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BULLYING, CIBERBULLYING, GROOMING Y SEXTING GUÍA DE PREVENCIÓN María Cecilia López María Beatriz Müller Bullying, ciberbullying, grooming y sexting. Guía de prevención María Cecilia López; María Beatriz Müller ISBN: 978-987-8321-05-9 Arte de tapa: Facundo Belgradi Diagramación: Mariana Cravenna Corrección: Silvina Crosetti López, María Cecilia Bullying, ciberbullying, grooming y sexting : guía de prevención / María Cecilia López ; María Beatriz Müller. - 1a ed . - Ituzaingó : Maipue, 2019. Libro digital, EPUB - (Niñez y adolescencia) Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-8321-05-9 1. Bullying. I. Müller, María Beatriz. II. Título. CDD 302.343 © Editorial Maipue, 2019 Tel/Fax: 54 (011) 4624-9370 / 4458-0259 / 4623-6226 Zufriategui 1153 (1714) – Ituzaingó Pcia. de Buenos Aires – República Argentina Contacto: promocion@maipue.com.ar / ventas@maipue.com.ar www.maipue.com.ar Facebook: Editorial Maipue Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723. Libro de edición argentina. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por otro cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el consentimiento previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446. Índice Prólogo I Prólogo II Introducción PRIMERA PARTE Guía teórica Capítulo 1. Bullying Etimología Definición Diferencia entre el bullying y la violencia escolar Mitos Características Fases Clasificación Otras definiciones Participantes Lugares donde ocurre Aula Patio Campo de deportes Fiestas Causas del bullying Entorno escolar Familia Medios de comunicación Entorno social Capítulo 2. Ciberbullying Definición Etimología Características Fases Contacto físico Contacto tecnológico Clasificación Participantes Indicadores psicológicos Lugares Capítulo 3. Grooming Etimología Definición Diferencia con el ciberbullying Diferencia con la pederastia Características Fases Participantes Lugares Capítulo 4. Sexting Definición Etimología Fases Participantes Pedofilia - pederastia Pornografía infantil Lugares Los UPD Colegio Casa SEGUNDA PARTE Guía práctica de prevención Capítulo 1. Prevención Definición Prevención primaria Prevención secundaria Prevención terciaria Prevención cuaternaria Factores de riesgo Protocolo antibulling Capítulo 2. La prevención desde la familia Lo que no hay que hacer Lo que hay que hacer Taller para padres Actividades para reflexionar Actividades para reflexionar Capítulo 3. La prevención desde el colegio Lo que los chicos deben saber Cómo deben actuar los docentes Talleres para el aula Taller sobre la amistad Taller sobre el trabajo en equipo Taller sobre la comunicación Taller de prevención del bullying en el aula Taller de prevención del ciberbullying en el aula Taller de prevención del grooming en el aula Taller de prevención del sexting en el aula Capítulo 4. La prevención desde la psicoterapia Trabajar sobre las habilidades conductuales Trabajar sobre las habilidades emocionales Conclusiones Anexo 1. Ayuda informática Control parental Anexo 2. Leyes Normativa internacional Legislación nacional Legislación de las provincias argentinas Buenos Aires Ciudad Autónoma de Buenos Aires Catamarca Chaco Chubut Córdoba Corrientes Formosa Entre Ríos Jujuy La Pampa La Rioja Mendoza Misiones Neuquén Río Negro Salta San Juan San Luis Santa Cruz Santa Fe Santiago del Estero Tucumán Tierra del Fuego Legislación en Latinoamérica Características por país Anexo 3. Contactos de interés Organismos nacionales Ministerio de Educación de la Nación Denuncias de grooming en todo el país Denuncias de sexting Poder Judicial de la Nación Procuración General de la Nación. Ministerio Público Fiscal Ministerio de Desarrollo Social de la Nación Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación Ministerio de Seguridad de la Nación Organismos del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Subsecretaría de Derechos Humanos Procuración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de CABA Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes Organismos del gobierno de la Provincia de Buenos Aires Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires Dirección General de Coordinación de Políticas de Género Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires Subsecretaría de Acceso a la Justicia Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires Recursos legales no gubernamentales Colegio Público de Abogados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Asociación de Abogados de Buenos Aires Patrocinio jurídico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Belgrano Fundación Sur Asociación Civil Amanecer Recursos psicológicos no gubernamentales Asociación de Psicólogos de Buenos Aires Centro Integral Especializado en Niñez y Adolescencia CIENA, “Feliciano Manuela” Fundación Alicia Moreau de Justo La Casa del Encuentro SALUD ACTIVA Asociación Civil Organizaciones de la sociedad civil que brindan orientación Bibliografía Prólogo I ¿Hace cuánto olvidamos los preciosos trabajos con punzones y el correr libre jugando manchas y escondidas? En nuestra actualidad se han multiplicado por decenas las escuelas en las que los chicos son obligados a permanecer sentados e inmóviles, no solo en las aulas; también, en los recreos. Así son algunas de las nuevas normas para los alumnos del siglo XXI, al menos en Buenos Aires. Es que, si juegan a la pelota, saltan o sostienen piedras de payana parecería que ya no pueden dejar de agredirse. No es que los chicos de hoy sean terribles, ellos son una nueva generación de “guerreros”, distinta a la nuestra: el mundo los desafía con millones de estímulos, mercancías e inestabilidades y lo único que pretenden es jugar a ser fuertes, evitar sufrir cualquier tipo de desamparo. Ensayando roles de líderes, tiranos, jueces, fiscales, abogados defensores de pobres víctimas y hasta de testigos mudos de las peores injusticias, en cada recreo, los patios de las escuelas suelen, convertirse en un campo de batalla, en donde parecerían cohabitar una infinidad entremezclada de grupitos sectarios, risas y amistades con revanchismos, malestares, acosos y todo tipo de violencias; sobrevalorando el poder por sobre el altruismo; exigiendo, protestando a sus maestras tratados de paz, transformándose sin proponérselo en espejos de aquello que a diario les reflejamos, de todo lo que intuyen la vida les propondrá. Porque, a pesar de que en nuestra época haya habido un gran avance en cuestiones de igualdad de derechos humanos, desde la prohibición de los punzones, las guerras entre los chicos que siempre existieron, poco a poco, parecerían haber ido mutando hasta haber terminado por caracterizarse como una clase de guerras más frías, más del tipo psicológicas, desarrolladas mediante el uso de acosos y estrategias, guerras de miradas asesinas que, como misiles, prejuzgan apuntando a todo aquel compañero que ose ser diferente. Efectivamente, en los ámbitos del aprendizaje aún existe una superpoblación de chicos con un alto índice de discriminación; y, aunque hace rato esté prohibido burlarse de los morochos, los no tan inteligentes, los altos o gordos, las burlas y los desprecios están a la orden del día: si algún chico es demasiado blanco, lindo, educado, estudioso o abanderado es muy probable que deba padecer persecuciones a diario. Para mal de peores, a las víctimas les suele resultar muy difícil romper el silencio: cada vez que logran juntar valor para buscar ayuda, quienes pretendemos ayudarlos, generalmente, insistimos en convencerlos de que, en realidad, nadie ha estado haciéndoles absolutamente nada, que se lo han imaginadotodo, que son demasiado sensibles y que, lejos de ser odiados, en el fondo son los más admirados por quienes suelen hostigarlos. Minimizar el dolor de los chicos como un método para apaciguarlos jamás ha dado buenos resultados; a la larga o a la corta, hace que terminen sintiéndose traicionados, buscando refugiarse tras los muros de sus iPads, tablets y teléfonos celulares, panaceas modernas para calmar sus malestares, método efectivo si los hay para pretender vengarse contra aquellos que supieron herirlos. No es casualidad que en la actualidad nos encontremos frente a un ejército de niños/as y adolescentes atrincherados detrás de internet en cada almuerzo, en cada cena, en cada reunión familiar, debajo de cada banco en las escuelas. Especialmente, los adolescentes pueden llegar a ser los más impulsivos en este aspecto: amparados tras la omnipotencia del anonimato, muchas veces, utilizan las redes de comunicación para comunicar la ira que les produce la falta de comunicación… y así terminan despachándose a mansalva cada vez que se disponen a acosar, difamar, descuartizar virtualmente a alguno de sus compañeros por Facebook, Twitter, Snapchat… Antes íbamos al club o a la plaza del barrio para arreglar nuestras cuentas; hoy, en cambio, las generaciones más jóvenes se las agarran a las piñas verbales (hasta llegar, incluso, a inducir la muerte de los más débiles), quizás, como un manotazo de ahogado para quitarse de encima tanta resaca de odio, de sentimientos de inferioridad, envidia y fracaso. Paradójicamente, cuando analizamos infancias y adolescencias evitando condenas exprés, en el horizonte de los chicos victimarios –los supuestos “malos” de la película–, de repente descubrimos que algunas de sus conductas tienen su origen más allá del puro y simple placer por hacer daño; sino que más bien se originan en una oculta identificación con su víctima; víctima sobre la cual, dicho sea de paso, también, suelen proyectar lo más temido de sí mismos: su propio e insoportable sentimiento de vulnerabilidad. ¡Vaya uno a saber por qué todo lo negativo que las personas se niegan a aceptar de sí suelen reprochárselo a los demás! El día en que lleguemos a entender este tipo de mecanismos, la cultura de las penitencias y los castigos quedará obsoleta y dará paso a una educación que gire en torno a la conversación, la reflexión, la construcción de lazos y abrazos que ayuden a sanar, a valorarse; porque, la premisa fundamental para construir los cimientos de la paz con los demás y con el resto del mundo solo puede encontrarse en el entendimiento, en la valorización y en el respeto, primero, antes que nada, para con uno mismo. El insultar, agredir o desparramar chismes entre compañeros de clase por internet, es el puro reflejo del malestar de nuestra cultura, una cultura en plena agonía de valores, una cultura que hace rato dejó de aceptarse, una cultura que está cambiando tan rápido como nunca en toda la historia humana. En los últimos tiempos, parecería que frente a los extremos del “todo vale” y la caída de los paradigmas imperantes durante siglos como el patriarcado –en los cuales la infancia de hoy se está criando, en los cuales todos, a diario, tratamos de hacer equilibrio–, los chicos pretenden jugar a ser adultos porque necesitan creer que caminan sobre bases sólidas; especialmente, cuando no encuentran a su alrededor la suficiente contención. En los últimos tiempos una de las actividades recreativas más populares entre los adolescentes ha venido siendo la colección de fotos sexis, eróticas, mediante la exhibición de sus propios genitales en cualquier lugar, incluso, en los baños de las escuelas. Si antiguamente los chicos debían recurrir a la compra de películas prohibidas para menores de 18 años o juntaban semanalmente dinero para comprar revistas con señoritas y señores desnudos, hoy en día, directamente, las obtienen de sí mismos; pero no solo eso, las intercambian a modo de figuritas por WhatsApp cada vez que alguno de sus profesores se da la media vuelta para escribir en el pizarrón. Si bien hoy el sexo se ha desacralizado, se ha tornado más narcisista, y las nuevas generaciones preferirían inclinarse por lo efímero, la brevedad, lo público y lo visual más que por lo privado y por la profundidad del encuentro en cada compromiso. El deseo ha quedado más focalizado en el aspecto numérico de las relaciones, en la acumulación de experiencias y ya no tanto en el contenido, en el espíritu de la relación. El más antiguo remedio contra la apatía y el desgano, el misterio, ha sido derribado en nuestra época, en la cual, quien no ha tenido su primera vez a los 15 años ya es considerado un viejo en sus grupos de pares y, de una u otra manera, inconscientemente, se siente socialmente presionado a emborracharse para debutar sexualmente a modo de ritual con quien encuentra más a mano en una previa, un rato antes de ir a bailar. Los chicos de hoy se están criando en una sociedad hipergenitalizada, donde la mirada machista aún permanece impregnada, traspasando sus cuerpos, abusando, colonizando sus sistemas de creencias. Especialmente en el mundo de las chicas, de nuestras alumnas, a quienes es casi imposible reconocer fuera del ámbito académico cuando posan casi desnudas en selfis que a diario suben a las redes sociales en una agotadora competencia de likes para saciar una necesidad de aprobación y valorización de miradas masculinas. Muchas de ellas, en esta voraz carrera por intentar levantar una autoestima –generalmente perdida en infancias de abusos, maltratos, abandonos e indiferencias–, incluso acceden a filmarse manteniendo relaciones sexuales sin tabúes ni pudores; pero también sin prever que más tarde podrán ser víctimas de múltiples extorsiones con imborrables huellas para el resto de sus vidas por parte de esos mismos varones que las alentaron a filmarse. Por algo los chicos de hoy exigen claves en sus celulares. Cuando deben navegar por abismos de angustias que ni siquiera podemos imaginar en nuestra vorágine diaria, ellos se dedican a investigar por cientos de páginas web en donde seres anónimos les aconsejan todo tipo de métodos para ahorcarse, métodos para adelgazar vomitando sin que su familia se dé cuenta o métodos para quitar las gillettes (cuchillas) de los sacapuntas y así proceder a realizarse en sus cuerpos los más diversos cortes (tatuajes de las heridas de su alma). Sin embargo, cuando no los juzgamos y les damos la oportunidad de hablar –e insistimos en que nos cuenten–, para nuestra sorpresa, ellos terminan por relatarnos con gran alivio – también, con entusiasmo y fervor– sus dramas y penurias. Con lo oculto de sus actos nos están desafiando a reflexionar acerca de la ausencia de nuestras propias miradas; con sus gritos e insultos nos están exigiendo límites mediante explicaciones tan coherentes como convincentes. ¿Tanto cuesta entender que nos están pidiendo auxilio? ¡Esta sociedad sin otra alternativa que el éxito o el fracaso para ser o no ser está conduciendo a los chicos directo hacia la ética del “todo vale”! Año tras año, más y más chicos terminan abandonando la escuela, unidos a pandillas, adictos a todo tipo de drogas; incluso, a la pornografía, que ha terminado por convertirse en una herramienta mediocre para apaciguar nervios, curiosidades. No es casualidad que sean cada vez más los alumnos que, literalmente, se queden dormidos en clase… Encontrar chivos expiatorios en delincuentes y degenerados (reales o virtuales) para todos los males de nuestra infancia y adolescencia quizás pueda llegar a tranquilizarnos;pero, la verdad es que representan un síntoma de nuestra ingenuidad, de nuestra pasividad. Como educadores del siglo XXI debemos ser conscientes más que nunca de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos para prevenir, inclusive, los peores abusos y flagelos de nuestra sociedad. No es tan difícil si entre todos nos unimos y nos ponemos manos a la obra; tan solo debemos comprometernos a despertar entusiasmo en nuestros alumnos e hijos, estimularlos a emanciparse ante cualquiera quien intente dormirlos, subestimarlos, aplastarlos; debemos transmitirles valor para no rendirse, para trascender sus propias guerras internas. Los chicos constantemente nos están desafiando a seducirlos con nuevos conocimientos, a transformar cada una de sus frustraciones, de sus iras, de sus rebeldías en llaves repletas de posibilidades. Estará en nosotros abrirles puertas para que puedan salir a jugar nuevos futuros, en donde puedan convertirse no solo en sujetos racionales; sino, además, por sobre todo, en seres humanos sensibles y verdaderamente libres. Licenciada María Cecilia López Prólogo II El hecho de que el abuso sexual en la infancia es un problema de salud pública ha sido reconocido por la sociedad entera. Creo que la presión social ha empujado para que las políticas públicas comiencen a dirigirse, aún tibiamente, hacia la discusión del tema, a ponerlo en la agenda. También sabemos que es el espacio de la escuela un lugar privilegiado para detectar a niños, niñas o adolescentes que estén o hayan estado atrapados en una situación de abuso sexual. Al mismo tiempo sabemos, porque así nos lo han manifestado, las dificultades que se les presentan a los docentes, que van desde falta de capacitación, falta de acompañamiento institucional, falta de recursos interdisciplinarios, y ser ellos quienes están ahí en la primera línea en contacto con los niños, las niñas y los adolescentes siendo los receptores de sus problemas, sus angustias y sus relatos de abusos sexuales sufridos. En los últimos años, se ha complejizado mucho más la problemática al incluirse la utilización que hacen los chicos y chicas del espacio virtual, de la navegación por internet, del uso de las redes sociales y de la comunicación celular. Cada vez más pequeños los niños y las niñas tienen acceso, muchas veces sin control, al mundo virtual, que si bien no cabe duda de lo maravillosa que es su utilización, también abre una ventana al mundo que no pueden ni saben manejar. La exposición que la virtualidad nos provee no es dimensionada por los niños, niñas y adolescentes y es un caldo de cultivo de situaciones que pueden salirse de control sin la supervisión de adultos responsables. El bullying virtual, el grooming, el sexting y el uso que hacen las redes de pedofilia de las imágenes que los niños, niñas y adolescentes suben a internet van creciendo día a día. Por otra parte, cuesta que las familias comprendan el riesgo que implica subir indiscriminadamente fotos familiares que aparentemente son inocentes o ingenuas, pero que para los fines de las redes de pedofilia son material de consumo. Es fundamental que sean los adultos los que tomen conciencia de lo importante que es cuidar a nuestros niños y niñas. No los dejamos salir solos a la calle, les damos la mano para cruzar, los llevamos y traemos de la casa de los amigos o de la escuela, pero luego les permitimos que se manejen en el campo de lo virtual en soledad, sin comprender que es un mundo abierto en el que pueden acecharlos, dañarlos, engañarlos. Debemos estar muy atentos y por sobre todas las cosas debemos hablar con nuestros hijos, explicarles, alertarlos, enseñarles a cuidarse en esa virtualidad que crece cada día. Licenciada María Beatriz Müller Introducción La idea de hacer una guía acerca de la prevención del bullying, el ciberbullying, el grooming y el sexting ha surgido a partir de las necesidades y urgencias que los propios docentes nos han transmitido tienen con sus alumnos de todos los niveles en las escuelas. Tras tantas horas diarias de convivencia y un lugar privilegiado a la hora de detectar sus problemáticas, sin proponérselo, ellos suelen terminar convirtiéndose en el principal factor de prevención primaria y secundaria de muchos de sus males; así como también, en el blanco de todo tipo de consultas por parte de sus familiares, e incluso hasta del sistema judicial, en los casos más extremos. Todos aquellos que trabajamos en un mano a mano con niñas, niños y adolescentes, hoy más que nunca sabemos la difícil tarea a la que nos desafían los tiempos modernos en los que todo parecería estar permitido, cuando ya no se puede retar ni reprobar a nadie porque esa metodología ha quedado obsoleta con las nuevas generaciones, cuando los paradigmas de la educación están cambiando a pasos agigantados, al igual que muchos de los paradigmas sociales y culturales sobre los cuales, hasta hace poco, solían apoyarse patrones conductuales vinculados con las sexualidades, las violencias, la concentración y con las modalidades de comunicación imperantes en nuestras infancias y adolescencias. No es casualidad que en cada una de nuestras capacitaciones y charlas en los colegios, profesores y maestras suelan manifestarnos sus inquietudes e interrogantes respecto de cómo responder ante las demandas y complejidades que les plantean sus alumnos. Efectivamente, ser docente en los tiempos que corren ha comenzado a adquirir un grado de responsabilidad ética tan grande como nunca antes en la historia. Ya nadie puede hacer la vista gorda frente a la sospecha de un chico víctima de abusos sexuales o de castigos corporales, frente a adolescentes que hostigan o humillan a otros, frente a alumnos que amenazan con suicidarse… El objetivo de este libro es garantizar un bagaje de conocimientos y recursos necesarios respecto de estas nuevas problemáticas que hemos mencionado, las cuales han cobrado más fuerza que nunca en los últimos cinco años. Nuestro propósito no será tan solo definirlas o mencionarlas, sino también brindar herramientas que ayuden a dar respuestas para prevenirlas en todas sus consecuencias; porque, nada peor que sentirnos impotentes y paralizados frente a un chico que nos está pidiendo ayuda mediante palabras o conductas. Por todos estos motivos, esta guía que hemos diseñado especialmente para la comunidad docente estará dividida en dos partes: La primera es una guía teórica que puede ser leída por cualquier persona que trabaje o esté en contacto con niñas, niños y adolescentes. Se divide en cuatro capítulos que tratan los siguientes temas en este orden de aparición: bullying, ciberbullying, grooming y sexting. Vale destacar que no solo se proporcionarán definiciones y descripciones conceptuales, como pueden encontrarse en la mayoría de los libros con este tipo de temáticas, sino que además compartiremos nuestra experiencia a través de ejemplos prácticos. La segunda parte, en cambio, es una guía práctica que brinda herramientas eficaces para que los docentes de los distintos niveles escolares (inicial, primario y secundario) puedan capacitarse en la prevención de este tipo de problemáticas. Se divide en cuatro capítulos: el primero aborda el tema de la prevención desde una perspectiva general; el segundo, desde una perspectiva familiar; el tercero está orientado a la prevención en los colegios y brinda herramientas de prevención a través del diseño de decenas de talleres prácticos para realizar en el aula con los alumnos; y finalmente, el cuarto capítulo está focalizado en objetivos de intervención desde la psicoterapia. Completan este libro tres anexos: en el primero ofrecemos la ayuda informáticaque facilitará a los padres, madres y/o tutores encargados de la educación de los niños y niñas aquellos dispositivos de bloqueo a páginas y sitios con contenido adulto con los que no deberían tener contacto si queremos protegerlos de ciertos ciberdelitos; en el segundo anexo abordamos un marco legal completo por provincias argentinas y países de Latinoamérica que será de gran ayuda orientativa; y por último, en el tercer anexo proporcionamos una lista de contactos con direcciones a las cuales nos podemos dirigir o llamar por teléfono para buscar ayuda. Antes de comenzar, es necesario que hagamos algunas aclaraciones respecto a la gramática del libro en relación con la cuestión de género y el tipo de lenguaje utilizado. Si bien consideramos que el uso de la letra “e” puede ser una manera inclusiva y que se está abriendo camino, pensamos que en algunos casos puede dificultar la lectura, por lo que continuaremos con la modalidad que hemos adoptado para todos nuestros libros, dejando en claro nuestra posición inclusiva y respetuosa de la diversidad de géneros y de la libre elección. Hacemos nuestras unas reflexiones de Paulo Freire: Siempre digo hombres y mujeres porque aprendí hace muchos años trabajando con mujeres, que decir solamente hombres es inmoral. ¡Lo que es la ideología! De niño aprendí en la escuela otra cosa: aprendí que cuando se dice hombre se incluye también a la mujer. Aprendí que en gramática el machismo prevalece. Es decir que si todas las personas aquí reunidas fueran mujeres pero apareciera un solo hombre, yo debería decir “todos” ustedes y no “todas” ustedes. Esto que parece cuestión de gramática, obviamente no lo es. Es ideología (…) PRIMERA PARTE Guía teórica Capítulo 1 Bullying Bullying es un vocablo inglés que se refiere al acoso escolar y a un tipo de violencia que suele ocurrir entre los chicos y chicas de una escuela. Los sufrimientos que produce tienen variadas consecuencias negativas no solo en la víctima sino, muchas veces, en el rendimiento y la concentración general de todo un grupo; especialmente, cuando los maestros, docentes y autoridades no llegan a detectarlo a tiempo. Etimología Bullying proviene del término holandés boel, que significa “acoso”. También tiene su origen en la palabra inglesa bull, que significa “toro”, de la cual se deriva otra: bully, que podría traducirse por los verbos “intimidar” y “acosar”, o por sustantivos como “matón”, “bravucón” o “acosador”. En conclusión, en su traducción al español, esta palabra anglosajona trata de describir a aquella persona que gusta de buscar peleas constantemente. Definición El bullying o acoso escolar es toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico sufrido por niñas, niños y adolescentes escolares, que son sometidos con premeditación a actos de crueldad por compañeros, pares de su edad, de forma reiterada y persistente a lo largo del tiempo con el principal objetivo de asustarlos y someterlos para lograr obtener una ventaja de algún tipo. Está directamente vinculado al ejercicio del poder. Diferencia entre el bullying y la violencia escolar Frecuentemente, se confunde el bullying con la violencia escolar; sin embargo, no son lo mismo. El bullying se caracteriza por la persistencia y recurrencia de los hechos violentos dirigidos contra la misma persona, y se distingue por un desequilibrio de poder entre la víctima y el agresor. En general, si son compañeros de clase, la víctima es burlada, inferiorizada o discriminada con saña por el agresor, quien se siente en condiciones superiores. Los hechos de violencia en la escuela, en cambio, se dan más bien como hechos puntuales aislados y no son sostenidos y persistentes en el tiempo, como en el caso del bullying. La víctima y el agresor suelen tener fuerzas físicas y/o mentales similares; por ejemplo, cuando dos amigos se pelean por una novia por algún mal entendido. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), podríamos definir la violencia escolar como: (…) el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.1 Según la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura),2 dentro del contexto escolar, frecuentemente, podemos identificar las siguientes conductas violentas: Acoso Riñas Acciones de amedrentamiento Discriminación Destrucción de la propiedad Venta, posesión y uso de drogas y alcohol Portación de armas Abuso sexual Maltrato físico, emocional o mental Vale destacar que estas conductas, si bien pueden enmarcarse conceptualmente como “violentas”, en ciertas oportunidades, cuando dejan de manifestarse como hechos meramente reactivos y aislados y suelen dirigirse de manera sostenida hacia una víctima en particular, pasarían a integrar el listado de conductas que bien podrían definir al bullying o acoso escolar. Lo que no es el bullying: - Una pelea entre compañeros. - Un acto vandálico. - Conductas de alboroto en el aula. - Una conducta que se produce de manera excepcional. - Agresiones eventuales contra un par o contra un adulto, aunque sea tan grave como la utilización de armas. - No aceptar a alguien como amigo. - Sentir o decir que alguien no te resulta simpático. - Tomar revancha por alguna agresión previa. - No invitar a algún compañero a una fiesta o actividad social. - Tener discusiones por un partido de fútbol o porque te guste una chica o un chico. - Relacionarse con pocos dentro de un grupo grande. - Eliminar un contacto de las redes sociales o no aceptar a alguien como amigo. - Un niño/a o adolescente con conductas violentas. - Una discusión entre pares que se fastidian de manera mutua. Las situaciones de violencia extrema, como las masacres sucedidas en instituciones educativas, no están incluidas en el cuadro de bullying, aunque sí pueden ser una consecuencia en alguien que ha sufrido este tipo de acoso, como sucedió en el resonado caso de Carmen de Patagones, que tuvo como resultado la muerte de cinco adolescentes. El bullying en general no se presenta como algo extremadamente agresivo, sino que es mucho más sutil y silencioso, y no por ello deja de ser sumamente dañoso. Mitos Existen una serie de creencias erróneas acerca de lo que se considera bullying. A continuación, enumeramos algunas: Mito 1: “el bullying es nada más un juego entre compañeros o unas bromas entre niños/as. No debemos magnificarlo”. Esta idea lo único que logra es quitarle importancia a la magnitud del problema del bullying y paralelamente justifica las acciones de violencia entre pares. Mito 2: “los hechos de violencia en la escuela son normales y hacen que el niño/a madure; forman parte del crecimiento y el desarrollo”. Es cierto que superar problemas y dificultades puede ayudarnos a crecer y a fortalecer la capacidad resiliente, que es la capacidad de afrontamiento frente a las dificultades, aprendiendo de cada escollo y dándole un valor positivo por el crecimiento personal que implica. Pero si analizamos el contexto y la edad madurativa en la que se dan estas agresiones, que generalmente son extremas, y que conllevan una repercusión tal que provocan graves secuelas psicológicas llegando incluso hasta el suicidio o a terribles atentados hacia los agresores, nada tienen que ver con superar pruebas de vida. Mito 3: “en realidad, el bullying no existe, es solo un mito”. Nada más lejos de la realidad, el fenómeno se extiende en todas las instituciones educativas, tanto públicas como privadas, y por su gravedad debemos estar muy atentosa las señales que nos dan nuestros hijos o nuestros alumnos, para intervenir adecuadamente. Mito 4: “siempre se han producido episodios de bullying; aunque antiguamente no se lo llamara así era lo mismo; por lo tanto, es imposible que esta realidad cambie”. Es real que esta clase de episodios vienen ocurriendo desde siempre, pero lo que no se puede permitir es difundir la creencia de que no se puede cambiar esta realidad. Se deben detectar tempranamente, esta es la forma de prevenir males mayores; y se debe intervenir con las herramientas adecuadas para el caso. Mito 5: “el bullying es una enfermedad”. De ninguna manera el bullying se incluye en una categoría de enfermedad; se trata de conductas aprendidas inadecuadas, pero no hay ninguna patología de base para que se produzca. Mito 6: “los agresores son niños/as o adolescentes que tienen problemas familiares muy graves y viven en barrios marginales”. Este mito se desarma con solo recorrer o escuchar a los docentes, no hay clase social o tipo de institución educativa que quede exenta de la posibilidad de que ocurran episodios de bullying. Cualquier persona puede ser acosadora o acosada, son otras las variables que se conjugan para que se produzca el acoso y existen varias características que conforman los perfiles de acosador y acosado. Mito 7: “el posicionamiento en el rol de agresor o de agredido perduran para siempre en el tiempo”. Esto es falso también, porque los roles pueden intercambiar. Un agredido puede hacer activo lo que ha vivido pasivamente y agredir a alguien más vulnerable que él o puede agredir a su agresor como una manera de defenderse y evitar seguir recibiendo la violencia, y/o hacerlo de manera vengativa, retaliativa. Mito 8: “no existe mejor defensa que un buen ataque”. A menudo cuando el niño/a comenta que está siendo molestado por otro compañero, algunas personas le sugieren que haga lo mismo que le hacen. Este tipo de actitud promueve la violencia, la naturaliza y logra que se excusen las futuras agresiones del agresor. Mito 9: “solamente el sexo masculino lleva a cabo el bullying”. El maltrato escolar no es solo cometido por los varones, es un conflicto que se da en ambos sexos. Puede que la diferencia esté en que los varones se inclinen más por el maltrato físico, mientras que las mujeres por conductas violentas emocionales o verbales, pero no es una regla. Mito 10: “el maltrato físico no es practicado por las niñas hacia sus compañeros”. Tal como mencionamos en el anterior mito, el maltrato se produce en ambos sexos; y no debemos olvidarnos de los géneros diversos, que muchas veces son objeto de este maltrato; las niñas también pueden ejercer maltrato físico. Mito 11: “el maltrato sucede cuando se ejerce agresión física”. Tal como venimos explicando, el maltrato puede se verbal, psicológico, social, emocional; todas estas son violencias que no necesariamente involucran el aspecto físico, aunque también puede estar presente; cualquiera de ellas pueden ser altamente dañinas para la víctima. Mito 12: “el acosador actúa de forma espontánea”. Cuando un niño/a o adolescente tiene estas conductas violentas debemos indagar las razones que lo mueven. Si realizamos una evaluación profunda, nos encontraremos con algunas cuestiones tales como: - Falta de empatía: dificultad para ponerse en el lugar del otro y percibir su sufrimiento. - Dificultades en las habilidades sociales: en realidad se trata de niños/as a los que les cuesta mucho entablar una amistad o insertarse en un grupo si no es mediante el ejercicio de la dominación o inspirando temor. - Dificultades para acatar los límites o normas: son niños/as que tienen una muy baja tolerancia a la frustración y por ello no pueden soportar los límites. - Deficiencia en las habilidades asertivas: no saben decir no, pero tampoco pueden respetar la opinión del otro o sus derechos. - Pueden presentar distintos trastornos psicológicos. - Pueden estar inmersos en situaciones de violencia intrafamiliar, como víctimas directas o como testigos de la violencia de género. - Pueden estar padeciendo situaciones de abuso sexual por parte de adultos de su entorno. Todas estas posibles situaciones, que planteamos como ejemplos de aquello que pueden estar padeciendo los agresores, siempre deben ser abordadas terapéuticamente. Mito 13: “es más frecuente que los niños/as agresores sean de sectores socioeconómicos bajos o marginales”. La realidad es que este tipo de problemáticas atraviesa todas las clases sociales e incluso es más frecuente en las clases medias, medias altas y/o altas. Mito 14: “si algo así le estuviese pasando a mi hijo, me lo diría”. Generalmente a los niños/as les cuesta contar lo que les está ocurriendo cuando son víctimas de bullying, aunque los padres consideren que están dadas las condiciones para que hablen. Muchas veces la culpa y la vergüenza los inhiben y aunque en la familia haya un buen clima de confianza, no lo pueden hacer. También debemos comprender el temor a las consecuencias o represalias que suele estar presente en este tipo de situaciones. Mito 15: “frente a una situación de acoso en la escuela, lo mejor es no hacer nada”. Según este mito el hecho de intervenir, defender a la víctima o decirle a algún adulto lo que ocurre, convierte automáticamente a los testigos en futuros objetivos del agresor. Debemos enseñarles a nuestros hijos que se debe respetar a los demás; y que si son testigos de alguna situación de acoso, no denunciarla los convierte en cómplices. Mito 16: “como el agresor es un niño/a o adolescente, no debemos responsabilizarlo por los sucesos que produce”. En realidad, los niños/as y/o adolescentes saben muy bien lo que están haciendo, contra quién, los cómo, los dónde y los porqué; y también los para qué; por lo tanto deben responder por sus acciones y debemos hacerlos actuar en consecuencia. Mito 17: “para no dañar la imagen de la institución educativa lo mejor es ocultar la existencia del bullying”. En algunos colegios ocultan la existencia de agresiones entre pares solamente con el objetivo de mantener el prestigio educativo, pero lo que se obtiene es el resultado opuesto: pésima educación. En cambio en las instituciones que previenen, detectan e intervienen en los casos de bullying, la imagen que proyectan es de centro educativo comprometido con el bienestar de sus alumnos, completando de esta manera una educación de excelencia que tiene en cuenta el desarrollo integral de las personas. Mito 18: “todos los docentes están preparados para detectar e intervenir en el acoso escolar”. Algunos creen que durante la formación docente se los prepara para saber qué hacer frente al acoso entre pares, pero la realidad es que no suele ser así. Puede ser que algunos docentes interesados en el tema busquen capacitarse, pero tendría que ser obligatorio para todos los docentes, que inevitablemente se enfrentarán a esta problemática y deberán saber cómo hacerlo de manera adecuada. Mito 19: “los docentes no saben o no se dan cuenta de la existencia del bullying”. A pesar de que los hechos de agresión se suelen producir fuera de la vista de los docentes, ellos conocen a sus alumnos y cómo funciona el grupo, por lo que pueden intuir cuando algo está ocurriendo, aunque en algunos lugares intenten minimizarlo u ocultarlo o bien carezcan de recursos adecuados para intervenir. Mito 20: “el acoso escolar siempre termina en el suicidio o abandono de la escuela”. Es cierto que ha habido muchas víctimas de bullying que recurrieron al suicidio como última salida. También algunas familias consideran que cambiar al niño o la niña de escuela es la forma de evitar las agresiones. Debemos comprender que estas no son las únicas maneras de resolver elproblema, en realidad la verdadera salida es la prevención, la detección y la intervención adecuada. Características Existen una serie de características en el proceso del bullying que pueden nominarse de la siguiente forma: a) Posición de indefensión de la víctima: la víctima se siente indefensa y acorralada por las conductas llevadas adelante por el acosador; ya sea porque se siente en inferioridad de condiciones por pasividad, por miedo, o inclusive por ser de contextura física más pequeña. b) La víctima nada hace para ser victimizada: es un eje de análisis fundamental, la víctima no es culpable del acoso. No provoca al agresor, ni hace nada en su contra. Tampoco se detectan conflictos previos al inicio del acoso que pudieran desencadenarlo. c) Diferencia de poder entre victimario y víctima: la víctima es más débil que su victimario y esto puede ser por: - Diferencia física: ya sea por mayor fuerza o edad entre ambos. - Diferencia psicológica: el agresor logra infundir miedo y profundizar un sentimiento de inferioridad en la víctima. - Diferencia social: el agresor aumenta su popularidad en desmedro de la víctima. d) Entorno cómplice, pasivo y/o ignorante de los sucesos: estas situaciones se dan porque: los que rodean al victimario apoyan y aprueban lo que hace el agresor; tienen miedo a las represalias; o no advierten la existencia del acoso (porque desconocen de qué se trata o no saben detectarlo o reconocer los criterios que determinan una situación de bullying). e) Continuidad y sostenimiento en el tiempo: el acoso escolar y todo lo que este implica se lleva adelante de una manera sistemática y reiterada agravando el malestar de la víctima, la que tiene muy en claro que este acoso se repetirá una y otra vez. Las secuelas se van profundizando en los aspectos emocionales, sociales, académicos y también familiares. Fases De acuerdo a nuestra experiencia la idea de delimitar fases en el proceso del bullying es útil a los fines explicativos, porque en realidad no se dan de manera puntual ni en todos los casos se cumplen todas, muchas veces incluso se superponen. Nos resultan útiles para identificar aproximadamente en qué momento se encuentra la víctima y cómo deberíamos actuar para prevenir el advenimiento de las conductas de las siguientes fases. a) Primera fase: sobrenombres o motes inocentes (camino a la estigmatización). Este es el inicio del acoso. Al principio funciona como si fuera un juego, incluso para la víctima. No siempre desemboca en bullying, pero debemos estar muy atentos a cómo sigue y qué ha pasado antes de iniciarse. A modo de ejemplo, podemos señalar posibles acontecimientos: Haberse destacado o todo lo contrario en una materia. Que haya obtenido una buena nota en una prueba o examen. Que haya cometido un error cuando lo que esperaban sus compañeros era su éxito. Errar un gol. Pertenecer a una comunidad de inmigrantes. Tener incontinencia urinaria. Tener alguna característica física diferente, alguna capacidad diferente, etcétera. b) Segunda fase: conductas que producen confusión, acoso propiamente dicho y avasallamiento. Esta es la fase en la que se produce el mayor nivel de agresión hacia el acosado. El agresor ha elegido a su víctima y comienza a realizar el daño sistemático a través de bromas, humillaciones, amenazas, rechazos, abusos, agresiones físicas, insultos, etcétera. Este es el momento en el que se determina el tipo de bullying; si será verbal, físico, social o psicológico, lo que estará determinado por las conductas que ejerza el victimario sobre su víctima. Ésta se sentirá culpable y responsable, no comprenderá por qué le está sucediendo todo esto, incluso creerá que lo merece. La impotencia y la soledad del niño/a o adolescente dominan la escena. En esta fase todavía la víctima puede estar en el aula con su agresor. c) Tercera fase: presencia de daños psicológicos graves. Aquí, los daños psicológicos se ven reflejados en una serie de síntomas físicos, psicológicos y sociales (que van desde trastornos gastrointestinales hasta miedo de concurrir al colegio o, incluso, hasta el suicidio) los cuales procederemos a describir más adelante. d) Cuarta fase: conclusión final. Es el momento en el que la víctima ya no soporta más la situación que le ha tocado vivir y puede responder de diversas formas: Dañar o atacar a su agresor: la víctima enfrenta a su agresor sin medir las consecuencias, es como el final de la lucha, se juega a ganar o perder. Suele tener pensamientos recurrentes de lastimar a su agresor, incluso fantasea con el uso de armas o puede llegar a llevarlo a cabo en la realidad. Autoinflingirse daños: la víctima se lastima a sí misma en vez de lastimar a su agresor. Puede realizarse cortes en los brazos, muñecas u otras partes del cuerpo, golpearse contra una pared, etcétera. Suicidio: en los casos extremos de bullying las víctimas sienten que esta es única salida que les queda para terminar con esa tortura. El niño, niña o adolescente se siente incapaz de sobrellevar la situación de maltrato que padece y que lo empuja a intentar o a terminar con su vida. Existen datos muy preocupantes sobre la cantidad de víctimas de bullying que se han suicidado o han intentado hacerlo. El suicidio es el resultado de un insoportable malestar emocional, las personas se encuentran en un pozo, deprimidas, no puede comprender que del suicidio no se vuelve y que los problemas son siempre solucionables. En algunos casos el intento de suicidio se utiliza como un llamado de atención o un pedido de auxilio o una manera de manifestar lo que se está sintiendo, pero siempre debemos prestarle la mayor de las atenciones porque es un hecho de la más extrema gravedad. Clasificación El acoso escolar es un tema complejo cuando nos adentramos en él y lo intentamos analizar a fondo. No todos los tipos de maltratos, acosos y violencias son iguales. Por tal motivo, saber distinguir el fenómeno del bullying desde sus diferentes perspectivas o puntos de vista (psicológico, verbal, social, físico, y desde el abuso sexual) nos permitirá poder detectarlo y prevenirlo mucho más fácilmente: a) Bullying psicológico: desde el punto de vista psicológico el bullying o acoso escolar sucede cuando el agresor ataca la autoestima de su víctima e intenta producir de modo sostenido y persistente un temor en ella con el objetivo de llegar a manipularla. - Manipulación: el objetivo final del niño/a agresor es manipular psicológicamente al otro niño/a víctima para que realice alguna acción en su nombre (por ejemplo, que le haga las tareas escolares, que le cargue la mochila, que le dé dinero, que pueda dar datos falsos en su nombre, etc.). Para lograr esto, primero necesitará implementar una serie de conductas previas: Seducir: capacidad de lograr que una persona realice acciones o comportamientos inducidos. Se pone en juego también la persuación, sin perder de vista el objetivo principal, que es provocar la atracción de forma consciente. Los agresores utilizan artilugios y trucos para hacer caer a las víctimas. Hostigar: utilizar la estrategia de enviar y/o difundir mensajes cargados de contenido ofensivo, vulgar y/o malvado. Opacar: realizar acciones para superar a la víctima en algún aspecto. Se trata de oscurecerlo, dejarlo en inferioridad de condiciones. Amedrentar: emplear un discurso que produzca miedo para que la víctima se sienta amenazada, atemorizada. Denigrar: difundir rumores, mentiras. Utilizar un lenguaje humillante usando apodos despectivos que nombren a la víctima por alguna característica o aspecto físico. Coaccionar: realizar acciones para boicotear, coartar o chantajear, presionar. También, ejercer violencia físicao psicológica obligando a la víctima a decir o hacer cosas en contra de su voluntad. Mirar fijo: usar la mirada como medica coercitiva, intimidante y/o amenazante. Someter: imponer por la fuerza o por las armas a la víctima la voluntad o autoridad del victimario. Obligar a responder por la fuerza a la autoridad de una persona. Se relaciona con la dominación, la exposición y la dependencia. Intimar: advertir, exigir, notificar mediante el uso de la fuerza o de algún otro medio para hacer cumplir ciertos mandatos; implica explicitar una amenaza si se desobedece. Amenazar: actuar de manera que la víctima se percate de que el victimario tiene intención de causarle algún daño o mal. También se puede identificar como una advertencia de peligro inminente. Tiene la función de aviso y permite organizar estrategias para abordar el riesgo, pero también genera miedo, ansiedad y estado de hipervigilancia; se cataloga como maltrato psicológico. Riñas: son enfrentamientos, discusiones que pueden llegar a la agresión física, y que tienen como objetivo resolver el conflicto. También se trata de situaciones donde varias personas pelean a golpes e incluso con objetos o armas. Para que sea una riña ambas partes deben atacar y defenderse, si uno es pasivo no es riña. Pueden ser ocasionales o premeditadas u organizadas. Pueden tener graves resultados y/o consecuencias. b) Bullying verbal: desde una perspectiva verbal el bullying o acoso escolar suele manifestarse a través de: - Apodos: uso de sobrenombres despectivos que hacen referencia a defectos, cualidades o características particulares. En estos casos el objetivo es ridiculizar, despreciar, agredir. - Burlas: por medio de palabras o frases que permiten describir características (conductuales, físicas, rasgos, etnia, etc.) que puedan servir como una manera de agredir de manera burlona a la víctima, como si se tratase de una broma. - Insultos: utilización de palabras agresivas y degradantes con el objetivo de maltratar a la víctima. - Hablar mal de otros: hacer comentarios y dar opiniones negativas y degradantes de otras personas sin que las mismas se encuentren presentes. - Comentarios ofensivos: realizar comentarios que se refieran a defectos físicos, psicológicos o de cualquier otro orden que tengan como objetivo dañar. - Descalificaciones: desacreditar o quitar autoridad a una persona determinada. Se utiliza en contextos de agresividad verbal. - Bromas: acciones o decires que tienen como finalidad divertir o simplemente hacer reír. Pueden ser utilizadas para ridiculizar, engañar o victimizar al otro, haciendo del humor un arma. Muchas veces las bromas están cargadas de crueldad por lo que resulta muy difícil diferenciarlas del acoso, del sadismo o del vandalismo. c) Bullying social: el chico/a que acosa a otro en la escuela lo hace para apartarlo y exiliarlo del resto de sus compañeros y del grupo. Desde una perspectiva social, podríamos decir que el bullying se expresa a través de: - Bloqueo social: las víctimas se sienten aisladas, separadas del entorno social por el acoso. Por otra parte, el agresor se ocupa de acrecentar ese bloqueo diseminando rumores. - Exclusión social: el accionar del victimario logra la exclusión social de la víctima, producto de la campaña discriminatoria que lleva adelante y del bloqueo social que se produce y que alimenta la exclusión. - Ignorar: en la misma línea de la exclusión social y del bloqueo social, tiene que ver con desconocer, desatender, a la persona que se está discriminando, como si no existiera o no estuviera presente. - No dejar participar: manipulación del derecho a participar de cualquier actividad académica o lúdica, aislando a la víctima de esta posibilidad. - Marginar: el objetivo es apartar o prescindir de la víctima, dejarla al margen, en una situación de inferioridad o aislamiento respecto al grupo al que pertenece para perjudicarla en algún sentido. - Desprestigiar o difamar: expresión de opiniones negativas y faltando a la verdad sobre la víctima; también si se envían notas con contenidos desagradables respecto a rasgos, características o habilidades de la misma. Se vincula con distribuir comentarios maliciosos o negativos sobre la víctima en los grupos de amigos. d) Bullying físico: el bullying o acoso escolar a veces pasa de la palabra al acto. De esta manera, el agresor comienza a acosar a su víctima mediante patadas, golpes, empujones, etcétera. - Agresiones físicas: Amenazar con armas: mostrar armas a la víctima, a veces acompañada de intimidaciones verbales para lograr un objetivo determinado. Robar: quitarle dinero o pertenencias a la víctima para generar situaciones de confusión. Esconder objetos: ocultar las pertenencias de la víctima en un lugar desconocido para ella. Romper cosas: destrozar o dañar las pertenencias de la víctima de forma consciente. Empujar: impulsar o mover de manera violenta el cuerpo de la víctima a través de cualquier parte del cuerpo del agresor (empujones, embestidas, etcétera). Pellizcar: apretar fuertemente con la mano o los dedos parte el cuerpo de la víctima. Escupir: arrojar saliva al cuerpo o las pertenencias de la víctima. Golpear: generar un impacto físico sobre la víctima haciendo uso del propio cuerpo o alguna parte del mismo. Implica el uso de la violencia, porque el objetivo es lastimar provocando lesiones, heridas o traumatismos. e) Abuso sexual: ocasionalmente, el bullying o acoso escolar se caracteriza por el acoso sexual a un compañero. - Sin contacto físico: mediante el exhibicionismo, mostrar los genitales u obligarlo a mostrarlos. Obligar a ver pornografía gráfica o en video. Mediante el uso de lenguaje obsceno y/o sexual. - Con contacto físico: tocar, manosear, introducir objetos, dedo o genital en genital o ano. Obligar a tener contacto sexual con otro. Violación. Otras definiciones Existen también definiciones de bullying vinculadas a modelos sociales o culturales diferentes, basados obviamente en la intolerancia y la discriminación: a) Bullying homofóbico: los agresores centran toda su hostilidad y humillación contra los comportamientos, reales o supuestos, de quienes optan por una opción sexual distinta. b) Bullying étnico: son objeto de burla y agresiones aquellos que son considerados como pertenecientes a una clase social o una etnia determinada que los agresores juzgan inferior. c) Bullying de género: agresiones de los varones hacia las mujeres por el solo hecho de ser mujeres. Participantes Existen dos tipos de participantes: el agresor, que es quien inicia el proceso, y luego sus seguidores, que si bien son los acompañantes, participan de manera activa en las distintas acciones de bullying que se planean. a) Agresores - Clasificación: Agresor proactivo: realiza la acción de agredir. Agresor reactivo: desempeña ambos roles, tanto de víctima como de agresor, y la agresión es justamente reactiva al hecho de ser agredido previamente (hacer activo lo vivido pasivamente). - Metas: Búsqueda de validación social: con estas acciones busca la aprobación del grupo. Necesita ser visto como el mejor, ocupar un lugar de líder en la escuela. Dominar: imponerse mediante el poder, la autoridad o la fuerza sobre otro, sometiendo y haciendo uso de la coacción y el control. Liderar: dirigir o estar al frente de un grupo o movimiento, en este caso al frente del grupo que hostiga a los demás compañeros elegidos como víctimas. El líder es el responsable de todas las acciones que el grupo realiza, ya que sus actos motivan a los demás integrantes. A diferencia de lo que sucede con un liderazgo positivo, que se traduce en una influencia desprovista de manipulación, implica rodearsede gente capaz y honesta, identificar el perfil o la capacidad de los integrantes del grupo y cuidar de ellos apuntando a su crecimiento, en este tipo de liderazgo negativo, el líder no puede aceptar otras opiniones o puntos de vista; siempre está juzgando y descalificando las razones de la opinión del otro, sin lograr argumentar el porqué de su desacuerdo. En realidad, lo que posee el líder negativo es una gran inseguridad, por lo que debe marcar su territorio y mostrar su poder. Otra característica que posee es el humor cambiante, que genera desconfianza, miedo, y afecta negativamente. Búsqueda de reconocimiento: con sus acciones busca llamar la atención y ser reconocido por los demás, ya que ni en su casa ni en la escuela logra ese objetivo. Aumentar su autoestima: al llamar la atención de los demás y lograr su reconocimiento siente que su autoestima se eleva por encima de lo habitual. Someter emocionalmente a otro: el bullying tiene como eje central el sometimiento emocional de la víctima. Descargar su ira: el agresor descarga toda la bronca o la violencia que pueda tener contenida o a punto de manifestarse. Divertirse: dentro de las características y/o manifestaciones de los agresores se encuentra su necesidad o deseo de “divertirse”, sin tener en cuenta el daño que le generan a la víctima, y minimizando sus acciones. - Características de personalidad: Autoestima alta/baja: la autoestima es la manera en que nos percibimos, cómo somos, tanto física como anímicamente. Esa percepción está constituida por pensamientos, emociones, sentimientos, evaluaciones de nuestra conducta y comportamientos, los rasgos de nuestro carácter y de nuestro cuerpo. Obviamente esta autoestima tendrá la connotación que nosotros le demos. Es decir, podemos sentirnos seres despreciables y sin valor, lo que equivale a una baja autoestima o podemos sentir una gran confianza en nosotros mismos, lo que equivale a una alta autoestima. Esta imagen se va construyendo desde nuestra infancia mediante los vínculos que vamos estableciendo y las experiencias que vamos acumulando. El agresor suele tener baja autoestima, de ahí que necesita reafirmarla manipulando a otros para sentirse importante. Baja tolerancia a la frustración: es una persona con intolerancia hacia todo aquello que le resulte desagradable o le genere molestia o demora para poder cumplir sus deseos. Suele manifestar ansiedad, tristeza y/o agitación. Tiende a culpar a los demás y victimizarse. Durante la niñez cree que todos sus pedidos deben ser satisfechos inmediatamente. Cualquier demora, dificultad o fracaso le resulta insoportable. No distingue sus deseos de sus necesidades. Reactividad e impulsividad: el agresor sufre este trastorno de conducta, que genera reacciones desmesuradas y sin control de los impulsos. Baja aceptación social: sus comportamientos disruptivos y sus conductas descontroladas generan rechazo en la comunidad educativa. Percepción de situaciones neutras como agresivas: tiene una percepción distorsionada de la realidad, considera cualquier hecho como una agresión directa, está constantemente buscando conflictos, que siempre atribuye a otros. Contextos familiares agresivos o difíciles: la pertenencia a un contexto familiar violento o muy conflictivo lo lleva a una naturalización de las agresiones, las considera un modo normal de comunicarse. Sobreprotección: sus conductas suelen ser validadas y apañadas por sus padres y madres. b) Participantes: como ya hemos mencionado, el bullying es un tipo de agresión que no se realiza en soledad, siempre se hace de manera grupal, el agresor necesita del grupo para que cumplan distintos roles: - Seguidor o secuaz: participa de manera activa inmediatamente después que el agresor inicia su ataque a la víctima - Acosador pasivo: apoya el comportamiento del agresor; si bien no actúa, lo valida y refuerza alentando su accionar. - Seguidor pasivo: no se involucra en el acoso, pero de alguna manera es también un probable acosador; si tuviera la oportunidad, podría ser un acosador, un secuaz o un acosador pasivo. - Testigo no implicado: observa todo el proceso y no se involucra de ninguna manera, ni para un lado, ni para el otro. - Posible defensor: no está de acuerdo con el acoso, siente y cree que debería hacer algo al respecto y ayudar a la víctima, pero no obstante no lo hace. - Defensor: trata de ayudar a la víctima. c) Víctimas: alumnos que serán el objetivo de los comportamientos agresivos de uno o más agresores en el proceso que denominamos bullying. - Clasificación: personas que reciben el daño, en este caso nos estamos refiriendo a las víctimas de bullying o acoso escolar, que tienen sus características particulares y que se diferencian por algunos aspectos específicos: Víctimas pasivas: aquellos que por su modo de ser son callados en el aula y tienen un comportamiento más tranquilo que los demás; aquellos considerados súper estudiosos, a los que llaman nerds o tragas. Víctimas reactivas: este grupo de víctimas tiene otras características, pueden ser alumnos competitivos, que tengan algún diagnóstico de las patologías actualmente adjudicadas a la infancia y que se medican, como TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) o TGD (Trastornos Generalizados de Desarrollo) o bien niños/as que han atravesado situaciones traumáticas (abusos sexuales, violencia intrafamiliar, abandonos, negligencias). - Consecuencias: la historia personal de cada quien, condiciona el lugar de la víctima y provoca también una serie de consecuencias que podemos observar de manera generalizada en las situaciones de bullying o acoso escolar. Repetición inconsciente de situaciones traumáticas: cuando una situación traumática no es adecuadamente elaborada en el espacio terapéutico indicado, se continúa repitiendo en el tiempo. Existe una frase en psicoanálisis que dice que “lo que no se elabora, se repite” y el daño que eso le hace a la vida del niño o niña puede ser muy grande. Llamar la atención: muchas veces de manera inconsciente las víctimas tratan de hacerse notar y llamar la atención de su entorno, obviamente para ser asistidos. Buscar ayuda: en este mismo sentido, también inconscientemente las víctimas buscan ayuda, muchas veces a través de los dibujos, del juego, de las conductas, cuando no pueden poner en palabras lo que les sucede. - Características de personalidad: la palabra “personalidad” proviene del latín, “persona” es el nombre que se le daban a las máscaras que usaban los actores en las presentaciones. Posteriormente, el vocablo “persona” sirvió para denominar a un individuo y “personalidad” se utilizó para nominar sus singulares características psíquicas. A la personalidad se la identifica con las características singulares psíquicas de cada persona. Existen varias definiciones de personalidad, pero en general podemos decir que se trata de una serie de sentimientos, emociones y pensamientos que se presentan en cada individuo, manteniéndose a lo largo del tiempo y constituyendo su identidad. - Respecto al tema que nos ocupa existen algunas características que se repiten en las víctimas de este tipo de delito: Sumisión: con tendencia al sometimiento, a la pasividad. Baja autoestima: tienen poca valoración de sí mismas. Inseguridad: son temerosas, inseguras, debido a la baja autoestima y a la pasividad. Ansiedad: se manifiestan con una gran inquietud, excitación e inseguridad ante estímulos que se perciben como amenazantes o peligrosos. Esta suele ser una respuesta habitual en las situaciones de estrés. Se presentan con síntomas físicos como dolor de cabeza, náuseas, vómitos, tensión muscular, dolor de panza, diarrea,problemas con la sexualidad, etc. Los síntomas psicológicos y conductuales se manifiestan como preocupación extrema, temores a perder el control o a volverse loco, irritabilidad, desasosiego, obsesiones o compulsiones. Escasas habilidades sociales: tienen dificultad para relacionarse con otros niños y niñas. Dificultades para expresarse: les cuesta mucho decir lo que sienten o piensan. Tendencia a aislarse: se apartan de los demás, se abstraen, establecen poca comunicación con los otros. Rasgos físicos o culturales diferentes: se suele presentar con los inmigrantes tanto extranjeros como de otras provincias, comunidades, barrios, etcétera. Trastornos leves del estado del ánimo: somnolencia, depresión, secuelas del rechazo social, ideas suicidas, adicciones. Bajos niveles de autoeficacia: se percibe como en inferioridad de condiciones en cuanto al rendimiento escolar. - Indicadores psicológicos: como en toda situación de violencia, se ingresa en una espiral que va aumentando en intensidad, pero pasa desapercibida porque las agresiones generalmente se producen en privado. Esto provoca en las víctimas una serie de indicadores que nos permiten detectar que algo les está ocurriendo: Se sienten intimidadas: perciben una amenaza constante y se ven compelidas a hacer lo que los otros quieren que hagan mediante el miedo que sienten. Esta intimidación puede producirse como amenaza física, con miradas, manipulación emocional, agresiones verbales, agresiones humillantes o directamente maltrato físico. Se sienten excluidas: son dejadas de lado, no las admiten en los grupos, las echan, son descartadas, incluso explícitamente como parte de las agresiones. Se sienten desprotegidas: tienen una sensación de abandono, de descuido, están en constante riesgo; sin ningún tipo de protección ni psicológica, ni física, ni emocional, ni legal. Les parece algo normal: cuando el bullying es crónico se llega a la naturalización de la situación, se transforma en una especie de acostumbramiento. Perciben al agresor como más fuerte: la víctima presupone que su agresor es mucho más fuerte que ella, en todo sentido; por eso ni siquiera intenta actuar para defenderse. Vergüenza: es un sentimiento que surge de la humillación que padecen las víctimas y de la sensación de que son merecedoras de esa violencia, por alguna cosa que pudieron haber hecho o dicho. También la vergüenza suele aparecer por el temor a hacer el ridículo. Deseo de venganza: en algunas ocasiones, puede manifestarse la necesidad de llevar adelante alguna represalia por el daño sufrido. Enojo: se manifiesta como rabia, furia, resentimiento. A veces es parte de la respuesta frente al ataque o para huir de una amenaza. Miedo: es parte de la dinámica del bullying, el miedo es lo que paraliza y deja a la víctima en una posición pasiva. Estrés: como estímulos externos que desestabilizan el equilibrio emocional, las agresiones constantes provocan un alto nivel estrés. Depresión: estado de tristeza, abatimiento, baja autoestima, pérdida del interés. Presentan sentimientos de infelicidad, incapacidad para disfrutar. Baja en el rendimiento escolar: presentan cambios en el rendimiento del nivel educativo, notas bajas, inhibiciones frente a los docentes. Negación a ir a clases: comienzan a intentar faltar al colegio, ya sea de manera directa o mediante la presentación de algún síntoma que les impida asistir. Sentimiento de culpabilidad e inseguridad: el proceso es tan brutal e injustificado que lleva a las víctimas a creer que son responsables, que algo hacen para merecer las agresiones. Esto está muy vinculado a la inseguridad de base que padecen. Disminución de autoconcepto: las víctimas poseen un autoconcepto de sí mismas muy disvalioso y distorsionado, que se basa también en la inseguridad. Disminución de la autoestima: las víctimas tienen una escasa valoración de sí mismas. - Indicadores físicos: Sudoraciones: se producen transpiraciones independientemente del clima, muchas veces les transpiran las manos constantemente o tienen súbitos momentos de sudoración fría. Llanto frecuente: tienden a llorar en los rincones, en el baño, por las noches. Sensación de ahogo: ataques similares a los broncoespasmos, en los que se quedan sin capacidad de entrada del aire, lo que se refleja en una sensación de ahogo importante. Opresión en el pecho: sensación de aplastamiento que provoca lo anteriormente descripto, como falta de aire. Trastornos gastrointestinales: vómitos, diarreas o estreñimiento. Pérdida de peso: el niño, niña o adolescente comienza a bajar de peso de manera alarmante. Trastornos alimentarios: se pueden presentar como obesidad, bulimia o anorexia. También, de manera más leve, pérdida del apetito o atracones. Trastornos en el sueño: se pueden presentar como insomnio, dormir inquieto, pesadillas, etcétera. Síntomas psicosomáticos: se pueden dar de diversa manera: cefaleas, trastornos respiratorios, trastornos digestivos, ataques de pánico, desvanecimientos, etcétera. - Indicadores sociales: Aislamiento y retraimiento social: comienzan a dejar de participar en las actividades sociales que habitualmente desarrollaban. Bajo interés en el establecimiento de relaciones: súbitamente dejan de tener amigos o comienzan a evitarlos con todo tipo de excusas. Desinterés o resistencia a salir de casa: apatía y conductas evitativas, utilizan todo tipo de justificaciones para no salir. Ausencia de amigos o de personas de confianza: se produce un estado de soledad creciente y preocupante Déficit en habilidades sociales: van perdiendo la capacidad de entablar amistades, de mantenerlas, de llevar adelante un vínculo amistoso. Lugares donde ocurre El acoso escolar puede producirse en diversos lugares; generalmente ocurre en el interior del edificio de la escuela, pero también puede extenderse a otros ámbitos en los que participan tanto los agresores como la víctima. Aula El aula puede ser un lugar ideal para las agresiones, sobre todo en las horas libres o durante los recreos, donde se busca el momento propicio para llevar adelante el acto agresivo. Tiempo atrás, nos consultaron una mamá y un papá muy preocupados por su hijo Augusto de siete años, quien el día anterior había manifestado querer tirarse por el balcón de su casa. Sus compañeros de segundo grado lo venían hostigando con apodos desde el año anterior. Todos los días lo cargaban diciéndole cosas tales como: “Blanco, fantasma, transparente, muerto…”. Luego de evaluar al niño a través de un psicodiagnóstico, pudo detectarse que sus padres no estaban exagerando; efectivamente, estaba atravesando un cuadro de depresión. Uno de los dibujos que solía realizar a repetición eran escuelas pintadas de color marrón; él decía que se trataba de “Escuelas de caca, con alumnos de caca, pupitres de caca…”. Sucedía que para este niño asistir a la escuela se estaba transformando en una tortura; especialmente, porque cada vez que hacía el intento de pedirle ayuda a su maestra, ella desestimaba su sufrimiento y minimizaba las cargadas de sus compañeros, ya que casi nunca las escuchaba porque solían ocurrir en un contexto fuera de su alcance visual y/o auditivo, o cuando se ausentaba por unos minutos del aula. En este caso, se procedió a cambiar a Augusto del aula A al aula B, y en el nuevo grupo muy pronto pudo integrar nuevos amigos a su vida escolar. También se trabajó con sus padres para que invitasen a estos compañeros a su casa a jugar y para que llevasen a pasear a su hijo más seguido los fines de semana, ya que, en verdad, solían ser padres un tanto ausentes por motivos laborales. Frecuentemente, puede llegar a observarse que no es casualidad que un niño/a sea hostigadocon un tema en particular –como en este caso, diciéndole “fantasma”, “invisible”–; es como si desde el entorno se captara de alguna manera su sufrimiento más profundo. En el caso de Augusto, era que él se sentía invisible para sus papás. Es por esta razón que consideramos que la problemática del bullying y el acoso en la escuela no solo es una problemática escolar y social que debe abordarse a nivel institucional, sino que también creemos imprescindible su abordaje psicológico terapéutico conjunto y en equipo. Patio El patio puede tener rincones que queden fuera de la vista de quien está supervisando el recreo y permite que se lleven adelante las agresiones sin que el resto del alumnado lo perciba, dentro de los roles que hemos mencionado anteriormente. En una oportunidad, una mamá nos consultó porque su hijo de nueve años era puesto constantemente en penitencia por golpear a sus compañeros en el recreo. Ella estaba preocupada, ya que aseguraba que su hijo no era agresivo, sino todo lo contrario; tiempo atrás había sido víctima de abuso sexual por parte de un tío, justamente por no saber defenderse… Sin embargo, cuando el niño comenzó una psicoterapia, muy pronto pudo detectarse el origen del problema: muy inocente, le había confesado el secreto de cómo había sido violado a su mejor amiguito con la promesa de que nunca le develaría el secreto a nadie; su amiguito no pudo mantener esta promesa y se lo contó a medio colegio. Conclusión, en los recreos nuestra víctima de bullying tenía filas de niños/as haciéndole preguntas tales como: “¿Qué sentiste cuando te la metieron por el trasero?” “¿Te gusta ser gay?” “¿Es verdad que te violaron?” “¿Te dolió mucho que te violen?”. Para dejar de hacerle semejantes preguntas no les alcanzaba con ver llorar al niño, también le exigían como pago el alfajor o el sándwich que estaba comiendo en ese momento. Hasta que un día, cuando entre un par de chicos lo arrinconaron contra una pared para tocarle su área anal, él explotó y de víctima pasiva pasó a defenderse propinando duros golpes sin piedad a quien de ahí en adelante pretendiera burlarse de él. En este caso, las maestras del curso junto con las autoridades de la escuela debieron realizar una reunión de padres para calmar las quejas respecto del supuesto “niño problema que le estaba pegando a todo el mundo” y explicar la verdad de lo que estaba sucediendo; sumado a esto, se procedió a dar una charla informativa sobre el abuso sexual y la mejor manera de prevenirlo y comunicarlo a los niños y niñas. Campo de deportes Cuando la institución educativa posee un campo de deportes en otro sitio y es compartido con otras instituciones como muchas veces ocurre, se presta muy bien como escenario de la violencia hacia la víctima, porque puede incluso quedar disimulada dentro del propio juego o deporte que se practica. En otra ocasión, nos consultaron por un Pedro, de ocho años que un día, muy misterioso, le dijo a su abuelo: “Me quiero suicidar ahogado en un río”. Cuando trajeron al niño a ser evaluado por una psicóloga de nuestro equipo, pudo detectarse que estaba sufriendo acoso escolar desde que tenía seis años. Aquel día en que se animó a pedirle ayuda a su abuelo diciendo aquella frase alarmante fue porque ya no pudo soportar más las humillaciones disfrazadas de bromas pesadas de sus compañeros. Al parecer, luego de que terminara un partido de fútbol en el cual como siempre no lo dejaban participar por no saber correr tan rápido como se suponía debía correr, cinco de sus compañeros le habían atado los cordones de sus zapatillas al arco de fútbol y le habían comenzado a pegar pelotazos para que los atajara hasta que uno de los profesores lo pudo rescatar. Este niño, como tantas otras víctimas de bullying, tenía un antecedente de maltrato en su historia familiar: su madre había sido víctima de violencia física y golpes por parte de su progenitor hasta hacía un año atrás, cuando había tomado la determinación de divorciarse y realizar una denuncia judicial. En la escuela, las maestras argumentaban que Pedro era mucho más grandote y corpulento que el resto de sus compañeros, quienes se suponía lo acosaban; decían que él bien podía defenderse si así lo hubiera querido, y creían que a él le gustaba jugar el papel de víctima; por esta razón habían decidido no intervenir retando a los hostigadores. Es más, estaban convencidas de que Pedro provocaba a sus compañeros para replicar o reeditar la situación de violencia familiar. En este caso, se trabajó esta creencia con los docentes y directivos de la escuela, la cual, si bien en parte era cierta, no había sido bien interpretada. Fue así que se explicó la necesidad de protección de los niños/as frente a las situaciones de violencia y la transmisión de valores de justicia, de comunicación saludable y paz. Además, también se habló sobre la necesidad de derivación a ayuda psicológica especializada cada vez que se observaran situaciones de repetición de conductas por violencia activa o pasiva de traumas familiares, para colaborar junto con la institución a desactivar estas conductas. Fiestas Las fiestas o boliches pueden perfectamente ser un espacio ideal para dar rienda suelta a la violencia que estamos describiendo. Sin supervisión desde la escuela es mucho más sencillo complotarse para agredir en banda. Ornella era una chica de 15 años que, además de ser la mejor alumna de su clase, se destacaba como una habilidosa dibujante de personajes de historietas japonesas de estilo manga. También era muy buena deportista (competía a nivel nacional), excelente jugadora de ajedrez y amaba leer novelas y libros de ficción de muchísimas páginas. Sin embargo, a la hora de sociabilizar, estas habilidades le jugaban en contra. Sus compañeros de clase, especialmente las mujeres, se burlaban de ella y solían dejarla de lado en los recreos. Casi nunca la invitaban a las fiestas de cumpleaños y cuando lo hacían ella no solía asistir porque no se sentía cómoda; al igual que cuando iban a bailar a algún lugar, entre las demás chicas acostumbraban apartarla, cuchichear mirándola, y reírse de ella de forma sutil. Llegó un punto en que Ornella comenzó a producirse pequeños raspones clavándose las uñas en las muñecas y en los brazos hasta que, después de un tiempo, empezó a realizarse cortes en la zona de debajo de la ropa interior para que ni su madre ni nadie pudiese descubrir lo que estaba haciendo. Un día, ella decidió asistir a una fiesta y para integrarse al resto del grupo en una previa se alcoholizó hasta perder la memoria. Ese día tuvo su primera relación sexual detrás de una de las palmeras del boliche con dos chicos desconocidos de más de 18 años de los cuales nunca pudo recordar su identidad. Por suerte, a esas alturas ella ya se encontraba haciendo terapia psicológica y su psicóloga pudo convencerla de asistir a un servicio de ginecología para realizarse los correspondientes exámenes de embarazo y HIV. Si bien no estaba embarazada, luego de unos meses, cuando volvió a repetir el examen de HIV, este le dio positivo y debió someterse a tratamiento. Causas del bullying Debemos comprender que existen una multiplicidad de causas para que el bullying se manifieste, tal y como venimos desarrollando desde el inicio de este capítulo. La conjunción de víctima y victimarios obedece a una serie de factores. Vamos a señalar alguno de ellos. Entorno escolar El tipo de institución educativa es fundamental para que se desarrollen o no situaciones de bullying. Si la escuela actúa correctamente este tipo de episodios se pueden desarticular fácilmente. Para esto debemos tener una escuela comprometida con el problema y muy atenta al bienestar de