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Reconocimiento y comprensión de palabras habladas

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reconocimiento y comprensión de palabras habladas
SORDERA VERBAL PURA
Patrón de síntomas
Hemphill y Stengel (1940) describen el caso de un obrero de 34 años que sufrió una lesión cerebral como consecuencia de una caída de un autobús. Este paciente dejó de repetir o comprender las palabras que se le dirigian, pensándose en un primer momento que había quedado sordo. Sin embargo, se demostró que esta suposición era falsa cuando, al efectuar una audiome- tría, se comprobó que su audición para los tonos puros era normal, Hablaba con fluidez y, como normalmente se afirma, «sin más errores gramaticales que los esperables en función de su variedad dialectal y nivel educativo»> [sic]. 
Leia perfectamente con buena comprensión y escribía de forma correcta, con buena ortografía. Se quejaba, no obstante, de que la mayor parte de lo que ola carecía de significado para él. En sus propias palabras: «Puedo oír sus palabras con total claridad, pero no puedo captar lo que dice. Los ruidos no son muy naturales. Puedo oír pero no comprendo».
El paciente de Klein y Harper (1956), RC, mostraba un patrón similar. Tras un infarto cerebral, el lenguaje espontáneo de este pastor escocès de 45 años se recuperó hasta ser prácticamente normal («Cometía pequeños des- lices esporádicos en la conversación y en la denominación de objetos, pero estos errores se tornaron cada vez más esporádicos»). Su lectura era «fluida y sin errores», pero era incapaz de comprender cuando se le hablaba. Los exámenes audiométricos revelaron una audición normal en su oído derecho, con una «sordera mixta moderada en el oído izquierdo». Aunque «podía oirlo todo, incluso una hoja cayendo», en relación con las palabras que oía decía: «Suena lejano. Me parece que lo puedo captar, pero se desvanece.... todo revuelto como gente extranjera hablando a lo lejos. Pienso que deberían hablar más alto, pero cuando alguien grita es aún más confuso»>.
RC podía repetir vocales aisladas correctamente, pero en lo demás había poca o ninguna similitud entre lo que se le decía y lo que repetía. Por ejem- plo, repetía collaboration [colaboración] como «setter> [perro de muestra], God save the King [Dios guarde al rey] como «as in a mix» [como en un barullo], y good mornig [buenos días] como «become» llegar a ser]. Curio- samente, se describe a RC como capaz de distinguir las voces de diferentes personas familiares y de decir si alguien hablaba con el acento de su propia región, de otra parte de Escocia o «con un acento extranjero» (no está claro si «<extranjero>> en este contexto incluía al acento inglés, jaunque probable- mente fuera así!).
Estos dos pacientes se aproximan bastante a lo que en la literatura neu- ropsicológica se describe como «sordera verbal pura». Este trastorno implica y una percepción del habla alterada en el contexto de una buena expresión ha- blada, una lectura y una escritura buenas (aunque RC tenía algunas dificul- tades con la ortografía) y, muy importante, una percepción intacta de los sonidos ambientales no verbales. Goldstein (1974) ofrece una revisión históri- ca de los casos a los que se les asignó esta denominación; estudios de casos más recientes y más detallados pueden encontrarse en Okada, Hanada, Hat- tori y Shoyama (1963), Albert y Bear (1974), Denes y Semenza (1975), Saf- fran, Marin y Yeni-Komshian (1976a), Shoumaker, Ajax y Schenkenberg (1977) y Auerbach, Allard, Naeser, Alexander y Albert (1982). De hecho, estos ca- sos varían en su grado de pureza; algunos, por ejemplo, tenían problemas en la percepción de melodías, y el paciente de Denes y Semenza (1975) pre- sentaba dificultades con los sonidos ambientales: lo importante es que estos déficit asociados no siempre acompañan a la sordera verbal. Por tanto, po- dremos lógicamente ignorarlos cuando contemplemos las posibles causas de este trastorno de percepción del habla.
 
Naturaleza psicológica del déficit
Como ya se ha mencionado, estos pacientes pueden tener una percepción completamente normal de los tonos puros usados en los exámenes audiomé- tricos. La localización de los sonidos en el espacio era normal en los pacien- tes de Okada y cols. (1963), Denes y Semenza (1975) y Auerbach y cols. (1982). El reconocimiento de los sonidos ambientales era bueno en todos los pacien- tes, excepto en los presentados por Denes y Semenza (1975) y Auerbach y cols. (1982). Claramente no estamos, pues, ante una sordera simple en estos casos.
Al parecer, Okada y cols. (1963) fueron los primeros en hacer importan- tes observaciones, que otros autores han replicado y discutido, como, por jejemplo, que estos pacientes en ocasiones comprenden una cuestión o una pregunta si se les repite muy lentamente dos o tres veces. El paciente de Al- bert y Bear (1974) decía que las «palabras iban demasiado deprisa». Aunque la compresión de un pasaje por este paciente nunca era muy buena, mejora- ba considerablemente si se utilizaba un ritmo de producción verbal de 45 palabras por minuto en vez de a 150 palabras por minuto. Un experimento consistió en presentarle de forma oral grupos de tres dígitos, rápidamente, sin pausa entre ellos, o bien a un ritmo más lento de uno cada 3 segundos. Cuando se ocultaban los labios del examinador podía identificar correcta- mente el 95 % a un ritmo lento, pero sólo el 50 % cuando el ritmo era más rápido. El paciente de Auerbach y cols. (1982) comentaba, asimismo, que las voces de la gente le parecían rápidas y que le resultaba más fácil cuando hablaban lentamente.
Un segundo indicio sobre la causa subyacente a este déficit nos lo propor- cionan los informes de los distintos grados de facilidad con que estos pacien- tes pueden identificar las consonantes y las vocales. El paciente de Denes y Semenza (1975) identificaba correctamente vocales aisladas, pero su actua- ción se tornaba deficiente si se añadía una consonante delante de la vocal de modo que tuviera que identificar una sílaba del tipo CV. De igual modo, el paciente de Auerbach y cols. obtenía buenos rendimientos en la identifica- ción de vocales, pero bastante pobres con las consonantes. Buscando una explicación para esta discrepancia, Auerbach y cols. (1982, p. 283) señalan:
Cuando se presentan en un espectrograma, las vocales son representadas por fre- cuencias características prolongadas. En el habla natural, la duración media de las vocales oscila entre 100 y 150 ms pero puede prolongarse hasta 400 ms. Las combi- naciones CV con consonantes oclusivas, como ba, pa, da, ta, ga o ka, contienen todas unas transiciones iniciales rápidas en sus formantes. En estas combinaciones CV, las vocales están caracterizadas por formantes prolongados, mientras que las consonantes se caracterizan por cambios de frecuencia rápidos en los primeros 40 ms del inicio del estimulo.
Para identificar y discriminar entre las consonantes del habla debemos ser capaces de hacer discriminaciones temporales muy finas y seguir con pre- cisión las señales acústicas rápidamente cambiantes (Miller, 1987). Esto es, quiza, lo que al menos algunos de los pacientes con sordera verbal ya no son capaces de hacer.
Lateralización y modos de percepción
En breve seguiremos hablando sobre la naturaleza de la sordera verbal pura y las estrategias para superarla, pero, llegados a este punto, vale la pena se- falar de qué modo la neuropsicología cognitiva puede articularse con la rama de la neuropsicología que atañe a la localización de las funciones dentro de las diferentes regiones del cerebro. La sordera verbal pura puede surgir como consecuencia de una simple lesión en el lóbulo temporal del hemisferio iz- quierdo, mitad del cerebro que controla muchas funciones lingüísticas en la mayor parte de los sujetos diestros. Los hemisferios derecho e izquierdo reci- ben sus inputs auditivos más importantes de los oídos derecho e izquierdo, respectivamente. Las palabras se identifican ligeramente mejor si se presen- tan en el oído derecho, y por tanto en el hemisferio izquierdo, que si se pre- sentan en el oído izquierdo, y por tanto en el hemisferio derecho.Esta venta- ja del oído derecho es muy pronunciada en el paradigma de la «escucha dicótica», que consiste en presentar pares de palabras simultáneamente, una a cada oído, a través de unos auriculares (Bradshaw y Nettleton, 1983; Bryden, 1982). La relación de este fenómeno con la sordera verbal pura reside en que las vocales prolongadas no producen una ventaja del oído derecho/hemisfe-p rio izquierdo, sino que son percibidas de igual modo por ambos oídos/he- misferios (Blumstein, Tartter, Michel, Hirsch y Leiter, 1977; Shankweiler y Studdert-Kennedy, 1967). La mayor parte de las consonantes no pueden pre- sentarse en forma aislada, pero tan pronto como uno emplea una sílaba CV o CVC en la escucha dicótica aparece la ventaja del oído derecho. Esta venta- ja corresponde al segmento vocálico de las sílabas así como a las consonan- tes (Darwin, 1971; Godfrey, 1974; Haggard, 1971; Shankweiler y Studdert- Kennedy, 1967; Weiss y House, 1973). Esto puede deberse a que en las sílabas naturales los indicios sobre la naturaleza de la vocal no están restringidos a la porción media, sino, por el contrario, «repartidos por toda la sílaba» (Sergent, 1984). Es decir, la vocal central modifica y contamina las conso- nantes anteriores y posteriores a ella, de modo que un componente capaz de efectuar un análisis preciso de las consonantes obtendrá una información adicional en relación con la identidad de las vocales acompañantes.
Shankweiler y Studdert-Kennedy (1967) hablan de dos «modalidades>> di- ferentes de percepción: una modalidad auditiva y otra fonética vinculada al habla. Ambos hemisferios, afirman, son capaces de percibir en la modalidad auditiva, y la modalidad auditiva es capaz de procesar las vocales prolonga- das, de modo que éstas no manifiestan ventaja alguna en ningún oido duran- te la escucha dicótica. La modalidad fonética es, de acuerdo con Shankwei- lery-Studdert-Kennedy, una cualidad exclusiva del hemisferio izquierdo humano. Esta modalidad es necesaria para la percepción precisa de las seña- les acústicas rápidamente cambiantes que las consonantes determinan, gene- rando, así, la ventaja del oído derecho. Existen otras líneas de evidencias para el tema de la distinción, por ejemplo, entre los patrones de pérdida auditiva que acompañan a las lesiones de uno u otro hemisferio (Oscar-Berman, Zu- rif y Blumstein, 1975).
Albert y Bear (1974) presentaron digitos a través de unos auriculares a los oídos derecho e izquierdo de sus pacientes con sordera verbal. En la pre- sentación monoaural» (presentación de un solo dígito cada vez al oído dere- cho o al izquierdo) la ejecución era igualmente buena en ambos oídos. E:: la «presentación dicótica», en la que los dígitos se presentan simultáneamen- te por parejas, uno a cada oído, la actuación del oído izquierdo seguía sien- do buena, pero la del oído derecho descendía casi hasta cero. Saffran y cols. (1976a) obtuvieron un patrón similar de «extinción en el oído derechon de su paciente, en condiciones de escucha dicótica, al usar nombres monosila- bos como «Ben», «Chuck», o «Tom» (recuérdese que el oído derecho es el que presenta la ventaja en los experimentos de escucha dicótica con sujetos normales). Estos autores sostienen que sus estímulos, digitos y nombres, pueden ser discriminados razonablemente bien por el sistema auditivo del hemisferio derecho y que, en condiciones de presentación monoaural, los estímulos que llegan a cada oído pueden lograr su acceso a dicho componente (existen, de hecho, proyecciones desde ambos oídos hacia los dos hemisferios, aunque las proyecciones de cada oido hacia el hemisferio opuesto parecen dominan- tes). En condiciones de escucha dicótica, la conexión oido izquierdo/hemis- ferio derecho domina o suprime la conexión oído derecho/hemisferio dere- cho. Los estímulos presentados al oído derecho no pueden ya ser procesados por el hemisferio izquierdo lesionado, de modo que los pacientes muestran extinción en el oído derecho.
A partir de las observaciones hechas hasta este momento podría argu- mentarse que el sistema «fonético» del hemisferio izquierdo dañado en los pacientes con sordera verbal sólo se halla implicado en el procesamiento del habla. Esta afirmación estaría en la línea de los argumentos en favor de una «modalidad de percepción especial para el habla» (Mann y Liberman, 1983; Repp, 1982). La propuesta de una modalidad de percepción específica para el habla no ha tenido, sin embargo, una aceptación universal (p. ej., Schou- ten, 1980). Dos puntos parecen relevantes en la cuestión de si el componente alterado en los pacientes con sordera verbal es, o no, especifico. El primero es el punto ya señalado, de que estos pacientes experimentan un beneficio considerable si se reduce la velocidad del habla. Enlentecer el habla puede aproximar el intervalo de discriminaciones temporales necesario para distin- guir consonantes con las capacidades del componente «auditivo» del hemis- ferio derecho. Es decir, una reducción de la velocidad del habla de un medio. o un tercio puede permitir al componente auditivo del hemisferio derecho funcionar como un componente fonético.
En segundo lugar, los estudios de Albert y Bear (1974) y de Auerbach y cols. (1982) han mostrado déficit en pacientes con sordera verbal en el pro- cesamiento de cambios rápidos en estímulos no lingüísticos. Los sujetos nor- males pueden distinguir dos cliks tan distantes en el tiempo como si entre ellos hubiera un silencio de 2 o 3 mseg. Por debajo de esta separación los cliks se «<fusionan» en una única percepción (Miller y Taylor, 1948; Patterson y Green, 1970). El paciente de Albert y Bear fusionaba los cliks cuando se hallaban separados por intervalos inferiores a 15 mseg, mientras que el paciente ciente de Auerbach y cols, requería una separación entre los cliks de 30 mseg. como mínimo, para poder distinguirlos, Así pues, en lugar de hablar de un sistema fonético del hemisferio izquierdo y otro del hemisferio derecho, po- dria ser mejor pensar en un sistema del hemisferio izquierdo más eficiente que el del derecho, capaz de discriminaciones más rápidas de patrones acús ticos cambiantes. El hecho de que el sistema del hemisferio derecho pueda mantener cierto grado de percepción del habla, explica por qué a menudo se ha pensado que eran necesarias lesiones bilaterales para provocar una sor- dera verbal completa (en lugar de parcial) (Auerbach y cols. 1982; Goldstein, 1974).
Si el déficit de procesamiento rápido de la sordera verbal se extiende a los cliks no verbales quizá no exista nada específico para el habla en estas alteraciones; los pacientes con sordera verbal pueden perder en forma defini- tiva su capacidad para analizar cualquier señal acústica rápidamente cam- biante. Sin embargo, en la vida cotidiana los sonidos que más se afectan por esta alteración son los consonánticos. Sin esta habilidad aún podemos identificar vocales prolongadas y ruidos ambientales, como el mugido de las vacas o los timbres telefónicos. Podemos asimismo procesar la información extraible de las cualidades vocálicas del habla: como ya mencionamos, los pacientes con sordera verbal son con frecuencia capaces de identificar las voces de las personas familiares, distinguir las voces masculinas de las feme- ninas y localizar a los individuos geográficamente por su acento. El paciente de Denes y Semenza (1975) podía distinguir el italiano del inglés o el alemán (que disponen de repertorios vocálicos distintos) pero no del latin (cuyo re- pertorio vocálico es mucho más próximo).
Por último, la sordera verbal no necesariamente tiene que ser pura. El lenguaje espontáneo del paciente de Caramazza, Berndt y Basili (1983), JS, era una jergafasia neologistica, muy similar a la de RD de Ellis, Miller y Sin (1983), estudiada en el capítulo 5. Pero el déficit en la percepción del habla de JS, analizado en detalle por Caramazza y cols. (1983), se correspon- de estrechamente con el cuadro visto en los pacientes con sordera verbal pura.. Por tanto, las características de la sorderaverbal pueden coexistir con otros trastornos lingüísticos en muchos más pacientes afásicos de los que muestra la sordera verbal pura. En la misma línea de esta sugerencia, Lasky, Weidner y Johnson (1976) y Tallal y Newcombe (1978) encontraron que la percepción del habla de grupos mixtos de pacientes afásicos mejoraba con velocidades de presentación más lentas (que hemos visto es una característica de la sorde- ra verbal pura).
Uso de la información labial
Volviendo a los casos de sordera verbal pura, varios investigadores han seña- lado que los pacientes atienden cuidadosamente los movimientos de los la- bios en un intento de compensar su empobrecida capacidad de procesamien- to auditivo/fonético (Albert y Bear, 1974; Denes y Semenza, 1975; Saffran y cols., 1976a). El paciente de Auerbach y cols. (1982) decía: «¡Si me quedara ciego, no oiría nadal». Para el paciente de Albert y Bear, el deterioro en la identificación de digitos ocasionado por los ritmos rápidos de presenta ción se reducia considerablemente si los labios del examinador no se oculta ban (en lugar de disminuir del 95 al 50 %, como ocurría con los labios ocul tos, la ejecución sólo descendía del 98 al 80 % con los labios visibles). Esto coincide estrechamente con el uso que los oyentes normales hacemos de la información procedente de los movimientos de los labios cuando la calidad del habla es pobre. En un experimento, Cotton (1935) colocó a un hablante en una cabina insonorizada con ventanas de cristal. Su discurso era transmi tido a una audiencia sentada del otro lado del cristal, pero era distorsionado eliminando las frecuencias altas y añadiendo un zumbido intenso. Ajustando sy las luces hasta hacer que el hablante fuera invisible para la audiencia, sólo se identificaban, en ocasiones, una o dos palabras, pero cuando se hacia apa- recer de nuevo al hablante, su habla se comprendía sin dificultad. Cotton concluyó que «existe un elemento importante de audición visual en todos los individuos normales». Del mismo modo, Sumby y Pollack (1954) demos-
traron que el habla distorsionada por un ruido «blanco» se percibe más fá- cilmente si pueden verse los labios del hablante y los movimientos de su cara. Uno puede estar tentado a sugerir que el uso que los oyentes normales y los pacientes con sordera verbal hacen de la información procedente de la labiolectura equivale a disponer de una mala transcripción de lo que se está diciendo (proporciona una fuente de información útil pero completa. mente independiente). Los estudios de McGurk y MacDonald (1976) y de Summerfield (1979), sin embargo, sugieren algo bien distinto. Demuestran que el movimiento de los labios se combina con la información de la onda sonora del habla en estadios muy tempranos del proceso de percepción para determinar lo que realmente es oído. Es posible, por tanto, que la informa- ción procedente de la labiolectura ayude, en cierto sentido, a los pacientes con sordera verbal a oír mejor. El paciente de Auerbach y cols. (1982) fuc más certero en su afirmación de lo que pudo haber imaginado. Tal vez si se hubiera quedado ciego no habría oído lo que la gente decía.
Uso del contexto
Además de hacer uso de los indicios procedentes de los movimientos de los labios, los pacientes con sordera verbal pura parecen también ser capaces de hacer uso del contexto lingüístico para ayudarse en la comprensión, Oka- da y cols. (1963) señalan que su paciente presentaba una buena actuación cuando se le planteaban una serie de cuestiones relativas a un único tema (p. ej., «el tiempo»), pero su comprensión se deterioraba repentinamente cuan- do se cambiaba de tema. Saffran y cols. (1976a) describen una conversación en la que su paciente use pierde completamente cada vez que las preguntas cambian de sus hábitos de fumar a su experiencia laboral o a circunstancias de su vida pasada, pero es capaz de responder adecuadamente una vez que capta el tema general de conversación». En un seguimiento experimental de esta observación Saffran y cols. demostraron que la percepción de listas de palabras era mejor cuando los estímulos procedían de un pequeño número de categorías semánticas (animales, vehículos, muebles, frutas), con las pala- bras de cada categoría agrupadas, que cuando se presentaban palabras no relacionadas. Asimismo, las palabras presentadas en frases que proporciona- ban una ayuda contextual (p. ej., «El chico gobernaba el BARCO» se identi- ficaban mejor que las mismas palabras presentadas aisladamente («<BARCO»>).
Al igual que ocurre con la información procedente de la labiolectura, el uso del contexto, como señalaron Saffran y cols. (1976a), es muy similar al efectuado por los sujetos normales. Miller, Heise y Lichten (1951) pedían a los pacientes que identificaran palabras en un fondo de ruido blanco. Las palabras aisladas resultaban ser mucho más dificiles de identificar que las palabras situadas dentro del contexto de una frase. Incluso el habla normal de <<buena calidad» puede requerir ser complementada por el contexto. Lie- berman (1963) y Pollack y Pickett (1964) extrajeron palabras aisladas de pa- sajes de conversaciones habladas perfectamente inteligibles y encontraron que menos de la mitad de ellas eran comprendidas cuando se oian separadas de sus contextos respectivos. Marslen-Wilson y Tyler (1975, 1980) pidieron a in- dividuos normales que escucharan pasajes de habla no degradada y que apre- taran un botón cada vez que oían unas palabras determinadas. Los tiempos de reacción fueron más cortos en los pasajes de texto normal y coherente, que en los pasajes con el orden de las palabras alterado, en los que los oyen- tes tenían que apoyarse exclusivamente en la información de los estímulos para identificar las palabras y no podían hacer uso del contexto.
En resumen, dado que el déficit del hemisferio izquierdo parece afectar el procesamiento de alta velocidad de las señales acústicas, los pacientes con sordera verbal elaboran sólo una percepción muy pobre del habla, percep- ción que es suficientemente buena como para distinguir muchas vocales, pero muy pocas consonantes. Estos pacientes complementan la onda sonora del habla haciendo uso de la información procedente de los movimientos de los labios y del contexto. En ambos aspectos, los pacientes se parecen a las per- sonas normales tratando de extraer información de una señal ruidosa. En términos de nuestro modelo, el locus del déficit se sitúa claramente en el sistema de análisis auditivo.

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