Logo Studenta

Seneca - Dialogos

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

DIALOGOS
Ilustración de la portada: Detalle de «La m uerte de 
Séneca», de Rubens. © Museo del Prado. Madrid.
Introducción, notas y traducción de Carmen Codoñer 
© Copyright, 1984
ED ITO RA N A C IO N A L. M adrid (España) 
I.S .B .N .:84-276-0656-7 
D epósito Legal: M -l0392-1984 
Im prim e Unigraf, S.A. Fuenlabrada M adrid.
BIBLIOTECA DE \A LITERATURA 
Y El. PENSAMIENTO HISPANICOS
L. ANNEO SENECA
EDICION PREPARADA POR 
CARM EN C O D O Ñ E R
EDITORA NACIONAL 
T o r re g a l in d o , 10 - M ad rid -16
INTRODUCCION
En una biografía hay varios aspectos que se superpo­
nen complementándose: los datos relativos a origen, 
actividad literaria, cronología, que podríamos decir que 
sitúan al personaje en un determinado contexto geográ­
fico y social; y los referentes a la actividad pública 
personal del sujeto biografiado: participación política. 
intervención en sucesos concretos, defensa de una de­
terminada ideología, etc. Los primeros pueden ser obje­
to de discusión científica: bien sabido es que este tipo de 
noticias sobre personajes antiguos no siempre está ex­
preso de modo directo y explícito; los segundos, someti­
dos a idénticas dificultades que los primeros, están suje­
tos además a interpretación, interpretación que es cam­
biante según las épocas y los intérpretes.
En el caso de Séneca, como en el de todos los 
hombres que han desempeñado un papel político de 
importancia, las dificultades se incrementan ya que, 
desde muy temprano, cualquiera de estas últimas noti­
cias se nos ofrecen siempre bajo el prisma del juicio 
personal del autor que las trata.
El período vivido por Séneca desde su juventud — 
reinados de Tiberio (14 d. C.—37), Calígula (37—41), 
Claudio (41—54) y Nerón (54— 69)— es complicado 
en su valoración. La actitud de Séneca a lo largo del
9
reinado de todos ellos, el papel político evidente que 
desempeñó durante el controvertido período inicial del 
reinado de Nerón, no suelen ser juzgados por sus biógra­
fo s en sus dimensiones estrictamente políticas. A ello 
contribuye en parte el carácter moralizante de la historia 
de esa época; por otro lado, el aparente contraste entre ¡a 
doctrina filosófica profesada por Séneca y muchas de sus 
actuaciones políticas y , por último, la incidencia que 
sobre los contemporáneos de Séneca, los que en última 
instancia están en el origen de las noticias que sobre él 
nos ofrecen los historiadores posteriores (Tácito. Sue- 
Ionio, Dión, Casio), tuvo el período histórico menciona­
do. poco adecuado para mantener una postura ecuáni­
m e.. Los complicados resortes que llevan a tomar deter­
minadas decisiones en política, dada la concepción per­
sonalista de la historia en época romana, suelen concre­
tarse en actitudes individuales, cuya justificación no 
trasciende tampoco, en la mayoría de las ocasiones, los 
límites de la motivación personal. Tratar de reconstruir 
la imagen de Séneca supone intentar conciliar los datos 
— no siempre coincidentes— que proceden de los histo­
riadores citados, y las ideas sobre el mundo y el hombre 
que el propio Séneca nos expone a lo largo de sus 
extensa obra.
En junción de todo lo anterior intentaremos, en 
primer lugar, ocuparnos del primer tipo de datos, que 
sitúan externamente a nuestro personaje en un momento 
y ambiente concreto, para pasar después a la considera­
ción de su figura. No está de más repetir que también 
este tipo de noticias con las que iniciamos están, casi 
siempre, sujetas a discusión, dada la necesidad de utili­
zar textos con alusiones indirectas para la reconstruc­
ción de datos concretos: fecha de nacimiento, momento 
de su traslado a Roma, etc.
L. Anneo Séneca es el hijo segundo de una familia 
provincial de la Bética, bien acomodada y perteneciente 
al orden ecuestre* 1. Es discutido si la familia procedía de
1 Tac.. Anales XIV 53: ...egone equestri et prouinciali loco ortus...?; Ma ri.
I 61,7.
10
colonos romanos instalados en Híspanla, o bien de una 
fam ilia autóctona romanizada1 2 3.
Su hermano mayor, L . Anneo Novato, pasará con el 
tiempo a pertenecer a la fam ilia del retor Junio Ga­
llón . por adopción, cambiando con ello de nombre: L. 
Junio Galión; se entregó a la carrera senatorial, y fu e 
procónsul de Acaya en 52 d. C4. Su hermano menor, L. 
Anneo Mela, desempeñará altas funciones de carácter 
administrativo, aunque sin trascender nunca de la clase 
a la que pertenecía por origen: la ecuestre5. Otro 
conocido descendiente de la fam ilia es M . Anneo Luca- 
no. hijo de L. Anneo Mela y , por tanto, sobrino de 
Séneca.
E l padre de nuestro Séneca es el conocido retor de 
época augustea. Nacido en torno al año 55 a. C6 7.. 
después de finalizar la guerra civil, que tanto afectó a 
Hispania, parece haber pasado largos períodos de tiem­
po en Roma donde escuchó a declamadores profesionales 
y asistió a reuniones en círculos literarios . Es probable 
que alternara la estancia en Roma con esporádicas 
visitas a Córdoba, de donde procedía; en esta ciudad se 
casa con H elvia8. E l segundo de sus hijos, nuestro 
Séneca, nace en Córdoba9, y lo mismo parece poder 
decirse del mayor, L. Anneo N ovato10. Transcurridos 
unos cuantos años se instala en Roma, cuando Séneca es
1 M. T. Griffin. Seneca. A Philosopher inpolitics. Oxford. 1976. págs. 30-
31.
3 Mencionado con frecuencia por el padre de Séneca en sus Controversias 
debió de ser maestro de sus hijos.
4 Plin., Hist. Natur. XXXI 65 lo menciona como Anneo Gallón, y Tac., 
Anales XV 73 le llama Junio Galión. Procónsul de Acaya bajo Claudio 
(Hechos Apost. 18,22).
5 Tac. Anales XIV 17; H. G. Pflaum. Les procurateurs équesires sous le 
Haut-Empire romain París, 1950. págs. 165-167.
6 Suet. Rhet. 1: M .T .G rifhn. o.c.. pág. 30. coloca su nacimiento en 50 a. 
C. y cita para apoyarlo Controversias I pref. 11; Suet. i.c. y Cíe Epist. a Ai. 
XIV 12,2.
7 Sen, Ret, Saos, III 6; Contr. \ pref. 11.
8 Tampoco se sabe nada con seguridad sobre la fecha de ese matrimonio. 
Sobre las distintas conjeturas, véase P. Grimal, Sénéque ou la conscience de 
PEmpire. París, 1978, págs. 49-50.
9 SÉN.. Consol, a Helvia 19,2; cf. Püffr. Lat. MíN. IV, pág. 62.
10E8Tac., Silvas II 7.30-32.
11
todavía muy pequeño. En el viaje les acompaña la her­
manastra de Helvia y y al parecer, por el momento su 
madre queda en Córdoba. Ya en Roma largo tiempo, 
muere el viejo Séneca sobre el 39 ó 40 d. C., es decir al 
principio del reinado de Calígula. Su obra conservada le 
ha valido el nombre de rhetor, aunque sus Suasorias y 
Controversias no sean más que una recopilación de 
declamationes escuchadas a otros y enjuiciadas por él; 
su obra, quizá más importante, se ha perdido: la histo­
ria de las guerras civiles romanas que comienzan en el 
año 49 a. C u . El interés que, en nuestro caso, des­
pierta la lectura de sus Controversias y Suasorias 
radica en el hecho de que están concebidas como guía 
educativa para sus hijos.
Para reconstruir ¡a vida de Séneca son pocos los 
datos de que disponemos. Las referencias autobiográfi­
cas del propio Séneca son muy escasas. En la época en 
que nace Séneca. Córdoba es una ciudad con una larga 
tradición de romanización, políticamente vinculada al 
partido pompeyano durante las guerras civiles y . en 
consecuencia, mantenedora de una cierta ideología re­
publicana 11 12; la ascendencia de su madre Helvia, como la 
de su padre, debió de ser provincial.
No se conoce la fecha exacta de su nacimiento en 
dicha ciudad; las hipótesis sobre este punto se basan 
principalmente en varios pasajes de Séneca de interpre­
tación dudosa, ya que gira en torno al valor de términos 
tan poco definidos como iuuenta y senectus, así como 
en el de una frase de carácter tan vago como: qualem 
Pollionem Asinium ...meminimus. De la conjunción de 
todos ¡os resultados obtenidos del análisis de estos y 
otros pasajes se sitúa el nacimiento de Séneca entre el 
año 4 y 1 a. C 13
11 Sen., De uita patris (ed. Haase. frg. XV. 99): historia ah initio beilorum 
ciuitium unde primuniueritas retro abiit, paene usque ad ntortis suae diem.
12 Mucho más matizada en este punto c$ ta posición de M. T. Gruiin , 
o. c., págs. 31-32, que acepta la posibilidad de una participación en el partido 
cesariano de una parte de la población de Córdoba basándose en Cés.. Guerra 
Civii II 19; Guerra Alej. 58, 60. etc.
13 Epist. a Lmc. 108. 22; 12. I y 26; Sobre ta serenidad 17.7; TÁc., Anales 
XIV 56,1: cf. F. Prechac, «La date de la naissance de Sénéque», en Rev. Et.
12
Su primera infancia debió de pasarla en Córdoba, 
aunque la expresión con que alude a su marcha a Roma 
«en brazos de su tía» 14, hace suponer que su traslado a la 
capital del Imperio tuvo lugar cuando todavía era muy 
pequeño15.
Se conoce muy poco sobre estos primeros años en 
Roma. La educación que inicialmente recibe es la tradi­
cional : la escuela del grammaticus, para pasar después a 
la del rhetor16 17; ya se sabe que el dominio de la retórica 
constituye un requisito indispensable en la educación de 
cualquier joven con ambiciones.
Por una frase suya sabemos que fu e discípulo de 
Sofión11, filósofo alejandrino según Jerónimo18. de 
tendencias pitagóricas *9 20; entre los preceptos doctrinales 
se incluía ¡a abstención de carne en la alimentación. La 
aplicación personal por parte de Séneca de este precep­
to en concreto se vio interrumpida por imposición de su 
padre, ante el temor de que se le confundiera con un 
seguidor de ritos egipcios y judaicos . También fue 
discípulo de Papirio Fabiano (seguidor a su vez de Q. 
Sextio), que coincide en algunos aspectos con Sotion. 
aun cuando su ascendencia estoica sea mucho más cla­
ra21. Por último, hay que contar también entre sus
Lat. 12. 1934. págs. 360-375 y 15, 1934, págs. 66-67; P. Grima), o.c.. pá­
ginas 56-58: M. T. Griffin, o.c., págs. 35-36.
14 Shn.. Consol, a Hetcia 19.2.
15 Si se acepta la interpretación literal del pasaje de Sobre tu serenidad 17,7 
ya citado en nota 13. Séneca debió de conocer en Roma a Asinio Pollón, cuya 
muerte sitúa Jerónimo en el 5d. C. y Tac., Dial. 17-10 a finales del principado 
de Augusto.
16 SÉN.. Epist. a Ijuc. 58,5.
17 SÉN.. Epist. a Luc. 49,2: modo apud Sotionem puer sedi.
18 Jeron., Cron. ad. aun. 13. Cf. P. Grimal, o.c.. págs. 59 y ss.
19 Según M . T. G riffin. o.c.. pág. 37, discípulo de Quinto Sextio. Véase en 
contra los argumentos de P. G rimal. o.c., pág. 247.
20 Epist. a Imc. 108. 17-23. Este dato unido a una observación de Tácito 
{Anates II 85) donde se nos habla de medidas represivas contra los que 
profesan tales creencias en el año 19 d. C.. hacen pensar a P. Grimal (o.c.. 
págs. 59-60) que. sobre esta fecha. Séneca, discípulo de Sotión. todavía puer. 
tuvo que nacer después del año 4 a. C.. porque si no ya hubiera tomado la 
toga praetexto, es decir, hubiera dejado de ser puer, ya que esta ceremonia 
solia tener lugar en torno a los quince años.
21 Epist. a Luc. 40,12. Sobre la escuela de los Sextios, I. Lana. «Sextiorum 
nouact Romani roboris secta», en Riv. Istr. h ilo!. Class. 31,1953,1 y ss. y 209 
y ss.
13
maestros a Atalo, estoico, que parece haber dejado 
una profunda impresión sobre Séneca22.
Las otras noticias referentes a este periodo son rela­
tivas a su precario estado de salud2*, noticias que se 
relacionan con su estancia en Egipto, donde vivía su 
tía, casada con G. Galerio, prefecto de Egipto desde 
el año ¡6 al 31 d. C. No sabemos, dentro de estos lí­
mites, cuál fu e el momento en que Séneca se trasladó a 
Egipto, y cuál fu e la duración de su estancia. Lo único 
seguro es la fecha de su vuelta, el 31, acompañado de su 
tía y su marido, ya finalizada la prefectura de este último. 
Precisamente conservamos los recuerdos de Séneca 
sobre el dramático viaje de vuelta: el barco sufrió los 
embates de una terrible tempestad en el curso de la cual 
murió su tío 24.
A partir del año 31. en un ambiente político tenso, el 
posterior a la muerte de Sejano, se inicia la carrera 
política de Séneca; el propio Séneca reconoce haber 
recibido para ello el apoyo de su tía25. No se conoce la 
fecha en que desempeñó la cuestura, primer peldaño en 
el cursus honorum que tiene como finalidad última el 
consulado. Los argumentos que se utilizan para datar 
tardíamente su acceso a la cuestura tienen como base la 
pertenencia de su tío Galerio al circulo de Sejano. ¡a 
proximidad a esos mismos círculos de Junio Gallón. 
padre adoptivo del hermano de Séneca: ese tipo de 
relaciones hace improbable que los comienzos de la 
carrera política de Séneca coincidieran con la caída en 
desgracia del ministro de Tiberio y la persecución 
consiguiente de los allegados 26.
Otros motivos que se aducen para defender el carác­
ter tardío de su iniciación oficial en la política están 
basados en la interpretación de una frase de su padre, 
enunciada con posterioridad al 37, que parece aludir o
22 Epist. a Luc. 108,3.
23 ib'ul. 78, 1-4.
24 Consol.aHetvia I9.4:I>IR2G25.
25 Ibid. \9 X
26 Z. Stewart. «Sejanus. Gaetulicus and Seneca». en Am. Journ. Philol. 
74, 1953, 70 y ss.
14
bien a su candidatura al cuestorado o ai inmediatamente 
posterior escalón: el tribunado. A ello puede añadirse 
también una cierta paralización de la vida política en la 
últitna etapa del reinado de Tiberio11.
Siempre aceptando como momento post quem el 
año 31, otros autores tienden a adelantar un tanto la 
toma de posesión del cuestorado. Tomando como funda­
mento los intervalos necesarios que mediaban, o debía 
mediar, entre una magistratura y la siguiente, se puede 
suponer que su cuestura se desempeñó en el 34-35, 
el edilazgo o tribunado de la plebe en 37-38, y que ello 
hizo posible el que a la vuelta de su exilio a comienzos 
del 49 (exilio comenzado a fines del año 41), se le 
pudiera nombrar ya pretor2*.
No parece haber gozado de las simpatías de Calígula; 
conocidas son las opiniones que a Calígula le merecía el 
estilo de Séneca: «arena sin cal» , y también es 
conocida la historia, atribuida a Calígula de que éste 
quiso obligar a Séneca a suicidarse porque había tenido 
una brillante actuación en el Senado. Lo que de la 
anécdota se deduce con seguridad es su habilidad y fam a 
como orador, así como su presencia en el Senado ya en 
el año 5927 28 29 30.
Por la Consolación a Helvia (2,5) sabemos que 
durante el reinado de Calígula perdió a su padre, se 
casó, tuvo un hijo y lo perdió también31.
A este período que abarca el reinado de Calígula y los 
primeros meses del de Claudio parecen pertenecer la 
Consolación a Marcia y el tratado Sobre la ira.
Después de la muerte de Calígula, y hacia finales del 
año 41. primeros momentos de reinado de Claudio. 
Séneca fu e exiliado a Córcega en virtud de la lex Iulia
27 M. T. Grifhn. o.c., págs. 50 y ss.
28 P. Grima!.. o.c.. pág. 81.
29 Suet.. Catig. 53.
30 Dión Casio UX 19.
31 Sobre la posibilidad de identificar a esta esposa con Pompcya Paulina, 
que le acompañó en su muerte, cf. F. G iancotti, Cronología dei «Dia/oghi» 
di Séneca. Turín. 1957. págs. III y ss., y K. Abel. Reseña a Giancotti, 
Gnomon 30, 1958.610 y «Sen. Dial. 12.18.4 ff.. ein Zcugnis für dic Biographic 
Lucans?» Rhein. Mus. 115. 1972. 325 y ss.
15
de adulteriis, dulcificada por la petición de Claudio de 
que se perdonase la vida a Séneca y se conmutase la 
pena de muerte por el exilio 32. La acusación en concre­
to era la de adulterio con un miembro de la familia 
imperial: Julia Livila, hija de Germánico, hermana, por 
tanto, de Calígula. Agripina y Drusila.
El exilio de Séneca termina en el año 49 d. C., año 
en que Claudio, a instancias de Agripina, casada recien­
temente con el emperador, lo llama a Roma33.
En ese largo período de ocho años transcurridos en el 
exilio Séneca escribe con seguridad la Consolación a 
Helvia y la Consolación a Polibio. su madre y un 
liberto muy influyente de Claudio, respectivamente. A 
través de estos escritos conocemos su situación en la 
isla, que adquiere tintes más o menos dramáticos en 
función del destinatario: animoso cuando se trata deconsolar a su madre, pesimista cuando persigue obtener 
el perdón de Claudio por intermedio de Polibio. De 
cualquier modo, la estancia en Córcega debió de ser un 
rudo golpe para Séneca y suponer una etapa de refle­
xión forzada que posteriormente daría sus frutos litera­
ria y políticamente.
La intervención de Agripina en la vuelta de Séneca a 
Roma ¡o liga inexorablemente a ella y su política. Pretor 
en el año 49, debe hacerse cargo de la educación de 
Nerón, que pronto se convierte en hijo adoptivo de 
Claudio. Junto a Séneca, encargado de la educación 
teórica del futuro emperador, Agripina coloca a Sexto 
Afranio Burro junto a Nerón para que se haga cargo de 
las cuestiones de política práctica. Esta situación se 
prolonga durante tres años. En el año 52 Claudio es 
envenenado por Agripina y Nerón sube ai trono apoya­
do por Burro, prefecto del pretorio, y por Séneca. Hasta 
ese momento la posición de Séneca dentro de palacio no
32 Dk>n Casio LX 8,5 y LXI 10,1; TÁt\, Anales XIII 42, 4 y 6; Sén., 
Consol, a ftel. 13, 2. P. G r im a l . o .c .. págs. 93 y ss. justifica la acusación de 
adulterio contra Julia Livila y Séneca partiendo de necesidades políticas 
encaminadas a la supresión de la familia de Germánico.
33 Suet., Claud. 12.
16
ha tenido carácter oficial. y tampoco lo va a tener a 
partir de ahora.
En el año 59 Agripina es asesinada por Nerón y los 
dos consejeros procuran, a l parecer, parar el golpe a 
Nerón, como antes lo habían hecho en el caso del 
asesinato de Británico**. La influencia creciente de 
Ofonio Tigelino había ido aumentando y Séneca pide 
«retirarse» de la política, petición a la que Nerón se 
niega, tal vez porque la presencia de Séneca continúa 
suponiendo una garantía frente a la clase senato­
rial34 35 36; pero su continuidad no supone el mantenimiento 
de su influencia. Prácticamente retirado de la vida polí­
tica, a ese período, hasta su muerte, pertenecen las 
Cuestiones Naturales y las Epístolas a Lucilio. Antes 
de su retiro, y después de su vuelta del exilio, debe de 
haber elaborado: Sobre la brevedad de la vida, Sobre 
la serenidad. Sobre la firmeza del sabio, Sobre la 
clemencia, Sobre la felicidad, Sobre los beneficios, 
Sobre el ocio.
En abril del año 65 se descubre la conjuración de 
Pisón, dirigida contra Nerón, y Séneca cae bajo las 
acusaciones de uno de los conjurados. La consecuencia 
es inevitable y Séneca recibe la orden de suicidarse. El 
relato de su muerte nos lo han transmitido Tácito y 
Dión Casio. Se abrió ¡as venas, tomó veneno y , a pesar 
de ello, tal vez lo avanzado de su edad fu e causa de la 
lentitud de su muerte*6.
Hasta aquí los datos escuetos. A partir de ellos y del 
contenido de sus obras escritas conservadas se ha esta­
blecido una controversia sobre la figura de Séneca que 
se mantiene hasta nuestros días y que, dada su natura­
leza, es poco probable que cese. El perfil humano de 
Séneca adquiere una u otra dimensión en virtud de la 
actitud de quien interpreta los datos — en casi todos los 
casos susceptibles de interpretación; esta actitud se 
define en un sentido o en otro de acuerdo con la mayor
34 TÁC., Anales XIII 21 y XIV 7.
35 TÁC., Anales XIV 53-56 y XV 45.
36 TÁC.. Anales XV 62-64: D ión Casio LXII 25.
17
o menor exigencia de coherencia estricta entre las 
declaraciones explícitas de comportamiento y su realiza­
ción práctica en la persona del escritor, especialmente 
en lo que concierne al campo de la política. Como en el 
caso de Cicerón, la polémica suele ser apasionada, inclu­
so más en Séneca dada su confesionalidad estoica. En 
cualquier caso últimamente ¡a adopción de opiniones 
sobre un autor de época clásica conlleva un punto de 
vista matizado, filológicamente hablando. La visión de la 
realidad no es la misma en todas ¡as épocas, aspectos 
inconciliables dentro de la moral actual pasan por 
moneda corriente en el Imperio Romano, de ahí la 
necesidad de mantener una cierta flexibilidad de crite­
rios en los enjuiciamientos.
Como dice F. Giacontti: «il cardine delle questioni 
negli studi su Senace verte su! nesso tra la vita practica 
e la vita mentale di lui, ira le sue azioni di uomo 
político e privato e i pensieri da lui espressi con gli 
scritti e le parole» . Ya Dión Casio adopta una 
postura condenatoria ante la fa lta de correspondencia 
entre la acción y la palabra, y asimismo San Agustín 37 38 *.
Para enjuiciar la figura de Séneca, como decíamos al 
principio, se debería partir del carácter y mentalidad de 
los primeros historiadores que sobre él nos informan: 
Tácito. Suetonio y Dión Casio. Pero, como muy bien 
dice Giancotti en su artículo ya citado*9. resulta com­
plicadísimo llegar en este aspecto a conclusiones definiti­
vas, por dos razones: la ausencia de una biografía 
coherente del encartado, en el sentido en el que actual­
mente la entendemos, en ninguno de los tres autores; y 
la imposibilidad de negar fiabilidad o no a los datos que 
nos ofrece cualquiera de ellos. apoyándonos en la su­
puesta ideología de cada uno de los escritores.
Los puntos más controvertidos se agrupan en torno 
a dos temas centrales: la fa lta de coincidencia entre las 
ideas que se desprenden de sus escritos y su comporta­
37 F. G iancotti,«II posto della biografía nella problemática senechiana». 
en Seneca (ed. A. Traína). Milán. 1976. pág. 39.
38 Dión Casio LXl 10,2: Agust., Ciudad de Dios VI 10.
3IÍ 0 .c .. pág. 42.
18
miento personaI, y esa misma actitud con respecto a su 
comportamiento político. Como muestra de las opiniones 
a que puede dar lugar alguno de los datos que suscitan 
controversia. por lo que significan de disensión entre 
teoría y práctica, vamos a tomar dos aspectos que se 
refieren a su vida «privada» (en la medida en que este 
término puede aplicarse a un hombre político), y su 
participación pública durante cierta etapa del reinado 
de Nerón. Los dos aspectos de su vida privada que van a 
ser objeto de atención serán los relativos a la elabora­
ción de dos de sus obras: Consolación a Polibio y 
Apocoloquintosis, y la posesión por parte de Séneca 
de notables y abundantes riquezas.
Durante el exilio en Córcega, como ya hemos dicho 
más arriba, Séneca escribe la Consolación a Polibio, 
en la que se vierten alabanzas sin medida sobre la 
persona de Claudio. Poco tiempo después, a la muerte 
de Claudio, el mismo Séneca escribe la Apocoloquinto­
sis, una ridiculización feroz sobre el proceso de diviniza­
ción de Claudio, donde se ensaña contra el emperador 
hasta límites excesivos.
El primero que nos habla de la contradicción entre los 
preceptos senecanos y el comportamiento de Séneca es 
Dión Casio40. En cuanto al contraste entre la actitud 
adoptada en la consolación a Polibio, y la mantenida 
en la Apocoloquintosis, todavía se acentúa más el 
problema si tenemos en cuenta que la laudatio funebris 
de Claudio, el discurso de loa a Claudio pronunciado 
por Nerón en el funeral, es atribuido a Séneca por algu­
nos autores41. Las hipótesis que tienden a justificar 
estos hechos son numerosas y se recogen sumariamente 
en Giancotti42. Un reciente análisis del problema por 
parte de Grimal43 intenta conciliar ambos extremos, 
restando importancia por un lado a las loas a Claudio
*° Cf.F. G iancotti, «II posto della biografía...», págs. 46 y ss.; M. T. 
Grikfin, o.c.. págs. 415-416
41 TÁc., Anales XIII 3; SUBT., Ner. 9.
*2 Obra citada en la nota 40 págs. 53 y ss.
43 0 .c ... págs. 100 y ss.
19
contenidas en la Consolación a Polibio que, según su 
criterio, coinciden con las ideas de Séneca recogidas en 
su tratado Sobre la clemencia, y distinguiendo sutilmen­
te entre la actitud de Séneca ante el princeps (Consola­
ción a Polibio), y sus juicios sobre el hombre (Apocolo- 
quintosis); entre la atribución a Claudio de los rasgos 
deseados en el emperador ideal (Consolación a Polibio), 
y el juicio exacto sobre la realidad del personaje 
(Apocoloquintosis). Pero, a fin de cuentas, introduce 
a continuación lo que, en m i opinión,constituye el 
meollo de la cuestión. Para enjuiciar el problema 
no se puede prescindir de dos premisas: la distinta 
mentalidad de los hombres de distintas épocas, que 
puede llegar a hacer incomprensibles comportamien­
tos y actitudes, y la consabida calidad de hombre 
político de Séneca, que explica desde esa perspectiva 
muchas cosas inaprensibles si no se parte de ese presu­
puesto.
Otro de los caballos de batalla de los autores que se 
han ocupado del pensamiento senecano y de la repercu­
sión del mismo sobre la vida de nuestro autor, es su 
condición de hombre rico que contrasta con las conti­
nuas alabanzas a la pobreza contenidas en sus escri­
tos44. Séneca nos habla en sus cartas de las uillae que 
poseía: Nomentanum y Albanum; los papiros nos 
cuentan de sus amplias propiedades en Egipto45. Las 
criticas a este aspecto de la vida de Séneca se encuen­
tran ya en la misma época de Séneca: Suilio, enemigo 
suyo, enjuicia desfavorablemente el hecho, atribuyendo 
parte de las riquezas a los intereses derivados del 
préstamo y a los favores de Nerón*6; enlazan siempre 
con esa constante de su biografía: el divorcio entre
** M. T. Griffin, o¿ .% págs. 286 y ss. dedica un capitulo entero a este 
punto: «Seneca praediues».
45 M. ROSTOvtzeff, Historia social y económica del Imperio Romano, II, 
pág. 144, Madrid. 1962. y M. T. Griffin, o.c.y pág 287, n. 6.
ñ TÁC.. Anales XIII 42; Dión Casio LX1I 2. También Dión Casio ÍLXI 
10,3) nos habla de su modo de vida excesivamente lujoso y retinado, mientras 
que Tácito {Anales XV 45,3) nos describe la sencillez de su vida en los últimos 
años.
20
teoría y práctica. Los intentos por justificar, en concre­
to, este aspecto de su vida ilevan como máximo a 
adjudicarle una postura no hipócrita, aduciendo las 
tendencias más moderadas del estoicismo que suponen 
la indiferencia, no el rechazo, ante las riquezas, y 
asumen la posibilidad de que las riquezas sean ocasión 
para la práctica del bien. También form a parte de esos 
intentos justiftcatorios lo que ya exponíamos antes a 
propósito de unas obras concretas: la fa lta de corres­
pondencia entre lo que es la imagen del bien, del sabio, y 
la realidad. Los rasgos deseados en el sapiens, popula­
res en aquel momento, que suponen una vuelta al roma­
no de antaño, frugal, moderado, y con ello arrastran la 
idea de que esto llevaría a resucitar una situación 
política ya desaparecida, resultan en la práctica tan 
irreales como el supuesto de una vuelta de la república. 
Pero explicar un hecho no es equivalente a justificarlo, 
y Séneca sigue ahí. en sus contradicciones, cada vez 
más representativo de una sociedad en un momento 
dado, más inmerso en ella, menos excepción y , en ese 
sentido, más comprensible humanamente.
Por último y , en líneas generales. vamos a hablar de 
la actitud política de Séneca durante el reinado de 
Nerón. Su complicidad más o menos consciente en una 
serie de actos aislados por todos conocidos: el asesinato 
de Claudio, de Británico, de Agripina; su participación 
más o menos velada en uno de los reinados más carga­
dos de crímenes y atrocidades de toda la historia de 
Roma llevan a enjuiciar a Séneca desde dos puntos de 
vista antitéticos: o bien la personalidad de Séneca ha 
quedado reflejada y recogida en sus escritos y su inter­
vención en política no hace sino refrenar, en la medida 
de lo posible, la tendencia al despotismo ya iniciada en 
Tiberio; o bien la verdadera manera de ser de Séneca 
queda al descubierto en su actuación política, consisten­
te en aceptar — hasta cierto punto— las pautas marca­
das por Nerón y, en consecuencia, sus escritos no son 
más que un indicio de su hipocresía. Cada época ha visto 
en Séneca una de estas dos imágenes, aunque última­
mente historiadores y filólogos tienden a enfrentarse al
21
problema desde posturas que no llevan implícitos juicios 
de valor y que. paradójicamente, ayudan a comprender­
lo mejor47 48.
En esa misma dirección hay que tener presente que m 
hombre político, en la medida en que la política siga 
siendo necesariamente un «oficio», no admite su encasi- 
llamiento dentro de ¡as mismas normas que el ciudadano 
que. aun apasionadamente interesado por la política, no 
ha hecho de ella su meta vital. Hombres como César son 
comprensibles porque la postura que ante ellos se adop­
ta responde exclusivamente a este último planteamien­
to. Hombres como Cicerón y Séneca son puestos en la 
picota porque su labor política ha quedado oscurecida 
históricamente ante su labor literaria y filosófica, impi­
diéndonos ver tal vez su verdadera vocación: la política; 
porqug la confrontación entre la pura disquisición inte­
lectual, la defensa implacable de la verdad y el bien 
absolutos contrasta, en más de una ocasión, con una 
faceta fundamental de su vida distante de esos precep­
tos: su faceta política, el arte de lo posible.
Aun prescindiendo de las obras perdidas de Séneca y 
de las conservadas fragmentariamente**, la producción 
de Séneca es muy extensa: los Diálogos que a continua­
ción se ofrecen, ¡a Apocoloquintosis o Ludus de morte 
Claudii, el tratado Sobre los beneficios, Sobre la 
clemencia —que parece haber llegado a nosotros in­
completo—, el tratado científico Cuestiones Naturales y 
la colección de las Epístolas a Lucilio, todas ellas obras 
en prosa. En verso contamos con las Tragedias. Toda su 
obra literaria, incluso también su teatro, no son más que 
una exposición de su sentir filosófico; su gran interés
47 Una exposición y recopilación de testimonios antiguos sobre Séneca 
puede encontrarse en W. Trii.litzsch. Seneca im literarischen Urteil der 
Antike, DarsteUmg wui Sammiung der Zeugnisse. 2 vols., Amsterdam. 1971.
48 El De uita patris ya citado; el tratado De ojfiáis, De superstitione, De 
matrimonio; una serie de tratados científicos: De motu ferrarían. De iapidum 
natura. De piscium natura. De situ Indiae, De forma mundi. En estado frag­
mentario De remedió* fortuitorum. etc.
22
para los historiadores de la filosofía radica en que 
constituye uno de los puntos clave para conocer el 
desarrollo del estoicismo en Roma49.
49 La dificultad más grave para un intento de reconstruir el pensamiento 
filosófico de Séneca radica en la inseguridad que ofrece ia datación de sus 
obras. Fecha segura existe para muy pocas de ellas —las que han sido 
mencionadas en un momento dado de ia biografía no siempre ofrecen 
garantías—; sus fechas están tomadas del estudio cronológico de Grimal en 
su obra ya citada. Sobre el problema puede consultarse la obra de F. 
Giancotti citada en la nota 31.
23
DATOS BIOGRAFICOS 
DE SENECA
Denominación
El título de Diálogos se da a una parte de la obra de 
Séneca que nos ha transmitido como cuerpo el manus­
crito Ambrosiano C. 90 in f, del siglo X . Comprende 
todas las obras en prosa de este autor a excepción de 
tres tratados: Cuestiones Naturales, Sobre la clemen­
cia y Sobre los beneficios y las Epístolas a Lucilio.
La discusión fundamental sobre este cuerpo de 
pequeños tratados, en número de diez (uno de ellos 
consta de tres libros) , se centra en dos puntos: cuál ha 
sido la razón que ha llevado a agruparlos y cuál la de 
designarlos como diálogos. Cuestiones, como se ve, 
estrechamente vinculadas entre sí.
El hecho de que reciban una titulación especial induce 
a pensar, en un principio, que sus características form a­
les separan a estos tratados del resto de las obras en 
prosa. De hecho esto no es cierto, ya que el tratamiento 
que reciben todas las obras en prosa de Séneca es muy 
similar. De ahí que se haya querido ver la razón de su 
agrupación en la dimensión de los tratados, más reduci­
da en los llamados diálogos que en el resto, y más 
amplia que en las Epístolas, a las que consideran muy 
afines1. Y en realidad el tratamiento form al de las
1 M. C. Gertz. L. Antiaei Senecae Dialogorum tibri Xtt , Copenhague. 
1886.
27
Epístolas es el mismo que el de los Diálogos que ahora 
nos ocupan.
S i aceptamos estecriterio, la inclusión entre los 
Diálogos del tratado Sobre la ira supondría un ligero 
inconveniente dada sus mayores dimensiones ( tres li­
bros), hecho que algunos investigadores han soluciona­
do atribuyendo a un error del copista su inclusión en el 
cuerpo de los Diálogos2, mientras que otros han pensa­
do que la exclusión de los tres tratados más amplios se 
debe a una omisión de los copistas3 4. Es evidente que la 
discusión en tomo a este punto, al carecer de una 
fundamentación objetiva, puede llevar en direcciones 
completamente opuestas e igualmente defendibles.
Lo que también es claro es que determinadas obras en 
prosa de Séneca — dejemos ahora al margen cuáles de 
ellas— recibieron desde muy pronto el nombre de Diá­
logos. Prueba de ello ¡a constituye un pasaje de Quinti- 
llano: «Andan por ahí discursos suyos, obras en verso, 
epístolas y diálogos*.» Que tal denominación proceda 
directamente de Séneca o que se le impusiera posterior­
mente es cuestión difícil de dilucidar. E l uso que de este 
término hace Séneca en algún pasaje de sus obras 
parece favorecer la hipótesis de una designación poste­
rior. Dice: «Y dejando al margen ¡a reciprocidad de los 
diálogos, contestaré como un abogado...»5.
La mayor dificultad que supone la discusión es la 
existencia, en época de Séneca, de un género con gran 
tradición literaria que responde a ese nombre y que está 
representado por figuras tales como Platón en Grecia 
y Cicerón en Roma. Ellos configuraron dos tipos de 
diálogos literarios: el dramático y el narrativo, respec­
tivamente, y aunque los llamados Diálogos de Séneca 
encajen más bien en este segundo tipo, son más ¡as 
diferencias que las afinidades. Efectivamente, no con­
2 Cf. F. G ianootti. Cronología dei«Dialoghi» di Seneca. Turin, 1957» pág. 
11.
3 O. Rossbach. «De Seneeae Díalogis», en Hermes 17. 1882. págs. 365- 
376.
4 X 1 129
5 De benefíciis V 19.8.
28
tamos en Séneca con precisiones de lugar, tiempo y 
ocasión, no hay introducción de personajes, ni interven­
ciones caracterizadas de los mismos. Una débil réplica a 
todo ello lo constituye la presencia de inserendos, 
como los ¡lama Andrieu: inquit, at ille, inquis, etc6., 
salpicados a lo largo de la obra; inserendos que, por 
otro lado no son privativos de los tratados que se nos 
han transmitido bajo el nombre de Diálogos7 8.
Mientras algunos autores han querido ver en el diálo­
go senequiano un equivalente de la diatriba*, con la que 
coincide en la existencia de un interlocutor indefinido y 
ficticio . otros ven en la denominación un equivalente de 
óiodoyiapóq9, refiriéndolo a una especie de soliloquio 
que cabe aplicar a todas las obras en prosa de Séneca.
La compilación de obras transmitidas por el códice 
Ambrosiano es relativamente heterogénea — se incluyen 
tres Consolaciones—9 su ordenación no responde a 
ningún criterio perceptible: no es cronológica, ni temáti­
ca, ni de acuerdo con los destinatarios. El mantener la 
denominación, como la mantiene la mayoría de los inves­
tigadores, responde a razones de- tradición y de co­
modidad.
Cronología
Uno de los problemas más discutidos es el de la 
cronología de las obras de Séneca. S i excluimos algunos 
tratados fechables por datos incluidos en la obra por el 
propio Séneca, la datación de su obra, en conjunto, 
ofrece serias dificultades. Restringiéndonos a los Diálo­
gos» podemos decir que únicamente se puede dar una 
fecha aproximada — con una oscilación de unos seis 
años— de dos de ellos: Consolación a Helvia y Conso­
6 J. ANDRIEU, Le dialogue antigüe. Structure el presentaron, París, 1954.
7 Cf. C. Codoñer, «El adversario ficticio en Séneca» en Corollas Philolo- 
gicas, Salamanca, 1983, págs. 131-148.
8 E. AlbertíNI . La composition dans Íes ouvrages phi/osophiques de Sé ñeque, 
París, 1923.
9 G. Lafaye, «Dialogi», en Rev. Philol. 21, 1897, págs. 174-176.
29
lación a Polibio, ambas de la época del exilio de Séneca 
en Córcega (41-49 d. C .). Los únicos criterios que 
hasta el momento se han aplicado a la datación son los 
derivados de las alusiones a acontecimientos de fecha 
concreta10. El problema radica en que una misma 
alusión, si no es muy precisa. puede admitir diversas 
interpretaciones, pueden verse alusiones allí donde no 
existen en el afán por aproximarse lo más posible a una 
fecha concreta. Sólo datos de carácter muy general, 
como la mención despectiva de Caligula en muchos de 
sus tratados, permiten colocarlos en un reinado poste­
rior al de éste. Pero mayores precisiones son difíciles. 
De esta dificultad puede damos una idea clara la tabla 
que ofrece Giancotti de las diversas fechas propuestas 
para cada uno de los diálogos, donde se alinean catorce 
soluciones distintas de otros tantos autores11.
No es m i intención discutir con precisión este punto. 
En la introducción a cada uño de los diálogos ofreceré, 
sin embargo, una visión de ¡as posturas tomadas en 
torno al problema de la cronología. Como tónica gene­
ral, baste decir que últimamente se ha empezado a 
introducir en la discusión de este punto argumentos de 
carácter estilístico, si bien limitándose a obras concre­
tas y no aplicados al total de los diálogos12.
Valor literario
Como se ha dicho, los Diálogos de Séneca pueden 
considerarse representativos de toda la obra en prosa de 
este autor. Prueba de ello es la reducción que hacen 
algunos investigadores del problema de la denominación 
a un mero problema de extensión de las obras. Esto 
viene a apoyar la postura de que cualquier reflexión de
10 P. Grimal, «Est-il possible de dater un traité de Sénéque?», en Rev. 
Eludes Lat. 27, 1949, pág. 178-188.
11 F. G iancotti, Cronología dei «Diaioghr» di Seneca, Tuíin 1957.
12 M. Coccia. / problemi del De ira di Séneca alia lucedeiranalisistilislica. 
Roma. 1957.
30
carácter literario sobre uno de ¡os grupos diferenciados 
por criterios externos es válida para el resto.
Las opiniones sobre el estilo de Séneca, ya en una 
época muy próxima a la suya, son abundantes. Suetonio 
pone en boca de Calígula dos juicios sobre la prosa 
senecana que se han hecho famosos: por un lado define 
sus composiciones como meras commissiones ( — «sim­
ples piezas de lucimiento»), y por otro su estilo se 
encarna en la imagen harena sine calce ( —«arena sin 
cal») 13. Se califica de esta manera la expresión y el 
conjunto de la obra, se atiende al detalle y a la estructu­
ra; para Calígula esas simples piezas de lucimiento se 
logran a base de una acumulación de elementos disper­
sos, sin trabar. La brillantez de esos elementos tal vez 
pueda deducirse del carácter atribuido a la pieza resul­
tante.
Otra de las opiniones, de un contemporáneo casi, es 
la de Quintiliano14. igualmente negativa y coincidente 
en algwíos puntos: acepta el valor de las máximas que 
salpican sus escritos, pero rechaza el estilo en que están 
expresadas, tanto más nocivo cuanto que sus defectos 
son dulcia ( —«llenos de atractivo»). Considera que la 
gravedad de los temas no recibe adecuado tratamiento 
en ese aluvión de frases agudas. Como vemos, por dos 
veces vuelve sobre lo inadecuado del uso de sententiae, 
puesto que la consecuencia es un estilo poco elevado, 
quizá en función de su poca trabazón lógica. Es induda­
ble que sobre el juicio de Quintiliano pesa su admiración 
por el estilo ciceroniano, trabado, compacto, grave; que 
su valoración negativa responde a eso básicamente, pero 
en cuanto crítica descriptiva del estilo de Séneca, unida 
al juicio emitido por Calígula, responde de cerca a la 
realidad. Lo cual no excluye que el tono del pasaje de 
Quintiliano deje traslucir una admiración por Séneca 
evidente, aunque no por sus seguidores15.
No puede hacerse consideración del estilo de Séneca
l i Catig. 53,2.
14 X 1.125. Sobre los estoicos en general XII 2,23.
15 A. D. Leeman, Oratiortis ratio, Amsterdam. 1963, pág. 278.
31
sin tener presente a Cicerón, pero tampoco debe valo­
rarse a un autor por su mayor o menor aproximación a 
un modelo jijo . Los estiloscambian con las épocas. Las 
afinidades con uno u otro son consecuencia de un 
cúmulo de factores. Cada época se siente afin a un modo 
de expresión distinto y Roma no puede suponer una 
excepción. Las circustancias políticas y sociales de la 
época de Séneca propician el cultivo de los géneros 
desde una perspectiva diferente. La tendencia a valorar 
los factores externos en el desarrollo del nuevo estilo, 
representado por Séneca, encuentra su expresión más 
extrema en A. Traína16. Según él, la lengua de Séneca, 
en su realización formal, es consecuencia de la tenden­
cia a la interiorización y de su esfuerzo por predicar tal 
postura a sus contemporáneos, y eso en sus aspectos 
más concretos, en la construcción sintáctica incluso.
Aunque no de manera tan marcada, los análisis sobre 
el estilo senequiano — que es, no lo olvidemos, el de su 
época— conceden gran importancia a hecho distin­
tos: en primer lugar, la inevitable evolución de la lengua 
y de los estilos; no hay que olvidar que a la época de Séne­
ca pertenece el tratado Sobre lo sublime, que define un 
nuevo estilo, como muy bien hizo notar ya A . Guille- 
m in17; en segundo lugar, las diferencias que derivan de 
los distintos fines perseguidos por la filosofía en las dis­
tintas épocas y la influencia de ¡a diatriba. Mientras Ci­
cerón persigue la búsqueda de la verdad como una charla 
entre amigos, serenamente, la filosofía del siglo I d. G 
persigue unafinalidad práctica: la mejora moral del indi­
viduo. Para lograrlo, el estilo presta atención a los deta­
lles dándoles carácter emotivo, lo concreto se impone so­
bre la abstracción, y a la formación de dicho estilo contri­
buye el auge de la retórica. El uso de la declamación y el 
recitado coincidía en destacar, no el conjunto, sino los 
pasajes por separado. Las argumentaciones largas y tra­
badas no son apropiadas para atraer la atención del
16 Lo stiie «drammatico» del filosofo Seneca, Bolonia. 1974.
17 «Sénéque directcur d’ames. Ul. Les théories litteraires». en Rev. Eludes 
Lat. 32,1954. págs. 250*274 y «Sénéque. second fondateur de la prose latine», 
en Rev. Etudes Lat. 35, 1957, págs. 265-284.
32
auditorio. La resultante es lo que se suele limar el Nuevo 
Estilo, al que dedica un capítulo entero A. D. Leemanls 
y del que Séneca, en opinión del mismo Leeman, no sería 
más que un representante de la tendencia moderada.
Partiendo de la escala de la expresión, Séneca se 
caracteriza por la escasa concisión en ¡a exposición, por 
la amplitud de las digresiones coloristas; ésto, paradóji­
camente, coincide con la abundancia de expresiones 
cortas y agudas. Con ellas pretende eliminar la posible 
dispersión del pensamiento provocada por la excesiva 
acumulación de elementos fa ltos de cohesión. Cada 
máxima parece querer constituirse en remate expresivo 
compendiador, resumen clarificador de lo anterior. Des­
cripción, como se ve, que responde perfectamente a la 
observación de Calígula.
S i estas características las trasladamos al terreno de 
la estructura compositiva de la obra, aspecto éste mu­
cho más descuidado por los autores antiguos en general, 
el resultado es fácilmente previsible: la exposición cor­
tada constantemente por disgresiones, ampliaciones, ha­
ce difícil la abstracción de un esquema subyacente. La 
postura de Castiglioni18 19 es razonable en este punto. 
Defiende la existencia de un plan previo al desarrollo de 
la obra, plan que se ve oscurecido en el proceso de 
elaboración, pero que no por ello deja de existir. Esta 
postura es una reacción ante ¡as conclusiones de Alber- 
tini20, que llegaba a suponer que ciertas obras eran 
resultado de la unión de trozos cuya elaboración era 
independiente. A l mismo tiempo supone un primer 
paso que lleva posteriormente a afirmar la existencia de 
un esquema retórico en las obras de Séneca, seguido por 
el autor de manera sistemática21. Entre estos dos 
extremos cabe colocar, como dijimos, a. Castiglioni y a
18 O. c «The Style of the philosophical writings in ihe carly Empire», 
c. XI,
lv «Studi intomo a Seneca prosatore e filosofo», en RivJstr F.iiol. Class., 
1924, págs. 350-382.
20 O .c .
21 Cf. L. A. Senecae de breuitate uitae, ed. P. G rímal, París, 1966; P. 
Grimal, «La composition dans les dialogues de Séneque», en Rev. Études Lat. 
51, 1949. págs. 246-261 y 52. 1950, págs. 238-257.
33
J. R. G. W right12. Según él hay que aceptar la evidente 
correlación entre el estilo de Séneca y la estructuración 
de sus obras; el análisis que ha llevado a descubrir la 
confluencia de múltiples factores que explican y ayudan 
comprender este modo de expresarse y trabajar cons­
tituye la contribución de la crítica literaria actual a 
la simple descripción de hechos que nos ofrece la crítica 
de Calígula y Quintiliano.
Valor e influencia de la filosofía de Séneca
Este apartado, en su conjunto, exige una precisión 
preliminar: distinguir perfectamente entre lo que es 
propiamente la filosofía de Séneca y lo que son posturas 
simplemente estoicas. Esta confusión está favorecida 
por el hecho de que el momento de gran arraigo del 
estoicismo en Roma es la época de Séneca, y que él es el 
autor a través del cual se nos ha transmitido la doctrina. 
Lo que hay de personal en ella y lo que hay de mera 
transmisión debiera distinguirse, de modo que pudiéra­
mos hablar por un lado de la influencia del estoicismo y 
por otro de la influencia de Séneca como creador de 
teoría, aspecto este último muy poco valorado, por lo 
general.
La huella que deja Séneca en sus inmediatos suceso­
res es muy escasa, y respecto a su influjo sobre el 
cristianismo, si tenemos en cuenta que el estoicismo es 
la filosofía que domina en el momento en que se está 
formando el pensamiento cristiano, no es raro que esté 
penetrado de ella. Sin embargo, la influencia directa de 
Séneca, aunque no excesiva, no parece tan escasa como 
parece conceder algún autor reciente22 23 en una especie 
de reacción ante la sobrevaloración de dicho influjo. La 
falsa correspondencia entre San Pablo y Séneca parece
22 «Form and content in ihe Mora] Essays», en Seneca. ed. C. D. N. 
Costa. Londres. 1974. págs. 39-69.
23 G. M. Rossoss, «Seneca’s philosophical influence». en Seneca. ed. C. 
D. N. Costa. Londres, 1974. págs. 116-143.
34
haberse forjado en tomo al siglo IV y por sí sola es 
indicio de la popularidad de nuestro autor en los círculos 
cristianos, por más que tal popularidad no se correspon­
da estrictamente con un conocimiento en profundidad de 
sus obras.
Esta influencia en profundidad podemos encontrarla 
en algunos períodos medievales, por ejemplo en el 
siglo X IIy y sobre todo renacentistas: siglo X IV , y espe­
cialmente XV IL Hay que apuntar, sin embargo, que 
frente a esta limitación general de la repercusión de 
Séneca, en Hispania se observa en todo momento per­
sistencia en la valoración de Séneca; de ello es muestra, 
ya en el siglo VI, la obra De ira de Martin de Braga y 
también su Formula uitae honestae, con innegable in­
fluencia de las obras en prosa de Séneca24.
S i restringimos el alcance de su influjo a los Diálo­
gos, el análisis de la transmisión manuscrita nos de­
muestra que el texto de los mismos es extremadamente 
raro y casi desconocido entre el siglo V I y el siglo X III25. 
El primer síntoma expreso del manejo de los Diálogos 
lo tenemos en Roger Bacon.
La influencia directa fu e sustituida desde el siglo X IX 
por un intento de apreciación crítica de su valor como 
filósofo y y en este sentido, las opiniones han ido variando 
según las épocas, en paralelo, comúnmente, con el 
juicio que ha merecido la filosofía romana en general. 
En contraste con la opinión negativa que de la misma 
se ha tenido, por comparación con la griega, en estas 
últimas décadas estamos asistiendo a un enjuiciamiento 
más objetivo por cuanto no se establece una compe­
tencia entre ambas culturas filosóficas. Dentro de esta 
línea encontramos agrupados a numerosos autores fran­
ceses. Se hace notar queel papel de los filósofos romanos 
no es el de simples transmisores de la filosof ía griega.
24 Cf. K. A. Bluher, Seneca in Spanien. Untersuchungen zur Geschichte 
der Seneca-Rezept ion in Spanien von 13. bis 15. Jahrhundert. Munich, 1969; 
C. W. Barlow. Martini episcopi Bracarensis opera omnia. New Haven. 1950; 
especialmente, págs. 205-208.
25 L. D. Reynolds. «The medieval tradítion of Seneca’s dialogues», en 
Class. Quart. 18, 1968. págs. 355-372.
35
sino que, perfectamente imbuidos de las doctrinas 
de sus antecesores han ido enlazándola en cada época 
con la realidad del momento, introduciendo la pro­
blemática propia del mismo. De ahí que ahora se tienda 
a ver en Séneca no un simple divulgador de ideas 
filosóficas no siempre conocidas por él directamente, 
sino un perfecto conocedor de las doctrinas y , al mismo 
tiempo, un innovador en lo que se refiere a la postura 
vital dentro del estoicismo2 .
Transmisión manuscrita y ediciones
Como adelantábamos en el apartado anterior, Rey­
nolds se ha ocupado del estudio de la transmisión manus­
crita de los Diálogos. Tal como se nos presenta actual­
mente consta de un manuscrito básico, del siglo X 
Ambrosianus C. 90 in f ( = A ) , y una serie de recentio- 
res, del siglo X IV en su mayoría, extremadamente 
corruptos y contaminados, que se agrupan en dos fam i­
lias llamadas /$, el grupo más grande, y y el más pe­
queño. A pesar de la contaminación entre unos y 
otros, Reynolds ha logrado demostrar que el arquetipo 
del que proceden es independiente del arquetipo de A , y 
que pueden encontrarse en ese grupo lecturas interesan­
tes.
Seguimos el texto de la edición de L . D. Reynolds, L. 
Airnaei Senecae Dialogorum libri XII, Oxford, 1977. 
En los puntos en que me separo de esta edición, sigo 
las lecturas correspondientes a las ediciones de los 
Diálogos de Belles Lettres. En casi todos los casos se 
trata de pasajes que Reynolds considera ininteligibles.
Las ediciones del conjunto de los Diálogos, así como 
de diálogos aislados, son muy abundantes; únicamente a 
título indicativo ofrecemos los títulos siguientes:
16 En esta línea cabe citar los nombres de J. M. André, P. Boyance, P. 
Grjmal y A. Michel. que se manifiestan en este sentido en distintos y nu­
merosos artículos.
36
Con traducción:
Bourgery, A.: Sénéque, Dialogues, 1.1 (D e ira). París, 1922.
— Sénéque. Dialogues, t. II (D e uita beata. De breuitate uitae). 
París, 1923.
Waltz, R .: Sénéque. Dialogues, t. III (Consolationes). París, 1923.
— Sénéque. Dialogues, t. IV (Deprouidentia, De constaniia sapientis, 
De tranquilitate animi. De o lio). París, 1927.
Cardo, C .: De la Brevetat de la vida, De la vida benaurada, De la 
providencia. Barcelona, 1924.
Basorf., J. W.: M oral Essays, 3 vols. London, 1928, 1932 y 1935. 
Sacerdoti, N .: Dialogi, 2 vols. Milán, s. f.
Bortone POU, A .: De ira. Roma, 1977.
Sin traducción:
Bouillet, M. N.: L . Arnei Senecae opera philosophica quae re- 
cognouit et selectis tum J. Lipsii. Gronouii, Gruterii...tum suis 
illustrauit notis M . N . Bouillet, 2 vols. París, 1827.
Haase, F r.: L . Armei Senecae opera quae supersunt, 3 vols. Leipzig, 
1852-1853.
F avez, Ch . : Dialogorum líber X11. A d Heluiam matrem de consola- 
tione. París, 1918.
— A d M arciam de consolatione, París, 1928.
Barriera, A .: De ira. Turín, 1919.
Castiglioni, L.: De tranquilízate animi, De breuitate uitae. Tu­
rín, 1948.
G rimal, P .: De breuitate uitae. París, 1959.
— De uita beata. París, 1969.
Viansino, G .: De ira. Roma, 1963.
— Consolationes. Roma, 1963.
Cavalga SCHIROLI, M. G .: De tranquilízate animi. Bolonia, 1981.
R eynolds, L.D .: L . Annei Senecae dialogorum ¡ibri duodecim. 
Oxford, 1977.
37
SOBRE LA PROVIDENCIA
INTRODUCCION
Aulo Gelio1 nos habla del tratado que Crisipo escri­
bió Sobre la providencia y reproduce un párrafo del 
libro cuatro donde se plantea el problema del bien y 
del mal. Podemos decir que en el Diálogo de Séneca, 
que ahora nos ocupa, es éste el problema básico y 
central como indica su subtítulo, ya que desde el 
principio dice: «no dudas de la providencia, sino que 
te quejas de ella»2.
El destinatario de la obra es Lucilio, el mismo a 
quien van dirigidas las Epístolas y las Cuestiones 
Naturales. En el intento de encontrar una referencia 
biográfica que justifique la escritura del tratado —una 
de las tendencias que se manifiestan más claramente 
en la atribución de las obras de Séneca a una y otra 
fecha—, se pone en relación el tema con una desgracia 
sufrida por Séneca. Naturalmente, los dos hechos que 
pueden haber provocado su escritura son: el exilio 
—del 41 al 49—, y su retirada de la vida política en el 
año 62, bajo el reinado de Nerón. De acuerdo con ello 
los investigadores se dividen: de la etapa del exilio son
1 v ii \ x
2 1,4.
41
partidarios Waltz3 y Sacerdoti4 (que no hace sino 
repetir a Waltz); de la etapa del 62 los restantes. 
Giancotti5 y Griffin6 7 no se pronuncian a favor de 
ninguna de las alternativas.
De hecho apenas hay datos objetivos que nos per­
mitan la datación. Se toma el pasaje 3,3» donde habla 
de una entrevista reciente con el filósofo Demetrio en 
Roma, como indicio de que no pertenece al último 
período del exilio.
En cuanto a datos comparativos con otras obras, se 
extrae la consecuencia de que es anterior a las Cuestio­
nes Naturales1, y de que es posterior a la Epístola 16, 
fechada en el 628, y en una apreciación general, de 
que es simultáneo al cuerpo de las Epístolas9. Tam­
bién partidario de fecha tardia es Abel10 * 12, que funda­
menta la datación en el hecho de que Lucilio, que en 
las primeras epístolas es epicúreo, aparece como estoi­
co.
Sobre la composición, las opiniones son dispares. 
Mientras Waltz *1, y Albertini ̂ la consideran uno de 
los tratados peor compuestos de Séneca, hasta el 
punto de que éste último la cree incompleta, otros 
autores como Grimal13 consideran perfecta la estruc­
tura en el sentido de que se adecúa a las normas 
retóricas vigentes en ese momento. Concuerda con 
esta visión la opinión de Viansino14 que ve en el
3 R. Waltz, Sénéque, Dialogues, t. IV, París, 1927, págs. 6 y 7.
4 N. Sacerdoti. Dialoghi. vol. I, Milán, s. f., pág. 24.
5 F. G iancotti. Cronología d e i«Dialoghi» di Seneca. Turín, 1957, págs. 
308-309.
* M. T. G riffin. Seneca. A philosopher m polines, Oxford, 1976, pág. 396.
7 A. Fontan. «De prouidentia y la cronología de las últimas obras de 
Séneca», en Emérita 18, 1950, págs. 367-376.
8 P. G rimal. Sénéque ou ¡a conscience de CEmpire. París, 1978, págs. 298 y 
ss.
9 L. Annaei Senecae de prouidentia.... ed. G. Viansino. Roma. 1968, pág. 
*9.
10 K. Abel. Bauformen in Sénecas Dialogen. Heildelberg, 1967, pág. 158.
" 0 .c.. pág. 7.
12 E. Albertini, La composition dans les ouvragesphilosophiques de Sénéque. 
París. 1923, págs. 102 y 155.
13 P. G rimal, «La composition dans Ies «dialogues» de Sénéque>, en Rev. 
Eludes Lat, 52, Í950, págs. 238-257.
14 O.C.. pág. *7.
42
diálogo más características declamatorias que dialéc­
ticas y una división del tratado puramente oratoria, 
aunque no coincidente con la ofrecida por Grimal.
El esquema general que sigue en la exposición 
Séneca no puede decirse, indudablemente, que sea 
rígido, especialmente a partir del capítulo 5. Ahora 
bien, tampoco puede decirse que se olvide tratar 
algunos de los puntos enunciados, puesto que sobre 
cada uno de ellos, y con independencia de su trata­
miento específico, hay abundantes manifestaciones 
dispersas a lo largo de todo el libro.
El tema del diálogo es enunciado en 1,1:
Por qué, si existe la providencia, suceden des­
gracias a los hombres buenos.
Los tres elementos implicados: hombre, dios y he­
chos, se ven desarrollados a continuación:
1,5-6 Los dioses, como los padres a los hijos, hacen
sufrir a los hombres por su bien.
2.1 El hombre bueno es más fuerte que las circuns­
tancias y no puede recibir daño alguno.
Exemplum: Catón.
3.1 Las desgracias, muchas veces no lo son:
a) Son beneficiosas al hombre y a lacomunidad.
b) Suceden a quienes las quieren.
c) Suceden igual a buenos que a malos.
Consecuencia del enunciado del tema:
3.1 fin. El hombre bueno no puede ser desdichado.
A partir de este punto el esquema se desarrolla con 
más o menos fidelidad: los tres factores que debieran 
ser discutidos —dios, hombre, hechos— reciben un 
tratamiento coherente hasta 5,1. A partir de ese pun­
to, y dada la mixtura de todos los elementos ante­
riormente expuestos y tratados, parece imponerse la 
idea enunciada al final de 3,1, que el hombre bueno 
no puede ser, o no debe ser, desdichado.
43
SINOPSIS
Exposición de la pregunta hecha por Lucilio a 
Séneca: ¿por qué suceden desgracias a los hombres 
buenos, si existe la providencia? Contestación: la 
providencia existe (1), al hombre bueno no puede 
sucederle nada malo. El hombre bueno supera todo 
condicionamiento externo. Ejemplo: Catón (2).
No son desgracias todos aquellos sucesos que pare­
cen serlo, y muchos hombres desean ser puestos a 
prueba. Ejemplos a continuación de cada una de 
estas afirmaciones. Las cosas no son en sí mismas ni 
buenas ni malas, y el hombre bueno, aceptando las 
que se consideran malas, es un instrumento en manos 
de dios, que se sirve de él como ejemplo para los 
demás hombres (3-5). El hombre bueno nunca es 
desdichado. Prosopopeya de la providencia (6).
45
SOBRE LA PROVIDENCIA
Por qué suceden desgracias a los hombres buenos, 
si existe una providencia.
1.1. Me preguntaste, Lucilio1 2, por qué, si el uni­
verso se deja guiar por la Providencia, suceden múlti­
ples desgracias a los hombres buenos *. Se podría dar 
cuenta de esto con más facilidad dentro del conjunto 
de una obra, si al tiempo probáramos que la provi­
dencia está al frente de todo y que dios se ocupa de 
nosotros3; pero ya que existe el acuerdo de arrancar 
una parcela al todo y resolver una sola de las obje­
ciones mientras el pleito se mantiene íntegro, haré 
algo no difícil: defender la causa de los dioses.
2. Es superfluo, de momento, mostrar que obra 
tan grande no se mantiene sin un guardián, que esta 
conjunción y discurrir de astros no son propios de un
1 El mismo destinatario de las Epístolas y las Cuestiones Naturales. A él se 
atribuye el poema Aetna, incluido en Appendix Vergiliana.
2 Cuestión ampliamente debatida en la filosofía antigua y ante la cual se 
adoptan distintas posturas; las extremas están encamadas por estoicos y 
epicúreos (cf. Lucr. I 57 ss.)
3 Todo el mundo ve una referencia a una obra distinta (cf. ep. 65,1 y ss). 
La expresión, de todos modos, es ambigua y no permite conclusiones 
definitivas.
47
impulso fortuito, y que los seres a los que el azar 
pone en movimiento sufren a menudo perturbaciones 
y chocan fácilmente; que esta velocidad, que no en­
cuentra obstáculos, se mantiene siguiendo las normas 
de una ley eterna, es soporte de numerosos fenóme­
nos por tierra y por mar, de múltiples luces resplan­
decientes que brillan según lo estatuido; que no es 
propio de una materia sin estructura fija este orden4 
y que los elementos que deben su cohesión al azar no 
gozan de suficiente capacidad para lograr que el 
enorme peso de las tierras se mantenga inamovible y 
contemple en tomo a ellas la huida del cielo en su 
carrera, que los mares derramados sobre los valles 
reblandezcan la tierra y no perciban aumento alguno 
procedente de los ríos, que nazcan seres enormes de 
gérmenes insignificantes.
3. Ni siquiera los fenómenos que parecen confusos 
e inseguros: digo lluvias, nubes, caída de rayos, in­
cendios provocados al abrirse las cimas de los mon­
tes5, temblores del suelo que vacila, y otros acciden­
tes que provoca la zona tempestuosa que hay en 
tomo a la tierra, ni siquiera éstos se producen sin 
razón, aunque sean imprevistos; también tienen sus 
causas, no menos que los que se han registrado mila­
grosamente en lugares insólitos: como las aguas ca­
lientes en medio de las olas6, y los nuevos territorios 
de las islas que surgen en el vasto mar7. 4. Y si 
alguien ha observado que los litorales quedan al 
descubierto al retroceder el mar sobre sí mismo, y 
que esos mismos litorales se cubren al cabo de muy 
poco tiempo, ¿creerá que, en un movimiento ciego, 
las aguas unas veces se retraen y retiran hacia el
4 Entendemos el término latino errarais (=«sin estructura fija») referido a 
materia, en el sentido de organización interna de la misma.
s Perífrasis que equivale a una mención de los volcanes.
6 Plinio en su Historia Natural (\í 227) habla en concreto de un lugar entre 
Italia y la isla de Ischia.
7 El mismo Séneca en las Cuestiones Naturales (VI 21) habla de Tera (hoy 
Santorin) y Terasia (al oeste de la anterior); Plinio (II 202) enumera una serie 
de ellas, comenzando por Délos, y fechando la aparición de las más recientes.
48
interior, otras veces se levantan y a grandes marchas 
alcanzan de nuevo su sede, siendo así que crecen 
paulatinamente y se presentan en una hora y día fijo, 
más o menos abundantes según la atracción ejercida 
por el astro lunar, a cuyo arbitrio se desborda el 
océano?8 Queden reservados estos fenómenos para el 
momento oportuno, sobre todo porque tú no dudas 
de la providencia, sino que te quejas de ella.
5. Te pondré a bien con los dioses llenos de bon­
dad para con los llenos de bondad. Pues la naturale­
za no tolera nunca que lo bueno perjudique a los 
buenos; entre los hombres buenos y los dioses existe 
amistad, es la virtud quien la procura. ¿Digo amis­
tad? Aún más, intimidad y semejanza, ya que en 
definitiva el hombre bueno sólo difiere de dios por la 
duración. Es discípulo suyo, emulador y verdadera 
progenie; el padre, magnífico, exige la virtud sin 
contemplaciones; tal como los padres severos, lo 
educa con extrema dureza. 6. De modo que, cuando 
veas que hombres buenos, gratos a los dioses, se 
esfuerzan, sudan, ascienden por lo escarpado, y que 
los malos disfrutan y se dejan arrastrar por los place­
res, piensa que nosotros nos complacemos con la 
moderación de nuestros hijos, con los excesos de los 
esclavos; que ellos están sometidos a una disciplina 
rigurosa, que se alimenta la osadía de los segundos. 
Quede claro para ti eso mismo sobre la divinidad: 
no mima al hombre bueno, lo pone a prueba, lo en­
durece, lo prepara para ella.
2.1. ¿Por qué al hombre bueno le suceden tantas 
desgracias? Nada malo puede sucederle al hombre 
bueno: los elementos contrarios no se mezclan. Del 
mismo modo que tantos ríos, tantas lluvias caídas de 
lo alto, el enome caudal de los manantiales medicina­
les no cambian el sabor del mar, ni siquiera lo suavi­
8 Admite aquí Séneca la doctrina posidoniana sobre el origen de las 
mareas. Sin embargo, en las Cuestiones Naturales (III 14.3) expone el origen 
de las mismas como resultado de los depósitos internos de agua en la tierra; 
ellos son los que provocan los desbordamientos de los mares.
49
zan, así el ataque de las desgracias no cambia el 
espíritu de un hombre bueno: permanece inmutable y 
todo lo que le sucede lo adapta a su modo de ser: en 
efecto, es más poderoso que cualquier circunstancia 
externa. 2. Y no digo: no la percibe, sino: la vence; 
es más, tranquilo y sereno se eleva frente a los ata­
ques. Toda desgracia la considera una prueba. ¿Y 
quién, si está predispuesto a la honradez, no apetece 
el esfuerzo justo y no está dispuesto a cumplir con su 
deber en medio del peligro? Para un hombre activo 
¿el ocio no supone un castigo? 3. Vemos que los 
atletas, que cuidan de su vigor físico, compiten con 
los más fuertes, y exigen a quienes los preparan para 
la competición que empleen todas su fuerzas contra 
ellos; permiten que se les golpee y maltrate, y si no 
encuentran una pareja a su altura, se lanzan simultá­
neamente sobre muchos. 4. Se marchita la virtud sin 
adversario: entonces se ve cuán grande es y cuál es su 
poder, cuando muestra lo que es capaz de resistir. 
Conviene que sepas que lo mismo deben hacer los 
hombres buenos: no temer las circunstancias duras y 
difíciles y no quejarse deldestino; tomarlo todo por 
el lado bueno, transformarlo en bueno. No importa 
el qué, sino el cómo lo soportes.
5. ¿No ves cuán diferente es la indulgencia de los 
padres y la de las madres? Ellos ordenan despertar 
temprano a los hijos para que se dediquen al estudio; 
incluso en los días de fiesta no toleran que estén sin 
hacer nada, y les arrancan sudores, de vez en cuando 
lágrimas. En cambio, las madres quieren resguardar­
los en su seno, mantenerlos a su sombra, que nunca 
se entristezcan, que nunca lloren, que nunca hagan 
esfuerzos. 6. Dios tiene para con los hombres un 
espíritu paternal y los ama con entereza. Dice: «que 
el trabajo, el dolor, el sufrimiento los tengan en vilo 
para que acumulen la verdadera fuerza». Los seres 
que engordan en la inactividad son lánguidos y se 
agotan no sólo con el esfuerzo, sino con el 
movimiento, e incluso con su propio peso. No sopor­
ta golpe alguno la felicidad intacta; en cambio, aque-
50
lia que mantuvo una lucha constante contra la adver­
sidad se encalleció con las injusticias y no cede ante 
ninguna desgracia, sino que, aun después de caer, 
lucha de rodillas9. ¿Te extrañas tú de que dios, si es 
que ama a los hombres buenos tanto que quiere que 
sean los mejores y más destacados, les asigne su 
suerte para que practiquen? Lo que es yo no me 
extraño de que alguna vez sienta interés por contem­
plar a los grandes hombres en lucha contra alguna 
calamidad .8. De vez en cuando disfrutamos si un 
joven, de ánimo esforzado, acoge a pie firme con una 
lanza una fiera que se lanza sobre él, si aguanta 
impávido el ataque de un león; y el espectáculo es 
tanto más agradable cuanto más distinguido es quien 
actuó10. No son estos espectáculos capaces de atraer 
la mirada de los dioses, entretenimientos pueriles 
como son, propios de la ligereza humana. He aquí un 
espectáculo digno de que dios, entregado a su obra, 
lo contemple; he aquí una pareja digna de Dios: un 
hombre valeroso enfrentado a una fortuna adversa, 
sobre todo si la desafió. 9. No veo, digo, qué puede 
haber más bello para Júpiter en la tierra, si quiere fijar 
en ella su atención, que el contemplar a Catón, que­
brantado su partido ya varias veces, de pie, erguido en 
medio de la ruina del Estado. 10. «Aunque», dice, 
«todo quede sometido al control de una sola persona, 
aunque quede la tierra sometida a las legiones, a las 
escuadras los 'mares, aunque el soldado cesariano 
asedie las puertas, Catón tiene por dónde escapar: con 
una sola mano se abrirá un amplio camino hacia la
9 Una expresión muy semejante en ep. 66,50: et qui succisis poplitibus in 
genua se excepto nec arma dimisit (=«el que cuando se le cortan lasjarretas.se 
apoya en las rodillas y no suelta las armas»).
Alusión a la participación en los espectáculos del circo de los jóvenes de 
familias nobles, hecho que todavía llamaba la atención en época de Séneca. A 
un espectáculo de este tipo celebrado por Nerón en el año 50 d. C., alude 
Tácito en sus Anales (XIV 14). Esto, sin embargo, no quiere decir que haya 
que identificar este pasaje con el mismo hecho mencionado por Tácito, 
aunque L. Hérrmann, en su trabajo sobre la cronología de las obras de 
Séneca, lo haya utilizado para apuntalar la datación tardía de este diálogo.
51
libertad11. Esa espada, pura e inocente incluso en una 
guerra civil, generará al fin una obra buena y noble: 
procurará a Catón la libertad que no pudo procurar 
a la patria. Acomete, espíritu, la acción largo tiempo 
meditada, sustráete a la humanidad. Ya han entrado 
en liza Petreyo y Juba, y ambos yacen caídos a manos 
del otrol2, acuerdo valeroso y noble del destino, pero 
no adecuado a nuestra grandeza: tan vergonzoso es 
para Catón pedir a alguien la muerte como la vida» 11. 
Veo claro que los dioses contemplaron llenos de gozo 
a aquel hombre mientras inquebrantable vengador de 
sí mismo se cuida de la salvación de los demás, 
prepara la fuga de los que se marchan; mientras, 
incluso en su última noche, se dedica a sus tareas, 
mientras clava la espada en su pecho venerable, 
mientras esparce sus entrañas y libera con su mano 
aquel alma, digna de toda veneración, e indigna de 
ser mancillada por el hierro. 12. Por eso yo me 
inclinaría a pensar que la herida fue poco segura y 
eficaz: no fue suficiente para los dioses inmortales el 
contemplar a Catón una sola vez; el valor se mantu­
vo, se apeló a él por segunda vez para que se mostra­
ra en su papel más difícil. En efecto, uno no se 
enfrenta a la muerte con tanto ánimo la primera 
como la segunda vez. ¿Y cómo no iban a contemplar 
con agrado escapar a su discípulo con un fin tan 
ilustre y memorable? La muerte consagra a aquellos 
cuyo fin alaban incluso quienes les temen.
11 Marco Porcio Catón de Utica (95-46 a. C.). Biznieto de Catón el 
Censor. Resuelto partidario de Pompeyo en el enfrentamiento con César. 
Participó en Farsalia y, después de la derrota, pasó a Africa a unirse a los 
pompeyanos; allí gobernó sobre Utica durante la guerra. Cuando los pompe* 
yanos fueron derrotados en la batalla de Tapso (46 a. C.) se suicidó.
12 Marco Petreyo, partidario de Pompeyo, intervino en Tapso. En cuanto 
a Juba, rey de Numidia, también participó en la contienda entre cesaríanos y 
pompeyanos, en apoyo de estos últimos. Después de la derrota. Petreyo y 
Juba acordaron darse muerte mutuamente. Sobre el momento de la muerte 
de Catón, anterior o posterior a la de estos dos personajes, no hay acuerdo 
entre los historiadores. En Beiium Hispan iense (93) se sitúa antes de la muerte 
de Catón, y con este autor coincide Livio, en el epitome al libro CX1V. Sin 
embargo Floro (II 69) coincide con la versión de Séneca en cuanto a la 
posteridad de la muerte de Catón.
52
3.1. Pero en el desarrollo de mi exposición mostra­
ré hasta qué punto no son desgracias las que lo 
parecen: ahora digo que esas que tú llamas desagra­
dables, adversas y abominables, en primer lugar be­
nefician a quienes acontecen, después a la comunidad 
(de la que los dioses se preocupan más que de los indi­
viduos); a continuación: que suceden a quienes las 
quieren, y que merecerían la desgracia si no las quisie­
ran. Añadiré a esto que esos acontecimientos someti­
dos al hado acontecen a los buenos según la misma 
norma por la que son buenos. Después te convenceré 
de que nunca compadezcas a un hombre bueno: en 
efecto, puede llamársele desdichado, serlo no puede.
2. De todo lo que he planteado parece lo más 
difícil lo que he dicho en primer lugar: que esos 
acontecimientos ante los que nos horrorizamos y 
temblamos favorecen a quienes acontecen. —¿Les 
favorece —dice—, ser arrojados al exilio, verse redu­
cidos a la pobreza, acompañar los restos de sus hijos, 
de su mujer, verse cubiertos de ignominia, sufrir 
físicamente?— Si te extrañas de que ésto favorezca a 
alguien, te extrañarás también de que ciertas perso­
nas sean curadas utilizando el hierro y el fuego, así 
como el hambre y la sed. Pero si has meditado que a 
algunas personas, como remedio, se les raspan y 
sacan los huesos, se les extirpan las venas, se les 
amputa algún miembro que no podía permanecer en 
su sitio sin acabar con el cuerpo entero, también 
aceptarás que se te den pruebas de que ciertas des­
gracias favorecen a quienes suceden, en la misma 
medida, por cierto, en que ciertos hechos, que son 
objeto de alabanza y apetencia, van en contra de esos 
de quienes hicieron las delicias; hechos todos muy 
semejantes a las indigestiones, a las borracheras y a 
las demás cosas que matan por intermedio del placer. 
3. Entre muchas anécdotas magníficas de nuestro 
Demetrio13 se cuenta esta frase que tengo reciente —
13 Demetrio el Cínico, filósofo de la época de Séneca. Fue exiliado a 
Grecia bajo Nerón en el año 66 d. C. y volvió con Vespasiano. Muy admirado
53
todavía resuena y vibra en mis oídos—: «Nada», dice 
«me parece más triste que una persona a quien nunca 
le ha ocurrido una desgracia». En efecto, no le fue 
posible ponerse a prueba. Aunque todo le haya roda­
do segúnsus deseos, incluso anticipándose a sus de­
seos, los dioses han sacado una mala opinión de él. 
La fortuna escapa a los más cobardes, como si dijera: 
«¿Cómo? ¿Voy a aceptar un adversario así? Entrega­
rá al punto de armas; no tengo necesidad de lodo mi 
poder para enfrentarme a él, lo haré huir a la más 
leve amenaza, no puede resistir mi mirada. Echemos 
una ojeada a otro con el que podamos entablar com­
bate. Es vergonzoso luchar con un hombre dispuesto 
a ser vencido». 4. Un gladiador considera ignominio­
so formar pareja con uno inferior, y sabe que es 
vencido sin gloria el que sin peligro es vencido. Lo 
mismo hace la fortuna: se busca como pareja a los 
más valerosos, a los otros los pasa por alto con 
desdén. Ataca a los más tenaces y rectos para lanzar 
su violencia contra ellos; somete a la prueba del 
fuego a M udo14, de la pobreza a Fabricio15, del 
exilio a Rutilio16, del tormento a Régulo17, del ve­
por nuestro autor que lo cita en múltiples pasajes. No merecía la misma 
opinión a Tácito, según se deduce de sus Historias (IV 40).
14 Gayo Mudo Escévola, citado por Livio y Floro, y recogido como 
exemplum por Valerio Máximo (III 3,1). Después de fracasar en su intento de 
matar a Porsena, rey etrusco (507 a. C.), como castigo impuesto a sí mismo, 
pretendió quemar su mano.
15 Sobre la pobreza de Gayo Fabricio Luscinio (s. III a. C.) habla Valerio 
Máximo (IV 4,3 y 10). Fue delegado ante Pirro.
16 Publio Rutilio Rufo. Mencionado como exemplum también en otros 
diálogos de Séneca (cf. Val. Max. VI 4.4). Fue condenado por los «caballe­
ros» romanos, que a comienzos del siglo i controlaban los tribunales encarga­
dos de juzgar los delitos de exacción, por haber defendido como cuestor los 
intereses de los provinciales de Asia, en contra de los «caballeros», en esos 
momentos al frente de las sociedades recaudadoras de impuestos (puhlkani) 
(94 a. C.) Sufrió exilio en Mitilene y Esmirna, y llamado por Sila, no aceptó 
volver a Roma. Muy citado por Cicerón como ejemplo de honestidad. En su 
obra Sobre la república (I 13) lo introduce como uno de los inspiradores del 
tratado, debido a las conversaciones mantenidas con él por Cicerón en 
Esmirna (78 a. C.). Fue hombre culto, amante de la filosofía y buen orador 
(Ge. Bruto 85 y 110)
17 Marco Afilio Régulo (s. III a. C.). Participó en la primera guerra 
Púnica. Derrotó en Africa a los cartagineses; derrotado a su vez por ellos 
(255 a. O . fue más tarde enviado a Roma para negociar un acuerdo. La
54
neno a Sócrates18, de la muerte a Catón19. Un ejem­
plo grandioso no lo encuentra más que la mala fortu­
na. 5. ¿Es desgraciado Mucio porque con su derecha 
aplasta el fuego de los enemigos y él mismo cobra el 
castigo a su error? ¿Por qué hace huir con su mano 
quemada al rey que no pudo hacer huir con su mano 
armada? ¿Cómo? ¿Sería más feliz si calentase la mano 
en el pecho de su amiga? 6. ¿Es desgraciado Fabri- 
cio porque cayó su campo siempre que quedó libre 
de su labor política? ¿Por qué declara tanto la guerra 
a Pirro como a las riquezas? ¿Por qué junto al fuego 
cena precisamente las raíces y hierbas que arrancó 
al limpiar el campo él, un viejo que alcanzó el triun­
fo?20 ¿Cómo? ¿Sería más feliz si acumulara en su 
vientre los pescados de un lejano litoral y pájaros 
exóticos, si hostigara la pereza de su estómago nau­
seoso con los moluscos del mar Superior e Infe­
rior?21 ¿Si rodeara, con un montón enorme de frutas, 
animales de primera calidad capturados a costa de la 
vida de muchos cazadores? 7. ¿Es desgraciado Ruti- 
lio porque quienes lo condenaron tengan que justifi­
carse siglo tras siglo? ¿Porque ha sufrido con resigna­
ción verse privado de la patria antes que del exilio? 
¿Por qué él único se opuso en algo al dictador Sila, y 
cuando se le volvió a llamar dio un paso atrás, y 
huyó más lejos? «Alia se las vean», dice, «estos a 
quienes sorprende en Roma tu felicidad22. Que vean
leyenda cuenta que instó al senado a no hacerlo, a pesar de saber que si no lo 
conseguía su vuelta a Cartago significaría la tortura y la muerte. Son 
constantes en la literatura latina las menciones de este personaje (Valerio 
Máximo; Cicerón; Agustín, etc.)
18 Sócrates (s. V a. C.) es utilizado como ejemplo repelidas veces en los 
Diálogos de Séneca.
19 Cf. nota 11.
20 La misma anécdota aparece atribuida a Manió Curio Dentato por 
Valerio Máximo (IV 3,5), al recibir a los legados de los samnitas en medio de 
su frugal cena. También Manió Curio estuvo relacionado con la guerra 
contra Pirro.
21 Se entiende por mar Superior e Inferior los mares Adriático y Tirreno. 
En cuanto al cuadro gastronómico descrito es habitual en muchos pasajes de 
Séneca (cf. Cuestiones Naturales IVb 13,3).
22 Alusión al sobrenombre Félix de Sila. Dicho sobrenombre fue adopta­
do por el dictador a raíz de su triunfo sobre Mitrídales y de su proclamación
55
copiosa sangre en el foro, y sobre el lago Servilio 
(pues es el depósito de la proscripción de Sila)23 las 
cabezas de los senadores, y los rebaños de verdugos 
que deambulan por todos los lugares de la ciudad, y 
los muchos miles de ciudadanos romanos masacra­
dos en un solo lugar después de haberles dado pala­
bra, más bien apoyándose en esa misma palabra. 
Que vean todo esto los que no pueden exiliarse». 8. 
¿Cómo? ¿Es feliz Sila porque cuando baja al foro se 
le abre paso con la espada, porque permite que se le 
muestren las cabezas de los consulares y pone un 
precio a la muerte por mediación del cuestor y las 
cuentas públicas?24 Y todo esto lo hace él, el que 
propuso la ley Cornelia25.
9. Pasemos a Régulo: ¿Por qué le perjudicó la 
fortuna? ¿Por qué lo convirtió en testimonio de leal­
tad, en testimonio de resistencia? Atraviesan sus pies 
los clavos y dondequiera que recuesta su cuerpo fati­
gado se apoya sobre una herida; los ojos quedan 
abiertos a una vela eterna: cuanto mayor sea el tor­
mento, mayor será la gloria. ¿Quieres saber hasta qué 
punto no se arrepiente de haber valorado tan alto la 
virtud? Desclávalo y envíalo al senado: su opinión 
será la misma. 10. Entonces, ¿consideras más feliz a
como dictador, según Plutarco (Sila 34,2); sin embargo, Aurelio Víctor en su 
obra Sobre los hombres ¡lustres (75,9) nos habla de un edicto de Sila 
imponiendo el cognomen Félix, después de la muerte de Mario. La aceptación 
de la primera hipótesis nos lleva al año 82 a. C.. la segunda al 86 a. C. Aurelio 
Víctor también (73,1) introduce una premonición a Sila niño sobre el 
cognomen que luego adoptaría: una mujer lo vio en brazos de su nodriza y le 
dijo «Salve, niño afortunado (Félix)», y desapareció.
23 Esa misma mención acerca de la función del lago Servilio la encontra­
mos en un discurso de Cicerón (Pro Rose. Am. 89). El valor de depósito 
{=spoliarium) hay que entenderlo en el sentido estricto de «lugar donde se 
despojaba a los cadáveres de sus pertenencias» (Sen., Epist. 93.12).
** El número de cuestores, en su origen era de dos; cuando se permitió que 
esta función fuera desempeñada por los plebeyos (421 a. C ). el número subió 
a cuatro, y Sila lo aumentó hasta veinte. Su tarea era económica y como 
cargo constituía el grado más bajo de la carrera política. Los cuestores 
urbanos se encargaban, entre otras cosas, de las ventas en beneficio del tesoro 
público. Alude aqui al beneficio resultante de la ventas de los bienes de los 
proscritos.
25 Lex Cornelia de sicariis et veneficis. sobre la represión de asesinatos y 
envenenamientos (81 a. C.).
56
Mecenas, que angustiado por sus amores, y lloroso 
por el constante rechazo de su esposa llena de rare­
zas, busca el sueño en el canto de melodias que 
resuenan suavemente a lo lejos?26 Aunque se amodo­
rre con el vino, se distraiga con el estruendo de las 
aguas y se engañe con mil placeres su mente angus­
tiada, tan despierto estará sobre las plumas como 
aquel sobre la cruz27; pero aquél tiene el alivio de 
sufrir la adversidad por algo honroso, y a partir del 
dolor fija la mirada en la causa del mismo; a éste, 
marchito por

Continuar navegando

Materiales relacionados