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Déficit atencional y queja cognitiva en pacientes con Trastorno Depresivo

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Tesis de grado de Licenciatura en 
Psicología 
 
Déficit atencional y queja cognitiva en 
pacientes con Trastorno Depresivo. 
 
Estudiante: Medina, Lucía M. 
DNI: 38.926.738 
 
Tutor a cargo: Dra. Fiorentini, Leticia 
DNI: 26.571.716 
 
 
 
1° cuatrimestre 2020 
 
 
 
 
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La presente Tesis de Grado sigue los lineamientos del 
Manual de estilo de la APA, 6ta. Edición. 
2 
ÍNDICE 
 
1. RESUMEN…………………………………………………………………….3 
2. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………..4 
2.1 ACERCA DEL DIAGNÓSTICO DE DEPRESIÓN……………………...5 
2.2 TEORÍAS Y MODELOS DE DEPRESIÓN……………………………....5 
2.3 ANORMALIDADES FUNCIONALES Y ESTRUCTURALES.………...7 
2.4 PERFIL COGNITIVO DE LA DEPRESIÓN……………………………..7 
2.5 QUEJA COGNITIVA…..……………………………………….……….11 
3. MARCO TEÓRICO………………………………………………………….13 
4. OBJETIVOS………………………………………………………………….14 
5. MÉTODO Y MATERIALES………………………………………………...15 
5.1 DISEÑO Y MUESTRA………………………………………………….15 
5.2 INSTRUMENTOS ………………………………………………………17 
5.3 ANÁLISIS ESTADÍSTICO……………………………………………...19 
6. RESULTADOS………………………………………………………………20 
7. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN………………………………………….24 
8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………….28 
9. ANEXO………………………………………………………………………36 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
1. RESUMEN 
 
 
El objetivo del presente estudio consistió en estudiar el perfil atencional en pacientes con 
Trastorno Depresivo Mayor (TDM) e indagar en qué medida la queja cognitiva en personas 
con TDM se asoció con la presencia de alteraciones atencionales, a partir de la valoración del 
ítem del Inventario de depresión de Beck II (BDI-II), que alude a dificultades en la 
concentración. Se realizó un estudio comparativo de muestras independientes, con un grupo 
de 23 pacientes diagnosticados con depresión y un grupo control de 16 sujetos sanos. A 
ambos grupos les fue administrada una batería neuropsicológica completa y el cuestionario 
BDI-II entre otros instrumentos de evaluación de síntomas psiquiátricos. Se compararon 
ambos grupos mediante pruebas de T para contrastar el rendimiento en las tareas 
neuropsicológicas. A su vez se utilizó la prueba de Chi- Cuadrado para estudiar la asociación 
entre la presencia de queja subjetiva de dificultades de concentración y la presencia de 
dificultades atencionales. Los datos obtenidos soportan la hipótesis de que los pacientes con 
depresión presentan merma en tareas atencionales. Respecto a la asociación entre queja y 
alteración cognitiva los resultaron no alcanzaron significación estadística, pero sugieren una 
tendencia a favor de que cuando la queja cognitiva del paciente es severa, se corresponde con 
rendimientos deficitarios en pruebas atencionales. 
Palabras claves: Depresión, BDI-II, perfil cognitivo, atención, queja cognitiva. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
2. INTRODUCCIÓN 
 
La depresión es uno de los principales problemas de salud en todo el mundo, y el más 
prevalente de los trastornos del estado de ánimo, siendo una enfermedad que puede afectar a 
cualquier persona. Según la OMS (2018), más de 350 millones de personas viven con 
depresión y se conoce que el impacto en la calidad de vida de estas es igual de importante 
como el de cualquier afección médica grave (Garay, 2016). De hecho, los pacientes con 
depresión tienen mayor prevalencia en enfermedades médicas y su tratamiento constituye un 
problema que excede al campo de la salud mental (Von Ammon Cavanaugh, Furlanetto, 
Creech & Powell, 2001). 
La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas 
emocionales a los problemas de la vida cotidiana (OMS, 2018). La tristeza acompañada de la 
pérdida de interés hacia ciertas actividades, de alteraciones en el sueño o disminución del 
apetito, suele ser un tipo de respuesta normal que se da a partir de la pérdida de algún ser 
querido o de un empleo, siempre y cuando estas sean transitorias (Aguilar Navarro & Ávila 
Funes, 2016). Si persisten, pueden convertirse en un problema de salud serio, causando gran 
sufrimiento y alterando las actividades laborales, escolares y familiares de la persona. En el 
peor de los casos puede llevar al suicidio, siendo la depresión en el grupo etario que va de 15 
a 29 años la segunda causa de muerte (OMS, 2018). Esto implica que cuando están presentes 
o no los sucesos que pueden generar tristeza y la depresión se vuelve consistente, la persona 
padece un trastorno del estado de ánimo (Dahab, Rivadeneira & Minici, 2002). 
En Argentina, la OMS ha reportado que el 4.7% de la población padece un cuadro depresivo. 
Por su parte, el observatorio de la deuda social argentina de la UCA difundió un informe 
estadístico (ODSA, 2019) que abarca la serie 2010-2018, siendo unos de los principales 
resultados arrojados la duplicación del número de personas que dijeron tener una percepción 
negativa de su estado de salud en las dimensiones tanto física como biológica y psicológica. 
Fue considerada como variable la percepción de felicidad que en 2018 indicó que un 13,6% 
de personas se consideran “poco o nada” felices. También se midió el malestar psicológico a 
partir de un test de sintomatología ansiosa y depresiva, y el 15% de los consultados promedio 
mostró tener una ausencia de proyectos personales, el 73,3% de quienes sentían malestar 
psicológico manifestó tener una vida sedentaria, sin actividad física, y el 67,5%, problemas 
para dormir. Dichos resultados podrían ser considerados como indicadores de sintomatología 
depresiva en nuestra población. 
 
5 
Acerca del diagnóstico de depresión 
 
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) tiene un apartado 
dedicado a los Trastornos depresivos, dentro de los cuales se diferencian el trastorno de 
desregulación disruptiva del estado de ánimo, el Trastorno de Depresión Mayor (TDM), el 
Trastorno depresivo persistente (APA, 2013), entre otros, siendo el más común el TDM que 
es el que normalmente se denomina depresión (Dahab, Rivadeneira & Minici, 2002). Los 
criterios que se exponen en el manual para diagnosticar TDM expresan que las personas que 
experimentan este trastorno presentan 5 o más de los siguientes síntomas: 1) Estado de ánimo 
deprimido; 2) anhedonia; 3) pérdida o aumento del peso o el apetito; 4) hipersomnia o 
insomnio; 5) agitación o retraso psicomotor; 6) fatiga; 7) sentimientos de culpabilidad o 
inutilidad excesivos; 8) merma de la capacidad de pensar o concentrarse; 9) y pensamientos 
recurrentes sobre muerte o suicidio (APA, 2013). En este punto, un grupo de investigadores 
(Wakefield & Schmitz, 2013) se preocupó por contemplar que la capacidad de poder 
establecer un diagnóstico válido entre el TDM y lo que se consideró anteriormente como 
tristeza normal puede ser un problema, ya que las respuestas no patológicas a grandes 
pérdidas y estresores, por ejemplo, tienen en común muchos de los mismos síntomas de 
angustia general que el trastorno depresivo. Concluyeron que es indispensable tener en cuenta 
el criterio que subraya el sentimiento de inutilidad, dado que se considera un indicador 
crucial de que la tristeza normal se hubiera transformado en una patología. 
 
Teorías y modelos de depresión 
 
Una comunidad importante de investigadores ha proporcionado fuerte apoyo para el modelo 
cognitivo de la depresión (Beck, 2008; Clark & Beck, 1999;), el cual postula tres conceptos 
específicos para explicar la depresión (Beck, Rush, Shaw & Emery, 1979): los esquemas, la 
tríada cognitiva y los errores cognitivos. Los esquemas son un conjunto de significados 
idiosincrásicos con los cuales el sujeto va dando sentido a las diferentes situaciones vitales. 
La tríada cognitiva consiste en tres esquemas que funcionan en simultáneo para disponer el 
valor y el significado que las personas les otorgan a loseventos de la vida, para responder a 
estos. En el paciente con depresión, funcionan tres esquemas que involucran una versión 
negativa de sí mismo, del mundo y del futuro. Los errores en el procesamiento de la 
información que se dan en el pensamiento del depresivo mantienen la creencia del paciente 
en la validez de sus conceptos negativos, incluso a pesar de la existencia de evidencia 
6 
contraria (realiza así inferencias arbitrarias, abstracciones selectivas, generalizaciones 
excesivas, etc.) (Beck, 1967). 
A diferencia del modelo psicológico anterior donde los esquemas negativos en última 
instancia causan un procesamiento de información sesgado (Beck, 1967), el enfoque 
neuropsicológico cognitivo, que es una extensión y reformulación del modelo cognitivo con 
resultados de estudios farmacológicos y sobre funciones neurocognitivas elementales (Gonda 
et al., 2015), sugiere que los esquemas negativos no son el resultado directo de experiencias 
tempranas adversas, sino que son instanciados por sesgos de procesamiento afectivos 
negativos. Se postula que estos sesgos son causados por alteraciones en la transmisión de 
monoaminas, que podrían estar relacionadas con factores ambientales o genéticos, o más 
probablemente una combinación de ambos. Este enfoque neuropsicológico cognitivo 
conceptualiza los síntomas depresivos centrales, como la disforia y la anhedonia, como 
estados aprendidos engendrados por esquemas negativos disfuncionales, instanciados durante 
largos períodos por sesgos de procesamiento de información afectiva (Pringle et al, 2010). 
Este marco nos provee algunas predicciones. En primer lugar, que los procesos cognitivos 
afectivos disfuncionales deben ser detectables de manera confiable en pacientes actualmente 
deprimidos, en varios dominios cognitivos diferentes (tales como percepción, atención, 
aprendizaje y memoria y control cognitivo). En segundo lugar, que como los procesos 
cognitivos afectivos disfuncionales se proponen para impulsar el desarrollo de los esquemas 
negativos que causan síntomas depresivos centrales, deben ser detectables en individuos con 
riesgo de depresión antes del inicio de una enfermedad franca, aunque pueden no desaparecer 
completamente después de la remisión. En tercer lugar, los tratamientos para la depresión 
deben modificar la percepción afectiva, el control cognitivo afectivo o el aprendizaje 
afectivo, aunque diferentes modalidades de tratamiento pueden operar en diferentes procesos: 
por ejemplo, los fármacos antidepresivos deben sesgar positivamente el procesamiento de 
información afectiva tanto en voluntarios sanos como en individuos deprimidos. En cuarto 
lugar, los cambios en los sesgos afectivos negativos en aquellos que finalmente se 
beneficiarán del tratamiento deben ser detectables en el curso del tratamiento. Por último, la 
intervención temprana en individuos en riesgo (por ejemplo el entrenamiento cognitivo o la 
medicación) debe prevenir la incidencia de enfermedades al inhibir el desarrollo de esquemas 
disfuncionales (Roiser, Elliott & Sahakian, 2011). 
 
 
 
7 
Anormalidades funcionales y estructurales 
 
Se encuentra ampliamente reportado que los pacientes con TDM presentan anormalidades 
funcionales y estructurales cerebrales, en la corteza prefrontal, incluyendo la dorsolateral, 
ventromedial y el cíngulo anterior (Levin et al 2007). Se ha demostrado una disminución de 
la activación de la corteza prefrontal y en contraste una mayor activación del cíngulo anterior 
(Fitgerald, Laird, Maller & Daskalakis, 2008). Esta hipoactividad se relaciona con niveles 
reducidos de Glutamato, un neurotransmisor excitador principal asociado al TDM (Yuksel & 
Ongur, 2010). Además, experimentan niveles más altos de depresión después de un 
acontecimiento vital estresante reciente los individuos que poseen una o dos copias de la 
variante corta del gen 5-HTTLPR (transportador de serotonina) que resulta no ser tan eficaz 
en su transcripción como lo es la forma larga. A la presencia de dicho alelo corto, se asocia el 
procesamiento cognitivo negativo y las cogniciones negativas (Beck, 2008). 
 
Perfil cognitivo de la depresión 
 
Las anormalidades estructurales mencionadas en el apartado anterior, guardarían relación con 
déficits en funciones cognitivas específicas en la depresión (Levin et al., 2007), pero existe 
una falta de acuerdo entre los investigadores acerca del perfil cognitivo que presentan los 
pacientes deprimidos, generalmente en el patrón de alteraciones neuropsicológicas. 
Asimismo, está demostrado que casi todas las personas con TDM tienen alteraciones 
neuropsicológicas, y que las combinaciones posibles de alteraciones tienen una gran 
variabilidad (Gudayól- Ferré et al., 2010). 
Como fue mencionado antes, la depresión se caracteriza por un deterioro a largo plazo que 
afecta áreas que incluyen, el estado de ánimo, la motivación y la cognición, y se correlaciona 
con reducciones significativas en la calidad de vida, el funcionamiento psicosocial y el 
procesamiento intelectual. Entre estos dominios afectados, la cognición es la dimensión más 
relevante ya que se relaciona con la pérdida de capacidad funcional de personas en edad 
laboral activa (Carvalho et al., 2015) estando los déficits neurocognitivos en esta población 
directamente relacionados con el desempeño laboral deteriorado y contribuyendo a su vez a 
la remisión de la depresión (McIntyre & Lee, 2016). Se ha demostrado que las personas con 
depresión experimentan mayores tasas de desempleo, discapacidad y ausentismo laboral 
(Birnbaum et al., 2010). 
8 
Sin embargo, las alteraciones de las funciones cognitivas en la depresión no han recibido 
importancia en relación con otros trastornos psiquiátricos, a pesar de que la evidencia indica 
que son determinantes principales y se generalizan en múltiples subdominios cognitivos 
(Ravnkilde et al., 2002; Zuckerman et al., 2018). Además, la evidencia ha disociado la mejora 
sintomática de los dominios que abarcan la mejora funcional y el retorno al trabajo de las 
personas (Zimmerman et al., 2006). La insuficiencia que rodea los resultados de remisión 
entre las personas con depresión delinea la importancia de que sean consideradas las 
disfunciones neurocognitivas (Zuckerman et al., 2018). Por lo tanto se sugiere que el 
deterioro cognitivo tiene un efecto independiente de los síntomas del estado de ánimo, 
correlacionando con impedimentos funcionales (McIntyre & Lee, 2016). 
Por esto, en la depresión que es considerada un trastorno afectivo, actualmente se debe tener 
en cuenta que también es paralela una disfunción muy marcada y clínicamente significativa 
de las funciones cognitivas (Hammar & Ardal, 2009). La investigación (Gonda et al., 2015; 
Jaeger, Berns, Uzelac & Davis-Conway, 2006; McIntyre & Lee, 2016; Roiser et al., 2011) 
sugiere que se ven afectadas en pacientes deprimidos la memoria de trabajo, las funciones 
ejecutivas y la concentración y atención, tratándose de tres de los cuatro dominios cognitivos 
principales (Gualtieri & Morgan, 2008; Harrison, Lam, Baune & McIntyre, 2016.). Además, 
la fluidez verbal, como parte del perfil ejecutivo, y la generación de nuevos aprendizajes 
(Zhier & Brió, 2010). Por el contrario, se encontrarían conservadas las funciones 
visuoconstructivas y el lenguaje (Gotlib & Joormann, 2010). Los déficits cognitivos son 
consistentes y por eso suelen usarse como indicadores para identificar individuos en riesgo y 
también para evaluar el inicio y la progresión de la enfermedad (McIntyre & Lee, 2016). 
Incuestionablemente, la depresión afecta la habilidad de pensar, concentrarse, tomar 
decisiones, formular ideas y de recordar (Marazziti, Consoli, Picchetti, Carlini, & Faravelli, 
2010). 
Es importante tener en cuenta que la persistencia de déficits cognitivos después de la 
remisión de los síntomas depresivos contribuye al fracaso de la recuperación funcionalcompleta (Woo, Rosenblat, Kakar, Bahk & McIntyre, 2016). A su vez, los impedimentos 
funcionales suelen contribuir a la persistencia de dichos déficits cognitivos (Pan et al., 2017) 
y estos síntomas cognitivos residuales que están presentes después del alivio de los síntomas 
afectivos durante la remisión, influyen de manera profunda y generalizada en la calidad de 
vida de los pacientes (Gonda et al., 2015). En un estudio prospectivo (Conradi, Ormel & 
Jonge, 2011) se estableció que los síntomas cognitivos están presentes durante el 85-94% de 
la duración de los episodios depresivos y 39- 44% de la duración de los períodos de remisión, 
9 
lo que confirma que el alivio de los síntomas afectivos no se corresponde con un aumento en 
la funcionalidad del paciente (Papakostas et al., 2004). Así, se ven deterioradas la posibilidad 
de obtener y mantener un trabajo, la productividad académica y laboral, el mantenimiento de 
un hogar y las relaciones sociales y familiares, la resolución de problemas y la capacidad para 
hacer frente a los efectos nocivos de la enfermedad (Gonda et al., 2015). Este modo de 
afrontamiento deteriorado que afecta las funciones diarias también afecta a la familia, amigos 
y todo el entorno (Gonda et al., 2015; Hammar & Ardal, 2009; Papakostas et al., 2004) 
disminuyendo el apoyo social con el tiempo, y por lo tanto, causando que el paciente se vea 
cada vez más afectado por sus propias capacidades comprometidas de resolución de 
problemas y afrontamiento (Jaeger et al., 2006). 
En suma, está ampliamente reportado que las personas deprimidas sufren de alteraciones 
cognitivas generalizadas (Ravnkilde et al., 2002), Aunque no hay acuerdo sobre un perfil 
neuropsicológico que caracteriza la depresión en la fase aguda de la enfermedad, es muy 
probable que diferentes subgrupos muestren diversos patrones de deterioro neurocognitivo 
(Hammar & Ardal, 2009). En este sentido, podemos encontrar trabajos que sugieren que los 
pacientes con TDM con síntomas melancólicos tienen mayor afectación de la memoria y de 
las funciones ejecutivas en comparación con los pacientes deprimidos sin melancolía 
(Michopoulos et al., 2006). También hay trabajos que señalan que los pacientes que tienen 
TDM a una edad de inicio temprana presentan alteraciones neuropsicológicas más graves que 
aquellas personas que tienen un inicio del trastorno a una edad más tardía (Grant, Thase & 
Sweeney 2001) y que un mayor número de episodios depresivos previos se relacionan con 
una presencia de alteraciones de memoria más graves (Gorwood, Corruble, Falissard & 
Godwin, 2008). En fin, como fue dicho, el perfil de déficit neuropsicológico de la depresión 
es muy heterogéneo. Se encuentra ampliamente difundido que el TDM dista de tener un perfil 
neuropsicológico único (Gudayól- Ferré et al., 2010) 
De todos, se señalan por un lado, alteraciones en las funciones ejecutivas en las cuales está 
involucrado el manejo de situaciones novedosas que implican planificación o toma de 
decisiones e involucran corrección de errores o solución de problemas. Suele tratarse de 
situaciones peligrosas o técnicamente difíciles que aunque puedan presentarse a diario, 
requieren la superación de una respuesta habitual (Marazziti et al., 2010) o de “flexibilidad 
cognitiva” (Goodle, 2007). El déficit se traduce en la ausencia de autoconfianza para tomar 
dichas decisiones, generando ansiedad y miedo por las consecuencias de estas, motivo por el 
cual el paciente procrastina o bien delega la toma de decisiones a otros. Éste lo expresa con 
afirmaciones tales como “no puedo decidir nada”,”no me atrevo a decidir” (Gonda et al., 
10 
2015). Esto constituye un estado de rigidez cognitiva que puede evitar que los pacientes 
enfrenten eventos de la vida, perpetuando así el estado de ánimo deprimido al prolongar la 
exposición al estrés (Marazziti et al., 2010). 
En lo que respecta a la memoria, las personas con TDM tienen la capacidad de desempeñarse 
igual que los controles en situaciones estructuradas, y las dificultades aparecerían si tienen 
que desempeñarse por iniciativa propia en situaciones no estructuradas. En este sentido, se 
sugiere que si se elimina la posibilidad de rumiar en una tarea estructurada, se elimina la 
alteración (Gotlib & Joormann, 2010). Por otro lado, diversos estudios señalan que se ven 
afectadas la memoria verbal y visual a corto plazo (Gonda et al., 2015). Los pacientes tienen 
olvidos de sus tareas cotidianas y frecuentemente deben confeccionar listas porque pierden u 
olvidan cosas. Es preciso señalar que las disfunciones de la memoria en las personas con 
depresión apuntan a déficits de codificación en lugar de recuperación, ya que la memoria a 
largo plazo parecería no verse afectada (Naismith et al., 2003). 
Sucede que la memoria a corto plazo o la memoria de trabajo es difícil de separar de la 
atención (Ravnkilde et al., 2002). Por esto, los déficits atencionales son comunes en la 
depresión y la evidencia de disfunción atencional surge de casi todos los estudios que 
incluyeron medidas para evaluar procesos de atención en los trastornos del estado de ánimo 
(Cohen, Lohr, Paul & Boland, 2001; Hammar & Ardal, 2009; Keilp, Gorlyn, Oquend, Burke 
& Mann, 2008; Landrø, Stiles & Sletvold, 2001; Liu et al., 2002; Ravnkilde et al., 2002; 
Roiser et al., 2011; Simons, 2009). 
Las personas con depresión tienen una dificultad particular cuando las tareas requieren un 
esfuerzo con demanda de atención sostenida (Ellis, 1991; Thomas, Goudemand & 
Rousseaux, 1999). Esto resulta congruente con que los déficits de memoria sean de 
codificación de información. 
A su vez, se considera que el deterioro del rendimiento de la atención selectiva, puede ser la 
base de la rigidez cognitiva (Keilp et al., 2008) y las alteraciones persistentes del control 
atencional promueven defectos en las redes de regulación de emociones que son más graves 
cuando el riesgo de suicidio es alto (Posner et al., 2002). Las dificultades también surgen para 
desviar la atención de estímulos convincentes pero inapropiados (Keilp et al., 2008). 
En suma, las alteraciones en la atención impactan en la incapacidad de manejar varias 
actividades en curso, mantener una conversación simple o ignorar las distracciones, lo que 
lleva a fracasar en el registro de información y su consecuente olvido (Gonda et al., 2015). 
Por último, se reporta disminuida la amplitud atencional ya que los pacientes suelen 
concentrarse fácilmente en pensamientos negativos, enfocados en sí mismos (Snyder, 2013). 
11 
Queja cognitiva 
 
La queja cognitiva alude a los problemas cognitivos que informan padecer los pacientes en su 
vida cotidiana. Tales deficiencias podrán o no verse reflejadas en las evaluaciones 
neuropsicológicas. En este sentido, las correlaciones entre la queja y los déficits objetivos son 
débiles ya que las quejas tienden a ser más graves que los déficits objetivados en las pruebas 
neuropsicológicas. Se cree que la discrepancia entre las quejas subjetivas y los datos 
obtenidos en los instrumentos neuropsicológicos se debe a la autopercepción sesgada que 
tiene lugar en la depresión (Beck, Rush, Shaw & Emery, 1979; Lahr, Beblo & Hartje, 2007; 
Mowla et al., 2008; Svendsen, 2012). Con respecto a las quejas, los médicos no 
necesariamente asocian parte de estas con disfunciones cognitivas; por lo tanto, su 
reconocimiento puede ser problemático (Gonda et al., 2015). Estas quejas que parecen indicar 
una autopercepción negativa pueden exacerbar las dificultades cognitivas percibidas y 
obstaculizar el funcionamiento de la vida cotidiana de los pacientes (Alonso-Prieto et al., 
2018; Buist‐Bouwman et al., 2008; Petersen, Porter, & Miskowiak, 2018). 
Sin embargo, no hay instrumentos que midan las quejas cognitivas o la cognición subjetiva 
en la depresión, aunque haya evidencia de que la cognición medida objetivamente puede no 
capturar completamentelas dificultades cognitivas en la vida diaria de los pacientes (Van der 
Elst, Van Boxtel, Van Breukelen, & Jolles, 2008). Además, se recomienda evaluar el 
funcionamiento cognitivo subjetivo para determinar la relevancia clínica de comenzar 
tratamientos potenciales dirigidos a la cognición (Petersen et al., 2018). Esta evaluación 
permitirá valorar si sus quejas reflejan déficits medibles de manera objetiva, lo que puede 
guiar la selección de tratamientos dirigidos a déficits objetivos con intervenciones pro-
cognitivas, o quejas subjetivas con tratamiento antidepresivo optimizado para aliviar los 
síntomas de depresión (Miskowiak et al., 2018) en correspondencia entre el declive cognitivo 
subjetivo propio del trastorno depresivo. 
En la práctica clínica se emplean instrumentos validados en nuestra población para medir y 
evaluar las deficiencias cognitivas autopercibidas en el trastorno depresivo, como el Hamilton 
Depression Rating Scale (HDRS), sin embargo no fueron diseñados específicamente para 
evaluar las deficiencias cognitivas específicas del TDM. Esto podría ser una dificultad ya que 
sabemos que la cognición subjetiva suele estar influenciada por el estado emocional y, en 
consecuencia, puede verse afectada por la gravedad de los síntomas depresivos. Por lo tanto, 
aunque las medidas subjetivas proporcionan un informe preciso de la función cognitiva 
12 
percibida, no brindan información precisa acerca de la capacidad cognitiva objetiva 
(Zuckerman, 2018). 
Dado que las dificultades cognitivas imponen limitaciones funcionales significativas en los 
pacientes con TDM, resulta de relevancia estudiar en qué medida la gravedad de los síntomas 
de depresión se asocia a dichas dificultades cognitivas. El interés radica en que pesquisar 
dicha merma permitiría implementar las estrategias de compensación necesarias que ayuden 
al paciente a minimizar dicho impacto. Si bien una evaluación neuropsicológica sería ideal a 
estos fines, por la demanda de tiempo y por los costos, esto muchas veces no resulta posible. 
En este sentido, resulta de interés contar con indicadores para saber en qué ocasiones resulta 
relevante realizar una evaluación neuropsicológica completa. El Inventario de Depresión de 
Beck II (Beck Depression Inventory II, BDI-II) es utilizado como un indicador de la 
presencia y el grado de los síntomas depresivos que coinciden con los criterios diagnósticos 
del DSM-IV. Se trata de un cuestionario de 21 ítems autoadministrado a partir de los cuales 
se reporta si se observan síntomas mínimos o normales, leves, moderados o severos de 
depresión. Asimismo, entre los reactivos que lo conforman, el ítem 19 alude a la presencia de 
queja cognitiva, específicamente a la dificultad en la concentración autopercibida de los 
evaluados. Resulta de interés conocer en qué medida, la queja objetivada en éste ítem se 
asocia a la presencia objetiva de dificultad atencional. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
13 
3. MARCO TEÓRICO 
 
Neuropsicología 
 
El desarrollo de la presente tesis se llevó a cabo en el marco teórico de la Neuropsicología. 
La Neuropsicología es una especialidad clínica que se ocupa del diagnóstico y tratamiento de 
los problemas cognitivos, conductuales y emocionales que pueden ser resultado de una 
disfunción cerebral conocida o sospechada (Drake, 2007). Comprende un área de 
conocimiento y de clínica aplicada que converge entre un nivel de análisis neurológico y un 
nivel de análisis psicológico (Ardilla & Ostrosky, 2012). Más específicamente, los 
desarrollos se inscriben dentro de la Neuropsicología clínica, que se ocupa de las 
manifestaciones psicológicas del daño cerebral y de individuos cuyo organismo funciona 
normalmente (Lezak, Hovieson & Loring, 2004). Incluye el estudio de los problemas clásicos 
de la psicología general (atención, aprendizaje, percepción, cognición, personalidad y 
psicopatología), valiéndose de técnicas propias de la metodología de la psicología 
experimental y la psicometría, a la vez que se nutre de conocimientos que provienen de las 
Neurociencias (Drake, 2007). El neuropsicólogo clínico se dedica especialmente a la 
evaluación neuropsicológica cuyo propósito general es la caracterización de las fortalezas y 
debilidades en las funciones cognitivas y la explicación de la conducta que presenta un 
paciente (Goldstein & McNeil, 2004). A su vez, se desprenden varios objetivos de ésta tales 
como: contribuir con el diagnóstico; evaluar las consecuencias de una enfermedad ya 
diagnosticada, describir el funcionamiento cognitivo actual del paciente determinando tanto 
las capacidades alteradas como las conservadas; planificar un tratamiento de rehabilitación 
cognitiva; valorar los efectos de un tratamiento; objetivar cambios en el tiempo; brindar 
información para cuidado y seguimiento de un paciente; y también brindar información a los 
familiares (Drake, 2007). 
 
 
 
 
 
 
 
 
14 
4. OBJETIVOS 
 
Objetivo general 
A partir de lo expuesto, se propone estudiar el perfil cognitivo de una muestra de pacientes 
con TDM. 
Se buscará estudiar las características del perfil atencional en pacientes con Trastorno 
Depresivo Mayor y en qué medida la queja cognitiva en estos pacientes se asocia con la 
presencia de dificultades atencionales. A su vez, se evaluará en qué medida la gravedad de 
los síntomas de depresión se asocian a una merma cognitiva global. 
 
Hipótesis 
1°: Los pacientes del grupo con Trastorno Depresivo Mayor, obtendrán puntajes deficitarios 
en relación a los que obtendrá el Grupo Control en las medidas globales de cognición. 
2° En especial los pacientes presentarán rendimiento descendido en tareas atencionales, en 
comparación con el grupo control. 
3° Los pacientes que presenten mayor severidad en los síntomas de depresión presentan 
mayor alteración en las tareas cognitivas. 
4°: Las quejas cognitivas se corresponderán con la presencia de alteraciones atencionales. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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5. MÉTODO Y MATERIALES 
 
5.1 DISEÑO Y MUESTRA 
 
Se llevó a cabo un estudio comparativo de muestras independientes, observacional y 
transversal. 
 
Sujetos 
Fueron seleccionados dos grupos: Grupo Trastorno Depresivo Mayor (TDM) y Grupo 
Control (GC), con 23 y 16 participantes respectivamente. Participaron en cada grupo, 17 
mujeres (43.5%) y 22 (56.5%) varones. 
 
Criterios de inclusión Grupo TDM: Pacientes de ambos sexos entre 18 y 75 años de edad con 
TDM, definida de acuerdo a los criterios del manual DSM V (Ver anexo 1), evaluada por un 
médico especialista. 
Criterios de exclusión Grupo TDM: Se excluyeron aquellos pacientes que hubieran 
presentado antecedentes de otra alteración psiquiátrica o neurológica, con déficits visuales o 
auditivos severos, con antecedentes de droga-dependencia o alcoholismo. A su vez, fueron 
excluidos pacientes con enfermedad sistémica no controlada, presencia de enfermedad 
sistémica que puedan ocasionar deterioro cognitivo (ya sean endocrinológicas, tóxicas, 
heredo-degenerativas, metabólicas o infecciosas) y mujeres embarazadas, según fecha de 
última menstruación, referida por la paciente. 
Criterios de inclusión Grupo control (GC): Sujetos de ambos sexos entre 18 y 75 años de 
edad que no refirieran antecedentes de enfermedad psiquiátrica o neurológica. Fueron 
evaluados a través de pruebas de screening para TDM y screening de estado cognitivo 
(MoCA). 
Criterios de exclusión GC: Fueron excluidos sujetos con alteraciones psiquiátricas, sujetos 
con déficits visuales o auditivos severos, sujetos con antecedentes de droga-dependencia o 
alcoholismo. También fueron excluidos sujetos con enfermedad sistémica no controlada, 
presencia de enfermedad sistémica que pudiera ocasionar deterioro cognitivo (ya sean 
endocrinológicas, tóxicas, heredo-degenerativas, metabólicas o infecciosas) y mujeres 
embarazadas, según fechade última menstruación, referida por el sujeto. Asimismo, fueron 
excluidos los participantes que alcanzaron una puntuación superior a 13 en el BDI II e 
inferior a 26 en el MoCA. 
16 
Los pacientes fueron reclutados del Servicio de Psiquiatría del instituto FLENI y evaluados 
por un especialista en la materia. Los controles fueron reclutados por contactos personales 
que cumplieron con los criterios de inclusión/exclusión. 
Se llevó a cabo un muestreo consecutivo de todos aquellos pacientes que cumplieron con las 
definiciones de caso según los criterios anteriormente mencionados. 
Cada caso fue pareado por género, edad y nivel educativo con su respectivo control. 
 
Consideraciones éticas 
 
Todos los participantes del estudio, debieron firmar previamente un Consentimiento 
Informado. El presente estudio, se adhirió a las normas internacionales de investigación de 
Helsinki de la Asociación Médica Mundial (15-17) y la Ley 3301 sobre Protección de 
Derechos de Sujetos en Investigaciones en Salud del Ministerio de Salud del Gobierno de la 
Ciudad de Buenos Aires, Resolución 1480/2011 del Ministerio de Salud de la Nación. 
Se respeta la privacidad de las/los sujetos y la confidencialidad de la información, 
garantizando la no utilización de las informaciones obtenidas en perjuicio de las/los sujetos 
y/o de las comunidades. Se implementaron métodos que permitieron el anonimato de los/as 
sujetos y posibilitaron disociar sus datos personales de los datos científicos funcionales a la 
investigación y comprometiéndose a resguardar toda la información surgida a partir de la 
recolección, uso y transferencia de datos expresamente estipulados en los instrumentos del 
consentimiento libre y esclarecido dentro de éste protocolo de investigación, según la Ley 
25.326 (Ley de protección de los datos personales). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
17 
5.2 INSTRUMENTOS 
 
Para la evaluación de los síntomas depresivos se administró el Inventario de depresión de 
Beck II (IDB II; Beck, Steer & Brown, 2006). Consiste en un cuestionario autoadministrable 
sobre síntomas característicos de la depresión. 
Se utilizó para descartar presencia de TDM en los sujetos del grupo control un máximo de 13 
puntos como punto de corte en esta tarea. Este es el puntaje establecido en la validación del 
instrumento (Brenlla & Rodriguez, 2006). 
La selección de pruebas tuvo como objetivo la inclusión de una amplia gama de diferentes 
funciones neuropsicológicas relevantes en la depresión, y específicamente, se utilizaron para 
medir las funciones atencionales las siguientes pruebas: 
- Test de Símbolo-Dígito en su forma oral (TSD; Smith, 1982) para evaluar atención 
sostenida y velocidad de procesamiento de la información. Se trata de una tarea cronometrada 
en la cual se debe decir en voz alta el número correspondiente a un símbolo, según se 
encuentra indicado en una grilla en la parte superior de la hoja. La tarea dura 90 segundos. La 
puntuación corresponde con la cantidad de números que el sujeto contesta correctamente en 
ese lapso de tiempo. En la Argentina, se desarrolló la validación de la forma oral, analizando 
la influencia de la edad, el género y la educación (Vanotti, Yorio & Cáceres, 2014). 
- Trail Making Test (TMT; Reitan, 1958). Posee dos partes: A y B. En la parte A al 
examinado se le solicita que una en un solo trazo y tan rápido como le sea posible, los 
números del 1 al 25 de manera creciente. En la parte B el examinado debe unir de menor a 
mayor 13 números alternando con 12 letras, las cuales deben ser intercaladas siguiendo el 
orden alfabético. Esta tarea también debe realizarse con la mayor velocidad posible. En 
ambos casos se consigna el tiempo empleado en segundos. 
- Subtest de Dígitos del WAIS III (Wechsler, 2002). Este subtest posee dos partes. La primera 
parte consiste en que el evaluado debe repetir en orden los números que dice el examinador. 
Se evalúa la amplitud atencional. En la segunda parte, el evaluado debe repetir en orden 
inverso los números que dice el examinador. Se evalúa la memoria de trabajo (Wechsler, 
2002). 
También se administró el Montreal Cognitive Assessment (MoCA) para la evaluación del 
funcionamiento cognitivo global, que examina las siguientes habilidades: atención, 
concentración, funciones ejecutivas (incluyendo la capacidad de abstracción), memoria, 
lenguaje, capacidades visuoconstructivas, cálculo y orientación. La puntuación máxima es de 
18 
30; una puntuación igual o superior a 26 se considera normal (Lozano, Hernández, Turró, 
Pericot, López-Pousa & Vilalta, 2009). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
19 
5.3 ANÁLISIS ESTADÍSTICO 
 
Análisis de los datos 
 
Se reportan medias (M) y desvíos estándar (DE) para describir la muestra estudiada. Se 
realizaron pruebas de correlación de Pearson para evaluar la posible asociación entre los 
síntomas de depresión y el rendimiento cognitivo global (MoCA). A su vez, se realizaron 
pruebas de T para comparar el rendimiento en las distintas tareas de atención entre el grupo 
de pacientes y el grupo control. Finalmente, se utilizó la prueba del chi-cuadrado para 
examinar la posible correspondencia entre deterioro en tareas atencionales y queja subjetiva. 
Se consideró que los participantes presentaban queja cognitiva cuando obtuvieron un puntaje 
superior a 2 en el ítem 19 del BDI-II referido a la Dificultad de concentración. Esto es, el 
reactivo n° 0: “Puedo concentrarme tan bien como siempre”; y el reactivo n° 1: “No puedo 
concentrarme tan bien como habitualmente” implican puntajes menores a 2 (0 y 1 punto, 
respectivamente), siendo el reactivo n° 2: “Me es difícil mantener la mente en algo por 
mucho tiempo”; y el reactivo n° 3: “Encuentro que no puedo concentrarme en nada”, 
superiores a 2 puntos (2 y 3 puntos, respectivamente). 
Se consideró que los participantes presentaban deterioro en la atención si obtuvieron puntajes 
inferiores a -1,5 desvíos estándar a lo esperable según su grupo etáreo en por lo menos una de 
las tareas que valoran alteraciones atencionales. Para esto se consideraron los valores 
normativos de cada una de las tareas empleados en contextos clínicos. Esto último fue 
considerado conveniente a fin de contar con valores normativos establecidos en muestras 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
20 
6. RESULTADOS 
 
En primer lugar se presentan los datos demográficos de los grupos TDM y GC, así como las 
características clínicas del grupo TDM. En segundo lugar, se muestra el rendimiento 
neuropsicológico general del grupo TDM, contrastado con el GC. Luego, se exhiben los 
resultados de la comparación entre el rendimiento de los grupos (TDM vs. GC) en las tareas 
de atención. Finalmente se muestran los estudios de correspondencia entre el deterioro en las 
tareas de atención y la queja cognitiva. 
 
Descripción de la muestra 
 
Datos demográficos 
 
Los grupos TDM y GC no mostraron diferencias significativas en edad ni educación (t (38) = 
1.02, p = 0.943 y t (38) = -0.73, p = 0.3, respectivamente). Tampoco mostraron diferencias 
significativas en la distribución de frecuencias de la variable sexo (X2 (1, N = 39), p = 
0.501). Estos datos se muestran en la Tabla 1. 
 
 
Tabla 1. Datos demográficos. 
 
 N Sexo Edad Escolaridad 
 Femenino Masculino M (DE) M (DE) 
TDM 23 9 14 61.82 
(12.62) 
13.47 (4.55) 
GC 16 8 8 57.62 
(12.51) 
14.5 (3.79) 
M: Media aritmética, DE: Desvío estándar, GC: Grupo control, TDM: Trastorno Depresivo Mayor. 
 
21 
Los grupos TDM y GC exhibieron diferencias significativas en las pruebas que cuantifican 
los síntomas de depresión y el rendimiento cognitivo global. Esto se replica tanto para las 
pruebas de auto reporte como también para las hétero administradas y la cognición global. 
Los resultados se encuentran reportados en la tabla 2. 
 
Tabla 2. Datos clínicos.TDM GC p 
BDI M (DE) 27.61 
 (9.61) 
5.93 
(4.15) 
 <0.01 
HDRS M (DE) 
 
MoCA M (DE) 
19.05 
(7.01) 
 
22.17 
(4.66) 
3.25 
(4.25) 
 
26.68 
(1.88) 
 <0.01 
 
0.01 
M: Media aritmética, DE: Desvío estándar, GC: Grupo control, TDM: Trastorno Depresivo Mayor, 
BDI: Beck Depression Inventory, HDRS: Hamilton Depression Rating Scale, MoCA: Montreal 
cognitive assessment. 
 
Respecto del rendimiento cognitivo específicamente en tareas atencionales, en la tabla 3 se 
presentan los resultados de las pruebas de t realizadas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
22 
 
 
Tabla 3. Resultados del rendimiento en tareas atencionales. 
 
 TDM 
M (DE) 
 GC 
 M (DE) 
p 
TMT A 
 
TMT B 
64,69 
(35.84) 
133.73 
(77.58) 
43,87 
(15.03) 
75,93 
(25.32) 
0.035* 
 
0.007* 
SDMT 
 
DÍGITOS 
DIRECTO 
 
DÍGITOS 
INDIRECTO 
 34,91 
 (11.61) 
 
 7,77 
 (1.64) 
 
 5,11 
 (1.76) 
49,81 
(9.51) 
 
 8,43 
 (1.67) 
 
 5,62 
 (0.95) 
0.001* 
 
 
 0.351 
 
 
 0.351 
M: Media aritmética, DE: Desvío estándar, TDM: Trastorno depresivo mayor, GC: Grupo control, 
TMTA; Trail making test A, TMTB: Trail making test B, SDMT: Symbol digit modalities test. 
 
Respecto de la asociación entre la presencia de queja subjetiva de dificultades de 
concentración y la presencia de dificultades atencionales, la prueba de Chi-Cuadrado arrojó 
los siguientes resultados: χ2 (1, N = 34) = 3,39, p = 0.066. 
 
Respecto de la correlación entre severidad de los síntomas de depresión y desempeño 
cognitivo global, los resultados se muestran en la tabla 4. 
 
 
 
 
 
 
 
23 
 
Tabla 4. Correlación entre síntomas de depresión auto y hetero reportados y cognición global. 
 
 BDI HDRS MoCA 
BDI ---- 
 ,908
**
 
 
-,443 
HDRS 
 
MoCA 
 
 
---- 
-,495
* 
 
---- 
Se resaltan en negrita los resultados significativos 
** 
p<0,01 
BDI: Beck Depression Inventory, HDRS: Hamilton Depression Rating Scale, MoCA: Montreal 
Cognitive Assessment. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24 
7. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN 
 
El propósito de este estudio consistió en estudiar las características del perfil atencional en 
pacientes con depresión, e indagar en qué medida la queja cognitiva de estos pacientes se 
asocia con la presencia de dificultades atencionales. Se llevó a cabo en el marco de la 
Neuropsicología clínica, administrando una batería neuropsicológica completa. 
Los resultados obtenidos respecto de la primer hipótesis, en la cual se esperaba que los 
rendimientos cognitivos de los pacientes con depresión fueran deficitarios en relación a los 
rendimientos del grupo control, respaldan los datos ya reportados en diversos estudios 
(Gonda et al., 2015; Gudayol- Ferré, et al., 2010; Zuckerman et al., 2018) acerca de la 
presencia de disfunción cognitiva bien marcada en individuos diagnosticados con depresión, 
en comparación con controles sanos. Esto quiere decir que el perfil cognitivo asociado a la 
depresión arroja diferencias significativas entre los grupos más allá de la apreciación clínica. 
Además, se encontró una correlación estadísticamente significativa entre la gravedad de los 
síntomas auto y hetero reportados y las medidas de cognición global, esto es entre los 
resultados obtenidos en el BDI II y en el HDRS, y en el MoCA. Teniendo en cuenta dichos 
resultados, queda de relieve la necesidad de que los déficits cognitivos sean considerados 
parte de la patología central del TDM, con el fin de establecer la importancia de la inclusión 
de la evaluación de las funciones cognitivas en el ámbito clínico, como ya fue mencionado en 
numerosas investigaciones. 
A su vez, esta merma en la cognición global está asociada a dificultades atencionales según 
los resultados reportados, es decir que los puntajes deficitarios en las pruebas atencionales se 
asocian al desempeño cognitivo global disminuido valorado por el MoCA. Como sabemos, y 
a pesar de la heterogeneidad de los perfiles neuropsicológicos en pacientes con depresión, la 
mayoría de los trabajos que evaluaron los procesos atencionales en los trastornos del estado 
de ánimo, evidenciaron dicha disfunción atencional (Hammar & Ardal, 2009; Keilp, Gorlyn, 
Oquend, Burke & Mann, 2008; Roiser et al., 2011; Snyder, 2013), por lo cual nuestros 
resultados se corresponden con dichos hallazgos. 
En lo que respecta a la correspondencia entre la presencia de queja cognitiva y déficits 
atencionales en los pacientes, si bien los datos obtenidos no alcanzan una significación 
estadística, los mismos sí sugieren una tendencia en el sentido de la hipótesis que proponía 
encontrar dificultades atencionales en aquellos pacientes que, en el ítem 19 que alude a los 
problemas de concentración en el BDI II, autoinformen dicha dificultad. Esta tendencia, fue 
hallada considerando presencia de queja cognitiva la selección de la severidad 2 o 3 del ítem 
25 
19 del BDI II. Esta tendencia no se observa si se considera la presencia de queja cognitiva la 
selección de la severidad más leve de dicho ítem. En otras palabras, aquellos que presentaron 
una queja de 2 o más en el ítem 19 del BDI II, tendieron a exhibir una alteración en las 
funciones atencionales entendida en términos clínicos, esto quiere decir con alguna prueba 
que valore atención, a un desvío y medio por debajo de la media poblacional. 
En primer lugar, nos encontramos entonces con la presencia de pacientes que autoperciben 
dificultades atencionales, que luego no se corresponden con el desempeño cognitivo de los 
mismos. Esto fue reportado anteriormente por algunos estudios, los cuales sugirieron que no 
son necesariamente los pacientes con las mayores quejas subjetivas, quienes muestran los 
mayores déficits medidos objetivamente en las pruebas neuropsicológicas (Petersen et al., 
2018). Coincidiendo con estos hallazgos, los resultados arrojados en nuestro trabajo señalan 
que hay pacientes que presentan una queja leve y no exhiben las dificultades en términos 
objetivos. Con respecto a esta discrepancia entre la dificultad atencional y la queja cognitiva, 
Gonda, et al. (2015) reporta que la queja en los pacientes sin objetivar la alteración, tiene que 
ver con una percepción negativa de sí mismo propia del trastorno depresivo. Aun así, y en 
segundo lugar, nuestros hallazgos proponen la importancia de considerar que si bien tomando 
una respuesta de menor severidad de queja cognitiva (respuesta 1 del ítem 19) no hay 
correspondencia con la alteración, cuando la queja es más incisiva o muestra cierta severidad 
(refiriéndose la severidad 2 o 3), si se correspondió con deterioro cognitivo atencional. En 
consecuencia, la autopercepción negativa no sería el único factor que explique dicha 
correlación. 
Los resultados de este estudio sugieren que es menester evaluar el desempeño cognitivo en 
los pacientes con TDM. Por un lado, si bien existe un ítem en el BDI II donde el paciente 
informa la queja pero atenuada no manifiesta sensibilidad, resultaría conveniente ahondar en 
las funciones cognitivas dado que la diferencia del perfil si resultó ser clara. Es decir que, los 
datos obtenidos que señalan que los pacientes diagnosticados con TDM tienen rendimientos 
disminuidos en las pruebas cognitivas en relación al rendimiento de las personas sanas, 
podrían considerarse suficientes para considerar la evaluación neurocognitiva, al margen del 
autoreporte del paciente en el ítem 19 del BDI II. Por otro lado, es importante tener en cuenta 
que, el paciente con depresión se puede quejar porque falla verdaderamente o por la 
autopercepción negativa, y si bien la literatura reporta a favor de la segunda opción, la 
tendencia aquí hallada muestra que hay un número de pacientes,los que presentan la queja 
más severa, que sí muestran alteración, lo que invita a no desestimar la queja cuando ésta 
tiene cierta intensidad. Dicho de otra manera, si el paciente se queja pero con una queja 
26 
considerada tenue, se explicaría más por una sintomatología propia de la depresión que por 
una alteración de la función cognitiva únicamente. Pero cuando ésta queja resulta más 
consistente, presenta diferencias clínicas más allá de la tendencia estadística, por lo que sería 
prudente considerar la presencia de déficit cognitivo atencional. 
Las consideraciones desprendidas del análisis llevado a cabo en el presente estudio, apuntan a 
brindar una herramienta clínica en la evaluación del trastorno depresivo, que otorgue la 
posibilidad de detectar el déficit cognitivo atencional que es inherente a la definición misma 
de la depresión que brinda la OMS (2018): “trastorno mental frecuente que se caracteriza de 
tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastorno del 
sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.”, y por ese motivo se 
encuentra dentro de los criterios diagnósticos del DSM-V descritos al comienzo. 
Como sabemos, no contamos en la actualidad con instrumentos validados en nuestra 
población capaces de medir y evaluar objetivamente los déficits cognitivos autopercibidos en 
el trastorno depresivo, porque tampoco se le otorga la importancia debida al perfil 
neuropsicológico en la depresión. Esto significa una limitación al momento de valorar las 
quejas de los pacientes si estas son percibidas como síntomas propios del trastorno desde el 
punto de vista anímico, como ya fue mencionado, y no como la expresión de verdaderas 
dificultades a nivel cognitivo que afectan severamente la funcionalidad de los pacientes e 
incluso, sabemos que no mejoran a pesar de que se logre la remisión de la sintomatología 
anímica. Por este motivo es que fue propuesta la posibilidad de contar con algún indicador, 
dentro de las pruebas que típicamente se administran en el consultorio psicológico, que 
brinde información precisa para considerar o no el requerimiento de una evaluación 
neuropsicológica en los pacientes depresivos, y sería interesante continuar investigando 
acerca de la sensibilidad del ítem 19 del BDI II que tiende a brindarnos ese tipo de 
información. 
En este sentido, consideramos que la principal limitación de este estudio tiene que ver con el 
tamaño muestral estudiado, tratándose la muestra considerada de un número reducido de 
casos. Teniendo en cuenta que nuestros resultados respecto de la presencia de queja cognitiva 
y la objetivación de alteración cognitiva no alcanzaron una significación estadística, se 
sugiere que en la medida que se incremente el tamaño muestral, este valor podría cobrar 
dicha significación. Por este motivo, una de las perspectivas futuras se indica como la 
posibilidad de replicar este estudio con una muestra más amplia. 
También resultaría interesante profundizar en la queja cognitiva de los pacientes con 
depresión, utilizando otros inventarios o escalas que brinden una información más 
27 
exhaustiva. Se menciona esta posibilidad ya que se ha reportado que la discrepancia que 
generalmente se encuentra entre los déficits cognitivos objetivos y subjetivos, es coherente 
con una relación pobre entre las medidas neuropsicológicas objetivas autoinformadas y 
objetivas de la cognición en pacientes con trastornos psiquiátricos (Lahr, Mohn & Rund, 
2016). Esto quiere decir que al no haber una relación muy estrecha entre los tests utilizados 
para evaluar la cognición y, las pruebas comúnmente utilizadas para medir de alguna manera 
la queja cognitiva, a menudo nos encontraremos con que las quejas de los pacientes difieren 
del desempeño real u objetivo en la evaluación neuropsicológica, como ya fue mencionado. 
Resulta necesario considerar, teniendo en cuenta la importancia de la inclusión de nuevas 
pruebas, que la naturaleza de las evaluaciones neuropsicológicas típicas que se llevan a cabo 
en consultorios silenciosos, donde no debe haber distracciones, podría dificultar el 
reconocimiento de dificultades atencionales propias de los pacientes con depresión que las 
padecen. Por esto, otra de las perspectivas futuras podría ser incluir en la evaluación pruebas 
que posean mayor validez ecológica. Se trata de tests que muestran una alta correlación entre 
el desempeño que obtiene el individuo en los resultados de la evaluación neuropsicológica y 
el desempeño en ambientes de la vida cotidiana real del mismo, ya sea la escuela, el trabajo o 
el hogar (Lischinsky et al., 2008). Se recomienda este tipo de pruebas como medidas 
adicionales porque brindan información cualitativa sobre la naturaleza de los déficits, lo que 
podría enriquecer la evaluación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
28 
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36 
9. ANEXO 
Anexo 1 
Criterios diagnósticos para Trastorno Depresivo Mayor 
 
A. Cinco (o más) de los síntomas siguientes han estado presentes durante el mismo 
período de dos semanas y representan un cambio del funcionamiento previo; al menos 
uno de los síntomas es (1) estado de ánimo deprimido o (2) pérdida de interés o de 
placer. 
Nota: No incluir síntomas que se pueden atribuir claramente a 
otra afección médica. 
 
1. Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, según 
se desprende de la información subjetiva (p. ej., se siente triste, vacío, sin 
esperanza) o de la observación por parte de otras personas (p. ej., se le ve 
lloroso). (Nota: En niños y adolescentes, el estado de ánimo puede ser 
irritable.) 
2. Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las 
actividades la mayor parte del día, casi todos los días (como se desprende de la 
información subjetiva o de la observación). 
3. Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso (p. ej., 
modificación de más del 5% del peso corporal en un mes) o disminución o 
aumento del apetito casi todos los días. (Nota: En los niños, considerar el 
fracaso para el aumento de peso esperado.) 
4. Insomnio o hipersomnia casi todos los días. 
5. Agitación o retraso psicomotor casi todos los días (observable por parte de 
otros; no simplemente la sensación subjetiva de inquietud o de 
enlentecimiento). 
6. Fatiga o pérdida de energía casi todos los días. 
7. Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser 
delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por 
estar enfermo). 
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar 
decisiones, casi todos los días (a partir de la información subjetiva o de la 
observación por parte de otras personas). 
9. Pensamientos de muerte recurrentes (no sólo miedo a morir), ideas suicidas 
recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico 
para llevarlo a cabo. 
 
B. Los síntomas causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, 
laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. 
 
C. El episodio no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia o de otra 
afección médica. 
37 
Nota: Los Criterios A–C constituyen un episodio de depresión mayor. 
Nota: Las respuestas a una pérdida significativa (p. ej., duelo, ruina económica, 
pérdidas debidas a una catástrofe natural, una enfermedad o discapacidad grave) 
pueden incluir el sentimiento de tristeza intensa, rumiación acerca de la pérdida, 
insomnio, pérdida del apetito y pérdida de peso que figuran en el Criterio A, y pueden 
simular un episodio depresivo. Aunque estos síntomas pueden ser comprensibles o 
considerarse apropiados a la pérdida, también se debería pensar atentamente en la 
presencia de un episodio de depresión mayor además de la respuesta normal a una 
pérdida significativa. 
Esta decisión requiere inevitablemente el criterio clínico basado en 
la historia del individuo y en las normas culturales para la expresión 
del malestar en el contexto de la pérdida
1
 
 
D. El episodio de depresión mayor no se explica mejor por un trastorno 
esquizoafectivo, esquizofrenia, un trastorno esquizofreniforme, trastorno delirante, u 
otro trastorno especificado o no especificado del espectro de la esquizofrenia y otros 
trastornos psicóticos. 
 
E. Nunca ha habido un episodio maníaco o hipomaníaco. 
Nota: Esta exclusión no se aplica si todos los episodios de tipo maníaco o 
hipomaníaco son inducidos por sustancias o se pueden atribuir a los efectos 
fisiológicos de otra afección médica. 
 
 
 
 
 
 
 
1
 Para distinguir la culpabilidad de un episodio de depresión mayor (EDM), es útil tener en cuenta que 
en la culpabilidad el afecto predominante es el sentimiento de vacío y pérdida, mientras que en un 
EDM, es el estado de ánimo deprimido persistente y la incapacidad de esperar felicidad o placer. La 
disforia en la culpabilidad probablemente disminuye de intensidad en días o semanas y se produce 
en oleadas, las denominadas punzadas de culpa. Estas oleadas tienden a asociarse a pensamientos 
o recuerdos del difunto. El estado de ánimo deprimido de un EDM es más persistente y no se asocia 
a pensamientos o preocupaciones específicos. El dolor de la culpabilidad puede ir acompañado de 
humor y emociones positivas que no son característicos de la intensa infelicidad y miseria que 
caracteriza a un EDM. El contenido de los pensamientos asociados a la culpabilidad generalmente 
presenta preocupación vinculada a pensamientos y recuerdos del difunto, y no la autocrítica o la 
rumiación pesimista que se observa en un EDM. En la culpabilidad, la autoestima por lo general se 
conserva, mientras que en un EDM son frecuentes los sentimientos deno valer para nada y de 
desprecio por uno mismo. Si en la culpabilidad existen ideas de autoanulación, implican típicamente 
la percepción de haber fallado al difunto (p. ej., no haberlo visitado con más frecuencia, no decirle lo 
mucho que lo quería). Si un individuo en duelo piensa en la muerte y en el hecho de morir, estos 
pensamientos se centran por lo general en el difunto y posiblemente en “reunirse” con él, mientras 
que en un EDM estos pensamientos se centran en poner fin a la propia vida debido al sentimiento de 
inutilidad, de no ser digno de vivir o de ser incapaz de hacer frente al dolor de la depresión.

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