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Babesia spp

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Babesia	spp.
Adriana	Pabón
Silvia	Blair
INTRODUCCIÓN
La	 babesiosis	 es	 una	 antropozoonosis	 que	 afecta	 las	 células	 rojas	 de	 animales	 y	 es	 causada	 por
protozoarios	 intraeritrocíticos	 del	 filo	 Apicomplexa,	 orden	 Piroplasmida	 y	 género	 Babesia.[1]
transmitidos	 a	 los	 seres	 humanos	 de	 manera	 accidental	 por	 picadura	 de	 garrapatas	 de	 la	 familia
Ixodidae	infectadas	con	la	forma	intraeritrocítica	del	parásito.	La	sintomatología	de	la	enfermedad	es
similar	a	 la	de	 la	malaria.[2]	Este	parásito	 fue	 informado	por	primera	vez	por	Víctor	Babés	 (1854-
1926).	Posteriormente,	Kilborne	y	Smith,	en	1893.[3]	[5]	le	dieron	el	nombre	de	Babesia	al	protozoario
causante	de	la	fiebre	del	ganado.[6]	La	babesiosis	humana	es	causada	principalmente	por	dos	especies:
B.	microti,	reconocida	hoy	como	un	complejo	de	especies	diversas	que	parasitan	hospederos	diferentes
como	roedores,	insectos	y	seres	humano.[5]	y	B.	divergens	de	la	que,	según	M’Fadyean	and	Stockman	en
1911,	 citados	por	Zintl	 y	 colaboradores	 (2003)	 se	 ignoraba	 la	 capacidad	de	 ser	 transmitida	 a	 seres
humanos.[4]	 [7]	 Sin	 embargo,	 de	otras	 especies	 como	B.	 bovis	 y	B.	 bigemina	 también	 se	 informó	 que
pueden	 infectar	 a	 seres	 humanos.[7]	 Posteriormente,	 se	 informaron	 algunas	 características	 de	 la
babesiosis	humana	y	del	vector	implicado	y	se	supo	que	para	B.	microti	el	reservorio	más	importante
es	el	roedor	Peromyscus	leucopus	y	el	vector	es	Ixodes	scapularis.[8]	que	existe	principalmente	en	Estados
Unidos,	mientras	que	en	Europa	B.	microti	 es	 transmitida	por	 I.	 trianguliceps	e	 I.	 ricinus.	 B.	 divergens,
presente	 también	 en	 Japón	 y	 Europa,	 tiene	 como	 vectores	 a	 I.	 persulcactus	 e	 I.	 ricinus[7]	 y	 entre	 los
reservorios	están	el	ganado	bovino	y	algunos	primates.
Babesia	 spp.,	 es	 de	 distribución	 mundial;	 durante	 los	 últimos	 50	 años	 la	 epidemiología	 de	 la
babesiosis	 ha	 cambiado	 desde	 la	 presentación	 de	 unos	 pocos	 casos	 aislados	 a	 la	 expansión	 y
designación	de	áreas	endémicas	en	el	sur	de	Nueva	Inglaterra,	Nueva	York,	Nueva	Jersey	y	el	norte
del	 Medio	 Oeste.[9]	 Igualmente	 se	 ha	 informado	 la	 presentación	 de	 casos	 en	 un	 amplio	 rango
geográfico	 de	 Europa,	 Asia,	 África	 y	 Suramérica.[9]	 B.	 divergens	 es	 el	 agente	 más	 común	 de	 la
babesiosis	humana	grave	en	Europ.[5]	y	se	presenta	con	menor	frecuencia	en	Estados	Unidos.	Esta
especie	se	asocia	a	pacientes	esplenectomizados.[7]	 [10]	 [11]	Por	otro	 lado,	B.	microti	ha	causado	desde
finales	de	la	década	de	los	años	60	del	siglo	XX	más	de	300	casos	graves	de	babesiosis	en	pacientes
no	 esplenectomizados	 de	Estados	Unidos,	 lo	 que	muestra	 que	 la	 gravedad	 varía	 en	 función	 de	 la
especie.Es	 evidente	 el	 éxito	 evolutivo	 de	 este	 parásito	 que	 se	 demuestra	 por	 el	 gran	 número	 de
especies	descritas	 (más	de	100	hasta	 la	 fecha)	que	 lo	hace	 comparable	 con	Plasmodium,	con	 el	 que
comparte	 proximidad	 filogenética	 y	 numerosas	 características	 biológicas	 como	 el	 hecho	 de	 que
ambos	protozoos	son	transmitidos	por	vectores	 (artrópodos),	poseen	multiplicación	asexual	en	 los
eritrocitos	de	los	vertebrados,	reproducción	sexual	en	el	vector	y	producción	de	esporozoítos	en	las
glándulas	 salivales	 del	 vector.	 Babesia,	 por	 lo	 tanto,	 puede	 considerarse	 como	 un	 género
específicamente	adaptado	al	uso	de	las	garrapatas	como	vectores	(y	no	a	Diptera	como	Plasmodium).[2]
Babesia	y	sus	dos	hospederos,	la	garrapata	(vector)	y	el	vertebrado,	representan	un	sistema	complejo
en	el	cual	 las	 interacciones	entre	 los	 tres	organismos	son	muy	 largas.	En	primer	 lugar,	el	 contacto
íntimo	 entre	 la	 garrapata	 y	 su	 hospedero,	 es	 decir,	 la	 picadura	 de	 la	 garrapata,	 puede	 tener	 una
duración	entre	dos	días	 y	dos	 semanas,	dependiendo	del	 estadio	del	vector	 (larva,	ninfa	o	hembra
adulta)	y	de	la	especie	de	garrapata,	lo	que	permite	un	amplio	diálogo	molecular	entre	la	garrapata	y
el	hospedero	vertebrado	que	no	se	da	en	el	contacto	con	los	mosquitos	que	dura	solo	unos	pocos
segundos.	Después	de	ser	introducidos	los	esporozoítos,	mezclados	con	componentes	salivales	de	las
garrapatas,	 las	 babesias	 pueden	 persistir	 asintomáticamente	 dentro	 de	 su	 anfitrión	 durante	 varios
años	y	el	mantenimiento	y	persistencia	dentro	del	vector	están	garantizados	por	 la	 transmisión	vía
transovárica	y	transestadial	a	varias	generaciones	de	garrapatas.	Todas	estas	características	afectan	la
transmisión	de	Babesia	y	dependen	de	las	estrategias	de	adaptación	de	los	tres	organismos.
Filogenia
Como	 se	 anotó	 arriba,	 el	 género	 Babesia	 pertenece	 al	 filo	 Apicomplexa,	 una	 de	 las	 primeras
ramificaciones	del	 linaje	 eucariota,	 que	 se	 caracteriza	por	 la	presencia	de	un	 complejo	 apical	 y	 un
citoesqueleto	distinto	al	de	otros	eucariotas.	Aunque	ya	están	completos	y	disponibles	los	genomas
de	 los	 diferentes	 géneros	 de	 los	Apicomplexa,	 es	 decir,	 de	 Plasmodium,	 Theileria	 y	 Babesia,	 no	 están
documentadas	 las	 relaciones	 filogenéticas	 entre	 los	 diferentes	 vectores	 que	 los	 transmiten,	 lo	 cual
dificulta	comprender	la	evolución	de	estos	parásitos.	Los	genes	clave	que	pueden	estar	involucrados
particularmente	en	los	aspectos	biológicos	de	estos	parásitos	se	podrían	identificar	comparando	los
genomas	de	Apicomplexa	estrechamente	relacionados	pero	con	diferentes	características	biológicas.[12]
Desde	el	descubrimiento	del	género	Babesia	a	finales	del	siglo	XIX,	muchas	especies	diferentes	se
han	asociado	con	diversos	animales	domésticos	y	silvestres.	La	descripción	y	clasificación	de	Babesia
spp.,	 (y	 su	 distinción	 de	 Theileria	 con	 la	 que	 tiene	 estrecha	 relación)	 se	 basaron	 inicialmente	 en
características	 morfológicas,	 principalmente	 en	 el	 patrón	 de	 ensamblaje	 de	 los	 merozoítos	 en	 los
glóbulos	rojos,	pues	los	dos	géneros	se	definieron	de	acuerdo	con	los	sitios	de	multiplicación	en	el
hospedero	 vertebrado	 y	 los	 modos	 de	 transmisión	 dentro	 de	 la	 garrapata.	 Babesia	 spp.,	 solo	 se
multiplica	 en	 los	 eritrocitos	 del	 vertebrado	 y	 se	 transmite	 transováricamente	 en	 el	 vector.	 Así,	 el
género	Babesia	 difiere	 claramente	 de	Theileria	 porque	 esta	 última	 se	 multiplica	 en	 los	 linfocitos	 y
luego	en	los	eritrocitos	y	no	se	transmite	transováricamente	en	la	garrapata.	Esta	restricción	excluye
algunas	 especies	 previamente	 conocidas	 como	B.	 equi	 y	B.	microti	 del	 género	Babesia	pero	 que	 por
datos	moleculares	y	el	estado	monofilético	han	sido	 incluidas	como	Babesia	spp.,	con	capacidad	de
desarrollo	 en	un	 amplio	 rango	de	hospederos	 vertebrados	 (sobre	 todo	 en	mamíferos	 y	 aves)	 y	 en
garrapatas	(en	su	mayoría	garrapatas	duras).[12]
El	 progreso	 en	 la	 identificación	 Babesia	 spp.,	 ha	 llevado	 al	 reconocimiento	 de	 nuevas	 especies
hermanas;	por	ejemplo,	B.	 canis,	que	se	ha	asociado	con	el	perro	y	previamente	descrita	como	una
sola	especie,	ha	sido	dividida	ahora,	con	base	en	datos	moleculares	y	biológicos,	en	por	lo	menos	tres
especies	 distintas	 o	 subespecies:	 B.	 c.	 canis,	 B.	 c.	 rossi,	 B.	 c.	 vogeli,	 con	 diferentes	 garrapatas	 como
hospederas:	Dermacentor	 reticulatus,	 Haemaphysalis	 leachi	 y	 Rhipicephalus	 sanguineus,	 respectivamente,	 y
que	conducen	a	diferentes	patrones	epidemiológicos.	Se	están	aislando	nuevas	especies	de	Babesia	de
diversos	vectores	y	vertebrados.[12]
Ciclo	de	vida
Como	 los	 demás	 parásitos	 del	 filo	Apicomplexa,	 Babesia	 pasa	 por	 tres	 fases	 de	 reproducción:	 1.
Gametogonia	 (formación	y	 fusión	de	 los	gametos	en	el	 interior	del	 intestino	de	 las	garrapatas);	2.
Esporogonia	 (reproducción	asexual	para	 la	 formación	de	esporozoítos	y	migración	a	 las	glándulas
salivales);	3.	Merogonia	(reproducción	asexual	en	el	hospedero	vertebrado).[2]	[5]	[7]
Desarrollo	 en	 las	 garrapatas.	 El	 ciclo	 se	 inicia	 cuando	 las	 garrapatas	 ingieren	 eritrocitos
infectados	 con	 Babesia;	 la	 mayoría	 de	 los	 parásitos	 ingeridosse	 degeneran	 y	 se	 destruyen,	 pero
algunos	 estadios	 específicos	 (pregametocitos)	 sobreviven	 y	 se	 desarrollan	 convirtiéndose	 en
gametocitos.	Pocas	horas	después	de	la	ingestión	empiezan	a	aparecer	los	gametos,	que	son	cuerpos
alargados,	 con	 forma	 de	 rayos	 o	 puntas	 de	 flecha.	 Estas	 formas	 se	 denominan	 en	 alemán
Strahlenkörper	(cuerpos	en	rayo).	La	fusión	de	los	gametos	en	la	luz	del	tubo	digestivo	de	la	garrapata
forma	 el	 cigoto,	 que	 es	 una	 célula	 alargada	 con	 longitud	 aproximada	 de	 8-10	 µm,	 provista	 de
organelas	en	la	parte	en	flecha	que	facilitan	la	penetración	celular.	Una	vez	que	este	extremo	entra	en
contacto	con	la	membrana	celular	del	intestino	medio	de	la	garrapata,	se	produce	una	invaginación	a
su	 alrededor	 en	 el	 punto	 de	 contacto.	 No	 se	 produce	 una	 membrana	 parasitófora	 como	 tal	 y	 la
membrana	celular	del	intestino	medio	se	lisa	en	el	punto	de	entrada,	al	parecer	por	acción	de	enzimas
proteolíticas	 que	 se	 liberan	 de	 una	 estructura	 en	 espiral	 ubicada	 en	 el	 extremo	 del	 parásito.	 La
función	de	la	punta	de	flecha	parece	ser	muy	similar	a	la	de	las	roptrias	y	los	micronemas	de	otros
protozoarios.	Una	vez	que	el	cigoto	de	Babesia	se	ha	internalizado,	desintegra	la	organela	en	punta	de
flecha	 y	 se	 transforma	 en	 un	 estadio	 móvil,	 denominado	 ooquineto.	 La	 meiosis,	 que	 indica	 el
comienzo	de	la	esporogonia	en	el	ciclo	de	vida	de	los	Apicomplexa,	probablemente	ocurre	en	esta	fase
porque	el	ooquineto	parece	ser	haploide.	Los	ooquinetos	se	escapan	del	epitelio	del	intestino	medio
e	invaden	los	tejidos	del	cuerpo	de	la	garrapata.	La	invasión	de	los	ovarios	produce	la	infección	de
muchos	 huevos	 (transmisión	 transovárica).	 El	 desarrollo	 posterior	 de	 Babesia	 incluye	 la
multiplicación	 asexual,	 la	 esporogonia	 continua	 y	 el	 desarrollo	 de	 numerosos	 quinetos
(esporoquinetos).	 La	 esporogonia	 se	 lleva	 a	 cabo	 en	 cada	 fase	 de	 desarrollo	 de	 la	 garrapata
constituyendo	 una	 infección	 babesial	 durante	 cada	 estadio	 que	 se	 pasa	 a	 la	 siguiente	 etapa
(transmisión	transestadial).	Algunos	quinetos	también	invaden	las	glándulas	salivales	de	la	garrapata;
en	un	ciclo	final	de	desarrollo	se	producen	los	esporozoítos	que	constituyen	los	estadios	infectivos
del	parásito	para	el	hospedero	mamífero.[2]	[5]	[7]	[12]
Desarrollo	en	los	hospederos	vertebrados.	Los	hospederos	vertebrados,	entre	ellos	el	ser	humano,
se	infectan	por	la	inyección	de	esporozoítos	contenidos	en	la	saliva	durante	la	picadura	de	garrapata.
A	 diferencia	 de	 Plasmodium	 o	 Theileria,	 los	 esporozoítos	 de	 Babesia	 penetran	 directamente	 en	 las
células	rojas	y	todos	los	estadios	parasitarios	se	desarrollan	en	los	glóbulos	rojos.	El	parásito	produce
dos	 merozoítos	 por	 fisión	 binaria.	 Después	 de	 la	 lisis	 de	 los	 eritrocitos,	 los	 merozoítos	 invaden
nuevos	 eritrocitos	 y	 ocurren	 sucesivas	 merogonias.	 La	 multiplicación	 es	 asincrónica	 y	 ocurren	 al
mismo	 tiempo	 diversas	 fases	 de	 división	 del	 parásito	 en	 el	 torrente	 sanguíneo.	 El	 tamaño	 y	 la
ubicación	de	 los	merozoítos	dependen	tanto	de	 la	babesia	como	de	 las	especies	de	vertebrado	que
parasita.	Por	ello,	Babesia	spp.,	se	divide	en	dos	grupos:	1.	Babesias	grandes	(B.	bigemina,	B.	 canis,	B.
major,	 B.	 motasi)	 cuyos	 merozoítos	 son	 más	 grandes	 que	 el	 radio	 de	 los	 eritrocitos;	 2.	 Babesias
pequeñas	(B.	bovis,	B.	divergens,	B.	gibsoni.,	B.	ovis)	en	los	que	los	merozoítos	son	más	pequeños	que	el
radio	 de	 los	 hematíes.	 Esta	 división	 de	 las	 babesias	 en	 grandes	 y	 pequeñas	 se	 basa	 en	 las
características	morfológicas	 y	 no	 tiene	 ninguna	 base	 genética	 clara.	 Por	 otra	 parte,	 la	 variabilidad
intraespecífica	 fenotípica,	 con	 diferentes	 tamaños	 o	 formas	 del	 parásito	 en	 bovinos,	 células	 de	 la
sangre	humana	o	jerbos,	ha	sido	descrita	para	B.	divergens.[2]	[5]	[7]
Transmisión	y	adaptación	de	Babesia	spp.,	a	sus	hospederos.	Una	característica	común	de	los
parásitos	 del	 filo	 Apicomplexa	 transmitidos	 por	 vectores	 es	 la	 existencia	 de	 estadios	 celulares
implicados	en	la	transmisión	entre	los	hospederos	vertebrados	y	el	vector,	es	decir,	los	gametocitos,	y
otros	que	participan	en	la	transmisión	del	vector	al	vertebrado,	los	esporozoítos.	Hasta	la	fecha,	estas
fases	están	mal	estudiadas	y	las	investigaciones	sobre	transmisión	(eficiencia,	velocidad,	condiciones
que	puedan	modular	la	inducción	de	los	estadios	de	transmisión	o	la	expresión	génica	diferencial)	se
ven	 afectadas	 por	 la	 falta	 de	 conocimiento	 sobre	 el	 desarrollo	 del	 parásito	 y	 por	 la	 ausencia	 de
marcadores	específicos	conocidos.[2]	[5]	[7]
Gametocito.	Los	parásitos	del	género	Babesia	comparten	muchas	características	con	otros	parásitos
como	 los	 del	 género	Plasmodium.	 Una	 diferencia	 entre	 estos	 dos	 hemoparásitos	 es	 que	Babesia	 no
produce	 gametocitos	 completamente	 diferenciados	 en	 los	 vertebrados.	 En	 los	 plasmodios	 se	 han
descrito	 cinco	 etapas	 de	 diferenciación,	 la	 primera	 de	 ellas	 indistinguible	 de	 los	 respectivos
trofozoítos.	 No	 se	 sabe	 si	 la	 diferenciación	 sexual	 de	 las	 babesias	 comienza	 en	 el	 hospedero
vertebrado,	 con	 gametocitos	 que	 no	 se	 pueden	 diferenciar	 de	 las	 formas	 asexuales	 o	 solo	 en	 la
garrapata.	La	diferenciación	posterior	de	los	gametocitos	está	vinculada	a	la	presencia	de	factores	de
inducción	en	las	garrapatas	y	a	las	interacciones	específicas	entre	los	dos	organismos.	El	desarrollo
secuencial	de	las	etapas	del	parásito	en	las	garrapatas	se	demostró	cuando	el	material	intestinal	lleno
de	sangre	de	la	hembra	de	Rhipicephalus	microplus	se	agregó	a	los	cultivos	de	B.	bigemina,	o	cuando	se
cambiaron	las	condiciones	de	cultivo	(temperatura,	gas).	Al	parecer	son	necesarios	cierta	temperatura
y	algunos	“factores”	presentes	en	los	extractos	del	intestino	medio	que	las	garrapatas	ingieren,	pero
esto	no	ocurre	en	los	eritrocitos	de	los	bovinos.[12]	Sin	embargo,	hasta	la	fecha	no	se	ha	identificado
ninguno	de	estos	 factores.	Una	hipótesis	 es	que	 la	diferenciación	de	 los	gametocitos	observada	en
Plasmodium	spp.,	es	una	adaptación	específica	del	ciclo	de	vida	del	vector	díptero,	en	el	que	solo	las
etapas	adultas	son	hematófagas.	Plasmodium	spp.,	 tiene	que	completar	 rápidamente	 su	ciclo	de	vida
(reproducción	 sexual,	 producción	de	 esporozoítos	 y	migración	 a	 las	 glándulas	 salivales)	 en	 la	 fase
adulta	del	vector	con	el	fin	de	lograr	su	inoculación	a	otro	hospedero	vertebrado.	Para	Babesia	spp.,	(y
para	otros	protozoos	transmitidos	por	garrapatas,	como	Theileria	spp.),	la	alimentación	con	sangre	en
cada	etapa	de	la	garrapata	y	la	transmisión	transestadial	son	adaptaciones	clave	a	su	vector.[12]
Esporozoítos.	 Los	 ooquinetos	 están	 presentes	 en	 las	 glándulas	 salivales	 antes	 y	 después	 de	 la
infestación	 del	 hospedero;	 se	 diferencian	 dentro	 de	 los	 acinos	 de	 dichas	 glándulas	 en	 esporontes
polimorfos	de	aproximadamente	60-300	µm	de	diámetro,	con	salientes	periféricos	en	forma	de	dedo,
de	 los	cuales	se	 inicia	 la	 formación	de	esporozoítos.	Unos	cinco	días	después	de	haberse	adherido
estos	 a	 los	 eritrocitos,	 cada	 célula	 hospedera	 grande	 puede	 contener	 miles	 de	 esporozoítos
diferenciados	 piriformes	 con	 un	 polo	 que	 contiene	 organelas	 (roptrias	 y	 micronemas)	 típicas	 del
complejo	apical.	Similares	 características	de	desarrollo	 se	han	descrito	para	B.	 occultans,	 B.	 ovata,	 B.
gibsoni,	B.	ovis,	B.	bigemina,	B.	bovis	y	B.	canis.	En	el	caso	de	B.	canis,	no	se	han	identificado	la	formación
de	 esporontes	 ni	 las	 formas	 piriformes	 típicas	 de	 los	 esporozoítos,	 las	 que,	 al	 parecer,	 son	 el
resultado	de	las	sucesivas	fisiones	binarias.	La	diferenciación	del	esporozoíto	solo	comienza	cuando
la	garrapata	se	adhiere	a	su	hospedero	vertebrado.	El	aumento	de	la	temperatura	es	necesario	para	la
diferenciación	de	B.	bovis	y	B.	bigemina,	pero	otros	varios	factores	también	pueden	estar	asociados	con
el	iniciode	la	toma	de	sangre,	en	particular,	la	hipertrofia	de	las	glándulas	salivales	y	el	aumento	de
su	actividad	metabólica	y	de	síntesis.[2]	[5]	[7]
Aspectos	clínicos	de	la	babesiosis	humana.	La	babesiosis	humana	puede	manifestarse	como	una
infección	asintomática	de	varios	meses	o	años	de	duración	o	como	una	enfermedad	grave,	con	tasa
alta	de	mortalidad.	Su	curso	clínico	depende	fundamentalmente	de	las	características	del	hospedero
(edad,	 inmunocompromiso,	 esplenectomía,	 infecciones	 asociadas)	 y	 de	 los	 parásitos	 (especie,	 cepa,
tamaño	del	 inóculo	 infectivo	y	nivel	de	parasitemia).	 Igualmente,	 es	 fundamental	 el	mecanismo	de
transmisión:	picadura	de	garrapata,	transfusional	o	transplacentaria.[7]	[13]	[14]
Período	de	incubación.	Parasitológicamente	está	constituido	por	el	tiempo	que	transcurre	desde	el
momento	de	la	picadura,	con	la	inoculación	de	esporozoítos,	pasando	por	la	invasión	de	los	mismos
a	los	glóbulos	rojos	hasta	su	multiplicación.	En	general	dura	entre	una	y	10	semanas,	pero	puede	ser
tan	largo	como	de	tres	meses;	es	más	corto	por	picadura	de	garrapata	(entre	una	y	tres	semanas.[7]	y
puede	durar	hasta	nueve	semanas	o	más	en	el	caso	de	 las	 transfusiones	 sanguíneas.[13]	 La	 duración
depende	también	de	la	experiencia	inmune	del	hospedero	y	de	la	gravedad	de	la	infección.[2]	Durante
este	 tiempo	 el	 paciente	 puede	 presentar	 síntomas	 prodrómicos	 vagos	 como	 malestar	 general,
artralgias,	mialgias,	cefalea	y	anorexia.[7]	[15]	Es	importante	resaltar	que	Babesia	es	uno	de	los	parásitos
sanguíneos	más	silenciosos	y	puede	permanecer	durante	mucho	tiempo	sin	producir	sintomatología,
aspecto	que	posibilita	el	paso	tan	rápido	de	asintomática	a	mortal.[2]	[8]	[13]
Clínica	de	 la	 babesiosis.	 Se	 han	 reconocido	 tres	 fases	 durante	 la	 babesiosis	 humana:	 la	 fase	 de
infección	asintomática,	en	la	que	el	parásito	permanece	silencioso	en	el	hospedero;	la	fase	aguda	en	la
que	se	presentan	los	síntomas	que	la	caracterizan	y	 la	fase	grave	que	presenta	el	mayor	número	de
complicaciones	que	pueden	llevar	a	la	muerte.[15]
Infección	asintomática.	 La	 fase	 asintomática	 sigue	 siendo	un	 enigma;	 la	mejor	 evidencia	 de	 que
existe	es	la	incidencia	significativa	de	babesiosis	transfusional.[8]	Krause	y	colaboradores.[15]	afirmaron
que	 alrededor	 de	 25%	 de	 los	 adultos	 y	 de	 50%	 de	 los	 niños	 infectados	 por	 B.	 microti	 son
asintomáticos.	 Se	 ha	 explicado	 esta	 condición	 clínica	 por	 la	 capacidad	 del	 parásito	 de	 expresar
antígenos	en	la	superficie	de	los	eritrocitos,	mediante	los	cuales	evade	la	respuesta	inmune;	por	ello,
puede	coexistir	con	el	hospedero	por	largos	períodos,	meses	o	años,	sin	causar	daño	ni	aparecer	en	la
sangre.	 B.	 microti	 ha	 persistido	 hasta	 por	 18	 meses	 en	 el	 organismo	 humano.[8]	 [15]	 Esta	 ventaja
evolutiva	 para	 el	 parásito	 constituye	 una	 amenaza	 para	 el	 hospedero	 dada	 la	 baja	 capacidad	 para
diagnosticarla	en	la	sangre	y	comprobar	su	presencia	en	tejidos	u	órganos.[8]	Otra	evidencia	de	que
existe	el	estado	asintomático	son	los	altos	títulos	de	anticuerpos	IgG	en	los	pacientes,	lo	que	sugiere
antecedentes	de	contacto	y	cronicidad.	Estos	pacientes	tienen	la	posibilidad	de	recrudescencia	de	los
síntomas	y	parasitemia	sin	nueva	exposición	a	vectores,	lo	que	dificulta	un	diagnóstico	certero.[16]
Fase	aguda.	Se	presentan	anemia,	ictericia	por	hemólisis	y	fiebre	entre	40ºC	y	41°C,	acompañada	de
escalofrío,	 sudoración	 y	 cefalea;	 puede	 haber	 vómito	 y	 diarrea.[2]	 [7]	 [13]	 Esta	 fase	 corresponde	 al
desarrollo	 intraeritrocítico	de	 las	 formas	asexuadas	del	parásito	y	 a	 la	 lisis	posterior	de	eritrocitos
parasitados	y	no	parasitados;	se	da	con	elevación	de	la	parasitemia	asexuada,	estímulo	antigénico	a	los
macrófagos	y	liberación	de	mediadores	solubles	como	el	factor	de	necrosis	tumoral	alfa	(TNF-α)	que
estimulan	la	producción	de	fiebre	y	el	resto	de	la	sintomatología.	Este	cuadro	clínico	se	parece	a	una
malaria	y	puede	durar	entre	cinco	y	ocho	días	antes	de	que	el	paciente	elimine	los	parásitos;	si	esto
no	ocurre,	se	pueden	presentar	complicaciones	que	dependen	de	las	características	genotípicas	de	la
babesi.[13]	[15]	y	del	estado	inmune	del	hospedero;	tales	complicaciones	se	presentan	por	lo	general	en
pacientes	asplénicos	o	inmunocomprometidos.
Al	parecer,	y	como	en	la	malaria,	entre	la	fase	aguda	de	la	enfermedad	y	la	babesiosis	grave	existe
una	 fase	 intermedia	 o	 de	 signos	 de	 peligro	 que	 permite	 determinar	 si	 el	 paciente	 va	 a	 sufrir
complicaciones.	 Sin	 embargo,	 esto	 no	 se	 ha	 establecida	 aún.	 En	 una	 revisión	 de	 139	 casos	 de
pacientes	hospitalizados	en	Nueva	York,	con	diagnóstico	de	infección	por	Babesia	spp.,	entre	1982	y
1993,	 los	 autores	 encontraron	 unos	 signos	 pronósticos	 de	 gravedad	 que	 lleva	 rápidamente	 a	 la
muerte,	 entre	 ellos:	 los	 días	 de	 hospitalización	 (14	 días	 o	 más),	 estar	 en	 la	 unidad	 de	 cuidados
intensivos	(UCI)	más	de	dos	días,	ser	de	sexo	masculino,	presentar	valores	de	fosfatasa	alcalina	por
encima	de	125	U/L	y	tener	un	recuento	de	leucocitos	mayor	de	5.000/µL.[15]
Otro	 aspecto	 llamativo	 del	 patrón	 clínico	 de	 la	 babesiosis	 humana	 es	 la	 relación	 que	 existe,	 o
especificidad,	 entre	 las	 especies	 de	Babesia,	 el	 lugar	 geográfico	 y	 la	 sintomatología.	 En	 Europa	 la
babesiosis	humana	por	B.	divergens	tiene	mayor	gravedad	que	la	debida	a	B.	microti[2]	y	allí	mismo	se
han	presentado	casos	de	babesiosis	humana	por	B.	bovis,	B.	canis	y	B.	microti	sin	enfermedad	grave.
Actualmente	se	considera	que	la	presencia	de	B.	divergens	en	un	paciente	esplenectomizado	es	una
emergencia	 médica,	 porque	 en	 muy	 corto	 tiempo	 se	 pueden	 presentar	 coagulación	 intravascular
diseminada,	 hemoglobinuria	 grave,	 edema	 pulmonar,	 trombocitopenia,	 dolor	 abdominal,	 fiebre	 de
40ºC-41°C,	falla	renal	por	depósitos	de	hemoglobina	en	los	glomérulos	y	la	muerte	que	suele	ocurrir
en	un	promedio	de	cinco	días	después	de	que	se	presenta	la	hemoglobinuria.[1]	[2]	Con	respecto	a	la
enfermedad	producida	por	B.	microti	en	Norteamérica,	es	necesario	tener	especial	atención	al	espectro
clínico,	pues	la	infección	puede	ser	asintomática,	incluso	con	el	parásito	presente	en	la	sangre	durante
varios	meses,	o	llegar	a	ser	aguda	y	grave.	Los	síntomas	se	inician	entre	cinco	días	y	cuatro	semanas
después	 de	 la	 picadura	 de	 la	 garrapata	 Ixodes	 infectada	 y	 lo	 hacen	 gradualmente	 con	 mialgias,
adinamia,	 anorexia,	 fatiga,	 escalofrío	 y	 fiebre	 de	 38°C,	 que	 es	 uno	 de	 los	 hallazgos	 más
característicos;	 a	veces	hay	náuseas	y	vómitos.[1]	 [2]	La	babesiosis	 aguda	por	B.	microti	amenaza	 con
convertirse	 en	 un	 cuadro	 grave	 en	 las	 siguientes	 circunstancias	 que	 aumentan	 el	 riesgo	 de
complicaciones:	asplenia,	edad	mayor	de	55	años,	coexistencia	de	otras	infecciones,	inmunosupresión
por	medicamentos	y	quimioterapia.[1]	[13].
En	la	década	de	los	años	60	del	siglo	XX,	en	Washington,	apareció	un	nuevo	piroplasma:	Babesia
wal[1]	diferente	de	B.	microti,	a	pesar	de	presentar	la	forma	tetrahédrica	o	en	cruz	de	Malta	que	hacen
las	 babesias	 pequeñas	 en	 los	 eritrocitos.	Los	 síntomas	 de	 esta	 infección	 incluyen	 fiebre,	 escalofrío,
mialgias	y	vómitos.	Algunos	casos	han	presentado	coagulación	intravascular	diseminada,	insuficiencia
renal	 y	 trastornos	pulmonares	de	gravedad	variable.[1]	 los	 autores	 encontraron	en	 ratones	que	 este
piroplasma	tiene	patogénesis	diferente	a	la	de	B.	microti,	con	mayor	sobreexpresión	de	TNF-α	e	IFN-
γ	 en	 el	 pulmón	 y	 lesiones	 pulmonares	 causadas	 más	 por	 sinergismo	 entre	 mediadores	 que	 por
destrucción	intraeritrocítica	de	parásitos.[1]
Fase	grave	o	complicada.	Como	en	la	malaria,	los	episodios	graves	tienen	un	espectro	amplio	de
manifestaciones:	 anemia	 intensa,	 hipoglicemia,	 acidosis	 láctica,	 síndrome	 de	 dificultad	 respiratoria,
falla	hepática	o	renal,	 insuficiencia	cardíaca,	choque	y	muerte.[2]	[15]	Algunos	 investigadores	 refieren
que	el	paciente	puedepasar	en	cualquier	momento	de	la	fase	asintomática	a	 la	falla	multisistémica.
Lo	que	está	claro	es	que	el	paciente	presenta	afectación	de	los	sistemas	sanguíneo,	hepático,	renal	y
pulmonar	y	que	estas	complicaciones	probablemente	se	asocien	con	la	edad.[2]	en	efecto,	los	pacientes
infectados	por	B.	 microti	 están	 en	 un	 rango	 de	 edad	 entre	 tres	 semanas	 y	 86	 años,	 pero	 el	mayor
número	de	casos	clínicos	se	presenta	entre	los	50	y	60	años.[4]	con	una	media	de	edad	de	los	pacientes
con	infección	leve	o	asintomática	30	años	menor	que	la	de	los	casos	graves.[2]
Otros	aspectos	que	determinan	la	gravedad	son	la	asplenia	y	la	especie	de	Babesia;	así,	la	infección
por	B.	divergens	 (Europa)	en	pacientes	esplenectomizados	es	más	grave	y	mortal	que	 la	debida	a	B.
microti	 (Estados	 Unidos)	 en	 individuos	 normoesplénicos.[2]	 Además,	 la	 coinfección	 con	 otros
microorganismos	transmitidos	por	garrapatas,	como	es	el	caso	de	Borrelia	burgdorferi,	causante	de	 la
enfermedad	de	Lyme,	puede	producir	una	inmunosupresión	generalizada	que	llevaría	a	una	sinergia
antigénica	entre	microorganismos	y	a	menor	respuesta	protectora.[2]
Con	 respecto	 a	 las	 complicaciones,	 para	 algunos	 autores	 existe	 la	 babesiosis	 cerebral,	 pero	 se
presenta	de	 forma	menos	grave	que	 en	malaria	 y	 apenas	 se	 inicia	 el	 estudio	de	 su	patogénesis.	La
anemia	 (hemoglobina	 menor	 de	 7	 g/dL)	 ha	 sido	 considerada	 por	 varios	 autores	 como	 de	 tipo
hemolítico.[2]	 [13]	 se	ha	 explicado	 la	hemólisis	 grave	 con	hemoglobinuria	 e	 ictericia	por	 fenómenos
inmunes	con	destrucción	de	glóbulos	 rojos	parasitados	o	no.[15]	 así	 como	por	otras	 circunstancias:
cambios	mecánicos,	osmóticos,	térmicos,	congénitos	o	por	medicamentos.[13]
Patogénesis
En	la	patogénesis	de	la	babesiosis	intervienen	tanto	la	dosis	infectiva	(que	para	algunos	animales	es
de	 107	 eritrocitos	 infectados)	 como	 la	 especie	 del	 microorganismo:	 como	 ya	 se	 dijo,	 se	 han
identificado	más	de	100	especies	de	Babesia	en	roedores	y	aves	y	en	seres	humanos	B.	divergens	y	B.
microti.	 Otros	 aspectos	 de	 importancia	 son	 el	 estado	 del	 hospedero	 (esplenectomizado,
inmunosuprimido	o	adulto	mayor.[7]	y	la	coinfección	con	otros	patógenos.[2]
Sin	evidencia	de	paso	previo	por	el	hígado,	ni	de	fase	exoeritrocítica,	 los	esporozoítos	de	Babesia
spp.,	 se	 transmiten	 mediante	 picadura;	 la	 saliva	 de	 la	 garrapata	 facilita	 la	 infección	 porque	 tiene
actividad	 antiinflamatoria	 e	 inmunosupresora;	 entran	 al	 torrente	 circulatorio	 y	 después	 de	 un
proceso	de	adherencia	a	los	eritrocitos	los	invaden	de	forma	activa,	semejante	a	la	de	Plasmodium,	con
invaginación	de	la	membrana	y	formación	de	una	vacuola	parasitófora;	la	membrana	de	la	vacuola	se
desintegra	 y	 el	parásito	 entra	 en	contacto	directo	 con	el	 citoplasma	del	 eritrocito	 y	da	origen	 a	 la
forma	 de	 trofozoíto,	 cuyo	 núcleo	 haploide	 se	 divide	 y	 da	 origen	 a	 dos	merozoítos	 haploides	 que
escapan	a	la	lisis	por	parte	del	hospedero	e	inician	la	reinvasión	y	la	multiplicación	asexual.	En	este
proceso	los	vectores	(Ixodes	spp.)	adquieren	mediante	picadura	algunos	gamontes	que	permanecen	en
los	eritrocitos	y	los	transmiten	a	nuevos	seres	humanos.[2]	[7]	[17]
No	hay	evidencias	de	que	Babesia	spp.,	 tenga	un	ciclo	preeritrocítico;	 sin	embargo,	 se	piensa	que
pueda	 tener	uno	semejante	al	de	Theileria	spp.,	que	hace	esquizogonias	 repetidas	en	 leucocitos	con
producción	 de	 pequeños	 merozoítos	 que	 reinvaden	 eritrocitos	 y	 llegan	 a	 ser	 trofozoítos	 y	 a
perpetuar	la	infección;	sin	embargo,	aún	falta	esclarecer	este	asunto.[2]	Algunos	autores	como	Shih	y
Wang	(1998.[18]	señalan	que	solo	B.	microti	puede	desaparecer	de	la	sangre	periférica	de	forma	natural,
en	pacientes	inmunocompetentes,	por	un	mecanismo	que	relaciona	el	bazo	con	la	eritrofagocitosis	y
la	 actividad	 de	 la	 respuesta	 inmune	 celular,	 que	 cumple	 un	 papel	 crítico	 en	 la	 eliminación	 de	 la
parasitemia,	 situación	 que	 no	 se	 da	 en	 pacientes	 esplenectomizados	 e	 inmunocomprometidos,
quienes	presentan	altos	niveles	de	parásitos	y	de	gravedad.
Aikawa	 y	 colaboradore.[11]	 informaron,	 en	 1992,	 la	 presencia	 de	 glóbulos	 rojos	 parasitados
adheridos	a	las	células	endoteliales	de	la	microvasculatura	en	el	cerebro	de	bovinos,	el	secuestro	de
eritrocitos	parasitados	por	B.	bovis	y	 la	existencia	de	salientes	o	protusiones	en	 la	membrana	de	 los
eritrocitos	 parasitados,	 similares	 a	 las	 excrecencias	 de	P.	 falciparum	pero	 diferentes	 de	 los	 llamados
knobs.[5]	Sin	embargo,	el	secuestro	parasitario	en	Babesia	spp.,	es	un	asunto	muy	controversial.	Clark	y
colaboradore.[10]	 informaron	 en	 2006	 que	 en	 la	 babesiosis	 humana	 hay	 secuestro	 parasitario;
infirieron	 este	 resultado	 a	 partir	 de	 un	 paciente	 esplenectomizado,	 infectado	 por	 B.	 microti,	 que
presentó	 secuestro	 en	 la	 microvasculatura	 y	 falla	 multisistémica;	 pero	 dado	 que	 la	 falla	 también
ocurre	 en	 pacientes	 no	 esplenectomizados	 argumentaron	 que	 la	 presencia	 de	 Babesia	 spp.,	 en	 la
microvasculatura	puede	desencadenar	un	proceso	inflamatorio	sistémico	como	en	la	sepsis	bacteriana
o	en	la	influenza	grave	que	conduce	a	una	falla	multisistémica	explicada	de	forma	diferente	a	la	de	la
malaria,	 es	 decir,	 sin	 oclusión	 de	 vasos	 ni	 hipoxia;	 por	 lo	 tanto,	 la	 patogénesis	 tomó	 un	 rumbo
diferente.	Homer	y	colaboradore.[2]	presentaron	en	2000	información	acerca	de	la	respuesta	inmune
de	los	hospederos	mamíferos	parasitados	por	Babesia	spp.;	afirmaron	que	este	microorganismo	puede
poner	a	su	favor	la	respuesta	inmune	humoral	del	hospedero	y	mostraron	que	la	IgM	puede	bloquear
las	proteínas	antigénicas	del	parásito	expuestas	en	la	membrana	del	eritrocito	parasitado	y	permitir
así	 que	 el	 parásito	 se	 desarrolle	 y	 sobreviva.	Esta	 respuesta	 se	 inicia	 sobre	 los	 esporozoítos	 en	 el
corto	período	que	están	libres	en	el	torrente	circulatorio	antes	de	la	invasión	de	los	eritrocitos;	allí	la
IgG	específica	los	neutraliza	o	se	une	a	ellos	para	impedirles	entrar	al	eritrocito.	Después,	el	parásito
se	multiplica	 intracelularmente	 y	 la	 parasitemia	 aumenta;	 la	 acción	 del	 bazo	 es	 fundamental	 en	 la
eliminación	dada	su	diversidad	celular:	tiene	células	B,	células	T	activadas	por	antígenos	de	Babesia,
células	 asesinas	 naturales	 (NK)	 y	 los	 macrófagos	 que	 después	 de	 ser	 activados	 liberan	 factores
solubles	como	IFN-γ,	TNF-α,	óxido	nítrico	(ON)	y	especies	reactivas	de	oxígeno	(ROS,	por	la	sigla
en	inglés	de	reactive	oxigen	species),	que	son	responsables	de	la	muerte	intraeritrocítica	del	parásito.
En	 conclusión,	 las	 respuestas	 inmunes	 humoral	 y	 celular	 son	 de	 importancia	 limitada	 en	 la
protección	 de	 los	 individuos;	 para	 sobrevivir	 y	 multiplicarse	 Babesia	 spp.,	 puede	 manipularlas
expresando	 diversos	 antígenos	 en	 la	 periferia	 de	 los	 glóbulos	 rojos	 parasitados.	 La	 vía	 del
complemento	 puede	 jugar	 un	 papel	 definitivo	 en	 la	 invasión	 de	 esta	 parasitosis	 facilitándola	 o
inhibiendo	la	fagocitosis.[2]
Shaio	y	Lin.[19]	 en	1998,	 incluyeron	como	mecanismos	de	defensa	 contra	 la	babesiosis	 las	 células
NK,	que	alcanzan	valores	muy	altos	en	la	fase	aguda	de	la	enfermedad,	en	la	que	también	se	eleva	el
TNF-α,	citocina	proinflamatoria	producida	por	macrófagos,	 linfocitos	T	y	B	y	células	endoteliales.
Estas	últimas	puede	actuar	a	su	vez	como	receptores	celulares	para	actividades	biológicas	tales	como:
proliferación	 celular,	 inflamación	 y	 modulación	 inmune;	 ejercer	 una	 acción	 parasiticida	 contra
protozoos	 intracelulares	 y	 mediar	 en	 trastornos	 inflamatorios	 de	 índole	 inmune	 debidos	 al
reclutamiento	 de	 eosinófilos	 y	 polimorfonucleares	 neutrófilos	 (PMM);	 también	 pueden	 causar
anemia	 y	 trombocitopenia,	 afectando	 células	 hematopoyéticas	 y	 desencadenando	 una	 citopenia
periférica.[2]	[19]	[20]
Retomando	el	tema	se	puede	afirmar	que	los	macrófagos	tienen	un	rol	dual	en	la	patogénesisde	la
enfermedad	 en	 ratones;	 por	 un	 lado,	 los	 macrófagos	 activados	 inhiben	 la	 producción	 de	 ON	 y
producen	factores	solubles	que	controlan	la	parasitemia,	y	por	otro,	según	Otsuka	y	colaboradore.[21]
(2002),	 los	monocitos	macrófagos	activados	producen	un	daño	oxidativo	en	 las	membranas	de	 los
eritrocitos	parasitados	y	así	contribuyen	a	la	destrucción	de	estos	y	de	los	no	parasitados,	asegurando
su	 papel	 en	 la	 patogénesis	 de	 la	 anemia	 por	B.	 gibsoni	 en	 perros;	 mediante	 un	 proceso	 de	 estrés
oxidativo,	inducido	por	la	multiplicación	de	B.	gibsoni,	los	eritrocitos	no	parasitados	se	destruyen	por
sensibilización	con	antígenos	de	los	parasitados	y	se	presenta	una	marcada	actividad	eritrofagocítica
de	los	macrófagos,	que	aumenta	la	anemia.
Acerca	 de	 la	 patobiología	 de	 Babesia	 spp.,	Krause	 y	 colaboradore.[15]	 se	 refirieron	 en	 2007	 a	 los
cambios	que	se	inician	inmediatamente	después	de	la	inoculación	del	patógeno	y	del	desarrollo	de	la
infección;	 afirmaron	 que	 los	 aspectos	 fundamentales	 son	 la	 citoadherencia	 y	 la	 respuesta
proinflamatoria	del	hospedero	por	citocinas	y	que	la	variabilidad	antigénica	es	la	explicación	causal.
Por	otro	lado,	Allred	colaboradore.[22]	sugirieron	en	2006	que	Babesia	spp.,	o	B.	bovis	inducen	cambios
en	las	membranas	de	los	eritrocitos	parasitados,	que	se	relacionan	con	la	diversidad	en	la	expresión
de	 antígenos,	 y	 le	 atribuyeron	 un	 papel	 importante	 a	 la	 variabilidad	 antigénica	 conocida	 como	 el
cambio	fenotípico	que	ocurre	en	una	población	clonal	de	Babesia	spp.,	atribuible	a	las	interacciones
ambientales	en	el	hospedero	dadas	por	el	acúmulo	de	mutaciones	genéticas	que	ocurren	en	casi	todas
las	 especies:	 B.	 microti,	 B.	 bigemina,	 B.	 bovis,	 en	 esta	 última	 demostradas	 con	 certeza.[23]	 Esta
variabilidad	antigénica	le	permite	evadir	la	respuesta	inmune	del	hospedero;	las	variantes	antigénicas
expresadas	por	B.	bovis	como	VESA-1	son	codificadas	por	una	familia	de	multigenes	Ves,	semejantes
a	la	familia	Var	de	P.	falciparum;	al	igual	que	en	este,	se	presenta	un	número	alto	de	cepas	de	B.	bovis
que	 pueden	 evadir	 la	 respuesta	 inmune	 y	 otro	 número	 significativo	 que	 puede	 mediar	 en	 la
adherencia	 de	 eritrocitos	 infectados	 al	 endotelio	 vascular,	 sin	 hacer	 secuestro,	 facilitar	 la	 infección
crónica	y	disminuir	el	acceso	de	las	células	inmunes	o	su	destrucción	por	el	bazo.	La	intensidad	de	la
adherencia	y	la	posibilidad	de	secuestro	dependen	del	genotipo	adherente	de	la	babesia	presente	en	el
hospedero.	Krause	y	colaboradore.[15]	sugirieron	en	2007	que	la	gravedad	de	la	enfermedad	depende,
por	 un	 lado,	 del	 mecanismo	 patogénico	 del	 secuestro	 y	 propusieron	 un	 esquema	 en	 el	 que	 se
correlaciona	la	clínica	con	la	citoadherencia	vascular	y	la	respuesta	celular	a	la	infección,	y	por	el	otro
lado,	depende	de	la	intensidad	de	la	respuesta	inflamatoria.[23]
No	hay	 certeza	 con	 respecto	 a	 la	 patogénesis	 de	 la	 infección	 asintomática	 pero	 se	 propone	 que
depende	de	una	falla	en	la	respuesta	inmune	adaptativ.[15]	ya	que	la	adherencia	al	endotelio	vascular
puede	 disminuir	 el	 acceso	 de	 las	 células	 inmunes	 de	 los	 hospederos	 y	 prevenir	 la	 acción
eritrofagocítica	del	 bazo	porque	 las	babesias	pueden	 infectar,	multiplicarse	 y	persistir	 en	 ese	nivel
local	dado	que	 la	 intensidad	y	 tamaño	de	 la	adherencia	dependen	del	genotipo	de	parásito	y	de	 la
localización	en	el	hospedero.
Al	 parecer,	 en	 la	 babesiosis	 aguda	 el	 evento	 causal	 es	 el	 exceso	 de	 producción	 de	 citocinas
proinflamatorias:	 TNF-α,	 IFN-γ,	 IL-1,	 IL-6,	 E-selectina,	 y	 las	 moléculas	 de	 adherencia	 vascular	 1
(VCAM-1,	por	la	sigla	en	inglés	de	vascular	cell	adhesion	molecule)	y	de	adherencia	intercelular	1	(ICAM-
1,	por	 la	 sigla	 en	 inglés	de	 intercellular	 adhesion	molecule).[15]	 [20]	También	 existen	 evidencias,	 como	 en
Plasmodium,	de	que	el	TNF-α	cumple	un	papel	dual	según	la	concentración:	si	es	baja,	es	parasiticida
y	si	es	alta,	es	responsable	de	los	síntomas	en	la	infección	aguda	y	desencadena	la	enfermedad.[15]	Los
cambios	 asociados	 a	 la	 gravedad	 de	 esta	 incluyen	 la	 lisis	 de	 los	 glóbulos	 rojos	 parasitados,	 la
adherencia	a	 las	células	endoteliale.[23]	 y	 la	disminución	del	 flujo	 en	 la	microvasculatura.[15]	 [19]	 Los
mecanismos	 patogénicos	 de	 la	 babesiosis	 grave	 son	 semejantes	 a	 los	 de	 la	 malaria	 grave	 por	 P.
falciparum	y	aún	no	están	completamente	claros.	Krause	y	colaboradore.[15]	propusieron	en	2007	que
sucede	 una	 serie	 de	 eventos:	 1)	 sobreproducción	 de	 citocinas	 proinflamatorias	 inducidas	 por	 el
parásito;	2)	adherencia	de	eritrocitos	al	endotelio	vascular	con	disminución	del	flujo,	obstrucción	de
la	 microcirculación	 e	 hipoxia	 tisular;	 3)	 anemia	 y	 anoxia	 causadas	 por	 lisis	 de	 los	 eritrocitos;	 4)
hipoglicemia,	 acidosis	 láctica,	 por	 el	metabolismo	anaerobio	de	 la	 glucosa;	 5)	hemorragia	 tisular	 y
alteraciones	 en	 la	 hemostasis,	 daño	 cerebral,	 pulmonar,	 hepático	 y	 renal.	 El	 TNF-α	 y	 la	 IL-1
aumentan	 la	 expresión	 de	moléculas	 de	 adherencia	 a	 la	 superficie	 endotelial	 de	 los	 vasos	 y	 a	 las
plaquetas	 e	 inducen	 la	 generación	 de	 ON	 que	 tiene	 efectos	 homeostático	 y	 patogénico	 y	 puede
inhibir	la	respiración	mitocondrial	y	la	bomba	de	NA/K	explicando	cada	una	de	las	complicaciones.
Se	 ha	 demostrado	 infección	 cerebral	 por	 B.	 bovis,	 pero	 no	 parece	 haber	 secuestr.[10]	 y	 esta
complicación	 se	 debe	 explicar	 por	 otro	 mecanismo.[15]	 [22]	 Estos	 autores	 respaldan	 el	 fenómeno
adhesivo	de	la	babesia,	pero	dicen	que	en	el	glóbulo	rojo	no	hay	knobs.
Complicaciones	pulmonares	y	renales
Al	 parecer,	 aun	 cuando	 no	 hay	 mayores	 evidencias,	 en	 la	 patogénesis	 de	 las	 complicaciones
pulmonares	 de	 la	 babesiosis	 en	 seres	 humanos	 todos	 los	 cambios	 se	 explican	 por	 la	 respuesta
inflamatoria	 local,	 el	 secuestro	 de	 eritrocitos	 parasitados	 y	 leucocitos	 en	 la	 microvasculatura	 y	 la
producción	excesiva	de	citocinas	proinflamatorias	específicamente	el	TNF-α	y	el	IFN-γ.[15]	[22]	En	el
riñón	las	bases	patogénicas	son	las	mismas	asociadas	a	lisis	de	glóbulos	rojos.
Coinfección	y	babesiosis
Frecuentemente	 el	 hospedero	 humano	 puede	 sufrir	 coinfecciones	 con	 diferentes	 patógenos
transmitidos	por	el	mismo	vector,	en	este	caso	las	garrapatas,	que	pueden	transmitir	virus,	bacterias	y
parásitos.	En	 el	 caso	 específico	 de	Babesia	se	 ha	 informado	 que	 puede	 coexistir	 con	 la	 erliquiosis
monocítica	 y	 granulocítica,	 la	 enfermedad	de	Lyme	 (Borrelia	burgdorferi),	 bartonelosis	 y	 riquetsiosis.
Estas	coinfecciones,	que	pueden	aumentar	la	gravedad,	son	uno	de	los	problemas	más	significativos
de	la	babesiosis	en	los	siguientes	aspectos:	patogénesis,	clínica,	pronóstico,	diagnóstico	y	tratamiento;
ellas	 pueden	 además	 llevar	 a	 una	 persistencia	 de	 los	 síntomas	 y	 de	 la	 parasitemia	 difíciles	 de
interpretar	 y	 de	 tratar.	 Estos	 aspectos	 que	 son	 de	 gran	 importancia	 no	 han	 sido	 suficientemente
estudiados.[2]	[24]	[25]	En	Europa	se	ha	reportado	coinfección	de	B.	microti	con	B.	burgdorgferi;	Homer	y
colaboradore.[2]	informan	que	13%	de	los	pacientes	con	enfermedad	de	Lyme	en	áreas	endémicas	de
Babesia	se	coinfectan	con	B.	microti	y	que	hay	coinfección	de	B.	divergens	y	B.	burgdorferi	 sensu	 lato	en
Europa.	 En	Norteamérica	 se	 ha	 informado	 que	B.	 microti	 es	 transmitida	 por	 la	 misma	 garrapata
Ixodes	que	B.	burgdorferi	y	la	erliquiosis	granulocítica	y	posiblemente	una	especie	de	Bartonella.[2]	[24][26]
Se	 ha	 informado	 también	 cotransmisión	 en	 humanos	 de	 B.	 burgdorferi,	 Ehrlichia	 equi,	 B.	 microti	 y
Bartonella	vinsonii	en	garrapatas	Ixodes	scapularis	en	Estados	Unidos	y	un	patrón	similar	con	I.	ricinus	en
Holanda.[25]
Babesiosis	transfusional
Babesia	spp.,	 ha	 sido	 responsable	 de	 este	 grave	 problema	 de	 salud	 pública	 durante	 los	 últimos	 40
años.	En	Estados	Unidos	la	responsabledel	mayor	número	de	casos	es	B.	microti,	pero	el	riesgo	existe
también	para	B.	divergens.	La	babesiosis	puede	adquirirse	por	transfusión	de	sangre	total	o	de	algunos
componentes	 como	 los	 eritrocitos	 empacados	 y	 las	 plaquetas,	 las	 cuales	 conservan	 un	 pequeño
número	de	eritrocitos.[1]	B.	microti	puede	persistir	hasta	por	35	días	en	condiciones	de	laboratorio	y	es
viable,	o	sea,	presenta	condiciones	para	producir	infección	hasta	por	21	días.[3]	[8]
El	período	de	 incubación	de	 la	babesiosis	 transfusional	puede	ser	de	una	a	nueve	semanas.[8]	Las
infecciones	son	inicialmente	asintomáticas	y	una	parasitemia	baja	puede	persistir	por	meses.	Leib.[8]
informó	en	2006	que	en	un	estudio	realizado	en	1994	en	Connecticut	se	calculó	el	riesgo	de	adquirir
B.	 microti	 en	 función	 del	 tipo	 de	material	 que	 se	 transfundía	 a	 pacientes	 con	 cirugía	 de	 tórax;	 se
encontró	que	el	riego	general	por	unidad	de	sangre	era	de	1/6.01,	o	sea	0,017%	(IC	95%:	0,004-0,9
%);	la	tasa	por	unidad	de	plaquetas	era	de	0	en	371,	o	sea	0%	(IC:	0-0,8%).	Estos	cálculos	se	hicieron
con	base	en	una	 tasa	de	 seroprevalencia	de	babesia	de	1,2%	para	zonas	endémicas	y	de	0,3%	para
áreas	no	endémicas	de	Connecticut	y	una	tasa	de	parasitemia	de	56%	en	donantes	seropositivos.
El	 riego	 de	 babesiosis	 transfusional	 aumenta	 por	 la	 falta	 de	 sintomatología	 de	 los	 donantes,	 el
desconocimiento	de	 las	áreas	con	 transmisión	activa	por	garrapatas,	 la	carencia	de	antecedentes	de
picadura	y	la	movilidad	general	entre	regiones	no	solo	de	las	personas,	sino	también	de	las	unidades
de	 sangre	 infectadas.	 La	 babesiosis	 transfusional	 se	 puede	 disminuir	 con	 la	 exclusión	 de	 donantes
procedentes	 de	 áreas	 endémicas	 y	 de	 personas	 transfundidas	 o	 con	 antecedentes	 de	 haber	 tenido
intervenciones	quirúrgicas;	igualmente,	con	medidas	para	aumentar	la	seguridad	de	las	transfusiones
como	 la	 filtración	e	 inactivación	de	patógenos.[8]	En	una	 investigación	de	Kjemtrup	y	Conra.[1]	 en
2000,	de	cinco	casos	de	babesiosis	transfusional	se	identificaron	tres	donantes	con	B.	microti,	 lo	cual
representaba	tres	unidades	de	sangre	positivas,	 lo	que	corresponde	a	una	incidencia	de	6/1.000.000
de	unidades	de	sangre	colectada.	Estos	autores	y	Gubernot	y	colaboradore.[27]	recomiendan	incluir	la
babesiosis	 en	 la	 lista	 de	 enfermedades	 febriles	 que	 se	 deben	 descartar	 con	 posterioridad	 a	 una
transfusión.
La	frecuencia	e	intensidad	de	la	babesiones	transfusional	debe	llamar	la	atención	de	los	bancos	de
sangre	 para	 descartar	 portadores	 asintomáticos	 de	 Babesia	 spp.,	 mediante	 pruebas	 simples	 de
laboratorio	 como	gota	gruesa,	 extendido	de	 sangre	periférica,	 titulación	de	 anticuerpos	o	pruebas
moleculares	como	PCR.[3]	[8]
Babesiosis	gestacional	y	congénita
Otra	forma	de	transmisión	de	babesia	es	la	transplacentaria	y,	como	en	el	caso	de	la	malaria,	apenas
ahora	 se	 le	 está	 dando	 importancia;	 la	 mujer	 embarazada	 e	 infectada	 por	 Babesia	 spp.,	 debe	 de
presentar	las	mismas	características	clínicas	de	otras	personas	con	babesiosis	humana	pero	no	se	ha
hecho	 una	 revisión	 exhaustiva	 del	 fenómeno	 para	 conocer	 el	 riesgo	 diferencial	 de	 enfermar	 y
complicarse	por	Babesia	spp.,	durante	el	embarazo.	Feder	y	colaboradore.[28]	informaron	en	2003	tres
casos	de	babesiosis	gestacional;	esta	se	debe	tratar	con	quinina	más	clindamicina	como	se	informa	en
la	sección	de	tratamiento.
Se	ha	 informado	 la	babesiosis	 congénit.[29]	 pero	 sigue	 siendo	 un	 fenómeno	 raro;	 clínicamente	 el
neonato	 puede	 presentar	 fiebre,	 anemia	 e	 ictericia	 o	 complicarse	 y	 presentar	 hepatomegalia,
esplenomegalia	y	anemia	aún	más	intensa	con	nivel	de	hemoglobina	por	debajo	de	8	g/dL,	fiebre	o
hipotermia.	La	mayoría	de	los	casos	informados	son	por	B.	microti,	pero	se	han	informado	también
casos	 por	 B	 divergens,	 B.	 duncani	 y	 WA-1.[1]	 [29]	 El	 tratamiento	 recomendado	 para	 neonatos	 es
atovacuona	(40	mg/kg/día)	dividido	en	dos	dosis	and	azitromicina	(12	mg/kg/día)	por	un	día.[29]
Hallazgos	de	laboratorio
Las	alteraciones	encontradas	en	el	laboratorio	general	dependen	de	la	intensidad	de	la	parasitemia,	la
gravedad	 del	 cuadro	 clínico	 y	 la	 presencia	 de	 complicaciones.	 Se	 pueden	 encontrar	 normocromía,
trombocitopenia	 (hasta	por	debajo	de	20.000	/μL)	y	ocasionalmente	 leucopenia,	pero	 los	glóbulos
blancos	 pueden	 estar	 por	 encima	 de	 5.000/μL;	 otros	 hallazgos	 son:	 bajo	 nivel	 de	 hemoglobina	 y
elevación	 de	 la	 bilirrubina,	 la	 aspartato-aminotransferasa,	 la	 alanino-aminotrasferasa	 y	 la
deshidrogenasa	láctica.[1]
Diagnóstico
Para	el	diagnóstico	de	babesiosis	humana	se	deben	tener	en	cuenta	tanto	las	manifestaciones	clínicas
compatibles	 con	 la	 enfermedad,	 como	 los	 antecedentes	 de	 haber	 viajado	 a	 áreas	 endémicas	 para
babesiosis,	la	picadura	de	garrapata	(o	la	exposición	a	áreas	infestadas	con	garrapatas),	transfusiones
sanguíneas	recientes	y	la	historia	de	esplenectomía.[2]	El	diagnóstico	en	el	laboratorio	debe	incluir	el
examen	 del	 extendido	 de	 sangre	 periférica.[7]	 pruebas	 serológicas	 como	 la	 inmunofluorescencia
indirecta	 (IFI),	 inoculación	 en	 animales	 o	 reacción	 en	 cadena	 de	 la	 polimerasa	 (PCR).	 Estas	 dos
últimas	 no	 se	 usan	 rutinariamente	 para	 el	 diagnóstico	 de	 babesiosis	 humana,	 ya	 que	 solo	 están
disponibles	en	laboratorios	de	referencia.	Antes	del	desarrollo	de	la	PCR	para	el	diagnóstico	de	B.
microti	se	inoculaban	hámsteres	con	la	sangre	del	paciente	sospechoso,	lo	cual	era	considerado	como
el	método	más	 sensible	 para	 la	 detección	 de	 esta	 especie	 de	 babesia.[2]	 Sin	 embargo,	 los	 animales
requerían	 varias	 semanas	 para	 establecer	 una	 infección	 detectable	 por	 factores	 tales	 como	 la
adaptación	de	los	parásitos	al	hospedero	o	la	dosis	inoculada,	lo	que	podía	influir	en	los	resultados	o
afectar	su	interpretación.	También	se	han	presentado	casos	de	nuevas	especies	de	Babesia	que	no	se
pudieron	aislar	por	este	método	pero	que	se	identificaron	por	PCR.[30]	[31]	La	inoculación	de	animales
ha	sido	muy	útil	para	el	seguimiento	de	las	 infecciones	persistentes	en	personas	esplenectomizadas,
pero	es	necesario	mejorar	la	sensibilidad	para	la	detección	de	babesias	en	personas	normoesplénicas.
Por	 lo	 tanto,	 la	 PCR	 se	 ha	 convertido	 rápidamente	 en	 la	 prueba	 de	 elección	 para	 confirmar	 la
infección	en	personas	con	anticuerpos	para	babesia	y	para	hacer	el	seguimiento	de	la	respuesta	a	la
terapia.	 Sin	 embargo,	 en	 el	 procedimiento	 de	 la	 PCR	 se	 debe	 tener	 sumo	 cuidado	 evitando	 la
contaminación	que	puede	 llevar	a	 resultados	 falsos	positivos;	por	ello	se	 recomienda	en	 lo	posible
corroborar	con	pruebas	serológicas	los	datos	obtenidos	en	la	PCR.[32]
Frotis	sanguíneo
La	 técnica	 más	 utilizada	 para	 detectar	 los	 parásitos	 intraeritrocíticos	 es	 el	 extendido	 de	 sangre
periférica	 teñido	 con	 Wright	 o	 Giemsa.	 Esta	 técnica	 se	 utiliza	 tanto	 para	 el	 diagnóstico	 de	 las
infecciones	 por	 B.	 microti	 (Estados	 Unidos)	 como	 para	 las	 debidas	 a	 B.	 divergens	 (Europa).	 Los
parásitos	se	observan	dentro	de	las	células	rojas	como	formas	anulares	oscuras	con	citoplasma	azul
claro	(figura	205-1),	pero	también	se	las	puede	observar	por	fuera	de	los	eritrocitos.	Los	merozoítos
de	B.	microti	miden	aproximadamente	1,5	a	2	µm	y	los	de	B.	divergens	son	variables	con	tamaño	desde
1	 hasta	 3	 µm.	 Hay	 mucha	 variación	 morfológica	 en	 las	 babesias:	 se	 pueden	 ver	 formas	 anulares
simples	(anillos),	trofozoítos	pareados	o	individuales	en	forma	de	pera	(piriformes)	y	también,	pero
más	raramente,	las	tétradas	bien	descritas	como	cruz	de	Malta.	Las	infecciones	por	B.	microti	pueden
alcanzar	parasitemias	superiores	al	85%,	detectables	por	tres	a	12	semanas,	con	mayor	duración	de	la
positividad,	 hasta	 por	 siete	 meses,	 en	 pacientes	 esplenectomizados.[2]	 En	 general,	 el	 análisis	 del
extendido	de	sangre	periférica	es	un	proceso	bastante	 subjetivo	que	dependede	 la	 experiencia	del
observador	 y	 del	 tiempo	 disponible	 para	 su	 lectura,	 ya	 que	 es	 necesario	 discriminar	 las	 sutilezas
morfológicas	 de	 las	 posibles	 formas	 babesiales;	 además,	 las	 parasitemias	 bajas	 pueden	 dar	 lugar	 a
diagnósticos	inexactos	que	ameritan	un	análisis	posterior.[2]	Sin	embargo,	en	la	mayoría	de	los	casos,
el	 diagnóstico	 se	 puede	 establecer	 con	 base	 en	 la	 historia	 clínica	 y	 el	 examen	 físico	 junto	 con	 la
observación	de	las	formas	parasitológicas	características	de	Babesia	spp..[7]	además,	se	puede	recurrir	a
las	técnicas	moleculares	disponibles	para	el	diagnóstico	de	esta	enfermedad.
En	el	diagnóstico	de	la	babesiosis	humana	mediante	extendido	de	sangre	periférica	se	debe	tener
sumo	cuidado	con	las	formas	anulares	(anillos)	visibles	dentro	de	los	eritrocitos	por	su	gran	variedad
y	 la	 posibilidad	 de	 confundirlas	 con	 Plasmodium	 falciparum;	 la	 ausencia	 del	 pigmento	 malárico	 o
hemozoína	en	la	infección	por	babesias	hace	la	diferenciación	con	malaria.	Sin	embargo,	los	primeros
estadios	de	P.	falciparum	carecen	de	ese	pigmento	y	ha	habido	varios	casos	en	los	que	el	diagnóstico
inicial	 fue	malaria,	 lo	que	retrasó	 la	administración	del	 tratamiento	adecuado;	en	casos	graves	(por
ejemplo,	infección	por	B.	divergens)	el	retraso	podría	resultar	fatal.[2]
Figura	205-1.	Ciclo	de	vida	de	Babesia	spp.
Serología	e	inmunología
Las	pruebas	 serológicas	 como	 la	 inmunofluorescencia	 indirecta	 (IFI),	 el	 ensayo	 inmunoenzimático
(ELISA,	 por	 la	 sigla	 en	 inglés	 de	 enzyme-linked	 immunosorbent	 assay),	 el	 inmonoblot	 y	 la
inmunohistoquímic.[33]	son	muy	útiles	en	el	diagnóstico	de	las	 infecciones	crónicas	particularmente
por	B.	microti.[32]	Estas	pruebas	utilizan	antígenos	obtenidos	en	hámsteres.	Debido	a	su	sensibilidad	y
especificidad	 (por	 encima	 de	 96%	 y	 99%,	 respectivamente),	 la	 IFI	 es	 la	 técnica	 serológica
recomendada	en	la	actualidad.[34]	El	punto	de	corte	de	los	títulos	de	anticuerpos	para	considerar	un
resultado	como	positivo	varía	de	un	laboratorio	a	otro:	algunos	consideran	que	títulos	por	encima	de
1:32	o	1:64	permiten	el	diagnóstico	de	Babesia.[35]	pero,	en	general,	un	punto	de	corte	más	alto	(1:128
a	1:256)	se	asocia	con	mayor	especificidad	y	capacidad	diagnóstica	y	 rara	vez	con	resultados	 falsos
positivos;	 es	 posible	 hacer	 tamización	 en	 las	 poblaciones	 de	 donantes	 a	 títulos	 de	 1:64	 ya	 que
ocasionalmente	 se	pueden	 tener	 falsos	negativos	debido	a	que	en	 la	 fase	 aguda	de	 la	 infección	 los
títulos	 de	 anticuerpos	 pueden	 ser	 de	 10	 a	 20	 veces	 más	 altos	 que	 el	 punto	 de	 corte.[32]	 Se	 suele
encontrar	anticuerpos	en	pacientes	con	 infecciones	por	B.	microti	diagnosticadas	por	primera	vez	y
los	títulos	pueden	permanecen	elevados	todo	el	tiempo	desde	13	meses	hasta	seis	años	después	de	la
infección.	A	pesar	de	su	persistencia,	estos	anticuerpos	no	reflejan	necesariamente	una	infección	fatal.
La	 disminución	 de	 los	 niveles	 de	 anticuerpos	 IgG	 es	 más	 lenta	 en	 los	 pacientes	 con	 infección
persistente	(más	de	tres	de	meses)	que	en	aquellos	cuyas	infecciones	se	curan	en	menos	de	ese	lapso.
Sin	embargo,	la	persistencia	de	la	infección	se	correlaciona	con	la	de	niveles	elevados	de	anticuerpos
en	 infecciones	 de	 perros	 por	 B.	 gibsoni	 y	 con	 extendidos	 de	 sangre	 periférica	 negativos,	 cuyas
parasitemias	 generalmente	 se	 evidencian	 a	 las	 dos	 a	 cuatro	 semanas.	Una	desventaja	 teórica	 de	 las
pruebas	 serológicas	 es	 que	 otros	 protozoarios	 pueden	 dar	 reacciones	 cruzadas,	 lo	 que	 genera
resultados	falsos	positivos	en	B.	microti	o	WA1,	sobre	todo	cuando	se	detecta	IgM.	Los	pacientes	con
alteraciones	 del	 tejido	 conectivo	 como	 en	 el	 lupus	 sistémico	 eritematoso	 y	 la	 artritis	 reumatoide
también	pueden	dar	resultados	falsos	positivos	por	otros	mecanismos.	Por	el	contrario,	en	individuos
inmunocomprometidos	 y	 en	 pacientes	 cuyas	 muestras	 se	 tomaron	 en	 las	 primeras	 etapas	 de	 la
infección	 podría	 haber	 resultados	 falsos	 negativos;	 las	 personas	 infectadas	 por	 el	 HIV	 y	 las
esplenectomizadas	 suelen	 tener	 títulos	 muy	 bajos.[2]	 Otra	 dificultad	 del	 diagnóstico	 serológico	 se
presenta	en	las	infecciones	por	B.	divergens	que	suelen	ser	muy	graves	y	en	las	que	los	anticuerpos	no
son	detectables	en	el	suero	hasta	siete	a	10	días	después	del	inicio	de	la	hemoglobinuria.
Diagnóstico	molecular	de	Babesia	spp.
En	 la	 actualidad	 las	 pruebas	 serológicas	 son	 muy	 útiles	 para	 distinguir	 las	 infecciones	 debidas	 a
diferentes	 especies	 del	 parásito	 pero	 la	 reactividad	 cruzada	 de	 B.	 microti,	 WA1	 y	 B.	 divergens	 ha
limitado	 tal	utilidad;	por	ello	ha	aumentado	el	uso	de	 los	enfoques	de	diagnóstico	molecular	para
babesiosis	 en	pacientes	 con	 infecciones	 leves	que	 a	menudo	permanecen	 sin	diagnosticar	 y	por	 lo
tanto	sin	tratamiento.	La	detección	de	estos	casos	leves	de	babesiosis	requiere	técnicas	más	sensibles
que	 las	 descritas	 hasta	 el	 momento.	 Con	 la	 evolución	 de	 técnicas	 más	 sensibles	 basadas	 en	 PCR
convencional	 y	 en	 la	 detección	de	polimorfismos	de	 longitud	de	 fragmentos	 de	 restricción	 (PCR-
RFLP,	por	la	sigla	en	inglés	de	restriction	fragment	length	polymorphisms)	han	sido	posibles	el	diagnóstico
molecular	y	el	seguimiento	incluso	de	infecciones	babesiales	leves	con	valores	predictivos	positivos
hasta	 del	 95%.[14]	 para	 su	 desarrollo	 es	 muy	 importante	 la	 elección	 de	 un	 marcador	 genético
apropiado.	No	obstante,	 no	 se	 ha	 secuenciado	 completamente	 el	 genoma	de	Babesia	 y	 para	 lograr
establecer	 los	marcadores	 genéticos	de	diagnóstico	 se	ha	 recurrido	 a	 los	 fragmentos	de	 genes	que
codifican	para	la	subunidad	pequeña	del	ARN	ribosomal	18S	(ARNr	18S),	ya	que	esta	se	encuentra
en	 la	mayoría	de	 los	organismos	eucariotas	y	es	 la	más	ampliamente	utilizada	en	el	diagnóstico	de
protozoos.[4]
El	 tamaño	 del	 gen	 que	 codifica	 para	 la	 subunidad	 18S	 del	 ARNr	 de	Babesia	 es	 diferente	 entre
especies	 ya	 que	 contiene	 de	 1.720	 a	 1.770	 pb	 con	 secuencias	 conservadas	 en	 todas	 las	 especies	 de
Babesia,	lo	cual	permite	el	diseño	de	cebadores	complementarios	a	estas	secuencias	conservadas	para
la	detección	de	ADN	de	muchos	organismos	relacionados.	Sin	embargo,	el	diagnóstico	diferencial	de
algunas	especies	de	Babesia	solo	es	posible	empleando	enzimas	de	restricción	que	permitan	observar
variaciones	 en	 el	 tamaño	 de	 los	 productos	 de	 digestión;	 o	 bien	 por	 medio	 de	 la	 PCR	 anidada
diseñando	 cebadores	 que	 reconozcan	 secuencias	 variables	 dentro	 de	 las	 secuencias	 previamente
amplificadas	y	esto	es	posible	porque	Babesia	contiene	ocho	regiones	variables	enumeradas	de	V1	 a
V5	y	V7	a	V9,	entre	las	cuales	V4	es	la	más	grande	y	variable,	conformada	por	300	pb.[4]
Persing	y	colaboradores.[31]	en	1992,	llevaron	a	cabo	el	primer	estudio	en	el	que	se	utilizó	la	PCR
como	herramienta	diagnóstica	de	babesiosis	humana	a	partir	de	este	gen;	y	Aktas	y	colaboradores.[30]
en	2005,	encontraron	que	la	PCR	fue	sensible	para	detectar	ADN	de	Babesia	ovis	desde	una	dilución
de	 10-5	 con	 una	 parasitemia	 de	 0,00001%;	 concluyeron	 que	 este	 método	 puede	 simplificar	 el
diagnóstico	 de	 babesiosis	 cuando	 los	 resultados	 serológicos	 son	 negativos.	 Por	 su	 parte,	 Ano	 y
colaboradores	en	el	año	200.[36]	evaluaron	la	sensibilidad	de	la	PCR	anidada	amplificando	el	gen	que
codifica	 para	 la	 subunidad	 18S	 del	 ARNr	 y	 encontraron	 que	 en	 la	 segunda	 PCR	 fue	 evidente	 la
presencia	de	la	banda	correspondiente	a	este	gen,	contrario	a	la	primera	PCR	desde	una	parasitemia
de	0,00001%.	Entre	otros	marcadores	moleculares	empleados	para	el	diagnóstico	de	Babesia,	está	el
gen	de	1.350	pb	que	codifica	para	la	proteína	β-tubulina	de	los	microtúbulos	con	440	aminoácidos,
que	está	presente	en	 las	células	de	 todos	 los	organismos.	Este	gen	contiene	dos	 intrones	y	uno	de
ellos	 es	 altamente	 variable	 en	 longitud,	 por	 lo	 cualse	 emplea	 para	 el	 diseño	 de	 cebadores	 que
flanquean	 una	 secuencia	 conservada,	 donde	 los	 productos	 esperados	 son	 de	 diferente	 tamaño
dependiendo	de	la	especie	de	Babesia	(310	pb	en	B.	microti	y	460	pb	en	B.	caballi).	El	análisis	de	estas
variaciones	de	tamaño	se	puede	hacer	a	partir	de	una	PCR	anidada	o	una	PCR-RFLP	que	genera	un
patrón	 de	 bandas	 específico	 para	 cada	 especie.	 Los	 genes	 que	 codifican	 para	 proteínas	 de	 choque
térmico	(polipéptido	conservado	HSP70),	las	cuales	son	activadas	por	diferentes	estímulos	en	todos
los	organismos	vivos	para	desarrollar	 funciones	vitales	 como	el	 control	de	 la	división	celular,	 son
marcadores	genéticos	empleados	para	el	diagnóstico	de	especies	de	Babesia	como	B.	microti,	B.	bovis,	B.
rodhani	y	B.	gibsoni	entre	las	cuales	varía	la	longitud	de	la	secuencia	del	gen	de	aproximadamente	1.940
pb.	 Sin	 embargo,	 este	 gen	 es	 altamente	 conservado	 en	organismos	no	 relacionados	por	 lo	 cual	 su
aplicación	es	de	mayor	utilidad	en	análisis	filogenéticos.[4]
En	conclusión,	 la	 elección	de	un	marcador	genético	para	 la	PCR	es	de	vital	 importancia	para	 la
sensibilidad	de	esta	técnica	como	herramienta	diagnóstica	de	Babesia.[4]	El	análisis	de	la	secuencia	de
los	fragmentos	amplificados	y	la	comparación	con	bases	de	datos	de	secuencias	conocidas	permiten
la	 identificación	definitiva	de	 la	 especie	de	Babesia	 y	 en	 el	 caso	de	 los	 pacientes	 que	 tengan	ADN
babesial	detectable	en	la	sangre	es	probable	que	se	presenten	parasitemias	detectables.
Tratamiento
Los	principales	 objetivos	 de	 los	 tratamientos	 antiparasitarios	 son	hacer	 descender	 la	 parasitemia	 y
terminar	 con	 la	 sintomatología	 de	 la	 enfermedad.	 Si	 bien	 algunas	 infecciones	 por	 B.	 microti	 se
autolimitan	 en	 pacientes	 inmunocompetentes,	 la	 mayoría	 de	 los	 casos	 necesitan	 tratamiento	 en
función	de	 la	gravedad	clínica.	Sin	embargo,	es	necesario	saber	que	 la	 infección	por	Babesia	puede
persistir	 sin	 producir	 sintomatología	 después	 del	 tratamiento	 hasta	 por	 dos	meses	 o	 por	 años.[26]
Mylonaki.[26]	 informó	 que	 la	 duración	 de	 la	 parasitemia	 por	 Babesia	 fue	 diferente	 en	 quienes
recibieron	 tratamiento	 antibabesial	 específico	 (quinina	 más	 clindamicina)	 y	 en	 quienes	 no	 lo
recibieron.	Los	síntomas	y	la	presencia	de	ADN	en	el	primer	grupo	duraron	16	días,	mientras	en	el
segundo	persistieron	por	114	días.
Babesiosis	en	fase	aguda:	en	adultos	se	debe	dar	el	siguiente	esquema	de	tratamiento:	quinina	oral
sales	650	mg	3	veces/día	por	7	días,	más	clindamicina	oral	600	mg	2	ó	3	veces/día	por	7	días,	o	dar
1,2	g	de	clindamicina	parenteral	2	veces	al	día	por	7	días.[1]	 [26]	En	niños	se	da	quinina	8	mg/kg	3
veces/día	por	7	días.[5]	otros	autores	recomiendan	quinina	25	mg/kg	3	veces	al	día	por	7	dias	más
clindamicina	20-40	mg/kg/día	por	7	días.[26]	[27]	[37]
Un	 esquema	 alternativo	 para	 adultos	 es:	 azitromicina	 500	 mg	 una	 vez	 al	 día	 por	 7	 días	 más
atovacuona	750	mg,	2	veces/día	por	7-10	días,	y	en	niños,	azitromicina	7-10	mg/kg	una	vez	al	día	por
7	 días,	 más	 atovacuona	 20	 mg/kg	 2	 veces/día	 por	 7-10	 días.[2]	 [37]	 Otro	 régimen	 de	 eficacia
demostrada	 para	 eliminar	 la	 babesiosis	 persistente	 y	 por	 ende	 las	 recaídas	 es	 la	 combinación	 de
quinina	oral	650	mg	3	veces/día	por	10	días,	más	azitromicina	500	mg	2	veces/día	por	10	días.[18]
Babesiosis	 graves	 o	 complicadas.	 En	 las	 babesiosis	 humanas	 graves	 se	 han	 utilizado
esquizonticidas	 hemáticos	 como	 el	 diclorhidrato	 de	 quinina,	 600	mg	 de	 la	 base,	 administrado	 de
forma	 intravenosa	 lenta	 en	 dextrosa	 al	 10%,	 así:	 10	mg/kg	 cada	 8	 horas	 por	 2	 o	 3	 días;	 luego	 se
continúa	con	sulfato	de	quinina	en	cápsulas	de	300	mg	una	cada	8	horas	por	10	días.[2]	[18]	Dado	que
no	se	debe	utilizar	monoterapia	y	que	es	necesario	reforzar	la	acción	equizonticida	de	la	quinina,	hay
que	complementar	este	tratamiento	con	clindamicina	600	mg,	2	veces/día,	por	7	días,	esquema	con	el
que	 se	 ha	 podido	 mostrar	 la	 disminución	 inmediata	 de	 la	 parasitemia.[2]	 En	 casos	 graves	 se
recomienda	además	la	aféresis	para	disminuir	la	parasitemia.[1]	En	individuos	infectados	por	HIV	se
deben	adicionar	doxiciclina	(200	mg/día)	y	azitromicina	2.000	mg/día	por	largo	tiempo.[1]
Algunos	autores	afirman	que	es	alta	la	tasa	de	falla	terapéutica	para	hacer	desaparecer	la	babesia	de
sangre	 periférica	 con	 el	 esquema	 combinado	 de	 quinina	 más	 clindamicina,	 principalmente	 en
pacientes	 inmunocomprometidos;	 sugieren	 aplicar	 el	 esquema	 de	 quinina	 combinada	 con
azitromicina	en	las	dosis	ya	citadas,	con	seguimiento	microscópico	diario	de	la	parasitemia	durante
10	 días	 y	 luego	mensualmente.	Al	 parecer	 este	 tratamiento	 es	 tan	 bueno	 como	 el	 de	 quinina	más
clindamicina	 para	 las	 recaídas	 y	 las	 fallas	 terapéuticas	 y	 subrayan	 que	 además	 no	 tiene	 efectos
secundarios	 y	 se	 puede	 utilizar	 en	 embarazadas	 y	 en	 niños	 porque	 se	mantienen	 niveles	 altos	 de
azitromicina	 en	 la	 sangre	 y	 en	 el	 tejido	 hepático,	 lo	 que	 ofrece	 ventajas	 sobre	 la	 clindamicina,
principalmente	en	el	tratamiento	de	las	recaídas.[18]
La	exanguinotransfusión	es	muy	útil	sobre	todo	en	casos	con	parasitemias	altas	y	cuando	se	trata	de
B.	divergens.	Este	tratamiento	tiene	que	ser	rápido	e	intensivo,	dos	o	tres	veces	el	volumen	de	sangre,	y
ser	seguido	de	la	aplicación	intravenosa	de	clindamicina	600	mg	3	ó	4	veces/día	durante	10	días.[1]	[2]
Recomiendan	 los	 autores	 que	 cuando	 la	 parasitemia	 sea	 menor	 de	 1,0%	 puede	 ser	 suficiente	 la
clindamicina	intravenosa	a	la	misma	dosis	sin	la	transfusión	sanguínea.[1]	Se	necesita	además	hacer	el
tratamiento	hemodinámico	y	hematológico	estricto	del	paciente	para	evitar	casos	fatales.
Medidas	de	prevención
Se	pueden	dividir	en	individuales	centradas	fundamentalmente	en	evitar	la	exposición	al	vector	y	la
picadura.	El	conocimiento	de	los	vectores	responsables	de	la	transmisión	y	de	las	zonas	endémicas	en
cada	país	permite	tener	conciencia	de	la	necesidad	de	la	profilaxis	física	con	toldillos	o	química	con
la	 utilización	 de	 repelentes	 en	 las	 áreas	 infestadas;	 debe	 revisarse	 la	 piel	 en	 busca	 de	 picaduras	 o
detectar	 las	garrapatas	y	desprenderlas	dentro	de	 las	primeras	24	horas	para	evitar	 la	picadura	y	 la
transmisión.	No	existen	aún	vacunas	protectoras	antibabesiales	para	seres	humanos,	pero	se	trabaja
en	la	elaboración	de	vacunas	atenuadas,	vivas	y	recombinantes.[1]	En	algunos	países	se	toman	diversas
medidas	 para	 reducir	 la	 población	 de	 garrapatas	 como	 el	 uso	 de	 acaricidas	 y	 la	 aplicación	 de
insecticidas	en	los	reservorios	no	humanos.[1]
Epidemiología
Otros	aspectos	generales	se	relacionan	con	la	clínica	de	la	babesiosis	y	sus	complicaciones	como	el
área	donde	ocurre	la	infección	y	las	alteraciones	que	el	medio	haya	sufrido	por	cambios	climáticos.
Estas	 situaciones	 llevan	 a	un	 aumento	 en	 la	duración	del	período	de	 actividad	de	 las	 garrapatas	 y
afectan	el	patrón	de	endemia	y	el	aumento	de	las	áreas	de	riesgo,	condiciones	todas	que	influyen	en	la
duración	del	 período	de	 incubación	 y	 en	 la	 respuesta	 inmune	 frente	 a	 la	 enfermedad.[7]	 El	mayor
número	de	estudios	de	prevalencia	de	babesiosis	humana	se	ha	hecho	en	Europa	donde	está	presente
B.	divergens	y	en	Estados	Unidos	que	tiene	la	mayor	prevalencia	de	B.	microti;	el	principal	reservorio	es
Peromyscus	leucopus	(pequeños	ratones	de	patas	blancas)	y	el	vector,	Ixodes	scapularis.	Rodgers	en	200.[38]
se	 refirió	 a	 la	 endemia	 y	 al	 potencial	 de	 la	 enfermedad	 en	 humanos;	 según	 él,	 para	 mantener	 la
endemia	zoonótica	de	B.	microtti	es	necesario	colectar	más	de	20	ninfas	de	garrapata	por	hora	en	la
población	de	ratones.
En	 Colombia,	 Ríos	 y	 colaboradore.[35]	 informaron	 en	 2003	 los	 primeros	 casos	 de	 babesiosis
humana	 por	 B.	 bovis	 y	 B.	 bigemina.	 También	 en	 Colombia,	 Buelvas	 y	 colaboradores,	 en	 2008.[39]
informaron	para	el	departamentode	Córdoba,	al	norte	del	país,	en	poblaciones	humanas	expuestas	y
no	 expuestas	 a	 animales	 domésticos	 del	 sector	 agropecuario,	 una	 tasa	 de	 seroprevalencia	 de
anticuerpos	IgG	para	B.	microti	 de	 30,6%	de	 los	 cuales	 el	 65%	eran	hombres;	 de	 anticuerpos	 anti-
Bartonella	 48,7%	 (39/80);	 para	 Bartonella	 quintana	 45%	 (36/80)	 y	 para	 Bartonella	 henselae	 de	 30%
(24/80);	y	en	26,2%	se	hallaron	anticuerpos	para	ambas	especies	de	Bartonella.
En	un	reciente	estudio	en	Venezuela	(2009),	Delmoral	y	colaboradore.[16]	informaron	en	personas
expuestas	 a	 garrapatas	 (veterinarios,	 trabajadores	 agrícolas	 y	 soldados)	 las	 siguientes	 tasas	 de
seroprevalencia	de	anticuerpos	para	Babesia	spp.,	 según	el	 estado	geográfico:	70%	en	Lara,	57%	en
Aragua,	 55%	 en	Zulia,	 47%	 en	Guárico,	 40%	 en	Anzoátegui	 y	 38%	 en	Carabobo.	Esta	 situación
demuestra	 que	 se	 subestima	 un	 problema	 grave	 de	 salud	 pública	 en	 poblaciones	 humanas	 de
Suramérica,	existente	también	en	Colombia,	y	la	necesidad	de	conocerlo,	prevenirlo	y	tratarlo.
Babesiosis	animal
En	el	mundo	y	 en	América	Latina	 la	presencia	 en	 animales	domésticos	de	hemoparásitos	 (Babesia,
Anaplasma	y	Tripanosoma)	 transmitidos	por	vectores	constituye	un	grave	problema	de	salud	pública
por	sus	efectos	sobre	los	bovinos	tales	como	bajo	peso	y	merma	de	la	producción	lechera	y,	aún	más
importante,	por	su	efecto	sobre	el	aumento	del	riesgo	para	la	población	humana,	potenciado	por	el
aumento	en	el	desplazamiento	internacional	y	el	número	creciente	de	mascotas.	En	Venezuela,	Re.[24]
con	base	en	los	trabajos	de	Tor.[40]	informa	las	siguientes	tasas	de	prevalencia:	51,3%	para	Anaplasma
marginale,	56%	para	Babesia	bigemina	y	5,3%	para	Babesia	canis	y	así	se	pueden	encontrar	innumerables
trabajos.	Lo	que	se	pretende	es	llamar	la	atención	hacia	el	riesgo	existente	para	la	población	humana
de	enfermedades	transmitidas	por	vectores	(garrapatas,	moscas,	etc.)	que	también	afectan	animales;	y
señalar	 que	 existen	 otros	 patógenos	 intracelulares	 con	 alta	 prevalencia	 en	 perros,	 de	 los	 géneros
Rickettsia,	 Bartonella	o	Ehrlichia	 que	 complican	 el	 panorama	 de	 las	 enfermedades	 infecciosas.[40]	 Por
otro	 lado,	 aparece	 un	 nuevo	 reto	 para	 la	 medicina	 humana:	 la	 presencia	 en	 Estados	 Unidos	 y
Holanda	de	garrapatas	Ixodes	scapularis	y	de	B.	burgdorferi,	Ehrlichia	equi,	B.	microti	y	Bartonella	vinsonni,
lo	cual	constituye	una	alarma	para	los	países	restantes	por	la	coexistencia	de	portadores,	vectores	(los
ixodes)	y	seres	humanos	susceptibles.[26]
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