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interacción y proceso comunicativo

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© 1971 por Ed iciones Nticva Vi; ión S. A. l. C. 
Viamonte 494, Buenos Aires, HepúbHc:i Argentinn 
Queda hecho el depósito que previene lCT le¡' ll.n3 
Impreso en la Argentin a. Printed ir1 Argentina · 
V 
1 
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Capítulo V 
UN COTEJO DE MIS HIPÓTESIS 
PSICOANALÍTICAS CON LAS DE ALGUNOS 
COLEGAS DE MI COMUNIDAD CIENTÍFICA 
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1 
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1 
'~ l. Consideraciones intrndudorías 
,. ~~ /. 
'¡ 
Hasta este momento he desé\rrollado una exposición que por 
momentos, sin duda alguna, es compl:icacla. Como demanda un 
gran esfuerzo adicional al lector psicoanalítico, considero que es 
indispensable justificar mi línea de desarrollo. A mi modo de 
ver, puede beneficiar al analista y al análisis en su teoría y su 
práctica, puesto •que permite una interacción continua entre 
ambas. 
Insisto en que este esflie,rzo debe ser justificado, y ésa es la 
razón por la que me voy a ocupar a continuación ele realizar un 
cotejo entre mis ideas y las de algunos colegas da la comunidad 
científica a la cual peitenezco. 
Con este cotejo intento lograr dos objetivos. Por un lado, trato 
ele mostrar que esta tentativa que realizo surge, en park, de 
un conjunto de inquietudes que comparto con otros autores. 
Pero (y éste es el segundo objetivo que me propongo alcanzar), 
<:egún piemo y trataré ele mostrarlo, mis ' colegas, si bien han en-
trevisto-estos problemas, no se dedicaron a acometerlos y por ello 
sus enunciados corren peligro ele perder los aspectos que pueden 
trascender, y ele quedar en cambio como dogmas otros que sí 
deben ser dejados de lado y sustituidos. Es a superar los obs-
táculos que impiden q ue este estado de cosas 'Se modifique a 
lo quo dedico buena parte del presente libro. 
Si logro este doble objetivo dentro del contexto de justifica-
ción, me sentiré más apoyado en el intento ele profundizar en 
los presentes desarrollos. En últinia instancia, lo que busco es 
una mayor aproximación entre lo que hacemos con nuestros 
pacientes durante las sesiones y lo que pensamos acerca ele lo 
que hacemos durante la sesión, pero muy en especial cómo se 
lo hacernos saber a los demás, para c1ue toda una labor desa-
387 
rrnllacla no se pierda. Si lo que yo propongo en este librn puede 
servir para que los aciertos y errores sean sistematizados, enton-
ces sí considero justificado el esfuerzo que solicito. Esta razón 
me ha conducido al examen del estado actual de cosas en el 
pensamiento analítico argent.ino. 
Este capítulo es necesariamen te y por definición de naturaleza 
polémica. La motivación del mismo tiene sus rn,íces en' Ja rna · 
nera corno los analistas argentinos acostumbramos a tornar as-
pectos parciales en los cuales pueden encontrarse puntos de 
conl<•do. Yo quiero romper con este precedente y considero que 
la me jor manera de valorizar 1n labor d e mis cole¡;as es manifes-
tar acuerdos y también desacuerdos. . .. 
Un punto en clonde encuentro que existe un desacuerdo con 
mis colegas y conmigo en escritos anteriores consiste en Ja 
fornia corno se utilizan v sistem:1 tizan los elatos de observac ión 
sin establecer gcneraliza¿:iones empíricas a par! ir de los rni~;rnos. 
E l error consiste en hacer en 11ncic1dos y luego prcs~ntar el o ]ns 
casos que "ilustran" o "demuestran" lo que se sustenta. Cfm-
siclero que hay que invert.ir el orden ele la exposiciÓ'n, jerarquizar 
el segmento ele procc30 que se quiere estudiar y a partir ele 
esto sentar enunciad os psicoanalíticos. Además, lrnsta ahora siem-
pre me he. encontrado con que se emiten hipótesis que muchas 
veces no están claramente demarcadas ele otras, se acuñan tér-
minos sin cuestionarse si es necesario o no hacerlo, y/ o, por 
último, corno ya he el icho, se suele terminar b exposición con 
una sei·.ie ele casos qne aparecen como meras ejcrnplificac ion cs 
o bien corno eorrolwr;1ciones <le Lt l<-:oría des<nrolbd<t . 
En mi experiencü corno sup<:> rvisor, algunos colegas h<trt re -
currido a mi para controiar la evol ucióa d e nn caso díniui 
que pretendían usar corno ejemplo de ,¡Jgún cles<trrollo teórico 
que procuraban efectuar. .En estQs casos yo solí~l sugerirles una 
labor inver~a, consistente no en terminar un desarrollo -~eórico 
con un ejemplo clínico, sino terminar un estudio clínico con el 
desarrollo teórico atingente a lo que los elatos suministrados por 
la evolución del paciente podían ofrecer. De esta manera lográ-
bamos formular hipótesis que cumplían ampliamente con el re-
quisito de observabiliclacl. 
Aun, a riesgo ele equivocarme por omisión o por una supuesta 
ma.la cornprens.ión, prefiero real izar b presente confrontación 
para que se establezca el mrúcter distintivo d e esta exposición 
psicoanalílíca que, d e ser Lomada en cuenta, podrú dar lugar n 
que un conjunto ele en1inciadc:; psicoanalíticos, al ser reforrnula-
~>SS 
"".)!: 
dos desde el punto de p<irticla ele la experiencia, aparentemente 
parezcan decir mucho menos, aunque de fon~1o dicen mucho 
más y de una manera más precisa. 
En mi libro anterior, en donde trato la transferencia, la te-
rapéutica y las teorías psicoanalíticas, puse de manifiesto que 
había llamado mi ate11ción que Lagache (20), en su exhaustiva 
revisión sobre transferencia, cite sólo al pasar la falta ele inc 
clusión, en la evolución ele la transferencia, de las intervenciones 
c1e1 terapeuta y su propia persona incidiendo sobre dicha evo-
lución ( 23). 
Sin ei¡1hargo, puedo afirn,¡ar w1e es difícil que este aspecto 
no haya estado presente en mayor o rnencr grado en las publi-
eaciones mías y ele mis coleg<ls argentinos ( 1) ( 2) ( 13) ( 17) 
(24) (4) (38) (12d) (36) (3lcl); y esto constituye para mí 
un funclmnento ele por qué me interesó este punto de una ma-
nera tan específica, a lo largo del presente libro. Pero para que 
lo que antecedió y Jo que seguirá tenga cchcsión debo manifes-
tar el.e qué manera pienso que la introducción de este cambio, 
que considero un cambio de fondo, es un avance y no 1_¡n obs-
táculo. A ello me dedicaré en los apart<idos siguientes, en dende 
expongo los resultados ele un cotejo ere los principios que 
sustentan mis ideas y los ele mis colegas. 
Antes de comenzar el cotejo ya mencionado, quisiera decir 
que considero fundamentalmente los siguientes vectoi'es en los 
cuales esta confrontación puede realizarse: la falta ele un eslabo-
n,imiento coherente entre Jos d¡.itos ele observación y los términos 
teóricos que, en <l1gunos casos, me lleva a plantear la nece-· 
siclad de:~ reforrnulaciones y en otros casos, desacuerdos de <tcti-
l ud es ; d acuífarniento de prcsdndibles nuevos ténninos psicoa-
1Mliticos o bien la fa lta de una clar<l explkitación del lugar que 
ocupan las hipótesis correspondientes dentro del conjunto ele 
hipótesis psicoanalíticas. 
2. Un exarne:n crítico de la formulación de las hipótesis 
transfcrenciales en trabajos psicoanalíticos argentinos 
Voy a exponer a continuación los re[;ultados de un cotejo en-
tre los diversos trabajos argentinos en donde las hipótesis trans-
ferencia1cs constituyeron el tema central y también algunos otros 
30\J 
/ 
trabajos en donde, por la índole del tema, se evidencian implí-
citamente hipótesis acerca de la transferencia psicoanalítica. 
En términos generales podría decir que, realizado este cotejo, 
he comprobado que, junto con distintas maneras de establecer 
hipótesis sobre la transferencia, existe en forma indudable un 
común denominador entre los analistas argentinos, que consiste 
en lo siguiente: todos nosotros, aunque tengamos disenciones en 
diversos puntos del psicoanálisis, coincidimos (y no sé si alguien 
lo planteó en estos ténninos) en que la evolución de la trans-
ferencia durante el transcurso del tratamiento está en función 
de la manera en que el paciente ha sido abordado. También 
es una característica de los trabajos clínicos que se presentaron 
enla Asociación Psicoanalítica Argentina tener en cuenta cómo 
inciden las interpretaciones transferenciales sobre la evolución 
del paciente en las sesiones. La mayoría de las veces, tal como 
lo acabo de afirmar, esto aparece encarado de una manera ex-
plícita en trabajos clínicos; cuando se trata de otro tipo de 
investigaciones, perduran aquellos trabajos en los cuales las 
hipótesis acerca de la interacción (interpretación-respuesta in-
mediata y mediata) son muy tornadas en cuenta. 
Todas las veces en que esto no ocurrió, caímos en dogmatis-
mos (o en autodogmatismos) que nos condujeron a realizar un 
Simposio sobre "Relaciones entre analistas". También, y esta 
crítica la formulo desde la perspectiva de hoy, siempre se ornitió 
deja¡· claramente explír:itas cuáles fueron (al evaluar la evolu-
ción de un historial clínico) las opciones estratégicas descartadas. 
Otra crítica que pue-fo hacer en la actualidad a nuestras pre-
sentaciones de material clínico, es que se omitió mostrar las 
aproximaciones tácticas y las verificaciones estratégicas y también 
aquellas interpretaciones o fragmentos ele ellas en las que el 
"aquí-ahora y conmigo" aún no está explícito. Sin embargo, el 
material inmediatamente precedente a una interpretación q uc 
se sabe que será aceptada por nuestra comunidad científica, 
permite inferir que .estos pasos previos han sido efectuados. 
Parecería como si en los trabajos publicüdos también existiese 
un cierto prejuicio y se desestimase la mención de estos pasos 
previos, y, como consecuencia, queda enfatizada, a veces ele una 
manera sumamente desproporcionada; la interpretación en donde 
aparecen iúcluidos el paciente, el terapeu ta y el significado que 
el analizando le adscribe al encuadre, en una transcripción textual 
:380 
del momento en ([Ue se logra la n1(1xírna comprensión, presc.ín-
diendo de los pasos previos. 
Muchas veces se pueden inferir los pasos previos a través de 
interpretaciones centradas en el analista en relación con material 
en donde el terapeuta y el tratamiento aparecen representados 
en forma latente con una detennínacla sign.ibcación. 
Como consecuencia de la omisión de las .interpretaciones 
tentativas previas, quien lee o escucha queda fuerte~nente im-
presionado porque de Ja presentación en~a:;1 ¡: que poseemos pa-
cientes tan ideales que los factores terapónticos del rnétodo psi-
coanalítico y las hipótesis de la teoría de la técnica empiezan y 
concluyen simplemente con ocuparse ele la forma, el contenido, 
la cantidad y la oportunidad en la emisión de las interpre-
taciones. 
Además, en los últimos mios se ba impuesto un método que 
consiste en dar preeminencia H l material onírico para transmitfr 
al lector los efectos de la interacción en el proceso analítico, al 
tomar en cuenta la evolución ele los sueños a lo largo de un 
tratamiento. :El método en sí res ulta muy digno de ser tomado 
!:'11 cuenta, sien1pre y cuando no sólo se busquen corroboraciones 
sino también refutaciones (por ejemplo, sucüos repetidos). Ade-
más, hay veces que el referente no es el tratamiento y la sesión 
sino otra situación vital presente del paciente, que es la que 
ha cambiado de significado a raíz del trntarniento. 
Considero '' que hay que poner en evidencia que los analistas 
aprendemos a rectificarnos cuando nos equivocarnos, y que eso 
lo hacernos cada vez que el propio paciente nos orienta con Ja 
emisión de mensajes inadvertidos para él, pero que nosotros 
captamos en las señales conscientemente incluidas en sus 
respuestas. 
Sí se sobreestirna el valor de los sueüos como respuesta puede 
ocurrir que su producción sea el efecto de un poder sugestivo 
--sobre~el-paciente; entonces nos encontrarnos con una hiperpro-
ducción de reminíscencias oníricas en · las sesiones cuya finalidad 
consiste en corroborar las interpretaciones y hacer que el ana-
lista "hable mucho". 
De tanto en tanto el analista es quien entra en crisis frente 
a la entropía (ver Capítulos I y IV) del proceso analítico. Se 
produce en el analista un replanteo de .base y entonces, ante un 
cambio de enfoque, obtenemos un cúmulo de datos que revelan 
aspectos in"sospechados del paciente. Esto se explica porque el 
analizando se confía rnús, porque el terapeuta pasa a ser un in-
391 
"::,. 
L. 
lerloculor m!ts confiable; enlmwes es coherente esperar que r1 
nivel de participación del analizando 1esulte ele mayor jerarquía . 
Pero sólo en contadas excepc iones se exponen en forma clara 
y sistemática los progresos del terapeuta en la comprensión del 
paciente. Cada vez que lo he observado, pude comprobar cómo 
esto motivaba la capaCidacl del paciente de responder a su vez 
en la sesión con frases en donde están contenidas las mejores 
11ipótesis descriptivas y/ o descriptivo-causales que permiten q n 0 
los analistas ulilicen1os estas aportaciones. 
Pero, para ser justos con nosotros mismos (me estoy refiri endo 
a los analistas argentinos), es digno de reconocer que mostramos 
o intentamos mostrar nuestrns n1aneras de trabajar. En ]as pu-
blicaciones del exterior se ven co;1 mucha mayor evidencia ]o:; 
efectos nocivos ele la atomización ya illencionacla entre "investi-
gac i.ones rnet1psicológicas", "evol 11 ción ele personas con . d r. t·er-
rninados rótulos psicopatológicns" y "enunciados sobre a .~pectos 
ele la teoría de la técnica". Afortunadamente aquí no pad.ecemos 
tal estatismo. Quizá hasta podría deci r que me hubiese resul-
tado imposible hacer los replanteos que mencioné y los que voy 
a desarrollar, ele no pertenecer al grnpq psiconalítico argentino 
en este momento de la evolución. 
Considero que la petición el e dejar explícitos los cambios de 
enfoque con nuestros pac.ientes todas las veces que hemos re-
visado nuestros esquemas de trabajos y realizarnos a lgunas nuc · 
vas aperturas en nuestra forma de interpre tar, es un resultado 
de una continuación de lo que bien o mal hemos realiz:1do y.:1, 
muchas veces sin darle importanc.ia. 
Tras este planteo general acerca de la forma de encarar h 
formulación de hipótesis transferenciül es en los trabajos de psi-
coanalistas argentinos, quisiera realizar un cotejo más explícito 
con algunos de los autores que tienen puntos en común con los 
planteos qne estoy haciendo. 
A ello · dedicaré los próximos apartados. 
3. Una visión de conjunto del cotejo de las ideas - ·~ 
de diversos autores argentinos 
Una advertencia inicial: necesito decir c¡ue, de no ser por todo 
lo que los anal istas argentinos hemos hecho previamente, me 
:3D'2 
hubiese s ido imposible phnte::u· estas refnrrnulaciones. Al no ha-. 
ber formulaciones de mayor o menor grado de coherencia y 
sistematización, nunca hubiese podido yo realiza r esto que para 
mi es un nuevo desarrollo dentro del contexto de una ciencia y 
un movimiento analíticos que trien o rn :tl evolucionan, pero de 
ninguna manera se han estancado y por lo tanto estarían en vías 
de extinción. Esto lo digo en mi cal idad de integrante del grupo 
de colegas argentinos contemporáneos que se interesan porque 
el análisis, ~d igual que toda ciencia , vaya evolucionando con el 
tiempo. 
Pero, como ya dije, intento aquí, dentro del co\1texto ele jus-
tificación, no señalar sólo mis acuerd os, sino sobre iodo mostrar 
cómo Ja carencia de una clara metodología expositiva y de inves ·· 
tigación (carencia que he tratado ele subsanar en Jo que va ele 
este libro) ha dificultado o a vect's m,1]ograclo algunas posibi-
lidades incluiclas en promisorias ic1eas psicoannlíticas. 
Según lo he afirmado poco antes, los vectores funclament<\l es, 
aunrp.ie quizá no los únicos . para plantear fa siguiente confron-
tación son: A ) la falta de un eslahonamiento coherente entre los 
datos de observación y Jos términos teóricos fFJC, a) en algunos 
casos, me llevan a plantear ref-.irrnulaciones y, b) en otros, des-
acuerdos de actitud, y B) el acufüuniento ele prescindibles nuevos 
términos teóricos, o bien la falta de una clara explicitación del 
lugm' que ocupan las hipótesis correspondientesdentro del cou-
junto de hipótesis psicoanalíticas. 
Mi confrontación. puede dividirse, en . dos . p.artes, siguiendo 
· b anterior entil.11eración. A su vez, ht primera parte püéd e'. ser 
subdivicl ida en dos, tornando en cuent:i: lo recién desarro\hdti. 
Sin embargo, podrá verse que esb división es ba~;tante laxa. 
puesto que, por momentos, las objeciones pueden ser de distintos 
\ipos. He procurado considerar hs iclens de Jos autores que ti e-
iien elementos en común conmigo, ¡rnnque sin pretender realizar 
üna selección exhaustiva. Sin embargo, quiero hacer mn adverten-
cia: dado el carácter de este libro, no trataré de aquilatar el con-
junto de las obras ele un autor, sino más bien señalar cómo y por 
qué los desarrollos efectuados corren el riesgo ele perder par te 
de 1a riqueza explicativa que real · o potencialmente c'.mtienen. 
Entre los autores a los (1ue objetarfrt Aa) la falta de un 
eslabonamiento coherente entre los datos de observación y los 
términos teóricos que me llevan a plantear reformulaciones , se 
encuentran: H . H.acker, L. G. de Alvarez de Toledo, M . Langer , 
L. Grinherg, E. Hndrigué, E. H . H.o1la y J. Zac. 
:393 
.:i' ' 
f1 
Entre los autores a los que objetaría J\b) la falta de un esla-
bonamiento coherente entre los datos de observación y los tér-
minos teóricos, que me llevan a plantear desacuerdos de actitud, 
están : A. Ganna, A. Hascovsky y F. H.. Cesio. 
Entre los auto~·es a los que objetaría B) el acuñamiento de 
prescindibles nuevos términos teóricos, o bien una falta de la 
explicitación del lugar que ocupan las hipótesis correspondientes 
dentro del conjunto de la teoría psicoanalítica, están J. Bleger y 
M. y W. Baranger. 
Realizaré primero una exposición resumida ele lo que pienso 
sobre las ideas de cada autor, para l1cdicarmc luego a ellas con 
mayor detalle. · 
Aa) Falta de eslab qnamíento coherente entre datos de dbser-
vación y términos teóricos, q u.e p'lantea la necesidad de ref or-1 
mulaciones. 
En términos gencrnles podría decir, en cuanto a H. Raclcer, 
que la concepción interacciona! en tre terapeuta y paciente hace 
que precisamente en sus escritos uno y otro estén comprome-
ticlos de alguna manera. Quizá hoy en día, con las aportaciones 
de la comunicación y la semiótica, sus enunciados sobre t r:rns-
ferencia, resistencia, contratrans[erenc:ia y contrarresistcncia pue-
dan ser reformulados. Para ello 'habría que abrir, como lo 
plantée en el capítulo 1, un nuevo circuito y tomar a fas sesiones 
como objeto de inc.b.gación. 
_ . L .. G._ de Alvai;eZ¡ de Ta ledo .puede ser considerada como ·una · · 
anteceso"ra de tóclo este desarrollo actual que realizo, pero los 
enunciados expuesto .. ; en su trabajo, .si bien su lectura nos buce 
elaborar por nueslra cuenta determinados segmentos de trata-
mientos psicoanalíticos, solamente actúan como, un estímulo mo-
tivador. Corno no presenta hipótesis bien demarcadas con 
algunos puntos posibles ele "observabilidad", sólo puedo men-
cionarla como una persona que tuvo las mismas inquietudes que 
yo y que lamentablemente no foe afinando sus formulaciones 
como lo hubiesen merecido por su importancia. Una prueba ele 
ello es que fueron m'uy tomadas en cuen'ta por todos aquellos que 
justamS)nte elescri]:¡1eron evoluciones ele pacientes en análisis. 
Esto quiere decjr que las formulaciones de diclw autora estaban 
muy cercanas a los Jatos empiricos, y hünentablcrnente no hizo 
394 
una labor de sistematización ulterior sobre la base de los dis-
tintos conocimientos recientes acerca de la comunicación humana. 
M. Langer se basa, para explicitar sus ideas, en su amplia 
experiencia clínica, pero parece no ad judicarle a ésta el valor de 
datos iniciales a partir de los cuales se pueden desarrollar gene-
ralizaciones empíricas, para pasar luego a hipótesis de más alto 
nivel. 
Estaría en el extremo opuesto ele los autores que luego con-
sideraré en Ab, que realizan generalizaciones demasiado taxa-
tivas que corren el riesgo ele convertirse en dogma. 
Con L. Grinberg concuerdo en que la cHfercnciación en tre los 
términos con traidentificación y contratransferencia resulta útil. 
Pero yo considero, tal cómo lo dije al comienzo, que para que 
Bxista un repetir, hay que pensar en términos cl-61 diálogo y ele 
la mutua interacción . Así evitarnos alejarnos de la base empírica 
con un término que lleva una hipótesis implícita acerca de un 
aconteci~11iento (respuesta por contraidentilicación) que el estu-
dio de lits estructuras semánticas y la patología de la pragmática 
del analizando, posibilita que sea superado y visto desde la 
vertiente de la transferencia de manera tal que el analista siente 
!o que él mismo está provocando a su paciente sin saber que 
lo provoca. 
Las consideraciones que E. Rodrigué hizo sobre el contexto 
del descubrimiento y sus estudios sobre la primera palabra de 
un niño autista y la primera palabra de H. Keller, despertaron 
mi interés porque convergen con mi forma de enfocar el trata-
miento psicoanalítico como el aprendizaje de un habla materna 
que nunca pudo terminar de ser aprendida. 
Pese a los muchós puntos en contacto que tengo con este autor, 
su último trabajo, donde se refiere a la oposición rnetapsicolo-
gía-teoría clínica, me parece que corre el riesgo de paralizar el 
conocimiento en la misma medida en que lo paraliza, tal como él 
lo afirma, la existencia ele una rnetapsit;ología dogmática. 
E,. H. Rolla, a lo largo de su producción, también mostró un 
interés por lós modelos, que yo ·empecé a utilizar en forma 
explícita en mi libro anterior, basándome en los trabajos de 
Mackellar, entre otros. El inconveniente que encontré en su 
ú!tima publicación sobre el tema, es que enuncia modelizaciones 
y luego surnin.istra datos y enunciadÓs de un caso, con lo cual 
desvirtúa ·el valor que 'tiene un segmento dado de un proceso 
analítico como punto de partida para utilizar en forma instru-
mental los n1odelos en su más amplia acepción. 
395 
Jr:.,, - -., ,. ~' rr·-"........ .........,,~~-~-------·----
r 
¡ 
·~'l.t.. 
Sin proponérselo explícit arnente, ]. Zac, con r1 ui en considero 
r¡ue tengo inquietudes comunes, en el trabajo sobre fin el e se-
rr1,rnd y acling nc!t, ;·ealizó cmmC'iados del tipo de las genera-
lizaciones empíricas. Sin embargo, no siempre fue coherente 
con esta metodología de indagación científica . 
Ah) Falta de eslabonamiento coherente entre datos de obser-
vaci6n y términos ·teóricos que plr111ier11 llH desacuerdo de oct.·itucl . 
A. Garnuz se preocupó por e l problema de si h acción de la 
técnica interpretativa redunda en benefi cio o perjuicio del ana-
lizando. Estoy de acuerdo con este tipo de afirmac iones, aunque 
no en cuanto a la manera taxativa corno él lo ha enunciado. 
Considero que en estas a Firrnac:iones no ~e incluyen ]os datos 
iniciales y hls inferencias deductivas ex traídas de los- aciertos 
y desaciertos del analista si cumple con las sugerencias de Gar-
ma. Por ello, me resulta imposibl e confrontarlas en un lenguaje 
téórico adecuado, aunque sí comparto su criterio en la práctica. 
En un artículo reciente A. Hascovsky retomó el aspecto inter-
accional de la transferencia con especial referencia a los estados 
maníacos. Las actuaciones d en igratorias el e estos pacientes, se-
gún mi entender, serían las que pasarían a constituir una amenaza 
constante a la persistencia del circuito 'necesario para llevar ade-
lanté ún tratamiento psico:inalítico. Sin enib.ar$9, ipE;, parep.e. 
objetable la postulación ele una "posición maníata'',"párá sos'tenuu<> · 
la cual no se suministran elatos extr::i.íclos de las s.esiones. Ot.rns 
trabajos de este autor, en cambio, <l pesar de que no presentan 
datos empíricos explícitos, evocan clai-am cnte situaciones vistas 
en los análisis. 
F. R. Cesio, al referirse al le targo y a la transferencia y contra-
transferencia, términos que pueden coúducir a un contacto es-
trecho con los datos iniciales, ha desarrollado sus hipótesis en 
un nivel alejado de los rnü;rnos,h echo que dificulta las posi· 
bilidades de refutación o validación. 
B) Acw1ll'm·ientó de presdnd·i!Jles' nuevos t érminos teór-ícos o., 
bien falta de expU.citación del lugar q11e ocupan las, hipótes·is 
co1·respond·ientes dentro del conj1111to de la teoría -psicoanal-ít,ica. 
En primer lugar, es importa nte dcst;~car que fo1.1e J. Bleger 
300 
w1icn seña16 el valor el e L1 ses ión psicoanalüica corno un rneclw 
para diferenciar entre el acontecer de b ~; es ión y el enfoque 
histórico genético. Basándose en expos iciones ele Pichon Hiviere, 
Bieger delin1itó la sesión en t érminos el e una totalidad o confi-
guración dinámica, en la cual cualr¡uier rnodificacióa d e uno 
ele sus elementos altera la estructura total el e] campo, pues to rJne 
todos ellos son interdependie1~ tes y lo que emerge es algo ori-
ginal de la situación dada ? no algo previamente presentí' en 
él ps.iquismo del paciente. Según rni pai·ecer, éste e.~ el punto 
de la obra de Bleger que presenta rnús paües en común con los 
desarrollos que yo hice. 
Posteriormente, sus es tudios sobre el "núcleo aglutinado" y 
la introducción del concepto de a1nbigüecb (l, l'n donde su vasta 
información bibliográfica lo sobrepasa, hacen que se e5fume el 
valor que realmente poseen sus primeros tral;ajos. Ad emás. didrn 
información bibliográfica oscurece las posibilidadr:~s de efectuar 
'los desarrollos partiendo ele datos iniciales a través de genera-
lizaciones empíricas inferidas por deducción a partir del diálogo 
analítico. 
Con; M. y W. Baranger tengo muchos puntos en común, pero 
más cuando hablamos que cuando leo sus trabajos. Además, la 
utilizaci9n de lenguaje metafórico ("quiste", "encapsulamiento", 
"baluarte") cierra el camino para ver si estos térm inos sustituyen 
o no a otros empleados e1; psicoarnilisis, y, de no ser así, en 
qué lugar de _la teoría incluirJQ¿;;_ e:t;1 rebciÓ11 COD <1ué aspl')ctOS 
• .. ·.'y; Teóricos, técníéDs . o~ dínicos;··. . : . . .. ·-.. . . .. . 
Además, su compromiso nornjnal con la · teoría del campo de 
K Lewin dificulta la comprensión de su propia t eoría del campo 
psicoanalítico. 
Tras esta revisión general, me dedicaré a considerar con más 
detalle algunas ideas de todos estos autores . 
4. Un cotejo detallado de bs ideas 
de diversos autores argentinos . 
JI fü1ck.er 
En su estllClio n titulado: "Sc,Jbre técnica clásica V técnicas acc 
· tuales del :psicoanálisis" J 3lb), este autor 3nfr¡tiz¡{ q ~1e se debe 
~107 
~· 
~ 
ij 
l 
1 
/ 
... 
i?i .'4~:·• 
tomar muy en cuenta mm serie de constelaciones del analista 
que es tán comprometidas en su técnica y como consecuencia 
en la evolución de la transferencia. Así es que Racker considera: 
a) la amplitud de los conocimientos psicoanalíticos; b) el modo 
en que inc1den en un momento dado en la evolución del ana-
lista y por ende, en sus .interpretaciones, ideas ele otros colegas 
aceptadas o rechazadas; c) las características individuales y d) 
por último, la genealogía del psicoanalista ya formado. 
Creo que este enfoque se remonta en el pensamiento argentino 
a Ja tradición oral que provino de Enrique Pichon füviere, que 
pertenece a la prir.1cra generación del movimiento psicoanalítico. 
· El valor de este ti]jO de enunciados reside en. el hecho de que al 
quedar explícita esta cmistelación de factores, resulta posible 
confrontar nuestra manera de trabajar con la forma corno cree-
mos que Jo hacemos. Al tener por lo menos en claro que es tos 
factores existen, tomamos más en cuenta que una interpretación 
es tá múltiplcmento determinada. Se nos facilita así la compren-
sión y la explicación de la génesis de una interpretación en un 
momento dado del contexto de la sesión. Si no se estipula, sino 
que en cambio se desestima esto, no se puede efectuar una 
prueba satisfactoria de validación de la interpretación. Yo he . 
tratado de diagramar, en parte, es ta labor de la génesis de una 
interpretación ( li:nitándola a la génesis de una 1 interpretación 
adecuada), al establecer (ver cap, III) los "Critelios para inter-
pretar y el nivel de regresión" logrado por el analizando. 
Es muy fúcil caer en una actitud dogmática, si no se tiene 
consciencia de todo es to, cuando queremos estmliar la ínfluenc~a 
de la técniqt. e1)·.~a · evolucjí'nl del paciente. · . ' 1 
Es también fá,cil sucumbir a la tentación de eludir este proble-
ma. Para esa sólo basta 'con escribir que en las interpret<wiünes. · 
formuladas se incluyeron tales y cuales elementos y luego poner 
un par de sueños y recuerdos que corroboran lü bien que he-
mos trabajado. 
El único camino viable para superar es te estado de cosas con-
siste en arbitrar todos los medios posibles para informar al lector 
psicoanalítico del estilo, que incluye una estructuración del con-
tenido y la forma de la interpretación, y cómo la misma ha 
estado articulada en las secuencias del s:liálogo. 
. Quizá m_~s exigencias resulten un tanto rigurosas. Para acer~ 
carme un poco más a la posibilidad ele satisfacePlas, en el Ca-
pítulo VI voy a proponer un sistema de notaci{i.n en A onde estén 
398 
Ll.:o.... .... -
codificados todos los elementos preverbales que rodean al "ha-
bla" del diálogo psicoanalítico " . 
Cuando Hacker escribió sus trabajos técnicos, esto que he 
dicho sobre Ja notación fonológica del "habla", así corno la dife-
renciación entre distintos estilos de comportamiento comunica-
tivo del paciente y el terapeuta, es taban muy lejos ele ser plan-
teados; además, confieso que no tengo una clara idea de cuántos 
de mis colegas consideran pertinente estas sugerencias. 
Aún en la actualidad, cuando se habla de técnica, se piensa 
en primer lugar en forma, contcuiclo y timing de la interpre-
tación. 
Cuando yo considero que conviene abordar al diálogo ca-
~egorizando estilqs, más o menos definidos por las características 
ele! "habla" de los participantes del diálogo analítico, busco pre-
cisamente articular clínica, técnica e hipótesis sobre la evolución 
del proceso psicoanalítico, y librarnos del lastre que constituye 
el hecho de mantener en campos diferentes la teoría de la téc-
nica, la clasificación del es tado psicopatológico del paciente, y 
una metapsicología que se han desarrollado en forma aislada y 
desigual, desde Freud hasta nues tros días. 
L. G. de Álvare;;;, de Toledo 
El trabajo de Luisa G. de Álvarez de Toledo sobre "El aná-
lisis del 'asociar', . del 'interpretar' y de 'las . palabras'" ( 1) toca 
bastante de cerca ternas que yo estoy tratando en este libro, 
aunque la \ornla en que están desarrollados y la exrluidón de 
los aportes de la lingüíStica estructural y de la gramática gerie-
rrr tiva, establecen diferencias notorias. D eseo Citarlo con detalle 
par~ mostrar Jo q1,w he seña.Jallo. 
Para Álvarez de Toledo, el "lenguaje emocional" del analizando . 
puede justificarse o no desde el punto de vista del contenido. 
Consider,1 que las reacciones contratransferenciales, a nivel emo-
cional, indican que el paciente repite y recrea con e l analista y 
en la situación analítica, situaciones pasadas de su vida y más 
profundamente sus fantasías prünarias. 
Cuando en el capítulo anteríor me referí al factor fuente y 
. a la función emotiva del mensaje yerba!, estu,ve tocando pre-
cisa..¡nente es te punto, aunque yo lo enfoco ele una manera 
~ Un buen ejemplo de es to es la h1)Jor que lrn11 hecho .R. Pittenger, 
Ch. Hoc!::ett y .) . DnneJ~y .(30) . . 
:39\.J 
.... --· "'--·· 
distinta, más cercana a los datos de la base crnpínca, y puede 
ser cotejada tornando en cuenta el análisis de las estructuras 
sintácticas simples, las que permiten detectar que el paciente 
se siente sujeto y objeto ele 11na emoción que puede ser expre-
sada, por ejemplo, como nn "ícono" (ruidos bucales equiparados 
a flatos, por ejemplo) o bien corno una emisión verbal consis·-
t r,nte en una oración sirnple, tal como un "¡ Uia!", que expresa el 
dolor por reconocer un olvid o. 
Cuando tal suceso ocmTF, seil corno lo dice Álvarez ele Toledo 
o también Crin berg,.en términos ele. contraindicación proyectiva, 
.lo único que se hace es afirmar de otra manera que Ja "com-
pulsión a la repetición" en b trnnsferencia ocurrirá "si y sólo si" 
se dan determinadas. condiciones estínnilos que por sus caracte-
rísticas disposicionales, no permiten pensar en términos ele "re-
petir un pasado" sino en términos de una estructura comunicativa 
que 11ace que el paciente desarrolle un sistema determinado de 
estímulos q ue a su vez inadver tidamente provocan en el tera-
peuta de terminadas respuestas. El <lllalizando no tiene conoci-
miento de que él ha sido agente caus:.il de clich~1 respüesta, y 
es por es lo que tal paciente encuentra cons tantemente en la vida, 
personas que sicrnpre i·eaccionan .de una forma parecida, por más 
diversas que sean eHas o las circuns tancias en cuestión. 
La evo lución en el <'mm del a nál-isis hace, segón la autora, 
que la figura del analista sea incorporada como figura real. Esto 
la ll evó a ocuparse del "hablar y la palabra" en el contexto del 
tratamiento. En relación con esle punto sos tuvo lo siguiente: 
"El hablar corno actuación y fuera del Cf~ntenido realiza la s~1 -
tisfacción ele impulsos lib tcl it"1os•)s 'orales, anales , Fálic<J.> y geni-
tales. El hühlar, la palabra, com o forma de contacto," suple, 
reemplaza y realiza en el acto de hablar b prjrnera forma de 
contacto con el ohjeto <_tli e e~; rnarnar, chupar. En esos primeros 
días las fantasías inconscientes, carecen ele representaciones vi·· 
smlles y e~;tán represen t<IClas por im{1 genes sensorio-motoras en 
las que se integra b Función, el órgano y el objeto ele l:i 
función ," 
H.eforrnuladas sus ide;1s en lo:; e:;r111 c111as conceptuales que es-
" (Nota al pie de la aulora): " Estú implí cito en 'El chiste y su rela-
ción con e l inco.nsciente' el vnlor ele acto qne liene el , habbr. Acto des ti-
nado a la realizació1t de deseus libidin osos, -e róticos y clest1uc tivos, qne 
rnemplazan al contacto sexual .y a la . agresión física. D e la psicogéne:;i.'1 
del chiste podemos deduc ir que el niño primero toca y luego m ita. Mc\s 
tarde se exh ibe para ser adrnirnclo, y por últimG h abl n, corr:o una form c1 
de entrar en contacto sexua·I con el obje to ~mallo." 
:100 
toy utilizando, considero que dicha autcra, cuando se refiere 
a la contratransforencia, alude a una de las funciones del men-
saje verbal: la función conativa cuando el receptor del mismo. 
o sea el factor destino, prevalece sobre los demás. El segundo 
enunciado se refiere a Ja fonción-pática y al factor-canal. 
·A contirn.wción, toniando el punto de vista genético evolutivo, 
hace una referenc ia a las es tructuraciones que se van estable-
ciendo a partir d el nacimiento. Este compromiso con la metn-
psicología hace q ue la au tora tenga que efectuar un salto en el 
nivel expositivo. Entonces tiene que injertar en el contexto d el 
diál ogo analít ico, sobre el cual versa su trabajo, el contexto 
de la lactancia, q11e pertenece al punte ele vista genético evolu-
tivo, por Jo cual ~1 banc!ona fa línea expos itiva que siguió hast'.l 
ese momento . 
Pero luego la misma naturaleza del tema que es tá tratando la 
conduce nuevamente: a tratar enunciados del diálogo psicoanalí-
tico. En relación con esto dice que : "Al análizarse el asociar y 
el interpretar en sí, surge la prim-itiva identidad d e acf:c, imagen 
u objeto u se ·realiza en el acto de hablar u de escuchar al analista. 
El aspecto concreto sornitico de los símbolos, que estaba repri-
mido, se hace consciente y las imúgenes verbales adquieren h 
emoción y el · contenido correspondientes. 
"Cuando se han anaiizaclo e interpretado las fantasías orale~. se 
comprueba que, al hablar, se realizan tai:1bién fantasías anales, 
uretrales y genitales . El hablar permite, entonces, ll egar a las 
fantasías coi-respondientes a estas c>tapas del desarrollo ele Ja 
Jibido. ' 
"Al :.rnalizarse el asociar v d interpreta r, fuern de sus conte-
nidos, se. comprueba que el ácto que simboliza es ¡;ara el incons-
ciente del 1malizauclu un l1 cclw r;onsumado. Si d l1abbr en ese 
momento independ icnte rn ente del contenid o tenfa el sentido de 
morder y clestrnir al analista, este hecho para el inconscient e 
del analizando se ha consmnado. De la misma maner;t la inter-
p re tac ión del analista tiene fuera de su contenido el valor de un 
acto que éste consuma con el analizando, siendo estos actos la 
r~alización de las fantasías inconscientes del paciente. 
"E l hablar es un ;teto donde intervienen y se integran todos 
los niveles estru ctmales del hombre, y la palabra es la resultante 
ele la sín tes is afecto-actO··iimigen, por m edio de la cual el in-
dividuo se; proyecta en d , mundo externo y se con.ecta con los 
objétü:~;." · · · 
La autora considera a b verbnl ización como una "actividad 
1J01 
simbólica". Afirma que la palabra como símbolo en general y 
las expresiones simbólicas en particular se reconectan, al anali-
zarse el hablar, con las cargas libidinosas correspondientes a la 
actividad que realizan y al objeto que simbolizan. 
En términos de zonas erógenas y fantasías inconscientes, Al-
varez de Toledo dice que el hablar constituye una actuación 
integrada por impulsos orales -chupar, morder, tragar, masti-
car- que se satisfacen en la actividad verbal. El objeto de esta 
actuación es el analista, vivido profundamente como pecho que 
el paciente desea incorporar. 
Dejando de lado la utilización de los términos "símbolo" y 
"simbolización", cuyo uso, dentro del sistema expositivo que es-
toy efectuando, se vuelve ambiguo, en las partes siguientes de 
su trabajo existe un punto de sumo interés, que considero un 
antecedente de las ideas centrales de mi libro. Este punto con-
siste en que aparecen referencias a datos iniciales empíricos, a 
los que yo voy a hacer especial referencia cuando me dedique a 
la fonología semántica . Dice la autora: 
"Al analizarse el hablar, tanto en el asociar como en el inter-
pretar, se deshace el proceso de simbolización que determinó la 
formación del lenguaje, se liberan los impulsos instintivos y se 
actualizan las fantasías primarias y los mecanismos de identifi-
cación proyectiva e introyectiva con el analista, con las demás 
personas y las cosas. Se vivencia la primitiva relación simbólica 
con los objetos y con el mundo." 
Más adelante la autora dice: "La voz, sonido articulado, y la 
palabra como objeto es un objeto que entra y sale a la vista. El 
oído como aparato sensorial, como orificio de comunicación con 
el mundo exterior, es una puerta de entrada continuamente abier-
ta a los estímulos placenteros o displacenteros. Son un hecho de 
observación común las reacciones emocionales que provocan en 
los primeros meses de vida los ruidos, las voces que, de acuerdo a 
su tonalidad, muchas veces llevan al llanto (voces compasivas 
y quejumbrosas, coléricas, canto agudo, etcétera) . Los térmi-
nos que se utilizan para describir cualidades en la voz deben de 
estar en relación con esta primitiva significación oral y tactil 
(tacto bucal). Se habla de voces cálidas, dulces, suaves, ásperas. 
El valor concreto y material de la voz, como objeto físico que 
puede actuar físicamente sobre el sujeto, se expresa en términos 
como voz hiriente, irritante, que destroza los oídos; en imágenes, 
como que llena la cabeza y aturde; voces que acarician, que 
ca !man como bálsamo, que curan las heridas" ... 
L1g,z 
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En su forma ele abordar el tema hay puntos en común con lo 
que Ella Sharpe ( 37) escribió sobre la metáfora y también con 
lo que Fliess ( 11) enunció sobre tipología de lenguaje según 
la cualidad del impulso libidinoso predominante. 
Las aportaciones de Alv<1rcz de Toledo son muy importantes. 
Quizá hubiesen r<:>su!tado de mayor trascendencia si los datos 
iniciales hubiesen est<>.clo plenamente explícitos. Sus enunciados 
me impresionan mús como conclusiones de una vasta labor pre-
via; de allí que muchas de sus ideas, afines con las quesustento, 
carezcan de nexos p<na ser contrnstadas con las mías. 
M. Langer 
Muchas veces teudcrnos a reprimir las mejores eosas que 1rns-
otros mismos hemos cre:Hlo. Tal es el caso de una comunica-
ción muy breve ele M. Langer, "Una sesión psicoanalítica" (21 ), 
en donde expuso cómo, en una de las primeras sesiones, una 
analizanda, sin conocer conscientemente su verdadero problema, 
verbalizó los conflictos inconscien tes v las vicisitudes de las 
relaciones con los padres. M. Langer clesarrolló esto en un grá-
fico en donde se puede ver <1 una persona expresando las dis-
posiciones que luego irú desarrollnndo en el curso del análisis. 
Sin embargo, la doctora Langer no aquilató el valor de esta 
aportación; tanto es así que, cuando expuso en forma sum::uia 
el contenido de su trabajo, consideró que no decía nada nuevo, 
que aiudía :l una siturrción típica conocida por todo analista, 
pero que la exposición se justificaba para que el lego y el estu-
dicmtc de psicoanálisis visualizasen con qué riqueza y secuencia 
lógica afluye el material inconsciente. aunque se exprese a tra-
vés de asocü1ciones :iparentPmcntc incoherentes v sin sentido. 
L Grinberg 
Otra manera de corre;acionar la interacción que terapeuta y 
analist,1 mantienen durante el tratamiento la desarrolló Grinberg 
en su trabajo sobre "Aspectos mágicos en la transferencia y en 
la contratrnnsfcrencia: sus implicaciones técnicas" ( 14) . En este 
trabajo continúa con una línea comenzada con "Sobre algunos 
problemas de técnica psicoanalítica determinados por la identi-
ficación y la con ti a identificación proyectivas" ( 13) . En ambas 
puhlic:1ci1mcs exisl<~ u11 c<imún denominador, junto con diferen· 
\_ 403 
1 
j 
:¡ 
1 
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r - .. -- --· ·- . -···----·-···-·····--- ···--·-· 
cias que son carncterís licas de nuestro modo de pensar. Puesto 
<]Ue ambos lra ha.jos estún correlacionados entre sí, los voy a con' 
siderar de una manera conjunta . 
..> 
Grinberg enfatizó un aspecto parcial y específico de la res-
puesta contratransferencial clel analista ante la excesiva uti li-
zación de la identificación proyectiva por parte clel paciente; 
para este fenó~eno propuso el término de "contraideutificación 
proyectiva' '. Consideró que, en ese particular co11texto no es 
suficiente se11alar que el analista es el 1·eceptor pasivo ele las 
reiteradas prnyecciones del analizando o que reacciona frente ;1 
las mismas influido por sus rernm1entes neuróticos. Destacó, en 
especial, otra particular forrna ,de re~!cción provocada exclusiva 
o predominantemente por lo CJUe ha sido proyectado y "ubicado" 
e:1 él. El analista se ve "llevaclof,_pasivmncnte ': desernl1eñar_,dis-• 
lmtos papeles contemclo~ en chchas proyecc10nes . Estucho la 
inevitable rt'percusión que esto procluce en la situación analítica, 
a los efectos ele su valoración y aplicabilidad en Ja técnica. 
Esto lo ll evó, en las conclusiones ele su trabajo sobre pertur-
baciones en la interpretación (16), a cons iderar lo siguiente: "Fe-
nómenos como los descriptos ocurren con 'frecuencia en el análisis, 
y son denominados por el analista con expresiones corno: 'entrar 
en el juego d el pacien.te', 'caer bajo su control', 'alianza con su 
resistencia', 'sentirse rn:rnejaclo', etcé tera, denotando así la fun·-
ción activa asignacLt al pacient\( en estos procesos. Por encontrar-
se bajo los efectos ele la proyección masiva de los papeles y 
funciones inherentes a los conflictos del paciente, el analista in-
terpretará el e acuerdo a los .sentimientos y reacciones específicw; 
CJUe éstos le cleterrnimin y desprovistos transitoriamente ele las 
JTtín irnas condiciones ele pere:epción objetiva inc1ispens<tble ]Xtra 
formular una interpretación correct:1 y oportuna". 
Las aport<iciories ele Grinberg tienen rnuclw en coffiÚn con 
L:s mías por el hecho ele que siempre se hasó en el material 
del diálogo analítico. 
Sin embargo, faltan en sus enunciados niveles o hipótesis 
intermedios ,; los que hice inención antes y que le hubiesen 
hecho sentir rnenos cornprorniso con términos teóricos que en-
cierran h ipótesis qne no pueden ser a su vez testeadas. 
Para realizar un testeo clínico es necesario ver las alteraciones 
en las estructuras semúnt ic: is del analizando que utiliza los tér-
minos, tal corno las emisiones verbales, con una entonación y 
sentidos tan idiosincráticm que tocias las demás personas reac-
cionen de una manera determinada. Esto se debe a que en lte-
:101 
"' 
terminados mmrn;ntos le falla el universo común del discurso 
que permite que el diálogo de cualquier tipo sea desarrollado 
corrigiendo los malos entendidos que surgen de tanto en tanto. 
Aquí hay un esbozo de cómo podrían ser operaciona lizados, en 
términos del diálogo analítico, enunciados de nivel intermedfo 
que abarquen, en un extremo, los datos iniciales y en el otro 
algunos aspf;ctos del lenguaje teórico ( Lt). 
Las hipótesis ele la identificación y la contraiclentificadón pro-
yectiva no c1,1rnplen con el requisito ele cbs~rvabjJiclad; perlen<> 
cen al o derivan del lenguaje teórico kkiniano y están en condi-
ciones de disposición, la que podrá darse o no "si y sólo si" 
ocurren detenninaclos eventos en la sesiór;, C[llC< a su vez pueden 
ser investigados tornando la sesión corno ob jeto de indagación. 
E. Ilodrigué 
Con las ideas de E. Hodrigué poseo diversos acuerdos, en es-
pecial cuando se refiere al contexto del descubrimiento y a la 
verbalización inicial de H. Keller y ele un niño autista ( 35) . 
Sin embargo, quisiera hacerle a este autor dos objeciones, de 
C'arácter muy diferente. Una de ellas se refiere a su estilo 
general ele exposición ~ue pf!rece tener dos fínalidacles: desa-
rrollar un::i teoría científica e impactar estéticamente al lector. 
Me planteo hasta qué punto una y otra finalidad no se inter-
fieren y dificultan la comprensión ele u;1 c;,onjunto de hipótesis 
que deben Si'r sujetas a prueba de validación, o b ien la cap-
tación ele un conjunto de irnáge,nes verbales con un grado de 
calidad literaria, en cuyo caso, suprimiendo los ténninos téc-
nicos e incluido en una revista literaria seguramente podría ser 
considerMlo una obra de una persona que capitaliza sus experien-
cü:is vitales como terapeuta al servicio de la creación estética. 
La otra objeción se refiere a su traba jo último ( 34), donde 
plantea la oposición metapsicologia-teoría clínica. Dice el au-
tor ("The Fifty T housancl Hour Patient", Int. Jo ., 1969, I, 4, 
págs. 607-609): "G . Klein en su trabajo 'Perspectivas de cambio 
en la teoría psicnanalítica' cleclara que, como disciplina, esta-
rnos en la posic ión única de contar con dos teorías que se apli-
can al mismo terna. L o cito en detalle: "Al remontarse al se-
¡;;undo nivel (el nivel ele un sistema energético cuasit:ennocli-
nárriico), Freud qreía, y esta ci'eencia es compartida por Ja 
mayoría de los teorizadores conternpcráneos, que se encon-
1JOS 
r---· 
./ 
traba en un nivel de explicación más fundamental. Así, las par-
ticularidades de la situación clínica son dejadas de lado y en-
trarnos en el dominio de una hipotética cantidad energética 
y decimos que los fenómenos que estamos explicando mues-
tran esta o aquella vicisitud de la energía instintiva en un es-
tado ele fusión, cl efusión o neutralización (añadido de Hart-
mann), y ele que los restos mnemónicos son investidos con esta 
cantidad energética'. Este trabajo debería ser leído junto con el 
de W. Baranger. Para mí el trabajo de Baranger fue importante. 
Por lo pronto me convenció: yo antes sostenb vagamente que 
lo económico era importante y me. di cuenta de que mi con-
vicción tenía muy poco ·de pensamiento personal elaborado". 
Luego prosigue: "Estos analistas -siguiendo a Klcin- a veces 
parecen estar diciendo que los conceptos clínicos, por hallarse 
más cerca de la situación analítica, son menos teóricos y más 
descriptivos. Este es un grave error, y tan perjudicial para el 
desarrollo del psicoanálisis como el creer que se tl:ata de ml<l 
teoría menosjerarquizada. Los conceptbs clínicos no son ni 
menos abstrae.tos ni menos teóricos que la metapsicología. Tie-
nen un aspecto, sin embargo, que los distingue: sus términos 
están más próximos a las actividades ele la observación clínica 
y al foco de la intencionalidad del . analista y es dable suponer, 
optímistamente, que pueden ser más sensibles a las presiones 
que se derivan ele los elatos. Potencialmente, son más capaces 
de una modificación sistemática. 
"Estoy totaln)ente ele acµerclo con el .punto central ele Klein. 
Creo que existe un<L confusión, al nivel° conceptual, acerca ele 
qué constituye úna teoría analítica viable. CoinCiclo con el au-
tor, además, en que trabajar hacia una teoría clínica es una 
empresa respetable y más promisoria en aperturas que el fas·· 
cinante juego metapsicológico"." 
A ello agrega: "Es obvio e inevitable que todos nuestros 
conceptos clínicos es tén mechados por nociones metapsicológi-
cas y ello se aplica a la teor.ía ele la psicosexualidacl, a la teoría 
de la angustia, a la teoría del narcisismo o a cualquier teoría 
especial del psicoanálisis. El hecho es que no contarnos con una 
" (Nota al pie de E. Rodrigué): "El lógico en mí tiene una pequeña 
objeción: no creo que la te'oría clínica sea menos abstracta que la meta-
psicológ ica, por la razóU: de i:1ue, en el sentido lógico del término, tal 
como me lo enseiíó ~) usan T;innger, ninguna de las dos son abstracciones. 
Yo aqui lrnbbría de gene1ia lización." 
¿lO(j 
l. 
¡ 
teoría clínica por oponer como e11tiLlacl .'frenle a una teoría me-
tapsicológica. Y estoy seguro de que G. Klein cqncuerda en 
que no existe una teorí.a clínica coherente e instrumentable hoy 
en día. La tarea es construir una, partiendo ele la reformulación 
ele 'principios clínicos' y de una revaluación ele nuestro trabajo 
junto al diván". 
Luego postula, refiriéndose a las hipótesis de M. Klein: "La 
obra ele Melaine Klein merece un estudio crítico serio (y la 
idea es desde adentro y con altura) que nunca ha tenido. Yo 
dii-ía que la parte más estimulante ele Ja teoría kleiniana se da 
, cuando describe la naturaleza, la función y la extensión de la 
fantasía; la parte menos estimulante se centra en torno al ins-
tinto ele muerte, la envidia innata y a una excesiva preocupación 
por lo genético precoz. 
"No sé si cabe hablar ele una m.elapsícologia kleíníana que 
tiene efectos inhibiclores similares a Jos ya consignados con res-
pecto a la rnetapsicología general discutida más arriba. En 
cierto sentido creo que no, ya que no hay una estrategia deli-
berada de crear una teoría para hablar ele otra teoría. Pero 
existe una gran dogmatización de supuestos básicos. Por ejem-
pl~, todos los kleinianos creen 51ue Ja p osición esquizoparanoicle 
existe como algo muy concreto . 
-Finaliza sus :consideraciones respec to al tema afirmando: 
"Existe el riesgo ele hacer de la rnetapsicología el chlvo emisa-
rio ele todas las contradicciones internas del psicoanálisis, pero 
es ele los presur1tos sospechosos el que más cara de cu lpablc 
tiene. Ello sucede sobre todo, cuando la 'Bruja', como Freud 
llamó a Ja rnetapsicología , se vuelve dogma. Y aquí es donde 
tengo una idea pesüni.<;tn: pu cele ser que cualc¡ uier progreso 
en psicología se degrade con la repetición y e¡ ue todo insight 
se deteriore irremediablemente en dogma. En realidad, mi crí-
tica número uno a la teoría kleiniana es su dogmatismo. Algo 
pasa cuando Klein pasa a ser Kleiuiano y luego kleiniano. 
"El efecto inhibidor de la rnetapsicología puede ser estudiado 
en mayor detalle y debe serlo. El trabajo ele Baranger, en ese 
sentido, es un modelo ele algo que necesitamos hacer. Para mis 
fines actuales, yo diría que la 'Bruja' es particularmente malé-
fiCa en ampliar la brecha en tre lo que hacemos y lo que deci-
mos. Nos urge estrechar la distancia entre el análisis real y el 
escrito. Mucho,s analistas creen que lo que escriben es más 
psicoanalítico que lo que hacen en sus consultorios; creo que 
. es~pi.:ecisamcnte al revés. Es 'en m1es tro contexto de fustifíca-
407 
~ 
'l ,I 
GÍÓn donde nu estra jerga técnica se vuelve artifici<ll, deshuma-
nizada, dogmática, cl esprov is la de todo el sabor natural de Ja 
aventura clínica". 
D e esta manera, al oponer ambas teorías, la clínica y la me-
tapsicológica, y adjudicarle a esla íiltima la responsabi lidad d e 
la existencia de dogrn<lS, Hoclrigu é reali za un planteo errón eo, 
que finalm ente lo lle va a un ataque a la metapsicoJogía corno 
forma de eliminar la '.'brecha". Yo consiclero que lo expu es to 
en los tres primeros capítulos. del presente libro (acerca de ln 
relación entre Lt y Lo a tr<L vés de lo~ c01H.:eplos dispüsiciona-
les y acerca el e las generalizaciones empíricas), así como lo de-
sarrollado en el Capítulo IV al referirm e a la reformulación 
de concepto el e aparato psíquico, constituye una irneva man era 
de superar e sa brecha tan ternihl e entre conceptos me tapsico-
lógicos y clín icos. Una cosa es la tarea del psicoanalista como 
científico empírico y otra clisl inl:a la existencia de dogmas. E s-
tos no van a dejar ele existir si se prescinde el e la metapsicología; 
el único modo de eliminarlos es poner a prueba de validación o 
refutación fas hipótesis que se sustentan. 
Yo creo haber encontrado y superado el camino del dogma 
y del antidogma. Cuando un enunciado puede ser considerado 
como analítico, en la construcción del mismo intervienen algún 
elemento procedente de la situación y/ o del encuadre psicoana-
lítico y/ o ele algún rasgo p ersonal del terapeuta o del mobi-
liario de la habitación en donde és te trata ele captar lo que el 
analizando como emisor no :;ab e que está evidenciando. En 
dicho enunciado apárecen también incluidas hipót esis ' emitidas 
por el propio ana ]izando acerca el e deter.minaclas cualidades . . de 
él mismo, en las que de una manera implíc ita están contenidas 
las hipótesis subyacentes a un conjunto dado de interpretacio-
nes que han siclo elaboradas muy lejos del nivel de la conciencia. 
De esta manera, dichos enunciados incluyen a la propia persona 
que pasó por un estado dado y que luego lo captó desde otra 
persona que lo comprendió con otro enfoque. Entonces surgen 
las auténticas hipótesis psicoanalíticas, en las cual es no pue-
den no figurar ambos participantes, un método, un diálogo asi-
métrico y los contextos inclusivos ya mencionados, en donde es 
posible detectar un indicio dado (que es tanto 1pás fuerte. si 
proviene ele la persona d el analizando). E ste indicio p·enn ite 
formular una serie ele enunciados que incluyen nexos ·ele su-
bordinación y que son posibles debido a que se h¡¡ aplicado 
un método que faculta al paciente a poner en función su pen-
•108 
sarnientn érnitienc1o frases. Siempre en élich~' s frases subsiste 
un grado de invariancia dentro del enriquecimiento semántico, 
puesto que se trata d e una terapia psicoanalítica que exige co-
mo prerrequisito el desarrollo ele la propia identidad, que no 
varía pero que se enriquece por las transForrnaciones f]Ue sí 
son aportes de c,sc diá logo asimét rico que es el tratamiento 
psicoanalítico. 
Esto rebalsa por mucho l::i oposición hipótesis clínica versus 
rnelapsicología, que hace a esta úll.irna Li. Bruju, según· dicho 
enfrentamiento, que a juicio mío complica el planteo y no traé 
soluciones. 
E. H . Holla 
Holla, al igual que otrns ele nosotros, se ha ocupado de los 
<1spectos específicos del psicoanálisis de h s psicosis . Cornp<trto 
muchas ele sus ideas sobre este tema, pero es tan vasto que 
prefiero d ejarlo ele lado. En cambio prefiero comentar otras 
ideas en que considero que disentimos , por lo menos en parte. 
En su trabajo sobre "Los modelos mentales en el proceso d e 
d iferenciaciór:", H.olla ( 36) se ocupa precisamente ele la nece~i­
clad el e efectuar una revisión el e Jos postulados psicoanalíticos 
que hasta ahora han dividido a nuestra d enci::i como instru-
mento de investigación y ele terap ia y se re fi ere a las "crisisvitales" de una ciencia, que "pueden conducir a nuevas inte-
graciones como a detenciones y re trocesos en su d esarrollo". 
Consíclero que s'u"escrito es una aproximación que hubiera cum-
plido con su cometido si en lugar ele cons iderar el material 
clínico corno una ilustración, lo hubiese tornado como punto 
de partida. D e esa manera, muchos de sus enunciados hubiesen 
adquirido una mayor significación. Para mi enfoque ele la ex-
posición psicoanalítica, los datos iniciáles de una sesión son el 
punto de partida, tal como las modificaciones en las estrncturas 
semánticas y sintácticas; según este modo el e ver las cosas, la 
inclusión ele "un caso que ilustra . .. etcétera", carece d e sentido. 
Más aún, esto comp lica en lugar de ayudar a sistematizar nu es-
tras ideas psicoanalíticas , que deben basarse en la lógica de-
. ductiva y la generalización empírica . 
]. Zac 
El orden en qne voy c1 esa rroll:mdo his consid eraciones sobre 
409 
/ 
~¡ 1 
1%\ l 
l1il 
J,1'1 1 
.11 
el tema de la transferencia, en térrn .inoi: <fo :inlc rn cc ión, l1:·1ce 
que sea oportuno que me refiera a algunas formulaciones desa-
rrolladas por J oel Zac. 
Las aportaciones de Zac ( 38) ( 39) al cc.tudio de la transfe-
rencia están bastante emparentadas con los puntos específicos 
que interesaron a Blegcr. Zac se ocupó de establecer las car::ic-
terísticas de la transferencia del "Yo" del psicópata. 
Distinguió tres tipos de vínculos que denominó: confusional 
(psicótico) , psicopático encapsulado y neurótico. En el primer 
caso dijo que los núcleos ::iutistas pueden deterrninar desinte-
grac,iones en el Yo; en el segundo, se refirió a una patología en 
donde el descontrol y la violenta irrupción en el objeto y en 
las partes del Yo, de los objetos y las partes del Yo masiva-
mente d estructivos, hacen pensar que estos pacientes presentan 
en la transferenci"l técnicas maníacas y epíleptoides. En el ter-
cer caso, que él denominó neurótico, enfatizó que la per tur-
bación básica se localiwba en el proceso de s.irnbolización y 
que podía exteriorizarse en el psicópata que utiliza en la trans-
ferencia (a mi modo de ver) técnicas histéricas, fóbicas y ob-
sesivas con un déficit de adecuación a la realidad. Estipuló que 
cuando los objetos se instauran en el Yo, por medio de un víncu-
lo con un pecho nutricio, se encuen tra un conflicto entre cuáles 
de las partes del Yo gozarán del pecho alimenticio idealizado. 
Corno a su vez hizo una confrontación con las ideas de 
Meltzer y Joseph quiero transcribir las partes finales ele este 
trabajo de Zac ya que implican un intento de co tejar esquernas 
teóricos propios y de dos analistas discípulos ele M . Klein que 
difieren en su iwrnera de teorizar; "Esta perturbación ocurre 
de modo típico en la estructura psicópática donde alternan las 
áreas .. psicótica, psicopática y neurótica , con un predominio del 
úrea II que determina la patología · característica ele estos cu::i-
dros nosográficos: la actuación corno estereotipia. Ante la ame-
naza de frustración, cuyo umbral es mínimo, una parte del 
Yo asume bruscamente el 'liderazgo', según Mcltzer. Esto su-
cede.por medio de la identificación proyectiva en un movimiento 
que traslada el centro de gravedad. Esta situación básica condi-
cionará en el 'período inicial' ele la psicopatía el equilibrio in-
tré!-psíquico inestable ('balance' de B. J oseph). Si el incremento 
de las frustraciones moviliza el área psicopática encapsulada, 
aparece la psicopatía ~n su 'período de estado', surgiendo la 
relación específica de las partes del Yo 'instig.ador perverso' ' con 
las 'partes cld 'Yo esclavo' y los '.objel;cis dafi<1dos , que con téc- ., 
410 
' 1 º l 
¡ 
1 
nicas ornl-anal-sád ica s son id enliíicn das ( in t ra psíquicamente ) 
en esta parte del. Yo. 
"La amenaza destructiva al Yo determina la necesidad de 
identificar proyectivamente, en forma masiva y violenta, en la 
pareja externa ( simbiótica) , el área neurótica y la parte 'es-
clava' del Yo psicopático, con sus objetos dañados incluidos, 
que son controlados en el depositario exi:erno con técnicas 
histéricas, fóbicas u obsesivas. En un segundu paso, aparece 
la defensa hipocondríaca. Si estas técnicas psicopáticas no res-
tablecen el equilibrio previo, el Yo se desintegra. 
"De acuerdo con el predominio respectivo de la patología ele 
las áreas descritas, la desintegración del Yo puede llevar a la 
psicosis, al crimen o al suicidio". 
En es tos enunciados se pueden distinguir entre diferentes 
"clases" de comportamientos en relación con estados psicopá-
ticos. La principal objeción que cabe hacer a este tipo de 
c-nunc iados, es la utilización ele dclerminados giros (núcleos-
partes cscla vas) y la ausencia de algunos datos que reúnan las 
condiciones ele "observabiliclacl'', a las cuales me he referido en 
el Capí tulo III, cuando aludí a la metodología ele Carnap y 
a la necesidad de mejorar nuestra manera de sistematizar e in-
tercambiar experiencias. 
La contribución que es de mayor interés, y que sí reúne los 
requisitos que he mencionado antes, es el trabajo ele Zac sobre 
la relación semana-fin ele semana y el acting out (38). Este 
último trabajo, donde Zac reaJiza una verdadera generalización 
empírica, puede ser utilizado .corno ejemplo contrastante con el 
trabajo anterior del mismo autor. 
A Garma 
A. Garma ( 12b), al referirse a la ac titud del psicoanalista y 
el paciente en el tratamiento psicoanalítico, dice que hay que 
evitar los con tactos mutuos fuera ele la sesión. De es ta manera, 
el analizando, al no saber nada Lle la vida real del analista, lo 
toma a éste sólo como un espejo o pantalla donde puede verse 
reflejado con mucha claridad. También expresa que el psicoana-
lista debe intervenir exclusivamente con interpretaciones, sin 
añadir normas ele comportamiento al ¡:!nfenno; que las técnicas 
"maravillosas'', ya sea con hipnosis, drogas o ácido lisérgico, 
no sqlo no 'ayudan al enfermo sino que empeoran el trata-
n¡ieI}tO. Luego agrega q ue sólo el control del tratamiento del 
411 
~~ - ·------------.....---
psicoan<ilista con otro el e mayor experienc ia, puede aym1ar a la 
comprensión del caso a través del mejoramiento de la técnica. 
E n este punto puedo encontrar una cierta correlación con mi 
idea acerca de las dos maneras de investigar en análisis, ya que 
la supervisión es una el e las maneras de complementar Ja in-
dagación psicoa11alítica en la ses ión . 
En relac ión con el acierto o error en la interpretación , Garma 
se refi ere a los efectos de la misma. Dice que no basta que 
una interpretación sea acertada, sino que debe ofrecer una salida 
óptima, p artiendo del reconocimiento de los logros_.,ac.tuales del 
paciente. Pero mientras és te no esté curado, en dichas realiza -
ciones hahrá elementos perjud iciales . Carma cuestiona que si 
sólo se enfatiza esto último pueden ocurrir efectos nocivos . Tmn-
bién destaca el d estin o ele la culpa en lo que él denomina una 
interpretación "liberadora", que en lugar de provocar un in-
cremento de la culpa hará que el paciente perciba sus deseos 
de muerte y el dolor frente a ello. D istingue los efectos de 
estas interpretaciones de todas aquellas que incrementan el do-
lor del arrepentimiento. Considera errón eas las :in terpretaciones 
en las que se explicitan sólo la agresión y los deseos de muerte . 
Los efec tos de la interpre tac ión en estos casos provocan en el 
paciente nn sentimiento de ser abandonado por padres malos 
en mal estado. Si bien menciona q ue Ja envidia puede provocat 
dichos deseos, los consid era angus ti antes . 
Si bien es cierto que resulta introgénica una intervención 
del anali sta en dond e textualmente se le dice al paciente qve 
"se siente culpable por . . . ", no me parece ópo1-tuno empi e,~l: el 
es tilo taxativo con que Canna formul<' estas hipótesis sobre teo-
ría de Ia técn ica. Esto, a su vez, malogra sus aciertos al enfocar 
imrlícitamente en términos operacionales y de interacción en 
el d iálogo analítico la interpretación del sentimiento el e culpa-
bilidad inconscien te. Si lo hacemos en términ os operacionales, 
cnn enunciados explícitos acerca ele pares complejos ele estí-
m ulos y respuestas, en los que se incluye algún elemento d e 
la situación analítica, sí es Fac tible formular interpretaciones q ue 
permitan el pasaje de comportamientos inconscien tes motivados 
por la cnlpa hacia formulaciones en donde e! ana1íw ndo mues-
tra poseer el ingrediente de responsabilidad que a él le corres-
poncle en el icho evento de culpa y castig~ sin consciencia de la · 
agresión, que puede ser connotada en el contexto del diálogo 
anaií l ico. De allí qu e, según sea el estilo con el cual se ernit:l 
una interpretación que informe ::i.l paciente ele su sentimiento 
412 
fr~'''""'im: 
,._. 
1· 
{,, .... 
éle culpabilidad inconsciente y L:irnbién de su necesidad de 
castigo, el analizando podrá o no captarla y aprovecharla pari 
tener una consciencia más clara ele que él es responsable, sin 
saberlo, de agravios, frustraciones o agresiones a los demás, y 
que luego sufre los efectos de lo que él ha rea liza do con ellos. 
Los enunciados taxntivos en dond e no se connota el e qué 
manera no deben ser interpretadas la culpa y la agresión caen 
fácilmente en el dogma y por ern;lw no pueden ser confrontados. 
Aunque estos enunciados Lle Carma derivan de las experien-
cias de la interacción analizando-analista, es to se pierde al pa-
sar al plano de las hipótesis sobre la teoría ele la técnica . De 
haberse conservado este espíritu al pasar de las inferencias clí-
nicas a los enunciados explícitos el e Ja teoría de la técnica re-
ferentes a las connotaciones distintas en que plleden ser detec-
tadas la agresión y la culpa y por ende fonmtladas en una in-
terpretación, no hubiesen ocurr ido discusiones que no ti enen 
sentido en psicoanálisis acerca de s.i "hay o no que interpretar 
la culpa o la agresión". 
Además, si Carma hubiese adscripto al término teóri co klei -
niano "envidia" el significado contextual de "desdicha y dolor 
experimentados pasivamente frente a otra persona presente, 
que es percibida como dichosa y gozosa", seguramente hubiese 
podido correlacionar es ta hipótesis sobre la envidia primaria 
con sus primeros trabajos, en donde y<l nos hablaba de un 
Superyó sádico al cual el Yo se sometía masoquistarnente. 
, ~on i:~spe,<;;to a),q,~ . !3foc;t~.s . a certados o eles.acertados ele la in ~ 
tei·pretación; y a:I 1iiónietífo en que dicha interpretación es for-
mulada al pacien te, ya me he ocupacJo extensamente de estn-
diarlos cuando establecí, en el Capítulo primero, sección 4, que 
la realimentación positiva o negativa dependen, a su vez, del 
predominio ele la transferencia pos.itiva o negativa . Todos aque-
llos pacientes en transferencia negativa realimentan positivamen-
te nuestros desaciertos y negativamente nues tros aciertos; lo in-
verso ocurre, por supuesto, cuando el pacien te está en trans -
ferencia positiv<L 
A Rascovsky 
En el trabajo "Fundam entos de b posición , maníaca" ( 32) es 
interesante señalar una n-ianera contrastante de escribir psico-
analíticamente, consiste,n te en la utilización ele lengua je teórico 
( Lt) o cuasi teórico. Yo no descarto la posibilichd de que un 
413 
t::::...·:-....-..;:::::.... . --· ---·----·~~-----
;' 
¡\¡. 
" 
estu<lio como el que hice en el capitulo anterior permita esta-
blecer hipótesis de nivel intermedio, en el cual el vocabulario 
teórico empleado por el autor adquiera significación dentro de 
la manera como considero que debe refornmlarse el psicoaná-
lisis en la actualidad. Pero este nivel intermedio es precisa-
mente el nexo (entre Lt y Lo) del que carece <licho traba jo 
de A. Hascovsky, Veamos esto en un ejemplo, referido al aña-
dido ele una posición maníaca, en una tríada con las otras dos 
posiciones que .fueron desarrolladas por M. Klein, muy en es-
pecial por su experiencia con los análisis tempranos. 
La introduccióú de una nueva "posición", en la teoría de A. 
Hascovsky, significa jerarquizar las técnicas defensivas manía-
cas que aparecen en una y otra posición kleiniana con sus res-
pectivas dos ansiedades. Yo considero (iue hablar de posición 
maníaca puede crear una confusión con irnp1icacioncs técnicas 
de bastante peso. Así, por ejemplo, una cosa es un analizando 
que destruye maníacamente por miedo a ser destruido, y otra 
cosa es un aiializando que se siente durante la sesión llevado 
por una tendencia a "efectuar un buen análisis". Mientras en 
el primer caso se puede decir que la "posición maníaca" es una 
identificación con el perseguidor que amenaza al Yo con ani-
quilarlo (posición esquizo-paranoide ele M. Klein), en el se-
gundo caso tenemos una "posición maníaca" que es en rea1idad 
una tentativa frustrada ele reparación (reparación maníaca de 
la posición depresiva de M. Klcin, como defensa frente a la 
culpa). El autor no connota a qué se refiere (Lo) cuando habla 
teóricamente ( Lt) de este terna. 
Hesulta interesante destacar, dentro del . esPl.o de A. Rascovs-
ky, que cuando hace refcrenc;ias a temas tales como filicidio o 
consecuencias del aborto, y prescinde de términos teóricos pu- . 
ros, sus descripciones es tán muy cerca de la base empítíca, pues-
to que con mucha frecuencia evocan situaciones vistas en los 
análisis, y además, personalmente rnc resultaron útiles puesto 
que me hicieron más receptivo a estos dos problemas que desa-
rrolló con otro lenguaje. 
Así ocurre, por ejemplo, en el siguiente fragmento ( 33): 
"Freud consideró el desarrollo ele Edipo rey como 'un pro-
ce~o ·que· puéde ser comparado con el trabajo psicoanalítico'. 
Nosotros trataremos la historia de Eclipo cqrno la ele un caso, 
·puesto ctue .. eoptan1os con suficiente material héreditario, his-
tórico y actual para esclarecer las bases del acting out y la 
conducta ps~copática resultantes de la exacerbación pcrsecuto-
414 
'1'¡ 
;r 
ria y de Ia activación de los mecanismos defensivos, anteriore~ 
a la represión. 
"Nos proponemos seiialar que el filicidio es el factor .causal 
fundamental en la génesis de ambos fenómenos y que consti-
tuye, ademús, el contenido latente que , subyace tras el parr.i-
cíclío y el incesto. El filicidio incluye una amplia gama de 
actuaciones y, para comprender cómo se configuran dentro del 
niño las características persecutorias que involucran a la madre 
real internalizada, deben incluirse las graves y comunes injurias 
inferidas tempranamente al lactante, tales como las vicisitudes 
traumáticas del embarazo y parlo, la circuncisión, las pertur-
baciones en la lactancia natural o artificial y, especialmente, las 
micro y macro variaciones cualitativas y cuantitativas del aban-
dono, etcétera. Estos factores incre1~1entan el acúrnulo agresivo 
inicial y la envidia innata y, consecuentemenle, la configuración 
exagerada de la posició~1 paranoide esquizoide del lactante". 
F. R. Cesio 
Las contribuciones de Cesio, muy espec ialmente las relaciona-
das con. la técnica psicoanalítica y con la reacción terapéutica 
negativa ( 7), ( 8), ( 9), utilizan el término "lclé-Írgo" con una de-
notación tal que, por su extensión excesivamente abarcativa, impo-
sibilita toda confrontación. 
Este autor parece enfatizar, por encima de la experiencia 
clínica, el valor de las hipótesis teóricas, que permiten, según 
él, desanollar nuevos descubrimientos. Así parece afirmarlo (9) 
cuando dice: "La teoría y la técnica psicoanalítica son dos 
·manifestaciones de una misma' hipótesi¡;. La teoría, en un sen- · 
tido, lleva ventajas,. atesorando así conocimientos que esperan 
ser 'i.ntegrados en la técnica para. alcanzar todas sus dimensio-
nes. En la obra de Freud enc'onti:amos 'tesoros' de conocimien-
tos que permanecen estáticos, a la espera de ser 'descubiertos'". 
Concuerdo con Cesio en que existen en la obra de Freud 
"tesoros" de conocimientos aún no utilizados, pero yo los ubi-
caría en sus trabajos clínicos y uo en sus traba,ios teóricos y 
menos aún en los técnicos, que no se adecuarona la evolución 
de · su experienda clínica. 
J. ;Bleger 
· Cohsidero que· 10 mM valioso de las ideas de J. Bleger consiste 
415 
-
·------····-- .. 
en algunos des::nrollos efectuados en su libro Psicoanálisis u dia-
léctica rnaterialisl'a ( 5). En especial, pienso que son impor-
tantes sus consideraciones cuando afirma, influido por Pichon 
Riviere, que "gradualmente en el desarrollo de la praxis psico-
analítica " se va produciendo un cierto divorcio o alejamiento 
entre la práctica y la teoría". Jerarquiza el valor ele las sesiones 
para superar este alejamiento .y afirma: "En la actualidad pasa-
rnos a considerar sistemáticamente la sesión psicoanalítica como 
una relación bipersonal, en la cual la conducta de cada uno de 
sus integrantes está en relación con las características presentes ele 
In situación"". 
"En esa relación bipersonal interviene no sólo lo que se ex · 
presa verbalmente, sino la conducta total del analista y del 
paciente. La conducta el e és te es captada por el analista en 
función ele la si tuación actual que están integrando ambos y, 
especialmente, en función de su esq11erna referencial "" ". Lo mis-
mo ocurre con el analizando ante la conducta del analista. 
"Cuando el analista interpreta, surge en el analizando un 
emergente original que es prop io del aquí-ahora-conmigo, el cual 
es a su vez aprehendido por el anaiista , constituyéndose de esta 
manera una espiral que se desarrolla permanentemente y que 
consta de tres momentos vi sibles: el material del paciente ( exis-
tente), la interpretación y un nuevo emergente (nuevo existente). 
"El contenido manifiesto de Ia relación se integra con un 
contenido latente en un proceso dialéctico en el cual el emer-
gente del anal.izando y la interpretación del analista son, -am· 
~ (Nota al pie de J. Dleger): "Prax is es el proceso del conocer, en 
el que co inc iden ~·:. pensam ien to y la acción, la teorfa y la prácti ca, y .en 
el que liay u na s11pe rac ión de la antítesis entr•e - corno d~cía Hegel- la 
'unilateraiidad de la su bje tiv idacl y la unilateralicbcl de la objetividad'. 
(Véase R. Mondolfo, E l materialismo histórico en Federico Engels, Rosa-
rio, 1940. )" 
"~ (Nota al pie de J. Bleger): "K. Lewin distinguió el plano de la 
causalidad histórica y el de la causalid ad sis temática o dinámica. Esta 
ültima busca la explicación de los fenómenos de la condu cta en lns rnülti-
p!Hs interaccione:; que se prw1uc.r n Pnt re los elementos rle una situación 
del:enninaéla y nunca <"n la 'nahnaleza' de cacln uno ele los elementos 
separadamente consd erados. ( SohrP el conjunto de 'las teo rías de Lewin, 
véase Cirocl, 11., Actitudes colectivas r¡ relaciones humanas, Barcelona, 1956; 
nrtículos <l e K. Lewin, . en Jlumon n·elai'ions, . l, 1, ] 947, v en torno 3 de 
Psychologie de l'enfant, el e L c,~,:michael.)" . 
••• (Nota al pie de J. Bleger) : "El esquema rt!ferencínl ,Jebe también 
ser consiclernclo como n11a actilud que aparece o se ndiva en cada n1omento 
tle la si t11 ación, o bien se con,;orva <'11 forma inaltnable o es tereotipadn." 
41 (j --i 
4 
bos, emergen tes ori g inales y momentos de la espiral del dcsa-
rrnllo dialéctico. 
"De esta manera, la tra nsl'erencia no puede ser vista como 
un fenómeno que 'sale' del paciente y ante el cual el anali~ta 
actúa como una pantalla o espejo ( Fenichel), o como un ca-
talizador ( Ferenczi), en el que se refle jan los conflictos del 
paciente, sfoo como un campo activo, original y particular, co-
mo lo es cada uno ele los vínculos que se establecen enh·e dos 
o más personas en cualquier situación. Por otra parte, debe 
tenerse presente que al interpretar la transferencia, el analista 
no sólo la señala al paciente, sino que al interpretarla la está 
al mismo ti empo creando o intensificando. La transferencia cum-
ple la misma espiral que todo emergente porque, de cualquier 
rnaner::i, el emergen te es siempre transferencial ". 
"Se confirma así d que la contratransferencia deja de ser un 
elemento perturbador (den tro de ciertos límites), para pasar a 
constituir un elemento activo, operante, integrante de una acti-
tud y participando indefectible e inevitablemente en la síntesis 
que es la interpretación • • . 
"La sesión psicoanalítica es, enlonces, .,_ma totalidad o con-
figuración el inúrnica ( gestalt-gesta ltung) en la cual cualquier 
modificación en uno de sus elementos no deja de allerar la 
es tructura total del campo, porque todos sus elementos soo 
interdependientes y -lo que nos interesa particularmente·- el 
emergente que surge en estas condiciones es un original de la 
'' (Nota al pi<·J de J. Blccger): "No se puede seguir sosteniendo que .fas 
reacciones de l analizando "11 el ana lista ocmren espontáneamente. Su 
condu cta es una respues ta al e•·1cuadre infantil y rígido, en el que está 
Expues to. E sto plantea muchos problemas a inves tigaciones posteriores y 
'la transferencia analítica deb e ser defin ida como · In gradual adaptación 
del analizando, por regresión, el encuadre analítico ele tipo infantil' · ( Mn-
calpine, I., 'The development of. tbe transference ', Th e Ps1¡clwanal. Qt1art, 
19, 4, págs. 501 -539, 1950. Sobre el problema de la regresión: "'innicott, 
D . W., Jnt. ]. l'sychoa11al., 36, 1, 1955) ." 
0
" (Nota al pie de J. Bleger): "El analista está también sujeto al en-
cna<lre infantil del anúlisis, <le! cual él es t111'1 parte, Maca lpine, I. (loe. 
cit.). Entre nosotros, debemos mencionar sobre problemas tmnsferenciales 
y contratransfere¡iciales, trabajos de : E. Ilacker; ( Rev. I,sicoanal., . 1952, 
1955); D. L ibennan (Rev. ·Psicoanal., 1956); A. · Pichon Rivie1'C (Revue 
F-rm1c. de Psycli , 1952 ); A. Pichnn Hi•'i.i:ne, ( RrJv. I'si,otmal., 1952); 
L. Alvarez cTe Tolerlo, ( Rev. Púicoanal., J 954) ; I ,, Grinber!( ( Asoc. Psico-· 
anal. Arg., n1arzo, 105())." 
cJJ"j' 
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1 
( 
; .·¡,: ~ "k ~:.:t11ti~1J~~ ~1<l!:r.:~ ·' · ·' ' 
situadón dada, y no la mera exteriorización de algo ya total-
mente presente en el psiquismo del paciente " ." 
Posteriormente, Bleger desarrolló nuevas hipótesis sobre la 
transferencia ( Ga) centradas en torno a la polaridad dependen-
cia-independencia. Considero dicha parte de su obra como un 
desarrollo de los enunciados de Fairbairn sobre Ja dualidad de-
pendencia total-dependencia madura y el período trnnsicional 
en que se entremezclan, coexisten y alternan elementos de uno 
y otra. Como sus ideas toman como punto de partida datos 
de la base empírica, me permiten, recordando lo ya dicho desde 
el Capítulo II, en que hablé d e la significación del intercambio 
tiempo-dinero, y las digresiones ulteriores que hice tomando hi-
pótesis semióticas, darle mayor significación al concepto de re-
gresión patógena y ele regresión funcional terapéutica. En esta 
última está actuando la dependencia .madura como disposición 
a la curación por el método psicoanalítico. No es toy en des-
acuerdo básico con Bleger en es te punto, pero considero que 
se pueden extraer más y más criterios de significación partien-
do d e las bases empíricas que corresponden a la praxis que él 
muy bien introdujo en su publicación anteriormente mencio-
nada. 
Además, Bleger utiliza los términos teóricos "autismo" y "sim-
biosis transferencia!" de una manera distinta a corno fue esta-
blecido por Kanncr y Mahler. En su sentido clásico cabría 
decir o bien que hay autismo o bien que hay simbiosis, pero 
Bleger consideró la coexistencia de autismo y simbiosis en la 
relación transforencial. Lo que me resul tó original de sus ideas 
es que señaló que un paciente puede mantenerse distante y 
controlando t¡ue el terapeuta no sobrepase la "barrera" autista 
y que al. mismo tiempo establezca un vínculo simbiótico que 
dicho autor formula en términos de d epositaci6n sobre el tera-
peuta de partes del paciente. A mi modo de ver, esta formula-
ción equivale a la hipótesis subyacente <J. lo qne clásicamente se 
en!:iende por b pareja simbiótica, que se reparte .funciones es-
• ( Nota al pie de J. Bleger):

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