Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
KANT (1724-1804) – BREVÍSIMO Autor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com) 1 EL IDEALISMO TRANSCENDENTAL DE KANT EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN (LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO EN KANT) Kant defendió en un primer momento la metafísica dogmática racionalista, pero la lectura de Hume le despertó de este “sueño dogmático” y le mostró el fracaso de los sistemas filosóficos metafísicos puramente racionales. Creyó necesario Kant un examen de la Razón y de sus límites, y propuso una “filosofía crítica”. El problema de si es posible la Metafísica como ciencia lleva a investigar las condiciones que hacen posible la ciencia. Kant distingue dos tipos de condiciones: empíricas (particulares y contingentes) y a priori o transcendentales (universales y necesarias), y se preguntará por las que hacen posibles los juicios científicos. Clasifica los juicios en analíticos y sintéticos y en a priori y a posteriori. analíticos si el predicado se incluye en el sujeto, y sintéticos cuando no se incluye en el sujeto; los juicios sintéticos amplían nuestro conocimiento; los juicios son a priori si su verdad no descansa en la experiencia (juicios universales y necesarios), y juicios a posteriori si su verdad es conocida a partir de la experiencia, por lo que serán juicios particulares y contingentes. Los juicios más importantes son los sintéticos a priori, pues amplían nuestro conocimiento, y son universales y necesarios. La tarea de la Crítica de la Razón Pura es averiguar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori (en Matemáticas y en Física) y si son posibles en Metafísica, y para ello analizará las distintas facultades cognoscitivas humanas, la Sensibilidad, el Entendimiento y la Razón. En la Sensibilidad, distingue Kant las sensaciones (que son la materia del conocer y están dadas a posteriori), de la forma, que está ya a priori en el espíritu, y ordena, estructura, las sensaciones. La unión de sensaciones o datos empíricos y de la forma a priori es el fenómeno. Espacio y tiempo son las condiciones de posibilidad de toda experiencia y conocimiento sensible; pero no son propiedades de las cosas mismas, sino formas a priori de la Sensibilidad. Para comprender los fenómenos necesitamos los conceptos, algo propio de la facultad llamada Entendimiento. Kant distingue los conceptos empíricos, que proceden de la experiencia y son a posteriori, y los conceptos puros o categorías, que son a priori: las categorías (unidad, sustancia, causalidad...) no se obtienen de los datos empíricos, de la experiencia, pues pertenecen a la estructura del entendimiento. El conocimiento es posible porque aplicamos las categorías a la multiplicidad dada en la sensación, y resulta de la cooperación entre la sensibilidad y el entendimiento: la Sensibilidad nos da objetos, el Entendimiento los piensa; pero las categorías solamente son fuente de conocimiento aplicadas a los fenómenos y no son válidas más allá de ellos. En su estudio de la facultad superior, la Razón, Kant concluye que la metafísica no puede ser una ciencia, pues quiere la metafísica alcanzar las cosas tal y como son en sí mismas y sus objetos son transcendentes -es decir no empíricos- (p. ej. el alma y Dios); pero la ciencia usa necesariamente las categorías y éstas sólo pueden emplearse legítimamente aplicadas a los fenómenos, a lo dado en la experiencia. La Razón busca encontrar juicios cada vez más generales, aspira a lo incondicionado, y cuando se mantiene en los límites de la experiencia, su uso es correcto y no da lugar a contradicciones; pero esa tendencia lleva a ir más allá de ella en busca de lo incondicionado: los fenómenos físicos se quieren explicar por medio de teorías metafísicas acerca del mundo, los fenómenos psíquicos de teorías metafísicas acerca del alma, y ambos tipos de fenómenos mediante teorías metafísicas acerca de una causa suprema común a los dos: Dios. "Dios", "alma" y "mundo", son tres ideas de la Razón, pero, dirá Kant, no tienen una referencia objetiva, pues no podemos conocer sus objetos. En filosofía, Kant propone una revolución semejante a la copernicana en astronomía: Copérnico cambió la relación entre la Tierra y el Sol para entender el movimiento de los astros; de modo análogo, Kant cambiará la relación entre el sujeto y el objeto para comprender el conocimiento: es posible comprender el conocimiento sintético a priori si modificamos las relaciones entre el sujeto y el objeto; hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo y se tenía que plegar al objeto para conocerlo; pero así es imposible entender el conocimiento a priori. La propuesta kantiana consistirá en rechazar esta concepción y considerar que el sujeto es activo, que son las cosas las que se deben someter a nosotros de cara al conocimiento: sólo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en KANT (1724-1804) – BREVÍSIMO Autor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com) 2 ellas; podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que conocemos únicamente los fenómenos y no las cosas en sí mismas. Con Kant aparece en la historia de la filosofía la concepción idealista (que en su caso se llamará Idealismo Trascendental): no sabemos cómo puede ser el mundo independientemente de nuestra experiencia de él; todo objeto del que tenemos experiencia ha quedado influido por la estructura de nuestro aparato cognoscitivo, lo que lleva a los conceptos de Noúmeno (o Cosa en sí): la realidad tal y como pueda ser en sí misma, independientemente de nuestra experiencia de ella; y de Fenómeno: la realidad estructurada por las formas de la Sensibilidad y las categorías del Entendimiento, la realidad tal y como la experimentamos. EL USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN (LA ÉTICA KANTIANA) La ética kantiana parte del "factum de la moralidad" o hecho moral, la existencia del deber: tenemos conciencia de someternos a prescripciones morales, nos sentimos obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Esta conciencia del deber es conciencia de una determinación de la voluntad con carácter universal y necesario. Kant quiere entender el factum de la moralidad y sus condiciones de posibilidad. Divide los principios prácticos en máximas (principios que expresan cómo nos comportamos habitualmente dadas tales o cuales circunstancias), y mandatos o imperativos, que pueden ser hipotéticos o categóricos: o Los hipotéticos mandan una acción porque ésta es un buen medio para la realización de un fin, y están determinados por la inclinación. Los imperativos hipotéticos son imperativos de la habilidad cuando el fin para el cual se prescribe una acción como buena es un fin meramente posible (fin no común a todos los hombres). Los imperativos hipotéticos son imperativos de la prudencia cuando el fin es un fin real (un fin común a todos los hombres, la felicidad). o Por su parte, los imperativos categóricos mandan la realización de una acción porque esa acción es buena en sí misma, están determinados directamente por la razón y son los principios prácticos propiamente morales, según Kant. Todas las éticas anteriores a Kant eran éticas materiales, éticas que afirman la existencia de fines o bienes supremos (sea espirituales o materiales) y establecen las normas o preceptos para alcanzarlos. Nuestro filósofo rechaza este tipo de éticas: En primer lugar porque los preceptos de toda ética material son hipotéticos, empíricos, por lo que no valen absolutamente, sino sólo de un modo condicional, como medios para conseguir un fin. Kant creerá que los imperativos hipotéticos no reflejan la auténtica experiencia moral porque esta experiencia es sometimiento a un precepto universal y necesario, y dichos imperativos no pueden ser universales y necesarios, ni los de la habilidad ni los de la prudencia. Dado que las éticas materiales extraen su contenido de la experiencia empírica y que ésta nunca puede dar universalidad ni necesidad, dichas éticas únicamente podrían fundamentar mandatos a posteriori, particulares y contingentes, pero nunca imperativos universalesy necesarios, que son los verdaderos preceptos morales, como expresa el factum de la moralidad. Además, las éticas materiales son heterónomas: un sujeto es heterónomo cuando las leyes a las que se somete no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; las éticas materiales son heterónomas porque describen una acción como buena sólo de forma condicional, describen una acción como buena porque es un buen medio para la realización de un fin querido por el sujeto. En las acciones heterónomas el sujeto se tiene que someter a la realidad, es ésta la que impone sus condiciones; el sujeto tiene que plegarse al orden del mundo. La ética kantiana tiene tres características principales, es formal, autónoma y defiende el deber por el deber como fundamento de la acción moral. KANT (1724-1804) – BREVÍSIMO Autor: Javier Echegoyen (www.e-torredebabel.com) 3 Es una ética formal: la materia del imperativo es lo mandado, la forma el grado de universalidad del imperativo. Kant afirma que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que la máxima pueda ser universalizable. Es autónoma: un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes; la ética kantiana es autónoma al afirmar que sólo las acciones morales son autónomas y libres: cuando nos conducimos moralmente, el fundamento de determinación de nuestra voluntad no viene de fuera, del mundo, o de la religión, sino de nosotros mismos, de nuestra conciencia, pues es nuestra razón práctica la que nos da el criterio de la conducta buena y la que permite la determinación de nuestra voluntad. Según Kant el fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación: para que una acción sea buena no basta que sea conforme al deber, además ha de hacerse por deber. El llamado rigorismo kantiano implica el deber por el deber, aunque vaya en contra de mi felicidad y de las personas que quiero, y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción, universalidad que impide aceptar excepciones en la validez del imperativo categórico. Este imperativo prescribe una acción como buena de forma incondicionada, manda algo absolutamente, sin referencia a ningún propósito extrínseco. Sólo el imperativo categórico es imperativo de la moralidad. Kant dio varias formulaciones generales del imperativo categórico, entre las que destacan la “fórmula de la ley universal”, y la “fórmula del fin en sí mismo”, que ordena tratar a la humanidad, tanto propia como ajena, siempre como un fin en sí mismo. El Idealismo Trascendental rechaza la posibilidad del conocimiento científico de Dios, el alma y la libertad, pero Kant creerá que podemos vincularnos con lo metafísico mediante la experiencia moral. Y ello a partir de los postulados de la Razón Práctica (llamados así porque son proposiciones indemostrables pero que han de ser admitidas si se quiere entender el "factum moral"): el postulado de la libertad, el de la existencia de Dios y el de la inmortalidad del alma. Para la razón teórica, el hombre está sometido a la causalidad y necesidad natural, pero desde la razón práctica podemos defender la existencia de la libertad pues es la condición de posibilidad de la acción moral, de su valor y de la responsabilidad moral; el postulado de la libertad muestra que el hombre pertenece a dos reinos: el fenoménico, en donde todo está sometido a la causalidad, y el nouménico en donde rigen las leyes morales y la libertad. Kant llama “Sumo o Supremo Bien" a la síntesis de virtud y felicidad, y defiende que su realización es la condición de posibilidad de la moralidad; en este mundo la unión completa de virtud y felicidad es imposible, luego debe existir otra vida en donde tenga cumplimiento perfecto el afán moral y la felicidad, lo cual exige que sean ciertos el postulado de la existencia de Dios y el postulado de la inmortalidad del alma. Los postulados de la razón práctica no se pueden demostrar científicamente, pero tienen validez subjetiva, pues sirven para que tenga sentido la experiencia moral, y llevan a la fe racional: fe porque de ellos sólo cabe un convencimiento subjetivo, pero racional porque no vienen dados por urgencias de la revelación sino de la propia razón.
Compartir