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CUADERNOS DE FILOSOFÍA 
POLÍTICA 
III 
ESTADO, PODER, AUTORIDAD, LIBERTAD Y 
DERECHOS 
 
Fco. Javier Benítez Rubio 
 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA 
ESTADO, PODER, AUTORIDAD, LIBERTAD Y DERECHOS 
Fco. Javier Benítez Rubio 
 
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Gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos república o Estado 
que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el 
natural, para cuya protección y defensa fue instituido, y en el cual la soberanía es un 
alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero . 
 Thomas Hobbes. 
 
CUADERNOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA 
ESTADO, PODER, AUTORIDAD, LIBERTAD Y DERECHOS 
Fco. Javier Benítez Rubio 
 
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ÍNDICE GENERAL 
 
Índice general 3 
ESTADO. 
 1. INTRODUCCIÓN. 6 
 2. CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL ESTADO. 8 
 3. LA HISTORIA DEL ESTADO. 11 
 4. PRESENTE, FUTURO Y CRISIS DEL ESTADO. 21 
 Bibliografía. 27 
 
PODER, AUTORIDAD Y OBLIGACIÓN. 
 1. EL PODER. 29 
 2. LA AUTORIDAD. 34 
 3. LA OBLIGACIÓN. 38 
 4. DELIBERACIÓN Y ACCIÓN COLECTIVA. 42 
 Bibliografía. 49 
 
LIBERTAD. 
 1. INTRODUCCIÓN. 51 
 2. LOS ANTIGUOS Y LOS MODERNOS. 53 
 3. LIBERTAD POSITIVA Y NEGATIVA. 56 
 4. LIBERTAD DE OBRAR Y LIBERTAD DE QUERER. 59 
 5. LIBERTAD COMO LUCHA. 61 
 6. LA TERCERA LIBERTAD. 63 
 Bibliografía. 66 
 
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DERECHOS. 
 1. NATURALEZA, CARACTERES Y ESTRUCTURA. 68 
 2. CRITERIOS Y TIPOLOGÍAS. 79 
 3. RECONOCIMIENTO, PROTECCIÓN Y LÍMITES. 89 
 4. APUNTES FINALES. 98 
 Bibliografía. 108 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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EL ESTADO 
 
 
 
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Hay cuatro preguntas troncales que habría que hacer, y tratar de responder, 
para comprender qué es esto que llamamos Estado 1. Veamos: 
- ¿Qué ha de contener un Estado para que podamos decir del mismo que es 
realmente un Estado? 
- ¿En qué momento se puede decir que aparece el Estado? 
- ¿Cuáles fueron las causas y mecanismos que originaron el Estado? 
- ¿Qué ocurre con el Estado en la actualidad? 
 
1. INTRODUCCIÓN 
En el nivel teórico del mundo de la política, la mayoría de los conceptos que 
han de ser analizados son, por decirlo de alguna manera, de trabada delimitación. 
El concepto de Estado es, probablemente, el que más problemas presenta. Si bien es cierto, como afirma Molina : , que es la forma de organización jurídico-
política por antonomasia , ir más allá de este punto resultará una tarea difícil. Para 
empezar, está la larga línea histórica de creación y transformación, el constante 
diseño y rediseño a lo largo de los tiempos; cuestión ésta que no ha terminado, 
sigue en mutación, movimiento y debate. Tenemos, también, un numeroso elenco 
de teóricos que lo piensan y repiensan, añadiendo y quitando elementos, 
haciéndolo más grande y más pequeño, más pesado o más liviano. Luego, en el 
paso de la teoría a la práctica raramente se han cumplido los programas de 
construir en la realidad lo que dicen los planos. 
 
1 Como mi intención es primar la coherencia narrativa del estudio, y que el lector pueda entender lo que se le 
ofrece sin que se entrometan en ese proceso de comprensión las cuitas propias de los expertos y sus metodologías, los 
enfoques, las posiciones ideológicas, las escuelas y tradiciones, etc., se eliminan la gran mayoría de las menciones a estas cuestiones. Las que quedan, entiendo, son imprescindibles. Trataré de compensarlo con el aumento de notas a pie con 
sugerencias y recomendaciones para los que sí quieran entrar en el proceloso mundo de metodología. 
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Encontramos un numeroso grupo de elementos o condicionantes que 
conforman al Estado, a la vez, como escenario y actor central de la política. Ante 
estos, tenemos una amplia diversidad de enfoques. Es difícil engarzar lo que para 
la mayoría son las categorías centrales y nucleares y distinguirlas de las 
colaterales, o entresacar los contenidos mínimos de los máximos. Y para complicar 
aún más las cosas, es imposible hacer un análisis profundo del Estado sin tener en 
cuenta a otros grandes conceptos políticos que por su peso e importancia han de 
ser estudiados individualmente y por separado: Poder, Gobierno, Sistema Político, 
Instituciones Públicas, Constitución y Derecho Constitucional, Relaciones 
Internacionales y Derecho Internacional, Democracia, Ciudadanía, por nombrar los 
más importantes. Es muy complicado deslindar dónde termina uno y dónde comienza el otro. En definitiva, ofrecer una foto finish del Estado resulta 
dificultoso, por no decir imposible. Para Baqués (2007:45)2, es más una tendencia 
histórica que una realidad fija. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
2 Citado de Hall, J.A. & Ikenberry, G.J. El Estado, Alianza Editorial, 1993 Madrid. 
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2. CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL ESTADO. 
Tratando de responder a la primera de la preguntas, recogemos aquí, los 
elementos, condiciones o realidades más básicas que ha de tener un Estado para 
que podamos llamarlo Estado3. 
- Elemento geográfico. Territorio delimitado por una frontera. 
- Elemento coercitivo. Organización que reclama para sí misma el 
monopolio de la violencia legítima en dicho territorio (Baqués, 2007:45). Esta 
aportación tan importante se la debemos a Max Weber4. 
- Elemento soberano. La soberanía es el poder de dar y anular la ley 
(Baqués, 2007:46). Esta aportación tan importante se la debemos a Jean Bodin5. Es 
la capacidad de decisión, o como afirma Molina : la formalización de una 
autoridad permanente y pública, que domina, por el interés general, un espacio 
territorial cerrado y a las personas que en él viven . 
- Elemento jurídico. Supone la homogeneización del derecho dentro de las 
fronteras del Estado, tanto del derecho relacionado con la coerción como en todas 
las vertientes del derecho privado. El Estado ha de lograr la seguridad jurídica 
suficiente para no quedar expuesto al poder arbitrario (Baqués, 2007:46). Será 
entonces, por adición de estos tres elementos analizados, aquel territorio 
independiente que posee la autoridad suprema de hacer cumplir un cuerpo legal. 
La importancia de este elemento, según señala Baqués (2007:47) es que conforme 
los habitantes de ese territorio delimitado fueron poseyendo los mismos derechos, 
 
3 Hacemos la puntualización, antes de empezar, de que podemos encontrar numerosos casos en la 
realidad que no van a cumplir con la totalidad de estos principios básicos. Recordamos que lo que tratamos de 
hacer aquí es describir una realidad tendencial. 
4 Weber, M. El político y el científico, Alianza Editorial, 2002 Madrid p.83. 
5 Citado de Bodin, J. Los seis libros de la república, Tecnos, 1986 Madrid 
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deberes y garantías frente a la ley se fue formando la cohesión social, la forja de 
identidades colectivas. Aquí podemos volver con Molina (1998:48) y la concepción del Estado como aquella comunidad política estable que agrupa a una población en 
interacción social . 
-Elemento burocrático. Supone la especialización de una partede la 
población en tareas de gestión pública (Baqués, 2007:46)6. El Estado será, por lo 
tanto, el aparato de control burocrático, poseedor ’nico del poder coercitivo 
definitivo dentro de unos límites concretos Bealey, : , y administrador 
permanente de determinadas funciones. A las clásicas tareas de administración de 
la ley, recaudación de impuestos y tasas, mantener el orden interior y garantizar la 
seguridad exterior, proteger la propiedad, se han ido añadiendo en el curso 
histórico otras funciones sociales, colectivas o distributivas como la educación, la 
sanidad, los subsidios, etc. 
- Objetivación del poder: la razón de Estado. En el Estado, como tal, es 
donde se encarna el poder. Es en la institución, en la organización y no en las 
personas, donde se sitúa el mando y el dominio, donde se aglutinan las lealtades y 
las adhesiones. A este principio le daremos una especial relevancia y 
consideración. Para muchos es el núcleo duro de su delimitación (Baqués, 
2007:47). 
En vista de estos elementos principales, podemos definir al Estado como 
aquella organización política que, en ejercicio de su soberanía, reclama para sí el 
monopolio de la violencia legítima en un territorio delimitado por las 
 
6 Citado de Hall, J.A. & Ikenberry, G.J. El Estado, Alianza Editorial, 1993 Madrid. 
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correspondientes fronteras, cubriendo estos objetivos mediante la especialización 
y subsiguiente integración de una parte de la población en una administración 
pública, profesional y permanente7. La mayoría de los autores están de acuerdo 
con esta definición. Como muestra un botón (de Gabriel, 2009:36): El Estado es el 
poder político y complejo institucional organizado sobre un determinado territorio, 
capaz de ejercer con una eficacia razonable el monopolio de la producción de las 
normas más relevantes y del uso público de la fuerza, la coerción legal sobre las 
personas, o la sociedad, sometidas a su jurisdicción 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 Modificado de Baqués, 2007:48 
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3. LA HISTORIA DEL ESTADO. 
Se trata de hacer un frugal viaje por las líneas históricas fundamentales de 
la creación, consolidación y transformación del Estado. A la pregunta de en qué 
momento surge el Estado, habrá que responder que el Estado no aparece, ni brota, 
ni se manifiesta de repente, de golpe y porrazo, que no surge de la nada o del vacío. 
El Estado surge como consecuencia de una evolución compleja y entrelazada de 
distintos elementos. 
 
I 
Se tiene constancia histórica de que en el tercer milenio antes de Cristo, ya 
existió en Mesopotamia un poder centralizado que se hace con el control de un 
territorio acotado y lo administra con una doble organización especializada: 
burocracia civil y personal militar. Lo mismo podemos decir del Egipto 
preptolomeico, y en general de todos otros Imperios Antiguos orientales (China 
por ejemplo) y la América precolombina; también contamos aquí, con las polis 
griegas y las monarquías helenísticas. Mención aparte y especial merece el Imperio 
Romano, que en algunos aspectos alcanza niveles de excelencia organizativa que 
no encontramos en los Estados del siglo XV al XVII. La Roma republicana tiene una 
estructura institucional que anticipa en siglos a la del Estado europeo. La 
ciudadanía romana estaba representada por dos asambleas: el Senado y los 
Comicios. El Senado era una cámara elitista conformada por las grandes familias 
patricias y sus competencias eran la política exterior, el tesoro o la custodia de la 
religión civil. Los Comicios era el órgano de representación popular que disponía 
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de competencias legislativas, además de la importante elección de Magistrados y 
Cónsules. ¿No comparte esta estructura ciertos rasgos, y no sólo vagamente, con 
las estructuras bicamerales y la separación de poderes del Estado? Aun 
reconociendo que estas sociedades organizadas y preestatales contienen 
elementos que no podemos obviar, por ser muy significativas, hemos de afirmar 
con Baqués (2007:47), que el Estado es una realidad esencialmente europea que 
surge a partir del siglo XV8. 
 
II 
El Estado moderno es una construcción política novedosa, con algunos 
elementos que ya vimos en los protoestados, que consigue centralizar el poder 
político, cerrar sus fronteras, dar cuerpo a una burocracia civil y un estamento 
militar fijo y profesional, reglamentar detalladamente las actividades permitidas y 
prohibidas en su interior; sin olvidar otras cuestiones de índole económico tales 
 
8 Tenemos una corriente de pensamiento que comienza a hablar de Estado casi desde el albor de la 
Humanidad. Pero también tenemos una corriente de pensamiento, mayoritario, que no comparte los 
argumentos anteriores y colocan la génesis del Estado en la Europa del siglo XV. Es el debate entre los 
defensores de la continuidad y los defensores de la especificidad. Los principales argumentos de los 
defensores de la especificidad son: 
- Fue Maquiavelo, el primer autor que utilizó la palabra Estado (Stato), y eso no fue hasta comienzos 
del siglo XVI. 
- Es a partir del Renacimiento cuando aparece la dinámica de competencia entre Estados. En la 
Antigüedad asistíamos a una única estructura de poder, ahora se forja un sistema de Estados en pugna. 
- Si entendemos el Estado como la despersonalización del poder político, los Imperios Antiguos no 
cumplen con este requisito tan importante. Porque una sola persona, fuera Faraón, Rey, Emperador o Cesar, 
investidos incluso de rasgos divinos, reunían todo el poder, siendo los súbditos fieles a esa figura no a la 
organización política. 
De Gabriel (2009:51), es de los que entiende que el Estado no es un invento ni moderno ni europeo. 
El tipo concreto de Estado, el Estado europeo moderno sí es una auténtica novedad en la historia. 
La postura que se defiende aquí será la de una peculiar especificidad, enriquecida, que no niega de 
modo tajante algunas aportaciones de la postura del continuismo. No podemos obviar el formato rudimentario 
de algunas características: sociedades cuya propiedad comunal no era atribuible a organización política alguna 
pasan a tener una acotación de la propiedad privada, a la división y estratificación de la sociedad en clases 
sociales, a la construcción de edificios y estructuras públicas, a la creación de ejércitos y del desarrollo de 
fuerzas y tecnología militares y al empleo de sistemas tributarios profesionales. 
A partir de ahora utilizaremos el término Estado Moderno y tomaremos esta primera parada en la 
historia como organizaciones precursoras del Estado o protoestados. 
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como la expansión del comercio o el incremento de la manufacturación. Con lo que 
ahora entramos de lleno en la tercera de las preguntas que formulamos al 
comienzo, la que hace referencia a causas y mecanismos. El Estado moderno surge 
por la conjunción o convergencia de dos situaciones que se alimentan 
recíprocamente: la lucha por el control del poder absoluto dentro de los territorios 
y la aparición de la economía de mercado (Tilly, 2006:5)9. 
El afán bélico de los titulares del poder exige, que extraigan recursos para la 
guerra de las poblaciones sobre las que ejercen control y que fomenten la 
acumulación de capital por parte de aquellos que les pueden ayudar mediante el 
préstamo y la compra. La guerra,la extracción y la acumulación de capital 
interactuaron para configurar la construcción del Estado en Europa . 
Hay que hacer una breve parada, por tanto, y antes de seguir, para marcar 
con algunos trazos, los rasgos políticos del Occidente medieval. Los reinos y 
principados medievales tienen muy poca cohesión política, no son unidades de 
poder. Están integrados por territorios feudales (rurales) y por ciudades. Los 
señores feudales se representan a sí mismos y no ejercen su poder a las órdenes 
del rey. Esta nobleza feudal se articula a través de alianzas privadas 
(especialmente por matrimonios) y pactos de vasallajes. El rey solo es el primero 
entre iguales. El ejército feudal tiene un marcado carácter privado, también ligado 
por pactos de vasallaje. Por tanto, los reinos medievales europeos se 
caracterizaban por su policentrismo y por el carácter patrimonial del poder (de 
 
9 Esta fase de mediación, según Charles Tilly, ocupa los siglos XV, XVI y XVII. Para profundizar en este 
punto, además del artículo que aparecen en la Bibliografía, es imprescindible la lectura de: Tilly, C., Coerción, 
capital y los Estados europeos, Alianza Universidad, 1990 Madrid. Otro autor que afirma la importancia de la 
guerra en la construcción del Estado moderno es Michael Mann. Ver Mann, M., Las fuentes de poder social, 
Alianza 1991 Madrid. 
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Gabriel, 2009:38). Con el transcurrir de la Edad Media irán apareciendo 
mecanismos de coordinación y representación estamental en las ciudades (Cortes, 
Dietas, etc.) en los que se libra la batalla por el dinero. Por este pactismo medieval, 
el rey negocia la financiación de sus campañas militares con las ciudades: tributos 
por privilegios, como la libertad de actividades y la seguridad (Gabriel, 2009:39). Y 
a este conjunto feudal, hay que añadirle otros dos conjuntos externos, el Imperio y 
el Papado. Poco a poco, los reinos y principados van tomando cuerpo estatal. 
Efectivamente, existían una serie de poderes que ponían en cuestión a los 
príncipes territoriales: los señores feudales a nivel interior, como hemos visto y el 
Emperador del Sacro Imperio junto al Papado a nivel exterior. La Reforma 
protestante de Martín Lutero supuso la desvinculación de Roma de muchos 
creyentes que formaron sus propias Iglesias. Fue aquello una oportunidad de oro 
que aprovecharon muchos gobernantes para consolidarse en sus territorios no 
católicos. Además, para aquellos territorios que siguieron estando vinculados al 
catolicismo, supuso una oportunidad para que se separara, definitivamente, el 
poder terrenal del espiritual. Por tanto, el Estado deja de estar instrumentalizado 
por la religión y se instrumentaliza en beneficio propio (Baqués, 2007:54)10. Junto 
a esto, los gobernantes con el fin de dominar el interior de sus territorios tuvieron 
que sustraer por la fuerza los poderes que aun tenían los señores feudales: 
recaudación de tributos y los pequeños ejércitos privados. Maquiavelo dedicó 
parte su obra cumbre, El Príncipe, a la importancia de las armas11. Dejó constancia 
de la tremenda necesidad de los gobernantes de tener bajo sus órdenes a un buen 
 
10 Citado de Portinaro, P.P., Estado, Nueva Visión, 2003 Buenos Aires 
11 En el segundo bloque del libro Cap. a analiza el aparato militar del Estado o el arte de la guerra . Maquiavelo, N. El Príncipe, Edimat libros Clásicos de siempre, 1998 [1513] Madrid 
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ejército, en vez de depender de tropas mercenarias que o bien no ejecutan las 
ordenes dispuestas o bien tenían escasa fidelidad. El Estado tuvo, entonces que 
generar su propio y particular aparato coercitivo, que estuviera siempre a su favor, 
que fuera su brazo ejecutor y protector. 
Sin guerra no hay Estado. La creación del Estado moderno tiene en la 
violencia organizada y el derramamiento de sangre a uno de sus pilares 
fundacionales, y bien que podría concretarse en una larga lista de guerras, batallas 
y luchas interdinásticas. La guerra cuesta dinero, pertrechar tropas y la 
investigación de tecnología militar que de mayor fuerza de combate frente al 
enemigo (armas de fuego y barcos por ejemplo), requerían fuertes inversiones 
económicas. Los gobernantes pronto llegaron a comprender que mientras 
agrandaban sus posesiones territoriales, aumentaba el mercado y la cuantía de los 
negocios, y con esto las imposiciones tributarias a los que allí vivían. Así, el Estado 
comenzó a intervenir en la economía, proceso que culmina con el mercantilismo y 
la centralización de la normativa tributaria12. Por eso no tardaron en llegar, junto a 
los ejércitos nacionales profesionalizados, la administración civil, la recaudación 
tributaria, los censos y catastros, y una burocracia permanente, formada por 
personal cualificado, que se dedicará a esas tareas. 
Un último punto importante al que prestarle atención. Esta conjunción 
guerra-economía que se produce, tiene lugar en un lugar concreto. Una parte de la 
nobleza sigue siendo guerrera y dedicándose a la vida militar. Pero otra parte de 
esa nobleza se vuelve cortesana y palaciega, también diplomática y ministerial. 
 
12 Baqués (2007:55) refiere que para algunos autores, el Estado es un subproducto de la creación del 
Mercado. Para profundizar en este punto de vista es imprescindible la lectura de: Polanyi, K., La gran 
transformación, Ediciones De la Piqueta, 1989 Madrid. 
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Aparece la Corte, la ciudad palaciega que aglutina y acoge a todos los que forman 
parte del reino. Por eso, afirma de Gabriel (2009:42), que por la vía cortesana 
quedan vinculados al rey y al reino la economía, las finanzas, el comercio, las 
fuerzas militares y la guerra. 
Entre el siglo XVI y XVII ya no quedan huellas feudales en la autoridad real. 
La monarquía absoluta se abre camino en Europa. El escenario en el que queda 
representado este modelo es la Paz de Westfalia en 1648. 
Recapitulemos: 
- La conclusión que extrae Baqués (2007:55) es la siguiente: el Estado es 
factible por la convergencia de dos pilares fundamentales, un mercado amplio como 
soporte de un sistema impositivo eficaz y la subsiguiente inversión de sus beneficios 
en la creación de un ejército que pueda someter al resto de competidores. 
- Hemos asistido a dos transiciones con el paso del tiempo. La primera es el 
paso del carácter patrimonial de las estructuras institucionales a su carácter 
público y nacional, y como veremos más adelante contractual-liberal en el XVIII y 
XIX. La segunda es el paso de un ejército caballeresco y privado a un mando 
unificado con objetivos militares y estratégicos. 
 
III 
Al Estado moderno no le reconoceremos su fisionomía moderna hasta los 
siglos XVIII y XIX. La madurez no llega hasta la implantación del Estado de 
Derecho, una entidad despersonalizada y objetivada, con sus monopolios 
legislativo y coercitivo plenamente asentados, los cuales no son el baluarte o el 
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patrimonio del Rey, sino del colectivo, de la nación o del pueblo. Este Estado asume 
ya un número creciente de responsabilidades y competencias. Según Baqués 
(2007:57-58)13, este Estado de Derecho evolucionó en diferentes etapas hasta 
nuestros días. Veamos. 
El Estado que emerge del feudalismo sólo defiende los intereses de aquellos 
sectores que dominaban la economía, esto es, la nobleza, la aristocracia y la alta 
burguesíaafincada en las grandes ciudades. Las revoluciones liberales acabaron 
con la preeminencia de estos estamentos. El Estado de Derecho, en esta fase 
liberal, trata de defender dos principios fundamentales: la libertad y la igualdad 
ante la ley. Lo que no se consigue cambiar en esta fase es que la inmensa mayoría 
de la población sigue quedando fuera de los procesos de decisión política. 
A mediados del s. XIX comienza la etapa de democratización del Estado de 
Derecho. Se reconoce el derecho de voto con independencia de la renta de las 
personas. Aparecen otros derechos políticos importantes junto a este sufragio 
universal, el de la sindicación y el de huelga. En este tiempo, las clases populares 
reciben el nombre de ciudadanía. A finales del siglo XIX comienza de modo 
incipiente, despacio, la fase social del Estado de Derecho o Estado Social. Esta etapa 
no se consolidará hasta el término de la Segunda Guerra Mundial: el Estado del 
Bienestar. 
El Estado de Derecho, de carácter liberal, se convierte en Estado Social de 
Derecho, y fue así porque había que incorporar esa dimensión social frente a la 
crisis económica que afectaba a unos (los trabajadores) más que a otros. A la gran 
 
13 Reconstrucción de Baqués a partir de Marshall, T.H., Bottomore, T., Ciudadanía y clase social, 
Alianza 1988 [1982] Madrid 
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Política, tuvo que unírseles la política económica y social, para garantizar la 
subsistencia y que la población pudiera adquirir bienes de consumo. El Estado de 
Derecho era, y es, el predominio de la Ley, en el Estado Social predominan los 
derechos de participación: ayuda, distribución, adjudicación, subsidiar, etc. El 
Estado Social garantiza y el Estado de Derecho exige14. El Estado de Derecho 
necesariamente es un estado legislativo, el Estado Social es un estado 
administrativo. 
 
IV 
El Estado Social supone la progresiva introducción de un intervencionismo 
protector, pero no del tipo caritativo-asistencial, sino plenamente legislativo. Y 
esto, ¿por qué ocurre? Por las insuficiencias del Estado liberal ante el nuevo status 
quo de una progresiva industrialización que provoca las riqueza de unos y la 
miseria y la marginación de otros. Irán surgiendo una pluralidad de propuestas y 
opiniones reclamando la intervención del Estado para corregir o paliar la 
desigualdad. Comienza un tiempo de reformas de mejora o transformación social. 
El marxismo que concebía el Estado como instrumento al servicio de los poderosos 
pretendía su extinción mediante la revolución de las clases obreras. Desde 
planteamientos conservadores15, también se entendían como necesarios los 
cambios sociales, pero por razones de estabilidad. La estabilidad del Estado era 
 
14 Esta bipolaridad en el Estado no siempre está bien avenida, ya que hay muchas colisiones entre 
ambos. Las garantías del trabajo, la vivienda y la huelga chocan a menudo con la exigencia de la igualdad ante 
la ley y la defensa de la propiedad privada. Aquí se abre un cauce de disenso importante entre los que afirman 
que la prioridad ha de estar en los derechos fundamentales, civiles y políticos, del Estado de Derecho y los que 
afirman que hay dar prioridad a los derechos sociales y económicos del Estado Social, en aras de una auténtica 
igualdad, no sólo legal, sino una verdadera igualdad de oportunidades. 
15 Destaca aquí el sociólogo y economista alemán Lorenz Von Stein. 
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algo esencial; por tanto, había que minimizar los elementos de inestabilidad, y la 
desesperación de las masas era una causa de inestabilidad muy seria a tener 
cuenta. Por tanto, las reformas sociales eran muy necesarias, había que subir el 
nivel de vida de la masa trabajadora para impedir las revoluciones violentas. Así 
mismo, la socialdemocracia16 defendió las reformas frente a las revoluciones. El 
Estado podía llegar a ser un instrumento al servicio de la clase trabajadora. Por 
tanto, los partidos y organizaciones de obreros tenían que acceder al poder político 
de las Estados, para desde dentro, comenzar a ejecutar políticas sociales para la 
igualdad. 
La introducción de medidas legislativas comienzan en el tramo final del s. 
XIX en Alemania (Gallego, 2009:111): Ley del Seguro de Enfermedad obligatorio 
para obreros industriales de 1883, Ley sobre Accidentes del Trabajo de 1884, Ley 
de la jubilación de 1889, Regulación de la jornada laboral de 11 y 10 horas de 
1891. Este modelo se generalizó en Europa en los treinta años siguientes. Los 
sistemas de seguros estaban implantados en casi toda Europa en 1914 y 
reemplazaron a los diferentes tipos de ayuda a los pobres. Van apareciendo e 
implantándose de modo generalizado los derechos sociales de la educación, la 
sanidad, la protección frente al desempleo, las pensiones, entre otros. El Estado 
tuvo que reconocer e ir asumiendo competencias que beneficiaran a los sectores 
de la ciudadanía más desfavorecidos. La revolución industrial incrementó la 
capacidad económica de los Estados, lo que permitió la redistribución de esa 
 
16 En 1875, en el Congreso de Gotha, se produjo la creación del SAPD (Partido socialista de los 
trabajadores alemanes) por la unión de varios partidos obreros socialistas encabezados por Lasalle, Liebknech 
y Bebel. Adoptó como primer programa político-social el llamado Programa de Gotha, que recibió duras 
críticas de Marx y Engels. En 1890 adoptó el nombre actual de SPD, Partido Socialdemócrata de Alemania. En 
1891 el SPD reemplazó el Programa de Gotha con el Programa de Erfurt, elaborado por Kautsky, Bernstein y 
Bebel. En 1918, el SPD se convirtió en uno de los pilares de la República de Weimar, la primera república 
alemana. 
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riqueza en las reivindicaciones de las clases trabajadoras. Irán apareciendo un 
amplio conjunto de servicios públicos que garanticen esos derechos antes 
mencionados. 
Todas estas ideas de igualdad en el estado Social quedarán plasmadas en las 
Constituciones reales, como por ejemplo la de Weimar de 1919, la austríaca de 
1920 o la II República española de 1931. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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21 
 
4. PRESENTE, FUTURO Y CRISIS DEL ESTADO 
 
I 
Afrontamos la última de las preguntas que habíamos propuesto al 
comienzo, y que hacía referencia a la actualidad del Estado. Y seguimos por donde 
nos quedamos en el apartado anterior. 
Tras la crisis del 29, el Estado Social de muchos países se vio seriamente afectado. Dice Gallego : que mostró la inseguridad de las relaciones 
capitalistas de producción y la inestabilidad del modo de producción capitalista , con 
unos resultados catastróficos medidos en millones de parados, crecimiento del 
gasto público y aumento de los impuestos, etc. Urge la instauración de un nuevo 
capitalismo controlado por la introducción de elementos económico-científicos y 
políticos que maneja nuevos elementos como la competencia imperfecta, la 
macroeconomía, la teoría matemática y novedosos métodos de medición y 
econometría. Y el Estado comienza a intervenir en ámbitos en los que nunca antes 
había intervenido. Un intervencionismo que fue puesto en marcha como 
respuestas a situaciones de urgencia. Estas llegaron a normalizarse cuando fueron 
refrendadas científicamente por John M. Keynes17. El economista británico teoriza 
sobre la inestabilidad intrínseca del capitalismo, y que éste,en tiempos de recesión 
y graves dificultades carece de mecanismos de equilibrio. La conclusión era que el 
Estado tenía que intervenir y aumentar el gasto público incluso hasta llegar a la 
ruptura del equilibrio presupuestario (Gallego, 2009:115). Las propuestas 
 
17 Como entrar a fondo en el keynesianismo rebasa con mucho la economía de esta obra, se aconseja, 
para profundizar, la lectura de: Keynes, J.M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, FCE 4ª 
edición (corregida y aumentada) 2003 [1936] México. 
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22 
 
keynesianas aplicadas mayoritariamente en Europa a partir de la devastación de la 
2ª Guerra Mundial, favorecieron el crecimiento económico y la materialización de 
los derechos sociales tales como la sanidad y la educación, hasta llegar a lo que se 
conoce como el Estado de Bienestar18. 
Para que la inmensa mayoría de los ciudadanos, y sus intereses diversos, 
estén incluidos y dentro del Estado, éste tuvo que cambia su fisionomía y su forma 
de operar. Cambiará la actividad legislativa para que puedan ser reguladas con 
detalle las intervenciones concretas en la sociedad, se remodelarán los ámbitos 
privado y público de la sociedad, se ajustaran las relaciones entre los poderes, más 
si cabe cuando comenzaron a vivir en un mundo en el que crecieron 
exponencialmente las respuestas rápidas. El poder ejecutivo toma la preeminencia 
del Estado. Todo esto nos lleva a un doble proceso dinámico (Baqués, 2007:61): la estatización de la sociedad y la socialización del Estado . La sociedad influye en el 
Estado y éste en aquella. Asistimos al nacimiento de una pluralidad de actores 
públicos en interacción con grupos de interés y presión y grandes corporaciones 
empresariales y comerciales. 
En el Estado actual comienzan a darse multitud de escenarios de choques de 
intereses encontrados, es más, el Estado actual se parece, muy a menudo, un 
campo de batalla donde se choca por casi todo. Y esto queda reflejado en que desde 
las décadas finales del siglo XX hasta la actualidad, prolifera, y de qué modo, la 
literatura crítica que trata de dilucidar si el Estado ha de permitir y fomentar 
activamente la igualdad de condiciones, fomentar una competencia justa, 
 
18 No se puede negar la realidad histórica del Estado de Bienestar. En lo que sí hay mucho debate, 
múltiples interpretaciones y análisis enconados es, primero en determinar la trascendencia e importancia de 
éste; segundo, en la vigencia actual del mismo; y tercero, hasta dónde puede llegar en el futuro, dada la crisis 
del modelo actual con un gasto público superlativo. 
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manteniendo un amplio y razonable bienestar social o por el contrario lo que hace 
es mantener un status quo de privilegios para las élites que han ido operando, in 
crescendo, dentro del Estado y entre los múltiples Estados19. 
El Estado no ha terminado de enlazar bien sus polaridades: la exigencia 
liberal y la garantía socialdemócrata. Cuando el viento soplaba a favor, los 
problemas parecían pequeños y un cierto optimismo hacía ver a los políticos, y a 
los analistas, que la solución era posible, llegando a acuerdos razonables, con 
cesiones de ambos bandos. Pero en estos tiempos globalización, digitalización, de 
crisis financiera generalizada en Occidente y la pujanza de los países en vías de 
desarrollo, las dos caras del Estado, y sus guardianes, están peor avenidas que 
nunca. La amenaza del Estado de Derecho o los ataques al Estado del Bienestar, 
son diagnósticos que están a la orden del día. Abundan no sólo en el debate político 
del día a día, también en el académico y teórico, quizás con más virulencia. Como 
cada cual cree que su polo es el esencial, acusa al contrario de mantenerse en una 
postura recalcitrante. Cada bando ha terminado por ver en el otro el origen de la 
mala situación, de un modo tal, que no hay ni cesión ni acuerdo razonable. Aquí se 
ve unos de los peores perfiles de la política, práctica y también de los teóricos, 
estar centrados en el problema y la discusión con el adversario político y 
 
19 Dejaré las guerras y el aparataje crítico y los puntos de análisis ideológicos para que cada cual 
escoja su camino de investigación y el bando en el que afiliarse. Las relaciones entre el Estado, la ciudadanía y 
las élites son uno de los campos de batalla teórico e ideológico más importantes del análisis político actual, con 
estudios para todos los gustos. El acceso al poder ha sido y será siempre un asunto polémico y difícil tanto para 
su consecución, desde dentro, como para su descripción y análisis, desde fuera. Numerosas escuelas de 
pensamiento se han encargado de su reflexión. Baqués (2007:61-62) cita a los elitistas, a los pluralistas y 
neopluralistas y a los neomarxistas. Para profundizar en estos punto de vista se propone la lectura de, 
siguiendo el orden anterior: 
- Mills, W. La élite del poder, FCE, 1973 [1956] México DF. 
- Dahl, R. La poliarquía: participación y oposición, Tecnos, 2009 Madrid. 
- Poulantzas, N. Estado, Poder y Socialismo, Siglo XXI, 1979 Madrid. 
Otro de los campos de batalla está en lo que le deparará el futuro al Estado de Bienestar. Su 
defensores y sus críticos, llevan un par de décadas lanzándose andanadas de fuego pesado y, ahora, llegados a 
este período de gran crisis occidental, se ha visto reagudizado. 
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24 
 
académico antes que en la solución de los problemas y la consiguiente mejoría en 
la calidad de vida de los ciudadanos. 
 
II 
Según Baqués (2007:62) son tres aspectos los que han puesto encima de la 
mesa el discurso sobre la crisis del Estado: la globalización, las dificultades de la 
identidad colectiva y la exportación sin éxito del modelo estatal europeo-
occidental. Estos tres elementos hacen que los Estados no operen como actores 
unitarios. 
El Estado tiene sus fronteras, coloca sus aduanas, legisla, extiende sus redes 
diplomáticas, etc. pero a pesar de todos los esfuerzos comienza a ser incapaz de 
oponer resistencia a determinados actores transnacionales y sus efectos, como por 
ejemplo los flujos de capital de las Multinacionales; las amenazas del terrorismo 
internacional o las catástrofes naturales20. 
 
20 Podemos ofrecer un ejemplo de cómo las fronteras estatales son auténtico papel mojado en la 
actualidad. Y no será el clásico ejemplo de las multinacionales que operan en múltiples territorio estatales y 
hacen caso omiso de las distintas legislaciones estatales. El ejemplo comienza en Japón, en marzo de 2011, y un 
devastador terremoto de 8.9 en la escala de Richter. Si a esto unimos el posterior Tsunami que arrasó la costa 
oriental del país, tenemos el terrible resultado de más de 15.000 muertos y desaparecidos. La tragedia lejos de 
quedarse aquí, adquirió tintes titánicos al quedar casi destruida la central nuclear de Fukushima, de la 
compañía nipona TEPCO. Lo que comenzó siendo una catástrofe natural, terminó siendo una catástrofe nuclear 
de magnitud desconocida hasta la fecha. El impacto de aquello tuvo, y tiene todavía hoy, un año después, 
importantes consecuencias socioeconómicas, desaceleración de la economía japonesa, trabas en el tránsito de 
personas y mercancías, caída de las exportaciones de productos de Japón, etc. Pero además, a lo largo y ancho 
de todo el globo se han extendido y agudizado las discusiones sobre las políticas energéticas y si después de la 
tragedia es conveniente o no utilizar a granescala la energía nuclear. España ha sido uno de esos países donde 
hemos asistido a los enconados enfrentamientos de los que defienden su uso y los que están en contra. Hay 
voces que afirman que habría que desmantelar todas las centrales nucleares del país, para prevenir los graves 
problemas que causaría una posible catástrofe nuclear. Los defensores, además de proponer sus propios 
argumentos, muestran cómo nuestro vecino, Francia, posee la segunda mayor red de centrales atómicas del 
mundo (58 centrales nucleares, las más cercana a España es la de Golfech en Tarn-et-Garonne a menos de 200 
km) y que un hipotético, e indeseable, accidente nuclear no haría ningún caso ni a las fronteras, ni al personal 
de aduana ni a las legislaciones energéticas restrictivas. 
http://www.elmundo.es/especiales/2011/terremoto-japon/ 
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/13/internacional/1300006721.html 
http://www.elpais.com/articulo/internacional/mapa/nuclear/mundo/elpepuint/20110314elpepui
nt_15/Tes 
http://www.elmundo.es/especiales/2011/terremoto-japon/
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/13/internacional/1300006721.html
http://www.elpais.com/articulo/internacional/mapa/nuclear/mundo/elpepuint/20110314elpepuint_15/Tes
http://www.elpais.com/articulo/internacional/mapa/nuclear/mundo/elpepuint/20110314elpepuint_15/Tes
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25 
 
Una de las claves importantes que el Estado Moderno fue desarrollando a lo 
largo de su desarrollo y maduración fue la de homogeneizar culturalmente a las 
ciudadanías. Las fronteras de los Estados, en muchas ocasiones, incluían en su 
interior realidades socioculturales variopintas que en algunos casos convivían en 
paz y armonía relativas, pero en otras ocasiones, lo hacían en conflicto constante. 
El Estado moderno trató de cortar al ras esas identidades, y bien o terminó 
creando una propia, o potenció una de ellas frente a las otras, eliminando los 
peligros potenciales de modo más o menos cruento. En nuestros días esta 
capacidad de uniformización ha decaído y los conflictos identitarios son cada vez 
más frecuentes, incluidos los violentos y bélicos como los acontecidos en la década 
de los 90 en Europa centro-oriental. Los discursos de masas que se construyen en 
torno a las diferencias, étnicas o religiosas, calan con más fuerza los que defienden 
la búsqueda de puntos de unión y alianza21. El nuevo reto que se le plantea a los 
Estado es la búsqueda de vías de convivencia plausibles. 
El Estado moderno es un constructo que ha surgido en Europa y que ha 
necesitado de varios siglos para estructurarse. Cuando se trata de colocar esta 
arquitectura política, cuajada en una determinada matriz socio-económico-
cultural, en países ubicados en la periferia occidental, el experimento se convierte 
en fracaso, porque o no termina de arraigar o lo hace precariamente, porque una 
serie de crisis periódicas acucian a estos. En estos lugares cuestiones como el 
Estado, la ciudadanía, los derechos de libertad e igualdad, el Derecho o el 
Bienestar, son poco menos que ficciones o fabulaciones. Dice Baqués (2007:64) 
 
21 Para profundizar en este punto de vista es imprescindible la lectura de: Parekh, B. Repensando el 
Multiculturalismo, ISTMO, 2005 Madrid. 
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con toda razón, que la causa está en que estos Estados no han surgido por un 
proceso de evolución, que no han madurado una serie de insoslayables 
condicionantes sociales, económicos, culturales, incluso psicológicos, que sí 
pudieron darse en Europa. Todas estas condiciones ni se pueden imponer por la 
fuerza, ni se pueden improvisar de un día para otro. 
El Estado tiene sus grietas, es un modelo que empieza a acumular achaques 
propios de la edad, que tiene dificultades crecientes para mantener sus pilares 
fundamentales intactos y sin enmiendas. Se puede hablar sin ambages de crisis del 
estado, ahora bien, de ahí a afirmar que el estado está en vías de desaparición va 
un abismo. Para Baqués (2007:64) lo que ocurre es que estamos asistiendo a la 
aparición de un nuevo giro evolutivo, que propondrá un nuevo modelo de Estado22. 
Sobre el grado de autonomía de este nuevo estadio comienza ya a situarse el 
debate actual. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
22 Este debate está en fase tan incipiente que ni siquiera hay un nombre-etiqueta con el que nombrar 
a este nuevo estadio de modo mayoritario y convencional. Se le llama Estado posmoderno, aunque esa 
adjetivación, por mor de su uso y abuso a discreción por parte de todo el espectro académico conocido, 
termina por no significar casi nada. 
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27 
 
 
Bibliografía: 
 
- Baques Quesada, J. El Estado , en Caminal Badía, M., Manual de Ciencia Política, Tecnos 3ª 
edición reimpresión de 2007 Madrid 
- Bealey, F. Diccionario de Ciencia Política, Istmo 2003 [1999] Madrid 
- De Gabriel, J.A., La Formación del Estado Moderno, en del Águila, R. (Editor), Manual de 
Ciencia Política, Trotta 6ª edición 2009 Madrid. 
- Gallego Méndez, M.T., Estado Social y Crisis del Estado, en del Águila, R., Manual de 
Ciencia Política, Trotta 6ª edición 2009 Madrid. 
- Molina, I. Conceptos fundamentales de Ciencia Política, Alianza Editorial 2008 Madrid 
- Tilly, C. Guerra y construcción del Estado como crimen organizado. Revista Académica 
de Relaciones Internacionales, Nº5 2006 [1985] UAM-AEDRI. Adquirido en internet en: 
http://www.relacionesinternacionales.info/ 
 
Bibliografía recomendada: 
 
- Hall, J.A. & Ikenberry, G.J. El Estado, Alianza Editorial, 1993 Madrid. 
 - Heller, H., Teoría del Estado, FCE 1942 [1934], México. 
- Pisier, E., Duhamel, O., Chatelet, F., Historia del pensamiento político, Tecnos 2006 
[1982] Madrid 
- Reinhard, W., Las elites del poder y la construcción del Estado, FCE 1997, Madrid. 
- Tilly, C., Coerción, capital y los Estados europeos, Alianza Universidad, 1992 Madrid. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
http://www.relacionesinternacionales.info/
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PODER, AUTORIDAD Y 
OBLIGACIÓN 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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29 
 
1. EL PODER. 
 
I 
Usaremos uno de los grandes tópicos para comenzar el asunto del poder 
político. Y esta trivialidad no es otra que la célebre cita del historiador y político 
inglés del siglo XIX, John Emerich Edward Dalberg Acton, 1er Barón de Acton, que dice así, el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente . El poder 
es una de las dimensiones centrales de la vida humana en sociedad, más aún en la 
política. Porque el poder, mutante y polimórfico, es una magnitud humana que no 
cambia de valor a pesar de todas esas transformaciones. Ahora bien, generalmente 
las concepciones que se hace del poder son peyorativas, como categóricamente 
afirma la cita expuesta. Como poder equivale a mandar, ordenar, imponer (de 
arriba abajo) lo que hacerse o no, se da por hecho que es algo muy negativo en la 
vida social. Lo cual no es siempre cierto, hay variantes constructivas del poder, 
como podrá verse más adelante. 
El tratamiento teórico y científico del poder político, y los conceptos 
adyacentes, es muy difuso y, por tanto, sumamente difícil de analizar y comprobar. 
De modo genérico podemos decir del poder que es la energía o influencia 
(Molina, 2008:93) para que la conducta de otro u otros, sujetos o grupos, se adapte 
y obedezca a la propia voluntad.Para Goodwin (1997:275), este nivel básico del poder es la capacidad efectiva para que alguien actúe de una manera que él, por su 
propia cuenta no elegiría . Es una cierta aptitud para ordenar a alguien que haga 
algo. La autoridad, también tomada genéricamente, es la habilidad de ejercer 
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ascendencia o influencia sobre una persona o grupo de personas (Molina, 
2008:11). En este nivel mínimo, poder y autoridad tienen gran afinidad, incluso 
pueden pasar por sinónimos. 
El teorizar filosófico y político lleva gran parte de su existencia 
planteándose la cuestión del poder, qué es, dónde reside y dónde debería estar. 
Como aquí estamos tratando con asuntos políticos no interesa tanto las razones del 
porqué unas personas ejercen poder sobre otras al nivel psicológico básico. 
Interesa profundizar en las razones por las que en una situación política, el Estado, 
y otras instituciones, ejercen el poder sobre las personas. Interesa, entonces, 
entender la estructura formal del poder. 
 
II 
En el nivel político, el poder no es un objeto, materia o cosa que se tiene o 
posee, sino el resultado de una relación entre dos o más personas. Está 
estrechamente vinculado a la coerción, la fuerza y a la violencia, pero no sólo con 
éstas. También con ideas, creencias y valores que colaboran en la obtención de 
obediencia y dotan de autoridad y legitimidad al que ordena y manda. Por eso, 
decimos que el castigo es uno de los componentes del poder, pero no es el único ni 
el fundamental. Además de la violencia ha de contar el poder con un conjunto de 
creencias que justifiquen su existencia y su funcionamiento (del Águila, 2009:23). 
Por tanto, los mecanismos de acción del poder van desde la coerción directa 
mediante el uso de la fuerza, hasta la más sutil creación de convicciones y 
creencias en las sociedades. 
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31 
 
En esta perspectiva el poder es la relación estratégica entre dos polos: A es 
el dominador y B es el subordinado. Nos dice del Águila (2009:24), que Weber definió el poder como la posibilidad de que un actor en una relación esté en 
disposición de llevar a cabo su propia voluntad, pese a la resistencia de los otros . 
Entonces, continua explicando, el poder es la posibilidad de obtener obediencia 
incluso contra la resistencia de los demás . Pueden darse tres posibilidades de 
relación23: 
- A tiene poder sobre B, para que B realice algo que, de otro modo, no haría. 
El núcleo de este enfoque está en la oposición directa de intereses. Aquí, el 
fundamento del poder es el conflicto expreso, consciente y observable de los 
intereses. Dice Caminal : que se trata de observar el comportamiento de 
los actores y descubrir el grado relativo de influencia y poder de unos y otros . En 
este nivel, el conflicto de los intereses es explícito. 
- A controla a B de forma efectiva. El núcleo de este enfoque está en la 
movilización de influencias que operan en los conflictos. Este nivel tiene que ver 
con el control de lo que se conoce como agenda política24, de todo aquello que se 
hace y decide hacerse y todo aquello que no se hace o no se decide hacer, a 
sabiendas y de modo voluntario. En este nivel, a lo básico y explícito anterior, se 
suma a lo implícito, esto es, lo incluido pero no expresado. 
 
23 Para profundizar en este punto se recomienda la lectura de: Lukes, S. El poder: un enfoque 
radical, Alianza 1985, Madrid. Lukes utiliza las expresiones enfoque unidimensional, bidimensional y 
tridimensional para las tres posibles relaciones. 
24 Es la relación ordenada y numerada de los asuntos políticos sobre los que habrá que tomar 
decisiones. Es un término de difícil acotamiento que revela las complejidades del proceso político, ya que se 
han de tener en cuenta los mucho actores e instituciones políticos que están en el juego ¿Quién marca la 
agenda, las necesidades de las ciudadanías en las democracias, las aparatosas asambleas de sus 
representantes, el gobierno que sale de éstas, el Presidente o Primer Ministro del Ejecutivo? ¿Cuál es el papel 
de los partidos políticos, los grupos de presión, los medios de comunicación y las élites poderosas que se 
intuyen en el orden político aunque no estén materializadas claramente? En las democracias actuales se da por 
supuesto que la agenda tiene que ser evidente, aunque a veces está justificada la sospecha de los ciudadanos 
de agendas ocultas cuyos contenidos no son desvelados. 
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- A tiene el control global. Se trata de controlar la agenda política de forma 
total, no solo en los conflictos efectivos (explícitos u oposición de intereses e 
implícitos o control en la toma de decisiones conscientes) sino también en los 
conflictos reales que incluyen los intereses no conscientes o latentes. Este enfoque centra su objetivo en quién o quienes deciden, en qué consiste el interés general y 
qué contradicciones encierra Caminal, : . Los defensores de este tercer 
nivel han de esforzarse mucho en explicar la cuestión problemática de la existencia 
de los intereses no conscientes y qué es eso del interés general. 
Si el poder no es una cosa o bien material tangible y cuantificable, ¿cómo 
sabemos de su existencia? Se puede entender el poder como una actividad de la 
que sabemos su existencia por las consecuencias, efectos o resultados que conlleva. 
Efectivamente, el poder es una capacidad que se manifiesta. Ródenas (2008:156) 
entiende que son dos las vertientes del poder, usando la vieja nomenclatura 
aristotélica: en acto y en potencia. El poder en acto es ejercible y ejercido, 
observable en sus efectos directos e inmediatos. El poder en potencia es posible, 
latente y puede producir efectos que no son el resultado de una acción concreta de 
forma directa y/o inmediata. El análisis del poder en potencia nos hace descubrir 
lo intrincada que puede llegar a ser la teorización del poder. Nos lleva hasta el 
asunto de si las consecuencias son percibidas por muchos o por pocos; y también, 
cómo son las vivencias subjetivas del poder. Otra cuestión que tendría cabida aquí, 
es si el polo dominante de la dicotomía quiere publicitarse o no; entonces, 
hablaríamos de un poder visible y un poder oculto. 
Pero, también podemos entender el poder como la posesión de recursos 
sustanciales. Según Pérez (2002:105) el poder es una capacidad que se ejerce 
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sobre sujetos y objetos del mundo natural. En el caso de los objetos de la naturaleza se puede llamar control . Estos pueden ser bienes tangibles, bienes 
intangibles como conocimientos y habilidades y bienes simbólicos que pertenecen 
al ámbito de la religión y la cultura. El poder es, entonces, la tenencia de estos 
bienes o medios relevantes, otorgando al que los posee una potencia, si decide 
usarlos, sobre otros. Aquí sí podríamos hablar de un poder fáctico y de un poder 
latente o potencial. La posesión es permanente, lo que no lo es el uso del mismo, 
que se ejercita cuando se cree oportuno o ventajoso. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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2. LA AUTORIDAD 
 
I 
Por los visto hasta ahora, el poder es un concepto de facto, tiene que ver con 
acciones, mientras que la autoridad es un concepto de iure, relacionado con el 
derecho. Por eso, en todos los análisis políticos el concepto de autoridad va ligado 
al de legitimidad y legalidad. La autoridad es el ejercicio institucionalizado delpoder del Águila, : . Marca una diferencia entre el que tiene el poder, el 
gobernante y los que tienen que obedecer, los gobernados, del tal modo que se 
convierte en una rutina. La autoridad es una de las posibles formas que puede 
adoptar el poder político; pero es, siempre, poder legitimado y ajustado a derecho. 
El poder sólo se convierte en autoridad cuando logra legitimarse. La obediencia se 
obtiene o bien por la coerción y la fuerza o bien por algún valor o creencia que se 
acepta comúnmente. Esto último es la legitimidad esa creencia o ese valor común y 
compartido, consensuado en el grupo. Del mismo modo que la educación es 
educarse, la legitimación es legitimarse, legítimo sólo es el poder que se tiene por 
legítimo. La autoridad de un Estado se apoya en la legitimidad y en el poder, tanto en la validez legal como en el reconocimiento de las personas en cuanto a la 
obligación política que las vincula con éste Goodwin, : 79). 
Los primeros tipos de legitimidad en la historia eran de carácter religioso 
que ligaba la autoridad política con una voluntad creadora y ordenadora del 
universo. La desobediencia no desafiaba el orden particular sino al propio orden 
divino. La secularización de Occidente ha hecho que la legitimidad de cuño 
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religioso pierda importancia. Las relaciones entre el hecho y el derecho, el poder y 
la autoridad, comenzó a ocupar el centro de la reflexión filosófico-política a partir 
de Maquiavelo, allá por el siglo XVI. Para el florentino, el gobernante debe 
convertirse en un experto en el ejercicio del poder y en la manipulación de las 
personas, utilizando el oportunismo y la violencia a demanda. La autoridad no es 
esencial a corto plazo, aunque sí a largo plazo. Para Hobbes, el gobernante es el que 
ha sido designado para promover con su autoridad la obediencia que se ha de 
prestar al pacto social. La generación siguiente obedece por prudencia y temor a la 
anarquía: el soberano ejerce poder sobre ellos. Para Locke, el pueblo es el 
soberano supremo, y en él reside la autoridad. Ésta y el poder se delegan, en 
cantidades limitadas, a un gobierno legítimo. Los individuos, por el pacto, están 
obligados a aceptar la autoridad y a obedecer las leyes de un gobierno bien 
constituido. Para Weber, seg’n explica Goodwin : , la democracia es un medio 
para seleccionar un liderazgo dinámico . Las organizaciones políticas son 
estructuras de poder con una dinámica interna específica, cuyos miembros 
reclaman tipos específicos de prestigio. El alemán, una vez más, marca el camino 
de la teorización al establecer los tres tipos de legitimidad de la autoridad: 
patriarcal o tradicional, carismática o personal y legal-racional (Weber, 2004:85). 
No interesa más la última, la que apela a la legalidad y los procedimientos 
racionales como justificación del orden político y considera dignos de obediencia a 
aquellos que han sido elevados a la autoridad de acuerdo con esas reglas y leyes del 
Águila, 2009:28). Tirando de este hilo, la moderna autoridad de las sociedades 
occidentales sería, en esta clasificación, de carácter burocrático-legal-democrática. 
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36 
 
La autoridad legal y permanente se apoya en una estructura racional y jurídica, 
hecha de normas regulares e impersonales. La autoridad basada en la ley es 
decisiva para la convivencia en sociedad y preferible al uso del poder coercitivo. La 
ciudadanía se aviene de mejor grado a la autoridad que al poder. La mayoría de las 
personas que habitan en las sociedades democráticas actuales están convencidos y 
aceptan sin cuestionarse la autoridad en sus vidas y quehaceres diarios, ya que 
asumen la legitimidad del Gobierno, democráticamente elegido, y del Estado; y que 
éstos se fundan en una Constitución, la separación de poderes y el ordenamiento 
jurídico. 
El poder y la autoridad coexisten y se apoyan el uno al otro, condicionando 
la vida de la ciudadanía. Por eso, para estos, el poder y la autoridad del Estado o de 
las Instituciones se presentan como inseparables. Distinguir la Autoridad del 
Poder, es una disquisición técnica más propia de teóricos y especialistas, que de la gente normal y corriente. Al igual que el concepto Estado , el de Poder y Autoridad tienen defensores y detractores. Analistas y expertos que se centran 
más en su legitimidad y fundamentación y otros que se interesan en entender su 
funcionamiento y por saber el lugar por dónde se encauza. La mayor parte de la 
ciudadanía normal y corriente, que vive en países democráticos, cree que lo hacen 
bajo un gobierno justo y estable, en el que el poder está legitimado y contenido en 
la autoridad. 
 
 
 
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ESTADO, PODER, AUTORIDAD, LIBERTAD Y DERECHOS 
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37 
 
II 
A modo de recapitulación final. En el mundo en el que vivimos desde hace 
algún tiempo, el poder sigue en el Estado, pero su ejercicio se ha hecho menos 
brutal, más tenue, pero más eficaz. Existe un encadenamiento de elementos tal 
como sigue: Poder – Autoridad – Legitimidad – Legalidad – Convicción compartida. 
El poder político para preservarse en el tiempo, más allá, del uso de la 
fuerza, ha de buscar la estabilidad (continuidad y predictibilidad), la 
institucionalización (organización en múltiples roles) y la legitimidad. Ésta es la 
validación o la justificación para hacer que el poder sea algo aceptable. Dice Pérez : que los principios de legitimidad tienen justamente la función de 
transformar una relación de fuerza en una relación de derecho . Para usar el poder 
político, de modo legítimo, hay que adquirir determinados principios y 
reglamentaciones con confieran el derecho a gobernar. Esta primacía de la ley 
constriñe a obedecer no sólo a los que han de obedecer, también a los que detentan el poder. Podemos decir que la legalidad es, entonces, deber de ejercer el poder 
sujeto a determinadas leyes Pérez, : . Un poder político legítimo es aquel 
que actúa dentro del marco legal establecido que lo ha instituido. Ahora bien, lo 
que está detrás de la legalidad, su origen o fundamento primero, que ya no es ni 
divino ni metafísico, es la creencia o la convicción compartida de la validez de la 
normatividad en la que se ejerce el poder (Pérez, 2002:103). 
 
 
 
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3. LA OBLIGACIÓN. 
Seg’n nos dice Bealey : , el concepto obligación aplicado al 
contexto político suscita más preguntas que respuestas . Ahora veremos el porqué. 
Efectivamente, comenzamos con preguntas: ¿por qué nos obliga la ley?, 
¿cuáles son las razones de la obediencia a la ley? Obligación y obediencia pueden 
entenderse como equivalentes o pueden entenderse como conceptos distintos. Los 
primeros defienden distintas teorías de la obligación; para los segundos, siguiendo 
una línea de pensamiento que nació con Hume (Bealey, 2003:295), no son 
necesarias ni teorías ni situaciones hipotéticas porque hay razones, y 
explicaciones, que no hacen necesaria la obligación. 
Las teorías de la obligación más conocidas son las contractualistas. Un 
contrato es un pacto entre dos o más partes con sanción legal. Antes de llegar a los 
contratos más conocidos, habría que hacer un breve repaso histórico sobre el 
cómo se llegó al contrato. La Reforma protestante de Lutero tuvo unas 
consecuencias sobre Europa que van más allá de las cuestiones religiosas. El 
impacto sobre la res política fue de primera magnitud porque modificó las 
relaciones y lealtades entre los soberanos y sus súbditos. La fuente de legitimidad 
política durante el Medioevo era cuestión de la voluntad divina. La Reforma 
modificó de arriba abajolos resortes del poder, la autoridad y la obediencia. Dice 
Colom (2002: que el protestantismo concedió así una dimensión nacional a la 
institución eclesiástica, reemplazando en la cúspide de su jerarquía la autoridad de 
Roma por la de los poderes civiles locales. De forma similar, en el orden teológico la 
autoridad dogmática papal fue sustituida por la infalibilidad de las Escrituras. 
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Resultado de todo ello fueron la consolidación del poder de las monarquías y, en el 
plano teórico, la apertura de toda una serie de discusiones sobre el fundamento del 
poder legítimo y del derecho de resistencia de los súbditos . Ya no había obligación 
de obedecer a Roma, y esta resistencia al poder del Papa podía extrapolarse a la 
obediencia ciega al soberano. El gobernante tiene el poder por un pacto, porque el 
pueblo delega el poder sobre él. La soberanía proviene del pueblo, no del derecho 
divino, ya no ha lugar para la santidad del trono. 
Exponemos ahora un breve bosquejo de los contratos más importantes. El 
contrato de Hobbes surge en una situación hipotética de inseguridad y guerra. El 
pacto asegura la paz y la supervivencia, pero como persiste la desconfianza, el 
pacto deriva en la creación de un Poder Común que refuerza la obediencia al pacto. 
Esta es la concepción extrema de la obligación, autoimpuesta por la conciencia 
moral e impuesta externamente por un soberano absoluto y plenipotenciario que 
hará todo lo que está en su mano para que el pacto se cumpla. El contrato de Locke 
surge en una situación hipotética pacífica y semicivilizada. El pacto tácito y 
consentido asegura la vida, la libertad y la propiedad privada. La soberanía 
pertenece al pueblo, y el gobierno ha de proteger a los contratantes. La obligación 
autoimpuesta es condicional y ligada a la protección de los intereses de las 
personas. El contrato de Rousseau surge en una situación hipotética cuasidílica 
llamada el estado de la naturaleza. El pacto asegura la supervivencia del hombre. El 
hombre entrega su libertad natural a cambio de la libertad convencional. La 
obligación es autoimpuesta cuando se llega al pacto. Los rasgos básicos que 
subyacen en este contractualismo son el voluntarismo y la reciprocidad 
beneficiosa (Colom, 2002:175-176), los individuos se autoimponen un contrato 
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social, abandonan la situación natural y crean con sus propias acciones un nuevo 
status político y las reglas que tienen que gobernarlo. 
Además de la teoría contractualista, tenemos la teoría del gobierno justo y 
legítimo, que nos dice que si un gobierno es justo y legítimo y sus instituciones, 
procedimientos y actuaciones también lo son hay que obedecerlo. Pero claro, 
ahora el problema se quita de la obligación y se coloca en las distintas ideas de 
justicia que hay en las sociedades heterogéneas en las que vivimos, porque ¿de qué 
manera puede decirse que un gobierno sea justo?, ¿y un gobierno no democrático y 
justo, es legítimo? Por último, están las propuestas utilitaristas de la teoría de la 
obligación. El utilitarismo se limita a defender la obediencia si esto resulta 
beneficioso o gratificante para los intereses de la persona, con lo que llegamos a la 
contradicción de que para unos es útil obedecer y para otros no lo será. Una duda 
vuelve a quedar en el aire, ¿hay que obedecer a un tirano que protege y alimenta a 
su pueblo? 
Para Goodwin, aunque concuerden con el sentido común, ninguna de las 
teorías de la obligación es consistente y universal, son selectivamente vinculantes 
con lo que no sirven para la teoría política. Además, ninguna teoría logra 
determinar qué viene antes, si el huevo o la gallina, si es la obligación de las 
personas lo que legitima al gobierno o la legitimidad del gobierno es lo que obliga a 
las personas. El concepto de la obligación solo sirve para las ideologías, porque 
cada una de ellas escoge la que mejor se ciñe a sus postulados, incluso hacen una 
mezcla con elementos de una y de otras. Para Goodwin (1997:344) no es necesario 
teorizar si no atenerse a las razones prácticas por las que las personas obedecen a 
la ley. Se puede hablar de obediencia sin obligación cuando de motu proprio se 
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aprueba la ley a la que se obedece, está el hábito y la costumbre de hacer algo del 
mismo modo con independencia de lo que diga la legislación aunque coincidan con 
ella puntualmente, también se entiende la obediencia como el curso de acción 
prudente, racional y conveniente, incluso, existen causas irracionales que la 
explican (como el miedo por ejemplo); pero es que también está la incapacidad 
para la desobediencia: una persona que no conduce automóviles no puede 
desobedecer la leyes de tráfico, ni está obligado por ellas cuando está sentado en 
salón de su casa por ejemplo. No hay obligación de obedecer una ley que no te 
compete. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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4. DELIBERACIÓN Y ACCIÓN COLECTIVA. 
 
I 
Existe un análisis del poder, la autoridad y la legitimidad más allá de Weber 
y de la resolución de los conflictos mediante la estrategia. Existe otra visión o 
definición del poder además de la estratégico-conflictiva, que no sea la de que unos 
coaccionan a otros, ni hay relaciones bipolares de dominador-dominado, tampoco 
obligaciones y obediencias, y términos como fuerza o violencia. Ya hemos visto el 
poder entendido como dominio sobre otros, que implica interferencia con 
dominación y relación de competencia. En la base de la relación entre A y B está la 
influencia o la autoridad o la manipulación o la coerción (Caminal, 2007:37). A 
partir de esta concepción se plantean algunos expertos si los teóricos de este tipo 
de poder político, con Weber a la cabeza, además de describirlo, mostrar sus 
elementos principales, sus cauces de acción ¿no lo están aceptando-justificando? Y, 
sin embargo, hay realidades aceptadas que son inaceptables y cuestiones 
justificadas que son injustificables. ¿No habría que buscar, en el teorizar político 
otros cauces, otras formas, otros elementos, otra forma de legitimación del poder 
político? (Ródenas, 2008:142-143). 
Ahora, nos centraremos en esa otra forma de concebir el poder político, la 
concepción republicana25. Ahora veremos un análisis del poder entendido como 
 
25 Al final, se ofrecen recomendaciones bibliográficas tanto de la concepción estratégica (weberiana) 
del poder como de la concepción cooperativa (republicana) del poder político. Apuntar sólo una curiosidad, 
uno de los primero teóricos que defendió esta forma política, el republicanismo y su concepción del poder de 
corte cooperativo y deliberativo fue Nicolás Maquiavelo. Y digo curioso porque Maquiavelo pasa por ser, gracias a El Príncipe uno de los grades teorizadores del poder coercitivo del gobernante. Sin embargo en los Discursos defiende la república como la mejor forma de gobierno. Para entender como este gran pensador 
puede defender ambas posturas, aconsejo la lectura de Pocock y Skinner. 
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acción colectiva para alcanzar objetivos, que implica interferencia sin dominación. 
En la base de la relación entre A y B está la cooperación de unos y otros, la 
concertación y la reciprocidad (Caminal, 2007:37). Todo parte de una acción social 
que no es estratégica sino concertada y cooperativa. Se trata de deliberar 
conjuntamente enla elaboración de una voluntad común que no esté forzada o 
coaccionada, sino que es producto de la razón. El uso de la razón que se propone 
aquí no es la que defiende Weber: la acción racional del hombre es la manipulación 
estratégica del interlocutor para obtener dominio sobre otros. La racionalidad que 
está en la base de este otro enfoque de la política y del poder es una racionalidad 
comunicativo-hermenéutica26. 
Según del Águila (2009:30) Hanna Arendt es una de las primeras que en el 
siglo XX habla de la elaboración conjunta de soluciones comunes, apelando ésta a 
aquella forma de concebir el poder que tenían en la Grecia clásica27. En aquel 
tiempo y lugar el poder era de origen consensual e inherente a la misma existencia 
de la comunidad política. El poder estaba en el lugar donde el pueblo se reunía y 
actuaba conjunta y concertadamente. El poder no era la propiedad de un solo 
individuo sino que pertenecía al grupo mientras éste pertenecía unido. El poder 
era, y puede ser, un fin en sí mismo siempre que un grupo humano piense y actúe 
conjuntamente. En esta concepción, el poder no es la instrumentalización de la 
voluntad de los otros, sino la de construir entre todos una voluntad común dirigida 
al logro de un acuerdo. 
 
26 Uno de los debates más importantes que ha vivido la filosofía del siglo XX ha sido el de la 
articulación de los tipos de racionalidad humana. Profundizar en la racionalidad comunicativa defendida por 
Habermas o la racionalidad hermenéutica defendida por Gadamer desborda la economía de esta obra. 
27 Para profundizar en este punto se recomienda la lectura de: Vernant, J-P. Los orígenes del 
pensamiento griego, Paidós Studio 88, 1992 [1962], Barcelona. 
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44 
 
II 
¿Cómo se explica que en la realidad todo funcione con el poder como 
coerción y no como consenso y deliberación? Arendt entiende (del Águila, 
2009:31) que desde el momento en que hay imposición de una voluntad sobre otra 
ya no hay poder, hay violencia. El poder es siempre sin violencia, sin manipulación, 
sin coerción. Poder y violencia son antagonistas, si existe el segundo ya no hay 
primero. La violencia se apoya en los instrumentos y surge la obediencia pero no el 
poder. Esta concepción arendtiana del poder está a favor de un democratismo 
racional y sin concesiones. 
Pero Arendt no es la única. Habermas propone una distinción entre dos 
niveles para reflexionar sobre el poder. El primer nivel es el del surgimiento y 
generación del poder, y el segundo es el del ejercicio del poder. En el primer nivel 
es pertinente el análisis de Arendt y en el segundo el de Weber. Para el alemán, 
todo el sistema político tendría que girar en torno al poder como deliberación 
conjunta en pos de los acuerdos; y que la acción estratégica es deudor del proceso 
de formación racional la voluntad y la acción concertada de los ciudadanos: los 
políticos tratan de obtener el poder, los poderosos tiene el poder, pero estos no lo 
crean, lo toman pero no lo producen (del Águila, 2009:32). La propuesta de 
Habermas, de modo resumido, es como sigue. 
En nuestro mundo, existimos las personas, los conflictos y las soluciones a 
los mismos. Una forma de acometer soluciones a conflictos se aboca al fracaso por 
tener en la base de la misma a la competencia de valores, ideas y prácticas. Otra 
forma de hacer lo mismo es cambiar el enfoque de la competencia estratégica por 
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el de la cooperación. Pero no es solo cambiar las acciones competitivas por las 
acciones cooperativas. Hay que ir más hondo. Entender al ser humano individual, 
al ser humano como comunidad y las relaciones entre estos de otra forma. En eso 
lleva enfrascado Habermas toda su vida filosófica. 
La humanidad no ha sido siempre la misma en lo concerniente a su 
emancipación y su conciencia moral. Hemos aprendido de todo, a dominar la 
ciencia y la técnica, a comunicarnos y a tomar conciencia moral. Ahora, después de 
muchos avatares hemos llegado a un punto en que no son válidas las imágenes del 
mundo, religiosas o metafísicas, que nos digan qué hacer y cómo, porque vivimos 
en sociedades plurales donde cabemos todos y nadie tiene el monopolio del bien, 
la felicidad y el deber. Es tiempo de la fundamentación, es el momento de dar 
razones de los juicios morales. Es tiempo de comprender cómo somos y qué 
podemos hacer juntos en cooperación y diálogo. 
Toda persona es un complejo ser que está caracterizado por muchos e 
importantes elementos. De entre todos destaca el interés. El ser humano se 
interesa por las cosas de la existencia. Y de entre todos esos intereses, hay uno que 
sobresale especialmente: hablar y comunicarse. Efectivamente, el ser humano es 
un ser que habla, que se comunica con sus iguales, que es capaz de entenderse 
racionalmente con otros a través de una cosa común que es el lenguaje. La gente 
habla en infinidad de lugares, de infinitas cuestiones en un amplísimo ramo de 
sentidos. El que nos importa en la cuestión ética, es el sentido racional. La 
comunicación racional es aquella que se encuentra libre de dominaciones, 
asimetrías e injusticias, donde todos se reconocen mutuamente como 
interlocutores válidos. Y aunque sabemos que es una comunicación ideal (hay 
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quien la llama utópica), somos inteligentes y capaces de imaginárnosla y 
compararla con la comunicación cotidiana en la que participamos todos los días 
con nuestros convecinos. Bien, sigamos adelante: las personas quieren entenderse, 
llegar a puntos comunes y compartidos por todos, solucionar sus conflictos y 
disputas, y que la distancia entre la comunidad real e ideal sea cada vez más 
pequeña. Tras ese querer llegar a puntos comunes, tras ese querer que se acorten 
las distancias, tras ese reconocimiento recíproco, tras ese querer solucionar, lo que 
hay es la racionalidad comunicativa de los seres humanos. 
Queremos que lo ideal se convierta en real, por la dignísima razón de 
convertir las disputas en acuerdos. Para que esto ocurra, hay que realizar un 
procedimiento: hay que seguir una especie de manual de instrucciones preciso, o 
hacerle caso a una guía de instalación y montaje. Y para eso tenemos que hacer el 
esfuerzo de situarnos en la comunidad ideal de la comunicación. En ella, los sujetos 
reales deliberan juntos sobre lo que pudiera servirles a todos como regla universal 
y verdadera. Deliberan todos ellos en magníficas condiciones: libres de coacción, 
acceso a la información relevante e igualdad de oportunidad para el diálogo. Con 
estas condiciones se crea o se construye el consenso. Este consenso creado, 
construido, modelado y fundado por todos es considerado como criterio de verdad. 
A eso hay que tender, a eso hay que aspirar. Por esto hay que trabajar en el mundo 
real. El consenso no ha sido impuesto por otros, no ha sido impuesto por instancias 
metafísicas, es nuestro, es de todos, es universal. Y si ha sido creado por todos 
tendrá que ser aceptado por todos. ¿Por qué razón, una persona cualquiera, no 
aceptaría lo que ella misma ha creado en libertad y autonomía? 
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Podemos fijarnos un poco más en la forma y manera en la que todas esas 
personas reunidas en la comunidad ideal realizan sus trabajos. O lo que es lo 
mismo, podemos dar las claves centrales de ese manual de instrucciones para 
construir consensos. Hay elementos que son muy importantes en el procedimiento 
cooperativo que estamos describiendo y que hay que respetar

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