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Leishmaniasis Iván D. Veléz Sara M. Robledo Carlos E. Muskus Microbiología La leishmaniasis es una enfermedad infecciosa causada por protozoos del género Leishmania, familia Trypanosomatidae. El género Leishmania comprende alrededor de 25 especies que se agrupan en los subgéneros Leishmania y Viannia de acuerdo con los siguientes factores: la ubicación del parásito en el intestino del vector.[1] la distribución geográfica y el tipo de presentación clínica que produce la infección por una especie en particular (figura 206-1).[2] Figura 206-1. Clasificación taxonómica de especies de Leishmania. Las leishmanias son parásitos digenéticos, es decir, durante su ciclo de vida se encuentran en dos formas o estadios: una forma conocida como promastigote (figura 206-2A y 206-2B) que mide entre 20 µm y 30 µm, es extracelular, alargada y posee un flagelo que le permite moverse en el intestino de los insectos vectores. La otra forma es conocida como amastigote (figura 206-2C), mide entre 2 µm y 5 µm es redondeada, carece de flagelo, es intracelular y se multiplica en células del sistema mononuclear fagocítico, principalmente macrófagos. Ambas formas del parásito se dividen por fisión binaria; posee una mitocondria modificada única conocida como cinetoplasto.[3] La forma de promastigote es transmitida a algunos mamíferos, entre ellos los seres humanos, por la picadura de un insecto vector de los géneros Lutzomyia en el Nuevo Mundo (América) y Phlebotomus en el Viejo Mundo (Europa, Asia y África) (figura 206-3). En el hospedero mamífero, el promastigote infecta los macrófagos de la piel o es fagocitado por ellos. En el interior del macrófago se forma una vacuola parasitófora que se fusiona con lisosomas generando lo que se conoce como fagolisosoma, en cuyo interior el promastigote se transforma en amastigote y se multiplica hasta lisar el macrófago. Los amastigotes libres invaden otros macrófagos que han sido reclutados al sitio de la infección. Cuando un insecto vector pica nuevamente a un humano o reservorio, ingiere células infectadas con amastigotes. En el intestino del vector las células se lisan liberando los amastigotes, que rápidamente se transforman de nuevo en promastigotes (figura 206-4). Figura 206-3. Vectores de leishmaniasis. Representaciones esquemáticas de un macho (A) y una hembra (B) of Lutzomyia spp. Figura 206-4. Ciclo de vida de Leishmania spp. 1. El vector, al picar, toma la sangre del hospedero e inyecta promastigotes en la piel. 2. Los promastigotes son fagocitados por los macrófagos y los polimorfonucleares neutrófilos que llegan al sitio de la picadura. 3. Los macrófagos fagocitan los neutrófilos parasitados. 4. Los promastigotes se transforman en amastigotes en el interior del macrófago y se multiplican como amastigotes. 5. La multiplicación de los amastigotes produce la lisis de los macrófagos. 6. Los amastigotes libres invaden o son fagocitados por otros macrófagos y por las células dendríticas presentes en la piel. 7. El vector, al picar, ingiere macrófagos infectados con amastigotes. 8. En el intestino del vector los amastigotes se transforman en promastigotes procíclicos. 9. Los promastigotes se multiplican por fisión binaria. 10. Los promastigotes procíclicos se desarrollan a promastigotes metacíclicos (infectivos) listos para ser inyectados con una nueva picadura. En la escala evolutiva las leishmanias parecen ser organismos intermedios entre procariotes y eucariotes, pues presentan características de ambos. A pesar de que Leishmania posee un núcleo compartimentalizado por una membrana, la transcripción es policistrónica y los transcriptos no poseen intrones de manera similar a lo que ocurre en las bacterias.[4] Los transcriptos policistrónicos pueden contener muchos genes no necesariamente relacionados desde el punto de vista funcional pero, a diferencia de las bacterias, los transcriptos policistrónicos son procesados a monocistrones mediante dos mecanismos, uno conocido como transplicing, en el cual una secuencia de ARN sintetizada en otro locus y conocida como miniexón de 39 nucleótidos es insertada en el extremo 5’ del ARNm, y el otro, que consiste en la adición de la cola de poliadenina (poli-A) en el extremo 3’.[5] Otra de las características particulares de estos parásitos es la presencia de una sola mitocondria modificada, conocida como cinetoplasto. Esta organela contiene dos tipos de ADN circular denominados minicírculos y maxicírculos. Los minicírculos pueden tener de 500 a 10.000 pares de bases, concatenados entre sí y un cinetoplasto puede albergar entre 5.000 y 10.000 copias. Los maxicírculos tienen entre 20.000 y 40.000 pares de bases y puede haber entre 25 y 50 copias en el cinetoplasto.[3] [6] En los maxicírculos se encuentran los genes que codifican para las enzimas necesarias para la producción de energía, los cuales sintetizan transcriptos no funcionales, pero que se vuelven funcionales por un proceso conocido como edición del ARN, en el cual intervienen los ARN guías (ARNg), sintetizados en los minicírculos. Lo que hacen estos ARNg es dirigir la inserción o delección de uracilos en sitios específicos de los ARN mensajeros que codifican para estas enzimas mitocondriales, con la ayuda de un complejo proteico denominado editosoma.[7] Es interesante que algunas especies de Leishmania poseen organelas muy particulares entre ellas los megasomas, glicosomas, peroxisomas y acidocalcisomas.[8] [10] Los megasomas son lisosomas grandes presentes en el citoplasma de los amastigotes y en los que se localizan las proteasas de cisteína, que son enzimas indispensables para el metabolismo, desarrollo, multiplicación, supervivencia y patogenicidad del parásito Leishmania.[10] Los glicosomas son organelas citoplasmáticas presentes tanto en promastigotes como en amastigotes, importantes para la supervivencia del parásito porque allí ocurren la glucólisis y la gluconeogénesis.[11] Los peroxisomas son vesículas que contienen oxidasas y catalasas, en las que se llevan a cabo reacciones metabólicas que producen peróxido de hidrógeno (H2O2). Los acidocalcisomas son organelas citoplasmáticas acídicas de promastigotes y amastigotes donde se acumulan calcio y otros iones (figura 206-2).[12] Figura 206-2. Estadios biológicos de Leishmania spp. Representaciones esquemáticas de los estadios de promastigote procíclico (A), promastigote metacíclico (B) y amastigote (C). Nótense en ellos las estructuras características: núcleo (n), cinetoplasto (c) y flagelo (f). Patogénesis Los parásitos del género Leishmania son protozoos intracelulares obligados; por lo tanto, para iniciar y mantener la infección en un hospedero mamífero, los parásitos transmitidos por el insecto vector deben infectar los macrófagos que les sirven como células hospederas, porque es dentro de ellas donde logran sobrevivir y multiplicarse. El establecimiento de la infección y el desarrollo de enfermedad clínica evidente, o la resolución de la infección, dependen, además de la dosis y ruta de inoculación, de la capacidad del macrófago para activarse. Por ser Leishmania un parásito intracelular obligado transmitido por un insecto vector, el desarrollo de enfermedad depende de factores propios del parásito y de otros inherentes al hospedero y al vector. La entrada del parásito en la célula hospedera, al igual que el establecimiento de la infección y el desarrollo de la enfermedad, son procesos dinámicos que involucran una serie de interacciones ligando-receptor entre moléculas del parásito y de la célula hospedera y la respuesta inmune específica que se desarrolla, en ocasionescapaz de resolver la infección y en otras, por el contrario, capaz de favorecer el desarrollo de la enfermedad.[13] Al parecer, la infección es un proceso facilitado por componentes de la saliva del vector que permitirían la entrada y supervivencia intracelular del parásito, al inhibir la acción de citocinas activadoras del macrófag.[14] lo cual en última instancia favorece la infección persistente, las recurrencias y las metástasis. Como se mencionó anteriormente, la infección se inicia cuando el insecto flebotomíneo hembra infectado pica a un hospedero mamífero para alimentarse de sangre. Al picar, el flebotomíneo infectado regurgita junto con la saliva e inocula entre 10 y 200 promastigotes en la dermis; inmediatamente después, los promastigotes en su intento por escapar a la acción de la lisis por el complemento activado interaccionan con los neutrófilos y macrófagos presentes en la dermis. Los neutrófilos fagocitan los promastigotes y, a su vez, estos entran en los macrófagos mediante un proceso que se conoce como fagocitosis facilitada, en el que los promastigotes penetran activamente en el macrófago formando un fagosoma que, al fusionarse con los lisosomas, da origen al fagolisosoma. En el interior del fagolisosoma los promastigotes se transforman en amastigotes y son capaces de sobrevivir y multiplicarse profusamente, llevando a la lisis del macrófago infectado.[15] Los amastigotes liberados penetran en macrófagos adyacentes o se diseminan por las vías linfática y sanguínea para entrar a macrófagos localizados en sitios distantes como ganglios linfáticos, hígado, bazo y médula ósea. La presencia del parásito en el tejido ocasiona una reacción inflamatoria granulomatosa crónica, con reclutamiento de un gran número de células no específicas de antígeno, con predominio de los fagocitos neutrófilos y macrófagos, y activación de dichas células por las citocinas liberadas por linfocitos Th1, que han sido activados a su vez por las células presentadoras de antígeno. Con la activación de los macrófagos se incrementa la liberación de factores inflamatorios como el interferón gamma (IFN-γ) y se favorece la extravasación de células y fluidos hacia el sitio de infección y su acumulación en el tejido, ocasionando edema e induración locales (figura 206-5). Figura 206-5. Respuesta inmune a la infección por Leishmania spp. La lesión producida por Lutzomyia spp al picar al mamífero induce una respuesta inflamatoria con el fin de reparar el tejido lesionado, favoreciendo la activación de la cascada del complemento y la migración de células inmunológicas como polimorfonucleares neutrófilos (PMNN) y macrófagos (MΦ). Los promastigotes inyectados por el vector en el sitio de la picadura son eliminados por el complemento (C5-C9), mientras que otros son opsonizados por el C3, lo que favorece su entrada en los MΦ tisulares. Otros parásitos pueden infectar PMNN para que posteriormente sean fagocitados por los MΦ. En el interior del MΦ los promastigotes se transforman en amastigotes y se multiplican profusamente, favoreciendo la lisis de los MΦ infectados. Los amastigotes libres son internalizados por otros MΦ o por células dendríticas (CD) adyacentes. Dependiendo de la carga parasitaria y del estado inmunológico del hospedero, los MΦ pueden ser capaces de eliminar los amastigotes y resolver la infección mientras que en otros individuos, los MΦ son incapaces de activar sus mecanismos microbicidas, con lo que favorecen el desarrollo de la lesión en el tejido infectado. Las CD que han internalizado amastigotes en el tejido y los MΦ infectados migran a los ganglios linfáticos donde presentan los antígenos (Ag) a los linfocitos T ya sean ayudadores (LTh0) o citotóxicos (LTc). Dependiendo del tipo de Ag, de la célula que esté presentando los Ag y del influjo de citocinas que están presentes en el momento de la activación de los LT, se induce la diferenciación de los LTh0 en cualquiera de las diferentes subpoblaciones de LTh, tanto Th1 como Th2, Th17 o T reguladoras (Treg). Los LTh1 y LTreg activados producen IFN-γ que activa la respuesta microbicida del MΦ lo que favorece la eliminación de los parásitos y por ende la resolución de la lesión (curación). A su vez, los LTh2 activados producen citocinas que activan los a linfocitos B (LB) para que se transformen en células plasmáticas productoras de anticuerpos (Ac). La presencia de Ac se asocia con exacerbación de la lesión porque favorece la entrada de los promastigotes y los amastigotes a otros MΦ. Por su parte, los LTh17, aunque aún no está claro su papel, al parecer favorecen el reclutamiento de PMNN al sitio de la lesión, permitiendo que perdure el estímulo inflamatorio. En el sitio de la picadura aparece inicialmente un eritema que luego pasa a pápula. La lesión continúa creciendo y se desarrolla un nódulo producido por la masa dérmica que contiene macrófagos vacuolados con abundantes leishmanias y un infiltrado linfocitario. Los nódulos aumentan de tamaño y se ulceran como consecuencia de la necrosis en el centro de la reacción granulomatosa inducida por la respuesta inmune. Inicialmente se observan úlceras costrosas, redondeadas, de bordes levantados e indoloras. Luego de la multiplicación del parásito en la piel, que puede causar o no una lesión pequeña transitoria, los parásitos y los macrófagos infectados alcanzan órganos y tejidos hematopoyéticos (hígado, bazo y médula ósea). Allí los parásitos se multiplican, infectan macrófagos locales y alteran la funcionalidad de dichos órganos y tejidos causando la leishmaniasis visceral (LV).[16] Por último, luego de eliminado el parásito, ya sea porque la respuesta inmune fue efectiva o por acción del tratamiento específico contra Leishmania, empieza a resolverse la lesión (cicatrización), para lo cual las células hospederas producen colágeno y metaloproteasas de la matriz extracelular permitiendo con ello la remodelación del tejido; siguen luego la migración y proliferación de queratinocitos y luego de fibroblastos hacia el tejido afectado. Estos últimos se transforman en miofibroblastos que favorecen la contracción de las heridas. Luego ocurre un proceso de angiogénesis masiva por el que se forman nuevos vasos sanguíneos y prolifera el tejido conectivo conocido como de granulación todo lo cual culmina con la transición de este tejido a cicatrices maduras.[17] Respuesta inmune La adaptación del parásito al hospedero es, al parecer, el resultado de una presión selectiva que el sistema inmune ejerce sobre la evolución y biología del parásito. Tanto los promastigotes inoculados por el vector como los amastigotes intracelulares deben resistir los mecanismos de defensa del hospedero tales como la lisis, mediada por el complemento, por especies reactivas del oxígeno (ROS, por la sigla en inglés de reactive oxygen species) o por hidrolasas lisosomales; y también a los mecanismos microbicidas mediados por el IFN-γ. Algunos aspectos de la biología del parásito, como por ejemplo, infectividad y virulencia, son el resultado de una modulación del sistema inmune por la que los parásitos se hacen capaces de utilizar algunos componentes de la respuesta inmune del hospedero para propiciar su supervivencia y la perpetuación dentro del mamífero. Uno de los mecanismos de evasión que utiliza Leishmania es la interacción de los promastigotes con la célula hospedera mediante moléculas o receptores que no inducen mecanismos microbicidas en el macrófago, retardando la formacióndel fagolisosoma y capturando ROS por medio del lipofosfoglicano expresado en la membrana de los promastigotes y finalmente transformándose en amastigotes para resistir así el pH ácido del fagolisosoma y la acción de las enzimas lisosomales.[18] El espectro de infección y enfermedad que se observa en los focos naturales de transmisión de Leishmania es muy amplio. Es así como en la población expuesta a la picadura del vector es común observar individuos que no se infectan, otros que se infectan sin desarrollar la enfermedad y otros que sí la desarrollan. Los individuos que no se infectan son negativos a la prueba de Montenegro (una intradermorreacción con antígenos específicos de Leishmania spp.), mientras que los que se infectan presentan dicha prueba positiva. En el grupo de individuos infectados, algunos no desarrollan lesiones y permanecen asintomáticos (infección subclínica) mientras que otros desarrollan la enfermedad; de estos últimos, en algunos se puede resolver fácilmente, con pocas manifestaciones clínicas, mientras que en otros se desarrollan graves lesiones crónicas. Este espectro de fenotipos clínicos en el ser humano se debe a la interacción de una serie de factores que determinan finalmente la susceptibilidad o resistencia a la infección o enfermedad por Leishmania. Entre dichos factores se encuentran: a) factores ecoepidemiológicos que incluyen condiciones de clima que favorecen la presencia en un lugar geográfico particular de los elementos de la transmisión: vectores y reservorios infectados y el contacto entre el hombre y el vector infectado; b) factores genéticos entre los que se incluye la posible participación de genes de citocinas y de sus receptores cuya expresión estaría relacionada con susceptibilidad o resistencia a la infección por Leishmania, como son los genes de IL-4 y del receptor para IFN-γ que al parecer están asociados con susceptibilidad y resistencia a la leishmaniasis visceral; y c) factores inmunológicos del hospedero que hacen referencia a su capacidad o no para desarrollar una respuesta inmune efectiva. La mayoría de los promastigotes inyectados por el vector son eliminados por el complemento sérico activado durante la respuesta inflamatoria y por los ROS y enzimas lisosomales producidos por el macrófago durante la respuesta microbicida, lo que se traduce en una infección limitada de fácil resolución.[18] Esto explicaría por qué muchos de los individuos expuestos a la transmisión y que evidencian infección con una prueba de Montenegro positiva no desarrollan enfermedad. Es decir, en algunos individuos, la mayoría de los promastigotes que inocula el vector son destruidos antes de entrar a la célula hospedera (macrófago) y los que sí logran entrar, transformarse en amastigotes y multiplicarse dentro de él son eliminados por acción de la respuesta inmune desencadenada. Sin embargo, el sistema inmune queda sensibilizado y ante una nueva exposición a antígenos del parásito los reconoce y reacciona dando una respuesta positiva. La resolución de la infección y el desarrollo de una respuesta curativa o cicatrizante dependen de la inducción y activación de una respuesta inmune mediada por células T, tanto linfocitos T ayudadores tipo 1 (LTh1) como linfocitos T citotóxicos (LTc), productores de interferón gamma (IFN-γ), una citocina que es capaz de activar los macrófagos infectados por medio de la producción de ROS, permitiendo con ello que se resuelva la infección o, en su defecto, que involucione y posteriormente cicatrice.[19] En términos generales, la respuesta inmune que se genera ante la infección por Leishmania se puede resumir de la siguiente manera (figura 206-5): con el trauma producido por la picadura del flebotomíneo vector se activa en el hospedero el proceso inflamatorio con el objetivo de reparar el tejido lesionado. La respuesta inflamatoria trae como consecuencia la migración de células proinflamatorias, principalmente neutrófilos y macrófagos pero también células asesinas naturales (NK) y mastocitos, desde la circulación hacia el sitio donde se encuentra el parásito. El aflujo de estas células puede ocurrir mientras perdure el antígeno. En los tejidos, los neutrófilos y macrófagos fagocitan los promastigotes inoculados por el vector con el fin de destruirlos.[15] [20] Simultáneamente, los macrófagos fagocitan también los neutrófilos que han fagocitado leishmanias. Al parecer, la entrada de los promastigotes en los neutrófilos es un recurso para evadir la lisis por el complemento que ellos activan por la vía alterna y para llegar al interior de los macrófagos que son sus células hospederas, donde pueden transformarse en amastigotes, multiplicarse y sobrevivir dentro del hospedero. Por su parte, los promastigotes pueden inducir directamente la secreción de IFN- por las células NK.[21] El complemento activado favorece la destrucción de muchos de los promastigotes que están aún extracelulares disminuyendo así el número de parásitos disponibles para iniciar la infección. Sin embargo, las proteínas C3b y C3bi que resultan de la activación del complemento sirven como opsoninas y por ende favorecen la entrada del parásito al macrófago por medio de los receptores para complemento CR1 y CR3.[22] Una vez dentro del macrófago, los promastigotes se transforman en amastigotes y se multiplican en el interior de la vacuola parasitófora, se induce la respuesta microbicida con la subsecuente producción de ROS y enzimas hidrolíticas dirigidas a causar la muerte del parásito dentro del macrófago.[23] Desafortunadamente, la multiplicación de los amastigotes dentro del macrófago es un proceso muy activo, por lo que los macrófagos infectados se lisan fácilmente liberando abundantes amastigotes capaces de infectar células adyacentes, entre ellas macrófagos y células dendríticas. Los amastigotes liberados durante la lisis de los macrófagos infectados encuentran a las células de Langerhans y otras células dendríticas que están transitando por la dermis, las cuales los ingieren para luego transportar los antígenos a los nódulos linfoides regionales que drenan la zona de la lesión. En el nódulo linfoide las células dendríticas presentan los antígenos del parásito a los LTh y LTc. Luego de la interacción del LTh0 y LTc con los antígenos presentes en la membrana de las células presentadoras de Ag, los LT proliferan y se diferencian a LTh1 productores de IFN-g. Otras citocinas producidas por las mismas células infectadas, por los LT activados o por las células presentadoras de Ag, son las interleucinas 12 (IL-12), IL-1, IL-23, IL-27 y el TNF-α que favorecen la activación de la respuesta inmune mediada por los LTh1 y los LTc cuyo fin es activar los macrófagos infectados mediante el IFN-γ. Además, la secreción temprana de IL-12 induce la producción de IFN- γ por las células NK. El IFN-γ activa los mecanismos microbicidas dependientes de ROS en el macrófago infectado, potenciando así la eficiencia de esta célula en la destrucción y eliminación de los amastigotes que están en su interior. Por otro lado, los LTh1 y LTc activados son capaces de inhibir la producción de citocinas como IL-4, IL-5, IL-10, IL-13 y del factor de crecimiento de tumores-β (TGF-β) por parte de los LTh2, una respuesta que puede prevenir la destrucción del tejido pero que promueve la infección de los macrófagos por la interacción entre las inmunoglobulinas (anticuerpos) producidas por las células plasmáticas activadas por las citocinas del perfil Th2 y los receptores para dichas inmunoglobulinasque expresan los macrófagos. Las citocinas del perfil Th2 también bloquean la activación de los macrófagos, permitiendo la multiplicación intracelular del parásito lo que, a su vez, favorece la exacerbación de la enfermedad.[16] Los estudios hechos en humanos para tratar de correlacionar con la leishmaniasis los patrones de citocinas producidas por los LTh y LTc han mostrado un perfil mixto diferente del que se encuentra en el modelo murino.[24] El IFN-g está asociado al control de la infección o respuesta cicatrizante y el patrón de citocinas Th2 predomina en las leishmaniasis cutánea difusa y visceral; sin embargo, al parecer, la respuesta inmune mediada por LTh es más compleja que la simple polarización en Th1 y Th2 pues en ella participan, además, las células T reguladoras (LTreg) que secretan IL-10 y TGF-β1 y las células NK que producen IFN-γ.[25] Además, es importante tener en cuenta que se han identificado otras subpoblaciones de LTh como son las LTh9 y LTh17, cuya participación en el resultado de la infección por Leishmania aún está por esclarecer. Los resultados obtenidos en los estudios en humanos sugieren que la distinción entre una respuesta inmune efectiva y una que no lo sea depende más del balance y la relación entre las citocinas producidas que de la sola presencia o ausencia de una o más de ellas. Manifestaciones clínicas La leishmaniasis se caracteriza por su gran polimorfismo clínico; por ello, para muchos autores no se trata de una enfermedad sino de un grupo de enfermedades. Las diferentes manifestaciones clínicas dependen de la especie de Leishmania infectante y de la respuesta inmune desencadenada por el hospedero, y pueden variar desde formas benignas y autolimitadas de leishmaniasis cutánea (LC) hasta las formas más graves como la leishmaniasis mucosa (LM), la leishmaniasis cutánea difusa (LCD) y la leishmaniasis visceral (LV) (figura 206-6).[26] Figura 206-6. Formas clínicas de leishmaniasis. Fotografias de lesiones características de las principales formas clínicas: leishmaniasis cutánea (LC), leishmaniasis cutánea difusa o diseminada (LCD), leishmaniasis mucosa (LM) y leishmaniasis visceral (LV). A. Lesión ulcerada de LC acompañada de lindafenitis regional. B. Úlcera franca de forma redondeada, bordes levantados, fondo limpio de color rosado y aspecto granuloso. C. Lesión ulcerada acompañada de infección bacteriana secundaria y signos de inflamación con enrojecimiento y edema; estas lesiones se acompañan de pus y dolor. D, E. Múltiples lesiones generalmente nodulares en diferentes regiones del cuerpo. F. Destruccción total del septum nasal como consecuencia de una LM. G. Paciente con gran hepatomegalia y esplenomegalia, características de la LV. Cuando el flebotomíneo vector pica a la persona deja en el sitio donde ocurrió la picadura una mácula de aproximadamente medio centímetro de diámetro, usualmente rodeada de un halo más claro, que dura uno o dos días. Es un efecto de la picadura independiente de que el insecto esté o no infectado con el parásito. Cuando el vector está infectado y tiene una gran cantidad de promastigotes en la válvula esofagiana que le dificultan la alimentación con sangre, pica varias veces, en diferentes lugares de la piel, y en cada picadura “siembra” promastigotes, y posteriormente van a aparecer en forma simultánea varias lesiones en el mismo paciente. Los promastigotes inoculados por el vector invaden los macrófagos de la dermis y se reproducen silenciosamente en ellos, durante un lapso que varía entre dos semanas y dos meses, llamado período de incubación. El aumento del tamaño del granuloma dérmico va a mostrar los primeros signos de la leishmaniasis cutánea, que consisten en un pequeño nódulo redondeado, indoloro, que aumenta progresivamente de tamaño. En ocasiones el nódulo se convierte en una placa con descamación epidérmica, pero más frecuentemente el daño ocasionado en el granuloma por el sistema inmune lleva a la formación de una úlcera característica. En América las leishmaniasis del subgénero Viannia (L. (V) braziliensis, L. (V) panamensis y L. (V) guyanensis) tienen la capacidad de invadir las mucosas naso-oro-faríngeas y producir el cuadro de leishmaniasis mucosa. Otras especies, como L. (L) amazonensis y en ocasiones L. (V) panamensis se diseminan profusamente en la piel del hospedero y ocasionan la leishmaniasis cutánea diseminada. Por su parte L. (L) infantum (Syn L. chagasi) va a invadir las células del sistema mononuclear fagocítico y a producir la LV. Leishmaniasis cutánea americana (LCA) La LCA se distribuye desde el sur de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina. Solo Canadá, Chile, Uruguay y la mayoría de las islas caribeñas se encuentran libres de transmisión. La enfermedad, como se explicó previamente, se inicia en el lugar de la picadura luego de un período de incubación que dura entre dos semanas y dos meses, con la aparición de un nódulo pequeño, indoloro, de base indurada y que aumenta progresivamente de tamaño; pueden también presentarse múltiples lesiones cutáneas (figura 206-6). El nódulo es producido por una masa dérmica que contiene macrófagos vacuolados con abundantes parásitos y un infiltrado linfocitario. Puede aumentar de tamaño y adquirir la forma de placa o convertirse en úlcera, como consecuencia de la necrosis inducida por la respuesta inmune en el centro de la reacción granulomatosa. Inicialmente la úlcera está cubierta por una costra que, característicamente, está bien adherida al fondo de la úlcera el que sangra con facilidad al tratar de retirarla; al desprenderse la costra se observa la lesión conocida como “úlcera franca”, de fondo limpio, color rosado, redondeada, de bordes regulares y levantados, indolora y de base indurada. En ocasiones las úlceras se infectan secundariamente con bacterias dando lugar a la “úlcera piógena”, que es purulenta y dolorosa; otras veces con hongos como Sporotrix schenkii.[27] Cuando el vector pica en el pabellón auricular puede producir mutilaciones del mismo. Este tipo de lesión se conoce como la “úlcera de los chicleros” y es muy frecuente en la península de Yucatán, México, producida por L. mexicana. Al parecer en esta región geográfica el vector (Lu. olmeca) tiene cierta preferencia por picar las orejas de las personas. Desde los primeros síntomas de la leishmaniasis cutánea los parásitos invaden los cordones y los ganglios linfáticos, produciendo linfadenopatías regionales. En su evolución natural y dependiendo del agente etiológico la úlcera puede curar espontáneamente, al cabo de algunos meses, o volverse crónica. Cuando cura, la úlcera deja una cicatriz característica que ha sido descrita como en “bulbo de cebolla”. Las características histológicas de la LC son similares en las lesiones producidas por las diferentes especies de Leishmania. La descripción típica es de una formación granulomatosa crónica que consiste en un infiltrado inflamatorio con predominio de histiocitos infectados, presencia de polimorfonucleares, linfocitos, células plasmocitoides y células plasmáticas. Las lesiones de corta evolución se caracterizan por presentar agregados de histiocitos infectados con abundantes linfocitos y células plasmáticas. El epitelio que recubre la lesión presenta hiperplasia marcada (acantosis) e hiperqueratosis, seguidas de necrosis y ulceración. Las lesiones con costra presentan en la superficie masas de células epidérmicas muertas y acantosis y papilomatosis en los extremos con abundantes histiocitos infectados y células mononucleares. Las lesiones crónicas se caracterizan por la presencia de infiltrados difusos de histiocitos que puedenestar organizados en forma de granulomas con abundante infiltrado de linfocitos y plasmocitos. La ulceración generalmente se extiende desde la epidermis hacia el tejido subcutáneo. Algunas veces se observan granulomas maduros y células gigantes. Cuando la úlcera comienza a cicatrizar disminuye el número de histiocitos infectados y aumenta el de linfocitos. Leishmaniasis mucosa (LM) La LM se presenta cuando leishmanias del subgénero Viannia se diseminan por las vías linfática y sanguínea desde una lesión cutánea e invaden las mucosas de la región naso-oro-faríngea (figura 206- 6). Esta forma clínica de la enfermedad, llamada espundia en Brasil, debe diferenciarse de la lesión mucosa que ocurre por contigüidad a una lesión cutánea en nariz, labios o mejillas y que la puede causar cualquier especie de Leishmania. La invasión del parásito a la mucosa se observa inicialmente como una hiperemia con congestión nasal, que evoluciona a la formación de nódulos semejantes a granos de arroz que confluyen, posteriormente aparece una úlcera y luego se perfora el tabique. El daño continúa con invasión y destrucción de tejidos contiguos, como el paladar blando y el duro, labios, faringe, laringe y tráquea. La evolución de las lesiones en mucosas es muy crónica y pueden persistir durante años; tienen mala respuesta al tratamiento con antimoniales pentavalentes por lo que las recaídas son frecuentes. Las lesiones mucosas se caracterizan por un infiltrado de abundantes linfocitos y plasmocitos pero con pocos histiocitos y parásitos. Se evidencia la destrucción de estructuras cartilaginosas.[28] En Colombia la mucosa afectada con mayor frecuencia es la del tabique nasal, principalmente en su parte anterior. La afectación mucosa puede ser concomitante con la lesión cutánea, pero es más frecuente que aparezca en el año siguiente a esta. Sin embargo, en 16% de los casos no hay antecedentes de lesiones en la piel, lo cual sugiere que la picadura produjo una infección que cursó en forma asintomática u oligosintomática. La tasa de pacientes que desarrollan lesiones mucosas varía según los países. En algunos puede ser del orden del 10%. En Colombia, sin embargo, solo se observa en el 0,4% de los casos de leishmaniasis cutáneas informados. Leishmaniasis cutánea difusa (LCD) La LCD ha sido reportada en Brasil, Venezuela, México, República Dominicana y Colombia, aunque esta forma de la enfermedad no es muy frecuente en el mundo. La LCD está asociada generalmente con estados de inmunosupresión, ya sea por efecto directo del parásito o por una condición inmunológica que le impide al hospedero responder en forma adecuada ante la infección. En algunos pacientes la infección por Leishmania, principalmente L. (L.) amazonensis induce una inhibición de la respuesta de inmunidad celular específica contra el parásito, lo que le facilita la reproducción y diseminación. La LCD se caracteriza por la presencia de abundantes lesiones en todo el cuerpo sobre todo en la cara y extremidades (figura 206-6). Las lesiones son principalmente de tipo nodular aunque algunas veces pueden ser placas con descamación epidérmica; son indoloras, contienen gran número de amastigotes dentro de macrófagos vacuolados, con poco o ningún infiltrado linfocitario. La epidermis que recubre los nódulos no se ulcera y aparece con prolongaciones extendidas. En algunos pacientes se encuentran grandes nódulos infiltrados que se asemejan a los de la lepra lepromatosa; estos pacientes tienen una fuerte inhibición de la inmunidad celular específica contra Leishmania; en otros la inhibición es menor y aunque los parásitos se diseminan y la intradermorreacción de Montenegro es negativa, algunas lesiones son de tipo placa. La respuesta al tratamiento con antimoniales es mala y se presentan con frecuencia recaídas. Leishmaniasis visceral (LV) El 90% de todos los casos de LV ocurren en la India, Bangladesh, Etiopía, Sudán y Brasil. La LV en América se presenta en focos muy circunscritos que se extienden desde el sur de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina. En Brasil se presenta más del 90% de los casos americanos de LV. El agente causal es L. (L.) infantum llamado anteriormente L. chagasi pues se consideraba que era una especie diferente; el vector principal es Lu. longipalpis, con excepción de la costa Caribe colombiana donde el vector más asociado es Lu. evansi.[29] Luego de la multiplicación del parásito en la piel, que puede causar o no una lesión pequeña transitoria, los parásitos y los macrófagos infectados alcanzan órganos y tejidos hematopoyéticos (hígado, bazo, médula ósea, ganglios linfáticos, etc.) (figura 206-6). Allí los parásitos se multiplican, infectan macrófagos locales y causan los síntomas y signos de la LV. El período de incubación usualmente es entre dos semanas y dos meses. La LV afecta principalmente a niños menores de cinco años, está asociada con condiciones de malnutrición y puede evolucionar hacia la muerte si no se instaura un tratamiento adecuado en forma oportuna. Los cambios histológicos principales que se observan en el bazo son la dilatación de los sinusoides venosos, con abundantes macrófagos infectados por amastigotes en la pulpa blanca y en la pulpa roja, al igual que en las trabéculas. También es común observar un infiltrado de células plasmáticas. La pulpa blanca está muy reducida y es frecuente la presencia de fibrosis y necrosis en las áreas de células T. En el hígado las células de Kupffer están infiltradas por abundantes amastigotes. La arquitectura normal del hígado se ve afectada por la presencia en los sinusoides de abundantes macrófagos infectados. Las células del parénquima son casi siempre normales, aunque algunas veces presentan acúmulos grasos. Los vasos portales presentan abundantes macrófagos parasitados y se observan proliferación y fibrosis ligera del conducto biliar. La médula ósea presenta hiperplasia mieloide, células grasas disminuidas y menor cantidad de macrófagos infectados en comparación con el hígado y el bazo. Los individuos con anemia muy marcada presentan signos de hematopoyesis extramedular. En casos avanzados hay leucopenia grave. En personas infectadas por el VIH, la infección con L. infantum se presenta como enfermedad oportunista y al disminuir los CD4 el parásito se disemina por todo el organismo y se lo aísla fácilmente de sangre, piel sana, aspirado bronquial, etc., el hombre se convierte en reservorio del parásito y la LV empeora el pronóstico del sida. Estos pacientes coinfectados responden mal al tratamiento de la leishmaniasis. Los primeros síntomas consisten en malestar general, cefalea y fiebre a intervalos irregulares, con crecimiento progresivo del bazo y el hígado y ocasionalmente dolor abdominal agudo. La enfermedad se caracteriza por fiebre crónica, hepatomegalia, esplenomegalia y pancitopenia, microadenopatías, pérdida de peso y palidez de las membranas mucosas. Por la leucopenia y la desnutrición de base que generalmente tienen, estos pacientes son muy susceptibles a otras infecciones (neumonía bacteriana o viral, tuberculosis y disentería) lo que puede agravar la enfermedad y causar la muerte. Ecoepidemiología La leishmaniasis es endémica en cerca de 100 países, distribuidos en las regiones tropicales y subtropicales del planeta. Las cifras que definen la carga de la enfermedad y los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculan en 350 millones las personas en riesgo de adquirir la infección y en 1,5 a 2 millones de casos nuevos y 70.000 muertes cada año.La morbilidad y mortalidad debidas a la leishmaniasis causan alrededor de 2,4 millones de años de vida perdidos ajustados por discapacidad. Sin embargo, debido al gran subregistro en prácticamente todos los países la carga de enfermedad está subestimada.[30] Más del 90% de los casos de LC ocurren en Afganistán, Argelia, Brasil, Paquistán, Colombia, Arabia Saudita, Perú y Siria. En los últimos 10 años, el número de casos tanto de LC como de LV ha venido en aumento, por lo que la OMS la considera como una enfermedad reemergente. La leishmaniasis no se distribuye homogéneamente en la naturaleza sino que se circunscribe a zonas geográficas específicas llamadas focos naturales de transmisión, que son los lugares donde están presentes los elementos claves de la transmisión: vectores y reservorios infectados. A su vez, la presencia de estos elementos y especialmente de los vectores está condicionada por factores de tipo ecológico entre ellos el clima, la humedad, la temperatura y la vegetación, que permiten no solo la presencia del vector sino que además determinan su densidad relativa, su distribución espacial y con ellas la distribución de los focos de transmisión y en buena medida el grupo de población humana que van a infectar. La ecoepidemiología, como disciplina científica, estudia los elementos de la transmisión, los factores ecológicos asociados y los comportamientos humanos que la afectan; reconoce al flebotomíneo vector como elemento clave para el riesgo de infección y de acuerdo con este define los límites del foco o macrofoco como las zonas geográficas donde el vector está presente; de acuerdo con la bionomía o comportamiento del vector, se definen las épocas o estaciones con mayor riesgo de transmisión, las épocas del año en las que el vector tiene mayor tasa de infección natural por Leishmania, que usualmente son una o dos semanas después del pico de mayor densidad de vectores; la población de riesgo se define como el grupo que está en mayor contacto con el vector infectado; la hora de mayor riesgo es aquella, usualmente de la noche, en que hay mayor actividad de picadura de los vectores; y el microfoco, o lugar de mayor riesgo, es el sitio con respecto al domicilio donde se da el contacto hombre-vector infectado: intradomicilio, peridomicilio o extradomicilio. Con este conocimiento holístico de la transmisión, la ecoepidemiología permite elaborar los mapas de riesgo y diseñar medidas racionales, económicas y efectivas de prevención y de control. La aplicación del método ecoepidemiológico permite identificar tres ciclos principales de transmisión, a saber: selvático, doméstico-rural y doméstico-urbano. En el ciclo selvático, la transmisión ocurre cuando el hombre penetra al bosque o selva, lo pican los insectos vectores y se infecta. En este ciclo de transmisión el hombre es un huésped accidental y no actúa como reservorio del parásito. Los grupos de población más afectados los forman las personas que entran a las selvas por diversas actividades: mineros, cazadores, taladores de árboles, constructores de obras de infraestructura, comunidades indígenas y fuerzas militares. El ciclo doméstico-rural se presenta en América y en otros países del mundo donde se ha observado un aumento del número de casos de leishmaniasis luego de haber suspendido los programas de rociamiento de las viviendas con DDT para el control de la malaria. Los vectores llegan al peridomicilio, entran a las viviendas rurales y transmiten la infección a todo el núcleo familiar, sin diferencia por sexos y con una mayor tasa de infección en niños. En Colombia este ciclo epidemiológico de transmisión es muy frecuente principalmente en regiones andinas donde se cultiva el café y en los focos de LV. En este ciclo de transmisión el ser humano puede ser un huésped accidental; sin embargo, cuando el brote se da en forma epidémica hay evidencias según las cuales entra en la cadena de transmisión y actúa como reservorio.[31] El ciclo doméstico-urbano es cada vez más frecuente y en varios países americanos como Brasil, Venezuela y Colombia se informa la presencia de los vectores en las ciudades y la transmisión urbana tanto de LC como de LV. Se puede constatar que los focos de transmisión son dinámicos y van cambiando en el tiempo como resultado de cambios ambientales, deforestación, etc., con presencia o alternancia de vectores en zonas donde antes no estaban y aparición de brotes epidémicos. El hombre juega un papel modulador en el riesgo, favoreciendo o dificultando la transmisión. En algunas regiones andinas la deforestación y el establecimiento de zonas de pastoreo han confinado los insectos vectores de LC al interior del bosque; de otra parte, la deforestación crea el ambiente favorable para el establecimiento del vector de LV, Lu longipalpis como se ha observado en Brasil y en Colombia. Los focos endémicos selváticos y doméstico-rurales se caracterizan por ser zonas generalmente alejadas de las ciudades, en las que hay condiciones de pobreza con grandes inequidades sociales y donde se encuentra poca presencia de las entidades de salud del estado. Por lo visible de las lesiones, pues se localizan en las zonas descubiertas de la piel, la cronicidad y lo deformantes que pueden llegar a ser la LC y la LM, las poblaciones han elaborado sus propios sistemas médicos de tratamiento empírico para la enfermedad. Se entiende por sistemas médicos el complejo de ideas o creencias acerca de las causas y curas de la enfermedad, las técnicas utilizadas para contrarrestarla y las cualidades de los remedios. Tener en cuenta estos sistemas médicos es fundamental para el diseño y realización de los programas asistenciales y de control de las enfermedades. Estudios cualitativos sobre sistemas médicos llevados a cabo en comunidades indígenas de Colombia han permitido diferenciar dos tipos de enfermedades: el primero comprende las llamadas enfermedades del “monte” o del “indio”. El segundo abarca las enfermedades occidentales o del “blanco”, que curan los médicos occidentales o medicina facultativa. En el grupo de enfermedades del “monte” o “del indio” se distinguen las producidas por seres sobrenaturales, por maleficios y por causas naturales, debidas al contacto brusco entre el calor y el frío. En las diversas comunidades indígenas estudiadas la LC y la LV hacen parte de este grupo de enfermedades. Para algunas poblaciones campesinas colombianas, la causa está en la picadura del “pito” nombre con el que se designa tanto la leishmaniasis cutánea como a algunos insectos hemípteros, similares a los vectores de la enfermedad de Chagas. El tratamiento de la leishmaniasis en las comunidades indígenas y campesinas se hace principalmente con cáusticos y macerados de plantas. El primero consiste en la aplicación local de diversas sustancias como nitrato de plata, ácido sulfúrico, agua caliente, panela caliente y, principalmente, en cauterizar la lesión con una cuchara o con la punta de un machete previamente calentadas al fuego y aplicadas sin anestesia sobre la úlcera, dejando una cicatriz lisa. Los focos de transmisión de la leishmaniasis en Colombia se encuentran ampliamente distribuidos en todos los departamentos con la excepción de las Islas de San Andrés y Providencia e incluyen zonas selváticas de la costa Pacífica y del Amazonas; áreas de bosque seco tropical en la costa Caribe y el valle del río Magdalena, la región andina donde se cultiva el café y áreas de los llanos y desiertos de la región interandina, el oriente del país y la península de la Guajira. Desde el año 2005 se presenta un aumento importante enel número de casos que ha convertido al país en el segundo en incidencia en América, luego de Brasil, con cerca de 18.000 casos anuales diagnosticados parasitológicamente, la mitad de ellos en población militar. En 2008 el Ministerio de la Protección Social notificó un total de 9.549 casos de leishmaniasis en la población civil, de los cuales el 98,8% fueron de LC, 0,8% de LM y 0,4% de LV. Cuando se hacen estudios de focos y búsqueda activa de casos en el interior de las zonas de transmisión se encuentra que en los ciclos doméstico-rurales la enfermedad afecta tanto a hombres como a mujeres, y en mayor proporción a los niños que a los adultos, mientras que en los registros de consulta médica en los centros de salud, hospitales y centros de referencia la enfermedad se diagnostica más en hombres en edad laboral activa; esto se explica porque en las regiones rurales las mujeres y los niños permanecen en sus viviendas mientras que los hombres, que son los responsables de las labores agrícolas, se desplazan a la cabecera municipal para la venta de sus productos y la compra de alimentos y cuando se sienten enfermos aprovechan para consultar al hospital local. Ante la dificultad económica y el sobrecosto que representa llevar a las mujeres y los niños hasta la cabecera municipal, sumados a la poca credibilidad que en muchas regiones tiene el hospital como lugar más idóneo para establecer un diagnóstico de leishmaniasis y hacer el tratamiento, las mujeres y los niños reciben con mayor frecuencia tratamientos empíricos ya sea con cáusticos o con plantas. Esto demuestra una inequidad de sexo en el tratamiento de la LC.[31] En Colombia se ha descrito la presencia de seis especies de Leishmania: L. (V.) panamensis, L. (V.) braziliensis, L. (V.) guyanensis, L. (L.) amazonensis, L. (L.) mexicana y L. (L.) infantum. En 1991 se describió L. colombiensis en dos aislados obtenidos de pacientes en el departamento de Antioquia y dos aislados de Lu. hartmanni capturadas en el departamento de Santander; sin embargo, hasta la fecha no se han registrado nuevos informes de hallazgo de esta especie por lo que se cuestiona su real validez. En el país se han descrito 160 especies de flebotomíneos aunque solo once de ellas se han encontrado infectadas naturalmente por Leishmania e incriminadas como vectores. Esta diversidad de especies de parásitos y vectores hace más compleja la caracterización ecoepidemiológica y el control de la enfermedad. En cuanto a reservorios, el perro es el principal de L. infantum y hay una amplia lista de animales que se han encontrado infectados con agentes de LC, entre los cuales se destaca el oso perezoso o Choloepus hoffmanni. Diagnóstico Los hallazgos clínicos y epidemiológicos en varias formas de leishmaniasis no son patognómicos de la enfermedad, por lo cual podrían parecerse a los de otras.[32] Por lo tanto, la mayoría de las veces es necesario el diagnóstico de laboratorio para verificar la sospecha clínica de leishmaniasis. Las herramientas diagnósticas varían dependiendo de la forma clínica de la enfermedad (cutánea, mucocutánea o visceral) pero la prueba de oro, para cualquiera de ellas, es la visualización o aislamiento del parásito, lo que algunas veces es difícil por varias razones. El diagnóstico de la leishmaniasis se basa en la evaluación clínica y las pruebas de laboratorio.[33] [34] En la figura 206-7 se muestra el diagrama de flujo que se debe seguir ante la sospecha de un caso de LC (figura 206-7A) o de LV (figura 206-7B). Las pruebas diagnósticas se pueden dividir en parasitológicas y no parasitológicas. Existen además otras pruebas que sirven de ayuda para el diagnóstico. Las pruebas parasitológicas buscan detectar el parásito o moléculas del mismo como ADN, ARN o proteínas en la muestra clínica obtenida de un paciente con sospecha de leishmaniasis. [35] Las pruebas no parasitológicas detectan anticuerpos producidos durante la activación de la respuesta inmune específica que se genera cuando el parásito infecta a un hospedero.[35] Las pruebas de ayuda diagnóstica, como su nombre lo indica, apoyan el diagnóstico, pero no son criterio para establecerlo; simplemente indican que el paciente sospechoso estuvo en contacto con el parásito Leishmania. Figura 206-7. Algoritmo diagnóstico de LC y LV. Diagrama de flujo con la estrategia para seguir ante un caso sospechoso de LC (A) o LV (B). Pruebas parasitológicas Examen directo o examen microscópico. En este examen lo que se busca es visualizar los amastigotes en un extendido o aspirado de la lesión o de un órgano afectado. Para la lesión en piel (úlcera, nódulo, placa, etc.), se hace un raspado del tejido con una pequeña incisión en la lesión; si esta es una úlcera se puede raspar tejido del fondo luego de haber retirado la costra.[36] Los aspirados a partir de la lesión en piel se hacen con una jeringa de tuberculina que contenga 0,1 mL de solución salina tamponada con fosfatos, solución salina o un medio líquido que preserve los parásitos.[33] [37] La muestra de tejido obtenida por raspado o aspiración se extiende en una lámina portaobjetos, se deja secar, se fija con metanol y se colorea con Giemsa (también se pueden emplear otros métodos de coloración como el Wright). La placa con el material coloreado se observa en microscopio de luz convencional en busca de amastigotes, empleando un aumento de 1.000X. Con las biopsias de piel se pueden hacer improntas sobre portaobjetos que se colorean de manera similar al extendido del material obtenido por raspado o aspiración.[33] La sensibilidad de este examen depende del tiempo de evolución de la lesión, de la experiencia que tenga la persona que tome y lea la muestra y del uso de tratamientos empíricos por los pacientes. Normalmente la sensibilidad varía entre 60% y 90% y la especificidad se acerca al 100%.[36] Aislamiento del parásito en cultivo. Las leishmanias se pueden cultivar en medios líquidos, bifásicos o sólidos; sin embargo, para el diagnóstico es más común emplear el medio bifásico conocido como 3N o Novy-MacNeal-Nicolle.[33] [34] Los medios bifásicos están compuestos por una fase sólida formada por agar con sangre de conejo y una fase líquida que puede ser una solución salina tamponada con fosfatos, un medio de cultivo líquido o solución salina.[33] El aislamiento se puede hacer a partir del aspirado de la lesión en piel o de médula ósea, hígado, bazo y ganglio linfático. También se puede lograr a partir del macerado de una biopsia obtenida de la lesión cutánea o mucosa. Cuando las lesiones son ulceradas, el aspirado se hace a partir del borde. El aspirado de bazo es el mejor dada su alta sensibilidad que puede llegar al 90% en algunos casos. Los aspirados de bazo o hígado no estánindicados cuando hay problemas de coagulación.[38] El material aspirado se inocula en el medio de cultivo 3N. Los medios de cultivo se incuban a 26oC y se revisan cada semana en un microscopio invertido. Los cultivos se incuban hasta por un mes haciendo pases a nuevos medios cada ocho días.[33] El aislamiento del parásito tiene la ventaja de poder hacer estudios de identificación, genotipificación, análisis de polimorfismos, etc. Biopsia para histopatología. Las biopsias se pueden tomar de las lesiones cutáneas o mucocutáneas o incluso del bazo y el hígado. Sin embargo, es más común hacerlas de las lesiones cutáneas.[39] La sensibilidad de la biopsia es menor que la del examen directo y el cultivo, pero tiene la ventaja de permitir hacer el diagnóstico de leishmaniasis e identificar la presencia de parásitos diferentes a Leishmania en las lesiones. Pruebas no parasitológicas Uno de los principales inconvenientesde las pruebas parasitológicas es la dificultad en algunos pacientes de observar, aislar o detectar el parásito, debido a factores ya mencionados anteriormente como la evolución de la lesión, el empleo de tratamientos empíricos que no funcionaron adecuadamente o la escasez de parásitos como parece ocurrir en lesiones en las mucosas. Alternativas a estas pruebas parasitológicas son las técnicas serológicas que miden la respuesta inmune humoral específica contra el parásito, aunque en la LC el nivel de anticuerpos circulantes puede ser bastante bajo, lo cual limita la utilidad diagnóstica de estas pruebas; además, la sensibilidad y la especificidad pueden ser variables, sobre todo en zonas donde también es prevalente la tripanosomiasis. Sin embargo, las pruebas serológicas son muy útiles en el diagnóstico de LV y LM dado que estas formas de la enfermedad cursan con niveles altos de inmunoglobulinas. Entre las pruebas serológicas más comúnmente empleadas están las siguientes: Inmunofluorescencia indirecta (IFI). La detección de anticuerpos circulantes anti-Leishmania se hace empleando parásitos enteros fijados sobre una placa de vidrio con pequeños pozos donde se lleva a cabo la reacción antígeno-anticuerpo.[33] Los anticuerpos están presentes desde muy temprano luego de la infección y son indetectables entre seis y nueve meses después de la curación. Títulos por encima de 1:20 son significativos y por encima de 1:128 son diagnósticos. La reacción se lee en un microscopio de fluorescencia empleando un anticuerpo secundario fluorescente, por lo cual es poco factible hacerla en condiciones de campo. Las principales desventajas de esta técnica son la baja especificidad, debida al uso de parásitos enteros como antígeno, y el tiempo que se debe invertir en la lectura de cada muestra. Se ha reportado reacción cruzada con Trypanosoma cruzi. Aglutinación directa. Esta prueba se fundamenta en el precipitado que se forma cuando se incuban un antígeno y un anticuerpo polivalente. Los parásitos fijados en formalina se incuban con el suero del paciente el cual tiene anticuerpos IgM y el resultado se lee visualmente. Muchas muestras se pueden procesar simultáneamente porque se usan platos de 96 pozos. Al igual que en la inmunofluorescencia, una de las desventajas es la baja especificidad; sin embargo, esta prueba tiene la ventaja de que se puede hacer bajo condiciones de campo. Inmunoensayo ligado a enzimas (ELISA). Esta prueba también se lleva a cabo en platos de 96 pozos y el resultado se obtiene mediante lectura de la densidad óptica en un espectrofotómetro. Esta técnica es más sensible y específica que las dos anteriores porque requiere menos antígenos. Incluso, se la puede llevar a cabo usando como antígeno proteínas o fracciones del parásito. Además, se puede recolectar el suero en papeles de filtro lo que facilita su conservación y transporte. Entre los antígenos empleados en la prueba de ELISA para el diagnóstico de leishmaniasis, además de los lisados totales de parásitos, está el ligando manosa-fucosa, expresado en amastigotes y promastigotes. Con este antígeno se han reportado sensibilidad del 100% y especificidad del 96%. Otros antígenos recombinantes obtenidos de varias especies son el rGBP, rgp63, rK9, rK26, rK39, etc. Diagnóstico molecular La reacción en cadena de la polimerasa, más conocida como PCR (por la sigla en inglés polymerase chain reaction), para el diagnóstico de leishmaniasis consiste en la amplificacion del ADN del parásito mediante el uso de diferentes secuencias de oligonucleótidos que funcionan como cebadores o iniciadores para la extensión de las nuevas cadenas de ADN que se amplifican. Aunque se han evaluado diferentes métodos como la electroforesis de campo pulsado y la electroforesis enzimática multilocus, la PCR es la más empleada por su facilidad, buena sensibilidad y especificidad y costos cada día más reducidos. Existen variaciones como la PCR en tiempo real, en la que se evita la necesidad de revelar la reacción en un gel de agarosa mediante electroforesis, y el uso de un colorante como se hace en la PCR convencional, lo que permite detectar la reacción mediante un fluorocromo. Esta variación hace a la PCR más sensible. El material de partida para la PCR puede ser un raspado o aspirado de la lesión, un pequeño fragmento de la biopsia preservado en alcohol hasta su procesamiento o también la biopsia o sangre total, aunque la sensibilidad de la PCR es mucho menor a partir de sangre.[40] Otros métodos basados en la PCR pero más simplificados consisten en la amplificación isotérmica del ADN que requiere solo un bañomaría. Entre estos métodos se destacan LAMP-PCR (por la sigla en inglés de loop-mediated isothermal PCR) y la amplificación dependiente de helicasa o HDA. La detección se puede hacer, en el caso de LAMP, visualmente adicionando SYBR-green que vira a verde en presencia de productos amplificados y permanece naranja en su ausencia. Algunos reportes en Trypanosoma mencionan que estas técnicas isotérmicas son mucho más sensibles que la PCR convencional; sin embargo, parece que aún no se han hecho estudios extensos del empleo de PCR isotérmicas para el diagnóstico de leishmaniasis. En nuestro laboratorio se evaluó la PCR isotérmica dependiente de helicasa a partir de diferentes muestras, con muy buenos resultados; se están haciendo los correspondientes análisis de sensibilidad y especificidad. Se han empleado otros ensayos de detección basados en la prueba de ELISA para el revelado de la reacción de PCR, pero este método requiere equipos más sofisticados como un lector de ELISA. Métodos más recientes de PCR-policromatografía representan una buena alternativa para el diagnóstico de leishmaniasis, pero los correspondientes ensayos de evaluación están aún limitados a unas cuantas especies de Leishmania. Prueba de Montenegro o leishmanina La prueba de Montenegro o leishmanina se usa principalmente en estudios epidemiológicos y en ensayos de evaluación de vacunas, porque mide la respuesta inmune celular frente a un antígeno total de Leishmania inyectado en la cara anterior del antebrazo. Esta prueba informa si una persona estuvo en contacto con un insecto vector infectado. Además, se puede emplear como prueba de inicio en un paciente con sospecha de leishmaniasis, dadas su buena sensibilidad y especificidad, además de su sencillez técnica. La prueba de Montenegro no se emplea en el diagnóstico de LV porque los pacientes solo desarrollan una inmunidad fuerte mediada por células cuando se curan, por lo que la aparición de positividad en estos pacientes se correlaciona con una buena respuesta al tratamiento. La principal desventaja de esta prueba es que no diferencia entre infección pasada o presente. La prueba se evalúa midiendo la induración generada en el sitio de inoculación del antígeno de Leishmania y se la considera positiva si el resultado es 5 mm o más. Tratamiento El tratamiento de la leishmaniasis en cualquiera de sus formas clínicas consiste en la administración de medicamentos con actividad específica contra el parásito y en el control de cualquier infección concomitante. En el caso de la LV, se deben tratar además los problemas de anemia, hipovolemia y malnutrición que puedan estar presentes. El tratamiento para la leishmaniasis se debe instaurar solo cuando se ha hecho el diagnóstico parasitológico. Sin embargo, en casos especiales como en la LM y la LV el tratamiento se puede iniciar cuando hay serología positiva con aspectos clínicos y epidemiológicos compatibles con la enfermedad. La elección del tratamiento está determinada por la eficacia, la toxicidad, el costo y la disponibilidad del medicamento.[41][42] El primer medicamento disponible para el tratamiento de la leishmaniasis fue el tartrato de antimonio y de potasio (antimonio trivalente) conocido como tártaro emético, utilizado por Gaspar Viana en 1912. Durante mucho tiempo se utilizaron diversos productos químicos derivados del tártaro emético, pero los frecuentes efectos adversos producidos por este compuesto obligaron a investigar otras medidas terapéuticas. En 1945 se publicaron las primeras experiencias sobre la acción de un nuevo derivado antimonial pentavalente, el antimoniato de meglumina, con resultados más favorables y sin los inconvenientes de los antimoniales trivalentes. A partir de 1947 se empezaron a utilizar para el tratamiento de la leishmaniasis los antimoniales pentavalentes (Sb5), estibogluconato de sodio y antimoniato de meglumina, y gracias a las altas tasas de curación y la baja toxicidad en comparación con el antimonio trivalente se seleccionaron como los medicamentos de primera elección para la terapia de las distintas formas clínicas de leishmaniasis. Desde entonces se ha mostrado una respuesta terapéutica adecuada a los Sb5 en la mayoría de los casos. Sin embargo, en los últimos años, se ha venido documentando la disminución en la eficacia de los Sb5 y la aparición de resistencia al tratamiento en varios países, incluyendo Colombia.[43].[44] lo que ha aumentado la necesidad de disponer de nuevas alternativas terapéuticas. Varios medicamentos se encuentran en proceso de desarrollo y algunas están actualmente en las fases clínicas de evaluación pero aún es necesario determinar su eficacia en comparación con los medicamentos tradicionalmente empleadas. Además, hay un interés creciente en utilizar combinaciones de medicamentos que eviten la aparición de resistencia a los pocos medicamentos disponibles y permitan aumentar la eficacia terapéutica. A pesar de su amplio uso, se conoce poco acerca de la estructura de los antimoniales pentavalentes, estibogluconato de sodio (Pentostam® o genérico) y antimoniato de meglumina (Glucantime®).[45] Al parecer, el estibogluconato de sodio se obtiene a partir de la reacción del Sb5 con el ácido glucónico. Por su parte, el antimoniato de meglumina resulta de la reacción del Sb5 con la N-metil-d-glucamina. Asimismo, no están aún completamente dilucidados la bioquímica y el mecanismo de acción de los Sb5. Se acepta que el Sb5 es una prodroga que para ser efectiva debe ser reducida a la forma trivalente (Sb3) dentro del macrófago. Sin embargo, no se han definido bien el sitio donde ocurre la reducción del Sb5 a Sb3 ni el mecanismo responsable de ella. Al parecer, el Sb5 puede ser reducido a Sb3 por acción de la enzima glutatión S transferasa y los agentes reductores son el tripanotión y el glutatión reducido que están presentes en el parásito. Entre los posibles mecanismos de acción de los Sb5 se incluyen los siguientes: a) inhibición de la glicolisis al inhibir la fosforilación del ADP y la beta-oxidación de los ácidos grasos; al no ocurrir fosforilación del ADP disminuye el nivel intracelular de ATP que es esencial para la supervivencia de Leishmania. b) El Sb5 se une a moléculas de ribosa y forma complejos estables con los nucleósidos de adenosina; estos complejos actúan como inhibidores de los transportadores de purina, interfiriendo con el metabolismo de los nucleósidos. c) el Sb5 inhibe la acción de la topoisomerasa I de Leishmania, afectando así procesos como el superenrollamiento y desenrollamiento del ADN necesarios en el proceso de su duplicación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el uso de los Sb5 a una dosis de 20 mg/kg/día durante 20 días para los casos de LC y 28 días para los de LM y LV, administrado por vía intramuscular o intravenosa. El medicamento se distribuye a altas concentraciones en plasma, hígado y bazo, con un volumen de distribución total aparente de 0,22 ± 0,057 L/kg de peso corporal. La vida media es de ocho horas en adultos y cinco horas en niños, con una tasa rápida de absorción. La excreción se hace en la orina y se completa entre 24 y 76 horas después de la aplicación del medicamento. La respuesta al tratamiento con antimoniales varía considerablemente según la especie del parásito, el estado inmunológico del paciente y la forma clínica de la enfermedad. En Colombia las tasas de curación son del orden del 80% al 90% de los casos de LC aunque en niños son menores. La respuesta clínica a los antimoniales es rápida, pero muchas veces no se obtiene una cicatrización completa hasta un mes y medio luego de finalizado el tratamiento. En el caso de la LV, el tamaño del hígado vuelve a su estado normal dos meses después de finalizada la terapia. Los efectos secundarios más frecuentes después de la administración de los antimoniales son mialgias, artralgias, cefalea, vómito y anorexia; además, se puede presentar hiperamilasemia con aparición o no de pancreatitis aguda, que puede ser la causa de la aparición de náuseas y dolor abdominal en algunos pacientes; también puede haber trastornos en el sistema de conducción cardíaca con inversión de la onda T que pueden llevar a paros cardíacos. Están contraindicados en el embarazo. Otro de los medicamentos con que se cuenta, que se recomienda como de segunda línea y es el primer medicamento de uso oral para el tratamiento de la leishmaniasis, principalmente de la LV en la India, es la miltefosina, un compuesto tipo hexadecilfosfocolina originalmente desarrollado como agente antineoplásico, que inhibe la síntesis de la fosfatidilcolina al inhibir la enzima fosfocolina- citidil-transferasa (CPT). Se usa a la dosis de 1,5-2,5 mg/kg/día durante 28 días. A pesar de que estudios iniciales habían mostrado tasas de curación más altas, en Colombia han sido del orden del 70%.[46] Las reacciones adversas principales son gastrointestinales (náusea, vómito, diarrea, dolor abdominal) lo que se refleja en una mala adherencia al tratamiento. El ser teratogénico y tener una vida media prolongada en el organismo, restringe su uso en mujeres fértiles en quienes debe garantizarse una contracepción adecuada durante el tratamiento y por tres meses después de terminarlo. La anfotericina B, un antimicótico polieno aislado de Streptomyces nodosus en 1955, es otro de los medicamentos para la leishmaniasis. Actualmente existen cuatro formulaciones diferentes: anfotericina B deoxicolato (Fungizone®) que actúa alterando la permeabilidad de la membrana celular. Se administra por vía intravenosa a la dosis de 1,0 mg/kg/interdiario, para un total de 15 dosis. Es un medicamento muy efectivo, con tasas de curación hasta del 98% pero de uso limitado por lo lento de la administración (infusiones intravenosas) y los efectos adversos serios como nefropatías, hipocalemia refractaria, miocarditis y muerte. Dispersión coloidal de anfotericina B (ABCD) (Amphocilâ y Amphotec®) (formulación lipídica de anfotericina B y sulfato de colesterol). Complejo lipídico anfotericina B (ABLC) (Abelcet®) (formulación lipídica de anfotericina B y dimiristoil-fosfatidilcolina y dimiristoil-fosfatidilglicerol) y anfotericina B liposomal (L-AMB) (Ambisome®) (formulación lipídica de anfotericina B y fosfatidilcolina deshidrogenada de soya, distearoil-fosfatidilglicerol y colesterol) que se utiliza por vía intravenosa a la dosis de 3 a 5 mg/kg/día durante tres a cinco días para el tratamiento de la LV, con una eficacia superior al 98%.[47] Otros medicamentos con acción leishmanicida son: el sulfato de paromomicina (aminosidine), antibiótico aminoglicósido cuyo mecanismo de acción es inhibir la síntesis de proteínas y alterar la permeabilidad de la membrana. Se emplea a la dosis de 15 mg/kg/díadurante 21 días, por vía intramuscular y ha tenido una eficacia similar a la de la anfotericina B para el tratamiento de la LV en la India. Los efectos adversos incluyen aumento transitorio de la aspartato-aminotransferasa y ototoxicidad reversible.[48] El isotianato de pentamidina (derivado aromático de la diamidina) interactúa con el ADN del cinetoplasto, inhibe la topoisomerasa II e interfiere con la glicolisis. Se administra a la dosis de 2-4 mg/kg interdiario durante siete días por vía intramuscular. Aunque se logran tasas de curación hasta del 98%, es tan tóxico o más que los antimoniales pentavalentes y la anfotericina B, requiere mayor supervisión y es más costoso. En algunas regiones se ha abandonado el uso de la pentamidina debido a la baja eficacia y a los efectos adversos serios asociados al tratamiento, que incluyen diabetes mellitus insulino-dependiente. Estos inconvenientes hacen que solo se lo utilice para el tratamiento de los casos que no respondan a cualquiera de los medicamentos de elección o de aquellos en que los antimoniales están contraindicados como, por ejemplo, en pacientes con falla renal o cardíaca.[49] Entre las opciones de tratamiento local está la termoterapia que consiste en la aplicación de calor en las lesiones cutáneas de pacientes con diagnóstico de LC. En la actualidad se cuenta con un equipo diseñado para este fin conocido como Thermomed® (modelo 1.8; ThermoSurgery Technologies, Inc, Phoenix, Ariz); es un operador con dispositivos especiales (electrodos) que alcanzan y mantienen una temperatura de 50ºC. Los electrodos a esta temperatura se aplican localmente en la lesión durante 30 segundos; el equipo, mediante tecnología de alta frecuencia, genera ondas de calor que se extienden hasta las capas más profundas de la piel y así logra la destrucción de los amastigotes.[50] Un estudio reciente mostró que la eficacia de la termoterapia para el tratamiento de la LC en Colombia es cercana al 60% y como efecto adverso solo se encontró dolor en la lesión en la evaluación hecha 11 días después de aplicado el calor. Esta alternativa terapéutica tiene como ventajas que, al ser una sesión única, los pacientes no tienen que estar en tratamiento ni en convalecencia por períodos prolongados, no requiere análisis paraclínicos y, además, podría ser utilizada en pacientes con alteraciones renales, hepáticas o cardíacas que les impidan recibir el tratamiento convencional con antimoniales pentavalentes. La eficacia observada y la seguridad de esta técnica hacen pensar en ella como una alternativa interesante para plantearla como tratamiento de primera elección en Colombia. Otros medicamentos como el alopurinol y la mefloquina que son de administración oral no han mostrado efectividad en el tratamiento de la leishmaniasis cutánea en Colombia.[51] [52] Recientemente se viene impulsando el uso de terapias combinadas con el fin de optimizar la eficacia y la respuesta terapéutica, prevenir la aparición de resistencia a un medicamento y prolongar la vida media útil de los medicamentos. Las combinaciones actuales incluyen el uso de L-AMB a la dosis de 5 mg/kg/día en combinación con miltefosina a la dosis de 1,5-2,5 mg/kg/día durante siete días, para el tratamiento de la LV en la India, o la combinación de L-AMB a la dosis de 5 mg/kg/día y sulfato de paromomicina a la dosis de 15 mg/kg/día durante 10 días, o el uso de miltefosina (1,5- 2,5 mg/kg) en combinación con sulfato de paromomicina (15 mg/kg/día) durante 10 días. Prevención y control La prevención y el control de la leishmaniasis en cualquiera de sus formas clínicas son asuntos muy complejos debido a la gran cantidad de especies del parásito, de vectores y de reservorios y a los diferentes ciclos epidemiológicos de transmisión. Para poder prevenir la leishmaniasis en una comunidad es preciso determinar previamente los riesgos de infección: grupo de población de mayor riesgo, lugar respecto al domicilio donde se da el contacto hombre-vector infectado, época del año y hora de la noche de mayor actividad de picadura de los vectores. De esta forma se adecuan las medidas de prevención.[53] Cuando la transmisión es selvática las medidas de prevención están orientadas a evitar que las personas sean picadas por los vectores. En estos casos el uso de repelentes de insectos a base de DEET (N, N-dietil-m-toluamida) ha mostrado ser eficaz cuando se aplica cada seis a ocho horas. El repelente se debe aplicar cuando se vaya a estar al aire libre con peligro de ser picado por los insectos vectores. En el interior de la selva debe aplicarse de día y de noche. La frecuencia de aplicación depende del tipo de repelente que se esté usando, por lo tanto, es importante seguir las recomendaciones del producto. Debe aplicarse el repelente con mayor frecuencia cuando hay sudoración y después del baño. En poblaciones especiales como trabajadores de obras de infraestructura y militares, además del repelente de insectos se recomienda la impregnación de los uniformes con permetrina y en la noche el uso de toldillos o mosquiteros impregnados con insecticidas piretroides. En los ciclos domésticos urbanos o rurales se recomienda la aspersión de insecticidas y el uso de cortinas y toldillos o mosquiteros impregnados con piretroides. Los flebotomíneos son susceptibles a la mayoría de los insecticidas que se utilizan en salud pública y para el control de la leishmaniasis hay que aplicarlos antes de la época de mayor densidad de vectores. Se deben fabricar los toldillos en nailon o poliéster porque la acción residual del insecticida es mayor en estos materiales que en los de algodón. Los orificios deben ser muy pequeños (cerca de 160 orificios por centímetro cuadrado) para así evitar que la Lutzomyia atraviese el toldillo, dado el tamaño tan pequeño de estos insectos. Hay que tener en cuenta que si el toldillo no está impregnado de insecticida la Lutzomyia puede atravesarlo, aun si los orificios son pequeños. Para la LV americana se recomienda el sacrificio de todos los perros infectados además de las medidas de lucha antivectorial de los ciclos domésticos, especialmente para los niños. No se recomienda el tratamiento de los perros enfermos puesto que no hay ningún medicamento que sea efectivo y luego de una mejoría clínica del animal aparecen las recaídas y se favorece la generación de cepas de Leishmania resistentes a los medicamentos usados. El uso de collares impregnados con deltametrina (Scalibor®) protege los perros contra la picadura de los flebótomos.[54] Cuando se presenta un brote epidémico se deben hacer medidas de control directamente en el foco de infección, que incluyan la educación primaria en salud, la búsqueda activa de casos, el diagnóstico y tratamiento y la implementación de medidas de lucha antivectorial. La prevención de la enfermedad con una vacuna profiláctica, al igual que para muchas otras enfermedades infecciosas, sería una estrategia mucho más efectiva desde el punto de vista costo- beneficio. Infortunadamente y a pesar de los grandes esfuerzos para encontrar una vacuna aún no se dispone de ninguna que muestre ser efectiva.[55] [56] BIBLIOGRAFÍA 1. Killick-Kendrick R. Biology of Leishmania in phlebotomine sandflies. In: Lumsden WHR, Evans DA, editors. Biology of the kinetoplastida. London: Academics Press; 1979.p. 395-460. 2. Bañuls AL, Hide M, Prugnolle F. Leishmania and the leishmaniases: a parasite genetic update and advances in taxonomy, epidemiology and pathogenicity in humans. Adv Parasitol. 2007; 64: 1-109. 3. de Souza W, Attias M, Rodrigues JC. Particularities of mitochondrial
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