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Hobsbawm - la era del imperio doc

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Hobsbawm: “La era del Imperio, 1875-1914”
2. La economía cambia de ritmo
1873: la economía mundial entra en una depresión del comercio sin precedentes, cuya
peculiaridad más notable es su universalidad. Pese a las depresiones en el período 1873-1890,
la producción y el comercio mundial, lejos de estancarse, continuó aumentando de forma muy
sustancial (aunque a un ritmo menos vertiginoso que antes). Varios socialistas deseaban el
colapso del capitalismo bajo sus contradicciones internas, que el período de depresión parecía
poner de manifiesto. Tras el drástico hundimiento de la década de 1870, lo que estaba en juego
no era la producción, sino su rentabilidad (prolongada depresión de precios, del interés y de los
beneficios, que preocupaba a los hombres de negocios). La agricultura fue la víctima más
importante de esa disminución de los beneficios y constituía el sector más deprimido de la
economía. El mundo de los negocios tenía sus propios problemas: Les preocupaba más el
descenso de los precios que la inflación, y el período más deflacionario fue el de 1873-1896. La
inflación no sólo es positiva para quienes están endeudados, sino que produce un aumento
automático de los beneficios, por cuanto los bienes producidos con un coste menor se vendían
al precio más elevado del momento de la venta. La deflación, en cambio, hace que disminuyan
los beneficios. La expansión del mercado podía compensar esa situación, pero lo cierto es que
el mercado no crecía lo suficientemente rápido.
Una de las soluciones a la depresión de los precios, beneficios y tasas de intereses
consistía en una especie de monetarismo a la inversa (sustentada por los que atribuían el
descenso de los precios fundamentalmente a la escasez de oro). Un sistema basado en el oro
y la plata podría elevar los precios a través de la inflación monetaria. La inflación monetaria se
convirtió en uno de los principios fundamentales de los movimientos populistas
norteamericanos.
La “Gran Depresión” puso fin a la era del liberalismo económico. Las tarifas proteccionistas
pasaron a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional. De todos los
grandes países industriales, sólo Gran Bretaña defendía la libertad de comercio sin
restricciones. Era el mayor exportador de capital, de servicios “invisibles” financieros y
comerciales y de servicios de transporte. Como también era el mayor receptor de
exportaciones de productos primarios del mundo y dominaba el mercado mundial de alguno de
ellos. La libertad de comercio parecía indispensable, ya que permitía que los productores de
materias primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados
británicos, reforzando así la simbiosis entre Gran Bretaña y el mundo subdesarrollado. Otorgó a
los países proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de impulsar sus
exportaciones en defensa del liberalismo.
En el siglo XIX, el núcleo fundamental del capitalismo lo constituían las economías
nacionales: Gran Bretaña, Alemania, USA. No obstante, la “nación” como unidad no tenía un
lugar claro en la teoría pura del capitalismo liberal, cuyos elementos básicos eran la empresa,
el individuo o la compañía, impulsados por el imperativo de maximizar beneficios y minimizar
costos. El Estado como factor económico sólo existía como algo que interfería en el
funcionamiento autónomo e independiente del mercado.
La economía capitalista era global (se extendió a zonas remotas, y las transformó de forma
profunda). Cuando alcanzaba mayor rendimiento era cuando nada interfería con el libre
movimiento de los factores de producción. El ideal del capitalismo era la división internacional
del trabajo que asegurara el crecimiento más intenso de la economía. El único equilibrio que
reconocía la teoría económica liberal era el equilibrio a escala mundial. Pero en la práctica, la
economía capitalista mundial en evolución era un conjunto de bloques (las economías
nacionales), pero también un fluido. Las economías nacionales (economías definidas por las
fronteras de los estados) existían porque existían los estados-nación.
El sector desarrollado del mundo eran los estados capaces de defender de la competencia a
sus economías en proceso de industrialización, el resto del mundo eran economías
dependientes, política y económicamente del núcleo desarrollado. En algunos casos, esas
regiones eran manejadas de manera absoluta por las potencias. En otros, a esas economías
les era rentable convertirse en productoras especializadas de materias primas para un mercado
mundial formado por los estados metropolitanos.
La industrialización y la depresión hicieron de las potencias un grupo de economías rivales,
donde los beneficios de una parecían amenazar la posición de las otras. No sólo competían las
empresas, sino también las naciones. El proteccionismo expresaba una situación de
competitividad económica internacional, contribuyó a ampliar la base industrial del planeta,
impulsando a las industrias nacionales a abastecer a los mercados internos, que crecían
también a un ritmo vertiginoso.
En consecuencia, entre 1880 y 1914, el incremento global de la producción y el comercio
fue mucho más elevado que durante los decenios en los que estuvo vigente el librecambio.
No obstante, si el proteccionismo fue la reacción política instintiva del productor preocupado
ante la depresión, no fue la respuesta económica más significativa del capitalismo a los
problemas que le afligían. Esa respuesta radicó en la combinación de la concentración
económica, distinta de monopolio y oligopolio y la racionalización empresarial (los trusts, la
gestión científica).
La tendencia a abandonar la competencia ilimitada y a implantar la cooperación de varios
capitalistas que previamente actuaban por separado se hizo evidente durante la “Gran
Depresión” y continuó en el nuevo período de prosperidad general.
La concentración avanzó a expensas de la competencia de mercado, las corporaciones a
expensas de las empresas privadas, los grandes negocios y empresas a expensas de las
pequeñas, y esa concentración implicó una tendencia hacia el oligopolio. A partir de 1880, el
modelo de distribución se revolucionó. Empresas nacionales e internacionales con cientos de
sucursales.
Al igual que la concentración económica, la gestión científica fue fruto de la “Gran
Depresión”: Taylor sugirió una forma más racional o científica de controlar y programar las
empresas grandes y deseosas de maximizar los beneficios; Taylorismo: sacar mayor
rendimiento a los trabajadores (aislar a cada trabajador del resto del grupo y transferir el control
del proceso productivo a los representantes de la dirección, que decían al trabajador
exactamente lo que tenía que hacer, descomposición sistemática de cada proceso en
elementos componentes cronometrados, sistemas distintos de pago de salario que supusieran
para el trabajador un incentivo para producir más.
Entre 1880 y 1914 la transformación de la estructura de las grandes empresas, desde el
taller hasta las oficinas y la contabilidad, hicieron un progreso sustancial.
El Imperialismo era otra posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo. Relación
entre la depresión y la fase dinámica de la división colonial del planeta: la presión del capital
para conseguir inversiones más productivas, así como la de la producción a la búsqueda de
nuevos mercados, contribuyó a impulsar la política de expansión, que incluía la conquista
colonial. Otra consecuencia de la “Gran Depresión” fue la agitación social, no sólo entre los
agricultores, sino también entre las clases obreras. Los modernos movimientos obreros son
también producto de este período.
Hubo un declive relativo de Gran Bretaña y un progreso de Alemania y USA
El tema realmente importante no es quién creció más y más deprisa en la economía
mundial, sino su crecimiento global como un todo. Schumpeter asocia cada fase descendente
con el agotamiento de los beneficios potenciales de una serie de innovaciones económicas y la
nueva faseascendente con una serie de innovaciones tecnológicas, cuyo potencial se agotará
a su vez. El problema que se plantea respecto de la fase ascendente de los últimos años de la
década de 1890 es que las industria innovadoras del período (las químicas y eléctricas) no
parecen haber estado todavía en situación de dominar los movimientos de la economía
mundial. Kondratiev establece una relación entre el sector industrial del mundo, que se
desarrolló mediante una revolución continua de la producción, y la producción agrícola mundial,
que se incrementó gracias a la incorporación de nuevas zonas geográficas de producción. El
gran dinamismo de la economía mundial se debió al núcleo de países industriales, que
actuaban como locomotoras del crecimiento global, tanto en su condición de productoras como
de mercado. Estos países constituían el núcleo central de la economía mundial y determinaban
el desarrollo del resto del mundo, de unos países cuyas economías crecieron gracias a que
abastecían las necesidades de otras economías.
Economía mundial: base geográfica mucho más amplia. Ampliación del sector industrial
mediante la expansión de la revolución industrial (Rusia, Suecia y Países Bajos). Ampliación
del mercado internacional de materias primas. Pluralismo de la economía mundial, dejó de ser
monocéntrica. Economías nacionales más importantes: Estados Unidos, Alemania, Gran
Bretaña y Francia. Rivalidad entre los diferentes estados. Revolución tecnológica. Se
incorporan a la vida moderna el teléfono y la telegrafía sin hilos, el fonógrafo y el cine, el
automóvil y el aeroplano. Perfeccionamientos en la tecnología del vapor y del hierro por medio
del acero y las turbinas. Doble transformación en la estructura y modus operandi de la empresa
capitalista. Se produjo la concentración del capital, y se intentó racionalizar la producción y la
gestión de la empresa, aplicando métodos científicos no sólo a la tecnología, sino a la
organización y a los cálculos. Transformación del mercado de los bienes de consumo: un
cambio tanto cuantitativo como cualitativo. Con el incremento de la población, de la
urbanización y de los ingresos reales, el mercado de masas comenzó a dominar las industrias
productoras de bienes de consumo. Crecimiento importante del sector terciario de la economía,
público y privado. Convergencia creciente entre la política y la economía, papel cada vez más
importante del gobierno y del sector público. La “mano invisible” del mercado se hace cada vez
más visible con la intervención del Estado.
3. La era del Imperio
En mundo imperialista, los países avanzados, que determinaban el ritmo de la economía
mundial, dominaban a los atrasados. 1875-1914 aparece el imperio colonial como un nuevo
tipo de imperio, como un aspecto de la nueva fase liberal del modelo económico mundial. La
mayor parte del mundo ajeno a Europa y al continente americano fue dividido formalmente en
territorios que quedaron bajo el gobierno formal o bajo el dominio político informal de Gran
Bretaña, Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos, Bélgica, Estados Unidos y Japón. África y
el Pacífico fueron divididas por razones prácticas. En el Pacífico no quedó ningún estado
independiente, dividido entre británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, norteamericanos y
japoneses. África pertenecía a los imperios británico, francés, alemán, belga, portugués y
español. En Asia existía una amplia zona independiente, aunque los imperios europeos más
antiguos ampliaron y redondearon sus extensas posesiones. En 1914, el continente americano
era un conjunto de repúblicas soberanas, con la excepción de Canadá, las islas del Caribe y
algunas zonas del litoral caribeño. Eran dependientes económicamente del mundo
desarrollado.
El análisis del imperialismo realizado por Lenin se convirtió en un elemento central del
marxismo revolucionario de los movimientos comunistas a partir de 1917 y también de los
movimientos revolucionarios del “Tercer Mundo”. Sostenía que el nuevo imperialismo tenía sus
raíces económicas en una nueva fase específica del capitalismo que conducía a la división
territorial del mundo entre las grandes potencias capitalistas en una serie de colonias formales
e informales y de esferas de influencia. Las rivalidades existentes entre los capitalistas que
fueron causa de esa división engendraron también la 1º Guerra Mundial. La expansión
económica y la explotación del mundo en ultramar eran esenciales para los países capitalistas.
Los análisis no marxistas del imperialismo negaban la conexión entre el imperialismo de
finales del siglo XIX y del siglo XX con el capitalismo en general. Negaban que el imperialismo
tuviera raíces económicas importantes, que beneficiara económicamente a los países
imperialistas, que la explotación de las zonas atrasadas fuera fundamental para el capitalismo,
y que hubiera tenido efectos negativos sobre las economías coloniales. Afirmaban que el
imperialismo no había tenido consecuencias decisivas sobre el origen de la 1º Guerra Mundial.
El acontecimiento más importante en el siglo XIX es la creación de una economía global,
que penetró de forma progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un tejido cada
vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones y movimientos de productos,
dinero y personas que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con el mundo
subdesarrollado. La red mundial de ferrocarriles, la flota mercante, permitieron la integración a
la economía mundial de las zonas más atrasadas y marginales.
La civilización necesitaba de materias primas (petróleo y caucho) que no se producían en
Europa, sino en Oriente y en el Congo y el Amazonas (respectivamente). Las minas fueron los
grandes pioneros que abrieron el mundo al imperialismo. Las plantaciones, explotaciones y
granjas eran el segundo pilar de las economías imperiales. Los comerciantes y financieros
metropolitanos eran el tercero. El resto del mundo se transformó en un complejo de territorios,
coloniales y semicoloniales, que se convirtieron en productores especializados de productos
básicos para exportarlos al mercado mundial, de cuya fortuna dependían por completo, en
lugar de competir con las principales economías, las complementaban. La expansión colonial
se debió en gran parte a la búsqueda de mercados. El imperialismo era la consecuencia natural
de una economía internacional basada en la rivalidad de varias economías industriales
competidoras. El proteccionismo no es otra cosa que la operación de la economía con la ayuda
de la política.
La aparición de los movimientos obreros, o de la política democrática, tuvo una gran
influencia sobre el desarrollo del “nuevo imperialismo”. El imperialismo estimuló a las masas a
identificarse con el estado y la nación imperial, dando así legitimidad al sistema social y político
representado por ese estado. La idea de superioridad y de dominio sobre un mundo poblado
por gentes de piel oscura en remotos lugares tenía arraigo popular y, por ende, benefició a la
política imperialista. El imperialismo de los últimos años del siglo XIX era el producto de una
época de competitividad entre economías nacionales capitalistas e industriales rivales que era
nueva y que se vio intensificada por las presiones para asegurar mercados en un período de
incertidumbre económica. Tarifas proteccionistas y la expansión, grandes corporaciones y
oligopolios, intervención cada vez más intensa del estado en asuntos económicos.
El impacto económico del imperialismo resultó profundamente desigual, ya que las
relaciones entre las metrópolis y sus colonias eran muy asimétricas. El impacto de las primeras
sobre las segundas fue fundamental y decisivo, mientras que el de las colonias sobre las
metrópolis fue de escasa significación. Gran Bretaña fue el país de todos los metropolitanos
donde el imperialismo tuvo mayor importancia, dado que la supremacía económica de ese país
siempre había dependido de su relación especial con los mercados y fuentes de materias
primas de ultramar. Sólo para GranBretaña era crucial desde el punto de vista económico
mantener una relación especial con el mundo no industrializado. El nuevo colonialismo fue una
consecuencia de una era de rivalidad económico-política entre economías nacionales
competidoras, rivalidad intensificada por el proteccionismo. Pero la era del imperio no fue sólo
un fenómeno económico y político, sino también cultural. El imperialismo llevó la
“occidentalización” a las elites potenciales del mundo dependiente (debían hacerlo si no
querían quedarse atrás).
La era del imperio creó una serie de condiciones que determinaron la aparición de líderes
antiimperialistas y las condiciones que comenzaron a dar resonancia a sus voces (como el
caso de Gandhi).
Se consideraban a los pueblos no europeos como inferiores, indeseables, débiles y
atrasados, adecuados para la conquista. La densidad de la red de comunicaciones globales
intensificó la confrontación y la mezcla de los mundos occidental y exótico. Las sociedades
exóticas eran imperialistas tan sólo porque el vínculo central entre los mundos de lo exótico y
de lo cotidiano era la penetración formal o informal del tercer mundo por parte de los
occidentales. Al mismo tiempo, el imperialismo hizo que aumentara notablemente el interés
occidental hacia diferentes formas de espiritualidad derivadas de Oriente.
4. La política democrática
La Comuna de París (1871) provocó una histeria internacional entre los gobernantes
europeos y entre las clases medias. Este episodio que desencadenó un terror ciego en el
sector “respetable” de la sociedad reflejaba un problema fundamental de la política de la
sociedad burguesa: el de su democratización. Democracia (Aristóteles): gobierno de la masa
del pueblo que, en su conjunto, era pobre. Dilema fundamental del liberalismo del siglo XIX que
propugnaba la existencia de constituciones y de asambleas soberanas elegidas que luego
trataba de esquivar actuando de forma antidemocrática (excluyendo del derecho de votar y de
ser elegido a la mayor parte de los hombres y a la totalidad de las mujeres). Miedo a la
revolución social si las masas tenían lugar en la política. A partir de 1870 se hizo cada vez más
evidente que la democratización de la vida política de los estados era inevitable. Las masas
aparecen en el escenario político, pese a las voluntades de las clases gobernantes. Las
agitaciones socialistas de la década de 1890 y las repercusiones de la primera Revolución rusa
aceleraron la democratización. Las clases gobernantes no podían evitar la política democrática,
por lo que buscaron la forma de manipularla, podían retardar su ritmo, pero no detenerla.
El mundo occidental avanzaba hacia un sistema político basado en un electorado cada vez
más amplio dominado por el pueblo común. La consecuencia lógica de ese sistema era la
movilización política de las masas para y por las elecciones, lo cual implicaba la organización
de movimientos y partidos de masas, la política de propaganda de masas y el desarrollo de los
medios de comunicación de masas. Los políticos se veían obligados a apelar a un electorado
masivo. La era de la democratización también era la era de la hipocresía política pública, falsos
enfrentamientos de los debates parlamentarios. Estratos intermedios descontentos: pequeña
burguesía tradicional, maestros artesanos y pequeños tenderos, cuya posición se había visto
socavada por el avance de la economía capitalista y por la numerosa clase media baja formada
por trabajadores no manuales. El campesinado y los granjeros, pese a que se movilizaron a
partir de 1880 (época de la depresión) como grupos económicos de presión y entraron a formar
parte, de forma masiva, en nuevas organizaciones para la comercialización, lo cierto es que
raramente se movilizaron política y electoralmente como una clase. Los cuerpos de ciudadanos
también se movilizaban, unidos por lealtades sectoriales como la religión o la nacionalidad.
No obstante, la aparición de movimientos de masas se vio dificultada por el
ultraconservadurismo de la Iglesia católica, que se oponía a la formación de partidos políticos
católicos apoyados formalmente por ella. Si la religión tenía un enorme potencial político, la
identificación nacional era un agente movilizador igualmente extraordinario y más efectivo.
Partido de masas disciplinado consistía en un conjunto de organizaciones o ramas locales
junto con un complejo de organizaciones para objetivos especiales pero integradas en un
partido con objetivos políticos más amplios. Los nuevos movimientos de masas eran
ideológicos, estos grupos organizados con intereses específicos se multiplicaron. Quebrantaron
el viejo marco local o regional de la política, o lo integraron en movimientos mucho más
amplios. La religión, el nacionalismo, la democracia, el socialismo y las ideologías precursoras
del fascismo de entreguerras constituían el nexo de unión de las nuevas masas movilizadas.
En contraste con la política electoral de la vieja sociedad burguesa, la nueva política de masas
se hizo cada vez más incompatible con el viejo sistema político, basado en una serie de
individuos, poderosos e influyentes (los notables). Las antiguas elites debieron transformarse
para encajar en la democracia. La democratización planteó graves problemas a los
gobernantes de los estados y a las clases cuyo interés gobernaban. Se planteaba el problema
de garantizar la legitimidad de la sociedad tal como estaba constituida, frente a la amenaza de
los movimientos de masas deseosos de realizar la revolución social.
El decenio de 1890, que conoció la aparición del socialismo como movimiento de masas,
constituyó el punto de inflexión. Las clases dirigentes optaron por nuevas estrategias políticas,
haciendo todo tipo de esfuerzos para limitar el impacto de la opinión y del electorado de masas
sobre sus intereses y sobre los del estado. No obstante, era difícil incluir a los socialistas en el
gobierno, que se negaban a cualquier tipo de compromiso con el estado y con el sistema
burgués a escala nacional. Las clases gobernantes buscaban agudizar los descontentos
sociales, para hacer más maleable la democracia. Programas de reforma y asistencia social,
importancia y peso del aparato del estado. Se tenía la convicción no sólo de que el
imperialismo podía financiar la reforma social, sino también de que era popular.
Conforme se vieron socavados los antiguos métodos para asegurar la subordinación y la
obediencia, la necesidad de encontrar otros medios que los sustituyeran se cubría por medio
de la invención de la tradición, utilizando elementos antiguos y experimentados capaces de
provocar la emoción (la corona, la gloria militar, el imperio, y la conquista colonial). Los
regímenes políticos llevaron a cabo una guerra silenciosa por el control de los símbolos y ritos
(himno nacional, marcha militar) de la pertenencia a la especia humana, especialmente
mediante el control de la escuela pública. Los estados y los gobiernos competían por los
símbolos de unidad y de lealtad emocional con los movimientos de masas no oficiales, que
creaban sus propios contra símbolos.
Pese a estas movilizaciones de masas las sociedades políticas y las clases dirigentes de la
Europa occidental, en el período 1875-1914, pudieron gozar de cierta estabilidad política. Las
clases dirigentes descubrieron que la democracia parlamentaria, a pesar de sus temores, era
perfectamente compatible con la estabilidad política y económica de los regímenes capitalistas.
Lenin sostenía que una república democrática era la mejor colcha política para el capitalismo.
Hobsbawm, se pregunta si la estabilidad no era una ilusión pasajera. En síntesis, el progreso
de la política democrática entre 1880 y 1914 no hacía prever su permanencia ni su triunfo
universal.
5. Trabajadores del mundo
Con la ampliación del electorado, era inevitable que la mayor parte de los electores fueran
gente pobre y descontenta. La conciencia de clase del proletariado parecía amenazar de forma
más directa el sistema social, económico y político de lassociedades modernas. Donde el
número de trabajadores asalariados se multiplicó espectacularmente y donde llegaron a formar
una clase específica fue en los países donde la industrialización había comenzado en época
temprana y en aquellos otros que iniciaron el período de revolución industrial entre 1870 y 1914
(Europa, Estados Unidos y Japón). La producción mediante máquinas y en las fábricas afectó
negativamente a un número importante de trabajadores que hasta finales del siglo XIX
fabricaban por métodos artesanales. En todos los sitios donde lo permitía la política
democrática y electoral comenzaron a aparecer y crecieron con enorme rapidez partidos de
masas basados en la clase trabajadora, inspirados por la ideología del socialismo
revolucionario y dirigidos por hombres que creían en esa ideología. El proletariado estaba
destinado a convertirse en la gran mayoría de la población.
El poder de los partidos obreros radicaba en la sencillez de sus planteos políticos. Eran los
partidos de todos los trabajadores manuales que trabajaban a cambio de un salario.
Representaban a esa clase en sus luchas contra los capitalistas y sus estados, siendo su
objetivo crear una nueva sociedad que comenzaría con la liberación de los trabajadores gracias
a su propia actuación y que liberaría a toda la especia humana, salvo a los explotadores.
El proletariado no era una masa homogénea, había diferencias de origen social, geográfico, de
nacionalidad, de lengua, de cultura y de religión entre los distintos partidos de trabajadores, que
dividieron a la clase obrera pero no hicieron imposible la formación de una conciencia de clase
unificada. La unidad de los trabajadores sólo era posible cuando quedaban excluidas la religión
y la autonomía de la discusión política. A estos factores hay que agregar la estructura
heterogénea de la economía industrial en su proceso de desarrollo.
La excepción fue Gran Bretaña, donde la clase obrera no sólo era aceptada, sino que muy
poderosa también. En los demás países en general sólo existían sindicatos eficaces en los
márgenes de la industria moderna y a gran escala. En teoría la organización podía ser
nacional, pero en la práctica se hallaba localizada y descentralizada. Había algunas
excepciones, como la de los mineros en Francia y los Estados Unidos.
Los empleados al servicio del estado estaban excluidos de la organización obrera, lo cual
retrasó la sindicalización de los ferrocarriles. Las compañías ferroviarias eran las empresas
más grandes de la economía capitalista y era casi imposible organizarlas a no ser en el
conjunto de lo que podía ser casi una red nacional. El sector marítimo estaba fuertemente
localizado en los puertos marítimos y en torno a ellos, sobre los que pivotaba la economía. Por
ende, una huelga allí tendía a convertirse en una huelga general del transporte con
posibilidades de desembocar en una huelga general.
Un poderoso método de unificación era a través de la ideología transmitida por la organización.
Los socialistas, estamparon en los grupos más variados de trabajadores una sola identidad, la
del proletario. Los agitadores y propagandistas llevaron ese mensaje de unidad de todos los
que trabajaban y eran pobres. Pero también llevaron consigo una organización, la acción
colectiva estructurada sin la cual la clase obrera no podía existir como clase. Conciencia de
clase sirvió para unir a todos aquellos que estaban dispuestos a reconocer esa gran verdad por
encima de todas las diferencias que los separaban. Todos los trabajadores tenían buenas
razones para sustentar la convicción de la injusticia del orden social, pero la parte fundamental
de su experiencia era su relación con los empresarios.
Si la evolución económica y social favoreció la formación de una conciencia de clase de todos
los trabajadores manuales, la economía nacional y el estado-nacional les obligó prácticamente
a la unificación. Las iniciativas políticas, legales y administrativas del estado-nación eran cada
vez más importantes para la existencia de la clase obrera. La economía nacional funcionaba
como un sistema integrado, un sistema en el que un sindicato no podía seguir siendo un
agregado de unidades locales con un vínculo débil entre ellas, por lo que se vieron obligados a
adoptar una perspectiva nacional. La democratización electoral del estado-nación impuso la
unidad de clase que sus gobernantes esperaban poder evitar. La lucha por la ampliación de los
derechos ciudadanos adquirió una dimensión clasista para la clase obrera.
Los nuevos movimientos socialistas se convirtieron en los grandes líderes del sufragio
universal, organizando grandes huelgas general para conseguir ese objetivo. La actividad
electoral, en la que participaron los partidos socialistas, necesariamente tenía que servir para
dar a la clase obrera una dimensión nacional única, por dividida que estuviera en otros
aspectos. El estado daba unidad a la clase, pues cada vez más los grupos sociales tenían que
tratar de conseguir sus objetivos políticos presionando sobre el gobierno nacional, a favor o en
contra de la legislación y administración de las leyes nacionales. El soporte real de la
conciencia de clase de la clase obrera era el estado y la nación definida políticamente.
Los dos períodos que aceleraron la formación de las clases obreras como grupos sociales
conscientes y organizados fueron los últimos años del decenio de 1880 y los primeros del de
1890, con la reaparición de una internacional obrera (la Segunda) y por el restablecimiento de
la celebración del 1º de Mayo, símbolo de la esperanza y la confianza de la clase obrera.
Entre la Revolución rusa de 1905 y 1914 hubo un importante avance electoral de los partidos
obreros y socialistas que se completó con la ampliación del derecho de voto. El movimiento
incluía la organización básica y universal de los trabajadores, el sindicato, aunque en formas
diferentes y con una fuerza distinta. Los movimientos obreros que no contaban con partidos de
clase organizados o que se oponían a la política, como el anarquismo, eran casi siempre
débiles y carecían de significación política.
Marx afirmaba que ninguna mejora predecible dentro del sistema existente cambiaría la
situación básica de los trabajadores en cuanto tales (su explotación); que la naturaleza del
desarrollo capitalista hacía que fuera problemático el derrocamiento de la sociedad existente y
su sustitución por otra sociedad nueva y mejor; que la clase trabajadora, organizada en
partidos de clase, sería la que crearía ese futuro glorioso. Dio a los trabajadores la seguridad
de que la ciencia demostraba la inevitabilidad histórica de su triunfo definitivo. Revolución
social: cambio del capitalismo al socialismo, de una sociedad basada en la propiedad y en la
empresa privada a otra cuyos fundamentos habrían de ser la propiedad común de los medios
de producción, distribución e intercambio.
Sin embargo, la idea de un colapso del capitalismo parecía inverosímil, por lo que algunas
figuras del ala derecho del movimiento recomendaban concentrarse en las mejoras y reformas
inmediatas que la clase obrera pudiera conseguir de los gobiernos y empresarios, olvidando la
revuelta y la insurrección. No obstante, era el ideal de una nueva sociedad lo que infundía
esperanza a la clase obrera.
La revolución social estaba en retroceso, el cual se vio acelerado por el surgimiento de partidos
de clase masivos organizados y disciplinados. Las reuniones de masas organizadas, las
manifestaciones de masas planificadas y las campañas electorales sustituyeron, más que
prepararon, al levantamiento y la insurrección. Lo que hacía que los nuevos partidos siguieran
siendo fieles a la idea de la revolución total de la sociedad no era la incapacidad del capitalismo
para introducir ciertas mejoras en su situación, sino que cualquiera mejora significativa se debía
fundamentalmente a su actuación y organización como clase.
Era necesaria una ampliación del marco de acción de los partidos socialistas, desbordando ese
ámbito puramente proletario.La identificación entre partido y proletariado dificultó la posibilidad
de atraer a otros estratos sociales. Los partidos socialistas obreros pocas veces consiguieron
desbordar el universo de la clase obrera. Denunciaban la explotación, la riqueza, y la
progresiva concentración de los ricos. Es por eso que, aquellos que eran pobres, aunque no
pertenecieran al proletariado, podían encontrar atractivo ese partido. Levantaban la bandera del
progreso (la inevitable marcha hacia un futuro mejor), la cual era la aspiración de quienes
poseían muy poco o nada. El hecho de estar al margen de los círculos del poder y de hallarse
en permanente oposición les permitía obtener un apoyo mucho mayor de aquellas minorías
cuya posición en la sociedad era rara, y el apoyo de las nacionalidades oprimidas.
En síntesis, los partidos proletarios encontraban seguidores en ámbitos muy alejados del
proletariado. Sin embargo, había muchos muy pobres que no se consideraban proletarios, y
que no creían adecuadas para ellos las organizaciones y formas de acción del movimiento (lo
que realmente les importaba no era el sindicato ni el partido de clase, sino los vecinos, la
familia o los patrones que podían hacerles favores y conseguirles trabajo).
6. Banderas al viento: las naciones y el nacionalismo
Si el surgimiento de los partidos obreros fue una consecuencia importante de la política de
democratización, también lo fue la aparición del nacionalismo en la política. En el período
1880-1914, el nacionalismo transformó su contenido ideológico y político, protagonizando un
importante salto hacia adelante. El término nacionalismo se utilizó por primera vez a fines del
siglo XIX, para definir grupos ideólogos de derecha, en Francia e Italia, a quienes les gustaba
agitar la bandera nacional contra los extranjeros, los liberales y los socialistas, y que se
mostraban partidarios de la expansión agresiva de su propio estado. El término nacionalismo
se aplicó a todos los movimientos para los cuales la “causa nacional” (derecho de formar un
estado independiente) era primordial en la política. La base del nacionalismo era la voluntad de
la gente de identificarse emocionalmente con su nación y de movilizarse por ella.
Los políticos nacionalistas afirmaban que la causa nacional excluía a todas las demás. Según
Hobsbawm esto no era así, ya que se podía ser al mismo tiempo un revolucionario marxista
con conciencia de clase y un patriota. La identificación nacional, en este período, alcanzó una
difusión mucho mayor y se intensificó la importancia de la cuestión nacional en la política. Sin
embargo, más trascendencia tuvieron los cambios que experimentó el nacionalismo político.
Cuatro aspectos de estos cambios fueron: la aparición del nacionalismo y el patriotismo como
una ideología de la que se adueñó la derecha política. Principio de que la autodeterminación
nacional, incluyendo la formación de estados soberanos independientes, podía ser una
aspiración no sólo de algunas naciones susceptibles de demostrar una viabilidad económica,
política y cultural, sino de todos los grupos que afirmaran ser una “nación”. Tendencia creciente
a considerar que la autodeterminación nacional no podía ser satisfecha por ninguna forma de
autonomía que no fuera la independencia total. Tendencia a definir la nación en términos
étnicos y lingüísticos.
Definición étnico-lingüística de las naciones: la lengua era un criterio de nacionalidad y, en
general, cuanto menos destacado ese criterio, más fuerte la identificación de las masas de un
pueblo con su colectividad. El nacionalismo lingüístico fue una creación de aquellos que
escribían y leían la lengua y no de quienes la hablaban. Las “lenguas nacionales”, en las que
descubrían el carácter fundamental sus naciones, eran una creación artificial, pues debían ser
compiladas, homogeneizadas y modernizadas para su utilización contemporánea. Las lenguas
escritas están estrechamente vinculadas con los territorios e instituciones.
El nacionalismo, era fundamentalmente territorial, ya que su modelo básico era el estado
territorial de la Revolución francesa. La identificación de las naciones con un territorio exclusivo
provocó problemas en zonas del mundo afectadas por la emigración masiva.
El estado no sólo creaba la nación, sino que necesitaba hacerlo. La nación era la nueva religión
cívica de los estados. Constituía un nexo que unía a todos los ciudadanos con el estado, lo que
hacía que el nacionalismo de estado fuera aún más fundamental era que la economía de una
era tecnológica y la naturaleza de su administración pública y privada exigía una educación
elemental de masas. Desde el punto de vista del estado, la escuela podía enseñar a los niños a
ser buenos súbditos y ciudadanos. Un sistema educativo nacional, o sea, organizado y
supervisado por el estado, exigía una lengua nacional de instrucción. Así, la educación se unió
a los tribunales de justicia y a la burocracia como fuerza que hizo de la lengua el requisito
principal de nacionalidad. Los estados crearon “naciones”, patriotismo nacional y ciudadanos
homogeneizados desde el punto de vista lingüístico y administrativo.
No obstante, el nacionalismo de estado, si bien movilizaba a una parte de la población,
alienaba a otra, a aquellos que no pertenecían o no querían pertenecer a la nación identificada
con el estado. La situación de las elites nativas en las colonias europeas, educadas en la
lengua y la cultura de los países colonialistas para que pudieran administrar las colonias en
beneficio de los europeos, pero que no eran tratadas como iguales, era el caso extremo en que
se veía esa falta de pertenencia a la nación. Militancia lingüística, exigencia de estados
independientes e identificación con la derecha y ultraderecha políticas eran las características
nuevas del nacionalismo. Era indispensable que una lengua hablada llegara a ser oficial, y el
poder político era el único que podía transformar el estatus de las lenguas. El nacionalismo
estaba unido a las capas medias no sólo por la lengua oficial, sino también por la xenofobia, ya
que el extranjero simbolizaba entre ellos la perturbación de los viejos hábitos y del sistema
capitalista.
El nacionalismo engendró los movimientos de la derecha política, que surgieron de la crisis del
liberalismo y, al mismo tiempo, fue reforzado por esos movimientos. Nuevo tipo de movimientos
políticos basados en el nacionalismo, la xenofobia y en la idealización de la expansión nacional,
la conquista y la guerra. Para el conjunto de las clases medias, el nacionalismo les
compensaba su inferioridad social, pero el nacionalismo de este período no puede ser reducido
a la condición de una ideología que atraía a las frustradas clases medias. Existe una diferencia
fundamental entre el nacionalismo como ideología de movimientos nacionalistas y de unos
gobiernos deseosos de agitar la bandera nacional, y el llamamiento más amplio del
nacionalismo. Los primeros sólo tenían en cuenta la creación de “la nación”, pero para la mayor
parte de la gente, ese nacionalismo por sí solo no bastaba. Hubo partidos cuyo objetivo
fundamental era la liberación internacional social y clasista, que se convirtió también en
vehículo de la liberación nacional. Los movimientos nacionalistas comprendieron la necesidad
de elaborar un programa social específico, o al menos interesarse por las cuestiones sociales y
económicas. Respecto de los belicosos occidentales, la propaganda interna que realizaron
ponía de relieve, en 1914, que el punto en el que había que hacer hincapié no era la gloria y la
conquista, sino el de que “nosotros”, éramos las víctimas de una agresión, y que “ellos”
representaban una amenaza mortal para los valores de la libertad y la civilización que
“nosotros” encarnábamos”. Sólo el sentimiento de que la causa del estado era también la
propia de los combatientes pudo movilizar a las masas; y en 1914, los británicos, franceses y
alemanes tenían ese sentimiento.

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