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372 BÁRBARA YOLANDA PADILLA FERNÁNDEZ nucleolos centrales prominentes. No suelen pre- sentar una alta actividad mitótica ni crecimien- to papilar. El microscopio electrónico revela un citoplasma repleto de mitocondrias, responsables de la eosinofilia citoplasmática y del color pardo macroscópico [5]. Según los hallazgos histológicos distingui- mos 3 patrones: Organoide, tubuloquístico y alveolar. Frecuentemente encontramos masas mixtas que presentan distintas proporciones de los anteriores. Las células del tumor pueden infiltrar los tejidos blandos perirrenales y oca- sionalmente pueden estar presentes dentro de vasos pequeños e incluso grandes, pero esto no afecta a su comportamiento clínico benigno. Aunque se han descritos casos raros y dudosos de metástasis, no se conoce ninguna muerte por la enfermedad [5]. Genéticamente, los oncocitomas no presen- tan trisomía 3p-, ni trisomía 7/17, ni pérdida de cromosomas múltiples. Habitualmente muestran pérdidas de los cromosomas Y y 1, y en unos pocos casos se han descrito translocaciones que afectan al cromosoma 11 (11q13). También se ha descrito la pérdida de heterocigosidad en el cromosoma 14q [3]. Se ha detectado un grupo de pacientes con múltiples lesiones oncocíticas que ha derivado en el acuñamiento de oncocitosis: Algunos tu- mores presentaban una morfología híbrida entre oncocitomas y CCR cromófobo, lo que sugiere que estos tumores podrían estar genética o etio- lógicamente relacionados. Se ha propuesto la hi- pótesis de que los tumores cromófobos podrían representar una progresión genética/morfológica del oncocitoma. La mayor parte de los pacientes identificados pertenecían a familias afectadas por el síndrome de Birt-Hogg-Dubé [5]. El punto crucial es el diagnóstico diferencial de los oncocitomas (benignos) y los carcinomas cromófobos (malignos). La edad media en el mo- mento de la presentación y el predominio mascu- lino son similares en ambos tipos de tumores, y por lo general suelen detectarse incidentalmente [5]. El tamaño tumoral medio fue de entre 4 y 6 cm, similar al de los CCR [3]. La caracteriza- ción por medio de estudios de imagen es difícil y en ocasiones lleva a confusión, llegando al diag- nóstico de certeza tras la cirugía. Suele ser típica en el TAC la cicatriz estrellada central, y en la angiografía la disposición en rayos de rueda de las arterias nutricias. En la RMN, los hallazgos son una cápsula bien definida, la cicatriz estrella- da central y la presencia de distintas intensidades en las imágenes de T1 y T2, aunque no son datos patognomónicos [6]. La mayoría de los autores descartan el diagnós- tico mediante aspiración con aguja fina o biopsia renal debido a esta dificultad en el diagnóstico diferencial clínico con las formas granulares de carcinoma de células renales convencional o las variantes eosinofílicas del carcinoma de células renales cromófobo o cromofílico. Además, se ha descrito que hasta en un 32% de los casos coexis- ten el carcinoma de células renales y el oncocito- ma en la misma lesión o en otras localizaciones del mismo riñón [6]. Por lo tanto, es difícil caracterizar estos tu- mores antes de la cirugía, lo que conlleva que se realice una nefrectomía ante la incertidumbre de que se trate de una neoplasia de mayor grado [3]. Si es posible, se prefiere una cirugía conservadora de nefronas, ya que estos tumores se caracterizan por la multicentricidad, la bilateralidad y la reci- diva metacrónica hasta en un 13% de los casos. Las opciones de tratamiento en estos casos son la nefrectomía (tanto radical como parcial), la crio- terapia y la radiofrecuencia [6]. 3. ANGIOMIOLIPOMA El angiomiolipoma es un tumor mesenqui- mal benigno que pertenece a la familia de los PEComas (tumores de células epitelioides peri- vasculares) que consiste en cantidades variables de tejido adiposo maduro, músculo liso y vasos de paredes gruesas [7]. La prevalencia general es del 0,44%. Se postula una influencia hormonal debido al predominio en el sexo femenino (pre- valencia del 0,6% frente al 0,3% en hombres) y el escaso número de casos presentes antes de la pubertad, superando la mayoría de los pacientes los 50 años [3, 8] Entre el 20 y el 30% se hallan en pacientes con el síndrome de esclerosis tuberosa (retraso mental, epilepsia, adenomas sebáceos cutáneos), que presentan penetrancia incompleta con sólo un 50% de los pacientes padeciendo angiomio- lipomas. En esta población, la edad media de UROLOGÍA CAPÍTULO 07. TUMORES DE RIÑÓN 3. ANGIOMIOLIPOMA
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