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1 
Impacto psicológico de la COVID-19 en población adulta colombiana 
 
 
 
 
Andrés Felipe Angarita Noriega 
Leidy Juliana González Rodríguez 
Iván Darío Rodríguez Salamanca 
María José Rueda Torres 
Yessica Nathalia Sarmiento Vera 
 
 
 
 
Directora 
Dr. Mónica Mojica Perilla 
 
 
 
 
 
Universidad Autónoma de Bucaramanga 
Facultad de Ciencias de la Salud 
Programa de Psicología 
Bucaramanga, 2022 
2 
Tabla de contenido 
Planteamiento del problema 7 
Justificación 11 
Objetivos 17 
Objetivo general 17 
Objetivos específicos 17 
Marco Teórico 36 
Covid-19 36 
Salud mental 46 
Metodología 69 
Diseño 69 
Variables 70 
Instrumentos 71 
Procedimiento 72 
Resultados 73 
Discusión 114 
Conclusiones 132 
Limitaciones 134 
Referencias 134 
Apéndices 160 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
Listado de Tablas 
Tabla 1. Distribución de la Muestra por Variables Sociodemográficas 75 
Tabla 2. Distribución de la Muestra por Departamento de Residencia 76 
Tabla 3. Distribución de la Muestra por Municipios de Santander 77 
Tabla 4. Distribución de la Muestra por Variables de Convivencia 78 
Tabla 5. Distribución de la Muestra según Ocupación Principal en Tres Momentos de la 
Pandemia 79 
Tabla 6. Distribución de la Muestra según Preocupaciones Asociadas a la COVID-19 83 
Tabla 7. Distribución de la Muestra por Nivel de Malestar Emocional 84 
Tabla 8. Distribución de la Muestra por Grado de Sintomatología 85 
Tabla 9. Distribución de la Muestra por Rango de Edad y Sintomatología 86 
Tabla 10. Distribución de la Muestra por Género y Grado de Sintomatología 87 
Tabla 11. Distribución de la Muestra por Estado Civil y Grado de Sintomatología 88 
Tabla 12. Distribución de la Muestra por Nivel de Escolaridad y Grado de Sintomatología 89 
Tabla 13. Distribución de la Muestra por Nivel Socioeconómico y Variables de 
Sintomatología 90 
Tabla 14. Distribución de la Muestra por Personas con las que ha Convivido y 
Sintomatología 91 
Tabla 15. Distribución de la Muestra por Personas Bajo su Responsabilidad y 
Sintomatología 92 
Tabla 16. Distribución de la Muestra por Personas con la que Vive y Sintomatología 93 
Tabla 17. Distribución de la Muestra por Ocupación Actual y Sintomatología 94 
Tabla 18. Distribución de la Muestra por Esquema de Vacunación y Sintomatología 95 
Tabla 19. Distribución de la Muestra por Contagios de COVID-19 y Sintomatología 95 
Tabla 20. Distribución de la Muestra por Presencia de Secuelas y Sintomatología 96 
Tabla 21. Distribución de la Muestra por Tipo de Secuela y Sintomatología 97 
Tabla 22. Distribución de la Muestra por Familiares o Personas Cercanas Contagiadas 
por COVID-19 y Sintomatología 98 
Tabla 23. Distribución de la Muestra por Familiares en UCI y Sintomatología 99 
Tabla 24. Distribución de la Muestra por Perdida de Seres Queridos a Causa de la 
COVID-19 y Sintomatología 99 
Tabla 25. Tabla Cruzada para Depresión vs Ocupación 100 
Tabla 26. Prueba de Chi-cuadrado para Depresión vs Ocupación 100 
Tabla 27. Tabla Cruzada para Depresión vs Alteración del Sueño 101 
4 
Tabla 28. Prueba de Chi-cuadrado para Depresión vs Alteración del Sueño 101 
Tabla 29. Tabla Cruzada para Depresión vs Alteraciones Psicológicas 101 
Tabla 30. Prueba de Chi-cuadrado para Depresión vs Alteraciones Psicológicas 102 
Tabla 31. Tabla Cruzada para Depresión vs Dificultad para Respirar 102 
Tabla 32. Prueba de Chi-cuadrado para Depresión vs Dificultades para Respirar 102 
Tabla 33. Tabla Cruzada para Depresión vs Familiar Contagiado 103 
Tabla 34. Prueba de Chi-cuadrado para Depresión vs Familiar Contagiado 103 
Tabla 35. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Ocupación 104 
Tabla 36. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Ocupación 104 
Tabla 37. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Vacunación 104 
Tabla 38. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Vacunación 105 
Tabla 39. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Contagio 105 
Tabla 40. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Contagio 105 
Tabla 41. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Secuelas por COVID-19 106 
Tabla 42. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Secuelas por COVID-19 106 
Tabla 43. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Alteración del Olfato 106 
Tabla 44. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Alteración del Olfato 107 
Tabla 45. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Alteración del Gusto 107 
Tabla 46. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Alteración del Gusto 107 
Tabla 47. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Alteración del Sueño 108 
Tabla 48. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Alteración del Sueño 108 
Tabla 49. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Alteraciones Psicológicas 109 
Tabla 50. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Alteraciones Psicológicas 109 
Tabla 51. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Dificultad para Respirar 109 
Tabla 52. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Dificultad para Respirar 110 
Tabla 53. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Dolores de Cabeza 110 
Tabla 54. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Dolores de Cabeza 110 
Tabla 55. Tabla Cruzada para Ansiedad vs Familiar Contagiado 111 
Tabla 56. Prueba de Chi-cuadrado para Ansiedad vs Familiar Contagiado 111 
Tabla 57. Tabla Cruzada para Estrés vs Ocupación 111 
Tabla 58. Prueba de Chi-cuadrado para Estrés vs Ocupación 112 
Tabla 59. Tabla Cruzada para Estrés vs Alteraciones Psicológicas 112 
Tabla 60. Prueba de Chi-cuadrado para Estrés vs Alteraciones Psicológicas 112 
Tabla 61. Tabla Cruzada para Estrés vs Familiar Contagiado 113 
5 
Tabla 62. Prueba de Chi-cuadrado para Estrés vs Familiar Contagiado 113 
Tabla 63. Tabla Cruzada para Malestar Emocional vs Vacunación 114 
Tabla 64. Prueba de Chi-cuadrado para Malestar Emocional vs Vacunación 114 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
6 
Listado de Figuras 
Figura 1. Distribución de la Muestra por Esquema de Vacunación de COVID-19 80 
Figura 2. Distribución de la Muestra por Contagios de COVID-19 80 
Figura 3. Distribución de la Muestra por Secuelas de COVID-19 81 
Figura 4. Distribución de la Muestra por Familiares o Personas Cercanas Contagiadas 
de COVID-19 81 
Figura 5. Distribución de la Muestra por Personas Cercanas o Familiares Internados 
en UCI 82 
Figura 6. Distribución de la Muestra de Personas Cercanas Fallecidas por COVID-19 82 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
Planteamiento del problema 
A finales del año 2019, en la ciudad de Wuhan, China, fueron notificados múltiples 
casos de neumonía que, en ocasiones, provocaban grandes complicaciones. Con el paso de 
los días, ya iniciado el nuevo año, se determinó que dicha enfermedad estaba siendo causada 
por un nuevo coronavirus que se denominó SRAS-CoV-2. Debido a su naturaleza de alta 
propagación y mortalidad, escaló en poco tiempo a dimensiones de orden global y se emitió 
la declaración de “emergencia de salud pública de preocupación internacional” por la 
Organización Mundial de la Salud (2020). En gran parte de las sociedades del mundo se 
establecieron medidas con el fin de mitigar el contagio y la muerte en la población, tales 
como el aislamiento social y el uso obligatorio de implementos como el tapabocas y la 
desinfección con alcohol. 
Todas estas consecuencias, y la emergencia de la enfermedad propiamente, generaron 
un impacto muy significativo en las realidades y dinámicas humanas, comprendiendo 
numerosas áreas que rebasan la de la salud exclusivamente física. Un ejemplo de esto son las 
alteraciones de los números en materia laboral, evidenciándose un aumento de 33 millones de 
personas desocupadas en el mundo durante el año 2020 (Organización Internacional del 
Trabajo, 2021) producto del cierre de diversos puestos de trabajo, de la organización o de 
inestabilidades económicas; y es que la económica es otra de las áreas fuertemente afectadas 
por la situaciónsanitaria por COVID-19, pues durante el 2020, el grupo Banco Mundial 
(2020) estimó una reducción del 5.2% de la economía mundial, lo que tendría diversos y 
devastadores impactos en las actividades económicas y en la población general, enfatizando 
aquellos en situación económica desfavorable. 
La implementación de nuevas modalidades como el teletrabajo en aquellos que 
conservaron su empleo, también supuso un cambio en las dinámicas laborales a partir de una 
transformación de la actividad laboral misma, la interacción y comunicación con equipos de 
8 
trabajo, el desarrollo de las tareas, entornos laborales, entre otros, lo cual puede reflejarse de 
manera similar en la comunidad educativa, en tanto estudiantes como personal docente. En 
coherencia con lo anterior, De Arco y Castillo (2020), rescatan los datos obtenidos por 
FASECOLDA (Federación de Aseguradoras Colombianas) y las ARL (Administradoras de 
Riesgos Laborales), que evidencian que en Colombia hay “10,4 millones de trabajadores 
activos, 2 a 3 millones se encuentran trabajando en casa” en modalidades de teletrabajo y 
trabajo en casa, las cuales incrementan riesgos en términos de adaptaciones físicas adecuadas, 
problemas de salud y problemas mentales generando en los trabajadores el padecimiento del 
síndrome de agotamiento emocional. 
En cuanto al área social, y por las mismas medidas establecidas por los gobiernos en 
los inicios de la emergencia, se vio restringido cualquier tipo de interacción con individuos 
no pertenecientes al núcleo familiar primario, o personas con quienes no se compartía 
vivienda, lo que contradice, de cierta manera, el instinto natural del ser humano por 
interactuar con otros (Ministerio de Salud y Protección Social, 2020). Según Huarcaya 
(2020), además de lo anteriormente mencionado, se suma el temor por contraer el virus, que 
un miembro de la familia o ser querido resulte contagiado, la facilidad con la que se 
transmite, los casos de personas confirmadas, así como los reportes diarios acerca de las 
muertes por COVID-19. El autor menciona que estas situaciones han representado un 
impacto negativo en la salud mental de la población general llegando a generarse emociones 
y pensamientos negativos como la tristeza e irritabilidad, sentimientos de soledad, miedos 
relacionados con la muerte y la posibilidad de que se genere un duelo patológico, ya que los 
cuerpos de las personas fallecidas por contagio no pueden ser vistos por sus familiares, ni 
pueden ser entregados para futuros rituales como despedida, generando síntomas de 
desesperanza, inutilidad, pesimismo y culpa, los cuales son característicos de un posible 
episodio depresivo. 
9 
De esta manera, es importante entender que la salud mental no es solo la ausencia de 
enfermedad física, sino un estado de bienestar en el que las personas son capaces de hacer 
frente a las presiones habituales de la vida y aportar a su comunidad (OMS, 2004). La 
pandemia ha ocasionado millones de casos de malestar psicológico, altos niveles de ansiedad, 
estrés, alteraciones en calidad del sueño, síntomas depresivos y otras manifestaciones 
psicológicas que a día de hoy pueden ser los precursores de grandes crisis en salud mental en 
algunos territorios, como en el caso de las Américas (ONU México, 2021). Además, estas 
afecciones de salud mental pueden incrementar diferentes problemas de salud crónicos y 
problemas sociales como el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas legales e 
ilegales, pues afectan la forma de sentir, pensar y comportarse de cada persona, influyendo en 
su capacidad de relacionarse y desempeñarse en su vida diaria (Valero et al., 2020). 
Partiendo de este panorama y consideraciones en materia de salud mental, se han 
desarrollado numerosos estudios que señalan los principales efectos psicológicos que surgen 
del aislamiento y de las medidas adoptadas durante el periodo de confinamiento por COVID-
19 en el año 2020, entre las cuales se reportan marcados síntomas de ansiedad, depresión y 
estrés (Hernandez, 2020), además de niveles de incertidumbre que subyace de las medidas 
tomadas por los organismos gubernamentales (Botero, 2021), todo lo cual repercute en la 
salud mental de la población en general y aún más en grupos vulnerables (Fallahi et al., 
2021). 
Estos estudios han permitido identificar diferentes estrategias de afrontamiento que la 
población ha empleado para sobrellevar las situaciones adversas asociadas a la pandemia, 
formas de mitigar dichos impactos, y en general medidas de autocuidado (Mayo Clinic 2020). 
No obstante, la mayoría de dichas investigaciones centran su foco en poblaciones específicas 
para su estudio, priorizando principalmente al personal de salud de primera línea (Kalaitzaki 
et al., 2021), por razones claras; también se han realizado investigaciones en población 
10 
general, pero estas han sido menores en número y casi nulas en el caso colombiano. Sin 
embargo, se ha logrado rescatar una revisión de dichos estudios de los cuales se han 
encontrado en común manifestaciones a nivel clínico como las alteraciones a nivel cognitivo, 
emocional y conductual; Ramírez et al. (citado en Mayorca et al., 2020) especifica que 
dichas alteraciones se encuentran relacionadas con la salud mental y que “entre los 
diagnósticos de trastornos más frecuentes se encuentran la ansiedad, el estrés y la depresión; 
le siguen ideación suicida, trastornos alimenticios como consecuencia de las medidas de 
prevención, contención, mitigación y supresión del COVID-19”. 
Lo anterior coincide con revisiones realizadas acerca de los impactos psicológicos que 
se han experimentado durante epidemias que han sucedido a lo largo de la historia, como el 
SARS-CoV, el MERS-CoV, gripe A/H1N1 y el Ébola, las cuales reflejan que efectivamente 
esta emergencia sanitaria tiene un efecto negativo en la salud mental de los individuos, 
quienes pueden empezar con síntomas tales como ansiedad, angustia, baja autoestima, 
tristeza, rabia, ira, entre otros, que pueden desencadenar la aparición de trastornos como el 
estrés postraumático, obsesivo compulsivo, depresión o hasta llevar al suicidio (Brooks et al., 
2020, citado en Larios, 2020). 
Actualmente, se evidencian cambios en las medidas sanitarias del COVID-19 que 
pueden haber modificado las dinámicas establecidas en el inicio de la enfermedad y, por lo 
tanto, diferencias en el impacto psicológico que puede padecer la población en general. 
Medidas tales como el aumento de población vacunada, disminución de casos de contagio y 
muertes reportados por el ministerio de salud colombiano, retirada de medidas de aislamiento 
social obligatorio, adecuación de los espacios de múltiples instituciones, empresas y 
estructuras siguiendo los protocolos de bioseguridad (desinfección de manos y zapatos, toma 
de temperatura, puntos distribuidos con alcohol y gel antibacterial, establecimiento de aforos, 
etc.), retorno presencial en ciertos espacios de trabajo, universitarios y escolares, uso de 
11 
tapabocas en espacios públicos, distanciamiento físico entre individuos, además de otras 
medidas, han permitido un retorno gradual a las actividades humanas tales como las 
laborales, educativas, sociales, deportivas, religiosas, de ocio, entre otras, alcanzando un nivel 
similar al que se presentaba en tiempos previos a la pandemia. 
Por lo anterior, y en vista de la escasez de estudios que realicen un abordaje del tema 
de salud mental en población general en el contexto colombiano durante la pandemia por la 
COVID-19, y las mencionadas alteraciones en las dinámicas que se viven en el periodo 
actual, denominado “Nueva Normalidad”, se plantean las siguientes preguntas: 
¿Cuál es el nivel de impacto psicológico en una muestra de población colombiana 
durante el período actual de la pandemia denominado Nueva Normalidad? 
¿Cuál es el perfil sociodemográfico, las experiencias y las preocupacionesrelacionadas con la COVID-19 en una muestra de población colombiana durante el período 
actual de la pandemia denominado Nueva Normalidad? 
Justificación 
De acuerdo con numerosos organismos nacionales e internacionales, la emergencia de 
la pandemia por COVID-19 ha constituido uno de los impactos con mayor alcance en la 
historia reciente de la humanidad. La naturaleza de dichos impactos, y las consecuencias que 
se derivan de ellos, han podido asociarse a una alta repercusión en la salud mental en 
personas de todo el mundo, convirtiéndose en objeto de gran preocupación. Según Goldberg 
et al. (2021), la pandemia “constituye una crisis global sin precedentes que ha ejercido un 
impacto sobre la salud mental a través de múltiples mecanismos de forma simultánea, y que 
requiere una actuación urgente”. Frente a esto, la Organización Panamericana de la Salud 
(2020) resalta la necesidad de que la salud mental sea constituida como un eje central dentro 
de los marcos de acción de los sistemas de salud y los gobiernos nacionales durante la 
situación de emergencia sanitaria. 
12 
 Este contexto ha tornado sobre sí la atención de investigadores y profesionales que 
han intentado comprender, con mayor detalle, el nivel de afectación psicológica que se 
desprende de los múltiples escenarios y las acciones generadas en respuesta a la enfermedad. 
Como resultado del desarrollo de estos estudios, se han obtenido datos sobre evidentes 
implicaciones en la salud mental posiblemente asociados a la pandemia; sin embargo, la 
mayoría se han enfocado en poblaciones específicas como las que comprenden al personal de 
salud de primera línea al observarse como una población vulnerable, a razón de su continua 
exposición al virus por COVID 19 y a eventos de alta carga emocional (Pazmiño et al., 
2021). Como consecuencia, se evidencia que al realizar una búsqueda sobre estudios en 
población en general, la literatura se observa mucho más escasa en comparación con el 
primer caso. 
 Adicionalmente, los datos existentes en el contexto nacional, y más específicamente 
en el departamento de Santander, son extremadamente limitados, encontrando de manera casi 
exclusiva el estudio de Profamilia y el reporte del Departamento Administrativo Nacional de 
Estadística, ambos publicados entre julio y octubre del 2020. En el primero, desarrollado por 
Sánchez et al. (2020), con una muestra de 1735 personas de toda Colombia, se han 
identificado aumentos en materia de afectación mental durante el mes de septiembre de 2020, 
encontrando sensaciones de fatiga sin motivo aparente en un 70% de la muestra, nerviosismo 
en un 62%, inquietud/impaciencia en el 57%, y sentimientos de desesperanza en 46% de la 
muestra evaluada, por resaltar algunos ejemplos, y todos con mayor prevalencia en el sexo 
femenino. Resultados similares fueron registrados por el Departamento Administrativo 
Nacional de Estadística (2020), reflejando que casi el 50% de los aproximadamente 15.000 
encuestados, evidenciaron afectaciones psicológicas entre las que destacan la preocupación o 
nerviosismo, el cansancio, irritabilidad, tristeza e insomnio, y de igual forma con mayor 
prevalencia en mujeres. Lo anterior da cuenta de dos cosas: en primer lugar, que en los dos 
13 
reportes se observa que más de la mitad de la muestra ha sufrido repercusiones psicológicas 
en mayor o menor medida durante la extensión de la pandemia, y en segundo, que estos son 
de los pocos reportes de salud mental nacionales con población general, lo que da cuenta de 
un vacío en la literatura y, por tanto, la imperiosa necesidad de llenarlo. 
Para señalar la importancia de lo anterior, es necesario mencionar que existen 
evidencias de que aquellos impactos en la salud mental pueden variar según las 
particularidades del caso; factores tales como las presiones socioeconómicas, las condiciones 
de vida, discriminación, exclusión social (Organización Panamericana de la Salud, 2020), las 
diferencias sociales y culturales, el aumento o decremento de casos contagiados, las 
actuaciones del estado en materia de campañas, infraestructura de salud, soportes al 
ciudadano, y en general aquellos que obedecen a diferencias culturales, pueden determinar, 
de manera relativa, la forma en que dichos impactos son experimentados. 
Clouet, en su búsqueda por comprender cuál ha sido el papel de las diferencias 
culturales frente al impacto de la pandemia, pone en contraste las dos culturas más 
prominentes de la humanidad: la occidental y la oriental. El autor señala que “El hecho de 
que, en oriente, en general, se tienda a favorecer a la comunidad frente al individuo y a 
valorar lo colectivo por encima de lo particular, podría haber ayudado a países como China, 
Corea del Sur y Japón a responder más eficazmente a la pandemia que los países 
occidentales, donde el triunfo de las libertades individuales y del individuo podría estar 
sobrevalorado.” (Clouet, 2020). Siguiendo esta idea, Mizrahi plantea un panorama similar: 
En otras culturas, las reglas de sociabilidad son muy diferentes. La distancia social de la que 
tanto se habla en estos días forma parte de su repertorio habitual porque son más 
individualistas. Los círculos sociales son más reducidos, las amistades ocupan un lugar menos 
importante y, para muchos, no hay demasiado por fuera del trabajo. Históricamente, los países 
anglosajones se han diferenciado de los latinos en ese sentido. Y el contraste es incluso mayor 
con algunas naciones asiáticas como Japón o Corea (Mizrahi, 2020). 
14 
Lo anterior permite esbozar un panorama sobre la importancia de estas diferencias en 
la respuesta de los países a las situaciones hoy vividas; no obstante, estas han resaltado, 
incluso antes del COVID-19. Para ejemplificar lo anterior, se rescata el caso de las 
distinciones en índices de suicidios identificados en periodos previos a la pandemia, 
existiendo en las Américas un incremento en la tasa de suicidio desde el año 2000 hasta la 
actualidad; esto ubica al continente en un foco de interés a razón de los mencionados 
antecedentes, pero también, por la situación sanitaria que se vive hoy por hoy. Respecto a 
este tema, el director general de la OMS menciona “prestar atención al suicidio es incluso 
más importante ahora, después de muchos meses inmersos en la pandemia de la COVID-19 y 
cuando muchos de los factores de riesgo del suicido – pérdida de empleo, apuros económicos 
y aislamiento social – siguen estando muy presentes.” (OMS, 2021). En contraparte, la tasa 
de suicidios ha descendido a escala mundial, lo que sugiere la importancia relativa que 
pueden tener determinados factores propios de una región en el grado y tipo de afectación 
psicológica, y en el caso señalado particularmente, en la decisión de quitarse la vida. 
Además, el mayor número de estudios que han buscado responder a incógnitas sobre 
los impactos que tiene la pandemia sobre la salud mental, se han desarrollado durante 
periodos iniciales o intermedios de la pandemia. Se ha encontrado, por ejemplo, que la 
mayoría de la literatura recientemente publicada es de hace seis meses, y su estudio se ha 
centrado en los acontecimientos vivenciados durante el año 2020 (comienzo de la pandemia 
por COVID 19). Por lo tanto, los datos de interés acerca de las afectaciones psicológicas del 
año 2021, es decir posteriores al periodo de aislamiento obligatorio son muy reducidos, y se 
prevé, según el tiempo en el que se han publicado los artículos en los últimos meses, que los 
datos actuales estarán disponibles para 2022. 
Es preciso señalar que existe una diferenciación entre los periodos de trayectoria de la 
pandemia, pues las condiciones de vida y los escenarios han sufrido transformaciones ya que 
15 
se ha pasado desde el confinamiento total, siendo este el más impactante para los individuos, 
sabiendo que fue justo al inicio de la pandemia, momento en el que había poca informacióny/o desinformación acerca del tema, sumado al miedo, incertidumbre y toda clase de 
emociones intensas por el cambio radical en todas las áreas vitales de los individuos, a causa 
de la cuarentena estricta que ocasionó que las personas, de manera obligatoria, tuvieran que 
estar todos los días en sus casas, sin posibilidad de salir. En ese momento se veían las calles 
desoladas, las vías vacías y el comercio cerrado. Paulatinamente, debido a la necesidad 
económica y psicológica de los colombianos, se fue abriendo el comercio y comenzó el pico 
y cédula por números, con derecho a salir de 1 a 2 días a la semana, seguido del pico y cédula 
de pares e impares; dichas medidas permanecieron durante el año 2020, para el año 2021 
finalizó el toque de queda y el pico y cédula. En la actualidad, se atraviesa un período cuya 
principal característica es la tendencia a un retorno progresivo de las actividades humanas a 
cómo se desarrollaban en momentos previos a la pandemia, siguiendo ciertos protocolos y 
limitaciones en respuesta a la enfermedad, medidas que para finales del año 2021 seguían 
vigentes. 
Adicionalmente, uno de los grandes cambios ha sido el avance en el proceso de 
vacunación masiva de la población a lo largo del mundo, el cual, según un estudio sobre el 
impacto de la vacunación contra el COVID-19 en la salud mental de la Universidad de York, 
se ha asociado con un beneficio significativo a nivel psicológico en aquellos con mayor 
riesgo de complicaciones o muerte (Chaudhuri y Howley, 2021). Este periodo actual es lo 
que se ha denominado “Nueva Normalidad”, principalmente como un concepto coloquial. 
Todos los cambios anteriormente mencionados se impartieron de manera radical y los niveles 
de afectación demuestran el gran impacto psicológico que se dio a nivel mundial. Sin 
embargo, si bien se puede corroborar que ha existido un impacto importante a nivel 
16 
psicológico, existen pocos estudios que hayan realizado mediciones previas a la pandemia en 
relación a la salud mental, por lo que hay escasa información con la que contrastar. 
Por ejemplo, uno de los pocos estudios es el desarrollado por Haucke et al. (2021) 
quienes buscaron identificar los posibles cambios en las afecciones mentales de una muestra 
alemana, después de retiradas las medidas de confinamiento. Se encontró que la soledad, la 
preocupación sobre el COVID-19, y la percepción de las restricciones incrementó el estado 
afectivo negativo durante una etapa posterior al confinamiento, en aquellos que arrastraban 
estos síntomas desde hace días. No obstante, se identificó también que en aspectos como la 
búsqueda de información sobre COVID-19 o el número de casos contagiados diarios no hubo 
incremento en el estado afectivo negativo, lo que sugiere una posible adaptación y cambios 
en la vivencia de la pandemia, en el contexto alemán. Indudablemente, lo anterior pone de 
manifiesto la necesidad de investigar los eventos actuales, pues obedecen a una problemática 
de salud pública nacional e internacional de amplio impacto, sobre la cual no existe 
información suficiente. 
Todo lo anteriormente mencionado, sugiere que dichos vacíos en la literatura 
requieren imperiosamente la generación de un nuevo conocimiento, partiendo de la limitada 
investigación con poblaciones en general, los pocos registros investigativos realizados en 
Colombia y más específicamente, en Santander, y la escasa cantidad de estudios publicados 
sobre el periodo actual de la pandemia, “Nueva Normalidad”. A partir de este proyecto, 
entonces, se pretende generar un aporte a la literatura sobre la salud mental en un contexto 
colombiano actual, en vista de las carentes fuentes que reúnen estas características y que, hoy 
por hoy, se consideran un tema de preocupación nacional. 
17 
Objetivos 
Objetivo general 
Caracterizar el impacto psicológico a partir de síntomas de depresión, ansiedad y 
estrés, en una muestra de población colombiana durante el periodo actual de la pandemia por 
COVID-19, denominado Nueva Normalidad. 
Objetivos específicos 
- Identificar el perfil socio demográfico de la muestra. 
- Describir las experiencias y preocupaciones relacionadas con la COVID-19 de la 
muestra. 
- Estimar el porcentaje de la muestra con sintomatología ansiosa, depresiva y de estrés 
durante el periodo de Nueva Normalidad de la pandemia. 
- Determinar la afectación psicológica más frecuente de una muestra de participantes en 
Colombia. 
- Establecer posibles asociaciones entre las variables de depresión, ansiedad, estrés y 
malestar emocional, y las variables sociodemográficas, de convivencia y trabajo y 
preocupaciones asociadas a la COVID-19. 
Antecedentes 
Luego de una revisión de la literatura y teniendo en cuenta el objeto de estudio, se 
presentarán de forma general los antecedentes relacionados a la salud mental en diferentes 
momentos de la pandemia, como también a grupos específicos tales como, personal de 
primera línea, estudiantes, profesorado, padres, jóvenes y población general. A continuación, 
se realiza una descripción de las investigaciones encontradas con respecto a dichas 
afectaciones. 
Una de las primeras investigaciones acerca del impacto psicológico a población 
general en etapa inicial de la pandemia de COVID-19, fue realizada por Wang et al. (2020). 
18 
El estudio contó con la participación de 1210 encuestados de 194 ciudades diferentes de 
China, de los cuales el 67.3% eran mujeres. La recolección de datos se realizó a principios 
del año 2020, desde el 31 de enero al 2 de febrero, a través de una encuesta en línea que 
utilizó técnicas de muestreo de bola de nieve. Para evaluar el impacto psicológico de la 
pandemia se utilizó la escala de impacto de eventos revisada (IES-R), y el estado de salud 
mental se evaluó mediante la Escala de depresión, ansiedad y estrés (DASS-21). Como 
resultado del estudio el 53.8% reportó un impacto psicológico de moderado o severo; el 
16.5% síntomas depresivos de moderados a graves; el 28.8% síntomas de ansiedad de 
moderados a graves y el 8.1% síntomas de estrés de moderados a graves. Además, se 
encontró que el sexo femenino, el ser estudiante y un estado de salud autoevaluado como 
deficiente, se asocian con un mayor impacto psicológico en aspectos como el estrés, la 
ansiedad y la depresión. Por otro lado, el suministrar información específica, precisa y 
actualizada acerca de la salud, se asocia con menores niveles de estrés, ansiedad y depresión. 
Como conclusión, los autores señalan que los efectos en la salud mental de la población son 
preocupantes, ya que a tan solo tres días de haber sido declarado el brote por COVID- 19 
como un problema de salud pública y una emergencia de importancia internacional, más de la 
mitad de los encuestados indicaron un impacto psicológico entre moderado y severo. Por todo 
esto se recomienda la identificación de las necesidades psicológicas inmediatas en la 
población general con el fin de adoptar medidas que reduzcan el impacto psicológico, además 
se recomienda transmitir información de manera clara, precisa, y en un formato que ayude a 
quienes no tienen antecedentes educativos, para contrarrestar la propagación de información 
falsa o desactualizada. 
Otra investigación a resaltar que se realizó en la etapa inicial de la pandemia, pero que 
además recolecto información meses después del inicio de esta, en la etapa de 
desconfinamiento, fue el Estudio Solidaridad de Profamilia (2020), el cual tuvo como 
19 
objetivo “Analizar los cambios de comportamientos y expectativas inmediatas de los 
colombianos, durante la etapa de flexibilización, la cual corresponde a las medidas y el 
desconfinamiento decretado por el gobierno nacional”. El estudio contó con la participación 
de 1735 adultos. La primera fase del estudio se realizó entre el 8 y el 20 de abril, mientras 
que la segunda fase fue del 1 al 11 de septiembre de 2020. De acuerdo ala investigación, el 
91% de los encuestados reportó alguna afectación en su salud mental en el último mes de 
cuarentena. Además, se encontró un aumento del 20% en problemas de ansiedad y depresión 
en la etapa de desconfinamiento, en contraste al 4% del inicio de la cuarentena. A 
continuación, se presentan los resultados más relevantes sobre el impacto a la salud mental de 
acuerdo a los dos momentos de la pandemia: el 36% de los encuestados afirmó sentirse 
cansado y sin motivos al inicio de la cuarentena y 16% en la etapa de flexibilización; se ha 
sentido desesperanzado 25% y 11% respectivamente; se ha sentido inútil o poco valioso/a 
9% al inicio, 22% en desconfinamiento; se sintió tan triste que nada podía alegrarlo/a 7% al 
inicio, 19% en desconfinamiento; se ha sentido inquieto e impaciente 17% y 28% 
respectivamente; sintió que todo le cuesta mucho esfuerzo 7% al inicio y 18% en 
desconfinamiento. Además, un 37% de los encuestados reportó que sufre emocionalmente 
debido a la COVID-19, siendo 79% mujeres; señalan como principales razones para salir de 
casa durante el confinamiento los problemas de ansiedad o depresión, así mismo de las 
preocupaciones más altas de contagio fue utilizar el transporte público y estar a menos de dos 
metros de alguien que tiene coronavirus. 
En esta misma época, es decir, a inicios de abril del 2020, se inició una investigación 
que vale la pena resaltar; esta tuvo lugar cuando Chaudhuri y Howley (2021) se plantearon el 
objetivo de estimar los beneficios que en materia de salud mental podría traer el hecho de 
vacunarse contra COVID-19. Los autores utilizaron la información recogida en un estudio 
longitudinal realizado previamente con hogares del Reino Unido conocido como UKHLS, 
20 
este contenía datos de 21.985 personas mayores de 16 años o más que participaron 
mensualmente en la investigación desde el mes de abril hasta julio, y luego cada dos meses 
hasta responder aproximadamente 8 informes. La información a la que pudieron acceder los 
investigadores abarcaba aspectos sociodemográficos y de salud mental, esta última fue 
medida mediante el Cuestionario de Salud General (GHQ-12), el cual permitió evaluar los 
síntomas somáticos, ansiedad, insomnio, la disfunción social y aspectos sobre su felicidad. 
Luego de esto, los autores de la investigación separaron las variables entre un grupo 
experimental (vacunado) y de control (no vacunado), y tuvieron en cuenta, a partir del 
séptimo informe, preguntarle a los encuestados si se habían vacunado contra la COVID-19, 
así como su disposición a vacunarse en caso de no estarlo, además de preguntar si fueron 
clasificadas con comorbilidades. Los resultados evidenciaron que, para el grupo de adultos 
vacunados, el impacto de la vacunación es positivo y oscila entre un aumento de 0.8 y 1.8 
unidades en el bienestar mental captado por el GHQ; esto demuestra, según los autores, que 
el beneficio para la salud mental de la vacunación es significativo para los que corren más 
riesgo de hospitalización y muerte (los mayores de 55 años y/o los que tienen problemas de 
salud subyacentes). A su vez, se sugiere que, antes de la vacunación, la ansiedad general por 
enfermar de COVID-19 era una fuente significativa y sustantiva de malestar psicológico para 
muchas personas; además, los autores también indican que la vacunación no tiene un impacto 
en la salud mental de los jóvenes, quienes corren menos riesgo de contraer la COVID-19. 
Dicho lo anterior, el estudio concluye que probablemente, dado el éxito que han tenido las 
vacunas en materia de reducción ante el riesgo de hospitalización y muerte de las personas, es 
posible que la ansiedad relacionada con la salud pueda eliminarse en gran medida una vez 
vacunada la población. 
La investigación llevada a cabo por Li y Wang (2020) tuvo como finalidad explorar la 
prevalencia y los predictores de los trastornos psiquiátricos generales y la soledad en una 
21 
muestra de 15,530 encuestados, entre el 24 y 30 de abril del 2020, a los participantes se les 
aplicó un cuestionario sociodemográfico, y un cuestionario de salud general (GHQ). Los 
resultados arrojaron que el 29,2% de los encuestados tienen una puntuación de 4 o más en la 
medida del trastorno psiquiátrico general, así mismo el ser mujer y joven presenta una mayor 
puntuación para predictores de trastornos psiquiátricos y una proporción de casos 
significativamente más alto. El 35,86% de los encuestados se sienten solos a veces, o a 
menudo, así mismo se encontró que las personas que han presentado síntomas de COVID-19 
presentan mayor alteración psicológica y sentimientos de soledad; adicionalmente, aquellos 
que no tienen un trabajo presentan resultados dispares, ya que pueden indicar sentimientos de 
soledad o por el contrario ningún sentimiento de soledad en lo absoluto; además, las personas 
con pareja presentan menores posibilidades de presentar alteraciones psicológicas. La 
investigación realizada por Li y Wang, pone de manifiesto la importancia de las futuras 
investigaciones sobre los posibles predictores de trastornos psiquiátricos generales, así como 
también de la soledad, además de la necesidad de medidas por parte de los gobiernos y 
organización con el fin de mitigar el impacto en la salud mental, especialmente de las 
poblaciones más vulnerables. 
La investigación de Alzueta et al. (2020) tuvo como objetivo examinar el impacto que 
generó la pandemia y las restricciones en la salud mental de población adulta en 59 países, en 
la que se realizó una encuesta que se distribuyó entre el 19 de abril y el 3 de mayo del 2020; 
además se utilizó un muestreo tipo bola de nieve en el que participaron 6882 personas, siendo 
el 78,8% del género femenino. Su investigación se llevó a cabo por medio de un cuestionario 
de datos sociodemográficos, el inventario de impactos de la epidemia-pandemia, el DASS 21 
y el TAD-7, mediante los cuales se evaluó el impacto psicológico de la muestra en los 
distintos países, encontrando que el 25,4% informaron de una depresión de moderada a grave 
y el 19,5% de síntomas de ansiedad, hallando un aumento de síntomas de depresión y 
22 
ansiedad en mujeres y en sujetos no binarios, así como mayor sintomatología en las personas 
que no tenían pareja. Adicionalmente, encontraron como principal predictor del impacto 
psicológico el factor económico, y por el contrario, un factor protector que se asoció con 
menores niveles de depresión y ansiedad fue el tener un hijo menor de 18 años a cargo, 
concluyendo de esta manera que los cambios que surgieron a raíz de la pandemia impactaron 
de manera determinante la vida de los individuos en especial el aspecto social, al ocasionar 
pérdida de apoyo social significativo; así mismo se resalta la importancia del gobierno en la 
salud y la necesidad de implementar la tecnología como la telepsicología en el sistema, para 
abarcar una mayor población y mitigar el impacto en salud mental. 
 Otra investigación realizada en el contexto colombiano a principios del año 2020, en 
los meses de mayo a junio, con una muestra de 18061 personas de todo el territorio nacional, 
tuvo como objetivo identificar los determinantes personales y sociales del impacto de las 
medidas de confinamiento por COVID-19 en la salud mental en una muestra amplia de 
población colombiana. Las variables que se contemplaron fueron el riesgo de depresión, 
ansiedad y trastornos de somatización, a través del Cuestionario de Salud del Paciente (PHQ-
2), escala de trastorno de ansiedad generalizada (GAD-2) y el cuestionario de síntomas 
somáticos (SSQ-5), respectivamente. La muestra se distribuyó de la siguiente manera: 74,7% 
eran mujeres, el 0,4% que representan 74 personas, indicaron pertenecer al género no binario, 
42,9% eran adultos jóvenes de 18 a 29 años, 52,2% eran adultos de 30 a 59 años y 5% eran 
adultos mayores de 60 años o más, 28,6% reportaron ingresos bajos,61,9% reportaron 
ingresos medios y 9,5% altos. Por otro lado, 45,5% fueron trabajadores formales durante el 
confinamiento, el 19,5% eran estudiantes y 89,6% tenían educación universitaria. En aspectos 
generales, 35% de la muestra presentó una prevalencia de riesgo de depresión, 29,2% 
ansiedad y 31,2% estrés. Ahora bien, de acuerdo a los resultados más relevantes, los 
participantes de género no binario presentaron una prevalencia más significativa en depresión 
23 
con 56%, ansiedad 40% y somatización 41,3%, adicionalmente las mujeres presentaron 
mayores riesgos de prevalencia significativas que los hombres, para la depresión 36%, 
ansiedad 30,7 % y somatización 35%. Por otra parte, los adultos jóvenes informaron mayor 
prevalencia significativa de riesgo de depresión 48% y somatización 40,1%, seguidos por los 
adultos de mediana edad en la prevalencia de riesgo para depresión 26%, ansiedad 23,7% y 
somatización 25,8%, finalizando con los adultos mayores. De acuerdo con el nivel de 
ingresos, los participantes que indicaron tener ingresos más bajos, mostraron mayor 
prevalencia significativa de riesgo para las tres variables, seguidos por los ingresos medios y 
altos. En cuanto a la ocupación, los estudiantes mostraron mayor prevalencia significativa en 
todas las variables, seguidos por los trabajadores no remunerados, trabajadores formales, 
finalizando con las restantes ocupaciones. Para concluir, en cuanto al nivel de educación, los 
participantes que indicaron no tener ninguna educación formal mostraron mayor prevalencia 
significativa de riesgo de somatización, seguidos por los estudiantes universitarios; por otro 
lado, los participantes de educación primaria y secundaria mostraron una prevalencia 
significativa y a su vez similar en síntomas de ansiedad. Este estudio evidencia la importancia 
de la investigación con referencia a los grupos y sus vulnerabilidades ya que esta información 
facilita las intervenciones efectivas y eficaces, con el fin de reducir y proteger de los impactos 
producto del confinamiento por COVID-19 (Sanabria et al., 2021). 
Una investigación realizada en Brasil buscó indagar la prevalencia y los 
determinantes de los síntomas psiquiátricos entre la población general durante el pico de la 
pandemia. Los datos se recolectaron del 20 de mayo al 14 de julio del 2020, con una muestra 
que estuvo conformada por 1996 participantes, de los cuales 84,5% eran mujeres, 43% eran 
casados, 47,8% solteros, y el porcentaje restante eran divorciados y viudos; además 58,5% 
tenían títulos universitarios. Se les aplicó un cuestionario en línea constituido por preguntas 
sociodemográficas, conocimiento sobre la COVID-19, estado de salud física y mental, y 
24 
antecedentes psiquiátricos, incluyendo los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y la 
psicosis; así mismo buscaron evaluar la salud mental general, a través del instrumento DSM-
5 Self-Rated Level 1 Cross-Cutting Symptom. Además, se buscó medir la gravedad del estrés 
a partir del Impact of Event Scale-Revised, y la ansiedad y depresión mediante el PROMIS. 
Con todo esto se encontró como resultado un 81,9% de ansiedad en la población, 68% en 
depresión, 64,5% ira y 62,6% en síntomas somáticos, así como 55,3% en problemas de 
sueño, los cuales fueron los síntomas psiquiátricos más comunes. Por otro lado, encontraron 
que el tener menor edad, ser mujer, tener menor nivel educativo, bajos ingresos, mayor 
periodo de distanciamiento y diagnóstico psiquiátrico previo, se asocian de manera 
determinante con una mayor presencia de sintomatología en la población brasileña. Ahora 
bien, la información encontrada en la presente investigación indica el fuerte impacto en la 
salud mental de la población, abarcando una serie de diferentes factores que pueden estar 
incidiendo en los determinantes psiquiátricos y además se encuentra la imperiosa necesidad 
de una mayor investigación sobre dichos factores con el fin de mitigar el impacto, así como 
también se plantea el objetivo de realizar políticas públicas que ayuden a reducirlo (Ferraz et 
al., 2020). 
En la investigación realizada en Paraguay en mayo del 2020 sobre el Impacto a la 
salud mental durante la pandemia de COVID 19, se realizó un estudio transversal descriptivo 
de corte prospectivo, en población general. Para realizar la medición, se utilizaron dos 
instrumentos: el Patient Health Questionaire-4 que evalúa síntomas de depresión y ansiedad, 
y el cuestionario Insomnia Severity Index que evalúa síntomas de insomnio. La muestra total 
fue 511 personas, 63% mujeres y 37% hombres, cuyas edades oscilaban entre 18 y mayores 
de 50 años, distribuidos así, 51.9 % entre 30 y 50 años, 32.7% entre 18 y 30 años y 15.5% 
más de 50 años. El 21.3% de los participantes presentaban síntomas de ansiedad y depresión 
moderadas, un 15.9%, síntomas de ansiedad y depresión severos, y un 44.9% no presentó 
25 
síntomas clínicamente significativos. Por otro lado, 24.6% reportaron síntomas moderados de 
insomnio y 6.6% síntomas severos. A pesar de que la muestra del presente estudio no es 
significativa, y por lo tanto los resultados no pueden ser generalizados, está claro que la salud 
mental en la población presenta cambios significativos, lo que hace relevante futuras 
investigaciones sobre el tema (Ferreira et al., 2021). 
Giuntella et al. (2021) realizaron una investigación cuyo objetivo principal fue 
examinar las disrupciones en la conducta, en tres actividades específicas como el sueño, la 
actividad física y manejo del tiempo a raíz de la pandemia y su relación con la salud mental. 
Este estudio se llevó a cabo en dos momentos, comprendidos antes de la pandemia por 
COVID-19 (año 2019) y durante comienzos de la pandemia (año 2020), lo cual permitió 
detallar las afectaciones tras el confinamiento. En la investigación participaron 682 adultos 
jóvenes localizados en Estados Unidos; los resultados evidencian un incremento de las 
disrupciones en actividades de la vida diaria como lo es el caminar, el cual se redujo en un 
50%, a su vez se evidenció un aumento de 30 a 40 minutos en el tiempo de sueño. Así 
mismo, se puede crear una estimación acerca de la depresión, teniendo en cuenta que los 
participantes previos a la pandemia presentaron síntomas relacionados con depresión en un 
46% a 61%, lo cual aumentó a 90% tras la contingencia, esto quiere decir que hubo un 
aumento significativo de la sintomatología depresiva en los participantes durante la pandemia 
por COVID-19; de igual manera, se encontró una correlación negativa entre las tasas de 
depresión y el decremento en la actividad física en el año 2020. Sin embargo, aunque al final 
de esta investigación se intentó llevar a cabo una intervención breve que buscaba incrementar 
la actividad física que se había visto reducida significativamente a raíz de la pandemia, los 
resultados no mostraron un impacto significativo, lo cual argumentan que pudo ser producto 
de la baja intensidad física empleada, afectando en el resultado de la misma, además de otros 
26 
estímulos necesarios que solían acompañar esta actividad, como la interacción social, pero 
que difícilmente se podían controlar debido a la emergencia por COVID-19. 
Un estudio realizado por Parrado y León (2020), tuvo por objetivo medir el impacto 
psicológico de la pandemia del Covid-19 en población española e identificar los grupos más 
vulnerables ante dicho impacto. Como método, se utilizó un muestreo tipo bola de nieve 
obteniendo una muestra de 1.596 personas residentes en España, mayores de 18 años y con 
una edad media de 38.62 años, de estos, la mayoría respondieron entre el 26 de marzo al 1 de 
abril de 2020. Los autores aplicaron una encuesta online que incluía información sobre 
variables sociodemográficas, variables relacionadas específicamente a la pandemia, la Escala 
de Impacto de Eventos-Revisada (IES-R) y el Cuestionario de Salud General de Goldberg(GHQ-12). Entre los resultados obtenidos encontraron que el 55.7% de los participantes tenía 
un mínimo impacto psicológico, el 19.6% un impacto leve y el 24.7% presentaban un 
impacto psicológico moderado o severo; además, el 48.8% de los participantes 
experimentaron malestar psicológico. Las mujeres, estudiantes, personas con menores 
ingresos económicos y aquellos que cuentan con poco espacio o distancia reducida con el 
resto de personas con las que conviven en su hogar, fueron quienes presentaban un mayor 
impacto psicológico, además, presentaron mayor impacto los individuos que conviven con 
una persona con comorbilidades relacionadas con enfermar gravemente por COVID-19 que 
aquellos que no poseen estas características. Finalmente, a partir de los resultados obtenidos, 
los autores pudieron concluir que los jóvenes y los estudiantes son más sensibles a las 
secuelas psicológicas de la pandemia; finalmente se recomienda usar los datos de este estudio 
para desarrollar intervenciones que reduzcan el impacto a estas poblaciones que son 
consideradas como vulnerables. 
El estudio realizado por Mac et al. (2021) entre junio y julio de 2020, tuvo como 
objetivo evaluar el impacto de la pandemia por Covid-19 en la salud mental de estudiantes 
27 
universitarios de Chile. Para ello, aplicaron una encuesta online de salud mental a 2.411 
estudiantes de pregrado de una universidad pública de Santiago, la cual indagó por 
acontecimientos adversos y experiencias negativas relacionadas con la pandemia. Los 
resultados reportan que el 77.7% de los estudiantes percibió que su estado de ánimo estaba 
peor o mucho peor que antes; el 41% está de acuerdo o muy de acuerdo en haber vivenciado 
dificultad económica; el 47% con haber tenido dificultades para acceder y seguir clases 
virtuales; el 51% con haber tenido dificultades familiares y con amigos, y el 82.5% reporta 
haber sufrido problemas de concentración en estudios y actividades cotidianas. Los autores 
concluyen que 6 de cada 10 estudiantes universitarios sufrieron por lo menos un 
acontecimiento adverso en su núcleo familiar durante la pandemia, lo cual sugiere que los 
efectos negativos podrían haber impactado en mayor medida a la población joven 
universitaria que a la población en general. 
En México, se realizó durante la pandemia por el Covid-19, otro estudio que tuvo por 
objetivo analizar la salud mental de los estudiantes de la Universidad de Guadalajara (UdeG). 
Fue un estudio descriptivo transversal de tipo mixto que contó con una muestra de 276 
estudiantes entre los 17 y 40 años, el 60% eran mujeres y el 40% hombres. Se aplicaron 3 
cuestionarios en una plataforma en línea que contenían preguntas demográficas y medía el 
nivel de depresión, ansiedad y estrés mediante la Escala de Evaluación de la Ansiedad y 
Depresión de Hamilton adaptada y la Escala de Estrés Percibido. Entre los resultados, se 
obtuvo que más del 80% de los estudiantes presentaron síntomas depresivos como tristeza, 
melancolía, desesperanza, desamparo, inutilidad, entre otros y el 36% auto percibieron 
conductas de estrés, depresión y ansiedad; además, para el 6.9% la vida no tiene sentido, el 
4.2% tuvo ideas de suicidio y el 1.5% intentó suicidarse. Por lo anterior, el autor concluyó 
que hubo afectación en la salud mental de los estudiantes durante la pandemia por Covid-19 y 
que esto podría poner en peligro la vida de los mismos, por lo cual, se hace necesaria una 
28 
intervención desde la salud pública que permita contribuir al mejoramiento del bienestar y la 
salud mental de los estudiantes universitarios (García, 2021). 
Otro estudio dirigido a la población universitaria buscaba determinar la relación entre 
la ansiedad por Covid-19 y la salud mental. Este estudio tuvo como muestra 356 estudiantes 
de universidades públicas y privadas de Trujillo y Chimbote (Perú), entre los 18 y 34 años, 
227 hombres y 129 mujeres seleccionados por conveniencia; como instrumentos se utilizó 
una encuesta de google forms que contenía una ficha sociodemográfica, el Coronavirus 
Anxiety Scale (CAS) adaptado y validado en Perú, y el Mental Health Inventory-5 (MHI-5) 
versión española. Los resultados que se obtuvieron indican una correlación negativa (-0.67) 
entre la ansiedad por la COVID-19 y la salud mental. Asimismo, se evidencian diferencias 
estadísticamente significativas según el sexo, las mujeres reportan una mayor ansiedad por la 
COVID-19 y los hombres mayor salud mental. Estos resultados permitieron concluir que 
efectivamente existe una relación entre la ansiedad por COVID-19 y la salud mental de 
estudiantes universitarios peruanos, la cual puede variar al compararse respecto a factores 
sociodemográficos (Vivanco et al., 2020). 
Durante el mismo período, comprendido en junio y julio del año 2020, Shaikh et al. 
(2021) desarrollaron una investigación interesante a resaltar. Los autores se plantearon como 
objetivo examinar el efecto del aislamiento sobre la salud mental con participantes de los 
siguientes países: Egipto, Ghana, India, Pakistán y Filipinas; igualmente, se propusieron 
evaluar qué estrategias de afrontamiento estaban utilizando los participantes durante este 
tiempo de confinamiento. La muestra estuvo compuesta por 526 individuos, de los cuales, el 
60.3% pertenecían al género femenino, además tenían entre 18 y 30 años, siendo la media 
22.3 años. La recolección de datos se realizó por medio de diferentes plataformas de redes 
sociales, se solicitó a los participantes que diligenciaran un cuestionario teniendo en cuenta 
sus experiencias durante el primer mes de aislamiento, este contenía preguntas con 
29 
características sociodemográficas; se aplicaron, además, el DASS-21 y el Brief-COPE. Como 
resultados relevantes, se encontraron altos porcentajes de depresión en Filipinas de 8.7%, 
Egipto de 6.6%, Pakistán de 4.8%, India de 4.7% y Ghana de 2.5%. De igual forma, esta 
variable y la de ansiedad, se asociaron significativamente con el estado civil soltero, cursar el 
último año de estudio o tener amigos y familiares fallecidos o contagiados por COVID-19. 
Particularmente, en Ghana, el hecho de vivir en familias nucleares se asoció con altos 
puntajes en las tres variables, estrés, ansiedad y depresión. Además, también encontraron que 
las mujeres presentan mayores niveles de estrés que los hombres. Para finalizar, se concluye 
que el aislamiento por la pandemia de COVID-19 ha afectado a la salud mental de los adultos 
jóvenes, haciendo un especial énfasis en la presencia de estrategias de afrontamiento 
negativas utilizadas por esta población, las cuales, según los autores, predisponen a 
manifestar mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión, situación que se debe tener en 
cuenta a la hora de planificar intervenciones en esta población. 
 Una investigación realizada en España durante el 2020, buscaba medir los niveles de 
estrés, ansiedad y depresión del profesorado ante la reapertura de los colegios y 
universidades, con el fin de realizar un diagnóstico de la situación emocional que estaban 
viviendo. Los resultados fueron recolectados mediante el cuestionario DASS-21 que mide 
sintomatología de estrés, ansiedad y depresión, participaron 1.633 profesores del 
Departamento de Educación de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV). Se encontró que 
32.2% de los participantes presentaron síntomas de depresión, 12.7% corresponde a síntomas 
leves, 11.9% a moderados, 4.3% a severos y el 3.2% a extremadamente severos; en cuanto a 
la ansiedad, 49.4% presentaron síntomas de ansiedad, 12.2% corresponde a síntomas leves, 
21.5% a moderados, 7.6% a severos y 8.1% a extremadamente severos; finalmente, 50.6% 
de la muestra presentó síntomas de estrés, 16.1% corresponde a síntomas leves, 15.9% a 
moderados, 14.1% a severos y 4.1% extremadamente severos. Los investigadores concluyen 
30 
que el profesorado estaba presentando sintomatología de depresión,ansiedad y estrés, 
posiblemente causada por los cambios en el trabajo, que requería de apoyo emocional y 
psicológico para a su vez cuidar la calidad de la docencia y la salud mental de los estudiantes 
(Ozamiz et al., 2021). 
Rojas y Uribe (2021), llevaron a cabo una investigación que tenía por objetivo 
identificar síntomas de fatiga laboral en personas que estaban realizando teletrabajo en 
tiempos de confinamiento por el Covid-19. Los datos se recogieron mediante una encuesta 
online que tenía como referencia la adaptación del cuestionario Swedich Occupational 
Fatigue Inventory (SOFI), aplicada a 511 personas de Bucaramanga y su área metropolitana 
que estaban realizando teletrabajo por el confinamiento obligatorio durante el 2020. Los 
resultados arrojaron que, en cuanto a la fatiga, el 28.2% de los participantes se ubicaron en el 
nivel alto, manifestando que la carga mental, física, efectos psicofisiológicos y percepción de 
cambio en las dinámicas de trabajo estuvieron más frecuentes, el 41.5% se ubicó en el nivel 
medio, manifestando sentir fatiga laboral algunas veces y el 30.3% se ubicaron en el nivel 
bajo, manifestando casi nunca haber experimentado los síntomas. Específicamente, respecto a 
la carga física, el 28% se ubicaron en el nivel alto, el 32.7% en nivel medio y el 39.3% estuvo 
en un nivel bajo. Respecto a la carga mental, el 29.2% se ubicaron en el nivel alto, el 39.5% 
en el nivel medio y el 31.3% en el nivel bajo. Respecto a efectos psicofisiológicos, el 25.4% 
estuvo en el nivel alto, el 41.1% en nivel medio y el 33.5% en nivel bajo. Y respecto a la 
percepción de cambios en las dinámicas de trabajo, el 21.7% se ubicaron en el nivel alto, el 
47.2% en el nivel medio y el 31.1% en nivel bajo. Estos resultados evidencian que gran parte 
de la población objeto de estudio experimentó síntomas de fatiga, también estuvieron 
presentes las afectaciones a nivel emocional y cognitivo, estrés y dificultad para respirar, 
entre otras. 
31 
Cosio (2021), buscó determinar la ansiedad durante la pandemia en ancianos de una 
población desfavorecida en San Juan de Lurigancho, Perú, durante los meses de enero y 
febrero del 2021, para esta investigación se tuvo como muestra a un total de 84 ancianos, con 
edades comprendidas desde los 55 hasta los 96 años, y con una distribución por género de 
70.2% mujeres y 29.8% hombres. El 81% reportó no trabajar y 19% tener trabajos 
eventuales. La presente investigación encontró que el 71.4% presentaba síntomas de ansiedad 
desde leves a moderados, y un 10.7% síntomas severos. La pandemia por COVID-19 ha 
afectado considerablemente la salud mental de la población en general, pero en especial a 
grupos vulnerables, entre los cuales se encuentran ancianos y aquellos con problemas 
económicos. Esto pone de relieve la importancia del fortalecimiento y priorización en la 
atención de los sistemas de salud estatales a esta población. 
Arias et al. (2020) desarrollaron un estudio sobre las manifestaciones psicológicas en 
el marco de la pandemia por COVID-19, en la localidad de Bayamo, Cuba. La muestra fue de 
197 personas, hombres y mujeres, con edades comprendidas entre los 18 y 59 años. Las 
variables objeto de estudio comprenden la ansiedad, la depresión, el estrés y la ideación 
suicida, seleccionando un instrumento específico para cada una. Se empleó el Inventario de 
Ansiedad Rasgo – Estado (IDARE), el Inventario de Depresión Rasgo – Estado (IDERE), la 
Escala para valorar el nivel de estrés, y la Escala de Ideación Suicida de Beck. Los resultados 
del estudio evidenciaron un predominio de ansiedad como estado en la mayoría de la 
muestra, ubicando al 30.96% en niveles altos, y al 26.90% en medios. También obtuvieron 
datos relevantes en la variable de depresión como estado, con un 13.70% de la muestra 
clasificado en un nivel alto, y un 36.54% en niveles moderados. En cuanto al estrés, se 
identificó que el 66.49% presentaba alteraciones en las escalas del instrumento, ubicando al 
6.09% en el extremo superior denominado “demasiado estrés”, al 25.38% en la categoría que 
le sigue “excesivo estrés”, y al 35.02% en “el estrés ha pasado el límite”. Por último, la 
32 
ideación suicida se evidenció únicamente en el 1.52% de la muestra. Los resultados 
anteriormente descritos señalan la existencia de alteraciones psicológicas en la muestra 
durante el periodo de pandemia por COVID-19, resaltando específicamente la ansiedad y 
depresión como estado, y altos niveles de estrés. Los autores concluyen que, si bien no se 
pudieron establecer asociaciones entre las variables previamente señaladas, la 
experimentación de estrés como respuesta a una situación crónica demandante como la 
pandemia actual, puede conducir al desarrollo de síntomas de ansiedad en vista del 
surgimiento de eventos impredecibles y la incierta duración de los mismos, así como a 
posibles síntomas depresivos como la desesperanza y el desinterés que, en casos extremos, 
pueden generar un alto riesgo de ideación suicida. 
 En junio del 2021, Cunningham et al. (2021) publican una investigación sobre la 
relación existente entre la edad y la experimentación de estrés, preocupación, estado de 
ánimo y depresión durante la primavera del 2020 en los Estados Unidos. La muestra del 
estudio estuvo compuesta por 919 participantes, hombres y mujeres, con rangos de edad entre 
los 18 y 89 años. Para la medición de las variables se aplicó una encuesta sociodemográfica, 
y un cuestionario con dos versiones (completa y versión corta) que incluye múltiples 
instrumentos y preguntas asociadas a la experimentación de estrés, preocupación y 
aislamiento en tiempos de pandemia. En dicho cuestionario se incluyeron la Escala de Afecto 
Positivo y Negativo (PANAS) y una versión modificada del Cuestionario de Salud del 
Paciente (PHQ-9). Los resultados más significativos del estudio evidencian una asociación 
positiva entre la edad avanzada y puntuaciones en la escala de afecto positivo del PANAS (p 
< .001), y una asociación negativa con la escala negativa del mismo instrumento, y con los 
puntajes en depresión, la puntuación de experimentación subjetiva de estrés y la puntuación 
compuesta de preocupación (todas con p < .001). También, se encontró que los participantes 
de mayor edad reportaron una cantidad de ejercicio diario realizado superior a los adultos 
33 
jóvenes, así como menores experiencias de soledad y aislamiento social. Ambas variables se 
asociaron con puntuaciones altas en la escala positiva del PANAS. En general, se evidenció 
que los beneficios psicológicos relacionados a edades más avanzadas no se limitan 
únicamente a eventos negativos de corta duración, sino que persisten durante estresores 
crónicos como la pandemia por COVID-19. Además, se resalta la importancia de factores 
como la actividad física diaria y la percepción de conexión social para el mantenimiento del 
bienestar psicológico en cualquier edad. Los autores señalan que su principal limitación fue la 
escasa cantidad de participantes con 60 años o más, obteniendo un total de 126 personas que, 
de igual forma, reflejaron características no generalizables asociadas a altos niveles de 
funcionamiento físico y psicológico, como el tener acceso a tecnología, comprender su uso y 
tener disposición para responder el cuestionario diariamente. Por tanto, aunque los resultados 
son significativos, podrían no ser representativos en otros tipos de poblaciones de adultos 
mayores. 
En fechas cercanas al estudio anterior, es decir, junio del 2021, Park et al. (2021) 
publicaron una investigación que tuvo por objetivo el determinar los niveles y fuentes de 
estrés, e identificar los recursos y estrategias de afrontamiento que promueven o impiden la 
resiliencia en una muestra estadounidense, en tiempos de COVID-19. Este estudio cuenta con 
la particularidad de que contempla mediciones de las variables en tres momentos distintos dela pandemia, estableciendo un primer momento en abril (T1), otro a finales de mayo (T2), y 
un último momento, a principios de julio (T3) del año 2020. Se contó con una muestra de 674 
participantes mayores de edad, con capacidad de leer inglés y que respondieran los 
instrumentos en los tres puntos de medición. Respecto a esto último, se empleó una nueva 
escala de estresores del COVID-19 que incluye preguntas sobre estrés por riesgo de contagio, 
por aspectos económicos, y por cambios en las actividades cotidianas. Se aplicaron también 
la Escala Revisada Cognitiva Afectiva de Mindfulness (CAMS-R), la subescala de 
34 
Evaluación del soporte Interpersonal (ISEL – 12), las subescalas de Afrontamiento Breve 
(Brief COPE), el DASS-21, el Inventario de Estrés Peritraumático (PDI) y la escala de 7 
ítems de Estados Mentales Positivos (PSOM). Los resultados obtenidos muestran, en 
promedio, niveles significativamente más bajos en la experimentación de estrés desde el T1 
hasta el T2, con pequeñas reducciones en el T3. En cuanto a la ansiedad, se evidenciaron 
reducciones mínimas, pero estadísticamente significativas desde la línea de base (T1) hasta el 
segundo punto de medición, y sin cambios relevantes en el tercero. La depresión se midió 
únicamente en el T3, encontrando promedios significativamente más bajos en comparación 
con los datos obtenidos de muestras de individuos expuestos directamente a situaciones 
traumáticas. Los autores concluyen que se ha evidenciado una disminución considerable en 
promedios de estrés y ansiedad, en coherencia con el paso del tiempo; lo anterior puede 
explicarse por el surgimiento de medidas propias de la “Nueva Normalidad” durante los 
últimos meses, en varias localidades de Estados Unidos. En cuanto a la edad avanzada, se 
evidenció una asociación con menores niveles de estrés, y niveles más altos de mindfulness y 
recursos de afrontamiento como el apoyo social. Sin embargo, contrario a las expectativas de 
los autores, se evidenció que, tipos de afrontamiento adaptativos como la búsqueda de apoyo 
social o el afrontamiento activo, se asociaron de manera muy leve con el bienestar y una 
menor experimentación de estrés, lo cual sugiere la existencia de factores con mayor 
contribución en el bienestar percibido. Por el otro lado, se encontró que aquellos que 
manifestaron un estilo de afrontamiento evitativo obtuvieron un mayor nivel de estrés general 
y menor bienestar, lo que indicaría una influencia significativa de este tipo de estrategias en 
las afecciones psicológicas. 
El estudio llevado a cabo por Ramos (2021), sobre las características dinámicas de la 
salud mental durante la cuarentena por Covid-19, contó con una muestra de 763 adultos 
peruanos, el 55.57% eran mujeres, y se empleó el Cuestionario de Salud General de 12 ítems 
35 
(GHQ-12) a través de una encuesta de google forms con la que se realizó un análisis de redes. 
En los resultados obtenidos se observan mayores medidas de centralidad en los elementos 
vinculados a síntomas negativos en la salud mental, como el sentimiento de infelicidad y 
depresión, y la pérdida de confianza (r=0.54); así como la mayor conexión positiva entre la 
toma de decisiones y confianza, y el sentido de vida (r=0.37); y la mayor relación negativa 
entre la concentración y la tensión y angustia (r=0.17). A partir de los resultados, el autor 
afirma que la pérdida de confianza y desvalorización personal afectan de manera negativa la 
conducta de la toma de decisiones que, a su vez puede ser reforzada por el sentido de vida, y 
que las dificultades de concentración son a causa de la angustia y la tensión, además, afirma 
que la mayoría de los participantes presentaron sentimientos de infelicidad, depresión y 
pérdida de confianza, entre otros síntomas negativos; y recomienda utilizar el análisis de 
redes en estudios de repercusión de la pandemia para obtener mayor precisión y fundamento 
científico. 
De acuerdo con lo anteriormente mencionado, se evidencia que la mayor parte de 
investigaciones contemplan como principales variables a la depresión, ansiedad y estrés, para 
la medición del impacto psicológico durante la pandemia. Además, un número significativo 
de ellas se centran en grupos poblacionales específicos como los que pertenecen al sector de 
salud, estudiantes universitarios, docentes, entre otros. Así mismo, se logran resaltar posibles 
factores de riesgo como el pertenecer al género femenino, ser joven, estudiante, estado civil 
soltero y pertenecer a estrato socioeconómico bajo. En contraparte, se observa que existe una 
escasez de estudios en población colombiana, obteniendo un mayor número de referencias en 
países de idioma extranjero. 
 
36 
Marco Teórico 
Covid-19 
La COVID-19 por sus siglas en inglés (Corona-virus-disease) es un coronavirus 
perteneciente a la familia de los betacoronavirus, que infecta a los humanos, causando una 
neumonía atípica (Mousavizadeh & Ghasemi, 2020). El SARS-CoV-2 se puede transmitir a 
través de gotitas respiratorias o del contacto cercano, y su tasa de mortalidad es del 2,8%, lo 
que es bastante bajo en comparación a un 9.14% en el SARS y 34.4% en el MERS; aunque su 
tasa de mortalidad no es tan alta como en el caso del SARS o del MERS, su naturaleza 
altamente contagiosa, su capacidad de transmitirse por individuos asintomáticos y un periodo 
de incubación de 2 a 11 días, complican su detección y la sitúan como una infección 
altamente peligrosa (Eakachai et al., 2020). 
Entre los principales síntomas se encuentran: fiebre, tos seca y cansancio, otros 
síntomas menos frecuentes son: dolor y molestias, dolor de garganta, diarrea, conjuntivitis, 
dolor de cabeza, pérdida del gusto u olfato, sarpullido en la piel o decoloración de los dedos 
de las manos o pies; y entre los síntomas graves se encuentran: dificultad para respirar o 
disnea, dolor u opresión en el pecho, pérdida del habla o del movimiento (OMS, 2020). La 
mayor parte de los infectados suelen presentar sintomatología leve (Xiaoyi et al., 2020), sin 
embargo, personas mayores y neonatos debido a su inmadurez o debilidad del sistema 
inmunológico (Li et al., 2020), como también personas con comorbilidades subyacentes, tales 
como, hipertensión, diabetes, enfermedades respiratorias o enfermedades cardiovasculares, 
suelen presentar sintomatología más severa (Yan-Rong et al., 2020). 
Pandemia 
El primer caso por COVID 19 se detectó en China, en la ciudad de Wuhan el día 17 
de noviembre del año 2019 (Efe, 2020). Pasado un año (17 de noviembre de 2021), ya había 
55 millones de casos en el mundo por COVID 19, según los datos epidemiológicos de la 
37 
universidad Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos. Y lo que al principio parecía una 
epidemia como otras innumerables, para sorpresa de muchos, se convirtió en una pandemia, 
que, al día de hoy, ha ocasionado cuarentena estricta, aislamiento físico obligatorio y un 
cambio radical de vida a nivel mundial, a pesar que en menos de dos meses se cumplirán 2 
años de su inicio, aún está lejano su control total, por lo que los estados continúan con sus 
planes de vacunación y seguimiento de medidas de bioseguridad. Según expertos, aunque 
haya una disminución de casos por COVID 19, pasará a ser un virus endémico, lo cual daría 
fin a la pandemia, más no al virus, así lo menciona la reconocida viróloga del Centro 
Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (S. Zuñiga, 
comunicación personal. 2021, 5 de abril) "este virus ha venido para quedarse, vamos a seguir 
conviviendo con él". A continuación, se presentarán datos estadísticos de la Universidad 
Johns Hopkins acerca de estadística relevante en Colombia, en relación a los casos por la 
COVID 19 como casos nuevos, casos activos, casos totales y fallecimientos, resaltando los 
resultados de Colombia, en relación con las ciudades con mayor índice de agravio. 
En Colombia,a la fecha del 12 de diciembre de 2021, día que culminó la encuesta del 
presente estudio, según el ministerio de salud (citado en Portafolio, 2021) había un total de 
5.093.534 casos por COVID-19, 4.933.825 de ellos recuperados, siendo 12.577 la cantidad de 
casos activos y un total de 129.107 personas fallecidas. Además, de los más de 50 millones 
de habitantes en el territorio colombiano (Portafolio, 2021), 32,13 millones de personas ya 
habían recibido la primera dosis de la vacuna de COVID-19, 20,99 contaban con el esquema 
completo y 5,04 millones con monodosis, alcanzando un total de 26,04 millones de personas 
con esquema completo (La república, 2021). 
La COVID 19 ha generado diversos impactos negativos a nivel mundial, y aunque es 
difícil de imaginar, también ha habido impactos positivos a raíz de la pandemia, uno de los 
principales es sobre el medio ambiente, ya que, al menos durante los primeros meses en los 
38 
que las personas tuvieron que seguir la cuarentena estricta, varias áreas del mundo como los 
mares, en su mayoría, se oxigenaron, mostrando un cambio radical en la claridad y sanidad 
del agua. Este suceso ocasionó gran conmoción, al ser algo que no había ocurrido en décadas, 
y que a su vez se veía como un imposible a raíz del actual mundo capitalista e industrializado. 
Asimismo, ha habido mejoras en la calidad del aire debido a la disminución laboral de las 
industrias, ocasionado menos contaminación atmosférica (Martín, 2021). Lo mencionado 
anteriormente es muy importante ya que, existen datos que revelan que anualmente mueren 
cerca de 7 millones de personas debido a la contaminación del aire (OMS, 2014), este 
número genera gran impacto, además de ser mucho mayor al total de muertes hasta el 
momento por la COVID 19 en Colombia. 
De igual manera, es preciso señalar el impacto negativo que ha representado la 
pandemia, siendo este mucho mayor y significativo para los individuos. El más nocivo ha 
sido a nivel psicológico, ya que se evidencia afectaciones en la salud mental en las distintas 
poblaciones, es así como en Bucaramanga se alcanzó al 100% de capacidad instalada de las 
instituciones psiquiátricas como San Camilo que se encontró en alerta roja el 20 de abril del 
año 2021, al igual que otro gran número de psiquiátricos que a su vez se encuentran cercanos 
a su máxima capacidad, colapsando de esta manera la atención, lo que evidencia un 
incremento significativo de las afectaciones psicológicas en el área metropolitana de 
Bucaramanga, según lo afirmaron un gran número de medios de comunicación a nivel local y 
departamental (Redacción Blu Radio, 2021). 
Por otro lado, la disminución de oferta laboral y los despidos a causa de la falta de 
recursos para mantener diversas empresas y negocios, ha sido un efecto colateral negativo 
que ha impactado la economía de las personas, en especial en un país tan desigual como 
Colombia. Se estima que ha habido una pérdida de 400 millones de empleos de tiempo 
completo en el mundo, esta cifra se dio a conocer tan solo alrededor de 3 a 6 meses tras el 
39 
inicio de la pandemia, por lo tanto esto evidencia el impacto tan significativo a nivel 
económico inmediatamente tras la emergencia por la COVID 19 (ONU, 2020), que a su vez 
ha aumentado la desigualdad social, enriqueciendo aún más a la población beneficiada y 
empobreciendo a aquella que ya se encontraban en una situación precaria (Beiras, 2021). 
Otro impacto significativo ha sido el aumento de la violencia, especialmente hacia la mujer, 
ya que, debido a la necesidad de confinamiento estricto, las mujeres se vieron obligadas a 
mantener mayor contacto en términos de tiempo con las personas que ejercen maltrato, tanto 
psicológico como físico, en contra de ellas (Chaparro y Alfonso, 2020). 
Los impactos anteriormente mencionados son los más reportados en la literatura al 
momento de hablar de las afectaciones, más específicamente en el territorio colombiano, los 
cuales a su vez requieren de especial atención en el periodo actual. En el siguiente apartado, 
se realizará una descripción acerca de las medidas preventivas que impactan a su vez, en 
diferentes niveles, las afectaciones anteriormente mencionadas. Estas medidas se han llevado 
a cabo a lo largo de la situación sanitaria, dependiendo del grado de afectación de la COVID-
19 en la población colombiana. A continuación, se presenta con más detalle información 
relevante en relación con las medidas preventivas. 
Medidas preventivas frente a la COVID-19 
Desde que, en la localidad de Wuhan, en China, se identificó el nuevo coronavirus en 
un grupo de individuos que padecían fuertes neumonías y que, además, eran fuertemente 
contagiosas, el virus se fue expandiendo con gran rapidez alrededor de todo el mundo, tanto 
así que, en cuestión de unos meses, ya se había catalogado dicha enfermedad como una 
pandemia (Melej, 2020). Es por esta razón que, a medida que se fueron confirmando casos 
positivos de COVID-19 en los diferentes países, se fueron implementando medidas 
preventivas que pudieran mitigar el contagio del mismo. De esta manera, cada gobierno 
estableció una serie de leyes y normas de estricto cumplimiento para toda la comunidad, de 
40 
igual forma, se crearon mecanismos para cerciorarse del cumplimiento adecuado y oportuno 
de las mismas por parte de los individuos. Por ejemplo, desde el Gobierno Nacional en 
Colombia, se trabajó en conjunto con el Ministerio de Salud y Protección Social (2020) 
quienes, basados en normativas acordes a la Constitución Política, se preocuparon por 
establecer medidas enfocadas a la parte sanitaria, otras hacia el ámbito social, económico y 
ecológico, así como también en aquellas encaminadas hacia el orden público. 
En general, los decretos y resoluciones emanadas desde el ejecutivo, además de 
ofrecer ayudas y apoyos, tales como impuestos solidarios por el COVID-19, disminución de 
cotización en pensiones, donaciones o permitir la exención del IVA durante algunos meses, 
se enfocaron también en establecer medidas que impidieran la propagación del virus, las 
cuales fueron de estricto cumplimiento en los lugares de residencia, en las áreas de 
esparcimiento social, en los contextos educativos, en los espacios de trabajo, enfocándose 
principalmente en este caso en el sector salud por encontrarse en mayor riesgo de contagio; 
de igual forma, se tuvo presente la restricción de personas viajeras provenientes de países 
como China, España o Italia, se establecieron lineamientos de aislamiento para posibles casos 
de personas positivas, se ingresó a cuarentena obligatoria, se establecieron protocolos de 
bioseguridad, entre muchas otras medidas (Ministerio de Salud y Protección Social, 2020). 
De todo lo mencionado anteriormente, se resaltan restricciones de todo tipo que 
afectaron directamente las áreas de ajuste del individuo como la personal, familiar, laboral y 
afectiva (Hernández, 2020), además de la incertidumbre que se desató en las personas por el 
hecho de no tener una fecha establecida o delimitada que les permitiera tener certeza de 
cuándo iban a regresar al estilo de vida al que estaban acostumbrados; profesionales de la 
salud como los odontólogos experimentaron confusión por el cierre y restricción de sus 
actividades cotidianas, se vieron obligados a proponer la postergación de citas en sus 
pacientes, y encontraron dificultades por la carencia de elementos de protección personal 
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(EPP), la carencia de protocolos necesarios que se debían cumplir para seguir ejerciendo, los 
cuales eran difíciles de implementar, generando terror en el gremio (Melej, 2020). En el caso 
de médicos y enfermeros, experimentaron agotamiento psicológico al ser el personal de 
primera línea, por lo que estuvieron expuestos a gran cantidad de riesgos de manera 
constante, por ejemplo, se encontró que en el principio de la pandemia los individuos no 
contaban con los EPP necesarios