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Miocardiopatías Según la definición de la American Heart Association, «las miocar- diopatías son un grupo heterogéneo de enfermedades del miocardio que se asocian a una disfunción mecánica y/o eléctrica del mismo y que habitualmente (aunque no siempre) muestran una hipertrofia o dilatación ventricular inadecuadas. Son debidas a diversas causas, que con frecuencia tienen un sustrato genético. Las miocardiopatías pueden estar confinadas al corazón o ser parte de alteraciones sistémicas generalizadas, y con frecuencia conducen a la muerte cardiovascular o a invalidez permanente debida a insuficiencia cardíaca». Las miocardiopatías son, en definitiva, enfermedades cardíacas debi- das a una afección primaria del miocardio. No obstante, en ocasiones se incluyen en este grupo miocardiopatías secundarias a afecciones pri- mariamente cardíacas, como la denominada miocardiopatía isquémica, o sistémicas (cuadro 56-1). Aunque en este grupo de enfermedades pueden incluirse gran variedad de entidades individuales, para una mejor comprensión suelen agruparse, según sus formas de presenta- ción, en miocardiopatía dilatada (MCD), miocardiopatía hipertrófica (MCH) y miocardiopatía restrictiva. Otras formas de difícil clasifica- ción dentro de las anteriores son la miocardiopatía arritmogénica y la miocardiopatía no compactada (fig. 56-1). MIOCARDIOPATÍA DILATADA La MCD se caracteriza por depresión de la función contráctil ven- tricular, en ausencia de afección coronaria o valvular que lo justifique. S E C C IÓ N I II • CUADRO 56-1 Miocardiopatía idiopática Miocardiopatía familiar/genética Miocardiopatía isquémica, hipertensiva, valvular* Taquimiocardiopatía Infecciosas (miocarditis)* Víricas Virus de Coxsackie Virus ECHO HIV Protozoarias y micóticas Toxoplasmosis Aspergillus Enfermedad de Chagas Tóxicas/medicamentosas Alcohol* Cocaína Anfetaminas Fenotiazinas Antidepresivos tricíclicos Relacionadas con el tratamiento del cáncer Antraciclinas Ciclofosfamida Radiaciones Trastuzumab* Endocrinas, metabólicas y carenciales Hipertiroidismo* Mixedema Acromegalia Feocromocitoma oculto* Uremia* Hipocalcemia* Hipofosforemia* Deficiencia de tiamina (beriberi), pelagra, escorbuto, selenio, kwashiorkor, carnitina Inflamatorias: enfermedades del colágeno y granulomatosas Esclerosis sistémica Lupus eritematoso sistémico Poliarteritis nudosa Artritis reumatoidea Sarcoidosis* Miocarditis de hipersensibilidad Neuromusculares/neurológicas Enfermedad de Friedreich Distrofias musculares Distrofia miotónica Neurofibromatosis Esclerosis tuberosa Infiltrativas y de depósito Amiloidosis Hemocromatosis* Enfermedad de Fabry* y otras lipoidosis Infiltración neoplásica Glucogenosis Fibrosis endomiocárdicas Fibroelastosis Fibrosis endomiocárdica de Davies Fibrosis endomiocárdica de Loeffler Seudoxantoma elástico Miocardiopatía por estrés (takotsubo)* *Miocardiopatías potencialmente reversibles. https://booksmedicos.org 508 SECCIÓN II I Cardiología La afección del ventrículo izquierdo es la norma, con dilatación de esta cavidad e hipocontractilidad generalizada, expresada en una reducción de la fracción de eyección por debajo del 45% (valores normales, 60%-66%). Ocasionalmente existe afección simultánea o secundaria del ventrículo derecho; la afección aislada de esta última cámara es poco frecuente. Miocardiopatía dilatada primaria Etiología En un elevado porcentaje (≤ 50%) de casos de MCD no se encuentra una causa etiológica clara; en estos casos se habla de MCD idiopática. Muchos de los enfermos que presentan este cuadro probablemente son sujetos que han padecido una miocarditis de origen vírico que cursó de forma silente y evolucionó hacia MCD. De hecho, en un 50% de los casos de miocarditis que cursan con depresión de la función ventricular, esta no se recupera y evoluciona hacia MCD; en un 35% de los casos de MCD se puede encontrar presencia de material vírico en biopsias de miocardio, aunque la naturaleza invasiva de esta técnica lleve a que no se practique de forma sistemática. El mecanismo de la evolución desde la miocarditis vírica hasta la MCD probablemente incluye aspectos autoinmunitarios, para los que podría existir una predisposición familiar. Entre un 25%-50% de los pacientes con MCD idiopática presentan algún familiar de primer grado afecto por grados más o menos avan- zados de la enfermedad. En algunos de estos casos de MCD familiar (30%-35%) se han detectado mutaciones en hasta 60 genes autosó- micos y 2 ligados al cromosoma X que codifican no sólo proteínas sarcoméricas, sino también del citoesqueleto; el gen que codifica la proteína gigante titina se encuentra entre los más frecuentemente afectados. En general, el sustrato genético de la MCD es más com- plejo que el de otras entidades, como la MCH o el síndrome del QT largo, en que la mayor parte de los casos afectos se concentra en un número limitado de mutaciones. Estudios de seguimiento prospectivo de familiares de pacientes con MCD han puesto de manifiesto que el porcentaje de casos familiares es posiblemente superior al citado, debido a que la penetrancia está relacionada con la edad, y las anomalías cardíacas pueden manifestarse tardíamente en sujetos aparentemente normales. La forma de transmisión es variable según el gen afecto; el de la distrofina se transmite asociado al cromosoma X, mientras que otros muchos casos muestran una transmisión autosómica dominante. Las manifestaciones fenotípicas también pueden verse influidas por el tipo de mutación; las que afectan al gen LMNA, que codifica dos formas de laminina, cursan con MCD y alteraciones de la conducción cardíaca. Por otra parte, influencias ambientales, de carga hemodinámica o epigenética, pueden modular la expresión de la enfermedad. Fisiopatología En las MCD con un sustrato genético, este puede ser la causa inicial de la depresión de la contractilidad, al afectar directamente a alguno de los componentes que intervienen en el complejo proceso de la contracción miocárdica; alternativamente, puede actuar como factor predisponente sobre el que una agresión externa desencadena la expresión clínica de la enfermedad. En la MCD de origen vírico se baraja una acción lesiva directa del virus o fenómenos de autoinmunidad mal conocidos. La evolución de la enfermedad se debe a la causa inicial, pero también a la puesta en marcha de mecanismos «compensadores» que, al actuar a largo plazo, profundizan aún más en el empeoramiento de la situación. Entre estos mecanismos cabe citar fenómenos inflamatorios, activación de mecanismos neurohumorales como el sistema adrenérgico y el sis- tema renina-angiotensina-aldosterona y modificaciones estructurales (remodelado ventricular) que implican hipertrofia miocitaria, fibrosis intersticial y apoptosis. En el examen macroscópico, la dilatación ven- tricular sigue un curso progresivo con aumento de esfericidad, debido en parte al incremento creciente de la tensión de pared y también como consecuencia del desarrollo de insuficiencia mitral funcional por alejamiento progresivo de los músculos papilares. La dilatación auricular favorece la aparición de fibrilación auricular, mientras que la fibrosis predispone a arritmias ventriculares. La insuficiencia cardíaca derecha puede ser consecuencia de afección por el proceso del ventrículo derecho, o de afección retrógrada de la insuficiencia cardíaca izquierda. Cuadro clínico Los pacientes con MCD pueden cursar sin síntomas durante tiempo, y entonces el diagnóstico es casual como resultado de un reconoci- miento médico sistemático. No es infrecuente que ya entonces exista una importante afección estructural cardíaca con función ventricular muy deprimida y dilatación ventricular. En presencia de síntomas, estos son los de una insuficiencia cardíaca progresiva: disnea, que inicialmente es de esfuerzo, pero que progresa hasta hacerse de reposo, junto con ortopnea y disnea paroxística nocturna; fatigabilidad y, más tarde, edema en zonas en decliveque deja fóvea. La tromboembolia periférica puede constituir la primera manifestación de la enfermedad. La evolución puede adoptar una forma rápidamente progresiva, con elevada mortalidad y en ocasiones necesidad de trasplante cardíaco. En otros muchos casos las manifestaciones clínicas son de evolución más lenta, y tienen un mejor pronóstico sobre todo si la función ventricular mejora con el tratamiento médico. La exploración física de la MCD es la que cabría esperar en la insu- ficiencia cardíaca de cualquier otra causa. La presión venosa yugular puede estar elevada, lo que a veces coexiste con hepatomegalia y edema periférico con fóvea, todo ello como manifestación de insuficiencia car- díaca derecha. La auscultación pulmonar permite detectar la presencia de estertores en bases pulmonares, aunque en los casos poco avanzados la auscultación pulmonar en reposo puede ser normal. La auscultación cardíaca revela con frecuencia un ritmo de galope por tercer ruido, y un soplo pansistólico en foco mitral irradiado a la axila, propio de regurgitación mitral. Esquema de los diversos tipos de miocardiopatías que ilustra las formas más habituales (hipertrofia septal en la miocardiopa- tía hipertrófica [MCH], dilatación de ventrículo derecho [VD] en la MCA), aunque existen otras presentaciones posibles. Ao: aorta; AI: aurícula izquierda; MCA: miocardiopatía arritmogénica del VD; MCD: miocardiopatía dilatada; MCNC: mio- cardiopatía no compactada; MCR: miocar- diopatía restrictiva con depósito endocárdico (flecha). https://booksmedicos.org 509 CAPÍTULO 56 Miocardiopatías Exploraciones complementarias Los análisis de sangre deben dirigirse a detectar la presencia de anemia, anomalías electrolíticas y alteraciones en la función renal y hepática, así como a descartar posibles causas de MCD secundaria. La anemia es frecuente en la MCD que cursa con insuficiencia cardíaca avanzada (≤ 25% de los pacientes) y constituye un factor agravante de la misma. La hipopotasemia puede ser consecuencia del tratamiento diurético y de- be vigilarse por su potencial arritmogénico. Cuando se administran conco- mitantemente inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (IECA) y antialdosterónicos puede aparecer hiperpotasemia inducida. La hiponatremia es siempre un signo de mal pronóstico. El deterioro de la función renal debe evaluarse mediante aclaramiento renal, calculado por las fórmulas de Cockcroft-Gault o MDRD, y no simplemente por medida de la urea o la creatinina. Su empeoramiento es un signo de mal pronóstico, aunque puede ser debido a la mala perfusión renal por exceso de tratamiento diurético. La función hepática puede estar alterada si existe hepatomegalia de estasis, con elevaciones de ASAT y ALAT y, más raramente, prolongación del tiempo de protrombina e ictericia. Los niveles de péptido natriurético cerebral (BNP) constituyen un añadido útil en el diagnóstico de la IC. La elevación del BNP (o su fragmento inactivo, NT-pro BNP) traduce un aumento de estrés intraventricular y se ha relacionado con el pronóstico y la respuesta al tratamiento. El BNP aumenta con la edad y las mujeres presentan valores más elevados, mientras que estos pueden ser artificialmente bajos en los obesos. El valor predictivo negativo del BNP es muy alto en la IC, por lo que puede servir para excluir causas no cardíacas de disnea, mientras que su valor predictivo positivo es menor por la exis- tencia de una serie de causas de falsos positivos. El ECG no presenta en la MCD patrones específicos, aunque no suele ser normal. En los casos sintomáticos la taquicardia sinusal es fre- cuente, lo que se acompaña de una reducida variabilidad del intervalo RR como reflejo de la activación del sistema simpático. La aparición de fibrilación auricular comporta un peor pronóstico, como lo hace el bloqueo de rama izquierda, presente en hasta el 30% de los casos. La detección de otras anomalías, como crecimiento de ventrículo izquier- do u ondas Q de necrosis, nos puede orientar hacia formas secundarias de hipocontractilidad y dilatación ventricular. La monitorización elec- trocardiográfica con Holter ayuda a detectar la presencia de arritmias ventriculares o trastornos paroxísticos de la conducción ventricular. La radiografía de tórax presenta cardiomegalia global y afecta sobre todo a cavidades izquierdas, con signos de congestión venosa pulmonar. El ecocardiograma permite detectar la hipocontractilidad ventricular y cuantificar su grado. De forma típica, la depresión de la función ventricular es homogénea en la MCD, a diferencia de lo que sucede en la llamada miocardiopatía isquémica. La fracción de eyección es inferior al 50%; el pronóstico empeora cuando esta disminuye, en particular si es inferior al 30%. La aurícula izquierda está dilatada y, en casos avanzados, también las cavidades derechas. El análisis del flujo transmitral de las venas pulmonares mediante Doppler detecta alteración de la función diastólica ventricular. Es frecuente la presencia de regurgitación mitral, generalmente secundaria a la dilatación y al cambio de morfología del ventrículo izquierdo (fig. 56-2). En algunos casos aislados puede plantearse el problema de si la regurgitación mitral es secundaria o, por el contrario, es causa primaria de afección ven- tricular. Si existe regurgitación tricuspídea secundaria a dilatación del ventrículo derecho se puede calcular la presión pulmonar y detectar su grado de elevación; la hipertensión pulmonar es también un signo de mal pronóstico. La prueba de esfuerzo raramente es necesaria para constatar la mala capacidad funcional, aunque la determinación del consumo máximo de oxígeno se emplea para establecer el pronóstico y seleccionar a los pacientes candidatos a trasplante cardíaco. La RM detecta con precisión la cuantía de la depresión de la contractilidad y el grado de dilatación de las cavidades cardíacas. El realce tardío con gadolinio en zonas del epicardio refleja la existencia de fibrosis. La gammagrafía de perfusión con técnicas isotópicas detecta en numerosos casos defectos de perfusión, que no necesariamente reflejan la existencia de isquemia; en los casos avanzados existe una reducción de la captación miocárdica de metayodobencilguanidina, que traduce anomalías de la inervación simpática y que se ha relacionado con el riesgo de muerte súbita. Normalmente no suele ser necesario el cateterismo cardíaco, excepto para confirmar que la MCD no es secundaria a obstrucciones corona- rias; el análisis del árbol coronario puede hacerse con TC multicorte, técnica con un elevado valor predictivo negativo. Los candidatos a trasplante cardíaco requieren un cateterismo derecho para evaluar la existencia, naturaleza y grado de hipertensión pulmonar. La biopsia endomiocárdica no se realiza de forma rutinaria en los enfermos con MCD. Los hallazgos histológicos son inespecíficos (fibrosis miocárdica, hipertrofia miocitaria y aumento de tamaño nuclear), aunque técnicas de hibridación in situ permiten detectar la presencia de genoma vírico en casos secundarios a una miocarditis vírica, incluso cuando ya no se detectan datos de infiltración linfocítica. Tratamiento El tratamiento de la MCD es en la práctica el de la insuficiencia car- díaca con función sistólica deprimida. Sus objetivos son: a) prevenir la progresión del daño miocárdico o la aparición de insuficiencia car- díaca en casos de disfunción ventricular asintomática; b) evitar com- plicaciones (reducir la morbilidad), recaídas y reingresos; c) prolongar la supervivencia, y d) suprimir los síntomas y mejorar la capacidad funcional y la calidad de vida. Siempre que la MCD sea secundaria (alcohol, tóxicos, etc.), habrá que plantear un tratamiento etiológico. Las medidas generales incluyen un nivel de ejercicio físico adecuado, evitando el sedentarismo extremo, y restricciones dietéticas en sal y, en general, alcohol. El tratamiento médico incluye un IECA (con dosis progresivas,≤ 100-150 mg/día de captopril o 20-40 mg/día de enalapril, u otros agentes), un ARA-II (≤ 50-100 mg/día de losartán o equivalente) si existe intolerancia al primero, o sacubitrilo-valsartán (97/103 mg/12 h), que ha demostrado reducir la mortalidad más que el enalapril, así como un β-bloqueante a partir de dosis muy bajas (6,25 mg/día de carvedilol o 1,25 mg/día de bisoprolol, hasta alcanzar 25 mg/12 h o 10 mg/día, respectivamente). Estos fármacos deben administrarse incluso en casos en que no exista insuficiencia cardíaca franca, ya que disminuyen el remodelado ventricular y, con ello, la progresión de la enfermedad. Si existe IC, deben administrarse diuréticos y se puede comenzar por un agente suave, como una tiazida (clortalidona, 50 mg/día). No obs- tante, en general suele ser necesario utilizar un agente activo en el asa de Henle, como furosemida (40-120 mg/día) o torasemida. La dosis de diurético debe ser la mínima que mantenga al paciente libre de edema (10-20 mg/día). La adición de un bloqueante de la aldosterona (espironolactona o eplerenona, ambas en dosis de 25-50 mg/día) ha demostrado que mejora la sintomatología y reduce de forma apreciable la mortalidad en todo el espectro de la insuficiencia cardíaca. Hay que tener en cuenta que esto sucede en pacientes con función renal no muy deprimida, y que existe el riesgo de hiperpotasemia cuando se combinan con IECA. La digoxina no suele emplearse en ritmo sinusal, salvo en aquellos casos en que persisten síntomas pese a todo lo anterior, en dosis de 0,25 mg/día. S E C C IÓ N I II Miocardiopatía dilatada. Ecocardiograma de un pacien- te con miocardiopatía dilatada. Imagen sistólica en plano apical de cuatro cámaras que muestra un ventrículo izquierdo (VI) dilatado y esférico. Existe regurgitación mitral (color) a la aurícula izquierda (AI). https://booksmedicos.org 510 SECCIÓN II I Cardiología Los enfermos con IC y fibrilación auricular deben ser sometidos a tratamiento anticoagulante, con una cumarina, con un inhibidor de la trombina, como dabigatrán (110-150 mg/12 h) o del factor X (rivaroxabán, en dosis de 15-20 mg/día, apixabán, en dosis de 2,5- 5 mg/12 h o edoxabán 60 o 30 mg/día). Los pacientes con depresión grave de la función ventricular y síntomas que presentan bloqueo de rama izquierda (∼30%) se benefician de la implantación de un marcapaso resincronizador, con electrodos en aurícula derecha y ambos ventrículos. Esta técnica mejora la sintomatología en el 80% de los casos, además de reducir la mortalidad. La muerte súbita es la forma de muerte en cerca del 50% de los pacientes. La implantación de un desfibrilador implantable reduce la mortalidad en los pacientes de MCD con fracción de eyección menor del 30%. Miocardiopatía dilatada secundaria Entre las formas secundarias de MCD, una causa relativamente común, e importante porque es potencialmente reversible, es la miocardiopa- tía alcohólica. Esta es la forma más frecuente de MCD secundaria oscilando, según las series, entre el 5% y el 45% de todas las MCD; suele aparecer en relación con la dosis ingerida en individuos que han consumido cantidades importantes de alcohol durante largos perío- dos de tiempo (por lo general, > 10 años). No todos los alcohólicos padecen esta enfermedad, al existir variabilidad en la predisposición a presentarla, posiblemente por factores genéticos. Los individuos con el polimorfismo DD del gen de la enzima convertidora de la angiotensina tienen un mayor riesgo de MCD alcohólica. Los mecanismos implicados son diversos: efecto tóxico directo del alcohol o alguno de sus metabolitos; deficiencia de tiamina en casos de desnutrición, que frecuentemente acompaña al alcoholismo, o toxicidad de algún aditivo, como el cobalto que se empleaba en algunos tipos de cerveza. Las manifestaciones histopatológicas y clínicas son indistinguibles de la MCD idiopática. Son frecuentes las arritmias supraventriculares. El tratamiento es el mismo que el de la MCD, y es vital la supresión de la ingesta de alcohol con lo que, en general, suele mejorar la función ventricular. En todo caso esta es una medida que debe aconsejarse en todos los casos de MCD (excepto, obviamente, en los abstemios) ante la posibilidad de que la ingesta de alcohol, aunque sea moderada, pueda desempeñar un papel en la enfermedad. La miocardiopatía periparto tiene lugar entre el último mes de ges- tación y los primeros seis meses posparto. Se han barajado causas inflamatorias y de autoinmunidad, y la enfermedad se manifiesta como depresión global de la contractilidad ventricular que puede ser muy intensa inicialmente, y con frecuencia por arritmias ventriculares graves. Es más común en África, pero sucede también en países desa- rrollados. El tratamiento es el mismo de la MCD y su pronóstico es bueno si se supera la fase inicial, con frecuente normalización de la función ventricular. Sin embargo, existe riesgo de recurrencia en sucesivos embarazos, sobre todo en pacientes con cierto grado residual de depresión de la contractilidad. La miocardiopatía por estrés, o takotsubo, es una entidad reciente- mente descrita cuyo interés radica en gran parte en diferenciarla de un infarto de miocardio, cuyo cuadro puede simular. Suele presentarse en mujeres en edad posmenopáusica, frecuentemente después de una situación de marcado estrés, por lo que se ha sugerido un papel causal para las catecolaminas. Clínicamente se manifiesta por dolor torácico; el ECG puede mostrar elevación extensa del segmento ST en precordia- les, lo que contrasta con una elevación mínima de marcadores séricos de necrosis. La angiografía coronaria es normal y el ecocardiograma, u otras técnicas de imagen para evaluar la función ventricular, muestra una acinesia apical amplia del ventrículo izquierdo con contractilidad conservada de las porciones basales, lo que confiere al ventrículo la morfología de una vasija empleada en Japón para la pesca (de ahí su nombre, takotsubo). La biopsia miocárdica excluye la miocarditis. El tratamiento es el de la disfunción ventricular o las arritmias que se pudieran presentar, y con frecuencia la función ventricular se recupera de forma completa en un período de semanas. La miocardiopatía inducida por taquicardia es indistinguible de la MCD idiopática y aparece en pacientes que presentan arritmias que condicionan una elevada frecuencia cardíaca durante gran parte del tiempo. El ejemplo más habitual es la fibrilación auricular con mal control de la frecuencia ventricular. La normalización de la frecuencia cardíaca mejora e incluso normaliza la contractilidad ventricular; para conseguirla se deben emplear los medios necesarios, entre los que se incluye, si fracasan los fármacos, la ablación de la unión auriculoven- tricular (AV) con posterior implantación de marcapasos ventricular. Los fármacos quimioterápicos empleados en oncología pueden pro- ducir diversas alteraciones cardíacas (arritmias, pericarditis, isquemia miocárdica) entre las que se encuentra la afección miocárdica directa que se traduce en un cuadro clínico similar a la MCD. Los agentes más cardiotóxicos son las antraciclinas (doxorubicina, epirubicina, daunorubicina). Estos fármacos producen un daño irreversible del miocardio que depende de la dosis acumulada. Se calcula que la dosis que se asocia a un 5% de riesgo de MCD es de 400-450 mg/m2 para la doxorubicina, aunque existe distinta sensibilidad individual. El riesgo aumenta en pacientes ancianos, con cardiopatía previa o que han recibido radiación u otros tratamientos anteriores con el mismo agente. La afección cardíaca se manifiesta como una reducción de la fracción de eyección del ventrículo izquierdo acompañada de dilatación ventricular, que progresa hacia insuficiencia cardíaca. La mediana de tiempo de aparición es cuatro meses tras completar el tratamiento, aunque la depresión grave de la contractilidad ventricular puede manifestarse has- ta varios años después de su finalización. La detección ymonitorización del daño miocárdico se basa en la realización seriada de ecocardiografía, aunque no existen datos que permitan establecer una pauta temporal clara de monitorización; alternativamente se ha propuesto la determi- nación sérica de BNP o troponinas cardíacas, aunque aún se ignora su valor predictivo. El tratamiento de la disfunción ventricular, cuando es asintomática, se basa en la administración de IECA y β-bloqueantes. Otros agentes antineoplásicos, como el anticuerpo monoclonal tras- tuzumab o los inhibidores de la tirosín-cinasa sumatinib e imatinib, pueden producir también depresión de la contractilidad ventricular, aunque de forma reversible. La miocardiopatía chagásica es una entidad frecuente en Sudamérica, como causa más frecuente de MCD en esa región, pero que también se observa en España, en especial entre la población inmigrante procedente de zonas donde la enfermedad de Chagas es endémica. El agente causal es el Tripanosoma cruzi. La miocardiopatía tiene una fase aguda (miocar- ditis aguda), con intensa parasitación del miocardio, aunque la clínica es poco aparente; un período de latencia de 20-30 años, y una fase crónica (MCD) que afecta al 30% de los pacientes infectados. A menudo coexis- ten los tres síndromes básicos: insuficiencia cardíaca, síntomas digestivos (megaesófago y megacolon) y tromboembolia pulmonar o sistémica. El ECG es muy llamativo. A veces remeda el infarto de miocardio. Al igual que la sarcoidosis y la esclerodermia, la enfermedad de Chagas tiene especial predilección por el sistema específico de conducción y presenta bloqueos de rama derecha muy aberrantes, con hemibloqueos, bloqueos AV avanzados, fibrilación auricular, extrasístoles y salvas de taquicardias ventriculares recurrentes. El 20% de los casos fallecen por muerte súbita. El ecocardiograma puede mostrar aneurismas ven- triculares múltiples, con pared muy delgada, que son patognomónicos. La afección crónica del miocardio se interpreta como una miocarditis focal larvada, con escasos infiltrados inflamatorios, destrucción de fibras cardíacas y fibrosis reparativa, debida posiblemente a la persistencia del parásito, aunque en grado mínimo, y a una reacción autoinmune. El diagnóstico se confirma mediante serología y/o PCR. La miocardiopatía isquémica no debería ser considerada sensu stricto una miocardiopatía, pero en ocasiones la cardiopatía isquémica se manifiesta en forma de MCD, lo que obliga a establecer el diagnós- tico diferencial. La causa de la depresión de la función ventricular es la presencia de necrosis miocárdicas extensas o repetidas, aunque en otros casos se trata de zonas amplias de miocardio hibernado isquémico que puede recuperar su capacidad contráctil tras la adecuada revascula- rización. En general suelen existir antecedentes clínicos de episodios coronarios agudos o angina, aunque la clínica puramente isquémica puede ser silente, lo que sucede con mayor frecuencia en diabéticos, que tienen afección vascular coronaria difusa con circulación colateral abundante. En estos casos es clave detectar si el miocardio no con- tráctil es necrótico o aún viable, para lo que pueden emplearse diversas técnicas (ecografía con dobutamina, gammagrafía cardíaca, PET). La revascularización por medios percutáneos (angioplastia-stent) o quirúrgicos suele traducirse en mejora de la contractilidad. https://booksmedicos.org 511 CAPÍTULO 56 Miocardiopatías S E C C IÓ N I II MIOCARDIOPATÍA HIPERTRÓFICA Concepto La MCH puede definirse como una hipertrofia cardíaca primaria, esto es, no secundaria o adaptativa a hipertensión, estenosis aórtica u otra causa. Esta hipertrofia se acompaña de una cavidad del ventrículo izquierdo no dilatada, suele localizarse en el ventrículo izquierdo, y con frecuencia tiene una distribución asimétrica que afecta predominante- mente al tabique interventricular. Los casos de hipertrofia septal con frecuencia originan obstrucción subaórtica dinámica al tracto de salida del ventrículo izquierdo. En otras ocasiones, la hipertrofia se localiza en la zona apical; con menor frecuencia existe afección del ventrículo derecho. La hipertrofia se acompaña, en el nivel estructural, de una mala alineación de las miofibrillas y de la presencia de fibrosis miocárdica. El porcentaje de miocardio que presenta estas alteraciones, y su distribu- ción, es variable y guarda relación con manifestaciones clínicas, como el riesgo de muerte súbita. La prevalencia de esta entidad en las pobla- ciones hasta ahora estudiadas es de 2 casos por cada 1.000 habitantes, lo que la convierte en una enfermedad relativamente frecuente, más aún si tenemos en cuenta que empleando técnicas de imagen más sensibles, incluyendo a familiares de probandos o aplicando de forma generalizada estudios genéticos, esta prevalencia puede llegar a triplicarse. Etiología La MCH es una enfermedad monogénica de comportamiento mende- liano, debida a la mutación de uno de los genes que codifican proteínas cardíacas; hasta la fecha se han descrito más de 1.500 mutaciones en al menos 20 genes diferentes que codifican proteínas sarcoméricas. El 80% de los casos presentan mutaciones en el gen que codifica la cadena β de la miosina pesada o en la proteína C de unión a la miosina. La forma de transmisión es autosómica dominante, aunque existen diversos grados de penetrancia según la mutación concreta, y un alto grado de heterogeneidad en la expresión fenotípica incluso entre miem- bros de una familia afecta por la misma mutación. En el 30%-40% de los casos no se encuentra, sin embargo, ninguna de las mutaciones conocidas, lo que puede deberse a la aparición de mutaciones de novo, a la interacción de mutaciones genéticas múltiples o a la presencia de mutaciones aún no detectadas; no obstante, existe la posibilidad de que otras entidades, como algunas enfermedades de depósito, puedan manifestarse fenotípicamente como MCH. Así sucede, por ejemplo, con las enfermedades de Pompe o Fabry. En estos casos el diagnós- tico diferencial es importante, pues, por ejemplo, la enfermedad de Fabry, afección de transmisión hereditaria ligada al cromosoma X y caracterizada por el déficit de actividad de la enzima α-galactosidasa, tiene tratamiento de sustitución enzimática. Las distintas mutaciones que subyacen a la MCH pueden tener manifestaciones fenotípicas también distintas, aunque esto en la actualidad es objeto de controversia; por ejemplo, las mutaciones de la troponina, en particular las que originan un cambio de la polaridad eléctrica del aminoácido y, por consiguiente, de la configuración de la proteína, pueden presentar un elevado riesgo de muerte súbita al mismo tiempo que, con frecuencia, manifiestan un grado de hiper- trofia relativamente leve y que puede no ser evidente hasta después de la pubertad. Por el contrario, las mutaciones de la proteína C de unión a la miosina tienen un curso relativamente benigno y pueden no expresarse fenotípicamente hasta edades avanzadas, en particular cuando coexiste algún otro estímulo inductor de hipertrofia, como hipertensión arterial. Fisiopatología Las anomalías funcionales y estructurales que subyacen a la MCH son poco conocidas. Estudios experimentales han puesto de manifiesto alteraciones funcionales del sarcómero, como reducción o aumento (según la mutación) de la generación de fuerza, alteraciones del ciclo de Ca++ o un empleo anormal del ATP. Tanto en animales de expe- rimentación como en humanos, la disfunción diastólica precede al desarrollo de hipertrofia. La hipertrofia ventricular, junto con la mala alineación de las miofi- brillas y la fibrosis, condiciona una disminución de la distensibilidad ventricular que propicia la aparición de disfunción diastólica y, even- tualmente, insuficiencia cardíaca con función sistólica conservada, e incluso, por lo general, aumentada. Este mismo sustrato favorece las arritmias ventriculares, responsables en gran medida de la muerte súbita que pueden presentarestos pacientes. La hipertrofia septal asimétrica puede dar lugar a una obstrucción subaórtica dinámica, determinada por el engrosamiento sistólico del tabique hipercontráctil en la zona opuesta a la valva septal de la válvula mitral, lo que hace que contacte con esta (fig. 56-3). Esta obstrucción, que está presente en reposo en una tercera parte de los pacientes, se desencadena con el ejercicio en otro tercio. Otras situaciones que desencadenan o incrementan la obs- trucción son el aumento de contractilidad ventricular (como sucede tras una pausa postextrasistólica), las reducciones de precarga o de poscarga (administración de vasodilatadores, diuréticos, deshidratación). Los enfermos con MCH pueden presentar isquemia miocárdica debida a un desproporcionado aumento de la masa miocárdica en ausencia de un incremento paralelo de la vascularización miocárdica. En los casos en que existe obstrucción subaórtica, además, la aparición de un gradiente sistólico de presión entre la cavidad ventricular y la aorta (aunque realmente el gradiente se produce entre el cuerpo del ven- trículo izquierdo y la zona subvalvular aórtica) hace que, mientras que la presión sistólica intraventricular está elevada (lo que condiciona un aumento de los requerimientos miocárdicos de oxígeno) la presión aórtica no lo está. Dado que la presión de perfusión coronaria depende de la presión arterial diastólica (que también es menor que si no hubiese gradiente), se dan las condiciones desfavorables de un aumento de las demandas miocárdicas de oxígeno sin un aumento del aporte. Cuadro clínico Muchos casos siguen un curso relativamente benigno, y son sólo diag- nosticados de forma casual con motivo de un reconocimiento médico. En otras ocasiones, según el tipo de mutación y probablemente de factores modificadores mal conocidos, la enfermedad presenta síntomas precozmente, lo que comporta un peor pronóstico. La disnea es un síntoma relativamente frecuente, suele desenca- denarse con el esfuerzo, y puede ser secundaria a un aumento de la presión diastólica ventricular por dificultad del llenado diastólico. En los casos en que existe obstrucción subaórtica, puede mejorar cuando se reduce esta. El dolor torácico de tipo anginoso es menos frecuente; puede simular una angina de esfuerzo y suele ser debido al desequilibrio ya comentado entre aporte y demanda de oxígeno o a alteraciones en Diagrama de obstrucción en la miocardiopatía hiper- trófica. Mecanismo de la obstrucción sistólica en la miocardiopatía hipertrófica. A. Ventrículo izquierdo normal, con amplio tracto de salida y válvula mitral cerrada en sístole (flecha). B. Ventrículo con hipertrofia septal asimétrica que estrecha la salida y facilita el desplazamiento anterior de la válvula mitral que contacta con el tabique por el efecto Venturi (flecha gruesa). La obstrucción se acompaña de apertura de la válvula mitral y de regurgitación valvular (flecha fina). https://booksmedicos.org 512 SECCIÓN II I Cardiología la microvasculatura. La aparición de síncope es un síntoma de mal pronóstico. En los casos de obstrucción grave puede ser un síncope de esfuerzo, debido a la incapacidad de aumentar el gasto cardíaco en presencia de una vasodilatación periférica marcada; pero en otras ocasiones está en relación con arritmias ventriculares. La primera manifestación clínica puede ser en algunos casos la muerte súbita. De hecho, en series americanas la MCH es la primera causa de muerte súbita en jóvenes, deportistas o no. La exploración física puede ser anodina en pacientes sin obstrucción; como máximo puede detectarse un cuarto ruido a la auscultación car- díaca, que refleja la mala distensibilidad ventricular. En pacientes con MCH obstructiva puede auscultarse un soplo mesosistólico eyectivo no precedido de clic y con un segundo ruido conservado. Este soplo tiene una intensidad pico más precoz que el de la estenosis valvular aórtica grave, no llega al final de la sístole y se suele auscultar en una zona más baja del precordio. La obstrucción, así como el soplo que produce, se acentúan con las maniobras que aceleran la eyección ventricular, como el ejercicio o la administración de isoproterenol, o que reducen el diámetro de la cavidad (la maniobra de Valsalva o la administración de nitrito de amilo). En cambio, puede suprimirse con las maniobras que aumentan la poscarga (contracción muscular isométrica) y dilatan la cavidad. En los casos de obstrucción grave, el pulso arterial periférico puede presentar un aspecto digitiforme característico, con un ascenso rápido seguido de un colapso mesosistólico (fig. 56-4). Esta morfología puede aparecer sólo en situaciones en que se incrementa el grado de obstrucción, como tras una pausa postextrasistólica. En situaciones avanzadas los pacientes pueden presentar insuficien- cia cardíaca, con toda la sintomatología y semiología característica. Este cuadro no siempre se debe a las anomalías de la función diastólica que presenta la enfermedad, sino que puede deberse a una evolución hacia una fase dilatada terminal, con predominio de disfunción sistólica. Exploraciones complementarias El ECG raramente es normal en la MCH (en menos del 10% de los casos), por lo que esta prueba se ha empleado para el despistaje de la enfermedad en grupos de población sana, como deportistas. Es frecuen- te encontrar datos muy manifiestos de hipertrofia ventricular izquierda, lo que orienta el diagnóstico en personas que no presentan enfermeda- des que supongan una sobrecarga de presión del ventrículo izquierdo. La presencia de ondas Q estrechas y profundas, más evidentes en DII, DIII, aVF y V5-V6, y seguidas de ondas R de alto voltaje es sugestiva de MCH. No es raro encontrar anomalías en la repolarización, con ondas T negativas muy marcadas, que no parecen ser secundarias al grado de hipertrofia ventricular (fig. 56-5). También pueden detectarse ondas δ, con o sin PR corto, que la mayoría de las veces no se acompañan de taquicardias por macrorreentrada. En estos casos hay que sospechar que se trata de enfermedades de depósito (enfermedad de Dannon, Pompe, Fabry), y no verdaderas MCH. En otras ocasiones se encuen- tran trastornos de conducción intraventricular, sobre todo bloqueo de rama izquierda. En un 25% de los pacientes se encuentra fibrilación auricular, arritmia que por lo general agrava el cuadro clínico. Son frecuentes las arritmias ventriculares, en particular extrasistolia ven- tricular o taquicardia ventricular no sostenida, que constituyen un signo de mal pronóstico, y cuya presencia debe investigarse mediante monitorización con Holter. La radiografía de tórax suele ser normal, aunque puede aparecer dilatación de la aurícula izquierda. El ecocardiograma es la prueba diagnóstica clave en la MCH. El diagnóstico clínico de la MCH se establece fácilmente mediante eco- cardiografía para mostrar hipertrofia ventricular izquierda (típicamente de distribución asimétrica, aunque el aumento de grosor de pared puede presentar un patrón difuso o segmentario). La ecocardiografía permite objetivar este aumento de grosor de pared que aparece en ausencia de otra enfermedad cardíaca o sistémica que pueda causar hipertrofia (hipertensión arterial o estenosis aórtica) y que se asocia a una cavidad no dilatada e hiperdinámica (a menudo con obliteración sistólica de la cavidad). Aunque el criterio clínico diagnóstico usual para la MCH es un grosor de pared de ventrículo izquierdo máximo mayor o igual a 15 mm, las correlaciones genotipo-fenotipo han mos- trado que un grosor de pared normal es compatible con la presencia de un gen mutante. El hallazgo de una relación septo/pared posterior superior a 1,3 se asocia fuertemente a la MCH y, si se aumenta a 1,5 la especificidad, aumenta de forma marcada. Ligeros aumentos en el grosor parietal de 13 a 14 mm debidos potencialmente a MCH deben ser diferenciados de ciertas expresiones extremas de corazón fisiológico en atletas (el2% de los atletas de élite presentan grosores de 13-16 mm). También debe ser distinguido de la presencia de un septo sigmoide limitado a la porción más basal del mismo (≤ 3 cm de longitud) que se puede observar en pacientes ancianos, que además no se acompaña de otros hallazgos característicos de la MCH. El ecocardiograma detecta también si existe obstrucción al flujo del tracto de salida del ventrículo izquierdo y permite cuantificar la exis- tencia en su caso de regurgitación mitral asociada. El Doppler tisular puede detectar una anormal función diastólica en pacientes con MCH, incluso antes del desarrollo de hipertrofia ventricular izquierda. Sin embargo, se ha de tener en cuenta que existen individuos que presentan la enfermedad y no la expresan fenotípicamente hasta determinados momentos de su ciclo vital, lo cual explicaría que la sensibilidad diag- nóstica del ecocardiograma puede ser adecuada para la detección de hipertrofia en pacientes con determinadas mutaciones, pero escasa en otras variantes en las que la hipertrofia es menos aparente o más tardía. Las imágenes obtenidas con RM permiten una detección y cuantificación de la hipertrofia incluso en aquellos casos, como sucede en la MCH apical, en que la zona afecta puede ser más difícil de identificar con ecocardiografía. Esta técnica permite, además, mediante el realce tardío con gadolinio, detectar y cuantificar el grado de fibrosis miocárdica, que puede constituir un marcador adicional de riesgo para predecir la muerte súbita. Pronóstico Aunque la MCH en su conjunto es una enfermedad relativamente benigna, con una mortalidad anual de alrededor del 0,5%-1% en Registro fonocardiográfico, carotidograma y cardioápex en la miocardiopatía hipertrófica. A. Soplo de eyección característico, galope presistólico (cuarto ruido) y configuración típica en «punta-onda» del latido carotídeo. B. Latido apical triple (cardioápex). https://booksmedicos.org 513 CAPÍTULO 56 Miocardiopatías S E C C IÓ N I II adultos, existe un subgrupo de pacientes con elevado riesgo de muerte súbita. Una de las labores diagnósticas clave es la identificación de este grupo, que puede beneficiarse de la implantación profiláctica de un desfibrilador automático. Con este fin, los enfermos con MCH deben ser sometidos a una prueba de esfuerzo y a una monitorización con Holter del ECG. La respuesta anormal de la presión arterial durante la prueba de esfuerzo y la detección de arritmias ventriculares en el Holter, junto con los demás criterios recogidos en el cuadro 56-2, permiten seleccionar a los pacientes de más alto riesgo. Los familiares en primer grado de los enfermos con MCH deben ser sometidos a estudio, que incluya ECG y ecocardiograma, para detectar posibles casos silentes. El estudio debe repetirse cada 5 años en los suje- tos en los que es normal, ya que la enfermedad puede no manifestarse fenotípicamente hasta la quinta o sexta décadas de la vida; en adoles- centes de entre 12 y 18 años, el examen debe repetirse anualmente. Para el diagnóstico reglado en familiares de afectos de MCH se ha propuesto el uso de criterios eléctricos y ecocardiográficos, mediante los cuales el diagnóstico se realizaría por la presencia de un criterio mayor eléctrico o ecocardiográfico, dos criterios menores ecocardiográficos o uno de estos y dos menores electrocardiográficos. Los criterios ecocardiográficos mayores serían: 1) grosor de pared aumentado mayor o igual a 13 mm en septo anterior o pared posterior, o igual o superior a 15 mm en septo posterior o pared libre, y 2) movimiento sistólico anterior intenso de la válvula mitral (contacto de valva anterior con septo). Los criterios menores serían: 1) grosor de pared de 12 mm en septo anterior o pared posterior o de 14 mm en septo posterior o pared libre, y 2) movimiento sistólico anterior moderado (sin contacto de valva anterior con septo). El estudio genético puede completar el análisis familiar mediante detección de una de las mutaciones conocidas lo que, en el mejor de los casos, sucede en un 60% de los pacientes. Tratamiento Ninguno de los tratamientos que se han ensayado en la MCH mejora el pronóstico (a excepción de la implantación ya comentada de un desfi- brilador automático implantable, DAI), por lo que sólo está justificado emplearlos en pacientes sintomáticos. Los pacientes con MCH deben seguir las normas habituales de profilaxis de endocarditis infecciosa, y deben evitar realizar ejercicios extenuantes, con especial atención a la posibilidad de deshidratación. El algoritmo del tratamiento de la MCH se esquematiza en la figura 56-6. Tratamiento farmacológico Los β-bloqueantes reducen el efecto de las catecolaminas sobre la con- tractilidad ventricular, que incrementa la obstrucción, y disminuyen la frecuencia cardíaca, con lo que prolongan el tiempo de llenado diastólico ventricular. Suelen utilizarse como primera opción de trata- miento farmacológico en pacientes sintomáticos, y se siguen de mejoría de los síntomas en alrededor del 70% de los casos. Las dosis deben ajustarse a la mejoría sintomática llegando a 100 mg/día de atenolol, 25-50 mg/día de carvedilol, o dosis equivalentes de otros agentes. Una alternativa a los β-bloqueantes en pacientes que no toleran estos fármacos es el antagonista del calcio verapamilo (360-480 mg/día) que, para algunos autores, es el fármaco de elección por su capacidad de mejorar las propiedades diastólicas del ventrículo. Cuando estos fármacos no son eficaces, puede considerarse el empleo de disopiramida (≤ 300-400 mg/día), un antiarrítmico con potente acción inotrópi- ca negativa, pero con efectos secundarios no desdeñables derivados ECG en un caso de miocardiopatía hipertrófica. Existe un marcado crecimiento del ventrículo izquierdo, reflejado en los elevados voltajes del QRS, pero además se aprecian unas profundas ondas T negativas, desproporcionadas con respecto a la hipertrofia y no habituales en esta por su carácter simétrico. En trazados como este hay que sospechar la afectación del ápex del ventrículo izquierdo. • CUADRO 56-2 a Mayores Parada cardíaca (fibrilación ventricular) Taquicardia ventricular sostenida espontánea Antecedentes familiares de muerte súbitab Menores Síncope inexplicadoc Grosor de pared ventricular izquierda > 30 mm Respuesta anormal de la presión arterial durante el ejerciciod Taquicardia ventricular no sostenidae Obstrucción al tracto de salida del ventrículo izquierdo Obstrucción microvascularf Defecto genético de riesgo aAlgunos grupos definen al paciente de alto riesgo, que debe recibir una implantación profiláctica de desfibrilador, como aquel que presenta uno o más factores de riesgo mayores, o tres o más menores. bDefinido como muerte súbita por miocardiopatía hipertrófica en dos o más familiares de primer grado menores de 40 años; para algunos grupos basta con uno o más familiares con las mismas características. cDos o más episodios de síncope en el transcurso de 1 año. dIncapacidad de incrementar la presión arterial más de 25 mm Hg sobre las cifras basales, o caída de más de 10 mm Hg de la presión arterial máxima durante el ejercicio en posición erecta. ePresencia, en la monitorización con Holter o durante la prueba de esfuerzo, de una o más rachas de tres o más latidos ectópicos ventriculares seguidos, con una frecuencia superior a 120 ppm y una duración menor a 30 s. fLa presencia de obstrucción microvascular puede detectarse como defectos de perfusión en pruebas de imagen isotópicas o con RM. Adaptado de Nishimura RA, Holmes, DR. Hypertrophic obstructive cardiomyopathy. N Engl J Med 2004;350:1320-8. © 2004 Massachusetts Medical Society. https://booksmedicos.org 514 SECCIÓN II I Cardiología de su acción vagolítica. La amiodarona (200-400 mg/día), aún sin evidencia firme de que tenga un efecto positivo sobre el pronóstico, puede emplearse como antiarrítmico para tratar las arritmias supraven- triculares y ventriculares leves. Intervencionesno farmacológicas En los casos de MCH obstructiva con persistencia de síntomas inca- pacitantes pese al tratamiento farmacológico se han aplicado diversos tratamientos tendentes a reducir el grado de obstrucción. El más efec- tivo es la miectomía septal, que tiene un riesgo quirúrgico aceptable en centros experimentados y buenos resultados a largo plazo. Como alternativas a esta técnica, se puede emplear la ablación septal con alcohol. El procedimiento consiste en la inyección selectiva de alcohol en la primera rama septal del árbol coronario, con objeto de producir un área localizada de necrosis que impida el engrosamiento sistóli- co del tabique interventricular y, con ello, la obstrucción dinámica. Otra opción, aunque más discutida y de menor empleo hoy día, es la implantación de un marcapaso bicameral con estimulación en el ventrículo derecho. La base de este abordaje es la producción de una desincronización de la contracción de ambos ventrículos, lo que simula un bloqueo de rama izquierda, para conseguir que exista un desfase temporal entre la activación del tabique interventricular y de la pared libre del ventrículo izquierdo. La implantación de un DAI, como ya se ha comentado, puede evitar la muerte súbita en los pacientes de alto riesgo. En algunos casos, y en las fases finales de su evolución, la MCH puede evolucionar hacia una fase dilatada, en la que se deprime la contractilidad ventricular y aparece insuficiencia cardíaca. El tratamiento en este caso es el de la insuficiencia cardíaca; en los casos adecuados se incluirá el trasplante cardíaco. MIOCARDIOPATÍA RESTRICTIVA La miocardiopatía restrictiva se caracteriza por una anormal función diastólica ventricular, con un miocardio rígido o engrosado pero no marcadamente hipertrófico, donde lo que predomina es la dificultad al llenado ventricular. Ello origina un incremento de las presiones diastólicas en ventrículo izquierdo y/o derecho que se manifiesta clíni- camente como insuficiencia cardíaca. A diferencia de lo que sucede en la pericarditis constrictiva, entidad que puede plantear dudas en cuanto al diagnóstico diferencial, las presiones diastólicas de ambos ventrículos no se comportan de manera idéntica. Las miocardiopatías restrictivas pueden clasificarse como primarias y secundarias (cuadro 56-3). En general, la miocardiopatía restrictiva es poco frecuente; en un registro reciente de la European Society of Cardiology, apenas suponía un 2% de todas las miocardiopatías. La endocarditis de Löffler se caracteriza por eosinofilia, fibrosis miocárdica e infiltración eosinófila que afecta a las regiones apicales de ambos ventrículos y al aparato subvalvular mitral o tricúspide, por lo que es frecuente la regurgitación valvular; también son fre- cuentes los fenómenos tromboembólicos. Las causas son diversas, e incluyen enfermedades autoinmunes, artritis reumatoide, parasitosis y hemopatías. La fibrosis endomiocárdica es una enfermedad rara en Europa, aunque no tanto en África. Se caracteriza por engrosamiento fibró- tico del endocardio en ápex ventricular y aparato subvalvular. Las manifestaciones clínicas de estas dos entidades están dominadas por síntomas y signos de insuficiencia cardíaca. El ECG muestra alteraciones inespecíficas; no es rara la fibrilación auricular. En la radiografía de tórax, la cardiomegalia es discreta en relación con el importante grado de congestión venosa pulmonar. El ecocardio- grama, que es la clave del diagnóstico, muestra engrosamiento de uno o los dos ventrículos, incluso hasta la obliteración apical, y regurgitación mitral y/o tricuspídea. El tratamiento es el de la insu- ficiencia cardíaca diastólica, mediante diuréticos de forma prudente e IECA para reducir la precarga. La fibrilación auricular puede requerir digoxina o β-bloqueantes para el control de la respuesta ventricular. Debe considerarse el tratamiento anticoagulante crónico, sobre todo en la endocarditis de Löffler y, por supuesto, si existe fibrilación auricular. En ocasiones se ha propugnado la intervención quirúrgica, que consiste en decorticación endocárdica ventricular acompañada o no de sustitución valvular mitral. En las miocardiopatías restrictivas de origen infiltrativo, la infil- tración de sustancias diversas es la que provoca la mayor rigidez del miocardio. La amiloidosis es quizá la más frecuente y se debe a la acumulación de proteínas extracelulares solubles que se depositan en diversos tejidos, entre ellos el corazón. De entre las distintas formas de amiloidosis, la afección cardíaca es más frecuente —y preferente— en la amiloidosis por depósito de transtiretina (ATTR), mientras que en la amiloidosis de cadena ligera (AL), la más frecuente, se ven afec- tados múltiples órganos, entre ellos el corazón. El cuadro clínico, aparte de las manifestaciones debidas a disfunción de otros órganos, está dominado por insuficiencia cardíaca; es frecuente la presencia de Esquema de tratamiento de la miocardiopatía hiper- trófica. A todos los enfermos se les debe hacer un estudio genético, así como un cribado de la enfermedad en familiares de primer grado. Los enfermos con alto riesgo de muerte súbita deben recibir un des- fibrilador implantable. Los enfermos sintomáticos serán tratados con fármacos; si no hay respuesta y existe obstrucción subaórtica, el tra- tamiento de elección es quirúrgico (miectomía septal) con la ablación septal con alcohol como alternativa. En enfermos con síntomas pese al tratamiento, se emplearán las medidas habituales de la insuficiencia cardíaca, incluido el trasplante cardíaco en aquellos casos en que esté indicado. DAI: desfibrilador automático implantable; IC: insuficiencia cardíaca; MS: muerte súbita. • CUADRO 56-3 Primarias Endocarditis de Löffler Fibrosis endomiocárdica Secundarias Infiltrativas Amiloidosis Sarcoidosis Enfermedades de depósito Hemocromatosis Glucogenosis Enfermedad de Fabry Posradiación https://booksmedicos.org 515 CAPÍTULO 56 Miocardiopatías S E C C IÓ N I II fibrilación auricular y trastornos de conducción AV; el ECG revela bajo voltaje de los complejos QRS y en el ecocardiograma se aprecia hiper- trofia ventricular, que contrasta con los bajos voltajes detectados en el ECG, y disfunción diastólica ventricular. El diagnóstico de amiloidosis cardíaca se realiza mediante biopsia; las imágenes de RM muestran patrones anormales de realce tardío con gadolinio. El tratamiento, aparte del proceso sistémico, es el de la insuficiencia cardíaca o las arritmias acompañantes, sin olvidar que en estos pacientes existe un riesgo elevado de toxicidad digitálica. Dado que la AL es secundaria a una proliferación neoplásica de células plasmáticas medulares, puede ser tratada con quimioterapia. La hemocromatosis, además de afectar a hígado, páncreas y articu- laciones, puede afectar al corazón y adopta la forma de MCD o res- trictiva. Las arritmias supraventriculares son frecuentes, y el tratamiento incluye las flebotomías periódicas. También puede adoptar la forma de miocardiopatía restrictiva la enfermedad de Fabry, debida a la deficien- cia de α-galactosidasa A, que otras veces se manifiesta como MCH. La radioterapia sobre el tórax puede afectar a cualquier estructura cardíaca; la afección miocárdica se debe a alteración de la microcirculación y a toxicidad por radicales libres. Puede aparecer tiempo después de la radioterapia y se manifiesta como MCD o miocardiopatía restrictiva. MIOCARDIOPATÍA ARRITMOGÉNICA La displasia arritmogénica del ventrículo derecho, o miocardiopatía arritmogénica, es una entidad que se caracteriza por una sustitución del tejido miocárdico ventricular por tejido fibroadiposo. Puede ser difusa o localizada, y afecta sobre todo al ventrículo derecho, aunque puede afectar también al izquierdo e incluso se han descrito casos de afección de este último en exclusiva. Su origen es genético, con transmisión autosómica, por lo general dominante, y se han descrito mutacionesen los genes que codifican proteínas relacionadas con las uniones intracelulares, como la placoglobina y la desmoplaquina. También está relacionada con el síndrome de Naxos (isla griega donde este síndrome es muy prevalente). Se trata de una enfermedad que afecta más a varones y que suele manifestarse en la adolescencia o en la edad adulta. Es de herencia dominante y penetrancia del 100%; se asocia a queratodermia palmo-plantar. Las manifestaciones clínicas son variables; inicialmente no existen síntomas, salvo los derivados de arritmias ventriculares (con morfología de bloqueo de rama izquierda, por originarse en el ventrículo derecho), que con frecuencia son desencadenadas por el ejercicio, o supraven- triculares; la primera manifestación puede ser un episodio de muerte súbita. Con el paso del tiempo pueden aparecer signos y síntomas de insuficiencia cardíaca derecha. El diagnóstico clínico no es fácil; la exploración física no aporta datos. El ECG puede ser inicialmente nor- mal, aunque con el paso del tiempo tiende a presentar anomalías. Las alteraciones electrocardiográficas más frecuentes son la inversión de las ondas T en precordiales derechas (V1-V3), el bloqueo de rama derecha y, lo que es más específico, la presencia de ondas épsilon que denotan la existencia de potenciales tardíos. Por desgracia este hallazgo sólo se detecta en un 30% de los casos. Con distintas técnicas de imagen (ecocardiografía, RM o ventriculografía derecha) pueden observarse las anomalías típicas de la enfermedad, como dilatación e hipocinesia del ventrículo derecho, aneurismas telediastólicos y disquinesia infe- robasal de la misma cámara. El tratamiento incluye la administración de β-bloqueantes o antiarrítmicos del grupo III, como amiodarona a las dosis referidas anteriormente o sotalol (80-160 mg/12 h), y la implantación de un DAI. MIOCARDIOPATÍA NO COMPACTADA La miocardiopatía no compactada es una enfermedad descrita reciente- mente, de base genética, que se caracteriza por presentar un miocardio dividido en dos capas: una, delgada y adyacente al epicardio, normal- mente compactada, y otra que ocupa el resto hasta el endocardio, no compactada y engrosada. Se acompaña de trabéculas prominentes y excesivas y profundas fosas intertrabeculares. En consecuencia, existe mala irrigación e isquemia del subendocardio, acompañada de fibrosis. La alteración es regional y afecta más a las zonas lateral, apical e infe- rior del ventrículo izquierdo. Se cree que la causa es la detención del proceso normal de maduración miocárdica durante la embriogénesis. Esta enfermedad puede presentarse como defecto aislado o unido a malformaciones en otros órganos y sistemas; la forma más frecuente de herencia es la autosómica dominante. La miocardiopatía no compactada origina disfunción sistólica y diastólica ventricular, arritmias y fenómenos tromboembólicos. Desde el punto de vista clínico puede cursar de forma asintomática; cuando aparecen síntomas, son debidos a insuficiencia cardíaca, tromboembo- lia y arritmias, incluida la muerte súbita. La exploración física no ofrece datos diagnósticos y el ECG muestra alteraciones inespecíficas de la repolarización o la conducción. El diagnóstico se basa en el ecocardio- grama (fig. 56-7); el diagnóstico diferencial ecocardiográfico debe hacerse con variantes de la normalidad y con MCH. Se han descrito Miocardiopatía no compactada. Ecocardiograma de paciente con esta afección. A. Plano paraesternal eje corto distal a músculos papilares en el que se aprecia hipertrabeculación posterior (flecha). B. Imagen del mismo plano anterior con Doppler color que permite apreciar la presencia de flujo en los recesos intertrabe- culares, representado por las zonas de color en el espesor de la pared miocárdica (flecha). C y D. Imágenes apicales de cuatro cámaras con aplicación de contraste, que permiten una mejor identificación de las trabéculas (flecha) en diástole y sístole, respectivamente. AI: aurícula izquierda; VI: ventrículo izquierdo. https://booksmedicos.org 516 SECCIÓN II I Cardiología índices que relacionan el grosor del miocardio no compactado con el compactado (N/C ≥ 2 en adultos o ≥ 1,4 en niños), así como la profundidad de las fosas intertrabeculares con el espesor de la pared, que ayudan a establecer un diagnóstico preciso. La RM es otro medio útil de diagnóstico. La monitorización con Holter es necesaria para detectar la presencia de arritmias. El tratamiento es el correspondiente a la disfunción ventricular o a la insuficiencia cardíaca cuando estas aparecen. Los enfermos con taquicardia ventricular no sostenida y función ventricular normal pueden ser tratados con β-bloqueantes o amiodarona, pero cuando la función ventricular está deprimida (fracción de eyección < 35%), se detecta taquicardia ventricular sostenida o existe historia de síncopes recidivantes no explicados, debe implantarse un desfibrilador. La anti- coagulación oral está indicada en caso de fibrilación auricular, antece- dentes tromboembólicos o ventrículos muy dilatados con importante depresión de la función sistólica. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Elliott PM, Anastasakis A, Borger MA, Borggrefe M, Cecchi F, Charron P, et al. Task Force members. 2014 ESC Guidelines on diagnosis and mana- gement of hypertrophic cardiomyopathy: the Task Force for the Diagnosis, Management of Hypertrophic Cardiomyopathy of the European Society of Cardiology (ESC). Eur Heart J 2014;35(39):2733-79. Hare JM. The dilated, restrictive and infiltrative cardiomyopathies. En: Mann DL, Zipes DP, Libby P, Bonow RO, eds. Braunwald’s Heart Disease. 10th ed. Philadelphia: Saunders/Elsevier; 2015. p. 1739-62. Japp AG, Gulati A, Cook SA, Cowie MR, Prasad SK, The Diagnosis. Evaluation of Dilated Cardiomyopathy. J Am Coll Cardiol 2016;67:2996-3010. Marian AJ, Braunwald E. Hypertrophic Cardiomyopathy. Genetics, Pat- hogenesis, Clinical Manifestations, Diagnosis, and Therapy. Circ Res 2017;121:749-70. McNally EM, Mestroni L. Dilated Cardiomyopathy. Genetic Determinants and Mechanisms. Circ Res 2017;121:731-48. https://booksmedicos.org Push Button0:
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