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A pesar de su gran tamaño y resistencia, el fémur sufre fracturas habitualmente. El tipo de fractura que se produce suele estar relacionado con la edad e incluso con el sexo. La fractura del cuello del fémur es la más frecuente, debido a que es la parte más estrecha y débil del hueso, y a que se encuentra formando un importante ángulo con respecto a la línea de soporte del peso del cuerpo (fuerza de gravedad). Con la edad, su vulnerabilidad aumenta, especialmente en las mujeres a causa de la osteoporosis. Las fracturas de la porción proximal del fémur pueden producirse en diversas localizaciones; dos ejemplos son las transcervicales (parte media del cuello) y las intertrocantéreas (fig. C7-3). Estas fracturas suelen deberse a un traumatismo indirecto (tropezar o descender con fuerza, como de un bordillo o un escalón). Debido al ángulo de inclinación, estas fracturas son inestables y se produce impactación (cabalgamiento de los fragmentos, con acortamiento del miembro). El espasmo muscular también contribuye al acortamiento del miembro. Las fracturas intracapsulares (que se producen en el interior de la cápsula de la articulación coxal) se complican por la degeneración de la cabeza del fémur a causa del traumatismo vascular (v. cuadro clínico «Fracturas del cuello del fémur» y «Artroplastia de cadera»). Las fracturas del trocánter mayor y del cuerpo del fémur suelen deberse a un traumatismo directo (impactos directos que sufre el hueso, por caídas o golpes), y son las más frecuentes durante los años de mayor actividad. Con frecuencia se producen en accidentes de automóvil, así como durante la práctica de deportes como el esquí y el alpinismo. En algunos casos tiene lugar una fractura espiroidea del cuerpo del fémur, que causa un acortamiento cuando los fragmentos se superponen, o la fractura puede ser conminuta (múltiples fragmentos de fractura), con desplazamiento de los fragmentos en varias direcciones, a causa de la tracción muscular y dependiendo del nivel de la fractura. La consolidación de este grave tipo de fractura puede tardar hasta 1 año. Las fracturas de la porción distal del fémur pueden complicarse por la separación de los cóndilos, lo que provoca una alteración de la alineación de las caras articulares en la articulación de la rodilla, o por hemorragia de la gran arteria poplítea que discurre directamente sobre la cara posterior del hueso. Esta fractura compromete la irrigación de la pierna (algo que siempre debe tenerse en cuenta en las fracturas o luxaciones de la rodilla). Fracturas de la tibia El cuerpo de la tibia es más estrecho en la unión de sus tercios inferior y medio, que es el lugar de fractura más frecuente. Desgraciadamente, esta zona del hueso es también la que tiene una peor irrigación. Como su cara anterior es subcutánea, el cuerpo de la tibia es la localización más frecuente de fracturas abiertas (fig. C7-4 A). Las fracturas abiertas de la tibia pueden deberse también a un traumatismo directo (p. ej., una «fractura del parachoques», causada cuando el parachoques de un automóvil golpea la pierna). La fractura de la tibia a través del conducto nutricio predispone a la no unión de los fragmentos óseos a causa de la lesión de la arteria nutricia. 1246 https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org booksmedicos.org Push Button0:
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