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El diálogo

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Universidad Dominicana O&M
Tema:
El diálogo
Presentado por:
Indira Ventura 22-SPSS-7-082
Lisbeth Cruz 22-SPSS-7-091
Génesis Polanco 22-SPSS-7-089
Alaysha Frias 22-SPSS-7-078
Benita Contreras 22-SPSS-7-065
Presentado a:
Prof. María Ferreira
10/12/2022
Introducción
El diálogo es un intercambio recíproco de información (verbal o escrito) en el que se comunican dos o más personas que se alternan el papel de emisor y receptor de manera ordenada.​ La palabra diálogo proviene del griego dialogos (dia: “a través”, y logos: “palabra”), que significa “a través de la palabra”.
Los diálogos son uno de los recursos literarios que utilizan los escritores dentro de sus narraciones para mostrar a dos o más personajes y dar a conocer la información que intercambian.
El diálogo es una de las estrategias más eficaces y, a la vez, más difíciles de lograr. En él, el narrador se hace a un lado para dejar hablar directamente a los personajes, que pasan a ser en esos momentos los que informan y hacen progresar la trama. Al no tener aparentemente intermediarios y presentar las voces de forma directa, es una técnica sugestiva que, si se usa bien, genera cercanía y confianza con el lector y lo introduce rápidamente en la historia. Además, contribuye al dinamismo general, revelando cómo son los interlocutores y ofreciendo datos de los personajes restantes y del entorno.
El diálogo debe hacernos creer que realmente estamos escuchando y asistiendo a la conversación, aunque no nos vean. Pero para ello es necesario que las voces transmitan información precisa, que estén bien diferenciadas entre sí y que tengan una entonación adecuada y sin ritmo monótono.
Comúnmente, por diálogo entendemos al intercambio recíproco de información entre un emisor y un receptor a través de un medio oral u escrito. Es decir, es a una conversación entre dos interlocutores que se turnan en sus roles respectivos de emisor y de receptor, de manera ordenada.
La palabra diálogo proviene del latín dialogus y éste a su vez del griego dialogos (dia-: “a través”, y logos: “palabra”), que literalmente significa “a través de la palabra”. Esto nos da ya una idea de lo importante que han sido los diálogos en la historia de la humanidad, como herramienta del mutuo entendimiento, generalmente como reemplazo de la violencia.
De manera similar, los diálogos forman parte de los recursos literarios que posee una obra para mostrarnos a dos o más personajes, o para hacernos saber parte de la información que intercambian, como si fuéramos sus testigos. Por eso, es común hallarlos en la mayoría de las representaciones artísticas narrativas.
Por otro lado, en la Antigüedad, constituían el método idóneo de enseñanza y aprendizaje entre maestro y alumno, puesto en práctica por la escuela de los socráticos, es decir, los alumnos del filósofo Sócrates.
Estructura del diálogo
El diálogo es una estructura que contiene dos elementos:
· Los parlamentos: son las intervenciones habladas de los personajes, sus palabras directas.
· Los incisos: son aclaraciones que hace el narrador y que sirven para marcar los movimientos o expresiones de estos personajes mientras hablan o incluso sus sentimientos y su conciencia.
    —Haz lo que te dé la gana, pero conmigo no cuentes —dijo Andrés levantándose bruscamente de la silla.
Características del diálogo
Las características básicas del diálogo son las siguientes:
· El diálogo debe introducirse con una intencionalidad. Los personajes nunca deben hablar porque sí o para rellenar espacio. Una novela, comparada con todo el universo que representa, es muy pequeña. Constantemente seleccionamos de ese universo imaginario qué cosas nos interesa destacar. Así, si un personaje se dirige a un museo, tal vez describamos ese edificio una vez esté delante pero pasemos por alto la descripción de todas las calles y demás edificios o fachadas mientras está de camino, porque no colaboran al desarrollo de la trama y no nos interesa destacarlas. En este sentido, un diálogo debe estar ahí por algún motivo, esté o no directamente vinculado a los acontecimientos, pero nunca gratuitamente.
· El diálogo debe ser una imitación del lenguaje conversacional, sin ampulosidad, florituras o adornos verbales y sin palabras rebuscadas y poco usadas. Debe ser verosímil, creíble.
    —La fiesta fue satisfactoria y altamente gratificante. Todos los presentes disfrutamos de una exquisita cena y pasamos el resto de la velada conversando con informalidad y moviendo nuestros cuerpos al son de la música.*
    —La fiesta estuvo muy bien. La cena fue muy rica y pasamos el resto de la noche charlando y bailando.
Este tipo de lenguaje más solemne —y menos coloquial y espontaneo— solamente será adecuado si el contexto en el que se mueve el personaje lo requiere. Así, por ejemplo, si el personaje es el director de una empresa y va a reunirse para presentar un nuevo proyecto a sus accionistas, podrá y de hecho deberá usar un registro más formal y elevado. Sin embargo, en cuanto salga del trabajo y se reúna con su familia y amigos, deberá volver al lenguaje coloquial. Si usamos el lenguaje formal —o, peor aún,  el exceso "literario"— en un contexto en que no corresponde, el resultado será, cuanto menos, ridículo.
Paradójicamente, para crear esa naturalidad y espontaneidad del lenguaje coloquial hay que recurrir a la artificiosidad. No es tan fácil como parece. Cuando las personas hablamos, lo hacemos de forma desordenada, a menudo agramatical y sin terminar las frases. Además, aparte del contenido de nuestro mensaje, agregamos verbalmente ciertas palabras y expresiones con la única intención de confirmar que el canal comunicativo con nuestro interlocutor prospera correctamente.
“Emmm… A ver. Él es mi amigo y no quiero que piense que… Bueno, si fuera al revés y yo no le hubiese contado nada no me gustaría enterarme de que otros se lo han explicado antes que yo, ¿sabes? Así que bueno, no dije nada y pensé “ya si eso lo dirá él”, ¿no? Y al final poco a poco hablamos de otros temas y poco a poco, no recuerdo por qué, salió el tema y me lo contó. Claro, yo me hice el tonto como si no supiera nada, pero estuvimos hablando un buen rato y al final le aconsejé visitarse por algún médico especializado y eso, ¿sabes? Creo que se quedará más tranquilo”.
Así es, en la práctica, cómo hablamos. Solemos utilizar expresiones del tipo “bueno” “a ver”, que en realidad no significan nada ni aportan ningún contenido a nuestro mensaje. Son expresiones que decimos mientras nosotros mismos nos estamos ubicando para elegir la manera en cómo comunicaremos lo que vamos a comunicar. Podríamos decirlas mentalmente, pero las verbalizamos.
Después, solemos dejar frases inacabadas (Él es mi amigo y no quiero que…). También somos repetitivos (al final poco a poco hablamos de otros temas y poco a poco, no recuerdo por qué, salió el tema y me lo contó).
Otras expresiones como “¿no?“ o “¿sabes?” tampoco tienen relación alguna con el contenido real del mensaje y se usan únicamente para asegurar el canal comunicativo con nuestro interlocutor. Cuando decimos “¿sabes?” no esperamos que nuestro interlocutor nos diga “sí, lo sé” o “no, no lo sé”. No es una pregunta real. Pero sí esperamos que haga un gesto o que pronuncie algo del tipo “ya”, “ahá” o “claro”, por ejemplo, porque eso nos confirmará que no ha desconectado y que sigue atento a nuestras palabras y sigue escuchándonos. Es como cuando hablamos por teléfono. En ese caso, como no se visualiza al otro, esas expresiones se hacen más necesarias para que no creamos que estamos hablando solos, y es mucho más fácil que el que no habla refuerce su presencia usando mucho el “ya”, “ahá”, que vienen a decir “sigo aquí; sigo escuchándote”.
Pues bien, en un diálogo toda esta “paja” debe desaparecer. Es decir, debemos imitar el lenguaje conversacional pero sintetizándolo y sacando únicamente aquella parte de él en la que reside el auténtico mensaje. A lo sumo, podemos dejar alguna de las primeras expresiones que he señalado, pero no en todos los parlamentos sino de forma aisladay sin abusar.
    —A ver... —balbuceó un momento—. No quise que supiera que otros ya me lo habían contado, así que esperé a que saliera el tema por voluntad suya. Cuando finalmente me lo contó, le aconsejé visitarse por algún médico especializado, porque creo que así se quedará más tranquilo.
· El diálogo debe ser fluido y rítmico y huir de toda monotonía. Además, no es necesario reproducirlo siempre de principio a fin, pues hay partes que a menudo se sobreentienden y que es mejor obviar.
    —Hola —dijo Juan
    —Hola —saludó María.
    —¿Hace mucho que te esperas? —preguntó Juan.
    —No mucho. Hará unos cinco minutos —dijo María.
    —Me alegro. ¿Qué te parece si vamos a tomar algo al bar nuevo que han abierto en la plaza? —propuso Juan.
    —Vale —dijo María.*
    Juan la saludó y le dio dos besos.
    —¿Hace mucho que te esperas?
    —No mucho. Hará unos cinco minutos —dijo María mirando el reloj.
    —Me alegro. —La miró sonriente—. ¿Qué te parece si vamos a tomar algo al bar nuevo que han abierto en la plaza?
    En cinco minutos estuvieron allí. Juan buscó su mesa favorita (…)
· El diálogo debe ser coherente respecto a los mismos personajes:
· 
· Acorde con su edad, su procedencia o clase social…. De esta manera, si quien habla pertenece una clase social marginal, su habla debe reflejar esa circunstancia (con el uso de vulgarismos y con un argot determinado, por ejemplo). O, si se trata de un niño, no podrá hablar, lógicamente, como un adulto.
· Acorde con su realidad externa e interna. De esta manera, si un personaje está realmente furioso, no será coherente que solamente responda con un “maldita sea”. Deberá expresar esta furia de una manera más intensa, ya sea a través de su voz, de la acotación del narrador o de ambas cosas a la vez.
    —Maldita sea —dijo furioso.*
    —¡¡¡Maldita sea!!! —exclamó rojo golpeando con furia la mesa.
· El diálogo debe asumir la información implícita que se desprende del lenguaje conversacional. A menudo, en nuestras conversaciones obviamos información pero el otro la sobreentiende e infiere, y esa inferencia debe mantenerse en el diálogo.
    —A ver si quedamos más a menudo. La semana que viene tengo las tardes libres.
    —¿Ah, sí? ¡Qué bien! Me alegro por ti. >> Nunca respondemos así.
    —Imposible. Estaré de viaje por asuntos de trabajo .>> Respondemos así. Del primer parlamento se desprende un “¿Quieres quedar alguna tarde?”, y aunque es una pregunta que no se hace explícita, como interlocutores la captamos y respondemos en consecuencia.
Pues bien, al escribir un diálogo debemos también obviar ese tipo de información innecesaria.
En vez de...
    —A ver si quedamos más a menudo. La semana que viene tengo las tardes libres.¿Te apetece quedar alguna?*
    —Imposible. Estaré de viaje por asuntos de trabajo.
...es mucho mejor optar por:
    —A ver si quedamos más a menudo. La semana que viene tengo las tardes libres.
    —Imposible. Estaré de viaje por asuntos de trabajo.
Obviar esta información y mantener en el diálogo escrito las inferencias o deducciones que hace el interlocutor refuerza la verosimilitud de la situación y otorga más realismo al intercambio comunicativo entre los hablantes.
· El diálogo no debe —como norma general— reiterar aspectos que ya han sido contados previamente o que el lector ya conoce. De esta manera, si en un momento dado el narrador nos ha explicado dónde nació el protagonista y de qué original manera sus padres decidieron ponerle el nombre que le pusieron, es inadecuado que más adelante, al conocer a alguna persona nueva, por ejemplo, este personaje explique la misma historia. En ese caso, se puede optar por resumir:
—Soy Puarintro —se presentó el muchacho.
    —Andrés. Encantado —dijo estrechándole la mano. Luego, visiblemente intrigado, añadió—: ¿Puarintro has dicho? Nunca lo había oído. ¿Es un apodo o algo?
    —No, es mi nombre real, pero vamos, que comprendo que te choque. Me pasa con todo el mundo. —Sin dar muchos detalles, el joven le contó entonces el porqué de la elección de su nombre.
    —Qué curioso —dijo Andrés.
    —¡Y qué buena trastada! —exclamó Puarintro—. En fin, ¿hace mucho que estás metido en la cooperativa?
Funciones del diálogo
Las funciones básicas del diálogo son las siguientes:
· Aporta información. Esta información puede ser de varios tipos:
· Información que puede influir en la trama y provocar efectos directos sobre el desarrollo de los acontecimientos. Así, por ejemplo, en una novela policíaca los interrogatorios a determinadas personas son diálogos que suelen dar pistas que ayudan a avanzar en la investigación y que acaban conduciendo al descubrimiento del autor del crimen.
· 
· Información que no influye en el desarrollo de los acontecimientos pero amplía nuestro conocimiento sobre los personajes o cualquier otro aspecto. Por ejemplo, puede ayudarnos a saber más acerca de un personaje: su pasado, sus deseos, sus criterios, gustos y preferencias... De la misma manera, ayuda a dar vida y definir el personaje, porque nos muestra directamente la forma en cómo se expresa, su lenguaje, su actitud y carácter, si es tranquilo o agresivo...
· Mantiene el equilibrio narrativo. A menudo se llega a un punto en el que la voz del narrador no puede sostenerse durante mucho tiempo más porque el texto empieza a resultar demasiado denso. Pues bien, antes de que esa densidad se convierta en monotonía, introducir un diálogo —siempre que se encuentre para él un motivo dentro de la historia— es una buena estrategia para airear el ritmo narrativo. De la misma manera, contribuye a nivelar gráficamente la página: al combinar líneas completas con líneas incompletas o con espacios en blanco, permite respirar al texto y aumenta la predisposición lectora.
Tipos de diálogo
Estamos acostumbrados a escribir los diálogos según el formato estándar marcado por guiones al principio del párrafo, pero ésta no es la única manera. Los diálogos pueden adoptar formas y convenciones muy distintas según el tipo de obra. Conocerlas bien nos ayudará a la hora de elegir cuál nos conviene más emplear:
1. El guion cinematográfico
El formato del diálogo en un guion de cine o televisión es quizá de los más rígidos, ya que se trata de un documento técnico que el resto del equipo utilizará para desarrollar el trabajo final. Dentro del guion, el diálogo se coloca centrado, con el nombre del personaje que habla en mayúsculas, la acotación (si la hubiese) inmediatamente debajo y luego ya el diálogo en cuestión. Veamos un ejemplo extraído del guion de la película 21 gramos:
2. La obra de teatro
El formato de guion en una obra de teatro tiene algunas similitudes con el de cine. Los nombres de los personajes que hablan se escriben también en mayúscula, aunque al principio del párrafo en este caso, y las acotaciones también van entre paréntesis y en cursiva. Aquí os pongo un ejemplo para que lo véais mejor. Se trata de un pequeño fragmento de la obra Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Jardiel Poncela.
Este tipo de diálogo también se ha usado en ocasiones para textos narrativos distintos a la obra teatral. Por ejemplo, lo usa Truman Capote en alguno de sus cuentos de la obra Música para camaleones, aunque empleando iniciales en lugar del nombre completo, para relatar un diálogo entre él mismo y Marilyn Monroe (este método también se usa para las entrevistas):
3. Forma tradicional anglosajona
En las novelas y relatos anglosajones, cada intervención de un diálogo ocupa un nuevo párrafo, se escribe en cursiva y se entrecomilla. A continuación os pongo un ejemplo (extraído de las olas, de Virgina Woolf) para que os fijéis, sobre todo, en los signos de puntuación (lo más peliagudo de este tipo de diálogo):
Como véis, al final de una intervención el punto final se incluye dentro de las comillas. Sin embargo, cuando se va a realizar una acotación, se coloca una coma después de las comillas y el punto va tras dicha acotación.
4. Forma tradicional española
El estándar español es similar al anglosajón en cuanto a puntuación se refiere,pero usamos guiones en lugar de comillas y las palabras pronunciadas por el personaje no se suelen escribir en cursiva. Además, en nuestro formato, los signos de puntuación se complican un poquito más. Aquí va el ejemplo (extraído de Una muñeca Rusa, de Bioy Casares) para que lo veáis más claro:
En nuestro formato, como véis, cada línea del diálogo empieza con un guion y las acotaciones se colocan entre guiones también y, cuando hay estas acotaciones, cualquier punto o coma que separe el texto se ha de colocar después del guion que cierra dicha acotación. Dicho así creo que suena un poco lioso, pero vamos, se colocan como aparece en la imagen :).
5. Diálogo indirecto
Menos usado que los anteriores, el diálogo indirecto es aquel en el que el propio narrador introduce en el mismo párrafo lo que dicen los personajes. Esta forma es difícil de escribir, especialmente si hay muchos diálogos, y se corre el riesgo de abusar demasiado de la conjunción “que”. Como ejemplo, un fragmento de El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. Pero, si se usa bien, da mucho juego y crea efectos interesantes:
6. Diálogo libre
No usa comillas, ni guiones, ni se cambia de línea con cada intervención. El diálogo se introduce de forma natural dentro del párrafo, en medio de la narración:
Conclusión
En conclusión, el diálogo transmite y educa mucho más la convivencia que la verbalización de los valores que se pretenden inculcar. Por otro lado, todo dialogo debe albergar la posibilidad de la réplica. La predisposición a recoger el argumento del otro y admitir que puede no coincidir con el propio es una de las condiciones básicas para que el dialogo sea viable. Si se parte de diferentes planos de autoridad no habrá dialogo.
El dialogo también favorece el conocimiento mutuo, la comprensión y el entendimiento y amplia el consenso.
Recomendaciones
EL diálogo es una de las formas más avanzadas y complejas de comunicación humana, y aunque no es la única forma, sin duda es la más utilizada y central. De esta forma, el concepto de diálogo está directamente relacionado con la idea de sociedad humana, ya que el diálogo no puede existir si las personas que lo componen no pueden comunicarse entre sí. Hoy en día, el término diálogo se usa ampliamente en el contexto de la sociedad en su conjunto para tolerar y respetar las diferencias entre otros miembros de la sociedad. 
El diálogo implica siempre la práctica de escuchar a la otra persona y conocer su opinión, pensamientos, ideas. La conversación es siempre muy importante. Sin embargo, hay determinadas situaciones sociales en las que el diálogo adquiere un poder considerable y es realmente útil para la solución de problemas: es decir, cuando hablamos de conflictos (armados o desarmados), luchas entre personas e incluso países, la necesidad de un acuerdo de consenso, etc. En todos estos casos, el problema a resolver siempre conduce a un mejor resultado si la solución se busca a través del diálogo y la puesta en común de los elementos que componen el problema.
Bibliografía 
· https://concepto.de/dialogo/
· https://www.mineduc.gob.gt/DIGECADE/documents/Telesecundaria/Recursos%20Digitales/2o%20Recursos%20Digitales%20TS%20BY-SA%203.0/07%20PROYECTOS%20INTEGRADOS/U10%20proyecto%2010%20dialogo.pdf
· https://www.ejemplos.co/tipos-de-dialogo/#ixzz7n4Wx9NqF
· https://www.importancia.org/dialogo.php
Anexos

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