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Asignación I Fides et Ratio Síntesis Armando Ordosgoite

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IUSPO Los Teques, 31 de octubre de 2022
Educación Mención Filosofía
Filosofía de la Ciencia I
GAZHAL Jorge ORDOSGOITE Armando
Una breve síntesis de la encíclica Fides et Ratio del Papa Juan Pablo II
En la encíclica Fides et Ratio, el ahora santo, el Papa Juan Pablo II se refiere a la fe como
don y gracia de Dios, y la razón como virtud innata y única del hombre. Pone especial
atención la relación entre fe y razón, También, la autonomía de la filosofía respecto a la
teología y el discernimiento del conocimiento filosófico y los contenidos de fe a la luz del
Magisterio de la Iglesia.
El Papa Juan Pablo II, con profunda convicción afirma que, la fe se funda en el
testimonio de Dios, es decir, en la revelación y cuenta con la ayuda sobrenatural de la gracia.
La razón se apoya sobre la percepción de los sentidos y la experiencia del hombre, y se
mueve a la luz de la sola inteligencia.
Ahora bien, de lo expuesto anteriormente es posible llegar a una primera conclusión:
La verdad alcanzada a través de la razón y la verdad que proviene de la fe no se
confunden, ni una hace superflua la otra, una está dentro de la otra, y cada una tiene su propio
espacio de realización.
Esta unidad y síntesis entre fe y razón, alcanza su máximo esplendor en la mente y el
corazón de dos grandes santos de la Iglesia: san Agustín y santo Tomás.
San Agustín logró hacer la primera gran síntesis del pensamiento filosófico y teológico
en la que confluían las corrientes del pensamiento griego y latino. En él, la gran unidad del
saber que encontraba su fundamento en el pensamiento bíblico, fue confirmada y sostenida
por la profundidad del pensamiento especulativo.
Por su parte, santo Tomás reconoce que la naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede
contribuir a la comprensión de la revelación divina.
Con esto es posible llegar a una segunda y tercera conclusión:
La fe, no teme a la razón, sino que la busca y confía en ella.
Con esto se tiene la presencia de otras dos formas de conocimiento, ambos
complementarios y distintivos entre si: el conocimiento filosófico que se fundamenta en la
capacidad del intelecto humano, y el conocimiento teológico, que examina los contenidos de
la fe, acercando al hombre a una comprensión, no del todo, del misterio de Dios.
También se reconoce la necesaria autonomía que la filosofía y las ciencias, y también la
teología, necesitan para dedicarse eficazmente a sus respectivos campos de investigación.
Tal autonomía no puede confundirse con la nefasta separación entre filosofía y teología
que da al termino del medioevo.
En este sentido, lo que el pensamiento patrístico y medieval había concebido y realizado
como unidad profunda fue destruido de hecho por los sistemas que asumieron la posición de
un conocimiento racional separado de la fe o alternativo a ella.
Como consecuencia de ello, en la proximidad del hombre moderno, cobra fuerza la
interpretación nihilista sobre la existencia.
En este sentido, el Magisterio puede y debe ejercer con autoridad a la luz de la fe, su
propio discernimiento crítico en relación con las filosofías y las afirmaciones que se
contraponen a la doctrina cristiana.
Sin embargo, este discernimiento no debe entenderse de forma negativa, como si la
intención del Magisterio fuera eliminar o reducir cualquier posible mediación.
Con la misma atención, la Iglesia ha querido reafirmar los principios fundamentales para
una genuina renovación del pensamiento filosófico, indicando también las vías concretas a
seguir.
Según mi parecer, la razón tiene que mover al hombre a un discernimiento de la propia
existencia. Tal discernimiento ha de expresarse en la vivencia plena de la libertad.
Sin embargo, para el hombre creyente, la razón ha de conducir al hombre a una constante
búsqueda de Dios, de un esfuerzo constante de corresponder a su inmenso amor, que se
expresa en un obrar libre, optando siempre entre lo bueno y lo mejor. Esto solo sucede
cuando la fe ilumina la razón y la palabra de Dios toca la vida del hombre.
Si bien es cierto, después de la trágica ruptura entre fe y razón, lo que conviene hacer es
una valoración del conocimiento científico y rescatar el conocimiento metafísico del cual hoy
en día se sigue marginando. Pues, aun con tantos avances y desarrollo de las ciencias, no ha
sido posible llegar a un conocimiento pleno de lo inmanente y trascendente.
Ademas, en estos tiempos en el que hombre creyente y no creyente se encuentra
asechado por un sin fin de ideologías y modo de ser y obrar, conviene que la Iglesia salga de
sí misma y busque al hombre que a diario exige respuestas y se haya en un sin sentido de la
propia existencia. El hombre contemporáneo tiene ansias de Dios, pero en estos tiempos, no
se lo hemos sabido mostrar.
Acercando el hombre a Dios, será posible que la fe penetre hasta lo más intimo de la
razón.

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