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Fernández, V. H. FISIOLOGÍA DE SISTEMAS CAPÍTULO XXIV PROCESOS TUBULARES RENALES ESQUEMA DEL CAPÍTULO ✓ Introducción ✓ REABSORCIÓN Y SECRECIÓN TUBULAR • Reabsorción de sustancias orgánicas • Secreción sustancias orgánicas • La urea • El aclaramiento de PAH y medición del FPR • Mecanismos de la reabsorción de sodio • Mecanismos de la reabsorción de cloro • Mecanismos de reabsorción de agua ✓ PRODUCCIÓN DE ORINA CONCENTRADA (O DILUIDA) • Multiplicador contracorriente tubular • Efecto único en la médula interna • Intercambio contracorriente en los vasos rectos • Factores que afectan la hiperosmolaridad medular ✓ ESTUDIO DE LA FUNCIÓN TUBULAR RENAL • Determinación de la densidad y la osmolalidad en la orina • Prueba de privación de agua • pH urinario y prueba de sobrecarga ácida • Proteinuria específica • Glucosuria y aminoaciduria ✓ APLICACIONES CLÍNICO-FISIOLÓGICAS ✓ Bibliografía OBJETIVOS DEL CAPÍTULO 1. Identificar los mecanismos básicos de transporte en los segmentos tubulares. 2. Conocer los conceptos de transporte máximo y umbral renal aplicándolos a la reabsorción de glucosa. 3. Describir los mecanismos de transporte de aminoácidos y péptidos en los túbulos renales. 4. Explicar los mecanismos de reabsorción de cloruro sódico en los distintos segmentos de la nefrona. 5. Explicar cómo se relaciona la reabsorción tubular de agua con la reabsorción de cloruro sódico en los distintos segmentos de la nefrona. Fernández, V. H. 6. Conocer cómo varía la reabsorción en el túbulo proximal cuando se producen variaciones de la fracción de filtración y de las presiones hidrostática y coloidosmótica en el capilar peritubular. 7. Explicar la importancia de los vasos rectos en la reabsorción de agua y solutos. 8. Dadas la concentración plasmática y urinaria de cada compuesto, la tasa de filtración glomerular y la diuresis; calcular la carga filtrada, el transporte tubular, la tasa de excreción y el aclaramiento para: inulina, creatinina, ácido para-amino-hipúrico y glucosa. 9. Predecir cómo los cambios en la filtración, la reabsorción y la secreción afectarán la excreción renal de cada compuesto. 10. Explicar cómo contribuye la diferente permeabilidad al agua y la reabsorción activa y pasiva de cloruro sódico en las distintas porciones del asa de Henle en la generación del gradiente osmolal en la médula renal. 11. Explicar la importancia del flujo sanguíneo medular en el mantenimiento del gradiente osmótico en la médula renal. 12. Describir los mecanismos de transporte de la urea en el riñón y su importancia en el gradiente osmótico en la médula renal. 13. Explicar la importancia de la hormona antidiurética (ADH) en la concentración urinaria en situaciones de baja ingesta de agua. 14. Definir los conceptos de aclaramiento osmolal y aclaramiento de agua libre y explicar cómo varían estos aclaramientos en situaciones de antidiuresis y de diuresis hídrica. Fernández, V. H. 677 PROCESOSO TUBULARES RENALES Introducción Continuamente se producen en el cuerpo sustancias de desechos no volátiles que deben ser eliminadas del cuerpo por vía renal. Asimismo, con la alimentación se ingieren sustancias inertes o tóxicas, la mayor parte de las cuales pueden ser seleccionadas antes de entrar al organismo mediante los sentidos del gusto y el olfato o por la especificidad de las enzimas digestivas y los mecanismos de absorción intestinal. La misma distinción se establece en la eliminación hepática. Las sales biliares que resultan útiles al organismo se reabsorben prácticamente en su totalidad a nivel intestinal mediante un transportador específico, mientras que las sustancias de desecho, como la bilirrubina, son excretadas con las heces en su mayor parte. En los riñones las sustancias inertes o tóxicas se reabsorben poco o no se reabsorben, como sucede con la urea o la creatinina. Las sustancias como la glucosa, los aminoácidos (AA) se reabsorben a través de sistemas de transporte específicos evitando así su excreción. Además, los riñones y el hígado pueden modificar los productos de desecho corporales o los xenobióticos (sustancias extrañas) tóxicos, de forma que se puedan eliminar con mayor rapidez. Estas sustancias se conjugan con ácido glucurónico, sulfato, acetato o glutatión en su forma no modificada o después de la adición enzimática de OH- o COOH-. Estos conjugados resultantes son secretados en parte en la vesícula y en parte en la luz del túbulo proximal (tras sucesivas modificaciones metabólicas). Los procesos básicos de resorción y secreción tubulares implican que las distintas sustancias deben atravesar el epitelio tubular y las células endoteliales que revisten los capilares peritubulares. En el caso de las sustancias resorbidas, la barrera de células endoteliales de los capilares peritubulares es como la de otros muchos lechos capilares periféricos del cuerpo y los solutos cruzan la barrera capilar peritubular por la membrana basal y después por las fenestras de las células endoteliales. En el caso de las sustancias secretadas, el cruce del endotelio es semejante al proceso de filtración, aunque las sustancias utilizan diferentes mecanismos de transporte. El cruce del epitelio que reviste el tabulo puede efectuarse en una sola etapa o en dos. La vía paracelular (una etapa) se utiliza cuando la sustancia se desplaza alrededor de las células (es decir, por la matriz de las uniones estrechas que unen cada célula epitelial con su vecina). Sin embargo, más a menudo la sustancia atraviesa la célula, proceso a través de la membrana apical que mira hacia la luz tubular y a través de la membrana basolateral que mira hacia el intersticio. Ésta es la vía transcelular (en dos etapas). Las sustancias cruzan las diversas barreras mediante una serie de mecanismos que pueden considerarse como una caja de herramientas fisiológicas. Las células renales recurren a los juegos de herramientas más adecuados para desempeñar su tarea. REABSORCIÓN Y SECRECIÓN TUBULAR La reabsorción tubular incluye además de H2O muchas sustancias inorgánicas (Na +, Cl- , K+, Ca2+, Mg2+, etc.) y orgánicas (HCO3 +, glucosa, aminoácidos, ácido úrico, lactato, vitamina C, péptidos, proteínas, etc.). La secreción tubular permite la entrada de productos del metabolismo corporal, como el ácido úrico, el glucurónido, el hipurato, el sulfato, etc., y de sustancias extrañas como las drogas (penicilina, diuréticos, PAH, etc.) hacia la orina del túbulo. Fernández, V. H. 678 Determinadas sustancias como el NH3 y los H +, se producen por el metabolismo de las células tubulares y entran al túbulo mediante secreción tubular. Mientras que el NH3 difunde de forma pasiva hacia la luz tubular, los H+ se secretan de forma secundaria activa. El “impulsor” de la mayoría de los procesos de transporte es el transporte activo de Na+ y K+ mediante la Na+/K+-ATPasa de la membrana basolateral de los túbulos, tanto del TCP como del AAGH, TCD y colector. La actividad de la Na+/K+-ATPasa produce dos fuerzas tractoras decisivas para el transporte de numerosas sustancias (incluidos el propio Na+ y el K+), el gradiente químico de Na+ y el gradiente eléctrico del K+ que determina un potencial negativo interno de membrana. Cuando una sustancia debe ser transportada de forma activa (contra un gradiente electroquímico) a través de la barrera epitelial (como la glucosa o el PAH), al menos uno de los dos pasos del transporte seriado a través de la membrana debe ser activo. Las vías de transporte activas y pasivas suelen estar estrechamente unidas; por ejemplo, el H2O se reabsorbe de forma pasiva, cuando se produce un gradiente osmótico por la reabsorción activa de alguna sustancia disuelta (como Na+ o glucosa). Dicha reabsorción de H2O puede provocar la disolución de sustancias, pero en otros casos produce la concentraciónde algunas sustancias disueltas en el túbulo, que, posteriormente se pueden reabsorber hacia la sangre en función de su propio gradiente de concentración como Cl- y la urea. En el caso de los iones o los transportes acoplados a los mismos interviene la influencia eléctrica del potencial de membrana, así como el posible potencial transepitelial producido por las fuerzas implicadas en el transporte paracelular de iones. La forma no ionizada de los electrólitos débiles es más liposoluble y puede atravesar la membrana con más facilidad que la forma ionizada; por ello, el valor del pH de la orina tiene importancia para la reabsorción pasiva, principalmente cuando consideramos el tratamiento de las enfermedades con fármacos. El tamaño molecular también influye en la difusión, dado que, cuanto menor sea la molécula, mejor difundirá. Reabsorción de sustancias orgánicas Como se vio previamente, la TFG es muy alta siendo de 180 l/día, y en el filtrado existen grandes cantidades de sustancias, como la glucosa (unos 160 g). El sistema de reabsorción de la nefrona tiene la función de evitar que se excreten sustancias importantes para el organismo. La excreción fraccionada porcentual (EF%) de la glucosa es muy pequeña (menos del 0,4%): EF% = (UGlu/PGlu) / (UCr/PCr) Este valor es muy bajo dado que se reabsorbe el 99,9% de glucosa en el TCP, mediante un transporte activo secundario a través de cotransporte Na+-glucosa) en la superficie luminal de la membrana celular, dado que la glucemia normal de unos 90 mg/dl (5 mmol/l) (valor de referencia de 70 a 110 mg/dl o 3,89 mmol/l a 6,11 mmol/l) lo permite. El responsable de la reabsorción de glucosa es un transportador de baja afinidad de la membrana luminal de la porción contorneada del túbulo proximal denominado SGLT2 (transportador de sodio-glucosa de tipo 2) y otro de alta afinidad en la parte recta (SGLT1). Ambos sistemas cotransportan glucosa y Na+, el primero en una proporción 1:1 y el segundo 1:2. La energía para esta entrada activa secundaria de glucosa se obtiene del gradiente electroquímico de Na+ producido en la célula, que es doble en el caso del SGLT1 porque transporta el doble de Na+. La glucosa acumulada en la célula la abandona por el lado basolateral de forma pasiva mediante Fernández, V. H. 679 un sistema de transporte único llamado transportador de glucosa de tipo 2 (GLUT2), es decir, por difusión facilitada. Si aumenta la CF de glucosa, como ocurre en la diabetes mellitus, puede saturar la capacidad de reabsorción de glucosa, controlada por la cinética de Michaelis-Menten y generar glucosuria (glucosa en la orina), dado que el sistema es un transporte saturable con trasporte máximo (Tm). Se sabe que el Tm de la glucosa es 375 mg/min y, como la CF es de 112,5 mg/min (CF = TFG x [Glu] = 1,25 dl/min x 90 mg/dl), mucho menor que el Tm de 375 mg/min, la glucosa se reabsorbe fácilmente. Pero, cuando la glucosa plasmática llega a 300 mg/dl, la CF será de 375 mg/min. En este momento el túbulo proximal se torna incapaz de reabsorber toda la glucosa filtrada y se empieza a perder en la orina. Los incrementos ulteriores de la glucosa plasmática por arriba de 300 mg/dl producen pérdidas renales cada vez más altas, generando una diuresis también cada vez más elevada por el efecto osmótico de esta sustancia. Sin embargo, en la práctica clínica, se observa glucosuria a partir de una glucemia de 180 mg/dl (CF de 225 mg/min), debido a que, aunque los transportadores aún no se han saturado por completo, ya comienzan a perderse las moléculas de glucosa en la orina. Esta diferencia entre la glucemia de 180 mg/dl, en el cual comienza la glucosuria, y la glucemia de 300 mg/dl en el cual se satura por completo el sistema, da lugar en la curva una zona de explayamiento. Por su parte, la galactosa emplea el transportador SGLT2, mientras que la fructosa sólo es captada por las células tubulares de forma pasiva mediante un GLUT5. De los más de 25 aminoácidos (AA) del plasma se filtran unos 70 g/día. La mayoría de los AA se reabsorben de forma parecida a la glucosa, por un mecanismo secundario activo con entrada acoplada al Na+ en el túbulo proximal. Los 7 transportadores de AA distintos en el túbulo proximal se distinguen en su especificidad. Cada transportador y AA muestra una difusión máxima (Φmáx) y Km distintas, lo que modifica su saturabilidad y la velocidad de reabsorción. La EF% de la mayoría de los AA es cercano a 1% (0,1% para la L-valina y 6% para la L-histidina). El aumento de excreción de AA (hiperaminoaciduria) puede ser de causa prerrenal por aumento de la concentración plasmática o renal por un defecto en el transporte, que puede ser específico como en la cistinuria o inespecífico como en el síndrome de Fanconi. Otras sustancias (lactato, sulfato, fosfato, dicarboxilato) también se reabsorben en el túbulo proximal de forma activa secundaria por cotransporte con Na+, mientras que la urea difunde de forma pasiva. El ácido úrico y el oxalato se reabsorben y secretan al tiempo, pero en el primer caso predomina la reabsorción (EF = 0,1%) y en el segundo la secreción (EF > 1%). Si aumentara su concentración en la orina, se produciría su precipitación por su baja solubilidad, lo cual incrementa el riesgo de formación de cálculos renales, igual que sucede con la cistina en la cistinuria. Fernández, V. H. 680 Los oligopéptidos (glutatión, Ang II) son degradados con tanta rapidez por las peptidasas luminales activas de las microvellosidades (γ-glutamiltransferasa, aminopeptidasas, endopeptidasas), que se pueden reabsorber en forma de AA libres. Los dipéptidos, que no se pueden hidrolizar a nivel luminal (como la carnosina), se pueden reabsorber como moléculas intactas mediante un cotransportador PepT2, cuya fuerza procede del gradiente de H+ dirigido hacia el interior de la célula. Estos dipéptidos se hidrolizan por primera vez en el interior de la célula. Este transportador PepT2 también lo utilizan algunos medicamentos y toxinas. Asimismo, a pesar del bajo coeficiente de difusión de la albúmina (0,0003), la elevada concentración plasmática de 4,5 g/dl determina que en el filtrado haya unos 2400 mg/día (180 1/día x 45 g/1 x 0,0003), el cual alcanza en la orina uno 2 a 35 mg/día (EF < 1%). La albúmina, la lisozima y la α1 y β2-microglobulina se reabsorben en el túbulo proximal mediante endocitosis mediada por receptor y “digeridas” por los lisosomas. Esta reabsorción está saturada en condiciones normales, de forma que un aumento de la concentración de proteínas plasmáticas o un aumento del coeficiente de difusión (filtrado), como ocurre en el síndrome nefrótico, provoca proteinuria. El 25-OH-colecalciferol, unido a proteína ligadora de vitamina D en el plasma y el filtrado glomerular, también es reabsorbido con la proteína por endocitosis mediada por receptor. Secreción de sustancias orgánicas El túbulo proximal tiene mecanismos de transporte activo para la secreción de varias sustancias de desechos y extrañas, en los que están implicados transportadores para aniones orgánicos (AO-) y cationes orgánicos (CatO+). La secreción de estas sustancias es posible porque su aclaramiento respecto al de la inulina y, por tanto, su EF% son mayores que 100%, por lo que son excretadas de forma eficaz; por ejemplo, excreción de PAH a bajas concentraciones. La secreción se realiza mediante un transportador saturable. A diferencia de las sustancias reabsorbidas, como la glucosa, la EF se reduce para los AO- y CatO+, cuando aumentan sus concentraciones plasmáticas; como ocurre cuando aumentan las concentraciones de PAH. Algunos AO- como el urato y el oxalato, y CatO+ como la colina, se secretan y se reabsorben al mismo tiempo (transporte bidireccional), lo que puede generar una reabsorción neta (urato, colina) o una secreción neta (oxalato). Entrelos AO- secretados se encuentran, además de sustancias indicadoras como el PAH y el rojo fenol, sustancias propias del organismo como oxalato, urato e hipurato, medicamentos como penicilina G, barbitúricos y varios diuréticos y conjugados con glucuronato, sulfato y glutatión. El PAH ingresa a la célula epitelial del túbulo proximal por su zona basolateral mediante un contratransporte con α-cetoglutarato y es secretado a la luz tubular por mecanismo de contratransporte con aniones (contratransporte PAH/Cl-). Dada su elevada afinidad por el sistema de transporte, el probenecid es un potente inhibidor de la secreción de AO-, con lo cual disminuye la reabsorción de ácido úrico en el túbulo proximal, entre otros. El paso activo de la secreción de AO- se produce en la membrana basolateral de las células tubulares proximales (acumulación intracelular de AO- a pesar de que el potencial de la membrana interna es negativo). En este lugar se localiza un transportador TAO1 (transportador de aniones orgánicos tipo 1) con una amplia especificidad, que capta los AO- de la sangre hacia las células tubulares y Fernández, V. H. 681 después los intercambia con dicarboxilatos como succinato y α-cetoglutarato. Este último se origina a partir del metabolismo de la glutamina en la célula o es introducido a la célula de forma activa secundaria (junto con 3 iones Na+) mediante el transportador TDNah (transportador de dicarboxilato Na+ humano). En este caso se habla de transporte “terciario activo” de OA-. La salida de AO- hacia Ia luz es por difusión pasiva facilitada. Para la secreción de conjugados anfifílicos (toxinas lipófilas acopladas al glutatión) existe en la membrana luminal una bomba de conjugados dependientes de ATP adicional, llamada proteína de resistencia a múltiples fármacos tipo 2 (PRM2). Entre los CatO+ secretados se encuentran sustancias propias del organismo, como adrenalina, colina, histamina y serotonina y medicamentos como atropina, cinina y morfina. El paso activo de la secreción de los CatO+ se produce en la membrana luminal de la célula tubular proximal, a diferencia de lo que sucede para los AO- (aumento de densidad luminal superando el potencial de membrana interno negativo). Aquí se localizan: a) un transportador directamente controlado por ATP para los CatO+ o transporte activo primario de CatO+ (MDR1). b) un intercambiador CatO+/H+ poliespecífico (transporte activo terciario de CatO+). La corriente de entrada de CatO+ desde la sangre hacia la célula se produce de forma pasiva a través de un transportador poliespecífico. Correlato entre la fisiología y la clínica. El ácido úrico es el producto final del metabolismo de las purinas, que forman parte de los nucleótidos (adenosina y guanosina) y se forma en el hígado, el músculo y el intestino, metabolizándose por la enzima xantina oxidasa, que puede ser inhibida por fármacos como alopurinol y febuxostat. El ácido úrico se elimina en sus dos terceras partes por el riñón, por lo que, cuando cae el filtrado glomerular, los niveles de ácido úrico aumentan. Una tercera parte se elimina por las heces y, en presencia de estrés oxidativo, el ácido úrico se puede metabolizar a alantoína, parabanato y aloxano. La mayor parte del ácido úrico plasmático es filtrado por el riñón y el 90% del mismo se reabsorbe en el TCP a través del contratransporte aniónico URAT1 (contratransporte con aniones orgánicos como lactato, nicotinato o drogas como la pirazinamida1), ubicado en la zona luminal del epitelio y sobre el cual actúan algunos fármacos uricosúricos, como probenecid, benzbromarona y losartan. Este urato ingresado a la célula es extruido mediante un transportador de aniones orgánicos. 1 La pirazinamida (PZA) es un antibiótico que se utiliza en el tratamiento de la tuberculosis siendo considerada como fármaco de primera elección cuando se administra conjuntamente con la isoniaziada, el etambutol, la rifampicina o la estreptomicina. Fernández, V. H. 682 El urato ingresado a la célula desde la sangre en la zona basolateral mediante el contratransporte aniónico TAO1. Otra pequeña parte del ácido úrico filtrado sufre secreción tubular a través de una ATPasa denominada MRP4 (Multidrug resistance-associated protein 4), ubicada también en la membrana luminal. El ácido úrico tiene un papel dual como antioxidante plasmático, pero también como agente prooxidante intracelular y en este segundo papel se enmarca su posible efecto patológico cuando se encuentra en altas concentraciones. La hiperuricemia puede dar lugar a un espectro clínico variable como artritis gotosa aguda debida a la precipitación de cristales de urato monosódico a nivel de articulaciones; gota tofácea debida a la precipitación de los cristales en piel y tejido celular subcutáneo; nefrolitiasis úrica; nefropatía aguda por ácido úrico debida a precipitación de cristales intratubulares (frecuente en procesos linfoproliferativos tras tratamientos quimioterápicos, asociada al síndrome de lisis tumoral) y nefropatía crónica por ácido úrico debida al depósito de cristales de urato en el intersticio medular, produciendo fibrosis intersticial. Además, existen alteraciones congénitas que afectan al gen de la uromodulina y que producen una nefropatía familiar juvenil hiperuricémica. Sin embargo, un gran porcentaje de pacientes con niveles elevados de ácido úrico permanecen asintomáticos. En los últimos años se ha demostrado en modelos experimentales que la hiperuricemia produce daño renal independientemente de la precipitación de cristales de urato, por lo que el tratamiento de la misma, al margen de la presencia de síntomas, sería beneficioso. La gota es una afección artrítica inflamatoria que aparece cuando los cristales de urato se acumulan en las articulaciones y otros tejidos. El urato es poco soluble, estando el nivel normal de concentración de uratos en suero cerca del límite de solubilidad. Cuando este nivel supera el umbral de solubilidad (6,8 mg/dl a 37 ºC), es más probable que se formen cristales, aunque dos tercios de los sujetos con hiperuricemia no tienen gota y permanecen asintomáticos. Se ha demostrado que la hiperuricemia a largo plazo produce cambios hemodinámicos e histológicos a nivel renal que pueden conducir al desarrollo de ERC no relacionada con el depósito de cristales de urato a nivel del intersticio medular, o bien, acelerar la progresión de una nefropatía existente. La urea La urea es una sustancia muy especial para el riñón, aunque corresponde a una de las sustancias de desecho que se elimina (para conservar el equilibrio del nitrógeno) así como un factor de utilidad (necesario) para controlar el equilibrio del agua. El hígado la produce de manera continua como producto terminal del metabolismo de las proteínas. La tasa de producción se incrementa cuando la dieta es alta en proteínas y disminuye durante la inanición, pero nunca deja de producirse. La concentración normal en la sangre varia de 0,10 a 0,50 g/l como urea (4,7 a 23,4 mg/dl como BUN2), lo cual refleja variaciones tanto en la ingesta de proteínas como en el control renal de la urea. A largo plazo (días a semanas), la excreción renal de urea debe igualar su producción 2 BUN (siglas en inglés, Blood Ureic Nitrogen) corresponde al nitrógeno ureico en la sangre proveniente del metabolismo de las proteínas. Fernández, V. H. 683 hepática; de otra manera las concentraciones plasmáticas se incrementarían hasta límites patológicos con aparición de un trastorno denominado uremia3. A corto plazo (horas a días), la tasa de excreción de urea puede no igualar su tasa de producción porque su excreción también está regulada con otras finalidades además de mantener la concentración plasmática estable. La urea es un soluto que participa en la regulación de la excreción de agua.La urea tiene un peso molecular de 60 Da, es hidrosoluble y se filtra con libertad por los glomérulos, por ello, el filtrado contiene urea a una concentración igual a la del plasma. Por su naturaleza polar, no atraviesa las bicapas lipídicas, pero un grupo de transportadores (familia TU) la transporta en diversos sitios del riñón y otros lugares del cuerpo (en particular los eritrocitos). Si embargo, en el TCP, la reabsorción se lleva a cabo por la vía paracelular cerca de la mitad de su carga filtrada. Conforme se resorbe agua (cerca de dos terceras partes del agua filtrada se resorben en el túbulo proximal), los solutos de la luz que no se resorben por la vía transcelular se concentran. La urea destaca entre estos solutos. Conforme la urea se concentra es impulsada de manera pasiva a través de las uniones estrechas. En el momento en que el líquido tubular ingresa al asa de Henle, cerca de la mitad de la urea filtrada se resorbió y su concentración se incrementó a un poco más de su valor en el filtrado (porque proporcionalmente se resorbió más agua que urea). Esto depende de las condiciones en la médula dado por el estado de hidratación del individuo. El intersticio de la médula tiene una concentración mucho más alta de urea que el plasma. La concentración se incrementa de la porción externa a la interna de la médula (parte de lo que se denomina gradiente osmótico medular) y su valor máximo en la porción interna de la médula depende del estado de hidratación y de las concentraciones de ADH. La concentración medular de la urea es más alta que en el líquido tubular que ingresa al asa de Henle, por lo que hay un gradiente de concentración que favorece la secreción hacia la luz. Las uniones apretadas en el asa de Henle no son permeables, pero las membranas epiteliales de las regiones delgadas expresan transportadores de urea facilitando la secreción de urea. Esto reemplaza la que se reabsorbió antes en el TCP. Por tanto, cuando entra líquido tubular en la rama gruesa ascendente, la cantidad de urea en la luz es tan grande como la de la carga filtrada. Dado que cerca de 80% del agua filtrada se resorbe en ese momento, la concentración real de urea luminal es varias veces mayor que la del plasma. La permeabilidad de la membrana luminal a la urea (y la de las uniones estrechas) es en esencia de cero a partir del AAGH y en todo el trayecto hasta los túbulos colectores medulares (por el túbulo distal y los conductos colectores corticales). Por este motivo aún se encuentra una gran cantidad de urea (que se aproxima a la carga filtrada o más) dentro de la luz tubular y fluye de los conductos colectores corticales a los medulares. La concentración es ahora mucho más elevada que la del plasma. Del mismo modo su magnitud depende del estado de hidratación porque una fracción variable del agua restante se resorbe en los conductos colectores corticales. Se resorbe agua adicional conforme el líquido tubular fluye por el sistema de conductos colectores desde la corteza hacia la médula. Por tanto, la concentración luminal de urea aumenta aún más y puede alcanzar con facilidad 50 veces la del plasma. Aunque la concentración de urea en el intersticio medular es también más alta que la del plasma, la concentración luminal es un poco más alta, de modo que el gradiente favorece su reabsorción en la parte interna de la médula y, por ello, la urea se reabsorbe una segunda vez. De hecho, esta urea resorbida es la que se secreta hacia el asa de Henle. El resultado último consiste en que la mitad de la cantidad original de urea filtrada pasa hacia la orina final, una cantidad que, 3 No confundirse con la concentración de urea en sangre al cual también suele referirse como uremia. Fernández, V. H. 684 a largo plazo, debe ser igual a la producción hepática a fin de que la urea corporal se conserve en equilibrio. El aclaramiento de PAH y medición del FPR El PAH se filtra por los capilares glomerulares, no se reabsorbe y se secreta desde los capilares peritubulares a la luz tubular del TCP; en consecuencia, la cantidad excretada corresponde al equilibrio: PAH excretada = PAH filtrada + PAH secretada Debido a que, con bajas concentraciones plasmáticas, todo el PAH de los capilares peritubulares se secreta a la luz del túbulo renal, resulta que todo el plasma es aclarado de esta sustancia y, por lo tanto, el aclaramiento de PAH (CPAH) y el FPR coinciden: CPAH = FPR Es decir: CPAH = FPR = (UPAH x V) / (PPAH arteria renal – PPAH vena renal) Si todo el plasma que circula por el riñón es aclarado, la concentración en sangre venosa renal de PAH debe ser cero. En realidad, esto no ocurre debido a que una parte del riego renal alcanza zonas que no pueden eliminar PAH a la luz tubular (pelvis renal, cápsula renal, grasa perirrenal y otros). Por lo tanto, el aclaramiento de PAH da un valor erróneo por defecto del flujo plasmático renal y lo que mide realmente es el FPR efectivo o flujo plasmático a las regiones que pueden eliminar PAH. La relación entre el FPR y el FPR efectivo viene dada por la fracción de extracción de PAH (EPAH) de la siguiente forma: FPR efectivo = FPR x EPAH La fracción de extracción de PAH está, normalmente, entre 0,85 y 0,90. Mecanismos de la reabsorción de sodio Un 99% de la cantidad de Na+ filtrado (unos 27.000 mEq/día) se reabsorbe, por lo que la EFNa+ = 1% (valor de 0,5 a 5 %), la cual viene controlada por la aldosterona y otras hormonas. El Na+ se reabsorbe en casi toda la nefrona y en segmentos del conducto colector: 1. Un 67% del Na+ filtrado se reabsorbe en el TCP, pero la concentración luminal de Na+ no se modifica dado que el aguase reabsorbe en esta porción tubular en la misma proporción. 2. Un 25% se reabsorbe en el AAGH por mecanismo activo secundario y la concentración luminal de Na+ disminuye mucho, debido a que esta porción es impermeable al agua. 3. El Na+ también se reabsorbe en el TCD cerca de un 4% y en el conducto colector aproximadamente 3%. En este último se produce la regulación hormonal fina de la excreción de Na+. Fernández, V. H. 685 La bomba Na+/K+-ATPasa de la zona basolateral extrae Na+ de la célula y bombea K+ hacia dentro, generando un gradiente químico de Na+ y, por la difusión de K+, una diferencia de potencial eléctrico. Ambos factores se suman para determinar un gradiente electroquímico de Na+ elevado, que constituye la fuerza impulsora para la corriente de entrada de Na+ pasiva hacia la célula, que es distinta en cada segmento de la nefrona. En el TCP el flujo de Na+ se produce desde la luz tubular hacia el interior de la célula: a) De forma pasiva y electroneutral por el contratransporte Na+/H+ (INH3 o intercambiador sodio protón de tipo 3). b) De forma activa secundaria por los cotransporte con glucosa, AA y otras sustancias. Como este mecanismo es electrogénico, la membrana celular luminal se despolariza, lo que genera un potencial transepitelial luminal negativo (PTN) en la parte contorneada del túbulo proximal. Dado que esto mecanismos de transporte para el Na+ de la membrana luminal están acoplados en serie con el transporte activo del mismo en la membrana basolateral (bomba), la reabsorción transepitelial de Na+ es activa y representa una tercera parte (1/3) de la reabsorción de Na+ en este segmento. Las dos terceras partes (2/3) restantes de la absorción de Na+ en el túbulo proximal se producen de forma pasiva a través de la vía paracelular. Las uniones estrechas de las células epiteliales del TCP son bastante permeables al agua y a los solutos. Por ello es el movimiento de agua desde la luz hacia el intersticio, debido al efecto osmótico del transporte activo, el que arrastra a los diferentes solutos, entre ellos, al Na+. Este mecanismo es conocido por difusión mediante arrastre por solvente. En el AADH el Na+ se reabsorbe de forma pasiva(igual que el Cl-), mientras que en el AAGH se reabsorbe Na+ a través de un cotransporte activo secundario de Na+- K+- 2Cl- (CSB o cotransportador sensible a bumetanida) el cual es electroneutro inicialmente, pero se produce una recirculación del K+ que entra a la célula hacia la luz a través de los canales de K+, que hiperpolariza la membrana luminal, provocando un potencial transepitelial luminal positivo (PTP). En el TCD el Na+ se reabsorbe a través de un cotransportador de Na+-Cl- (CST o cotransportador sensible a la tiacida). Fernández, V. H. 686 Por su parte, en las células principales del túbulo conector y del conducto colector, el Na+ abandona la luz a través de los canales de Na+, que se pueden activar mediante la aldosterona e inhibir por el PNA y la urodilatina. El Na+ abandona las células del túbulo proximal por la membrana basolateral hacia el intersticio, no sólo a través de la bomba de Na+/K+-ATPasa, sino también a través de un cotransportador Na+/3HCO-. Mecanismos de la reabsorción de cloro En principio, la EFCl es similar a la del Na+ (0,5 a 5%). La reabsorción de Cl- se produce en un 50% en el túbulo proximal dado que el PTN del TCP extrae el Cl- de la luz principalmente de forma paracelular; por lo cual la reabsorción de Cl- se produce con retraso respecto a la del Na+ y a la del H2O, de forma que su concentración luminal aumenta. Posteriormente, el Cl- difunde de forma paracelular a favor de su gradiente químico, principalmente en la porción recta del túbulo proximal y se genera el PTP (inversión del potencial). En la AAGH se produce la entrada de Cl- a la célula por mecanismo activo secundario mediante el CSB y sale hacia el intersticio mediante cotransporte K+-Cl-. También existen canales de Cl- en la zona basolateral de AAGH por los cuales difunde libremente. En el túbulo distal, el Cl- ingresa a la célula desde la luz mediante el cotransporte Na+-Cl- y sale hacia el intersticio mediante canales de Cl- de la membrana basolateral. Mecanismos de la reabsorción de agua En el TCP se reabsorbe un 65 a 67% de la TFG. Las fuerzas impulsoras se producen a partir de la reabsorción de elementos con actividad osmótica como las del Na+ y Cl-, que sucede en el mismo. Así se diluye la orina del túbulo, ya que el H2O sigue este gradiente osmótico porque el TCP es permeable. El H2O se puede reabsorber a este nivel por un mecanismo paracelular y también transcelular a través de acuaporinas de tipo 1 (AQP1). El líquido tubular es en este segmento isotónico. Una fuerza adicional para la reabsorción de H2O es la presión oncótica en los capilares peritubulares, ya que cuanto mayor sea, más cantidad de agua se reabsorberá en esta porción. En el ADDH, el agua se reabsorbe también debido a su permeabilidad mediante AQP1, pero no a los solutos, haciéndose el líquido tubular más concentrado hacia la vuelta en horquilla donde la concentración alcanza los 1.200 mOsm/kg H2O. Posteriormente, el líquido Fernández, V. H. 687 tubular en el AADH y AAGH se diluye debido a que estos segmentos no son permeables al agua, pero sí lo son a los solutos y, al llegar al TCD, el líquido alcanza una osmolalidad cercana a los 100 mOsm/kg H2O (hipotónico). El agua atraída hacia el intersticio es transportada de nuevo en gran parte por los vasos rectos hacia la circulación general. El transporte activo de NaCl en el AAGH determina un gradiente entre la rama ascendente, por un lado, y la descendente y el intersticio medular por otro. Como la osmolalidad es mayor en el intersticio medular, lo que hace salir agua del conducto colector, la fuerza impulsora para el mecanismo de concentración de los riñones es el transporte activo de NaCl. En el TCD y el túbulo conector (que poseen receptores V2 para la ADH), el líquido tubular recupera la isotonicidad (equilibrio osmótico con el intersticio isotónico de la corteza renal), en presencia de ADH, generando antidiuresis. Aquí también se reabsorbe Na+ y Cl-, pero no se producen cambios en la osmolalidad, debido a que el H2O sale hacia el intersticio por mecanismos osmóticos (5% de la TFG) y la urea aumenta la osmolalidad del líquido tubular. En el conducto colector se produce la regulación final del filtrado glomerular, mediante la acción de ADH, cuya unión con los receptores V2 basolaterales, activan proteína G y aumenta el AMPc que induce la exposición de vesículas que contienen AQP2 en la membrana luminal de la célula principal (impermeable al agua), de forma que al pasar el líquido por la médula progresivamente hipertónica se puede movilizar agua hasta conseguir que la osmolalidad urinaria (Uosm) sea 4 veces mayor que la plasmática (Posm) (Uosm/Posm = 4, antidiuresis máxima). En ausencia de ADH se produce una diuresis acuosa, de forma que el cociente Uosm/Posm < 0,3; siendo la osmolalidad del líquido tubular incluso menor que en el TCP, porque se sigue transportando NaCl en el TCD y el conducto colector, pero el agua apenas puede acompañarle. La urea también tiene una gran importancia para la concentración de la orina como se vio previamente, dado que una alimentación rica en proteínas, en la que se produce más urea, aumenta la capacidad de concentración de los riñones. La porción del conducto colector próxima a la papila vuelve a ser permeable a la urea, porque existe un transportador de urea de tipo 1 (TU1) dependiente de ADH (mediante receptores V2) en su membrana luminal. Este transportador permite la difusión de urea hacia el intersticio (donde la urea justifica la mitad de la osmolalidad) y vuelve a entrar en la rama ascendente del asa de Henle a través del transportador TU2. Este proceso se conoce como recirculación de urea. La porción de urea no reabsorbida se excreta, siendo la Efurea cercana al 50%. En la diuresis acuosa aumenta la excreción de urea, mientras que la deficiencia de agua la reduce por el mecanismo por la regulación del transportador TU2. Se producen alteraciones en la concentración de orina: a) cuando la circulación en la médula es demasiado intensa (lavado de NaCl y urea). b) en la diuresis osmótica, c) cuando se administran diuréticos. Otra situación similar se produciría en el déficit de ADH (secreción inadecuada de ADH - SIADH) o cuando ésta no resulta eficaz, como ocurre en la diabetes insípida central o periférica). Fernández, V. H. 688 PRODUCCIÓN DE ORINA CONCENTRADA (O DILUIDA) En el glomérulo se filtran unos 180 1/día de agua plasmática y la diuresis4, o flujo urinario (V) normal, es de 0,5 a 2 l/día. Cuando estos valores se encuentran por debajo del límite de la normalidad (< 0,5 l/día) se habla de oliguria y cuando supera el límite alto ( 2 l/día) se denomina poliuria, aunque algunos autores consideran poliuria cuando se superan los 3 l/día de orina. Cuando la diuresis es menor a 0,1 l/día o inexistente, se denomina anuria. La osmolalidad del plasma y del filtrado glomerular son similares (290 a 300 mOsm/kg H2O), mientras que en orina puede oscilar entre 50 (orina hipotónica por excreción excesiva de agua) y 1.200 mOsm/kg H2O (orina hipertónica por retención de agua). En situación de deshidratación, la orina producida estará concentrada (alta osmolalidad) mientras que, en situación de sobrehidratación, la diuresis acuosa permite una excreción de cantidades de agua mayores, sin aumentar la excreción de NaCl ni otras sustancias. En este caso se habla de la excreción de “agua libre” de solutos (aclaramiento de agua libre o CH2O), que permite a los riñones normalizar una osmolalidad plasmática disminuida. El valor de CH2O corresponde al volumen de orina/tiempo que podría aumentar el volumen de orina hasta que la osmolalidad de la orina fuera igual que la del plasma. Se calcula: CH2O = V (1 - [Uosm/Posm]) Multiplicador contracorriente tubular La operación delsistema multiplicador contracorriente puede comprenderse mejor al analizar de manera escalonada el proceso que implica; esto, por supuesto no corresponde al proceso real de flujo continuo a través de la nefrona: 1. Al inicio, el líquido tubular y el intersticio renal cuentan con una osmolalidad uniforme, de unos 300 mOsm/kg H2O. 2. El AAGH bombea Na+ hacia el intersticio (junto con Cl-) y HCO3 - en la zona medular. Puesto que la AAGH es impermeable al agua, la osmolalidad del intersticio de la médula se incrementa, en tanto la del líquido tubular en ese segmento disminuye. La diferencia máxima de osmolalidad entre el intersticio y el líquido tubular que puede alcanzarse se encuentra en torno a 200 mOsm/kg H2O, a la que limita la potencia de la bomba Na+/K+- ATPasa. 3. El ADDH es permeable al agua, que fluye en dirección del gradiente osmótico que existe hasta que la osmolalidad del fluido en el interior del túbulo se equilibra con la osmolalidad del intersticio. 4 Diuresis: (del griego “diá”, a través y “ouron”, orina). Eliminación urinaria en su conjunto, bien trate de la cantidad de orina, de su composición o de ambos. Fernández, V. H. 689 4. El filtrado isoosmolar (cercano a 300 mOsm/kg H2O) recién formado fluye a través de la porción descendente e impulsa cierta cantidad de líquido hiperosmolar hacia la porción ascendente en la vuelta en horquilla. 5. Al tiempo que el ciclo que se describió se repite, el líquido tubular y el intersticio medular en las regiones más profundas de la médula se vuelven cada vez más hiperosmolares. 6. El agua sale de la ADDH para equilibrar su osmolalidad con la del intersticio. La consecuencia de la operación de este sistema es que existe un gradiente de osmolalidad intersticial, que se distribuye desde la parte superficial hasta la más profunda de la médula renal. La situación descripta no puede explicar por qué un asa de Henle más larga genera una osmolaridad medular mayor. Dado que, si todo el NaCl que se bombea hacia fuera en la AAGH se acumulara localmente, la bomba Na+/K+-ATPasa dejaría de funcionar una vez que se obtuviera un gradiente de concentración de 200 mOsm. Sin embargo, puesto que el sistema contracorriente retira el NaCl que pudiera llegar a un punto distal, la bomba puede seguir funcionando, en tanto la concentración de NaCl en la punta del asa de Henle sigue aumentando. Efecto único en la médula interna A diferencia del AAGH, el AADH en la médula interna carece de capacidad para reabsorber NaCl de forma activa. El efecto único en la médula interna se genera así de forma pasiva. En la médula interna, la osmolalidad del fluido tubular y del intersticio son iguales al inicio. No obstante, su osmolalidad es la misma, la composición del líquido tubular difiere respecto de la del intersticio. El líquido tubular en el AADH es rico en NaCl, pero contiene menos urea. El intersticio adyacente es rico en urea, pero contiene menos NaCl. En consecuencia, la urea se desplaza hacia el líquido tubular. En forma simultánea, el NaCl se desplaza hacia fuera del ADDH hacia el intersticio medular interno. Sin embargo, la tasa a la cual el NaCl se difunde hacia fuera excede por mucho aquélla con que se difunde la urea hacia el túbulo. Así, existe una reabsorción neta de solutos a partir del AADH hacia el intersticio, lo que provee el efecto único que se requiere para conducir al multiplicador contracorriente en la médula interna. Esta hipótesis del efecto único en la médula interna se llama modelo de equilibramiento pasivo. Existe otro multiplicador contracorriente ya visto que concentra la urea en la médula renal, que deriva del reciclamiento de la urea entre el conducto colector y el asa de Henle. Recuérdese que la urea determina casi la mitad de la osmolaridad en la médula interna. Intercambio contracorriente en los vasos rectos El intercambio contracorriente vascular se encuentran en el escroto, piel y vellosidades intestinales. Si la sangre fluye a través de una médula hiperosmolar se equilibraría con el intersticio medular y se eliminarían los solutos que se encuentran concentrados en la médula. Sin embargo, al tiempo que los vasos rectos ingresan a la médula hiperosmolar, la sangre se equilibra con el intersticio circundante y desarrolla hiperosmolaridad. A partir de ese momento, al tiempo que los vasos rectos forman un asa y ascienden hacia la corteza, la osmolalidad de la sangre va disminuyendo al tiempo que se equilibra con el intersticio circundante. En el momento en que los vasos rectos salen de la médula, la sangre que contienen es sólo un poco más hiperosmolar Fernández, V. H. 690 que cuando ingresó a la médula. En otras palabras, los solutos que se concentran en la médula no se eliminan en cantidad significativa a través de la sangre que fluye por la médula renal. Puesto que la sangre que circula por la médula se equilibra por completo con el intersticio medular, la cantidad de solutos que retira la sangre se encuentra limitada por el flujo. Así, la tasa baja de flujo sanguíneo a través de los vasos rectos contribuye a la conservación de la hiperosmolaridad medular. Por el contrario, un flujo sanguíneo elevado a través de la médula reduce la hiperosmolaridad en ella. Factores que afectan la hiperosmolaridad medular 1. Concentración de urea en la orina. La reabsorción de urea a partir del conducto colector medular interno (CCMI) depende del TU1. Puesto que la urea que se reabsorbe a partir del CCMI contribuye en forma relevante a la hiperosmolaridad de la médula, una alteración del TU1 altera la capacidad para concentrar la orina. Los factores que disminuyen la concentración de urea en el plasma, como una dieta baja en proteínas, también afectan la capacidad de concentración urinaria de los riñones. Por el contrario, una dieta rica en proteínas aumenta la capacidad de concentración del riñón. 2. La expansión del volumen del LEC incrementa el FSR y la TFG, al tiempo que suprime la secreción de ADH. Cada uno de estos factores contribuye a reducir la hiperosmolaridad en la médula, lo que tiene como consecuencia la modificación de la capacidad de concentración de la orina en el riñón. 3. Un incremento del FSR aumenta el volumen de sangre que pasa por los vasos rectos, y elimina los solutos de la médula renal. 4. El aumento de la TFG incrementa la tasa de flujo tubular. Cuando el flujo tubular es alto, el transporte activo de Na+ no tiene capacidad para diluir en grado suficiente el fluido tubular en AAGH, y el efecto único pierde intensidad. De manera similar, la reabsorción de agua a partir del conducto colector carece de capacidad para concentrar Fernández, V. H. 691 en grado suficiente la urea en el CCMI si el flujo tubular es alto. Así, la hiperosmolaridad de la médula disminuye. 5. En ausencia de ADH, el CCC, el CCME y la porción inicial del CCMI se vuelven impermeables al agua. Así, la urea no se puede concentrar en el conducto colector. El resultado es que la reabsorción de la urea en la porción terminal del conducto colector se reduce en forma intensa (hasta un 20%), y su concentración en el intersticio papilar disminuye. ESTUDIO DE LA FUNCIÓN TUBULAR RENAL Los glomérulos constituyen un eficaz sistema de filtración que sirve para eliminar del organismo productos de desecho y sustancias tóxicas. Para impedir que, junto con ellos, se pierdan otros componentes corporales importantes, como el agua, el Na+, la glucosa o los AA, es preciso también un sistema igualmente eficaz de reabsorción tubular de estas sustancias. Por ejemplo, los glomérulos filtran diariamente unos 180 L de líquido, de los que se recuperan más del 99%. Mientras que la función glomerular se puede evaluar mediante la TFG, no existe ninguna prueba sencilla para estudiar de forma cuantitativa el funcionamiento tubular. Porsu parte, algunos trastornos de la función tubular son hereditarios; por ejemplo, hay pacientes que son incapaces de acidificar la orina por debajo de pH 6,5 debido a una deficiente capacidad de secreción de H+. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones el funcionamiento defectuoso de los túbulos es secundario a otros trastornos o agresiones. Cualquier causa de insuficiencia renal aguda puede ir asociada a insuficiencia tubular renal. Determinación de la densidad y la osmolalidad en la orina La densidad urinaria es un parámetro relacionado con la concentración y se determina de forma semicuantitativa. Cuanto mayor sea la densidad, más concentrada estará la orina. La medida de la densidad urinaria no suele sino confirmar la primera impresión basada en el color de la orina. Cuando es preciso cuantificar la concentración urinaria, es mejor solicitar la determinación de la osmolalidad (Uosm), cuyo rango de medida es mucho más amplio. La Uosm sirve en la práctica clínica como marcador integrador de todas estas funciones tubulares. Esto es debido a que, entre todas las funciones de los túbulos renales, la que con más frecuencia se ve afectada por la enfermedad es la capacidad para concentrar la orina. Si los túbulos y los conductos colectores funcionan correctamente, en presencia de ADH serán perfectamente capaces de reabsorber agua. El grado de eficacia con que lo hacen se puede establecer midiendo la concentración de la orina. Esto se puede realizar fácilmente determinando la osmolalidad urinaria y comparándola con la plasmática. Se considera que, si la osmolalidad urinaria (Uosm) es igual o superior a 600 mOsm/kg H2O, el funcionamiento tubular es excelente. Cuando ésta es prácticamente igual a la plasmática (Posm), que se obtiene mediante el cociente: Uosm/Posm 1, los túbulos renales no están reabsorbiendo agua. Prueba de privación de agua Existen diversas causas de poliuria, por ejemplo, Sobrecarga osmótica (p. ej., debida a glucosa), aumento de la ingesta de agua, diabetes insípida y diabetes insípida nefrógena, entre otros. Fernández, V. H. 692 Las alteraciones tubulares renales son una de las diversas causas de los trastornos de la homeostasis hídrica. Cuando la medición de la Uosm basal no nos permite llegar a ninguna conclusión, puede ser conveniente realizar una prueba de privación de agua. La reacción fisiológica normal ante esta privación consiste en retener agua, para evitar, dentro de lo posible, el aumento de Posm que se produciría en caso contrario. Esto se realiza mediante la ADH, cuya acción sobre los túbulos renales se puede constatar por un aumento de la Uosm. En la práctica, se puede descartar la diabetes insípida cuando la Uosm asciende por encima de 600 mOsm/kg H2O tras la privación de agua. La falta de respuesta de la Posm es típica de la diabetes insípida, en la que existe un déficit de ADH. En los bebedores compulsivos de agua se suele observar una respuesta normal (ascendente). La prueba debe interrumpirse si se excretan más de 3 l de orina o si el peso corporal se reduce más del 3%. Una manera alternativa de realizar la prueba, que a veces se lleva a cabo antes o en lugar de la de privación, consiste en restringir la ingesta de agua durante la noche (por ejemplo, desde las 20:00 h hasta las 10:00 h) y medir la Uosm de la primera orina de la mañana. Si la osmolalidad no aumenta tras la privación de agua, se administra desmopresina, un análogo sintético de la ADH. De esta manera, dependiendo de la respuesta de la osmolalidad, podremos diferenciar la diabetes insípida de origen central de la nefrógena. En la primera, los túbulos renales responden normalmente a la desmopresina y la osmolalidad aumenta. La diabetes insípida nefrógena se caracteriza por la ausencia de respuesta tubular, por lo que la osmolalidad urinaria se mantiene baja. pH urinario y prueba de sobrecarga ácida La determinación del pH urinario puede ser útil como primera medida para el diagnóstico de la acidosis tubular renal (ATR), que típicamente conduce a acidosis metabólica con hipercloremia. La ATR se clasifica de la siguiente manera: ✓ Tipo I. Secreción defectuosa de H+ en el túbulo distal, que puede ser de naturaleza hereditaria o adquirida. ✓ Tipo II. Disminución de la capacidad para reabsorber HCO3- en el túbulo proximal. ✓ Tipo III. Variante pediátrica de la ATR de tipo I. ✓ Tipo IV. Anomalías en la reabsorción tubular de HCO3- como consecuencia de un déficit de aldosterona, un defecto en el receptor de la misma o la administración de fármacos que la antagonizan. El primer paso en el diagnóstico de una ATR es la detección de una acidosis metabólica (ver equilibrio ácidos-base) persistente y sin motivo aparente. Si se sospecha una ATR una vez que han sido considerados y descartados otros diagnósticos, se debe medir el pH de una muestra de orina recién recogida. La respuesta normal ante una acidosis metabólica consiste en incrementar la excreción de ácido, por lo que ante una orina con un pH inferior a 5,3 es poco probable que una acidosis sea de origen tubular. Cuando el pH de la orina no sea suficientemente bajo, puede estar indicada una prueba de sobrecarga de ácido, el cual consiste en administrar cloruro de magnesio (NH4Cl) que acidifica la sangre y, a continuación, medir el pH de la orina en una serie de muestras recogidas cada hora durante las 8 h siguientes. Esta prueba no debe realizarse en pacientes con acidosis grave o hepatopatías. Asimismo, deben tenerse en cuenta los efectos colaterales de la prueba dado que el NH4Cl puede producir dolor abdominal y vómitos. Otra prueba es la de furosemida, un diurético del asa que bloquea al cotransporte NKCC en el AAGH, por lo cual genera una sobrecarga de Na+ al túbulo distal, el cual intensifica la acción del contratransporte Na+/H+, dando lugar a una orina ácida. Fernández, V. H. 693 Si en cualquiera de las pruebas antes nombradas se obtiene al menos una muestra de orina con pH menor a 5,3, es poco probable que exista ATR. Proteinuria específica Si bien la presencia de proteínas en orina es indicativa de filtración glomerular, esta prueba requiere la búsqueda de proteínas específicas de origen tubular como la β2- microglobulina y la α1-microglobulina, que son proteínas pequeñas que se filtran libremente, pero se reabsorben en el TCP. También pertenecen a este grupo la proteína de unión a retinol y la N-acetil-glucosaminidasa. Si en la orina aparecen cantidades elevadas de estas proteínas, el motivo es una alteración tubular, y no glomerular, ya que son los túbulos los que no son capaces de reabsorberlas. Sin embargo, el funcionamiento tubular se suele evaluar mediante otras técnicas, y la determinación en orina de estas proteínas solo se realiza como sistema de cribado y detección de anomalías tubulares crónicas y asintomáticas, y en unas cuantas situaciones clínicas muy concretas, como, por ejemplo, las intoxicaciones por aminoglucósidos, litio o mercurio. Un caso especial es el de la proteinuria de Tamm-Horsfall, nombre de esta glucoproteína dada en honor a los autores de un artículo publicado en 1952 en el que se explicaba cómo purificarla. Es una de las proteínas más abundantes en orina. Su importancia radica en que, al contrario que todas las proteínas mencionadas hasta ahora, la proteína de Tamm-Horsfall no procede de la sangre, sino que es producida y secretada hacia el filtrado en el AAGH. Forma grande agregados y, cuando está muy concentrada, puede dar lugar a la aparición de cilindros urinarios (estructuras cilíndricas con consistencia de gel que adoptan la forma de los túbulos renales, se desprenden y son excretados en la orina). La determinación de la excreción de proteínas en una muestra de orina de 24 h se utiliza ampliamente como método de referencia con el que comparar otros sistemas de análisis de laproteinuria (por ejemplo, cociente proteína/creatinina). Sin embargo, la recogida de orina de 24 h es incómoda y muchas veces no se lleva a cabo correctamente. Fernández, V. H. 694 Tanto la prueba mediante tiras reactivas como la determinación del cociente proteína/creatinina requieren como muestra una orina recogida al azar, por lo que son igual de cómodas en lo que respecta al paciente. Es preferible recoger la muestra a primera hora de la mañana (porque presenta una correlación mejor con la determinación de la excreción de orina de 24 h), pero las muestras recogidas al azar (en cualquier momento del día) también son válidas. Un caso especial es el de la proteinuria ortostática o postural, el cual es frecuente en los adolescentes. Es un trastorno benigno en el que la proteinuria solo aparece cuando el individuo se encuentra en posición erguida y se debe al aumento de la presión hidrostática en las venas renales. Glucosuria y aminoaciduria Si la glucemia es normal y la glucosa se encuentra en la orina, esto es indicativo de una alteración en la reabsorción de glucosa en el TCP. Un aumento en la orina, es indicativo de lesión tubular, como ocurre en el síndrome de Fanconi. Existe una enfermedad denominada glucosuria familiar renal (GFR) es una enfermedad autosómica recesiva, que se distingue por la mutación del gen que codifica para SGLT2 que, a grandes rasgos, provoca que los individuos con esta enfermedad excreten 100 g de glucosa al día, permaneciendo asintomáticos. Estos individuos tienen vejiga y riñones normales y no tienen mayor incidencia de diabetes o infecciones de las vías urinarias que la población en general. El curso benigno de la glucosuria familiar renal ha permitido tener en consideración el tratamiento con inhibidores de SGLT2 como una opción de tratamiento de la diabetes mellitus. En este mismo sentido, los AA se reabsorben normalmente en el TCP y si aparecen en la orina, generalmente implican un daño tubular. En la cistinuria, una enfermedad de carácter hereditario, aparece grandes cantidades de cisteína, aunque es más frecuente en los trastornos tubulares adquiridos. APLICACIONES CLÍNICO-FISIOLÓGICAS Motivo de consulta: Lucia M., de 41 años de edad, es asistida en la sala de emergencia por presentar dolor abdominal, principalmente en epigastrio. Padecimiento actual: La paciente presenta un cuadro de abdomen agudo que se acompaña de náuseas y vómitos de 2 o 3 ocasiones al día durante la última semana, los cuales eran de contenido líquido transparente, no relacionados con las comidas, pero empeoraron luego de éstas. Además, refirió anorexia y debilidad generalizada. Antecedentes médicos: la paciente refirió migraña y negó otras afecciones como hipertensión y diabetes mellitus. Refirió ooforectomía unilateral hace 17 años. No consumió medicamentos. No manifestó ningún tipo de alergias. Antecedentes familiares: asegura que su madre falleció de cáncer de mama y su hermana falleció a los 36 años debido a una complicación de lupus eritematoso sistémico. Exploración física: paciente orientada en tiempo y espacio, buen estado nutricional. Peso de 51 kg y Talla: 1,56 m, TA de 131/80 mmHg, FC de 104/min, FR de 20/min; T°: 37,2 °C. Muestra ligera sensibilidad en epigastrio a la palpación profunda, sin signos de rebote o de rigidez involuntaria. Por lo demás, se presenta sin particularidades. Estudios complementarios: Laboratorio: Htc: 36%, Hb: 12,8 g/dl, Leucocitos: 13.300/mm3; fórmula leucocitaria: N. Segmentados: 61%, Eo: 7%, Basófilo: 1%, Linfocitos: 21%, Monocitos: 10%. Glucemia: Fernández, V. H. 695 130 mg/dl. Natremia: 142 mEq/l, Potasemia: 3,4 mEq/l, Cloremia: 112 mEq/l, Fosfatemia: 2 mg/dl, Bicarbonatemia: 15 mEq/l. Urea: 57 mg/dl, Creatininemia: 1,8 mg/dl, Glucemia: 92 mg/dl. Examen de orina de 24 horas: Volumen: 2.770 ml, Creatininuria: 60 mg/dl, Proteinuria: 2,2 g/día, Fosfaturia: 3,5 g/día, Glucosuria: 1 g/día. Natriuria: 320 mEq/día (100 a 260 mEq/día). Diagnóstico: Síndrome de Fanconi idiopático. Tratamiento: tratamiento sintomático y observación. Puntos de reflexión 1. ¿A qué se denomina Síndrome de Fanconi? 2. ¿Cómo se encuentra la función renal de la paciente? 3. ¿Qué elementos de la historia clínica de la paciente orientan hacia el síndrome de Fanconi? 4. ¿Qué datos serían necesarios para confirmar el diagnóstico? Libros sugeridos ✓ Aranalde, G. (2015). Fisiología renal. 1ª edición. Buenos Aires: Corpus Libros Médicos y Científicos. ✓ Dvorkin, M. A. Cardinali, D. P. (2010). Best & Taylor. Bases Fisiológicas de la Práctica Médica.14ª Edición. Bs As: Editorial Médica Panamericana. ✓ Eaton, D. C. Pooler, J. P. (2006). Fisiología renal de Vander. Sexta edición. Bs As: McGraw-Hill. Interamericana. ✓ Eaton, D. C. Pooler, J. P. Manejo renal de sustancias orgánicas. En Fisiología médica. Un enfoque por aparatos y sistemas, VII-43: 429-436. Bs As: McGraw-Hill. Interamericana. ✓ Eaton, D. C. Pooler, J. P. Mecanismos de transporte tubular. En Fisiología médica. Un enfoque por aparatos y sistemas, VII-42: 423-428. Bs As: McGraw-Hill. Interamericana. ✓ Eaton, D. C. Pooler, J. P. Procesos renales básicos para sodio, cloruro y agua. En Fisiología médica. Un enfoque por aparatos y sistemas, VII-44: 437-448. Bs As: McGraw-Hill. Interamericana. ✓ Fox, S. I. (2014). Fisiología humana. Decimotercera edición. Bs As: McGraw-Hill. Interamericana. ✓ Gaw, A. Murphy, M. J. Srivastava, R. Cowan, R. A. O'Reilly, D. (2015). Bioquímica Clínica. 5ª edición. España: Elsevier. ✓ Hall, J. E. Guyton, A. C. (2016). Guyton y Hall. Tratado de fisiología médica. 13ª edición. España: Elsevier. ✓ Jones, T. (2013). Lo esencial en Sistema renal y urinario. 4ª edición. España: Elsevier. ✓ Mezquita Pla, C. Mezquita Pla, J. Mezquita Mas, B. Mezquita Mas, P. (2011). Fisiología Médica. Del razonamiento fisiológico al razonamiento clínico. Bs As: Editorial Médica Panamericana. ✓ Michael, J. Sircar, S. (2012). Fisiología Humana. México: Editorial El Manual Moderno. ✓ Rhoades, R. A. Bell, D. R. (2012). Fisiología Médica: Principios de medicina clínica. 4ª edición. España: Lippincott Williams & Wilkins. ✓ Ríos Argaiz, E. Gamba, G. (2014). Función de los túbulos renales. En Alexánderson. Fisiología cardiovascular, renal y respiratoria. 1ª edición. 26: 173-179. México: Editorial El Manual Moderno. ✓ Saladin, K. S. (2012). Anatomía y Fisiología. La unidad entre forma y función. Sexta edición. Bs. As: McGraw-Hill. Interamericana. Fernández, V. H. 696 ✓ Sanguinetti, C. A. (2008). Síndromes en Medicina Interna. 1ª edición. Rosario: Corpus editorial y Distribuidora. ✓ Silbernagl, S. Despopoulos, A. (2009). Fisiología. Texto y Atlas. 7ª edición. Bs As: Editorial Médica Panamericana. ✓ Stanfield, C. L. (2011). Principios de fisiología humana. Cuarta edición. Madrid: Pearson Educación. ✓ Tortora, G. J. Derrickson, B. (2013). Principios de Anatomía y Fisiología. 13ª edición. Bs As: Editorial Médica Panamericana. Trabajos originales ✓ Alarcón-Sotelo, A. Espinosa-Sevilla, A. Díaz-Greene, E. Rodríguez-Weber, F. L. (2015). Glucosa y riñón: ruptura del paradigma. Med Int Méx; 31: 296-300. ✓ Castrejón, V. Carbó, R. Martínez, M. (2007). Mecanismos moleculares que intervienen en el transporte de la glucosa. REB, 26(2), 49-57. ✓ Goicoechea, M. García-de Vinuesa, S. Arroyo, D. Luño, J. (2012). Hiperuricemia, gota y enfermedad renal crónica. Nefrología, 3(2), 8-15. ✓ Hediger, M. A. Johnson, R. J. Miyazaki, H. Endou, H. (2005). Molecular Physiology of Urate Transport. Physiology; 20(2); 125-133.
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