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Steiner – ciudad secundaria – presencias reales, ¿hay algo en lo que decimos? Cuando Steiner titula su texto “Presencias reales, ¿Hay algo en lo que decimos?” esta preguntándose si, en la actualidad, las cosas que decimos, lo que leemos, lo que transmiten las obras de arte, son más que meras palabras, más que simples imágenes. Se pregunta si los discursos con los que tenemos contacto, con los que nos relacionamos, trascienden el territorio del lenguaje autorreferencial, y se refieren a algo más que a ellos mismos. Se pregunta si es posible que, en una sociedad con las características actuales, a través del arte, podamos volver a tener un contacto primario con los orígenes, con la esencia del mismo. Se pregunta si las palabras tienen como soporte material, si significan, esa presencia real. Se pregunta si se puede apostar a los significados de los significados, es decir, a los valores que las palabras despiertan en nosotros, que nos educan y nos movilizan. Es decir, si se puede apostar a que las palabras pueden hacer más que decir cosas, si pueden provocar una hermenéutica en acto, si pueden generar una interpretación responsable por parte del sujeto. Se pregunta si las palabras pueden movilizarlo, si pueden comprometer todo su ser, si lo afectan como un todo, moral, ética, espiritual, psicológica y políticamente. Pregunta si, a partir de eso, esos significados pueden trascender, perdurar en el tiempo, resistirse a la mortalidad, ir más allá que las simples palabras autorreferenciales y dirigirse hacia los corazones de los sujetos, para ser protegidos ahí. Cuando el sujeto es transformado por la obra, cuando sus sentidos trascienden, es porque este está en contacto con la esencia de esa obra, con sus fuentes originales, con el momento de su creacion. Quiere decir que, a partir de ahí, el lenguaje, las acciones del individuo, su interpretación en acto serán transformadas por la presencia real del momento de la creación esa obra, afirmaran la presencia de esos sentidos originales en su accionar, en su lenguaje, en su identidad. El sujeto estará en contacto directo con lo que también sintió el autor en el momento de la creación de la obra en el sentido de que él también se ha comprometido responsable y completamente. “la apuesta en favor del significado del significado, en favor del potencial de percepción y respuesta cuando una voz humana se dirige a otra, cuando nos enfrentamos al texto, la obra de arte o la pieza musical, es decir, cuando encontramos al otro en su condición de libertad, es una apuesta a favor de la trascendencia (…) [que] afirma la presencia de una realidad, de una “sustanciación” en el lenguaje y la forma”. Steiner se va a dar cuenta que, en la actualidad, no hay nada en lo que decimos, todo puede ser dicho sin que no produzca ninguna crítica, ninguna movilización, ninguna reflexión. El “arte” contemporáneo solo es consumido, no es crítico, no genera reflexión. Sus interpretaciones son guiadas por intermediarios y sus significados son efímeros. Al igual que Castoriadis, Steiner plantea que hoy en día la creación artística está en decadencia debido a que los valores sobre los que se sustenta como practica también están en decadencia. Plantea que se debe recuperar ese proyecto moderno de la crítica y la reflexión no solo a través del arte sino en todos los ámbitos de la vida cultural. Y, por sobre todas las cosas, comprender a los sujetos y sus prácticas como históricas y sociales, en relación con un pasado que resignifican constantemente, con vistas hacia el futuro. Para Steiner, el arte, la experiencia artística, se ha convertido, en la modernidad, en un lenguaje autorreferencial, es decir, aquel que solo se refiere a una realidad que es lingüística, a una realidad que es inmanente a este lenguaje y, por lo tanto, acotada. Este lenguaje no llega a abordar la realidad que esta por fuera de lo lingüístico, la realidad previa a él. Solo habla de sí mismo, sin trascender a otro plano. Sus palabras son efímeras y no significan nada más que lo que dicen superficialmente. Es un lenguaje que no tiene contacto directo con lo primario, con las fuentes originarias, con la esencia. El lenguaje autorreferencial correspondería, entonces, al lenguaje de la ilustración, al lenguaje de las ciencias. Ese es el lenguaje que es incapaz de capturar la esencia del mundo, no transmite su presencia real. En ese aspecto, entre otros, era criticado por los románticos que planteaban un nuevo modo de acercarse a lo real a través de la poesía, y del arte. Un modo más auténtico y menos dañino, ya que no creaba una falsa realidad a través de la cual se justificaba la manipulación de la naturaleza, la alienación del hombre, etc. Un lenguaje que cosifica todo lo que nombra y por lo tanto lo hace objeto de estudio, de experimentación. Hoy en día abundan metadiscursos del arte, comentarios y comentarios de comentarios. El arte está desapareciendo en los términos en que lo entiende Steiner, el arte “serio”, ya que en la actualidad ha perdido su función crítica, ética, política, moral y eso a lo que actualmente se denomina arte, es pura autorreferencialidad, puro entretenimiento y algo puramente efímero. Hoy en día, el arte no tiene ningún tipo de significatividad, no permite el contacto con lo primario, con las fuentes originarias, con esa presencia real. Lo que plantea Steiner es “aprender de nuevo lo que está 1 comprendido en una plena experiencia del sentido creado, del enigma de la creación tal como se hace sensible en el poema, la pintura y la exposición musical”, es decir, volver a comprender cómo es que se crea el arte, qué sentido tiene para los sujetos y qué relación guarda con la realidad, o mejor dicho, cómo sustancializa esa presencia real que es su esencia, cómo nos permite establecer una relación primaria con ella, cómo nos remonta a su esencia. Re-conocer aquella presencia real a la que hace referencia el arte, la tradición que guarda, los sentidos que crea, para poder volver a apreciarlo como critica y hermenéutica en acto. Para Steiner, la sociedad debería ser una sociedad de intercambios primarios, es decir, una comunidad donde solo haya escritores y lectores, donde estos últimos tengan un contacto directo con las obras de arte y, así, con los sentidos que esta construye, con lo que esta provoca, lo que comunica y hasta lo que calla. Un intercambio primario con la obra de arte supone un contacto directo con lo que el artista vive en el momento de la creación de esa obra. Los sujetos de los contactos primarios pueden comprender el momento el enigma de la creación, la experiencia estética. Un contacto primario con la obra de arte permite una relación directa con la presencia real, con las fuentes primarias, con la realidad que le da origen. Los intercambios primarios serian posibles en esta ciudad porque estarían prohibidos todos los discursos sobre las obras de arte, sobre libros, sobre pinturas, sobre piezas musicales. Estarían prohibidos las revistas de crítica literaria, los seminarios académicos, las conferencias sobre un poeta o novelista y hasta los ensayos sobre obras. Estarían entonces prohibidos todos aquellos discursos que intenten “explicar”, “investigar”, el supuesto sentido de una obra, que postulen que “han descubierto” lo que tal o cual autor quiso decir, discursos que intenten dirigir a los sujetos en una lectura especifica. “La prohibición principal haría referencia a las reseñas, las criticas y las interpretaciones discursivas (en tanto opuestas a los análisis)”. El objetivo de una ciudad de lo primario es establecer a través de las obras, de los “textos” (en sentido amplio), “un modo de educación, una definición de valores desprovista, en la mayor medida posible, de <<metatextos>>”. Un modo de educación y una definición de valores en el sentido de que todo arte siempre le permite reflexionar a aquel que lo experimenta, lo moviliza. La interpretación, el análisis de las obras de arte, cuando el sujeto está en contacto directo y primario con ellas, debe ser una hermenéuticacomo puesta en acto de un entendimiento responsable, de una aprehensión activa de la obra. Con esto, Steiner quiere decir que cuando el sujeto esta frente a una obra, cuando interpreta su sentido, esta despierta en él sentimientos, lo moviliza moral y políticamente. La obra nos compromete con aquello que dice, nos involucra moral, política y éticamente. El contacto directo con la obra compromete todo nuestro ser porque despierta en nosotros sentimientos y condicionan todas nuestras futuras reflexiones y acciones futuras. En ese sentido es que dice Steiner que el arte nos educa y nos transmite valores: después de experimentarla, nunca más seremos los mismos. El sujeto le da vida a la obra, la interpreta activamente, cuando la traduce y la ejecuta, es decir, cuando, a partir de los valores que en él esa obra ha despertado o transformado, este actúa y reflexiona. La hermenéutica en acto es una interpretación que nos involucra con el texto, que nos politiza, que despierta las ilimitadas posibilidades de nuestra imaginación y nos hace ver el mundo de forma diferente. Lo que hacemos con esa obra tiene que ver con cómo la interpretamos, qué sentidos despierta en nosotros, cómo nos compromete, cómo nos moviliza. “El ejecutante invierte su propio ser en el proceso de interpretación. Sus lecturas, sus puestas en acto de significados y valores elegidos, no son los de un examen externo. Son un compromiso con el riesgo, una respuesta que es, en un sentido radical, responsable”. Con responsable quiere decir que nos involucramos moral, espiritual y psicológicamente al leer, al experimentar una obra de arte. Cuando estamos frente a una obra de arte, ante la palabra de otro, hacemos una hermenéutica responsable, una interpretación, una comprensión analítica y critica al mismo tiempo, que nos compromete ética y políticamente, a partir de la cual actuamos de determinada manera. Sus significados nos marcan para siempre. “Los significados… de esos significados… son también del cuerpo humano. Los ecos de la sensibilidad que provocan son viscerales y táctiles.” Lo primario, lo esencial, las fuentes originarias sustancializadas en las palabras, en la obra, despiertan en nosotros sentidos, significados, que nos modifican para siempre. Los significados que se interpretan, los valores que se despiertan, los sentidos que nos conectan con la presencia real de las obras, se resisten a la mortalidad, perduran en el tiempo, alojados en nuestra memoria y en nuestro corazón. Lo aprendido de memoria (by heart) es un instrumento de nuestra conciencia, un apoyo a nuestro crecimiento, una construcción de nuestra identidad. El recuerdo, la memoria se convierten en los custodios de esos significados, esos sentidos que se resisten a ser olvidados. A través de la interpretación en acto nos educamos, nos formamos, formamos nuestro espíritu y nuestra identidad, y eso es lo que permite que los valores permanezcan en el tiempo. 2 El sentido de la obra es una presencia real en nosotros, nos ha marcado para siempre y es a partir de él que actuamos, nos ha comprometido. Para Steiner, todo arte serio constituye un acto critico en dos sentidos: por un lado, porque, todo “texto”, toda pieza de arte creada por el artista es en sí misma una “contradeclaración al mundo”, una experiencia estética que despierta la imaginación. Todo “texto” habla de la realidad, tiene una esencia, transmite ciertos valores, niega otros, tiene ciertos significados y tiene una visión del mundo. Un texto no son simples palabras, es algo vital, es decir, que tiene vida, que remite a una realidad, que guarda una materialidad. El arte es un acto critico porque “afirma que las cosas podrían ser (han sido, serán) diferentes”. El arte es una “Critica de la vida”, involucra todo nuestro ser, nos moviliza moral, política, espiritual y psicológicamente. Activa las posibilidades ilimitadas de nuestra imaginación y nos invita a pensar que las cosas pueden ser diferentes. El arte también es un acto crítico en un segundo sentido. Todo texto, toda pieza de arte, es un re-conocimiento de lo dicho por obras anteriores. Es en sí misma una reflexión expositiva, un juicio de valor, sobre la herencia y el contexto al que pertenecen. Cada obra de arte hace una utilización crítica de lo dicho por sus predecesores, resignifica lo dicho por su pasado porque una cosa, un sentido, puede volver a ser narrado, revitalizando el pasado. Hay dialogo entre textos, una crítica constructiva. Hay intertextualidad. Eso dicho por la herencia se vuelve “presencia real”, “presencia efectiva” en la nueva obra, es la materialidad donde se apoya el nuevo discurso. La nueva obra es una crítica en acción. Una obra es una verdadera lectura crítica de las anteriores. “Las lecturas, las interpretaciones y los juicios del arte, la literatura y la música ofrecidos desde el interior mismo del arte, la literatura y la música son de una penetrante autoridad, raramente igualada por los ofrecidos desde fuera, los presentados por el no creador, es decir, el reseñador, el crítico, el académico”. Por el contrario, en la actualidad vivimos un tipo de sociedad radicalmente opuesta a la imaginada por Steiner. Vivimos en una ciudad del predominio de lo secundario y lo parasitario. Vivimos en una sociedad donde el contacto con el arte es secundario, mediado por comentaristas, periodistas, académicos, por obras de esas obras, comentarios de comentarios. Las obras salen constantemente de la “cinta transportadora”, pero sus efectos son efímeros, solo entretienen. “La producción continuada de obras de exegesis y critica sobre autores, pintores, escultores y compositores… proporciona a toda clase de almas secundarias un placer pasajero, benignas ilusiones de significación y, con suerte, un cierto espacio profesional y unos modestos ingresos”. Los usos y valores de la sociedad occidental hacen que los productos de la cultura solo sean hechos para ser consumidos: el lector es un consumidor de millones de palabras, impresas, emitidas por la radio o la televisión, que se “hojean mas que se leen”, que se “oyen mas que se escuchan”. Se trata del digesto de textos, de “devorarlos”, sin que provoquen nada en nosotros, sin que nos movilicen, sin que nos involucremos como un todo en su lectura. No se trata de su ingestión. El arte, se podría decir en términos de Benjamin, ha perdido, para Steiner, su aura. Los dos principales responsables de la diseminación del elemento parasitario, de esta forma de consumo del arte, son los periodistas y los académicos, que buscan orientarnos en el sentido de los textos y “llenar cada fisura de nuestra conciencia” (en oposición al artista, que busca la critica). El arte es original en tanto esta en dialogo con sus orígenes, con sus inicios, tiene una presencia real. Por el contrario, los productos culturales actuales son solo novedosos, sin conexión con el pasado, efímeros. Esto produce la ilusión de una falsa inmediatez pero “al mismo tiempo (el consumidor) esta <<distanciado>> de los bienes expuestos. Su compromiso personal en el texto, el cuadro o la sinfonía, su inversión potencial en riesgos de conciencia son sopesados con criterios mundanos”. Los críticos y comentadores son los intermediarios, los revendedores, que cuidan esa saludable distancia, lo cual mata la critica y la relación con la historia de la obra, con su esencia, con su presencia real, con lo significativo y material que lleva en ella. Cuando los artistas pierden importancia en una sociedad de puros intercambios secundarios, donde reinan los críticos académicos, los mediadores de sentido, esa crítica en acción, esa recuperación hermenéutica del pasado se pierde. No hay una “presencia real” en lo que se dice, el significado pierde sustancialidad. No hay un contacto, a través de la obra, con las fuentes originarias, con la esencia, con la presencia real que le dio origen porque ni quiera tenemos contacto con la obra primaria. Lo dicho se pierde con el tiempo (todo es efímero). No hay nada en lo que se dice, no hay sentido, son puras palabras,porque no involucran a sus lectores, no provoca que se involucren responsablemente con la obra porque el sentido parece ser que ya está dicho. Hay otros que piensan por nosotros (no somos autónomos, en términos kantianos). 3 En definitiva, tanto Steiner como Castoriadis procuran retomar el proyecto moderno de una sociedad autónoma donde no haya mediadores que nos digan que pensar, qué decir, cómo actual. La experiencia estética, primaria, con el arte es la que hará que esa crítica vuelva a nacer. La critica activa, la hermenéutica en acto, la lectura comprometida y responsable de una obra, que despierta sentidos en nosotros, que nos modifica moral, espiritual y psicológicamente, que nos conmueve, nos moviliza, que despierta nuestra imaginación y nos hace pensar que las cosas pueden ser diferentes a lo que son, es una crítica en continuo dialogo con el pasado. Es una crítica que revaloriza lo dicho, que despierta lo vivido, los sentidos históricamente construidos, los significados trascendentes que hacen que los sujetos interpreten críticamente su realidad y lo dicho, que hace a la historia, al pasado, una presencia real, una presencia presente. Es lo que permite afirmar que las palabras han marcado a aquellos que las han leído o escuchado, que los ha modificado, que los ha involucrado moral y políticamente, que ha cambiado sus existencias y sus formas de ver el mundo, que el acto de lectura ha marcado un antes y un después en los sujetos. Los sentidos, los significados, se vuelven así trascendentes en la memoria, en los corazones de los sujetos, se vuelven traducciones e interpretaciones en acto porque guían el accionar y el pensar de esos sujetos, lo cual permite pensar que guiaran a los hombres también a un futuro de crítica y hermenéutica activas. Steiner plantea la importancia de la historicidad, al igual que Castoriadis. De la construcción histórica y social de los sujetos y de la necesidad de resignificar el pasado para comprender el momento presente, en vistas del futuro. En la actualidad no se realiza, según Steiner, este tipo de lecturas comprometidas, responsables, de relaciones primarias con la obra. Lo que reina son los metadiscursos, comentarios de las obras, análisis estilísticos, psicoanalíticos, etc., que en realidad no tienen intención de fomentar en el lector la crítica y su involucramiento. Piensan por los lectores el sentido de la obra, no permiten que estos experimenten por ellos mismos los significados que la obra contiene, la critica que esta contiene de su presente y su pasado, las presencias reales que en esta se alojan, y por lo tanto, sus sentidos no marcan a las personas, a sus memorias, a sus corazones. El significado del significado se vuelve efímero, pierde su trascendencia. “La crítica es convertida en responsabilidad creativa” cuando las relaciones primarias con las obras, con las palabras, con el arte, generan en los sujetos un cambio moral, espiritual y psicológico tal que nunca serán los mismos y actuaran, pensaran, a partir de ahí, de manera distinta, con los significados de aquellas palabras grabados en sus corazones. A partir de ese momento, todo lo que el sujeto haga, piense, imagine será una interpretación, una hermenéutica en acto de aquello que el arte dijo. Cada obra, cada pieza de arte que llega a los sujetos, es un recordatorio de lo que se ha dicho en el pasado, es crítica en acto de esa herencia, es histórica, interpretativa y critica creativa. Las relaciones primarias con el arte permitirán asegurar que la conciencia histórica de un pasado siempre recuperado y recuperable es necesaria para entender nuestro presente y nuestro posible futuro. Y es en el contacto directo con las obras donde es posible hallar una noción de la génesis del significado porque es en esa obra donde el sentido se sustancializa, se vuelve trascendental, posible de que permanezca en el tiempo. Las obras artísticas traducen la materia de las palabras en sentido. En las obras, las palabras no son meras palabras. Hay algo en ellas: hay sentido, hay significados, hay presencias reales, interpretaciones criticas del pasado, que provocan lecturas criticas también en el presente, que involucran, que movilizan al que las lee o escucha, que lo modifican para siempre. Lo comprometen moral, espiritual y psicológicamente. Lo comprometen políticamente también porque a partir de ellas los sujetos no solo pueden hacer una lectura crítica del pasado, de lo ya dicho, de los significados trascendentales hechos materia en esas obras, sino también pueden hacer una crítica de su propio presente, una contradeclaración al mundo. Las acciones, sus pensamientos, su imaginación, estarán marcadas por esos sentidos de las palabras y guiaran por siempre el corazón de esos sujetos, quienes harán entonces una hermenéutica en acto, una interpretación responsable, una traducción activa. Entonces, hay algo en lo que decimos: ese algo es sentido construido socialmente, materializado en las obras artísticas y en las interpretaciones activas, traducciones en acto que hacemos de ella. El sentido de las palabras nos marca para siempre y trascienden en nuestra memoria y en nuestros corazones. Para Steiner, en la actualidad, vivimos en una ciudad de intercambios secundarios, donde no hay nada en lo que se dice. Esto muestra la decadencia de la sociedad occidental y la necesidad de resignificar el proyecto moderno de una sociedad autónoma. 4
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