Logo Studenta

ARROYO - Psicología y Derecho de Familia

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1 
 
h 
2 
 
Contenido 
CAPÍTULO 0 ¡ERROR! MARCADOR NO DEFINIDO. 
INTRODUCCIÓN AL DERECHO Y A LA FAMILIA 9 
CAPÍTULO 1 13 
LA PERSPECTIVA PSICOLÓGICA 13 
La psicología social y sus fuentes 14 
La autonomía de la libertad desde la psicología 17 
Los golpes al narcisismo de la humanidad 18 
La socialización del ser humano 19 
Los factores sociales, físicos y biológicos de influencia 26 
Los tres pilares de la personalidad: pensamiento, emociones y conducta 29 
CAPÍTULO 2 31 
PSICOLOGÍA Y DERECHO 31 
DIFERENCIAS ENTRE DERECHO Y PSICOLOGÍA 31 
Persona, libertad y la responsabilidad 31 
Igualdad ante la ley 33 
Verdad jurídica y verosimilitud científica 34 
La Justicia no es eterna, depende del tiempo y el lugar 35 
LA PSICOLOGÍA JURÍDICA 37 
Rigor científico de la disciplina 37 
Una definición de la Psicología Jurídica 38 
Justicia terapéutica 39 
CAPÍTULO 3 41 
LOS CICLOS VITALES 41 
DEL SUJETO DE DERECHO 41 
1. DESARROLLO PRENATAL Y PRIMERA INFANCIA 42 
El comienzo de la vida desde Artavia Murillo 42 
El desarrollo intrauterino de la gestación 42 
El recién nacido y su infancia 50 
El temperamento y el carácter del niño 52 
El desarrollo de los cinco sentidos 53 
2. INFANCIA Y NIÑEZ 55 
Desarrollo físico 55 
3 
 
Desarrollo motor 56 
Desarrollo del lenguaje 56 
Desarrollo cerebral 59 
Desarrollo cognitivo 62 
Etapas del desarrollo según Piaget 63 
Críticas a la teoría de Piaget 66 
Desarrollo psicosexual según Freud 67 
EL DERECHO TUTELANDO LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA 74 
Desarrollo del sentido del deber y la moral en el niño 76 
Críticas y comentarios 79 
La capacidad jurídica como correlato de la madurez mental y moral del niño 80 
Desarrollo social 82 
La necesidad de apego seguro 82 
Relaciones con otros niños 83 
Breve evolución de los derechos de los Niños 84 
Trastornos en el desarrollo 86 
Trastorno del aprendizaje: 90 
Trastornos mentales y discapacidad 90 
3. ADOLESCENCIA 91 
Cambios físicos 92 
Cambios cognitivos 96 
Desarrollo social y de la identidad 98 
Relaciones con los pares y con los progenitores 101 
La capacidad y responsabilidad jurídica de los adolescentes 103 
Algunos problemas de la adolescencia 108 
Adicciones y consumo problemático 113 
4. ADULTEZ 120 
Cambios cognitivos 121 
El mundo del trabajo 124 
El mundo de las relaciones afectivas 127 
5. VEJEZ 133 
Cambios físicos 135 
Desarrollo social 136 
Cambios cognitivos y capacidad jurídica 139 
Cambios en la vida social 141 
Enfrentar el final de la vida 143 
6. FIN DE LAS PERSONAS PARA EL DERECHO 144 
Las cinco etapas de aceptación de la propia muerte 147 
Muerte digna en la Ley de los Derechos del Paciente 148 
CAPÍTULO 4 151 
LA FAMILIA 151 
4 
 
COMO INSTITUCIÓN SOCIAL 151 
ANÁLISIS PSICOSOCIAL DE LAS FUNCIONES QUE CUMPLE LA FAMILIA 153 
Análisis desde el Funcionalismo 153 
Algunas críticas al análisis funcionalista 156 
Una posible síntesis de los aportes funcionalistas y críticos 159 
TIPOS DE FAMILIAS 160 
LA FAMILIA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS 162 
1. La familia primitiva 163 
2. La familia antigua 168 
3. La familia tradicional 173 
4. La familia posmoderna 192 
EL STATUS SOCIAL DE LA MUJER DURANTE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS 195 
LAS FAMILIAS EN EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN 202 
Subrogación de vientre 204 
CAPÍTULO 5 208 
LA CRIANZA COMO PROCESO PSICOSOCIAL 208 
VARIABLES SOCIALES 210 
VARIABLES PERSONALES 212 
CINCO HABILIDADES PARENTALES DEL PROCESO DE CRIANZA 213 
LA TEORÍA DEL APEGO 217 
Los cuatro estilos de apego 219 
El apego durante la infancia y juventud 221 
LA CRIANZA COMO PROCESO BIDIRECCIONAL Y TRANSACCIONAL 222 
Efecto del niño y la bondad de ajuste 222 
Andamiaje y desandamiaje 224 
EL DIFÍCIL ARTE DE PONER LÍMITES EN LA CRIANZA 225 
Estilo de crianza y su impacto en el comportamiento agresivo del niño 229 
Conflictos de pareja y crianza 230 
UNA MIRADA SISTÉMICA DE LA FAMILIA 231 
Familias funcionales y disfuncionales 233 
CAPÍTULO 6 238 
RESPONSABILIDAD PARENTAL 238 
Y CRIANZA EN EL CCYCN 238 
Introducción 238 
5 
 
De la Patria Potestad a la Responsabilidad Parental 239 
Los tres principios que sostienen la Responsabilidad Parental 242 
TITULARIDAD Y EJERCICIO DE LA RESPONSABILIDAD PARENTAL 252 
DESACUERDO ENTRE LOS PROGENITORES 254 
DEBERES Y DERECHOS EN LA RESPONSABILIDAD PARENTAL 255 
Los deberes y los derechos de los progenitores 261 
LA MAL LLAMADA TENENCIA DEL NIÑO Y SU CUIDADO 266 
EL MAL LLAMADO RÉGIMEN DE VISITAS Y LA COMUNICACIÓN CON EL HIJO 268 
RESPONSABILIDAD POR LOS HECHOS DE LOS HIJOS 269 
DEBERES DE LOS HIJOS 271 
ALIMENTOS 272 
LOS NIÑOS Y EL TRABAJO 274 
EXTINCIÓN, SUSPENSIÓN Y PRIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD PARENTAL 275 
FAMILIAS ENSAMBLADAS 276 
Deberes y obligaciones de los progenitores afines 277 
CAPÍTULO 7 279 
FORMACIÓN DE VÍNCULOS 279 
CERCANOS 279 
LA NECESIDAD DE AFILIACIÓN 279 
Factores psicosociales que influyen en la afiliación 281 
TEORÍAS SOBRE LA ATRACCIÓN 282 
Teoría del Refuerzo Positivo 283 
Teoría del intercambio 283 
EL CICLO DE LA ATRACCIÓN 287 
Relaciones íntimas de pareja 298 
NEUROCIENCIA DEL AMOR Y TIPOLOGÍAS 298 
Neurociencia del amor y el desamor 298 
Tipología de relaciones románticas 301 
Mantenimiento de las relaciones 304 
CAPÍTULO 8 307 
EL MATRIMONIO 307 
DESDE LA PSICOLOGÍA JURÍDICA 307 
6 
 
PAUTAS MATRIMONIALES SEGÚN TIEMPOS Y LUGARES 307 
¿Para qué surgió el matrimonio entre los humanos? 307 
Endogamia y exogamia 314 
Propiedad sexual de la pareja 314 
CASAMIENTOS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES 323 
ESTRUCTURA Y PRESUPUESTOS LEGALES DEL MATRIMONIO CIVIL 324 
Los impedimentos dirimentes 325 
Los impedimentos impedientes 330 
Condiciones de existencia del matrimonio. 331 
Vicios del consentimiento 332 
La celebración del matrimonio 333 
DERECHOS Y DEBERES ENTRE LOS CÓNYUGES 335 
CAPÍTULO 9 341 
RUPTURA DE VÍNCULOS CERCANOS ¡ERROR! MARCADOR NO DEFINIDO. 
Y DIVORCIO 341 
FASES POR LAS QUE ATRAVIESA LA RUPTURA DE PAREJA ¡ERROR! MARCADOR NO 
DEFINIDO. 
EL DIVORCIO EN LA REALIDAD ARGENTINA 344 
EL RÉGIMEN ACTUAL DEL DIVORCIO EN LA ARGENTINA 346 
Del divorcio sanción al divorcio remedio 346 
Derechos y deberes de los cónyuges 349 
Algunos efectos patrimoniales del divorcio incausado 352 
Atribución de la vivienda 354 
Las cifras actuales del divorcio en la Ciudad de Buenos Aires 354 
ALGUNAS RAZONES PSICOSOCIALES QUE EXPLICAN EL INCREMENTO DE DIVORCIOS
 355 
EL IMPACTO DEL DIVORCIO EN LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES 358 
Cambios que provoca el divorcio en la familia 359 
Cambios psíquicos que provoca el divorcio en los progenitores 360 
Impacto de los cambios familiares y personales sobre niños y adolescentes 361 
Durante la adolescencia 364 
PALABRAS FINALES PARA PARA UNA JUSTICIA TERAPÉUTICA 364 
BIBLIOGRAFÍA 367 
 
 
7 
 
Sobre el autor: 
 
Francisco J. Ferrer Arroyo, Abogado por la Universidad de Buenos Aires 
(UBA). Magister en Sociología (FLACSO). Maestrando de Psicología Cognitiva (UBA). 
Especialista en Administración de Justicia (UBA). 
En el campo académico es profesor de Psicología y Derecho de Familia 
(UBA-Derecho). Profesor de Psicología Jurídica (UBA-Derecho). Profesor de Sociología 
Jurídica (UP-Derecho). Profesor de Pericias Forenses en la Facultad de Psicología de la 
Universidad Favaloro-Psicología (UF). Profesor en la Diplomatura Procesos Determinación 
de Capacidad y Violencia (UAI). 
Dirige el curso de Neurociencias y Derecho que se dicta en la Fundación 
INECO-INEDE creada por el Dr. Facundo Manes. 
Dictó cursos de Entrenamiento Intensivo en Litigación Oral para abogados 
y funcionarios judiciales con el auspicio de ISEJUS y UMSA. También dictó cursos de 
Entrenamiento para Peritos y Asesores Técnicos en Audiencias en el Ministerio Público de la 
Defensa de la Ciudad de Buenos Aires. 
Participa como entrenador de los equipos de arbitraje de la UBA ante 
Moots Courts de Arbitraje y se desempeñó como jurado de estas competencias en el campo 
de los Derecho Humanos en la Universidad de Alcalá (España). 
Escribió diversas obrassobre la temática jurídica desde la perspectiva 
social: Psicología y Neurociencias Jurídicas; Responsabilidad parental desde una perspectiva 
psicosocial; Impacto psicoemocional del divorcio en niños, niñas y adolescentes; Metodología de la 
Investigación Social aplicada al Derecho; Imaginario jurídico contenido en las cumbias villeras; 
Visión sociológica en la obra de Lombroso; La Persuasión aplicada al ámbito judicial; La entrevista 
cognitiva; entre otras. 
Obtuvo premios por ensayos e investigaciones: 1er. Premio y medalla de 
oro por su trabajo «Diagnóstico y propuestas para elevar la calidad del servicio de justicia». 
Certamen organizado por el Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires en el 
año 2005. También logró el 1er. Premio y medalla de oro en el mismo concurso del año 2011 
por el trabajo «La formación judicial también es hacer justicia». 
En el año 2011 logró una estadía profesional en la Corte debido a su 
trabajo «El debido proceso desde la perspectiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos» 
que logró el reconocimiento del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires y la 
CIDH. 
Su tesis de maestría en sociología «La solidaridad como base axiológica de las 
conductas en Internet» fue aprobada con la calificación de «Distinguida» y publicada en el 
repositorio online de FLACSO. 
8 
 
 
 
 
 
9 
 
 
Introducción 
al Derecho y a la Familia 
 
Desde sus primeras materias en el CBC (ciclo básico común) quien estudia leyes 
aprende las distintas definiciones del Derecho, la de los positivistas, la de los 
iusnaturalistas, la de los críticos, la de los abolicionistas y otras tantas más. Luego, ya 
en la carrera, aprenderá diversas teorías sobre instituciones básicas como la posesión, 
el dominio, la responsabilidad civil, el fideicomiso, el matrimonio, la imputabilidad, etc., 
y así, poco a poco, mientras profundiza cada año más y más en algún saber particular, 
irá perdiendo de vista que el Derecho es una herramienta de composición de conflictos 
humanos, y se lo considerará más una ciencia exacta donde en vez de números se usan 
conceptos. Con tanta presión que recibe el estudiante durante su carrera para repetir 
normas y teorías, comenzará a estudiar de memoria las materias y las instituciones 
jurídicas, distanciándose así, más y más de las razones históricas y psicológicas que les 
dieron origen a las leyes. Poco a poco, puede ser que se vaya convirtiendo en un 
burócrata del Derecho, en un erudito de la memoria, y que así proyecte su carrera y 
futura profesión. 
La ilusión del autor de este libro es estar a tiempo para ayudar a sus lectores a 
reencontrarse con esa vocación y esa sed de justicia que los llevó a inscribirse en la 
carrera. Llevarlos a bucear por la esencia del Derecho, a comprenderlo profundamente 
y convertirse en un solucionador de conflictos humanos, más que en un mero técnico 
aplicador de normas. 
El Derecho dista mucho de ser perfecto, pues ninguna herramienta lo es, sino 
que depende mucho de quien la usa, y más allá que en algunos tiempos históricos sirvió 
para preservar ciertos privilegios de unos grupos sociales sobre otros (p.ej. monarquía, 
elite, burguesía, patriarcalismo, etc.) evitando revoluciones y cambios sociales, lo cierto 
es que también acompañó momentos de cambio. Con el Derecho se establecieron 
períodos de protección y respecto de la dignidad humana de las personas contra el 
poder hegemónico de turno (p.ej. surgimiento de las garantías constitucionales; 
derechos fundamentales; abolición de la esclavitud; derogación de las leyes sobre 
incapacidad civil de la mujer; reconocimiento de las identidades de género; etc.). 
Los cambios suelen ser lentos en el mundo jurídico, pues el derecho es una de 
las herramientas de armonía social más conservadora, tiende a mantener los 
equilibrios que logran alcanzar las sociedades luego de períodos de reconfiguración. 
Hacia el siglo XXI creemos estar en tiempos convulsionados de cambio social, pues la 
legislación así parece evidenciarlo, con normas sobre matrimonio igualitario, igualdad 
10 
 
de género, derechos de los adolescentes, etc. Sin embargo, tal vez estos cambios ya se 
hayan producido en la sociedad desde los revolucionarios años 60, y ahora estamos en 
el momento en que ya se los puede plasmar en las leyes. Nunca está de más recordar 
que el derecho y las leyes no cambian la sociedad, sino que son otras fuerzas sociales y 
tecnológicas que las generan modificaciones en las relaciones humanas, que luego el 
derecho regula hasta el próximo cambio social. 
Cuando el derecho no cambia, cuando se aferra al pasado sin reconocer las 
necesidades y las nuevas realidades del presente, pierde su poder, pues deja de tener 
legitimidad en la sociedad y la gente deja de cumplir sus mandatos. Es que la esencia 
del Derecho no es prohibir y castigar como sostenía Kelsen en su Teoría Pura, sino, 
lograr ser respetado voluntariamente por la mayoría de la población, y solo preservar 
el castigo para los pocos que lo incumplen. El principio básico es que, si nadie respeta 
la ley, lo que pueden hacer las autoridades estatales para imponerla es muy poco. Por 
ejemplo, durante muchos años en la Argentina el divorcio estuvo prohibido, sin 
embargo, las personas se separaban igual —en la práctica— y armaban nuevas familias. 
Hacia fines de los años ochenta la norma cambió, y hoy en día tenemos divorcio exprés 
e incausado. 
Algunos se escandalizarán por las nuevas instituciones, derechos y garantías que 
establece el nuevo Código Civil y Comercial. Sin embargo, son pasos que debe dar el 
Derecho para adaptarse a los nuevos tiempos que corren, evitando condenar o prohibir 
cosas que la propia sociedad comenzó a tolerar en las relaciones humanas, y 
sancionando aquello que antes toleraba y hoy resulta inaceptable. 
En lo que hace al vínculo entre el Derecho y la Familia, digamos que la familia no 
es algo nuevo en la especie humana, es tal vez una de las instituciones que aparece 
desde tiempos inmemoriales, y que además, también la podemos encontrar en otras 
especies que habitan el planeta. Sin embargo, a diferencia de los animales, el ser 
humano fue regulando las interacciones familiares. Al comienzo de los tiempos, por 
medio de las tradiciones, las costumbres y la religión, y luego por el Derecho. Pero lo 
que no cambió es que siempre se estableció qué se podía hacer en la familia y qué no; 
qué deberes tenían sus integrantes; qué sanciones se preveían para los incumplidores; 
qué rol ocupaban los hombres, las mujeres, los niños, los ancianos; etc. 
Así, cada sociedad fue desarrollando un modelo de familia reconocido y 
protegido por el poder de turno, ya fuera el poder eclesiástico, el monárquico, el 
fascista, el republicano o el democrático como en el presente. Por poner un simple 
ejemplo, en el Imperio Romano la familia fue una suerte de unidad de producción a 
cargo del padre, quien podía decidir sobre los destinos de sus miembros a voluntad, 
fundamentalmente haciéndolos trabajar en el emprendimiento familiar. Esta situación 
perduró hasta el fin de la Edad Media. Durante los siglos posteriores, el Derecho fue 
cambiando muy lentamente, disolviendo fueros personales y títulos de nobleza, 
aboliendo la esclavitud, brindando garantías a los ciudadanos contra el Estado, aunque 
manteniendo en su legislación civil algunas instituciones discriminatorias como la que 
establecía la división entre hijos legítimos, y los hijos extramatrimoniales (también 
llamados bastardos). Los hijos extramatrimoniales, por haber sido concebidos por fuera 
11 
 
del matrimonio no eran reconocidos por el Derecho, no existía deber de cuidado de su 
padre y carecían de potestad hereditaria. Al día de hoy, estas situaciones, que eran muy 
normales en el pasado, como así también otras que perpetuaban discriminaciones 
según el género de las personas, su color de piel, orientación sexual, etc. fueron 
expuestas como una clara injusticia, y cambiadasel activismo en las calles, la educación 
en las escuelas y los hogares, los trabajos académicos en las facultades, y finalmente 
plasmadas en el Derecho. 
El modelo familiar que protege el Derecho actual contrasta en mucho con el 
pasado donde el derecho privilegiaba la familia matrimonial, heterosexual, dirigida por 
el pater y reconocida por el Estado. El modelo actual reconoce a la familia por el vínculo 
afectivo que se brinde sus miembros, con independencia de los vínculos de sangre o la 
consolidación de derechos por medio de la firma de libretas de casamiento ante 
funcionario público. No hay más discriminación por género contenida en las leyes del 
nuevo Código Civil y Comercial de la Nación; todos los hijos tienen los mismos derechos 
sin hacer distinciones por su nacimiento; y, las técnicas de reproducción humana 
asistida son nuevas formas de dar vida reconocida por el Estado. Se fue pasando de una 
familia sagrada, tradicional, rígida y jerárquica, a una familia flexible y horizontal, 
centrada en el individuo más que en la institución, y reconocedora de los avances del 
mundo tanto en el plano de lo social como de lo tecnológico. 
Como veremos a lo largo de este libro, la psicología, pero también la 
antropología y la sociología reconocen que el ser humano sólo puede desarrollarse si 
existe un grupo primario que lo rodee, fundamentalmente en los primeros años de vida. 
Aunque también necesita de ese grupo, u otro que lo suplante, para que lo acompañe 
en el resto de su vida, pues nacemos desvalidos y la vida nos da golpes —morales y/o 
físicos—. La familia brinda apoyo emocional a sus miembros porque fortalece su 
autoestima y los cuida físicamente. La autoestima no es narcisismo, sino una necesidad 
básica, que actúa como el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionando 
fortaleza y capacidad de recuperación. Además, los cuidados familiares, también evitan 
los daños físicos y permiten curar mejor los que no se pudieron evitar. De allí que la 
familia siempre será una institución importante para la especie, y por ello, es 
importante que el Derecho la cuide ya que, es útil para las personas. Pero no debe verse 
en este reconocimiento de la importancia de la función familiar una ideología 
conservadora, religiosa, ni mojigata, sino una mirada psicológica sobre una institución 
que ha venido acompañando a la humanidad desde sus orígenes; y, si bien hay familias 
disfuncionales que dañan más de lo que cuidan a sus miembros, son una minoría, y allí 
es donde el Derecho debe intervenir para que la institución no se use para perpetuar 
situaciones de abuso y maltrato —físico, psicológico, económico, etc— tras las 
privacidad del hogar familiar. Conocer qué prácticas llevan a cabo este tipo de familias, 
permitirá al operador jurídico tener una idea de lo que puede abarcar el concepto 
jurídico indeterminado acerca de lo que es una buena familia, un buen padre o una 
buena madre. 
Este libro hablará sobre los derechos y obligaciones familiares que tienen los 
adultos, los niños, las niñas y los adolescentes —en adelante NNyA—, e intentará 
12 
 
explicar las causas psicológicas que subyacen a ellos ¿Por qué es importante que existan 
derechos de la madre durante parto para preservar su salud psicológica y la de su hijo?, 
¿Por qué está prohibido casarse con el padre o la madre?, ¿por qué se quitó el deber de 
fidelidad de la pareja?, ¿por qué es obligatoria la escolarización de los niños?, ¿cuál es 
la importancia psicológica del deber de comunicación con los hijos tras un divorcio?, 
¿cómo se forman las parejas, cómo se mantienen y por qué se separan? Estos, y muchos 
otros temas que se estudian en Derecho de Familia serán abordados desde la mirada de 
la Psicología Jurídica para que estudiantes, abogados y jueces accedan a los contenidos 
psicológicos contenidos tras las normas y ello favorezca su aplicación terapéutica en 
cada caso en los que les toque intervenir. 
 
 
 
13 
 
 
Capítulo 1 
 
La perspectiva psicológica 
 
La psicología y del derecho, aunque parecen disciplinas que nada tiene que ver, 
en realidad, comparten varios puntos en común. Por ejemplo, ambas sirven para que 
las personas se comporten de un modo determinado. El derecho castiga las conductas 
que están tipificadas en los códigos y que afectan a terceros o al propio sujeto, o intenta 
disuadir a los sujetos de cometerlas. También se ocupa de reconstruir el pasado para 
juzgar la conducta de las personas. Por su parte, la psicología ayuda a que el propio 
sujeto pueda bucear en su pasado y en su presente, para modificar las emociones y 
pensamientos que lo llevan a sufrir o hacer sufrir a los demás, aunque estas conductas 
no siempre sean delito. 
Otro punto en común entre derecho y psicología es que en ambas, el juez y el 
psicólogo acuden a la misma herramienta: la pregunta, y la escucha atenta de las 
respuestas. Por medio de la palabra se reconstruye el pasado en la terapia y en los 
juicios. En la terapia se lo hace consciente, se lo resignifica y se lo elabora; en tanto que, 
en un juicio, se deja en evidencia los hechos, se encuentra responsables y se dictan 
sentencias que ayudan a las víctimas a superar los traumas, o solucionar conflictos 
interpersonales. En este sentido, se diría que una terapia y un proceso judicial tienen 
una función terapéutica, ya que ambos ayudan a ordenar el pasado, darle un sentido, 
identificar la causa de los padecimientos y deslindar responsabilidades en su aparición. 
Cuando el derecho acude a la psicología para obtener conocimientos científicos 
mediante los cuales comprender y regular más eficientemente las conductas, una de las 
ramas psicológicas que mejor puede adecuarse para ello es la psicología social. La 
psicología social parte del supuesto de que nuestras formas de pensar, sentir y actuar 
están poderosamente influenciadas por el entorno físico y social. Es decir, las personas 
actúan en el mundo condicionadas por los contextos, como así también, por las normas 
que fueron incorporando en su proceso de socialización que les dicen cómo actuar en 
cada momento. 
La influencia del entorno y de los otros es tan absoluta que no la vemos. No 
somos conscientes del nivel de condicionamiento o estímulos que nos provoca hasta 
que lo advertimos con un ejemplo cotidiano. Pensemos en casos en los que viajamos en 
un transporte público. Allí, no solemos hablar con los demás pasajeros, y no es porque 
14 
 
seamos mudos, sino porque hay una norma social invisible que lo impide, salvo, que 
pase algo inesperado, como un accidente, donde la norma se diluye, y nos animamos a 
interactuar con el otro. Pero en líneas generales, solo una minoría incumple este pacto 
tácito de la distancia social y el silencio que se da en los colectivos, trenes y subtes. Todo 
el mundo ha vivido esta experiencia, por lo que consideramos que es un ejemplo 
propicio para comprender el papel de la influencia del entorno en nuestras formas de 
estar en el mundo, como así también, la existencia de minorías que incumplen esta 
norma, y son sancionadas informalmente por el entorno, ya sea no respondiéndoseles, 
siendo cortantes o considerándolas raras. 
Este simple ejemplo del trasporte público también nos explica cómo es la 
sociedad, donde la mayoría de las personas se adaptan a los patrones de conducta 
establecidos, y unos pocos no. Para estos pocos es que existe el derecho. Las 
motivaciones para no adaptarse pueden ser diversas, desde procesos de socialización 
diferenciales, desconocimientos de los usos y costumbres, hacia patología mentales que 
dificultan la adaptación del individuo a los contextos. En líneas generales, al derecho le 
incumbe ayudar a que estas personas a que se autocontrolen y si no lo logran de manera 
autónoma, el estado cuenta con el monopolio de la fuerza para obligarlos a no llevar a 
cabo prácticas, que para la persona podrá ser absolutamente normales, pero que para 
la sociedad no lo son. Hablar en el transporte público es la violaciónde un uso, nada 
grave, pero es solo un ejemplo de cómo funcionan los miembros de la sociedad en 
interacción respetando, o no, normas sociales. Aplicarlo al ámbito jurídico solo exige 
cambiar esta conducta por otra que resulte vedada por las leyes. Pero el mecanismo 
psicosocial es el mismo: hay un conjunto de normas que todos respetamos, y alguien 
no. 
La psicología social y sus fuentes 
Una breve descripción de la psicología social moderna nos dirá que ésta 
disciplina entrecruza dos ramas del saber psicosocial, una surgida en Estados Unidos y 
la otra en Europa: la psicología cognitiva norteamericana y la sociología europea. 
De la sociología adoptó la perspectiva que señala la importancia que tiene la 
influencia de los grupos sociales a los que pertenece el individuo (p.ej. clase social, 
religión, lugar de residencia, nacionalidad, etc). Así, por ejemplo, se explica que las 
familias tradicionales de clase alta tengan muchos hijos. Eso no es consecuencia de una 
hipersexualidad de sus miembros, sino que se debe a que cumplen invisibles mandatos 
sociales de su grupo de pertenencia donde todos los demás tienen muchos hijos, de 
manera que, tener un hijo único se considera una anomalía, y por ende, hombres y 
mujeres se ven sutilmente impulsados a tener muchos niños y niñas. 
Por su parte, de la psicología cognitiva se toman conocimientos sobre los 
diversos procesos mentales que rigen las emociones, los pensamientos y las conductas 
de los individuos. Estas funciones mentales son la memoria, la atención, la motivación, 
las emociones, la inteligencia, la personalidad, las relaciones personales, la consciencia, 
y los procesos inconscientes. 
15 
 
Entonces, se diría que mientras que la sociología estudia al ser humano 
poniendo el acento en la influencia de los grupos sociales y sus normas sobre la persona, 
la psicología lo pone en sus procesos intrapsíquicos, todo lo cual redunda en la conducta 
que la persona realiza. 
En medio de estas dos se encuentra la psicología social, que como dijimos, es la 
rama más indicada para estudiar las conductas que al derecho le interesan, pues por lo 
general serán conductas en interacción con otro (delitos, contratos, etc). Si buscamos 
una definición que englobe todo lo que venimos diciendo sobre la psicología social, 
podríamos decir, que a partir de la influencia de la sociología y la psicología, se 
constituye como una disciplina autónoma de estas dos, y su finalidad es estudiar la 
influencia del entorno físico y social en el surgimiento, mantenimiento y cambio de los 
sentimientos, pensamientos y comportamientos de los individuos que viven en sociedad. 
Si desmenuzamos esta definición tendremos que su meta es estudiar cómo 
influyen las variables psicosociales del entorno en el surgimiento de sentimientos (odio, 
amor, desprecio, ira, miedo, tristeza, vergüenza, etc.); pensamientos (ideas, proyectos, 
etc); como así también en la motivación de las conductas concretas y las omisiones que 
se realizan. Pero como dice la definición, no solo le interesa la génesis de estos 
fenómenos psicológicos o conductuales, sino que también se encarga de estudiar los 
motivos por los cuales estos se mantienen en el tiempo, como así también, como 
cambian, ya sea profundizándose o desapareciendo. 
Continuemos con los ejemplos en transporte público y ahora pensemos en una 
persona que viaja en colectivo en la hora pico, y que en cada estación sube más y más 
gente. Quizás, aunque sea una persona muy tranquila, es posible que al viajar acalorada, 
apretada y empujada por los demás pasajeros (todos estos son los factores físicos que 
refiere la definición) vaya perdiendo la paciencia y elevando sus niveles de irritabilidad 
e intolerancia hacia los empujones. Seguramente lo mismo le ocurrirá al resto de los 
que viajan con ella en el colectivo, y es por eso, es muy común que se produzcan 
conflictos verbales y hasta físicos en esos espacios, pues la situación incrementó los 
niveles de ira hasta hacerlos tan intensos que no son posibles de contener. Cuando eso 
paso, en este caso por ira —y no por miedo como en el caso del accidente del colectivo 
antes mencionado— se salta la norma social que impide comunicarse con el otro en el 
transporte público, y surge el insulto, la mirada de enojo o la pelea. Pero lo más 
interesante es que muchas de las personas que se enojan, posiblemente, sean tranquilas 
en otros ámbitos, y que hayan sido llevadas a ese estado emocional por las 
circunstancias del entorno. 
Toda esta escena nos permitiría inferir que ha sido la situación en la que se 
encontraban todos los pasajeros la que motivó que surgieran y se mantuvieran 
sentimientos de ira, o que estos se manifestasen por medio de agresiones verbales, 
resoplidos, miradas de enojo o agresiones corporales tales como empujones, codazos 
(conductas). Luego, al bajar del transporte público, es posible que todos los pasajeros 
vuelvan a su equilibrio emocional habitual (y aquí operaría el cambio del sentimiento y 
del comportamiento del que habla la definición). 
16 
 
En este ejemplo, la psicología social intentaría explicar por qué surgen esos 
sentimientos, cómo se mantienen en los niveles en que lo han hecho, y cómo se 
modifican—o no— luego de bajar del autobús. 
Este simple ejemplo nos sirve para comprender que detrás de las condutas que 
percibimos en los demás, existen numerosas variables que no vemos pero que influyen 
poderosamente, tanto contextuales, como internas del propio sujeto (p.ej. creencias, 
valores y demás normas aprendidas culturalmente). Se diría que la premisa es que 
nadie es ajeno al contexto en el que vive (actual y pasado), y éste ejerce una poderosa 
influencia sobre los sentimientos, pensamientos, y fundamentalmente, sobre la 
conducta de las personas que es lo que exteriorizan y podemos percibir. 
La influencia de los mandatos invisibles que rigen nuestra conducta no siempre 
es visible por terceros. En efecto, hay recuerdos o esquemas mentales —formas rígidas 
de pensar— que se almacenan en la memoria y son invisibles a los demás. Por ejemplo, 
si una persona fue víctima de un robo en el colectivo, reaccionará distinto ante una 
presión por parte de otro pasajero pues se activará su sistema de alarmas y tal vez 
reaccione de una manera desproporcionada ante un simple empujón casual. También, 
quien haya tenido un ataque de pánico en un transporte público o sea fóbico a los 
ambientes cerrados tendrá otra vivencia ante el mismo hecho de viajar apretado. 
En definitiva, la psicología social va más allá que la sociología y que la psicología, 
porque permite estudiar el funcionamiento de la mente, pero teniendo continuamente 
en cuenta los factores sociales que le influyen. 
Como decíamos al principio, la psicología puede aportarle al derecho 
importantes conocimientos científicos sobre el ser humano en interacción con otros, 
los cuales deberían ser tenidos en cuenta cuando se pretende regular el 
comportamiento por medio de leyes, pues la conducta humana, por caótica que parezca 
en una sociedad, siempre se desarrolla respetando normas sociales y psicológicas, que 
muchas veces ni las propias personas saben que están influyendo sobre ellas. Por citar 
un ejemplo paradigmático, si le pidiéramos a al lector que se imagines teniendo 
relaciones sexuales con su padre o madre, seguramente le molestaría hasta imaginarlo; 
y es lógico, pues a todos nos parece algo aberrante y hasta insoportable de solo 
pensarlo. Sin embargo, esta aberración no es natural, sino que la incorporamos 
socialmente por haber nacido en esta cultura, y aunque todos estemos completamente 
de acuerdo con ella, no debemos perder de vista que es una construcción social similar 
a esa que nos lleva a disfrutar el comer el cuerpo muerto y las vísceras sanguinolentas 
de un vacuno (p.ej. el asado) y que repugna a otras culturas, como a nosotros nos 
desagrada comer gusanos, cucarachas, perros o escorpiones. Por mecanismos de 
aprendizaje y condicionamientosocial es que nos repugna la ida de tener sexo con 
nuestros padres o madres. Hemos sido condicionados social y psicológicamente para 
ello. Basta señalar que, contrariamente a nosotros, los faraones egipcios, sólo tenían 
relaciones con sus propios familiares para la conformación de familias. Para ellos lo 
aberrante era mantener relaciones con personas que no fueran sus parientes de sangre. 
Léase el cuento El Dios Escorpión de William Golding para hacerse una idea de este 
mundo tan distinto al nuestro, y comprender que mucho de lo que llamamos “normal” 
17 
 
o “natural” tiene bastante de artificial y de convención social aunque no nos demos 
cuenta. 
Esta perspectiva de análisis nos revela que somos seres sociales, influenciados 
poderosamente por normas sociales que conducen nuestros deseos (p.ej. presión hacia 
la heterosexualidad, casarse, tener hijos, estudiar, comprar un auto, casa, etc.). Normas 
que nos dicen qué objetivos debemos perseguir en la vida (p.ej. ganar dinero, triunfar 
en la vida, seguir nuestra vocación), cómo debemos comportarnos en los diferentes 
eventos sociales o familiares (p.ej. un velorio, en una fiesta o en la mesa) y que no 
debemos hacer, ni sentir ni pensar. Cuando se viola alguna de estas últimas pautas, se 
cometen conductas ilegales, y cuando se piensan o sienten cosas contrarias a lo que 
hemos aprendido a respetar surge la angustia que puebla los consultorios de los 
psicoterapeutas. 
La autonomía de la libertad desde la psicología 
Si aceptamos que estamos muy condicionados por el entorno y las normas 
sociales que tenemos grabadas a fuego en nuestros esquemas mentales, deberíamos 
entonces aceptar que se cuestione la absoluta libertad, es decir, no obramos como 
queremos, sino del modo en que estamos programados por nuestra socialización. Así, 
quien come con modales elegantes en la mesa porque lo aprendió de niño, no es ningún 
virtuoso, del mismo modo que quien nunca recibió educación para comer de manera 
sofisticada tampoco es un bruto, sino que es producto de su socialización. El ejemplo 
parece banal, pero también explica otras conductas que se internalizan en la familia 
inadvertidamente, tal como respectar o no a la pareja, pegarle o no a los hijos, el tipo de 
religión recibida, la responsabilidad para cumplir con las obligaciones laborales y todas 
las demás pautas sociales que rigen la vida de las personas y que se van incorporando 
en la familia al construir su identidad. De este modo, el individuo es un producto social, 
más que un ser absolutamente autónomo que decide en cada momento cómo actuar en 
su vida. 
A este cuestionamiento a la autonomía de la voluntad, podría agregarse que 
desde alguna corriente de las neurociencias se considera que nuestro cerebro, como 
todo en este mundo, está regido por leyes físicas que el ser humano no puede modificar. 
Así como no puede modificar la ley de gravedad, tampoco puede modificar las leyes que 
rigen los procesos mentales. Por lo tanto, siendo que la función principal del cerebro es 
preservar la supervivencia, existirán casos en los que, más allá de nuestra voluntad, 
nuestro cerebro nos hará actuar del modo en que está programado para hacerlo, y la 
libertad absoluta que postula el derecho se vería claramente limitada. Por ejemplo, si 
Ud. está en un incendio, y alguien le pide ayuda, estaría jurídicamente obligado a 
ayudarlo y no abandonarlo a su suerte. Sin embargo, es posible que su cerebro, le 
impida ponerse en riesgo y lo lleve a salir corriendo del lugar para salvarse. 
Jurídicamente hizo un abandono de persona, pero psicológicamente la explicación de 
su conducta tiene otra explicación. En efecto, abandonar a la persona no ha sido una 
conducta todo lo libre que uno puede creer, sino que nuestro cerebro nos impulsó 
18 
 
automáticamente en ese sentido. Otro caso menos dramático se presenta cuando 
estamos parados en una esquina y damos un brinco porque nuestro cerebro percibió 
en una décima de segundos una moto que, si nos quedábamos parados en el lugar, nos 
hubiera atropellado. Aquí nos reconforta que nuestro cerebro tome decisiones en piloto 
automático, sin intervención de nuestra voluntad. Sin embargo, el proceso es el mismo 
que en el del incendio, en ambos casos, nuestra libertad estuvo acotada por una decisión 
automática de nuestro encéfalo. 
Este dominio que tiene nuestro cerebro sobre nuestras conductas 
preconscientes fue demostrado por algunos experimentos llevados a cabo por el 
neurocientífico norteamericano Benjamín Libet (1985). Lo que descubrió Libet es que 
cuando tomamos una decisión, en realidad, nuestro cerebro ya lo ha hecho por nosotros 
y sólo tenemos la ficción de que fuimos nosotros los que decidimos en un sentido u otro. 
Tomemos otro ejemplo. Piense en alguien que está viendo televisión y va cambiando 
los canales porque los programas no le llaman la atención. En este zapping, algunos 
programas lo atrapan un poco, los mira un rato, se cansa, y vuelve a cambiar. Lo que 
hoy sabemos es que unos milisegundos antes de que el sujeto se diga a sí mismo que lo 
que ve es aburrido y cambie de canal, su cerebro ya había activado las zonas motoras 
de su corteza que serán necesarias para mover el dedo y cambiar de canal. Es decir, 
antes de que el sujeto tenga consciencia de que no le interesa el programa y desee 
cambiar de canal, el cerebro ya lo sabía y se preparó para tocar el control remoto. 
Pero no nos desesperemos, porque si bien el ser humando no puede cambiar las 
leyes de la física ni de la naturaleza, ello no implica que no pueda hacer cosas para evitar 
su influencia, como volar a la Luna, o inhibir conductas antisociales. En efecto, lo que 
Libet advirtió también es que, si bien parecemos ser esclavos de nuestro cerebro, 
tenemos la posibilidad de vetar algunas de sus decisiones. Por ejemplo, por más que 
nos aburra un programa de televisión, si estamos con un niño, y vemos que a éste le 
gusta, podremos inhibir lo que nuestro cerebro desea hacer. Del mismo modo que si 
nos enojamos, podemos controlar nuestros impulsos, y en el caso del incendio que antes 
mencionábamos, si la persona recibió un entrenamiento sobre incendios o es bombero, 
puede inhibir su respuesta de escape y ayudar al prójimo. 
De manera que bajo determinadas circunstancias donde el cerebro percibe que 
la vida está en riesgo, es posible que tome las riendas de nuestras decisiones, mientras 
que cuando existe la posibilidad de tener milisegundo para evaluar el riesgo 
conscientemente, se amplía el margen de libertad de la persona. 
Los golpes al narcisismo de la humanidad 
Esta falta de control sobre algo que siempre creímos que controlábamos, o de lo 
que estábamos seguros que entendíamos no es novedosa, y viene en sintonía con los 
cuatro grandes golpes al narcisismo que recibió la humanidad por parte de la ciencia. 
El primero fue el de la teoría heliocéntrica de Galileo Galilei, quien con sus 
observaciones por medio del telescopio destruyó el mito vigente hasta el momento, 
según el cual, la Tierra era el centro del universo. Galileo reveló al mundo renacentista 
19 
 
que no éramos más que un planetita que giraba junto con otros en torno al gran Sol. El 
segundo golpe al narcisismo de la humanidad fue la Teoría de la Evolución de Darwin 
quien reveló que el ser humano no provenía a imagen y semejanza de Dios, sino de algo 
más pedestre como los primates homínidos. Años más tarde, el tercer golpe fue dado 
por Sigmund Freud quien asestó una estocada mortal a la creencia de que las personas 
actúan en función de su voluntad al revelar la existencia del Inconsciente, el cual, 
gobierna desde las sombras gran parte de nuestras decisiones. Este punto habría sido 
retomado hoy por las neurociencias, que prueban que el cerebro nos hace tomar 
algunas decisiones haciéndonos creer que hemos sido nosotros los decisores; y 
finalmente. Finalmente, el cuatro golpe, como venimos mencionando ha sido el de las 
disciplinas psicosociales como la sociologíay las diversas corrientes psicológicas que 
señalan que obedecemos en gran medida, a normas sociales que incorporamos por 
medio del proceso de socialización. No somos conscientes de la imperatividad que 
tienen las normas sobre nosotros hasta que intentamos no cumplirlas. 
Todo ello nos hace replantear el postulado básico en que se funda todo el sistema 
de responsabilidad del Derecho, pues el obrar de las personas no parece ser tan libre 
como iremos viendo en este libro. En este sentido, la psicología aporta elementos para 
poner en evidencia las invisibles normas que gobiernan las formas de pensar, sentir y 
actuar de las personas. 
La socialización del ser humano 
Lo innato versus lo adquirido 
Una cuestión que siempre ha suscitado debates en el campo de las ciencias 
humanísticas es si el ser humano está determinado por su biología, o si la educación 
puede alterar sus supuestos instintos o tendencias naturales. Los estudios de Lipset 
pusieron en jaque cierta libertar en el obrar, pero también permitieron advertir que 
bajo ciertas circunstancias el ser humano puede controlar sus reacciones automáticas. 
Nosotros consideramos que, es muy poco lo que el ser humano trae de innato en 
términos sociales, y aun ese poco, es bastante maleable por medio del aprendizaje de 
las normas, creencias, valores y conocimientos del grupo humano donde se criará. 
Ejemplos de algunas de estas facultades innatas podrían ser que las que trae el bebé al 
nacer, que siente curiosidad por lo que hacen los demás, y si bien esto podría ser una 
tarea sencilla, es la base biológica que permitirá la futura interacción social, 
permitiendo inferir los estados mentales de los demás. Este interés por el otro es innato 
en los niños sanos, y la piedra angular de todas las especies sociales como la nuestra, 
pues para cooperar o competir necesitamos poder predecir la conducta de los demás y 
actuar en consecuencia. Esto es lo que los estudios clásicos de Premack y Woodruff, 
llamaron “Teoría de la Mente”. Se trata de lo que algunos definen como “mirada mental”, 
es decir, una mirada que nos permite “leer” las mentes de los demás y obrar en 
consecuencia. Baron-Cohen, una de los autores más reconocidos sobre síndrome del 
espectro autista, llama a esta capacidad de lectura de la mente del otro “mindreading”, 
20 
 
señalando que esta capacidad es la que se encontraría afectada en el autismo (Baron-
Cohen, 2005). 
Otra capacidad innata es cierta predisposición cerebral para desarrollar el 
lenguaje materno que Chomsky la llama “Gramática universal” (Chomsky, 1980). Pero 
atención, no es que los niños nazcan balbuceando el lenguaje familiar, sino que su 
cerebro tiene módulos específicos que le ayudarán a adquirir lenguaje, y por lo general, 
aprenderán el lenguaje que habla su familia, pues desde aun antes de nacer es el que 
escuchan. De hecho, un bebé recién nacido, a las pocas horas es capaz de distinguir el 
tono de voz de su madre del de otras mujeres, pero mejor aun, es capaz de distinguir el 
lenguaje materno de otros lenguajes. Los experimentos advierten que los bebés que 
escuchan a mujeres hablando el lenguaje materno activan la tasa de succión de sus 
labios lo que revela que el estímulo sonoro les resulta familiar, mientras que cuando 
escuchan lenguajes extraños, la tasa de succión desciende (Moon, et. al. 2013). 
Pero a pesar de estos ejemplos de innatismo, será la cultura la que condicionará 
la forma de interactuar con los otros y la que le brindará el lenguaje que empleará el 
niño, que no está demás adelantar, que será lo que le permita interpretar el mundo, 
pues el lenguaje atribuye significados a las cosas de manera sutil. Basta señalar que 
cuando al niño que juega con su comida se le dice que es un chancho, se va consolidado 
en su mente una concepción de que estos animales son inmundos. De hecho, la propia 
cultura tiene como sinónimos la palabra mugriento y cochino. Otros ejemplos de cómo 
el lenguaje tiñe sutilmente nuestra percepción del mundo lo encontramos en casos 
como el de señalar que mientras que la palabra zorro describe a un simpático animal, 
la palabra zorra se asocia con características negativas. Es decir, el lenguaje impone 
valores sin que nos demos cuenta y nos hace ver el mundo en un sentido determinado. 
Estas son las formas más sutiles de transmitir los valores, en líneas generales 
hay saber psicología para conocer estos hilos. Las formas más evidentes de socializar 
son por medio de la crianza, la educación, los ejemplos, los medios de comunicación, la 
religión, etc. Todo eso va conformando el mundo psíquico del niño, y por ende, las 
formas de pensar, sentir y actuar. Se va introyectando la cultura en el organismo 
humano, como un modo de ir condicionando sus respuestas naturales, y así, el niño 
deberá ir aprendido a controlar esfínteres, no morder, dormir en horarios 
determinados, lavarse los dientes, comer con cubiertos, etc. 
Cada sociedad impone a sus miembros prácticas específicas, y por lo tanto, si 
bien todos los humanos nacemos con una boca y un aparato digestivo para ingerir 
alimentos, algunas culturas son profundamente vegetarianas y otras carnívoras; 
algunas comen con las manos y otras con palillos; etc. Es decir que la forma de estar en 
el mundo no depende tanto del aparato biológico, sino de lo que las personas hacen con 
él en función de lo que les transmitieron por medio de la crianza, y lo que luego fueron 
aprendiendo con el correr de los años. 
21 
 
Los procesos de incorporación de normas, valores y creencias 
Ahora bien, lo que llamaremos socialización es la introyección de las normas 
sociales en el individuo, y van desde las normas básicas de comportamiento hasta los 
valores que deben respetarse. 
Todas las sociedades socializan a sus miembros y ello se explica a partir del 
hecho de que cada sociedad posee un conjunto normas sociales que le permiten a sus 
miembros coexistir con cierto grado de paz y armonía, garantizando su subsistencia y 
la de las generaciones venideras por medio de la cooperación. Por ejemplo, dar el 
asiento a una mujer embaraza y respetar a las personas mayores son normas sociales; 
saludar con un beso o dando la mano, también; tener una religión y respetar sus 
mandatos es otro ejemplo. Sin embargo, las normas sociales no están biológicamente 
determinadas como si lo está la búsqueda del pecho materno del bebé, por lo que 
difícilmente un niño cumpla con estos mandatos si no es socializado para ello. 
Socializar no siempre es un proceso sencillo, basta recordar lo que cuesta 
enseñarle a un niño a saludar con un beso a los parientes o a decir “gracias”. Sin 
embargo, por medio del aprendizaje el niño lo irá aprendiendo, hasta que el día de 
mañana, no saludar o no ser saludado le parecerá algo inaceptable. Además de aprender 
las normas por medio de alguien que se las transmite, el niño también las incorpora por 
modelado, es decir, por imitación del entorno. Al principio los modelos serán los 
miembros de la familia, luego la “Seño” del jardín de infantes y los demás compañeritos, 
y así seguirá ampliando sus fuentes socializadoras durante gran parte de su vida, pues 
si bien la socialización s muy fuerte en la infancia continúa durante toda la vida en cada 
lugar donde el individuo interactúe y deba incorporar normas de comportamiento (el 
trabajo, la facultad, la familia de su pareja, el club, etc). 
Este proceso de modelado o imitación que estudio desde siempre la sociología, 
hoy se complementa con los estudios de la neuropsicología que da cuenta de que 
existen neuronas especializadas en ayudar a los humanos imitar la conducta de los 
demás. Son las neuronas espejo las encargadas de este trabajo, y no solo nos ayudan a 
imitar al otro, sino también, nos permiten sentir lo que el otro siente (Iacobini, 2012; 
Goleman, 2006). Este descubrimiento se logró por medio del registro de la actividad 
cerebral cuando ve que otra persona se martilla un dedo, por ejemplo. Se encienden las 
mismaszonas del dolor que quien sufrió el golpe, aunque no con la misma intensidad. 
Pero eso nos permite comprender lo que el otro sufre, y de hecho, hasta podemos hacer 
un gesto de dolor con nuestra cara (fruncir la nariz, achicar los ojos y estirar hacia atrás 
los labios), lo que indica la clara simbiosis empática que existe entre las personas, 
aunque sean desconocidas. La razón, son nuestras neuronas que intervinieron para que 
sintamos los que pudo haber sentido el otro. 
De los niños suele decirse que son como monos imitadores, y es verdad, pues a 
diferencia de los adultos, casi no tienen otras neuronas que controlen la actividad de las 
neuronas espejo, y por ende, su cerebro es un gran imitador de todo lo que ven. La 
finalidad evolutiva es que imiten a los adultos y sobrevivan en la vieja Sabana Africana 
donde comenzó nuestra especie. Además, la imitación es una forma muy eficiente de 
aprender. 
22 
 
Con los años el niño, irá desarrollando otras neuronas que inhibirán, en parte, a 
las neuronas espejo, aunque siempre contaremos con una buena dosis de ellas, pues 
son las que nos permiten tener empatía con los demás al comprender lo que sienten 
con tan solo verlos o escuchar su tono de voz, y en parte, son necesarias para la mayoría 
de los aprendizajes prácticos que, mientras se tenga ganas de aprender, siempre se 
podrán incorporar. 
El aprendizaje social por medio de premios y castigos 
Más allá de esta tendencia natural a la imitación que sirve para aprendizajes 
prácticos y culturales, las normas sociales también se van incorporando por medio de 
premios y castigos. Los premios o recompensas suelen ser las felicitaciones del entorno 
cuando el niño actúa como es socialmente esperado, en tanto que los castigos pueden 
ser tanto la reprimenda tradicional, pero también, y esto muchas veces no se tienen en 
cuenta, la falta de la felicitación al niño por lo que hizo. Esta última forma del castigo 
tiene efectos tan beneficiosos como otros tipos de sanciones, y en lugar de hacer que el 
niño aprenda a portarse bien para no ser sancionado, aprende a portarse bien para ser 
felicitado. Es un modelo de crianza basado en lo positivo más que en lo negativo, 
desarrollado por los estudios de Skinner, y que muchas escuelas con metodologías 
novedosas, como las Escuelas Waldorf o Montessori, introducen como forma de 
establecer límites de maneras no violentas. 
 Las sanciones no son malas en sí, sino que resultan absolutamente necesarias 
como límite ante un incumplimiento de la pauta esperada, pues si no se le hace notar al 
niño o la niña la desviación, la norma no se incorpora como pauta de conducta. Lo que 
decimos aquí es que el modo en que se aprende también es importante. 
Recuérdese que se llevando a cabo un proceso de mutación de un organismo 
biológico humano a un ser comunitario, y por lo tanto, además de los premios y castigos, 
la paciencia y la constancia son imprescindibles para que incorpore los hábitos. Los 
hábitos se convertirán en una segunda naturaleza, y una vez incorporados, a niño 
socializado le parecerá impensado no respetarlos. No podrá creer que alguna vez 
anduvo desnudo por la playa sin el más mínimo pudor. 
Dicho todo esto, cabe concluir que las normas sociales que se van incorporando 
por socialización no son otra cosa que modelos de conducta a seguir que se imponen a 
los individuos, cuyo apartamiento ocasiona algún tipo de sanción (Fucito, 1999). El reto 
de un padre/madre/hermano puede ser un ejemplo de sanción; y también lo serán las 
sanciones internas del propio niño, tales como el sentimiento de culpa o de vergüenza 
que irá experimentando conforme vaya sintiendo autónomamente la obligatoriedad de 
las normas de su grupo. Las normas sociales son las guías para comportarse en la 
familia primero, y luego, en sociedad, y conforme se van internalizando, la persona se 
va socializando sin advertirlo. 
Adaptación social 
En cada ámbito social donde el ser humano actúe habrá normas a las cuales 
deberá ajustarse para ser aceptado (jardín, escuela, trabajo, club, medio de transporte, 
23 
 
etc). De allí la necesidad de conocerlas para poder interactuar sin parecer un extraño o 
peligroso. Claro que no serán las mismas normas las que se manejan en la familia que 
en la escuela, ni en el trabajo que con los amigos, pues cada ámbito tiene sus normas 
propias, sin perjuicio de que muchas pueden ser similares, como “pedir permiso”, “ser 
solidario”, “hablar castellano”, “ir vestido”, etc. 
Lo que toda familia intenta hacer es que el recién nacido tenga las mejores 
chances de sobrevivir y tener una buena vida en la sociedad, y para eso, destinan sus 
esfuerzos al principio para que no sea rechazado por la comunidad. Al principio serán 
pautas de urbanidad para el jardín de infantes, y si no lo logran, ya sea por falta de 
límites o dificultades particulares del niño, comenzará a sentirse la sanción social del 
rechazo, el aislamiento o la expulsión de estos ámbitos. Si los problemas de falta de 
adaptación no se revierten, las probabilidades que el niño se convierta en un adulto con 
las mismas dificultades es alta; y, las sanciones que se imponen ya no sólo serán 
sociales, sino que se agregan las jurídicas cuando la persona no puede adaptar su 
conducta al respeto de los derechos de los demás. 
De allí la necesidad del proceso de socialización como un establecimiento de 
diques de contención hacia los impulsos, que potencie las conductas prosociales e 
inhiba la satisfacción inmediata de los deseos. La mayoría de las personas adaptadas a 
la sociedad lograr autorregularse, posponer las recompensas y respetar los derechos 
de los otros. Así lo evidencia un interesante estudio llamado “The Marsmallow Test” (o 
Test de la golosina) realizado por el profesor de Stanford Walter Mischel. El 
experimento consistía en colocar a un niño ante una tentación y ver como reaccionaba. 
Para ello, se convocaron niños y niñas de entre 4 y 6 años, y a cada uno se lo iba invitado 
a oficina donde había un investigador que los recibía, lo invitaba a sentarse, y también 
había una mesa con una golosina muy apetitosa. El investigador le decía que esa 
golosina era para el/ella. También estaba previsto que le dijera al niño que él debía salir 
unos 15 minutos, y que si podía aguantar sin comer la golosina, al regresar le daría dos 
de premio. Las cámaras de video que registraron las conductas de lo niños tras la 
partida del investigador evidenciaron que algunos se abalanzaron sobre los dulces, 
pero otros, si bien se acercaron a ver la mesa, no tocaron la golosina. Hacían cosas para 
distraerse como caminar, ir hacia la puerta y volver, cantaban solos, etc. Ideaban formar 
de intentar vencer la tentación, y lo lograron. Catorce años después, los investigadores 
rastrearon el paradero de estos niños, ya convertidos en jóvenes adultos, y lo que 
descubrieron es que los impulsivos no prosperaron mucho en sus vidas, mientras que 
los que habían logrado controlarse habían triunfado en su vida académica, familiar y 
social (Mischel, et. al, 1972). 
Este experimento demuestra la utilidad de los procesos de crianza que se 
producen en la familia como guías que le permitirán al niño en el futuro tener un lugar 
en el mundo por medio del autocontrol de sus impulsos, pues hoy es una golosina, pero 
mañana serán cosas más importantes por las que valdrá la pena esforzarse, y posponer 
la gratificación inmediata para obtener mejores resultados. 
24 
 
La transmisión de los modelos familiares 
Una cuestión más acerca de la socialización es que además de transmitirle al 
niño los rudimentos básicos normativos con los cuales deberá interactuar con el 
mundo, la familia también le transmite conocimientos, creencias, normas y valores, es 
decir, la cultura de su grupo de pertenencia. Esto significa que no sólo se le incorporan 
normas de urbanidad, sino formas de ver y de actuar en el mundo. Esto implica que el 
niño criado en una familia con valores de respeto y tolerancia,verá al otro desde esta 
perspectiva; en tanto que una familia jerárquica y autoritaria imprimirá a fuego esta 
perspectiva del mundo, ya sea haciendo del niño un potencial dictador, o un potencial 
sometido a las figuras de poder con las que se cruce en su vida (p.ej. jefes, parejas, etc). 
Decimos “potencial” porque si bien la familia forma la identidad, no la determina, por 
lo que la propia persona, al crecer puede generar modificaciones. Aunque en rigor, esto 
exige problematizar la propia identidad, cosa que, salvo situaciones de crisis (p.ej. 
problemas laborales, rupturas amorosas, desvinculación con los hijos, etc), las personas 
no lo suelen hacer. 
Como vemos, los valores y los modelos que transmite la familia, intentan adaptar 
al niño y al joven a la perspectiva del mundo de los adultos, y en esa tarea le transmiten 
sus valores, creencia y modelos de ser padre, madre e hijo o hija. Lo interesante del 
proceso de socialización es que con los años, olvidamos que todo lo aprendido —de 
maneras consciente o inconscientemente— no son otra cosa que imposiciones sociales 
de nuestro grupo de pertenencia. Por eso, nos parecen extraños quienes no comparten 
nuestras pautas sociales. Así nos cuesta comprender que los Testigos de Jehovah no 
permitan que sus hijos se salven con una transfusión de sangre; o que los musulmanes 
se casen con varias mujeres a la vez. También podemos juzgar como una aberración que 
Don José de San Martín se haya casado con la niña Remedios de Escalada de tan solo 14 
años o que en el derecho civil antiguo se privara de derecho a los niños nacidos por 
fuera del matrimonio. Estos son tan solo ejemplos que ilustran que cada tiempo 
histórico y cada sociedad socializa a sus miembros para el mundo que le toca vivir. Les 
dice lo que está bien y lo que está mal para su época, y sanciona las desviaciones de su 
tiempo. Juzgar el pasado con los criterios presentes es un absurdo, del mismo modo que 
juzgar a otras culturas con los valores propios también lo es. 
Por regla epistemológica, las ciencias humanísticas modernas no toman partido 
por ninguna cultura diciendo que una es superior a la otra, o que todo tiempo pasado 
fue mejor/peor, sino que parten del relativismo cultural lo que les permite comprender 
que cada sociedad tiene normas distintas según su proceso histórico y necesidades 
sociales del grupo. Incluso dentro de una misma sociedad, las personas pueden 
compartir la mayoría de las normas, aunque existirán algunas normas propias de su 
grupo de pertenencia (p.ej. adolescentes, religiosos, ricos, pobres, etc). Entender el 
mundo desde el relativismo cultural nos permitirá advertir que para comprender a una 
persona adulta o niña, rica o pobre, atea o religiosa, es importantísimo conocer las 
distintas normas en las que se encuentra inmersa. Para ello, puede resultar muy útil 
conocer su lugar en la sociedad, tanto su clase social, su género, la edad, el grado de 
estudios alcanzados, su estado civil, etc.). Ello se debe a que a pesar de que cada persona 
25 
 
es única e irrepetible, siempre debemos partir del principio general de que las personas 
que pertenecen a un mismo grupo, como sostiene el sociólogo Bourdieu (2012) suelen 
estar influenciadas por normas similares y, por ende, suelen sentir, pensar y actuar de 
maneras muy parecidas. Si no fuera así, no podría predecirse el comportamiento 
humano como lo hacen las ciencias sociales. Tomemos un ejemplo cercano. 
Los jóvenes de clase media/alta de los grandes centros urbanos del país tienden 
a seguir carreras universitarias. Seguramente si se les consulta, ellos informarán que 
estudian porque es su vocación y voluntad—y es probable que en algún caso así lo sea—
. Sin embargo, lo cierto es que el lugar en el mundo donde se socializaron (familia de 
clase media, media-alta, en la mayoría de los casos) tiene una influencia mucho más 
importante de lo pensado en su motivación para ser profesionales, como así también, 
en su capacidad para sentarse a estudiar diez horas seguidas. Y mucho más si sus padres 
son profesionales, pues ese hecho operará como poderosa referencia y modelo a la hora 
de proyectar un futuro en el joven. Aunque si no hay profesionales en su familia, ser el 
primero puede ser una gran motivación. También, al ser un joven de clase media, habrá 
ido a una buena escuela, por lo que los compañeros, los amigos o la pareja también 
influirán en su decisión de elegir una carrera, o se verá estimulado a hacerlo tal como 
lo hacen los demás miembros de su grupo. Finalmente, súmese a todo estos, los 
parientes preguntando en las reuniones sociales “¿Qué carrera vas a seguir?”. Estas 
sutiles preguntas son presiones invisibles para que el joven haga lo que todos los 
miembros de su clase “deben hacer”: estudiar algo. 
En definitiva, todos estos estímulos que reciben los jóvenes de clase media les 
imponen, casi sin darse cuenta la obligación de seguir una carrera (luego también 
vendrán las presiones para una pareja, tener hijos, pero lo dejamos para más adelante 
a este punto). En nuestro ejemplo universitario, el grado de libertad que le queda está 
un tanto acotado. La opción no es estudiar o no estudiar, sino cuál carrera elegir. 
Enfoques similares emplea la psicología jurídica para indagar sobre algunos 
fenómenos que le interesan al Derecho, tales como la violencia familiar, el casamiento, 
el divorcio, la crianza de los niños tras el divorcio, etc. En cada caso, se analiza la 
interacción de las partes o su relación con sus hijos desde una perspectiva en la cual se 
toma en cuenta, no solo lo que la persona siente o hace, sino también los condicionantes 
externos (p.ej. tipo de familia de origen, tipo de amistades, etc.), pues la conducta 
observable es el resultado de 
diversas variables, visibles e 
invisibles. Esta es una de las 
premisas básicas en psicología 
social según la cual, la explicación 
de la conducta humana, siempre 
debe hacerse en función de 
estudiar las características 
psicológicas del individuo y la 
situación en la que se encuentra. El 
estudio de las características 
PERSONA SITUACIÓN CONDUCTA
26 
 
psicológicas se refiere a los diversos procesos mentales que se activan en las personas 
en la vida cotidiana. Por ejemplo, lo que decíamos con relación al transporte público en 
la hora pico. El perfil psicológico del individuo puede ser más o menos irascible, y a ello 
se debe sumar como lo impacta el contexto o la situación en la que se encuentra. Ambas 
variables (persona + situación) son necesarias para comprender y explicar su 
comportamiento. Si cambia una de ellas, es altamente probable que también cambie la 
resultante. Así se explica que un argentino tire un papel en la calle sin ningún problema, 
pero si viaja a extranjero, se comporta de un modo distinto. Lo que cambió no fue su 
personalidad sino el contexto, y esto influyó en la conducta. En sentido inverso, también 
puede ocurrir que al conocer ciudades donde la gente es más pulcra y actuar en 
consecuencia, la persona cambie su forma de pensar y actuar, y al regresar al país 
modifique su conducta. 
Los factores sociales, físicos y biológicos de influencia 
 Dijimos que la psicología intenta comprender al ser humano teniendo en cuenta 
los diversos factores que pueden influenciarlo en su forma de sentir, pensar y actuar. Si 
bien hay infinitos factores que pueden afectarlo, estos se clasifican en una tipología que 
incluye a los cinco más representativos, pudiéndose encuadrar dentro de ellos la amplia 
gama de circunstancias que rodean la vida cotidiana de una persona. Estos cinco 
factores son: las acciones y características de los otros, las reacciones del propio 
individuo, el factor cultural, el entorno físico los factores biológicos y los factores 
biológicos. Analizados cada uno por separado obtenemos el siguiente esquema: 
a) Las acciones y las características de los otros: Las personas suelen ser 
afectadas por el comportamiento o la presencia de los demás. Basta con pensaren que 
una mirada puede inhibirnos de hacer algo, como así también, motivarnos para hacerlo. 
Los niños suelen mirar a sus madres cuando están por hacer algo de lo que no están 
seguros, y si obtienen su aprobación, lo hacen; aunque algunos otros, para llamar la 
atracción de sus padres pueden llegar a intentar hacer aquello que saben que estos no 
desean. 
Asimismo, las características personales de los individuos con quienes 
interactuamos también nos afectan, pues para los progenitores de un niño, no será lo 
mismo hablar entre ellos que con la maestra de su hijo; del mismo que la maestra no les 
hablará de su hijo del mismo modo que habla de éste con otras maestras. También 
encontramos que cuando los progenitores están presenten mientras el niño juega, éste 
se encuentra más seguro que cuando no están. 
En todos los casos, en adultos o niños, la presencia del otro —o de los otros— 
afecta la forma de sentir, pensar y actuar de las personas, potenciándolas en cualquier 
sentido, ya sea estimulándolas o inhibiéndolas. 
b) Nuestras reacciones: El modo en que reaccionamos ante los estímulos del 
entorno también es algo que afecta nuestra forma de estar en el mundo, y también 
impactará en los demás. Por ejemplo, una mala noticia puede ser procesada de diversas 
maneras (enojo, tristeza, apatía, etc.) y ello repercutirá en los demás, pues nuestra 
27 
 
forma de reaccionar puede proyectarse sobre el prójimo (en la ira, por ejemplo) 
creando situaciones de interacciones incómodas donde no las había. Los casos más 
complejos donde las reacciones se retroalimentan generando un círculo vicioso que 
nadie aceptar haber comenzado, en el que nadie quiere ceder, o romperlo. 
Este ejemplo puede rastrearse aun en etapas preverbales. Por ejemplo, un bebé 
que no pare de llorar, podrá hacer que sus padres se desesperen, reaccionen 
emocionalmente sin poderse autorregular, se peleen entre ellos y se enojen con el bebé. 
Con ello, profundizarán más la angustia del niño y éste potenciará más el círculo vicioso 
en cuestión. Es que adultos y niños se influyen mutuamente. En un supuesto contrario 
al narrado, unos progenitores que no se colapsen con el llanto podrán transmitirle paz 
a ese niño que canaliza su malestar por medio del llanto, y así logarán calmarlo con 
mayor facilidad, además que le estarán enseñando a autorregularse con el simple 
ejemplo. 
Nuestras reacciones también están afectadas por nuestros propios recuerdos. 
Todo el proceso educativo clásico que recibe un niño por medio de premios y castigos 
se basa en este postulado, donde aprenderá a desarrollar las conductas deseadas por 
sus padres y maestros, en función de la recompensa asociada (p.ej. una felicitación, una 
sonrisa, etc) o por temor al castigo. 
También el recuerdo puede operar a nivel inconsciente, tal como ocurre con 
muchas fobias que sufren las personas (p.ej. miedo a la oscuridad, a volar, a lugares 
cerrados, a las palomas, etc.). Estos trastornos, tienen que ver con traumas sufridos en 
el pasado, y que si bien pueden haber sido olvidados, la fobia sigue manifestándose 
porque el miedo permanece en la persona a nivel no consciente y se activa como 
reacción ante determinados estímulos exteriores. Un niño que se haya asustado 
traumáticamente con una bandada de palomas a los tres años en una plaza, es posible 
que, años más tarde, no recuerde el suceso, pero que el miedo a las palomas se haya 
instalado en su memoria, y se activará cada vez que esté ante una paloma. Sabrá que es 
un miedo absurdo, que las palomas no hacen nada, pero no podrá con él. 
c) El entorno físico: La vida en pareja es una continua negociación, pero convivir 
en un monoambiente con dos hijos puede hacer que surjan mayores roces que si 
existieran más ambientes donde retirarse para evitar discusiones y tener un ámbito de 
privacidad. De hecho, el hacinamiento es un poderoso motivador de conductas hostiles, 
tal como lo demuestran algunos estudios sobre población carcelaria que explican que 
las peleas frecuentes de los reclusos se dan por la sensación de hacinamiento en la que 
viven, lo que eleva los sentimientos de hostilidad y hace que se interprete cualquier 
gesto o conducta del otro como un signo de agresión y se responde en consecuencia 
(Lawrence y Andrew, 2004, en Hogg y Vaugh, 2010). 
Otras variables del entorno físico que afectan al ser humano es la temperatura 
ambiental. Sabemos por experimento que las altas temperaturas tornan más irascibles 
a las personas que el frío. Asimismo, se sabe que la Luna llena hace que las personas se 
tornen más impulsivas que durante las restantes fases (Anderson, et. al, 1995; Rotten y 
Kelly, 1985, en Baron y Byrne, 1998). 
28 
 
d) El factor cultural: La cultura es el conjunto de normas y valores que un grupo 
social comparte, guía las pautas de conductas a seguir y se transmite a los nuevos 
miembros por medio de la socialización. Como ya vimos al hablar de este proceso, las 
personas aprenden a respetar las normas de su grupo para coexistir armónicamente, 
hasta que se convierten en su segunda naturaleza, se normaliza la forma de hacer las 
cosas que tiene el grupo de pertenencia, y por lo tanto, es claro que la cultura condiciona 
los comportamientos. Ejemplos bien abarcativos de ello serían la costumbre de saludar, 
asearse diariamente, no decir malas palabras, respetar la propiedad privada. Pero 
también otras costumbres más complejas, tales como considerar a los niños como seres 
que necesitan mucho cuidado durante su infancia, o bien, considerarlos que son mano 
de obra para el trabajo, como ocurría hace no muchos años en el país, y que se mantiene 
en algunos lugares. 
El derecho también es un producto cultural que puede afectar al individuo, pues 
es sabido que las leyes persiguen proteger lo que se considera valioso en un tiempo y 
lugar determinado (la vida en tiempos de paz, la libertad, la propiedad privada, la 
familia, etc.). En este sentido el derecho influye en las conductas de las personas para 
inhibirlas de determinados comportamientos (p.ej. robar, estafar, dañar, abusar) o 
estimulándolas (p.ej. beneficios impositivos por casarse, descuentos por pagar a 
término el ABL; etc). Claro que con el tiempo las sociedades cambian, y por ende, el 
conjunto de valores y creencias que las personas comparten también lo hacen 
exigiéndole al derecho que se adapte a las nuevas realidades (p.ej. ley de divorcio, 
matrimonio igualitario, despenalización del consumo de marihuana, interrupción legal 
del embarazo, vientre subrogado, eutanasia, prohibición del trabajo infantil, etc.), y 
como el derecho es un producto cultural, es decir, que depende de la comunidad de la 
que surge, debe adaptarse a las nuevas realidades para coexistir con ella. 
Por otra parte, el sistema político que rige en cada sociedad también es un factor 
cultural determinante de comportamientos, puesto que no serán las mismas normas las 
que rijan a los miembros de una sociedad capitalista que los de una socialista. Ni 
tampoco se podrá comparar una sociedad secular con una religiosa. En cada caso, habrá 
valores distintos por los cuales valdrá la pena esforzarse, y normas que regulen el 
comportamiento diario estimulando algunas conductas, pensamientos y emociones, e 
inhibiendo otras. En algunas será ganar la mayor cantidad de dinero posible 
(capitalismo); en otras, será la ayuda mutua de sus miembros (comunismo o 
socialismo); y en otras lo importante será agradar a dios o los dioses que allí se adoren 
(religiosas). 
 
e) Factores biológicos: Finalmente, los nuevos descubrimientos de las 
neurociencias dieron lugar a considerar que muchas de nuestras reacciones 
emocionales y cogniciones (pensamientos) están afectados por nuestra biología. Por 
ejemplo, durante mucho tiempo se consideró que el ser humano era genéticamente 
egoísta, que solo buscaba su provecho (p.ej. la teoría de Hobbes sobre “el hombre es 
lobo del hombre”). Esta ideología motivó gran parte de los escritos políticos del pasado.No obstante, la ciencia actual probó lo contrario. En rigor nuestra especie es más 
29 
 
solidaria que egoísta. De hecho, el cerebro es un órgano eminentemente social, 
conectado a lo que le ocurre a los demás. Somos capaces de comprender el estado 
emocional del otro con solo escuchar su voz, y ayudarlo si lo vemos en apuro, salvo que 
esté en peligro nuestra supervivencia (límite de la solidaridad con desconocidos). 
Esta capacidad para comunicarnos que tenemos los humanos y comprender 
rápidamente qué le ocurre la vimos anteriormente cuando indagamos sobre la Teoría 
de la Mente, pero también se puede medir como una inteligencia más del ser humano, 
particularmente la inteligencia emocional, y cuando se lleva al campo de las relaciones 
sociales se la considera inteligencia social (Goleman, 2006). Esta capacidad es la que 
nos permitió superar a las restantes especies del planeta en el campo de la organización 
en comunidad y la colaboración en tareas. Hemos comenzando con la cacería grupal del 
mamut en los tiempos de las cavernas y llegado hasta la organización de una planta 
industrial donde miles de manos cooperan para la creación de productos. Pero 
insistimos, esto no habría sido sólo producto del genio humano, sino que ha tenido 
cierta ayuda de esta tendencia prosocial del cerebro para trabajar mancomunadamente 
con otros (Tomasello, 2010; Harari, 2014). 
También existen factores vinculados a la neuroquímica del cerebro que hacen 
que las personas se conduzcan de un modo determinado, siendo muy difícil resistir a 
sus demandas. El ejemplo más conocido podría ser el del enamoramiento, donde la 
liberación de dopamina, oxitocina y adrenalina nos impulsan ciegamente al encuentro 
del ser amado, a cualquier costo y bajo toda circunstancia. Este tema lo 
profundizaremos al analizar las relaciones interpersonales que surgen entre adultos, y 
entre estos y sus hijos. 
Los tres pilares de la personalidad: pensamiento, emociones y 
conducta 
Además de este mapa psicosocial sobre las cinco variables que influyen en las 
personas, la psicología cognitiva nos brinda otra herramienta para facilitar la 
comprensión de los fenómenos psicológicos. Esta corriente parte del hecho de que la 
personalidad de los individuos está sustentada en tres pilares: pensamientos, 
emociones y conductas. 
En líneas generales, la salud mental está representada por la existencia de cierto 
equilibrio entre estos pilares. De manera que cuando una persona está conforme 
consigo misma, suele tener una vida activa (conducta), ideas optimistas (pensamientos) 
y un estado de ánimo positivo (emociones). Sin embargo, cuando surgen alteraciones 
en alguno de estos ejes, el sistema de la personalidad se desbalancea. Así, en situaciones 
de divorcio o ruptura de pareja, donde las personas tienen un impacto emocional 
intenso, puede aparecer una depresión clínica que se instala más allá del duelo normal 
de toda separación. La depresión suele ser vista como un estado emocional melancólico, 
donde el sujeto piensa todo el tiempo de manera negativa sobre él mismo, su entorno y 
su futuro. Es lo que se conoce como la Tríada de Beck y se presenta cuando la persona 
se dice para sí misma cosas tales “nunca serví para nada”, toda la gente ya se da cuenta” 
30 
 
y “esto nunca va a cambiar” (Beck, et al. 2010). Y es muy probablemente que su 
conducta acompañe este estado de ánimo pasándose largas horas sin hacer nada, sin 
realizar actividades fuera de su casa, sin bañarse etc. Lo que intentamos graficar es que, 
la conducta, el pensamiento y la emoción son tres variables que actúan unidas, que son 
consistentes entre sí, y por ende, cuando alguien está triste, suele pensar negativamente 
y no tener mucha actividad. Contrariamente, cuando alguien está haciendo algo que le 
gusta, suele estar alegre y pensar positivamente. A partir de esta tesis, es que se advirtió 
que para cambiar los pensamientos negativos de una persona depresiva, además de 
ayudarla a cuestionar sus ideas generalizantes del tipo “nunca, todos, nadie, jamás, etc”, 
también puede ser una buena estrategia ayudarla a modificar sus conductas (p.ej. 
acompañarla a salir a correr o a realizar otra actividad que active al cuerpo). La premisa 
es que, si modificamos “la conducta”, ese aspecto de la personalidad arrastrará poco a 
poco a los otros dos —las emociones y cogniciones—, pues recuérdese que siempre 
tratan de equilibrarse más allá de la conciencia de la persona, por lo que al activar una, 
las otras pueden acompañarla. Del mismo modo, también puede lograrse el cambio 
trabajando con las emociones, o con los pensamientos en sí (Keegan, 2010). 
Comprender al ser humano desde la perspectiva psicológica nos permitirá 
entender mejor las interacciones que se producen entre las parejas, los diálogos 
internos que tiene cada uno, y los vínculos que entablan con sus hijos e hijas, que es en 
definitiva, lo que estudio el Derecho de Familia. 
 
 
31 
 
 
Capítulo 2 
Psicología y Derecho 
Diferencias entre Derecho y Psicología 
Persona, libertad y la responsabilidad 
 Si bien vimos los aportes y las similitudes entre psicología y derecho, lo cierto 
es que no dejan de ser disciplinas distintas por lo que cada una posee su especificidad. 
Es cierto que ambas se interesan por la conducta humana aunque cada una lo hace 
desde una perspectiva diferente. La psicología busca comprender los motivos 
profundos, racionales o emocionales que la inspiran; mientras que al derecho le basta 
con comprobar que el sujeto obró voluntariamente, y a partir de allí se lo hace 
responsable de sus actos. Si se toma cualquier código civil, penal, comercial o laboral, 
se advertirá que el derecho considera que el comportamiento humano se basa en el 
libre albedrío y, por lo tanto, si la voluntad no está viciada habrá imputabilidad o 
responsabilidad por los actos u omisiones. En cambio, para la psicología algunos actos 
que aparentemente son intencionales están motivados por causas profundas que el 
sujeto no tiene demasiada consciencia (p.ej. olvidos y descuidos inconscientes, celos 
paranoicos, irascibilidad, etc.). De allí que para la psicología, tener libertad no es lo 
mismo que para el derecho. Caminar por la calle sin un grillete en el tobillo no significa 
que este grillete no esté invisiblemente colocado en nuestra mente. Como vimos al 
hablar del proceso de socialización, estamos condicionados en nuestras formas de 
pensar, sentir y actuar, no somos libre en ese sentido. Obramos como nos adiestraron a 
hacerlo. Asimismo, también tenemos nuestros látigos internos cuando nos apartamos 
de lo que sentimos que debemos hacer, y pueden motivar nuestras conductas sin que 
podamos hacer mucho por evitarlas. Es que para la psicología las personas no obran de 
acuerdo a los códigos legales, sino en función de sus procesos de socialización y sus 
reacciones emocionales. El hecho de que la mayoría de las personas no robe y no mate, 
no se debe solamente al derecho, sino fundamentalmente a que aprendieron a no 
hacerlo y eso lo consideran un valor importante a respetar. 
Imaginemos una persona que haya vivido toda su infancia y juventud en una 
familia donde se producía violencia doméstica, donde su padre o madre la castigaban 
32 
 
físicamente. Llegada a la adultez, cuando esta persona tenga hijos, es altamente 
probablemente que reproduzca el mismo sistema de castigos a la hora de resolver los 
conflictos familiares, pues es lo que aprendió. Para el derecho, en principio, no habría 
dudas acerca de que esta persona que maltrata a sus hijos obra voluntariamente y, por 
lo tanto, es responsable de sus actos, pues es libre de obrar de otro modo y no lo hace. 
Pero para la psicología, la persona no posee esa libre voluntad de la que parte todo el 
sistema de la responsabilidad jurídica, pues no puede perderse de vista que ha sido 
condicionada durante todo el proceso de socialización familiar en un modelo de 
interacción violento, y por ende, actuar de esa manera

Continuar navegando