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_Anatomia con Orientacion Clinica (1203)

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A pesar de su gran tamaño y resistencia, el fémur sufre fracturas habitualmente.
El tipo de fractura que se produce suele estar relacionado con la edad e
incluso con el sexo. La fractura del cuello del fémur es la más frecuente, debido a
que es la parte más estrecha y débil del hueso, y a que se encuentra formando un
importante ángulo con respecto a la línea de soporte del peso del cuerpo (fuerza
de gravedad). Con la edad, su vulnerabilidad aumenta, especialmente en las
mujeres a causa de la osteoporosis.
Las fracturas de la porción proximal del fémur pueden producirse en diversas
localizaciones; dos ejemplos son las transcervicales (parte media del cuello) y las
intertrocantéreas (fig. C7-3). Estas fracturas suelen deberse a un traumatismo
indirecto (tropezar o descender con fuerza, como de un bordillo o un escalón).
Debido al ángulo de inclinación, estas fracturas son inestables y se produce
impactación (cabalgamiento de los fragmentos, con acortamiento del miembro).
El espasmo muscular también contribuye al acortamiento del miembro.
Las fracturas intracapsulares (que se producen en el interior de la cápsula de
la articulación coxal) se complican por la degeneración de la cabeza del fémur a
causa del traumatismo vascular (v. cuadro clínico «Fracturas del cuello del
fémur» y «Artroplastia de cadera»).
Las fracturas del trocánter mayor y del cuerpo del fémur suelen deberse a un
traumatismo directo (impactos directos que sufre el hueso, por caídas o golpes), y
son las más frecuentes durante los años de mayor actividad. Con frecuencia se
producen en accidentes de automóvil, así como durante la práctica de deportes
como el esquí y el alpinismo. En algunos casos tiene lugar una fractura
espiroidea del cuerpo del fémur, que causa un acortamiento cuando los
fragmentos se superponen, o la fractura puede ser conminuta (múltiples
fragmentos de fractura), con desplazamiento de los fragmentos en varias
direcciones, a causa de la tracción muscular y dependiendo del nivel de la
fractura. La consolidación de este grave tipo de fractura puede tardar hasta 1 año.
Las fracturas de la porción distal del fémur pueden complicarse por la
separación de los cóndilos, lo que provoca una alteración de la alineación de las
caras articulares en la articulación de la rodilla, o por hemorragia de la gran
arteria poplítea que discurre directamente sobre la cara posterior del hueso. Esta
fractura compromete la irrigación de la pierna (algo que siempre debe tenerse en
cuenta en las fracturas o luxaciones de la rodilla).
Fracturas de la tibia
El cuerpo de la tibia es más estrecho en la unión de sus tercios inferior y
medio, que es el lugar de fractura más frecuente. Desgraciadamente, esta
zona del hueso es también la que tiene una peor irrigación. Como su cara anterior
es subcutánea, el cuerpo de la tibia es la localización más frecuente de fracturas
abiertas (fig. C7-4 A). Las fracturas abiertas de la tibia pueden deberse también a
un traumatismo directo (p. ej., una «fractura del parachoques», causada cuando el
parachoques de un automóvil golpea la pierna). La fractura de la tibia a través del
conducto nutricio predispone a la no unión de los fragmentos óseos a causa de la
lesión de la arteria nutricia.
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