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El discurso del psicoanálisis Editorial Siglo XXI

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el discurso 
del psicoanálisis 
volumen o cargo de 
néstor o brounstein 
mirto 
bicecci 
rodrigo s. 
toscano 
néstor a. braunstein 
daniel gerber 
maría teresa orvañanos 
juan david naslo 
frida saal 
adalberto levi hombro 
· ángeles de la mora 
héctor arruabarrena 
·onathan scott lee 
)J((J coloquios 
~~\~!~~~º de la fundación 4 
psicología 
y 
etología 
DIRIGIDA POR ARMANDO SUÁREZ 
EL DISCURSO DEL 
PSICOANÁLISIS 
a cargo de 
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN 
)l(I 
siglo 
veintiuno 
edtores 
MfXICO 
ESPAÑA 
ARGENTINA 
COLOMBIA 
INDICE 
Prólogo 
l. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICO-
ANÁLISIS 
por Mirta Bicecci 
Freud y su obra, 9; Creación de la institución, 12; El 
comité secreto, 18; El problema de la formación, 22; El 
psicoanálisis y su transmisión, 24 
11. LA TEORÍA Y LAS TEORÍAS SEXUALES INFAN-
TILES 
por Rodrigo S. Toscano Alonso 
III. TOPOLOGERÍA 
por Juan David Nasio 
IV. MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 
por Marfa Teresa Orvañanos 
· Introducción, 56; Rasgo unario y repetición, 57; De-
manda, deseo y repetición, 64; Más allá de las ficciones 
del amor, 75 
V. ACTO ANALÍTICO: UN{\ ÉTICA FRENTE AL 
GOCE 
por Ángeles de la Mora 
VI. EDIPO VIENÉS 
por Néstor A. Braunstein 
VII. DIS-CURSO DEL PSICOANÁLISIS: UN PUNTO DE 
VISTA ANTIECONÓMICO 
por Daniel Gerber 
Introducción: Freud, la ciencia y el punto de vista eco-
nómico, 103; Lo económico y el trauma, 107; El 
[5] 
• 
7 
9 
30 
47 
56 
79 
85 
103 
... 
6 INDICE 
problema de la energla y la pulsión, 111; Del placer al 
goce: un cuestionamiento de lo económÍco, 115; La re-
petición: un trauma que retoma, 119; El dualismo pul-
sional y la imposible armonía, 121; La libido: ¿fluido u 
órgano?, 124; Una economia que no produce "bienes", 
126; La deuda y su economía paradójica, 128; Negati-
vidad y economia subjetiva, 130; El factor cuantitativo: 
obstáculo y causa del análisis, 134 
VIII. LA IDEOLOGÍA DEL INCESTO 
por Héctor Arruabarrena 
El incesto, imaginario, 139; Lo distinto a la relación, 
143; La pregunta, la respuesta y el enigma, 144; El in-
cesto,' 146; Naturaleza incestuosa-cultura exogámica, 
147; Lógica apretada, 147 
IX. EL AGUJERO INAUGURAL 
por Adalberto Levi Hambra 
X. EL SABER Y -LA VERDAD 
por Frida Saal 
De un anecdotario a tiempo, 161; El saber y la verdad, 
161; La ciencia y la verdad, 164; El sujeto excluido se 
funda en una carencia desde donde sutura la cadena 
significante, 168; Resumen de la tesis, 172 
XI. DEL SABER A LO REAL: LA FILOSOFÍA DESPUÉS 
DE LACAN 
por Jonathan Scott Lee 
• 
139 
148 
161 
173 
PRÓLOGO 
¿Quién habla cuando se habla una vez que se acepta que el sujeto 
es un efecto y no el autor de su decir? 
¿Cómo pensar la posibilidad de un discurso que no seña 
semblante y donde el agente no estaría en el lugar de transmisor de 
un saber preconstituido sino en el de objeto que tiene por función 
desencadenar la verdad por medio de eso que se llama interpreta -
ción? 
¿Qué hacer para pro-mover la teoría de este recién llegado al 
campo de los vinculos sociales, el discurso del psicoanálisis? 
¿Cuál es el sentido de aferrarse a la producción del sentido, efec-
to del saber inconseiente, oponiéndose a la dominancia en la reali-
dad del saber proposicional, el de la universidad y el de la 
ideologia, el que supone que la proposición con su sujeto, su verbo 
y su complemento es el lugar donde reside la verdad? 
Éstas son algunas de las preguntas que indujeron el título del 
Cuarto Coloquio de la Fundación, realizado, como en oportunida-
des anteriores, con los auspicios del Consejo Nacional de Ciencia y 
Tecnologia, El Colegio de México y Siglo XXI Editores. 
El saber y la verdad, el incesto y el Edipo, las teorías y la teoría 
de la sexualidad, la demanda y el goce, las vicisitudes históricas de 
este discurso nuevo y su lugar más allá de la economía, su relación 
con el discurso de las ciencias y las vueltas y revueltas de su 
topología peculiar son los temas que, por elección de los autores in-
vitados a panicipar en el coloquio, se diseñan, se bordan y se bor-
dean en los textos que siguen. 
Los autores no pueden ser sino el efecto de sus decires. Por eso 
sobran las presentaciones y los datos biográficos. Toca al lector 
construirlos construyéndose. 
De todos modos, ¿quién es· el autor?, ¿quién es ~l Segismundo 
que aparece mencionado como rey de Roma en el desasosiego de 
Bernardo Soares, ese autor que es una realidad que nunca existió 
porque es un heterónimo, una creación de esa realidad que si exis-
tió con el nombre de Femando Pessoa? 
Ángel Crespo, que organizó y calzó las notas al Libro del desaso-
siego, de Bernardo Soares, se ve en aprietos para ubicar histórica -
mente al tal Segismundo. Y es ~ue el Segismundo de Soares-Pessoa 
[7] 
8 PRÓLOGO 
no es uno que hipotéticamente habrfa reinado sobre Roma, sino 
uno que se hizo a partir de un error y de una frase. Ese Segismun-
do es el que pronunciando un discurso cometió una equivocación 
gramatical y al que un inoportuno de los que nunca faltan preten-
dió corregir. Alli nació Segismundo cuando dijo: "Soy rey de Roma 
y además de la gramática." 
¿Qué importa si la anécdota es o no apócrifa? Supongamos que 
lo es. Pessoa inventa a Soares que inventa a Segismundo con sufra-
se que lo hace Segismundo supergrammaticam, con un titulo que es 
real, que es regio. A partir de esta transgresión instrumental de la 
norma, de este vértigo de la palabra "equivocada", el sentido se in-
vierte: Segismundo (pero ¿no era ése acaso el nombre de pila 
- bien que los judíos no pasen por la pila - del inventor del psico-
análisis?), Segismundo, sí, inventa a Soares que inventa a Pessoa 
que hace un comentarista Crespo que nos produce a los lectores de 
su desasosiego. 
"Me soy", dirán Soares-Pessoa en el apogeo de su creación. 
"Una ética del bien decir", propondrá Lacan como definición 
del psicoanálisis. 
"Cada hombre que sabe decir lo que dice es, a su manera, rey de 
Roma. El título es regio y la razón del titulo es serse." 
En ese sentido, este libro. 
NtsTOR A. BRAUNSTEIN, enero de 1986 
NOTA: El lector podrii. consultar: Fernando Pessoa, Libro del desaso~iego, Barcelo-
na, Seix Barral, 1984, pp. 42-43, y Bias Matamoro, "Fingir y fungir", trabajo apa-
recido en el núm. 425 de Cuadernos Hispanoamericanos (noviembre de 1985), 
Madrid, pp. 171-182. 
l. DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 
MIRTA BICECCI 
Las relaciones entre los primeros que abrazaron la causa del psico-
análisis no estuvieron exentas de los sintomas habituales de las co-
munidades analíticas, tales como rivalidades, competencia, inclina-
ciones a autorizar o desautorizar en situaciones y con criterios no 
del todo analíticos. Genealogfa del psicoanálisis, de la que hereda-
mos esta historia entretejida y puesta en acto de las relaciones soste-
nidas por los discípulos y su maestro. Historia fantasmática, si se 
permite llamarla asf, de las condiciones y situaciones que produje-
ron de una u otra manera el discurso psicoanalitico y que hasta 
cierto punto, prestando su cuerpo a éste, fueron la condición mis-
ma de su transmisión. 
La relación Freud-Fliess marc~ los orígenes del psicoanálisis; ras-
trear su transmisión a los discípulos de Freud y la función que 
cumplió la creación y organización del movimiento psicoanalitico 
con relación a ella, será nuestra tarea. Nos remontaremos a la 
"Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" (1914) .1 
FREUD Y SU OBRA 
Señalemos aquí las citas que puntúan la relación de Freud con su 
propia obra; en el primer capítulo del trabajo mencionado dice: 
"[ ... ] el psicoanálisis es creación mfa [ ... ] nadie puede saber mejor 
que yo lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos 
de explorar la vida anfmica, qué debe correr bajo su nombre y qué 
seria mejor llamar de otra manera''.% 
Freud considera el psicoanálisis como creación propia . y esto le 
lleva a hacer un deslizamiento: en la medida en que es su obra, és-
ta no es distinta de él mismo, le pertenece.No hay diferencias 
entre una y otro. 
Pero si el lugar de Ja. creación es una pérdida del yo en tanto se 
1 Véase Sigmund Freud, Obras completas, t . XIV , Buenos Aires , Amorrortu , 
1979, pp. ?ss. (edición en 24 tomos). 
% /bid., p. 7 
(9] 
MIRTA BICECCI 
presentifica ahi el sujeto del inconsciente, la obra arroja al sujeto 
como un resto, o un plus; obra sobre la que él mismo ya no tiene 
arbitrio ni dominio. Freud sabe qué debe permanecer y qué no; 
pecaríamos de ingenuidad si nos contentáramos con calificar esto 
como ambición de poder, impulsos egoístas y personalistas de 
Freud . Si Freud ·afirma tal cosa es como consecuencia de cierta 
estructura de relaciones en las que se mueve; de la oposición que 
despierta la teoña psicoanalítica, del hecho de que ésta, hacia 
1914, ya ha ganado cierto número de adeptos y ya ocurrieron algu-
nas de las escisiones más dolorosas en la historia del movimiento 
psicoanalítico .. Freud protege el descubrimiento del inconsciente 
de todas las posiciones que tienden a asimilarlo, porque percibe 
cierta proclividad en algunos de sus discípulos a buscar la acepta -
ción aun a costa del mismo psicoanálisis. 
. Más adelante va a admitir: "( ... ] desde hace tiempo he reconoci-
do que el inevitable destino del psicoanálisis es mover a contradic-
ción a los hombres e irritarlos, he sacado en conclusión que yo de~ 
bo ser el verdadero promotor de todo lo que lo distingue".5 En rela-
ción con esto plantea su sin salida respecto al descubrimiento, no 
hay elección posible ante su magnitud. El psicoanálisis trae una 
verdad ante la cual no puede volverse la espalda como si no se la 
hubiera entrevisto. De ahí se deriva su actitud perenne de hacer va-
ler y respetar sus concepciones sin ceder un ápice a los reclamos de 
la opinión pública y de las jerarquías médicas. 
Podriamos pensar que Freud hace de esto una virtud, pero es 
una virtud ante la cual no tiene alternativa. Tenemos asi un Freud 
sometido a una verdad que se le revela en su trabajo, su autoanáli-
sis. ¿Es éste el mismo Freud que afirma: "es una creación mía y yo 
decido qué se acepta bajo su nombre y qué no"? ¿No hay aquí un 
deslizamiento de un discurso a otro? En tanto que él se ha someti-
do, exige y espera del 'lue abrace el psicoanálisis la actitud de un 
sujeto frente a una doctrina, es decir la actitud de sometimiento 
voluntario. 
El deslizamiento pasa entre ser creado y ser creador. El psicoaná-
lisis crea a Freud y lo mantiene como el creador, al punto de que el 
costo es el sujeto mismo. Freud afirma: "( ... ]mi vida sólo tiene sen-
tido en relación al psicoanálisis". 4 El problema aquí es si esto le da 
a Freud derechos sobre su creación, y la dificultad surge ante la 
ásimilación que Freud hace del psicoanálisis a su persona hasta 
5 /bid., p. 8. 
4 Véase S. Freud, "Autobiografia (1925)~ en Obras completas, cit., t. xx. 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 11 
identificarlo con él. Ésta es una de las fuentes de malentendidos 
que nos conducen directamente al problema del deseo del analista, 
del discurso del analista, y de la posición que éste ocupa. Párrafos 
reveladores de esta situación se pueden encontrar en la pág. 17 del 
tomo XIV de la edición de Amorrortu de las Obras completas de 
Freud: "Quizás perseveré porque no tenía la opción de principiar 
otra cosa. Y por fin atiné a reflexionar que uno no tiene el derecho 
de acobardarse cuando sus expectativas no se cumplen, sino que es 
preciso revisar éstas ." Y más adelante habla de "aceptar el destino 
que suele ir asociado a un hallazgo asi". Ese destino implicaba no 
un reconocimiento d.e los contemporáneos sino más bien un recono-
cimiento de la historia posterior. Se ubica como precursor malogra-
do, tardíamente reconocido. Tiene a la vez la convicción de no 
lograr ese reconocimiento, y lucha por él. · Su interlocutor es ese 
gran Otro que constituye aquí. la historia de las ciencias, de ahi su 
entereza ante las opinione~ adversas. 
Freud narra detalladamente, tanto en su "Autobiografía" como 
en la "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico", 
los sucesos por los que hubo de pasar como creador de psicoanáli-
sis: soledad teórica y complacencia en ella, pero también las difi-
cultades y el peso de esa soledad. Esto le lleva a afirmar que nadie 
tiene derecho a esperar que en esos años naciera en él una inclina-
ción o proclividad a la condescendencia intelectual. Esta afirma-
ción, que no deja de tener su perfil admirable , también entraña la 
idea de reinar en el discurso osicoanalitico como alguien dueño de 
la historia de la teoría . Deslizamiento en la obra, del sujeto del in-
consciente al poder que intent 1 establecer el yo sobre ella. · 
La organización del movimiento psicoanalitico en una institución 
que garantizara la transmisión del psicoanálisis se inscribe en esta 
disyuntiva , encrucijada entre el discurso del psicoanálisis y el inten-
to de adaptarlo en los moldes de una disciplina academizada. Los 
síntomas de esta situación no tardarán en florecer. 
En algunos pasajes Freud lamenta: "no logré crear [entre los 
miembros del circulo] esa armonía amistosa que debe reinar entre 
hombres empeñatlos en una misma y difícil tarea, ni tampoco aho-
gar las disputas por la prioridad a que las condiciones de trabajo 
en común daban sobrada ocasión. Las dificultades que ofrece la 
instrucción en el ejercicio del psicoanálisis, particularmente gran-
des y culpables de muchas de las disensiones actuales, ya se hi-
cieron sentir en aquella Asociación Psicoanalítica de Viena [ ... ]Yo 
mismo no me atreví a exponer una técnica todavía inacabada y 
una teoría en continua formación con la autoridad que probable-
mente habría ahorrado a los demás muchos extravíos y aun des-
viacion~ definitivas. La autonomía de los trabajadores intelec-
12 MIRTA BICECCI 
tuales, su temprana independencia del maestro siempre son satis-
factorias, [pero] ella beneficia a la ciencia sólo cuando estos traba -
jadores·· 11enan ciertas condiciones personales, harto raras [ ... ] El 
psicoanálisis habria exigido una prolongada y rigurosa disciplina y 
una educación para la autodisciplina [ ... ], yo me inclinaba a dejar 
pasar en los miembros de la Asociación muchas cosas que de lo 
contrario habrían sido objeto de mi repulsa. "5 
¿Q.ué lugar sostiene Freud?; ¿qué tiene que ver su deseo en todo 
esto? Aqui destacamos su precisión sobre las dificultades que entra-
ña la instrucción de la teoría; es decir, de qué manera se enseña el 
psicoanálisis que no alcanza a producir en quienes se le acercan esa 
posición que de un psicoanalista se requiere, · generando por el 
contrario las luchas de prestigio y rivalidad que han formado parte 
de la historia del psicoanálisis internacional. 
El segundo problema que se puede destacar hasta aqui es el 
conflicto entre autonomia y disciplina. 
Las pretensiones de originalidad y libertad en que siempre se 
atrinchera el "moi" son confundidas fácilmente con la irrupción 
del inconsciente, sobre la cual el yo no ejerce dominio. Cuando 
Freud habla de fa disciplina no es solamente una exigencia autori-
taria, se trata también de un trabajo donde el impulsor no sea fun-
damentalmente el narcisismo o la reivindicación personal. Dis-
ciplina es sometimiento a la puesta en causa de ese objeto perdido 
en torno al cual la teoria del psicoanálisis se edifica. A partir de es-
to podemos reflexionar cómo, para asegurar una cierta posición de 
analista que hoy se matematiza en el álgebra lacaniana como obje-
to a, Freud se sale precisamente de ella. 
CI_U:ACIÓN DE LA INSTITUCIÓN 
Rastrearemos algunos de los puntos señalados en las alternativas 
que atravesó la organización de la institución que nada con el fin 
de perpetuar el psicoanálisis. 
Apoyada e impulsada por Sandor Ferenczi, la fundación del mo-
vimiento psicoanalitico responde a las crecientes preocupaciones de 
Freud: la Sociedad de los Miércoles no parecia asegurar una ade-
cuada difusión del psicoanálisis y peligrabadejarlo asimilado a la 
pequeña comunidad de judios vieneses. Esto hizo estimar a Freud 
las condiciones prometedoras que se vislumbraban en Zurich. Ubi-
cada en el corazón de Europa, esta ciudad contaba con una si-
5 Véase S. Freud, "Con~ribución ... ", cit., \ XIV, pp. 24·25. 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANALISIS 13 
tuación intelectual envidiable, apertura a las teorías más actuales y 
fluida comunicación con distintos centros de importancia. Además 
Bleuler aceptaba e incluso estaba dispuesto a introducir el psico-
análisis en su propia clinica, lo que implicaba un antecedente de 
aceptación por parte de un reconocido representante de la 
psiquiatría. 
La segunda de las inquietudes de Freud se refería a su propia 
persona. Ésta pareda constituir un obstáculo para la difusión de la 
teoría al despertar amores o enconos muy marcados. "Pero opinaba 
que algún mando tenía que haber. Sabía demasiado bien de los 
. errores que acec;:han a . quienes se consagran al psicoanálisis." Para 
evitar aquellos peligros, "confiaba en que Il)uchos de ellos podrían 
evitarse si se instauraba una autoridad dispuesta a aleccionar y a 
disuadir". 6 Esta función la había cumplido él mismo y ahora espe-
raba hacer un deslizamiento de esta autoridad en la conducción del 
movimiento psicoanalitico. 
Su elección había recaido sobre Carl Gustav Jung, por su menor 
edad, sus sobresalientes dotes, su posición independiente de las opi-
niones adversas al psicoanálisis y su procedencia aria. Con el tiem-
po Freud cambia su opinión: "[ ... }no sospechaba que esta elección 
[ ... ] era harto desgraciada, pues había recaído sobre una persona 
que, incapaz de soportar la autoridad de otro, era todavía menos 
apta para constituir ella misma una autoridad, y cuya energia se 
encaminaba íntegra a la desconsiderada consecución de sus propios 
intereses". 7 
Es recurrente la condena masiva que hace Freud a cualquier in-
terés personal. a deseos de reivindicación individual, de los méritos 
propios, de la originaJídad. Aparece claramente en las frecuentes 
discusiones y malentendidos sobre prioridades y reconocimientos 
públicos; la pregunta que se impone es si él mismo no hace todos 
estos cuestionamientos desde la misma posición que critica. Señalar 
esto como ambición de poder nos obligaría a preguntarnos sobre 
los modos de circulación del poder en la comunidad analítica. ¿Es 
Freud aquí amo que intenta reinar sobre todos?, ¿o es tal vez él 
mismo ofrecido a la causa del psicoanálisis y, a partir de allí, iden-
tificando el psicoanálisis a su persona, somete? 
Es necesario evitar las tentaciones fáciles tanto de una justifica-
ción de Freud como de un encarnizado enjuiciamiento. Más bien se 
trata de comprender y ubicar los resortes que se mueven en las re-
laciones entre analistas, de qué manera estos síntomas, descorridos 
6 !bid., p. 42. 
7 Ibídem. 
• 
14 MIRT A BICECCI 
los velos de criterios más o menos convencionales, pueden transmi-
tirnos una verdad que en la historia del psicoanálisis continuamen-
te ha producido sus efectos en una remisión a lo real. ~ás allá de si 
hizo bien o mal, se trataría de establecer las condiciones que, tra-
bajosamente y cobrándose el costo en vidas, hicieron posible de una 
u otra forma la transmisión del psicoanálisis, transmisión cuajada 
en las relaciones transferenciales. Lo que esclarece el análisis de es-
tas relaciones es que los mecanismos del poder no son otros que los 
que otorga el amor de transferencia. Poder, entonces, del amor 
que entreteje una escena y distribuye lugares en ella. En esta escena 
se desarrolla la historia del psicoanálisis. Fantasma no analizado, 
inconsdentemente eficaz, síntoma de algo que insiste y se repite: el 
lugar del ~nalista , la ·ética del analista en el sentido propuesto por 
Lacan y la transmisión del psicoanálisis. 
Freud sostenía la necesidad de la formación de una asociación 
psicoanalítica porque la creciente popularidad del psicoanálisis 
"requeriría de un centro capaz de emitir esta declaración: 'El análi-
sis nada tiene que ver con todo ese disparate, eso no es el psicoaná-
lisis' ". 8 Un centro que autorizara o desautorizara, haciendo frente 
así a las constantes acometidas de las instituciones médico-
psiquiátricas oficiales. 
La instrucción era el tercero de los problemas que Freud 
entreveía; debía haber un lugar donde "hallaran su formación" los 
futuros analistas, y que para su actividad pudiera ofrecer una suer-
te de reaseguro; garantía de la formación y de la pureza del discur-
so psicoanalítico. 
Estas tres inquietudes centrales de Freud dirigen los hechos que 
culminan en Nuremberg con la aprobación de la moción de Fe-
renczi de crear la institución psicoanalítica. Se elige a Jung presi-
dente y a Riklin como secretario seleccionado por Jung, y se acuer-
da la publicación de un boletín que fuese órgano de comunicación 
entre el organismo central y los grupos locales. 
La finalidad que se establecía para esta asociación era "cultivar y 
promover la ciencia psicoanalítica fundada por Freud en su cond.i-
ción de psicología pura y en su aplicación a la medicina y las cien-
cias del espíritu , alentar el apoyo recíproco entre sus miembros en 
todos los esfuerzos por adquirir y difundir conocimientos 
psicoanaliticos". 9 Ya en aquel momento, Adler expresa apasionada-
mente el temor de que a partir de esta asociación "se intentaran 
8 Ibidem. 
9 Ibidem . 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 15 
'una censura y una restricción de la libertad científica"', 1º marcan-
do ese difícil limite señalado anteriormente entre la libertad 
científica intelectual y la disciplina necesaria para el trabajo de la 
teoría psicoanalítica. 
En un articulo de 1919 que lleva por título "¿Debe enseñarse e] 
psicoanálisis en la universidad?" Freud justifica la existencia de las 
asociaciones psicoanalíticas por el hecho de que éstas "deben su 
existencia, precisamente, a la exclusión de que el psicoanálisis ha 
sido objeto por la universidad", 11 de donde podemos colegir hasta 
qué punto la asociación como sustituto de la universidad se 
compromete ella misma en un discurso que, de acuerdo con la en-
señanza de Lacan, caracterizaríamos como discurso universitario, 
con consecuencias sensibles para el discucio del psicoanálisis y la 
formación de los psicoanalistas mismos. 
Las vicisitudes de esta asociación fundada en 1910, que abarcan 
problemas de hegemonía, fidelidad a la teoría y al mismo Freud, 
i¡on abordadas en el texto "Contribución a la historia del movi-
miento psicoanalítico", ya mencionado. Sintetiza la historia de los 
tres grupos locales, el de Berlín con Abraham, el de Zurich presidi-
do por el director general de la asociación y el de Viena con Adler; 
en cuanto a órganos de difusión queda el Zentralblatt en ·manos de 
los vieneses para compensar que la elección del presidente hubiera 
recaído entre los suizos. Freud es nombrado, en prueba de confian-
za, director. Se organizan grupos nuevos como el de Nueva York 
con Brill y luego el de Estados Unidos y Canadá con Putnam y Jo-
nes corno secretario. Fundación del Jahrbuch de psicoanálisis. Co-
mienzos de la disidencia de Adler que se retira del Zentralblatt . 
Stekel, cuyas actitudes son molestas para Freud, es marginado. 
Freud renuncia a la dirección del Zentralblatt y crea inmediata-
mente otro órgano: la Revista Internacional de Psz"coanálisis. Sachs 
y Rank, en tanto, fundaban la revista !mago de amplia aceptación. 
La "Contribución a la historia" , que se centra en dos de las disi-
dencias más dolorosas para el movimiento psicoanalítico y para 
Freud mismo, fue escrita para elaborarlas y también para liquidar 
toda vinculación personal y teórica con sus protagonistas, Adler y 
Jung. Respecto a Adler señala tres aspectos: buenas contribuciones 
a la teoría del yo, traducciones superfluas pero aceptables de los 
hechos analíticos a la nueva jerga y desfiguraciones de estos hechos 
en todo lo que no se adecua a las premisas del yo. Esta psicologíaIO Ibídem. 
11 S. Freud, "¿Debe el psicoanálisis enseñarse en la universidad? (1918-1919)", en 
Obras completas, cit., t. XVII, p. 169. 
16 MIRTABICECCI 
individual, que posteriormente el mismo Adler se encarga de dife-
renciar del psicoanálisis, reza en el tercer principio "que el propósi-
to de autoafirmación del individuo, su 'voluntad de poder', es el 
que bajo la forma de protesta masculina se revela dominante en la 
conducción de la vida, en la formación del carácter y en la neuro-
sis" .12 
En relación con este punto y con las modificaciones que pretende 
introducir en el psicoanálisis, es importante considerar lo que 
Adler dijo en una reunión de la asociación de Viena: "¿Acaso cree 
que me agrada tanto pasarme toda la vida a la sombra de usted?", 
a lo que Freud comentó: "No hallo nada reprochable en que un 
hombre más joven confiese la ambición que, de cualquier manera, 
se presumiría como uno de los resortes impulsores de su labor. Pero 
aun bajo el imperio de un motivo así habría que saber evitar la 
caída en eso que los ingleses, con su fino tacto social, llaman un· 
fair.'' 13 
Esta manía de prioridad debe relacionarse con las querellas 
surgidas entre ellos y cabe pensar si las diferencias teóricas son el 
origen de los enfrentamientos o, muy por el contrario, ellas son el 
resultado de relaciones transferenciales no analizadas, de manera 
que la teoría está más comprometida con el fantasma del sujeto 
que con la verdad del inconsciente. Interrogante abierta sobre el 
lugar del fantasma en relación con la- escritura. 
Freud señala que se pudieron haber evitado las desilusiones que 
le deparó la relación con sus discípulos si los hubiese considerado 
de la misma manera que al psicoanalizante y agrega: "Cuando me-
diante un empeñoso trabajb se ha logrado que uno de estos enfer- · 
mos aprehenda algunas piezas del saber analítico y las maneje co-
mo cosa propia, todavía nos aguarda quizás esta experiencia: bajo 
el imperio de la resistencia siguiente arroja al viento lo aprendido y 
se defiende como en sus mejores días de principiante. Me estaba 
deparado aprender que en los psicoanalistas puede ocurrir lo mis-
mo que en enfermos bajo análisis. "14 Quedan resonando expre-
siones como: saber analítico, paciente que aprende, pero sobre to-
do esa intuición de Freud, no rescatada para el trabajo analítico, 
de comparar a sus dis~ípulos con pacientes bajo análisis, es decir en 
plena relación transferencial. 
Esto permite situar los distintos discursos entre los cuales oscila 
Freud: al ubicar a la teoría psicoanalítica como un saber que 
12 Véase S. Freud, "Contribución a la historia ... ", cit., p. 52. 
13 !bid., p. 49. . 
14 !bid., p. 47. 
DFSEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 17 
puede ser aprendido, desliza el psicoanálisis en el discurso universi-
tario, mientras que los síntomas molestos que se presentan en las 
vinculaciones con sus colab<?radores hablan tal vez por la negativa 
de aquello de que se trata en el discurso del analista, a saber: el lu-
gar del analista. Relación que nos lleva a la distinción entre verdad 
y saber, toda vez que la verdad se transforma en saber cuando se 
toma éste como la verdad sobre la verdad. 
La separación de Jung del movimiento psicoanalítico se consuma 
en el Congreso de Munich de 1913. Cabe destacar como anteceden-
tes los comentarios de Riklin en algunas publicaciones, que la opi-
nión pública conoció aun antes que los miembros de la asociación, . 
sobre una presunta superación por e~ psicoanálisis de algunos la-
mentables errores que lo desacreditaban. Ya en 1912 Jung se glori-
ficaba, dice Freud, de haber hecho algunas modificaciones al psi-
coanálisis, que esperaba fueran autorizadas por Freud, permitiendo 
así lograr más adeptos a la teoría. La respuesta de Freud fue cohe-
rente con su actitud a lo largo del tiempo, "[ ... ]eso no era ningún 
título de gloria, y cuantas más sacrificase de esas laboriosamente 
ganadas verdades del psicoanálisis, tanto más vería desaparecer la 
resistencia. La modificación introducida por los suizos, de la que 
tan orgullosos se mostraban, no era otra, de nuevo, que el refrena-
miento teórico del factor sexual. Confieso que desde el principio vi 
en este 'progreso' una adaptación excesiva a los reclamos de la ac -
tualidad. "15 En vei:dad lo que Freud siempre advirtió en Jung fue, 
más que la lucha por el psicoanálisis, la lucha por un reconoci-
miento personal para lo cual se valía de éste. Distinción que conti-
nuamente guía los juicios de Freud sobre sus discípulos: si se con-
sagran a la causa del psicoanálisis de la cual es su persona la corpo-
reidad, o si buscan a través de ella, y como factor esencial, el reco-
nocimiento personal al punto de entrar en conflictos con el lugar 
ocupado por él mismo. 
Estas innovaciones fueron plenamente desautorizadas en el 
Congreso de Munich; en relación con ellas declaró posteriormente 
que "cada cual tiene el derecho a pensar y escribir lo que quiera, 
pero no a presentar eso como algo diverso de lo que realmente 
es". 16 La impugnación a la teoría de Jung era una respuesta a la 
desautorización que éste pretendió del psicoanálisis; la condena es 
la expulsión. 
¿Qué ponía en peligro la teoría de Jung? Es posible que al psico-
análisis, pero también a Freud mismo. Más que tomar partido por 
15 /bid., p. 56. 
16 !bid .. p . 58. 
18 MIRTA BICECCI 
Jung o Freud, se plantea aquí otra conclusión que podriamos enun-
ciar de la siguiente manera: los juegos de relaciones de poder se 
entretejen en la constitución de una disciplina de manera que ésta 
se constituye como un principio de control de la producción del 
discurso . En este sentido señala acertadamente Foucault: "( . .. ] la 
herejía y la ortodoxia no responden a una exageración fanática de 
los mecanismos doctrinales; les incumben fundamentalmente". 17 
"La doctrina vincula a los individuos a ciertos tipos de enunciación 
y como consecuencia les prohibe cualquier otro; pero se sirve, en 
reciprocidad, de ciertos tipos de enunciación para vincular a los in-
dividuos entre ellos, y diferenciarlos por ello mismo de los otros res-
tantes. " 18 De esta manera se produce una doble sumisión : la de los 
sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo. 
Así, toda vez que una teoría se organiza como disciplina se ponen 
en funcionamiento tácticas y estrategias discursivas inherentes a la 
disciplina misma que pueden producir, como correlato lógico, ex-
pulsiones y exclusiones. El momento de producción de conocimien-
tos, así como la organización de éstos en una disciplina, suele dejar 
marcas en la vida de los sujetos de manera tal que locura , vidas 
desgarradas o exclusiones, no resultan ajenas a los individuos some-
tidos al discurso. El sujeto de las ciencias queda entonces, en la his-
toria de los procesos de producción de los conocimientos, en e.I lu-
gar de metáfora o como novela familiar. 
EL COMITÉ SECRETO 
Mal se recompensa con agradecimiento a un maestro 
cuando se sigue siendo siempre un discípulo. Y ¿por qué 
no queréis hacer trizas mi corona? Me veneráis; pero ¿y 
si vuestra veneración se derrumbara un día? Cuidad que 
no os mate una estatua. 
No .os habíais buscado aún, cuando mi; encontrasteis. 
Así hacen todos los creyentes. Ahora os mando que me 
perdáis y que os encontréis a vosotros mismos; y tan sólo 
cuando todos hayáis renegado de mí. retornaré a vo-
sotros.• 
17 Mkhrl Foucauli. El ord1•11 dt•I disc11r.m . Barct>lona. Tusqurts Editorrs. 1980. 
p. 36 . 
18 /bid .. p. 37 . 
• F. Nirtlschr. A.<í lwb/á ZarallL~lra . C'Ítado por Jung r o Jung-Frrud . Corrc.</JOll · 
d1•11cir1. Madrid. Taurus. 1979. p. 56\. 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 19 
Las defecciones de sus discípulos y la aparición de distintas escuelas 
psicoanal_íticas, diferentes entre sí, impulsaron a Freud a defender 
sus derechos en cuanto a su obra, así escribió la historia del movi-
miento psicoanalítico que hemos analizado. 
Del lado de los fieles, ante estoshechos y previendo otros simila-
res en el futuro, Ferenczi proponía "que un cierto número de per-
sonas cabalmente analizadas por Freud, estuviera repartido en los 
diferentes centros o países". Ante la inviabilidad de esta idea Jones 
propuso que, mientras tanto, se constituyera "una especie de 
'Guardia vieja' -un pequeño grupo de analistas de confianza-
alrededor de Freud. Le procuraría una seguridad que sólo podía 
darle un "rupo estable de amigos firmes y le ofrecería una tran-
quilidad L" el caso de nuevas disensiones, á la vez que nosotros 
estaríamos en condiciones de ofrecerle una ayuda práctica, ya sea 
contestando a las críticas, reuniendo para él bibliografía necesaria, 
aportando aquellos casos de nuestra experiencia que pudieran re-
sultarle ilustrativos, etc. "19 
El compromiso era que cualquiera que quisiese apartarse d·e al-
gunos de los principios fundamentales de la teoría psicoanalítica, 
no lo haría público sin antes discutirlo con los miembros del grupo. 
Freud se mostró entusiasmado por la idea: ellos cuidarían del ul-
terior desarrollo del psicoanálisis. "Me atrevo a decir que me sería 
más grata la vida y más fácil la muerte el día que supiera qu_e exis-
te un grupo de tal índole, encargado de vigilar lo que he creado. "20 
El comité quedó integrado por Ferenczi, Abraham, Jones, Rank, 
Sachs y, posteriormente, Eitingon. Se convino que, por su calidad 
de fundador, Jones ocupara la presidencia, lo cual se prolongó du-
rante casi toda la existencia de éste. 
Jones menciona en su "biografia", "el grato recuerdo de aquellos 
años en que éramos un grupo feliz de hermanos". 21 
Este grupo de fieles, los mejores "hijos" de Freud velando por su 
tranquilidaa, conservaron entre ellos, como lo recuerda Jones, 
vínculos fraternos hasta que se desataron pasiones y se produjeron 
nuevas disensiones . 
Si en las primeras dimisiones se podía pensar que todo se debía a 
la calidad personal de las. gentes implicadas, las vicisitudes finales 
del comité no dejaron lugar a dudas. Tratándose de los "hombres 
de confianza'', lo que provocaba tantos malestares no podía redu-
cirse a características personales sino más bien a la naturaleza de 
19 E. Jones, Vida y obra de Sigmund Freud, Barcelona , Anagrama, 1981 , p. 165. 
"20 /bid .. p. 167 . 
21 /bid .. p. 178. 
20 MIRTA BICECCI 
las relaciones en juego. Unidos alrededor de Freud para proteger la 
"Obra", constituyeron un grupo para reasegurar, instaurar lo que 
hoy ubicamos como Sujeto supuesto Saber. 
Revestido de poder por el amor que todos le profesan, Freud 
asume el lugar de padre y trata de mantenerlos ligados a él. Las ri-
validades por el reconocimiento y el amor de Freud no tardan en 
aparecer. Lo que debió haberse orientado al análisis de cada 
quien, se encaminó a disentimientos, luchas, desconfianzas, renco-
res y reproches. 
Así, poco antes de su muerte, Abraham dice a Freud que los 
reproches que ha recibido de él siempre están referidos a un terce-
ro, como si los disentimientos entre ellos fueran imposibles salvo 
por la mediación de otro. Celos en el asunto Jung, conducta inami-
gable con Rank, brusquedad con Ferenczi, etc. Abraham no con-
cibe tener ideas distintas de las de Freud, sus conductas con los 
otros están basadas en una fidelidad extrema. Sus tempranas 
críticas a Jung no son desconsideradas por Freud, pero éste espera 
todavia atraer a Jung y por ello deja pasar una serie de cosas que 
Abraham no calla. La acción inamigable de Abraham hacia Jung, 
no obstante, no es llevada a título personal sino a nombre de 
Freud. Jung omite mencionar a este último en sus publicaciones y 
Abraham presiente la traición. Ligado a Freud por una deuda im-
posible de pagar multiplica los partidarios, realiza colaboraciones 
científicas quedando en una posición difícil. Freud le dice que todo 
lo que haga por la causa hará que él pueda intervenir en favor su-
yo. Pero mientras más partidarios reúne alrededor de Freud, más 
·pesa sobre Abraham la necesidad de ser único, de ser colocado por 
Freud en un cierto lugar de privilegio. Jamás aceptará a los demás 
colaboradores en un lugar que tenga que compartir respecto a 
Freud. Cuando Freud -refiriéndose aJung- responde a Abraham 
que no se puede privar de ninguno de los dos, dando a entender 
que las dos relaciones son únicas, y por lo tanto incomparables, no 
logra otra cosa que atizar los celos y rivalidad en quien demanda 
ser reconocido como el único. Mientras le dice a Abraham que la 
imago que guarda de él es desmedida, responde a Jung: "[ ... ] si us-
ted opina que quiere ser usted personalmente más libre a mi res-
pecto, ¿qué puedo .hacer de mejor sino cesar en mi insistencia, ocu-
par en cualquier otro lugar mi libido desocupada y esperar hasta 
que haya descubierto usted que tolera una dosis mayor de proximi-
dad?"22 
La inspiración que llevó a Freud a la creación del mito de Tó-
22 Freud-Jung, Correspondencia, cit.. f . 561. 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 21 
tem y tabú pudo encontrarla echando una mirada a su alrededor. 
Relaciones conflictivas donde no hubo posiciones analíticas, sino 
más bien el despliegue de resortes discursivos por los que estos per-
sonajes mismos fueron jugados. Tótem y tabú, así como la "Contri-
bución", son obras en las que se produce una liquidación del asun-
to Jung. Los fieles colaboran en e'>to con publicaciones importan-
tes. Abraham dice lo difícil que es hacer lo suficiente por la causa, 
y así la deuda generada por la ambición de un lugar indiscutido se 
vuelve ºimpagable. Vemos así a un Freud prisionero de las rela-
ciones entre sus discípulos, capturado en la trama del fantasma de 
p atriarca identificado con el psicoanálisis. Promete a Abraham la 
presidencia y después de la guerr¡t resulta Jones presidente. Respec-
to a Rank y Ferenczi lo único que Abraham busca es desvalori-
zarlos frente a Freud, pero éstos sí permanecen ligados a Freud. No 
hay una tendencia a anular el sometimiento debido a la teoría y a 
Freud, por ello la actitud de Freud fue distinta. Se traza aquí la 
débil frontera entre el error científico y la deslealtad. Crimen de le-
sa majestad. Las alternativas eran la alianza o la exclusión. 
En la relación de Freud con Groddeck asoma una vez más la in -
tolerancia de Freud a los deseos de independencia, como queda 
m anifestado en la respuesta de Freud del 5 de junio de 1917: "[ ... ] 
observo que Ud. me pide con urgencia que le confirme oficialmen-
te que no es Ud. psicoanalista, que no pertenece Ud. al grupo de 
los adeptos, sino que más bien debe pasar por algo original, inde-
pendiente. Evidentemente le proporcionaría un grato placer si le 
apartara de mí y le pusiera donde se encuentran Adfer, Jung y 
otros. Pero no puedo hacerlo , _ tengo que reclamarle a Ud., tengo 
que afirmar que es Ud. un espléndido psicoanalista[ . .. ]"23 
Más tarde Jones dice a Freud que es sólo por él por quien traba -
jan, y es la razón por la que todos tienden a ser ganados y aproba-
dos por el maestro. Ante la hostilidad final de Rank, Freud se 
ve desamparado; la rebeldía callada de Ferenczi y su queja de que 
Freud no haya analizado en él la transferencia negativa, hablan de 
lo imposible que porta toda institución psicoanalítica. Así, cons-
truida para sostener, defender y garantizar el psicoanálisis, la insti-
tución porta los gérmenes de su propia disolución. Sostenida en el 
discurso del poder, su gran obra es el amor. Esta institución creada 
frente a las adversas instituciones del medio, en defensa del psico-
análisis, guarda hacia su interior un tipo de vigilancia que lleva a 
devorar o expulsar a sus miembros. Imposibilidad de existencia del 
discurso analítico en el discurso del poder. 
%5 Véase Freud-Groddeck, Correspondencia , Barcelona, Anagrama, 1977 , p. 38. 
22 MIRT A BICECCl 
Ferenczi, amigo entrañable de Freud, mantiene esa relación 
centrada en el trabajo y la causa del psicoanálisis. Compañero de 
viaje en algunas vacaciones con Freud, tiene oportunidad de inter-
cambiarexperiencias, sueños, etc . Freud liquida su transferencia a 
Fliess por medio de Ferenczi. Este último, en plena transferencia a 
Freud, con una exigencia ilimitada de amor, de no secretos, no 
está en condiciones de sostener ese lugar de privilegio que Freud de 
alguna manera le cede. ¿Cómo escuchar hablar de la relación 
Freud-Fliess sin demandar para sí un lugar igual? La respuesta de 
Freud es un golpe para Ferenczi: no necesita ya confiarse a nadie. 
Afrenta narcisista que Ferenczi no elabora jamás. 
Algo se transmite de esta red de relaciones conflictivas entre los 
más cercanos, los más amados; el asunto Jung lleva a escribir Tó-
tem y tabú y "Contribución a la historia del movimiento 
psicoanalítico"; las dificultades con Rank prohíjan Inhibición, 
síntoma y angustia; "Análisis terminable e interminable" es una 
respuesta al asunto Ferenczi. Algo se transmite entonces, a este cos-
to en personas y vidas, como lo señalara Freud en su corresponden-
cia con Jones a raíz del asunto Tausk. Es la transmisión en su cara 
negativa, multiplicada en síntomas, como la misma preocupación 
por la transmisión del pensamiento y el ocultismo. Más allá de la 
teoría, del saber analítico que Freud defiende, algo resta, como un 
plus; algo que no siendo del orden del saber, orienta hacia el ocul-
tismo. Presencia inconmovible del Sujeto supuesto Saber, que no 
deja de introducir un sentido doctrinal a la teoría y una organiza-
ción eclesiástica a la institución toda vez que su función es defender 
y garantizar una verdad confundida con el saber. 
Pero hay una diferencia esencial entre Iglesia y psicoanálisis, y es 
que éste no es portador de ninguna buena nueva, ni de salvación, 
ni de mensajes. Más bien el descubrimiento analítico pone al des-
cubierto aquello que sostiene la cohesión de los grupos. Freud lo 
analizó magistralmente en Psicología de las masas y en su Moisés . 
A la luz de Tótem y tabú, podríamos pensar si las alternativas que 
se perfilan en una asociación como la que venimos analizando son 
la carnicería o la disolución. 
EL PROBLEMA DE LA FORMACIÓN 
Los breves pasajes señalados muestran la remisión a lo real de algo 
que hasta aquí sólo se formula en síntomas: la formación del ana- . 
lista. Sobre esto podemos señalar dos momentos en la historia del 
psicoanálisis: los primeros en r-:r;~ocuparse por la cuestión de la for-
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 23 
mación fueron Freud y Ferenczi;· después de ellos el asunto perma-
nece desatendido. Durante los primeros tiempos la formación 
consistía en lecturas, discusiones, el reconocimiento de Freud, 
entrevistas, contribuciones teóricas y análisis mutuos de sueños. 
Con el nacimiento de la asociación, ésta se encarga entre otras 
funciones de designar quién es psicoanalista y quién no. En 1920 se 
centraliza la cuestión de la formación con la creación del Instituto 
de Berlín por Eitingon y Abraham. La formación teórica se impar-
te en cursos de un año y medio de duración, y los análisis didácti-
cos obligatorios tienen una duración de seis meses; además se co-
menzaba el trabajo clínico bajo control. El analista del analista 
empieza a ser uno de los ejes de piscusión. ¿Cuál es su lugar, cuál 
es su función en la formación? 
En 1919, en Budapest , Nunberg propone el análisis ·del analista 
como punto fundamental de la formación . La idea de Freud sobre 
el análisis didáctico es la de un valor demostrativo de los fenómenos 
inconscientes. Ferenczi plantea que debe ser verdadero y tan pro-
fundo como uno terapéutico. En este sentido no habrá para Ferenczi 
-y en este punto Lacan coincide con él- diferencia entre el análi-
sis terapéutico y el análisis de la formación. En esta línea de pensa-
m ien to la supervisión misma está más cerca del análisis del analis-
ta, en tanto debe ser análisis de las contrarresistencias ~n su labor, 
oponiéndola a la fundamentación del control como aprendizaje de 
la técnica . 
Todo este debate queda en suspenso y durante años la asociación 
se dedica a enunciar una serie de pronunciamientos sobre las 
características que debe tener un futuro psicoanalista, reglamen -
tando y sustituyendo la discusión por requisitos para la selección y 
admisión. Para Eitingon el problema.se resuelve en tres momentos: 
admisión , análisis y control. Con Balint vuelve a aparecer el 
firoblema de la inexistencia de una teoría de la formación y los 
síntomas que esto produce: clanes , rivalidades , conformismo e indi-
ferencia . Los analistas distaban de conformar un claro ideal de 
normalidad. Anna Freud sostenía que el carácter formativo del 
análisis se altera por los medios empleados; el que autoriza a ser 
piicoanalista es el propio analista, asumiendo así una instancia de 
poder delegada por la institución en el análisis didáctico mismo . Es 
decir, la cuestión de la formación analítica se precipita hacia una 
amtradicción con las formas institucionales mismas. Punto que nos 
evoca la cuestión de qué es un analista , y por qué la teoría por sí 
sola no lo produce . 
Cuando Ferenczi, en el congreso de Nuremberg, impulsaba la 
creación de la asociación , señalaba ya en su alocución los proble-
mas que debería sortear ésta para no ser una estructura familiar 
24 MIRT A BICECCI 
caracterizada por la relación de dependencia infantil de los hijos 
con el padre y fuese por el contrario un espacio de análisis perma-
nente y búsqueda de la satisfacción en el propio trabajo más que 
en el reconocimiento de la propia persona. Su preocupación por un 
análisis a fondo lo llevó a proponer técnicas activas por parte del 
analista para provocar la salida de todo aquello que no hubiera 
aparecido espontáneamente en el análisis. Julien propone analizar 
esto con relación a la última etapa de la relación Freud-Ferenczi, a 
los reproches del último hacia el primero, y a la transferencia nega-
tiva ,no analizada. Las demandas insatisfechas habrían producido 
una elaboración en otro lugar: la invención de la técnica activa y la 
neocatarsis. Quería dar a sus pacientes lo que él sintió no haber re-
cibido . La transferencia hacia Freud lo remontaba a unafalta y su 
trabajo lo llevó a buscar la forma de colmarla. 24 
Freud - que ya desde 1920 en Más allá del principio del placer 
planteaba la pulsión de muerte, insistente, compulsiva en la repeti-
ción, refiriéndola a una inadecuación radical respecto al objeto.-
respondió en 1937 a los reproches de Ferenczi, muerto cuatro años 
antes, en "Análisis terminable e interminable". 
Lo que transmite el análisis es la castración simbólica para el 
hombre y para la mujer, mientras que el qué hacer y el cómo son 
del orden de la identificación. Problema no resuelto del deseo del 
a"nalista. En Ferenczi esta transmisión es del orden de lo imagina-
rio y tiene como función el ocultamiento de la falta. Tentativa de 
vencer los efectos de una herida narcisista por medio de la activi-
dad, el amor y la comprensión. Resultado de un análisis inacabado. 
Del lado de Freud, hay una ubicación inconveniente de su deseo 
con relación a Ferenczi. Hace promesas que no cumple. Espera de 
aquél una escucha para la que no está preparado. Todo pareciera 
indicar que los límites con los que tropieza la relación de Freud y 
sus discípulos es la vinculación que han de tener los hijos con el 
padre. Problema de la deuda y el padre; del deseo y la ley. 
EL PSICOANÁLISIS Y SU TRANSMISIÓN 
Si los pasajes hasta aquí evocados recuerdan momentos más ac-
tuales de la transmisión en psiéoanálisis es porque tienen un paren-
tesco seguro con algo que es vivenciado como fracaso. 
¿Cuántas veces la crítica a los maestros, la sensación de que falla-
ron, o, más aún, que engañaron y que por lo tanto indujeron a 
24 F. Julien, "El debate entre F~eud y Ferenczi. Saber cómo hacer o saber estar 
ahi", en Omicar?, núm. 1, Barcelona, Petrel, 1981. 
DE.SEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 25 
error, produce la inquietud de la impostura, o el rechazo definitivo 
ante una frustración no simbolizable?¿Cuántos al desinstituir las instituciones no han encontrado otra 
posibilidad de abordar la práctica y transmisión del psicoanálisis 
que la sectaria y otros un cierto embarazo asemejable a la clandes-
tinidad, para finalmente repetir en diferentes tonos y matices los 
mismos síntomas en que se ha adormilado la formación del analista 
por t,antos años? 
Al organizar la institución analítica, Freud tuvo en cuenta como 
interlocutor al enemigo-perseguidor del psicoanálisis y de él mismo. 
Para protegerlo y preservarlo quiso un lugar que estaría en condi-
ciones de garantizar el futuro del psicoanálisis. Además, en su seno 
debían encontrar apoyo y estím~lo profesional y personal quienes 
se consagraran al mismo. ¿Cómo podría una institución con estos 
fines ser diferente de las otras? 
Un descubrimiento, una producción que conmovía los cimientos 
de la sociedad en que nacía, metida en los moldes que sus mismos 
contenidos cuestionarían. Una institución es en última instancia se-
no materno, "hecha para durar", "lugar donde alimentarse", "casa 
para cobijarse"; sus fines son en definitiva asegurar la subsistencia y 
la sobrevivencia, y si esto implica la salvaguarda de los bienes ¿có-
mo podría una institución así escapar al dogmatismo o incluso a la 
militancia? Así llevado al adoctrinamiento, el psicoanálisis no pro-
duce otra cos<! que resistencia del deseo. Paradoja en que estaba 
presa la iniciativa de Freud; creada la organización para garantizar 
la perpetuación del psicoanálisis frente a la amenaza del perse-
guidor, requería de éste para sostener su cohesión y así reproducía 
iaistencias al psicoanálisis. De esta forma la primera comunidad 
sólo podía inscribirse en el discurso del amo y no sería posible pen-
sar que Freud no lo quiso así. Planteadas las cosas de tal manera, 
las "excomuniones" y "herejías" sólo eran cuestión de tiempo. El 
amo interesado sólo en el saber pide ese saber a su disposición para 
l!nXlucir "una plusvalía"; el atribulado Abraham se quejaba de no 
Leer lo suficiente y Jones ratificaba a Freud que sólo por él traba· 
jaban. Así vemos insinuarse en esta primera comunidad un ideal 
no ajeúo a la perversión en tanto el "goce fálico" sustentado por -tp 
pasa del lado del objeto a", 25 pretendiendo que "ahí está todo lo 
que se buscaba" lleva a la fascinación e incluso a la parálisis y seña· 
la el único lugar de instrumento (a ·minúscula) al servicio del goce 
drl Otro. 
15 Oi. Melman, "Hijos del psicoanálisis", en Omicar?, núm. 2, Barcelona, Petrel, 
.981. p. 65 . 
26 MIRT A BICECCI . 
¿No es éste el problema que asoma en la imposible relación entre 
los discípulos y Freud y que abre la cuestión acerca del padre, la 
deuda, la herencia o, dicho de otro modo, la verdad verdadera? 
Pero si, como lo afirma Lacan, el sentido es siempre religioso, ¿có-
mo pensar en una ubicación así del discurso analítko, donde un sa-
ber sea planteado como la verdad de la verdad, cuando además de 
ser lo inverso de lo que cohesiona a la sociedad, el saber no ocupa 
un lugar de dominio? 
En su trabajo acerca de Fliess, André plantea cómo la relación 
de saber de aquél con Freud se transforma en relación amorosa. 26 
Fliess es la causa (del discurso) por lo que Freud.habla, escribe. Es 
a quien Freud supone un saber universal; saber que le es de-
supuesto cuando aquél da muestras claras de no entender nada de 
lo que Freud le habla. La ruptura es inevitable pero, y ésta es la te-
sis de André, sobreviene prematuramente. "Fliess no soporta ver a 
Freud desuponerle un saber y quiere al contrario afirmar su priori-
dad y su derecho inalienable sobre ese saber; la consecuencia es 
que la otra vertiente de la transferencia, aquella donde él tiene res-
pecto a Freud la posición de dirección, de causa del discurso, no 
puede ser abordada. El análisis de Freud con Fliess es un análisis 
inacabado. "27 Ese resto inanalizado es lo que resuena en la relación 
con sus alumnos. Imposible aceptación de la caída del lugar de Su-
jeto supuesto Saber. Es en este punto donde la pregunta planteada 
sobre lo que quería Freud nos lleva a la cuestión de su deseo: su de-
seo de analista y también al emplazamiento de éste. 
La enseñanza del psicoanálisis planteado como saber produce los 
efectos que hemos abordado, ocupando el lugar de dominio (S2) el 
saber produce al (IS) de la ciencia en un modelo donde el goce 
queda forcluido. Este ideal de desexualización de las ciencias es a 
la vez su condición misma, y es precisamente aquí donde la prácti-
ca analítica se diferencia, al ocupar el lugar dominante el a (plus de 
goce). Esto hace que la condición de la transmisión para el psico-
análisis sea la transferencia. Transferencia que es fundamental ar-
ticular en la experiencia analítica y que instituye el S.s.s. (Sujeto 
supuesto al Saber). 
Así el S.s.s. es la apertura de la empresa analítica, y el final es el 
develamiento de esa ficción, es decir saber que no hay S.s.s. 
La transferencia es un disfraz privilegiado del deseo en cuanto se 
aferra a un significante, el del analista, y esto permite la experien-
26 S. André, "Wilhelm Fliess, 1858-1928 L'analyste de Freud?", en Ornicar? , 
núm. 30, París, p. 163. 
27 lbidem. 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 27 
cia analítica. Si el analista es ubicado en A, como ideal del yo, es 
en tanto que desde allí es amable . Aspecto imaginario de la trans-
ferencia. Que este poder imaginario de la transferencia sea sola-
mente imaginario es lo que viene a garantizar la función que 
cumple en el dispositivo de la cura el deseo del analista. Única fun-
ción que podrá dirigir la cura de forma que el anali.sta pase de ide-
al del yo sostenido en la transferencia a objeto a, desecho, residuo 
de esa operación. El deseo del analista es aquello encargado de 
mantener a distancia el objeto de deseo y el ideal descarnado. "El 
deseo del analista es el deseo de no identificarse al otro[ ... J es deseo 
de no ·dominio, de encuentro de lo real del deseo. "28 Así, su objeto 
es el deseo de1 Otro. Sólo esto pelll!itirá al analista no extraviarse en 
las redes amorosas de la transferencia y conducir la cura de modo 
que la transferencia abandone la persona del analista. 
Si el deseo está en su lugar el analis,ta es desecho y a la vez causa. 
El deseo del analista es algo que "atestigua de su presencia al en-
cuentro de lo real", presencia de- y como objeto causa del deseo. 
Así, el discurso del analista se inscribe en contraposición al discurso 
del amo y su correlato el discurso universitario . Discursos estos últi-
mos en los que se inscribió la formación del analista según modelos 
en los que quedaron huellas del deseo de Freud. Así, entre decep-
ciones, fracasos y logros , el funda~or transmitió algo que los prota-
gonistas no poseían. Eso que Lacan llamó deseo del analz"sta. Deseo 
que, en el encuentro con lo real, sostiene ese a, lugar imposible 
que, lejos de tender a la cohesión, a la unidad, es punto de separa-
ción, de caídas. 
En el análisis habrá de producirse ese movimiento del sujeto del 
inconsciente , sujeto escindido, de la posición dominante que busca 
y se dirige a un amo o maestro (discurso de la histérica), 
al lugar de otro que permitirá al final del análisis rechazar su signi-
ficante amo. 
28 J. Miller, Cinco conferencias caraqueñas sobre Lacan, Caracas, Ed. Ateneo , 
1980. 
28 MIRT A BICECCI 
Para que el sujeto articule lo que es su verdad, su deseo , el obje-
to a deberá desplazarse del lugar de verdad al lugar dominante, lo 
que, dicho de otro modo, es mantener la distancia entre el objeto 
causa que encarnará el analista y el sujeto. Realización de la 
castración y destitución subjetiva. 
a~ S 
Que esto se produzca al final del análisis depende del saber estar 
ahí del analista ; ahí como semblante de a , al encuentro de lo real. 
El fin del análisis será marcado entonces por la caída de ese resto, 
desecho de la operación analítica a que queda reducido y que se 
diferencia de lo que sostiene la transferencia en susformas positiva 
o negativa . 
En ese momento se transmite algo; algo del sujeto mismo que se 
prestó a la experiencia y que tiene que ver con la subjetivación de 
la muerte . 
Esto hace inasimilables el discurso del analista y a su dispositivo, 
por cualquier otro discurso. Impotencia de la teoría e imposibili-
dad de la institución para transmitirlo. 
El discurso del analista es, ya lo habíamos dicho , opuesto al del 
amo y al de la universidad como correlato del primero , porque en 
ellos el poder o el saber académico imperan y obturan ese en-
cuentro con lo real. Lacan lo escribió como sigue: 
discurso del amo 
de 180° con el 
discurso del analista 
Esto plantea para el analista la diferencia de su lugar con el de 
dominio (S 1) o con el Saber (S~) como superyó que exige y coloca al 
otro como instrumento al servicio de ese saber (a). 
Estar en posición de a, hacer el semblante de a, ese lugar impo-
sible que enfrenta "solo", al comienzo y al final del ~nálisis para ser 
el residuo de una operación que supone presencia de una muerte 
subjetivada . Lugar en el que eso de lo real, que no cesa de no 
DESEO DE FREUD Y TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS 29 
• 
escribirse, articula la función de la escritura a la función del analis-
ta y nos devuelve a la cuestión de la antítesis entre el análisis y la 
institución tal como se ha caracterizado hasta aqui. 
La preocupación de Freud le llevaba a asegurar, garantizar, evi-
tar que el psicoanálisis se perdiera y su recurso fue la institución y 
más tarde el comité. Se clausuraba con esto el lugar de la pérdida 
como condición de la transmisión. 
Nos queda repensar el problema de qué "comunidad" posible 
habría para los analistas, una comunidad orientada en torno a eso 
que el análisis devela. Problema de la formalización de la ex-
tensión del psicoanálisis que invita a reflexionar una vez más la 
propuesta del 9 de octubre de 1967, que formulara Lacan . 
11. LA TEORÍA Y LAS TEORÍAS SEXÚALES INFANTILES 
INTRODUCCIÓN • 
RODRIGO S. TOSCANO ALONSO * 
Para Pepe (1955-1982) 
Con el Menón, para tomar un ejemplo privilegiado, se establece 
una dimensión del pensamiento como producto del sujeto que lo 
porta sin pensar. Después, el énfasis de las investigaciones se coloca-
rá en la perspectiva, consecuente en cierta medida, de aplicarse 
con exclusividad al producto, es decir al pensamiento, al margen 
del sujeto . 
La medición vendrá a ocuparse de uno queriendo hacerlo, en 
realidad, del otro. 
Así, cuando la perspectiva freudiana encuentra la abstracción 
más pura (el número como aquello que representaría al sujeto por 
sus comportamientos), en ese momento puede reintroducir -una mo-
dalidad de abordaje que no excluye ninguna de las opciones utili-
zadas. Pero privilegia algunas, y tras el número hay una voz y una 
escucha ... como displicente una en su ocurrencia, como desintere-
sada otra en su flotar. 
Es que sabe que si el sujeto es un "funcionario del dicho" 
(Miller), quien escucha se trueca en un promotor de la verdad. 
Pero si tal verdad está, simplemente porque aparece, sin necesi-
dad de pertenecer a uno u otro, o de ser contabilizada, o aun de 
solicitar su aparición, lo que se demuestra es una concurrencia al-
tamente inestable entre el sujeto y el "producto". 
Y la perspectiva se desplaza. Y se examina la determinación de 
la verdad sobre el sujeto . y se encuentra un hoyo. 
Pero si hay un hoyo es que hay un borde, y el borde se examina 
a su vez, y el borde es un punto de concurrencia de la verdad y de 
aquel :i quien la verdad atañe. 
Es que el borde. se fransforma en algo así como un litoral que 
• Todo mi reconocimiento a Rodrigo Solis. el buen amigo de la entrega siemprt> dis-
puesta, por todo lo que este texto significó para nosotros. 
(30] 
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 31 
une y separa, pero al hacerlo permite que coincidan dos medios de-
siguales. Es el punto donde se está en ambos campos a la vez. 
La zona erógena viene a ser, en la historia del psicoanálisis, ese 
litoral, ese borde. 
Las teorías sexuales infantiles aparecen como eso que dibuja, por 
vez primera, el contorno del borde. 
Nuestra· intención en este trabajo es abordar las teorías sexuales 
infantiles con esta óptica e intentar alguna articulación respecto a 
las mismas. 
Pero la verdad en su valor específico permanece extraña al orden de la 
ciencia: ésta puede honrarse con sus alianzas con la verdad, puede propo-
nerse como objeto su fenómeno y su 11alor, pero de ninguna manera puede 
identificarla como su fin propio. 
Si hay en ello, al parecer, algún artificio, detengámonos un instante en 
los criterios vividos de la verdad y preguntémonos cuáles son , entre éstos, 
los más concretos que subsisten en los vertiginosos relativismos a que han 
llegado la física y las matemáticas contemporáneas, ¿dónde están la certi-
dumbre - prueba del conocimiento místico - , la evidencia - fundamento 
de la especulación filosófica - y la no contradicción misma , más modesta 
exigencia de la construcción empírico-racionalista? Más al alcance de 
nuestro juicio, ¿se puede decir que el científico se pregunta, por ejemplo, si 
el arcoíris es verdadero? Únicamente le importa que ese fenómeno sea co-
municable en algún lenguaje (condición del orden mental) , registrable de 
alguna forma (condición del orden experimental) , y que logre insertarse en 
la cadena de las identificaciones simbólicas , en la que su ciencia unifica lo 
diverso de su objeto propio (condición del orden racional). 1 
Para el psicoanálisis hablar de teoría es, pues , hablar de dos cosas 
que muestran un firme ensamble entre sí : a] las teorías sexuales in-
fantiles (TSI) , y b] la pulsión de investigar o pulsión epistemofílica : 
el saber. 
De esto trataremos a lo largo de este trabajo . Poniendo un mayor 
énfasis primero en los aspectos de saber y después en las TSI pro-
piamente dichas , aunque de antemano se nos permitirá que ambos 
temas aparezcan entremezclados. 
1 J. Laca1». ''Más allá dd 'principio de realidad ' ·-_ en Escritos l . MéxiC'o. Siglo 
XXI. 1984 ( IOa. <'<U. p . 73. 
32 
l. 
RODRIGO S. TOSCANO ALONSO 
Pero los conceptos del psicoanálisis están allí , y es a 
causa de ellos que el psicoanálisis dura . Los otros se sir-
ven de ellos, y no pueden dejar de hacerlo, pero de un 
modo que no es ni integral, ni articulado, ni capaz de 
hacerse comprender, ni de transmitirse, ni aun de de-
fenderse. 
J. LACAN 
No hace falta se!' un lector muy atento de Freud para comprobar 
su constante preocupación por situar los elementos del relato de un 
tratamiento con referencia a un saber. Desde la teoría de la seduc-
ción hasta los consejos prácticos de técnica, pasando por el historial 
del hombre de los lobos, esta preocupación está y se muestra con 
diferentes matices conforme su pensamiento se trasciende. 
En un momento inicial Freud encuentra en el acontecimiento esa 
referencia de saber que busca, ¿ocurrió o no el suceso del cual él 
ha sido escucha? Una primera respuesta es afirmativa. La seduc-
ción, por ejemplo, ha tenido que ocurrir. 
Pero al final, serán sus analizantes mismos quienes le muestren lo 
improductivo de tal logro. La verdad y la prueba de la verdad de 
su relato radica en el relato mismo, prescindiendo de una referen-
cia directa al acontecimiento o de algo que pudiera trascender a lo 
dicho. 
La dedicación de Freud a trabajos de reconstrucción histórica o 
literaria no es sino~ una prueba directa del afán de distinguir entre 
las diferentes dimensiones de aparición de la verdad. 
Para encaminarnos en este trabajo y retomar lo que venimos di-
ciendo, recordaremos las tres TSI que Freud estableció como tales: 
a] todos los seres humanos tienen pene; b J la teoría del parto anal o 
teoría de la cloaca; e] el acto sexual es un hecho sádico. 
En estas teorías se muestra que implícita o explícitamente la dis-
tinción anterior está presente. ¿Son acontecimientos?, ¿son recuer-
dos?, ¿son hechos de la fantasía? 
Si, como se ha dicho, la verdad del relatoestá en el relato mis-
mo, ¿de qué se trata en estas tres TSI?, ¿dónde se muestra su ver-
dad? , ¿por qué en psicoanálisis se llaman teorías, precisamente 
teorías, y además sexuales? 
Podemos decir que para Freud las teorías serían esas ideas abs-
tractas "determinadas por relaciones significativas con el material 
empírico", donde las rela'ciones mismas con dicho material están 
USTEORIAS SEXUALES INFANTILES 33 
-.uestas si no es que establecidas "aun antes de que se las pueda 
ClDllOCer y demostrar". 2 
En este caso, podernos hablar de la teoña corno de un saber arti· 
miado a la espera de su demostración. En el psicoanálisis algo se-
..qante ocurre con las TSI. 
Asi, toda teoría es saber de una relación con lo real. Toda teoría 
RSUDle la experiencia '!f la ordena corno nueva experiencia por ve-
nir. En ese sentido toda teoría es correlativa de una praxis, es decir 
de "una acción concertada por el hombre ( ... ] que lo coloca en 
condición (en mesure) de tratar lo real por lo simbólico". 5 
Aquí se evidencia un problema permanente de la reflexión hu-
mana y que Lacan sintetiza en nuestro epígrafe. ¿Puede algo ser 
c:onocido? ¿Cómo? ¿Dónde hallar'la certeza del conocimiento? ¿En 
la cosa? ¿En el sujeto que toma la cosa por objeto? 
Con esto se abre una pregunta de gran pertinencia para el traba--
jo psicoanalítico y al alcance de su abordaje: ¿quién es el sujeto que 
conoce? 
Así, pues, reteniendo solamente esta última pregunta veamos 
cuál es el estatuto de ese "quién" de la experiencia psicoanalítica. Y 
lo que encontramos pareciera ser paradójico. El "quién" del psico· 
análisis no es el mismo "quién" a lo largo del mismo, es decir, el 
psicoanálisis subvierte la dimensión propia del sujeto cognoscente. 
De entrada , el sujeto de la experiencia psicoanalítica se sitúa más 
allá de los márgenes del empirismo y del idealismo; es decir, en un 
punto distinto y con ·un sujeto distinto que aquel de los límites o 
bien "científicos" o bien hegelianos, es decir los del sujeto abolido y 
los del su jeto absoluto. 4 
El psicoanálisis dispone de un recurso para esa subversión, es de-
cir un recurso para darse, gracias a su praxis, un sujeto distinto : la 
estructura misma del dispositivo psicoanalítico. Artificial en su di-
mensión formal, metódico en su contenido de romper con un falso 
discurso , a la espera de la dimensión de la sorpresa: "Ahí donde 
eso estaba[ .. . ]" Ahí donde eso estaba, es decir el no saber de /sobre 
el sujeto mismo . 
Dos cosas merecen destacarse a partir de -esto: por un lado, el es-
2 S. Freud. "Pulsiones y destinos de pulsión", en Obras com/Jletas , cit.. t. XIV, p. 
13. 
3 J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX, París, Éditions du Seuil , 1973 , p. ll . 
4 J. Lacan, "Subversión del sujeto .. . ", en .Escritos 2, .México, Siglo XXI , 1984 
(lOa. ed.). pp. 773ss. Asimismo Lacan nos dice en "Radiophonie" y a propósito de 
la ciencia que ésta "es una ideología de la supresión del sujeto" (Scilicel 2/3, Édi-
tions du Seuil. París, 1970, p . 89) mientras que, y en abierto con traste. algunos años 
antes señalaba en "La cosa freudiana" lo siguiente: "El psicoanálisis C'S la ciencia de 
los espejismos que se establecen en este campo" (F.scritos l . dt., p. 390). 
34 RODRIGO S. TOSCANO AL()NSO 
tablecimiento radicalmente nuevo de la concepción del sujeto y, 
por otro lado, el rompimiento correlativo del estatuto de unidad de 
tal sujeto. 
Freud arribó a esta experiencia gracias al fenómeno de saber 
mencionado, por confiar y preferir el discurso de la histérica, rati-
ficando en cada análisis que la verdad está en el discurso, des-
cubriendo que todo saber es saber de discurso, que por tanto lo in-
consciente no es sino una praxis de discurso. 
En la práctica analítica no otra cosa nos dice la transferencia. La 
transferencia indica que el saber de lo inconsciente no se transmite, 
sólo se transfiere y así es porque precisamente el sujeto para ese sa-
ber es extraño al sab~r mismo. De ahí la dificultad del análisis y de 
la formación de los a'nalistas. La transmisión allá, gracias al s~ber, 
es transferencia; la transmisión aquí, gracias a la transferencia, es 
·saber. 
Poco importa que sea, tanto aquí como allá, saber supuesto. El 
saber radica en un sitio ajeno a aquel sitio que lo define, de ahí 
que se encuentre una subversión teórica de posiciones subjetivas. 
Por eso, justamente, puede haber disimetría de saber en el análisis. 
Por el contrario, no otra cosa demuestra el avance de la ciencia 
al retornar y retomar los ejemplos de su paso ya pasado : que su 
verdad está en exclusión con su saber, pues no es la cogitación 
aquello que da cuenta del discurso, es el discurso mismo quien da 
lugar a cierta cogitación. 
El discurso es precisamente lo que hace experiencia de una conti-
nuidad de lo real; el sujeto es lo que se advierte en él como discon-
tinuidad. La ciencia en general presupone un saber en lo real más 
que un saber de lo real. 
La lógica de lo inconsciente quiere decir una lógica de discurso ; 
si por medio del dispositivo analítico se conduce al sujeto a "alguna 
parte , es a un desciframiento que supone ya en lo inconsciente esa 
suerte de lógica" esa que "diga por qué". Y que diga por qué , 
hablando, es decir ignorando que sabe . 
Es que un hombre aislado, solo , no podría saber de su decir, a 
menos que introdujera un interlocutor imaginario que no engañara 
y que a la vez diera' confirmación del propio decir, buscando de ese 
modo una realización de sentido. Ésa que señalara cuál es el signi-
ficante que falta , cuál es el significante que podría informar de él , 
cuál es el significante que siempre ha estado ahí sin que él lo sepa. 
Freud encuentra un discurso que señala una suerte de disimetría 
respecto al discu~so de la coherencia; es que la lógica de lo incons-
5 J. Lacan , "Subversión!¡!iel sujeto'" en Escn"tos 2, cit., p . 775. 
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 
ciente estatuye un sujeto propio. Aquí se destaca la referencia al 
saber. 
Si el sujeto de algún otro tipo de aproximación es causa de su 
discurso (de ahí las encuestas y los pedidos de "diga usted"), el suje-
to del discurso freudiano es alguien que de saberse poseedor de un 
discurso pasa a ignorar la referencia a ese discurso para encontrar-
se organizado por un di~curso que lo sabe a él. 
Empero, el hecho de que el ~ujeto no sepa de su decir, hace que 
de ese modo permanezca doblemente supeditado a su dicho, supe-
ditado por una relación de ignorancia encaminada hacia un saber 
por venir y supeditada igualmente a la sorpresa de lo siendo dicho: 
"[ ••• 3 ahí debo advenir". Ése será el único saber que podrá decir 
"por.9ué", gracias a la articulación que haga del sujeto de la igno-
rancia. 
Detengámonos un momento en el examen de esta lógica de dis-
curso y veamos qué es lo que Lacan nos enseña con referencia al 
saber en el decir. 6 
Los cuatro discursos 
¿Qué implica eso que llamamos dimensión del discurso? Que el dis-
curso nos va a dar cuenta de eso que funda la palabra en su acto, 
porque veamos qué sucede cuando "se toma la palabra". 
Al tomar la palabra, se toma posición ante otro, es decir uno se 
transforma en agente del discurso y el otro en el destinatario del 
mismo. Si al tomar la palabra se toma posición, Lacan recuerda 
que igualmente "se recibe algo cuando recibimos la palabra". 7 Así, 
tenemos varios lugares delimitados: el del agente, el del otro y el de 
eso que es efecto del discurso, es decir lo que el discurso produce, 
la producción. 
Sin embargo esta producción no es una producción cualquiera, 
ella misma produce efectos, ella misma está en relación con otras 
producciones, con otros efectos de sentido. Por eso podemos decir 
que su límite último y su apelación se dirigen a una verdad. 
Es así como tenemos esos cuatro lugares que, según nos enseña 
Lacan, son inseparables de la dimensión de discurso: el agente, el 
otro, la producción y la verdad. Esto puede escribirse así: 
6 Algunas de las ideas siguientes provienen de J. Lacan,Le Séminaire X VII, 
1969-1970; G. Wajeman, Le maitre et l'hysténºque, París, Namrin / Seuil, y áel se-
minario de este último del día 24 de octubre de 1984 sobre los cuatro discursos. 
7 J. Lacan, Le Séminaire del 11 de enero de 1956. 
! 
36 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO 
4 // 3 
agente -....;::. otro 
f ;!; 
verdad / / producción 
Si, como es fácil corroborar en toda experiencia de análisis, se 
habla sin saber lo que se dice, eso supone una verdad de lo que se 
' dice diferente · al dicho mismo. Todo agente lo es de una verdad 
que ignora, de ahí la disyunción (/ /) entre la· verdad y la produc-
ción. 
Si habíamos dicho antes que un sujeto aislado no podría saber de 
su verdad a menos que estatuyera un otro como testigo, igualmente 
el agente se hace agente de una verdad que ignora su producción. 
Ahora bien, esos lugares van a ser ocupados por cuatro términos 
que se colocarán en una disposición tal que definirán cada uno di -
ferentes modalidades de discurso , en este caso cuatro. Estos térmi-
nos presentes en el discurso , vehiculizados por él, son: un signifi-
cante. Un significante que como tal existe en su diferencia ante 
otros significantes y que llamamos S1 o signific.ante amo a fin de 
distinguirlo de los demás. 
Si en razón de esa diferencia a todo otro significante S1 no puede 
significarse a sí mismo y así remite, para dar cuenta de su significa-
ción, a otro significante a quien se encuentra encadenado, lo que 
tenemos es lo siguiente; 
s ~ s ~ s --3!a s ... 
Por ejemplo, si tomamos una palabra cualquiera de un dicciona-
rio cualquiera , ella como término remite a otro término - denun-
ciando así la ambigüedad de ser término de un círculo, es decir, 
in-terminable-' el término segundo respecto a ella y sin el cual 
ella misma carecería de significación, es decir que el sentido que 
sea el suyo se lo otorgará el significante que la signifique. A es-
te segundo significante lo lla'llamos S2 , que aquí :. • • plifica al resto 
de significantes con quien se encadene: S1 - S2 , es decir S2 co-
mo el tesoro de todos los significantes y al cual en última instancia 
es a quien se apela buscando un testigo del decir. Pero .. . este testi-
go es a la vez el testimonio : 
LAS TEORfAS SEXUALES INFANTILES 37 
ya que de esa cadena significante hay un significante al cual se 
apela, que cae, que se abstrae en su fµnción de puro significante 
para representar a un sujeto: 
__ ..;;;;.. ... s ... 
ante otro significante. 
Esto es lo que Freud descubre en el juego del carrete: 
"Fort" ---:i- "Da" 
s / s 
S ~a 
Entre "Fort" y "Da'', entre una ausencia y una presencia, apare-
ce un sujeto (S), un S que se coloca a la vez trascendiendo y quedan-
do supeditado a esos dos significantes. 
Pero no vayamos tan aprisa y reparemos en que: 
S1 _____. S2 , aparecen como 
el agente ~ el otro 
y el sujeto (S) guarda con ellos una relación particular. Desde luego 
el sujeto habla en nombre de S1, lo cual no quiere decir sino que el 
S es quien, ocupando el lugar de S1 , va a ser significado por S2 : 
s-s2 
',......, s 
En toda esta secuencia, de esa relación, y siendo el sujeto no más 
que pura representación, se produce también un resto, un plus, co-
mo testimonio del efecto del significante en la constitución del suje· 
to. Ese resto, ese plus, es el objeto a, la prueba de la marca signifi-
cante y también la comprobación del estatuto deseante del sujeto S. 
Tenemos, pues, los cuatro términos en correspondencia con los 
cuatro lugares: 
S // a 
El discurso que aparece aquí representado es el discurso del amo; 
los discursos reciben nombre según aquellos que ocupa el lugar del 
agente. 
38 RODRIGO S. TOSCANO ALONSO 
Con la rotación de los términos, tenemos tres discursos más: 
s S1 a s s a 
a 11 s2 s2 11 si S1 11 s 
Discurso de Discurso del Discurso de la 
la histeria analista universidad 
Bajo esta consideración la histeria vendrá a ser, más que una en-
tidad clínica, una modalidad de discurso, ése precisamente por el 
cual Freud muestra preferencia, y que como todo discurso, como 
toda toma de posición, implica cierta liisteri.zación, es decir cierta 
relación con el saber. 
Como vemos en cualquier caso de histeria, con Dora por 
ejemplo; con eJla se establece la exigencia en Freud de producir un 
saber que responda y que dé cuenta de la transferencia que se de-
nuncia. 
Dicho de otro modo se amerita una toma de posición ante el 
amor, ante lo cual no hay que olvidar que los enamorados son esos 
seres que, básicamente, se nutren de palabras buscando la confir-
mación en el otro de la propia transferencia , es decir la confirma-
ción de un imposible. 
Por eso, en el fondo, el discurso de la histeria es un discurso im-
posible. Ese discurso donde se evidencia que toda pregunta es pre-
gunta por la ausencia de un significante; donde toda pregunta, co-
mo decía J.-A. Miller en su seminario de 29 de marzo de 1984, es a 
fin de cuentas una pregunta sobre la mujer. 
Ésa es la pregunta fundamental en la histeria ya que no hay sig-
nificante de la mujer, "¿qué es ser mujer?". 
Ese discurso donde a la pregunta, que es traducción de la ante-
rior, ¿qué desea una mujer? se sepa: 
"Desea un amo". 
-Sí, pero un amo sobre el cual ella reine. 
"Aunque [ ... ) no gobierne." 
El discurso del amo, a su vez, es fundamentalmente una modali-
dad de discurso de la conciencia, de maestria. Todo discurso pre-
tende cierta maestría sobre un significante, no olvidemos que quien 
habla toma -a veces por asalto-;- la palabra. Sin embargo, en este 
discurso h~y un depositario del saber, ése es el esclavo; el amo, él se 
reserva el goce, el esclavo dispone sólo del saber. La dependencia 
mutua es mayor de lo que supone. 
"Pienso 1, luego soy a." . 
El discurso de la universidad es un discurso que sostiene el saber. 
Ese saber que permite la ilusión
1
de tener maestría sobre el goce, ese 
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES 39 
saber que ocupa el lugar del agente para promover sujetos S escin-
didos cuyo discurso se sepa no sabiendo todo sino siendo todo-
saber. 
En el discurso del analista, éste ocupa el lugar de algún objeto a 
del analizante en el lugar del agente, por eso un saber es supuesto, 
por eso se va al análisis. Se supone sabido el saber propio en el 
otro. 
Suele haber una respuesta muy común en el transcurso de un 
análisis ("no sé") ante una pregunta cualquiera a una ocurrencia 
cualquiera. Aquí se invierte la articulación de la cual Lacan nos 
habla en el Seminario VI: "el sujeto que dice que el otro no sabe, 
se pla'ntea a sí mismo como sabie~do". El "no sé" dicho por el ana -
lizante remite, pues, a la prueba del lugar donde se coloca para él 
el sitio de su saber. 
El "no sé" del analizante es semejante a la expresión cotidiana 
"[ ... ] tiene un no sé qué". Ambos son significantes que dan cuenta 
de la falta de un significante; el no saber de ambas expresiones no 
indica sino la ausencia de algo que debería estar ahí, en ese lugar; 
y en verdad está, pero aparece como ausencia, como falta, como 
un menos: - 1. De este modo en el análisis se hace posible el acce-
so a una verdad, pues sobre el lugar que delimita ese no saber la 
verdad encuentra su lugar. 
Para el analizante, Sz se presenta en el lugar de la verdad como 
eso latente. El analista debe venir a ocupar el lugar de objeto a del 
goce del 'otro, sól.o para ser desechado en el momento en que el 
analizante sepa que el destinatario de su palabra no es el interme-
diario real. 
Todas estas posibilidades discursivas se dan porque si aislamos 
los cuatro términos en juego (SI' S2' S y a) lo que tenemos es, por 
un lado, la pareja de términos que forman la cadena significante y, 
por otro lado, la pareja que forma el fantasma ( .S <>a). 
Veamos por un momento cuál es el interjuego que entre ellos se 
establece: 
Lo simbólico y lo imaginario 
Sin detenernos a analizar los términos actuantes en la fórmula del 
fantasma (.8 Oa), consignemos que ella resume la inclusión del hu-
mano en el lenguaje, es decir, el Sujeto

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