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Terico 7 - 18-10-05 doc

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Teórico #7 – 18/10/05. Sergio Caletti.
Hoy avanzaremos un poco más en marcar algunos de los puntos que de la lectura de estos textos en torno
de Lacan, resultan de valor para los temas que tienen y para los temas que siguen.
Habíamos hecho dos referencias: la referencia al tema del cogito y, por contraposición, la referencia a esta
estructura en tres registros, que son pertinentes al planteamiento del tema del sujeto. Pero, tal vez, el
énfasis principal, sobre todo para lo que viene, esté situado en la relación con los problemas del lenguaje,
porque, seguramente, esta relación que señalamos entre los registros de lo imaginario y de lo simbólico en
la constitución de la subjetividad, resulten de inmediato pertinentes a la problemática althusseriana.
Si hubiese que plantear en muy pocas palabras la manera en la que los textos de Lacan contribuyen a una
teoría no sólo del sujeto, sino del lenguaje y el discurso, el punto central sobre el que cabría detenerse es el
que aparece inicialmente en La instancia de la letra. La manera en la que Lacan toma la definición
saussureana de signo, para romper y dar vuelta esta noción saussureana en cuanto a lo que supone como
tipo de vínculo, tipo de asociación entre el significante y el significado. Aquí hay una clave fuerte de todo
lo que en adelante se tratará. Y esta propuesta lacaniana, la de suponer que la barra que en la tradición de
la lingüística asocia, une al significante y al significado, es una barra que separa, que escinde.
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s
Esta es la plataforma de partida de la serie de conceptualizaciones y categorías que sobrevendrán y las que
trabaja no sólo Lacan, sino también Žižek, haciendo alusión, mención!, a Laclau, que veremos en la unidad
cuatro.
Žižek en el capítulo Che Vuoi? comienza haciendo referencia a un libro de Laclau del que leeremos en la
próxima unidad algún capítulo, que tiene que ver con lo que plantea Žižek. Para plantear lo que señala en
ese texto respecto de Laclau, retoma a Lacan y es por eso que Žižek está aquí.
Tanto en Lacan como en Žižek como en Laclau, hay una participación decisiva de esta reformulación del
algoritmo de Saussure, según la cual entre significante y significado hay una barra que escinde. ¿De qué se
trata? Se trata una vez más, en otro territorio, de pensar en contra de la manera en la que la lingüística de
tradición saussureana termina empalmando con unas tradiciones positivistas que, a su vez, tienen que ver
con la filosofía sustancialista o existencialista. En esta tradición, se supone que la unión, la asociación entre
el significante y el significado es sólida, es casi tan arbitraria como natural, inmotivada dice Saussure, y
nosotros diremos – para subrayar la diferencia – que es fija.
En el Curso de lingüística general, Saussure se maneja como si esta asociación inmotivada supusiese una
asociación fija entre el significante – sea sonoro o gráfico – de mesa y el concepto significado mesa, que
tenemos en nuestra cabeza. Mesa – mesa, es arbitrario, e inmotivado, porque podría haber sido musa, por
ejemplo; no hay nada que pueda explicar porqué mesa y no musa o misa. Pero esta asociación resulta
fuertemente atadora de un significante a un significado.
Lo que plantea Lacan es que esto, en rigor, no es para nada así. En todo caso, funciona así, aparece así en
los límites de lo que puede suponer, por ejemplo, el registro de signos que hace un diccionario, un listado
de palabras como el edificio abstracto de la lengua puede estipularlos, pero que en el lenguaje efectivamente
circulante, en rigor, no hay ninguna asociación dura, fija, fuerte, sólida, y la significación no es el resultado
de esta asociación biunívoca que suponía la lingüística de base saussureana; sino, por el contrario, los
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significantes se deslizan, se enlazan entre sí sobre la base de una barra bajo la cual el significado se moverá
incesantemente. El ejemplo de las puertas de los baños. También podrían decirse otros ejemplos acerca
de cómo un significante produce significado en su relación mucho antes que con un significado que le está
asociado, en su relación con otros significantes en la cadena.
Es esta cadena de significantes la que organiza el deslizamiento de los significados de un modo en el que
sería imposible establecer punto a punto, cuál es el pedazo de significado que corresponde al significante,
etc. Es como si al pasar desde la perspectiva de un cierto análisis del lenguaje, de las unidades discretas, de
los términos, tal y como aparecen en el diccionario, a pasar al modo en el que el lenguaje pone en juego sus
términos, al modo en el que unidades mucho más complejas que las de la palabra o la frase, la significación
se produce en el enlazamiento que los significantes realizan entre sí en la línea del sintagma. Hay infinidad
de ejemplos.
Este tema es una pieza central de toda la reflexión y el razonamiento posterior. Todas las preguntas
pueden abrirse entonces: toda una noción que arrastramos según la cual presupuestamente habláramos
usando términos de acuerdo a lo que el diccionario define y cada uno de esos términos tiene una
composición a dos caras: la de su forma y la de su contenido; la de la expresión sonora o gráfica, y la del
concepto. Contra eso, en rigor, hablamos asociando cadenas de formas que, en su asociación, dibujan,
construyen, establecen una cierta relación en el plano de la significación.
Esto construye una diferencia tajante de concepción. En la misma línea de lo que hablamos la clase pasada
contra cierta tradición esencialista, entonces, el contenido de las palabras no estaría en cada una de ellas,
sino que estaría en una operación más compleja. No es un problema de complejidad, porque agranda el
paradigma de la palabra a la oración largar; la significación se construye de un modo distinto del que
suponemos, por obra de lo que le aporta cada término al período. De algún modo, si la significación no
se construye en absoluto por ninguna ecuación ni de suma, resta, multiplicación, etc., de lo que aporta cada
término al sintagma, sino que se construye en las relaciones que en el sintagma alcanzan a articular los
términos entre sí; quiere decir que ningún término tiene, en definitiva, una definición última, propia,
intrínseca y definitiva. Lo cual, vale la pena subrayar.
Esto tendrá que ver con la idea de que los significantes no están llenos de cierto contenido, sino que
pueden llegar a estar más bien vacíos. Para Lacan, esta observación sobre el lenguaje, en rigor, tiene su
base, su fuente, su inspiración en La interpretación de los sueños, de Freud. En realidad, aquella clave que
Freud ofrece para pensar los sueños, tiene que ver precisamente con no interpretar las imágenes
(significante) del sueño como portadoras de un significado, sino pensar la organización del sueño para
indagar o preguntarse por lo que significan. Lo que hace Lacan es decir: las pistas que nos ha dado Freud
para pensar la elaboración onírica, en rigor, son pistas para pensar el lenguaje en general, y no sólo el
lenguaje de los sueños. Y el lenguaje de los sueños, su organización, su característica, no es sólo el lenguaje
de los sueños; es, como dirá más de una vez Lacan, una de las formas a las que tenemos un cierto acceso
para advertir de qué manera el inconsciente es como un lenguaje.
Es por eso que se empeña en trasladar lo que Freud llamaba los dos grandes obreros de la elaboración
onírica – la condensación y el desplazamiento – pensarlos en términos del lenguaje en el que, en general,
habitamos. Y nos plantea que, en rigor, estos dos obreros son lo que – según Jakobson – en el lenguaje
toman la forma de lo que llamamos metonimia y metáfora. En la elaboración onírica ocurre, precisamente,
que la relación que los contenidos, los pensamientos latentes, alcanzan en las imágenes del sueño, pueden
tener, por ejemplo, desplazamientos, pueden tener sustituciones, pueden condensar varios pensamientos
latentes en una imagen, puede una imagen remitir a varios pensamientos latentes o pensamientos latentes
desplazarse de una imagena la otra.
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Esta relación entre los significantes del sueño y sus contenidos, son los que Lacan plantea que podemos
advertir en el lenguaje en general. Si nuestro lenguaje se comporta de una manera análoga al de la
elaboración onírica, si metonimia y metáfora pueden ocupar el lugar o ser análogas en su operación a la
condensación y el desplazamiento, entonces, vale preguntarse por algunas de las consecuencias que esto
trae consigo.
En la suposición general lacaniana relativa al modo en el que se organiza la subjetividad, la metonimia será,
por excelencia, la lógica del deseo, el deseo cuya realización nunca alcanza a darse de modo pleno y que lo
hace, precisamente, desplazarse, derivar de un punto a otro. También, señala Lacan, el modo en el que la
metáfora es la lógica del síntoma. La sustitución de un significante por otro, el modo en el que un
significante viene sustituido por otro. Pero quedamos en el tema de la metonimia y los desplazamientos del
deseo. Para Lacan, en La instancia de la letra, este desplazamiento se detiene cuando se establece un
punto de acolchado. Este concepto es importante porque permite, al mismo tiempo, pensar la
significación como una producción abierta, una producción vinculada a movimientos, metafóricamente en
la articulación sintagmática, fuera de la literalidad del sintagma, la significación en términos de la propia
vida social.
Los desplazamientos que en la significación se producen nos permiten pensar la significación como un
proceso abierto, nos permite estar atentos a los desplazamientos que se producen en la significación. Al
mismo tiempo, nos permite pensar bajo qué operación no está todo el tiempo todo moviéndose, sino que
hay un dispositivo, un recurso que es propio del mismo lenguaje, que es capaz de detener esta
apertura, estos movimientos, este desplazamiento, y estabilizar la significación en un punto. Esta
es la idea de lo acolchonado. Cuando Žižek lo retoma lo hace para señalar de qué manera y hasta qué
punto este point de capiton – que Žižek llamará designante rígido – suele hacerse presente a través de un
significante en particular, que es capaz de organizar un campo entero de significaciones, que es capas de
organizar cadenas asociativas con otros significantes, que es capaz de organizar un campo de sentido.
Para Žižek, como para Laclau, este designante rígido – que Laclau llamará punto nodal – tiene un papel
decisivo en la problematización de lo ideológico. Para Žižek, tanto como para Laclau, en un diálogo entre
ellos, es en torno de esta posibilidad que el mismo proceso social establece de organizar un campo de
significación a partir de un designante rígido, como pueden entenderse la operación de lo ideológico y, en
este sentido, estaríamos ante una concepción considerablemente distinta de la operación
althusseriana, según la cual ideológica era la representación de las relaciones imaginarias con las
condiciones de existencia.
Más bien en Žižek se aprecia que lo ideológico resulta de una operación en la cual un campo móvil de
significaciones detiene su movimiento, clausura su sentido, cristaliza una determinada serie de
encadenamientos, para colocarse en el lugar de lo que efectivamente es. Es en tanto lo que de sí mismo
muestra. Pero esta operación, como operación propia de lo ideológico, no podría entenderse si
previamente no entendemos la manera en la que el plano del significante y el plano del significado
están separados, escindidos por la barra del algoritmo; y el plano del significado más bien podemos
imaginarlo como una suerte de masa semántica, cuya forma precisa advendrá por la manera en que se
combinan entre sí, en circunstancias específicas, los significantes en el otro plano.
Pregunta de una alumna (no se escucha). El análisis de lo ideológico pasa, en buena medida, por detectar
cuál es el designante rígido que organiza una serie de otras cadenas de significantes y en qué sentido y de
qué manera produce esa significación.
No se trata de pensar, según Žižek o Laclau, tampoco que la vida social supone una serie de significantes y
cada diez significantes tengo que poner un designante fijo que los organice. No se trata de eso. Pero, si
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pensamos, si saltamos por un instante de los problemas de una teoría en general o en abstracto del
lenguaje, para pensar los procesos político – sociales, y si retenemos que en estos procesos político –
sociales la discusión de lo ideológico cumple un papel decisivo en cuanto al modo en el que, en definitiva,
una determinada significación de las cosas, del mundo, de las relaciones de nosotros con las cosas, de
nosotros mismos frente a ellas, frente a los demás, etc., que la ideología supone lo que plantea esta mirada,
es que esa significación es el resultado de procesos en los que se organizan unas determinadas cadenas de
significantes, de modo tal que se vuelven capaces de establecer una cierta significación como lo que las
cosas son, y que podemos entender de qué manera y porqué esta cierta significación no es ni última, ni
definitiva, varía, se desplaza con el propio proceso histórico social.
Pero, al mismo tiempo, en una determinada etapa de ese proceso aparece estabilizado de un cierto modo, y
que esa estabilización de las significaciones que durante un trecho nos convence que las cosas son así y nos
organiza en nuestra relación con el mundo de un cierto modo; esa operación desde un punto de vista del
análisis del discurso, están dadas por el lugar que ocupa un designante rígido para detener el que, si no, será
flujo permanente, constante, indefinido por el conjunto de los significados. Se trata de advertir de qué
manera, por ejemplo, hace nada más que cinco años “riesgo país” quería decir un montón de cosas que hoy
no quieren decir nada. Estos son desplazamientos. No está dicho que, por ejemplo, la palabra riesgo –
forma sonora con su significado asociado – más el signo país fuera a dar... No tiene nada que ver con lo
que significa el riesgo país. El riesgo país se coloca en un punto capaz de asociar cadenas sintagmáticas con
otras cadenas sintagmáticas.
Žižek habla de radical contingencia en el modo en el que se articulan unos significantes con otros. Una
radical contingencia no quiere decir que no haya factores económicos, políticos, etc. Fue riesgo país más
que “recorte a los estatales”.
Pregunta de un alumno (no se escucha). Voloshinov es anti-stalinista, en 1927, antes de que La ideología
alemana se publicara, sostiene ya no sólo que la relación entre la superestructura y la base no es una relación
de reflejo, no es una relación mecánica, de punto a punto; sino que, además, en la superestructura, en el
lenguaje, en el signo, puede verse hasta qué punto se da y de qué manera se da la lucha de clases. Dice que
el signo es la arena de la lucha de clases. Se refiere a los procesos de lucha por los cuales, por
ejemplo, algunos actores sociales dice: democracia es que el pueblo gobierne, haciendo su
voluntad; otros dirán: democracia es que haya leyes que se cumplan. Una típica discusión acerca
de qué entendemos por democracia. Un típico lugar de batalla en torno del cual, en un signo se puede
advertir la lucha social y política, se puede advertir la lucha de clases.
Cincuenta años atrás, que el Estado Argentino se hiciera cargo de una serie de empresas productivas tenía
que ver con una noción de democracia. Treinta años después, que el Estado se hiciera cargo de tareas
productivas era una aberración. En el desplazamiento de lo que significaba, por ejemplo, Ferrocarriles
Argentinos, significó una conquista de los trabajadores y del pueblo argentino, porque eran de los ingleses y
ahora son de todos; o pueden ser un cáncer en el Estado al que todos los contribuyentes subsidian, un
negocio para que roben. En el desplazamiento de un significado a otro, pasarán muchos años y muchas
cosas. En este desplazamiento se puede advertir una radiografía de una lucha que fue política, fue social,
fue económica, etc. En ese sentido, en torno de los Ferrocarriles Argentinos del signo, se dio unabatalla
ideológica y política.
Con Voloshinov veremos que la lucha política es una lucha por la significación y, por lo tanto, que la
significación es un campo abierto de desplazamientos posibles, donde distintos actores lucharán para que el
desplazamiento sea en un sentido o en otro.
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Laclau supone que el concepto de hegemonía, retomado desde Gramsci, entraña la definición de un orden
articulatorio entre una cadena de significación dada. Por lo tanto, nos permitirá decir que la manera en la
que hoy todos los políticos son corruptos, es el indicio de una hegemonía determinada y es capaz de
organizar el significado en un campo considerablemente más amplio que aquel literal al que se refieren los
propios términos “todos – los – políticos – son – corruptos”. Es expresión de una hegemonía, cuya
operación estaría en estabilizar una cierta lejanía de los ciudadanos respecto de las luchas políticas de no
confiar en ninguno, etc.
La materia de lo ideológico son las significaciones, por lo tanto, cualquier proceso atinente al modo en el
que se organizan las significaciones en la vida social, no tienen más remedio que ser del orden de lo
ideológico. La cristalización es, por excelencia, la operación donde lo ideológico alcanza su efectivo papel
político cultural. Es donde efectivamente lo ideológico se convierte en la coronación de un ejercicio de
dominación. Por ejemplo, que pensemos que efectivamente las empresas estatales son un cáncer en el
presupuesto, que efectivamente la Argentina es un país Cromañon, o que efectivamente la suba de los
salarios genera inflación, o que el problema es la calidad de las instituciones. No sé qué significa eso. Lo
que sé es que tras las tres cosas, están pugnando por articular una cadena de significaciones y esto no es
inocente porque, detrás, viene la prevalencia de unas prácticas, de unos sectores, etc. Lo primero que hace
la ideología es clausurar, dejarnos tranquilos. No tener incertidumbres tiene que ver con una operación de
dominación. Luego lo veremos con hegemonía.
El añadido que sobre la base de Lacan hace Žižek es importante, en relación a cómo este designante
rígido, para poder ocupar ese lugar, para poder organizar las cadenas significantes, debe
necesariamente ser un significante puro, vacío, un puro significante, es decir, carente de todo
significado propio. Este carácter de significante puro, vacío de todo contenido propio, es lo que le
permite colocarse en el lugar de articulador de cadenas. Žižek hace un buen análisis del
antisemitismo alrededor del término judío, y dice que habría una explicación por la cual judío es el nombre
que tienen los avaros, recelosos, conspirativos, etc. Entonces, aparece como que el significante judío tiene
como contenido, como su propio significado, avaricioso, más receloso, más conspirador, etc. ¿Es eso
exactamente lo que en el discurso antisemita se dice respecto del judío? No. Hay un punto en el que judío,
además de querer justificarse a través de una serie de atributos que se le dan, supone algo más; pero algo
más que es innombrable. El soporte de la identidad es el significante, es la pura forma, la que hace de
soporte de la identidad. No hay una identidad que venga definida cartesianamente por principios
sustanciales que tienen su origen, etc.; sino que el soporte de la identidad es el nombre.
Ese plus de significación del que se carga un significante de modo tal que no haya lista de características
que pueda permitir su descomposición al punto tal que Žižek juega con la idea de tautología, de que no hay
otra manera de referir al “referente” de ese nombre más que con ese nombre. Eso que resulta imposible
de simbolizar, es ese vacío y (emboca) con la idea del deseo y su desplazamiento permanente en el campo
de la metonimia.
Es fuerte la idea de esta noción de identidad que plantea Lacan y Žižek y que retoma, para nosotros, Laclau
en la unidad cuatro. Contra toda la tradición filosófica, la identidad no se encuentra, no se define, no se
sustenta en el interior, en una dimensión intrínseca, sustantiva de la cosa. Sino que, si acaso – dice Žižek –
el soporte de la identidad es el nombre y, en definitiva, lo único que define el nombre es ese propio
significante y, por lo tanto, en la relación que establezco en una o en más de una determinada cadena con
otros significantes, de eso hablamos cuando decimos identidad. La mía, la de cada uno de ustedes pero,
también, la de un partido político, la de una coalición de fuerzas. En la memoria política, en la manera en
la que identificamos a los personajes políticos tres años atrás y los identificamos hoy. Lo único que
permanece es el nombre. Lo único que retiene la identidad es el nombre que, a su vez, se organiza de
distinto modo en el campo de la significación.

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