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Amibas comensales

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6Capítulo
Amibas comensales
Adela Luisa Ruiz Hernández
Contenido
■ Introducción
■ Clasifi cación y géneros de las amibas
■ Mecanismos de transmisión
■ Ciclo biológico
■ Características morfométricas de las 
amibas comensales
■ Aspectos clínicos
■ Mecanismos de adaptación e inmunidad
■ Epidemiología
■ Diagnóstico
■ Tratamiento
■ Profi laxis
■ Caso clínico
Preguntas de evaluación inicial
 1. ¿Cómo se defi ne el comensalismo?
 2 . ¿Cuáles son los géneros y especies de comensales hallados 
con frecuencia en el humano y cuál es su hábitat?
 3 . ¿Cuál es el ciclo biológico general de estas especies y qué 
formas poseen dentro de su ciclo?
 4 . ¿Qué características son importantes para diferenciar Enta-
moeba histolytica, Entamoeba dispar y Entamoeba hart-
manni?
 5 . ¿Qué recursos de laboratorio son esenciales para identifi car 
las amibas comensales?
 6 . ¿Qué tratamiento se indica en caso de identifi car amibas 
comensales en cavidad oral o en intestino?
 7. Aun cuando Entamoeba dispar, Entamoeba coli, Iodamoeba 
bütschlii y Endolimax nana no son amibas patógenas, ¿cuál 
es la importancia de su hallazgo?
 8 . ¿Con qué cuadros clínicos se relaciona la presencia de E. gin-
givalis?
Introducción
La mayoría de animales que vive de forma independiente en 
sus hábitat naturales busca su propio alimento, el agua y el 
oxígeno para llevar a cabo sus procesos metabólicos. Se han 
descrito entre los animales las asociaciones homoespecífi -
cas (individuos de la misma especie) y las heteroespecífi cas 
(sujetos de diferente especie), en particular las relaciones he-
teroespecífi cas son de mayor complejidad y requieren para 
su descripción el empleo de diversos términos, como el co-
mensalismo, foresis, simbiosis, mutualismo y parasitismo. 
Este capítulo hace hincapié en el comensalismo, aso-
ciación simple que se realiza con base en el refugio, defensa 
y mecanismos que permitirán a estas especies el suministro 
de alimento. El término signifi ca “comer en la misma mesa”, 
y el concepto puede considerarse como un tipo de relación 
de naturaleza simple, en la que dos organismos de diferente 
especie viven juntos sin ser metabólicamente dependientes 
el uno del otro, y donde esta ausencia de dependencia meta-
bólica hace la diferencia entre un comensal y un parásito. 
El concepto comensalismo alude a una relación en la que 
uno de los participantes, el comensal, adquiere cierto benefi -
cio de su relación con el huésped, sin que este último sufra 
daño u obtenga benefi cio de la misma. De acuerdo con la ubi-
cación donde participa ese huésped existen organismos co-
mensales que habitan en su superfi cie y que se denominan 
organismos ectocomensales. Asimismo, en este rubro se inclu-
yen a diversos organismos endocomensales, que se abordarán 
de modo particular.
Como parte de la continua evolución a la que están some-
tidos todos los seres vivos, diversos organismos desarrollaron 
procesos de adaptación, en particular de naturaleza fi siológica 
y morfológica. Dichos cambios acumulados y la oportunidad 
de ejecutarlos sobre un huésped idóneo, hacen posible estable-
cer una exitosa relación y, si de relaciones entre especies se tra-
ta, algunas lo harán como organismos parásitos patógenos y 
otras como especies comensales.
Multitud de factores ecológicos, de comportamiento y 
los propios e inherentes a las necesidades de cada especie, 
ayudarán al acercamiento y contacto entre un parásito y un 
huésped, para que en esa correspondencia prospere entre 
ambos la mejor relación huésped-parásito. Así, en el caso de 
las especies comensales (lo mismo que en las parásitas) los 
constantes contactos con un huésped potencial conducirán 
a que los visitantes externos tengan una forma fácil para per-
manecer alojados en el tubo digestivo que les permita contar 
con el espacio y nutrientes que les proporciona el huésped.
La mayoría de enfermedades parasitarias ocupan un 
lugar importante en la práctica médica y éstas son causa im-
portante de diversos padecimientos intestinales y extraintes-
tinales (tisulares) y donde la presencia en el intestino tanto 
de protozoarios comensales como de patógenos es la expre-
sión de las escasas condiciones de higiene y saneamiento bá-
sico general que muestra un individuo o una población. 
Se han descrito ocho organismos del grupo de las ami-
bas que viven en el tubo digestivo del humano, de las cuales 
sólo E. histolytica se considera como la especie patógena y el 
resto como comensal; es decir, que origina una participa-
ción con el huésped sin que se les atribuyan manifestaciones 
clínicas o daño de una forma habitual. 
Ya dentro del huésped, por simple que fuera algún me-
canismo posible de agresión de estas especies incipientes o 
comensales, todas ellas enfrentarán las barreras que protegen 
a quien los alberga. Desde su ingreso al huésped los protozoos 
intestinales sobreviven a diversos eventos físico-químicos 
que inician en principio con la acción desde enzimas saliva-
les, maceración, acción de enzimas digestivas, temperatura, 
presión osmótica, concentración elevada de hidrogeniones en 
el estómago, ambiente de anaerobiosis, presencia de bacterias 
intestinales, entre otros.
Las amibas son organismos anaerobios facultativos con 
capacidades para desarrollar adaptaciones fi siológicas y se 
presentan en casi cualquier hábitat natural capaz de tolerar 
vida. Estos organismos pueden vivir en ambientes con bajas 
concentraciones de oxígeno, lo que sugiere una modifi cación 
en su metabolismo oxidativo. Otra situación a la que se en-
frentan estas especies no sólo los comensales, es sin lugar a 
duda la barrera conformada por la respuesta inmune del hués-
ped, en la que participan diversos grupos celulares, anticuer-
pos y otras proteínas. Bajo esta circunstancia, la mucosa intes-
tinal posee mecanismos de defensa específi cos (sistema in-
munitario secretor común de las mucosas, inmunoglobuli-
nas de los tipos IgA, IgM e IgG, tejido linfoide, que se localiza 
desde la cavidad oral y glándulas salivales) e inespecífi cos (ba-
rrera epitelial, bilis, secreción pancreática, lisozima, moco, 
interferón y microfl ora intestinal), que interactúan de manera 
sinérgica ante la presencia de agentes biológicos ajenos y a esto 
no escapan las amibas comensales. Las especies que superan y 
controlan estas difi cultades o evaden la respuesta inmune, 
tendrán la oportunidad de generar índices de reproducción 
elevados y los portadores de ellas serán elemento signifi cativo 
en la diseminación en el ambiente.
Clasifi cación y géneros 
de las amibas
Las amibas comensales son complejos organismos unicelu-
lares Eucariotes, pertenecen al reino Protozoa, subreino 
Sarcomastigophora, Phylum Amoebozoa, superclase Rhizo-
poda. Todos los representantes de este grupo emiten proyec-
ciones plasmáticas que se denominan seudópodos, que les 
proporcionan una forma de locomoción realizada por desli-
zamiento. 
El tubo digestivo humano puede estar colonizado por 
ocho especies de amibas que se consideran como no patóge-
nas o comensales, Entamoeba gingivalis, Entamoeba dispar, 
Entamoeba hartmanni, Entamoeba coli, Entamoeba mosh-
kovskii, Entamoeba polecki, Iodamoeba bütschlii y Endoli-
max nana; todas las cuales forman trofozoítos y quistes, con 
excepción de E. gingivalis, que sólo desarrolla trofozoítos. 
Algunos autores consideran que el hallazgo en el humano de 
E. gingivalis, Entamoeba polecki (parásito del cerdo y chan-
gos) y Entamoeba moshkovskii, por lo general muestran un 
comportamiento de organismos comensales; sin embargo, 
se ha observado que estas especies podrían generar hallazgos 
y patologías indeterminadas que pueden establecerse bajo 
ciertas circunstancias en diversos grupos de edad.
Mecanismos de transmisión
El mecanismo de transmisión en la mayoría de amibas co-
mensales del humano es el fecalismo, lo que implica la con-
taminación de alimentos, bebidas o fomites contaminados 
con materia fecal que proviene de individuos que las padecen 
y eliminan;esta situación se resume en el constante e imper-
ceptible hábito de la coprofagia. Las especies son altamente 
resistentes al medio ambiente e incluso cuando están dentro 
del huésped pueden permanecer en su intestino por sema-
nas, meses e incluso años. 
En el caso particular de E. gingivalis, la ausencia de 
una fase quística hace notar que el mecanismo de transmi-
sión de la fase de trofozoíto y de un individuo a otro es a 
través de un contacto directo, tan simple como un beso o 
Capítulo 6 Amibas comensales44
por transmisión indirecta como el empleo compartido de 
utensilios como cubiertos (cucharas o tenedores) y aun el 
beber del mismo recipiente.
En las otras especies de amibas comensales la forma 
infectante y resistente la constituye el quiste, que le permite 
su permanencia y viabilidad en el medio ambiente.
Ciclo biológico
El ciclo biológico de los protozoarios intestinales muestra 
dos etapas, el desenquistamiento y el enquistamiento, pro-
cesos que en particular estudiaron y consideraron como 
modelo el de E. histolytica (patógena), ya que las especies 
comensales al no mostrar un patrón de patogenicidad que 
exija un mayor estudio, en apariencia no se demanda una 
mayor profundidad en este aspecto. 
Después de que el quiste ingresa al huésped por vía 
oral, es deglutido y transportado hacia el estómago, después 
llega al intestino delgado y en todo este trayecto la acción 
del ácido gástrico y de enzimas digestivas llevan a cabo la 
tarea de reblandecer y debilitar la pared quística. En este 
recorrido el protozoario se ve sometido a los efectos y modi-
fi caciones diversas dentro del huésped, como la acción de la 
temperatura propia, a la acción de un ambiente con bajo po-
tencial de oxidorreducción o a un pH neutro o alcalino. Este 
conjunto de eventos físico-químicos contribuirá a que emer-
jan las formas móviles, los trofozoítos, mismos que conti-
nuarán su viaje ayudados por el peristaltismo para ser 
transportados en el contenido digestivo a otros segmentos 
intestinales, en los cuales dependiendo de la especie se diri-
girán a la luz del intestino grueso y ahí se pondrán en con-
tacto con la superfi cie epitelial, llegar a las criptas e iniciar 
ciclos de multiplicación y colonización. En esta zona la ami-
ba encontrará el espacio y cierto grado de protección, así 
como abundante moco que actúa como una barrera. 
El proceso de enquistamiento se lleva a cabo en la luz del 
intestino, y éste se efectúa cuando los trofozoítos tienen que 
enfrentar condiciones que no le son favorables para su super-
vivencia, como ocurre con la deshidratación en el microam-
biente debido a la absorción de agua que se lleva a cabo en la 
última porción del intestino grueso (hábitat de las amibas). El 
trofozoíto para subsistir inicia un proceso en el que adopta 
una forma redondeada, la cual poco a poco sintetiza una pa-
red de mayor grosor; también durante el enquistamiento en el 
citoplasma se incorpora material de reserva y en forma gra-
dual el protozoario adquiere la fase de prequiste, después la 
de quiste inmaduro y por último —según sea la especie— se 
transformará por mitosis en un quiste maduro, mismo que 
se expulsará con las heces fecales. Tanto los trofozoítos como 
los quistes pueden salir al exterior con la materia fecal, los 
primeros son formas lábiles y mueren con rapidez, no así 
los quistes que pueden resistir el medio ambiente exterior por 
varios días.
La mayoría de las especies de amibas presenta fenóme-
nos de adhesión y los responsables de ese proceso son los 
trofozoítos. En experimentos se observó en cultivos que esta 
capacidad de fi jación la posee esta fase del parásito, incluso 
a la fi jación misma sobre diversos sustratos naturales o iner-
tes como el colágeno y albúmina, así como al vidrio y a plás-
ticos. Al parecer en ese proceso de adhesión se involucran 
mecanismos específi cos e inespecífi cos, los primeros se re-
lacionan con la fi jación de las amibas a células del huésped 
mediante interacción de moléculas que están presentes tan-
to en la superfi cie del parásito como en la célula, y los segun-
dos se refi eren a la participación de adhesión a superfi cies 
inertes. A través de estudios bioquímicos se pudo demos-
trar la presencia de una lectina amibiana, proteína que re-
conoce carbohidratos específi cos presentes en la superfi cie 
de las células intestinales del huésped, también fue posible 
determinar que esta lectina se encuentra en concentracio-
nes similares tanto en amibas patógenas, como en no pa-
tógenas. 
Características morfométricas 
de las amibas comensales
En el género Entamoeba están comprendidas las amibas en-
doparásitas, este grupo se caracteriza por la presencia de un 
núcleo vesicular y un endosoma o cariosoma algo pequeño, 
que se ubica sobre o cerca del centr o del núcleo, al igual que 
gránulos de cromatina periféricos que revisten de forma re-
gular y/o irregular la membrana nuclear que se aprecia con 
claridad. Por lo general, el trofozoíto presenta un solo núcleo 
que conserva las mismas características nucleares del quiste.
Entamoeba gingivalis
Fue la primera amiba descrita en el humano, en 1849 Gros la 
aisló y describió en muestras procedentes de sarro dentario. 
Esta especie no forma quistes y su interés radica en el nicho 
ecológico especializado donde habita, la cavidad bucal. Vive 
en las encías, tejidos periodontales y bolsas gingivales cerca-
nas a la base dental, en ocasiones se puede encontrar en las 
criptas amigdalinas. Respecto de la forma que muestra la 
única fase que presenta de trofozoíto, ésta mide de 10 a 20 
μm de diámetro con un endoplasma granuloso y vacuolado, 
pueden observarse en su interior restos celulares, leucocitos, 
bacterias y algunas veces eritrocitos, el ectoplasma es trans-
lúcido. Presenta un núcleo con una membrana de apariencia 
remarcada a expensas de fi nos gránulos de cromatina, en el 
interior del núcleo se aprecia un endosoma que se sitúa 
situado en la parte central. Cuando el trofozoíto se desplaza 
mediante sus seudópodos lo hace con movimientos muy rá-
pidos, emitiendo seudópodos por sus proyecciones de mane-
ra explosiva, esta forma móvil del parásito es muy similar a 
la de E. histolytica.
Se ha señalado la función de esta amiba en diversos 
procesos periodontales o del campo estomatológico que in-
cluyen caries, pulpitis, estomatitis úlcero-necróticas y gan-
grenas, entre otras. También se reportaron casos de lesiones 
en el nivel maxilofacial, con desarrollo de estructuras nodu-
Características morfométricas de las amibas comensales 45
lares cervicales infectadas con esta amiba. Existen factores 
de riesgo que podrían estar involucrados, con lo que se faci-
litan cuadros de infección por esta especie amibiana, como 
la diabetes mellitus, el tabaquismo, pacientes con quimiote-
rapia anticancerígena, entre otros. E. gingivalis se relaciona 
con tasas de infección hasta de 50% en procesos de gingivi-
tis y el diagnóstico de estos casos se establece porque el pa-
ciente presenta una enfermedad periodontal avanzada.
Asimismo, se ha observado que la población de esta 
amiba se incrementa cuando existen procesos de piorrea al-
veolar o la proliferación que se relaciona con el empleo de 
prótesis dentales, más aún si éstas no reciben una limpieza 
adecuada. Entamoeba gingivalis también se aísla de bocas 
sanas y con buena higiene. Es posible reconocer esta especie 
compartiendo el mismo hábitat con Trichomonas tenax o sos-
pecharse de su presencia ante un cuadro de movilidad dental 
generalizado, con aumento de volumen de la lengua, halito-
sis, hemorragias y prurito a nivel gingival, en particular en 
personas jóvenes.
Se reportaron amibas descritas como E. gingivalis en 
frotis vaginales y en cuello uterino de mujeres que emplea-
ban dispositivos intrauterinos y asociada con la ameba se 
pudo identifi car a Actinomyces, bacteria fi lamentosa.
Este comensal se aisló también en primates, perros y ga-
tos. Hoy en día un aspecto importante a considerar es la in-fección VIH/SIDA, en la cual la presencia de E. gingivalis se 
manifi esta acompañando patologías bucales dada la marcada 
inmunosupresión que puede observarse en multitud de casos 
que se relacionan con el inmunocompromiso.
Entamoeba dispar
En 1925, Brumpt propuso diferenciar y clasifi car dos especies 
del género Entamoeba: una patógena, E. histolytica (Schau-
dinn, 1903) y otra no patógena, E. dispar, cuya morfología es 
idéntica a la primera, y la diferenciación entre ambas se basa 
en aspectos inmunológicos y en patrones isoenzimáticos. 
Esta hipótesis de dualidad propuesta por Brumpt no fue 
aceptada hasta 1993, cuando las investigaciones que se reali-
zaron establecieron bases de diferenciación genómicas, bio-
químicas e inmunológicas, y culminaron con la propuesta 
de la separación de ambas especies, denominándose a E. dis-
par como la especie no patógena, y a E. histolytica como la 
patógena. A partir de entonces las nuevas técnicas molecula-
res permitieron diferenciar con mayor precisión y claridad a 
E. histolytica de E. dispar, determinándose, para la primera, 
mecanismos relacionados con su capacidad patógena como 
la presencia de lectina galactosa-galactosamina (responsable 
de la adherencia), la presencia de polipéptidos solubles (ami-
baporos) que se insertan en la membrana celular e inducen 
lisis; también se caracterizaron proteasas de cisteína capaces 
de degradar diversos componentes de la matriz celular e in-
volucradas también con la evasión de la respuesta inmune 
(degradan IgA e IgG y anafi lotoxinas C3a y C5a). Por el con-
trario, en E. dispar la presencia de amibaporos y proteasas de 
cisteína se encuentra en menor concentración y con menor 
actividad biológica, lo que hace suponer que tiene un impac-
to en la carencia de patogenicidad de esta especie. Existen 
también diferencias respecto del número de zimodemos que 
sirven para diferenciar amibas patógenas de no patógenas. 
Prácticamente todos los individuos asintomáticos que elimi-
nan quistes en heces tienen E. dispar. En la actualidad se 
hace referencia al complejo E. histolytica/E. dispar.
Las dimensiones y características morfológicas que pre-
senta E. dispar son iguales a E. histolytica con una fase de 
trofozoíto de 20 a 50 μm; con tinciones especiales se pue-
de observar su único núcleo con endosoma fi no y central, 
además de cromatina periférica nuclear en forma de gránulos 
homogéneamente distribuidos. Los quistes miden de 10 a 20 
μm, y presenta cuatro núcleos con endosoma fi no y central. 
Entamoeba hartmanni
Antes conocida como Entamoeba minuta (Woodcock, 1916) 
y durante mucho tiempo diversos autores la consideraron la 
raza pequeña de E. histolytica. En 1958, Faust publicó una 
descripción detallada de esta amiba y estableció las diferen-
cias morfológicas respecto de las de E. histolytica. Entamoe-
ba hartmanni habita en la luz del intestino grueso y no es 
invasora. Desde el punto de vista morfológico, esta especie, 
al ser semejante a las fases que posee a E. histolytica, con 
excepción de su tamaño, debe tomarse en cuenta. E. hart-
manni desarrolla trofozoítos de 4 a 10 μm de diámetro, tiene 
un citoplasma vacuolado que se parece, incluso, al que 
muestra otra amiba comensal, Entamoeba coli; el núcleo 
único del trofozoíto de Entamoeba hartmanni en esta fase 
muestra un endosoma central y la cromatina periférica se 
distribuye de forma homogénea. La medida de los quistes 
oscila entre 5 y 10 μm de diámetro, pueden estar vacuolados 
y demostrarse con una tinción permanente cuerpos croma-
toides de aspecto baciloide o similares a un grano de arroz.
Una diferencia evidente es que esta pequeña amiba no 
fagocita eritrocitos y su desplazamiento es por lo general 
más lento. Aun cuando E. hartmanni es una especie comensal, 
es importante considerar a partir del plano morfométrico 
que las formas de mayor tamaño de ella pueden confundir-
se con las formas de menores dimensiones que muestra E. 
histolytica, lo que podría llevar a establecer un diagnóstico 
equívoco y a un tratamiento impreciso o erróneo.
Entamoeba coli
Al parecer Lewis fue quien observó por primera vez esta 
amiba en 1870, pero fue Gras hasta 1877 quien realizó la 
primera identifi cación y descripción. Es un protozoario co-
mensal del intestino grueso y con frecuencia se advierte en 
coexistencia con E. histolytica. En su calidad de amiba no 
patógena, no provoca lisis tisular y se alimenta de bacterias, 
levaduras y otros protozoarios, rara vez de eritrocitos, a me-
nos que se encuentren cercanos a su medio. Su migración 
Capítulo 6 Amibas comensales46
hacia el intestino grueso es semejante a la que realiza E. his-
tolytica, y en ocasiones puede confundirse con ella, lo que 
lleva a prescribir tratamientos innecesarios o dejar sin tra-
tamiento las infecciones por E. histolytica. Entamoeba coli 
tiene una amplia distribución mundial, aunque su mayor 
recurrencia se registra en climas cálidos y tropicales; parece 
que este comensal nunca hidroliza el tejido de su huésped. 
Algunos autores consideran que esta amiba es más común 
que E. histolytica, con base en su mayor capacidad para so-
brevivir en ambientes de putrefacción y desecación.
En cuanto a sus características morfológicas presenta 
las fases de trofozoíto, prequiste, quiste, metaquiste y trofo-
zoíto metaquístico. 
El trofozoíto mide entre 15 y 50 μm; si se observa vivo 
en heces diarreicas se reconoce un citoplasma viscoso y va-
cuolado y en ocasiones no es fácil diferenciar el ectoplasma 
del endoplasma ni tampoco el núcleo; se desplaza mediante 
movimientos lentos y emite seudópodos cortos y romos; es 
por esta característica propia del movimiento que podría 
confundirse con E. histolytica. Las características nucleares 
se advierten mejor mediante tinción, con la que se observa la 
distribución irregular de la cromatina periférica nuclear, no 
sólo en tamaño sino en la disposición sobre la membrana. El 
endosoma o cariosoma es algo grande, con distribución de 
forma irregular y se sitúa casi siempre de manera excéntrica, 
en ocasiones pueden reconocerse gránulos dispersos de 
cromatina entre el endosoma y la cromatina periférica. Con 
tinciones el interior del trofozoíto está vacuolado y en el en-
doplasma pueden distinguirse diversas granulaciones.
El quiste mide de 10 a 30 μm de diámetro, muestra una 
doble pared refráctil y el citoplasma carece de vacuolas. En 
preparaciones teñidas con Lugol los núcleos se observan con 
facilidad, ocho en promedio, aunque el número puede ser 
menor o mayor; el endosoma y la distribución de la croma-
tina periférica siguen los mismos patrones que el trofozoíto. 
Algunas veces se advierte una masa de glucógeno y barras 
cromatoides en forma de astilla (fi gura 6-1).
Entamoeba moshkovskii
Este protozoario muestra una gran semejanza morfológica 
con E. histolytica y E. dispar. E. moshkovskii fue descubier-
ta en una planta de aguas negras en Moscú (1941), después 
se reportó en Brasil y en Gran Bretaña. Con anterioridad 
E. moshkovskii fue identifi cada y descrita como E. histo-
lytica, variedad Laredo (Clark y Diamond, 1991), y desde 
entonces se consideró como una amiba de vida libre y que 
rara vez infectaba a humanos, en particular mostrando su 
capacidad para crecer a temperatura ambiente. E. moshko-
vskii se aisló de aguas negras y diversos autores la conside-
raron una verdadera especie de vida libre. Tiene su óptimo 
desarrollo cuando se cultiva a 24 ºC, pero se advierte que a 
37 ºC, puede crecer adecuadamente, pero sin llegar a en-
quistarse. 
Esta amiba tiene una gran tolerancia a las diferencias 
de temperatura, ya que se observa su variabilidad de creci-
miento entre 10 a 37 ºC, y crece favorablemente en medios 
hipotónicos. Se señala que esta amiba carece de histonas de 
DNA en su núcleo, elementos observables en los proto-
zoarios en estado libre.
E. moshkovskii se ha aislado en heces de niños en Ban-
gladesh, determinándose su frecuencia en 21% en heces sin 
diarrea o disentería, lo que se sugiere que E. moshkovskiies 
un parásito al parecer no patógeno y no invasivo. Sin em-
bargo, la alta prevalencia de infección por E. moshkovskii es 
posible que pase inadvertida, puesto que la mayoría de esas 
infecciones (74%) son infecciones mixtas donde se involu-
cra el complejo E. histolytica/E. dispar, o ambas. 
Entamoeba polecki
Es una especie identifi cada en 1912 por von Prowazek, en 
Checoslovaquia, en las heces de dos estudiantes, en quienes 
también se hallaron después las mismas formas quísticas. 
Después de este hallazgo, en 1949 de nuevo se reportaron 
casos humanos, sugiriéndose que éstos debieron existir en 
un periodo clínico, que quizá no se diferenciaron y que de 
modo erróneo fueron diagnosticados como provocados por 
E. histolytica. Su hallazgo no se relacionó con patogenia al-
guna y se sugirió que podría relacionarse con una leve 
sintomatología digestiva que pasaría inadvertida.
El hallazgo posterior de esta especie se relacionó con 
infecciones en el cerdo y algunos primates (monos), aunque 
la infección también se señaló en cabras, ovejas, reses y 
otros animales silvestres.
Desde el punto de vista morfológico esta amiba es 
igual a E. histolytica, E. dispar y E. coli, aunque E. polecki 
tiene característicamente quistes uninucleados que la hacen 
diferenciarse con facilidad de las otras especies.
Los trofozoítos se asemejan a los de E. coli por el tipo 
de movilidad que presentan, aspecto granular, vacuolas 
citoplasmáticas e ingestión de bacterias. La emisión de seu-
dópodos de E. polecki suele ser lenta. En muestras teñidas 
puede apreciarse un endosoma o cariosoma de localización 
Figura 6-1 Quistes de Entamoeba coli. Examen directo teñido con Lu-
gol (40 ).
Características morfométricas de las amibas comensales 47
central y compacto, la distribución de la cromatina periféri-
ca suele observarse a manera de fi nos gránulos sobre la 
membrana nuclear, y si se revisa a detalle la cromatina, po-
drá comprobarse que se deposita en uno o en ambos polos 
de la misma, e incluso puede advertirse característicamente 
la cromatina que se deposita y acumula dejando pequeños 
espacios entre ella, lo que hace otra diferencia con otras es-
pecies similares. Los trofozoítos de E. polecki son redondea-
dos y miden entre 12 y 18 μm.
El quiste es esférico, mide entre 12 y 15 μm y se caracte-
riza por presentar un solo núcleo, pocas veces puede ser binu-
cleado o tetranucleado y muestra la misma distribución de la 
cromatina periférica nuclear que tiene el trofozoíto. Se apre-
cia un abundante material cromatoidal dispuesto en barras, 
las cuales muestran extremos angulares con terminaciones 
puntiagudas e incluso se visualizó este material en forma 
trenzada. Puede haber también vacuolas de glucógeno al 
igual que elementos dispuestos en forma de masas de inclu-
sión esféricas u ovoides, y cuya naturaleza se desconoce. 
Iodamoeba bütschlii
Este género fue establecido por Dobell en 1919, para referir-
se a una especie de amiba que habitaba el intestino del hu-
mano. Se mencionó que esta especie forma parte del grupo 
de organismos comensales; sin embargo, existe en la biblio-
grafía un caso de muerte que se atribuye a esta amiba (De-
rrick, 1948); este hallazgo y notifi cación fue discutible, ya 
que se menciona que el agente identifi cado era una especie 
“parecida a” Iodamoeba; si bien la mayoría de especies de 
amibas puede mostrar una vacuola de glucógeno en algunas 
fases de su ciclo, éste no constituye el único elemento para 
emitir un juicio de identifi cación.
Esta amiba recibe su nombre genérico gracias a su va-
cuola de glucógeno, evidente en su fase quística y que al te-
ñirse con Lugol pareciera ser su único contenido. Aunque las 
vacuolas de glucógeno se pueden reconocer en otras amibas 
intestinales, nunca evidencian un contorno tan regular ni 
tan frecuente como el que presenta Iodamoeba.
Los trofozoítos sin teñir no muestran características 
específi cas que permitan su identifi cación, miden entre 4 y 
20 μm de diámetro, forman seudópodos hialinos y su movi-
miento es muy lento; el citoplasma puede contener bacterias, 
pero no eritrocitos. Con tinción permanente se observa su 
núcleo delimitado por una membrana fi na y la tinción desta-
ca la presencia de un gran endosoma más o menos central, y 
en el extremo contrario podrá apreciarse la vacuola. Si bien 
redondo, este endosoma es irregular y está rodeado por una 
pequeña capa de gránulos de cromatina, cuya disposición 
anular se localiza entre el endosoma y la membrana nuclear.
Los quistes son variados, en cuanto a forma los hay ova-
lados, piriformes o esféricos y miden de 6 a 15 μm; con una 
tinción temporal con Lugol es evidente observar la vacuola de 
glucógeno en un tono café rojizo. Presenta un solo núcleo con 
endosoma central o excéntrico, y en ocasiones pueden reco-
nocerse fi brillas acromáticas cercanas al endosoma. Con la 
tinción de hematoxilina férrica, el citoplasma se observa gris 
azulado y una gran zona clara que corresponde al espacio que 
ocupaba la vacuola de glucógeno (fi gura 6-2).
Endolimax nana
Esta pequeña amiba se identifi có en 1908; sin embargo, se 
reconocen las aportaciones hechas por Wenyon y O’Connor 
(1917) por realizar la primera designación específi ca a esta 
amiba. E. nana es una especie exclusiva del humano, se con-
sidera comensal, no obstante que se le relacionó en ciertos 
casos de diarrea crónica, enterocolitis o urticaria, por lo 
cual se discute su papel como patógeno.
Endolimax nana es también un protozoario intestinal 
de pequeñas dimensiones y con una distribución mundial 
semejante a la que tienen otras amibas comensales. Se loca-
liza en el intestino grueso del humano, en particular en el 
nivel del ciego y se alimenta también de bacterias. Se detec-
taron especies diferentes de Endolimax en gallina, cobayo, 
tortugas y cucarachas. Semejante a otros comensales, tiene 
una amplia distribución mundial.
Producto del desenquistamiento de E. nana emergen 
cuatro trofozoítos poco móviles, cada uno es una fi na amiba 
de alrededor de 6 a 15 μm de diámetro, aunque casi nunca 
rebasa los 10 μm; el ectoplasma lo constituye una delgada 
capa que rodea al endoplasma granular; en preparaciones 
en fresco esta fase emite seudópodos cortos y de movi-
miento brusco, aunque su desplazamiento es lento, motivo 
por el cual adopta su nombre (lo que signifi ca “enano, inter-
no y lento”). Su núcleo es pequeño con un endosoma grande 
que se ubica en el centro o cercano a la periferia de la mem-
brana nuclear; en esta zona la cromatina marginal está dis-
puesta de manera fi na y es frecuente encontrar vacuolas 
alimenticias. La forma de prequiste secreta una pared y al-
gunas veces pueden reconocerse pequeñas barras cromatoi-
des curvas en su interior.
El quiste es ovoide elipsoidal, aunque también los hay 
esféricos, mide entre 6 y 12 μm de diámetro; teñido con Lugol 
el citoplasma es fi namente granular. Sus núcleos refringen-
tes son obvios, cuatro, las más de las veces, aunque es posible 
encontrar menos (fi gura 6-3). En preparaciones sin teñir y de-
Figura 6-2 Quistes de Iodamoeba bütschlii. Tinción con hematoxilina 
férrica (100 ).
Capítulo 6 Amibas comensales48
bido al tamaño se puede confundir con E. hartmanni y por 
ello se requiere una tinción permanente para establecer la di-
ferencia y el diagnóstico.
Aspectos clínicos
Aun cuando estos protozoarios comensales pueden elimi-
narse de manera abundante, se conoce que el individuo que 
los padece no manifi esta sintomatología; sin embargo, algu-
nos reportes en la literatura señalan la detección de amibas 
comensales y su relación con diversas manifestaciones clí-
nicas como dolor abdominal, hiporexia, diarrea acuosa, pa-
lidez, bruxismo y prurito; cabe señalar que esta asociación 
de datos clínicos se observó cuando se identifi caron tanto 
Entamoeba coli como Endolimax nana. 
En relación con E. coli, en 1943 se realizó un estudio 
experimental en animales (perros y gatos) con la fi nalidad 
de establecer la función patógena deesta amiba. Esta inves-
tigación se fundamentó en el estudio y la presencia de E. coli 
y condiciones que podrían ser susceptibles para comprobar 
un cuadro de amibiasis en animales, donde la fl ora intesti-
nal juega un papel preponderante. En el análisis se emplea-
ron cultivos de E. coli y en los resultados se reprodujo un 
cuadro agudo de amibiasis intestinal en 100% de estos ani-
males, argumentándose que Entamoeba coli era una especie 
patógena bajo condiciones apropiadas y asociadas con la pre-
sencia intestinal que proporcionaba Streptococcus hemolyti-
cus, así como a la presencia de bilis, en la cual esta mezcla de 
organismos, hábitat y condiciones propias intestinales que 
generaran un cuadro agudo de infección en los animales, era 
semejante al que produce E. histolytica. 
En el caso particular de E. polecki la probable patoge-
nia que genera esta especie no está demostrada, y sólo se 
relaciona su hallazgo en muestra de heces y está limitada a 
ciertas o escasas manifestaciones digestivas. 
E. gingivalis, especie de cavidad oral, y que por su pa-
pel de comensal y/o su capacidad como especie patógena 
sólo se puede comprender en el campo odontológico, donde 
se muestran en verdad todas aquellas características del 
huésped que la albergan y asocian con su posible patología.
Mecanismos de adaptación 
e inmunidad
En esta relación simbiótica entre huésped y comensal es 
probable que se alcance un equilibrio favorecido en mayor 
grado hacia el visitante, observándose una generosa multi-
plicación del protozoario. El huésped cuenta con mecanis-
mos de defensa que se activan para eliminarlo; fi nalmente el 
comensal es un agente extraño y su presencia no benefi cia 
función alguna en el huésped, por el contrario, toma nu-
trientes de él, sigue colonizándolo, vive bien adaptado y de-
sarrolla tolerancia en el huésped. Quizá se establezca una 
selección de tolerancia mutua o tolerancia de adaptación y 
un prototipo de proceso de “selección” podría estar dirigido 
a identifi car determinantes antigénicos que estén presentes 
en varias generaciones, al parecer estos determinantes per-
sisten en estas especies comensales, con lo cual se podría 
estimular el desarrollo de una inmunidad protectora, que 
poco a poco establece una correlación con los determinan-
tes del huésped y el resultado es que estas especies ajenas 
podrían reconocerse como “propias”, por ejemplo, cuando se 
muestran antígenos comunes o compartidos. Tales antíge-
nos, compartidos desde el punto de vista genético y prove-
nientes de estas especies inocuas, reciben el nombre de antí-
genos “eclipsados”; por su parte, si proceden del huésped se 
denominan antígenos contaminantes. Asimismo, es posible 
que otra explicación a la ausencia de reacción del huésped a 
estas amibas, podría estar manifi esta con base en la teoría de 
las manchas inmunológicas “ciegas”, es decir, antígenos pre-
sentes en el microorganismo a los que el huésped no reaccio-
na porque no reconoce su presencia.
Epidemiología
El fecalismo, que se observa en la infección de amibas intes-
tinales, muestra la defi ciencia de hábitos higiénicos, la in-
adecuada disposición de excretas y una pobre información 
sobre el parasitismo, que son factores que favorecen no sólo 
la invasión por estas especies comensales, sino también la 
infección de patógenas. La presencia en el intestino de orga-
nismos comensales indica un ciclo fecal oral en el medio 
ambiente del individuo, sus hallazgos son marcadores in-
discutibles de contaminación fecal. Este enfoque lo sostiene 
la División de Parasitología de los Centers for Disease Control 
and Prevention (CDC, Centro para el Control y la Preven-
ción de Enfermedades) ante la presencia de especies intesti-
nales no patógenas.
Se conocen las altas prevalencias de las especies co-
mensales, a través de los estudios nacionales y en el extran-
jero. En México, al igual que en otras partes del mundo, su 
incidencia es elevada, con porcentajes variados que depen-
den del área geográfi ca y el grupo de edad. Se han detectado 
frecuencias de E. coli y E. nana de 20 hasta 70%, y para I. 
bütschlii de 5 a 35%. Llama la atención que en la mayoría de 
estudios epidemiológicos que se realizaron no hay informa-
Figura 6-3 Quistes de Endolimax nana. Tinción con hematoxilina férri-
ca (100 ).
Epidemiología 49
ción sobre E. hartmanni, tal vez porque no se reconoce y se 
confunde con E. histolytica, incluso con E. nana, con una 
frecuencia que puede presentarse de 4 hasta 40%. No es raro 
el hallazgo diagnóstico de la infección por dos o más espe-
cies, sean éstas comensales o comensales y patógenas.
Respecto de la frecuencia de E. gingivalis, algunas inves-
tigaciones comentan su frecuencia que va de 59 a 95%, en par-
ticular en pacientes con patologías dentales, que muestran 
desde 10 hasta 32% en individuos con buena higiene bucal.
E. moshkovskii tiene reportes de frecuencia de 21.1% en 
niños que mostraron sintomatología gastrointestinal.
E. polecki rara vez se encuentra en el humano, tiene una 
epidemiología general y relativamente impredecible. La enfer-
medad es mucho más común en las zonas rurales que las urba-
nas. Se estima que en Nueva Guinea existe una prevalencia de 
19% en la población; así como se considera endémica en Cam-
boya, Vietnam, Paquistán y en Venezuela. En EUA se generó 
un aumento en el diagnóstico de esta especie. E. gingivalis 
también fue relacionada no sólo con patologías infl amatorias 
dentales, sino con casos de osteomielitis maxilar e incluso con 
problemas pulmonares, ginecológicos, como endometritis, y 
en la presencia de nódulos que se localizan en cuello.
Diagnóstico
Tratándose de especies comensales y con la ausencia, la ma-
yoría de las veces, de manifestaciones clínicas no habrá nin-
guna sospecha de infección. El diagnóstico de las especies 
intestinales sólo puede establecerse mediante la observa-
ción microscópica de materia fecal, ya sea por un examen 
directo o mediante una técnica de concentración de fl ota-
ción o concentración de sedimentación. Es importante rea-
lizar un estudio en una serie de tres muestras. En caso de 
duda, y siempre que se disponga de reactivos y colorantes, se 
recomiendan las tinciones de hematoxilina férrica o la tri-
crómica de Gomori; estas técnicas en la actualidad no son 
complejas en su desarrollo y facilitan el diagnóstico y dife-
renciación de estas amibas.
Para el aislamiento y observación de E. gingivalis, las 
muestras se recogen directamente del material bucal (como 
el sarro) o del que se forma entre las piezas dentales. Se aplica 
una gota de solución salina isotónica que se mantiene a 37 °C 
sobre un portaobjetos, se deposita el producto biológico, y se 
mezclan la solución y la muestra con el extremo del cubreob-
jetos para realizar la observación inmediata a seco fuerte. Al 
igual que en el caso de las amibas intestinales, si se dispone 
de tinciones es preferible efectuar un frotis de la muestra.
Hoy en día apoyarse sólo en el estudio microscópico 
para distinguir diferencias entre estas especies de amebas 
no es lo único ni lo más recomendable. En la actualidad se 
cuenta con nuevas herramientas diagnósticas moleculares 
entre las cuales están detección de antígeno, detección de 
anticuerpos, análisis de isoenzimas por electroforesis y tec-
nología de PCR que pueden utilizarse para diferenciar con 
mayor precisión las especies, en particular del género Enta-
moeba. 
Tratamiento
No hay un tratamiento antiparasitario específi co contra las 
especies comensales, la atención en salud se enfoca en mejorar 
los hábitos higiénicos. Sin embargo, es conveniente atender el 
aspecto clínico que muestre cada paciente y en el cual se iden-
tifi que alguna de estas especies que genere una probable pato-
logía y así profundizar en el diagnóstico para establecer la 
causa específi ca de su mal y su sintomatología y la aplicación 
de un tratamiento (cuadro 6-1).
Algunos especialistas sugieren aplicar un tratamiento 
antiparasitario para atacar cada casode hallazgo de espe-
cies comensales, atribuible este hecho al diagnóstico en he-
ces de amebas comensales intestinales, apoyándose de que 
estos microorganismos aun sin generar un daño, viven y se 
alimentan de los productos alimenticios del huésped.
Entre los fármacos de uso se sugieren aquellos de uso 
común como el metronidazol y otros como las quinfamidas. 
Las infecciones odontológicas que se relacionan con E. 
gingivalis son del campo y atención del especialista, quien 
determinará la situación particular de cada caso.
Profi laxis
Por lo general, en el aspecto de la salud profi láctica parecie-
ra que sólo se amerita la atención de los casos que manifi es-
ten la presencia de microorganismos patógenos, tal es la si-
tuación para fomentar diversas medidas higiénicas para el 
control de E. histolytica dadas sus capacidades patogénicas 
para causar infección, enfermedad y muerte. Es por ello que 
el resto de las amibas comensales, que se localizan en algún 
otro punto del tubo digestivo, deben considerarse con la 
misma atención de E. histolytica. 
Debe tenerse en cuenta que los protozoarios comensa-
les de tubo digestivo pueden adquirirse por contacto con las 
formas infectantes, ya sea desde la cavidad oral como E. gin-
Antiparasitario Tratamiento pediátrico Tratamiento para adultos
Metronidazol 35-50 mg/kg/día, c/8 h, 7-10 días en 3 dosis 250-500 mg, c/8 h/7-10 días
Quinfamidas 3 a 6 años: 50 mg, c/12 h, un solo día
7-9 años: 100 mg c/12 h, un solo día
>10 años: 100 mg c/8 h, un solo día
100 mg c/8 h, un solo día 
• Cuadro 6-1 Tratamiento antiparasitario para las amibas comensales
Capítulo 6 Amibas comensales50
givalis y el resto de especies intestinales que se adquieren 
por fecalismo. 
No es conveniente señalarle al paciente que el hallazgo 
de protozoarios comensales intestinales no resta importan-
cia en el diagnóstico, por el contrario, hay que describir la 
manera en que llegaron estas especies comensales (fecalis-
mo) y se instalaron en el tubo digestivo, y que de la misma 
forma puede infectarse de otras especies patógenas.
Es recomendable sugerir extremar las medidas higiéni-
cas personales, evitar el consumo de alimentos de dudosa 
preparación, consumir agua hervida, lavar frutas y verduras. 
Es indispensable el mejoramiento sanitario de la comunidad 
contando con la adecuada disposición de excretas.
Las medidas de higiene para prevenir infecciones por 
E. gingivalis están dirigidas al mejoramiento de la higiene bu-
cal y evitar con ello el empleo de utensilios ajenos como cucha-
ras de boca a boca, de la misma forma procurar no compartir 
vasos y, en su caso, derivar con el especialista bucal toda la 
atención de las infecciones dentales o paradentales.
Caso clínico
Paciente masculino que acude a consulta por presentar un 
cuadro caracterizado por dolor bucal, manifi esta que desde 
ocho días antes se le difi culta el mantener una boca aseada y 
que ha observado que tiene un material en forma de una 
densa placa dental, aun después de haber cepillado su den-
tadura y aplicado productos como enjuague bucal. También 
describe que incluso después de la limpieza nota un des-
agradable sabor bucal y un sangrado en la encía superior 
posterior al cepillado dental. Señala también la presencia de 
una pequeña lesión semejante a una úlcera, así como halito-
sis y ataque al estado general y cefalea persistente. Acudió 
con el especialista dental y le diagnosticó parodontitis ines-
pecífi ca, la cual se trató con antibióticos y desinfl amatorios. 
El paciente regresó a consulta por no observar mejoría, 
menciona que muestra síntomas de un cuadro gripal, que se 
deterioró su cuadro odontológico a expensas del dolor den-
tal y que la cefalea es persistente.
Discusión
E. gingivalis, protozoario comensal de cavidad bucal, es par-
te de la microbiota bucal; sin embargo, se aisló en pacientes 
con diversas patologías de esta zona. Esta especie se identi-
fi có en 6% de personas sanas, su frecuencia aumenta con los 
malos hábitos de higiene bucal y con la edad. Se encuentra 
hasta en 85% de pacientes con periodontitis y en 77% de pa-
cientes con periodontitis y VIH. Su presencia también se 
relaciona con casos de gingivitis necrosante.
Las manifestaciones clínicas que se relacionan con 
una infección en cavidad oral por E. gingivalis incluyen la 
difi cultad del paciente en mantener su boca aseada y con 
la formación de pequeñas o grandes placas que se regeneran 
con rapidez, aun después del cepillado o de la aplicación de 
procedimientos de control de la placa, además del desarro-
llo de un sabor desagradable en la boca referida como “sa-
bor a ajo” y la persistente halitosis. Se observa que las encías 
sangran con facilidad y por el medio en que se encuentra 
llegan a formarse ulceraciones, además de otras manifesta-
ciones que van desde la sequedad bucal, ardor en ojos y 
datos de fatiga y cefaleas frecuentes. Los cuadros que se re-
fi eren a la presencia de E. gingivalis semejan a un cuadro 
gripal reciente o repetitivo presente. El aislamiento e iden-
tifi cación de E. gingivalis en estos casos debe realizarse 
para aplicar el tratamiento adecuado y evitar el deterioro 
del paciente e incluso impedir que el individuo se habitúe a 
una sintomatología que se caracteriza con cuadros de fatiga 
y cefaleas, lo que conlleva a una evolución de mayor dete-
rioro periodontal y que al aplicar un tratamiento conven-
cional posterior, la respuesta no sea favorable. El retardo de 
atención de estos casos podría empeorar la salud dental y 
general del paciente.
Estudios que se llevaron a cabo en ratas infectadas con 
E. gingivalis, mostraron diversos cambios tisulares impor-
tantes como erosión, infi ltración de células infl amatorias, 
hiperplasia epitelial del canal gingival y formación de abs-
cesos periodontales con resorción ósea. Aun cuando estos 
datos no se han demostrado en humanos, es importante 
ubicarlos en el campo de la prevención.
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Caso clínico 51
 1. Es una relación simbiótica entre dos organismos en la que uno, 
el comensal, se alimenta y vive dentro de otro, el huésped, que 
no recibe benefi cio ni sufre daño.
 2. Entamoeba gingivalis, que habita en la cavidad bucal. Enta-
moeba dispar, Entamoeba coli, Entamoeba hartmanni, Endoli-
max nana y Iodamoeba bütschlii que se alojan en el intestino 
grueso.
 3 . Las formas que presentan son las de quiste, metaquiste, tro-
fozoíto y prequiste, con excepción de E. gingivalis que sólo 
desarrolla trofozoítos.
 El ciclo inicia con la ingestión del quiste, que al llegar al intes-
tino delgado se desenquista y libera trofozoítos metaquísticos 
que se transportan hacia el intestino grueso; ahí se multipli-
can porfi sión binaria y algunos pueden redondearse para en-
quistarse y salir al exterior con las heces.
 4. Básicamente el tamaño, aunque E. histolytica y E. dispar pre-
sentan las mismas dimensiones tanto quiste como trofozoí-
to. E. hartmanni es de menor tamaño y tanto ésta como 
E. dispar no fagocitan eritrocitos.
 5 . Entamoeba gingivalis se identifi ca en un examen directo de 
material dentario, y las amibas intestinales mediante un 
examen de materia fecal o al realizar frotis y tinciones per-
manentes.
 6 . No se administra tratamiento antiparasitario, la atención ra-
dica en mejorar los hábitos higiénicos.
 7. Su presencia en el humano es un marcador indiscutible de 
contaminación fecal y coprofagia. Probabilidad de padecer 
infección por especies patógenas, ya que se adquieren por 
el mismo mecanismo.
 8 . E. gingivalis se relaciona no sólo con procesos odontológicos, 
incluyendo osteomielitis maxilar, sino con patologías pul-
monares, ginecológicas, como endometritis y su presencia 
en nódulos en cuello.
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 1. ¿Qué situaciones podrían propiciar que especies comensa-
les se tornen patógenas para el humano?
 2. ¿Qué papel pueden jugar las reacciones inmunitarias celu-
lar y la humoral ante la presencia de estas amibas?
 3. De forma experimental, ¿qué sucedería si los trofozoítos 
de estas amibas entraran en contacto frecuente sobre un 
tejido y en las mismas condiciones en que lo hace E. histo-
lytica?
 4. ¿Cuál es la problemática real que muestra la presencia de 
amibas comensales en México? 
 5. ¿Cuál es la epidemiología que muestra E. gingivalis como 
especie comensal en el campo de salud odontológica y que 
se relacione con la patogenia general humana?
Preguntas para refl exionar
Capítulo 6 Amibas comensales52
	Capítulo 6. Amibas comensales

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