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Pared abdominal, ombligo, peritoneo, mesenterios, epiplón y retroperitoneo Richard H. Turnage, Jason Mizell, Brian Badgwell Ì N D I C E Pared abdominal y ombligo Peritoneo y cavidad peritoneal Mesenterio y epiplón Retroperitoneo PARED ABDOMINAL Y OMBLIGO__________________ Embriología La pared abdominal empieza a desarrollarse en sus primerísimas etapas de diferenciación embrionaria a partir de la placa lateral del mesodermo embrionario. En esta fase, el embrión consta de tres capas principales: una externa, protectora, denominada ectodermo; otra interna, de nutri ción, llamada endodermo, y el mesodermo. El mesodermo queda dividido por sendas hendiduras a ambos lados de la placa lateral, que en última instancia se convierten en las capas somática y esplácnica. La capa esplácnica, con su endodermo subyacente, contribuye a la formación de las visceras diferenciándose en el músculo, los vasos sanguíneos, los linfáticos y el tejido conjuntivo del tubo digestivo. La capa somática contribuye a la formación de la pared abdominal. La proliferación de las células mesodérmicas en la pared abdominal embrionaria da lugar a la formación de un tubo con forma de U invertida que, en sus fases iniciales, se comunica libremente con el celoma extraembrionario. Conforme el embrión aumenta de tamaño y se aproximan entre sí los componentes de la pared abdominal, el área ventral abierta, delimitada por el borde del amnios, se va reduciendo. Así se forma el cordón umbilical, una estructura tubular que contiene el conducto vitelino (conducto onfalomesentérico), el alantoides y los vasos san guíneos fetales que se comunican con la placenta. Al finalizar el tercer mes de gestación, las paredes corporales se han cerrado, salvo por el anillo umbilical. Como la longitud del tubo digestivo crece más deprisa que el volumen de la cavidad celómica, gran parte del intestino en desarrollo protruye a través del anillo umbilical hasta situarse dentro del cordón umbilical. Según la cavidad celómica aumenta de tamaño, hasta acomodar el intestino, este último retorna a la cavidad peritoneal en desarrollo, de suerte que solo el conducto onfalomesentérico, el alantoides y los vasos sanguíneos fetales atraviesan el anillo umbilical decreciente. Al nacer, la sangre deja de circular por los vasos umbilicales y el conducto onfalomesentérico se reduce a un cordón fibroso, que ya no se comunica con el intestino. Después de la división del cordón umbilical, el anillo umbilical cicatriza de inmediato. Anatomía La pared abdominal cuenta con nueve capas: piel, tejido subcutáneo, fascia superficial, músculo oblicuo externo, músculo oblicuo interno, 1066 músculo transverso del abdomen, fascia endoabdominal o transversal, tejido adiposo y areolar extraperitoneal o preperitoneal, y peritoneo (fig. 43-1). Tejido subcutáneo El tejido subcutáneo se compone de las fascias de Camper y Scarpa. La fascia de Camper es la capa superficial que contiene casi toda la grasa subcutánea; la fascia de Scarpa es un estrato más denso de tejido conjuntivo fibroso, que se continúa con la fascia Lata del muslo. La aproximación de la fascia de Scarpa ayuda a que la piel se alinee tras las incisiones quirúrgicas. Músculos y fascias de revestimiento Los músculos de la pared anterolateral del abdomen son los oblicuos, externo e interno, y el transverso del abdomen. Estos músculos planos encierran gran parte del perímetro del torso y originan, en la cara ante rior, una aponeurosis ancha y plana que reviste los músculos rectos del abdomen (es decir, la vaina del músculo recto). Los músculos oblicuos externos del abdomen son los más grandes y gruesos de la musculatura plana de la pared abdominal. Se originan en las siete últimas costillas y se dirigen de la cara superolateral a la inferomedial. Las fibras más posteriores descienden para insertarse en la mitad anterior de la cresta ilíaca. Las fibras musculares dan lugar a una aponeurosis plana y robusta en la línea medioclavicular que pasa por delante de la vaina del recto y se inserta medialmente en la línea alba (fig. 43-2). La porción inferior de la aponeurosis del músculo oblicuo externo gira sobre sí misma, en la cara posterior y superior, creando un surco sobre el que se encuentra el cordón espermático. Esta porción de la aponeurosis del músculo oblicuo externo se extiende desde la espina ilíaca anterosuperior hasta el tubérculo del pubis y se denomina ligamento inguinal o de Poupart. El ligamento inguinal es el borde libre inferior de la aponeurosis del mús culo oblicuo externo, por debajo del cual pasan la arteria, vena y nervio femorales, así como los músculos ilíaco, psoas mayor y pectíneo. Las hernias crurales se abren detrás del ligamento inguinal, mientras que las inguinales lo hacen por delante y encima de este ligamento. El borde inclinado del ligamento inguinal se utiliza en diversas reparaciones de la hernia inguinal, entre otras la reparación de Bassini y la reparación sin tensión de Lichtenstein (v. capítulo 44). El músculo oblicuo interno nace en la fascia del músculo iliopsoas, bajo la mitad lateral del ligamento inguinal, a partir de los dos tercios © 2018. Elsevier Esoaña. S.L.U. Reservados todos los derechos http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 43 Pared abdom ina l, om b ligo , peritoneo, mesenterios, ep ip lón y retroperitoneo 1067 Anillo inguinal Músculo recto del abdomen Cordón Arteria y vena epigástricas inferiores Anillo abdominal interno Piel Fascia de Camper Fascia de Scarpa M. oblicuo externo M. oblicuo interno M. transverso Fascia transversal Grasa preperitoneal Peritoneo FIGURA 43-1 Las nueve capas de la pared anterolateral del abdomen. (Tornado de Thorek P: Anatomy in surgery, ed 2, Philadelphia, 1962, JB Lippincott, p 358.) anteriores de la cresta ilíaca y de la fascia lumbodorsal. Sus fibras siguen un trayecto opuesto a las del músculo oblicuo externo (es decir, de la cara inferolateral a la superomedial). Las fibras superiores se insertan en las cinco últimas costillas y en sus cartílagos (fig. 43-3; v. fig. 43-24). Las fibras centrales forman una aponeurosis en la línea semilunar que se divide en las láminas anterior y posterior de revestimiento del músculo recto del abdomen por encima de la línea semicircular (de Douglas). Por debajo de la línea semicircular, la aponeurosis del mús culo oblicuo interno sigue un trayecto anterior al músculo recto del abdomen, como parte de la vaina anterior del músculo recto. Las fibras inferiores del músculo oblicuo interno tienen un curso inferomedial, paralelo al del cordón espermático, y se insertan en el pubis, entre la sínfisis y el tubérculo púbico. Algunos fascículos musculares inferiores acompañan al cordón espermático hasta el escroto, en forma del mús culo cremáster. El músculo transverso del abdomen es el más pequeño de los de la pared anterolateral del abdomen. Nace en los seis últimos cartílagos costales, las apófisis espinosas de las vértebras lumbares (donde forma una parte de la fascia lumbodorsal), la cresta ilíaca y la fascia del músculo iliopsoas, por debajo del tercio lateral del ligamento inguinal. Estas fibras tienen un curso transversal y dan origen a una lámina aponeurótica plana que pasa detrás del mús culo recto del abdomen, por encima de la línea semicircular y por delante de este músculo (fig. 43-4). Las fibras inferiores del mús culo transverso del abdomen, que tienen su origen en la fascia del músculo iliopsoas, siguen un trayecto inferomedial, junto con las fibras inferiores del músculo oblicuo interno. Estas fibras crean el arco aponeurótico del músculo transverso del abdomen, situado por encima del triángulo de Hesselbach; se trata de una referencia anatómica importante para la reparación de las hernias inguinales, en particular para la técnica de Bassini y la reparación ligamentosa de Cooper.El triángulo de Hesselbach es donde ocurren las hernias inguinales directas y está delimitado por el ligamento inguinal por abajo, el borde lateral de la vaina del músculo recto por dentro y los vasos epigástricos inferiores por fuera. El suelo del triángulo se compone de la fascia transversal. La fascia transversal cubre la superficie profunda del músculo trans verso del abdomen y forma un revestimiento fascial completo, junto M. recto del abdomen M. serrato anterior mayor Línea alba M. oblicuo externo del abdomen M. oblicuo interno del abdomen Ligamento inguinal Anillo inguinal subcutáneo Cordón Ligamento espermático fundiforme del pene Fascia lata Ombligo t e Vaina del m. recto del abdomen M. serrato anterior M. dorsal M. pectoral Fascia lumbodorsal-- Vaina del m. recto del abdomen FIGURA 43-2 A. Músculos oblicuo externo, oblicuo interno y recto del abdomen, y vaina anterior del músculo recto. B. Visión lateral del músculo oblicuo externo y de su aponeurosis, que se introduce en la vaina anterior del músculo recto. En el recuadro se aprecia el origen de las fibras del músculo oblicuo externo a partir de las últimas costillas y de sus cartílagos costales. (Tomado de McVay C: Anson and McVay's surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, pp 477-478.) http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 1068 X Abdom en M. dorsal ancho M. oblicuo interno del abdomen M. oblicuo externo del abdomen FIGURA 43-3 Visión lateral del músculo oblicuo interno. Se ha extirpado el músculo oblicuo externo para mostrar el origen del músculo oblicuo interno subyacente a partir de las últimas costillas y cartílagos costales. (Tomado de McVay C: Anson and McVay's surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, p 479.) con sus diversas prolongaciones, alrededor de la cavidad abdominal (fig. 43-5; v. fig. 43-45). Esta capa de fascia tiene el nombre regional de los músculos, a los que reviste (p. ej., fascia del músculo iliopsoas, fascia del músculo obturador y fascia inferior del diafragma). La fascia transversal se une a los fascículos musculares y aponeuróticos en una capa continua y refuerza las zonas débiles, donde escasean las fibras aponeuróticas. Esta capa responde de la integridad estructural de la pared abdominal; las hernias obedecen, por definición, a un defecto de la fascia transversal. Los músculos rectos del abdomen son músculos pares que surgen como cordones largos, planos y triangulares, con una extensión mayor en su origen, en las caras anteriores de los cartílagos cos tales V, VI y VII y la apófisis xifoides, que en su inserción, en la cresta y sínfisis del pubis. Cada músculo se compone de fascículos largos y paralelos interrumpidos por 3 a 5 intersecciones tendinosas (v. fig. 43-5). Estas intersecciones tendinosas irregulares proporcionan la inserción del músculo recto del abdomen a la vaina anterior del recto. No se observa ninguna inserción similar a la vaina posterior del recto. Estos músculos se sitúan adyacentes, y solo separados por la línea alba. Además de soportar la pared del abdomen y proteger su contenido, la contracción de estos robustos músculos flexiona la columna vertebral. Los músculos rectos del abdomen están contenidos dentro de una vaina fascial, la vaina del recto, derivada de las aponeurosis de los tres músculos abdominales planos. Por encima de la línea semicircular, la vaina fascial envuelve completamente el músculo recto del abdomen con las láminas oblicua externa y anterior de las aponeurosis del músculo oblicuo interno, que pasan delante del músculo recto del abdomen, y las aponeurosis de las láminas posteriores del músculo oblicuo interno, el músculo transverso del abdomen y la fascia transversal, que lo hacen por detrás. Debajo de la línea semicircular, todas estas capas fasciales discurren delante del músculo recto del abdomen, salvo la fascia transversal. En esta zona, la cara posterior del músculo recto del abdomen está cubierta únicamente por la fascia transversal, el tejido areolar preperitoneal y el peritoneo. La línea alba mantiene íntimamente apuestos los músculos rectos del abdomen cerca de la línea media anterior. La línea alba se compone de una banda de fibras densas y entrecruzadas de las aponeurosis de los músculos abdominales vastos. Se extiende desde la apófisis xifoi des hasta la sínfisis del pubis y es mucho más ancha por encima del ombligo que por debajo de este, lo que facilita la práctica de incisiones quirúrgicas en la línea media sin interesar la vaina derecha o izquierda de los músculos rectos. Espacio preperitoneal y peritoneo El espacio preperitoneal se sitúa entre la fascia transversal y el peritoneo parietal y contiene tejido adiposo y areolar. Por el espacio preperitoneal discurren las siguientes estructuras: • Arteria y vena epigástricas inferiores. • Ligamentos umbilicales mediales (vestigios de las arterias umbili cales fetales). • Ligamento umbilical medio (resto fibroso en la línea media del tallo alantoico o uraco fetal). • Ligamento falciforme del hígado, que va desde el ombligo al hígado. El ligamento redondo queda contenido dentro del borde libre del ligamento falciforme y representa la vena umbilical obliterada, que va desde el ombligo hasta la rama izquierda de la vena porta (fig. 43-6). El peritoneo parietal es la capa más interna de la pared abdominal y se compone de un estrato fino de tejido conjuntivo denso irregular, cubierto en su superficie interna por un estrato único de mesotelio escamoso. El peritoneo se aborda en profundidad más adelante en este capítulo. Vasos y nervios de la pared abdominal Vascularización La pared anterolateral del abdomen recibe su perfusión arterial de las seis últimas arterias intercostales y cuatro arterias lumbares, arterias epigástricas superior e inferior y arterias ilíacas circunflejas profundas (fig. 43-7). Los troncos de las arterias intercostales y lumbares, junto con los nervios intercostal, iliohipogástrico e ilioinguinal, se dirigen entre los músculos transverso del abdomen y oblicuo interno. La prolongación más distal de estos vasos atraviesa los bordes laterales de la vaina del recto en distintos planos y se anas- tomosa libremente con ramas de las arterias epigástricas superior e inferior. La arteria epigástrica superior, una de las ramas terminales de la arteria mamaria interna, alcanza la cara posterior del músculo recto del abdomen a través del espacio costoxifoideo del diafragma. Desciende con la vaina del recto para anastomosarse con ramas de la arteria epigástrica inferior. La arteria epigástrica inferior, proce dente de la arteria ilíaca externa, proximal al ligamento inguinal, atraviesa el tejido areolar preperitoneal para introducirse en la vaina lateral del músculo recto por la línea semilunar de Douglas. La arteria circunfleja ilíaca profunda, que nace en la cara lateral de la arteria ilíaca externa cerca del origen de la arteria epigástrica inferior, da lugar a una rama ascendente que penetra en la mus culatura de la pared abdominal, justo encima de la cresta ilíaca, cerca de la espina ilíaca anterosuperior. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 43 Pared abdominal, ombligo, peritoneo, mesenterios, epiplón y retroperitoneo 1069 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iza ci ón e s u n de lit o. El drenaje venoso de la pared anterior del abdomen sigue un esque- ma bastante simple, por el que las venas superficiales supraumbilicales desembocan en la vena cava superior a través de las venas mamaria interna, intercostal y torácica larga. Las venas infraumbilicales (es decir, epigástrica superficial, ilíaca circunfleja y pudenda) convergen en el hiato safeno en la ingle, y desembocan en la vena safena, haciéndose tributarias de la vena cava inferior (fig. 43-8). Las numerosas anas- tomosis existentes entre los sistemas venosos infra- y supraumbilical proporcionan vías colaterales, porlas que el retorno venoso cardíaco puede eludir una obstrucción de las venas cava superior e inferior. La vena paraumbilical, que pasa de la rama izquierda de la vena porta a lo largo del ligamento redondo para llegar al ombligo, representa una importante comunicación entre las venas de la pared superficial del abdomen y el sistema porta de los pacientes con una obstrucción venosa portal prehepática o intrahepática. En estos casos, el flujo sanguíneo portal se aparta del sistema porta, con mayor presión, y se dirige por las venas paraumbilicales hacia otras venas con menor presión de la pared abdominal anterior del abdomen. La dilatación de las venas paraumbilicales superficiales de estos pacientes se conoce como cabeza de medusa. La irrigación linfática de la pared abdominal sigue un patrón pare- cido al drenaje venoso. Los vasos linfáticos de la región supraumbilical drenan hacia los ganglios linfáticos axilares, mientras que los de la región infraumbilical lo hacen en los ganglios inguinales superficiales. Los vasos linfáticos del hígado se dirigen, a lo largo del ligamento redondo, hasta el ombligo para comunicarse con los linfáticos de la pared anterior del abdomen. A partir de esta vía, un hepatocarcinoma puede propagarse a la pared anterior del abdomen, en concreto, al ombligo (nódulo de la hermana María José). Inervación Los ramos anteriores de los nervios torácicos siguen un trayecto anteró- grado curvilíneo por los espacios intercostales en dirección a la línea media (v. fig. 43-7). Los seis nervios torácicos superiores terminan cerca del esternón en forma de ramos sensoriales cutáneos anteriores. Los nervios torácicos 7.° a 12.° viajan detrás de los cartílagos costales y de las últimas costillas y llegan a un plano situado entre los mús- culos oblicuo interno y transverso del abdomen. Los nervios 7.° y 8.° ascienden ligeramente o siguen un trayecto horizontal hasta el epigas- trio, donde los nervios inferiores adoptan una dirección cada vez más caudal. En su trayectoria medial, estos nervios emiten ramos motores para los músculos de la pared abdominal. Así, perforan medialmente la vaina del recto para suministrar la inervación sensorial a la pared anterior del abdomen. El ramo anterior del 10.° nervio torácico alcanza la piel a la altura del ombligo y el 12.° nervio torácico inerva la piel del hipogastrio. Los nervios ilioinguinal e iliohipogástrico suelen nacer en un mismo lugar, los ramos anteriores del 12.° nervio torácico y del primer nervio lumbar, y proporcionan inervación sensorial al hipogastrio y a la pared inferior del abdomen. El nervio iliohipogástrico sigue paralelo al 12.° FIGURA 43-4 A. Visión anterolateral de la fascia de revestimiento del músculo transverso del abdomen y del propio músculo, después de extirpar la fascia (recuadro). Se han extirpado los músculos oblicuos externo e interno. Obsérvese, además, el aspecto de los nervios intercostales situados entre la fascia del músculo transverso del abdomen y el músculo oblicuo interno. B. Visión anterior del músculo transverso del abdomen (izquierda) y de la fascia transversal (derecha). Obsérvese que la fascia transversal se ve después de rechazar medialmente el músculo transverso del abdomen que la cubre. (Tomado de McVay C: Anson and McVay’s surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, pp 480–481.) Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org X Abdomen1070 nervio torácico y perfora el músculo transverso del abdomen cerca de la cresta ilíaca. Tras recorrer brevemente el espacio comprendido entre el músculo transverso del abdomen y el oblicuo interno, el citado nervio perfora el oblicuo interno para situarse bajo la fascia del mús- culo oblicuo externo y dirigirse al anillo inguinal externo. Sale por el pilar superior del anillo inguinal externo y proporciona la inervación sensorial a la pared anterior del hipogastrio. El nervio ilioinguinal sigue un trayecto paralelo al iliohipogástrico, pero más próximo al ligamento inguinal que al iliohipogástrico. A diferencia del nervio hipogástrico, el ilioinguinal se dirige con el cordón espermático y sale por el anillo inguinal externo; sus ramos terminales suministran inervación sensorial a la piel de la región inguinal, así como al escroto o los labios genitales. FIGURA 43-8 Drenaje venoso y linfático de la pared anterolateral del abdomen. (Tomado de Thorek P: Anatomy in surgery, ed 2, Philadelphia, 1962, JB Lippincott, p 345.) FIGURA 43-6 Ombligo. A. Del ombligo fetal irradian la vena umbilical en dirección superior y las dos arterias umbilicales y el uraco en dirección inferior. B. Visión del ombligo desde el interior de la cavidad peritoneal: se ven el ligamento redondo del hígado (derivado de la vena umbilical obliterada) en la parte superior y el ligamento umbilical medio (derivado del uraco obliterado), así como los ligamentos umbilicales mediales (también denominados ligamentos umbilicales laterales, derivados de las arterias umbilicales obliteradas). (Tomado de Thorek P: Anatomy in surgery, ed 2, Philadelphia, 1962, JB Lippincott, p 375.) FIGURA 43-7 Arterias y nervios de la pared anterolateral del abdomen. (Tomado de McVay C: Anson and McVay’s surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, p 501.) FIGURA 43-5 Músculo recto del abdomen y contenido de su vaina. Obsérvese la línea semicircular, bajo la cual no hay vaina posterior; el músculo recto del abdomen se superpone sobre la fascia transversal, el tejido areolar preperitoneal y el peritoneo. (Tomado de McVay C: Anson and McVay’s surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, p 482.) Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 43 Pared abdominal, ombligo, peritoneo, mesenterios, epiplón y retroperitoneo 1071 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iza ci ón e s u n de lit o. Los ramos ilioinguinal, iliohipogástrico y genitales de los nervios femorales se visualizan a menudo durante la herniorrafia inguinal. Anomalías de la pared abdominal Pueden ser congénitas o adquiridas. Anomalías congénitas Hernias umbilicales. Las hernias umbilicales se pueden clasificar en tres grupos diferentes: onfalocele y gastrosquisis, hernia umbilical infantil y hernia umbilical adquirida. Onfalocele. El onfalocele es un defecto infundibular de la porción central del abdomen, a cuyo través protruyen las vísceras en la base del cordón umbilical. Se debe a un fallo en la musculatura de la pared abdominal para fusionarse en la línea media durante el desarrollo fetal. Los vasos umbilicales se extienden sobre las vísceras o se apartan a un lado. Cuando el defecto es mayor, el hígado y el bazo se sitúan dentro del cordón junto con una parte importante del intestino. Estos defectos no están cubiertos por la piel, solo por el peritoneo y, más superficialmente, por el amnios. La presencia de un onfalocele se asocia en el 50-60% de los casos a otras anomalías congénitas concomitantes del esqueleto, el tubo digestivo, el sistema nervioso, el aparato geni- tourinario o el sistema cardiovascular. Gastrosquisis. La gastrosquisis es otro defecto de la pared abdo- minal que se caracteriza por una rotura de la membrana umbilical que permite la herniación del intestino fuera de la cavidad abdominal. Este defecto ocurre casi siempre a la derecha del cordón umbilical y el intestino no está cubierto ni por piel ni por amnios. Generalmente, el intestino noha experimentado una rotación y fijación mesentérica completa, por lo que el lactante corre el riesgo de sufrir un vólvulo mesentérico, con la consiguiente isquemia y necrosis intestinales. Cerca del 10% de los pacientes sufren anomalías congénitas asociadas. El onfalocele y la gastrosquisis se comentan con más detalle en el capítulo 66. Hernia umbilical del lactante. Las hernias umbilicales de los lactantes surgen unos días o semanas después de la caída del muñón del cordón umbilical y se deben a una debilidad en la adherencia entre los restos cicatriciales del cordón umbilical y el anillo umbilical. A dife- rencia del onfalocele, la hernia umbilical del lactante está cubierta por piel. En general, estas pequeñas hernias ocurren en el borde superior del anillo umbilical. Se reducen con facilidad y sobresalen cuando el pequeño llora. La mayoría de las hernias remite en los primeros 24 meses de vida y las complicaciones, como la estrangulación, son raras. La reparación quirúrgica está indicada cuando la hernia persiste más allá de los 3 o 4 años. Este trastorno y su tratamiento se comentan con mayor amplitud en los capítulos 44 y 66. Hernia umbilical adquirida. En este caso, la hernia umbilical aparece mucho después del cierre del anillo umbilical. La hernia ocurre casi siempre en el borde superior del ombligo y se debe al debilitamien- to del tejido cicatricial que normalmente cierra el anillo umbilical. Este debilitamiento puede estar causado por una distensión exagerada de la pared abdominal, como ocurre durante el embarazo, un parto con muchas contracciones o una ascitis. A diferencia de las hernias umbilicales del lactante, las hernias umbilicales adquiridas no remiten espontáneamente, sino que van aumentando poco a poco. El denso anillo fibroso herniario, situado en el cuello de la hernia, explica por qué la estrangulación del intestino o del epiplón herniados representa una complicación importante. Anomalías derivadas de la persistencia del conducto onfalome sentérico. El intestino medio se comunica ampliamente con el saco vitelino durante el desarrollo fetal. A medida que los componentes de la pared abdominal se aproximan entre sí, se estrecha el conducto onfalomesentérico hasta situarse dentro del cordón umbilical. Con el tiempo, la comunicación entre el saco vitelino y el intestino se oblitera y el intestino reside libremente dentro de la cavidad peritoneal. La persis- tencia de parte o de todo el conducto onfalomesentérico origina una serie de anomalías relacionadas con el intestino y la pared abdominal (fig. 43-9). La persistencia del extremo intestinal del conducto onfalomesen- térico determina una anomalía conocida como divertículo de Meckel. Estos divertículos congénitos surgen en el borde antimesentérico del intestino delgado, casi siempre en el íleon. A menudo se aplica a estas lesiones la regla del dos, ya que afectan aproximadamente al 2% de la población, se localizan a una distancia de 60 cm de la válvula ileocecal, suelen medir 5 cm y contienen dos tipos de mucosa ectópica (gástrica y pancreática). Estas lesiones pueden complicarse por inflamación, perforación, hemorragias u obstrucciones. La hemorragia digestiva se debe a la ulceración péptica de la mucosa intestinal adyacente por la secreción de ácido clorhídrico a partir de células parietales ectópicas situadas dentro del divertículo. La obstrucción intestinal que acompaña al divertículo de Meckel se explica, de ordinario, por la invaginación o por un vólvulo alrededor de una comunicación fibrosa anómala entre el divertículo y la cara posterior del ombligo. Estas lesiones se comentan en el capítulo 49. El conducto onfalomesentérico puede conservar la permeabilidad a lo largo de su trayectoria y crear una fístula enterocutánea entre la porción distal del intestino delgado y el ombligo. Este estado se mani- fiesta por la salida de meconio y de moco a partir del ombligo en los primeros días de vida. Dado el riesgo de vólvulo mesentérico en torno a un conducto onfalomesentérico persistente, hay que tratar de eliminar estas lesiones mediante laparotomía y extirpación del trayecto fistuloso. La persistencia del extremo distal del conducto onfalomesentérico se sigue de un pólipo umbilical, una pequeña excrecencia de la mucosa del conducto onfalomesentérico del ombligo. Estos pólipos remedan granulomas umbilicales, si bien no ceden tras la cauterización con el nitrato de plata. Indican la presencia de un conducto onfalomesentérico persistente o un seno umbilical y se tratan mediante la resección del resto mucoso y el conducto onfalomesentérico o aro umbilical si existe. Los senos umbilicales se deben a la persistencia de la porción distal del FIGURA 43-9 Anomalías causadas por la persistencia del conducto onfalomesentérico. A. Quiste del conducto onfalomesentérico. B. Persistencia del conducto onfalomesentérico con fístula enterocutánea. C. Quiste del conducto onfalomesentérico y seno. D. Cordón fibroso entre el intestino delgado y la cara posterior del ombligo. E. Divertículo de Meckel. (Tomado de McVay C: Anson and McVay’s surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, p 576.) Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org X Abdomen1072 conducto onfalomesentérico. La morfología del trayecto sinusoidal se puede delimitar fácilmente con un sinograma. El tratamiento consiste en la extirpación del seno. Por último, la acumulación de moco en una porción de un conducto onfalomesentérico persistente origina la aparición de un quiste, que puede asociarse con el intestino o con el ombligo a través de una banda fibrosa. El tratamiento se basa en la extirpación del quiste y del conducto onfalomesentérico persistente asociado. Anomalías por la persistencia del alantoides. El alantoides es el componente más craneal de la cloaca ventral embriológica. La por- ción intraabdominal del alantoides se denomina uraco y comunica la vejiga urinaria con el ombligo, mientras que la porción extraab- dominal está contenida dentro del cordón umbilical. Al final de la gestación, el uraco se convierte en un cordón fibroso que viaja entre la zona extraperitoneal de la vejiga urinaria y el ombligo en forma del ligamento umbilical medio. La persistencia de parte o de todo el uraco puede motivar una fístula vesicocutánea, con aparición de orina en el ombligo; un quiste extraperitoneal del uraco, que se manifiesta como una masa hipogástrica, o un seno del uraco, con drenaje de una pequeña cantidad de moco. Como dentro de las posibles com- plicaciones se encuentra la malignización, el tratamiento consistirá en la resección de los restos del uraco con cierre de la vejiga en caso necesario. Anomalías adquiridas Diástasis de los rectos. La diástasis de los músculos rectos se refiere al adelgazamiento de la línea alba en el epigastrio y se manifies- ta por una protrusión de la pared anterior del abdomen en la línea media. La fascia transversal se encuentra intacta y, en consecuencia, no existe hernia. No se reconocen los bordes fasciales y no hay riesgo de estrangulación intestinal. La diástasis de los rectos llama particu- larmente la atención del paciente durante los esfuerzos abdominales o al levantar la cabeza de la almohada. El tratamiento consiste en tranquilizar al paciente y a la familia, comentando la naturaleza inocua del trastorno. Hernias de la pared anterior del abdomen. Las hernias epigástricas suceden en lugares por donde los vasos y nervios perforan la línea alba para dirigirse al tejido subcutáneo. El tejido areolar extraperitoneal y, en ocasiones, el peritoneo pueden herniarse hasta el tejido subcutáneo a través de estas aberturas. Si bien se trata de hernias, porlo común, pequeñas, pueden causar dolor y molestias locales importantes, por la compresión directa que el saco herniario y su contenido ejercen sobre los nervios que emergen por el mismo orificio fascial. Las hernias de Spiegel ocurren a través de la fascia, en la región de la línea semilunar, y se manifiestan por dolor y molestias locales y, rara vez, por una masa palpable. El saco herniario suele ser delgado, tiende a permanecer debajo de la aponeurosis del músculo oblicuo externo y casi nunca se palpa. La ecografía de la pared abdominal o la tomografía computa- rizada (TC) con cortes finos del abdomen resultan diagnósticas, si se analiza cuidadosamente el lugar de la lesión. El tratamiento se basa en un cierre quirúrgico simple del defecto parcial. Las hernias se comentan en el capítulo 44. Hematoma de la vaina del recto. Los hematomas de la vaina rec- tal constituyen una alteración poco frecuente que se caracteriza por un dolor abdominal agudo y la aparición de una masa en la pared abdominal. Es más frecuente en las mujeres y en las personas de más edad. En una revisión de 126 pacientes con hematomas de la vaina rectal tratados en la Mayo Clinic se comprobó que casi el 70% de ellos estaban tomando anticoagulantes en el momento del diagnóstico. También son frecuentes los antecedentes de traumatismos o lesiones no quirúrgicas de la pared abdominal (48%) y la presencia de tos (29%).1 Se ha observado en las mujeres una correlación entre los hematomas de la vaina rectal y la gestación. El síntoma más frecuente de los hematomas de la vaina rectal es un dolor abdominal de comienzo brusco, que puede ser muy intenso y a menudo se acentúa con los movimientos que obligan a contraer la pared abdominal. A la exploración física se aprecia sensibilidad sobre la vaina rectal, a menudo con defensa muscular voluntaria. En algunos pacientes (63% en el estudio de la Mayo Clinic) puede observarse una masa en la pared abdominal. También puede aparecer equimosis en la pared abdominal, incluidas equimosis periumbilicales (signo de Cullen) y coloración azulada en los costados (signo de Grey Turner) si pasa algún tiempo entre el comienzo de los síntomas y el estudio del paciente. El dolor y la sensibilidad asociados a este trastorno pueden ser bastante intensos y hacer pensar en una peritonitis. El hematocrito puede descender en aquellos casos en los que el hematoma se expande hasta los espacios perivesical y preperitoneal, aunque no es habitual observar inestabilidad hemodinámica. La ecografía o la TC permiten confirmar la presencia del hematoma y localizarlo en la pared abdominal casi siempre. En la mayoría de los casos, los pacientes con hematomas de la vaina rectal responden favorablemente al reposo y los analgésicos y, si fuera necesario, a la transfusión de sangre. En el estudio de la Mayo Clinic, casi el 90% de los pacientes respondieron favorablemente a este tratamiento. En general, hay que corregir las coagulopatías; no obstante, en algunos casos escogidos puede ser prudente mantener la anticoagulación, dependiendo de las indicaciones para la misma y de la gravedad del sangrado. El crecimiento del hematoma obliga a la embolización angio- gráfica del vaso sangrante o, con menos frecuencia, a la evacuación quirúrgica del hematoma y a la hemostasia. Neoplasias malignas de la pared abdominal Las neoplasias malignas más frecuentes de la pared abdominal son los tumores desmoides y los sarcomas. Aunque inhabituales, diversos cánceres frecuentes pueden metastatizar a través del torrente sanguí- neo en tejidos blandos de la pared abdominal, donde se presentan como masas de tejido blando. Esta presentación se da con particular frecuencia en el melanoma metastásico. Por último, la diseminación transperitoneal a la pared abdominal por parte de neoplasias malignas intraabdominales puede complicar las biopsias transabdominales o las técnicas quirúrgicas. Tumor desmoide El tumor desmoide, también conocido como fibromatosis, fibromatosis agresiva o fibromatosis de tipo desmoide es una neoplasia infrecuente, que se desarrolla de manera esporádica o como parte de un síndrome hereditario, por ejemplo, poliposis adenomatosa familiar (PAF) y sín- drome de Gardner, un síndrome autosómico dominante con pólipos adenomatosos digestivos o carcinoma, osteomas y tumores cutáneos y de tejidos blandos. Estos tumores se desarrollan a partir de tejido fibroa- poneurótico y se presentan de manera característica como tumores de crecimiento lento. Aunque carecen de potencial metastásico, pueden ser multifocales, así como localmente agresivos e invasivos, con elevada propensión a la recidiva. Los tumores desmoides se suelen clasificar en función de su loca- lización, como desmoides extraabdominales o de las extremidades (es decir, que afectan a las extremidades proximales o a las cinturas de las extremidades), tumores de la pared abdominal y desmoides intraabdominales (v. «Tumores desmoides mesentéricos e intraab- dominales») que afectan al mesenterio, la pelvis o la pared intestinal. La frecuencia de los tumores desmoides en la población general es de 2,4 a 4,3 casos/millón. No obstante, el riesgo aumenta 1.000 veces en pacientes con PAF.2,3 La mayoría de los tumores desmoides son esporádicos y característicos en mujeres jóvenes durante el emba- razo o en el primer año desde el parto. El uso de anticonceptivos orales también se ha asociado a desarrollo de estos tumores. Tales asociaciones, en combinación con la detección de receptores de estrógenos en el tumor, indican un papel regulador de los estrógenos en la enfermedad. Los pacientes con tumor desmoide se presentan con una masa asintomática o bien con síntomas relacionados con el efecto de masa del tumor. A menudo, existe asociación temporal entre el descubrimiento Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 43 Pared abdominal, ombligo, peritoneo, mesenterios, epiplón y retroperitoneo 1073 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iza ci ón e s u n de lit o. del tumor y antecedentes de traumatismo o cirugía abdominales.3 Los estudios de imagen (por TC o resonancia magnética [RM]) son nece- sarios para delimitar plenamente el alcance de la afectación tumoral, aunque por lo demás no es preciso proceder a estadificación de la enfermedad metastásica. En la TC un desmoide aparece como una masa homogénea desarrollada a partir de tejido blando de la pared abdominal (fig. 43-10). Un tumor desmoide se muestra como una masa homogénea e isointensa en comparación con las imágenes de RM ponderadas en T1, en tanto que las ponderadas en T2 presentan mayor heterogeneidad e intensidad de señal ligeramente inferior a la de la grasa. La biopsia es necesaria para establecer el diagnóstico. La biopsia por aspiración con aguja gruesa pone de manifiesto un tumor formado por haces de células fusiformes y abundante estroma fibroso. El centro del tumor es a menudo acelular, mientras que la periferia contiene la mayor parte de los fibroblastos. La histología puede ser similar a la del fibrosarcoma de grado bajo, aunque la distinción diagnóstica no suele ser difícil, ya que los fibroblastos están altamente diferenciados y carecen de la actividad mitótica de las neoplasias malignas. La inmu- nohistoquímica puede ayudar a clarificar los diagnósticos complejos. Es característico que los tumores presenten tinción positiva para β-catenina, actina y vimentina y tinción negativa para citoqueratina y S-100. La resección del tumor con un amplio margen de tejido normal se ha considerado históricamente el tratamiento de elección. A menudo, el alcance de esta resección requiere reconstrucción de la pared abdo- minal con colgajosde tejido local o prótesis de malla. La integridad de la resección es un importante factor pronóstico. Stojadinovic et al.4 han referido que el 68% de los tumores desmoides resecados con margen positivo recidivan en 5 años, mientras que ninguno lo hace en los casos en los que el margen de resección quedó libre de enfermedad. Sin embargo, recientemente ha ganado aceptación la opción de retrasar la cirugía en los pacientes con tumores desmoides, sobre todo en los que necesitarían una intervención con notable riesgo de morbilidad y pérdida de función.5 Este abordaje, que se centra en un período de observación inicial de todos los pacientes, se basa en los datos actuales que indican que los márgenes quirúrgicos negativos no son tan importantes como se creía y también en la elevada frecuencia de recidivas locales a pesar del tratamiento local óptimo.6,7 Los pacientes sometidos a observación necesitan un seguimiento estrecho para identificar de forma precoz el cre- cimiento del tumor, y se debe acordar la realización de frecuentes estudios de imagen. Los estudios indican que aproximadamente un 50% de ellos no progresarán en el seguimiento a corto plazo, y hasta un 10% podrían experimentar una regresión espontánea.5,8,9 Actualmente, el tratamiento habitual incluye un abordaje con- servador de la selección de los pacientes con fibromatosis de tipo desmoide candidatos a la cirugía, y serán precisos más estudios para identificar a determinados subgrupos que podrían beneficiarse de la misma.10,11 Los desmoides de la pared abdominal son sensibles a la radio- terapia, aunque el efecto del tratamiento es lento y puede ser pro- gresivo a lo largo de los años. La radioterapia sola es una opción terapéutica aceptable para pacientes con tumores desmoides irrese- cables o tumores en los que la resección se asocie a elevado riesgo de morbilidad o pérdida de función significativa. Una revisión retrospectiva del MD Anderson Cancer Center ha comunicado una tasa de recidiva a 10 años del 38% para la cirugía sola (27% para la de márgenes negativos), del 25% para la cirugía combinada con radiación y del 24% para la radioterapia sola.6 También se llegó a la conclusión de que la radioterapia sola puede mitigar los efectos adversos de los márgenes positivos sobre la recidiva tumoral local. Otros estudios de extensión similar han referido tasas de control local de aproximadamente el 80% con radioterapia, que resultan uniformemente equivalentes, o incluso superiores, a las de la cirugía sola.12 La radioterapia adyuvante es objeto de controversia y la mayoría de los centros reservan esta modalidad para pacientes con márgenes positivos o márgenes próximos, debido a la presencia de estructuras vitales. El uso de radioterapia neoadyuvante está menos aceptado que el del tratamiento adyuvante, debido a la lentitud de los tiempos de respuesta, que en ocasiones son de 1 año o más, lo que dificulta la posible reconstrucción subsiguiente de la pared abdominal, y con un escaso número de estudios que hayan constatado un efecto beneficioso claro. Los antagonistas de receptores de estrógenos, los antiinflamatorios no esteroideos y la quimioterapia sistémica se han empleado con éxito en el tratamiento de pacientes con tumores desmoides localmente avanzados, recurrentes o irresecables. El uso de estos fármacos en el contexto adyuvante o neoadyuvante no está bien estudiado y es preferible en un contexto de ensayo clínico. La detección de receptores de estrógenos en tumores desmoides y la asociación a embarazo y uso de anticonceptivos orales, da cierto apoyo al empleo de antiestrógenos como el tamoxifeno. Se ha referido mejora clínica en un 43% de los pacientes tratados con antiestrógenos, aunque la tasa de respuesta varía según los distintos estudios. Las res- puestas tumorales a los antiestrógenos son de inicio lento, si bien con frecuencia duran varios años.13,14 La mayoría de los tratamientos con antiinflamatorios no esteroideos se realizan con sulindaco, aunque también se ha empleado indometacina. Un estudio en el que se utilizó una combinación de tamoxifeno en dosis altas y sulindaco recomen- dó este régimen como tratamiento inicial de los tumores desmoides asociados a PAF.15 Diversos regímenes quimioterápicos citotóxicos se han aplicado al tratamiento de pacientes con desmoides inoperables. Se han referido regímenes con metotrexato y vimblastina, tratamiento basado en la doxorubicina y regímenes basados en la ifosfamida, con respuesta positivas en un porcentaje de pacientes comprendido entre el 20 y el 40%.13,16 Para desmoides de crecimiento rápido, los oncólogos pueden recomendar tratamientos típicamente utilizados contra los sarcomas, como la combinación de doxorubicina y dacarbacina. Algunos informes también han mencionado en este contexto el imatinib, un inhibidor de la tirosina cinasa, como opción terapéutica eficaz para pacientes afectados por estos tumores.17 FIGURA 43-10 TC abdominal que muestra un tumor desmoide desa- rrollado en la vaina del recto izquierdo. El tumor aparece como una masa de tejido blando homogénea. Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org X Abdomen1074 Sarcoma de la pared abdominal El sarcoma de la pared abdominal se clasifica como sarcoma troncal, incluyendo el tórax y la pared abdominal, y es responsable de entre el 10 y el 20% del conjunto de sarcomas. En general, los sarcomas son poco frecuentes y los de la pared abdominal resultan extremadamente inhabituales. De manera similar a lo que sucede en los tumores des- moides, estas neoplasias suelen presentarse como masas indoloras, aunque hasta un tercio de los pacientes con sarcomas de la pared abdominal presentan dolor en la localización del tumor. Se han de estudiar los pertinentes antecedentes, con referencia a eventuales casos de retinoblastoma, PAF, neurofibromatosis, radioterapia o síndrome de Li-Fraumeni. El diagnóstico diferencial incluye numerosos trastornos frecuentes, como lipomas, hematomas, hernias ventrales, endometriosis y procesos infecciosos, como, por ejemplo, granulomas en el sitio de punción en diabéticos. Entre los subtipos histológicos se cuentan liposarcoma, fibrosarcoma, leiomiosarcoma, rabdomiosarcoma e his- tiocitoma fibroso maligno. Los estudios de imagen axial con TC o RM ofrecen información importante referida a la localización y el alcance del tumor, así como a la afectación de estructuras contiguas. Se ha de obtener una TC torácica para descartar la enfermedad metastásica. El diagnóstico defi- nitivo requiere biopsia, que puede realizarse mediante aguja gruesa o incisión. La precisión de la biopsia con aguja gruesa se ha confirmado sólidamente en más del 90% de los casos y, en lesiones profundas, puede realizarse bajo guía con TC. En caso de biopsia incisional, lo más idóneo es que sea obtenida por el mismo cirujano que vaya a realizar la resección definitiva, ya que debe orientarse en el mismo plano que el músculo subyacente, a fin de minimizar la pérdida innecesaria de tejido durante la técnica definitiva y facilitar la reconstrucción. No es conveniente intentar desarrollar colgajos de tejido en torno a la lesión y la hemostasia ha de ser meticulosa, ya que debe evitar la diseminación del tumor a lo largo de los planos tisulares por un hematoma post- operatorio. El tratamiento definitivo de los sarcomas de la pared celular es la resección con márgenes libres de tumor; la mayoría de los cirujanos son partidarios de un margen de al menos 2 cm en torno al tumor. Sin embargo, se debe contraponer la extensión de la resección y la morbilidad asociada, dado que el mayor riesgo de muerte se asocia a la enfermedad metastásica, no a la recidiva local.Las metástasis gangliona- res son poco frecuentes (2-3%). Es posible realizar una reconstrucción del defecto de la pared abdominal mediante colgajos miocutáneos o con mallas protésicas, en función de la localización y la extensión de la resección. La respuesta a la radioterapia y la quimioterapia es en general escasa, aunque la frecuencia de respuestas específicas depende del grado y la histología. Los sarcomas de tejidos blandos se analizan con más detalle en el capítulo 31. Enfermedad metastásica Las metástasis en la pared abdominal pueden producirse por disemina- ción directa a la pared abdominal durante la biopsia o resección de una neoplasia maligna intraabdominal, o bien por extensión hematógena de un tumor avanzado. El riesgo de implantación del tumor en la localización del puerto tras una resección de colon laparoscópica de un adenocarcinoma es del 0,9% y, según se ha demostrado en ensayos con- trolados aleatorizados, no es distinto del riesgo de recidiva tumoral en la herida tras resección de colon abierta.18 La implantación de tumor en las heridas puede tener especial importancia durante la cirugía de citorreducción con quimioterapia hipertérmica intraperitoneal, que se aplica como tratamiento de una neoplasia maligna de la superficie peritoneal. Los pacientes sometidos a cirugía de citorreducción típica- mente se han sometido a cirugías previas con formación de cicatrices o tumores en la pared abdominal, y a menudo necesitan una resección de la misma con reconstrucción compleja. Los tumores que con mayor frecuencia metastatizan en tejidos blandos son los de pulmón y colon, el melanoma y el tumor de células renales. Aunque las metástasis en tejidos blandos son infre- cuentes, la pared abdominal es la localización de este tipo de recidiva en aproximadamente el 20% de los casos.19 De manera similar a lo que sucede en desmoides o sarcomas, las metástasis en la pared abdominal se presentan como masas indoloras. La tinción inmunohis- toquímica del tumor permite la identificación específica del tipo de tumor primario y facilita la diferenciación de los sarcomas primarios de la pared abdominal. El nódulo de la hermana María José es des- crito con cierta frecuencia, aunque rara vez se observa, es un nódulo palpable en la región del ombligo como forma de cáncer metastásico abdominal o pélvico. Síntomas de las enfermedades intraabdominales referidos a la pared abdominal El dolor abdominal se puede clasificar como visceral, somatoparietal y referido. El dolor visceral obedece a la estimulación de los noci- ceptores viscerales por la inflamación, la distensión o la isquemia. El dolor es sordo y se localiza con dificultad en el epigastrio, regiones periumbilicales o hipogastrio, en función del origen embrionario del órgano afectado. La inflamación del estómago, el duodeno y el árbol biliar (derivados del intestino embrionario interior) origina un dolor visceral epigástrico. La estimulación de los nociceptores de los órganos derivados del intestino medio (es decir, intestino delgado, apéndice, colon derecho, colon transverso proximal) da una sensación dolorosa en la región periumbilical, mientras que la inflamación o distensión de los órganos derivados del intestino posterior (colon transverso distal, colon izquierdo y recto) produce dolor hipogástrico. El dolor se aprecia en la línea media, porque estos órganos transmiten aferencias sensoriales simpáticas a ambos lados de la médula espinal. El dolor se localiza mal, pues la mayoría de las vísceras cuenta con una inervación multisegmentaria y contiene menos receptores nerviosos que otros órganos muy sensibles, como la piel. El dolor se caracteriza, casi siempre, por espasmos, ardor o calambres y puede acompañarse de efectos vegetativos secundarios, como sudoración, agitación, náuseas, vómitos, transpiración y palidez. El dolor somatoparietal obedece a la inflamación del peritoneo parietal y es más intenso, y se localiza con más precisión que el visceral. Los impulsos nerviosos que median en el dolor parietal viajan junto con los nervios raquídeos sensoriales somáticos y alcanzan a la médula espinal con los nervios periféricos correspondientes a los dermatomas de la región comprendida entre la sexta vértebra dorsal y la primera lumbar. El dolor parietal se puede lateralizar, ya que solo un lado del sistema nervioso inerva una porción concreta del peritoneo parietal. La diferencia entre el dolor visceral y el somatoparietal se ilus- tra perfectamente por el dolor de la apendicitis aguda: el dolor vis- ceral periumbilical inicial, vago, se sigue de un dolor somatoparietal localizado en el punto de McBurney. El dolor visceral se produce por la distensión e inflamación del apéndice, mientras que el dolor soma- toparietal localizado en la fosa ilíaca derecha obedece a la propagación de la inflamación al peritoneo parietal. El dolor referido se advierte en regiones anatómicas alejadas del órgano afectado. Este fenómeno obedece a la convergencia de las neuro- nas aferentes viscerales, que inervan un órgano dañado o inflamado con fibras aferentes somáticas que nacen en una región anatómica específica situada en el plano de las neuronas medulares de segundo orden. Ejem- plos conocidos de dolor referido son el dolor del hombro por irritación del diafragma, el dolor escapular asociado con la enfermedad aguda del árbol biliar o el dolor testicular o en los labios genitales causado por la inflamación retroperitoneal. PERITONEO Y CAVIDAD PERITONEAL Anatomía El peritoneo consta de una sola hoja de epitelio escamoso simple de origen mesodérmico, denominado mesotelio, que se apoya sobre un Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 43 Pared abdominal, ombligo, peritoneo, mesenterios, epiplón y retroperitoneo 1075 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iza ci ón e s u n de lit o. estroma delgado de tejido conjuntivo. Su superficie se extiende desde 1 hasta 1,7 m2, que se corresponde aproximadamente con la superficie corporal total. La cavidad peritoneal de los hombres se encuentra sellada, mientras que la de las mujeres se abre al exterior a través de los orificios de las trompas de Falopio. La membrana peritoneal se divide en sus componentes parietal y visceral. El peritoneo parietal cubre las caras anterior, lateral y posterior de la pared abdominal, así como la cara inferior del diafragma y de la pelvis. El peritoneo visceral reviste casi toda la superficie de los órganos intraperitoneales (es decir, estómago, yeyuno, íleon, colon transverso, hígado y bazo) y la cara anterior de los órganos retroperitoneales (es decir, duodeno, colon izquierdo y derecho, páncreas, riñones y glándulas suprarrenales). La cavidad peritoneal está subdividida en compartimentos o espacios intercomunicados por 11 ligamentos y mesenterios. Los ligamentos o mesenterios peritoneales comprenden los ligamentos coronario, gastrohepático, hepatoduodenal, falciforme, gastrocólico, duodenocólico, gastroesplénico, esplenorrenal y frenocólico, el meso- colon transverso y el mesenterio del intestino delgado (fig. 43-11). Estas estructuras dividen el abdomen en nueve posibles espacios: subfrénico derecho e izquierdo, subhepático, supramesentérico e inframesentérico, desfiladeros paracólicos derecho e izquierdo, pelvis y transcavidad de los epiplones. Estos ligamentos, mesenterios y espacios peritoneales dirigen la circulación del líquido de la cavidad peritoneal y, en consecuencia, ayudan a predecir la vía de propagación de las infecciones y enfermedades malignas. Por ejemplo, la perforación del duodeno por una úlcera péptica puede motivar el desplazamiento del líquido (y la aparición de abscesos) haciael espacio subhepático, el desfiladero paracólico derecho y la pelvis. La irrigación del peritoneo visceral proviene de los vasos sanguíneos esplácnicos, mientras que el peritoneo parietal es nutrido por ramas de los vasos intercostales, subcostales, lumbares e ilíacos. La inervación del peritoneo visceral y parietal se comentó antes. Fisiología El peritoneo es una membrana semipermeable bidireccional que con- trola la cantidad de líquido dentro de la cavidad peritoneal, propicia el secuestro y la eliminación de las bacterias de la cavidad peritoneal y facilita la migración de las zonas inflamatorias desde la microcirculación hacia la cavidad peritoneal. En condiciones normales, la cavidad perito- neal contiene menos de 100 ml de líquido seroso estéril. Las microve- llosidades de la superficie apical del mesotelio peritoneal aumentan de forma considerable la superficie y fomentan una absorción rápida del líquido de la cavidad peritoneal hacia los vasos linfáticos y la circulación portal y general. La cantidad de líquido de la cavidad peritoneal puede llegar a muchos litros en algunas enfermedades, como la cirrosis, el síndrome nefrótico y la carcinomatosis peritoneal. La circulación de líquido dentro de la cavidad peritoneal es impulsada, en parte, por el movimiento del diafragma. Los poros intercelulares en el peritoneo que cubre la cara inferior del diafragma (llamados estomas) comunican con los depósitos linfáticos intradia- fragmáticos. La linfa de estos conductos linfáticos diafragmáticos fluye a través de los vasos linfáticos o pleurales hasta los ganglios linfáticos regionales y, en última instancia, el conducto torácico. La relajación del diafragma durante la espiración abre estos orificios y la presión intratorácica negativa impulsa el líquido y las partículas, incluidas las bacterias, hacia los estomas. La contracción del diafragma durante la inspiración impele la linfa de los conductos linfáticos medias- tínicos hacia el conducto torácico. Se ha propuesto que esta bomba diafragmática desplaza el líquido peritoneal en sentido cefálico, hacia el diafragma y los vasos linfáticos torácicos. Este patrón circulatorio del líquido peritoneal, en dirección al diafragma y a los conductos linfáticos centrales, se corresponde con la aparición rápida de sepsis entre los pacientes con infecciones intraabdominales generalizadas o con la perihepatitis del síndrome de Fitz-Hugh-Curtis que acompaña a la salpingitis aguda. El peritoneo y la cavidad peritoneal responden a la infección de cinco maneras diferentes: 1. Las bacterias son eliminadas de inmediato de la cavidad peritoneal a través de los estomas diafragmáticos y de los linfáticos descritos en el párrafo anterior. 2. Los macrófagos peritoneales liberan mediadores proinflamatorios que favorecen la migración de los leucocitos a la cavidad peritoneal de la microcirculación vecina. 3. Los mastocitos peritoneales, con su desgranulación, liberan his- tamina y otros productos vasoactivos que provocan una vasodila- tación local, así como la extravasación de un líquido rico en pro- teínas que contiene complemento e inmunoglobulinas al espacio peritoneal. FIGURA 43-11 Ligamentos peritoneales y reflexiones mesentéricas del adulto. Estas inserciones dividen el abdomen en nueve espacios potenciales: espacio subfrénico derecho e izquierdo, subhepático, suprame- sentérico e inframesentérico, y desfiladeros paracólicos derecho e izquierdo, pelvis y bolsa epiploica (detalle, derecha). (Tomado de McVay C: Anson and McVay’s surgical anatomy, ed 6, Philadelphia, 1984, WB Saunders, p 589.) Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org X Abdomen1076 4. Las proteínas del líquido peritoneal opsonizan las bacterias y, junto con la activación de la cascada del complemento, desencadenan fagocitosis y destrucción de las bacterias, mediadas por los neu- trófilos y los macrófagos. 5. Las bacterias quedan secuestradas dentro de matrices de fibrina, lo que favorece la formación de abscesos y limita la propagación general de la infección. Trastornos peritoneales Ascitis Fisiopatología y etiología. La ascitis es la acumulación patológica de líquido dentro de la cavidad peritoneal. Las causas principales de la ascitis y la base fisiopatológica se enumeran en la cuadro 43-1. La cirrosis es una causa importante de ascitis en EE. UU. y representa aproximadamente el 85% de los casos. La ascitis es la complicación más frecuente de la cirrosis, y aproximadamente el 50% de los pacientes cirróticos compensados desarrollan ascitis durante los 10 años posterio- res a su diagnóstico. La aparición de la ascitis es un factor pronóstico importante y desfavorable en los pacientes cirróticos, ya que se la ascitis asocia al desarrollo de peritonitis bacteriana espontánea, a insuficiencia renal, a un deterioro de la calidad de vida y a un aumento del riesgo de muerte en los 2-5 años siguientes. En pacientes cirróticos, los dos principales factores implicados en la aparición de la ascitis son la retención renal de sodio y agua y la hipertensión portal. El riñón retiene sodio debido a la activación de los sistemas renina-angiotensina-aldosterona y nervioso simpático, que favorecen la reabsorción de sodio por los túbulos renales pro- ximal y distal. Se cree que la liberación anormal de óxido nítrico en la circulación esplácnica induce vasodilatación y una reducción del volumen sanguíneo circulante efectivo. Para restablecer dicho volumen se genera renina, aldosterona y otras hormonas a modo de mecanis- mos contrarreguladores. La hipertensión portal se produce por una obstrucción vascular postsinusoidal a causa del depósito de colágeno en el hígado cirrótico. El aumento de la presión hidrostática en los sinusoides hepáticos y en los vasos esplácnicos favorece la extravasación de líquido de la microvascularización al compartimento extracelular. La ascitis aparece cuando el sistema linfático ya no puede devolver todo este líquido a la circulación sistémica. Algunos estudios han revisado el mecanismo fisiopatológico subyacente a la retención de líquidos, la hiponatremia y la formación de ascitis que caracteriza a los pacientes con cirrosis.20,21 La obstrucción del flujo venoso hepático o portal sin la presencia de cirrosis (p. ej., en la trombosis de la vena porta o el síndrome de Budd- Chiari, respectivamente) favorece igualmente la formación de ascitis por un aumento de la presión hidrostática en la microvasculatura vis- ceral. Un mecanismo parecido contribuye a la aparición de ascitis en los pacientes con insuficiencia cardíaca, aunque la liberación de vasopresina y renina-angiotensina-aldosterona favorece también la retención de sodio y agua en estos pacientes. Los enfermos con neoplasias malignas sufren ascitis por uno de estos tres mecanismos: 1. Varias metástasis hepáticas estrechan u obstruyen las ramas de la vena porta, con la hipertensión portal consiguiente. 2. Varios focos de células malignas dispersos por la cavidad peritoneal liberan un líquido rico en proteínas hacia la cavidad peritoneal, como en la carcinomatosis peritoneal. 3. La obstrucción de los vasos linfáticos retroperitoneales por el tumor maligno, por ejemplo un linfoma, determina una rotura de los principales conductos linfáticos y la salida de líquido quiloso a la cavidad peritoneal. Por último, la ascitis puede obedecer al escape de secreción pan- creática o de bilis a la cavidad peritoneal tras la rotura o lesión de uno de los conductos pancreáticos o biliares de mayor calibre. Manifestaciones clínicas y diagnóstico. El diagnóstico de la ascitis se establece a partir de la historia clínica y del aspecto del abdomen. Obviamente, hay que buscar factoresde riesgo de hepatitis o cirrosis, así como indicios de cardiopatía, enfermedad renal o neoplasia maligna. Un abdomen globuloso y prominente, con matidez en los flancos, es compatible con la presencia de ascitis. Para detectar la matidez mediante la percusión se necesita la presencia de aproximadamente CUADRO 43-1 Causas principales de ascitis, clasificadas según su fisiopatología de base Hipertensión portal Cirrosis Sin cirrosis • Obstrucción venosa portal prehepática • Trombosis venosa mesentérica crónica • Metástasis hepáticas múltiples • Obstrucción venosa posthepática: síndrome de Budd-Chiari Cardíacas Insuficiencia cardíaca congestiva Taponamiento pericárdico crónico Pericarditis constrictiva Neoplasias malignas Carcinomatosis peritoneal • Neoplasias malignas peritoneales primarias • Mesotelioma peritoneal primario • Carcinoma seroso • Carcinoma metastásico • Carcinomas gastrointestinales (p. ej., estómago, colon y páncreas) • Carcinomas urogenitales (p. ej., ovario) Obstrucción retroperitoneal de los conductos linfáticos • Linfoma • Metástasis ganglionares (p. ej., cáncer testicular, melanoma) Obstrucción de los conductos linfáticos en la base mesentérica • Tumores carcinoides gastrointestinales Otras Ascitis biliar • Yatrógena tras la cirugía del hígado o el árbol biliar • Traumática tras la lesión del hígado o el árbol biliar Ascitis pancreática • Pancreatitis aguda • Seudoquiste pancreático Ascitis quilosa • Rotura de los conductos linfáticos retroperitoneales • Yatrógena durante la disección retroperitoneal: linfoadenectomía retro- peritoneal, aneurismorrafia de la aorta abdominal • Traumatismos contusos o penetrantes • Neoplasias malignas • Obstrucción de los conductos linfáticos retroperitoneales • Obstrucción de los conductos linfáticos en la base del mesenterio • Anomalías linfáticas congénitas Hipoplasia linfática primaria Infecciones peritoneales • Peritonitis tuberculosa • Mixedema • Síndrome nefrótico • Serositis de las enfermedades del tejido conjuntivo Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org 43 Pared abdominal, ombligo, peritoneo, mesenterios, epiplón y retroperitoneo 1077 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in a ut or iza ci ón e s u n de lit o. 1,5 l de líquido. Hay que buscar otros signos de cirrosis, como eritema palmar, circulación venosa colateral llamativa y tortuosa en la pared abdominal o arañas vasculares múltiples. Los pacientes con ascitis de origen cardíaco manifiestan una distensión venosa yugular considerable y otros signos de insuficiencia cardíaca congestiva. Análisis de líquido ascítico. La paracentesis con análisis de líquido ascítico constituye el método más rápido y rentable (coste-efectivo) para conocer la causa de la ascitis. Otra indicación importante para la paracentesis precoz en un paciente con ascitis es la aparición de signos y síntomas de infección, como dolor o sensibilidad abdominal, fiebre, encefalopatía, hipotensión arterial, insuficiencia renal, acidosis o leucocitosis. La paracentesis es segura en la mayoría de los pacientes, incluidos aquellos con cirrosis y coagulopatía leve. Generalmente se lleva a cabo en el abdomen inferior, con preferencia del cuadrante inferior izquierdo sobre el derecho. La ecografía puede ser de gran ayuda en los pacientes obesos y en aquellos con antecedentes de laparotomía. Runyon22 sostiene que la única contraindicación para la paracentesis en los pacientes con ascitis es una coagulación intravas- cular diseminada en curso o una fibrinólisis clínicamente manifiesta. Este autor no ha observado ningún caso de hemoperitoneo, muerte o infección después de practicar más de 229 paracentesis en 125 pacientes cirróticos; únicamente detectó hematomas abdominales en el 2% de los casos, y solo en la mitad de ellos hubo que realizar transfusiones sanguíneas. El análisis de líquido ascítico empieza por su aspecto macroscópico. En condiciones normales, este líquido es amarillento y transparente. Si el líquido contiene más de 5.000 leucocitos/mm3, aparecerá turbio, mientras que un líquido ascítico con un recuento de neutrófilos inferior a 1.000 células/mm3 es casi transparente. La presencia de sangre en el líquido ascítico puede obedecer a una punción traumática, en cuyo caso el líquido se tiñe de sangre, que suele coagular, salvo que se trasvase de inmediato la muestra a un tubo con un anticoagulante. El líquido ascítico teñido de sangre, sin que la punción haya sido traumática, no se coagula, porque los factores necesarios se encuentran reducidos en virtud de la coagulación previa y disolución posterior del coágulo dentro de la cavidad peritoneal. La presencia de lípidos en el líquido ascítico otorga un aspecto opalescente, que varía entre turbio y total- mente opaco y quiloso. Los líquidos suelen sedimentar si se coloca el líquido en el frigorífico durante 48-72 h. Las pruebas más útiles de laboratorio con el líquido ascítico son el recuento citológico, la fórmula leucocítica y el análisis de las concen- traciones de albúmina y de proteínas totales en el líquido ascítico. Los resultados de los estudios son variables, pero la mayor parte afirman que el recuento normal de leucocitos en una ascitis cirrótica no complicada oscila entre 100 y 300 células/mm3, y aproximadamente un 50% de ellos son neutrófilos. El aumento del recuento de neu- trófilos (> 250 células/mm3) sugiere un proceso inflamatorio agudo, dentro de los cuales el más frecuente será la peritonitis bacteriana espontánea. El gradiente de albúmina entre el suero y el líquido ascítico (GASA) es el método más fiable para diferenciar las causas de ascitis relaciona- das con hipertensión portal de las que no lo están. El GASA se calcula midiendo la concentración de albúmina en las muestras de suero y de líquido ascítico y sustrayendo el valor del líquido ascítico al del suero. Si el GASA es de 1,1 g/dl o más, el paciente sufre hipertensión portal; si es menor de 1,1 g/dl, no hay, en principio, hipertensión portal. La tabla 43-1 muestra algunos ejemplos de causas de ascitis con gradientes altos y bajos. La exactitud de esta medida, a la hora de predecir la presencia o la ausencia de hipertensión portal, ronda el 97%.23 Tratamiento de la ascitis en pacientes cirróticos. El protocolo de tratamiento estándar de los pacientes con ascitis secundaria a hiper- tensión portal (a diferencia de los pacientes con un GASA < 1,1 g/dl) es un abordaje escalonado que comienza con la restricción de sodio, el tratamiento con diuréticos y la paracentesis.20,21,24,25 El objetivo inicial del tratamiento médico consiste en inducir un estado en el que la excreción renal de sodio supera la ingesta del mismo, una situación que permite reducir el volumen extracelular y mejorar la ascitis. Parece razonable restringir a 88 mEq (2 g) por día el sodio de la dieta para la mayoría de los cirróticos con ascitis. El cumplimiento de la dieta por el paciente se evalúa midiendo la excreción urinaria de sodio en 24 h. Los pacientes que cumplen la restricción dietética y que excretan más de 78 mmol/día de sodio en la orina deben perder peso. Sin embargo, la mayor parte de los pacientes necesitarán una combinación de res- tricción de sodio y diuréticos. Entonces, se empezará un tratamiento con espironolactona y furosemida en una relación posológica de 100:40 para fomentar la natriuresis, manteniendo normales los valores de potasio en la sangre. En general, se comienza con 100 mg/día de espi- ronolactona y 40 mg/día de furosemida. Si esta pauta no aumenta el sodio urinario ni reduce, al mismo tiempo, el peso corporal, se puede aumentar la dosis de ambos fármacos, conservando en cualquier casola relación de 100:40. La paracentesis de volumen elevado (en la que se extraen más de 5 l de líquido ascítico de la cavidad peritoneal) puede ser de gran utilidad en los pacientes con ascitis que no han respondido a la res- tricción de sodio y el tratamiento diurético, como sucede en menos del 10% de los pacientes. La infusión i.v. de albúmina (6-8 g/l de líquido ascítico extraído) durante la paracentesis ayuda a limitar los síntomas de depleción del volumen intravascular e insuficiencia renal, que pueden aparecer al extraer más de 5 l de líquido ascítico. La continuidad del tratamiento diurético y la restricción de sal previene o retrasa la reacumulación de la ascitis tras la paracentesis. Otros autores han recomendado la administración semanal de albúmina, con independencia de la paracentesis de volumen elevado, como com- plemento muy útil de la restricción salina y el tratamiento diurético en los pacientes con ascitis refractaria. Para tratar la ascitis que no responde a tratamientos más simples y menos invasivos se ha recurrido a la derivación portosistémica intrahepática transyugular y, en última instancia, al trasplante de hígado. Estos tratamientos se describen en el capítulo 53. Ascitis quilosa. La ascitis quilosa es una acumulación de quilo en la cavidad peritoneal resultante de uno de estos tres mecanismos fundamentales: 1) obstrucción de los conductos linfáticos principales en la base del mesenterio o en la cisterna del quilo, con exudación de quilo a partir de vasos linfáticos mesentéricos dilatados; 2) salida directa de quilo por una fístula linfoperitoneal secundaria a anomalías o lesiones de los vasos linfáticos retroperitoneales, y 3) exudación de quilo por las paredes de los megalinfáticos retroperitoneales sin una fístula visible ni obstrucción del conducto torácico. La causa más común de la ascitis quilosa de los adultos son las neoplasias malignas intraabdominales que obstruyen los conductos linfáticos situados en la base del mesenterio o en el retroperitoneo. TABLA 43-1 Clasificación de la ascitis según el gradiente de albúmina entre el suero y el líquido ascítico GRADIENTE ALTO (≥ 1,1 g/dl) GRADIENTE BAJO (< 1,1 g/dl) Cirrosis Hepatitis alcohólica Insuficiencia cardíaca Metástasis hepáticas masivas Insuficiencia hepática fulminante Síndrome de Budd-Chiari Trombosis venosa portal Mixedema Carcinomatosis peritoneal Peritonitis tuberculosa Ascitis pancreática Ascitis biliar Síndrome nefrótico Fuga linfática postoperatoria Serositis de las enfermedades del tejido conjuntivo Tomado de Runyon B: Ascites: spontaneous bacterial peritonitis. In Sleisenger MH, Feldman M, Friedman LS, editors: Sleisenger and Fordtran’s gastrointestinal and liver disease: Pathophysiology, diagnosis, management, ed 7, Philadelphia, 2002, WB Saunders, p 1523. Descargado para Anonymous User (n/a) en Universidad Nacional Autonoma de Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en octubre 05, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org http://booksmedicos.org X Abdomen1078 El linfoma es la neoplasia maligna que con más frecuencia se asocia a la ascitis quilosa, aunque esta también se ha descrito en cánceres de ovario, colon, riñones, próstata, páncreas y estómago. Los tumores carcinoides pueden causar ascitis quilosa al obstruir los linfáticos de la base del mesenterio por invasión directa y por la fibrosis densa característica de estas neoplasias. La ascitis quilosa también puede resultar de la división o lesión de los linfáticos retroperitoneales durante intervenciones quirúrgicas, por ejemplo sobre la aorta o disecciones de los ganglios linfáticos retroperitoneales. Por último, los traumatis- mos contusos y penetrantes suponen otras causas relevantes de ascitis quilosa, sobre todo de los niños. En los niños, la ascitis quilosa puede deberse a anomalías linfáticas congénitas, como la hipoplasia linfática primaria, que dan lugar a linfoedema de las extremidades inferiores, quilotórax y ascitis quilosa. Los pacientes con ascitis quilosa suelen presentar una distensión abdominal indolora. Cerca de la mitad padece malnutrición y disnea. En la paracentesis se obtiene un líquido ascítico característico, de aspecto lechoso, con un alto contenido de proteínas y de grasa. El gradiente de albúmina entre el suero y el líquido ascítico es menor de 1,1 mg/dl y el valor de los triglicéridos excede el del plasma, a menudo, en un factor de 2 a 8. La TC, la linfogammagrafía y la linfoangiografía proporcionan, a veces, datos acerca del lugar de obstrucción, aunque las dos últimas modalidades se utilizan o se encuentran disponibles. Aunque no se han realizado estudios amplios sobre práctica ideal, el tratamiento de los pacientes con ascitis quilosa incluye el man- tenimiento o mejoría de la nutrición, la reducción de la velocidad de formación del quilo y la corrección del proceso patológico de base. La mayor parte de los pacientes se pueden tratar con buenos resultados mediante una dieta rica en proteínas y pobre en grasas y diuréticos, o ayuno y nutrición parenteral total asociada o no a soma- tostatina. Para tratar a los adultos con ascitis quilosa por disección de los ganglios linfáticos retroperitoneales se ha utilizado con resul- tados satisfactorios una dieta pobre en grasas a base de triglicéridos de cadena media. Se cree que limitando la ingesta de triglicéridos de cadena larga se puede reducir el flujo de quilo, ya que sus metabo- litos son transportados por los linfáticos esplácnicos en forma de quilomicrones. Por el contrario, los triglicéridos de cadena media son absorbidos directamente por los enterocitos y transportados al hígado a través de los vasos sanguíneos esplácnicos en forma de ácidos grasos libres y glicerol. La paracentesis puede aliviar temporalmente la disnea y las molestias abdominales asociadas a la ascitis quilosa; sin embargo, su repetición da lugar a hipoproteinemia y malnutrición. En general, el tratamiento de la ascitis quilosa mediante derivaciones peritoneovenosas ha proporcionado resultados decepcionantes. La exploración quirúrgica del abdomen y el retroperitoneo se reserva generalmente para aquellos pacientes que no mejoran con el tra- tamiento conservador. En casos poco frecuentes, la aplicación de pegamento de fibrina ha constituido un complemento beneficioso en la exploración quirúrgica del retroperitoneo. Peritonitis La peritonitis es una inflamación del peritoneo y de la cavidad peri- toneal y suele obedecer a una infección local o general. La peritonitis primaria es consecuencia de una infección por bacterias, clamidias, hongos o micobacterias, en ausencia de una perforación del tubo diges- tivo, mientras que la secundaria sigue a las perforaciones. Son causas habituales de peritonitis bacteriana secundaria la enfermedad ulcerosa péptica perforada, la apendicitis aguda perforada, los divertículos perforados de colon y la enfermedad pélvica inflamatoria. Peritonitis bacteriana espontánea. La peritonitis bacteriana espontánea (PBE) se define como infección bacteriana del líquido ascítico en ausencia de una fuente de infección intraabdominal, como perforación visceral, abscesos, pancreatitis aguda o colecistitis. Aunque suele asociarse a cirrosis, la PBE también afecta a pacientes con síndrome nefrótico y, más ocasionalmente, con insuficiencia cardíaca congestiva. En pacientes con líquido ascítico que presentan una concentración elevada de proteínas, como los afectados por carcinomatosis peritoneal, el desarrollo de PBE es extremadamente infrecuente. Los patógenos más frecuentes en adultos con PBE son los microorganismos aerobios Escherichia coli y Klebsiella pneumoniae. En niños con ascitis nefrógena o hepatógena se aíslan con frecuencia estreptococos del grupo A, Staphylococcus aureus y Streptococcus pneu- moniae. La PBE no suele deberse a microorganismos
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