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Babesia spp. Adriana Pabón Silvia Blair INTRODUCCIÓN La babesiosis es una antropozoonosis que afecta las células rojas de animales y es causada por protozoarios intraeritrocíticos del filo Apicomplexa, orden Piroplasmida y género Babesia.[1] transmitidos a los seres humanos de manera accidental por picadura de garrapatas de la familia Ixodidae infectadas con la forma intraeritrocítica del parásito. La sintomatología de la enfermedad es similar a la de la malaria.[2] Este parásito fue informado por primera vez por Víctor Babés (1854- 1926). Posteriormente, Kilborne y Smith, en 1893.[3] [5] le dieron el nombre de Babesia al protozoario causante de la fiebre del ganado.[6] La babesiosis humana es causada principalmente por dos especies: B. microti, reconocida hoy como un complejo de especies diversas que parasitan hospederos diferentes como roedores, insectos y seres humano.[5] y B. divergens de la que, según M’Fadyean and Stockman en 1911, citados por Zintl y colaboradores (2003) se ignoraba la capacidad de ser transmitida a seres humanos.[4] [7] Sin embargo, de otras especies como B. bovis y B. bigemina también se informó que pueden infectar a seres humanos.[7] Posteriormente, se informaron algunas características de la babesiosis humana y del vector implicado y se supo que para B. microti el reservorio más importante es el roedor Peromyscus leucopus y el vector es Ixodes scapularis.[8] que existe principalmente en Estados Unidos, mientras que en Europa B. microti es transmitida por I. trianguliceps e I. ricinus. B. divergens, presente también en Japón y Europa, tiene como vectores a I. persulcactus e I. ricinus[7] y entre los reservorios están el ganado bovino y algunos primates. Babesia spp., es de distribución mundial; durante los últimos 50 años la epidemiología de la babesiosis ha cambiado desde la presentación de unos pocos casos aislados a la expansión y designación de áreas endémicas en el sur de Nueva Inglaterra, Nueva York, Nueva Jersey y el norte del Medio Oeste.[9] Igualmente se ha informado la presentación de casos en un amplio rango geográfico de Europa, Asia, África y Suramérica.[9] B. divergens es el agente más común de la babesiosis humana grave en Europ.[5] y se presenta con menor frecuencia en Estados Unidos. Esta especie se asocia a pacientes esplenectomizados.[7] [10] [11] Por otro lado, B. microti ha causado desde finales de la década de los años 60 del siglo XX más de 300 casos graves de babesiosis en pacientes no esplenectomizados de Estados Unidos, lo que muestra que la gravedad varía en función de la especie.Es evidente el éxito evolutivo de este parásito que se demuestra por el gran número de especies descritas (más de 100 hasta la fecha) que lo hace comparable con Plasmodium, con el que comparte proximidad filogenética y numerosas características biológicas como el hecho de que ambos protozoos son transmitidos por vectores (artrópodos), poseen multiplicación asexual en los eritrocitos de los vertebrados, reproducción sexual en el vector y producción de esporozoítos en las glándulas salivales del vector. Babesia, por lo tanto, puede considerarse como un género específicamente adaptado al uso de las garrapatas como vectores (y no a Diptera como Plasmodium).[2] Babesia y sus dos hospederos, la garrapata (vector) y el vertebrado, representan un sistema complejo en el cual las interacciones entre los tres organismos son muy largas. En primer lugar, el contacto íntimo entre la garrapata y su hospedero, es decir, la picadura de la garrapata, puede tener una duración entre dos días y dos semanas, dependiendo del estadio del vector (larva, ninfa o hembra adulta) y de la especie de garrapata, lo que permite un amplio diálogo molecular entre la garrapata y el hospedero vertebrado que no se da en el contacto con los mosquitos que dura solo unos pocos segundos. Después de ser introducidos los esporozoítos, mezclados con componentes salivales de las garrapatas, las babesias pueden persistir asintomáticamente dentro de su anfitrión durante varios años y el mantenimiento y persistencia dentro del vector están garantizados por la transmisión vía transovárica y transestadial a varias generaciones de garrapatas. Todas estas características afectan la transmisión de Babesia y dependen de las estrategias de adaptación de los tres organismos. Filogenia Como se anotó arriba, el género Babesia pertenece al filo Apicomplexa, una de las primeras ramificaciones del linaje eucariota, que se caracteriza por la presencia de un complejo apical y un citoesqueleto distinto al de otros eucariotas. Aunque ya están completos y disponibles los genomas de los diferentes géneros de los Apicomplexa, es decir, de Plasmodium, Theileria y Babesia, no están documentadas las relaciones filogenéticas entre los diferentes vectores que los transmiten, lo cual dificulta comprender la evolución de estos parásitos. Los genes clave que pueden estar involucrados particularmente en los aspectos biológicos de estos parásitos se podrían identificar comparando los genomas de Apicomplexa estrechamente relacionados pero con diferentes características biológicas.[12] Desde el descubrimiento del género Babesia a finales del siglo XIX, muchas especies diferentes se han asociado con diversos animales domésticos y silvestres. La descripción y clasificación de Babesia spp., (y su distinción de Theileria con la que tiene estrecha relación) se basaron inicialmente en características morfológicas, principalmente en el patrón de ensamblaje de los merozoítos en los glóbulos rojos, pues los dos géneros se definieron de acuerdo con los sitios de multiplicación en el hospedero vertebrado y los modos de transmisión dentro de la garrapata. Babesia spp., solo se multiplica en los eritrocitos del vertebrado y se transmite transováricamente en el vector. Así, el género Babesia difiere claramente de Theileria porque esta última se multiplica en los linfocitos y luego en los eritrocitos y no se transmite transováricamente en la garrapata. Esta restricción excluye algunas especies previamente conocidas como B. equi y B. microti del género Babesia pero que por datos moleculares y el estado monofilético han sido incluidas como Babesia spp., con capacidad de desarrollo en un amplio rango de hospederos vertebrados (sobre todo en mamíferos y aves) y en garrapatas (en su mayoría garrapatas duras).[12] El progreso en la identificación Babesia spp., ha llevado al reconocimiento de nuevas especies hermanas; por ejemplo, B. canis, que se ha asociado con el perro y previamente descrita como una sola especie, ha sido dividida ahora, con base en datos moleculares y biológicos, en por lo menos tres especies distintas o subespecies: B. c. canis, B. c. rossi, B. c. vogeli, con diferentes garrapatas como hospederas: Dermacentor reticulatus, Haemaphysalis leachi y Rhipicephalus sanguineus, respectivamente, y que conducen a diferentes patrones epidemiológicos. Se están aislando nuevas especies de Babesia de diversos vectores y vertebrados.[12] Ciclo de vida Como los demás parásitos del filo Apicomplexa, Babesia pasa por tres fases de reproducción: 1. Gametogonia (formación y fusión de los gametos en el interior del intestino de las garrapatas); 2. Esporogonia (reproducción asexual para la formación de esporozoítos y migración a las glándulas salivales); 3. Merogonia (reproducción asexual en el hospedero vertebrado).[2] [5] [7] Desarrollo en las garrapatas. El ciclo se inicia cuando las garrapatas ingieren eritrocitos infectados con Babesia; la mayoría de los parásitos ingeridosse degeneran y se destruyen, pero algunos estadios específicos (pregametocitos) sobreviven y se desarrollan convirtiéndose en gametocitos. Pocas horas después de la ingestión empiezan a aparecer los gametos, que son cuerpos alargados, con forma de rayos o puntas de flecha. Estas formas se denominan en alemán Strahlenkörper (cuerpos en rayo). La fusión de los gametos en la luz del tubo digestivo de la garrapata forma el cigoto, que es una célula alargada con longitud aproximada de 8-10 µm, provista de organelas en la parte en flecha que facilitan la penetración celular. Una vez que este extremo entra en contacto con la membrana celular del intestino medio de la garrapata, se produce una invaginación a su alrededor en el punto de contacto. No se produce una membrana parasitófora como tal y la membrana celular del intestino medio se lisa en el punto de entrada, al parecer por acción de enzimas proteolíticas que se liberan de una estructura en espiral ubicada en el extremo del parásito. La función de la punta de flecha parece ser muy similar a la de las roptrias y los micronemas de otros protozoarios. Una vez que el cigoto de Babesia se ha internalizado, desintegra la organela en punta de flecha y se transforma en un estadio móvil, denominado ooquineto. La meiosis, que indica el comienzo de la esporogonia en el ciclo de vida de los Apicomplexa, probablemente ocurre en esta fase porque el ooquineto parece ser haploide. Los ooquinetos se escapan del epitelio del intestino medio e invaden los tejidos del cuerpo de la garrapata. La invasión de los ovarios produce la infección de muchos huevos (transmisión transovárica). El desarrollo posterior de Babesia incluye la multiplicación asexual, la esporogonia continua y el desarrollo de numerosos quinetos (esporoquinetos). La esporogonia se lleva a cabo en cada fase de desarrollo de la garrapata constituyendo una infección babesial durante cada estadio que se pasa a la siguiente etapa (transmisión transestadial). Algunos quinetos también invaden las glándulas salivales de la garrapata; en un ciclo final de desarrollo se producen los esporozoítos que constituyen los estadios infectivos del parásito para el hospedero mamífero.[2] [5] [7] [12] Desarrollo en los hospederos vertebrados. Los hospederos vertebrados, entre ellos el ser humano, se infectan por la inyección de esporozoítos contenidos en la saliva durante la picadura de garrapata. A diferencia de Plasmodium o Theileria, los esporozoítos de Babesia penetran directamente en las células rojas y todos los estadios parasitarios se desarrollan en los glóbulos rojos. El parásito produce dos merozoítos por fisión binaria. Después de la lisis de los eritrocitos, los merozoítos invaden nuevos eritrocitos y ocurren sucesivas merogonias. La multiplicación es asincrónica y ocurren al mismo tiempo diversas fases de división del parásito en el torrente sanguíneo. El tamaño y la ubicación de los merozoítos dependen tanto de la babesia como de las especies de vertebrado que parasita. Por ello, Babesia spp., se divide en dos grupos: 1. Babesias grandes (B. bigemina, B. canis, B. major, B. motasi) cuyos merozoítos son más grandes que el radio de los eritrocitos; 2. Babesias pequeñas (B. bovis, B. divergens, B. gibsoni., B. ovis) en los que los merozoítos son más pequeños que el radio de los hematíes. Esta división de las babesias en grandes y pequeñas se basa en las características morfológicas y no tiene ninguna base genética clara. Por otra parte, la variabilidad intraespecífica fenotípica, con diferentes tamaños o formas del parásito en bovinos, células de la sangre humana o jerbos, ha sido descrita para B. divergens.[2] [5] [7] Transmisión y adaptación de Babesia spp., a sus hospederos. Una característica común de los parásitos del filo Apicomplexa transmitidos por vectores es la existencia de estadios celulares implicados en la transmisión entre los hospederos vertebrados y el vector, es decir, los gametocitos, y otros que participan en la transmisión del vector al vertebrado, los esporozoítos. Hasta la fecha, estas fases están mal estudiadas y las investigaciones sobre transmisión (eficiencia, velocidad, condiciones que puedan modular la inducción de los estadios de transmisión o la expresión génica diferencial) se ven afectadas por la falta de conocimiento sobre el desarrollo del parásito y por la ausencia de marcadores específicos conocidos.[2] [5] [7] Gametocito. Los parásitos del género Babesia comparten muchas características con otros parásitos como los del género Plasmodium. Una diferencia entre estos dos hemoparásitos es que Babesia no produce gametocitos completamente diferenciados en los vertebrados. En los plasmodios se han descrito cinco etapas de diferenciación, la primera de ellas indistinguible de los respectivos trofozoítos. No se sabe si la diferenciación sexual de las babesias comienza en el hospedero vertebrado, con gametocitos que no se pueden diferenciar de las formas asexuales o solo en la garrapata. La diferenciación posterior de los gametocitos está vinculada a la presencia de factores de inducción en las garrapatas y a las interacciones específicas entre los dos organismos. El desarrollo secuencial de las etapas del parásito en las garrapatas se demostró cuando el material intestinal lleno de sangre de la hembra de Rhipicephalus microplus se agregó a los cultivos de B. bigemina, o cuando se cambiaron las condiciones de cultivo (temperatura, gas). Al parecer son necesarios cierta temperatura y algunos “factores” presentes en los extractos del intestino medio que las garrapatas ingieren, pero esto no ocurre en los eritrocitos de los bovinos.[12] Sin embargo, hasta la fecha no se ha identificado ninguno de estos factores. Una hipótesis es que la diferenciación de los gametocitos observada en Plasmodium spp., es una adaptación específica del ciclo de vida del vector díptero, en el que solo las etapas adultas son hematófagas. Plasmodium spp., tiene que completar rápidamente su ciclo de vida (reproducción sexual, producción de esporozoítos y migración a las glándulas salivales) en la fase adulta del vector con el fin de lograr su inoculación a otro hospedero vertebrado. Para Babesia spp., (y para otros protozoos transmitidos por garrapatas, como Theileria spp.), la alimentación con sangre en cada etapa de la garrapata y la transmisión transestadial son adaptaciones clave a su vector.[12] Esporozoítos. Los ooquinetos están presentes en las glándulas salivales antes y después de la infestación del hospedero; se diferencian dentro de los acinos de dichas glándulas en esporontes polimorfos de aproximadamente 60-300 µm de diámetro, con salientes periféricos en forma de dedo, de los cuales se inicia la formación de esporozoítos. Unos cinco días después de haberse adherido estos a los eritrocitos, cada célula hospedera grande puede contener miles de esporozoítos diferenciados piriformes con un polo que contiene organelas (roptrias y micronemas) típicas del complejo apical. Similares características de desarrollo se han descrito para B. occultans, B. ovata, B. gibsoni, B. ovis, B. bigemina, B. bovis y B. canis. En el caso de B. canis, no se han identificado la formación de esporontes ni las formas piriformes típicas de los esporozoítos, las que, al parecer, son el resultado de las sucesivas fisiones binarias. La diferenciación del esporozoíto solo comienza cuando la garrapata se adhiere a su hospedero vertebrado. El aumento de la temperatura es necesario para la diferenciación de B. bovis y B. bigemina, pero otros varios factores también pueden estar asociados con el iniciode la toma de sangre, en particular, la hipertrofia de las glándulas salivales y el aumento de su actividad metabólica y de síntesis.[2] [5] [7] Aspectos clínicos de la babesiosis humana. La babesiosis humana puede manifestarse como una infección asintomática de varios meses o años de duración o como una enfermedad grave, con tasa alta de mortalidad. Su curso clínico depende fundamentalmente de las características del hospedero (edad, inmunocompromiso, esplenectomía, infecciones asociadas) y de los parásitos (especie, cepa, tamaño del inóculo infectivo y nivel de parasitemia). Igualmente, es fundamental el mecanismo de transmisión: picadura de garrapata, transfusional o transplacentaria.[7] [13] [14] Período de incubación. Parasitológicamente está constituido por el tiempo que transcurre desde el momento de la picadura, con la inoculación de esporozoítos, pasando por la invasión de los mismos a los glóbulos rojos hasta su multiplicación. En general dura entre una y 10 semanas, pero puede ser tan largo como de tres meses; es más corto por picadura de garrapata (entre una y tres semanas.[7] y puede durar hasta nueve semanas o más en el caso de las transfusiones sanguíneas.[13] La duración depende también de la experiencia inmune del hospedero y de la gravedad de la infección.[2] Durante este tiempo el paciente puede presentar síntomas prodrómicos vagos como malestar general, artralgias, mialgias, cefalea y anorexia.[7] [15] Es importante resaltar que Babesia es uno de los parásitos sanguíneos más silenciosos y puede permanecer durante mucho tiempo sin producir sintomatología, aspecto que posibilita el paso tan rápido de asintomática a mortal.[2] [8] [13] Clínica de la babesiosis. Se han reconocido tres fases durante la babesiosis humana: la fase de infección asintomática, en la que el parásito permanece silencioso en el hospedero; la fase aguda en la que se presentan los síntomas que la caracterizan y la fase grave que presenta el mayor número de complicaciones que pueden llevar a la muerte.[15] Infección asintomática. La fase asintomática sigue siendo un enigma; la mejor evidencia de que existe es la incidencia significativa de babesiosis transfusional.[8] Krause y colaboradores.[15] afirmaron que alrededor de 25% de los adultos y de 50% de los niños infectados por B. microti son asintomáticos. Se ha explicado esta condición clínica por la capacidad del parásito de expresar antígenos en la superficie de los eritrocitos, mediante los cuales evade la respuesta inmune; por ello, puede coexistir con el hospedero por largos períodos, meses o años, sin causar daño ni aparecer en la sangre. B. microti ha persistido hasta por 18 meses en el organismo humano.[8] [15] Esta ventaja evolutiva para el parásito constituye una amenaza para el hospedero dada la baja capacidad para diagnosticarla en la sangre y comprobar su presencia en tejidos u órganos.[8] Otra evidencia de que existe el estado asintomático son los altos títulos de anticuerpos IgG en los pacientes, lo que sugiere antecedentes de contacto y cronicidad. Estos pacientes tienen la posibilidad de recrudescencia de los síntomas y parasitemia sin nueva exposición a vectores, lo que dificulta un diagnóstico certero.[16] Fase aguda. Se presentan anemia, ictericia por hemólisis y fiebre entre 40ºC y 41°C, acompañada de escalofrío, sudoración y cefalea; puede haber vómito y diarrea.[2] [7] [13] Esta fase corresponde al desarrollo intraeritrocítico de las formas asexuadas del parásito y a la lisis posterior de eritrocitos parasitados y no parasitados; se da con elevación de la parasitemia asexuada, estímulo antigénico a los macrófagos y liberación de mediadores solubles como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) que estimulan la producción de fiebre y el resto de la sintomatología. Este cuadro clínico se parece a una malaria y puede durar entre cinco y ocho días antes de que el paciente elimine los parásitos; si esto no ocurre, se pueden presentar complicaciones que dependen de las características genotípicas de la babesi.[13] [15] y del estado inmune del hospedero; tales complicaciones se presentan por lo general en pacientes asplénicos o inmunocomprometidos. Al parecer, y como en la malaria, entre la fase aguda de la enfermedad y la babesiosis grave existe una fase intermedia o de signos de peligro que permite determinar si el paciente va a sufrir complicaciones. Sin embargo, esto no se ha establecida aún. En una revisión de 139 casos de pacientes hospitalizados en Nueva York, con diagnóstico de infección por Babesia spp., entre 1982 y 1993, los autores encontraron unos signos pronósticos de gravedad que lleva rápidamente a la muerte, entre ellos: los días de hospitalización (14 días o más), estar en la unidad de cuidados intensivos (UCI) más de dos días, ser de sexo masculino, presentar valores de fosfatasa alcalina por encima de 125 U/L y tener un recuento de leucocitos mayor de 5.000/µL.[15] Otro aspecto llamativo del patrón clínico de la babesiosis humana es la relación que existe, o especificidad, entre las especies de Babesia, el lugar geográfico y la sintomatología. En Europa la babesiosis humana por B. divergens tiene mayor gravedad que la debida a B. microti[2] y allí mismo se han presentado casos de babesiosis humana por B. bovis, B. canis y B. microti sin enfermedad grave. Actualmente se considera que la presencia de B. divergens en un paciente esplenectomizado es una emergencia médica, porque en muy corto tiempo se pueden presentar coagulación intravascular diseminada, hemoglobinuria grave, edema pulmonar, trombocitopenia, dolor abdominal, fiebre de 40ºC-41°C, falla renal por depósitos de hemoglobina en los glomérulos y la muerte que suele ocurrir en un promedio de cinco días después de que se presenta la hemoglobinuria.[1] [2] Con respecto a la enfermedad producida por B. microti en Norteamérica, es necesario tener especial atención al espectro clínico, pues la infección puede ser asintomática, incluso con el parásito presente en la sangre durante varios meses, o llegar a ser aguda y grave. Los síntomas se inician entre cinco días y cuatro semanas después de la picadura de la garrapata Ixodes infectada y lo hacen gradualmente con mialgias, adinamia, anorexia, fatiga, escalofrío y fiebre de 38°C, que es uno de los hallazgos más característicos; a veces hay náuseas y vómitos.[1] [2] La babesiosis aguda por B. microti amenaza con convertirse en un cuadro grave en las siguientes circunstancias que aumentan el riesgo de complicaciones: asplenia, edad mayor de 55 años, coexistencia de otras infecciones, inmunosupresión por medicamentos y quimioterapia.[1] [13]. En la década de los años 60 del siglo XX, en Washington, apareció un nuevo piroplasma: Babesia wal[1] diferente de B. microti, a pesar de presentar la forma tetrahédrica o en cruz de Malta que hacen las babesias pequeñas en los eritrocitos. Los síntomas de esta infección incluyen fiebre, escalofrío, mialgias y vómitos. Algunos casos han presentado coagulación intravascular diseminada, insuficiencia renal y trastornos pulmonares de gravedad variable.[1] los autores encontraron en ratones que este piroplasma tiene patogénesis diferente a la de B. microti, con mayor sobreexpresión de TNF-α e IFN- γ en el pulmón y lesiones pulmonares causadas más por sinergismo entre mediadores que por destrucción intraeritrocítica de parásitos.[1] Fase grave o complicada. Como en la malaria, los episodios graves tienen un espectro amplio de manifestaciones: anemia intensa, hipoglicemia, acidosis láctica, síndrome de dificultad respiratoria, falla hepática o renal, insuficiencia cardíaca, choque y muerte.[2] [15] Algunos investigadores refieren que el paciente puedepasar en cualquier momento de la fase asintomática a la falla multisistémica. Lo que está claro es que el paciente presenta afectación de los sistemas sanguíneo, hepático, renal y pulmonar y que estas complicaciones probablemente se asocien con la edad.[2] en efecto, los pacientes infectados por B. microti están en un rango de edad entre tres semanas y 86 años, pero el mayor número de casos clínicos se presenta entre los 50 y 60 años.[4] con una media de edad de los pacientes con infección leve o asintomática 30 años menor que la de los casos graves.[2] Otros aspectos que determinan la gravedad son la asplenia y la especie de Babesia; así, la infección por B. divergens (Europa) en pacientes esplenectomizados es más grave y mortal que la debida a B. microti (Estados Unidos) en individuos normoesplénicos.[2] Además, la coinfección con otros microorganismos transmitidos por garrapatas, como es el caso de Borrelia burgdorferi, causante de la enfermedad de Lyme, puede producir una inmunosupresión generalizada que llevaría a una sinergia antigénica entre microorganismos y a menor respuesta protectora.[2] Con respecto a las complicaciones, para algunos autores existe la babesiosis cerebral, pero se presenta de forma menos grave que en malaria y apenas se inicia el estudio de su patogénesis. La anemia (hemoglobina menor de 7 g/dL) ha sido considerada por varios autores como de tipo hemolítico.[2] [13] se ha explicado la hemólisis grave con hemoglobinuria e ictericia por fenómenos inmunes con destrucción de glóbulos rojos parasitados o no.[15] así como por otras circunstancias: cambios mecánicos, osmóticos, térmicos, congénitos o por medicamentos.[13] Patogénesis En la patogénesis de la babesiosis intervienen tanto la dosis infectiva (que para algunos animales es de 107 eritrocitos infectados) como la especie del microorganismo: como ya se dijo, se han identificado más de 100 especies de Babesia en roedores y aves y en seres humanos B. divergens y B. microti. Otros aspectos de importancia son el estado del hospedero (esplenectomizado, inmunosuprimido o adulto mayor.[7] y la coinfección con otros patógenos.[2] Sin evidencia de paso previo por el hígado, ni de fase exoeritrocítica, los esporozoítos de Babesia spp., se transmiten mediante picadura; la saliva de la garrapata facilita la infección porque tiene actividad antiinflamatoria e inmunosupresora; entran al torrente circulatorio y después de un proceso de adherencia a los eritrocitos los invaden de forma activa, semejante a la de Plasmodium, con invaginación de la membrana y formación de una vacuola parasitófora; la membrana de la vacuola se desintegra y el parásito entra en contacto directo con el citoplasma del eritrocito y da origen a la forma de trofozoíto, cuyo núcleo haploide se divide y da origen a dos merozoítos haploides que escapan a la lisis por parte del hospedero e inician la reinvasión y la multiplicación asexual. En este proceso los vectores (Ixodes spp.) adquieren mediante picadura algunos gamontes que permanecen en los eritrocitos y los transmiten a nuevos seres humanos.[2] [7] [17] No hay evidencias de que Babesia spp., tenga un ciclo preeritrocítico; sin embargo, se piensa que pueda tener uno semejante al de Theileria spp., que hace esquizogonias repetidas en leucocitos con producción de pequeños merozoítos que reinvaden eritrocitos y llegan a ser trofozoítos y a perpetuar la infección; sin embargo, aún falta esclarecer este asunto.[2] Algunos autores como Shih y Wang (1998.[18] señalan que solo B. microti puede desaparecer de la sangre periférica de forma natural, en pacientes inmunocompetentes, por un mecanismo que relaciona el bazo con la eritrofagocitosis y la actividad de la respuesta inmune celular, que cumple un papel crítico en la eliminación de la parasitemia, situación que no se da en pacientes esplenectomizados e inmunocomprometidos, quienes presentan altos niveles de parásitos y de gravedad. Aikawa y colaboradore.[11] informaron, en 1992, la presencia de glóbulos rojos parasitados adheridos a las células endoteliales de la microvasculatura en el cerebro de bovinos, el secuestro de eritrocitos parasitados por B. bovis y la existencia de salientes o protusiones en la membrana de los eritrocitos parasitados, similares a las excrecencias de P. falciparum pero diferentes de los llamados knobs.[5] Sin embargo, el secuestro parasitario en Babesia spp., es un asunto muy controversial. Clark y colaboradore.[10] informaron en 2006 que en la babesiosis humana hay secuestro parasitario; infirieron este resultado a partir de un paciente esplenectomizado, infectado por B. microti, que presentó secuestro en la microvasculatura y falla multisistémica; pero dado que la falla también ocurre en pacientes no esplenectomizados argumentaron que la presencia de Babesia spp., en la microvasculatura puede desencadenar un proceso inflamatorio sistémico como en la sepsis bacteriana o en la influenza grave que conduce a una falla multisistémica explicada de forma diferente a la de la malaria, es decir, sin oclusión de vasos ni hipoxia; por lo tanto, la patogénesis tomó un rumbo diferente. Homer y colaboradore.[2] presentaron en 2000 información acerca de la respuesta inmune de los hospederos mamíferos parasitados por Babesia spp.; afirmaron que este microorganismo puede poner a su favor la respuesta inmune humoral del hospedero y mostraron que la IgM puede bloquear las proteínas antigénicas del parásito expuestas en la membrana del eritrocito parasitado y permitir así que el parásito se desarrolle y sobreviva. Esta respuesta se inicia sobre los esporozoítos en el corto período que están libres en el torrente circulatorio antes de la invasión de los eritrocitos; allí la IgG específica los neutraliza o se une a ellos para impedirles entrar al eritrocito. Después, el parásito se multiplica intracelularmente y la parasitemia aumenta; la acción del bazo es fundamental en la eliminación dada su diversidad celular: tiene células B, células T activadas por antígenos de Babesia, células asesinas naturales (NK) y los macrófagos que después de ser activados liberan factores solubles como IFN-γ, TNF-α, óxido nítrico (ON) y especies reactivas de oxígeno (ROS, por la sigla en inglés de reactive oxigen species), que son responsables de la muerte intraeritrocítica del parásito. En conclusión, las respuestas inmunes humoral y celular son de importancia limitada en la protección de los individuos; para sobrevivir y multiplicarse Babesia spp., puede manipularlas expresando diversos antígenos en la periferia de los glóbulos rojos parasitados. La vía del complemento puede jugar un papel definitivo en la invasión de esta parasitosis facilitándola o inhibiendo la fagocitosis.[2] Shaio y Lin.[19] en 1998, incluyeron como mecanismos de defensa contra la babesiosis las células NK, que alcanzan valores muy altos en la fase aguda de la enfermedad, en la que también se eleva el TNF-α, citocina proinflamatoria producida por macrófagos, linfocitos T y B y células endoteliales. Estas últimas puede actuar a su vez como receptores celulares para actividades biológicas tales como: proliferación celular, inflamación y modulación inmune; ejercer una acción parasiticida contra protozoos intracelulares y mediar en trastornos inflamatorios de índole inmune debidos al reclutamiento de eosinófilos y polimorfonucleares neutrófilos (PMM); también pueden causar anemia y trombocitopenia, afectando células hematopoyéticas y desencadenando una citopenia periférica.[2] [19] [20] Retomando el tema se puede afirmar que los macrófagos tienen un rol dual en la patogénesisde la enfermedad en ratones; por un lado, los macrófagos activados inhiben la producción de ON y producen factores solubles que controlan la parasitemia, y por otro, según Otsuka y colaboradore.[21] (2002), los monocitos macrófagos activados producen un daño oxidativo en las membranas de los eritrocitos parasitados y así contribuyen a la destrucción de estos y de los no parasitados, asegurando su papel en la patogénesis de la anemia por B. gibsoni en perros; mediante un proceso de estrés oxidativo, inducido por la multiplicación de B. gibsoni, los eritrocitos no parasitados se destruyen por sensibilización con antígenos de los parasitados y se presenta una marcada actividad eritrofagocítica de los macrófagos, que aumenta la anemia. Acerca de la patobiología de Babesia spp., Krause y colaboradore.[15] se refirieron en 2007 a los cambios que se inician inmediatamente después de la inoculación del patógeno y del desarrollo de la infección; afirmaron que los aspectos fundamentales son la citoadherencia y la respuesta proinflamatoria del hospedero por citocinas y que la variabilidad antigénica es la explicación causal. Por otro lado, Allred colaboradore.[22] sugirieron en 2006 que Babesia spp., o B. bovis inducen cambios en las membranas de los eritrocitos parasitados, que se relacionan con la diversidad en la expresión de antígenos, y le atribuyeron un papel importante a la variabilidad antigénica conocida como el cambio fenotípico que ocurre en una población clonal de Babesia spp., atribuible a las interacciones ambientales en el hospedero dadas por el acúmulo de mutaciones genéticas que ocurren en casi todas las especies: B. microti, B. bigemina, B. bovis, en esta última demostradas con certeza.[23] Esta variabilidad antigénica le permite evadir la respuesta inmune del hospedero; las variantes antigénicas expresadas por B. bovis como VESA-1 son codificadas por una familia de multigenes Ves, semejantes a la familia Var de P. falciparum; al igual que en este, se presenta un número alto de cepas de B. bovis que pueden evadir la respuesta inmune y otro número significativo que puede mediar en la adherencia de eritrocitos infectados al endotelio vascular, sin hacer secuestro, facilitar la infección crónica y disminuir el acceso de las células inmunes o su destrucción por el bazo. La intensidad de la adherencia y la posibilidad de secuestro dependen del genotipo adherente de la babesia presente en el hospedero. Krause y colaboradore.[15] sugirieron en 2007 que la gravedad de la enfermedad depende, por un lado, del mecanismo patogénico del secuestro y propusieron un esquema en el que se correlaciona la clínica con la citoadherencia vascular y la respuesta celular a la infección, y por el otro lado, depende de la intensidad de la respuesta inflamatoria.[23] No hay certeza con respecto a la patogénesis de la infección asintomática pero se propone que depende de una falla en la respuesta inmune adaptativ.[15] ya que la adherencia al endotelio vascular puede disminuir el acceso de las células inmunes de los hospederos y prevenir la acción eritrofagocítica del bazo porque las babesias pueden infectar, multiplicarse y persistir en ese nivel local dado que la intensidad y tamaño de la adherencia dependen del genotipo de parásito y de la localización en el hospedero. Al parecer, en la babesiosis aguda el evento causal es el exceso de producción de citocinas proinflamatorias: TNF-α, IFN-γ, IL-1, IL-6, E-selectina, y las moléculas de adherencia vascular 1 (VCAM-1, por la sigla en inglés de vascular cell adhesion molecule) y de adherencia intercelular 1 (ICAM- 1, por la sigla en inglés de intercellular adhesion molecule).[15] [20] También existen evidencias, como en Plasmodium, de que el TNF-α cumple un papel dual según la concentración: si es baja, es parasiticida y si es alta, es responsable de los síntomas en la infección aguda y desencadena la enfermedad.[15] Los cambios asociados a la gravedad de esta incluyen la lisis de los glóbulos rojos parasitados, la adherencia a las células endoteliale.[23] y la disminución del flujo en la microvasculatura.[15] [19] Los mecanismos patogénicos de la babesiosis grave son semejantes a los de la malaria grave por P. falciparum y aún no están completamente claros. Krause y colaboradore.[15] propusieron en 2007 que sucede una serie de eventos: 1) sobreproducción de citocinas proinflamatorias inducidas por el parásito; 2) adherencia de eritrocitos al endotelio vascular con disminución del flujo, obstrucción de la microcirculación e hipoxia tisular; 3) anemia y anoxia causadas por lisis de los eritrocitos; 4) hipoglicemia, acidosis láctica, por el metabolismo anaerobio de la glucosa; 5) hemorragia tisular y alteraciones en la hemostasis, daño cerebral, pulmonar, hepático y renal. El TNF-α y la IL-1 aumentan la expresión de moléculas de adherencia a la superficie endotelial de los vasos y a las plaquetas e inducen la generación de ON que tiene efectos homeostático y patogénico y puede inhibir la respiración mitocondrial y la bomba de NA/K explicando cada una de las complicaciones. Se ha demostrado infección cerebral por B. bovis, pero no parece haber secuestr.[10] y esta complicación se debe explicar por otro mecanismo.[15] [22] Estos autores respaldan el fenómeno adhesivo de la babesia, pero dicen que en el glóbulo rojo no hay knobs. Complicaciones pulmonares y renales Al parecer, aun cuando no hay mayores evidencias, en la patogénesis de las complicaciones pulmonares de la babesiosis en seres humanos todos los cambios se explican por la respuesta inflamatoria local, el secuestro de eritrocitos parasitados y leucocitos en la microvasculatura y la producción excesiva de citocinas proinflamatorias específicamente el TNF-α y el IFN-γ.[15] [22] En el riñón las bases patogénicas son las mismas asociadas a lisis de glóbulos rojos. Coinfección y babesiosis Frecuentemente el hospedero humano puede sufrir coinfecciones con diferentes patógenos transmitidos por el mismo vector, en este caso las garrapatas, que pueden transmitir virus, bacterias y parásitos. En el caso específico de Babesia se ha informado que puede coexistir con la erliquiosis monocítica y granulocítica, la enfermedad de Lyme (Borrelia burgdorferi), bartonelosis y riquetsiosis. Estas coinfecciones, que pueden aumentar la gravedad, son uno de los problemas más significativos de la babesiosis en los siguientes aspectos: patogénesis, clínica, pronóstico, diagnóstico y tratamiento; ellas pueden además llevar a una persistencia de los síntomas y de la parasitemia difíciles de interpretar y de tratar. Estos aspectos que son de gran importancia no han sido suficientemente estudiados.[2] [24] [25] En Europa se ha reportado coinfección de B. microti con B. burgdorgferi; Homer y colaboradore.[2] informan que 13% de los pacientes con enfermedad de Lyme en áreas endémicas de Babesia se coinfectan con B. microti y que hay coinfección de B. divergens y B. burgdorferi sensu lato en Europa. En Norteamérica se ha informado que B. microti es transmitida por la misma garrapata Ixodes que B. burgdorferi y la erliquiosis granulocítica y posiblemente una especie de Bartonella.[2] [24][26] Se ha informado también cotransmisión en humanos de B. burgdorferi, Ehrlichia equi, B. microti y Bartonella vinsonii en garrapatas Ixodes scapularis en Estados Unidos y un patrón similar con I. ricinus en Holanda.[25] Babesiosis transfusional Babesia spp., ha sido responsable de este grave problema de salud pública durante los últimos 40 años. En Estados Unidos la responsabledel mayor número de casos es B. microti, pero el riesgo existe también para B. divergens. La babesiosis puede adquirirse por transfusión de sangre total o de algunos componentes como los eritrocitos empacados y las plaquetas, las cuales conservan un pequeño número de eritrocitos.[1] B. microti puede persistir hasta por 35 días en condiciones de laboratorio y es viable, o sea, presenta condiciones para producir infección hasta por 21 días.[3] [8] El período de incubación de la babesiosis transfusional puede ser de una a nueve semanas.[8] Las infecciones son inicialmente asintomáticas y una parasitemia baja puede persistir por meses. Leib.[8] informó en 2006 que en un estudio realizado en 1994 en Connecticut se calculó el riesgo de adquirir B. microti en función del tipo de material que se transfundía a pacientes con cirugía de tórax; se encontró que el riego general por unidad de sangre era de 1/6.01, o sea 0,017% (IC 95%: 0,004-0,9 %); la tasa por unidad de plaquetas era de 0 en 371, o sea 0% (IC: 0-0,8%). Estos cálculos se hicieron con base en una tasa de seroprevalencia de babesia de 1,2% para zonas endémicas y de 0,3% para áreas no endémicas de Connecticut y una tasa de parasitemia de 56% en donantes seropositivos. El riego de babesiosis transfusional aumenta por la falta de sintomatología de los donantes, el desconocimiento de las áreas con transmisión activa por garrapatas, la carencia de antecedentes de picadura y la movilidad general entre regiones no solo de las personas, sino también de las unidades de sangre infectadas. La babesiosis transfusional se puede disminuir con la exclusión de donantes procedentes de áreas endémicas y de personas transfundidas o con antecedentes de haber tenido intervenciones quirúrgicas; igualmente, con medidas para aumentar la seguridad de las transfusiones como la filtración e inactivación de patógenos.[8] En una investigación de Kjemtrup y Conra.[1] en 2000, de cinco casos de babesiosis transfusional se identificaron tres donantes con B. microti, lo cual representaba tres unidades de sangre positivas, lo que corresponde a una incidencia de 6/1.000.000 de unidades de sangre colectada. Estos autores y Gubernot y colaboradore.[27] recomiendan incluir la babesiosis en la lista de enfermedades febriles que se deben descartar con posterioridad a una transfusión. La frecuencia e intensidad de la babesiones transfusional debe llamar la atención de los bancos de sangre para descartar portadores asintomáticos de Babesia spp., mediante pruebas simples de laboratorio como gota gruesa, extendido de sangre periférica, titulación de anticuerpos o pruebas moleculares como PCR.[3] [8] Babesiosis gestacional y congénita Otra forma de transmisión de babesia es la transplacentaria y, como en el caso de la malaria, apenas ahora se le está dando importancia; la mujer embarazada e infectada por Babesia spp., debe de presentar las mismas características clínicas de otras personas con babesiosis humana pero no se ha hecho una revisión exhaustiva del fenómeno para conocer el riesgo diferencial de enfermar y complicarse por Babesia spp., durante el embarazo. Feder y colaboradore.[28] informaron en 2003 tres casos de babesiosis gestacional; esta se debe tratar con quinina más clindamicina como se informa en la sección de tratamiento. Se ha informado la babesiosis congénit.[29] pero sigue siendo un fenómeno raro; clínicamente el neonato puede presentar fiebre, anemia e ictericia o complicarse y presentar hepatomegalia, esplenomegalia y anemia aún más intensa con nivel de hemoglobina por debajo de 8 g/dL, fiebre o hipotermia. La mayoría de los casos informados son por B. microti, pero se han informado también casos por B divergens, B. duncani y WA-1.[1] [29] El tratamiento recomendado para neonatos es atovacuona (40 mg/kg/día) dividido en dos dosis and azitromicina (12 mg/kg/día) por un día.[29] Hallazgos de laboratorio Las alteraciones encontradas en el laboratorio general dependen de la intensidad de la parasitemia, la gravedad del cuadro clínico y la presencia de complicaciones. Se pueden encontrar normocromía, trombocitopenia (hasta por debajo de 20.000 /μL) y ocasionalmente leucopenia, pero los glóbulos blancos pueden estar por encima de 5.000/μL; otros hallazgos son: bajo nivel de hemoglobina y elevación de la bilirrubina, la aspartato-aminotransferasa, la alanino-aminotrasferasa y la deshidrogenasa láctica.[1] Diagnóstico Para el diagnóstico de babesiosis humana se deben tener en cuenta tanto las manifestaciones clínicas compatibles con la enfermedad, como los antecedentes de haber viajado a áreas endémicas para babesiosis, la picadura de garrapata (o la exposición a áreas infestadas con garrapatas), transfusiones sanguíneas recientes y la historia de esplenectomía.[2] El diagnóstico en el laboratorio debe incluir el examen del extendido de sangre periférica.[7] pruebas serológicas como la inmunofluorescencia indirecta (IFI), inoculación en animales o reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Estas dos últimas no se usan rutinariamente para el diagnóstico de babesiosis humana, ya que solo están disponibles en laboratorios de referencia. Antes del desarrollo de la PCR para el diagnóstico de B. microti se inoculaban hámsteres con la sangre del paciente sospechoso, lo cual era considerado como el método más sensible para la detección de esta especie de babesia.[2] Sin embargo, los animales requerían varias semanas para establecer una infección detectable por factores tales como la adaptación de los parásitos al hospedero o la dosis inoculada, lo que podía influir en los resultados o afectar su interpretación. También se han presentado casos de nuevas especies de Babesia que no se pudieron aislar por este método pero que se identificaron por PCR.[30] [31] La inoculación de animales ha sido muy útil para el seguimiento de las infecciones persistentes en personas esplenectomizadas, pero es necesario mejorar la sensibilidad para la detección de babesias en personas normoesplénicas. Por lo tanto, la PCR se ha convertido rápidamente en la prueba de elección para confirmar la infección en personas con anticuerpos para babesia y para hacer el seguimiento de la respuesta a la terapia. Sin embargo, en el procedimiento de la PCR se debe tener sumo cuidado evitando la contaminación que puede llevar a resultados falsos positivos; por ello se recomienda en lo posible corroborar con pruebas serológicas los datos obtenidos en la PCR.[32] Frotis sanguíneo La técnica más utilizada para detectar los parásitos intraeritrocíticos es el extendido de sangre periférica teñido con Wright o Giemsa. Esta técnica se utiliza tanto para el diagnóstico de las infecciones por B. microti (Estados Unidos) como para las debidas a B. divergens (Europa). Los parásitos se observan dentro de las células rojas como formas anulares oscuras con citoplasma azul claro (figura 205-1), pero también se las puede observar por fuera de los eritrocitos. Los merozoítos de B. microti miden aproximadamente 1,5 a 2 µm y los de B. divergens son variables con tamaño desde 1 hasta 3 µm. Hay mucha variación morfológica en las babesias: se pueden ver formas anulares simples (anillos), trofozoítos pareados o individuales en forma de pera (piriformes) y también, pero más raramente, las tétradas bien descritas como cruz de Malta. Las infecciones por B. microti pueden alcanzar parasitemias superiores al 85%, detectables por tres a 12 semanas, con mayor duración de la positividad, hasta por siete meses, en pacientes esplenectomizados.[2] En general, el análisis del extendido de sangre periférica es un proceso bastante subjetivo que dependede la experiencia del observador y del tiempo disponible para su lectura, ya que es necesario discriminar las sutilezas morfológicas de las posibles formas babesiales; además, las parasitemias bajas pueden dar lugar a diagnósticos inexactos que ameritan un análisis posterior.[2] Sin embargo, en la mayoría de los casos, el diagnóstico se puede establecer con base en la historia clínica y el examen físico junto con la observación de las formas parasitológicas características de Babesia spp..[7] además, se puede recurrir a las técnicas moleculares disponibles para el diagnóstico de esta enfermedad. En el diagnóstico de la babesiosis humana mediante extendido de sangre periférica se debe tener sumo cuidado con las formas anulares (anillos) visibles dentro de los eritrocitos por su gran variedad y la posibilidad de confundirlas con Plasmodium falciparum; la ausencia del pigmento malárico o hemozoína en la infección por babesias hace la diferenciación con malaria. Sin embargo, los primeros estadios de P. falciparum carecen de ese pigmento y ha habido varios casos en los que el diagnóstico inicial fue malaria, lo que retrasó la administración del tratamiento adecuado; en casos graves (por ejemplo, infección por B. divergens) el retraso podría resultar fatal.[2] Figura 205-1. Ciclo de vida de Babesia spp. Serología e inmunología Las pruebas serológicas como la inmunofluorescencia indirecta (IFI), el ensayo inmunoenzimático (ELISA, por la sigla en inglés de enzyme-linked immunosorbent assay), el inmonoblot y la inmunohistoquímic.[33] son muy útiles en el diagnóstico de las infecciones crónicas particularmente por B. microti.[32] Estas pruebas utilizan antígenos obtenidos en hámsteres. Debido a su sensibilidad y especificidad (por encima de 96% y 99%, respectivamente), la IFI es la técnica serológica recomendada en la actualidad.[34] El punto de corte de los títulos de anticuerpos para considerar un resultado como positivo varía de un laboratorio a otro: algunos consideran que títulos por encima de 1:32 o 1:64 permiten el diagnóstico de Babesia.[35] pero, en general, un punto de corte más alto (1:128 a 1:256) se asocia con mayor especificidad y capacidad diagnóstica y rara vez con resultados falsos positivos; es posible hacer tamización en las poblaciones de donantes a títulos de 1:64 ya que ocasionalmente se pueden tener falsos negativos debido a que en la fase aguda de la infección los títulos de anticuerpos pueden ser de 10 a 20 veces más altos que el punto de corte.[32] Se suele encontrar anticuerpos en pacientes con infecciones por B. microti diagnosticadas por primera vez y los títulos pueden permanecen elevados todo el tiempo desde 13 meses hasta seis años después de la infección. A pesar de su persistencia, estos anticuerpos no reflejan necesariamente una infección fatal. La disminución de los niveles de anticuerpos IgG es más lenta en los pacientes con infección persistente (más de tres de meses) que en aquellos cuyas infecciones se curan en menos de ese lapso. Sin embargo, la persistencia de la infección se correlaciona con la de niveles elevados de anticuerpos en infecciones de perros por B. gibsoni y con extendidos de sangre periférica negativos, cuyas parasitemias generalmente se evidencian a las dos a cuatro semanas. Una desventaja teórica de las pruebas serológicas es que otros protozoarios pueden dar reacciones cruzadas, lo que genera resultados falsos positivos en B. microti o WA1, sobre todo cuando se detecta IgM. Los pacientes con alteraciones del tejido conectivo como en el lupus sistémico eritematoso y la artritis reumatoide también pueden dar resultados falsos positivos por otros mecanismos. Por el contrario, en individuos inmunocomprometidos y en pacientes cuyas muestras se tomaron en las primeras etapas de la infección podría haber resultados falsos negativos; las personas infectadas por el HIV y las esplenectomizadas suelen tener títulos muy bajos.[2] Otra dificultad del diagnóstico serológico se presenta en las infecciones por B. divergens que suelen ser muy graves y en las que los anticuerpos no son detectables en el suero hasta siete a 10 días después del inicio de la hemoglobinuria. Diagnóstico molecular de Babesia spp. En la actualidad las pruebas serológicas son muy útiles para distinguir las infecciones debidas a diferentes especies del parásito pero la reactividad cruzada de B. microti, WA1 y B. divergens ha limitado tal utilidad; por ello ha aumentado el uso de los enfoques de diagnóstico molecular para babesiosis en pacientes con infecciones leves que a menudo permanecen sin diagnosticar y por lo tanto sin tratamiento. La detección de estos casos leves de babesiosis requiere técnicas más sensibles que las descritas hasta el momento. Con la evolución de técnicas más sensibles basadas en PCR convencional y en la detección de polimorfismos de longitud de fragmentos de restricción (PCR- RFLP, por la sigla en inglés de restriction fragment length polymorphisms) han sido posibles el diagnóstico molecular y el seguimiento incluso de infecciones babesiales leves con valores predictivos positivos hasta del 95%.[14] para su desarrollo es muy importante la elección de un marcador genético apropiado. No obstante, no se ha secuenciado completamente el genoma de Babesia y para lograr establecer los marcadores genéticos de diagnóstico se ha recurrido a los fragmentos de genes que codifican para la subunidad pequeña del ARN ribosomal 18S (ARNr 18S), ya que esta se encuentra en la mayoría de los organismos eucariotas y es la más ampliamente utilizada en el diagnóstico de protozoos.[4] El tamaño del gen que codifica para la subunidad 18S del ARNr de Babesia es diferente entre especies ya que contiene de 1.720 a 1.770 pb con secuencias conservadas en todas las especies de Babesia, lo cual permite el diseño de cebadores complementarios a estas secuencias conservadas para la detección de ADN de muchos organismos relacionados. Sin embargo, el diagnóstico diferencial de algunas especies de Babesia solo es posible empleando enzimas de restricción que permitan observar variaciones en el tamaño de los productos de digestión; o bien por medio de la PCR anidada diseñando cebadores que reconozcan secuencias variables dentro de las secuencias previamente amplificadas y esto es posible porque Babesia contiene ocho regiones variables enumeradas de V1 a V5 y V7 a V9, entre las cuales V4 es la más grande y variable, conformada por 300 pb.[4] Persing y colaboradores.[31] en 1992, llevaron a cabo el primer estudio en el que se utilizó la PCR como herramienta diagnóstica de babesiosis humana a partir de este gen; y Aktas y colaboradores.[30] en 2005, encontraron que la PCR fue sensible para detectar ADN de Babesia ovis desde una dilución de 10-5 con una parasitemia de 0,00001%; concluyeron que este método puede simplificar el diagnóstico de babesiosis cuando los resultados serológicos son negativos. Por su parte, Ano y colaboradores en el año 200.[36] evaluaron la sensibilidad de la PCR anidada amplificando el gen que codifica para la subunidad 18S del ARNr y encontraron que en la segunda PCR fue evidente la presencia de la banda correspondiente a este gen, contrario a la primera PCR desde una parasitemia de 0,00001%. Entre otros marcadores moleculares empleados para el diagnóstico de Babesia, está el gen de 1.350 pb que codifica para la proteína β-tubulina de los microtúbulos con 440 aminoácidos, que está presente en las células de todos los organismos. Este gen contiene dos intrones y uno de ellos es altamente variable en longitud, por lo cualse emplea para el diseño de cebadores que flanquean una secuencia conservada, donde los productos esperados son de diferente tamaño dependiendo de la especie de Babesia (310 pb en B. microti y 460 pb en B. caballi). El análisis de estas variaciones de tamaño se puede hacer a partir de una PCR anidada o una PCR-RFLP que genera un patrón de bandas específico para cada especie. Los genes que codifican para proteínas de choque térmico (polipéptido conservado HSP70), las cuales son activadas por diferentes estímulos en todos los organismos vivos para desarrollar funciones vitales como el control de la división celular, son marcadores genéticos empleados para el diagnóstico de especies de Babesia como B. microti, B. bovis, B. rodhani y B. gibsoni entre las cuales varía la longitud de la secuencia del gen de aproximadamente 1.940 pb. Sin embargo, este gen es altamente conservado en organismos no relacionados por lo cual su aplicación es de mayor utilidad en análisis filogenéticos.[4] En conclusión, la elección de un marcador genético para la PCR es de vital importancia para la sensibilidad de esta técnica como herramienta diagnóstica de Babesia.[4] El análisis de la secuencia de los fragmentos amplificados y la comparación con bases de datos de secuencias conocidas permiten la identificación definitiva de la especie de Babesia y en el caso de los pacientes que tengan ADN babesial detectable en la sangre es probable que se presenten parasitemias detectables. Tratamiento Los principales objetivos de los tratamientos antiparasitarios son hacer descender la parasitemia y terminar con la sintomatología de la enfermedad. Si bien algunas infecciones por B. microti se autolimitan en pacientes inmunocompetentes, la mayoría de los casos necesitan tratamiento en función de la gravedad clínica. Sin embargo, es necesario saber que la infección por Babesia puede persistir sin producir sintomatología después del tratamiento hasta por dos meses o por años.[26] Mylonaki.[26] informó que la duración de la parasitemia por Babesia fue diferente en quienes recibieron tratamiento antibabesial específico (quinina más clindamicina) y en quienes no lo recibieron. Los síntomas y la presencia de ADN en el primer grupo duraron 16 días, mientras en el segundo persistieron por 114 días. Babesiosis en fase aguda: en adultos se debe dar el siguiente esquema de tratamiento: quinina oral sales 650 mg 3 veces/día por 7 días, más clindamicina oral 600 mg 2 ó 3 veces/día por 7 días, o dar 1,2 g de clindamicina parenteral 2 veces al día por 7 días.[1] [26] En niños se da quinina 8 mg/kg 3 veces/día por 7 días.[5] otros autores recomiendan quinina 25 mg/kg 3 veces al día por 7 dias más clindamicina 20-40 mg/kg/día por 7 días.[26] [27] [37] Un esquema alternativo para adultos es: azitromicina 500 mg una vez al día por 7 días más atovacuona 750 mg, 2 veces/día por 7-10 días, y en niños, azitromicina 7-10 mg/kg una vez al día por 7 días, más atovacuona 20 mg/kg 2 veces/día por 7-10 días.[2] [37] Otro régimen de eficacia demostrada para eliminar la babesiosis persistente y por ende las recaídas es la combinación de quinina oral 650 mg 3 veces/día por 10 días, más azitromicina 500 mg 2 veces/día por 10 días.[18] Babesiosis graves o complicadas. En las babesiosis humanas graves se han utilizado esquizonticidas hemáticos como el diclorhidrato de quinina, 600 mg de la base, administrado de forma intravenosa lenta en dextrosa al 10%, así: 10 mg/kg cada 8 horas por 2 o 3 días; luego se continúa con sulfato de quinina en cápsulas de 300 mg una cada 8 horas por 10 días.[2] [18] Dado que no se debe utilizar monoterapia y que es necesario reforzar la acción equizonticida de la quinina, hay que complementar este tratamiento con clindamicina 600 mg, 2 veces/día, por 7 días, esquema con el que se ha podido mostrar la disminución inmediata de la parasitemia.[2] En casos graves se recomienda además la aféresis para disminuir la parasitemia.[1] En individuos infectados por HIV se deben adicionar doxiciclina (200 mg/día) y azitromicina 2.000 mg/día por largo tiempo.[1] Algunos autores afirman que es alta la tasa de falla terapéutica para hacer desaparecer la babesia de sangre periférica con el esquema combinado de quinina más clindamicina, principalmente en pacientes inmunocomprometidos; sugieren aplicar el esquema de quinina combinada con azitromicina en las dosis ya citadas, con seguimiento microscópico diario de la parasitemia durante 10 días y luego mensualmente. Al parecer este tratamiento es tan bueno como el de quinina más clindamicina para las recaídas y las fallas terapéuticas y subrayan que además no tiene efectos secundarios y se puede utilizar en embarazadas y en niños porque se mantienen niveles altos de azitromicina en la sangre y en el tejido hepático, lo que ofrece ventajas sobre la clindamicina, principalmente en el tratamiento de las recaídas.[18] La exanguinotransfusión es muy útil sobre todo en casos con parasitemias altas y cuando se trata de B. divergens. Este tratamiento tiene que ser rápido e intensivo, dos o tres veces el volumen de sangre, y ser seguido de la aplicación intravenosa de clindamicina 600 mg 3 ó 4 veces/día durante 10 días.[1] [2] Recomiendan los autores que cuando la parasitemia sea menor de 1,0% puede ser suficiente la clindamicina intravenosa a la misma dosis sin la transfusión sanguínea.[1] Se necesita además hacer el tratamiento hemodinámico y hematológico estricto del paciente para evitar casos fatales. Medidas de prevención Se pueden dividir en individuales centradas fundamentalmente en evitar la exposición al vector y la picadura. El conocimiento de los vectores responsables de la transmisión y de las zonas endémicas en cada país permite tener conciencia de la necesidad de la profilaxis física con toldillos o química con la utilización de repelentes en las áreas infestadas; debe revisarse la piel en busca de picaduras o detectar las garrapatas y desprenderlas dentro de las primeras 24 horas para evitar la picadura y la transmisión. No existen aún vacunas protectoras antibabesiales para seres humanos, pero se trabaja en la elaboración de vacunas atenuadas, vivas y recombinantes.[1] En algunos países se toman diversas medidas para reducir la población de garrapatas como el uso de acaricidas y la aplicación de insecticidas en los reservorios no humanos.[1] Epidemiología Otros aspectos generales se relacionan con la clínica de la babesiosis y sus complicaciones como el área donde ocurre la infección y las alteraciones que el medio haya sufrido por cambios climáticos. Estas situaciones llevan a un aumento en la duración del período de actividad de las garrapatas y afectan el patrón de endemia y el aumento de las áreas de riesgo, condiciones todas que influyen en la duración del período de incubación y en la respuesta inmune frente a la enfermedad.[7] El mayor número de estudios de prevalencia de babesiosis humana se ha hecho en Europa donde está presente B. divergens y en Estados Unidos que tiene la mayor prevalencia de B. microti; el principal reservorio es Peromyscus leucopus (pequeños ratones de patas blancas) y el vector, Ixodes scapularis. Rodgers en 200.[38] se refirió a la endemia y al potencial de la enfermedad en humanos; según él, para mantener la endemia zoonótica de B. microtti es necesario colectar más de 20 ninfas de garrapata por hora en la población de ratones. En Colombia, Ríos y colaboradore.[35] informaron en 2003 los primeros casos de babesiosis humana por B. bovis y B. bigemina. También en Colombia, Buelvas y colaboradores, en 2008.[39] informaron para el departamentode Córdoba, al norte del país, en poblaciones humanas expuestas y no expuestas a animales domésticos del sector agropecuario, una tasa de seroprevalencia de anticuerpos IgG para B. microti de 30,6% de los cuales el 65% eran hombres; de anticuerpos anti- Bartonella 48,7% (39/80); para Bartonella quintana 45% (36/80) y para Bartonella henselae de 30% (24/80); y en 26,2% se hallaron anticuerpos para ambas especies de Bartonella. En un reciente estudio en Venezuela (2009), Delmoral y colaboradore.[16] informaron en personas expuestas a garrapatas (veterinarios, trabajadores agrícolas y soldados) las siguientes tasas de seroprevalencia de anticuerpos para Babesia spp., según el estado geográfico: 70% en Lara, 57% en Aragua, 55% en Zulia, 47% en Guárico, 40% en Anzoátegui y 38% en Carabobo. Esta situación demuestra que se subestima un problema grave de salud pública en poblaciones humanas de Suramérica, existente también en Colombia, y la necesidad de conocerlo, prevenirlo y tratarlo. Babesiosis animal En el mundo y en América Latina la presencia en animales domésticos de hemoparásitos (Babesia, Anaplasma y Tripanosoma) transmitidos por vectores constituye un grave problema de salud pública por sus efectos sobre los bovinos tales como bajo peso y merma de la producción lechera y, aún más importante, por su efecto sobre el aumento del riesgo para la población humana, potenciado por el aumento en el desplazamiento internacional y el número creciente de mascotas. En Venezuela, Re.[24] con base en los trabajos de Tor.[40] informa las siguientes tasas de prevalencia: 51,3% para Anaplasma marginale, 56% para Babesia bigemina y 5,3% para Babesia canis y así se pueden encontrar innumerables trabajos. Lo que se pretende es llamar la atención hacia el riesgo existente para la población humana de enfermedades transmitidas por vectores (garrapatas, moscas, etc.) que también afectan animales; y señalar que existen otros patógenos intracelulares con alta prevalencia en perros, de los géneros Rickettsia, Bartonella o Ehrlichia que complican el panorama de las enfermedades infecciosas.[40] Por otro lado, aparece un nuevo reto para la medicina humana: la presencia en Estados Unidos y Holanda de garrapatas Ixodes scapularis y de B. burgdorferi, Ehrlichia equi, B. microti y Bartonella vinsonni, lo cual constituye una alarma para los países restantes por la coexistencia de portadores, vectores (los ixodes) y seres humanos susceptibles.[26] BIBLIOGRAFÍA 1. Kjemtrup AM, Conrad PA. Human babesiosis: an emerging tick-borne disease. Int J Parasitol. 2000; 30(12-13): 1323-37. 2. Homer MJ, Aguilar-Delfin I, Telford SR 3rd, Krause PJ, Persing DH. Babesiosis. 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