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El grupo y el sujeto del grupo El grupo y el sujeto del grupo Elementos para una teoría psicoanalítica del grupo RenéKaes Am.oITOrtu editores Buenos Aires Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Jorge Colapinto y David Maldavsky Le groupe et le sujet du groupe. Eléments pour une théorie psychanalytique du groupe, René Kaes © Dunod, París, 1993 Traducción, Mirta Segoviano Unica edición en castellano autorizada por Dunod, París, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11. 723. © Tudos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S. A., Paraguay 1225, 7º piso, Buenos Aires. La reproducción total o parcial de este libro en forma idén- tica o modificada por cualquier medio mecánico o electró- nico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autori- zada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-552-9 ISBN 2-10-001196-0, París, edición original Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Ave- llaneda, provincia de Buenos Aires, en abril de 1995. Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares. Indice general 15 Advertencia 17 Primera parte. La cuestión del grupo en el psicoanálisis 19 Para introducir la cuestión del grupo en el psicoanálisis 20 Pensar el grupo con la hipótesis del inconciente 22 Cinco problemas para poner a trabajar 27 l. La herencia freudiana. Una afinidad conflictiva entre grupo y psicoanálisis 28 La matriz grupal del psicoanálisis 28 La matriz intersubjetiva e institucional de los primeros psicoanalistas 33 La matriz teórica: un modelo grupal de la psique. Una lectura de Freud 35 La noción freudiana de grupo psíquico 35 El «grupo psíquico» 37 Los grupos de pensamientos clivados y el inconciente «estructurado como un grupo» 40 La hipótesis de la psique de masa (o alma de grupo) y los t-res modelos del agrupamiento 42 Asesinato del padre y pacto denegativo identificatorio 4 7 Los tres modelos del agrupamiento 7 51 Una concepción intersubjetiva del sujeto del inconciente: la «pSicologú¡, social» de Freud 51 Para introducir el doble estatut.o del sujet.o 54 La «psicología social» de Freud como teoría del sujet.o del grupo 57 El obstáculo del método: la cura contra los efectos de grupo 58 La invención de la cura contra los efectos histerógenos del grupo 60 Las objeciones clásicas a un dispositivo psicoanalítico pluri-subjetivo 67 Las implicaciones teóricas de la objeción metodológica 73 2. La realidad psíquica de/en el grupo. Los modelos pos-freudianos 73 Los modelos pos-freudianos: el grupo como entidad psíquica 74 Londres, 1940 77 Algunos aportes de Foulkes y Ezriel: el grupo como matriz psíquica, la resonancia fantasmática 82 La tercera invención: París, 1960 96 La cuestión de la realidad psíquica de/ en el grupo 96 Sobre la noción de realidad psíquica 99 La noción de realidad psíquica de grupo: principales conocimient.os adquiridos y problemas teóricos en suspenso 101 lEn qué sentido formaciones y procesos psíquicos pueden ser llamados grupales? 104 La realidad psíquica en el grupo: la conjunción de la realidad psíquica individual y de la realidad psíquica grupal 107 Los problemas met.odológicos para poner a trabajar 109 Segunda y tercera rupturas epistemológicas 111 3. El inconciente y el grupo. Construcción de los objetos teóricos 113 Sobre la consistencia del objeto propio del psicoanálisis 8 113 La hipótesis del inconciente 114 Tópicas del inconciente 117 Las condiciones de posibilidad del campo teórico propio del psicoanálisis 119 Valor epistemológico del concepto de apuntalamiento 121 Los niveks lógicos de la cuestión del grupo: construcción de 'Los objetos teóricos 121 Las trasferencias-trasmisiones entre los espacios psíquicos 122 Pluralidad de los espacios de la realidad psíquica y de las formas de la subjetividad en los grupos 124 Sujeto colectivo, sujeto social 124 '!res niveles lógicos del análisis 139 Heterogeneidad de los espacios psíquicos y complejidad de los objetos teóricos 139 La heterogeneidad 141 La complejidad 144 Argumentos para introducir una teoría psicoonalítica del grupo 147 Segunda parte. Elementos para una teoría psicoanalítica del grupo 149 4. Grupalidad psíquica y grupos internos 155 La grupalidad psíquica 155 Asociar, disociar 157 La grupalidad psíquica, noción originaria del psicoanálisis 158 El concepto de grupo interno 158 Definición 161 La fantasía: paradigma del grupo interno. Análisis estructural 168 Algunos grupos internos 169 La estructura grupal de las identificaciones 180 La organización grupal del yo 9 186 El sistema de las relaciones de objeto 191 El grupo como objeto: lqué tipo de objeto psíquico es el grupo? 193 Los procesos de la grupalidad ps-{q_uica 193 Los procesos originarios, primarios, secundarios y terciarios 195 Algunos procesos primarios de la grupalidad psíquica 202 Los grupos internos en el espacio intraps-{q_uico y en los procesos del agrupamiento interps-{q_uico 202 El concepto de grupo interno en la clínica psicoanalítica de la cura individual 204 El concepto de grupo interno como organizador del acoplamiento psíquico del agrupamiento 207 5. El modelo del aparato psíquico grupal. La parte del sujeto 207 Primera aproximación 210 El aparato psíquico grupal 210 Un ejemplo de acoplamiento psíquico grupal 213 Algunos aspectos del trabajo psíquico en este grupo 215 Los organizadores ps-{q_uicos incorwientes 215 Definiciones, hipótesis 218 Formación y evolución del concepto 224 Elementos de investigación para una teoría de los organizadores psíquicos del vínculo 235 La parte del sujeto en la formación del aparato psíquico grupal 236 La investidura pulsional del grupo 237 El apuntalamiento en el grupo; el anaclitismo secundario 238 El cumplimiento imaginario de deseos inconcientes: el grupo como sueño 238 La conflictiva intrapsíquica y su espacio grupal 240 El abandono al grupo de parte de la realidad psíquica del sujeto 240 Los depósitos. El marco 10 241 Las funciones continente/contenedor 241 Puesta en escena y dramatización de los grupos internos acoplados 242 LJ:>s emplazamientos identificatorios y la dependencia vital 243 El grupo como estructura de convocación y de emplazamientos psíquicos impuestos 245 Algunas consecuencias: los encolados imaginarios 249 6. El aparato psíquico grupal. Estructuras, funcionamientos, trasformaciones 249 Para una metapsicología de los conjuntos intersubjetiuos 250 Un acoplamiento psíquico, religioso y grupal: la Kinship 252 El grupo, el aparato psíquico grupal y el cuerpo 255 Estructura del aparato psíquico grupal. El punto de vista tópico 255 Algunas referencias estructurales no psicoanalíticas. Efectos heurísticos 257 El punto de vista tópico 259 La doble polaridad del aparato psíquico grupal: isomorfia, homomorfia 264 Génesis y trasformacwn 266 El momento fantasmático 266 El momento ideológico 267 El momento figurativo transicional 268 El momento mitopoético 269 Ekmentos de economía grupal 269 El trabajo psíquico del acoplamiento 270 El trabajo del aparato psíquico grupal 272 Ekmentos de dinámica grupal 27 4 Las funciones del aparato psíquico grupal 278 Formaciones intermediarias y {unciones fóricas 278 Formaciones y procesos intermediarios 11 280 Las funciones fórícas 282 Lo no-representado, lo desconocido, lo 1tliun11do en el grupo: la intricación de los espacios pMiquico11 y su desanudamiento 287 7; El inconciente y las alianzas inconcientes. Investigaciones para una metapsicología de los conjuntos intersubjetivos 289 Formas elementales de la sexualidad en los grupos 289 Lo sexual en el vínculo social y en los grupos.Las tesis freudianas 296 Excitación, seducción, traumatismo en los grupos 305 La hipótesis del inconciente en el grupo 308 Tres hipótesis 310 Represión, reprimido y retorno de lo reprimido 313 Los procesos psíquicos en los grupos 317 Alianzas, pactos y contratos inconcientes 317 Contratos, pactos y ley 319 Especificidad de las alianzas, los pactos y los contratos inconcientes 320 El pacto denegativo entre Freud y Fliess a propósito de Emma Eckstein 322 La alianza inconciente en Thérese Desqueyroux 324 La alianza en una institución con los enfermos-ancestros 326 Contrato narcisista y pacto narcisista 330 Algunas co-producciones alienantes 334 Las alianzas inconcientes: tópicas del inconciente 339 8. Sujeto del grupo, sujeto del inconciente 340 Las determinaciones de la sujeción del sujeto del grupo 342 La precedencia del grupo y los emplazamientos del sujeto 344 Las exigencias de trabajo psíquico impuestas por el grupo a sus sujetos 349 La sujeción al grupo como exigencia del sujeto 12 351 El trabajo de la intersubjetividad en la formación del aparato psíquU:o 352 La noción de trabajo psíquico de la intersubjetividad 356 Esbozos para una metapsicología intersubjetiva de la represión 366 Algunas condiciones intersubjetivas del retorno de lo reprimido 369 Grupalidad psíquica y división del sujeto del grupo: un singular plural 369 El sujeto del grupo, sujeto del inconciente versus el sujeto social 371 División y clivaje del yo del sujeto del grupo 373 Tercera parte. La invención psicoanalítica del grupo 375 Más aUá de un psicoanálisis aplicado 378 Cuatro talleres de la investigación teórica 378 Conocimiento psicoanalítico de los conjuntos intersubjetivos 379 Conocimiento del espacio intrapsíquico 381 Conocimiento de la intersubjetividad y de la trasmisión psíquica 382 Conocimiento de la función del grupo y de la institución en la formación y en la economía psíquica de los psicoanalistas 386 Contribuciones del abordaje grupal de la psique al psicoanálisis 387 Trasformaciones en la concepción de la realidad psíquica 387 Trasformaciones en la concepción del inconciente 389 Trasformaciones en la concepción de lo originario 391 Bibliografía 13 Advertencia La presente obra ofrece una visión de conjunto sobre las investigaciones que he realizado durante veinticinco años para la construcción psicoanalítica de la cuestión del grupo: expone y retoma los elementos de una teoría de la que di una primera formulación en 1976 en El aparato psíquico grupal. Construcciones del grupo, trabajo agotado hace ya algunos años, cuya reedición he demorado con la idea de reelaborar los principales enunciados. La hipótesis funda- mental que organizaba mi investigación no ha sido refuta- da; al contrario: su puesta a prueba por otros investigadores la ha beneficiado con algunos perfeccionamientos; pero so- bre todo fue enriquecida con proposiciones más precisas acerca de las formaciones y los procesos intrapsíquicos que dan testimonio de la grupalidad interna, de las formaciones y los p:rocesos psíquicos propiamente grupales que se consti- tuyen en los acoplamientos intersubjetivos, y de las forma- ciones y los procesos intermediarios entre esos espacios heterogéneos. Algunos resultados de estas investigaciones han sido publicados, con frecuencia en forma todavía par- cial; otros no han sido editados aún o lo serán próximamen- te. La razón de este libro no es sólo poner a disposición del público elementos de una teoría en vías de construcción; una visión de conjunto hace percibir mejor los relieves, los horizontes, los puntos de fuga y las tierras desconocidas. 15 «La sabiduría no está en agwmerorse sino en la creación y la natuml'-!Za comunes, en encontrar nuestro número, nuestro reciprocidad, nuestras diferencias, nuestro pasaje, nuestro rwrdad, y ese poco de desesperación que es su aguijón y su ue/,o móvil». René Char, La parole en archipel Primera parte. La cuestión del grupo en el psicoanálisis Para introducir la cuestión del grupo en el psicoanálisis El proyecto de esta obra contiene algunos objetivos limi- tados, pero articulados entre sí de tal modo que ninguno de ellos se alcanzará verdaderamente sin considerar los otros. Debería, pues, ser posible hacer varias lecturas del trabajo que anima este libro. El objetivo más manifiesto es proponer los elementos para una comprensión psicoanalítica de los fenómenos psí- quicos que se producen en los pequeños grupos humanos. Sin embargo, lo que se intenta por la intermediación de este objetivo contiene otra apuesta: comprender cómo, a través de los diversos efectos y modalidades de la sujeción de los seres humanos entre sí en la forma paradigmática del gru- po, se constituyen, se trasforman o desaparecen tanto el sujeto singular como el yo (Je) capaz de pensar su lugar en los conjuntos intersubjetivos. En sus relaciones con estos conjuntos, los sujetos son por una parte constituidos como sujetos del inconciente y, por otra parte, son constituyentes de la realidad psíquica que allí se produce. Para alcanzar estos dos objetivos, es necesario introducir de una manera suficientemente amplia y crítica la cuestión del grupo en el psicoanálisis. Se tratará entonces en primer lugar de dar forma, contenido y sentido a investigaciones, prácticas y teorizaciones que, desde hace cerca de medio siglo, se han organizado en torno del trabajo psicoanalítico en los grupos. Admitiremos que esta larga experiencia, que ha encontrado obstáculos y resistencias en más de una eta- pa de su desenvolvimiento, y que por lo mismo abrió algu- nas vías nuevas para la investigación, ha adquirido un va- lor suficiente en el psicoanálisis, a tal punto que está en condiciones de examinar al objeto fundador: el inconciente y las formas de subjetividad que de él derivan. Tal es la apuesta de esta introducción de la cuestión del grupo en el psicoanálisis. 19 Pensar el grupo con la hipótesis del inconciente El mayor problema es establecer cómo es pensable el concepto de grupo con la hipótesis del inconciente. Su coro- lario se enuncia así: lcómo se trasforma el concepto de in- conciente con la hipótesis del grupo? Esta formulación ele- mental de las dos caras de un mismo problema se complica en razón de la polisemia del concepto de grupo. «Grupo» designará de hecho, en esta obra, la forma y la estructura paradigmáticas de una organización de vínculos intersubjetivos, bajo el aspecto en que las relaciones entre varios sujetos del inconciente producen formaciones y pro- cesos psíquicos específicos. Esta estructura intersubjetiva de grupo, las funciones que cumple y las trasformaciones que se manifiestan en ella son localizables en grupos empí- ricos y contingentes. Los grupos empíricos forman el marco de nuestras relaciones intersubjetivas organizadas: se des- tacan sobre el fondo de organizaciones más complejas (gru- pos socio-históricos, institucionales, familiares) y forman ellos mismos el fondo de las figuras intersubjetivas de la pareja, del par, del trío, por oposición a la singularidad del sujeto. Una teoría restringida del grupo describe al grupo familiar primario, a un equipo de trabajo, a una banda, etc.; establece clasificaciones según diferentes variables y distin- gue sus organizadores específicos y sus efectos de subjeti- vidad propios. «Grupo» designará también la forma y la estructura de una organización intropsíquica caracterizada por las liga- zones mutuas entre sus elementos constitutivos y por las funciones que cumple en el aparato psíquico. Según esta perspectiva, el grupo se especifica como grupo interno y corresponde a la investigación describir sus estructuras, funciones y trasformaciones. Estos grupos del adentro no son la simple proyección antropomórfica de los grupos inter- subjetivos, ni la pura introyección de objetos y relaciones intersubjetivas. En la concepción que propongo, la grupa- lidad psíquicaes una organización de la materia psíquica. De este modo, hemos definido dos espacios psíquicos a los cuales se aplica el concepto de grupo. La articulación en- tre uno y otro de estos dos espacios heterogéneos, de consis- tencia y lógica distintas, ocupa el centro de esta investiga- cícín. Estos dos espacios mantienen relaciones de fundación 20 recíprocas. En este sentido, sostengo la proposición de que el grupo intersubjetivo es uno de los lugares de la formación del inconciente: correlativamente, supongo que la realidad psíquica propia del espacio intersubjetiva grupal se apun- tala en ciertas formaciones de la grupalidad intrapsíquica. En un tercer sentido, «grupo» designa un dispositivo de investigación y tratamiento de los procesos y formaciones de la realidad psíquica que participa en la reunión de suje- tos en un grupo. Las proposiciones iniciales de Freud sobre lo que él denomina su «psicología social», y que define como parte integrante del campo psicoanalítico, no fueron pues- tas a prueba por él en una situación psicoanalítica ad hoc. La larga experiencia de la práctica del trabajo psicoanalítico en situación de grupo permitió establecer las condiciones en que el grupo puede constituir un paradigma metodológico apropiado para el análisis de los conjuntos intersubjetivos. Como dispositivo metodológico, el grupo es una construc- ción, un artificio; se subordina a un objetivo determinado que no podría alcanzarse con los mismos efectos de otra ma- nera. Este estatuto metodológico del grupo hizo posible la emergencia de los procesos y formaciones psíquicos como tales, y permitió poner en suspenso o decantar sus habitua- les ligaduras con las formaciones y los procesos compuestos que funcionan en los grupos empíricos: el objeto primero del análisis no son las formaciones sociales, culturales, políti- cas, sino sus efectos, y sólo en la medida en que se traducen en el campo de la realidad psíquica. Aunque desde entonces se hayan utilizado elementos probados de metodología, la teorización del grupo como dispositivo metodológico sigue siendo todavía insuficiente en varios aspectos: son raras aún hoy las investigaciones bien sustentadas en cuestiones tan fundamentales como las modalidades de las trasferen- cias, el enunciado de la regla fundamental, los procesos aso- ciativos y la formación de las cadenas asociativas, los con- tenidos, los destinatarios y las modalidades de la interpre- tación. Sin embargo, ciertos puntos de apoyo existen, y su relativa fragilidad recomienda todavía más el interés de desarrollar un área de reflexión crítica sobre las relaciones entre teoría y situación psicoanalíticas. Exponerlo y discu- tirlo será objeto de otro trabajo. En este momento puedo precisar el objetivo último de esta investigación: ubicar los elementos que hacen posible 21 la inteligibilidad del acoplamiento entre estos dos espacios. Cada uno de esos arreglos es el lugar, el soporte, la matriz y el efecto de formaciones y de procesos del inconciente. A partir de esos arreglos distintos, se trata de encontrar en el psicoanálisis la materia y la razón de una teorúL general del grupo. Este proyecto implica la construcción de un objeto teórico que describa el concepto (o el modelo) del aparato psíquico grupal A partir de los datos del grupo metodológico, construi- mos un modelo teórico para comprender los grupos empí- ricos y sus relaciones con los grupos internos; a cambio, los grupos empíricos y los dispositivos de acceso a los grupos internos nos confrontan con la validez de nuestras construc- ciones. Cinco problemas para poner a trabajar Esta puesta en perspectivas recíprocas de la grupalidad intrapsíquica y del grupo intersubjetivo define cinco cate- gorías de problemas en el campo de la investigación psico- analítica. El problema teórico del grupo es la posición del incon- ciente en los espacios grupales intrapsíquicos e intersub- jetivos. El problema metodnlógico atañe a las condiciones que es necesario establecer para que se produzcan efectos de cono- cimiento del inconciente y efectos de análisis: lo esencial de estas condiciones es la puesta en marcha de los procesos asociativos en un campo trasfero-contratrasferencial. El probkma clínico corresponde al encuentro de los su- jetos singulares bajo los aspectos que la situación de grupo privilegia, a saber, que son movilizados en él como sujetos del inconciente y correlativamente como sujetos del grupo, porque así es como están constituidos. El problema institucional tiene como apuesta la tras- misión del psicoanálisis y la formación de los psicoanalistas a través de los efectos de trasferencia y sus arreglos en las agrupaciones de psicoanalistas. El probkma epistemológico no por ser mencionado en último lugar es el menos importante: se forma y en parte se 22 desprende de los precedentes. Este problema es el de las trasformaciones inducidas en el campo del conocimiento psicoanalítico por la metodología, por la clínica y por la teo- rización psicoanalíticas del grupo. Si, en efecto, el objeto se construye con el método, según el principio epistemológico bachelardiano, la construcción del saber sobre el inconcien· te no puede ser disociada de las condiciones de su elabo- ración. En esto el campo del conocimiento psicoanalítico se muestra congruente con las características de su propio ob- jeto: es infinitamente abierto, pero accesible en la propor- ción del rigor de su metodología. El debate puede enfocarse desde varias entradas, de las cuales privilegiaré tres: la primera es la puesta en perspec· tiva de esta afinidad conflictiva que supongo entre el grupo y el psicoanálisis sobre el eje de la historia de las ideas y de la institución del psicoanálisis. En este trabajo deberé limi- tarme a un bosquejo para indicar algunas direcciones toma- das por el psicoanálisis a partir de su matriz grupal. La segunda entrada, que también esbozaré apenas, será objeto de una publicación ulterior: abre el debate sobre el eje clínico-metodológico, en ese punto crucial donde la situación psicoanalítica princeps puede oponerse casi término a tér- mino a la situación de grupo; plantea la cuestión de lo que sigue siendo específico en el proceso psicoanalítico más allá de las variaciones del dispositivo. La tercera entrada es precisamente la que abre el debate sobre el estatuto del objeto del conocimiento psicoanalítico cuando sus condiciones de manifestación cambian significa- tivamente, pero también cuando las premisas o los postu- lados de la teorización freudiana reciben un principio de validación. Existe una cuarta entrada, de hecho la principal, la pri- mera y la última: introduce la cuestión del grupo por la vía de la contratrasferencia. Esta vía recorta a todas las otras: nos hace volver permanentemente al análisis de lo que el grupo, como objeto y como conjunto de objetos psíquicos, moviliza en cada uno de nosotros, tanto que hay quienes lo invisten con suficiente energía y expectativas como para empeñarse en el conocimiento de lo que se anuda a él. lPor qué introducirse, pues, en el grupo? lCuál es el enigma por descifrar que, mudo y punzante por largo tiem- 23 po, nos ha llevado a investir, y a veces a contrainvestir esa zona de experiencia, ese objeto apenas representable, pero seductor por el hecho mismo de la excitación que provoca y el pánico que suscita? El grupo nos incita a explorar otras configuraciones psíquicas del espacio interno: nos vemos frente a lo múltiple, lo complejo, lo heterogéneo en el com- bate del caos y del orden, de lo uno y de las partes, o de las particiones, o de los alumbramientos de lo singular y lo plu- ral. La puesta en perspectiva de lo plural en la pluralidad abre repentino paso a una insondabilidad, del mismo modo como las relaciones figura-fondo, unidad-multiplicidad, continente-contenido hacen vacilar en su reversibilidad las relaciones de «individuo» y de «grupo»: ¿dónde estar, enton-ces, y cómo nombrar aquello que se revierte en repre- sentaciones que se incluyen? ¿cómo constituir las líneas de demarcación? Para sustraernos de la fascinación que ejerce este objeto y de la violencia pulsíonal que lo inviste, debimos encon· trar en nosotros y en las cualidades de nuestro entorno las condiciones que nos permitieran trasformar el enigma del grupo en fantasía y en teoría sexual infantil, primicias o premisas de las hipótesis de investigación ulteriores, de los esbozos de teorías sujetas a debate. Debimos sostener, con· tra todo tipo de prohibiciones de pensamiento y censuras inextricablemente enmarañadas, internas y externas, con· tra angustias de erranza, contra las amenazas odiseanas de quedar pasmados y no ser ya recorn~idos por nuestros se- mejantes, posiciones que sabíamos inciertas pero que de· seábamos seguras, para avanzar por auto-apuntalamiento cuando las áreas de discusión fallaban. El grupo nos alec- cionó sobre la soledad de los pasajes peligrosos en la inves- tigación, pero también sobre el reconocimiento, general· mente en la resignificación, de que el grupo, por la resisten· cía que ofrecía a nuestros apuntalamientos, era la condición de esos pasajes. En esta exploración de lo que se dispone, se magnetiza, se repele y empuja y se produce entre más de dos, en esta curiosidad por los encastres de almas y cuerpos, nadie duda de que entre todos los lugares fantasmáticos que podemos ocupar, alternativa o simultáneamente, el lugar del héroe se acopla con aquel, complemento necesario, de la madre: frente al padre. De allí esta cuestión tan tardíamente pues· 24 ta en palabras, de la seducción y de las formas elementales de la sexualidad en los grupos. De allí esta cuestión crucial para los psicoanalistas que dirigen una parte de su interés hacia el grupo: ¿hacia cuál objeto por conquistar, por sedu- cir, por originar, orientan su deseo de saber, antes de tras· formarlo, camino al conocimiento del inconciente, en un sa· ber sobre el deseo de estar en grupo, sobre el deseo en el grupo, sobre lo que el grupo objeta al deseo? En el fondo, interesarse por el grupo, ¿no es también tratar de superar a los padres, a S. Freud, a M. Klein, a J. Lacan? ¿No es inten· tar develar su manera de hacer (niños), pero también reco- giendo su herencia, trasformarla? Interesarse en el grupo es también aceptar escuchar el desafío de nuevos enigmas que ni la tragedia ni la interpre· tación psicoanalítica, cuando se amputan de Tótem y tabú, le formulan a Edipo. El retrato que D. Anzieu traza de sí mismo y de cada uno de nosotros en (Edipe supposé con- quérir le groupe no es solamente el de un héroe solitario que roba el grupo al Padre para instalarlo en él como figura fun- dadora y representante de la Ley. El héroe no puede cumplir su destino si no es solidario con los Hermanos y Hermanas: el grupo inventa a Edipo una fratría; el grupo también co· loca permanentemente a Edipo en la posición de llegar a ser el Padre y la Madre, de coincidir con el Antepasado arcaico, cruel, narcisista: Edipo antes del complejo de Edipo. Conquistando el grupo, Edipo sólo tomará conocimiento de su propio deseo si se reconoce como sujeto ambiguo. Sos- tenido en la sucesión de todos los deseos que lo han precedí· do, en la sincronía de los vínculos que los actualizan, podrá encontrar en el grupo y en sus discursos tanto su verdad como aquello que le dispensará, en nombre del destino que lo prescribe, asignaciones y auto-asignaciones obligadas, ignoradas pero consentidas. Es necesaria una oscilación fundadora para que, corre- lativamente, el yo (Je) se piense como sujeto del inconciente, allí donde se ha constituido como sujeto del grupo, y para que el grupo, en tanto condición intersubjetiva del sujeto, pueda organizarse sobre !ns apuestas psíquicas de sus aso- ciados. Como Freud lo destacó en Psicología de las masas y aná· lisis del yo (y este títuJo.programa se debe entender en la correlación de sus términos), el yo (Je), para pensar y pen- 25 sarse, debe romper con el grupo del cual procede, que lo pre- cede: tal el poeta-héroe-historiador encarnado por el Dicht- er. El yo (Je) debe recuperar y pensar en sí mismo su parte irrealizada, no memorizada de sus exigencias y de sus ca- rencias, para la cual ha hecho del grupo su extensión ges- tora. Aquello que él ha tomado en préstamo de los objetos, de más de un otro, del grupo, tendrá que reconocerlo propio, concesión hecha a lo transicional, y tratarlo como lo que es en él la marca, el pasaje, la huella de la carencia y de su propia ausencia de sí mismo. En cuanto al grupo, para constituirse exige de sus suje- tos que le dejen, si no contra su voluntad, al menos por su interés, esa parte de ellos mismos que no demanda sino relegarse allí. Es con ese material, trasformado por el tra- bajo del agrupamiento en el que todos colaboran y del que cada uno se beneficia en distinto grado, que el grupo ad- quiere el indicio de realidad psíquica que sostiene las apues- tas de sus sujetos, y la consistencia de las formaciones y de los procesos que le son propios. Esta oscilación es la trayectoria del sujeto ambiguo: pue- de pasar de un extremo al otro, para carenciarse allí. Esta oscilación es también movimiento de separación y de unión, es metáfora y metonimia del sujeto y del grupo; puede de- venir el movimiento de una simbolización primordial, la que realiza el pensamiento. 26 l. La herencia freudiana Una afinidad conflictiva entre grupo y psicoanálisis La cuestión del grupo ya está introducida en el psicoaná- lisis: desde su origen, con insistencia, resistencia y aversión. Una afinidad conflictiva fundamental asocia al psicoanáli- sis a lo que llamo, en las condiciones que acabo de precisar, la cuestión del grupo. Esta afinidad, reprimida y resurgente por el hecho mismo de los conflictos que trae, se deja ver en muchos lugares del psicoanálisis: en su fundación y su insti- tución, en su práctica, su metodología y su clínica, en su tra- bajo de teorización. Mi tesis es que el grupo constituyó la matriz fecunda y traumática de la invención del psicoanáli- sis, de su institución y de su trasmisión: su teoría y su prác- tica llevan las huellas de las apuestas apasionadas, a me- nudo violentas y repetitivamente traumáticas hechas en su fundación. Estos lugares diferentes se sobredeterminan unos a otros, y esa imbricación no pensada mantiene al gru- po como cuestión indefinidamente suspendida, rechazada e ignorada. La cuestión adquiere valor de síntoma y mantie- ne la resistencia epistemológica a trasformar la afinidad conflictiva en problema en y para el psicoanálisis; sostiene también y en primer lugar la resistencia epistémica del psi- coanalista a reconocerse como sujeto constituido y constitu- yente de esta cuestión. Sucede como si la mutación, que Freud mismo describe, desde el régimen psíquico y cultural de la horda hasta aquel otro, civilizado y creador de pensa- miento, del grupo, debiera ser de continuo puesta de nuevo a trabajar. 27 La matriz grupal del psicoanálisis La matriz intersubjetiva e institucional de los primeros psicoanalistas Esa afinidad conflictiva irresuelta podría ser referida, en parte, a esta paradoja: la exploración de lo más íntimo, lo más oculto y lo más singular, al menos lo que se deja repre- sentar como tal, y contra lo cual se movilizan los efectos conjuntos de la censura intrapsíquica y de la censura social, sólo puede emprenderse en una relación intensa de pequeño grupo, y a la vez contro algunos efectos de esa relación. El grupo hará cuestión al menos porque trae a debate el modo de existencia necesariamente grupal de los psicoana- listas reunidos por la necesidad de comunicarse entre sí y de simbolizar lo que les impone el comercio asiduo con el incon- ciente y el necesario modo de existencia solitaria y retirada que exige su práctica altamente individualizada. La dificul- tad para pensar al grupo como matrizparadójica del psico- análisis es la dificultad de pensar esta doble necesidad. Wilhelm Fliess, y antes otros semejantes a él, desempe- ñaron para Freud inicialmente esta función de escucha, de acompañamiento y de simbolización, en la forma de una re- lación de pareja. Pero tras la ruptura con Fliess, el alter ego, el doble narcisista homosexual, se inicia con otro Wilhelm, Stekel, el grupo que Freud convoca y reúne a su alrededor. Una oposición fundamental, a la que Freud prestará aten- ción mucho después, se manifiesta desde esa época entre la pareja y el grupo. No se trata aquí de la pareja heterosexua- da, sino del par homosexuado. Esta diferencia no debe en- mascarar el hecho de que par y pareja introducen, en el lazo intersubjetivo, la cuestión sexual y el grupo puede consti- tuir una salida para evitar el encuentro sexual. Recípro- camente, la pareja puede ser también una manera de evitar el encuentro con las formas elementales de la sexualidad. Merece atención el hecho de que se vuelva necesario más de un otro-semejante, reunidos en grupo en torno de Freud, para que se forme el psicoanálisis.1 El psicoanálisis nace en 1 Además de las biografías (y los textos autobiográficos) clásicos de Freud y de las historias del movimiento psicoanalítico, una preciosa fuen· t-0 de información son los epistolarios, y sobre todo las Minutas de la So· 28 estos dos lugares disimétricos y correlativos entre sí por vías de ligazón todavía oscuras e ignoradas: el espacio sin· guiar de la situación psicoanalítica de la cura y el del grupo que constituyen los psicoanalistas que inventan el psico- análisis. En estos dos espacios originarios, antagónicos y comple· mentarios, se experimentan y elaboran los tumultuosos descubrimientos del inconciente, a través de sus revelado· nes en la soledad y las vicisitudes del vínculo intersubjetiva. Por más de una razón, el grupo será la contracara sombrea- da y sombría del espacio de la cura. Freud encuentra probablemente en el grupo aquello que necesita para ser el Schliemann, el Alejandro y el Moisés de esa Tierra prometida perdida. Encuentra sin duda también allí aquello que había experimentado en su proto-grupo fa- miliar: será el primero de una nueva fratría, conquistará lo Desconocido del inconciente y se pondrá a la cabeza de la nueva tribu, en el lugar del Padre, príncipe heredero que toma posesión de la Madre querida. Está en la articulación de dos mundos: al hacerse el primero de los psicoanalistas, llega a ser para sus semejantes, de los que se separa, el últi· mo de los psiquiatras de la edad clásica. En el grupo que funda y que en lo sucesivo lo rodea hasta llegarle a ser en algún momento insoportable, Freud busca y encuentra un eco de sus pensamientos. El grupo es su bebé, él le lleva la palabra que dice las cosas del inconciente, lo instruye en los procedimientos y las reglas de su conocí· miento; pero también él es el bebé del grupo que se tras- forma entonces en su vocero, que le enseña las cosas del vínculo de amor y de odio que tejen los hombres reunidos en tomo de su ideal común, él mismo y el psicoanálisis que les abre la puerta del «Reino intermedio». El grupo es para él un filtro para sus emociones, un para-excitaciones auxiliar; es también el objeto sobre el cual ejerce su dominio. En sus discípulos experimenta los rehusamientos obstinados que ciedad Psicoanalítica de Viena. Algunas obras y artículos especializados, entre ellos los de V. Brome (1967), P. Roazen (1976), M. Grotjahn (1974), F. Sulloway (1979), son valiosas referencias. Entre los escasos trabajos franceses, señalamos un artículo de J. Bergeret (1973) y de J. Favez·Bou- tonier (1983). He puesto en perspectiva algunos de estos datos en un estudio preliminar sobre el trabajo de la investigación en el grupo de los primeros psicoanalistas (1990). 29 seguramente le oponen sus resistencias al psicoanálisis, pero también su alteridad de sujetos diferentes de él, sus diferencias de sensibilidad y sus desacuerdos de rivales. La creación del Comité, algunos años después, respon· derá mejor aún a estos objetivos y, además, al de constituir al grupo en guardián de los ideales y de la ortodoxia, es decir, en su función ideológica. El grupo se distinguirá de este modo como el garante meta-individual del descubri- miento del inconciente. En esta primera y necesaria invención del grupo por el psicoanálisis mismo, las instancias del aparato psíquico de Freud, sus complejos, sus identificaciones histéricas y he- roicas, su sistema de relación de objeto (principalmente de dominio y masoquista) serán los organizadores psíquicos in· concientes que prevalecerán para acoplar los vínculos ínter· subjetivos con sus discípulos, sus semejantes, sus herma· nos. El grupo será el escenario donde su yo heroico des· plegará sus proyecciones grandiosas, sus dramatizaciones masoquistas, su fantasía de primacía y sus recriminaciones de verse abandonado por todos. Esta externalización dra- matizada, esta proyección difractada de sus conflictos in· concientes, que producen para él mismo y para los otros la representación de estos, y secundariamente su conocimien- to, dejan al mismo tiempo su marca estructurante para toda posición ulterior en el drama del descubrimiento o re-descu- brimiento del inconciente. Podríamos seguir con facilidad el efecto de esto en Londres, en el debate entre A. Freud y M. Klein, o en el Lacan que funda L'Ecole frail<;aise de psy- chanalyse, primer patronímico de L'Ecole freudienne de París. La escena del primer grupo psicoanalítico será el espacio donde se despliegue la fantasía de la escena primitiva de la investigación y del descubrimiento del inconciente. Para los discípulos de Freud, esencialmente para los hombres atraÍ· dos por él y que encontrarían en ese argumento su lugar de sujetos, será la escena de sus fantasías de seducción y de su castración: escena donde juegan simultánea o sucesivamen- te todos los avatares de la sexualidad, y especialmente los de la homosexualidad y de la bisexualidad, escena donde se dramatizan las apuestas de la rivalidad fraterna y las del reconocimiento permanentemente reactivado, siempre in- satisfecho, de ser para Freud el hijo preferido, el Unico. 30 Esta escena del grupo, que será el lugar de tantas esce- nas de familia y escenas de pareja, sólo adquirirá todo este relieve y esta densidad por ser el espacio receptor de las trasferencias de trasferencias no analizadas o insuficien- temente analizadas, principalmente las trasferencias gran- diosas y persecutorias, retoños destructores de la ilusión grupal. Y estos serán los restos investidos, mantenidos, y anudados entre sí en nuevas configuraciones interpsíqui- cas, en la economía, la dinámica y la tópica intersubjetiva del grupo. Allí se encuentran la materia y la energía reque- ridas, trasformadas e ignoradas, para fundar la institución del psicoanálisis. El descubrimiento y el análisis del com- plejo de Edipo en el espacio intrapsíquico no modificará casi en nada el reconocimiento, el análisis y la resolución de sus efectos en el campo de las relaciones intersubjetivas de gru- po. Todo sucede como si las apuestas edípicas, desplazadas en el grupo, se volvieran allí equívocas, aun después de que Freud intentara descubrirlas en una empresa entonces vi- tal para él, para su grupo y para el psicoanálisis. Es proba- ble que el arreglo de la realidad psíquica en los grupos no siga exactamente las mismas vías y no produzca las mismas formaciones que en el espacio intrapsíquico. El psicoanáli- sis debe, pues, ser reinventado en esto si quiere continuar su proyecto de conocimiento del inconciente, allí donde se manifiesta, allí donde tal vez se constituye. A este proyecto se oponen poderosas fuerzas de resisten- cia, defensas temibles, rechazos inapelables. Posición tanto más insostenible, salvo si se conciertan costosos compromi- sos, porque cuanto más el grupo es objeto de una exclusióndel campo teórico y clínico del psicoanálisis, más se afirma su dominio sobre sus sujetos y se consolida el dominio que ejercen sobre él y por su intermedio sus más encarnizados detractores. A cada tentativa de reinventar la práctica y la teoría del psicoanálisis, en Viena, en Budapest, en Londres o en París, o de llevar a cabo una nueva gestión fundadora bajo la cu- bierta de un retorno a Freud, es decir de un retorno legiti- mante a los tiempos del origen, el grupo será repetitivamen- te portador de las mismas apuestas, el objeto de los mismos exorcismos, el terreno de las mismas luchas por la domina- ción. No se cuestionarán las relaciones de cada uno con el grupo, ni la función del grupo en la práctica y la trasmisión 31 del psicoanálisis, ni el abandono de las partes de sí que él exige para garantizar algunos apuntalamientos necesarios; será sometido a proceso el grupo en tanto es lo impensado de esta sujeción irreductible sobre la cual, como en corres- pondencia con la roca biológica, se funda la psique. Este ob- jeto persecutorio e idealizado permanecerá impensado, por obra de la herida narcisista inherente a una necesidad: la de proceder de un conjunto, de una red de deseos y de pensa- mientos que a cada uno de nosotros nos pFeceda, tener que reconocerse como uno entre otros y no como el centro y el origen del grupo, verse precisado a aceptar ciertos renuncia- mientos en la realización directa y necesariamente egoísta de las metas pulsionales. Disponemos de suficientes elementos para suponer que si el grupo suscitó y suscita aún hoy tales reacciones de rechazo -no podemos menos que citar las interdicciones de práctica o de pensamiento proferidas a su respecto por M. Klein o J. Lacan-, 2 posiblemente ello se deba a las expe- riencias y las fantasías traumáticas a las que se asocia en el origen del psicoanálisis. La violencia ligada a la cuestión del grupo, y que ha sur- cado la fundación del psicoanálisis, se perpetúa en cada nueva institución. El desarrollo del movimiento psicoana- lítico, a través de sus escisiones y sus conflictos, merecería ciertamente ser considerado bajo esta luz, a saber: los pro- blemas de formación de los psicoanalistas acaso se articulen con las apuestas grupales, originarias, a ellos asociadas. La repetición de las discordias y de las heridas de los orígenes, y los atolladeros que de ahí se siguen, no se explican sola- mente por la cuestión límite en la formación de los psicoana- listas: apuestas psíquicas profundas, de dominio, de seduc- 2 El Lacan del estudio sobre el complejo como organizador de los lazos familiares (1938) se había mostrado particularmente dotado para com· prender lo que estaba en juego. J. Lacan conocía los trabajos de W.-R. Bion sobre los pequeños grupos. En el primer número de L'Evolution Psychia- trique (1947) publica un estudio sobre las tendencias de la psiquiatría in- glesa donde los trabajos de Bion figuran en buen lugar. S. Lebovici refiere que, en 1950, intenta definir con él los factores específicos de la dinámica de grupos «y de hecho sólo menciona la identificación» (citado por J. Favez- Boutonier, 1983, pág. 56). Las raras menciones que J. Lacan hará del grupo serán en consecuencia todas negativas: cf. en este libro las págs. 83- 7. Falta emprender un estudio sobre las relaciones complejas de Lacan con la cuestión del grupo. 32 ción, de identificación, de apuntalamiento narcisista, de filiaciones imaginarias y de proyecciones megalomaníacas son las operaciones más ordinarias, más cotidianas, más triviales de la cuestión del grupo. Es que a la vez se pasan por alto las aportaciones tróficas del grupo, la ayuda que ofrece para el trabajo de elaboración y creación, las garan- tías del examen de realidad que él constituye, así que tenga sustento y perduración en él su función simbolígena, huma- nizante, civilizadora: así que se cumpla en él el trabajo espe- cífico del Edipo, el paso de la horda al grupo, la mutación de las identificaciones imaginarias megalomaníacas en el or- den contractual de la cultura. Esta desesperante fatalidad que parece ligar entre sí a los psicoanalistas en los grupos y sus instituciones no es sino el efecto de lo que, en ellos y sin saberlo, se aliena a los efectos inconciéntes de grupo. ¿cómo tratar la cuestión de la formación, es decir, de la trasmisión del psicoanálisis, inde- pendientemente de sus sujeciones y desujeciones de grnpo? Si esos efectos son por lo general denunciados, en lugar de tomar nota de ellos en un intento de deshacer sus anuda- mientos, ¿cómo reconocer su valor estructurante si no es precisamente gracias al análisis? No se trata, pues, de de- sentenderse de la cuestión del grupo; más bien es preciso comprender su apuesta y, en primer lugar, las funciones que esta cumple en la economía, la dinámica y la tópica de los psicoanalistas, sujetos del inconciente y conjuntamente su- jetos del grupo. En lugar de eso, cada uno permanece atrapado en la re- petición de los orígenes del conjunto, y en conjunto la sos- tiene. La matriz teórica: un modelo grupal de la psique. Una lectura de Freud La afinidad conflictiva del grupo y del psicoanálisis se inscribe en el centro de la representación de la psique que Freud inventa con el psicoanálisis: para él, la psique es gru- po; es grupalidad porque es asociación/disociación, com- binación/ desorganización, ligadura/ desligadura, delega- ción metafórica/metonímica, condensación/difracción, etc. Pero Freud afirma también que el grupo es el lugar de una 33 realidad psíquica, y que es uno do loM mocl11loM dtt 111 lntA1lig-i- bilidad de la psique. lQué hacer, on ni pMit~ouniílh1l11, mn rn1t11 herencia y sus implicaciones? Se podría ofrecer una visión de conjunto d11 lm1 pm1kio- nes de Freud sobre la cuestión del grupo, 1dtu11r HUM ümer- gencias y anudamientos en la historia del propio Froud, en la historia de la construcción de la teoría psicoonnlíticn y en la de la formación del movimiento y de la institucidn pi:;ico- analíticas. En este capítulo y en el curso de este trabajo se- ñalaré algunos jalones que se limitarán a establecer que la cuestión del grupo se presenta en el pensamiento de Freud de una manera insistente y polimorfa; esta insistencia nos resulta valíosa, no como argumento de autoridad, sino como inscripción de una cuestión dejada en suspenso, aunque sea coextensiva a toda la construcción freudiana del psicoaná- lisis. Si aun aquí, ya introducida en el psicoanálisis, la cues- tión del grupo está, si insiste, lo hace sin embargo de un modo menor y parcial: sus distintos componentes no han sido señalados, no se articulan unos con otros. La cuestión del grupo no se retoma ni se piensa como tal, como el objeto complejo de una teoría particular, ni como un campo sufi- cientemente consistente de la teoría general. Por eso esta insistencia no siempre es evidente. A me· nudo se manifiesta como un murmullo, de manera difusa, en textos de estatutos y miras diferentes; se escande en tiempos fuertes y en silencios, en reanudaciones y en con- tradicciones, pero se sitúa en el trasfondo de toda la inves- tigación. Falta también, pues, despejar esta insistencia pa- ra hacerla aparecer, volverla evidente, falta que sea elabo- rada por el trabajo de la lectura y de la interpretación. Para percibirla, es importante en primer lugar no des- conocer la integridad de la herencia freudiana, no aislar del conjunto del recorrido y de la obra los textos llamados «de psicoanálisis aplicado». Nuestras relaciones con textos fun· dadores no pueden conocer un cierre definitivo porque sus propiedades científicas y poéticas mantienen abierta la posibilidad de construir con ellos siempre más de una ver- sión. Nos mantenemos, entonces, en una atención fluc- tuante entre las exigencias que imponen los enunciados del texto y la toma en consideración del contexto, el movimiento de nuestro deseo de encontrar allí lo que esperamos y la 34 sorpresa de descubrirlo que tal vez no buscábamos. El lec· tor de Freud es intérprete de un texto que lo sorprende. Leemos a Freud necesariamente con una hipótesis de lectura más o menos flotante, más o menos explícita. Nece- sariamente investimos «en el trabajo de las expectativas», formamos «construcciones auxiliares» o teorías parciales para organizar las ideas que surgen en nosotros, en el cotejo del texto y de nuestra experiencia. Las rechazamos cuando otra hipótesis se nos presenta o cuando nos resistimos a los descubrimientos que iríamos a hacer, si estos hacen vacilar nuestras certezas. La lectura de Freud nos sitúa en nuestra afiliación, nuestros intereses y nuestras preguntas de psico- analistas. Admitiré pues, sin dificultad, que la insistencia en la cuestión del grupo que averiguo en el pensamiento de Freud sólo se me hizo perceptible y consistente cuando me vi llevado, como otros antes que yo, a buscar y tal vez a en- contrar en sus escritos lo que pudiera constituir un funda- mento psicoanalítico para mí práctica de psicoanalista cues· tionado por el grupo, es decir, por los efectos del grupo en la organización de la psique, por la realidad psíquica que se forma en los conjuntos intersubjetivos, por los anudamien- tos entre los sujetos que en él produce el inconciente. En este recorrido del texto de Freud, no faltan las sor· presas; ante todo, la de verse frente a esta particularidad de la insistencia: ella oculta la misma cuestión que intenta plantear. La noción freudiana de grupo psíquico En el pensamiento de Freud, el grupo es en primer lugar una forma y un proceso de la psique individual: más tardía- mente, la noción de grupo se empleará en su acepción inter- subjetiva para designar una forma de sociabilidad y un lu- gar extra-individual de la realidad psíquica. El «grnpo psÚ]UÍCO>> La noción de grupo psíquico (der psychische Gruppe) aparece de manera recurrente en el Proyecto (1895) y en los 35 Estudios sobre la histeria (1895) para especificar el resul- tado y el funcionamiento de la ligazón de la energía. El gru- po psíquico es un conjunto de elementos (neuronas, repre- sentaciones, afectos, pulsiones) que, ligados entre sí por in- vestiduras mutuas, forman una cierta masa y funcionan como atractores de ligazón. El grupo psíquico está dotado de fuerzas y de principios de organización específiéos, de un sistema de protección y de representaciones-delegaciones de sí mismo por una parte de sí mismo; establece relaciones de tensión con elementos aislados, desligados y, por esta razón, susceptibles de modificar ciertos equilibrios intra- psíquicos. La ligazón sólo es posible bajo dos condiciones: primera, la existencia de barreras de contacto entre las neuronas, siendo la función de estas barreras la de impedir o limitar el paso de la energía; segunda, la acción inhibidora ejercida por un grupo de neuronas, investidas con un nivel constan- te, sobre los demás procesos que se desarrollan en el apa- rato. De este modo resulta controlado, encauzado y retar- dado el movimiento de la energía hacia la descarga; este control y este retardo contribuyen a la estructuración del aparato psíquico en sus diversas instancias. Este grupo o esta masa de neuronas bien ligadas, entre las cuales se ejercen acciones recíprocas que mantienen sus investiduras y sus facilitaciones en un nivel constante, de suerte que el sistema forme un todo, es capaz de producir sobre otros procesos u otras formaciones efectos de inhibi- ción o de ligazón e inclusión. Este grupo psíquico es la pri- mera definición del yo, caracterizado por su actividad de ligazón. Se opone a ello la des-ligazón (die Entbindung), es decir, la brusca liberación de energía como la que sobreviene en el momento en que se desencadenan el placer/displacer, la excitación sexual, el afecto, la angustia, o sea, cuando una brusca aparición de energía libre tiende directa e inmedia- tamente hacia la descarga. Toda liberación del proceso pri- mario aparecerá así como puesta en jaque de la función de ligazón de ese grupo psíquico que es el yo y será interpre- tada por él como una amenaza a su organización. El modelo de los grupos psíquicos y su función de ligazón de los aflujos de energía, a condición de que estos grupos es- tén fuertemente investidos, no será abandonado por Freud cuando aborde el problema de la repetición del trauma: con- 36 siderará ent.onces modalidades de ligazón sometidas a las leyes del proceso primario, capaces de ligar la excitación con independencia del principio de placer; es verdad que la no- ción de grupo psíquico había permitido ya designar los con- tenidos del inconciente mismo desde veinte años antes. Tuda esta orientación del pensamiento freudiano otorga a las investiduras pulsionales una función preponderante en la formación y la organización de las instancias del apa- rato psíquico, es decir, en la génesis y el papel adjudicado a los grupos psíquicos. La capacidad asociativa de la psique incumbe en primer lugar a la instancia del yo y cumple varias funciones: la ligazón intrapsíquica y de protección del aparat,o psíquico; la memorización, la representación y la imaginación del objeto ausente o perdido; la identifica- ción con nuevos objet,os; la capacidad de trasferencia. Esa noción define, por lo tant,o, algunas de las formaciones bá- sicas del aparat,o psíquico. Los grupos de pensamientos clivados y el inconciente «estructurodo como un grupo» La categoría -pero no el término-de la grupalidad psí- quica aparece ent.onces muy temprano en la primera tópica, donde provee una de las metáforas antropomórficas del aparat,o psíquico; pero sobre t.odo constituye el hilo conduc- tor de la primera definición del inconciente: su contenido originario estaría constituido por el «grupo de los pensa- mient.os divados» que ejercen una atracción sobre los pen- samient.os preconcientes y sobre los concíentes, y atraen a los pensamientos de la represión secundaría. Esta noción de grupos psíquicos clivados o separados (abgespaltene o separate psychische Gruppen) es la misma por la que Freud describe, a partir de 1894, su concepción del inconciente en tanto clivado, por /,a represión, del campo de /,a conciencia.3 Los grupos psíquicos clivados son consti- tutivos del inconciente, de su contenido, y rigen las relacio- 3 Freud escribe, en Las psiconeurosis de defensa (1894), al referirse a los trabajos de P. Janet y de J. Breuer: «der Symptomkomplex der Hysterie, soweit er bis jetzt eín 1krstiindnis zuliisst, die Annahme einer Spaltung des Bewusstseins mit Bildung separater psychischer Gruppen rechtfertig, dürfte ( . . . ) gelangt sein» (GW l, pág. 60). 37 nes con Jos otros aistemns. BM como Ki lu noción de grupo psíquico fuera necosuriu desdo 0110 mom11nt.o do In invención del inconciente para explicar In ligt1zón origínuria de los objetos y de las formas que lo constituyen: insisto una es- tructura y se diversifican formas. Propuse la fórmula «el inconcíente estructurado como un grupo» en 1966, en una época en la que me parecía necesa- rio pensar la grupalidad psíquica en su relación con el in- conciente. La lectura ulterior de los textos de Freud a los cuales hoy me refiero me confirma el interés de trasformar la fórmula en hipótesis de trabajo. De una manera más ge- neral, son las instancias y los sistemas del aparato psíquico los que deben ser concebidos como grupos psíquicos diferen- ciados en el interior de los cuales operan desdoblamientos, difracciones o condensaciones, permutaciones de lugares y de sentidos: así las identificaciones múltiples o multifacéti- cas (mehrfache oder vielseitige Identifiziernngen) del yo. He destacado en muchas ocasiones que la primera for- mulación que Freud propone de la identificación la define, en su rasgo esencial, como «la pluralidad de personas psí- quicas» (mayo de 1897, a propósito de las identificaciones histéricas). Utiliza esta hipótesis en La interpretación de /,os sueños (1900) cuandoanaliza las identificaciones histéricas en el trabajo de la formación del sueño (a propósito del sue- ño llamado «de la carnicera» o del «caviar»)4 o cuando dilu- cida figuras y procesos del sueño tales como las personas condensadas, unidas y mezcladas (die Sammel-und misch- personen), la difracción del yo del soñante en una figuración grupal «múltiple» de sus objetos y de sus pensamientos, la dramatización de sus relaciones en una puesta en escena intrapsíquica, la repetición o la multiplicación de lo seme- 4 El análisis del sueño llamado «de la carnicera» o «de la cena» o también «del caviar» es, desde esta óptica, ejemplar: la enferma sueña que ve uno de sus deseos no cumplidos (dar una cena) para no contribuir a realizar el deseo de su amiga; expresa sus celos con respecto a ella identificándose con ella por la creación de un síntoma común: «se podría enunciar este pro· ceso de la manera siguiente: ella se pone en el lugar de su amiga en el sue· ño, porque esta se pone en su lugar al lado de su marido, porque ella qui· siera tomar el lugar de su amiga en la estima de su marido». Tal es el sen· tido que Freud va a atribuir a las identificaciones histéricas: son apro· piaciones (Aneignung) del objeto del deseo del otro a causa de una etiología idéntica; guardan relación con una comunidad que persiste en lo incon· ciente (GW II·III, pág. 156; trad. fr. págs. 136-7). 38 jante; Freud desarrolla esta hipótesis cuando propone la noción de comunidad de las fantasías y, en el análisis de Dora, la de las identificaciones por el síntoma, o también la concepción de las trasferencias como reproducción sucesiva o simultánea sobre el psicoanalista de las conexiones entre los objetos y las personas del deseo infantil inconciente. La misma hipótesis orientará el análisis sintáctico y grupal de las fantasías schreberianas, y proveerá ulteriormente el fundamento del análisis de la fantasía «pegan a un niño», modelo estructural del análisis de las fantasías originarias. La misma concepción sostendrá la representación de la per- sonalidad clivada, desagregada, del Hombre de las Ratas en sus tres «personalidades»: si el «capitán cruel» está frag- mentado como sus demás personajes, el Hombre de las Ra- tas pondrá sus partes en otros personajes, en sus sueños, continentes psíquicos de lo que su cuerpo no puede tolerar. En el marco de la segunda tópica, la segunda teoría de las identificaciones se refiere aún más a un modelo grupal (identificaciones multifacéticas, personalidades múltiples o disociadas), al igual que la teoría del yo y del superyó (Psico- logía de las masas y análisis del yo, 1921; El yo y el ello, 1923). Finalmente, las nociones de complejo y de imago po- nen en juego la construcción interna de una red intersubje- tiva internalizada, en la cual el sujeto se representa.5 El balance de este primer recorrido se establece así: el primer esbozo de la definición del yo es el de un grupo psí- quico; la primera representación del inconciente es la de un grupo psíquico clivado de lo conciente. Esta acepción abstracta y general del concepto de grupo nos ofrece un modelo de inteligibilidad de la estructuración y del funcio- namiento de las formaciones psíquicas: el grupo intersub- jetivo provee el modelo y la metáfora de los cuales se sirve Freud para representarse los grupos psíquicos y el aparato psíquico mismo. Establezco así una continuidad entre este modelo y los conceptos pos-freudianos de grupalidad psí- quica y de grupos internos que presentaré en el próximo ca- pítulo: estos se encuentran en formación desde los primeros bosquejos de la teorización; el modelo grupal de la psique 5 Sobre la concepción freudiana de la grupalídad psíquica, cf. R. Kaes, 1974, 1976, 1981, 1982, 1984, 1985, 1986. Está en preparación un trabajo sobre la cuestión. 39 será recurrente en toda la obra freudiana; será uno de los más fecundos: organiza de manera coherente la represen- tación de los procesos primarios y de las formaciones de compromiso, de las identificaciones y del yo, de las fanta- sías, de los complejos y de las imagos. Pero será también uno de los más desconocidos. La hipótesis de la psique de masa (o alma de grupo) y los tres modelos del agrupamiento Freud es el primero que propone considerar que el grupo es el lugar de una realidad psíquica específica cuyo estudio pertenece de pleno derecho al campo del psicoanálisis. Los modelos de que disponemos hoy para apuntalar esta hipó- tesis, ya puesta a prueba en un dispositivo metodológico apropiado, derivan de los postulados surgidos de la especu- lación freudiana. ¿Por qué aparece en Freud este interés sostenido? La atención explícita que Freud otorga a los conjuntos intersubjetivos, y de una manera más específica al grupo, no se puede entender sólo como la elección de un campo de aplicación privilegiado de algunos conceptos fundamentales del psicoanálisis. La preocupación de Freud por extender la competencia de sus descub:imientos a otros niveles de rea- lidad que los de la psique individual explica apenas parcial- mente su elección, tanto como su permanente cuidado en poner a prueba sus construcciones, con todo rigor epistemo- lógico, fuera del dominio donde las ha establecido. La aten- ción que presta a los fenómenos de grupo o de masa no pue- de, por otra parte, ser considerada solamente a la luz de su situación personal en su propio grupo, y es verdad que escri- be Tótem y tabú (1912) en un notable movimiento de elabo- ración de la crisis institucional, grupal y personal por la que atraviesa, y que culmina en su ruptura con Jung. Su des- confianza hacia la Menge, hacia la masa compacta de las opiniones convenidas, contra las cuales choca como su pa- dre, la tiranía de la mayoría dominante, constituyen sin duda también poderosos motivos de su interés ambivalente por las masas, las instituciones y los grupos. Este interés se especificará después de las catástrofes colectivas y los due- 40 los personales que lo afectarían en el curso de la Primera Guerra Mundial; aumentará cuando otras catástrofes se preparen y sean presentidas por él: el ascenso de los fascis· mos en Europa y la amenaza más cierta del nazismo en Ale· mania y en Austria. Podríamos apelar todavía a otras razo· nes para explicar este interés. Estas forman una sinergia que conducirá a Freud a escribir, con siete años de intervalo, dos obras sobre esta cuestión, obras que de ninguna manera se pueden reducir a un simple ejercicio de psicoanálisis apli· cado. En efecto, si Freud insiste tanto en preparar los elemen· tos de una hipótesis sobre las formaciones y los procesos psíquicos en los grupos humanos, es porque persigue con ello la elaboración de conceptos y de problemáticas capitales para la teoría psicoanalítica del inconciente: Tótem y tabú no puede limitarse a ser leído solamente como una especu· ladón del psicoanálisis, aplicada a la génesis de las forma· ciones sociales; Freud revela allí la vertiente paterna del complejo de Edipo, sus componentes narcisistas y homose· xuales; sostiene la hipótesis de las formaciones trans-indi· viduales de la psique, precisa su investigación sobre la tras- misión psíquica y, por consiguiente, sobre el origen y lo ori- ginario. Psú::ología de /,as masas y análisis del yo no es un ensayo de «psicología social» en el sentido en que lo enten· demos hoy: Freud utiliza en efecto esta noción para intro· <lucir dentro de la problemática del psicoanálisis la aper· tura intersubjetiva de los aparatos psíquicos en un lugar que permita entender conjuntamente la estructura del lazo libidinal entre varios sujetos, la función de las identifica· ciones y de los ideales y la formación del yo. El porvenir de una ilusión (1927), El malestar en la cultura (1929) y hasta el último trabajo, Moisés y la religión monoteísta (1939), completarán esta vía de la investigación y la mantendrán abierta. La cuestión del grupo intersubjetívo es, por lo tanto, paraFreud, la ocasión de un nuevo desafío heurístico fun- damental. Le abre un eje de investigación sobre el apunta- lamiento de la realidad psíquica individual en los conjuntos intersubjetivos, precisamente en la realidad psíquica que se forma, circula y se trasforma en los conjuntos y que consti· tuye uno de los soportes del sujeto del inconciente. Es ese, desde mí punto de vista, el sentido y el valor teórico del inte- 41 rés de Freud por los grupos y por las diversas formaciones de los conjuntos intersubjetivos. Asesinato del padre y pacto denegativo identificatorio Esta hipótesis insiste en repetidas ocasiones en el pensa· miento freudiano. Tótem y tabú expone por primera vez cómo se efectúa el paso de la pluralidad de los individuos aislados al agrupamiento: el asesinato del Padre Originario odiado y amado liga en un pacto a los Hermanos asociados en ese asesinato. Generado por la culpabilidad, este pacto denegativo e identificatorio instala la doble interdicción del incesto y asesinato del animal totémico erigido en memoria del Ancestro devenido fundador del grupo; supone y refuer· za identificaciones mutuas y comunes. Como consecuencia de esta trasformación, decisiva en la organización psíquica y en la organización social, y para explicar la trasmisión de las formaciones psíquicas adquiridas en el origen por efecto de esta trasformación, Freud introduce la hipótesis de la «psique de masa»: «En primer lugar, no habrá escapado a nadie que tomamos por base sin restricción la hipótesis (die Annahme) de una psique de masa (einer Massenpsyche) en la cual los procesos psíquicos se cumplen como en la vida psíquica de un sujeto singular (eines einzelnen)» (GW IX, pág. 189). La hipótesis de la psique de masa es para Freud una es· · peculación y lo seguirá siendo hasta tanto se organice algún dispositivo psicoanalítico para ponerla a prueba. En conse· cuenda, debemos preguntarnos por las funciones que cum· ple este postulado en la edificación de la teoría del psico· análisis, por las vías nuevas que abre a la investigación. El modelo propuesto por Freud en Tótem y tabú es el de una trasformación en el orden del agrupamiento: consiste en el desplazamiento desde las investiduras megaloma· níacas y las identificaciones con la omnipotencia atribuida al Padre hacia las investiduras sobre la figura del Hermano y sobre los valores de la cultura. Este desplazamiento es la consecuencia de una crisis, de una ruptura y de una supera· ción que signan el paso del vínculo ahistórico de la horda al vínculo intersubjetiva, histórico y simbólico del grupo fra· terno totémico. Crisis, efectivamente, nacida sin duda del 42 pánico consecutivo al asesinato del jefe cruel y protector de la horda y a la imposibilidad de hacer funcionar repetitiva- mente su sustitución. Freud nos informa sobre esta repen- tina desagregación de las identificaciones cuando, en Psico- logía de las masas y análisis del yo, pone en evidencia lo que podríamos llamar el efecto Holof emes: el general asirio es decapitado, y sus soldados pierden la cabeza. Un movimien- to de brusca y violenta desidentificación ha podido caracte- rizar este desorden de la institución de la horda: la alianza que establecen los Hermanos para consumar el asesinato es seguida de la imposibilidad de remplazar al Padre. No pue· den operar este remplazo como no sea efectuando una mu· tación en el régimen de la culpabilidad y en el régimen de las identificaciones; sólo podrán romper con la repetición y renunciar a la rivalidad imaginaria bajo el efecto de la cul· pabilidad depresiva, y ya no persecutoria, lo que supone que, al lado del odio, se reconozcan los sentimientos de amor que el Padre inspiraba a sus súbditos. fundamentos de la hipótesis de la «psique de mas(])> La hipótesis de la psique de masa se funda sobre al me· nos tres consideraciones: la primera se inscribe en la pre· ocupación freudiana por el problema de la trasmisión psí- quica y de su rol en la etiopatogénesis de las neurosis. Freud sostiene en Tótem y tabú un conjunto de propuestas que adquieren hoy un relieve particular en el debate sobre las trasmisiones inter- y trans-generacionales. Después de ha- ber postulado la existencia de la psique de masa, prosigue: «Admitimos en efecto que un sentimiento de responsa- bilidad ha persistido durante milenios, trasmitiéndose de generación en generación y ligándose a una falta tan anti- gua que en un momento dado los hombres no han debido de conservar de ella el menor recuerdo» (GWIX, pág. 189; trad. fr., pág. 180). Un proceso afectivo que se constituyó en una generación ha podido subsistir en nuevas generaciones que no han conocido las mismas condiciones que la precedente. Seguramente Freud admite que sus hipótesis pueden sus- citar graves objeciones: cualquier otra explicación le sería preferible. Sin embargo, la hipótesis osada que propone le parece, en realidad, capaz de explicar la continuidad y la 43 trasmisión de la vida psíquica: «sin la hipótesis de una psique de masa, de una continuidad de la vida psíquica del hombre que permita no ocuparse de las interrupciones de los actos psíquicos a consecuencia de la desaparición de las existencias individuales, la psicología colectiva, la psico- logía de los pueblos no podría existir. Si los procesos psíqui- cos de una generación no se trasmitieran a otra, no se conti- nuaran en otra, cada una estaría obligada a recomenzar su aprendizaje de la vida» (ibid., GWIX, pág. 190). La cuestión resurge cuando se trata de comprender por qué medios se trasmiten los estados psíquicos de una gene- ración a otra: la trasmisión directa por la tradición no cons- tituye una respuesta satisfactoria porque, para llegar a ser eficaces, las disposiciones psíquicas heredadas de las ge- neraciones anteriores deben ser «estimuladas por ciertos acontecimientos de la vida individual». La idea moderna de la epigénesis es introducida desde 1914 por Freud quien, por primera vez, cita las palabras que Goethe hace decir a su Fausto: «lo que has heredado de tus padres, para poseer- lo, gánalo». Estamos lejos aquí de todo voluntarismo: lo que el sujeto reencuentra en el acontecimiento es lo que su es· tructura le permite reencontrar; el reencuentro manifiesta, actualiza y trasforma un ya-ahí del lado del sujeto. Pero, del lado de la historia y del lado del conjunto insisten en tras- mitirse «procesos», «actos», «tendencias» que el sujeto here- da, en tanto es el eslabón de la cadena que asegura la con- tinuidad de la vida psíquica: «El problema parecería mucho más difícil todavía si tuviésemos razones para admitir la existencia de hechos psíquicos susceptibles de una repre- sión tal que desapareciesen sin dejar rastros. Pero hechos semejantes no existen. Cualquiera que sea la fuerza de la represión, una tendencia no desaparecería jamás al punto de no dejar tras sí algún sustituto que, a su tumo, se con· vierta en el punto de partida de determinadas reacciones. Nos vemos forzados entonces a admitir que no hay proceso psíquico más o menos importante que una generación sea capaz de sustraer a !.a que !.a sigue» (ibid., GW IX, pág. 191; trad. fr., pág. 182; las bastardillas son de Freud). Así funciona la cadena. Freud la analiza en los términos de su hipótesis principal: en la psique de masa, los procesos psíquicos se cumplen como los que tienen por sede la psique individual. Ninguna tendencia desaparece: reprimida, deja 44 un sustituto, una huella, que sigue su camino hasta que toma cuerpo y significación para un sujeto singular. La huella insiste, la generación, el conjunto, el grupo no son allí amos, no más que el sujeto. Lo que se trasmite es pues una huella, y algo más que una huella: un resto. Nada puede ser abolido que no aparezca, tarde o temprano, como signo de lo que no ha sido, o de lo que no pudo ser reconocido y simboli- zado por las generaciones precedentes. La huella continúa sus efectos -de sentido yde no sentido- a través de los Otros a quienes liga juntos: lo que se trasmite es, para Freud, la huella del asesinato originario, las formaciones sustitutivas que de él derivaron, la culpabilidad, pero tam- bién los sueños de deseos irrealizados, de donde proceden los significantes del narcisismo primario: el Niño-Rey, el Ancestro, el Niño-Ancestro, el Espíritu de cuerpo, la Fami· lia, el Grupo, la Estirpe. El aparato de interpretar La noción de un «Apparat zu deuten», que Freud intro- duce en las últimas páginas de Tótem y tabú, mantiene abierta la interrogación sobre este problema de la herencia filogenética: «El psicoanálisis nos ha mostrado que todo ser humano posee, en la actividad inconciente de su espíritu, un aparato que le permite interpretar (einen Apparat zu deuten) las reacciones de los otros seres humanos, es decir, corregir las deformaciones que el otro hizo sufrir a la ex- presión del movimiento de sus sentimientos. Por la vía de esta comprensión inconciente de las costumbres, de las ceremonias y de los preceptos que han dejado huella de la actitud primitiva con respecto al Padre originario, las gene· raciones posteriores han podido hacerse cargo de esta he· rencia de sentimientos» (GW IX, pág. 191). El aparato de interpretar es también un aparato para producir trasformaciones y significaciones; es una función de la actividad asociativa, disociativa y significante de la psique misma: es parte constituyente de la psique de masa, su retrasmisión en el sujeto singular. 45 Tótem y tabú como «elaboratori0» de la teoría Al lado de este primer conjunto de preocupaciones que sostienen la hipótesis de la <<psique de masa», existe un se· gundo: la inquietud, constante en Freud, de dar al psico· análisis el fundamento más amplio posible, de proseguir la elaboración de sus conceptos teóricos básicos. Freud pro- cede de dos maneras complementarias: los pone a prueba fuera de la situación estrictamente psicoanalítica de la cura de adultos neuróticos, en el campo de las creaciones indivi- duales o colectivas, en el de la vida social, de la cultura y de las instituciones; de este modo continúa en Tótem y tabú la elaboración del complejo de Edipo, las investigaciones sobre la neurosis obsesiva y sobre el pensamiento mágico. Esta gestión de validación se completa con la que exige la heurís- tica. Freud encuentra en estos campos ajenos a la situación de la cura un terreno favorable para la construcción de nuevos conceptos: la problemática de las identificaciones, del análisis del yo y de la segunda teoría del aparato psí- quico se enunciarán tomando apoyo en objetos que no se incluyen directamente en la situación psicoanalítica. Freud los crea en el dominio de la «psicología social». Los textos llamados «de psicoanálisis aplicado», lejos de tener por única razón de ser la de extender el campo de competencia o de pertinencia del psicoanálisis, son textos de creación del psicoanálisis mismo; conducen a Freud a ese rodeo «de ex- tra-muros» de la situación princeps del psicoanálisis. Un número importante de ellos -de Tótem y tabú a Moisés y la religión monoteísta- son también textos en los cuales Freud hace un trabajo de perlaboracíón de algunas de sus propias interrogaciones sobre el origen, sobre su lugar de Ancestro y de hijo, de Padre y de Heredero. Lo he destacado en muchas ocasiones: Tótem y tabú es también una respues- ta de Freud a un problema de trasmisión del psicoanálisis como tal. El devenir de la institución del psicoanálisis y de la herencia que rehúsa Jung, el Kronprinz ausente, está en el centro de la elaboración teórica, que revela la segunda cara del complejo de Edipo, esta vez del lado del «complejo paterno» y del narcisismo, del lado del Padre-Freud. Desde esta perspectiva, la hipótesis de una psique de masa (Massenpsyche) o de un alma de grupo (Gruppen- seele), adelantada por Freud en Tótem y tabú como con- 46 clusión de su estudio, no es la pura y simple trasposición de una noción tomada en préstamo de la psicología de los pue- blos, la etnología o la psicología social de su tiempo. Retoma· da y elaborada por él en varios pasajes y en tiempos sucesi- vos de su obra, pasa a ser la organizadora de un nuevo tra- bajo de investigación para el psicoanálisis: la hipótesis de la psique de grupo supone que existen formaciones y proce- sos psíquicos inherentes a los conjuntos intersubjetivos; en consecuencia, la realidad psíquica no está enteramente lo- calizada en el sujeto considerado en su singularidad. En los conjuntos, por el hecho del agrupamiento, un cierto arreglo de la psique se produce, y este acoplamwnto [appareillage], así lo llamo, define la realidad psíquica que especifica la psique de grupo. Tres modelos van a intentar dar razón de los procesos psíquicos del agrupamiento. El tercer punto de apoyo de la hipótesis de la psique de masa está en estrecha correlación con los dos primeros; se explicita en Introducción del narcisismo (1914) y en Psico- logía de las masas y análisis del yo, desde el momento en que Freud percibe la doble determinación tópica, económica y dinámica de la psique, la doble lógica que constituye al sujeto: ser para sí mismo su propio fin y ser eslabón, here· dero y beneficiario de la cadena. Freud confiere al conjunto intersubjetivo un indicio de realidad psíquica: supone for· maciones y procesos en los cuales la consistencia y la orga- nización dependen del conjunto en cuanto tal. Este es el se- gundo alerón de su «psicología social». Los tres modelos del agrupamiento Freud no se limita a suponer una psique de grupo: de 1912 a 1938, de Tótem y tabú a Moisés y la religión mono- teísta, propone modelos teóricos para explicar formaciones y procesos de la realidad psíquica que intervienen en el paso cualitativo del individuo a la serie, de la serie al conjunto intersubjetivo organizado. Psicología de las masas y análisis del yo es la oportuni- dad para proponer un segundo modelo del proceso psíquico de agrupamiento. Se recuerda el primer modelo, que se or· ganiza sobre la ficción teórico-mítica del asesinato del Padre de los orígenes y sobre el pacto denegativo identificatorio 47 que conciertan los hermanos al instituir la Interdicción, que ellos han trasgredido, en Ley organizadora de su estructura psíquica y de sus vínculos intersubjetivos. Con el segundo modelo, la identificación es el eje que ordena la estructura libidinal de los vínculos en los conjun- tos. Una de las consecuencias de las identificaciones mu- tuas, comunes y centrales, por las cuales se efectúa la tras- lación (y la trasformación) de las formaciones intrapsíqui- cas sobre una figura común e idealizada es la formación de lo que Freud designa, en francés, como «l'esprit de corpS». Notemos que esta trasferencia implica para cada sujeto un abandono, una cierta pérdida, pero también una ganancia: «l'esprit de corps» es su premio. Esta noción está ya presente en Introducción del narcisismo, que precede en siete años al texto de 1921 y sigue inmediatamente a Tótem y tabú: en «la cadena» que apuntala el narcisismo primario del Niño-Rey, se sitúa del lado del sujeto el ideal del yo, heredero de la re- lación primitiva con el Progenitor narcisista, mientras que esta misma formación ejerce su función del lado del conjun- to: «Desde el ideal del yo -escribe--, una vía importante conduce a la comprensión de la psicología colectiva. Además de su vertiente individual, este ideal tiene un lado social, es también el ideal común de una familia, de una clase, de una nación» (GWX, pág. 169; trad. fr., 1969, pág. 105). La idea de la psique de masa adquiere todavía nuevos contenidos cuando en Psicología de las masas y análisis del yo Freud define lo que conviene entender por psicología de las masas. Recordemos que se ha fijado un primer objetivo a este nuevo espacio de la investigación psicoanalítica: el aná- lisis del sujeto singular en tanto miembro y parte de un con- junto
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