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Etanol y metanol

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El alcohol de dos carbonos etanol (CH3CH2OH), o alcohol ingerible, es una de las drogas más versátiles 
conocidas por el hombre, con múltiples efectos directos en una amplia variedad de sistemas neuroquími-
cos. Producido en la naturaleza, con efectos gratificantes y fáciles de elaborar, ha formado parte de la 
humanidad desde el principio de la historia registrada; la gran mayoría de personas lo consumen en los 
países occidentales y es probable que contribuya a más morbilidad, mortalidad y costos en salud pública 
que todas las drogas ilegales combinadas.
CONSUMO DE ETANOL. En comparación con otras drogas, se requieren cantidades sorprendentemente 
grandes de alcohol para obtener efectos fisiológicos, lo que hace que se consuma más como un alimento 
que como una droga. El contenido de alcohol de las bebidas casi siempre varía de 4 a 6% (volumen/
volumen) para la cerveza, 10 a 15% para el vino y 40% o más para los licores destilados (la “graduación” 
de una bebida alcohólica es el doble del porcentaje de alcohol; p. ej., 40% de alcohol se indica como 
graduación 80 grados). Un vaso de cerveza o una copa de vino, una bebida combinada o una onza de 
licores destilados contiene ~ 14 g de alcohol, o ~ 0.3 mol de etanol. Por tanto, el etanol se consume en 
cantidades de gramos, mientras que las otras drogas se toman en dosis de miligramos o microgramos. 
Debido a que la proporción de etanol en el aire alveolar al final de la espiración y el etanol en la sangre es relativa-
mente constante, las concentraciones sanguíneas de etanol (BEC, blood ethanol concentrations) en humanos son 
fáciles de calcular si se mide la concentración de alcohol en el aire espirado; el coeficiente de partición del etanol 
entre la sangre y el aire alveolar es cercano a 2 000:1. Por la relación causal entre el consumo excesivo de alcohol y 
los accidentes vehiculares, casi todos los países han adoptado leyes que intentan limitar la conducción de vehículos 
bajo los efectos del alcohol. Las BEC permitidas por la ley en Estados Unidos casi siempre se establecen por debajo 
de 80 mg% (80 mg de etanol por 100 ml de sangre; 0.08% peso/vol), que equivale a una concentración de 17 mM de 
etanol en la sangre. Una botella con 360 ml de cerveza, una copa de 150 ml de vino y un “trago” con 45 ml de un 
licor 40% contienen alrededor de 14 g de etanol, y el consumo de una de estas bebidas por parte de una persona de 
70 kg produciría una BEC ~ 30 mg%. Sin embargo, es importante señalar que estas cifras son aproximadas, ya que 
la BEC se de termina por varios factores, incluido el ritmo con que se bebe, género, peso corporal y porcentaje 
de agua corporal, así como las tasas metabólicas y el vaciamiento gástrico (véase “Intoxicación etílica aguda”, más 
adelante en este capítulo).
PROPIEDADES FARMACOLÓGICAS
ETANOL
ABSORCIÓN. Después de la administración oral, el etanol se absorbe con rapidez del estómago y el intes-
tino delgado a la corriente sanguínea y se distribuye en el agua corporal total (0.5 a 0.7 L/kg). La con­
centración sanguínea máxima se alcanza unos 30 min después del consumo de etanol, si el estómago está 
vacío. Como la absorción es más rápida en el intestino delgado que en el estómago, los retrasos del va-
ciamiento gástrico (p. ej., por la presencia de alimento) enlentecen la absorción de etanol. Debido al 
metabolismo de primer paso mediante la deshidrogenasa alcohólica (ADH, alcohol dehydrogenase) 
gástrica y hepática, el consumo de etanol produce BEC más bajas que la obtenida si se administrara la 
misma cantidad por vía intravenosa. El metabolismo gástrico del etanol es más lento en mujeres que en 
varones, lo que puede contribuir a la mayor susceptibilidad de ellas al etanol. El ácido acetilsalicílico 
aumenta la biodisponibilidad del etanol al inhibir la ADH gástrica.
METABOLISMO. La mayor parte del etanol (90 a 98%) se metaboliza por oxidación hepática secuencial, 
primero a acetaldehído por acción de la ADH y luego a ácido acético por efecto de la aldehído deshidroge-
nasa (ALDH, aldehyde dehydrogenase) (figura 23­1). Cada paso metabólico requiere NAD+; esto rebasa 
por mucho el suministro de NAD+ del hígado y la disponibilidad de NAD+ limita el metabolismo del 
etanol a ~ 8 g o 10 ml (~ 170 mmol) por hora en un adulto de 70 kg, o ~ 120 mg/kg/h. Por tanto, el me-
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tabolismo hepático del etanol alcanza la saturación funcional con concentraciones sanguíneas relativa-
mente bajas, comparadas con las elevadas BEC alcanzadas, y el metabolismo del etanol es un proceso de 
orden cero (cantidad constante por unidad de tiempo). Pequeñas cantidades de etanol se excretan en la 
orina, sudor y aliento.
La isoenzima CYP2E1 también puede contribuir, sobre todo si la concentración de etanol es elevada. El consumo 
crónico de etanol induce la enzima CYP2E1, lo que aumenta la depuración de sus sustratos y la activación de ciertas 
toxinas, como CCl4. Sin embargo, después del consumo agudo de etanol puede reducirse la depuración de las mismas 
sustancias, ya que el etanol compite con ellas por la oxidación mediante el sistema enzimático (p. ej., difenilhidan-
toinato y warfarina).
El gran aumento en el índice NADH:NAD+ durante la oxidación del etanol tiene consecuencias importantes, además 
de limitar el metabolismo del etanol. Las enzimas que requieren NAD+ se inhiben; por tanto, se acumula el lactato, 
se reduce la actividad del ciclo del ácido tricarboxílico y la acetil coenzima A (acetil CoA) se acumula (y se produce 
en cantidad a partir del ácido acético derivado del etanol, figura 23­1). La combinación de los incrementos de NADH 
y acetil CoA apoya la síntesis de ácidos grasos, y el almacenamiento y acumulación de triglicéridos; los cuerpos 
cetónicos se acumulan, lo que exacerba la acidosis láctica. El metabolismo del etanol por la vía de CYP2E1 incre-
menta el NADP+, lo que limita la cantidad de NADPH para la regeneración del glutatión reducido (GSH), lo que intensi ­ 
fica el estrés oxidativo.
Figura 23-1 Metabolismo del etanol y metanol.
X
CO2
+
H2O
Vía dependiente
de folato
β-Hidroxi-β-metil
glutaril CoA
Fomepizol
CH3OH
Metanol
H2C O
O
HC OH
Ácido fórmico
Formaldehído
NAD+
NAD+
CoA + ATP
AMP + 2P;
NADPH
+ O2
NADP+
+ H2O
NADH
+
H+
NADH
+
H+
Disul�ram
Ciclo del
ácido
tricarboxílico
H3C
H3C
H3C
CH3C
Acetil CoA
Ácidos grasos
ColesterolCuerpos
cetónicos
SCoA
C
CH
O
O
Ácido acético
C OH
Acetaldehído
Tiocinasa
Alcohol
deshidrogenasa
Aldehído
deshidrogenasa
Etanol
CYP2E1 Catalasa
CH2OH
H2O2
2H2O
X
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Variación genética en el metabolismo del etanol. Las principales enzimas participantes en el metabolismo del etanol 
son ADH y ALDH; tienen participación secundaria la catalasa y CYP2E1. También pueden participar las isoenzimas 
CYP1A2 y CYP3A4. Varias de estas enzimas tienen variantes genéticas que alteran el metabolismo del alcohol y la 
susceptibilidad a sus efectos.
La genética de las isoformas de ADH es importante para comprender los factores de riesgo de problemas repetitivos 
graves por el etanol. Las tres formas relevantes son ADH1A, ADH1B y ADH1C. Estas ADH de clase I tienen Km 
< 34 mmol (0.15 g/100 ml) y representan 70% de la capacidad metabolizadora del etanol con BEC de 22 mM (p. ej., 
~ 0.10 g/100 ml). Estas formas de ADH son el paso limitante del ritmo en el metabolismo etílico, y reducen la BEC 
en ~ 4­5 mM (0.015 a 0.020 g/100 ml) por hora, la concentración aproximada resultante del consumo de una bebida 
estándar.
El gen de la ADH1A no tiene polimorfismos conocidos que afecten de manera significativa el ritmo del metabolismo 
alcohólico. El gen de ADH1B tiene un polimorfismo, ADH1B*2, en el que la arginina 47 se sustituye por histidina 
para producir una forma variante de ADH con Vmáx 40 veces mayor que ADH1B. Este polimorfismo se encuentra en 
30 a 45% de los chinos, japoneses y coreanos, en menos de 10% de la mayoría de los europeos, pero en50 a 90% de 
los rusos y judíos. El metabolismo más rápido del etanol puede producir una concentración sanguínea transitoria un 
poco más alta de acetaldehído y se refiere que conlleva un menor riesgo de consumo excesivo y de problemas rela-
cionados con etanol. Un segundo polimorfismo de ADH1B, ADH1B*3 (arginina 269 sustituida por cisteína) tiene 
un Vmáx 30 veces más alto. ADH1B*3 se encuentra en cerca de 30% de los africanos y también se relaciona con un 
menor riesgo de consumo intenso y problemas derivados del etanol.
El acetaldehído se produce por la degradación de etanol a un ritmo cercano de una bebida estándar por hora. Como 
se muestra en la figura 23­1, el acetaldehído se degrada con rapidez por efecto de ALDH2, sobre todo en las mito-
condrias de las células hepáticas. Las acciones de ALDH2 son importantes porque las concentraciones bajas de 
acetaldehído pueden percibirse como gratificantes y estimulantes, pero las concentraciones sanguíneas elevadas cau-
san reacciones adversas graves que incluyen vómito, diarrea y presión sanguínea inestable. Existe una mutación en 
el gen de ALDH2 (12q24), ALDH2*2 (causada por la sustitución de la glicina 487 por lisina). Los sujetos homoci-
góticos con ALDH2*2 no funcional representan 5 a 10% de los individuos japoneses, chinos y coreanos, los cuales 
tienen reacciones adversas graves después de consumir una bebida o menos. Esta reacción opera por el mismo 
mecanismo que ocurre después de tomar el inhibidor de ALDH2, disulfiram. Los heterocigóticos para este polimor-
fismo (ALDH2*2, 2*1) constituyen 30 a 40% de los individuos asiáticos, que después de consumir etanol experimen-
tan rubor facial y tienen una mayor sensibilidad a las bebidas alcohólicas, pero no siempre refieren una respuesta 
adversa general a la sustancia. Varios de estos polimorfismos influyen en el riesgo de desarrollar trastorno por con-
sumo de alcohol (cuadro 23-1).
METANOL
El metanol (CH3OH) también se conoce como alcohol metílico o alcohol de madera. Es un importante reactivo y 
solvente industrial que se encuentra en productos como los removedores de pintura, laca y anticongelante; el metanol 
se agrega al etanol de uso industrial a fin de hacerlo peligroso para el consumo humano.
Absorción y metabolismo. El metanol se absorbe con rapidez después de la administración oral, inhalación y a través 
de la piel, estas dos últimas vías son más relevantes en instalaciones industriales. El metanol se metaboliza mediante 
ADH y ALDH. La competencia entre metanol y etanol por la ADH es la base para el uso de etanol en la intoxicación 
Cuadro 23-1
Genes de los fenotipos intermedios que influyen en el riesgo 
de trastorno por consumo de alcohol.
FENOTIPO GENES
Rubor facial después de beber ALDH2
ADH1B, ADH1C
Impulsividad y desinhibición GABRA2
ADH4
CHRM2
DRD2, DRD4
Nivel bajo de respuesta al etanol GABRA1, GABRA6
Promotor 5HTT
KCNMA1
Cúmulo CHRN
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por metanol. Varios fármacos inhiben el metabolismo del alcohol, como el fomepizol (4­metilpirazol), un inhibidor 
de la ADH útil en la intoxicación por etilenglicol, y el disulfiram, un inhibidor de la ALDH empleado en el trata-
miento del alcoholismo.
Aunque las sensaciones de la intoxicación por metanol son en muchas formas similares a las causadas por etanol, son 
menos intensas y a menudo se retrasan ocho horas o más después del consumo, con progresión aun más lenta si 
el metanol se tomó junto con etanol. Un volumen de sólo 15 ml de metanol puede causar toxicidad, que incluye 
ceguera; las dosis mayores de 70 ml pueden causar la muerte. La intoxicación por metanol consiste en cefalea, moles-
tia gastrointestinal y dolor (en parte causado por lesión pancreática), dificultad para respirar, inquietud y visión 
borrosa acompañada de hiperemia de las papilas ópticas. Es probable que haya acidosis metabólica grave por la 
acumulación de ácido fórmico y la depresión respiratoria puede ser grave, sobre todo en presencia de coma. Los 
trastornos visuales son consecuencia de la lesión de las células ganglionares de la retina por el metabolito ácido 
fórmico, con inflamación subsiguiente, atrofia y posible ceguera bilateral. El cuadro clínico también puede incluir 
necrosis pancreática.
EFECTOS DEL ETANOL EN LOS SISTEMAS FISIOLÓGICOS
William Shakespeare describió los efectos farmacológicos agudos de beber etanol en la escena del por-
tero (acto 2, escena 3) de Macbeth. El portero, a quien Macduff despierta del sueño causado por el alco-
hol, explica tres efectos del alcohol y luego lucha con un cuarto efecto que combina los aspectos con­ 
tradictorios de una confianza desmedida con el daño físico:
Portero: ...y la bebida, señor, es una gran provocadora de tres cosas.
Macduff: ¿Qué tres cosas provoca sobre todo la bebida?
Portero: Pardiez, señor, el coloreamiento de la nariz (vasodilatación cutánea), el sueño (depresión del sistema 
nervioso central) y la orina (una consecuencia de la inhibición de la secreción de la hormona antidiurética [vasopre-
sina], exacerbada por la carga de volumen). En cuanto a la lujuria, señor, la provoca y la desprovoca. Así pues, el 
mucho beber se puede decir que sea equívoco para la lujuria: la crea y la echa a perder: la pone en marcha y la echa 
atrás; la anima y la desanima; la hace levantarse y no levantarse (la imaginación desea lo que el cuerpo cavernoso 
no puede cumplir); en conclusión, la enreda llevándola a dormir y con ese engaño, la abandona.1
La investigación más reciente ha añadido detalles al recuento de Shakespeare (véanse las adiciones entre 
paréntesis a las palabras del portero en el párrafo siguiente y a la sección sobre sistemas orgánicos más 
adelante en este capítulo), pero las consecuencias más notables del consumo recreativo de etanol están 
bien resumidas por el gregario y locuaz portero, cuyo regocijado y diabólico comportamiento demuestra 
las influencias frecuentes de las concentraciones modestas del etanol en el sistema nervioso central (SNC).
SISTEMA NERVIOSO CENTRAL
Aunque el público a menudo considera las bebidas alcohólicas como estimulantes, el etanol es un depre-
sor del SNC. El consumo de cantidades moderadas de etanol, igual que la de otros depresores como los 
barbitúricos y benzodiacepinas, puede tener efectos ansiolíticos y desinhibir el comportamiento con un 
amplio intervalo de dosis. Los signos individuales de intoxicación alcohólica varían desde un estado afec­
tivo expansivo y vivaz, hasta cambios anímicos descontrolados y explosiones emocionales que pueden 
ser violentos. Con la intoxicación alcohólica más grave casi siempre se afecta la función del SNC y al 
final prevalece una condición de anestesia general. Sin embargo, existe un pequeño margen entre las 
acciones anestésicas y los efectos letales (casi siempre por depresión respiratoria).
El alcoholismo crónico induce tolerancia, dependencia y deseos intensos por la sustancia. El alcoholismo se caracte-
riza por el consumo compulsivo a pesar de las claras consecuencias sociales y médicas nocivas. Es una enfermedad 
progresiva y el daño cerebral por el alcoholismo contribuye a las deficiencias en el funcionamiento cognitivo y el 
juicio que se observa en los alcohólicos. El alcoholismo es una causa sustancial de demencia en Estados Unidos. El 
alcoholismo crónico produce encogimiento del cerebro por la pérdida de materia blanca y materia gris. Además de la 
pérdida de tejido cerebral, el alcoholismo reduce el metabolismo cerebral y luego de este estado hipometabólico se 
observa un rebote con aumento del metabolismo durante la desintoxicación. La magnitud del declive metabólico 
depende de los años de consumo y la edad de los pacientes.
Acciones del etanol en las vías y señalización neuroquímicas. El etanol afecta todos los sistemas cerebrales. Los cambios 
en las vías neurales son simultáneos y con frecuencia hay interacciones entre las alteraciones. Una complicación 
adicional para describir los efectos en el SNC es la rápida adaptación al etanol observadaen el cerebro, por lo que los 
efectos agudos de la primera dosis de etanol a menudo son contrarios a las consecuencias neuroquímicas de la admi-
nistración repetida y de las observadas durante la caída de las concentraciones de etanol y los síndromes de absti ­ 
1 Nota del traductor: de la traducción de José María Valverde, 1994.
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nencia. El alcohol trastorna el balance entre las influencias excitadoras e inhibidoras en el cerebro, lo que causa 
ansiólisis, ataxia y sedación. Esto ocurre por la intensificación de la neurotransmisión inhibidora o el antagonismo de 
la neurotransmisión excitadora. La 12a. edición del texto original de esta obra resume la investigación que explica 
los efectos del etanol en varios conductos iónicos y los sistemas de transducción de señales de los neurotransmisores 
que alteran la excitabilidad neuronal en el SNC.
Consumo de etanol y función del SNC. Las dosis altas de etanol pueden interferir con la codificación de recuerdos, lo 
que genera amnesia anterógrada, a menudo conocida como amnesia alcohólica; las personas afectadas son incapa - 
ces de recordar parte o la totalidad de las experiencias ocurridas durante el periodo de consumo excesivo. El consumo 
de grandes cantidades de alcohol puede acompañarse de apnea del sueño, sobre todo en los sujetos dependientes de 
etanol de mayor edad; es probable que esto sea reflejo del efecto del etanol en la respiración, así como de los efectos 
relajantes de la sustancia. Los efectos transitorios del consumo excesivo de alcohol en el SNC que producen la resaca 
(el síndrome del “día siguiente” con cefalea, sed, náusea y alteración cognitiva) quizá reflejen mecanismos similares 
a los de la abstinencia alcohólica leve, deshidratación y acidosis leve.
El alcoholismo crónico aumenta la probabilidad de desarrollar demencia alcohólica. Los signos de las deficiencias 
cognitivas y la atrofia cerebral observada poco después de un periodo de consumo intenso a menudo se revierten 
después de varias semanas o meses de abstinencia. La deficiencia de tiamina que puede acompañar al consumo exce-
sivo de etanol contribuye a los síndromes de Wernicke­Korsakoff. Es posible que 3% de los varones y mujeres 
dependientes de alcohol refieran alucinaciones auditivas transitorias e ilusiones paranoides semejantes a la esquizo-
frenia que comienzan durante periodos de intoxicación intensa; es probable que todos estos síndromes psiquiátricos 
mejoren notablemente luego de varios días a un mes de abstinencia.
SISTEMA CARDIOVASCULAR
El consumo de etanol superior a tres bebidas estándar al día aumenta el riesgo de infartos de miocardio y 
accidente vascular cerebral hemorrágicos. Esto incluye un incremento de seis veces en el riesgo de coro-
nariopatía, aumento en el riesgo de arritmias y una tasa elevada de insuficiencia cardiaca congestiva. Las 
causas son complejas y las observaciones se complican por ciertos efectos positivos de las pequeñas can­
tidades de etanol.
Efectos cardiovasculares y en las lipoproteínas séricas. En Francia, el riesgo de cardiopatía coronaria (CHD, coronary 
heart disease) es relativamente bajo a pesar del consumo de grandes cantidades de grasas saturadas (la “paradoja 
francesa”). Los estudios epidemiológicos sugieren que el consumo difundido de vino (20 a 30 g de etanol al día) 
es uno de los factores que confieren un efecto cardioprotector, lo que produce un descenso de 10 a 40% en el ries ­ 
go de cardiopatía coronaria en comparación con los abstemios. En contraste, el consumo diario de mayores canti-
dades de alcohol eleva la incidencia de falla cardiovascular por causas no coronarias, como arritmias, miocardiopatía 
y accidente vascular cerebral hemorrágico, lo que contrarresta los efectos provechosos del alcohol en las arterias 
coronarias.
Un posible mecanismo por el cual el etanol puede reducir el riesgo de CHD es por sus efectos en los lípidos sanguí-
neos. Los cambios en las concentraciones de lipoproteínas plasmáticas, sobre todo el aumento en la lipoproteína de 
alta densidad (HDL, high-density lipoprotein, capítulo 31), se relacionan con los efectos protectores del etanol. 
La HDL se une con el colesterol y los regresa al hígado para su eliminación o reprocesamiento, lo que reduce la 
concentración de colesterol tisular. Por tanto, es posible que el incremento en el colesterol-HDL inducido por el 
etanol contrarreste la acumulación de colesterol en las paredes arteriales, lo que disminuye el riesgo de infarto. Exis-
ten dos subfracciones de HDL, HDL2 y HDL3. La concentración elevada de HDL2 (y quizá también de HDL3) se 
relaciona con menor riesgo de infarto de miocardio. Las concentraciones de ambas subfracciones aumentan después 
del consumo de alcohol y disminuyen cuando éste cesa. Las apolipoproteínas A­I y A­II son constituyentes de HDL. 
Los individuos que consumen grandes cantidades de alcohol diario tienen concentraciones altas de las apolipoproteí-
nas A­I y A­II. En contraste, hay reportes de concentraciones bajas de apolipoproteína(a) sérica después del consumo 
agudo de alcohol. Los niveles altos de apolipoproteína(a) se vinculan con un riesgo más alto de ateroesclerosis.
Todas las formas de bebidas alcohólicas confieren protección cardiaca. Es probable que los flavonoides que contiene 
el vino tinto (y el jugo de uva roja) tengan un efecto antiaterógeno adicional al proteger a la lipoproteína de baja 
densidad (LDL, low density lipoprotein) del daño oxidativo. El consumo de alcohol también se relaciona con 
concentraciones altas del activador de plasminógeno hístico (una enzima que disuelve coágulos), menores concen-
traciones de fibrinógeno e inhibición de la activación plaquetaria.
Hipertensión. El consumo excesivo de alcohol puede elevar la presión sanguínea diastólica y sistólica. El consumo 
> 30 g de alcohol al día (> 2 bebidas estándar) se relaciona con un aumento de 1.5 a 2.3 mmHg en las presiones 
sanguíneas diastólica y la sistólica.
Arritmias cardiacas. El alcohol prolonga el intervalo QT, alarga la repolarización ventricular e intensifica la esti-
mulación simpática. Las arritmias cardiacas relacionadas con el consumo crónico de alcohol incluyen taquicardia 
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supraventricular, fibrilación auricular y aleteo auricular. Cerca de 15 a 20% de los casos de fibrilación auricular 
idiopática pueden inducirse con el consumo crónico de etanol.
Miocardiopatía. El alcohol deprime la contractilidad cardiaca y causa miocardiopatía. La ecocardiografía demuestra 
hipocinesia global. Casi la mitad de todos los pacientes con miocardiopatía idiopática son dependientes del alcohol. 
La miocardiopatía inducida por alcohol tiene mejor pronóstico si los pacientes son capaces de suspender su consu - 
mo. Las mujeres tienen mayor riesgo de desarrollar este trastorno que los varones.
Accidente vascular cerebral. Los estudios clínicos indican una mayor incidencia de apoplejía hemorrágica e isquémica 
en personas que beben > 40 a 60 g de alcohol al día. Los factores etiológicos propuestos incluyen:
• Arritmias cardiacas inducidas por alcohol y formación de trombos.
• Presión sanguínea alta por alcoholismo crónico y degeneración subsiguiente de las arterias cerebrales.
• Aumentos agudos en la presión sanguínea sistólica y alteraciones en el tono arterial cerebral.
• Traumatismo cefálico.
MÚSCULO ESQUELÉTICO
El alcoholismo crónico y diario se relaciona con disminución de la fuerza muscular, incluso cuando se ajustan otros 
factores como la edad, consumo de nicotina y enfermedad crónica. El consumo de grandes cantidades de alcohol 
también puede causar daño irreversible al músculo, lo que se refleja por el notable aumento en la actividad de creatina 
cinasa en el plasma. Las biopsias musculares de los alcohólicos también revelan menores reservas de glucógeno y 
actividad reducida de la piruvato cinasa. Casi 50% de los bebedores crónicos tiene evidencia de atrofia de las fibras 
tipo II. La mayoría de los pacientescon alcoholismo crónico tiene evidencia de miopatía esquelética similar a la 
miocardiopatía alcohólica.
TEMPERATURA CORPORAL
El consumo de etanol causa una sensación de calor porque esta sustancia aumenta el flujo sanguíneo cutáneo y gás-
trico. También puede haber incremento de la transpiración. Por tanto, se pierde calor con más rapidez y la temperatura 
corporal interna desciende. Después del consumo de grandes cantidades de etanol, el mecanismo cen tral regulador de 
la temperatura se deprime y la caída en la temperatura corporal puede ser pronunciada. La acción del alcohol en el 
descenso de la temperatura corporal es mayor y más peligrosa cuando la temperatura ambiental es baja. Los estu ­ 
dios de muertes por hipotermia sugieren que el alcohol es un factor de riesgo sustancial en estos casos.
DIURESIS
El alcohol inhibe la liberación de la vasopresina (hormona antidiurética) de la glándula hipófisis posterior, lo que 
intensifica la diuresis. Los alcohólicos que suspenden el consumo de etanol experimentan un aumento en la libera-
ción de vasopresina, con la consecuente retención de agua, además de hiponatremia por dilución.
SISTEMA DIGESTIVO
Esófago. El alcohol es uno de los múltiples factores relacionados con la disfunción esofágica. El etanol también se 
relaciona con el desarrollo de reflujo gastroesofágico, esófago de Barrett, rotura traumática del esófago, desgarros de 
Mallory­Weiss y cáncer esofágico. En comparación con los sujetos que no fuman ni beben, los pacientes dependientes 
de alcohol que fuman tienen un riesgo 10 veces mayor de cáncer esofágico. Las concentraciones bajas de alcohol 
inducen pocos cambios en la función esofágica, pero en presencia de concentraciones elevadas, la peristalsis y el tono 
del esfínter esofágico inferior disminuyen. Los pacientes con esofagitis por reflujo crónico pueden responder a los 
inhibidores de la bomba de protones y la abstinencia de alcohol.
Estómago. El consumo excesivo de alcohol puede interrumpir la barrera mucosa gástrica y causar gastritis aguda y 
crónica. Al parecer, el etanol estimula las secreciones gástricas porque estimula los nervios sensitivos en la mucosa 
bucal y gástrica, lo que induce la liberación de gastrina e histamina. Las bebidas que contienen más de 40% de alco-
hol también tienen un efecto tóxico directo en la mucosa gástrica. Los síntomas clínicos incluyen dolor epigástrico 
que se alivia con antiácidos o antagonistas del receptor H2 para histamina. El alcohol intensifica la evolución clínica 
y la gravedad de los síntomas ulcerosos. Parece que tiene efecto sinérgico con Helicobacter pylori para retrasar la 
cicatrización.
Intestinos. Muchos alcohólicos tienen diarrea crónica como consecuencia de la malabsorción en el intestino delgado. 
Es probable que las fisuras rectales y el prurito anal a menudo relacionados con el consumo excesivo de alcohol 
se relacionen con la diarrea crónica. La diarrea se produce por cambios estructurales y funcionales en el intestino 
delgado; las vellosidades de la mucosa intestinal se aplanan y las cantidades de enzimas digestivas muchas veces se 
reducen. Con frecuencia, estos cambios son reversibles después de un periodo de abstinencia.
Páncreas. El consumo excesivo de alcohol es la causa más frecuente de pancreatitis aguda y crónica en Estados Unidos. 
La pancreatitis alcohólica aguda se caracteriza por inicio súbito de dolor abdominal, náusea, vómito y aumento en la con ­ 
centración sérica o urinaria de enzimas pancreáticas. Por lo general, el tratamiento incluye reemplazo de líquidos 
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intravenosos, a menudo con succión nasogástrica, y analgésico opioide. La causa probable de la pancreatitis aguda es 
el efecto metabólico tóxico del alcohol en las células acinares pancreáticas. La pancreatitis crónica se trata mediante 
reposición de las deficiencias endocrinas y exocrinas que causa la insuficiencia pancreática. El desarrollo de hiper-
glucemia a menudo requiere insulina para controlar la glucemia (capítulo 43). A veces son necesarias cápsulas de 
enzimas pancreáticas que contienen lipasa, amilasa y proteasas para corregir la malabsorción (capítulo 46).
Hígado. El etanol tiene efectos hepáticos nocivos relacionados con la dosis que incluyen infiltración de grasa del hígado, 
hepatitis y cirrosis. La acumulación de grasa en el hígado es un fenómeno inmediato y puede ocurrir en personas sanas 
después del consumo de cantidades relativamente pequeñas de etanol. Esta acumulación se debe a la inhibición del 
ciclo del ácido tricarboxílico y la oxidación de la grasa, en parte debido a la síntesis de NADH excesivo derivado de 
la actividad de ADH y ALDH (figura 23­1). La fibrosis, resultado de la necrosis del tejido y la inflamación crónica, 
es la causa de la cirrosis alcohólica. El alcohol puede afectar de manera directa las células estelares en el hígado; el 
alcoholismo crónico se relaciona con transformación de las células estelares en células productoras de colágena 
semejantes a miofibroblastos, lo que resulta en depósito de colágena alrededor de las vénulas hepáticas terminales. 
El rasgo histológico característico de la cirrosis alcohólica es la formación de cuerpos de Mallory, que se consideran 
relacionados con la alteración del citoesqueleto intermedio. La toxicidad causada por paracetamol (capítulos 4, 6 y 
34) se relaciona con cirrosis alcohólica como resultado de los incrementos inducidos por el alcohol en la producción 
microsómica de metabolitos tóxicos del paracetamol.
VITAMINAS Y MINERALES
Los alcohólicos a menudo tienen deficiencias nutricionales por la disminución de la ingestión, absorción o utilización 
anormal de los nutrimentos. Es probable que la neuropatía periférica, psicosis de Korsakoff y encefalopatía de Wer-
nicke que se observan en los alcohólicos se deban a deficiencias de las vitaminas del complejo B (sobre todo tiamina). 
El retinol y el etanol compiten por el metabolismo a través de ADH; por tanto, en los alcohólicos debe vigilarse con 
cuidado la complementación con vitamina A cuando consumen alcohol para evitar la hepatotoxicidad por retinol. El 
alcoholismo crónico causa estrés oxidativo al hígado por la generación de radicales libres, lo que contribuye a la lesión 
hepática. Los efectos antioxidantes del tocoferol a (vitamina E) pueden aminorar parte de esta toxicidad alcohólica 
en el hígado. El consumo crónico de alcohol se ha implicado en la osteoporosis. La administración aguda de etanol 
induce un decremento inicial en las concentraciones de la hormona paratiroidea (PTH, parathyroid hormone) y Ca2+, 
seguido por un aumento de rebote en la PTH que no restaura la concentración normal de Ca2+.
FUNCIÓN SEXUAL
A pesar de la creencia difundida de que el alcohol puede intensificar las actividades sexuales, casi siempre 
se observa lo contrario. Muchas drogas de las que se abusa, incluido el alcohol, causan desinhibición que 
al principio intensifica la libido. Tanto el consumo agudo como el crónico de alcohol pueden causar 
impotencia en los varones. Las concentraciones altas de etanol en sangre disminuyen la estimulación 
sexual, aumentan el periodo de latencia hasta la eyaculación y reducen el placer orgásmico. La incidencia 
de impotencia puede ser de hasta 50% en pacientes con alcoholismo crónico. Además, muchos alcohóli-
cos crónicos desarrollan atrofia testicular y declive de la fecundidad. La enfermedad hepática se acom-
paña de ginecomastia por el aumento en la respuesta celular al estrógeno y por el metabolismo acelerado 
de la testosterona. Muchas mujeres alcohólicas se quejan de disminución de la libido, menor lubricación 
vaginal y alteraciones en el ciclo menstrual. Sus ovarios a menudo son pequeños y carentes de desarrollo 
folicular. Algunos datos sugieren que las tasas de fecundidad son menores entre las mujeres alcohólicas.
EFECTOS HEMÁTICOS E INMUNITARIOS
El consumo crónico de alcohol se relaciona con varias formas de anemia, incluidas anemias microcítica, macrocítica, 
normocrómicay sideroblástica inducida por alcohol. La anemia sideroblástica secundaria al alcohol responde al 
reemplazo de vitamina B6. El consumo de alcohol también se relaciona con trombocitopenia reversible, aunque es 
raro que las cifras de plaquetas sean < 20 000/mm3. El alcohol también afecta los granulocitos y linfocitos. Las con-
secuencias incluyen leucopenia, alteración de los subgrupos de linfocitos, decremento en la mitogénesis de células T 
y cambios en la síntesis de inmunoglobulinas. En algunas personas, la migración leucocítica reducida hacia las 
regiones inflamadas puede explicar en parte la baja resistencia de los alcohólicos a algunos tipos de infección (p. ej., 
neumonía por Klebsiella, listeriosis y tuberculosis). Los estudios in vitro con linfocitos humanos sugieren que el 
alcohol suprime la función de los linfocitos T CD4.
INTOXICACIÓN ETíLICA AGUDA
Los signos de intoxicación típicos de la depresión del SNC se observan en la mayoría de las personas 
después de dos o tres bebidas, el efecto más prominente se produce en el periodo con la BEN máxima, 
~ 30 a 60 min después del consumo con el estómago vacío. Estos síntomas incluyen una sensación inicial 
de estimulación (quizá por amortiguación de los sistemas inhibidores del SNC), aturdimiento, relaja ­ 
ción muscular y juicio alterado. Las concentraciones sanguíneas más altas (~ 80 mg/100 ml o ~ 17 mM) 
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causan dificultad para hablar, incoordinación, marcha inestable y posibles alteraciones en la atención; las 
concentraciones entre 80 y 200 mg/100 ml (~ 17 a 43 mM) se relacionan con labilidad más intensa del 
estado de ánimo y deficiencias cognitivas más marcadas, incluso acompañadas de agresividad y amnesia 
anterógrada (amnesia alcohólica). La concentración sanguínea de etanol > 200 mg/100 ml causa nis-
tagmo y la persona se duerme sin pretenderlo; las concentraciones de 300 mg/100 ml (~ 65 mM) o mayo-
res pueden causar caída de los signos vitales, coma y muerte. Es probable que todos estos síntomas se 
intensifiquen y ocurran con una BEC más baja cuando el etanol se toma junto con otros depresores del 
SNC (p. ej., diazepam o benzodiacepinas similares), o con cualquier droga o fármaco que pueda causar 
somnolencia e incoordinación.
Muchos factores, como el peso y la composición corporal, y el ritmo de absorción del tubo digestivo, determinan la 
concentración de etanol en la sangre después del consumo de una cantidad determinada del mismo. En promedio, el 
consumo de tres bebidas estándar (42 g de etanol) con el estómago vacío alcanza una concentración sanguínea 
máxima de 67 a 92 mg/100 ml en varones. Después de una comida mixta, la máxima concentración sanguínea alcan-
zada con tres bebidas es de 30 a 53 mg/100 ml en varones. En personas con función hepática normal, el etanol se 
metaboliza a un ritmo de una bebida estándar cada 60 a 90 min. En mujeres con menor tamaño corporal y menor 
masa corporal magra (menor volumen de distribución de etanol), el consumo equivalente podría producir concentra-
ciones 30 a 50% más altas, en promedio.
El coma diabético, la intoxicación por drogas, accidentes cardiovasculares y fracturas de cráneo pueden confundirse 
con intoxicación alcohólica. En la sospecha de intoxicación alcohólica, el olor en el aliento puede ser engañoso 
porque existen otras causas de olor semejante al del consumo de alcohol. Es necesario medir la concentración san-
guínea de alcohol para confirmar la presencia o ausencia de intoxicación alcohólica.
El tratamiento de la intoxicación alcohólica aguda se basa en la gravedad de la depresión respiratoria y del SNC. Los 
pacientes con evidencia de depresión respiratoria deben intubarse para proteger la vía respiratoria y proporcionar 
asistencia ventilatoria. Es preciso lavar el estómago. Como el etanol es del todo miscible en agua, puede extraerse de 
la sangre mediante hemodiálisis. La intoxicación etílica aguda no siempre se acompaña de coma y la observación 
cuidadosa es el tratamiento principal. La atención usual incluye observación del paciente en la sala de urgencias 
durante 4 a 6 h, mientras se metaboliza el alcohol consumido. La concentración sanguínea de etanol descenderá en 
~ 15 mg/100 ml cada hora. Sin embargo, debe tenerse mucha cautela cuando se administren sedantes a personas que 
consumieron una cantidad excesiva de otro depresor del SNC, como etanol, debido a los efectos sinérgicos.
USOS CLíNICOS DEL ETANOL
La administración generalizada de etanol se limita al tratamiento de la intoxicación por alcohol metílico 
y etilenglicol. El consumo de metanol conduce a la síntesis de sus metabolitos, formaldehído y ácido 
fórmico (figura 23­1). El ácido fórmico causa daño nervioso; sus efectos en la retina y el nervio óptico 
pueden causar ceguera. El tratamiento consiste en bicarbonato de sodio para corregir la acidosis, hemo-
diálisis y la administración de etanol, que enlentece la síntesis de formato mediante la competencia con 
el metanol por el metabolismo mediante la deshidrogenasa alcohólica.
El alcohol deshidratado puede inyectarse en la proximidad de los nervios o ganglios simpáticos para aliviar el dolor 
crónico derivado de la neuralgia del trigémino, carcinoma inoperable y otros trastornos. También se han usado 
in yecciones epidurales, subaracnoideas y lumbares paravertebrales de etanol para el dolor inoperable. Por ejemplo, 
las inyecciones paravertebrales lumbares de etanol pueden destruir los ganglios simpáticos y así inducir vasodilata-
ción, aliviar el dolor y favorecer la curación de lesiones en pacientes con enfermedad vascular de las extremidades 
inferiores.
TOLERANCIA, DEPENDENCIA Y CONSUMO CRÓNICO DE ETANOL
La tolerancia se define como una respuesta conductual o fisiológica reducida a la misma dosis de etanol (capítulo 24). 
Se detecta una notable tolerancia aguda poco después de la administración de etanol. La tolerancia aguda puede demos-
trarse mediante la medición del daño conductual con las mismas BEC en la rama ascendente de la fase de absorción de 
la curva BEC­tiempo (minutos después del consumo) y en la rama descendente de la curva, mientras la BEC se redu ce 
por el metabolismo (una o más horas después de la ingestión). La alteración conductual y las sensaciones de la intoxi-
cación son mucho mayores con una BEC determinada en la rama ascendente que en la rama descendente de la curva. 
También existe una tolerancia crónica que desarrolla el bebedor consuetudinario. En contraste con la tolerancia aguda, 
la crónica a menudo tiene un componente metabólico por la inducción de enzimas metabolizadoras de etanol.
La dependencia física se demuestra mediante la generación de un síndrome de abstinencia cuando se termina el 
consumo de alcohol. Los síntomas y la gravedad dependen de la cantidad y duración del consumo de alcohol, e in clu­
yen trastorno del sueño, activación del sistema nervioso autónomo (simpático), temblores y en los casos graves, 
convulsiones. Además, después de dos o más días de abstinencia algunas personas experimentan delirium tremens, 
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caracterizado por alucinaciones, delirio, fiebre y taquicardia. Otro aspecto de la dependencia es el deseo intenso y el 
comportamiento de búsqueda de la sustancia, a menudo llamada dependencia psicológica.
ETIOLOGíA DE LOS TRASTORNOS POR CONSUMO 
DE ALCOHOL Y LA FUNCIÓN DE LOS GENES
Los factores ambientales y culturales que contribuyen al consumo de alcohol incluyen estrés, patrones de 
consumo de alcohol en la cultura o grupo de una persona, disponibilidad de alcohol y actitudes hacia la 
embriaguez. Estas fuerzas no biológicas contribuyen quizá en 70 a 80% de la decisión inicial de beber, y 
al menos en 40% de la transición del consumo de alcohol a los problemas relacionados con éste y a los 
trastornos por consumo del mismo. Por consiguiente, ~ 60% de la susceptibilidad a los trastornos por 
consumo de etanol se deben a factores hereditarios (cuadro 23-1).
Los polimorfismos en las enzimasque metabolizan el alcohol parecen explicar por qué algunas poblaciones (sobre 
todo asiáticas) están protegidas del alcoholismo. Esto se atribuye a las diferencias genéticas en las enzimas que 
metabolizan el alcohol y el aldehído. En particular, las variantes genéticas de ADH con actividad intensa y las varian-
tes de ALDH con actividad baja protegen contra el consumo excesivo de alcohol, quizá porque en las personas con 
estas variantes, el consumo de etanol produce acumulación de acetaldehído, que tiene diversos efectos desagradables. 
En contraste con estas variantes genéticas, hay pocos datos consistentes sobre los genes causantes de un riesgo más 
alto de alcoholismo. Un mecanismo genético vinculado con un riesgo mayor de trastornos por consumo de alcohol y 
otras drogas opera a través de la característica (o fenotipo) intermedia de impulsividad y desinhibición. Los polimor-
fismos identificados incluyen dos variaciones de los receptores GABAA; una variación en ADH4 que se cree vincu-
lada con características de la personalidad, y un gen del receptor colinérgico muscarínico, CHRM2.
Otro fenotipo se relaciona con una respuesta baja al etanol. Se hizo una identificación tentativa de las contribuciones 
genéticas al nivel de respuesta de dos subunidades de GABAA, un polimorfismo en la región promotora del transpor-
tador 5HT que se relaciona con concentraciones más bajas de 5HT en el espacio sináptico, un polimorfismo de la 
subunidad a del conducto para K+ KCNMA1 y una variante del receptor nicotínico para acetilcolina que también se 
relaciona con un mayor riesgo de tabaquismo y las consecuencias de esto. El alcoholismo antisocial se ha vinculado 
con polimorfismos de varios receptores 5HT.
EFECTOS TERATÓGENOS: SíNDROME ALCOHÓLICO FETAL
Los niños nacidos de madres alcohólicas presentan un patrón común de morfología anormal distintiva 
conocida como síndrome alcohólico fetal (FAS, fetal alcohol syndrome). El diagnóstico del FAS casi 
siempre se basa en la identificación de una tríada de anomalías en el recién nacido:
• Un conjunto de anomalías craneofaciales.
• Disfunción del SNC.
• Detención del crecimiento prenatal y posnatal.
También es probable que conforme el niño crece se hagan evidentes trastornos auditivos, del lenguaje y 
aprendizaje. Los niños que no cumplen todos los criterios para el diagnóstico de FAS sí muestran defi-
ciencias físicas y mentales consistentes con un fenotipo parcial, llamado efectos alcohólicos fetales 
[(FAE), fetal alcohol effects] o trastornos del neurodesarrollo relacionados con alcohol. El FAS se ve en 
hijos de ~ 5% de las mujeres alcohólicas. Se cree que la incidencia de FAS está entre 0.5 a 1 por cada 
1 000 nacidos vivos en la población estadounidense general, con tasas de hasta 2 a 3 por cada 1 000 entre 
los afroamericanos y los nativos estadounidenses.
Las anomalías craneofaciales observadas a menudo en el diagnóstico de FAS consisten en un patrón de microcefalia, 
filtrum largo y liso, acortamiento de fisuras palpebrales, aplanamiento de la parte media de la cara y epicanto. Las 
imágenes por resonancia magnética demuestran reducción en el volumen de los ganglios basales, cuerpo calloso, 
cerebro y cerebelo. El consumo de alcohol en el primer trimestre del embarazo se relaciona con anomalías craneofa-
ciales. La disfunción del SNC consecuente a la exposición intrauterina al alcohol se manifiesta como hiperactividad, 
deficiencia de atención, retraso mental y dificultades para el aprendizaje. El FAS es la causa más frecuente de retraso 
mental prevenible en países occidentales, los niños afectados siempre tienen calificaciones más bajas que sus coetá-
neos en diversas pruebas de coeficiente intelectual. Aunque la evidencia no es concluyente, se sugiere que incluso 
el consumo moderado de alcohol (dos bebidas al día) en el segundo trimestre de embarazo se relaciona con alteración 
del desempeño académico del niño a los seis años de edad. También es probable que la edad materna sea un factor. 
Las embarazadas mayores de 30 años que beben alcohol imponen mayores riesgos a sus hijos que las mujeres más 
jóvenes que consumen cantidades semejantes de alcohol. Además de los riesgos de FAS o FAE para el niño, el con-
sumo excesivo de alcohol entre las embarazadas, sobre todo en el primer trimestre, aumenta mucho la probabilidad 
de aborto espontáneo.
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FARMACOTERAPIA DEL ALCOHOLISMO
En la actualidad hay tres fármacos aprobados en Estados Unidos para el tratamiento del alcoholismo: 
disulfiram, naltrexona y acamprosato (cuadro 23­2). El disulfiram tiene un largo historial de empleo, pero 
ha caído en desuso por sus efectos farmacológicos secundarios y los problemas con la observancia tera-
péutica del paciente. La naltrexona y el acamprosato se introdujeron en fecha más reciente. El objetivo de 
estos fármacos es ayudar al paciente a mantener la abstinencia.
NALTREXONA
La naltrexona, un antagonista del receptor opioide m, tiene una estructura química relacionada con la 
naloxona, un antagonista muy selectivo del receptor opioide, pero su biodisponibilidad oral es mayor y 
su efecto es más prolongado. En un principio, estos fármacos se usaron en el tratamiento de la sobredosis 
y dependencia de opioides por su capacidad para contrarrestar todos los efectos de éstos (capítulos 18 y 
24). Hay evidencia de que la naltrexona bloquea la activación por el alcohol de las vías dopaminérgicas 
en el cerebro consideradas críticas para la gratificación.
La naltrexona ayuda a mantener la abstinencia porque reduce la urgencia por beber y aumenta el control cuando 
ocurre un “desliz”. No es una “cura” para el alcoholismo y no previene la recaída en todos los pacientes. La nal-
trexona funciona mejor cuando se usa junto con alguna forma de tratamiento psicosocial, como la terapia cognitiva 
conductual. Casi siempre se administra después de la desintoxicación y se administra en dosis de 50 mg/día durante 
varios meses. Es importante la observancia del régimen para asegurar el valor terapéutico de la naltrexona, lo que ha 
resultado ser un problema para algunos pacientes. La reacción adversa más frecuente de la naltrexona es la náusea, 
que es más frecuente en mujeres y cede si el paciente se abstiene de beber alcohol. Cuando se administra en dosis 
excesivas, la naltrexona causa daño hepático. Está contraindicada en pacientes con insuficiencia hepática o hepatitis 
aguda y sólo debe usarse después de consideración cuidadosa en pacientes con enfermedad hepática. El nalmefeno 
es otro antagonista opioide con varias ventajas sobre la naltrexona, incluida su mayor biodisponibilidad oral, efecto 
más prolongado y falta de toxicidad hepática dependiente de la dosis.
ACAMPROSATO
El acamprosato (N-acetilhomotaurina) es un análogo del GABA.
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Varios estudios doble ciego controlados con placebo demostraron que el acamprosato (1.3 a 2 g/día) disminuye la 
frecuencia del consumo alcohólico y reduce la recaída en los alcohólicos abstinentes; además parece tener eficacia 
similar a la naltrexona. Por lo general, el acamprosato es tolerable para los pacientes, la diarrea es la principal reac-
ción adversa. El fármaco se somete a metabolismo mínimo en el hígado, se excreta sobre todo por vía renal y tiene 
semivida de eliminación de 18 h después de la administración oral. El uso concomitante de disulfiram parece aumen-
tar la eficacia del acamprosato, sin que se observen interacciones farmacológicas secundarias.
Cuadro 23-2
Fármacos orales para el tratamiento del abuso de alcohol.
FÁRMACO DOSIS USUAL MECANISMO/EFECTO
Disulfiram 250 mg/día 
(intervalo 125 a 500 mg/día)
Inhibe la ALDH con ↑ consecuente del acetaldehído después 
de beber. La abstinencia se refuerza para evitar la reacción 
adversa resultante.
Naltrexona 50 mg/día Antagonista del receptor opioide m; se cree que ↓ el consumo 
porque ↓ las sensaciones reconfortantes y ↓ la urgencia por 
alcohol.
Acamprosato 666 mg 3 veces al día Antagonista débilde receptores NMDA, activador de receptores 
GABAA; puede ↓ los síndromes de abstinencia leve 
prolongados, ↓ la “necesidad” de alcohol.
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DISULFIRAM
El disulfiram (disulfuro de tetraetiltiuram) es una sustancia relativamente no tóxica cuando se administra 
sola, pero inhibe la actividad de la ALDH y si se consume etanol, eleva la concentración sanguínea de 
acetaldehído cinco a 10 veces en comparación con un sujeto que no recibió disulfiram.
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Después de la administración de disulfiram, las formas citosólica y mitocondrial de ALDH se desactivan de manera 
irreversible, por lo que la concentración de acetaldehído se eleva. Es improbable que el disulfiram sea el causante por 
sí mismo de la desactivación enzimática in vivo; varios metabolitos del fármaco, en especial el diatiltiometilcarba-
mato, funcionan como inhibidores del sustrato suicida de la ALDH in vitro. Estos metabolitos alcanzan concentra-
ciones significativas en el plasma después de la administración de disulfiram.
El consumo de alcohol en las personas tratadas antes con disulfiram produce signos y síntomas intensos de intoxica-
ción por acetaldehído. En cinco a 10 min, la cara se siente caliente, poco después adquiere un rubor escarlata. Con-
forme la vasodilatación se extiende por el cuerpo, se perciben pulsaciones intensas en la cabeza y cuello, también es 
probable que haya cefalea pulsátil. El sujeto experimenta dificultades respiratorias, náusea, vómito abundante, trans-
piración, sed, dolor torácico, hipotensión sustancial, síncope ortostático, inquietud marcada, debilidad, vértigo, 
visión borrosa y confusión. El rubor facial se sustituye por palidez; la presión sanguínea puede caer hasta niveles de 
choque. El consumo incluso de cantidades pequeñas de alcohol puede causar reacciones alarmantes en las personas 
tratadas con disulfiram. Por tanto, el uso de éste como agente terapéutico no está libre de peligro y sólo debe inten-
tarse bajo supervisión médica y de enfermería cuidadosa. Los pacientes deben aprender a evitar las formas ocultas de 
alcohol, como en salsas, vinagre fermentado, jarabes para la tos e incluso lociones para después de afeitarse y locio-
nes para masajes de espalda.
El disulfiram nunca debe administrarse hasta que el paciente se haya abstenido de beber alcohol durante 12 h, por lo 
menos. En la fase inicial del tratamiento se administra una dosis máxima de 500 mg durante una o dos semanas. La 
dosis de mantenimiento subsiguiente varía entre 125 y 500 mg al día, según la tolerancia a los efectos farmacológicos 
secundarios. A menos que cause sedación prominente, la dosis diaria debe tomarse por la mañana, el momento en el 
que la determinación por no beber debe ser más fuerte. La sensibilización al alcohol puede tardar hasta 14 días des-
pués de la última administración de disulfiram por la lentitud con la que se restaura la ALDH.
El disulfiram y sus metabolitos inhiben muchas enzimas con grupos sulfhidrilo cruciales, por lo que tiene un amplio 
espectro de efectos biológicos. Inhibe las CYP hepáticas y por tanto, interfiere con el metabolismo del difenilhidan-
toinato, clordiazepóxido, barbitúricos, warfarina y otros fármacos. Por lo general, el disulfiram es innocuo por sí solo, 
pero puede causar erupciones semejantes al acné, urticaria, laxitud, temblor, inquietud, cefalea, mareo, un gusto 
metálico o semejante al ajo y trastornos gastrointestinales ligeros. También hay reportes de neuropatías periféricas, 
psicosis y cetosis.
OTROS FÁRMACOS
El ondansetrón, un antagonista del receptor 5HT3 y antiemético (capítulo 13 y 46), reduce el consumo de etanol en 
animales de laboratorio y en la actualidad se prueba en humanos. Los hallazgos preliminares sugieren que el ondan-
setrón es efectivo en el tratamiento de individuos alcohólicos de inicio precoz, que responden poco a la terapia psi-
cosocial sola, aunque no parece que este fármaco funcione bien en otros tipos de alcohólicos. La administración de 
ondansetrón reduce la cantidad de alcohol consumido, sobre todo entre los bebedores que consumen < 10 bebidas al 
día. También disminuye los efectos subjetivos del etanol en seis de las 10 escalas medidas, incluido el deseo de beber, 
pero no tiene efecto en la farmacocinética del etanol. 
El topiramato, un fármaco usado en el tratamiento de trastornos convulsivos (capítulo 21), parece útil en el trata-
miento de la dependencia alcohólica. En comparación con un grupo placebo, los pacientes que tomaron topiramato 
alcanzaron más días de abstinencia y menor deseo intenso de alcohol. No se comprende bien el mecanismo de acción 
del topiramato, pero es distinto del de otros fármacos usados en el tratamiento de la dependencia (p. ej., antagonistas 
opioides), lo que sugiere que podría proporcionar una estrategia nueva y única para la farmacoterapia del alcoho ­ 
lismo.
Véase Goodman & Gilman: Las bases farmacológicas de la terapéutica, 12a. edición, para revisión bibliográfica o 
Goodman & Gilman Online en www.AccessMedicine.com.

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