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TEMA 2º. LOS SOFISTAS. SÓCRATES Y PLATÓN. 2º BACH 1 
TEMA 2º. PLATÓN 
1. MARCO HISTÓRICO, SOCIOCULTURAL Y FILOSÓFICO 
1.1 CONTEXTO HISTÓRICO Y SOCIOCULTURAL DEL PENSAMIENTO DE 
PLATÓN 
Platón nació en el 427 a. de C. en Atenas en el seno de una familia aristocrática 
y murió en el 347 a. de C. La ciudad de Atenas había liderado a principios del siglo V 
a. de C. las guerras contra los persas (Guerras médicas) Tras la victoria griega, 
Atenas vivió una época de esplendor bajo el gobierno de Pericles, quien consolidó y 
mejoró el sistema democrático. En esa etapa Atenas adoptó una actitud imperialista 
hacia las ciudades-estado (polis) vecinas, lo que provocó el enfrentamiento con 
Esparta, prototipo de sociedad aristocrática y militarista. Esta guerra conocida como 
Guerra del Peloponeso duraría treinta años y acabó con la rendición de Atenas en el 
404 a. de C. y con la sustitución de la democracia por el régimen de los Treinta 
Tiranos, escogidos entre los que mostraban una postura más favorable a Esparta. El 
despotismo de este régimen acabó con las esperanzas de Platón de que se realizaran 
reformas políticas. La restauración de la democracia un año después le decepcionó 
también, ya que bajo el nuevo régimen se produjo la falsa acusación y condena a 
muerte de su maestro Sócrates en el 399 a. de C. 
Orígenes de la democracia ateniense: La evolución hacia la democracia se 
produjo en Atenas a partir del siglo VI a. de C., con las reformas de Solón y Clístenes, 
que debilitaron el poder político de las familias aristocráticas. Como consecuencia del 
desarrollo de una economía monetaria y del comercio y de la industria, se creó una 
nueva clase de ricos advenedizos que poseían enormes fortunas. Muchas familias 
nobles se vieron súbitamente empobrecidas y también los pequeños campesinos 
quedaron endeudados. La agitación social se hizo permanente y de ella se 
aprovecharon los nobles desposeídos, que se ofrecían al pueblo como caudillos con el 
fin de arrebatar el poder a los propietarios aristocráticos. Así surgieron los tiranos 
simultáneamente en Atenas y en otras ciudades griegas. Tanto los tiranos que 
aspiraban al poder como los aristócratas que pretendían derrocar al tirano no podían 
llevar a cabo su empresa sin la alianza y la colaboración del pueblo. Por otro lado, la 
victoria de los griegos contra los persas no hubiera podido lograrse sin la ayuda del 
pueblo, por lo que este tenía derecho a reclamar una mayor participación en los 
asuntos políticos. 
La democracia trajo consigo un tipo de valores relacionados con el triunfo en la 
vida pública (política), muy distintos de los ideales tradicionales aristocráticos. En la 
democracia ateniense el poder residía en la Asamblea, en la que participaban todos 
los ciudadanos mayores de edad (estaban excluidos los extranjeros, las mujeres y los 
esclavos) Otras instituciones eran el Consejo formado por 500 ciudadanos elegidos 
anualmente y los tribunales populares. La elección de cargos era por sorteo, pero 
los ciudadanos que tuviesen ambiciones políticas debían prepararse si querían dominar 
en la Asamblea. Un político necesitaba ser buen orador, de ahí la importancia de los 
sofistas, los primeros profesionales de la enseñanza, expertos en el arte de la 
retórica y la dialéctica o arte de vencer al contrario en una discusión. 
Para asegurar que la participación no estuviera confiada, en la práctica, a 
aquellos con tiempo suficiente para dedicarse a la política, se introdujo un salario para 
compensar a los ciudadanos que trabajaban por la pérdida de salarios y ganancias que 
de otro modo hubieran recibido. Tanto Sócrates como Platón consideraron 
despectivamente el experimento democrático ateniense como un gobierno de 
“aficionados”, pues creían firmemente que gobernar era una habilidad especializada. 
Este rechazo se expresa en el diálogo La República mediante la famosa parábola de 
la Nave del Estado, amarga sátira sobre la democracia ateniense. El patrón (el 
pueblo) es fuerte, pero ineficaz. Cada uno de los miembros de su tripulación (los 
políticos) piensa que debería ser el timonel, aunque nunca han aprendido el arte de la 
navegación y sostienen que no puede enseñarse. Acosan al patrón para que les deje 
 
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coger el timón y, si un grupo triunfa sobre los otros, los arrojan por la borda. En un 
barco gobernado como éste ¿no se considerará al verdadero navegante (el filósofo) 
como un inútil, un charlatán y un contemplador de estrellas? 
 
Atenas vivió una época de esplendor político, artístico y cultural en el siglo V a. 
de C., conocido como el “Siglo de Pericles”. Pericles fue el impulsor de la 
reconstrucción de la Acrópolis cuyo edificio central fue el Partenón. Las obras se 
realizaron bajo la dirección del escultor Fidias. En esta época vivieron grandes figuras 
de la cultura griega como Sócrates, el sofista Protágoras, el filósofo Anaxágoras, los 
historiadores Heródoto y Tucídides, los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, el 
comediógrafo Aristófanes. 
1.2 CONTEXTO FILOSÓFICO DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN 
A raíz de la muerte de Sócrates, Platón sufrió una profunda crisis vital que le 
llevó a emprender diversos viajes por Egipto, Italia y Sicilia. En su primer viaje a 
Sicilia se relacionó con la comunidad pitagórica de Tarento. De los pitagóricos heredó 
la idea de inmortalidad y transmigración de las almas, la explicación matemática del 
Universo y la concepción comunitaria del modo de vida filosófico. 
Platón vuelve a Atenas en el año 387 a. C. y funda en esta ciudad uno de los 
centros educativos y de investigación más importantes de la Antigüedad: la 
Academia. Recibe este nombre por estar situada en un lugar cercano a los jardines 
dedicados al héroe Academos, en los alrededores de Atenas. En esta escuela se 
enseñaba música, astronomía, matemáticas (en el frontispicio del centro estaba 
escrito el lema "nadie entre aquí que no sepa geometría") y, como culminación de los 
estudios, filosofía. 
Platón confiesa en algunas obras autobiográficas, como la Carta VII, que se 
dedicó a la filosofía por la terrible impresión que le produjo en su juventud la muerte 
de su maestro, condenado injustamente por un tribunal ateniense. Que el hombre más 
virtuoso de Atenas fuese condenado a muerte debido a una falsa acusación de sus 
enemigos, hizo que Platón se planteara durante el resto de su vida el problema 
fundamental de la política: cómo conseguir que la sociedad esté gobernada con 
justicia. Problema que constituye el asunto central de su diálogo La República. 
Sócrates no escribió nada, pues creía que la escritura no era el lugar apropiado 
para la transmisión de la verdad y del conocimiento. Su método de investigación y de 
enseñanza era la mayéutica y el diálogo era una de sus partes fundamentales. Platón 
será fiel en gran medida a su maestro y también considerará que la verdad se muestra 
en el intercambio de ideas entre diversos interlocutores. Incluso definirá el 
pensamiento como "el diálogo que el alma mantiene consigo misma". Las obras de 
Platón están dotadas de una alta calidad estética y tienen la forma de diálogos, en su 
mayoría cortos: se reúnen varios amigos y entablan una conversación relativa a un 
tema de importancia filosófica (el conocimiento, el bien, la virtud, el amor, la belleza, 
el ser...); en casi todos los diálogos participa Sócrates como interlocutor principal y es 
quien habitualmente expresa las ideas del propio Platón. 
 Los diálogos de Platón se suelen dividir en grupos atendiendo al momento en 
que fueron escritos: 
 diálogos de juventud (o diálogos socráticos): presentan las ideas de 
Sócrates y una reivindicación de su figura; destacan "Apología de Sócrates" 
y "Protágoras"; 
 diálogos de transición: primeros esbozos de la Teoría de las Ideas y de la 
inmortalidad del alma; destacan "Menón" y "Crátilo"; 
 diálogos de madurez: en ellos presenta la Teoría de las Ideas ya 
desarrollada, sus implicaciones en antropología,ética y política, y los mitos 
más importantes; destacan "Banquete", "Fedón", "República", "Fedro"; 
 
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 diálogos de vejez: son los últimos escritos de Platón; aparecen algunas 
críticas a su propia teoría, preocupaciones por cuestiones lógicas y 
cosmológicas y en el campo de la filosofía política un mayor interés por la 
historia y las condiciones reales de la vida política; destacan "Teeteto", 
"Parménides", "Sofista", "Político", "Timeo" y "Leyes". 
1.2.1 INFLUENCIAS FILOSÓFICAS 
1.2.1.1 SÓCRATES 
La investigación socrática estuvo siempre dirigida a la búsqueda de una 
definición universal de la virtud y comienza estudiando el significado de las 
definiciones de las virtudes particulares con el fin de averiguar a través del método 
inductivo qué es lo que tienen en común todos esos comportamientos para que los 
designemos con el nombre de “virtud”. En sus enseñanzas Sócrates practica el arte de 
preguntar a su interlocutor (el arte de la mayéutica), para que éste “dé a luz” sus 
propios pensamientos. Sócrates dice imitar de este modo el oficio de su madre, que 
era comadrona y ayudaba a otras mujeres a dar a luz. Sócrates no trata de comunicar 
ninguna doctrina: su pensamiento es estéril y sólo sirve para que otros aclaren sus 
propias ideas, para descubrirles de un modo irónico (la célebre ironía socrática) que 
ellos tampoco saben nada, a pesar de que creían ser sabios respecto a muchas cosas. 
1.2.1.2 PITAGÓRICOS 
En su intento de fundamentar filosóficamente las enseñanzas morales 
socráticas, Platón recurrió a los pitagóricos. La búsqueda de criterios para valorar el 
comportamiento moral había llevado a Sócrates a la petición de definiciones 
universales acerca de la virtud; pero estas definiciones no podían extraerse del mundo 
de la experiencia cotidiana donde las cosas no tienen nunca un carácter universal ni 
permanente. Si Sócrates estaba en lo cierto, entonces deben existir entidades 
inmutables, independientemente del mundo de la experiencia ordinaria, pero ¿hay 
alguna evidencia de que existan tales verdades inmutables? La respuesta reside, 
según Platón, en el ámbito de las verdades matemáticas, que habían sido 
consideradas por los pitagóricos como la causa primordial del orden y la armonía del 
universo. 
En las matemáticas tiene Platón la prueba de la existencia de la verdad fuera 
del mundo sensible. La afirmación de que un triángulo está compuesto por tres líneas 
rectas es verdadera aunque no sea verdad en ningún triángulo dibujado por el 
hombre, dado que una línea tiene por definición longitud, pero no anchura, y es, por 
tanto, invisible. Los triángulos de la experiencia se aproximan solamente a la verdad, 
igual que una acción justa se aproxima a la Forma eterna de la Justicia. 
El problema de cómo llega el ser humano a conocer esas verdades invisibles e 
inmutables fue resuelto por Platón gracias al desarrollo de la teoría pitagórica de la 
reencarnación. Como explica en el Menón, el Fedón y el Fedro, nuestras almas son 
inmortales, pero están sujetas a un ciclo de nacimientos en cuerpos mortales. En su 
estado desencarnado el alma tiene la oportunidad de ver las Formas (Ideas) directa 
y claramente. La experiencia del nacimiento y la contaminación con el cuerpo 
producen el olvido, pero las imperfectas aproximaciones sensibles a las Formas 
pueden estimular la reminiscencia de las Formas en sí mismas. 
1.2.1.3 PARMÉNIDES 
La influencia más grande ejercida sobre Platón después de Sócrates se debe a 
Parménides ( 540-470 a. C.). Parménides consideró que el cambio y el movimiento 
eran imposibles de explicar en términos racionales. Según Parménides, afirmar que 
algo cambia supone reconocer que “es” y “no es” al mismo tiempo. Por eso, el que 
quiera seguir el camino de la Verdad (la vía de la razón) debe rechazar las opiniones 
comunes de la gente, que se fían de sus sentidos sin reparar en que estos les 
muestran una realidad falsa y contradictoria. Según Parménides, la verdadera realidad 
 
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(el ser) tiene los siguientes atributos: unidad (frente a la multiplicidad y confusión 
que captamos por los sentidos) e inmutabilidad (frente a los cambios aparentes, 
ilusorios que nos transmiten los sentidos). Platón atribuye a las Ideas las mismas 
características que posee el ser de Parménides: no nacen ni mueren, son eternas, 
inmutables y universales. 
Una manera de modificar la rígida distinción parmenídea consistirá en 
introducir una categoría ontológica intermedia entre el ser y el no ser: el mundo del 
devenir. Este último no posee, según Platón, el estatus del ser pleno e inmutable y, 
por tanto, no puede ser objeto de conocimiento (epistéme), sino sólo de creencia u 
opinión (dóxa). Sin embargo, según Platón, las creencias de los mortales no son 
completamente falsas, como había pretendido Parménides, sino que están a medio 
camino entre el conocimiento y la ignorancia, dado que su objeto está entre el ser de 
las Formas o Ideas y la mera carencia de entidad (no ser) 
2. LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO 
2.1 LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS IDEAS Y EL MUNDO FÍSICO 
2.1.1 LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
La doctrina central de la filosofía platónica es la teoría de las Ideas, también 
denominadas Formas. Consiste en la afirmación de que existen realidades inmateriales 
(incorpóreas, invisibles e intangibles), inmutables (no experimentan cambios, no 
nacen ni se destruyen: son eternas) y universales (cada Forma o Idea es la esencia 
común de la que participan las realidades sensibles de la misma clase o especie. Así, 
la Idea de Justicia sería el criterio o modelo que nos permitiría valorar las acciones 
concretas de la gente calificándolas como más o menos justas de acuerdo con su 
proximidad al modelo) 
Según Platón, las Ideas se hallan incorporadas a la materia como la forma o 
estructura de las realidades individuales que percibimos. Así, el árbol concreto que 
percibimos tiene unas características comunes con todos los demás seres a los que 
aplicamos el mismo nombre. Estas características comunes constituyen lo que 
denominamos esencia, Forma o Idea. Por tanto, las Ideas están incorporadas a la 
realidad física dotándola de una determinada estructura y organización. Es esa forma o 
estructura lo que nosotros captamos a través de la razón o inteligencia cuando 
pensamos conceptos como el de “árbol”, conceptos mediante los cuales separamos lo 
accidental, lo individual y lo transitorio, y nos fijamos en lo sustancial, lo universal y lo 
permanente. Sin esta capacidad de nuestro pensamiento de clasificar las realidades 
individuales en conjuntos o clases por medio de conceptos (Ideas), nos resultaría 
imposible el conocimiento del mundo y nos perderíamos en un caos de sensaciones 
siempre cambiantes. 
Sin embargo Platón afirma que las Ideas existen también como arquetipos o 
modelos perfectos en una especie de reino separado de la materia, al que podríamos 
denominar Mundo Inteligible, es decir, un mundo que sólo puede ser captado por la 
inteligencia o razón, y que se diferenciaría del Mundo Sensible (mundo físico que 
captamos a través de los sentidos) Esta cuestión es abordada por Platón en el diálogo 
Timeo, donde se explica por medio de un mito el origen del Universo. Platón 
considera el mundo físico que percibimos como el resultado de la actividad ordenadora 
de una Inteligencia divina, el Demiurgo, que da forma o estructura a una materia 
desordenada, caótica. El Demiurgo o divinidad artesana, organiza la materia conforme 
a unos modelos o arquetipos eternos y perfectos (las Formas o Ideas) La función del 
Demiurgo es la de plasmar las esencias o Ideas en la materia lo más perfectamente 
posible. Si el universo no es totalmente perfecto es porque la materia introduce 
siempre un factor de desorden o indeterminación (Del mismo modo que la vasija 
material realizada por el alfarero no posee nunca la regularidad y perfección del diseñoo modelo en el que se ha basado para su ejecución) 
 
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2.1.1.1 ORIGEN DE LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
En la elaboración de la teoría de las Ideas influyeron las doctrinas de los 
pitagóricos, de Heráclito y Parménides y, sobre todo, la búsqueda de definiciones 
universales realizada por Sócrates. 
Los pitagóricos habían afirmado que el Universo es racional en la medida en 
que posee un orden matemático que la inteligencia humana debe descubrir más allá 
de las apariencias sensibles. 
La doctrina de Heráclito había descrito el Universo como un proceso en continuo 
cambio (devenir) en el que todo fluye y nada permanece. Mientras que el filósofo 
Parménides consideró que el cambio y el movimiento eran imposibles de explicar en 
términos racionales. Según Parménides, afirmar que algo cambia supone reconocer 
que “es” y “no es” al mismo tiempo. Platón atribuye a las Ideas las mismas 
características que posee el ser de Parménides: no nacen ni mueren, son eternas, 
inmutables y universales. 
El origen de la teoría de las Ideas de Platón hay que situarlo sobre todo en la 
búsqueda socrática de definiciones universales (conceptos) La investigación socrática 
respondía a la necesidad de explicar la existencia de criterios o valores morales de 
validez universal, puesto que los sofistas, contemporáneos de Sócrates, habían 
planteado una ética relativista, según la cual los valores morales no son absolutos 
sino que dependen de las circunstancias de cada lugar o cada época, lo que se refleja 
en la frase de Protágoras: El hombre es la medida de todas las cosas. 
La búsqueda de definiciones que expresen la universalidad y permanencia de 
las cosas no puede basarse en la simple observación de la realidad que percibimos, 
pues esta realidad es múltiple y cambiante, y nos perderíamos en la confusión de los 
innumerables casos particulares, distintos unos de otros, discontinuos y fugaces. Si 
estas normas o valores universales existen deben proceder de una realidad distinta de 
la que percibimos en este mundo. Tal realidad debería ser universal y necesaria, y este 
tipo de realidad sólo podemos encontrarla en objetos inmateriales e inteligibles, tales 
como los objetos matemáticos. 
La posibilidad de un orden moral y político descansa, según Platón, en el 
reconocimiento de que existe un orden ideal (mundo inteligible) constituido por 
realidades inmateriales, inmutables y universales, cuyo conocimiento constituye la 
ciencia o episteme (las Ideas son el conocimiento verdadero y, por tanto, son criterios 
epistemológicos) y conforme al cual debemos juzgar las acciones humanas (las Ideas 
son valores y criterios morales) 
2.1.1.2 IMITACIÓN Y PARTICIPACIÓN DE LAS IDEAS 
Las Formas o Ideas son, según Platón, la causa de la existencia de las cosas 
sensibles que percibimos. Es decir, que la Idea no existe porque existan los individuos 
en los que se encarna o representa, sino que más bien los individuos concretos existen 
porque existe la correspondiente Forma o Idea. La Idea es la unidad de la que 
participa la multiplicidad de individuos que comparten la misma esencia o naturaleza. 
Esa relación de dependencia de las cosas sensibles respecto a las Idea puede 
expresarse también diciendo que la Idea es el modelo imitado imperfectamente por las 
cosas individuales. Una acción es justa en la medida en que se parece al modelo 
eterno de la Justicia en sí. La Idea de Justicia (la Justicia en sí misma) no se realizaría 
nunca de una manera perfecta, pues en las acciones humanas intervienen muchos 
factores impredecibles. 
2.1.1.3 EL SISTEMA DE LAS IDEAS. LA IDEA DEL BIEN 
El mundo inteligible o mundo de las Ideas es un mundo ordenado y jerárquico. 
Del mismo modo que las cosas sensibles participan de las Ideas, también las Ideas 
participan del Bien. Según Platón, la Idea del Bien representa la máxima realidad y 
perfección. El ser o realidad de las cosas es entendido por Platón como perfección 
 
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(Bien) Todo lo que existe es real en tanto que participa del Bien, es decir, es real por 
el hecho de contener alguna perfección. La ausencia de Bien es la nada, el no-ser, la 
materia caótica privada de orden e inteligibilidad. 
El Bien es el principio que le otorga orden e inteligibilidad (racionalidad, 
forma o estructura que pueda ser captada por la razón) a todo lo real. Este orden e 
inteligibilidad se realiza de modo perfecto en las Ideas, arquetipos o modelos de 
perfección eternos. En el mundo físico o sensible, tal perfección es obstaculizada por la 
materia. Las cosas sensibles imitan a las Ideas, pero la Forma o Idea sólo se puede 
realizar de un modo imperfecto en la materia. Por tanto, el mundo físico existe, es real 
porque participa de las Ideas (y estas participan del Bien), y no es plenamente real en 
tanto que en su composición interviene la materia, ese factor de irrealidad e 
imperfección, de privación o ausencia de Bien (Como ejemplo de esta indeterminación 
y privación de la materia, puede considerarse el barro informe antes de haber recibido 
la forma que lo determina como tal o cual objeto y el hecho de que la vasija material 
resultante tiene siempre imperfecciones por la fragilidad del material y acabará 
destruyéndose) 
La imposibilidad de definir el Bien obliga a presentarlo bajo la forma de una 
analogía comparándolo con el sol (símil del sol): lo que es el sol respecto del mundo 
visible (sensible) es el Bien respecto del inteligible: Del mismo modo que el ojo sólo 
puede ver un objeto visible si está presente un tercer elemento, la luz (que deriva del 
sol), así también la mente sólo puede aprehender un objeto inteligible (la Idea) si 
ambos son iluminados por el Bien. Por tanto, el Bien es la condición del 
conocimiento, que hace al mundo inteligible y a la mente humana inteligente. 
2.2 EL CONOCIMIENTO 
2.2.1 SABER Y OPINIÓN. TEORÍA DE LA REMINISCENCIA 
Platón distingue dos niveles de conocimiento: el saber (ciencia: epistéme) y 
la opinión (dóxa). Las opiniones, según el diálogo Menón, son inestables 
cambiantes, pueden ser verdaderas o falsas. Pero ni siquiera las opiniones 
verdaderas constituyen un auténtico saber o ciencia, pues nada nos asegura que no 
podamos cambiar de opinión. Para que la opinión verdadera pueda convertirse en 
ciencia hará falta que encontremos el fundamento, la razón en la que tal opinión se 
apoya, es decir, el criterio que nos permita distinguir las opiniones falsas de las 
verdaderas. Este fundamento o criterio permitirá “atar” las opiniones correctas para 
que no salgan “volando”, es decir, para que no podamos cambiar de opinión. 
En el diálogo Menón, el paso de la opinión verdadera a la ciencia se explica 
mediante el proceso de reminiscencia (recuerdo) que permite a la mente humana 
recobrar el conocimiento latente alcanzado antes de que quedara atrapada en un 
cuerpo mortal. Como el tema tratado en el diálogo en cuestión es si la virtud se puede 
enseñar o no y, por tanto, si es ciencia, la conclusión es que hay individuos que son 
virtuosos por una especie de don o inspiración divina. Así, un buen gobernante puede 
serlo por tomar las decisiones correctas, es decir, por tener opiniones verdaderas, pero 
no podrá enseñar a los ciudadanos a ser virtuosos si no conoce de un modo científico 
qué es la Justicia. Sólo aquellos gobernantes que hayan completado el proceso de 
reminiscencia serán capaces de juzgar y de gobernar científicamente, de modo que los 
ciudadanos no dependerán de que acierten en sus decisiones a golpes de inspiración. 
En el diálogo La República, Platón identifica la ciencia con el conocimiento 
inteligible (conocimiento intelectual), que está dirigido a las Ideas, cuya realidad sólo 
se puede captar con la razón (alma, inteligencia), mientras que la opinión (doxa) es el 
conocimiento sensible, que tiene como objeto las realidades del mundo físico, sobre 
las que no puede existir propiamente ciencia, pues cienciasólo puede haber acerca de 
objetos permanentes y universales. 
 
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2.2.2 SÍMIL DE LA LÍNEA 
En el diálogo de la República Platón distingue grados o niveles en la opinión y 
en la ciencia mediante el Símil de la línea, representación gráfica de los diversos 
estados en los que puede hallarse la mente humana respecto al conocimiento, desde el 
modo más imperfecto al más perfecto. Así, si trazamos una línea y la dividimos en dos 
segmentos desiguales, denominaremos ciencia (nóesis) al segmento más grande y 
opinión (dóxa) al más pequeño. Después volveremos a dividir cada uno de estos 
segmentos en dos mitades también desiguales: 
 
 
NÓESIS 
NÓESIS, EPISTÉME 
(CONOCIMIENTO, INTUICIÓN) 
(CONOCIMIENTO) 
(CIENCIA) 
DIÁNOIA 
(PENSAMIENTO DISCURSIVO) 
 
DÓXA 
PÍSTIS (CREENCIA) 
(OPINIÓN) EIKASÍA (IMAGINACIÓN) 
 
 
Entre opinión y ciencia se da la siguiente relación: los objetos conocidos a 
través de la opinión son copias (imitaciones) imperfectas de los objetos conocidos a 
través de la ciencia. Es decir, los objetos sensibles del mundo físico son copias o 
imitaciones de las Formas o Ideas. 
En la opinión pueden distinguirse dos grados de menor a mayor perfección: En 
el nivel más bajo de conocimiento se encuentra la imaginación (eikasía), que 
consiste en el conocimiento de sombras, copias o imágenes de las cosas del mundo 
físico (Por ejemplo: la sombra de un árbol respecto al árbol sensible. Las dos son 
formas de conocimiento sensible y, por tanto, ambas son copias de la Idea de “árbol”, 
pero la sombra es el reflejo o copia de una copia, por lo que su grado de irrealidad es 
mayor que la representada por el árbol material) El segundo nivel de la opinión es la 
creencia (pístis), que tiene por objeto la percepción de las realidades del mundo 
físico, copias imperfectas de las Ideas. 
En cuanto a la ciencia, podemos distinguir dos grados atendiendo a la manera 
de conocer los objetos propios de la ciencia, las Ideas. El nivel inferior es denominado 
diánoia (pensamiento) y consiste en un conocimiento discursivo de las Ideas, es 
decir, un conocimiento alcanzado a través del razonamiento, en el que la mente capta 
la Idea como la esencia permanente y universal de las cosas sensibles que de ella 
participan. Por consiguiente, se alcanza la Idea a través del recuerdo de la misma que 
despiertan las copias sensibles. Así, por ejemplo, los geómetras utilizan figuras 
trazadas en una superficie que sirven de punto de partida para que la mente acceda al 
conocimiento de los verdaderos objetos matemáticos (el triángulo en sí, es decir, la 
idea de triángulo, que no puede confundirse con su representación material trazada en 
la pizarra o en el papel) 
Por último, el grado más elevado de conocimiento es el que Platón denomina 
nóesis o epistéme (intuición intelectual), que es el conocimiento de las Formas o 
Ideas y de su relación con el Bien sin apoyarse en sus copias sensibles. Se trata de un 
conocimiento en el que el alma o inteligencia puede captar directamente las Ideas del 
mismo modo que las contempló cuando se hallaba libre del cuerpo antes de comenzar 
la rueda de reencarnaciones sucesivas. Esta forma de conocimiento es una especie de 
“visión intelectual” súbita que no puede expresarse mediante el lenguaje. 
 
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3. ANTROPOLOGÍA PLATÓNICA 
3.1 LA DOCTRINA PLATÓNICA DEL ALMA 
El dualismo (alma frente a cuerpo) constituye el núcleo de la doctrina 
platónica sobre el ser humano. Platón recoge ideas procedentes del pitagorismo: El 
alma es inmortal y su unión con el cuerpo es accidental y transitoria. El alma 
pertenece al ámbito de las Ideas, mientras que el cuerpo pertenece al mundo de los 
seres físicos. Mientras permanece unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es 
purificarse. Las impurezas vienen de su relación con el cuerpo, de sus exigencias y 
necesidades (Temas tratados en el diálogo Fedón). 
Platón aborda las funciones psíquicas del ser humano en diálogos como la 
República y el Fedro. Distingue tres aspectos en la psique o alma: la razón (alma 
racional), el apetito (alma concupiscible) y el ánimo (alma irascible). A la razón 
corresponde ordenar y controlar el apetito. En el apetito residen los impulsos 
irracionales y los deseos motivados por las necesidades corporales. El ánimo es el 
coraje o valor que cumple la función de auxiliar a la razón para refrenar los apetitos, 
aunque una mala educación puede corromperlo y hacer que ceda a las demandas del 
apetito. 
Esta visión tripartita del alma se corresponde con el mito del carro alado 
utilizado en el Fedro. Platón compara el alma con un carro del que tiran dos caballos 
conducidos por un auriga. De los dos caballos uno es noble y valeroso, mientras que el 
otro es indisciplinado. El conductor del carro simboliza la razón, mientras que los dos 
caballos representan los otros dos aspectos del alma. 
El alma en su más pura esencia, completamente libre de todos los deseos y 
emociones que sólo son posibles mediante su asociación con el cuerpo (tales como el 
apetito de comida y el sexual, el miedo al dolor, la enfermedad y la muerte, el 
disfrute, la ambición, etc. ) es inmortal y divina. Su naturaleza es simple y no 
tripartita. No obstante, las pasiones y los apetitos, debido a su asociación con el 
cuerpo, no la abandonan necesariamente después de la muerte. A menos que haya 
llevado un vida filosófica, sigue estando contaminada de lo corpóreo y tiene que andar 
errante hasta que de nuevo es aprisionada en un cuerpo (Fedón 81 a-e). La 
contraposición no es entre alma encarnada y no encarnada, sino entre almas que 
siguen prisioneras en el ciclo de los nacimientos y destinadas a la reencarnación como 
hombre o bestia, y las completamente purificadas que se encaminan hacia lo divino e 
inmortal. 
3.2 ÉTICA Y POLÍTICA 
El diálogo La República Platón se ocupa de la virtud de la Justicia y de los 
requisitos que deberían darse para que un individuo fuese justo. Según Platón, un 
individuo sólo podrá ser justo si vive en una sociedad donde reine la justicia. Por lo 
tanto, la Ética, que se ocupa de la virtud del individuo, es inseparable de la Política, 
que se ocupa de la virtud del Estado. 
La reflexión sobre la justicia conduce a una reflexión sobre las causas por las 
que las sociedades existentes son injustas. Platón considera que todos los regímenes 
políticos existentes están enfermos, particularmente la democracia, que algunos 
consideran el gobierno del pueblo cuando en realidad es, según Platón, el gobierno de 
una minoría de demagogos que logran ganarse el favor del pueblo a costa de halagos 
y engaños. El hecho de que en la democracia ateniense los ciudadanos fuesen elegidos 
para desempeñar los cargos públicos por sorteo es visto por Platón como otro de los 
defectos del sistema, pues así se deja en manos inexpertas el gobierno y, del mismo 
modo que uno no encargaría unos zapatos a alguien que no fuese zapatero, es 
absurdo dejar que personas sin la educación y los conocimientos apropiados dirijan los 
asuntos del Estado. 
El diálogo La República expone qué condiciones deberían darse en una sociedad 
para que fuese justa. Puesto que la sociedad no es más que el conjunto de los 
 
TEMA 2º. LOS SOFISTAS. SÓCRATES Y PLATÓN. 2º BACH 9 
individuos que la componen, habrá que considerar qué condiciones deben darse para 
que un individuo sea virtuoso. La Justicia sería para Platón el equilibrio o armonía de 
los tres aspectos que distingue en el ser humano: la razón (alma racional), el apetito 
(alma concupiscible) y el ánimo (alma irascible) Cada una de estas partes del alma 
tiene una virtud propia. Corresponde a la razón gobernar, es decir, ordenarnos lo que 
debemos hacer, y la virtud propia del buen gobierno es la sabiduría (que Platón 
entiende en el doble significado de sabiduría teórica y sabiduría práctica o 
prudencia, es decir, conocer el Bien y actuar conformeal Bien) Ser virtuoso respecto a 
nuestros deseos y apetitos implica ser moderado. Por tanto, la virtud propia del alma 
concupiscible será la moderación o templanza. Por último, la parte irascible del alma 
tendrá como virtud propia la fortaleza o valor. Un individuo será justo cuando cada 
una de estas partes del alma cumpla la función que le es propia. 
La sociedad ideal debería estar organizada de tal modo que gobernaran los más 
sabios auxiliados por los ciudadanos más valerosos. El resto de la población debería 
dedicarse a las tareas productivas o al comercio. Según Platón una sociedad sólo 
podría ser justa si todos los ciudadanos fuesen educados por el Estado con el fin de 
descubrir qué aptitudes poseen y asignarles la función más adecuada a dichas 
aptitudes. Aquellos en los que predominara el apetito formarían la clase más 
numerosa (los productores, dedicados a las actividades económicas) Un grupo más 
reducido lo constituirían aquellos individuos en los que predominara el valor y la 
fortaleza para resistir las pruebas más duras sin dejarse corromper por el deseo de 
riquezas y comodidades (los guardianes auxiliares, que constituyen una especie de 
clase militar encargada de hacer cumplir las órdenes de los gobernantes) Por último, 
una minoría de guardianes destacará por su sabiduría y su prudencia, por predominar 
en ellos el elemento racional del alma. Estos alcanzarían el gobierno una vez llegados 
a una edad muy avanzada y constituyen la clase de los verdaderos Guardianes: los 
gobernantes-filósofos. El Estado será justo cuando cada una de estas tres clases 
cumpla la función que le es propia y posea la virtud que le es propia. La justicia 
consiste, pues en la armonía de las clases que forman el Estado. 
3.2.1 EL GOBERNANTE FILÓSOFO 
En el libro V de la República se afirma que la ciudad ideal debería estar 
gobernada por los filósofos, porque estos han llegado al conocimiento de las Formas o 
Ideas y son capaces de distinguirlas de los objetos que participan de ellas. La gente 
toma por reales las apariencias, confundiendo la apariencia con la realidad a la que 
dicha apariencia se parece. El mundo sensible sobre el que versa la opinión 
“participa” de la naturaleza de las Formas. Las cosas sensibles son imágenes o 
semejanzas, de ahí que, al conocer los objetos sensibles, un hombre se halle en una 
situación insatisfactoria e insegura, sin que él lo sepa, experimentando las primeras 
conmociones de una conciencia o recuerdo de las Formas o Ideas. 
Dado que el filósofo conoce el reino de la verdadera realidad, donde todo es 
razón y orden, lo usará para el gobierno de la sociedad. No introducirá reformas 
parciales, sino que borrará las instituciones y hábitos existentes (expulsando a todos 
los individuos que sobrepasen los diez años de edad). Luego elaborará su propia 
constitución imitando el orden divino de las Ideas. La misma aptitud del filósofo para 
contemplar las verdades inmutables, le hará despreciar los asuntos humanos, 
mostrándose reacio a tomar parte en ellos. Platón dice con frecuencia que el filósofo 
sólo gobernará obligado. Un filósofo no podría tomar parte en la política de una 
sociedad existente, sino sólo en una ideal, aunque, al mismo tiempo, ese Estado ideal 
nunca se podrá realizar hasta que el filósofo acceda a tomar parte en la política. 
3.2.1.1 LA EDUCACIÓN. LA DIALÉCTICA 
La formación de los Guardianes (gobernantes-filósofos) comprende la 
aritmética, la geometría, la astronomía y la armonía musical, todo ello como 
preparación de la suprema disciplina: la Dialéctica. El proceso de educación del ser 
humano es descrito de forma alegórica en el mito de la caverna (Libro VII de la 
República). Platón sostiene que la educación no proporciona ciencia sino que sólo 
 
TEMA 2º. LOS SOFISTAS. SÓCRATES Y PLATÓN. 2º BACH 10 
activa el saber implícito en el alma “reorientándola” hacia sus verdaderos objetos (las 
Formas o Ideas). El filósofo es representado en el mito como el esclavo liberado que 
aprende a distinguir las sombras de la caverna de la verdadera realidad del mundo 
exterior. El mundo exterior representa la realidad inteligible de las Ideas, y el sol que 
ilumina los objetos del mundo visible representa el Bien del cual proceden la 
perfección e inteligibilidad de las Ideas. 
Las matemáticas y las disciplinas afines que sirven como preparación para la 
Dialéctica tienen la función de apartar al alma de la consideración del mundo sensible 
para orientarla hacia lo inteligible. Los conocimientos matemáticos corresponden a lo 
que Platón había denominado diánoia en el símil de la línea expuesto al final del libro 
VI de la República, mientras que la última subdivisión de la línea, la nóesis o 
epistéme, constituye el objeto de la Dialéctica. 
En el contexto de las enseñanzas de los sofistas la “dialéctica” era el arte de la 
conversación, del diálogo o la discusión y como tal designaba la destreza que los 
jóvenes debían adquirir para destacar en la vida pública o brillar en la privada. Pero la 
discusión empleada sólo con el propósito de confundir al contrario y la indiferencia de 
la tesis sostenida trajo consigo el empleo irrespetuoso de palabras como bien, verdad 
y justicia; y tras ello, la confusión y menosprecio de los conceptos y normas por ellas 
significados. Esta fue una de las consecuencias más escandalosas de la sofística que 
Platón rechaza en sus diálogos. Para Platón, el arte del diálogo (Dialéctica) y de la 
discusión no era otra cosa que el ejercicio de la razón para el descubrimiento de la 
verdad, es decir, del mundo inteligible, y en último término, de la idea del Bien. En la 
Dialéctica platónica, una mente entrenada en las matemáticas (el orden matemático 
conduce al orden de los valores, porque el orden (kósmos) es en sí mismo un bien), se 
ocupa de las Formas (Ideas) y alcanza finalmente la auténtica fuente de su existencia 
e inteligibilidad: la Forma del Bien. Sócrates, el personaje principal de los diálogos 
platónicos, no puede decir en qué consiste. En lo que respecta a Platón, él mismo 
confiesa en la Carta VII que aquello que más le interesa no puede expresarse en 
palabras. Dicha forma no se revela en las discusiones mismas, sino que “después de” 
ellas, surge de improviso en el alma como una luz que se enciende de una llama que 
salta.

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