Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
a la hipoxia, permite dirigir el flujo sanguíneo hacia las zonas bien ventiladas del pulmón. Lo sorprendente de este fenómeno es que depende del oxígeno que hay en los alvéolos y no del que hay en la sangre arterial. Por otra parte, ya ha sido comentado que en la expo- sición aguda a la altitud se produce un incremento transi- torio del flujo sanguíneo cerebral y se considera que esta podría ser una de las causas del mal agudo de montaña. En altitud, hay también una vasodilatación coronaria mediada por la adenosina. Hematológicos Al inicio de la estancia en altitud se produce una hemoconcentración debida a la movilización de reservas y depósitos sanguíneos de glóbulos rojos antiguos que vuel- ven a la sangre desde los tejidos donde iban a ser fagoci- tados. Contribuyen a este fenómeno la liberación a sangre de reticulocitos que se estaban formando en la médula ósea y la disminución del volumen plasmático por la des- hidratación que se da típicamente en estos medios. Por tanto, durante los primeros días en altitud hay un aumento relativo de eritrocitos y de hemoglobina. Poco tiempo después, en respuesta a la hipoxia, los riñones secretan la hormona eritropoyetina que estimula la médula ósea incrementando la producción de glóbulos rojos y hemoglobina. Como consecuencia de estos aumen- tos, disminuyen el hierro en sangre y los depósitos de ferritina. Curiosamente, los niveles plasmáticos de eritro- poyetina disminuyen muy pronto, incluso si el individuo continúa en altitud. A los pocos días sólo son ligeramente superiores a los previos a la ascensión. En definitiva, des- pués de una estancia prolongada en altitud el hematocrito puede pasar de un 40-55% a un valor medio de 60% y la hemoglobina de 15 g/dL hasta más de 20 g/dL. En 1986, cuando Fernando Garrido batió el record de permanencia en altitud después de permanecer 62 días en la cima del Aconcagua a 6962 m, su hematocrito al regreso fue del 74%. Los grandes aumentos de glóbulos rojos producen problemas hemodinámicos al incrementar la viscosidad sanguínea y pueden generar accidentes isquémicos o trom- boembólicos. Endocrinos y metabólicos La exposición a las grandes altitudes tiene efectos sig- nificativos sobre varios sistemas endocrinos, con algunas consecuencias clínicas. La estancia en altitud constituye una situación de estrés fisiológico y de demanda energéti- ca aumentada, especialmente si se realiza ejercicio físico. Por tanto, los sistemas de adaptación fisiológica al estrés están activados. ACTH y cortisol están aumentados y per- manecen así hasta un tiempo después del retorno a nivel del mar. También hay un incremento de la actividad ner- viosa simpática en general y de la liberación de catecola- minas de la médula adrenal en particular. La noradrenalina permanece elevada durante semanas, aunque la adrenalina regresa pronto a la normalidad. La hipoxia disminuye la secreción de aldosterona, pero el ejercicio activa el siste- ma renina-angiotensina-aldosterona con la consiguiente retención de sodio y agua. Estos incrementos parecen ser más importantes en los individuos que posteriormente de- sarrollan el mal agudo de montaña. Durante los primeros días de exposición a la altitud la función tiroidea también está activada, pero aproximadamente a partir de la tercera semana la tirotropina (TSH) y las hormonas tiroideas retornan a la normalidad. Como consecuencia del aumento de hormonas hiper- glucemiantes, como la adrenalina, el cortisol y la hormona del crecimiento, en el ejercicio hipóxico aumentan la gluco- neogénesis y el lactato y se movilizan las grasas, en compa- ración con el realizado en condiciones normóxicas. La capacidad aeróbica máxima disminuye progresivamente con la altitud. Sin embargo, con el paso del tiempo la célu- la se aclimata aumentando el número de mitocondrias y la concentración de enzimas necesarios para el desarrollo de las reacciones metabólicas productoras de energía aeróbica. Otros En hipoxia crónica aumenta la capilarización de los tejidos, especialmente la de los tejidos activos como el músculo. En consecuencia, se reduce la distancia de difu- sión del oxígeno entre la sangre y los tejidos. También aumenta el contenido de mioglobina en el músculo esque- lético y, por tanto, la disponibilidad de oxígeno. Trastornos de la adaptación a la altitud El mal agudo de montaña es una enfermedad benigna que aparece en muchos individuos como resultado del ascen- so relativamente rápido a una altitud para la que no están aclimatados. Los síntomas más característicos son dolor de cabeza, náuseas y vómitos, anorexia, agotamiento y trastor- nos del sueño. Suele desaparecer con la aclimatación, pero existen dos formas malignas de mal de montaña que amena- zan la vida y requieren tratamiento urgente, los edemas cerebral y pulmonar no cardiogénico de la altitud. Además, aunque poco frecuente, en las grandes altitudes pueden pre- sentarse el mal de montaña subagudo o cardiopatía de la gran altitud y el mal de montaña crónico o enfermedad de Mon- ge. El primero consiste en una insuficiencia ventricular dere- cha debida a la hipertensión arterial pulmonar por vasoconstricción en respuesta a la hipoxia, y el segundo en policitemia muy elevada (hematocrito hasta 83%), cianosis, etc. Finalmente, el aumento de viscosidad sanguínea facilita los fenómenos tromboembólicos en la altitud. FISIOLOGÍA RESPIRATORIA EN INMERSIÓN La adaptación del hombre a la inmersión depende de las condiciones ambientales del medio acuático, que se 668 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A R E S P I R AT O R I O
Compartir