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Tesis de grado de Licenciatura en Psicología Déficit atencional y queja cognitiva en pacientes con Trastorno Depresivo. Estudiante: Medina, Lucía M. DNI: 38.926.738 Tutor a cargo: Dra. Fiorentini, Leticia DNI: 26.571.716 1° cuatrimestre 2020 1 La presente Tesis de Grado sigue los lineamientos del Manual de estilo de la APA, 6ta. Edición. 2 ÍNDICE 1. RESUMEN…………………………………………………………………….3 2. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………..4 2.1 ACERCA DEL DIAGNÓSTICO DE DEPRESIÓN……………………...5 2.2 TEORÍAS Y MODELOS DE DEPRESIÓN……………………………....5 2.3 ANORMALIDADES FUNCIONALES Y ESTRUCTURALES.………...7 2.4 PERFIL COGNITIVO DE LA DEPRESIÓN……………………………..7 2.5 QUEJA COGNITIVA…..……………………………………….……….11 3. MARCO TEÓRICO………………………………………………………….13 4. OBJETIVOS………………………………………………………………….14 5. MÉTODO Y MATERIALES………………………………………………...15 5.1 DISEÑO Y MUESTRA………………………………………………….15 5.2 INSTRUMENTOS ………………………………………………………17 5.3 ANÁLISIS ESTADÍSTICO……………………………………………...19 6. RESULTADOS………………………………………………………………20 7. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN………………………………………….24 8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………….28 9. ANEXO………………………………………………………………………36 3 1. RESUMEN El objetivo del presente estudio consistió en estudiar el perfil atencional en pacientes con Trastorno Depresivo Mayor (TDM) e indagar en qué medida la queja cognitiva en personas con TDM se asoció con la presencia de alteraciones atencionales, a partir de la valoración del ítem del Inventario de depresión de Beck II (BDI-II), que alude a dificultades en la concentración. Se realizó un estudio comparativo de muestras independientes, con un grupo de 23 pacientes diagnosticados con depresión y un grupo control de 16 sujetos sanos. A ambos grupos les fue administrada una batería neuropsicológica completa y el cuestionario BDI-II entre otros instrumentos de evaluación de síntomas psiquiátricos. Se compararon ambos grupos mediante pruebas de T para contrastar el rendimiento en las tareas neuropsicológicas. A su vez se utilizó la prueba de Chi- Cuadrado para estudiar la asociación entre la presencia de queja subjetiva de dificultades de concentración y la presencia de dificultades atencionales. Los datos obtenidos soportan la hipótesis de que los pacientes con depresión presentan merma en tareas atencionales. Respecto a la asociación entre queja y alteración cognitiva los resultaron no alcanzaron significación estadística, pero sugieren una tendencia a favor de que cuando la queja cognitiva del paciente es severa, se corresponde con rendimientos deficitarios en pruebas atencionales. Palabras claves: Depresión, BDI-II, perfil cognitivo, atención, queja cognitiva. 4 2. INTRODUCCIÓN La depresión es uno de los principales problemas de salud en todo el mundo, y el más prevalente de los trastornos del estado de ánimo, siendo una enfermedad que puede afectar a cualquier persona. Según la OMS (2018), más de 350 millones de personas viven con depresión y se conoce que el impacto en la calidad de vida de estas es igual de importante como el de cualquier afección médica grave (Garay, 2016). De hecho, los pacientes con depresión tienen mayor prevalencia en enfermedades médicas y su tratamiento constituye un problema que excede al campo de la salud mental (Von Ammon Cavanaugh, Furlanetto, Creech & Powell, 2001). La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales a los problemas de la vida cotidiana (OMS, 2018). La tristeza acompañada de la pérdida de interés hacia ciertas actividades, de alteraciones en el sueño o disminución del apetito, suele ser un tipo de respuesta normal que se da a partir de la pérdida de algún ser querido o de un empleo, siempre y cuando estas sean transitorias (Aguilar Navarro & Ávila Funes, 2016). Si persisten, pueden convertirse en un problema de salud serio, causando gran sufrimiento y alterando las actividades laborales, escolares y familiares de la persona. En el peor de los casos puede llevar al suicidio, siendo la depresión en el grupo etario que va de 15 a 29 años la segunda causa de muerte (OMS, 2018). Esto implica que cuando están presentes o no los sucesos que pueden generar tristeza y la depresión se vuelve consistente, la persona padece un trastorno del estado de ánimo (Dahab, Rivadeneira & Minici, 2002). En Argentina, la OMS ha reportado que el 4.7% de la población padece un cuadro depresivo. Por su parte, el observatorio de la deuda social argentina de la UCA difundió un informe estadístico (ODSA, 2019) que abarca la serie 2010-2018, siendo unos de los principales resultados arrojados la duplicación del número de personas que dijeron tener una percepción negativa de su estado de salud en las dimensiones tanto física como biológica y psicológica. Fue considerada como variable la percepción de felicidad que en 2018 indicó que un 13,6% de personas se consideran “poco o nada” felices. También se midió el malestar psicológico a partir de un test de sintomatología ansiosa y depresiva, y el 15% de los consultados promedio mostró tener una ausencia de proyectos personales, el 73,3% de quienes sentían malestar psicológico manifestó tener una vida sedentaria, sin actividad física, y el 67,5%, problemas para dormir. Dichos resultados podrían ser considerados como indicadores de sintomatología depresiva en nuestra población. 5 Acerca del diagnóstico de depresión El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) tiene un apartado dedicado a los Trastornos depresivos, dentro de los cuales se diferencian el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, el Trastorno de Depresión Mayor (TDM), el Trastorno depresivo persistente (APA, 2013), entre otros, siendo el más común el TDM que es el que normalmente se denomina depresión (Dahab, Rivadeneira & Minici, 2002). Los criterios que se exponen en el manual para diagnosticar TDM expresan que las personas que experimentan este trastorno presentan 5 o más de los siguientes síntomas: 1) Estado de ánimo deprimido; 2) anhedonia; 3) pérdida o aumento del peso o el apetito; 4) hipersomnia o insomnio; 5) agitación o retraso psicomotor; 6) fatiga; 7) sentimientos de culpabilidad o inutilidad excesivos; 8) merma de la capacidad de pensar o concentrarse; 9) y pensamientos recurrentes sobre muerte o suicidio (APA, 2013). En este punto, un grupo de investigadores (Wakefield & Schmitz, 2013) se preocupó por contemplar que la capacidad de poder establecer un diagnóstico válido entre el TDM y lo que se consideró anteriormente como tristeza normal puede ser un problema, ya que las respuestas no patológicas a grandes pérdidas y estresores, por ejemplo, tienen en común muchos de los mismos síntomas de angustia general que el trastorno depresivo. Concluyeron que es indispensable tener en cuenta el criterio que subraya el sentimiento de inutilidad, dado que se considera un indicador crucial de que la tristeza normal se hubiera transformado en una patología. Teorías y modelos de depresión Una comunidad importante de investigadores ha proporcionado fuerte apoyo para el modelo cognitivo de la depresión (Beck, 2008; Clark & Beck, 1999;), el cual postula tres conceptos específicos para explicar la depresión (Beck, Rush, Shaw & Emery, 1979): los esquemas, la tríada cognitiva y los errores cognitivos. Los esquemas son un conjunto de significados idiosincrásicos con los cuales el sujeto va dando sentido a las diferentes situaciones vitales. La tríada cognitiva consiste en tres esquemas que funcionan en simultáneo para disponer el valor y el significado que las personas les otorgan a loseventos de la vida, para responder a estos. En el paciente con depresión, funcionan tres esquemas que involucran una versión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro. Los errores en el procesamiento de la información que se dan en el pensamiento del depresivo mantienen la creencia del paciente en la validez de sus conceptos negativos, incluso a pesar de la existencia de evidencia 6 contraria (realiza así inferencias arbitrarias, abstracciones selectivas, generalizaciones excesivas, etc.) (Beck, 1967). A diferencia del modelo psicológico anterior donde los esquemas negativos en última instancia causan un procesamiento de información sesgado (Beck, 1967), el enfoque neuropsicológico cognitivo, que es una extensión y reformulación del modelo cognitivo con resultados de estudios farmacológicos y sobre funciones neurocognitivas elementales (Gonda et al., 2015), sugiere que los esquemas negativos no son el resultado directo de experiencias tempranas adversas, sino que son instanciados por sesgos de procesamiento afectivos negativos. Se postula que estos sesgos son causados por alteraciones en la transmisión de monoaminas, que podrían estar relacionadas con factores ambientales o genéticos, o más probablemente una combinación de ambos. Este enfoque neuropsicológico cognitivo conceptualiza los síntomas depresivos centrales, como la disforia y la anhedonia, como estados aprendidos engendrados por esquemas negativos disfuncionales, instanciados durante largos períodos por sesgos de procesamiento de información afectiva (Pringle et al, 2010). Este marco nos provee algunas predicciones. En primer lugar, que los procesos cognitivos afectivos disfuncionales deben ser detectables de manera confiable en pacientes actualmente deprimidos, en varios dominios cognitivos diferentes (tales como percepción, atención, aprendizaje y memoria y control cognitivo). En segundo lugar, que como los procesos cognitivos afectivos disfuncionales se proponen para impulsar el desarrollo de los esquemas negativos que causan síntomas depresivos centrales, deben ser detectables en individuos con riesgo de depresión antes del inicio de una enfermedad franca, aunque pueden no desaparecer completamente después de la remisión. En tercer lugar, los tratamientos para la depresión deben modificar la percepción afectiva, el control cognitivo afectivo o el aprendizaje afectivo, aunque diferentes modalidades de tratamiento pueden operar en diferentes procesos: por ejemplo, los fármacos antidepresivos deben sesgar positivamente el procesamiento de información afectiva tanto en voluntarios sanos como en individuos deprimidos. En cuarto lugar, los cambios en los sesgos afectivos negativos en aquellos que finalmente se beneficiarán del tratamiento deben ser detectables en el curso del tratamiento. Por último, la intervención temprana en individuos en riesgo (por ejemplo el entrenamiento cognitivo o la medicación) debe prevenir la incidencia de enfermedades al inhibir el desarrollo de esquemas disfuncionales (Roiser, Elliott & Sahakian, 2011). 7 Anormalidades funcionales y estructurales Se encuentra ampliamente reportado que los pacientes con TDM presentan anormalidades funcionales y estructurales cerebrales, en la corteza prefrontal, incluyendo la dorsolateral, ventromedial y el cíngulo anterior (Levin et al 2007). Se ha demostrado una disminución de la activación de la corteza prefrontal y en contraste una mayor activación del cíngulo anterior (Fitgerald, Laird, Maller & Daskalakis, 2008). Esta hipoactividad se relaciona con niveles reducidos de Glutamato, un neurotransmisor excitador principal asociado al TDM (Yuksel & Ongur, 2010). Además, experimentan niveles más altos de depresión después de un acontecimiento vital estresante reciente los individuos que poseen una o dos copias de la variante corta del gen 5-HTTLPR (transportador de serotonina) que resulta no ser tan eficaz en su transcripción como lo es la forma larga. A la presencia de dicho alelo corto, se asocia el procesamiento cognitivo negativo y las cogniciones negativas (Beck, 2008). Perfil cognitivo de la depresión Las anormalidades estructurales mencionadas en el apartado anterior, guardarían relación con déficits en funciones cognitivas específicas en la depresión (Levin et al., 2007), pero existe una falta de acuerdo entre los investigadores acerca del perfil cognitivo que presentan los pacientes deprimidos, generalmente en el patrón de alteraciones neuropsicológicas. Asimismo, está demostrado que casi todas las personas con TDM tienen alteraciones neuropsicológicas, y que las combinaciones posibles de alteraciones tienen una gran variabilidad (Gudayól- Ferré et al., 2010). Como fue mencionado antes, la depresión se caracteriza por un deterioro a largo plazo que afecta áreas que incluyen, el estado de ánimo, la motivación y la cognición, y se correlaciona con reducciones significativas en la calidad de vida, el funcionamiento psicosocial y el procesamiento intelectual. Entre estos dominios afectados, la cognición es la dimensión más relevante ya que se relaciona con la pérdida de capacidad funcional de personas en edad laboral activa (Carvalho et al., 2015) estando los déficits neurocognitivos en esta población directamente relacionados con el desempeño laboral deteriorado y contribuyendo a su vez a la remisión de la depresión (McIntyre & Lee, 2016). Se ha demostrado que las personas con depresión experimentan mayores tasas de desempleo, discapacidad y ausentismo laboral (Birnbaum et al., 2010). 8 Sin embargo, las alteraciones de las funciones cognitivas en la depresión no han recibido importancia en relación con otros trastornos psiquiátricos, a pesar de que la evidencia indica que son determinantes principales y se generalizan en múltiples subdominios cognitivos (Ravnkilde et al., 2002; Zuckerman et al., 2018). Además, la evidencia ha disociado la mejora sintomática de los dominios que abarcan la mejora funcional y el retorno al trabajo de las personas (Zimmerman et al., 2006). La insuficiencia que rodea los resultados de remisión entre las personas con depresión delinea la importancia de que sean consideradas las disfunciones neurocognitivas (Zuckerman et al., 2018). Por lo tanto se sugiere que el deterioro cognitivo tiene un efecto independiente de los síntomas del estado de ánimo, correlacionando con impedimentos funcionales (McIntyre & Lee, 2016). Por esto, en la depresión que es considerada un trastorno afectivo, actualmente se debe tener en cuenta que también es paralela una disfunción muy marcada y clínicamente significativa de las funciones cognitivas (Hammar & Ardal, 2009). La investigación (Gonda et al., 2015; Jaeger, Berns, Uzelac & Davis-Conway, 2006; McIntyre & Lee, 2016; Roiser et al., 2011) sugiere que se ven afectadas en pacientes deprimidos la memoria de trabajo, las funciones ejecutivas y la concentración y atención, tratándose de tres de los cuatro dominios cognitivos principales (Gualtieri & Morgan, 2008; Harrison, Lam, Baune & McIntyre, 2016.). Además, la fluidez verbal, como parte del perfil ejecutivo, y la generación de nuevos aprendizajes (Zhier & Brió, 2010). Por el contrario, se encontrarían conservadas las funciones visuoconstructivas y el lenguaje (Gotlib & Joormann, 2010). Los déficits cognitivos son consistentes y por eso suelen usarse como indicadores para identificar individuos en riesgo y también para evaluar el inicio y la progresión de la enfermedad (McIntyre & Lee, 2016). Incuestionablemente, la depresión afecta la habilidad de pensar, concentrarse, tomar decisiones, formular ideas y de recordar (Marazziti, Consoli, Picchetti, Carlini, & Faravelli, 2010). Es importante tener en cuenta que la persistencia de déficits cognitivos después de la remisión de los síntomas depresivos contribuye al fracaso de la recuperación funcionalcompleta (Woo, Rosenblat, Kakar, Bahk & McIntyre, 2016). A su vez, los impedimentos funcionales suelen contribuir a la persistencia de dichos déficits cognitivos (Pan et al., 2017) y estos síntomas cognitivos residuales que están presentes después del alivio de los síntomas afectivos durante la remisión, influyen de manera profunda y generalizada en la calidad de vida de los pacientes (Gonda et al., 2015). En un estudio prospectivo (Conradi, Ormel & Jonge, 2011) se estableció que los síntomas cognitivos están presentes durante el 85-94% de la duración de los episodios depresivos y 39- 44% de la duración de los períodos de remisión, 9 lo que confirma que el alivio de los síntomas afectivos no se corresponde con un aumento en la funcionalidad del paciente (Papakostas et al., 2004). Así, se ven deterioradas la posibilidad de obtener y mantener un trabajo, la productividad académica y laboral, el mantenimiento de un hogar y las relaciones sociales y familiares, la resolución de problemas y la capacidad para hacer frente a los efectos nocivos de la enfermedad (Gonda et al., 2015). Este modo de afrontamiento deteriorado que afecta las funciones diarias también afecta a la familia, amigos y todo el entorno (Gonda et al., 2015; Hammar & Ardal, 2009; Papakostas et al., 2004) disminuyendo el apoyo social con el tiempo, y por lo tanto, causando que el paciente se vea cada vez más afectado por sus propias capacidades comprometidas de resolución de problemas y afrontamiento (Jaeger et al., 2006). En suma, está ampliamente reportado que las personas deprimidas sufren de alteraciones cognitivas generalizadas (Ravnkilde et al., 2002), Aunque no hay acuerdo sobre un perfil neuropsicológico que caracteriza la depresión en la fase aguda de la enfermedad, es muy probable que diferentes subgrupos muestren diversos patrones de deterioro neurocognitivo (Hammar & Ardal, 2009). En este sentido, podemos encontrar trabajos que sugieren que los pacientes con TDM con síntomas melancólicos tienen mayor afectación de la memoria y de las funciones ejecutivas en comparación con los pacientes deprimidos sin melancolía (Michopoulos et al., 2006). También hay trabajos que señalan que los pacientes que tienen TDM a una edad de inicio temprana presentan alteraciones neuropsicológicas más graves que aquellas personas que tienen un inicio del trastorno a una edad más tardía (Grant, Thase & Sweeney 2001) y que un mayor número de episodios depresivos previos se relacionan con una presencia de alteraciones de memoria más graves (Gorwood, Corruble, Falissard & Godwin, 2008). En fin, como fue dicho, el perfil de déficit neuropsicológico de la depresión es muy heterogéneo. Se encuentra ampliamente difundido que el TDM dista de tener un perfil neuropsicológico único (Gudayól- Ferré et al., 2010) De todos, se señalan por un lado, alteraciones en las funciones ejecutivas en las cuales está involucrado el manejo de situaciones novedosas que implican planificación o toma de decisiones e involucran corrección de errores o solución de problemas. Suele tratarse de situaciones peligrosas o técnicamente difíciles que aunque puedan presentarse a diario, requieren la superación de una respuesta habitual (Marazziti et al., 2010) o de “flexibilidad cognitiva” (Goodle, 2007). El déficit se traduce en la ausencia de autoconfianza para tomar dichas decisiones, generando ansiedad y miedo por las consecuencias de estas, motivo por el cual el paciente procrastina o bien delega la toma de decisiones a otros. Éste lo expresa con afirmaciones tales como “no puedo decidir nada”,”no me atrevo a decidir” (Gonda et al., 10 2015). Esto constituye un estado de rigidez cognitiva que puede evitar que los pacientes enfrenten eventos de la vida, perpetuando así el estado de ánimo deprimido al prolongar la exposición al estrés (Marazziti et al., 2010). En lo que respecta a la memoria, las personas con TDM tienen la capacidad de desempeñarse igual que los controles en situaciones estructuradas, y las dificultades aparecerían si tienen que desempeñarse por iniciativa propia en situaciones no estructuradas. En este sentido, se sugiere que si se elimina la posibilidad de rumiar en una tarea estructurada, se elimina la alteración (Gotlib & Joormann, 2010). Por otro lado, diversos estudios señalan que se ven afectadas la memoria verbal y visual a corto plazo (Gonda et al., 2015). Los pacientes tienen olvidos de sus tareas cotidianas y frecuentemente deben confeccionar listas porque pierden u olvidan cosas. Es preciso señalar que las disfunciones de la memoria en las personas con depresión apuntan a déficits de codificación en lugar de recuperación, ya que la memoria a largo plazo parecería no verse afectada (Naismith et al., 2003). Sucede que la memoria a corto plazo o la memoria de trabajo es difícil de separar de la atención (Ravnkilde et al., 2002). Por esto, los déficits atencionales son comunes en la depresión y la evidencia de disfunción atencional surge de casi todos los estudios que incluyeron medidas para evaluar procesos de atención en los trastornos del estado de ánimo (Cohen, Lohr, Paul & Boland, 2001; Hammar & Ardal, 2009; Keilp, Gorlyn, Oquend, Burke & Mann, 2008; Landrø, Stiles & Sletvold, 2001; Liu et al., 2002; Ravnkilde et al., 2002; Roiser et al., 2011; Simons, 2009). Las personas con depresión tienen una dificultad particular cuando las tareas requieren un esfuerzo con demanda de atención sostenida (Ellis, 1991; Thomas, Goudemand & Rousseaux, 1999). Esto resulta congruente con que los déficits de memoria sean de codificación de información. A su vez, se considera que el deterioro del rendimiento de la atención selectiva, puede ser la base de la rigidez cognitiva (Keilp et al., 2008) y las alteraciones persistentes del control atencional promueven defectos en las redes de regulación de emociones que son más graves cuando el riesgo de suicidio es alto (Posner et al., 2002). Las dificultades también surgen para desviar la atención de estímulos convincentes pero inapropiados (Keilp et al., 2008). En suma, las alteraciones en la atención impactan en la incapacidad de manejar varias actividades en curso, mantener una conversación simple o ignorar las distracciones, lo que lleva a fracasar en el registro de información y su consecuente olvido (Gonda et al., 2015). Por último, se reporta disminuida la amplitud atencional ya que los pacientes suelen concentrarse fácilmente en pensamientos negativos, enfocados en sí mismos (Snyder, 2013). 11 Queja cognitiva La queja cognitiva alude a los problemas cognitivos que informan padecer los pacientes en su vida cotidiana. Tales deficiencias podrán o no verse reflejadas en las evaluaciones neuropsicológicas. En este sentido, las correlaciones entre la queja y los déficits objetivos son débiles ya que las quejas tienden a ser más graves que los déficits objetivados en las pruebas neuropsicológicas. Se cree que la discrepancia entre las quejas subjetivas y los datos obtenidos en los instrumentos neuropsicológicos se debe a la autopercepción sesgada que tiene lugar en la depresión (Beck, Rush, Shaw & Emery, 1979; Lahr, Beblo & Hartje, 2007; Mowla et al., 2008; Svendsen, 2012). Con respecto a las quejas, los médicos no necesariamente asocian parte de estas con disfunciones cognitivas; por lo tanto, su reconocimiento puede ser problemático (Gonda et al., 2015). Estas quejas que parecen indicar una autopercepción negativa pueden exacerbar las dificultades cognitivas percibidas y obstaculizar el funcionamiento de la vida cotidiana de los pacientes (Alonso-Prieto et al., 2018; Buist‐Bouwman et al., 2008; Petersen, Porter, & Miskowiak, 2018). Sin embargo, no hay instrumentos que midan las quejas cognitivas o la cognición subjetiva en la depresión, aunque haya evidencia de que la cognición medida objetivamente puede no capturar completamentelas dificultades cognitivas en la vida diaria de los pacientes (Van der Elst, Van Boxtel, Van Breukelen, & Jolles, 2008). Además, se recomienda evaluar el funcionamiento cognitivo subjetivo para determinar la relevancia clínica de comenzar tratamientos potenciales dirigidos a la cognición (Petersen et al., 2018). Esta evaluación permitirá valorar si sus quejas reflejan déficits medibles de manera objetiva, lo que puede guiar la selección de tratamientos dirigidos a déficits objetivos con intervenciones pro- cognitivas, o quejas subjetivas con tratamiento antidepresivo optimizado para aliviar los síntomas de depresión (Miskowiak et al., 2018) en correspondencia entre el declive cognitivo subjetivo propio del trastorno depresivo. En la práctica clínica se emplean instrumentos validados en nuestra población para medir y evaluar las deficiencias cognitivas autopercibidas en el trastorno depresivo, como el Hamilton Depression Rating Scale (HDRS), sin embargo no fueron diseñados específicamente para evaluar las deficiencias cognitivas específicas del TDM. Esto podría ser una dificultad ya que sabemos que la cognición subjetiva suele estar influenciada por el estado emocional y, en consecuencia, puede verse afectada por la gravedad de los síntomas depresivos. Por lo tanto, aunque las medidas subjetivas proporcionan un informe preciso de la función cognitiva 12 percibida, no brindan información precisa acerca de la capacidad cognitiva objetiva (Zuckerman, 2018). Dado que las dificultades cognitivas imponen limitaciones funcionales significativas en los pacientes con TDM, resulta de relevancia estudiar en qué medida la gravedad de los síntomas de depresión se asocia a dichas dificultades cognitivas. El interés radica en que pesquisar dicha merma permitiría implementar las estrategias de compensación necesarias que ayuden al paciente a minimizar dicho impacto. Si bien una evaluación neuropsicológica sería ideal a estos fines, por la demanda de tiempo y por los costos, esto muchas veces no resulta posible. En este sentido, resulta de interés contar con indicadores para saber en qué ocasiones resulta relevante realizar una evaluación neuropsicológica completa. El Inventario de Depresión de Beck II (Beck Depression Inventory II, BDI-II) es utilizado como un indicador de la presencia y el grado de los síntomas depresivos que coinciden con los criterios diagnósticos del DSM-IV. Se trata de un cuestionario de 21 ítems autoadministrado a partir de los cuales se reporta si se observan síntomas mínimos o normales, leves, moderados o severos de depresión. Asimismo, entre los reactivos que lo conforman, el ítem 19 alude a la presencia de queja cognitiva, específicamente a la dificultad en la concentración autopercibida de los evaluados. Resulta de interés conocer en qué medida, la queja objetivada en éste ítem se asocia a la presencia objetiva de dificultad atencional. 13 3. MARCO TEÓRICO Neuropsicología El desarrollo de la presente tesis se llevó a cabo en el marco teórico de la Neuropsicología. La Neuropsicología es una especialidad clínica que se ocupa del diagnóstico y tratamiento de los problemas cognitivos, conductuales y emocionales que pueden ser resultado de una disfunción cerebral conocida o sospechada (Drake, 2007). Comprende un área de conocimiento y de clínica aplicada que converge entre un nivel de análisis neurológico y un nivel de análisis psicológico (Ardilla & Ostrosky, 2012). Más específicamente, los desarrollos se inscriben dentro de la Neuropsicología clínica, que se ocupa de las manifestaciones psicológicas del daño cerebral y de individuos cuyo organismo funciona normalmente (Lezak, Hovieson & Loring, 2004). Incluye el estudio de los problemas clásicos de la psicología general (atención, aprendizaje, percepción, cognición, personalidad y psicopatología), valiéndose de técnicas propias de la metodología de la psicología experimental y la psicometría, a la vez que se nutre de conocimientos que provienen de las Neurociencias (Drake, 2007). El neuropsicólogo clínico se dedica especialmente a la evaluación neuropsicológica cuyo propósito general es la caracterización de las fortalezas y debilidades en las funciones cognitivas y la explicación de la conducta que presenta un paciente (Goldstein & McNeil, 2004). A su vez, se desprenden varios objetivos de ésta tales como: contribuir con el diagnóstico; evaluar las consecuencias de una enfermedad ya diagnosticada, describir el funcionamiento cognitivo actual del paciente determinando tanto las capacidades alteradas como las conservadas; planificar un tratamiento de rehabilitación cognitiva; valorar los efectos de un tratamiento; objetivar cambios en el tiempo; brindar información para cuidado y seguimiento de un paciente; y también brindar información a los familiares (Drake, 2007). 14 4. OBJETIVOS Objetivo general A partir de lo expuesto, se propone estudiar el perfil cognitivo de una muestra de pacientes con TDM. Se buscará estudiar las características del perfil atencional en pacientes con Trastorno Depresivo Mayor y en qué medida la queja cognitiva en estos pacientes se asocia con la presencia de dificultades atencionales. A su vez, se evaluará en qué medida la gravedad de los síntomas de depresión se asocian a una merma cognitiva global. Hipótesis 1°: Los pacientes del grupo con Trastorno Depresivo Mayor, obtendrán puntajes deficitarios en relación a los que obtendrá el Grupo Control en las medidas globales de cognición. 2° En especial los pacientes presentarán rendimiento descendido en tareas atencionales, en comparación con el grupo control. 3° Los pacientes que presenten mayor severidad en los síntomas de depresión presentan mayor alteración en las tareas cognitivas. 4°: Las quejas cognitivas se corresponderán con la presencia de alteraciones atencionales. 15 5. MÉTODO Y MATERIALES 5.1 DISEÑO Y MUESTRA Se llevó a cabo un estudio comparativo de muestras independientes, observacional y transversal. Sujetos Fueron seleccionados dos grupos: Grupo Trastorno Depresivo Mayor (TDM) y Grupo Control (GC), con 23 y 16 participantes respectivamente. Participaron en cada grupo, 17 mujeres (43.5%) y 22 (56.5%) varones. Criterios de inclusión Grupo TDM: Pacientes de ambos sexos entre 18 y 75 años de edad con TDM, definida de acuerdo a los criterios del manual DSM V (Ver anexo 1), evaluada por un médico especialista. Criterios de exclusión Grupo TDM: Se excluyeron aquellos pacientes que hubieran presentado antecedentes de otra alteración psiquiátrica o neurológica, con déficits visuales o auditivos severos, con antecedentes de droga-dependencia o alcoholismo. A su vez, fueron excluidos pacientes con enfermedad sistémica no controlada, presencia de enfermedad sistémica que puedan ocasionar deterioro cognitivo (ya sean endocrinológicas, tóxicas, heredo-degenerativas, metabólicas o infecciosas) y mujeres embarazadas, según fecha de última menstruación, referida por la paciente. Criterios de inclusión Grupo control (GC): Sujetos de ambos sexos entre 18 y 75 años de edad que no refirieran antecedentes de enfermedad psiquiátrica o neurológica. Fueron evaluados a través de pruebas de screening para TDM y screening de estado cognitivo (MoCA). Criterios de exclusión GC: Fueron excluidos sujetos con alteraciones psiquiátricas, sujetos con déficits visuales o auditivos severos, sujetos con antecedentes de droga-dependencia o alcoholismo. También fueron excluidos sujetos con enfermedad sistémica no controlada, presencia de enfermedad sistémica que pudiera ocasionar deterioro cognitivo (ya sean endocrinológicas, tóxicas, heredo-degenerativas, metabólicas o infecciosas) y mujeres embarazadas, según fechade última menstruación, referida por el sujeto. Asimismo, fueron excluidos los participantes que alcanzaron una puntuación superior a 13 en el BDI II e inferior a 26 en el MoCA. 16 Los pacientes fueron reclutados del Servicio de Psiquiatría del instituto FLENI y evaluados por un especialista en la materia. Los controles fueron reclutados por contactos personales que cumplieron con los criterios de inclusión/exclusión. Se llevó a cabo un muestreo consecutivo de todos aquellos pacientes que cumplieron con las definiciones de caso según los criterios anteriormente mencionados. Cada caso fue pareado por género, edad y nivel educativo con su respectivo control. Consideraciones éticas Todos los participantes del estudio, debieron firmar previamente un Consentimiento Informado. El presente estudio, se adhirió a las normas internacionales de investigación de Helsinki de la Asociación Médica Mundial (15-17) y la Ley 3301 sobre Protección de Derechos de Sujetos en Investigaciones en Salud del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Resolución 1480/2011 del Ministerio de Salud de la Nación. Se respeta la privacidad de las/los sujetos y la confidencialidad de la información, garantizando la no utilización de las informaciones obtenidas en perjuicio de las/los sujetos y/o de las comunidades. Se implementaron métodos que permitieron el anonimato de los/as sujetos y posibilitaron disociar sus datos personales de los datos científicos funcionales a la investigación y comprometiéndose a resguardar toda la información surgida a partir de la recolección, uso y transferencia de datos expresamente estipulados en los instrumentos del consentimiento libre y esclarecido dentro de éste protocolo de investigación, según la Ley 25.326 (Ley de protección de los datos personales). 17 5.2 INSTRUMENTOS Para la evaluación de los síntomas depresivos se administró el Inventario de depresión de Beck II (IDB II; Beck, Steer & Brown, 2006). Consiste en un cuestionario autoadministrable sobre síntomas característicos de la depresión. Se utilizó para descartar presencia de TDM en los sujetos del grupo control un máximo de 13 puntos como punto de corte en esta tarea. Este es el puntaje establecido en la validación del instrumento (Brenlla & Rodriguez, 2006). La selección de pruebas tuvo como objetivo la inclusión de una amplia gama de diferentes funciones neuropsicológicas relevantes en la depresión, y específicamente, se utilizaron para medir las funciones atencionales las siguientes pruebas: - Test de Símbolo-Dígito en su forma oral (TSD; Smith, 1982) para evaluar atención sostenida y velocidad de procesamiento de la información. Se trata de una tarea cronometrada en la cual se debe decir en voz alta el número correspondiente a un símbolo, según se encuentra indicado en una grilla en la parte superior de la hoja. La tarea dura 90 segundos. La puntuación corresponde con la cantidad de números que el sujeto contesta correctamente en ese lapso de tiempo. En la Argentina, se desarrolló la validación de la forma oral, analizando la influencia de la edad, el género y la educación (Vanotti, Yorio & Cáceres, 2014). - Trail Making Test (TMT; Reitan, 1958). Posee dos partes: A y B. En la parte A al examinado se le solicita que una en un solo trazo y tan rápido como le sea posible, los números del 1 al 25 de manera creciente. En la parte B el examinado debe unir de menor a mayor 13 números alternando con 12 letras, las cuales deben ser intercaladas siguiendo el orden alfabético. Esta tarea también debe realizarse con la mayor velocidad posible. En ambos casos se consigna el tiempo empleado en segundos. - Subtest de Dígitos del WAIS III (Wechsler, 2002). Este subtest posee dos partes. La primera parte consiste en que el evaluado debe repetir en orden los números que dice el examinador. Se evalúa la amplitud atencional. En la segunda parte, el evaluado debe repetir en orden inverso los números que dice el examinador. Se evalúa la memoria de trabajo (Wechsler, 2002). También se administró el Montreal Cognitive Assessment (MoCA) para la evaluación del funcionamiento cognitivo global, que examina las siguientes habilidades: atención, concentración, funciones ejecutivas (incluyendo la capacidad de abstracción), memoria, lenguaje, capacidades visuoconstructivas, cálculo y orientación. La puntuación máxima es de 18 30; una puntuación igual o superior a 26 se considera normal (Lozano, Hernández, Turró, Pericot, López-Pousa & Vilalta, 2009). 19 5.3 ANÁLISIS ESTADÍSTICO Análisis de los datos Se reportan medias (M) y desvíos estándar (DE) para describir la muestra estudiada. Se realizaron pruebas de correlación de Pearson para evaluar la posible asociación entre los síntomas de depresión y el rendimiento cognitivo global (MoCA). A su vez, se realizaron pruebas de T para comparar el rendimiento en las distintas tareas de atención entre el grupo de pacientes y el grupo control. Finalmente, se utilizó la prueba del chi-cuadrado para examinar la posible correspondencia entre deterioro en tareas atencionales y queja subjetiva. Se consideró que los participantes presentaban queja cognitiva cuando obtuvieron un puntaje superior a 2 en el ítem 19 del BDI-II referido a la Dificultad de concentración. Esto es, el reactivo n° 0: “Puedo concentrarme tan bien como siempre”; y el reactivo n° 1: “No puedo concentrarme tan bien como habitualmente” implican puntajes menores a 2 (0 y 1 punto, respectivamente), siendo el reactivo n° 2: “Me es difícil mantener la mente en algo por mucho tiempo”; y el reactivo n° 3: “Encuentro que no puedo concentrarme en nada”, superiores a 2 puntos (2 y 3 puntos, respectivamente). Se consideró que los participantes presentaban deterioro en la atención si obtuvieron puntajes inferiores a -1,5 desvíos estándar a lo esperable según su grupo etáreo en por lo menos una de las tareas que valoran alteraciones atencionales. Para esto se consideraron los valores normativos de cada una de las tareas empleados en contextos clínicos. Esto último fue considerado conveniente a fin de contar con valores normativos establecidos en muestras 20 6. RESULTADOS En primer lugar se presentan los datos demográficos de los grupos TDM y GC, así como las características clínicas del grupo TDM. En segundo lugar, se muestra el rendimiento neuropsicológico general del grupo TDM, contrastado con el GC. Luego, se exhiben los resultados de la comparación entre el rendimiento de los grupos (TDM vs. GC) en las tareas de atención. Finalmente se muestran los estudios de correspondencia entre el deterioro en las tareas de atención y la queja cognitiva. Descripción de la muestra Datos demográficos Los grupos TDM y GC no mostraron diferencias significativas en edad ni educación (t (38) = 1.02, p = 0.943 y t (38) = -0.73, p = 0.3, respectivamente). Tampoco mostraron diferencias significativas en la distribución de frecuencias de la variable sexo (X2 (1, N = 39), p = 0.501). Estos datos se muestran en la Tabla 1. Tabla 1. Datos demográficos. N Sexo Edad Escolaridad Femenino Masculino M (DE) M (DE) TDM 23 9 14 61.82 (12.62) 13.47 (4.55) GC 16 8 8 57.62 (12.51) 14.5 (3.79) M: Media aritmética, DE: Desvío estándar, GC: Grupo control, TDM: Trastorno Depresivo Mayor. 21 Los grupos TDM y GC exhibieron diferencias significativas en las pruebas que cuantifican los síntomas de depresión y el rendimiento cognitivo global. Esto se replica tanto para las pruebas de auto reporte como también para las hétero administradas y la cognición global. Los resultados se encuentran reportados en la tabla 2. Tabla 2. Datos clínicos.TDM GC p BDI M (DE) 27.61 (9.61) 5.93 (4.15) <0.01 HDRS M (DE) MoCA M (DE) 19.05 (7.01) 22.17 (4.66) 3.25 (4.25) 26.68 (1.88) <0.01 0.01 M: Media aritmética, DE: Desvío estándar, GC: Grupo control, TDM: Trastorno Depresivo Mayor, BDI: Beck Depression Inventory, HDRS: Hamilton Depression Rating Scale, MoCA: Montreal cognitive assessment. Respecto del rendimiento cognitivo específicamente en tareas atencionales, en la tabla 3 se presentan los resultados de las pruebas de t realizadas. 22 Tabla 3. Resultados del rendimiento en tareas atencionales. TDM M (DE) GC M (DE) p TMT A TMT B 64,69 (35.84) 133.73 (77.58) 43,87 (15.03) 75,93 (25.32) 0.035* 0.007* SDMT DÍGITOS DIRECTO DÍGITOS INDIRECTO 34,91 (11.61) 7,77 (1.64) 5,11 (1.76) 49,81 (9.51) 8,43 (1.67) 5,62 (0.95) 0.001* 0.351 0.351 M: Media aritmética, DE: Desvío estándar, TDM: Trastorno depresivo mayor, GC: Grupo control, TMTA; Trail making test A, TMTB: Trail making test B, SDMT: Symbol digit modalities test. Respecto de la asociación entre la presencia de queja subjetiva de dificultades de concentración y la presencia de dificultades atencionales, la prueba de Chi-Cuadrado arrojó los siguientes resultados: χ2 (1, N = 34) = 3,39, p = 0.066. Respecto de la correlación entre severidad de los síntomas de depresión y desempeño cognitivo global, los resultados se muestran en la tabla 4. 23 Tabla 4. Correlación entre síntomas de depresión auto y hetero reportados y cognición global. BDI HDRS MoCA BDI ---- ,908 ** -,443 HDRS MoCA ---- -,495 * ---- Se resaltan en negrita los resultados significativos ** p<0,01 BDI: Beck Depression Inventory, HDRS: Hamilton Depression Rating Scale, MoCA: Montreal Cognitive Assessment. 24 7. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN El propósito de este estudio consistió en estudiar las características del perfil atencional en pacientes con depresión, e indagar en qué medida la queja cognitiva de estos pacientes se asocia con la presencia de dificultades atencionales. Se llevó a cabo en el marco de la Neuropsicología clínica, administrando una batería neuropsicológica completa. Los resultados obtenidos respecto de la primer hipótesis, en la cual se esperaba que los rendimientos cognitivos de los pacientes con depresión fueran deficitarios en relación a los rendimientos del grupo control, respaldan los datos ya reportados en diversos estudios (Gonda et al., 2015; Gudayol- Ferré, et al., 2010; Zuckerman et al., 2018) acerca de la presencia de disfunción cognitiva bien marcada en individuos diagnosticados con depresión, en comparación con controles sanos. Esto quiere decir que el perfil cognitivo asociado a la depresión arroja diferencias significativas entre los grupos más allá de la apreciación clínica. Además, se encontró una correlación estadísticamente significativa entre la gravedad de los síntomas auto y hetero reportados y las medidas de cognición global, esto es entre los resultados obtenidos en el BDI II y en el HDRS, y en el MoCA. Teniendo en cuenta dichos resultados, queda de relieve la necesidad de que los déficits cognitivos sean considerados parte de la patología central del TDM, con el fin de establecer la importancia de la inclusión de la evaluación de las funciones cognitivas en el ámbito clínico, como ya fue mencionado en numerosas investigaciones. A su vez, esta merma en la cognición global está asociada a dificultades atencionales según los resultados reportados, es decir que los puntajes deficitarios en las pruebas atencionales se asocian al desempeño cognitivo global disminuido valorado por el MoCA. Como sabemos, y a pesar de la heterogeneidad de los perfiles neuropsicológicos en pacientes con depresión, la mayoría de los trabajos que evaluaron los procesos atencionales en los trastornos del estado de ánimo, evidenciaron dicha disfunción atencional (Hammar & Ardal, 2009; Keilp, Gorlyn, Oquend, Burke & Mann, 2008; Roiser et al., 2011; Snyder, 2013), por lo cual nuestros resultados se corresponden con dichos hallazgos. En lo que respecta a la correspondencia entre la presencia de queja cognitiva y déficits atencionales en los pacientes, si bien los datos obtenidos no alcanzan una significación estadística, los mismos sí sugieren una tendencia en el sentido de la hipótesis que proponía encontrar dificultades atencionales en aquellos pacientes que, en el ítem 19 que alude a los problemas de concentración en el BDI II, autoinformen dicha dificultad. Esta tendencia, fue hallada considerando presencia de queja cognitiva la selección de la severidad 2 o 3 del ítem 25 19 del BDI II. Esta tendencia no se observa si se considera la presencia de queja cognitiva la selección de la severidad más leve de dicho ítem. En otras palabras, aquellos que presentaron una queja de 2 o más en el ítem 19 del BDI II, tendieron a exhibir una alteración en las funciones atencionales entendida en términos clínicos, esto quiere decir con alguna prueba que valore atención, a un desvío y medio por debajo de la media poblacional. En primer lugar, nos encontramos entonces con la presencia de pacientes que autoperciben dificultades atencionales, que luego no se corresponden con el desempeño cognitivo de los mismos. Esto fue reportado anteriormente por algunos estudios, los cuales sugirieron que no son necesariamente los pacientes con las mayores quejas subjetivas, quienes muestran los mayores déficits medidos objetivamente en las pruebas neuropsicológicas (Petersen et al., 2018). Coincidiendo con estos hallazgos, los resultados arrojados en nuestro trabajo señalan que hay pacientes que presentan una queja leve y no exhiben las dificultades en términos objetivos. Con respecto a esta discrepancia entre la dificultad atencional y la queja cognitiva, Gonda, et al. (2015) reporta que la queja en los pacientes sin objetivar la alteración, tiene que ver con una percepción negativa de sí mismo propia del trastorno depresivo. Aun así, y en segundo lugar, nuestros hallazgos proponen la importancia de considerar que si bien tomando una respuesta de menor severidad de queja cognitiva (respuesta 1 del ítem 19) no hay correspondencia con la alteración, cuando la queja es más incisiva o muestra cierta severidad (refiriéndose la severidad 2 o 3), si se correspondió con deterioro cognitivo atencional. En consecuencia, la autopercepción negativa no sería el único factor que explique dicha correlación. Los resultados de este estudio sugieren que es menester evaluar el desempeño cognitivo en los pacientes con TDM. Por un lado, si bien existe un ítem en el BDI II donde el paciente informa la queja pero atenuada no manifiesta sensibilidad, resultaría conveniente ahondar en las funciones cognitivas dado que la diferencia del perfil si resultó ser clara. Es decir que, los datos obtenidos que señalan que los pacientes diagnosticados con TDM tienen rendimientos disminuidos en las pruebas cognitivas en relación al rendimiento de las personas sanas, podrían considerarse suficientes para considerar la evaluación neurocognitiva, al margen del autoreporte del paciente en el ítem 19 del BDI II. Por otro lado, es importante tener en cuenta que, el paciente con depresión se puede quejar porque falla verdaderamente o por la autopercepción negativa, y si bien la literatura reporta a favor de la segunda opción, la tendencia aquí hallada muestra que hay un número de pacientes,los que presentan la queja más severa, que sí muestran alteración, lo que invita a no desestimar la queja cuando ésta tiene cierta intensidad. Dicho de otra manera, si el paciente se queja pero con una queja 26 considerada tenue, se explicaría más por una sintomatología propia de la depresión que por una alteración de la función cognitiva únicamente. Pero cuando ésta queja resulta más consistente, presenta diferencias clínicas más allá de la tendencia estadística, por lo que sería prudente considerar la presencia de déficit cognitivo atencional. Las consideraciones desprendidas del análisis llevado a cabo en el presente estudio, apuntan a brindar una herramienta clínica en la evaluación del trastorno depresivo, que otorgue la posibilidad de detectar el déficit cognitivo atencional que es inherente a la definición misma de la depresión que brinda la OMS (2018): “trastorno mental frecuente que se caracteriza de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastorno del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.”, y por ese motivo se encuentra dentro de los criterios diagnósticos del DSM-V descritos al comienzo. Como sabemos, no contamos en la actualidad con instrumentos validados en nuestra población capaces de medir y evaluar objetivamente los déficits cognitivos autopercibidos en el trastorno depresivo, porque tampoco se le otorga la importancia debida al perfil neuropsicológico en la depresión. Esto significa una limitación al momento de valorar las quejas de los pacientes si estas son percibidas como síntomas propios del trastorno desde el punto de vista anímico, como ya fue mencionado, y no como la expresión de verdaderas dificultades a nivel cognitivo que afectan severamente la funcionalidad de los pacientes e incluso, sabemos que no mejoran a pesar de que se logre la remisión de la sintomatología anímica. Por este motivo es que fue propuesta la posibilidad de contar con algún indicador, dentro de las pruebas que típicamente se administran en el consultorio psicológico, que brinde información precisa para considerar o no el requerimiento de una evaluación neuropsicológica en los pacientes depresivos, y sería interesante continuar investigando acerca de la sensibilidad del ítem 19 del BDI II que tiende a brindarnos ese tipo de información. En este sentido, consideramos que la principal limitación de este estudio tiene que ver con el tamaño muestral estudiado, tratándose la muestra considerada de un número reducido de casos. Teniendo en cuenta que nuestros resultados respecto de la presencia de queja cognitiva y la objetivación de alteración cognitiva no alcanzaron una significación estadística, se sugiere que en la medida que se incremente el tamaño muestral, este valor podría cobrar dicha significación. Por este motivo, una de las perspectivas futuras se indica como la posibilidad de replicar este estudio con una muestra más amplia. También resultaría interesante profundizar en la queja cognitiva de los pacientes con depresión, utilizando otros inventarios o escalas que brinden una información más 27 exhaustiva. Se menciona esta posibilidad ya que se ha reportado que la discrepancia que generalmente se encuentra entre los déficits cognitivos objetivos y subjetivos, es coherente con una relación pobre entre las medidas neuropsicológicas objetivas autoinformadas y objetivas de la cognición en pacientes con trastornos psiquiátricos (Lahr, Mohn & Rund, 2016). Esto quiere decir que al no haber una relación muy estrecha entre los tests utilizados para evaluar la cognición y, las pruebas comúnmente utilizadas para medir de alguna manera la queja cognitiva, a menudo nos encontraremos con que las quejas de los pacientes difieren del desempeño real u objetivo en la evaluación neuropsicológica, como ya fue mencionado. Resulta necesario considerar, teniendo en cuenta la importancia de la inclusión de nuevas pruebas, que la naturaleza de las evaluaciones neuropsicológicas típicas que se llevan a cabo en consultorios silenciosos, donde no debe haber distracciones, podría dificultar el reconocimiento de dificultades atencionales propias de los pacientes con depresión que las padecen. Por esto, otra de las perspectivas futuras podría ser incluir en la evaluación pruebas que posean mayor validez ecológica. Se trata de tests que muestran una alta correlación entre el desempeño que obtiene el individuo en los resultados de la evaluación neuropsicológica y el desempeño en ambientes de la vida cotidiana real del mismo, ya sea la escuela, el trabajo o el hogar (Lischinsky et al., 2008). Se recomienda este tipo de pruebas como medidas adicionales porque brindan información cualitativa sobre la naturaleza de los déficits, lo que podría enriquecer la evaluación. 28 8. 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Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades la mayor parte del día, casi todos los días (como se desprende de la información subjetiva o de la observación). 3. Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso (p. ej., modificación de más del 5% del peso corporal en un mes) o disminución o aumento del apetito casi todos los días. (Nota: En los niños, considerar el fracaso para el aumento de peso esperado.) 4. Insomnio o hipersomnia casi todos los días. 5. Agitación o retraso psicomotor casi todos los días (observable por parte de otros; no simplemente la sensación subjetiva de inquietud o de enlentecimiento). 6. Fatiga o pérdida de energía casi todos los días. 7. Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar enfermo). 8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar decisiones, casi todos los días (a partir de la información subjetiva o de la observación por parte de otras personas). 9. Pensamientos de muerte recurrentes (no sólo miedo a morir), ideas suicidas recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico para llevarlo a cabo. B. Los síntomas causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. C. El episodio no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia o de otra afección médica. 37 Nota: Los Criterios A–C constituyen un episodio de depresión mayor. Nota: Las respuestas a una pérdida significativa (p. ej., duelo, ruina económica, pérdidas debidas a una catástrofe natural, una enfermedad o discapacidad grave) pueden incluir el sentimiento de tristeza intensa, rumiación acerca de la pérdida, insomnio, pérdida del apetito y pérdida de peso que figuran en el Criterio A, y pueden simular un episodio depresivo. Aunque estos síntomas pueden ser comprensibles o considerarse apropiados a la pérdida, también se debería pensar atentamente en la presencia de un episodio de depresión mayor además de la respuesta normal a una pérdida significativa. Esta decisión requiere inevitablemente el criterio clínico basado en la historia del individuo y en las normas culturales para la expresión del malestar en el contexto de la pérdida 1 D. El episodio de depresión mayor no se explica mejor por un trastorno esquizoafectivo, esquizofrenia, un trastorno esquizofreniforme, trastorno delirante, u otro trastorno especificado o no especificado del espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos. E. Nunca ha habido un episodio maníaco o hipomaníaco. Nota: Esta exclusión no se aplica si todos los episodios de tipo maníaco o hipomaníaco son inducidos por sustancias o se pueden atribuir a los efectos fisiológicos de otra afección médica. 1 Para distinguir la culpabilidad de un episodio de depresión mayor (EDM), es útil tener en cuenta que en la culpabilidad el afecto predominante es el sentimiento de vacío y pérdida, mientras que en un EDM, es el estado de ánimo deprimido persistente y la incapacidad de esperar felicidad o placer. La disforia en la culpabilidad probablemente disminuye de intensidad en días o semanas y se produce en oleadas, las denominadas punzadas de culpa. Estas oleadas tienden a asociarse a pensamientos o recuerdos del difunto. El estado de ánimo deprimido de un EDM es más persistente y no se asocia a pensamientos o preocupaciones específicos. El dolor de la culpabilidad puede ir acompañado de humor y emociones positivas que no son característicos de la intensa infelicidad y miseria que caracteriza a un EDM. El contenido de los pensamientos asociados a la culpabilidad generalmente presenta preocupación vinculada a pensamientos y recuerdos del difunto, y no la autocrítica o la rumiación pesimista que se observa en un EDM. En la culpabilidad, la autoestima por lo general se conserva, mientras que en un EDM son frecuentes los sentimientos deno valer para nada y de desprecio por uno mismo. Si en la culpabilidad existen ideas de autoanulación, implican típicamente la percepción de haber fallado al difunto (p. ej., no haberlo visitado con más frecuencia, no decirle lo mucho que lo quería). Si un individuo en duelo piensa en la muerte y en el hecho de morir, estos pensamientos se centran por lo general en el difunto y posiblemente en “reunirse” con él, mientras que en un EDM estos pensamientos se centran en poner fin a la propia vida debido al sentimiento de inutilidad, de no ser digno de vivir o de ser incapaz de hacer frente al dolor de la depresión.
Estudiando Medicina
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