el contenido intracelular, incluido su material genético, 
y conducen a la muerte celular programada o apoptosis. 
Este mecanismo elimina la mayoría de las clonas de cé-
lulas B que pueden responder contra antígenos propios 
del organismo y es responsable del fenómeno conocido 
como tolerancia inmunitaria, que se entendería como la 
incapacidad del sistema inmunitario para responder a an-
tígenos propios. 
Las células B pueden ser activadas para convertirseen células plasmáticas o productoras de anticuerpos, ya 
sea por estímulo de su receptor específico por el antígeno 
específico (selección clonal) o mediante la acción de un 
linfocito T cooperador (TH2) que reconoce en la célula B 
el antígeno específico que ésta ha endocitado, procesado 
en su interior y presentado dentro de una molécula de 
antígeno leucocitario humano (HLA) clase II (HLA-II); 
a ésta se le conoce como antígeno de histocompatibili-
dad o molécula del tipo HLA. También se les denomina 
moléculas tipo MHC (del inglés, major histocompatibility 
complex) debido a que los genes que las codifican están 
localizados en el cromosoma 6 humano formando un 
complejo de genes tanto para moléculas MHC clase I 
como para moléculas MHC clase II. Los genes para clase 
I son los A, B y C; y para clase II son los DP, DQ y DR. 
En el caso específico de los linfocitos B, estos muestran 
HLA de clase II que se encuentra de manera específica 
en las células profesionales presentadoras de antígenos 
(macrófagos, polimorfonucleares y células dendríticas; 
las células B también presentan antígenos, figura 4-8).
Luego de que la célula B ha recibido el estímulo del 
antígeno específico, debe recibir un segundo estímulo 
por el linfocito TH2 que se une a ella reconociendo el 
antígeno mostrado en la molécula de HLA-II. El segundo 
estímulo está dado por una proteína de membrana del 
linfocito T (ligando CD 40) que se une a un receptor CD 
40 localizado en la superficie de la membrana del lin-
focito B. Algunos antígenos pueden estimular en forma 
directa a las células B sin ayuda de los linfocitos TH2. 
Muchos de estos antígenos (células T independien-
tes) son polisacáridos microbianos que no activan a las 
células T cooperadoras, lo cual conduce a ausencia de 
memoria para tal antígeno. Después de que la célula B ha 
recibido los dos estímulos experimenta una transforma-
ción que consiste en aumento de tamaño y proliferación 
de su retículo endoplásmico, que comienza a producir Ig 
en gran cantidad. Aun antes de transformarse en célula 
plasmática, el linfocito B activado entra en un proceso de 
divisiones sucesivas que da origen a una clona de células 
con capacidad para producir el mismo tipo de anticuerpo 
Antígeno
A
Antígeno
A + B
Semanas
N
iv
el
 d
e 
Ig
s
.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Figura 4-6. Gráfica de la concentración de anticuerpos en una res-
puesta inmunitaria humoral primaria y secundaria en función del 
tiempo. Al aplicar a un animal un estímulo antigénico (antígeno A) al 
cabo de 1.5 a 2 semanas comienza a ascender la cantidad de inmu-
noglobulinas (IgM) hasta alcanzar una concentración que comienza a 
descender de la cuarta semana en adelante hasta alcanzar cifras que 
persisten durante mucho tiempo. Si se aplica un segundo estímulo 
con el mismo antígeno, acompañado de un segundo antígeno (AgB). 
Hay una respuesta casi inmediata al primer antígeno que en poco 
tiempo alcanza altas concentraciones persistiendo durante un tiempo 
más largo (respuesta secundaria con IgG). Con respecto al segundo 
antígeno se aprecia una respuesta primaria. La respuesta a cada 
antígeno es independiente.
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42  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
(expansión clonal). Algunas de estas células no evolucio-
nan a célula plasmática y quedan como linfocitos B de 
memoria que, cuando son estimulados por segunda vez 
con el antígeno específico, responden de manera rápida 
teniendo una segunda expansión clonal y produciendo 
anticuerpos de manera rápida y abundante (figura 4-9). 
Las Ig producidas en la primera ocasión o respuesta 
primaria son del tipo IgM. Se trata de grandes Ig pen-
taméricas con 10 sitios de unión al antígeno, de manera 
que son muy eficientes para desactivar los microorganis-
mos productores de éste. En la respuesta secundaria, la 
célula B responde produciendo Ig del tipo de la IgG, la 
cual tiene dos sitios Fab para unirse de manera muy espe-
cífica con el antígeno con una constante de afinidad que 
es bastante alta. Dado que son proteínas más pequeñas 
que la IgM, son capaces de difundir y penetrar hasta si-
tios a los que la IgM no puede llegar, lo cual hace toda-
vía más eficiente su acción para inactivar los antígenos 
(atraviesan la barrera placentaria). Cuando los antígenos 
están en la superficie de microorganismos u otro tipo de 
células, estas Ig activan al sistema del complemento que 
(mediante su acción de perforar membranas) produce la 
destrucción de estas células (véase líneas adelante). Tan-
to las IgG como las IgM al cubrir al patógeno especí-
Figura 4-7. Las inmunoglobulinas y sus genes. Se sabe que la gran variedad de inmunoglobulinas que un organismo puede sintetizar se debe 
a que, tanto las cadenas pesadas como las ligeras son sintetizadas a partir de genes con diferentes regiones que, al combinarse, originan esta 
gran variedad. En este ejemplo se muestra el gen de una cadena pesada; se puede ver que tiene hasta 51 segmentos de variabilidad (V), 27 
segmentos de diversidad (D), seis segmentos de unión (J) y cinco segmentos de porción constante (δ, g, μ). De la combinación de todos estos 
tipos de segmentos, sobre todo de los V y los D, se puede obtener la gran variedad de especificidades de inmunoglobulinas. Los fragmentos 
de porción constante generan las cinco variedades de Igs, (IgA, IgG, IgM, IgE e IgD). En la parte superior de la figura se ilustra en 1 el gen de 
la línea germinal completo; en 2 el gen en linfocito B donde ya se han seleccionado algunos de los segmentos para constituir el gen funcional; 
en 3 se han eliminado algunos segmentos de variabilidad (V) y de unión (J); en 4 está el transcrito primario del RNA mensajero que después 
de sufrir el splicing (eliminación de algunos intrones), origina el RNA maduro; en 5, se traduce en la cadena pesada; en 6 en la parte baja de la 
figura se ilustran los cinco tipos básicos de inmunoglobulinas: A) Inmunoglobulina G. B) Inmunoglobulina D. C) Inmunoglobulina A. D) Inmuno-
globulina M. E) Inmunoglobulina E.
Fab
Cadena
ligera
Traducción
Empalme
Cadena pesada
 (proteína)
RNA
DNA
DNA
RNA
DNA
 V1 V2 V5 D1 D1 D27 J1 J2 J3 J4 J5 J6 α γ μ δ ε
V V D D D J J J γ1 2 1 3 8 3 5 6
V V D D J J J γ
 1 2 3 8 3 5 6
2
1
3
4
5
6
Componente secretorio
Cadena
C
J
D
E
A
Cadena
pesada Fc
B
 V D D J J γ 2 3 8 3 6
V D J γ2 3 6
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fico pueden favorecer la fagocitosis, por lo que reciben 
el nombre de opsoninas. Los complejos inmunitarios 
formados por las Ig y los antígenos deben ser elimina-
dos posteriormente por fagocitosis o por proteasas. En 
ocasiones, los complejos inmunitarios se acumulan en si-
tios como la membrana basal de los glomérulos renales, 
lo cual conduce a enfermedades por complejos inmu- 
nitarios.
El otro tipo de células TH (las células TH1) tienen 
como función principal, por medio de una serie de es- 
tímulos, activar los macrófagos para hacer más eficien-
te su capacidad fagocítica y de producción de diversos 
mediadores químicos que hacen más efectiva su acción 
como células eliminadoras de agentes agresores. En suma, 
la respuesta inmunitaria específica está constituida por 
tres fases (figura 4-9):
• Fase 1 o de reconocimiento del antígeno.
• Fase 2 o de activación de las células, en la que ocurre 
expansión clonal.
• Fase 3 o fase efectora, en la que se elimina al antígeno.
Inmunidad celular
La inmunidad celular está mediadasobre todo por un 
tipo de células, las células TC o células T citotóxicas. Es-
tas células T, al igual que las células T cooperadoras, tie-
nen su origen en la médula ósea, pero experimentan su 
proceso de diferenciación a células TC en el timo, en el 
cual (de manera similar a lo que ocurre con las células B 
en otros órganos linfoides) reciben una serie de señales 
que determinan que se vayan transformando al atravesar 
por diferentes etapas, en las cuales van mostrando en sus 
membranas diferentes tipos de proteínas características 
de cada estadio. Se sabe que los diferentes estímulos reci-
bidos por las células en diferenciación; en última instan-
cia están activando la expresión de genes que codifican 
las proteínas y miniRNA que regulan las funciones y es-
tructura características de estas células. Al igual que en 
otros sistemas del organismo, la diferenciación celular es 
resultado de una función diferencial de genes que se acti-
van en etapas muy específicas de la vida de estas células.
Las células TC son activadas, por lo general, por 
cualquier tipo de célula que muestre en su membrana, 
moléculas antigénicas relacionadas con moléculas HLA 
de clase I (HLA-I). Este tipo de moléculas pueden en-
contrarse en casi todo tipo de célula nucleada (con ex-
cepción de los espermatozoides y los glóbulos rojos, que 
no tienen núcleo). Cuando un virus penetra en una célu-
la (p. ej., una célula hepática) es procesado en el interior 
por un organelo (proteosoma), que degrada las proteínas 
del virus hasta fragmentos pequeños, de 10 a 12 aminoá-
cidos. Estos fragmentos son llevados a la superficie de la 
membrana celular ensamblados a una molécula HLA-I. 
Cuando una célula citotóxica se acerca a las inmediacio-
nes de la célula hepática infectada reconoce, mediante 
un receptor específico (receptor T), al antígeno localiza-
do en el contexto de la molécula HLAI. Cerca del recep-
tor T de las células citotóxicas se manifiesta una proteína 
(CD8) en la membrana de éstas, la cual después de que 
la célula se ha unido con su receptor T a la molécula 
de HLA I, se une a la porción constante de la molécula 
MHC-I, constituyendo un segundo estímulo para la cé-
lula TC, la cual ahora puede utilizar dos estrategias para 
destruir a la célula infectada:
1. Se une mediante adhesinas a la célula extraña de tal 
manera que, adhiriendo su membrana a la de la otra 
célula en estrecho contacto; secreta una serie de sus-
tancias conocidas como perforinas, que forman en la 
membrana de la célula diana (célula enferma) una 
serie de pequeños pozos generados por el ensambla-
je de las moléculas de perforina. Posteriormente, a 
través de estas perforaciones, la célula inyecta enzi-
mas del tipo de las serina-proteasas que activan otras 
proteínas conocidas como procaspasas (las procaspa-
MHC II
Receptor
TLigando
RCD40
CD40
Señal
1
Citocinas
Figura 4-8. Estimulación del linfocito B. Un linfocito B para transfor-
marse en célula plasmática o productora de anticuerpos debe pri-
mero reconocer con su receptor a un antígeno específico. Después 
de procesar el antígeno en su interior se lo presenta a un linfocito T 
ayudador cuyo receptor T es específico para el mismo antígeno al 
cual reconocerá si está en el interior de una molécula MHC clase II. 
Posteriormente el linfocito T mostrará una proteína de membrana lla-
mada ligando CD 40 que se unirá de manera específica a un receptor 
CD 40 del linfocito B, esta unión más la acción de citocinas liberadas 
por el linfocito T, son las señales necesarias para que finalmente se 
active el linfocito B.
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44  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
sas se convierten en caspasas, que también son pro-
teasas intracelulares) en el interior de la célula diana. 
Ello conduce a su destrucción interior por lisis de 
complejos macromoleculares y muerte por apopto-
sis. Es pertinente mencionar que en nuestras células; 
existen caspasas especializadas en destruir no solo 
proteínas sino también carbohidratos complejos, lí-
pidos complejos y ácidos nucleicos. 
2. Mediante la unión a la célula blanco de una proteína 
trimérica (proteína de tres subunidades denominada 
Fas) que funciona como ligando y se une con una 
alta afinidad a un receptor Fas de la célula diana. 
Este receptor Fas, con su dominio intracelular, reclu-
ta proteínas adaptadoras que unen procaspasas y las 
activan. Acto seguido, las procaspasas se convierten 
en caspasas que, a su vez, activan otras procaspasas; 
así, en una cascada de activación, estas proteasas pro-
ducen tal destrucción intracelular que conducen a la 
célula a la muerte por apoptosis (figura 4-10).
¿Tiene alguna utilidad que las células TC se especiali-
cen en matar células infectadas? ¡Por supuesto! Ésta es 
una manera de eliminar una fuente potencial de nuevos 
virus que, de nacer, invadirían múltiples células nuevas. 
Un tipo similar de destrucción de células infectadas, o de 
células cancerosas, está mediada por un tipo de células 
derivadas del linfoblasto en una etapa previa al origen de 
los linfocitos; se les denomina células asesinas naturales. 
La destrucción llevada a cabo por las células asesinas es 
muy similar a la efectuada por las células T citotóxicas 
mediante el sistema de perforinas y proteasas. La unión 
a las células blanco no es específica; es decir, no está me-
diada por receptor T, ya que estas células no lo muestran 
en su membrana.
El receptor T de los linfocitos T es un complejo pro-
teínico codificado por genes similares a los de las inmu-
noglobulinas y su variedad puede ser tan grande como la 
de aquéllas (109 o 1011: diez mil millones o cien mil mi-
llones), de manera que puede existir un tipo de receptor 
T para cada antígeno posible. Los genes para estos recep-
tores se ubican en diferentes cromosomas y, al igual que 
los de las cadenas de inmunoglobulinas, muestran dife-
rentes segmentos que, al combinarse, originan la enorme 
variedad de receptores posibles (figura 4-11).
Por una parte, puede considerarse los linfocitos T 
cooperadores como mediadores de la inmunidad humo-
ral cuando estimulan las células B para reforzar su ca-
pacidad de formar anticuerpos, pero eso lo lleva a cabo 
una subpoblación de linfocitos TH (linfocitos TH2). Los 
linfocitos TH cerca del receptor T para antígeno para un 
antígeno específico, muestran una proteína de membra-
na conocida como CD4, que al unirse a la región cons-
arotcefe aluléCnóicavitcAotneimiconoceR
Fagocitosis
+
complemento
Célula
efectora
Células de
memoria
Célula en
apoptosis
Antígeno
+
otros estímulos
Antígeno
+
otros estímulos
Linfocito
no estimulado
Antígeno
Eliminación
del antígeno
Figura 4-9. Fases de la respuesta inmunitaria. Cuando un linfocito no estimulado es activado por un antígeno se dice que está en fase de reco-
nocimiento, posteriormente multiplica en lo que se conoce como una expansión clonal. En esta etapa, si el linfocito recibe un segundo estímulo 
antigénico más otros factores, puede transformarse en una célula efectora o permanecerá como célula de memoria. Si no recibe un segundo 
estímulo antigénico, muere por apoptosis. Fase efectora.
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Endocrinopatías y respuesta inmunitaria  •  45
tante de la molécula MHC-II, será el segundo estímulo 
para activar a la célula T (figura 4-12). Por otra parte, 
los linfocitos TH1 son los responsables de estimular los 
macrófagos para aumentar su eficiencia fagocítica y se-
cretora de mediadores químicos. La inmunidad celular 
es responsable del rechazo de los trasplantes de órganos 
y tejidos.
Por último, conseguirán activar al linfocito TH. La 
estimulación de la célula C citotóxica o linfocito Tc, es 
un proceso similar, pero la célula presentadorapuede ser 
cualquier célula nucleada no inmunitaria que presente al 
antígeno dentro de una molécula MHC clase I. Esta cé-
lula además de activar al linfocito T, puede ser destruida 
por el sistema de porinas o por activación de caspasas a 
través de la proteína Fas.
Inflamación y sistema del complemento
Estos fenómenos, aunque no están considerados como 
inmunidad propiamente dicha, es decir, no son parte de 
la inmunidad adaptativa, se mencionan en forma sucinta 
por contribuir de manera importante al daño a los tejidos 
glandulares. La inflamación es una respuesta inespecífi-
ca a cualquier agresión que estimule al sistema vascular 
de un organismo, y se caracteriza por los eventos que se 
describen a continuación. En primer lugar, ocurre una 
vasoconstricción que trae como consecuencia isquemia 
relativa en la zona afectada. Esta isquemia conlleva a una 
activación de los mastocitos o células cebadas que, por 
un proceso conocido como degranulación, expulsan al 
líquido intersticial mediadores químicos, como la hista-
mina y la serotonina, que tienen intenso efecto vasodi-
latador. La vasodilatación tiene dos consecuencias: por 
una parte, la lentificación de la circulación sanguínea, y, 
por otra, la salida de líquido al espacio intersticial. La 
vasodilatación se manifiesta desde el punto de vista clí-
nico como rubor (color rojo) y aumento localizado de la 
temperatura de la zona. La salida de líquido induce un 
aumento de volumen de la zona. La lentificación de la 
circulación, a su vez, favorece que los glóbulos blancos 
comiencen a precipitarse a las paredes del endotelio, al 
cual se unirán mediante adhesinas y cadherinas (mo-
léculas de membrana con capacidad adhesiva). Los poli-
morfonucleares ruedan sobre la superficie del endotelio 
hasta encontrar un sitio de unión entre dos células en-
doteliales y, utilizando sus adhesinas, se fijan al sitio para 
después emitir pseudópodos en forma de filopodios (pies 
filamentosos) que introducen en el intersticio de unión 
entre las células endoteliales para, poco a poco, introdu-
cir el resto de su cuerpo y pasar a través de la pared del 
capilar al exterior del vaso en el propio tejido intersticial. 
Las primeras células en salir son los polimorfonucleares, 
les siguen los macrófagos y después los linfocitos. El paso 
de estas células entre los intersticios endoteliales es capaz de 
producir daño a la pared capilar, con lo que aumenta la 
Perforinas
Serin
proteasas
Célula infectada
Perforinas
ensambladas
Célula
apoptosis
Procaspasa
Caspasa
Figura 4-10. Apoptosis de una célula anormal por efecto de una célula T citotóxica. Uno de los mecanismos efectores de las células T citotó-
xicas es el de destruir células afectadas por la acción de porinas y proteasas. Una vez que la célula T ha reconocido la célula dañada, se une 
a ella a través de un sistema de moléculas adhesivas, posteriormente libera una serie de proteínas llamadas porinas que se introducen en la 
membrana de la célula diana produciéndole una serie de canales a través de los cuales pueden entrar agua y proteasas liberadas por la célula 
T. Estas proteasas además de hidrolizar varios componentes proteínicos de la célula son capaces de activar unas proenzimas denominadas 
procaspasas, éstas, cuando se activan, se conocen como caspasas, que además de poder hidrolizar varios componentes de la célula son ca-
paces de activar otras caspasas en una cascada de eventos que culmina con la muerte de la célula diana por apoptosis.
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46  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
salida de líquido y plasma. Entre las proteínas que salen 
con el plasma están el fibrinógeno, las inmunoglobulinas 
y factores que activan la coagulación (factor de Hage-
man), y el sistema de cininas, sustancias vasoactivas que 
pueden perpetuar la vasodilatación. Además, las células 
que han salido producen y segregan diversos mediado-
res químicos (citocinas) que, por una parte, perpetúan la 
vasodilatación y, por otra, estimulan a las células de res-
puesta inmunitaria para aumentar su capacidad defensi-
va. Se activa la fagocitosis y con el transcurso del tiempo 
se activan linfocitos T y B, con lo que se desencadenan 
fenómenos de inmunidad celular y, más tarde, de inmu-
nidad humoral.
Las inmunoglobulinas producidas, principalmente 
las de clase IgM, al principio perpetúan la activación del 
complemento. La activación de la coagulación determina 
que el fibrinógeno liberado forme un edema duro a ma-
nera de coágulo intercelular. Eso hace que la inflamación 
cumpla su objetivo: separar o aislar del resto del organis-
mo al agente agresor.
Conforme el agente agresor es eliminado, el estímulo 
para las células que participan en la respuesta inflama-
toria disminuye en forma gradual, la vasodilatación co-
mienza a ceder y todos los restos de proteínas y tejido 
empiezan a ser eliminados por fagocitosis o proteólisis, 
iniciando la fase de reparación con neoformación de va-
sos sanguíneos y activación de fibroblastos que comien-
zan a producir y depositar en la matriz extracelular fibras 
de colágeno, elastina, etc., que finalmente producen la 
cicatrización (figura 4-12). En la actualidad se sabe que 
en los procesos inflamatorios, sobre todo de tipo crónico, 
se estimula la división celular para reparación de tejidos y 
cicatrización. En algunas ocasiones esta proliferación ce-
lular da origen a clonas de células con contenido alterado 
de material genético o zonas del genoma amplificado o 
silenciado por desacetilación de histonas o metilación 
de bases nitrogenadas. Fenómenos que determinan ac-
tivación de oncogenes, inactivación de proteínas supre-
soras de tumores, mutaciones en proteínas promotoras 
de apoptosis o mutaciones de las proteínas de repara-
ción del DNA. Todas estas modificaciones en conjunto, 
o a veces de forma individual, determinan la aparición 
de células con fenotipo canceroso. En algunas ocasiones 
estas células no son destruidas, sobreviven y determinan 
la aparición de un cáncer. La inflamación crónica puede 
determinar la aparición de un cáncer. Y desde hace pocos 
HOOCHOOC
Citosol
Cadena Cadena
α
Vα
Cα
Vβ
Cβ
β
S
S
S
S
S
S
S
S
S S
NH2 NH2
Figura 4-11. El receptor T del linfocito T. Este receptor es una mo- 
lécula formada por una cadena de aminoácidos conocida como cade-
na a y una cadena conocida como β. Ambas cadenas muestran una 
porción variable (V) y una porción constante (C). La porción variable 
de manera similar a lo que ocurre con las inmunoglobulinas tiene es-
pecificidad para una gran variedad de antígenos 1 × 109. Por tanto, 
hay tantas clonas de linfocitos T como tipos de receptor se pueden 
generar. El mecanismo genético es similar al de las inmunoglobuli-
nas. El receptor tiene una porción extracelular, una transmembrana 
y una intracelular. La estimulación del receptor transduce señales al 
interior activando en las células proteínas de señalización que actúan 
sobre los propios genes de la célula.
B7
Señal
2
MHC
II
CD28 Receptor T
Citocinas
TH
Figura 4-12. Estimulación del linfocito T ayudador (TH). El linfocito 
T ayudador recibe de alguna célula presentadora de antígeno el es- 
tímulo inicial para su activación. En este caso una célula dendrítica le 
presenta el antígeno dentro de una molécula MHC clase II, a la cual 
el linfocito T reconoce con su receptor T. Posteriormente la célula 
dendrítica presenta en su membrana una proteína denominada B7, 
la cual se unirá a un receptor de la membrana del linfocito T y que se 
conoce como CD 28; esta unión más el estímulo de citocinas libera-
das por la célula presentadora constituyen un segundo estímulo que 
finalmente conseguirán activar al linfocito TH. La estimulación de la 
célula C citotóxica o linfocito Tc, es un proceso similar, pero la célula 
presentadora puede ser cualquier célula nucleada no inmunitariaque 
presente al antígeno dentro de una molécula MHC clase I. Esta célu-
la además de activar al linfocito T, puede ser destruida por el sistema 
de porinas o por activación de caspasas a través de la proteína Fas.
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años se ha relacionado como factor fisiopatogénico en la 
obesidad, enfermedad en la que los pacientes muestran 
marcadores moleculares de inflamación.
El sistema del complemento consta de un grupo de 
aproximadamente 20 proteínas solubles fabricadas sobre 
todo en el hígado, las cuales circulan en la sangre y en 
el líquido intersticial (sus nombres codificados son C3, 
C5). En principio fueron identificadas por amplificar 
y complementar el efecto de los anticuerpos, pero algunos 
componentes del complemento son receptores de reco-
nocimiento que pueden ser activados de manera direc-
ta por inmunoestimulantes relacionados con patógenos. 
Existen tres vías de activación de los factores iniciales 
del complemento: la vía clásica, la vía de las lecitinas y la 
vía conocida como alternativa [vía del properdin, figura 
4-13]). Estas tres vías confluyen en la activación del C3 
por su rotura, que finalmente activa en cascada a C5, 
C6, C7, C8 y C9. Por último se introducen varios mo-
nómeros de C9 en la membrana del agente agresor para 
formar una especie de pozo similar al que hacen las po-
rinas, al cual se le conoce como complejo de ataque a las 
membranas. Estos poros, de cerca de 10 nm de diámetro, 
permiten el paso de agua y solutos al interior de la célula 
afectada, con las consecuencias que conllevan su destruc-
ción (figuras 4-13 y 4-14). 
Las reacciones de hipersensibilidad pueden entender-
se como reacciones inmunitarias exageradas que pro-
ducen daño tisular y enfermedades graves. Se describen 
cuatro tipos diferentes:
1. La tipo I está mediada por inmunoglobulinas del 
tipo de la IgE, y tiene como células efectoras a los 
linfocitos TH2. Se ejerce sobre antígenos solubles y 
trae como consecuencia la activación de mastocitos. 
Ejemplo de esto son los fenómenos alérgicos (rinitis, 
asma, anafilaxia).
2. La tipo II está mediada por anticuerpos de la clase 
IgG y actúa sobre antígenos relacionados con células 
o matriz extracelular. Activa al complemento, a los 
fagocitos y a las células asesinas naturales. Un ejem-
plo es la alergia a algunos medicamentos, como la 
penicilina.
3. La tipo III, también mediada por IgG, actúa sobre 
antígenos solubles para activar al complemento y la 
fagocitosis. Los ejemplos clásicos son la enfermedad 
del suero y la reacción de Arthus.
4. La tipo IV, mediada por células T, puede ser des-
encadenada por antígenos solubles o por antígenos 
asociados con células. En el primer caso, se activan 
los macrófagos que, al liberar una serie de citocinas, 
producen daño tisular como en la dermatitis por 
contacto y en la reacción a la tuberculina. En el otro 
caso se activa la citotoxicidad; las células T citotóxi-
cas producen daño tisular, como en la dermatitis por 
contacto.
Autoinmunidad
En ciertas circunstancias genéticas y ambientales el or-
ganismo es capaz de producir una respuesta inmunitaria 
contra antígenos propios; es decir, contra los propios teji-
dos. Es evidente que esta situación trae como consecuen-
cia daño a las células de los tejidos y, dependiendo del 
tipo de tejido afectado, se ocasiona una enfermedad es-
pecífica. Los mecanismos de autoinmunidad son la causa 
de varias enfermedades, las cuales pueden ser organoes-
pecíficas o afectar a la mayor parte del organismo.
Factores genéticos como el tipo de HLA son par-
ticularmente importantes para favorecer enfermedades 
autoinmunitarias. Los autoanticuerpos pueden ejercer 
efectos patológicos directos, y de igual manera los com-
plejos inmunitarios. Se sabe que, en algunos individuos, 
persisten algunas células T y B autorreactivas, clonas que 
no fueron eliminadas durante su diferenciación que son 
capaces de identificar y activarse ante antígenos propios, 
sobre todo antígenos denominados antígenos ocultos o 
secuestrados. Algunos antígenos microbianos comparten 
determinantes antigénicos con tejidos del organismo y 
dan origen a las reacciones cruzadas; es decir, clonas que 
se activaron con antígenos bacterianos o virales, que re-
Figura 4-13. Vías de activación del sistema del complemento. El 
sistema del complemento es un complejo de cerca de 20 proteínas 
plasmáticas que cuando se activa, lo hace en un orden secuencial y 
culmina en la polimerización de la proteína C9 en la membrana de 
una célula o microorganismo extraño. La polimerización de las su-
bunidades proteínicas forma las paredes de un poro conocido como 
complejo de ataque a la membrana por donde pueden ingresar líqui-
do y electrólitos osmóticamente activos a la célula dañada. Se han 
descrito en la actualidad tres vías de activación de este sistema. La 
vía clásica, activada por la unión de anticuerpos IgG o IgM, la vía de 
las lectinas, que se activa por unión de lectinas a células o antígenos 
simples, y la vía alternativa o del properdin activada por la acción de 
los antígenos de la superficie de patógenos. Las tres vías confluyen 
para producir la segmentación de la proteína C3, que posteriormente 
activará a C5, éste a C6, C6 a C7, C7 a C8, C8 a C9 y por último, C9 
polimerizará en la membrana de la célula diana para producir el poro 
de ataque a la membrana.
Vía
alternativa
Vía
lectinas
Vía
clásica
Superficie de
patógenos
Unión de
lectinas
Unión de
anticuerpos
Corte de C3
C5
C6
C7
C8
C9
B
D
MBL
MASP
C2
C4
C1
C2
C4
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48  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
conocen antígenos similares en tejidos propios y son ca-
paces de reaccionar contra ellos. Las células B producen 
anticuerpos contra estos tejidos, y las células T procesan 
antígenos que pueden amplificar la inmunidad humoral, 
pero, por otra parte, algunas células T citotóxicas produ-
cen daño directo a las células con autoantígenos iden-
tificados como extraños. Se sabe de familias en las que 
varios miembros están afectados por enfermedades au-
toinmunitarias, por lo cual es muy probable que existan 
genes heredables en forma mendeliana que predisponen 
a estas familias. Ciertos tipos de HLA (p. ej., B8 y DR3) 
predisponen a la enfermedad de Addison, y otros (B8, 
DQ8 y DQ 2/8) a la diabetes mellitus insulinodepen-
diente de tipo juvenil.
ENDOCRINOPATÍAS 
POR DAÑO INMUNITARIO
Una de las primeras enfermedades en las que se estable-
ció una relación causa-efecto entre la formación de au-
toanticuerpos y un padecimiento fue la tiroiditis de Has-
himoto, enfermedad de la tiroides con alta prevalencia en 
mujeres de edad mediana, que conduce por lo regular a 
bocio e hipotiroidismo. En estas pacientes, la glándula 
se encuentra infiltrada profusamente por fagocitos mo-
nonucleares, linfocitos y células plasmáticas, e incluso, 
existen nódulos linfoides secundarios; algunos folículos 
tiroideos se encuentran en degeneración. En estas perso-
nas pueden detectarse en suero anticuerpos contra tiro-
globulina; también es posible detectar anticuerpos contra 
un antígeno del citoplasma o microsomal que se encuen-
tra por igual en la porción apical de las células epiteliales 
del folículo y corresponde con la enzima peroxidasa ti-
roidea que cataliza la adición del yodo a la tiroglobulina.
Además de la tiroiditis de Hashimoto, otras condi-
ciones (p. ej., diabetes mellitus insulinodependiente de 
tipo juvenil, mixedema primario, enfermedad de Addi-
son, menopausia prematura y algunos tipos de infertili-
dad masculina) deben su origen a toda una serie de agre-
siones causadas por el aparato inmunitario contra estas 
glándulas específicas.Para concluir este capítulo, a continuación se des-
cribe la inmunopatogenia de la diabetes mellitus tipo 1, 
por ser ésta acerca de la cual se conocen con más detalle 
los eventos que conducen a su manifestación clínica. Se 
le ha considerado una enfermedad autoinmunitaria, en 
gran parte genéticamente determinada, de tipo fami-
C6
C5b
C8
C7
C9
C6 C7
C6
C8
C7
Figura 4-14. Formación del complejo de ataque a la membrana plasmática. Después de la activación de C6 y C7 y su unión con C5b, este 
complejo molecular a través de la activación de la proteína C8, activa a C9 para que finalmente forme el pozo del complejo de ataque a la mem-
brana plasmática que, como se ha mencionado, permeabiliza a la célula diana y la expone al efecto de la osmolaridad del líquido extracelular, 
el cual puede ser la causa de su destrucción.
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Endocrinopatías y respuesta inmunitaria  •  49
liar y que no se hereda siguiendo un patrón de herencia 
mendeliana (capítulo 3). La enfermedad se ocasiona por 
destrucción de las células β de los islotes de Langerhans 
por una insulitis desencadenada por células T citotóxicas. 
El componente genético importante está dado por una 
asociación de susceptibilidad con los haplotipos HLAB8 
y B15, y con antígenos MHC-II (HLA-DR8, DR1, DR3 
y DR4). También se observa relación con HLADQw8 y 
DQw3. La presencia de los HLA-A3, B7, DR2, DR5 y 
DQw1.2 se vincula con menor riesgo de desarrollar la 
enfermedad.
Factores ambientales, como el aloxano y algunos vi-
rus (como el de la rubéola, el coxsackievirus B y el del 
sarampión) se relacionan con la aparición de la enferme-
dad; 30% de los niños con rubéola congénita desarrolla 
la enfermedad.
Ciertas encuestas epidemiológicas sugieren que la le-
che de vaca favorece la aparición de este tipo de diabetes; 
al respecto, los ácidos grasos ω pueden proteger.
En estos pacientes se han demostrado anticuerpos 
que reaccionan contra las células a, β y δ de los islotes 
de Langerhans, sobre todo al inicio de la enfermedad. 
Asimismo, se han identificado tres tipos de anticuerpos 
contra las células de los islotes, cuya medición permi-
te predecir la aparición de la enfermedad, y se les llama 
ICAs, IAAs y 64KAs. En 65% de los parientes de un en-
fermo en quienes se presenten estos anticuerpos se de-
sarrolla diabetes antes de los 10 años de edad. Los IAAs 
son anticuerpos que se unen a la insulina y se presentan 
en los pacientes antes de las manifestaciones clínicas de 
la enfermedad. Se piensa que en las personas que aún no 
tienen diabetes tipo 1 y en quienes se detectan estos an-
ticuerpos sería posible iniciar un tratamiento que retarde 
su aparición.
Un aspecto muy interesante de las enfermedades au-
toinmunitarias es el hecho que estas se presentan con 
mucha más frecuencia en mujeres que en hombres, al-
gunos autores han encontrado una correlación entre el 
número de embarazos de la mujer y la frecuencia de 
este tipo de enfermedades. Una hipótesis que pretende 
explicar este fenómeno propone que las células fetales 
que pasan a la circulación materna colonizan distintos 
órganos en la economía de la mujer y que por contener 
genes y por lo tanto proteínas y otros antígenos prove-
nientes del padre del producto, inducen respuestas de 
inmunidad por identificación de los antígenos extraños; 
los cuales, en ocasiones dan reacciones cruzadas con los 
propios de la madre y su similitud con antígenos propios 
trae como consecuencia la activación de clonas de células 
inmunológicas que producen autoanticuerpos.
CONCLUSIONES
Tanto para el endocrinólogo como para cualquier médi-
co es indispensable el conocimiento de los mecanismos 
inmunitarios básicos que, en potencia, pueden producir 
un daño tisular que a la larga podría manifestarse como 
una enfermedad. Cuando se trata de tejidos glandulares, 
el daño origina padecimientos endocrinológicos.
Ya sea que se trate de inmunidad celular o humoral, 
así como de la activación del sistema del complemento, 
la inflamación o la fagocitosis, el entendimiento de los 
mecanismos inmunitarios que participan o desencade-
nan estos procesos facilitará el diseño de pruebas diag-
nósticas, se entenderán mejor las ya existentes y podrán 
diseñarse tratamientos más racionales y eficaces.
Teniendo en cuenta la predisposición genética, tanto 
heredada como la determinada por los antígenos MHC, 
es posible predecir la aparición de una endocrinopatía 
inmunitariamente determinada en un paciente determi-
nado, e incluso, establecer un manejo tendiente a evitar o 
retardar la aparición del cuadro clínico.
Es posible que en el futuro, con terapia génica, pue-
dan manipularse los genes responsables de estos padeci-
mientos. En relación con los diferentes tipos de cáncer 
glandular es posible que se diseñen anticuerpos manipu-
lados genéticamente que sean muy específicos contra las 
distintas células tumorales.
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50  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 4)
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