Vista previa del material en texto
Mucho antes de la época de la industrialización moderna del siglo XIX gran parte de la población de Flandes trabajaba en ocupaciones de tipo industrial. Durante los siglos XVII y XVIII se había desarrollado en la zona rural de la provincia una extensa industria de tejidos -fuera del marco de la fábrica urbana- orien- tada a la exportación, que servía de complemento a los ingre- sos procedentes de la producción agrícola de muchas explota- ciones familiares. En 1800, de los 600.000 habitantes del De- partamento del Este de Flandes, más de 100.000 adultos, y un número indeterminado de niños, se dedicaban a hilar lino, mien- tras que otros 22.000 adultos se encargaban de tejer, general- mente como ocupación secundaria. En este ensayo se intentará exponer el impacto de la industria sobre la organización agraria y el desarrollo agrícola, en algunas de sus dimensiones geográ- ficas, económicas y demográficas. Industria En 1800 la producción de tejidos se había convertido en la prin- cipal ocupación productiva de Flandes. La antigua industria la- nera, que fue base de la preeminencia industrial de Flandes du- rante la Edad Media, había desaparecido casi por completo. Otras industrias, como las del cuero, papel, ladrillos, cerveza, ginebra y aceite de linaza, aunque no eran insignificantes, ser- vían principalmente para abastecer las necesidades de la po- blación, y proporcionaban ocupación a un número relativamente reducido de personas. La producción de tejidos era más bien una ocupación rural. Du- rante el siglo XVIII la producción de tejidos en Gante, Brujas, Lille, Courtrai y otras ciudades descendió, aumentando en cam- bio en su hinterland rural. Entre 1730 y 17922 el número de te- lares existentes en la zona rural de Vieuxbourg aumentó de 4.976 a 8.868 unidades, mientras que entre 1700 y 1780 en la ciudad de Gante, el número de telares pasó de 400 a 300 (véase figura 1). A pesar de sufrir un retroceso como centro de producción manufacturera, Gante se estaba convirtiendo en un importante centro comercial. El número de piezas que llegaron al mercado de esta ciudad se duplicó entre 1700 y 1780 (véase figura 2); y mientras que en 1792 sólo quedaban 39 fabricantes de tejidos, existían ya 69 comerciantes que negociaban con mercancías producidas principalmente en el campo. UNTREF VIRTUAL | 1 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* Agricultura e Industria Rural en el Flandes del Siglo XVIII** * Este trabajo - basado en parte en material recopilado para mi tesis, presen- tada en el año 1969 en la Universidad de Wisconsin, que ha permanecido inédita- se ha beneficiado ampliamente de las contribuciones aportadas por Iris Mendels y Lutz K. Berkner, aunque me considero único responsable de las opiniones que en él se expresan. ** Se reproduce este capítulo con el amable consentimiento de F. F. Mendels, E. L. Jones, W. N. Parker, y de la Princeton University Press. Para esta edi- ción el original ha sido ligeramente alterado por el propio autor. El original El crecimiento de la industria rural ha quedado también registra- do en los inventarios legales (staten van goed), que muestran un continuo incremento del porcentaje de familias que poseían telares o ruecas en el siglo XVIII. Al final de este período la pro- porción había aumentado considerablemente, alcanzando en algunos casos un 90 por 100 (véase cuadro 1). La proporción de familias que poseían un telar o rueca era mucho mayor que la proporción de cabezas de familia que constaba en el censo como tejedores o hiladores. Esto nos refleja hasta qué punto la industria de tejidos proporcionaba un suplemento a los ingresos familiares. El valor de la producción anual de tela de lino durante los pri- meros años del siglo XIX ascendió a 25,7 millones de francos. En el Departamento del Este de Flandes, el valor de la produc- ción de tejidos de lino equivalía más o menos a la mitad del valor de la cosecha de patatas, o a un tercio del valor de la cosecha de cereales. En la propia región sólo sé consumía una fracción muy pequeña de la producción de tejidos. En el Depar- tamento del Oeste de Flandes se estimó que el consumo local ascendía al 16 por 100 (1,2 millones, de un total de 7,3 millones de francos). Durante los siglos XVII y XVIII únicamente se ex- portaba a Francia la producción de la zona de Courtrai y del Departamento del Sur, siendo España y sus colonias de América los mercados principales del resto de la industria flamenca. En este mercado las "presillas" eran empleadas para embalar café e índigo; los brabantes, para la fabricación de vestidos para los esclavos negros y también para embalar y fabricar tapices; y las toiles rayées y toiles a carreaux se empleaban en la fabricación de colchones, cortinas y ropa para los esclavos negros. En los mercados de España y América, Flandes tenía que competir con otros exportadores europeos, fuertes y en proceso de expan- UNTREF VIRTUAL | 2 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* "Agriculture and Peasant Industry in Eighteenth-Century Flanders" fue publi- cado en: European Pea-sants and their markets. Essays in Agrarian Economic History, ed. por W. N. Parker y E. L. Jones, Princeton, 1975, pp. 179-204. sión. Irlandeses, escoceses, bretones, sajones, holandeses, si- lesos y rusos intentaban con éxito - como podemos ver por sus estadísticas de producción- mejorar sus posiciones en aquellos mercados. Puede decirse, pues, que Flandes ocupaba un lugar significativo en el mercado mundial, pero jugó esencialmente un papel pasivo en la determinación de los precios debido a la ine- lasticidad de la demanda de sus telas y a su escasa influencia sobre los precios en el mercado mundial. Pero la prosperidad de sus comerciantes, campesinos, obreros y terratenientes se en- contraba en dependencia directa de los precios del mercado mundial, y muchos coetáneos eran conscientes de este hecho. Los ingresos de una gran parte de la población flamenca, y en particular los ingresos del campesinado, dependían por ello de los caprichos del comercio internacional. Para muchos de estos campesinos, probablemente para la mayoría, su trabajo en la industria de tejidos representaba una ocupación secundaria. Tejedores e hiladores sólo hacían uso de sus instrumentos de trabajo durante los períodos en los que la agricultura no precisa- ba de su fuerza productiva. Por tanto, tejer e hilar eran activi- dades fundamentalmente invernales. En un día de trabajo nor- mal (desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la tarde) podían producirse de 5 a 6 varas (de aproximadamente 83 cm) de tejido de lino de calidad media. Eran necesarios, pues, de 12 a 15 días completos de trabajo para tejer una "pieza estándar" de 75 varas (57 metros, aproximadamente). Según el censo de 1792 el promedio de producción de cada uno de los telares que operaban en las aldeas con concentración manufacturera de los alrededores de Gante se calculaba en 12 piezas, lo que signifi- ca que los tejedores trabajaban el equivalente de 140 a 200 días por año. Según las mismas fuentes, cada telar ocupaba a un te- jedor, 4 hiladores y a 1,5 trabajadores auxiliares, que podían ser niños. Una familia con esta composición y tamaño (unidad de producción autosuficiente) trabajando un día completo podía obtener 5 varas de lino tejido, para lo que se precisaba 3, 75 libras de lino. Y esta cantidad de lino le costaba al campesino, a mediados de siglo, 26 groten en el mercado (a no ser que la cul- tivase él mismo), mientras que el producto final (5 varas de tela de lino ordinario) obtenía un precio de venta de 60 groten. Con lo que una familia de cinco personas podía obtener -en undía de trabajo- unos ingresos de 34 groten. Esta cantidad resultaba ser muy baja en comparación con el salario medio de un traba- jador no cualificado, que venía a ganar unos 20 groten por jorna- da durante el invierno. Los ingresos diarios de una familia de cinco personas ocupada en la producción de tejidos resultaban, por tanto, inferiores a los que podían obtener dos trabajadores no cualificados. Probablemente las familias seguían ocupadas en la producción de lino por la sencilla razón de que no podían ganar más en otros empleos. Como se podrá ver, durante el invierno era muy difícil conseguir trabajo, y la familia necesitaba ingresos para poder completar la insuficiente provisión que obtenían de la tie- rra que tenían arrendada. En este sentido, el comercio colonial hacía las veces de válvula de escape (vent for a surplus resour- ce) para el excedente de potencial de trabajo, que en Flandes se concretaba en un excedente de mano de obra temporera. La población activa ocupada en la producción de tejidos traba- jaba en las condiciones anteriormente expuestas: trabajo fami- liar con un opportunity cost muy bajo. Pero también podían en- contrarse operarios y sirvientes que, sin poseer ningún tipo de tierra, trabajaban en esta industria y recibían de ella su salario. Como en Flandes hasta ya entrado el siglo XIX los campesinos poseían sus propios instrumentos de producción y los comer- ciantes no se ocupaban directamente de la producción, estos trabajadores asalariados no eran empleados generalmente por comerciantes-empresarios; más bien trabajaban durante las temporadas muertas para aquellas familias campesinas que de- bido a sus características, o al número de sus miembros, no po- seían una relación adecuada de factores de producción. Los salarios que dichos trabajadores podían obtener de este modo eran comparativamente muy bajos: en 1765 equivalían a cuatro quintas partes del jornal de invierno de un trabajador rural no especializado. En 1800, el jornal de un tejedor adulto equivalía a 0,91 francos diarios en el campo y a 1,26 francos en la ciudad; en comparación, un sastre en la ciudad ganaba 1,36 francos y un albañil 1,81 francos. Durante el invierno la única alternativa a un trabajo mal pagado en la producción de tejidos era el desem- pleo; el número de desempleados en Flandes alcanzaba cifras UNTREF VIRTUAL | 3 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* muy elevadas, sin que las numerosas instituciones de benefi- cencia pudieran hacerse cargo de ellos. En 1772, cuando el go- bierno inauguró la primera cárcel "moderna" de Europa, una "casa de trabajo" guardada por gruesas murallas en la que los internos estaban obligados a pagar su sustento trabajando en la producción de tejidos, un 15 por 100 de la población de Gante estaba acogida a la beneficencia. En 1786, catorce años más tarde, esta proporción había ascendido al 20 por 100, afectando a 9.480 de los 45.000 habitantes de la ciudad. En el Departa- mento del Este de Flandes se decía que en 1801, de una po- blación de 600.000 habitantes, 57.000 vivían de la beneficencia. La pobreza y el desempleo coexistían con la expansión de la producción manufacturera, pero esto no quiere decir que el desarrollo de la industria fuera la causa del empobrecimiento. Al efectuar un primer análisis podemos ver que lo que ocurría era que una población ya empobrecida se veía obligada a recurrir a ocupaciones secundarias en el proceso de producción, para poder evitar la indigencia total. En 1773, un cronista escribía que los habitantes de Wasquehall, en el Departamento Sur de Flandes, "comienzan a ser excesivamente numerosos para poder dedicarse todos a la agricultura; tres cuartas partes de los habitantes del campo tienen que ocuparse en la producción ma- nufacturera, y con estos ingresos pueden pagar sus impuestos y mantener a sus familias; y de no ser por esta ayuda se verían obligados a mendigar" Pero la relación entre agricultura e indus- tria era más compleja de lo que refleja este testimonio. De hecho, como podremos ver, las técnicas agrícolas permitían aún cierto grado de intensificación de los factores de producción. Antes de poder efectuar un análisis de las relaciones existentes entre el desarrollo de ia industria y el sector agrario, tendremos que examinar la distribución geográfica de la producción manu- facturera de tejidos (véase figura 3). En Flandes, la producción manufacturera de tejidos se encontraba confinada en el interior; limitada al oeste por una zona costera a lo largo del Canal de la Mancha. El distrito costero de Furnes, por ejemplo, tenía en 1697 una población activa de 4.532 personas, de las cuales sólo 70, es decir un 1,5 por 100, trabajaban en la producción textil. En 1796, el porcentaje de empleados en esta industria era tan sólo de un 5 por 100. En efecto, el hinterland de Fumer (y también el de Ypres) ya a finales del siglo XVII había abandon- ado su antigua industria lanera; casi en el mismo momento en que otras zonas de Flandes empezaban a adquirir un relieve internacional en la producción de tejidos. Las concentraciones manufactureras del interior se encontraban imitadas al este por los campos de lino del Pays de Waas y por UNTREF VIRTUAL | 4 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* el hinterland de Termonde, con mercados ubicados en Saint Nicholas, Lokeren y Termonde: "El Pays de Waas y la zona de Termonde no poseen una manufactura de tejidos que pueda considerarse importante. Los 1.000 o 1.500 telares existentes en la zona de Termonde no merecen mucha atención cuando en cualquier aldea de los burgos de Vieuxbourg, Alost, Courtrai o Audernarde podemos encontrar, más de mil." En aquellas zonas sólo trabajaba un número reducido de hiladores y aún más reducido, de tejedores; en cambio la cosecha de lino era abun- dante, muy superior a la cantidad consumida por la industria local, un considerable excedente que representaba más de una cuarta parte de la producción -en un año normal- se exportaba al extranjero. Esta producción comercial de lino era además suplementada por pequeñas cantidades que los campesinos cosechaban de sus propios cultivos, así como por la producción que se desa- rrollaba también en las zonas costeras. Finalmente, el grado de industrialización en el Departamento Su-reste de Flandes, y en particular el de la zona situada justo al este de Audernarde, es muy difícil de estimar. El porcentaje de tejedores parece haber descendido durante la segunda mi- tad del siglo XVIII, pero existen ciertas dudas respecto a los da- tos utilizados por De Rammelaere para establecer este hecho. En resumen: la industria de tejidos se encontraba localizada en el interior, empleaba fuerza de trabajo local, y sus materias pri- mas provenían principalmente del nordeste (Pays de Termonde y Pays de Waas). De todas formas, hay que tener en cuenta que no todas las Aldeas de esta zona industrial tenían, un elevado número de tejedores. En los censos realizados durante el perío- do de la Revolución, no es difícil encontrar aldeas que a pesar de ser casi contiguas presentaban Patrones de ocupación de la población completamente diferentes. Como ejemplo puede ci- tarse la aldea de Balegem, en la zona del sureste de Gante, en la que había tantos cabezas de familia tejedores como campe- sinos, mientras que en la aldea vecina de Lemberge no vivía ni un solo tejedor o hilador. Tierra y Mano de Obra en la Zona Costera de Flandes La organización de la agricultura en Flandes presenta un con- traste con la distribución territorial de la producción manufactur- era. La falta de un desarrollo industrial en la zona costera esta- ba en relacióncon el desarrollo de una producción agrícola di- rigida al mercado, basada en la existencia de grandes y moder- nas explotaciones agrarias y en el fenómeno de una población reducida y dispersa. Esta estructura es virtualmente opuesta a las estructuras agrarias y de colonización del interior, que se ca- racterizaban por una agricultura campesina de subsistencia, unas explotaciones pequeñas y una gran densidad de población. La zona costera de Flandes está formada por una franja de pól- der (es decir, tierras ganadas al mar, con un nivel por debajo de éste), bordeada por una cadena de dunas que se extiende desde Artois, por Seeland-Flandes, hasta el Escalda. El suelo, ganado al mar y puesto en cultivo entre los siglos IX y XIX, se compone de una capa de tierra arcillosa y pesada sobre un sub- suelo arenoso. En contraste con el del resto de Flandes, este suelo es extraordinariamente fértil y capaz de soportar cultivos exhaustivos. En cambio, su densa textura requiere que los ara- dos y demás instrumentos de roturación sean sólidos, fuertes y costosos, y que el tiro tenga que estar compuesto por varios caballos. La naturaleza del suelo precisaba por tanto un fuerte capital fijo. No es de extrañar entonces que las grandes explota- ciones capitalistas fueran lo que caracterizara a esta región: una región de "grande culture" (véase cuadro 2). En ella se producía trigo, mantequilla y queso, que se comercializaban tanto en los mercados locales como en los extranjeros. Sin embargo, algu- nas extensiones de tierra situadas en las dunas, y a lo largo de los diques y de los caminos, habían sido fragmentadas y perte- necían, o estaban arrendadas a campesinos o a trabajadores que las cultivaban como ocupación secundaria. Al contrario que en el resto de Flandes, una gran parte del suelo pertenecía a agricultores prósperos que daban empleo a un gran número de jornaleros o a sirvientes o a ambos a la vez. En 169% más del 38 por 100 de la población activa del distrito de Furnes estaba clasificada como trabajador asalariado. La estructura agraria era similar a la que se daba en Inglaterra. UNTREF VIRTUAL | 5 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* La zona costera de Flandes tuvo siempre una densidad de población inferior a la del resto del país. En 1800, la zona marí- tima del Departamento de Escaut (en Seeland-Flandes) tenía una densidad de 53 habitantes por km2, mientras que en el resto del departamento la cifra ascendía a 191. El Arrondisse- ment de Dunkerque, situado en la costa, tenía en la misma épo- ca una densidad de 117 habitantes por km-, mientras que en el interior, en la zona de los alrededores de Lille, la cifra se eleva- ba a 272. También la zona costera de Furnes tenía 71 habitan- tes por km, mientras que el interior de la región de Courtrai tenía 200 31 Aunque en conjunto la densidad de población era eleva- da (Flandes del Oeste, 115; Norte, 141; Este, 165; comparando con las de Inglaterra y Gales, 45; Holanda, 60; Bélgica, 88), ya que las cifras globales de las estadísticas no revelan el marca- do contraste existente entre la zona costera y el interior; dentro del interior, la densidad de población, que a veces era extrema, se distribuye en zonas de alta y baja densidad. A consecuencia de la reducida población local, las grandes ex- plotaciones agrícolas de la zona costera dependían de la mano de obra migratoria para realizar los trabajos estacionales de la agricultura. Como puede esperarse bajo tales circunstancias, la zona costera tenía fama de pagar salarios superiores a los del resto de Flandes. A pesar de todo no había una inmigración con- tinua del excedente de mano de obra de las demás regiones; se han encontrado documentos que prueban que las autoridades locales tomaron medidas para impedir que esto ocurriera. Durante el siglo XVIII el crecimiento demográfico en las aldeas de la zona costera fue mucho más lento que el de los pueblos del interior. En un muestreo tomado en la región costera de Fur- nes, entre 1700 y 1800 la población sólo aumentó de 6.600 a 9.600 habitantes, 34 y en otras zonas se dio un estancamiento total, mientras que en aldeas situadas a sólo unas cuantas mi- llas en la zona arenosa, se dio un rápido crecimiento demográ- fico. En aquella época un prefecto escribía que la mortalidad era mucho más alta en las zonas de los pólder, con su altitud bajo el nivel del mar y su elevado grado de humedad, donde el clima tendía a ser insalubre. Pero también existen otros testimonios escritos que achacan el lento crecimiento demográfico a los ma- trimonios tardíos y al difundido celibato. Estos patrones matri- moniales y migratorios están a su vez estrechamente relaciona- dos con la persistencia de las grandes explotaciones agrícolas. Dado que el suelo requería unos arados tan pesados que sólo resultaban prácticos en tierras extensas, hubiera sido antieco- nómico hacer un reparto de las tierras; y a consecuencia de esto no era posible para todos los hijos de labradores propietarios hacerse también agricultores, por lo que debían emigrar o dedi- carse a otra profesión. Aunque se sabe bien poco acerca de la emigración, personalmente sostengo la hipótesis de que las es- tadísticas darían resultados muy diferentes en la zona costera que en el interior, en donde no existieron tales impedimentos a la partición y al reparto de tierras. La Tierra y la Mano de Obra en el Interior Durante el siglo XVIII las zonas del interior experimentaron un crecimiento demográfico comparativamente elevado;a pesar del lento desarrollo inicial en las primeras décadas, hacia finales de siglo la población se había duplicado. (Las poblaciones de In- glaterra y Gales aumentaron sólo en un 55 por 100; la de Ho- landa en un 10 por 100.) En 1700 la densidad de población del UNTREF VIRTUAL | 6 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* interior de Flandes era también elevada -ya lo había sido du- rante la Edad Media, en relación con el resto de Europa- y las tendencias del siglo XVIII acentuaron el contraste. Se ha hecho anteriormente referencia al hecho de que, en principio, la pre- sión demográfica promovió la penetración de la producción ma- nufacturera en las zonas rurales; la falta de desarrollo industrial de las zonas con un crecimiento demográfico lento, viene a co- rroborar esta afirmación. A pesar de todo, parece prematuro hablar de "presión" demográfica hasta tener un conocimiento más profundo de la reacción del sector agrícola ante estos cam- bios en la población. En primer lugar, el rápido crecimiento demográfico impulsó a poner en cultivó nuevas tierras y a reducirla proporción de bar- bechos. La primera iniciativa parece haber partido de banque- ros, financieros, nobleza y eclesiásticos con patrimonio. Resulta imposible determinar cuánta tierra fue incorporada al cultivo durante el siglo XVIII. Lo que sí se sabe es que a finales de este período, los bosques, zonas pantanosas y landas, suponían una séptima parte de la superficie total del Departamento del Este de Flandes; mientras que un informe posterior se manifestaba pesimista en cuanto a la posibilidad de incorporar otras tierras al cultivo. La posibilidad de reducir los terrenos de barbecho ha- bía sido prácticamente agotada; una de las peculiaridades de la agricultura flamenca que había impresionado a los observa- dores extranjeros de la época era precisamente el cultivo sin tiempo de barbecho. Los agricultores flamencos practicaban complicadas y largas sucesiones de cultivos, que incluían oca- sionalmente algún ano de cultivo de trébol, además de la utili- zación de todo tipo de abonos obtenidos en el mercado, por ejemplo, los desechosde las destilerías de ginebra. Además de la expansión del área total en cultivo, también au- mentó en el interior el número de explotaciones, sobre todo las de tamaño reducido (véase cuadro 3). Entre 1701 y 1791, la aldea de Lede, situada al este de Gante, dobló su número de habitantes, de unos 1.300 a 2.600; en cambio el- número- de fincas y pequeñas granjas aumentó a más del doble. Esto ocur- rió también en la vecina aldea de Saint-Gilles-(véase cuadro 4). Cabe considerar dos procesos posibles: que se dividieran aún más las pequeñas propiedades, o que algunas de las grandes explotaciones fueran subdivididas y aparceladas por los terrate- nientes. (Nótese el descenso del número de grandes explotaciones con más de 10 hectáreas que nos muestran los cuadros 3 y 4.) Podría parecer que el crecimiento demográfico fuera el factor directamente responsable de esta fragmentación, pero en reali- dad, la relación existente entre ambos procesos estuvo determi- nada por el sistema de propiedad vigente en la época. En am- bas regiones, interior y costera, y tanto en las pequeñas como en las grandes explotaciones predominaron las relaciones de arrendamiento. En la zona de Meígem, por ejemplo, de las 111 granjas contabilizadas en 1765, 79 estaban arrendadas, 11 eran propiedad de sus ocupantes, y en el resto se daban ambos sis- temas. De las 11 que pertenecían enteramente a sus ocupantes ninguna llegaba a tener más de 4 hectáreas. Y las 6 grandes fin- cas de más de 25 hectáreas que había, eran explotadas en ré- gimen de arrendamiento. El arrendamiento era por tanto el sis- tema de tenencia de tierras más común y el más frecuente en las grandes explotaciones. Y lo mismo ocurría en la zona cos- tera. La única excepción a este patrón de tenencia de la tierra se daba a lo largo de la frontera este de la zona del interior, donde predominaba la propiedad campesina. UNTREF VIRTUAL | 7 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* En Lede, zona de esta región, en 1695, de las 350 explotacio- nes que aparecen en el censo, 63 eran tenidas en régimen de arrendamiento, 253 eran propiedad de sus ocupantes y en el resto coexistían las dos formas. Paul Deprez documentó carto- gráficamente el limite este de esta área de posesión privada del suelo, aunque no indicó la fuente de sus datos. Sus mapas nos muestran al Pays de Waas, Pays de Termonde y la región del Pays d'Alost al sur de Audernarde, como componentes de dicha zona. Gran parte de ella no parece haber estado industrializada, aunque no se puede establecer esta correspondencia, sobre todo si tenemos en cuenta que en la región del Pays d'Alost (a la que pertenece Lede) vivían numerosos tejedores e hiladores. El Pays d'Alost presenta también otra diferencia importante: era la Única comarca de Flandes en la que seguían predominando campos de cultivo sin cercar, fragmentados en franjas minúscu- las, que a veces no alcanzaban más de 10 X 100 metros de ex- tensión (lo que equivale a 1/10 de hectárea). De hecho, en 1695 existían en Lede 27 explotaciones con una extensión inferior a 1/13 de hectárea; en 1701 eran 28; en 1751, 46; y en 1791, 106. A pesar de la continua fragmentación de esta región también existían fincas gran extensión, cultivadas por campesinos ricos. Las causas de estas diferencias en el sistema de propiedad la división de las superficies de cultivo se deben, más que a las características del suelo, a las condiciones establecidas en el periodo inicial de colonización ocurrido en la Edad Media. En el transcurso del siglo XVIII, el número de campesinos con propiedad parece experimentar un ligero aumento. Algunos au- tores han intentado explicar la sorprendente alza del precio del suelo atribuyéndola al afán de propiedad de los campesinos, que para poder comprar no dudaban en contraer enormes deu- das, lo que era facilitado por el desarrollo de un sistema hipote- cario. Pero aunque la demanda de los campesinos contribuyó sin duda al alza de los precios, existieron también otras razones. Gran parte de las tierras de las aldeas flamencas eran propie- dad de terratenientes que vivían en las ciudades vecinas. Jan Frans Hopsomer, un burgués de la ciudad de Gante, poseía una quinta parte de la superficie de Meigem. A Jacobus F. Mael- camp, también de Gante, le pertenecían, al contraer sus segun- das nupcias, tierras por un valor de 70.000 gulden [florines], y sus propiedades se repartían en más de 24 localidades dife- rentes de Flandes. Sus rentas se estimaban en 6.654 gulden, lo que equivalía en 1741, ano de su muerte, a un rédito del orden de un 9,5 por 100. Pero unos beneficios tan considerables por la renta del suelo no se mantuvieron durante mucho tiempo. Como puede verse por el cuadro 5, en el interior el precio del suelo aumentó mucho más rápidamente que las rentas de arrendamiento, llegando en la década posterior a 1780 a descender los réditos hasta el 1,5 por 100. Los intereses hipotecarios bajaron de un promedio del 6 por 100 a principios del siglo XVIII hasta llegar al 4,5 por 100 poco antes del fin de siglo. Si la demanda campesina hubiera sido el factor más importante para el incremento del precio del suelo, se hubiera podido esperar que también los intereses hi- potecarios hubieran experimentado un crecimiento, puesto que serían esos mismos campesinos los que tendrían que pedir préstamos para comprar la propiedad. Pero en realidad los intereses sufrieron un continuo descenso, lo que sugiere que la oferta del mercado de dinero creció mucho más rápidamente que la demanda de los denominados "campesinos hambrientos de tierra". A su vez esto nos indica que los comerciantes de las ciudades, los magistrados y los empresarios de la producción que invertían dinero en el mercado hipotecario, eran también los UNTREF VIRTUAL | 8 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* principales responsables del aumento que experimentó el pre- cio del suelo. ¿Por qué permitieron los especuladores de tierras que los rédi- tos de sus inversiones en propiedades rurales llegaran a sufrir tal depreciación que, al final, quedaran por debajo de los que se podrían haber obtenido en el mercado de préstamos hipoteca- rios? La causa era que esta clase de inversión rendía otro tipo de intereses no monetarios en forma de seguridad y prestigio. Los cánones de arrendamiento experimentaron también un au- mento, si bien éste fue inferior al de los precios del suelo. A pe- sar de todo, el incremento de las rentas fue más rápido que el aumento de los precios de los productos alimenticios, lo que puede explicarse considerando la combinación de efectos de los siguientes factores: crecimiento demográfico, cambios en las téc- nicas agrarias de cara a un mayor aprovechamiento del suelo, desarrollo de la industria del lino y progresiva parcelación de los campos. Por último, en la zona costera, los precios de arrenda- miento no crecieron tan rápidamente como en el interior, debido a que en dicha zona se dio un menor crecimiento demográfico, un menor grado de intensificación en la técnica agrícola, y un esca- so desarrollo de la industria manufacturera; y también a causa de la existencia de límites naturales a la parcelación. El predominio de un sistema sucesorio igualitario pudo haber originado una rápida fragmentación de las tierras de cultivo, aunque probablemente tuvo mayor repercusión sobre la trans- misión de la propiedad entre los terratenientes absentistas que entre sus arrendatarios. A menudo suele olvidarse que el dere- cho sucesorio se ocupa de la propiedad del patrimonio y no de su arrendamiento, y que, por tanto, no es de esperar que en las zonas donde predominaba la tenencia dela tierra por arrenda- miento y la propiedad absentista, el derecho sucesorio repercu- tiera sobre la fragmentación del suelo. Aunque es cierto que en una de las escasas descripciones del sistema hereditario fla- menco se menciona el reparto de tierras entre los herederos tras la muerte de los padres, también se hace referencia, al con- traste existente entre el interior, donde se practicaba esa cos- tumbre, y la zona de los pólder, donde no se daba. Pero este estudio trata del Pays de Waas, que es precisamente una región de campesinos propietarios. Por tanto, si las antiguas costum- bres hereditarias de Flandes tuvieron alguna influencia sobre la evolución rural, tuvo que darse principalmente en las regiones de la frontera este del país, donde predominaba la propiedad campesina. Pero para justificar este proceso en el resto del país, UNTREF VIRTUAL | 9 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* es decir en casi todo Flandes, habría que buscar, más que mo- tivos legales, causas de tipo económico y demográfico. La frag- mentación del suelo se debió, en última instancia, al crecimien- to de la población; aunque se desencadenó por la respuesta de los terratenientes al mecanismo de los precios. La división del suelo fue un fenómeno de mercado, debido al hecho de que en el interior de Flandes se podía obtener una renta mayor por unidad de superficie de las pequeñas explotaciones que de las grandes. Las pequeñas unidades familiares autosuficientes y sin traba- jadores asalariados aspiraban a obtener la máxima producción, a pesar de que el rendimiento marginal del trabajo fuera des- cendiendo a niveles muy bajos. Cuando así ocurría, en invierno sobre todo, estas familias emprendían su ocupación estacional en la producción de tejidos. A su vez, las grandes explotaciones requerían trabajo asalariado, pero sólo hasta el punto en que el rendimiento marginal empezaba a ser inferior a los salarios es- tipulados, por lo que la producción por hectárea de las grandes explotaciones resultaba inferior que la de las pequeñas explota- ciones; en consecuencia, la renta por unidad de superficie era también inferior, como se puede apreciar en el cuadro 6. A pesar de que en el interior de Flandes se daba una fuerte frag- mentación del suelo, las estadísticas nos muestran la existencia de grandes áreas de terreno que seguían siendo explotadas comercialmente, y que por lo tanto podían generar excedentes. Según las estimaciones sobre productividad y alimentación rea- lizadas por el prefecto Faipoult, y más recientemente por Van- denbroeke, podría parecer que dos tercios de hectárea serían suficientes para alimentar a una familia de cinco miembros, con la dieta típica de finales del siglo XVIII. De ser así, una de cada cuatro familias de la región de Meigem, una de cada tres de Saint-Gilles, y una de cada dos de Lede, tendría que obtener parte de sus alimentos comprándolos en el mercado. Las cifras estimadas en estos estudios representaban la proporción míni- ma de explotaciones que requerían ingresos adicionales obte- nidos de otras fuentes diferentes, a la agricultura, ya que a los costes mínimos de manutención habría que añadir las rentas de arrendamiento y los impuestos estatales. Los inventarios suce- sorios de la población de Lede nos muestran que en el período comprendido entre 1786 y 1795, el 88 por 100 de las familias poseían ruecas de hilar o telares. La progresiva difusión del cultivo de la patata a lo largo del siglo es otro de los factores que puede estar relacionado en muchos aspectos con el crecimiento de la población, con el despliegue UNTREF VIRTUAL | 10 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* de la industria manufacturera y con la fragmentación del suelo. El cultivo de la patata apareció en 1709 en los alrededores de Brujas, y se esparció rápidamente por las pequeñas explota- ciones del interior, aunque todavía tendría que pasar mucho tiempo antes de su comercialización. Los campesinos cultiva- ban patatas para su propio consumo como sustituto del centeno, que podía ser vendido en el mercado para obtener el dinero necesario para pagar sus crecientes rentas de arrendamiento. En el año 1801, el 14,5 por 100 aproximadamente de la super- ficie destinada a cultivos alimenticios de Flandes del este, se uti- lizaba para el cultivo de patatas. Según un artículo reciente- mente aparecido, esta cifra es la más elevada que se ha regis- trado en dicha región. Como en otras muchas zonas de Europa, en Flandes, la patata -dado que el peso cosechado por hectárea sembrada con este tubérculo es diez veces superior al que se obtenía sembrando cereales para la elaboración de pan- con- tribuyó a cambiar la relación entre población y medios de sub- sistencia. Pero resulta fácil sobreestimar esta influencia. El valor nutritivo de la patata es cinco veces inferior al del peso equiva- lente de centeno o de trigo. Considerando que durante el siglo XVIII no se dieron cambios significativos en el consumo de calorías per cápita, y tampoco un incremento de la extensión del suelo efectivamente cultivado, podemos estimar que el aumen- to de la población que la sustitución del trigo o centeno por patatas permitía no supone más del 14,5 por 100. En realidad, durante este siglo la población de Flandes llegó ca- si a duplicarse, y además hacia mitad de siglo, por primera vez desde la Edad Media, el país registró una exportación neta de productos alimenticios; y lo que es más, una cantidad conside- rable de la cosecha de cereales fue destinada a la alimentación del ganado: centeno, cebada, avena y lúpulo fueron utilizados como forraje y como materia prima para las fábricas de cerveza y destilerías de ginebra. Esto nos demuestra que, a pesar de que en 1700 Flandes contara con técnicas agrícolas muy avan- zadas, tuvieron que darse otros cambios fundamentales aparte de la difusión del cultivo de la patata. Probablemente también se produjo una difusión de los conocimientos necesarios para una mejora de la rotación de cultivos. En la población de Lede, por ejemplo, sólo un 3,6 por 100 de los inventarios sucesorios de principios del siglo XVII mencionan la siembra de trébol en la rotación de los cultivos. Este porcentaje aumentó a un 56, 8 por 100 hacia finales de siglo, y tuvo su auge a finales del siglo XVIII con un porcentaje de 84,8 por 100. Los excedentes de productos alimenticios no provenían exclusi- vamente de las zonas costeras. Los cálculos presentados en el apéndice nos llevan a la conclusión de que el excedente teórico producido en la zona costera del este de Flandes representaba el 78,6 por 100 de su producción. El excedente de la zona del interior representaba el 26,5 por 100. Aunque no se pueden comprobar estas cifras parciales, la suma total de excedentes (36 por 100 de la producción total) sí es comprobable, y resulta verosímil. Puede parecer paradójico que las regiones del inte- rior pudieran generar un excedente de productos alimenticios, ya que hay gran cantidad de datos que nos indican la existencia de una fuerte presión demográfica en la zona. Probablemente los excedentes provenían de la producción de las grandes ex- plotaciones capitalistas que coexistían con las pequeñas gran- jas, aunque también podrían haberse producido en las peque- ñas explotaciones campesinas, a pesar de la progresiva frag- mentación que tenía lugar. La producción de excedentes no re- sulta incompatible con la presencia de otro tipo de datos que nos indican niveles de vida muy bajos; y tampoco resulta imposible la coexistencia de una tendencia al empobrecimiento con un proceso de desarrollo agrícola y de expansión de la producción manufacturera.La fuerza motriz de este desarrollo la proporcio- naba la presión que ejercían las progresivas deudas y el encare- cimiento de las rentas de arrendamiento, lo que en última instan- cia puede remitirse a la presión demográfica afectada por el sis- tema de propiedad y distribución del suelo vigente en la época. El progreso de la agricultura y el desarrollo de la producción manufacturera se hallaban vinculados también en otro aspecto. En la agricultura de Flandes las innovaciones impusieron una tendencia de aumento de la demanda de mano de obra, y de intensificación del trabajo estacional. Un observador de aquella época calculó que en una finca de labranza flamenca se nece- sitaban 25 días de trabajode un hombre por Morgen (medida de superficie equivalente a 0,44 hectáreas) de trigo, y 25 días para UNTREF VIRTUAL | 11 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* el centeno. Los sembrados de patatas requerían en cambio 77 días de trabajo de un hombre por cada Morgen, de los que 50 días se empleaban en labrar profundamente y remover la tierra repetidas veces, como es preciso en este tipo de cultivo. En el cultivo del lino se necesitaban 82 días de trabajo de un hombre para escardar la tierra. Los nuevos cultivos hicieron que aumen- tara el número de personas empleadas por unidad de extensión, favoreciendo así la reducción del tamaño de las explotaciones familiares, aumentando a la vez la demanda estacional y el de- sempleo durante el período invernal. El cultivo del lino tenía también períodos de elevada demanda de trabajo, por ser nece- sario un número muy alto de trabajadores para poder realizar los trabajos de escarda y cosecha en un número escaso de días: el brote de lino una vez alcanzada su madurez se pasa rá- pidamente, lo que significa un considerable deterioro en la cali- dad de la fibra extraída. En el siglo XVIII, para cosechar una hectárea de lino se reque- rían de 12 a 15 personas adultas. Sólo en la región del este de Flandes el cultivo de lino ocupaba una extensión de 14.000 hec- táreas; lo que suponía entre 170.000 y 210.000 días de trabajo de una persona, concentrados en un período de tiempo muy breve de cada año. La cosecha de otros cultivos coincidía tam- bién con este breve período, produciendo una fuerte competen- cia en la contratación de la mano de obra y originando la esca- sez de este factor de producción durante ciertas épocas del año. Ésta es una de las razones por las que los grandes agricultores contrataban sirvientes y trabajadores por un período de medio año, mucho antes del apogeo de la temporada, para poder ase- gurarse la fuerza de trabajo necesaria para la cosecha. En resumen, podemos apreciar que durante el siglo XVIII el conjunto total de suelo en cultivo no mantenía el ritmo de creci- miento del número de explotaciones familiares. Las familias, cu- yo número de componentes se mantenía constante, se veían obligadas a vivir en explotaciones o granjas cada vez más pe- queñas, y esto sólo era posible mediante un incremento del ren- dimiento neto por hectárea, con la correspondiente intensifica- ción del trabajo. Pero esta intensificación del trabajo no era cons- tante a lo largo del año, sino que experimentaba períodos de fuerte descenso, durante los cuales los campesinos se dedica- ban a ocupaciones no agrícolas, principalmente a la producción manufacturera de tejidos. Resumen y Conclusiones La historia económica de Flandes en el período comprendido entre finales del siglo XVII y finales del siglo XVIII encaja perfec- tamente dentro de lo que he denominado -en otro lugar- como una fase de "protoindustrialización": un período de industria- lización que presenta una división entre las zonas con predomi- nio de explotación agrícola familiar y con industria doméstica, y otras zonas en las que predomina la explotación agrícola comer- cial y carecen de industria doméstica. En las zonas rurales de Flandes la industria manufacturera de tejidos representaba sólo una ocupación secundaria que propor- cionaba ingresos complementarios a una población esencial- mente dedicada a la agricultura. A pesar de esto, resulta asom- brosa la estrecha relación entre la organización y desarrollo de dicha industria y otros aspectos de la economía agraria del siglo XVIII. En el presente estudio he intentado demostrar que la di- fusión de la industria doméstica es-tuvo impulsada por fuerzas que, en última instancia, estaban originadas por la presión de- mográfica. La industria doméstica -así como la difusión del cul- tivo de la patata y de las nuevas técnicas agrícolas- permitió un gran incremento de la población rural, que trajo consigo la frag- mentación de la tierra. Si no hubiera existido esta industria, el aumento de población que se produjo en Flandes durante esta época hubiera hecho necesaria la emigración a las ciudades y a otras regiones. Pero esto es sólo una cara de la moneda; el crecimiento de la población flamenca no fue determinado por factores exógenos. En otro trabajo he tratado de demostrar que en las zonas con producción manufacturera, un aumento del precio de los tejidos ocasionaba una repentina elevación del número de matrimonios contraídos. Puede decirse, pues, que la producción manufacturera rural contribuyó también a acelerar el crecimiento de la población, permitiendo y fomentando activa- mente su desarrollo. El papel desempeñado por la industria UNTREF VIRTUAL | 12 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* doméstica resulta paradójico, ya que perpetuó la fuerte presión demográfica que, inicialmente, había sido la fuerza que había impulsado su penetración en el campo. Este sombrío "equilibrio de alta presión" pudo mantenerse mientras existió la posibilidad de dar salida en el mercado a las manufacturas de esta indus- tria; pero fue destruido en el siglo XIX cuando la competencia de la producción mecánica de hilos y tejidos, y de la nueva indus- tria fabril algodonera de las ciudades, sumió la economía y la sociedad flamencas en una profunda crisis. Apéndice: Cálculo Estimativo del Excedente de Productos Alimenticios del Año 1804 La superficie de la zona de los pólder, en la región Este de Flandes comprendía una extensión de 65.300 hectáreas (en la época en que Seeland-Flandes era todavía parte de esta re- gión). La zona del interior ocupaba 292.400 hectáreas. La pri- mera tenía una población de 34.750 habitantes (1805); la zona del interior tenía 558.750 habitantes. Suponiendo que la dieta de alimentación fuera la misma en ambas zonas, estando com- puesta por 0,618 litros de grano y 1,8 kilos de patatas por per- sona y día, y si el rendimiento neto por hectárea era también el mismo, es decir: 33 quintales de trigo, 36 de centeno y 347 de patatas, una familia compuesta de cinco miembros necesitaría para su mantenimiento 0,47 hectáreas de trigo o 0,44 de cen- teno, y 0,10 hectáreas de patatas. Para que la zona de los pól- der pudiera mantener un nivel de subsistencia, se necesitarían 695 hectáreas de patatas y 3.266 hectáreas de trigo (o 3.058 hectáreas de centeno). Suponiendo también que no se cultivara centeno en esta zona, y que el cultivo de patatas y trigo en con- junto suponía la misma proporción de superficie dedicada a cul- tivos alimenticios de la extensión total de la región (28,3 por 100), obtenemos un resultado de 3.695 hectáreas de cultivo de patatas (20 por 100 de la superficie supuesta para cultivos ali- menticios) y 14.783 hectáreas de trigo (80 por 100 de dicha superficie). La diferencia entre las cifras estimadas como consu- mo propio y las de la producción total nos muestra un excedente de 3.000 hectáreas de patatas y 12.000 de trigo. Por tanto,teóri- camente, el excedente representaba el 78,6 por 100 del total de la cosecha. En la zona del interior, los 558.750 habitantes nece- sitarían 11.175 hectáreas de patatas y 52.522 hectáreas de trigo (o 49.170 hectáreas de centeno) para su subsistencia. Sin em- bargo se ha estimado que la superficie cultivada se componía de 16.521 hectáreas de patatas. 17.378 hectáreas de trigo y 49.229 hectáreas de centeno; por tanto, el excedente producido en esta zona equivalía aproximadamente a la cantidad produci- da por 22.000 hectáreas, lo que representa un 26,5 por 100 de la producción. Epílogo a la Edición Española* El término "protoindustrialización" se acuñó y desarrolló, antes de la extraordinaria difusión de que viene gozando de entonces acá, no sólo para describir un contenido conceptual más o menos exactamente delimitado, sino al mismo tiempo con el fin de proponer a la investigación un hilo conductor estratégico- que- dirigiese la atención hacia determinado tipo de problemáti- ca. Importaba sobre todo, en este sentido, reunir en una corre- lación sistemática ciertos campos de investigación que hasta entonces habían permanecido bastante inconexos. Tanto Fran- klin Mendels como Charles y Richard Tilly se habían propuesto situar la demografía histórica -precisamente en su forma más desarrollada y propia de la escuela francesa, aunque cultivada un tanto al margen de la historia económica y social: el micro- análisis de comunidades individualmente consideradas- en el contexto de la economía agraria y artesanal. En Industrializa- ción antes de la industrialización hemos intentado continuar esa línea y además incluir en ella las cuestiones que tocan a la his- toria social de la familia, a la cultura y a los modos de vida, a las relaciones de producción y al modo de producción. Pese a cuan- tas críticas ha merecido el concepto de protoindustrialización en general así como nuestro libro en particular, nos estará permiti- do decir que aquella intención estratégica no ha dejado de re- percutir con cierto éxito en la dirección seguida por las investi- gaciones. Los estudios históricos internacionales de hoy suelen colocar en el centro de su interés aquellas investigaciones que UNTREF VIRTUAL | 13 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* * Traducción castellana de José Antonio Bravo. tratan de integrar los aspectos que mencionábamos, y que an- tes solían contemplarse como aspectos secundarios de la rea- lidad histórica. Puede que la formación, el desarrollo y la exten- sión del concepto de protoindustrialización hayan contribuido un poco a ello. Para la exposición de nuestro esquema conceptual hemos ele- gido deliberadamente una "mezcla de descripción y teoría", en busca de "un término medio que intenta combinar un interés teórico con una orientación empírica". Vamos a conceder a los críticos que no se trata de un modelo estricto y concluso, sino más bien de un haz de hipótesis emparentadas e interrelacio- nadas. De entrada, habíamos advertido al lector sobre el carácter provisional del libro, destacábamos los puntos que aún eran obje- to de disputas entre los tres autores, y animábamos, por consi- guiente, a entrar en polémica y continuar las discusiones. Y, en efecto, durante los casi nueve años transcurridos desde la primera edición alemana de este libro la discusión ha continua- do, tanto en el plano de la teoría como en el de la investigación empírica. Una etapa de este proceso, importante en muchos sentidos, ha sido la sección del VIII Congreso Internacional de Historia de la Economía (Budapest, agosto de 1982) "La proto- industrialisation: Théorie et realité"-, dirigida por Pierre Deyon. Procede citar además un coloquio sobre "Manufacture in Town and Country" celebrado en 1980 en Oxford, varias antologías, números monográficos de revistas -originados en parte como consecuencia de diversos coloquios- e importantes aportacio- nes individuales. Por nuestra parte también hemos entrado en el debate, sobre todo en relación con los estudios regionales y locales acerca de la protoindustrialización, que nos ocupan ac- tualmente. De la multifacética discusión entresacaremos aquí sólo ciertos puntos que nos parecen de particular interés. Vistos los resultados de la investigación empírica, cada vez es- tamos más seguros de que es más fructífero no atenerse nece- sariamente a un tipo único de protoindustrialización, sino distin- guir varios tipos, dentro de un margen que abarca desde la ma- nufactura del lino en la región de Osnabrück, más o menos reducida a un anexo de la economía agrícola y con escaso desarrollo de la división del trabajo, hasta aquellas producciones artesanales que no sólo se habían librado por completo del fé- rreo abrazo de la economía agraria, sino que además se carac- terizaban por un grado avanzado de división del trabajo. Otra diferencia importante estriba en distinguir si tratamos de una región caracterizada por una actividad monográfica, o si existía en ella una diversificación de oficios. Lo cual, además de ser quizá decisivo para el destino de la misma en la época de la industrialización, pudo determinar también fuertemente la dinámica del proceso protoindustrial. Ejemplo excelente de ello es la región de Wuppertal, zona de desarrollo par excellence, ya antes de la industrialización, en plena época preindustrial. Hoy en día subrayaríamos, quizá con más énfasis que en nues- tro libro, el hecho de que estos diferentes tipos de protoindustria- lización pudieron, en efecto, coexistir, y no necesariamente su- cederse, y que incluso pudieron ocurrir "regresiones". Para la manufactura lanera del Languedoc se ha registrado una evolu- ción "retrógrada", entre el sistema de trabajo "a manos" y el sis- tema de comprador (entre Verlagssystem y Kaufsystem). Po- drían señalarse a mayor abundamiento aquellos casos en que las verdaderas empresas manufactureras fueron perdiendo im- portancia, al correr del tiempo, en favor de las formas descen- tralizadas de explotación doméstica, como puede contemplarse en el ejemplo de los oficios de la sedería de Krefeld. Es posible que nuestra obra no se haya librado por completo de toda querencia evolucionista, por lo que hoy nos parece espe- cialmente digno y necesitado de discusión el problema de la evolución, de un lado, frente a la secuencia cíclica de los mo- delos estructurales, del otro. Pues no deja de ser plausible que se señalen, dentro del contexto de la polémica sobre la protoin- dustrialización, algunas tendencias a una cierta descentraliza- ción de los procesos productivos en la economía mundial ac-tual (probablemente paralela a una centralización creciente de las estructuras de poder), como son por ejemplo el traslado de fa- ses de la producción industrial a países del Tercer Mundo (la UNTREF VIRTUAL | 14 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* "nueva división internacional del trabajo") o la reversión incipien- te al trabajo en el propio domicilio gracias al proceso de exten- sión de las redes de tratamiento electrónico de datos. Por lo que se refiere a los comienzos de la protoindustrializa- ción, siempre habrá que preguntarse si es lícito aplicar dicho tér- mino todas las veces que aparezca un oficio en zona rural. Tanto nosotros mismos como Mendels hemos infravalorado el papel de las ciudades; no hemos matizado suficientemente la vinculación entre industria doméstica rural y economía urbana. En esto hemos procurado rectificar: no hubo sólo un desplaza- miento de la producción de artículos manufacturados desde la ciudad hacia el campo, sino también una complementariedad mutua entre ciudad y campo. Sin duda debe valorarsecomo un defecto en el debate de la protoindustrialización el hecho de que, salvo algunas excepciones, no se hayan estudiado otros oficios sino los textiles. La realidad es que hubo otros, como la manufactura de artículos de quincallería, organizados también como industrias domésticas, sin olvidar las formas tendentes a una mayor centralización, como la producción de hierro. Con- viene recordar, no obstante, que los oficios textiles fueron con mucho el ramo más importante de la época preindustrial, cuan- do menos cuantitativamente. Entre los problemas que siguen planteando mayores dificultades figura el de la demografía; en este caso concedemos que la base empírica de nuestro mode- lo ha sido, por ahora, bastante endeble. También aquí parece forzoso admitir una variabilidad más considerable de lo que su- poníamos al principio. Y vamos al último punto, que se nos antoja especialmente im- portante, razón por la cual lo comentaremos con cierto detalle. En su artículo de 1972, el primero que definió con mayor nitidez la polémica de la protoindustrialización, Franklin Mendels la interpretó como "la primera fase del proceso de industrializa- ción". El mismo punto de vista fundamenta sus trabajos ulte- riores, y en particular el "Rapport général" que sometió como informador de la sección A-2 del VIII Congreso Internacional de Historia de la Economía (Budapest, 1982).'' Por legítima que sea quizás esta perspectiva para aquellos historiadores que estudien los orígenes de la industrialización, no es, en cambio, adecuada si se quiere hacer justicia al fenómeno en tanto que tal. Por eso intentábamos eludir esa "identificación precipitada" de la protoindustrialización, presentándola como industrializa- ción antes de la industrialización, y situándola en el marco del período de transición entre sociedad agraria feudal y capitalismo industrial, es decir, como un momento crucial, aunque en modo alguno el único decisivo en el proceso de la disolución del sis- tema feudal y la aparición de las formaciones sociales del capi- talismo industrial. Vamos a dedicar algunas líneas a detallar me- jor cómo fue este primer intento. Las dificultades que presentaba el mismo se desprenden de la circunstancia de que, durante cualquier fase de transición, dos o más modos de producción entran en contacto, se superponen y se modifican mutuamente, hasta que se produce la domi- nación de un modo de producción sobre el otro, o incluso la destrucción de éste. "Los períodos de transición -como ha es- crito acertadamente Etienne Balibar-, se caracterizan tanto por formas de no congruencia como por la coexistencia de varios modos de producción. Ningún intento de situar la importancia de la protoindustrializa- ción en su época podría prescindir de esbozar primeramente la situación de partida, es decir, el feudalismo europeo tal como se nos presenta desde la Alta Edad Media en adelante. La teoría del feudalismo que utilizásemos como base para ello tendría que considerar tanto la esfera de la producción como las rela- ciones de producción, en el supuesto de que se quisiera evitar toda unilateraiidad en el sentido de un planteamiento histórico- constitucionalista estricto, o de una interpretación del feudalismo demasiado globalmente socioeconómica (como ocurre con J. Kuczynski). Al mismo tiempo tendría que establecer una limita- ción cronológica, reduciendo el alcance de su estudio, en esen- cia, a la segunda fase del feudalismo europeo, a partir de la Alta Edad Media. Ya que, mientras la primera fase estuvo caracteri- zada por la servidumbre de la gleba e incorporó como variable dependiente la asimilación característica de la economía agraria por dicho sistema, en lasegunda fase las relaciones de fuerza se modificaron en grado esencial. En la esfera de la producción pasó a dominar la "pequeña producción campesina" (G. Bois); y UNTREF VIRTUAL | 15 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* si bien las relaciones de producción seguían determinadas por la apropiación de buena parte del producto agrario por parte de los señores feudales, ello no ocurría ya por medio de la pres- tación forzosa, sino mediante la renta en especie o en metálico. Los señores se retiraron del proceso de la producción y lo de- jaron en gran medida a los campesinos. Y el contenido principal de las relaciones señor-campesino pasó a estar constituido por los "pagos de transferencia" (en especie o en dinero) a favor del primero. Si durante la primera fase del feudalismo europeo, en cambio, el control del proceso de trabajo estaba en manos de los señores cuando menos durante las jornadas de trabajo for- zoso que debían realizarse en las tierras señoriales, en la se- gunda fase el mismo pasó por completo a los labradores. Con lo cual se generalizaba el principio de "no coincidencia" (E. Balibar) entre trabajo y apropiación, característico del feudalis- mo europeo. Acabamos de mencionar la condición previa esencial para la penetración de los oficios manufactureros en el campo así como para su condensación en forma de protoindustriailización. Al objeto de comprender la importancia decisiva del abandono del proceso de producción por parte de los señores, de la transición de la prestación obligatoria al pago de una renta y del control completo sobre el proceso de trabajo, basta echar una ojeada a la Europa medio-oriental y oriental, configurada a partir del siglo XVI por el monocultivo cerealista de la Vorwerkswirtschaft y la "segunda servidumbre". El monopolio del señor feudal sobre el mercado del trabajo, a fin de asegurarse el abastecimiento de mano de obra necesario para el Vorwerk, la utilización de la fuerza de trabajo campesina en servicios forzosos de hilado, peonaje y servidumbre doméstica, con la consiguiente limitación del control de los campesinos sobre el proceso de trabajo, así como con el bloqueo del proceso de diferenciación social por efecto de la lógica económica y social peculiar de la Vorwerk- swirtschaft, impidieron que pudiera iniciarse el proceso protoin- dustrial. En general, la evolución-protoindustrial sólo tuvo algu- na oportunidad en aquellos lugares donde el sistema de la ha- cienda feudal no llegó a desarrollarse por completo, como ocu- rrió en las zonas montanosas de la Europa medio-oriental y en la parte central rusa fuera de la región del Chernozion (las tie- rras negras), ya que en estos casos a los señores feudales les resultaba más rentable parcelar sus latifundios y cederlos a aparceros, que dedicarse al monocultivo del trigo. La protoin- dustrialización, por tanto, estuvo ligada a la segunda fase de desarrollo del sistema feudal europeo. Allí donde el mismo expe- rimentó un proceso de regresión, como en Europa medio-orien- tal y oriental, pocas posibilidades tuvo aquélla de desarrollarse. Pero incluso en Europa occidental y central, donde se cumplía la precondición que mencionábamos, los señores feudales y las municipalidades, cuando disponían de poder coactivo suficiente, aún pudieron impedir o retrasar el desarrollo de los oficios ma- nufactureros. A partir de la Baja Edad Media se produce en la segunda fase del feudalismo europeo una modificación formal cuya importan- cia puede calificarse sin exagerar de fundamental, y debida al hecho de que aparece junto a la exacción feudal la del Estado incipiente, superponiéndose gradualmente a aquélla. El resulta- do de este proceso es un "feudalismo centralizado" (G. Bois), que si bien no reemplaza al feudalismo parcelado, sino que lo complementa y en principio aumenta su margen de acción, a la larga no obstante acabará por constreñirlo. Su característica fue la redistribución del plusproducto captado por el Estado entre los señores feudales. Pero, como iban a demostrar la crisis de la Baja Edad Media y sobre todo la crisis del siglo XVII, esta cola- boración entre Estado y clase feudalpodía, convertirse en un momento en agravante e incluso detonante de la crisis, ya que la exacción suplementaria impuesta por el Estado llegaba a comprometer la simple reproducción de la economía campe- sina, ya muy debilitada. En cierto sentido hallamos un punto crucial en las catastróficas consecuencias de la crisis del siglo XVII, a la que había contri- buido poderosamente la maquinaria fiscal del Estado. Éste, para asegurarse su propia supervivencia, tuvo que recurrir a políticas de colonización, de fomento de los oficios y, en ocasiones, inclu- so de expansión militar hacia el exterior, a fin de estimular el desarrollo de las fuerzas productivas sensiblemente mermadas por la crisis. Con lo que pasaba a un segundo plano su función como instancia de control de un "feudalismo centralizado". UNTREF VIRTUAL | 16 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* Aumentaba su autonomía pero también sus contradicciones. Mientras en Europa central y oriental se desvinculaba sólo par- cialmente de la clase feudal, en Inglaterra se abría a los monied interests, aunque sin abandonar la simbiosis con la clase terra- teniente surgida de aquélla. Estos cambios afectaron de dos maneras a la proto-industrialización. La creciente presión fiscal del Estado desencadenaba -sobretodo cuando coincidía con una crisis general, como ocurrió en el siglo XVII- procesos de desacumulación en el campo, con lo que amplios sectores de la población campesina se veían prácticamente forzados a entrar en la manufactura agraria para la exportación. De modo que, por este lado, funcionaba como palanca de la comercialización manufacturera; los intentos estatales de superar los efectos de la gran crisis mediante una política mercantilista quizá con- tribuyeron a favorecer la protoindustrialización, aunque tampoco hay que exagerar la eficacia de esa política. Si, de una parte, la protoindustrialización presupone un determi- nado estadio de evolución del sistema feudal, por otra parte y una vez instalada se convertía en un factor de modificación, transformación y, a la larga, disolución de dicho sistema. Para ello no obstante era indispensable que la manufactura agraria exportable fuese algo más que un simple apéndice de la econo- mía agrícola, que se emancipase de la sujeción a ésta y que obedeciese a sus leyes propias. El punto de partida del poder deletéreo de la protoindustrialización fue el importante creci- miento de las capas campesinas inferiores que la misma produ- jo. Mientras el número de propietarios rurales -al menos en las regiones donde estaba establecido el mayorazgo- permaneció sensiblemente constante, el de pequeños artesanos solía au- mentar con rapidez. De esta manera se formaba un grupo de población en parte no dependiente de ningún señor feudal, sino absolutamente libre. Aunque ellos siguieran reconociendo la re- lación entre señor y campesino, ahora venían a superponerse a los antiguos vínculos feudales otras relaciones de dependencia, propias de un capitalismo en germen. La parte de la población que seguía viendo en aquéllos un carácter constitutivo quedó finalmente reducida a una minoría. Pero no era éste el único apuro del sistema feudal. A medida que los pequeños produc- tores manufactureros perdían sus bases agrícolas, la protoin- dustrialización forzaba la demanda de alimentos así como de las materias primas necesarias para la manufactura. Lo cuál, a su vez, estimulaba la comercialización de la agricultura, y esto chocaba lo mismo con el colectivismo campesino como con el nexo de exacción feudal. De manera que las relaciones de pro- ducción dominantes se veían cuestionadas por dos lados distin- tos. La protoindustrialización dinamizó las relaciones sociales y de apropiación en el campo, y sin duda podemos afirmar que contribuyó a hacer caer el sistema feudal en la crisis que final- mente conduciría a la superación del mismo. La protoindustrialización sólo pudo actuar como fuerza motriz del período de transformación en aquellas regiones donde esta- ba implantada. Su irradiación era limitada. Indirectamente podía influir en las regiones vecinas a una zona de fuerte densidad manufacturera, si importaba de ellas alimentos o materias pri- mas. La complementariedad entre las regiones con penetración manufacturera y las caracterizadas por la economía agrícola causaba en estas últimas una presión de comercialización que, a la larga, forzosamente debía transformar sus relaciones de producción, salvo cuando la constelación de clases constituyese un obstáculo insuperable. La relación entre protoindustrializa- ción y erosión del sistema feudal no fue mucho más lejos, ex- cepto si nos situamos en un plano muy general para decir que aquélla contribuyó en medida importante a la división interre- gional e internacional del trabajo así como al desarrollo del mer- cado interior. En todo caso la protoindustrialización figura, junto con la dinámica interna generada por el propio modo de produc- ción feudal en tanto que tal, entre los momentos centrales que determinaron el curso y el sentido del proceso de transformación. Si contemplamos la protoindustrialización desde esta perspecti- va, podríamos asignarle un papel importante en el debate, rea- nudado desde hace algunos años, sobre la transición del feuda- lismo al capitalismo. Tal como ocurrió de 1950 a 1960, en esa polémica vuelven a enfrentarse dos posiciones: la una considera que la dinámica interna del sistema feudal fue la principal fuerza motriz de su disolución (M. Dobb, R. Brenner), la otra la atribuye al comercio y al capital mercantil, es decir, a un factor externo (P. M. Sweezy, I. Wallerstein). El concepto de protoindustrialización UNTREF VIRTUAL | 17 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick, Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels* podría contribuir a superar ia rígida contraposición entre los fac- tores "internos" y los "externos", por cuanto plantea precisa- mente como tema la simbiosis heterogénea entre sociedad feu- dal-campesina y capital mercantil. Se pone así en evidencia que los términos de "internos"/"externos" que venían orientando el debate conducen a un camino equivocado y tienden a confundir las relaciones en vez de dilucidarlas. Las ciudades y el capital mercantil se hallaban respecto del sistema feudal en una rela- ción de "externalidad interna", según la ingeniosa definición de John Marrington. Se fundaban en esa precondición decisiva, el modo de apropiación parcelado del feudalismo europeo, sin cu- yo factor no habría sido posible el auge de las ciudades y del ca- pital mercantil. La esfera urbana fue, por tanto, parte integrante de la formación social feudal (o tal vez sería más exacto decir: de la segunda fase de la misma), pero al mismo tiempo apun- taba más lejos que ésta por estar basada en principios que no se reconducen fácilmente a un común denominador con los de la sociedad feudal. Esta constelación se reprodujo durante la protoindustrialización. El capital mercantil aún estaba vinculado por múltiples maneras con el sistema feudal, y no era en modo alguno externo al mismo. De cara a la producción se comporta- ba como una "condición objetiva" (K. Marx) y muy a menudo sufrió procesos de refeudalización. Pero la simbiosis con la so- ciedad feudal-campesina, en la que dicho capital había entrado en interés de su propia acumulación y explotación, desarrolló una dinámica propia. En presencia de un ambiente favorable, el uno y la otra se vieron empujados más allá de sus propios límites convirtiéndose así en un momento propulsor de la fase de transición del feudalismo al capitalismo. UNTREF VIRTUAL | 18 Industrialización Antes de la Industrialización Peter Kriedte, Hans Medick,Jurgen Schlumbohm Con la Colaboración de Herbert Kisch y Franklin F. Mendels Traducción Caste- llana de José Vicuña Gutiérrez y Marian Ortuño Franklin F. Mendels*