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HABILIDADES SOCIALES Teoría, investigación e intervención 2 PROYECTO EDITORIAL SÍNTESIS PSICOLOGÍA Director: Juan Mayor Área de publicación: PSICOLOGÍA SOCIAL Coordinador: José M.a Peiró 3 HABILIDADES SOCIALES Teoría, investigación e intervención Editores: Francisco Gil José M.ª León Rubio 4 Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A. © Francisco Gil José M.ª León © EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallehermoso, 34 – 28015 Madrid Teléf.: 91 593 20 98 http://www.sintesis.com ISBN: 978-84-995847-8-2 Impreso en España ‒ Printed in Spain 5 http://www.sintesis.com RELACIÓN DE AUTORES Caballo, Vicente E. Profesor titular del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad de Granada. Autor de distintos manuales y publicaciones centrados en la evaluación y entrenamiento de las habilidades sociales en el ámbito clínico. Autor de diferentes instrumentos de evaluación de las habilidades sociales de amplia utilización. Cantero Sánchez, Francisco Javier Profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Huelva. Autor de distintas publicaciones sobre la aplicación de los entrenamientos en habilidades sociales para la formación de los profesionales de los servicios de salud, ámbito en el que es uno de los especialistas más cualificados. García-Vera, María Paz Profesora del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid en donde obtuvo su doctorado en Psicología. Especialista en la aplicación de técnicas de terapia de conducta en el campo de la Psicología de la Salud. Sus investigaciones incluyen trabajos sobre la elaboración de instrumentos de evaluación de las habilidades sociales y sobre la aplicación del entrenamiento en habilidades sociales en trastornos relacionados con el estrés. Gil Rodríguez, Francisco Profesor titular del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Autor de distintos manuales y publicaciones sobre los entrenamientos en habilidades sociales en el ámbito de la salud y en el contexto de las organizaciones. Ha dirigido distintos proyectos de investigación centrados en la aplicación de estas técnicas a la formación de recursos humanos, y particularmente al entrenamiento de habilidades directivas y para trabajar en equipo. Jiménez García-Bóveda, Rosa Psicóloga Clínica. Desarrolla su actividad profesional en el Centro de Salud Mental Comunitario del Distrito Macarena (Sevilla). Experta en la aplicación de los entrenamientos en habilidades sociales con pacientes esquizofrénicos. 6 León Rubio, José María Profesor titular del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Sevilla. Experto en Psicología de la Salud, sobre la que ha realizado distintas publicaciones. Ha llevado a cabo, con el equipo de trabajo que él mismo coordina, importantes investigaciones sobre las habilidades sociales de los profesionales de la salud, tema sobre el que ha publicado varios manuales y artículos. Ha dirigido asimismo investigaciones sobre las habilidades sociales de personas ciegas y con deficiencia visual. Medina Anzano, Silvia Profesora del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Sevilla. Experta en Psicología de la Salud. Ha participado en importantes investigaciones sobre las habilidades sociales de los profesionales de la salud y de forma particular sobre las habilidades sociales de personas ciegas y con deficiencia visual, tema sobre el que ha publicado en varias ocasiones. Ovejero Bernal, Anastasio Profesor titular del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Oviedo. Su ámbito de trabajo ha abarcado distintas áreas de la Psicología Social y especialmente la Psicología Social de la Educación, sobre la que publicado distintos manuales y artículos y ha coordinado distintas actividades científicas. Sanz, Jesús Profesor Titular del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Psicología por esa misma Universidad. Su área de investigación está centrada en los procesos cognitivos en la ansiedad social y en la depresión, habiendo participado en la elaboración y adaptación de distintos instrumentos para la medida de las habilidades sociales, la ansiedad social, y las variables cognitivas relacionadas con ambos constructos. Vázquez Morejón, Antonio J. Psicólogo Clínico. Desarrolla su actividad profesional en el Centro de Salud Mental Comunitario del Distrito Guadalquivir (Sevilla). Experto en la aplicación de los entrenamientos en habilidades sociales con pacientes esquizofrénicos. 7 ÍNDICE PRESENTACIÓN CAPÍTULO 1: APROXIMACIÓN CONCEPTUAL A LAS HABILIDADES SOCIALES J. M.ª León Rubio y S. Medina Anzano 1.1. Introducción 1.2. Concepto de habilidad social 1.3. Niveles de análisis y dimensiones de las habilidades sociales 1.4. Importancia de las habilidades sociales: ajuste psicosocial 1.5. Modelos explicativos de las habilidades sociales 1.5.1. Teoría del aprendizaje social 1.5.2. El análisis experimental de la ejecución social 1.5.3. Modelos interactivos 1.6. Balance final CAPÍTULO 2: EVALUACIÓN DE LAS HABILIDADES SOCIALES J. Sanz, F. Gil y M.ª P. García-Vera 2.1. Introducción 2.1.1. ¿Qué evaluar? 2.1.2. ¿Para qué evaluar? 2.2. Características de los métodos de evaluación de las habilidades sociales 2.2.1. Características psicométricas 2.2.2. Características prácticas 2.3. Métodos, técnicas e instrumentos de evaluación de las habilidades sociales 2.3.1. Cuestionarios, escalas e inventarios 2.3.2. Entrevista 2.3.3. Observación conductual 2.4. Conclusiones 8 CAPÍTULO 3: ENTRENAMIENTOS EN HABILIDADES SOCIALES M.ª P. García-Vera, J. Sanz y F. Gil 3.1. Introducción. Ejemplo de dificultades de relación interpersonal 3.2. Aspectos conceptuales implicados en los entrenamientos 3.2.1. ¿Qué componentes de las habilidades sociales se deben entrenar? 3.2.2. ¿Qué importancia tiene entrenar las habilidades sociales? 3.2.3. ¿Se pueden mejorar las habilidades sociales? 3.3. Características, ventajas y eficacia de los entrenamientos en habilidades sociales 3.3.1. Características de los EHS 3.3.2. Principales ventajas de los EHS 3.3.3. ¿Por qué son eficaces los EHS? 3.4. Pasos para desarrollar un EHS: planificación y aplicación 3.5. Planificación: delimitación de los objetivos y de las condiciones iniciales de aplicación 3.5.1. ¿Cómo especificar los objetivos? 3.5.2. ¿Qué condiciones de aplicación deben considerarse? 3.5.3. ¿Por qué los EHS suelen aplicarse en grupo? 3.6. Aplicación: preparación, adquisición y generalización 3.6.1. ¿Cómo hacer la preparación? 3.6.2. ¿Cómo entrenar la adquisición? 3.6.3. ¿Cómo favorecer la generalización? CAPÍTULO 4: EL ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES SOCIALES COMO ESTRATEGIA DE INTERVENCIÓN EN LOS TRASTORNOS PSICOLÓGICOS V. E. Caballo 4.1. Introducción 4.2. Dimensiones de las habilidades sociales 4.3. La conducta socialmente inadecuada y su entrenamiento 4.3.1. El formato del EHS en el área clínica 4.4. Aplicación del EHS a los problemas psicológicos 4.4.1. La inadecuación de la conducta interpersonal en los trastornos psicológicos 4.5. Conclusiones CAPÍTULO 5: LA FORMACIÓN DEL PROFESIONAL DE LA 9 INTERVENCIÓN SOCIAL Y COMUNITARIA EN HABILIDADES SOCIALES J. M.ª León Rubio, F. Gil, S. Medina Anzano y F. J. Cantero Sánchez 5.1. Introducción 5.2. Programas de entrenamiento en habilidades sociales en la intervención social y comunitaria 5.2.1. Programas para la promoción social de niños y jóvenes 5.2.2. Programas para promover la integración y participación de las personas mayores, favorecer su mantenimiento en el medio habitual y evitar su marginación 5.2.3. Programas para la integración social de laspersonas con deficiencias físicas, psíquicas y sensoriales 5.2.4. Programas para la prevención y reinserción social del drogadicto 5.2.5. Programas para la prevención de la delincuencia, el tratamiento del comportamiento antisocial y la reinserción social de exreclusos 5.3. Habilidades sociales para la formación de los profesionales de la intervención 5.3.1. Habilidades orientadas a la relación entre el profesional y el usuario 5.3.2. Promover un equipo de trabajo multidisciplinar eficiente CAPÍTULO 6: ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES SOCIALES A ESQUIZOFRÉNICOS EN UN CENTRO DE SALUD DE DISTRITO R. Jiménez García-Bóveda y A. J. Vázquez Morejón 6.1. Introducción 6.2. Programas de EHS para la esquizofrenia 6.2.1. Grado de estructuración 6.2.2. Duración e intensidad 6.2.3. Modelos de entrenamiento 6.2.4. Áreas de entrenamiento 6.2.5. Composición de los grupos: número y homogeneidad 6.2.6. Fase y lugar de aplicación 6.2.7. Estrategias de generalización 6.2.8. Estrategias de mantenimiento 6.2.9. Contextualización 6.3. Una experiencia de entrenamiento en un centro de salud mental de distrito 6.3.1. ¿Cómo se procedió? 10 6.3.2. ¿En qué medida resultó efectivo el programa? 6.4. Balance final CAPÍTULO 7: EL ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES SOCIALES. UN INSTRUMENTO PARA LA INTEGRACIÓN SOCIAL DE LAS PERSONAS CIEGAS Y DEFICIENTES VISUALES S. Medina Anzano y J. M.ª León Rubio 7.1 Introducción 7.2. Habilidades sociales en ciegos y deficientes visuales 7.3. Evaluación y deficiencias específicas de los invidentes en habilidades sociales 7.4. Aspectos metodológicos de los EHS diseñados para invidentes 7.5. Balance final CAPÍTULO 8: LAS HABILIDADES SOCIALES Y SU ENTRENAMIENTO EN EL ÁMBITO ESCOLAR A. Ovejero Bernal 8.1. Introducción 8.2. Importancia de las habilidades sociales infantiles 8.3. Ámbitos de intervención escolar en habilidades sociales 8.3.1. Nivel macro o molar 8.3.2. Nivel intermedio 8.3.3. Nivel micro o molecular 8.4. Programas concretos de intervención escolar 8.4.1. Evaluación de las habilidades sociales en niños 8.4.2. Intervención en habilidades sociales en niños 8.4.3. Programas de entrenamiento de las habilidades sociales en el ámbito escolar 8.5. Conclusión CAPÍTULO 9: HABILIDADES SOCIALES EN EL TRABAJO Y EN LAS ORGANIZACIONES F. Gil 9.1. Introducción 11 9.2. Habilidades sociales demandadas por los cambios y nuevos movimientos 9.3. Habilidades sociales en el sistema de gestión de competencias 9.4. Entrenamientos en habilidades sociales para la formación de recursos humanos 9.5. Habilidades de dirección y liderazgo 9.6. Habilidades interculturales BIBLIOGRAFÍA 12 PRESENTACIÓN Las habilidades sociales constituyen recursos indispensables para realizar actividades fundamentales en la vida, como son relacionarnos con los demás, realizar amistades y desarrollar redes sociales, trabajar en equipo, prestar servicios profesionales de calidad a clientes, etc. El continuo cambio y las profundas transformaciones que actualmente se están registrando en la sociedad (como son, en el ámbito laboral, la globalización de mercados, el surgimiento de nuevas formas de producción y de tipos de trabajo, la incorporación de nuevos trabajadores, etc.), lejos de menoscabar la importancia de las habilidades sociales, potencian su uso, urgiendo a todos los profesionales, con independencia de la función o cargo que desempeñen, a realizar una mayor utilización de las mismas con el fin de afrontar las nuevas demandas (integrar a trabajadores de distintos contextos culturales, crear y dirigir equipos de trabajo eficientes, establecer relaciones directas con proveedores y clientes, etc.) y ofrecer un servicio de mayor calidad. La investigación y las intervenciones realizadas afianzan un área de estudio y aplicación en constante desarrollo, y en la que afortunadamente ya empieza a ser relevante la contribución de investigadores y profesionales españoles. La valoración de los resultados obtenidos ha oscilado entre posturas extremas: críticas acérrimas (se han censurado los “abusos” cometidos) y elogios enardecidos (se ha considerado este enfoque como un “movimiento sociopolítico” o “una de las contribuciones heurísticas más importantes al conocimiento psicológico y social que acontezca en décadas”), posturas que necesariamente deben dejar paso a una reflexión serena que posibilite un análisis objetivo de qué se está haciendo y cómo. Hay, no obstante, sobradas razones para dibujar un futuro prometedor: la consistencia del enfoque, constantemente enriquecido por las contribuciones de distintas disciplinas científicas; la potencia de sus técnicas, de eficacia contrastada y en clara ventaja respecto a otros procedimientos; el amplio espectro de contextos de aplicación, que abarca a todo tipo de escenarios y ámbitos sociales; etc. El presente manual pretende avanzar en esa dirección, aportando conocimientos consolidados y actuales de distintas disciplinas, refrendados por la evidencia empírica disponible y por la experiencia que poseen sus autores en el uso de sus técnicas (los entrenamientos en habilidades sociales EHS). El intento de los coordinadores de esta obra ‒y en ese sentido su posible mérito o fracaso‒ no ha sido otro sino el de recopilar las aportaciones más relevantes de todos aquellos autores, profesionales e investigadores, cuya actividad formativa o de intervención gira en torno al estudio o aplicación de los EHS en una gran variedad de ámbitos. Se ha pretendido por tanto dar a conocer el fruto 13 de investigaciones y de aplicaciones realizadas en nuestro entorno sobre este tema, sobre el que de un tiempo a esta parte (aunque de forma muy desigual respecto a lo publicado en otros países) se viene desarrollando una importante producción bibliográfica propia. Esta producción, aparte de numerosas contribuciones realizadas en publicaciones periódicas, abarca hasta el presente compilaciones y programas específicos centrados en el ámbito clínico y de la salud (Caballo, 1988 y 1993; Gil et al., 1991 y 1992; León y Jarana, 1990), en el ámbito escolar (Álvarez, 1996; Álvarez et al., 1990; García, 1994; Monjas, 1993; Román, 1996; Vallés y Vallés, 1996), en el ámbito social y comunitario (Costa y López, 1991; Verdugo et al., 1997), y en el de las organizaciones (Costa y López, 1996; Gil y García Saiz, 1993). El objetivo del presente manual es completar las obras anteriores y a la vez constituir un estímulo para posteriores trabajos. Con el fin de dar una visión panorámica y conjunta de todos los ámbitos de intervención ‒aspecto éste ausente en las anteriores publicaciones‒ y sin descuidar los rudimentos conceptuales, metodológicos y técnicos sobre los que se fundamentan los EHS, este manual se ha estructurado de la siguiente forma: los tres primeros capítulos abordan las principales cuestiones conceptuales (Capítulo 1: “Aproximación conceptual a las habilidades sociales”) y cuestiones técnicas relativas éstas tanto a la evaluación (Capítulo 2: “Evaluación de las habilidades sociales”) como al entrenamiento (Capítulo 3: “Entrenamientos en habilidades sociales”). Los restantes capítulos abordan distintos ámbitos de aplicación, como es el ámbito clínico y de la salud (Capítulo 4: “El entrenamiento en habilidades sociales como estrategia de intervención en los trastornos psicológicos”); el ámbito social y comunitario (Capítulo 5: “La formación del profesional de la intervención social y comunitaria en habilidades sociales”; Capítulo 6: “Entrenamiento en habilidades sociales a esquizofrénicos en un centro de salud de distrito”; y Capítulo 7: “El entrenamiento en habilidades sociales un instrumento para la integración social de las personas ciegas y deficientes visuales”), el ámbito escolar (Capítulo 8: “Las habilidades sociales y su entrenamiento en el ámbito escolar”), y el ámbito del trabajo y de las organizaciones (Capítulo 9: “Habilidades sociales en el trabajo y en las organizaciones”). Finalmente no podemos concluir esta presentación sin mostrar nuestro agradecimiento a los auténticos protagonistasde esta obra, a todo el conjunto de autores que han hecho un gran esfuerzo por verter en estas páginas sus conocimientos y, especialmente, su “saber hacer”, sus competencias y habilidades, confrontadas en contextos y ámbitos de intervención muy diferentes y en algunos casos extremadamente difíciles y complejos. Francisco Gil y José M.ª León Rubio 14 CAPÍTULO 1 APROXIMACIÓN CONCEPTUAL A LAS HABILIDADES SOCIALES José María León Rubio Silvia Medina Anzano 15 1.1. Introducción Hoy en día, el desempeño de cualquier rol profesional exige conocer y dominar, junto a capacidades conceptuales (conocimientos sobre la materia) y técnicas (manejo instrumental), un conjunto de habilidades sociales (HHSS) que permitan al profesional crear una relación eficaz y satisfactoria con los demás: sus compañeros y clientes o usuarios. Sin embargo, el aprendizaje de estas habilidades sociales es desigual, pues aunque las capacidades conceptuales y técnicas suelen formar parte de cualquier currículum académico, las HHSS se suelen adquirir con la experiencia profesional. Incluso hay quien piensa que éstas se desarrollarán o no en función de características personales, es decir, que la capacidad para establecer y mantener relaciones y comunicaciones eficaces con los demás sólo la poseen aquellas personas que por naturaleza son simpáticas, agradables, tienen buen humor, etc. Por lo que su aprendizaje, con frecuencia, se deja en manos del azar o de la idiosincrasia personal. Para nosotros, el que un arquitecto logre convencer a una comisión de que su proyecto es el que mejor soluciona los problemas de vivienda que le plantean, o el que un paciente, tras una conversación con su médico, se sienta motivado a seguir las prescripciones de éste, o el que un profesor sea capaz de transmitir a sus alumnos no sólo conocimientos sino también una actitud favorable hacia la materia, son asuntos tan importantes que no deberían dejarse en manos del azar o de características exclusivamente personales. En nuestra opinión, todos estos casos vienen a significar que una persona es capaz de emitir, en determinadas circunstancias, un comportamiento eficaz en cuanto al logro del objetivo que se perseguía; esto es, que las HHSS no son una característica de la persona, sino de la conducta de ésta, y que como cualquier otro comportamiento son susceptibles de aprendizaje. Además no son patrones rígidos de comportamiento, sino reglas de actuación útiles en diferentes situaciones y contextos. Luego el desarrollo de las HHSS exige el conocimiento de aquellos procesos implicados en su adquisición. Por tanto, en el presente capítulo nos hemos propuesto el objetivo de presentar las bases conceptuales del tema, lo que supone delimitar sus características esenciales, abordar el problema de los niveles de análisis y dimensiones de la habilidad social, para finalizar con el análisis de las funciones que cumplen y la consideración de los distintos modelos explicativos. 16 1.2. Concepto de habilidad social Como indica Furnham (1992), con el término habilidad social se hace referencia a las capacidades o aptitudes empleadas por un individuo cuando interactúa con otras personas en un nivel interpersonal. Como ocurre con todos aquellos conceptos que están formulados de manera amplia, el de habilidad social ha generado diversas definiciones en un intento por delimitarlo, pese a lo cual es posible observar entre las mismas cierta unidad conceptual. Veamos algunas de ellas. — Desde una óptica conductista, para Libert y Lewinsohn (1973, p. 304), habilidad social es “la capacidad para ejecutar una conducta que refuerce positivamente a otros o evite que seamos castigados por los otros”. — Secord y Backman (1976, p. 407), desde la teoría psicosocial de los roles, lo definen como “la capacidad de jugar el rol, es decir, de cumplir fielmente con las expectativas que los otros tienen respecto a mí como ocupante de un estatus en la situación dada”. — Desde una visión clínica, para Hersen y Bellack (1977, p. 512) es “la capacidad de expresar interpersonalmente sentimientos positivos y negativos sin que dé como resultado una pérdida de reforzamiento social”. — Phillips (1978, p. 13), desde una orientación intencionalista, señala “la medida en que una persona puede comunicarse con otros de una manera que asegure los propios derechos, requerimientos, satisfacciones u obligaciones, en un grado razonable, sin afectar a los derechos similares de las otras personas”. — Desde una perspectiva interaccionista, para Blanco (1982, p. 568) es “la capacidad que el individuo posee de percibir, entender, descifrar y responder a los estímulos sociales en general, especialmente a aquellos que provienen del comportamiento de los demás”. — Por último, García-Sáiz y Gil (1992, p. 50) hacen referencia a “comportamientos aprendidos que se manifiestan en situaciones de interacción social, orientados a la obtención de distintos objetivos, para lo cual han de adecuarse a las exigencias situacionales”. De todo lo apuntado se desprenden cuatro características que delimitan, a nuestro entender, este concepto. En primer lugar, su carácter aprendido. En segundo lugar, la conciencia de complementariedad e interdependencia de la habilidad social; es decir, todo comportamiento social exige tratar de entender el punto de vista del otro y la proyección de una autoimagen. En tercer lugar, el hecho de que la actualización o desempeño de las HHSS requiere no sólo la adaptabilidad de sus componentes a la situación social, sino que además los objetivos que se persiguen con dicha actualización son únicamente comprensibles en situaciones sociales específicas. Y en cuarto lugar, la habilidad social es considerada como sinónimo de eficacia del comportamiento interpersonal. Luego la habilidad social podría ser definida como la capacidad de ejecutar aquellas 17 conductas aprendidas que cubren nuestras necesidades de comunicación interpersonal y/o responden a las exigencias y demandas de las situaciones sociales de forma efectiva, o si se prefiere, es una clase de respuestas pertinentes para desempeñar con eficacia las siguientes funciones: — Conseguir reforzadores en situaciones de interacción social. — Mantener o mejorar la relación con otra persona en la interacción interpersonal. — Impedir el bloqueo del refuerzo social o mediado socialmente. — Mantener la autoestima y disminuir el estrés asociado a situaciones interpersonales conflictivas. 18 1.3. Niveles de análisis y dimensiones de las habilidades sociales El enfoque de las HHSS utiliza distintos niveles de análisis, así como distintas dimensiones (Gil y otros, 1992). De los primeros podemos destacar los siguientes: — En primer lugar, el nivel denominado molecular, que toma como punto de referencia componentes conductuales específicos y observables de las HHSS (por ejemplo, el número de cambios de postura, el número de movimientos de las piernas, el número de palabras dichas, etc.), preocupándose por su medición objetiva, para así lograr evaluaciones válidas y fiables. En este nivel, los elementos de las HHSS suelen ser medidos como variables continuas o como categorías discretas de conducta. Es aquí donde se encuadran los autores que defienden un punto de vista conductista ortodoxo, como por ejemplo Liberman et al. (1975; 1989). — En segundo lugar, el nivel molar, que considera a dos o más elementos componentes de las HHSS y a sus interacciones a la hora de configurar la capacidad de actuar con efectividad en una clase de situaciones, como por ejemplo en las entrevistas laborales o en la defensa de nuestros derechos frente a la presión del grupo. En este caso las evaluaciones de las HHSS suelen ser generales y subjetivas, empleándose típicamente escalas sobre el impacto del comportamiento del sujeto en los demás. Aquí se suelen situar aquellos autores dedicados al entrenamiento asertivo, como por ejemplo Galassi y Galassi (1978). — En un tercer y último lugar tenemos el nivel intermedio, que se centra en la interacción delos juicios globales y de las medidas moleculares, es decir, en la relevancia social de ciertas respuestas o patrones de conducta y en la especificidad metodológica de su evaluación. Este compromiso de medición de las HHSS encuentra su justificación en las críticas vertidas sobre los anteriores niveles o enfoques. Veamos algunos de los principales problemas de este enfoque. 1. Genera evaluaciones con una buena validez aparente, sustentadas en datos altamente fiables, pero de escaso valor o impacto social, dado que éste suele estar determinado por un complejo patrón de respuestas que tienen lugar en conjunción con las de la otra persona durante la interacción, y no con la duración, frecuencia o presencia-ausencia de un determinado componente conductual. 2. No existen criterios empíricos para la selección de los elementos componentes de las HHSS. Éstos son seleccionados en función de su validez aparente, que lógicamente varía de un autor a otro (véase al respecto la revisión efectuada por 19 Caballo, en 1987, sobre los componentes conductuales de las HHSS empleados en 90 estudios publicados entre 1970 y 1986). 3. Salvo excepciones, como es el caso de la expresión facial de las emociones (véase León, Medina y Paño, 1995), también se carece de una base empírica para determinar cómo se relacionan entre sí los componentes moleculares para producir una conducta de naturaleza molar socialmente hábil. Por otra parte, al enfoque molar se le formulan las siguientes críticas: 1. Escasa fiabilidad de sus datos. 2. Falta de criterios que permitan indicar qué es lo que específicamente está haciendo bien o mal el sujeto o si éste está concentrado en la efectividad de la respuesta (impacto social de la misma) o en su reacción personal hacia determinado tipo de situaciones. Como señalamos anteriormente, estas críticas justifican que se adopte un enfoque intermedio, aprovechando así las ventajas de los otros dos enfoques y soslayando las desventajas de ambos. En cuanto a las dimensiones o componentes de las HHSS, tradicionalmente se ha establecido la distinción entre elementos conductuales, cognitivos y psicofisiológicos, aunque estos últimos han sido poco estudiados. Hoy, con el interés por construir estrategias de evaluación socialmente válidas (Gil, León y García Sáiz, 1995), se ha añadido a estos elementos algunos factores psicosociales implicados en la manifestación del comportamiento socialmente hábil. Entre ellos se puede destacar algunos, como variables sociodemográficas, características derivadas de la pertenencia a determinados grupos o categorías sociales y procesos propios del desempeño de roles (véase al respecto Argyle, 1980, 1983; Blanco, 1982). 20 1.4. Importancia de las habilidades sociales: ajuste psicosocial Sullivan, en una obra clásica de la Psiquiatría (Sullivan, 1953), sugirió que las enfermedades mentales eran, ante todo, perturbaciones de la conducta social. Sugerencia de la que se han hecho eco, como era lógico, no pocos especialistas en el tema de las HHSS, algunos tan relevantes como Argyle (1983, Cap. 9). Entre estos especialistas está cada vez más extendida la idea de que los déficit en HHSS podrían conducir al desajuste psicológico, y no los consideran una consecuencia o síntoma de la psicopatología (Gilbert y Connolly, 1995). A este respecto sería útil recurrir a Phillips (1978) quien, al resumir sus investigaciones sobre competencia social1 y esquizofrenia, llega a la conclusión de que la falta de HHSS es el déficit básico o más característico de cualquier tipo de trastorno psicológico, ya que la carencia de habilidades sociales da lugar a que la persona emplee estrategias desadaptativas para resolver sus problemas o conflictos, que generalmente son de carácter social. En consecuencia, parece posible concebir el buen funcionamiento social como un prerrequisito para el ajuste psicológico, más que considerar la conducta interpersonal actual como sintomática o secundaria a un trastorno psicopatológico, como ha sido abordada en las teorías tradicionales de la psicopatología de orientación interpersonal (véase al respecto Kelly, 1987, pp. 26 y ss. y, más recientemente, Gilbert y Connoly, op.cit.). Probablemente, este cambio de orientación está en la base de la enorme atención que en los últimos años ha recibido el estudio de las HHSS en los niños y adolescentes, acumulándose un considerable número de resultados que demuestran las relaciones existentes entre la competencia social infantil y el posterior ajuste psicosocial y académico (véase al respecto Van Hasselt et al., 1979; Michelson et al., 1987). Ahora bien, con independencia de que los déficit en HHSS sean causa o efecto, o un proceso concurrente a la aparición de un trastorno psicológico y ambos el resultado de un tercer factor no determinado, lo obvio es que siempre serán objeto de intervención, pues ya sea como factor causal, de predisposición, sostén, concurrente o aumentador del trastorno, tales déficit se convierten en uno de los objetivos básicos del tratamiento (véase Caballo, 1993), siendo necesario determinar los procesos y mecanismos implicados en la adquisición de dichas habilidades para así poder explicar, también, el porqué de la incompetencia social. En fin, se impone la tarea de exponer las distintas estructuras de análisis que se han propuesto para dar cuenta de los procesos y mecanismos subyacentes a la adquisición de las HHSS. 21 1.5. Modelos explicativos de las habilidades sociales La adopción de la definición anteriormente expuesta, y nuestra posición respecto a los niveles de análisis y dimensiones de la habilidad social, supone que en nuestra opinión la probabilidad de ocurrencia de una respuesta socialmente competente en cualquier situación crítica está determinada por factores ambientales, personales y sobre todo, por la interacción de ambos. En virtud de lo anterior, consideramos que el marco conceptual que más nos ayuda a comprender por qué y cómo un sujeto adquiere una determinada habilidad social es el de los modelos interactivos, precisamente denominados así porque enfatizan el papel de las interacciones entre el ambiente y la persona para producir una determinada conducta. Ahora bien, antes de exponer estos modelos interactivos haremos un breve repaso de las distintas aproximaciones desarrolladas en esta dirección con el fin de que el lector disponga de la información necesaria para aproximarse críticamente al tema que nos ocupa. 1.5.1. Teoría del aprendizaje social Genéricamente, bajo esta denominación encontramos aquellas tentativas de explicar el comportamiento humano y aspectos de la personalidad haciendo referencia a principios extraídos del estudio experimental del aprendizaje. El primer esfuerzo sistemático realizado en esta dirección tuvo como protagonistas a un grupo de psicólogos de la universidad de Yale, en particular a John Dollard y Neal Miller, quienes en su obra Personalidad y psicoterapia, publicada en 1950, utilizaron la teoría del aprendizaje de Clark Hull para aclarar el desarrollo de la conducta humana normal y patológica. Dichos autores concedieron cierta atención a la imitación como factor socializador (Miller y Dollar, 1941), pero no será hasta los célebres trabajos de Bandura y sus colaboradores sobre la agresión en los niños (Bandura y Walters, 1978) cuando la imitación cobre importancia como unidad de análisis del comportamiento. Bandura sostiene que “el funcionamiento psicológico se explica por una continua y recíproca interacción entre factores determinantes personales y ambientales” (1987, p. 19). Reciprocidad ésta que le llevó a investigar acerca del aprendizaje observacional, proceso básico del desarrollo humano si consideramos junto con él la enorme dificultad que tendría un proceso de transmisión social en el que se enseñara el lenguaje, estilo de vida y costumbres prevalentes en una cultura a cada miembro de ésta mediante el refuerzo selectivo de conductas fortuitas. Es decir, contrariamente a lo que sostenían Dollar y Miller, para Bandurala imitación tiene lugar sin ningún incentivo o refuerzo, es más, demostró que dicho aprendizaje observacional o por imitación de un modelo se produce aun cuando la acción de este último es castigada (Bandura, 1965). Ahora bien, Bandura distingue el aprendizaje observacional de la imitación, porque no nos limitamos a remedar, a la manera de los monos, la conducta ajena, sino que por el contrario extraemos reglas generales acerca del modo de actuar sobre el ambiente y las ponemos en práctica cuando suponemos que con ellas podemos obtener el resultado deseado. En 22 este sentido, Bandura tuvo muy en cuenta el papel de las expectativas de éxito o fracaso, baste recordar su teoría de la autoeficacia o creencias de un individuo acerca de su posibilidad de actuar eficazmente para alcanzar lo que quiere. Por lo tanto, si bien es verdad que la conducta es controlada en gran medida por factores de origen externo, también es cierto que las personas pueden controlar su comportamiento mediante metas autoimpuestas y consecuencias generadas por ellas mismas (autorreforzamiento). En fin, como ha puesto de relieve Mischel (1968, 1973), las personas se autorregulan mediante la adopción de reglas de contingencia que guían su conducta en una situación particular en ausencia de presiones externas inmediatas. En síntesis, la conducta es función de la interacción de las presiones externas o situacionales y de los factores personales. Según esta estructura de análisis, como muy bien ha señalado Kelly (1987), la adquisición de las HHSS podría ser el resultado de varios mecanismos de aprendizaje: consecuencia del refuerzo directo, resultado de experiencias observacionales, efecto del feedback interpersonal, y conclusión del desarrollo de expectativas cognitivas respecto a las situaciones interpersonales. Principios todos ellos que permiten estructurar el entrenamiento en HHSS de tal modo que se cumplan las siguientes condiciones: en primer lugar, que sepamos qué conductas nos demanda la situación; en segundo lugar, que tengamos la oportunidad de observarlas y ejecutarlas; la tercera condición es que tengamos referencias acerca de lo efectivo o no de nuestra ejecución; la cuarta, que mantengamos los logros alcanzados y, por último, que las respuestas aprendidas se hagan habituales en nuestro repertorio de conducta. Desde esta perspectiva, la incompetencia social podría ser explicada, entre otras razones por lo siguiente: — La carencia de conductas adecuadas en el repertorio de comportamiento del sujeto, bien por una socialización deficiente o bien por la falta de experiencias sociales pertinentes (lo que Trower y otros –1978– denominan fracaso social primario). — La inhibición de las conductas requeridas en una situación interpersonal concreta, debido a presiones tales como la ansiedad condicionada a ciertos estímulos que configuran dicha situación, y expectativas negativas respecto a nuestra competencia social. 1.5.2. El análisis experimental de la ejecución social Argyle y Kendon (1967) elaboraron un modelo explicativo del funcionamiento de las HHSS cuyo elemento principal es el rol, en el que se integran, junto a las conductas motoras, los procesos perceptivos y cognitivos. Las semejanzas entre la interacción social y las habilidades motrices configuran cada uno de los elementos, que se exponen a continuación de este modelo: 1. Fines de la actuación hábil: tratamos de alcanzar unos objetivos bien definidos, 23 por ejemplo conseguir la aceptación de los compañeros, por parte de un niño (A). 2. Percepción selectiva de las señales: así, por ejemplo, cuando un niño (B) pide algo a otro estará posiblemente más atento a las expresiones no verbales de éste que a las verbales. 3. Procesos centrales de traducción: asignando una significación concreta a la información que reciben del otro, y planificando una alternativa de actuación que consideran eficiente en una situación determinada. Por ejemplo, un niño (B) puede interpretar la información gestual que le proporciona otro niño (A) en el sentido de que éste no quiera prestarle algo, en consecuencia puede considerar la posibilidad de ofrecerle algo a cambio. 4. Respuestas motrices o actuación: ejecución por parte de los interlocutores de la alternativa de respuesta que estimen más adecuada a la situación. Por ejemplo, el niño (B), tras considerar qué va a ofrecer a cambio de su petición, ejecuta las respuestas que conforman dicha actuación. 5. Feedback y acción correctiva: la actuación del niño (A) es a su vez una señal social para el niño (B), quien pondría en marcha todos los procesos anteriormente señalados proporcionando así información acerca de su actuación, la cual podría ser utilizada para corregir su plan de acción inicial o dar por cerrado el circuito de interacción. En nuestro ejemplo, podría ocurrir que la expresión facial indicase que el objetivo de (B) se ha logrado. 6. El timing de las respuestas: durante la interacción social los interlocutores deben sincronizar sus respuestas. Para lograr una sincronía adecuada será necesario que los interlocutores asuman el papel del otro, entre otras cosas para que cada uno pueda anticipar cuándo va a ser necesario emitir una determinada respuesta y cómo puede ésta influir en el otro. Volviendo a nuestro ejemplo, es fácil advertir que si el niño (A) se mostrase imperturbable ante las expresiones faciales del niño (B), dicha interacción resultaría probablemente inefectiva para ambos impidiendo cualquier posibilidad de negociación entre ellos. Este modelo explica los déficit en HHSS como un error producido en algún punto del sistema que provocaría un cortocircuito en todo el proceso. Siguiendo a García Sáiz y Gil (1992, p. 52) los fallos pueden deberse a distintos motivos, como son: — Desajustes en los objetivos de los sujetos, bien porque éstos sean incompatibles, inapropiados o inalcanzables. — Errores de percepción, bajo nivel de discriminación, percepción estereotipada, errores de atribución causal, efectos de halo. — Errores en la traducción de las señales sociales, fracaso al evaluar alternativas, no tomar decisiones o tardar en tomarlas, tomar decisiones negativas. — Errores de planificación, no analizar las diferentes alternativas de actuación. — Errores en la actuación, no saber qué hacer, no poseer experiencia. 24 1.5.3. Modelos interactivos Según estos modelos la competencia social sería el resultado final de una cadena de procesos cognitivos y de conducta que se iniciaría con una percepción correcta de estímulos interpersonales relevantes, seguiría con el procesamiento flexible de estos estímulos para producir y evaluar posibles opciones de respuesta, de las cuales se seleccionaría la mejor, y finalizaría con la expresión de la alternativa de acción elegida. Dentro de los modelos interactivos los más relevantes han sido formulados por Trower (1982) y McFall (1982). Aquí nos ocuparemos de este último por haber sido adaptado a las concepciones prácticas de la evaluación y el tratamiento. Siguiendo a Schlundt y McFall (1985), el modelo puede ser resumido en la puesta en marcha de tres categorías de habilidades en sucesivos estadios: — Habilidades de descodificación de los estímulos situacionales: lo que implica recepción de la información, percepción de las características estimulares relevantes e interpretación de éstas dentro de un esquema de conocimiento existente en el sujeto gracias a su historia pasada, su motivación para lograr unos determinados fines, etc. — Habilidades de decisión: sobre la base de la interpretación situacional el sujeto deberá elaborar una proposición de respuesta que considere será la más efectiva y la menos costosa al afrontar la tarea estímulo. — Habilidades de codificación: implican la traducción de un programa de proposiciones de respuesta a una secuencia de conductas observables (ejecución), así como la puesta en marcha de un proceso de retroalimentación que permita comparar los efectos de la ejecución con los esperados y realizar los ajustes oportunos.En este modelo el individuo es considerado un agente activo, ya que busca y procesa la información, genera observaciones y controla sus acciones con el fin de lograr unos objetivos, es decir, no sólo es influido por los demás, sino que también influye sobre éstos para que modifiquen su conducta y así poder crear su propio ambiente social. Luego, como indica Morales (1981) en su obra La conducta social como intercambio, la conducta social es conceptualizada sobre las bases de la reciprocidad y de la influencia mutua, tradición ésta bien arraigada en la Psicología Social. Los problemas más frecuentes en cada uno de los distintos estadios del modelo podrían resumirse del siguiente modo: 1. Estadio. Motivación, objetivos, planes. a) Objetivos contradictorios. b) Carencia de objetivos. c) Los objetivos se transforman a causa de su bloqueo. 25 d) Las habilidades cognitivas requeridas para la planificación pueden ser inadecuadas. 2. Estadio. Habilidades de decodificación. a) Evitación perceptiva a consecuencia de la ansiedad. b) Bajo nivel de discriminación y precisión. c) Estereotipos imprecisos o abuso de los mismos. d) Efecto halo. e) Sesgos de atribución. 3. Estadio. Habilidades de decisión. a) Fracaso en considerar alternativas. b) Fracaso en discriminar acciones efectivas. c) Fracaso en tomar decisiones. 4. Estadio. Habilidades de codificación. a) Carecer de habilidades de conducta. b) Ansiedad condicionada que inhibe la ejecución. c) Distorsiones cognitivas. d) Carencia de retroalimentación. e) Retroalimentación falsa. 26 1.6. Balance final ¿Qué conclusiones se pueden sacar de lo expuesto? Primero, en nuestra opinión, la conceptualización de la habilidad social así como la capacidad de ejecutar aquellas conductas aprendidas que cubren nuestras necesidades de comunicación interpersonal y/o responden a las exigencias y demandas de las situaciones sociales de forma efectiva. Son las que proporcionan el marco comprensivo que mejor integra los distintos enfoques sobre el tema, cubriendo así el amplio rango de fenómenos que suelen ser estudiados bajo el epígrafe de habilidad social. Por otro lado, permite identificar aquellas características más relevantes y más aceptadas del fenómeno. Precisamente, la principal característica reflejada en esta definición es el carácter aprendido y complementario e interdependiente de la habilidad social, con lo que se ha querido señalar el papel que juega el sujeto como autorregulador de su comportamiento y el determinismo situacional de éste. Además, en el estudio de la habilidad social es posible distinguir diferentes niveles de análisis. Respecto a esto último, nos hemos pronunciado en favor del denominado nivel intermedio, ya que éste, al centrarse tanto en el estudio de la relevancia social de ciertos patrones de comportamiento como en la especificidad metodológica de la evaluación de éstos, supera las limitaciones de los otros niveles de análisis. En cuanto a las dimensiones y componentes de la habilidad social, cabe señalar que además de los considerados tradicionalmente, esto es, conductuales (verbales, paralingüísticos, no verbales), psicofisiológicos y cognitivos, estimamos sumamente necesario prestar nuestra atención al componente psicosocial, es decir, al análisis de los anteriores componentes en función de la situación de interacción y del contexto en que ocurre esta interacción, así como a la incorporación en el análisis funcional del comportamiento socialmente hábil de variables sociodemográficas y de características derivadas de la pertenencia a categorías sociales. Como corolario, este libro se decanta a favor de los llamados modelos interactivos que ponen el énfasis en la interacción persona/situación como determinante del comportamiento, lo que tiene la ventaja de proporcionar principios que permiten estructurar los objetivos y las técnicas del entrenamiento de acuerdo con los procesos psicológicos implicados, como se trata de mostrar en el cuadro 1.1. CUADRO 1.1. Estructura del entrenamiento y procesos implicados. 27 Nota 1 Aunque este término es empleado generalmente como sinónimo de “habilidad social”, en nuestro caso y siguiendo a Schlundt y McFall (1985) diferenciaremos ambos; la competencia social será entendida como la eficiencia de la ejecución y la habilidad social como los procesos y capacidades subyacentes a dicha ejecución. 28 CAPÍTULO 2 EVALUACIÓN DE LAS HABILIDADES SOCIALES Jesús Sanz Francisco Gil María Paz García-Vera 29 2.1. Introducción El campo de las habilidades sociales (HHSS) se fundamenta en una serie de supuestos y conocimientos desarrollados en distintas disciplinas científicas, fundamentalmentes la Psicología Social y en la Modificación y Terapia de Conducta (García Sáiz y Gil, 1995). Esta última ha tenido una fuerte contribución a nivel metodológico y, por tanto, no es de extrañar que los avatares de la evaluación de las HHSS sean un reflejo del desarrollo histórico de la propia evaluación conductual. En este sentido, es fácil hacer nuestras las palabras de Haynes (1983) y aplicar su análisis de la evolución de la evaluación conductual al ámbito específico de las HHSS: “En las etapas tempranas del movimiento de modificación de conducta [y del área de las HHSS], los analistas de conducta desarrollaron y aplicaron muchos instrumentos de evaluación generados de manera más intuitiva que empírica. Muchos se aplicaron sin haber sido sometidos a una evaluación psicométrica previa [con una confianza excesiva en la validez aparente de los mismos]. Se utilizaron cuestionarios de miedos, asertividad, depresión, HHSS, historia vital e interacción y satisfacción marital y familiar [predominantes en la orientación norteamericana de las HHSS], así como sistemas de codificación de observaciones [predominantes en la orientación británica], sin prestar apenas atención a parámetros psicométricos tales como fiabilidad y validez. El resultado fue la diseminación y aplicación de instrumentos de evaluación de dudosa validez.” (Haynes, 1983, pp. 414- 415). Esa expansión inicial, algo desenfrenada, de instrumentos de evaluación de dudosa fiabilidad y validez llevó a algunos críticos a planteamientos radicales; así, por ejemplo, más que cuestionar si las técnicas son válidas, algunos autores instaron a que se demostrara si alguna realmente lo era (Bellack, Hersen y Lamparski, 1979, p. 341), y, en consecuencia, se planteó incluso la posibilidad de tener que revaluar los datos ya aceptados en la literatura (Trower, 1986, p. 49). Aunque el desarrollo de la evaluación de las HHSS ha corrido parejo al de otras áreas de la evaluación psicológica y, por tanto, los problemas que se plantean no son muy distintos, la dificultad para resolverlos es especialmente notoria debido a la naturaleza compleja de la conducta social y al hecho de que el concepto de HS (habilidad social) ha sido formulado y empleado de manera muy amplia, ha carecido de una definición unánime y se ha relacionado con un sinfín de constructos. A su vez, esta situación tan particular en la que se encuentra el concepto de HS no es sino el resultado lógico de su falta de “hogar académico”, ya que ha sido tratado en muy distintas disciplinas, cada una de ellas con un enfoque diferente de la conducta social, un desarrollo metodológico propio y un contexto de aplicación e intervención singular (véase García Sáiz y Gil, 1995). 2.1.1. ¿Qué evaluar? A pesar de su situación, existen algunas características y dimensiones generales que, 30 tal y como queda reflejado en el Capítulo 1, delimitan el concepto de HS y fundamentan su evaluación: 1. “La habilidad social es considerada como sinónimo de eficacia del comportamiento interpersonal” (Capítulo 1, p. 15). Las definiciones de HS ponen cierto énfasis en las consecuencias reales de las conductas para determinar si éstas son hábiles o adecuadas. Por ejemplo, la definición de Libet y Lewinsohn (1973) recogida en el Capítulo 1 se refería a las HHSS como habilidades que maximizan el reforzamiento positivoy minimizan el castigo por parte de los demás. Sin embargo, si en la evaluación de las HHSS sólo se tienen en cuenta las consecuencias de las conductas se podría llegar a situaciones paradójicas como, por ejemplo, el que la expresión asertiva y persistente de una opinión impopular por parte de un adolescente fuera considerada una conducta inhábil, mientras que la conducta agresiva de un adolescente que se viera reforzada socialmente por su pandilla fuera considerada hábil. Como Becker y Heimberg (1993) señalan, es importante evaluar no sólo la eficacia de las conductas sociales, sino también la calidad de éstas, es decir, en qué medida son apropiadas en cuanto que, dado el contexto y las normas sociales, tienen una probabilidad alta de lograr resultados interpersonales positivos aunque, en un momento dado y en una situación determinada, no ocurra así. Por lo tanto, la evaluación debe ocuparse de establecer los criterios de lo que se entiende por “conducta socialmente hábil”, normalmente a través de las valoraciones hechas por paneles de expertos. 2. “El enfoque de las HHSS utiliza distintos niveles de análisis” (Capítulo 1, p. 15). Efectivamente, se pueden evaluar las HHSS tomando medidas molares sobre la capacidad para actuar con efectividad en una clase de situaciones (por ejemplo, juzgar el nivel de habilidades de autoafirmación), medidas moleculares sobre componentes conductuales específicos (por ejemplo, durante cuánto tiempo se produce el contacto ocular mientras se hace una reclamación) y medidas intermedias centradas en la interacción de las dos primeras (por ejemplo, frecuencia de las reclamaciones). Al enfoque molecular se le ha criticado el hecho de que los componentes moleculares se correlacionen muy poco entre sí y apenas puedan relacionarse con las puntuaciones generales de HHSS, lo que refleja su escaso valor o impacto social (más adelante nos detendremos algo más en el tema de la validez o impacto social); sin embargo, tiene la ventaja de que proporciona indicaciones muy útiles para el diseño de un entrenamiento en habilidades sociales (EHS), a la par que datos altamente fiables. Por el contrario, las medidas molares no aportan información sobre qué es lo que el sujeto específicamente está haciendo bien o mal, por lo que ayudan poco a la hora de diseñar un EHS específico para ese sujeto; además, la medidas molares suelen proporcionar puntuaciones menos fiables. No obstante, las medidas molares pueden ser útiles para dar información sobre el nivel inicial de funcionamiento del individuo o sobre su respuesta global a la intervención. Las críticas y problemas que afectan a las medidas molares y 31 moleculares justifican que se adopte un enfoque intermedio que trate de soslayar las desventajas de ambos aprovechándose de sus ventajas, o bien que se incluyan medidas tanto molares como moleculares en todas las evaluaciones de las HHSS. 3. “El hecho de que la actualización o desempeño de las HHSS requiere no sólo la adaptabilidad de sus componentes a la situación social, sino que además los objetivos que se persiguen con dicha actualización son únicamente comprensibles en situaciones sociales específicas” (Capítulo 1, p. 15). La especificidad situacional de las HHSS supone que tanto los componentes conductuales de una conducta social como su calidad y su eficacia pueden variar en función de las características de la situación. Es fácil observar cómo una persona se comporta de manera hábil en una situación social pero no en otras, o cómo una misma respuesta es eficaz en un contexto social, pero no en otro. Aunque hay diferencias individuales en la tendencia a mostrar altas y bajas HHSS, éstas interactúan con variables situacionales. Por tanto, es importante evaluar el comportamiento del sujeto en diferentes situaciones no asumiendo, por ejemplo, que la conducta que se observa en una entrevista es representativa de la conducta en el medio natural; igualmente, hay que evaluar la conducta que es objeto de interés en cada situación potencial de manera que si, por ejemplo, se ha enseñado a un cliente a resolver un conflicto con su esposa, no se debe asumir que esa habilidad se haya generalizado a los conflictos con sus hijos. Las HHSS no sólo manifiestan especificidad situacional, sino también especificidad de respuesta. En general, los diferentes componentes de las conductas sociales se correlacionan poco entre sí, no sólo a nivel molecuar sino también a nivel molar o intermedio. De hecho, la intervención sobre un determinado componente molecular (por ejemplo, contacto ocular) o sobre una determinada clase de respuesta (por ejemplo, negación asertiva), no garantiza que se produzcan efectos en otros componentes moleculares (por ejemplo, volumen de voz) o en otras clases de respuestas (por ejemplo, petición de cambio de conducta) y, por tanto, se deberían evaluar de forma separada cada uno de los componentes o elementos de las HHSS con la aceptación implícita de que se puede producir una “desincronía” entre los diferentes elementos. Por tanto, la especificidad situacional y de respuesta de las HHSS implica la necesidad de realizar un adecuado muestreo de situaciones y conductas a la hora de diseñar o seleccionar un instrumento de evaluación. En concreto, este muestreo debe centrarse en aquellas situaciones y conductas que son relevantes para el individuo en su medio ambiente social, es decir, aquéllas que son importantes para su “comunidad reforzadora”. En este sentido, se habla de la validez social de los procedimientos de evaluación y tratamiento para referirse al grado en que reflejan bien tales conductas y situaciones (Wolf, 1978; Kazdin, 1977). Por ejemplo, si el comportamiento “establecer contacto ocular durante la explicación del diagnóstico y tratamiento” es importante para los pacientes con los que interactúa un médico que consulta por problemas de HS, entonces será socialmente válido incluir esa conducta y esa situación como elementos, tanto del proceso de evaluación, como del propio EHS. 32 4. “…la probabilidad de ocurrencia de una respuesta socialmente competente en cualquier situación crítica está determinada por factores ambientales, personales y, sobre todo, por la interacción entre ambos” (Capítulo 1, p. 17). En los individuos con problemas de HHSS, factores personales como, por ejemplo, la carencia de conductas adecuadas en el repertorio de comportamiento (bien por una socialización deficiente o bien por falta de experiencias sociales pertinentes), interactúan de forma compleja con factores ambientales, tales como los valores culturales sobre lo que es o no apropiado, o el reforzamiento social de conductas inadecuadas por parte de personas significativas del entorno. Incluso interactúan con otros factores personales como, por ejemplo, la existencia de expectativas negativas respecto a la propia competencia social o la existencia de ansiedad condicionada capaz de inhibir la ejecución de las conductas adecuadas. En tales individuos, estas interacciones dan lugar a complicadas relaciones causales que, en una situación dada, inhiben o disminuyen las respuestas socialmente más competentes e inician, mantienen o exacerban las poco competentes. En consecuencia, la evaluación de las HHSS debe abarcar los diversos factores (cognitivos, emocionales, conductuales, sociales), implicados en la expresión de las conductas socialmente hábiles e inhábiles, y tratar de captar cómo interactúan entre ellos. 2.1.2. ¿Para qué evaluar? La evaluación de las HHSS constituye un requisito indispensable para la investigación e intervención en el área de las HHSS. Frecuentemente, esta evaluación se ha reducido a la aplicación inicial de instrumentos antes de la puesta en marcha de un EHS (evaluación pretratamiento), bien para seleccionar los sujetos que deberían formar parte de dicho entrenamiento, bien para diseñar y ajustar dicho entrenamiento a las demandas específicas de los clientes. Es obvio, sin embargo, que todos los EHS deben ir ligados a una evaluación continua de su aplicación,de forma que se puedan tomar las medidas oportunas en función de los resultados positivos y negativos que se vayan obteniendo. Es decir, se concibe la evaluación como un proceso íntimamente ligado al de intervención, al cual precede, acompaña y sigue. En resumen, dos son las funciones esenciales de la evaluación de las HHSS: la indicación y diseño de la intervención y el control de los resultados de dicha intervención. Este control no se centra únicamente en los resultados conseguidos al final de la intervención (postratamiento), sino que abarca todo el proceso terapéutico (evaluación durante el tratamiento) extendiéndose más allá de su propia finalización (seguimiento). Con el seguimiento se pretende asegurar que los efectos de la intervención son estables en el tiempo pero, para hablar de éxito terapéutico, no sólo debe haber una expansión de los efectos de la intervención hacia momentos no tratados, sino también hacia respuestas no tratadas, personas no tratadas y situaciones no tratadas. En consecuencia, se debe prestar especial atención a la evaluación de la generalización de los efectos terapéuticos a la vida cotidiana de los clientes, auténtico talón de Aquiles 33 de los EHS que constituye el principal reto que tienen actualmente planteado los especialistas en el área de las HHSS (véase el Capítulo 3 sobre EHS). Un ejemplo puede servir para ilustrar las funciones mencionadas. El Inventario de Aserción (AI) de Gambrill y Richey (1975) es un instrumento de uso muy frecuente en la evaluación de las HHSS y está compuesta por dos escalas, una de malestar y otra de probabilidad de respuesta. Una puntuación alta en la escala de malestar indica que la persona experimenta un alto grado de ansiedad ante situaciones que requieren un comportamiento asertivo, mientras que una puntuación alta en la escala de probabilidad refleja que esa persona no suele comportarse de manera asertiva en dichas situaciones (ya que la escala se puntúa de manera inversa). Supongamos que, siguiendo las ideas expuestas en el Capítulo 5, se decide ofrecer a los estudiantes de diversas carreras relacionadas con los servicios de salud (Enfermería, Medicina, Psicología, Trabajo Social) un curso sobre habilidades asertivas que les capacite para tener relaciones satisfactorias y eficaces con los usuarios. Pues bien, se puede comenzar la evaluación pretratamiento administrando el AI a los estudiantes y, teniendo en cuenta los datos normativos que se presentarán más adelante en el Cuadro 2.2, recomendar el EHS a aquellos estudiantes que puntúan más de 115 en la escala de malestar o más de 126 en la escala de probabilidad, ya que el grado de ansiedad que manifiestan en situaciones sociales o la probabilidad con que emiten respuestas asertivas en las mismas no se corresponde con el comportamiento del 85% de los universitarios. La combinación de las puntuaciones de las dos escalas del AI permite distinguir cuatro perfiles de sujetos según Gambrill y Richey (1975): — Personas no asertivas: caracterizadas por una baja probabilidad de mostrar conductas asertivas y por un grado alto de malestar o ansiedad ante su ejecución. — Realizadores ansiosos: aunque realizan conductas asertivas, manifiestan una alta ansiedad al ejecutarlas. — Personas despreocupadas: no manifiestan conductas asertivas, pero tampoco ansiedad. — Personas asertivas: realizan conductas asertivas sin malestar alguno. Estos perfiles ayudarían a diseñar y elegir el EHS más apropiado para los estudiantes previamente seleccionados. Por ejemplo, tanto en el caso de los estudiantes no asertivos como de los despreocupados, el EHS incluiría técnicas dirigidas a enseñarles a rehusar peticiones, aceptar críticas o admitir desconocimiento, pero, en el caso de los estudiantes no asertivos, sería necesario que el EHS incluyera además estrategias y técnicas para la reducción directa o indirecta de los niveles de ansiedad. El AI puede proporcionar aún más información con el fin de diseñar o seleccionar el EHS más óptimo para cada estudiante o grupo de estudiantes. Por ejemplo, se pueden obtener puntuaciones para cada una de las agrupaciones de situaciones y conductas de asertividad (factores) que los análisis factoriales del inventario han hallado (Carrasco, 34 Clemente y Llavona, 1989; véase el Cuadro 2.2). Si los estudiantes seleccionados han obtenido las puntuaciones más elevadas en dos de esos factores, digamos que “hacer frente a las críticas” y “rechazar peticiones”, sería conveniente diseñar un EHS que fundamentalmente incluyera situaciones y respuestas relacionadas con tales habilidades. Un vez iniciado el EHS, sería deseable realizar una evaluación durante el entrenamiento volviendo a pasar el AI a los estudiantes que participan en el mismo, o bien administrando otro instrumento alternativo que también mida asertividad. De este modo, si a la mitad del entrenamiento, por ejemplo, las puntuaciones en el factor “hacer frente a las críticas” han descendido significativamente, pero, las del factor “rechazar peticiones” siguen excesivamente altas, se pueden introducir cambios en el EHS que supongan un énfasis aún mayor en el aprendizaje de las habilidades de rechazar peticiones como, por ejemplo, duplicar el número de ensayos conductuales en los que se muestran y aplican tales habilidades (véase el Capítulo 3 sobre EHS). Al finalizar el EHS, una nueva aplicación del AI a los estudiantes permitirá conocer si la intervención ha sido eficaz (evaluación postratamiento). Por ejemplo, se podría utilizar como criterio de eficacia que las puntuaciones de los estudiantes en el AI al finalizar el EHS fueran iguales o menores a la media de la población de universitarios. Por otro lado, las comparaciones pre y postratamiento en las puntuaciones de los factores del AI indicarían qué HHSS han mejorado y dónde persisten los déficit. Estos mismos criterios podrían servir para analizar los efectos terapéuticos del EHS a los seis meses, al año y a los dos años, mediante otras tantas aplicaciones del AI (evaluación de seguimiento). No obstante, la sola aplicación del AI quizás no permita conocer si los efectos terapéuticos se han generalizado a otras situaciones, personas o habilidades. Por ejemplo, suponga que en el EHS aplicado a los estudiantes no se han incluido situaciones de interacción social con profesores o con personas ancianas. No hay razones para pensar que tales personas no forman parte importante de la vida social cotidiana de la mayoría de los estudiantes y, por lo tanto, se impone evaluar la generalización de las habilidades asertivas a esos interlocutores. En este sentido, el AI no menciona de forma explícita interacciones sociales con ancianos o profesores; por consiguiente, se debería contar con otro instrumento que cubra tales interacciones y permita evaluar si las habilidades aprendidas se han generalizado a interlocutores no incluidos en el entrenamiento. 35 2.2. Características de los métodos de evaluación de las habilidades sociales Para evaluar las HHSS se han desarrollado diversos tipos de instrumentos y estrategias de evaluación. Las características psicométricas relacionadas con cada una de las modalidades de evaluación sustentan su calidad científica y, por ende, la validez de las inferencias que se hagan a partir de los datos obtenidos. Por tanto, a continuación se discuten brevemente algunas de tales características, así como ciertas cuestiones de índole práctica, cuya consideración conjunta influirá en la selección y adecuada utilización de los procedimientos de evaluación de las HHSS. Para facilitar esa selección, en el Cuadro 2.1 se presentan de forma resumida dichas cuestiones. CUADRO 2.1. Cuestiones a considerar para seleccionar un instrumento de evaluación de las habilidades sociales. ¿Con qué muestras se ha desarrollado y utilizado el instrumento? 1. ¿Son las muestras representativas de la población a la que va dirigida el instrumento? 2. ¿Son los tamaños de las muestras suficientemente grandes? 3. ¿Son los baremos relativamente modernos?4. ¿Pertenece su cliente o clientes a la población a la que va dirigida el instrumento? ¿Es fiable el instrumento? 5. ¿Hay suficientes pruebas de su consistencia interna, por ejemplo, por encima de 0,80? O. ¿Hay suficientes pruebas de su fiabilidad interjueces, por ejemplo, por encima de 0,75? 6. ¿Existe estabilidad en las puntuaciones durante un período de tiempo relevante? ¿Es válido el instrumento? 7. ¿Existe datos de validez criterial (concurrente o predictiva)? 9. ¿Son las variables-criterio en sí mismas fiables y válidas? 10. Si se espera validez de grupos contrastados, ¿tienen tales grupos diferentes puntuaciones? 11. ¿Correlaciona con otras medidas del mismo constructo (validez convergente) y no correlaciona con medidas de constructos irrelevantes (validez 36 discriminante)? 12. ¿Correlaciona con otros instrumentos que miden constructos relacionados? 13. ¿Es sensible al cambio terapéutico? ¿Es práctico el instrumento? 14. ¿Es lo suficientemente corto para una aplicación rápida? 15. ¿Es fácil de corregir y puntuar? 16. ¿Parece útil? Por ejemplo, ¿incluye situaciones y conductas con validez social? ¿Le permite identificar a posibles clientes? ¿Le permite determinar las conductas a tratar? ¿Le permite seleccionar el tratamiento más óptimo para cada cliente? 17. ¿Es apropiado para el nivel intelectual y/o estado emocional del cliente? 18. ¿Tienen los ítems validez aparente y su contenido es socialmente aceptable para el cliente? 19. ¿Es factible que su cliente pueda cumplimentarlo? 20. ¿Es factible que usted pueda administrarlo? 2.2.1. Características psicométricas Existen varias características psicométricas que definen la calidad científica de los instrumentos de evaluación psicológica. Veamos brevemente las más importantes. A) Normas o baremos Las normas o baremos son estadísticos que sirven de punto de referencia para interpretar el desempeño de un sujeto en un instrumento de evaluación y se obtienen a partir de grupos de personas representativos de la población a la que va dirigida el instrumento. Lo habitual es usar normas de grupos de personas con problemas de HHSS para detectar a aquellos individuos que necesitan un EHS, y normas de la población general para tomar decisiones sobre la efectividad de dicho EHS. Desafortunadamente, la mayoría de las mediciones usadas en el área de las HHSS carecen de estudios normativos apropiados para ambos tipos de población. Por ejemplo, no hay apenas información normativa para ninguna de las pruebas de interacción social, ya sean éstas breves, extensas o semiextensas; en el caso de los cuestionarios, la obtención de normas ha sido un aspecto más cuidado, pero, en general, se ha limitado a la obtención de baremos para diversas poblaciones de estudiantes universitarios. Obviamente, los datos normativos conseguidos con muestras universitarias pueden no ser muy apropiados cuando los clientes son, por ejemplo, adolescentes o adultos de más edad, máxime si se 37 dedican a otras actividades laborales (por ejemplo, dependientes, recepcionistas o amas de casa). La necesidad de baremos sobresale especialmente en el ámbito infantil y juvenil, en el cual las normas de tipo evolutivo deberían ser inexcusablemente tenidas en cuenta. Otra cuestión a considerar respecto a las normas es su precisión. Dado que los valores normativos siempre son calculados a partir de medidas obtenidas en muestras de personas, no sobre la población total, es importante asegurar que las normas sobre HHSS representan con precisión el comportamiento social de la población a la que va dirigida el instrumento. Manteniendo constante otros factores, a mayor tamaño muestral más precisas serán las normas, siendo un criterio habitual entre los investigadores el considerar que con muestras superiores a 300 personas los estadísticos obtenidos son precisos y están dentro de los límites aceptables de error muestral (Yela, 1984). En España, a los problemas de ausencia de datos normativos se unen los problemas derivados de la utilización de normas obtenidas en otros países. La importancia de los factores socioculturales para determinar qué conductas son socialmente hábiles y cuáles no, obliga a que, más que en ninguna otra área de evaluación psicológica, los instrumentos de evaluación de HHSS cuenten con normas relevantes para el propio contexto cultural. Es más, a veces tales normas han sido obtenidas con muestras evaluadas hace 20 o 30 años; es plausible suponer que las normas socioculturales sobre las conductas socialmente competentes han variado en tantos años y, por tanto, sería siempre deseable disponer de normas recientes. B) Fiabilidad La fiabilidad se refiere al grado en que las puntuaciones de un instrumento son consistentes o repetibles bajo condiciones constantes, esto es, al grado en que están libres de errores de medición (AERA, APA, NCME, 1985). Si una medida no es constante, entonces no está claro si cualquier cambio en las puntuaciones es, en verdad, debido a los cambios en el comportamiento del cliente o, por el contrario, sólo indica una fluctuación debida a la variabilidad y poca fiabilidad del instrumento. Hay tres métodos básicos para estimar la fiabilidad de un instrumento: comprobar si sus ítems o elementos individuales ofrecen puntuaciones consistentes entre ellos (consistencia interna); determinar si las puntuaciones son estables en el tiempo (fiabilidad test-retest), y comprobar si las puntuaciones, observaciones o valoraciones de un juez, observador o evaluador son consistentes con las observaciones de otro juez (fiabilidad interjueces). Los procedimientos más utilizados para determinar si los ítems de un instrumento son internamente consistentes son el coeficiente alfa (α) de Cronbach (y su forma KR-20 para el caso de ítems dicotómicos como, por ejemplo, los que tienen formato de verdadero-falso) y la correlación entre dos mitades (la correlación existente entre una mitad de los ítems con la segunda mitad, usualmente los elementos pares con los impares). Valores iguales o superiores a 0,80 suelen considerarse como índices aceptables 38 de consistencia interna (Yela, 1984). La fiabilidad test-restest se suele estimar mediante la correlación de las puntuaciones obtenidas en la administración de un instrumento con las puntuaciones obtenidas en el mismo instrumento administrado tras un específico intervalo de tiempo. La determinación de un criterio general para la fiabilidad test-retest es más complicada que en el caso de la consistencia interna, ya que dependerá de si teóricamente se espera que, durante el tiempo que ha transcurrido entre ambas aplicaciones, cambien los aspectos del comportamiento evaluados por el instrumento o, por el contrario, permanezcan más o menos estables. La fiabilidad interjueces, especialmente utilizada en los procedimientos de observación, se puede determinar a través de diversos estadísticos tales como el porcentaje de acuerdo interjueces, el Coeficiente de Correlación de Pearson o el índice Kappa de Cohen, y se suele considerar como valores aceptables aquéllos que se encuentran entre el 0,70 y el 0,90, cuando se trata de porcentajes de acuerdo, y entre el 0,60 y el 0,75 cuando se trata del índice Kappa o del Coeficiente de Correlación (De la Puente, Labrador y García-Vera, 1993). C) Validez La validez hace referencia al grado en que los datos empíricos respaldan las inferencias que se hacen a partir de las puntuaciones de un test, esto es, al grado en que un instrumento mide aquello que pretende medir y no otra cosa (AERA, APA, NCME, 1985; Silva, 1989). Existen muchas clases de datos empíricos que se pueden utilizar para estimar la validez, pero todos implican que las hipótesis teóricas que fundamentan el constructo o concepto que pretende medir el instrumento se contrasten empíricamente, a lo cual se denomina validez de constructo. Por eso, se suele considerar que todos los procedimientos para conocer la validez de un instrumento, a menudo identificados como tipos de validez (validez de contenido, criterial,concurrente, predictiva, convergente, discriminante, factorial), son esencialmente procedimientos para estimar la validez de constructo, la cual no se expresa en función de uno o algunos coeficientes, sino que se estima en función de toda la información acumulada en torno a las hipótesis planteadas y, es, por tanto, un proceso que nunca puede considerarse completo, sino que avanza en la medida que progresa la investigación. Por tanto, aunque el concepto de validez es esencialmente unitario, se suele dividir en clases que, en realidad, se refieren a distintos procedimientos para obtener datos empíricos que sustenten que un instrumento mide lo que pretende medir. En este sentido, la validez criterial establece en qué medida las puntuaciones de un instrumento están correlacionadas con un criterio independiente que, bien se ha obtenido al mismo tiempo que las puntuaciones del instrumento (validez concurrente), o bien se ha obtenido tiempo después (validez predictiva). El criterio es una variable operacionalmente independiente del instrumento, pero que está relacionada de forma directa con lo que el instrumento pretende medir, y suele tener, además, interés real (por ejemplo, conducta social real del 39 sujeto, el diagnóstico de un trastorno psicopatológico relacionado con los problemas de HHSS). El problema a la hora de comprobar la validez criterial de un instrumento estriba en elegir un criterio lo más relevante posible y en medirlo adecuadamente y con precisión. Por supuesto, existen múltiples procedimientos para evaluar la validez criterial. Un procedimiento muy utilizado en el área de las HHSS es la comparación de grupos contrastados (grupos de personas que difieren entre ellos según un criterio independiente). Por ejemplo, si se asume, tal y como se explica en el Capítulo 4 (“El EHS como estrategia de intervención en los trastornos psicológicos”), que los pacientes con depresión tienen un funcionamiento interpersonal inadecuado, la validez criterial de una prueba de interacción social breve vendría determinada, en parte, por su capacidad para discriminar a personas con o sin depresión. Otro procedimiento frecuentemente empleado en el área de las HHSS para evaluar la validez criterial es examinar si las puntuaciones de un instrumento predicen el comportamiento social real de una persona en su medio ambiente natural. La comprobación conjunta de la validez convergente y discriminante también ha sido una estrategia muy utilizada para estimar la validez de los instrumentos de evaluación de HHSS. La validez convergente se refiere al grado en que las puntuaciones de un instrumento correlacionan con las de otros instrumentos que miden el mismo constructo que aquél, mientras que la validez discriminante alude a| grado en que las puntuaciones de un instrumento no correlacionan con las de otros instrumentos que miden constructos diferentes o no relacionados con el que mide aquél. Por ejemplo, no se conocen datos ni teorías que relacionen la asertividad con la fobia a las serpientes; por tanto, no se espera que un cuestionario que mida asertividad correlacione con un cuestionario que mida fobia a las serpientes, pero sí que se correlacione de forma positiva con otros cuestionarios que también pretenden medir asertividad o con observaciones hechas en una situación real de interacción en la que se requiere defender los propios derechos o autoafirmarse. En el caso de los cuestionarios, es también habitual analizar la validez mediante los procedimientos de análisis factorial (validez factorial). El análisis factorial es un conjunto de técnicas estadísticas cuyo objetivo común es representar un conjunto de variables, observadas en términos de un menor número de hipotéticas variables latentes, denominadas factores. Si todos los ítems de un instrumento tratan de medir un mismo constructo o variable latente y, efectivamente lo hacen, el análisis factorial revelará la existencia de un factor relacionado de manera importante con todos los ítems. En el ámbito de las HHSS, muchos instrumentos de evaluación pretenden medir varias dimensiones o componentes de las HHSS. Por lo tanto, un análisis factorial de tales instrumentos apoyaría su validez de constructo siempre y cuando resultara en tantos factores como dimensiones se pretendían medir con el cuestionario y si, además, tales factores estuvieran relacionados con los ítems que a priori se incluyeron en el cuestionario para medir precisamente esas dimensiones. Los constructos suelen formar parte de teorías en las cuales aparecen relacionados, 40 generalmente de forma probabilística, con otros constructos, constituyendo redes nomológicas. Por consiguiente, otra estrategia que aporta información sobre la validez de los instrumentos es examinar en qué grado se comprueban empíricamente tales relaciones teóricas, es decir, examinar su red nomológica. Por ejemplo, diversas teorías relacionan la ausencia de conductas socialmente hábiles con la presencia de ansiedad social y de pensamientos negativos y autoderrotistas (véase el Capítulo 4); desde este punto de vista, se espera que las puntuaciones de un instrumento que mide HHSS estén relacionadas de forma inversa con medidas de ansiedad social y con medidas de cogniciones negativas. Finalmente, y para no extendernos más, la validez también se puede analizar a partir de datos que demuestren la sensibilidad de los instrumentos a los efectos de los tratamientos. Efectivamente, si se espera que la puesta en marcha de una intervención afecte a las HHSS de un grupo de clientes, un instrumento que mida de forma válida esas HHSS debería ofrecer puntuaciones diferentes en el postratamiento en comparación al pretratamiento, diferencias que, por supuesto, irían en la dirección de un mayor nivel de HHSS al finalizar la intervención. De igual manera, si existe un grupo de control que no ha recibido tal intervención, el instrumento debería reflejar un mayor nivel de HHSS en el grupo de tratamiento en comparación al grupo de control. 2.2.2. Características prácticas El valor práctico de un instrumento depende de muchos factores y, de hecho, cada tipo de estrategia de evaluación requiere distintas cantidades de tiempo, personal preparado, material, administración, puntuación y análisis que determinan su utilidad, adecuación, aceptabilidad y factibilidad. La utilidad se refiere al análisis de la relación entre los costos de la evaluación (costos personales, económicos, sociales) y los beneficios que se obtienen de ella, particularmente los beneficios derivados de una intervención más efectiva y eficiente. La maximización de los beneficios pasa por el cumplimiento de las funciones terapéuticas de la evaluación, que ya hemos mencionado en la Introducción (indicación, diseño y control de la intervención), y va ligada, aunque no agota tales conceptos, a las cuestiones de validez de constructo, fiabilidad y validez social ya comentadas en epígrafes anteriores. Por su parte, la minimización de los costos depende, entre otros factores, de la facilidad con que se pueden aplicar y corregir los instrumentos, de la facilidad con que se puede interpretar las puntuaciones y de la cantidad de tiempo que se emplee en todas estas tareas. La adecuación de un instrumento hace referencia al grado en que el instrumento es apropiado para el cliente y, en particular, a su nivel de funcionamiento intelectual o a su estado emocional. Por ejemplo, dado que muchos instrumentos se han desarrollado a partir de muestras universitarias, algunos de ellos contienen un vocabulario muy sofisticado o requieren un nivel de comprensión verbal que va más allá de las capacidades de muchos clientes con otro tipo de formación. El valor práctico de un instrumento también depende del grado en que los clientes 41 perciben como aceptables y válidos los contenidos de los instrumentos (lo que se suele denominar validez aparente), y asimismo ven la importancia de todo el proceso de evaluación antes, durante y después de la intervención. Por ejemplo, un adulto puede
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