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10 Transformaciones agrícolas en la Argentina contemporánea Juan Manuel Cerdá José Muzlera Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural E Juan Manuel Cerdá es Profesor de Histo- ria de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Magister en Historia Europea y La- tinoamericana de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), Especialista en Estadística aplicadas a las Cs. Sociales de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Argentina) y Doctor en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Actualmen- te se desempeña como investigador del CONICET y del Centro de Estudios de la Argentina Rural de la Universidad Nacio- nal de Quilmes (CEAR-UNQ) y docente de grado y de posgrado en la UNQ. José Muzlera es Licenciado y Profesor en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magister en Ciencias Socia- les por la Universidad Nacional de Gene- ral Sarmiento y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (UNGS-IDES) y Doctor con Mencion en Cs. Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes. Es investigador del CONICET con lugar de tra- bajo en el Centro de Estudios de la Argenti- na Rural (CEAR-UNQ). Docente del Área de Sociología de la misma universidad. CV de los autores l presente trabajo se plantea como objetivo principal describir las principales transformaciones en agro nacional de las últimas 3 décadas y analizar el impacto social de las mismas. Los cambios tecnológicos, a menudo reci- bidos con un acrítico optimismo, junto con sus saldos positivos en la producción y la productividad, posibilitadas por una ma- yor eficiencia en el dominio de la naturale- za, afectan la estructura socio productiva. Los modos en que estas transformaciones afectan el modo de vivir de los que produ- Transformaciones agrícolas en la Argentina contemporánea Juan Manuel Cerdá José Muzlera cen (o ya no) suelen ser poco analizadas, al menos por los principales ideólogos del nuevo paradigma productivo hegemónico y sus divulgadores. Concentrándonos en Mendoza y sus pro- ducción vitivinícola y en la Región Pam- peana y su producción granaría y luego de repasar las características del nuevo es- cenario tecnológico y macroeconómico problematizaremos las principales conse- cuencias sociales del mismo. 3 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural La modernización del agro argentino Desde finales de los años 80 una nueva oleada de cambios comenzó a transformar la agricultura. La modernización de las maquinarias, semillas y procesos impu- sieron un nuevo paradigma productivis- ta conocido como “Segunda Revolución Verde”. Durante estos años, y más allá de las diferentes políticas económicas imple- mentadas, la producción de granos de la Argentina creció a una tasa anual del 4%, muy superior a la expansión de la agri- cultura mundial de 2,3% (Reca, 2009). La incorporación de nuevas tecnologías im- plicó también la mayor utilización de pro- ductos químicos, semillas genéticamente modificadas y prácticas agronómicas que, sin el debido cuidado, pueden producir enfermedades, pérdida de biodiversidad y contaminación. Con relación a períodos anteriores, estos cambios han transfor- mando a las relaciones sociales del agro, con el surgimiento de nuevos sujetos so- cioproductivos y la desaparición de otros la estructura social agraria se ha vuelto cada vez más compleja. A continuación analizaremos cómo se han producido algunos de estos cambios, pero también cómo se han mantenido al- gunas de las características tradicionales del sector agrario argentino. El escenario geográfico elegido para nuestro análisis es, por un lado, la región pampeana donde se desarrolló la soja de forma extensiva y, por otro lado, la provincia de Mendoza donde la vitivinicultura ha marcado su identidad tanto cultural como económica. La elec- ción se funda en que ambas regiones han experimentado una notable reconversión en las últimas décadas. ¿Nueva tecnología sólo implica menos trabajo? La tecnología es el conjunto de materiales, aparatos, conocimientos, habilidades y ru- tinas que se ponen en acción en el proce- so de producción. Por tanto, los artefactos tecnológicos no funcionan aisladamente, se unen con otros productos y procesos técnicos y sociales determinando el modo en que la tecnología funciona. En algunos casos estos implican procesos complejos pero en otras circunstancias son relativa- mente simples. Por ejemplo, pueden variar desde la generación de semillas transgé- nicas, la utilización de riego por goteo, la identificación de momentos de cosecha, arar o no la tierra, o hasta cambiar un bar- becho animal por uno químico. En este sentido, las nuevas tecnologías aplicadas al agro tienen consecuencias distintas según el resto de las condiciones materiales y sociales con las que interac- túan. Los desarrollos tecnológicos del agro de las últimas décadas han posibilitado un aumento de la productividad, cosechas re- cord y una nueva etapa de la producción vitivinícola que posiciono los vinos argen- tinos de otro modo frente al mundo. Este crecimiento no debe evaluarse sólo en tér- minos de la productividad o de sus posi- bilidades de exportación sino, también, deberían considerarse los efectos sociales y ambientales que estos cambios producen. Dejar de producir “como antes” -esto es con menor tecnología y más utilización de mano de obra humana-, ha posibilita- do mayores rindes pero, al mismo tiempo, ha significado un aumento de los reque- rimientos de capital. La mayor demanda de insumos, con un alto grado de homo- geneidad, se traduce en máquinas con una mayor capacidad de trabajo, desplazando así a los seres humanos. La incorporación (forzada por “la necesidad de eficiencia”) de estas maquinarias sólo puede amorti- zarse trabajando superficies más extensas, lo que implica desplazar a los menos capi- talizados. En este sentido, el avance de la tecnología ha tenido efectos directos sobre la producción y sobre los productores. El agro pampeano Los desarrollos científicos tecnológicos (en especial el paquete soja transgénica – glifosato – siembra directa) tienen una gran implicancia en el crecimiento expo- nencial del crecimiento agrícola en espe- cial de la oleaginosa estrella, la soja. Según datos del Ministerio de Ganade- ría Agricultura y Pesca de la Nación en- tre las campañas 1988/89 y la 1995/1996 (año en el que se libera al mercado la ven- ta de semilla transgénica) la evolución de la superficie sembrada con soja a ni- vel país pasó de 4.670.000 ha a 6.002.755 ha. Un año después la superficie con esta oleaginosa fue de 6.669.500 ha y para la campaña 2012/13 habíamos llegado a las 20.035.572 ha. Si tomamos como refe- rencia la producción, en iguales períodos, se pasa de 6.500.000 tn a 12.448.200 y de 11.004.890tn para la campaña 1996/97 a 54 Transformaciones agrícolas en la Argentina contemporánea Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural 49.306.201 tn para la campaña 2012/13. Esto revela un aumento de la productivi- dad –que pasó de 1.653 kg/ha a 2.105 Kg/ ha y de 1.721 kg/ha a 2.539 kg/ha, para cada período, respectivamente-, acom- pañada de una expansión de la fronte- ra agrícola hacia áreas antes consideradas marginales. Sin embargo, todos estos procesos conlle- van a que producir en la región pampeana sea más caro. Sólo a modo ilustrativo, una cosechadora de tamaño medio, competi- tiva en el mercado de venta de servicios, en 1983 costaba entre 40 y 50 vacas leche- ras. Hoy debemos hablar de entre 4 y 6 ve- ces esa cifra. Desde mediados de la década de1980, los márgenes brutos de ganancia disminuyeron para la mayor parte de los cultivos pampeanos y sus costos (calcu- lados en dólares corrientes) experimen- taron un aumento del orden del 60%. El número de explotaciones ha disminuido, en especial aquellas más pequeñas. Entre 1969 y 2002, en la Provincia de Buenos, desaparecieron el 56% del total de las ex- plotaciones y casi el 70% de lasmenores de 200 ha. Si bien no hay datos confiables después de esa fecha, todo hace suponer que esta tendencia a la concentración se ha acrecentado. Por otro lado, los productores que subsis- ten no sólo poseen en promedio explota- ciones más grandes que sus antecesores, sino que ha cambiado su relación tanto con la tierra como con la actividad y con la organización del trabajo. La profesiona- lización se ha vuelto un modo de trabajo obligado. No racionalizar al máximo los costos y las ganancias hacen imposible la subsistencia empresarial. El esfuerzo per- sonal ya no es garantía de éxito como lo era hace 30 años atrás, al menos en los imaginarios sociales. La ponderación de los riesgos climáticos y financieros es una labor ineludible. Hasta los criterios de éxi- to o fracaso han sido cualitativamente mo- dificados. Hace 3 o 4 décadas gran parte de los productores evaluaban el resultado de su explotación en función de si lo que obtenían como fruto de su trabajo alcan- zaba para vivir. En la actualidad, las eva- luaciones de las empresas agropecuarias se realizan en función de una tasa de rentabi- lidad comparada con otros negocios agro- pecuarios o no agropecuarios. Quienes introducen esta racionalidad, o mejor di- cho quienes la expanden y la naturalizan, son los pooles de siembra. Los pooles son los padres del llamado modo de produc- ción a la argentina. Pooles y nuevas reglas productivas Un pool de siembra es una gran suma de capitales financieros que ven en el agro una oportunidad de rentabilidad mayor a la de otras áreas de la economía. Estos ca- pitales no se preocupan por producir ali- mentos sino por reproducirse a sí mismos, por producir más dinero. No compran tie- rra, ni máquinas, ni contratan empleados permanentes. Alquilan grandes extensio- nes de tierra por el lapso de un año. La fuerte irrupción de estas empresas ter- minó por cambiar el modo de producir en la Argentina. En la campaña 2007-2008, tres empresas cultivaron el 5% de las tie- rras de la Argentina. Este tipo de produc- ción elevó el precio de los alquileres en la región pampeana en más de un 300% en dólares durante la primera década del si- glo XXI. ¿Cómo se puede pagar alquile- res tan elevados? Es en la respuesta a esta pregunta en donde encontramos las claves de la nueva agricultura. Los mecanismos han sido múltiples e interactúan entre sí. Por un lado, una cuestión de escala, tomar entre 100.000 y 300.000 hectáreas permite bajar muchos costos -insumos, gastos de comercialización, servicios, asesoramien- to-, todos menos la tierra. Durante los años posteriores a la devaluación de 2002, los márgenes brutos de ganancia disminu- yeron, pero la rentabilidad fue mayor que en otras áreas de la economía. Esto explica el porqué de la aparición de estos sujetos y este nuevo modo de producir. De hecho, cuando los precios internacionales de las commodities caen los pooles comienzan a desaparecer, como sucedió desde el 2012. Quienes trabajaban las tierras que obtu- vieron los pooles corrieron suertes diver- Según estimaciones de la Dirección Nacional de Contratismo e Insumos de la Nación, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca la figura del contratista o vendedor de labores culturales (siembra, cosecha, fumigación, etc) se ha convertido en una figura clave de la producción agopecuaria. El nuevo paradigma productivo está asociado a la tercerización de tareas. Según la fuente referida el 95% de la cosecha, el 98% de la fumigación y el 85% de la siembra se hace a cargo de contratistas. 76 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural sas. Algunos de ellos eran productores propietarios que según su edad y el valor rentístico de sus tierras se retiraron de la producción para vivir del alquiler. Renta que 10 o 15 años antes hubiera sido impensable. Esta decisión a menudo fue compulsiva, los costos de producción au- mentaron tanto y los márgenes se achi- caron de tal manera que un campo que a fines del siglo XX era más rentable tra- bajarlo que alquilarlo pocos años después era más conveniente (y menos riesgoso) alquilarlo que trabajarlo. Otros ex-pro- ductores han perdido en mano de estos grandes tomadores las parcelas que alqui- laban y se han dedicado a vender servicios de maquinaria. Cuando se trabaja para un pool -y muchas veces es la única opción- el precio es más bajo del que se “debería” cobrar, y el con- tratista no tiene el poder para fijar el precio que impone el pool. En estas circunstan- cias no siempre es fácil amortizar la ma- quinaria debiendo el contratista asumir el riesgo de invertir en nueva tecnología mientras estos demandantes se queda con la mayor parte de los beneficios. La aparición de los pooles profundiza la mercantilización de las relaciones socia- les en el agro, incluyendo los costos de la mano de obra propia y familiar que duran- te un siglo fue la variable de ajuste de los productores chacareros. El nuevo modelo agrícola disminuye los requerimientos de mano de obra haciendo que este factor sea cada vez de menor incidencia en el costo total. Por el contrario, los costos crecientes de insumos y maquinaria (con cada vez mayor capacidad de trabajo) explican que entre el 80% y el 90% de las labores agríco- las se realicen en manos de terceros. El rol que juega el productor comienza a ser cada vez más gerencial y menos físico. Si el productor debe adquirir una cantidad creciente de insumos todas las campañas (las semillas ya no puede guardarlas, los fertilizantes químicos se han vuelto im- prescindible, la posibilidad de tener má- quinas propias casi ha desaparecido) su papel tiende a reducirse a la inversión y el gerenciamiento. De este modo, ya no es una opción la posibilidad de utilizar su fuerza de trabajo y la de su familia y pro- ducir con “pocos” insumos. La importancia del dinero aumenta a ni- veles desconocidos hasta el momento. El grado de mercantilización es tal que casi todo puede ser traducido a la dimensión dinero. Esta particularidad vuelve todo más fácil de organizar pero más riesgoso. Si continuar produciendo depende del di- nero y no del trabajo del productor el ries- go ante cualquier adversidad (climática o de mercado) hace a los productores más vulnerables. Esta vulnerabilidad, de la mano de una mayor penetración de la “modernidad cultural” en el agro, da sentido a que los hijos de los pequeños productores ya no quieran serlo y elijan -cuando pueden- es- tudiar carreras no vinculadas con el sector. Por el contrario los hijos de los grandes productores estudian, cada vez más, carre- ras orientadas a los agronegocios que a la producción agropecuaria (Urcola, 2012). Nuevos horizontes en una economía regional: La vitivinicultura Las transformaciones no fueron exclusi- vas de la región pampeana, si bien es allí donde se han centrado los mayores estu- dios y la mayor transformación. A partir de la década de 1990 la vitivinicultura en- tró en una etapa de reconversión produc- tiva basada en la producción de vinos de calidad. A partir de allí la actividad vitivi- nícola argentina en general y la mendoci- na en particular comenzó un proceso de transformación que continúa hasta el pre- sente. Los cambios macroeconómicos, la creciente inserción de la Argentina en los mercados internacionales de capitales y de bienes, junto a los cambios en el consumo y la producción vitivinícola a nivel global- provocaron transformaciones en todo el sector. Mientras que la vitivinicultura de comien- zos del siglo XX se basó en vinos comunes, la presente etapa se propone mejorar la ca- lidad para insertarse en mercadoscada vez más exigente, ya sea interno como inter- nacional. Esta reestructuración ha impli- cado cambios de envergadura en un lapso de tiempo relativamente corto. Esto tuvo efectos directos sobre la cadena de comer- cialización y de producción, obligando a cambios en los diversos eslabones de es- tas actividades. Aquí sólo nos ocuparemosde los efectos que tuvo sobre el sector pri- mario y, especialmente, identificaremos algunos cambios y continuidades que se produjeron en torno a la utilización de mano de obra en el sector vitícola. Si bien este no es un proceso cerrado, sí puede afirmarse que se está dando forma a una estructura de producción diferente y que estaría marcando una tendencia a fu- turo. La reorientación del sector hacia una mejora de la calidad de los vinos ha obliga- do a cambios en el sector primario como, por ejemplo, la inclusión de manejos di- ferenciados y especializados en el trabajo agrícola, la aplicación de nuevas prácticas agronómicas o la utilización de modernas herramientas. También, la incorporación de nuevas cepas, la utilización de agroquí- micos y la especialización en el manejo de los “viñedos modernos” obligó a los pro- ductores a un cambio en las costumbres, un perfeccionamiento en las tareas y un asesoramiento constantes con técnicos agrónomos y enólogos. Por su parte, los sectores bodegueros cum- plen un papel central sobre el mercado de la uva. El poder de los bodegueros, frente 98 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural a un sector primario altamente fragmen- tado, produce altos niveles de pujas dis- tributivas. Según se estima existen 11.500 productores de uva en Mendoza -de los cuales el 75% cosecha 1.900 quintales por año-, queproveen a 674 bodegas. Como puede observarse los pequeños produc- tores siguen siendo fundamentales den- tro de esta agroindustria. Si bien algunas prácticas se han modificado el reempla- zo del trabajo del hombre por la máqui- na aún no se ha generalizado, a diferencia de lo que sucede en la región pampeana. Esto se observa más en el segmento de los vinos de alta calidad donde el factor hu- mano sigue siendo una variable que es va- lorada por el consumidor. Esto convierte a la vitivinicultura en un producto diferen- ciado, con valor agregado, que lo distingue de las commodities como el trigo, la soja o el maíz. Durante las últimas dos décadas los pro- ductores de uva se vieron obligados a orientar su producción para abastecer a dos fracciones diferentes del mercado: por un lado, la producción de uva de mesa y, por otro lado, la producción de uva para hacer vino. Esta última, a su vez se sub- divide en dos segmentos: uno destina su producción a vinos comunes -de baja cali- dad pero de consumo masivo-, y otro gru- po orienta su producción a vinos de alta calidad, destinados a la exportación o a un segmento de medio/alto poder adquisiti- vo interno. Luego de más de casi dos déca- da de innovación en el sector primario, los productores de “uvas finas” representan el 45% de las explotaciones agropecuarias y el 70% del área implantada (Observatorio Vitivinícola Argentino, 2014). Del análisis de los diferentes estudios so- bre el sector se desprende que hay una relación entre la extensión de la produc- ción, tipo de tenencia de la tierra, cali- dad de vino y utilización de la mano de obra. En general, se sostiene que los esta- blecimientos más grandes en extensión se especializan en la producción de uvas va- rietales para vinos de calidad donde pre- domina la mano de obra asalariada. En el otro extremo se ubican las pequeñas pro- piedades, generalmente productores fami- liares, orientados a la producción de uvas comunes –ya sea para uva de mesa o para la producción de vinos comunes- y con un escaso número de trabajadores perma- nentes (Neiman y Blanco, 2001). Sin em- bargo, la estructura de la producción y la utilización de la mano de obra en el sector vitivinícola no parecen haber cambiado demasiado. Ello se debe a las especificida- des de las tareas y la importancia que hoy le da el consumidor al producto final. Así, se pueden clasificar a los productores en tres categorías: Contratistas de viñas, pro- ductores familiares -que trabajan hasta con un asalariado pero predomina el tra- bajo familiar-, y los productores “ausentis- tas” o “modernos”, que en su mayoría son grandes establecimientos donde trabajan dos o más trabajadores asalariados en for- ma permanente, no hay contratistas y pue- de haber cualquiera de los otras categorías de trabajadores. Una característica que se impuso durante los últimos años en el sector fue la contra- tación de trabajadores temporarios para la realización de tareas puntuales -para la poda, la cosecha, el deshoje, etc.- a lo largo del año productivo. En el caso del cultivo de la vid –a diferencia de las producciones de cereales o pecuarias de la región pam- peana- siete de cada diez establecimien- tos utilizan mano de obra temporaria a lo largo del año agrícola. Las tareas que de- mandan mayor proporción mano de obra siguen siendo la vendimia y la poda. Las demás tareas son realizadas por trabajado- res permanentes en el caso de las empresas más grandes o por la familia del productor en las unidades más pequeñas. Así, las unidades productivas más gran- des se caracterizan por una difusión de mano de obra asalariada permanente que se complementa con trabajadores tempo- rarios. Esto tiene como objetivo aumentar la eficiencia basado en un análisis científi- co que permiten identificar los momentos más propicios para la realización de cada una de las tareas, reduciendo al mínimo la mano de obra permanente y contratando de forma intensiva mano de obra tempo- raria. A esto se le suma que se han incor- porado nuevos artefactos –como malla antigranizo, riego por goteo, tachos de recolección más livianos, tijeras de poda neumáticas, etc.- que permiten minimi- zar, el riesgo climático, el esfuerzo físico y los tiempos en los cuales se deben rea- lizar cada una de las tareas agrícolas. Así, en los últimos años, la demanda de traba- jo permanente disminuyó mientras que la demanda de obreros estacionales au- menta acortándose sus períodos de labo- res. En síntesis, la demanda de trabajo hoy tiende a ajustar los volúmenes de mano de obra permanente al nivel mínimo requeri- do en función del ciclo productivo. Para el caso específico de la vitivinicultura en los “viñedos modernos” se produjo una re- ducción de la demanda de mano de obra (permanente y temporaria) de alrededor de un 20% con respecto a los sistemas de producción vitícola tradicionales (Nei- man y Quaranta, 2001). La llegada de los grandes capitales ha ge- nerado un proceso de proletarización de los productores y, en especial, la aparición de los trabajadores permanentes en uni- dades productivas organizadas de manera “moderna” en detrimento de los pequeños productores. Estos procesos parecen estar asociados más al grado de integración ver- tical de los nuevos modelos empresariales y cómo el sector primario se adecuó a los cambios del sector a nivel mundial. 1110 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural Por otro lado, esto también fue posible por la alta concentración de la población en un territorio relativamente pequeño. En apenas el 3% de su territorio (esto es sólo 4.460km2) vive el 95% de la población (aproximadamente 1.000.000de habitan- tes según el censo 2010). Esta relación hace que, a diferencia de la región pam- peana donde las grandes ciudades quedan distantes del área de producción, en la pro- vincia de Mendoza la división entre cam- po y ciudad no es tan significativa. Desde tiempos remotos la producción vitiviníco- la se desarrolló en el centro de las ciudades y en la medida que estas fueron creciendo las vides fueron expandiéndose en sus pe- riferias. Esto permite que un número im- portante de asalariados rurales residan en las ciudades y realicen tareas temporarias a lo largo del año, tanto en el campo como en las ciudades. En Mendoza el 50% de los asalariados reside en centros urbanos y el 59% de los trabajadores tiene pluri-ocupa- ción. Esta característica, es una particula- ridad de la región que,sin lugar a dudas, se asocian a estrategias de sobrevivencia de las familias de asalariados y de pequeños productores rurales. Esteproceso debe ser observado en térmi- nos históricos y puede ser explicado por tres factores: primero, por la persistencia de la pequeña propiedad, en segundo lu- gar, por la estacionalidad de la actividad vitícola y, en tercer lugar, por las caracte- rísticas espaciales que hacen del oasis una región productiva en sí misma. En este contexto, intercalar actividades rurales con actividades urbanas, le permite a los hogares de menores recursos mendocinos rotar en las tareas con el fin de mantener un nivel de actividad alto y de ingresos su- ficientes a lo largo del año. Es por ello que es común encontrar en actividades tem- porales y en condiciones de precariedad laboral a menores y mujeres que se inser- tan en el mercado de trabajo aun cuando, muchas veces, su trabajo no sea directa- mente remunerado. Reflexiones finales La implementación a finales del siglo XX de nuevas tecnologías aplicadas al agro produjo una revolución en el sector agrí- cola a nivel mundial y en la Argentina en particular. Así, la implementación de la siembra directa, la utilización de semi- llas transgénicas en el sector agrícola de la pampa húmeda o el desarrollo de he- rramientas como podadoras neumáticas, mallas antigranizo o riego por goteo en la producción vitivinícola, son solo algu- nos de los cambios más significativos que se dieron en las últimas décadas. Esto im- plicó cambios en la estructura de la pro- piedad, en las formas de organización del trabajo y en las relaciones sociales en el sector agrario. Estas transformaciones fueron impul- sadas por nuevos agentes, viejos actores reconvertidos en nuevos sujetos, o por nuevos sujetos sin pasado vinculado a la producción agrícola o vitícola. En los dos casos estudiados, los “nuevos” comenza- ron a invertir en maquinarias y procesos productivos que hicieron más eficiente la actividad generando una revolución en todo el sector. Sin embargo, no todo son buenas noti- cias. Este proceso dejó fuera a productores no lo suficientemente capitalizados o de avanzada edad que se vieron compelidos a dejar de producir y cambiar de modo de vivir. En el caso de la región pampeana, el alto grado de automatización ha hecho desaparecer casi por completo el trabajo poco calificado. Sí subsisten condiciones de contratación que combinan formali- dad con informalidad, pero los niveles de remuneración hacen discutible utilizar el concepto de precarizado para un maqui- nista o un tractorista. Otro factor común a ambos casos es el au- mento en las escalas de producción. Esto se debe, por un lado, a los altos niveles de inversión y costos que tiene las nuevas tecnologías y, por otro, al aumento de la productividad ya sea medida por hectá- rea como por personal ocupado. Aunque en la vitivinicultura aún no se ha genera- lizado la automatización de la cosecha ya existen este tipo de maquinarias y un por- centaje de los nuevos viñedos estarías en condiciones de ser puestos en producción bajo este sistema. No todo son cambios, por ejemplo, en el caso de la vitivinicul- tura se mantiene la elevada estacionalidad y precariedad de los trabajadores tempo- rarios. En ambos casos (la vitivinicultu- ra mendocina y la región pampeana) los factores climáticos siguen siendo el mayor condicionante y allí si bien no hay solucio- nes definitivas sí se han mejorado mucho las estimaciones a partir de un estudio más sistemático de la evolución climatológica. 1312 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural Bibliografía Neiman, Guillermo y Blanco, Mariela (2005); “Estructura de la ocupación en estableci- mientos vitivinícolas de la provincia de Mendoza”. En: Revista Aset, Nº 7, Buenos Aires. Neimán, Guillermo y Quaranta, Germán (2001); “Reestructuración de la producción y flexibilidad funciona del trabajo agricultura en la argentina”. En: Revista Latinoamerica- na de Estudios del Trabajo, 12, año 6, Buenos Aires. Observatorio Vitivinícola Argentino. Datos estadísticos, disponible en: http://www.observatoriova.com, última visita 10 de septiembre de 2014. Reca, Lucio G. (2009) “Argentina: evolución de la producción de granos 1961-2008”. En: Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria. Anales. Tomo LXIII. Buenos Aires. Urcola, Marcos (2012); “Orientación vocacional universitaria de los hijos e hijas de pro- ductores agropecuarios en el sur de Santa Fe”. En: Estudios Rurales, Vol 1, Nº 2. El CEAR es un centro de investigacio- nes científicas (creado por la Universidad Nacional de Quilmes mediante Res. CS 557/10) que también desarrolla activida- des de posgrado y extensión, su Directora es la Dra. Noemí Girbal-Blacha (CONICET- UNQ). Tiene carácter multidisciplinar y está orientado al estudio de la Argentina rural, con enfoque regional. Depende ad- ministrativamente del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Na- cional de Quilmes. Está integrado especial -pero no exclusivamente- por científicos, docentes-investigadores y becarios per- tenecientes a las Ciencias Sociales y las Humanidades. Pretende ser un ámbito de trabajo académico plural que tienda a la integración de la comunidad científica de la Universidad Nacional de Quilmes como así también de investigadores procedentes de otras universidades o centros de alto ni- vel que están interesados en el estudio del “mundo rural”. Está reconocido como lugar de trabajo para investigadores y becarios por el CONICET (Res.1164/10). El CEAR se propone recoger la experien- cia de un equipo de trabajo constituido por investigadores formados y en forma- ción, becarios y doctorandos, que desde hace más de dos décadas y media están dedicados al estudio de la Argentina rural de los siglos XX y XXI. Desde el año 2003, a partir de dos programas prioritarios de investigación y desarrollo financiados por la UNQ, este grupo de trabajo se ha fortale- cido, convirtiéndose en los últimos años en un referente de los estudios rurales en la Argentina, América Latina, España y Fran- cia. Sus actividades evaluadas periódica- mente, han recibido subsidios externos del CONICET, del MINCyT a través del FONCyT y de la propia Universidad Nacional de Quilmes. Mantiene vínculos académicos a través de programas específicos con Bra- sil (CNPq-CAPES, UFF, UNIRIO), con la OEI, con México (UAMI, UAMXo, UNISon, UABC), con España (universidades de Alicante, Al- mería, Murcia y Santiago de Compostela), con Francia (Observatorio Argentino en París y la UPPA radicada en Pau-Proyecto ITEM). Anualmente organiza Jornadas de Investigación y Debate –de carácter nacio- nal e internacional- sobre temas agrarios argentinos, latinoamericanos y europeos. Cerdá, Juan Manuel Transformaciones agrícolas en la Argentina contemporánea / Juan Manuel Cerdá y José Muzlera 1ª ed. - Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 2015. 12 p. ; 21x15 cm. - (Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural / Martha Ruffini) ISBN 978-987-558-323-8 1. Producción Agropecuaria. 2. Tecnología. I. Muzlera, José II. Título CDD 630 14 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
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