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Transformaciones agrícolas en la Argentina contemporánea

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10 Transformaciones
agrícolas en la Argentina 
contemporánea
Juan Manuel Cerdá
José Muzlera
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
E
Juan Manuel Cerdá es Profesor de Histo-
ria de la Universidad Nacional de La Plata 
(UNLP), Magister en Historia Europea y La-
tinoamericana de la Universidad Torcuato 
Di Tella (UTDT), Especialista en Estadística 
aplicadas a las Cs. Sociales de Facultad 
Latinoamericana de Ciencias Sociales 
(FLACSO-Argentina) y Doctor en Ciencias 
Sociales y Humanidades de la Universidad 
Nacional de Quilmes (UNQ). Actualmen-
te se desempeña como investigador del 
CONICET y del Centro de Estudios de la 
Argentina Rural de la Universidad Nacio-
nal de Quilmes (CEAR-UNQ) y docente de 
grado y de posgrado en la UNQ.
José Muzlera es Licenciado y Profesor en 
Sociología por la Universidad de Buenos 
Aires (UBA), Magister en Ciencias Socia-
les por la Universidad Nacional de Gene-
ral Sarmiento y el Instituto de Desarrollo 
Económico y Social (UNGS-IDES) y Doctor 
con Mencion en Cs. Sociales y Humanas 
por la Universidad Nacional de Quilmes. Es 
investigador del CONICET con lugar de tra-
bajo en el Centro de Estudios de la Argenti-
na Rural (CEAR-UNQ). Docente del Área de 
Sociología de la misma universidad.
CV de los autores l presente trabajo se plantea como 
objetivo principal describir las 
principales transformaciones en 
agro nacional de las últimas 3 décadas y 
analizar el impacto social de las mismas.
Los cambios tecnológicos, a menudo reci-
bidos con un acrítico optimismo, junto con 
sus saldos positivos en la producción y la 
productividad, posibilitadas por una ma-
yor eficiencia en el dominio de la naturale-
za, afectan la estructura socio productiva. 
Los modos en que estas transformaciones 
afectan el modo de vivir de los que produ-
Transformaciones
agrícolas en la Argentina 
contemporánea
Juan Manuel Cerdá
José Muzlera
cen (o ya no) suelen ser poco analizadas, 
al menos por los principales ideólogos del 
nuevo paradigma productivo hegemónico 
y sus divulgadores.
Concentrándonos en Mendoza y sus pro-
ducción vitivinícola y en la Región Pam-
peana y su producción granaría y luego 
de repasar las características del nuevo es-
cenario tecnológico y macroeconómico 
problematizaremos las principales conse-
cuencias sociales del mismo.
3
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
La modernización del agro argentino
Desde finales de los años 80 una nueva 
oleada de cambios comenzó a transformar 
la agricultura. La modernización de las 
maquinarias, semillas y procesos impu-
sieron un nuevo paradigma productivis-
ta conocido como “Segunda Revolución 
Verde”. Durante estos años, y más allá de 
las diferentes políticas económicas imple-
mentadas, la producción de granos de la 
Argentina creció a una tasa anual del 4%, 
muy superior a la expansión de la agri-
cultura mundial de 2,3% (Reca, 2009). La 
incorporación de nuevas tecnologías im-
plicó también la mayor utilización de pro-
ductos químicos, semillas genéticamente 
modificadas y prácticas agronómicas que, 
sin el debido cuidado, pueden producir 
enfermedades, pérdida de biodiversidad 
y contaminación. Con relación a períodos 
anteriores, estos cambios han transfor-
mando a las relaciones sociales del agro, 
con el surgimiento de nuevos sujetos so-
cioproductivos y la desaparición de otros 
la estructura social agraria se ha vuelto 
cada vez más compleja.
A continuación analizaremos cómo se 
han producido algunos de estos cambios, 
pero también cómo se han mantenido al-
gunas de las características tradicionales 
del sector agrario argentino. El escenario 
geográfico elegido para nuestro análisis es, 
por un lado, la región pampeana donde se 
desarrolló la soja de forma extensiva y, por 
otro lado, la provincia de Mendoza donde 
la vitivinicultura ha marcado su identidad 
tanto cultural como económica. La elec-
ción se funda en que ambas regiones han 
experimentado una notable reconversión 
en las últimas décadas.
¿Nueva tecnología sólo implica
menos trabajo?
La tecnología es el conjunto de materiales, 
aparatos, conocimientos, habilidades y ru-
tinas que se ponen en acción en el proce-
so de producción. Por tanto, los artefactos 
tecnológicos no funcionan aisladamente, 
se unen con otros productos y procesos 
técnicos y sociales determinando el modo 
en que la tecnología funciona. En algunos 
casos estos implican procesos complejos 
pero en otras circunstancias son relativa-
mente simples. Por ejemplo, pueden variar 
desde la generación de semillas transgé-
nicas, la utilización de riego por goteo, la 
identificación de momentos de cosecha, 
arar o no la tierra, o hasta cambiar un bar-
becho animal por uno químico.
En este sentido, las nuevas tecnologías 
aplicadas al agro tienen consecuencias 
distintas según el resto de las condiciones 
materiales y sociales con las que interac-
túan. Los desarrollos tecnológicos del agro 
de las últimas décadas han posibilitado un 
aumento de la productividad, cosechas re-
cord y una nueva etapa de la producción 
vitivinícola que posiciono los vinos argen-
tinos de otro modo frente al mundo. Este 
crecimiento no debe evaluarse sólo en tér-
minos de la productividad o de sus posi-
bilidades de exportación sino, también, 
deberían considerarse los efectos sociales y 
ambientales que estos cambios producen.
Dejar de producir “como antes” -esto es 
con menor tecnología y más utilización 
de mano de obra humana-, ha posibilita-
do mayores rindes pero, al mismo tiempo, 
ha significado un aumento de los reque-
rimientos de capital. La mayor demanda 
de insumos, con un alto grado de homo-
geneidad, se traduce en máquinas con una 
mayor capacidad de trabajo, desplazando 
así a los seres humanos. La incorporación 
(forzada por “la necesidad de eficiencia”) 
de estas maquinarias sólo puede amorti-
zarse trabajando superficies más extensas, 
lo que implica desplazar a los menos capi-
talizados. En este sentido, el avance de la 
tecnología ha tenido efectos directos sobre 
la producción y sobre los productores.
El agro pampeano
Los desarrollos científicos tecnológicos 
(en especial el paquete soja transgénica 
– glifosato – siembra directa) tienen una 
gran implicancia en el crecimiento expo-
nencial del crecimiento agrícola en espe-
cial de la oleaginosa estrella, la soja. 
Según datos del Ministerio de Ganade-
ría Agricultura y Pesca de la Nación en-
tre las campañas 1988/89 y la 1995/1996 
(año en el que se libera al mercado la ven-
ta de semilla transgénica) la evolución 
de la superficie sembrada con soja a ni-
vel país pasó de 4.670.000 ha a 6.002.755 
ha. Un año después la superficie con esta 
oleaginosa fue de 6.669.500 ha y para la 
campaña 2012/13 habíamos llegado a las 
20.035.572 ha. Si tomamos como refe-
rencia la producción, en iguales períodos, 
se pasa de 6.500.000 tn a 12.448.200 y de 
11.004.890tn para la campaña 1996/97 a 
54
Transformaciones agrícolas
en la Argentina contemporánea
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
49.306.201 tn para la campaña 2012/13. 
Esto revela un aumento de la productivi-
dad –que pasó de 1.653 kg/ha a 2.105 Kg/
ha y de 1.721 kg/ha a 2.539 kg/ha, para 
cada período, respectivamente-, acom-
pañada de una expansión de la fronte-
ra agrícola hacia áreas antes consideradas 
marginales. 
Sin embargo, todos estos procesos conlle-
van a que producir en la región pampeana 
sea más caro. Sólo a modo ilustrativo, una 
cosechadora de tamaño medio, competi-
tiva en el mercado de venta de servicios, 
en 1983 costaba entre 40 y 50 vacas leche-
ras. Hoy debemos hablar de entre 4 y 6 ve-
ces esa cifra. Desde mediados de la década 
de1980, los márgenes brutos de ganancia 
disminuyeron para la mayor parte de los 
cultivos pampeanos y sus costos (calcu-
lados en dólares corrientes) experimen-
taron un aumento del orden del 60%. El 
número de explotaciones ha disminuido, 
en especial aquellas más pequeñas. Entre 
1969 y 2002, en la Provincia de Buenos, 
desaparecieron el 56% del total de las ex-
plotaciones y casi el 70% de lasmenores 
de 200 ha. Si bien no hay datos confiables 
después de esa fecha, todo hace suponer 
que esta tendencia a la concentración se 
ha acrecentado.
Por otro lado, los productores que subsis-
ten no sólo poseen en promedio explota-
ciones más grandes que sus antecesores, 
sino que ha cambiado su relación tanto 
con la tierra como con la actividad y con 
la organización del trabajo. La profesiona-
lización se ha vuelto un modo de trabajo 
obligado. No racionalizar al máximo los 
costos y las ganancias hacen imposible la 
subsistencia empresarial. El esfuerzo per-
sonal ya no es garantía de éxito como lo 
era hace 30 años atrás, al menos en los 
imaginarios sociales. La ponderación de 
los riesgos climáticos y financieros es una 
labor ineludible. Hasta los criterios de éxi-
to o fracaso han sido cualitativamente mo-
dificados. Hace 3 o 4 décadas gran parte 
de los productores evaluaban el resultado 
de su explotación en función de si lo que 
obtenían como fruto de su trabajo alcan-
zaba para vivir. En la actualidad, las eva-
luaciones de las empresas agropecuarias se 
realizan en función de una tasa de rentabi-
lidad comparada con otros negocios agro-
pecuarios o no agropecuarios. Quienes 
introducen esta racionalidad, o mejor di-
cho quienes la expanden y la naturalizan, 
son los pooles de siembra. Los pooles son 
los padres del llamado modo de produc-
ción a la argentina.
Pooles y nuevas reglas productivas
Un pool de siembra es una gran suma de 
capitales financieros que ven en el agro 
una oportunidad de rentabilidad mayor a 
la de otras áreas de la economía. Estos ca-
pitales no se preocupan por producir ali-
mentos sino por reproducirse a sí mismos, 
por producir más dinero. No compran tie-
rra, ni máquinas, ni contratan empleados 
permanentes. Alquilan grandes extensio-
nes de tierra por el lapso de un año.
La fuerte irrupción de estas empresas ter-
minó por cambiar el modo de producir en 
la Argentina. En la campaña 2007-2008, 
tres empresas cultivaron el 5% de las tie-
rras de la Argentina. Este tipo de produc-
ción elevó el precio de los alquileres en la 
región pampeana en más de un 300% en 
dólares durante la primera década del si-
glo XXI. ¿Cómo se puede pagar alquile-
res tan elevados? Es en la respuesta a esta 
pregunta en donde encontramos las claves 
de la nueva agricultura. Los mecanismos 
han sido múltiples e interactúan entre sí. 
Por un lado, una cuestión de escala, tomar 
entre 100.000 y 300.000 hectáreas permite 
bajar muchos costos -insumos, gastos de 
comercialización, servicios, asesoramien-
to-, todos menos la tierra. Durante los 
años posteriores a la devaluación de 2002, 
los márgenes brutos de ganancia disminu-
yeron, pero la rentabilidad fue mayor que 
en otras áreas de la economía. Esto explica 
el porqué de la aparición de estos sujetos y 
este nuevo modo de producir. De hecho, 
cuando los precios internacionales de las 
commodities caen los pooles comienzan a 
desaparecer, como sucedió desde el 2012. 
Quienes trabajaban las tierras que obtu-
vieron los pooles corrieron suertes diver-
Según estimaciones de 
la Dirección Nacional de 
Contratismo e Insumos de 
la Nación, dependiente del 
Ministerio de Agricultura, 
Ganadería y Pesca la 
figura del contratista 
o vendedor de labores 
culturales (siembra, 
cosecha, fumigación, 
etc) se ha convertido en 
una figura clave de la 
producción agopecuaria. 
El nuevo paradigma 
productivo está asociado 
a la tercerización de 
tareas.
Según la fuente referida 
el 95% de la cosecha, el 
98% de la fumigación 
y el 85% de la siembra 
se hace a cargo de 
contratistas.
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
sas. Algunos de ellos eran productores 
propietarios que según su edad y el valor 
rentístico de sus tierras se retiraron de la 
producción para vivir del alquiler.
Renta que 10 o 15 años antes hubiera sido 
impensable. Esta decisión a menudo fue 
compulsiva, los costos de producción au-
mentaron tanto y los márgenes se achi-
caron de tal manera que un campo que 
a fines del siglo XX era más rentable tra-
bajarlo que alquilarlo pocos años después 
era más conveniente (y menos riesgoso) 
alquilarlo que trabajarlo. Otros ex-pro-
ductores han perdido en mano de estos 
grandes tomadores las parcelas que alqui-
laban y se han dedicado a vender servicios 
de maquinaria.
Cuando se trabaja para un pool -y muchas 
veces es la única opción- el precio es más 
bajo del que se “debería” cobrar, y el con-
tratista no tiene el poder para fijar el precio 
que impone el pool. En estas circunstan-
cias no siempre es fácil amortizar la ma-
quinaria debiendo el contratista asumir 
el riesgo de invertir en nueva tecnología 
mientras estos demandantes se queda con 
la mayor parte de los beneficios. 
La aparición de los pooles profundiza la 
mercantilización de las relaciones socia-
les en el agro, incluyendo los costos de la 
mano de obra propia y familiar que duran-
te un siglo fue la variable de ajuste de los 
productores chacareros. El nuevo modelo 
agrícola disminuye los requerimientos de 
mano de obra haciendo que este factor sea 
cada vez de menor incidencia en el costo 
total. Por el contrario, los costos crecientes 
de insumos y maquinaria (con cada vez 
mayor capacidad de trabajo) explican que 
entre el 80% y el 90% de las labores agríco-
las se realicen en manos de terceros.
El rol que juega el productor comienza a 
ser cada vez más gerencial y menos físico. 
Si el productor debe adquirir una cantidad 
creciente de insumos todas las campañas 
(las semillas ya no puede guardarlas, los 
fertilizantes químicos se han vuelto im-
prescindible, la posibilidad de tener má-
quinas propias casi ha desaparecido) su 
papel tiende a reducirse a la inversión y 
el gerenciamiento. De este modo, ya no 
es una opción la posibilidad de utilizar su 
fuerza de trabajo y la de su familia y pro-
ducir con “pocos” insumos.
La importancia del dinero aumenta a ni-
veles desconocidos hasta el momento.
El grado de mercantilización es tal que casi 
todo puede ser traducido a la dimensión 
dinero. Esta particularidad vuelve todo 
más fácil de organizar pero más riesgoso. 
Si continuar produciendo depende del di-
nero y no del trabajo del productor el ries-
go ante cualquier adversidad (climática o 
de mercado) hace a los productores más 
vulnerables.
Esta vulnerabilidad, de la mano de una 
mayor penetración de la “modernidad 
cultural” en el agro, da sentido a que los 
hijos de los pequeños productores ya no 
quieran serlo y elijan -cuando pueden- es-
tudiar carreras no vinculadas con el sector. 
Por el contrario los hijos de los grandes 
productores estudian, cada vez más, carre-
ras orientadas a los agronegocios que a la 
producción agropecuaria (Urcola, 2012).
Nuevos horizontes en una economía 
regional: La vitivinicultura
Las transformaciones no fueron exclusi-
vas de la región pampeana, si bien es allí 
donde se han centrado los mayores estu-
dios y la mayor transformación. A partir 
de la década de 1990 la vitivinicultura en-
tró en una etapa de reconversión produc-
tiva basada en la producción de vinos de 
calidad. A partir de allí la actividad vitivi-
nícola argentina en general y la mendoci-
na en particular comenzó un proceso de 
transformación que continúa hasta el pre-
sente. Los cambios macroeconómicos, la 
creciente inserción de la Argentina en los 
mercados internacionales de capitales y de 
bienes, junto a los cambios en el consumo 
y la producción vitivinícola a nivel global-
provocaron transformaciones en todo el 
sector. 
Mientras que la vitivinicultura de comien-
zos del siglo XX se basó en vinos comunes, 
la presente etapa se propone mejorar la ca-
lidad para insertarse en mercadoscada vez 
más exigente, ya sea interno como inter-
nacional. Esta reestructuración ha impli-
cado cambios de envergadura en un lapso 
de tiempo relativamente corto. Esto tuvo 
efectos directos sobre la cadena de comer-
cialización y de producción, obligando a 
cambios en los diversos eslabones de es-
tas actividades. Aquí sólo nos ocuparemosde los efectos que tuvo sobre el sector pri-
mario y, especialmente, identificaremos 
algunos cambios y continuidades que se 
produjeron en torno a la utilización de 
mano de obra en el sector vitícola. 
Si bien este no es un proceso cerrado, sí 
puede afirmarse que se está dando forma 
a una estructura de producción diferente y 
que estaría marcando una tendencia a fu-
turo. La reorientación del sector hacia una 
mejora de la calidad de los vinos ha obliga-
do a cambios en el sector primario como, 
por ejemplo, la inclusión de manejos di-
ferenciados y especializados en el trabajo 
agrícola, la aplicación de nuevas prácticas 
agronómicas o la utilización de modernas 
herramientas. También, la incorporación 
de nuevas cepas, la utilización de agroquí-
micos y la especialización en el manejo de 
los “viñedos modernos” obligó a los pro-
ductores a un cambio en las costumbres, 
un perfeccionamiento en las tareas y un 
asesoramiento constantes con técnicos 
agrónomos y enólogos. 
Por su parte, los sectores bodegueros cum-
plen un papel central sobre el mercado de 
la uva. El poder de los bodegueros, frente 
98
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
a un sector primario altamente fragmen-
tado, produce altos niveles de pujas dis-
tributivas. Según se estima existen 11.500 
productores de uva en Mendoza -de los 
cuales el 75% cosecha 1.900 quintales por 
año-, queproveen a 674 bodegas. Como 
puede observarse los pequeños produc-
tores siguen siendo fundamentales den-
tro de esta agroindustria. Si bien algunas 
prácticas se han modificado el reempla-
zo del trabajo del hombre por la máqui-
na aún no se ha generalizado, a diferencia 
de lo que sucede en la región pampeana. 
Esto se observa más en el segmento de los 
vinos de alta calidad donde el factor hu-
mano sigue siendo una variable que es va-
lorada por el consumidor. Esto convierte a 
la vitivinicultura en un producto diferen-
ciado, con valor agregado, que lo distingue 
de las commodities como el trigo, la soja 
o el maíz.
Durante las últimas dos décadas los pro-
ductores de uva se vieron obligados a 
orientar su producción para abastecer a 
dos fracciones diferentes del mercado: por 
un lado, la producción de uva de mesa y, 
por otro lado, la producción de uva para 
hacer vino. Esta última, a su vez se sub-
divide en dos segmentos: uno destina su 
producción a vinos comunes -de baja cali-
dad pero de consumo masivo-, y otro gru-
po orienta su producción a vinos de alta 
calidad, destinados a la exportación o a un 
segmento de medio/alto poder adquisiti-
vo interno. Luego de más de casi dos déca-
da de innovación en el sector primario, los 
productores de “uvas finas” representan el 
45% de las explotaciones agropecuarias y 
el 70% del área implantada (Observatorio 
Vitivinícola Argentino, 2014). 
Del análisis de los diferentes estudios so-
bre el sector se desprende que hay una 
relación entre la extensión de la produc-
ción, tipo de tenencia de la tierra, cali-
dad de vino y utilización de la mano de 
obra. En general, se sostiene que los esta-
blecimientos más grandes en extensión se 
especializan en la producción de uvas va-
rietales para vinos de calidad donde pre-
domina la mano de obra asalariada. En el 
otro extremo se ubican las pequeñas pro-
piedades, generalmente productores fami-
liares, orientados a la producción de uvas 
comunes –ya sea para uva de mesa o para 
la producción de vinos comunes- y con 
un escaso número de trabajadores perma-
nentes (Neiman y Blanco, 2001). Sin em-
bargo, la estructura de la producción y la 
utilización de la mano de obra en el sector 
vitivinícola no parecen haber cambiado 
demasiado. Ello se debe a las especificida-
des de las tareas y la importancia que hoy 
le da el consumidor al producto final. Así, 
se pueden clasificar a los productores en 
tres categorías: Contratistas de viñas, pro-
ductores familiares -que trabajan hasta 
con un asalariado pero predomina el tra-
bajo familiar-, y los productores “ausentis-
tas” o “modernos”, que en su mayoría son 
grandes establecimientos donde trabajan 
dos o más trabajadores asalariados en for-
ma permanente, no hay contratistas y pue-
de haber cualquiera de los otras categorías 
de trabajadores. 
Una característica que se impuso durante 
los últimos años en el sector fue la contra-
tación de trabajadores temporarios para 
la realización de tareas puntuales -para la 
poda, la cosecha, el deshoje, etc.- a lo largo 
del año productivo. En el caso del cultivo 
de la vid –a diferencia de las producciones 
de cereales o pecuarias de la región pam-
peana- siete de cada diez establecimien-
tos utilizan mano de obra temporaria a lo 
largo del año agrícola. Las tareas que de-
mandan mayor proporción mano de obra 
siguen siendo la vendimia y la poda. Las 
demás tareas son realizadas por trabajado-
res permanentes en el caso de las empresas 
más grandes o por la familia del productor 
en las unidades más pequeñas. 
Así, las unidades productivas más gran-
des se caracterizan por una difusión de 
mano de obra asalariada permanente que 
se complementa con trabajadores tempo-
rarios. Esto tiene como objetivo aumentar 
la eficiencia basado en un análisis científi-
co que permiten identificar los momentos 
más propicios para la realización de cada 
una de las tareas, reduciendo al mínimo la 
mano de obra permanente y contratando 
de forma intensiva mano de obra tempo-
raria. A esto se le suma que se han incor-
porado nuevos artefactos –como malla 
antigranizo, riego por goteo, tachos de 
recolección más livianos, tijeras de poda 
neumáticas, etc.- que permiten minimi-
zar, el riesgo climático, el esfuerzo físico 
y los tiempos en los cuales se deben rea-
lizar cada una de las tareas agrícolas. Así, 
en los últimos años, la demanda de traba-
jo permanente disminuyó mientras que 
la demanda de obreros estacionales au-
menta acortándose sus períodos de labo-
res. En síntesis, la demanda de trabajo hoy 
tiende a ajustar los volúmenes de mano de 
obra permanente al nivel mínimo requeri-
do en función del ciclo productivo. Para el 
caso específico de la vitivinicultura en los 
“viñedos modernos” se produjo una re-
ducción de la demanda de mano de obra 
(permanente y temporaria) de alrededor 
de un 20% con respecto a los sistemas de 
producción vitícola tradicionales (Nei-
man y Quaranta, 2001).
La llegada de los grandes capitales ha ge-
nerado un proceso de proletarización de 
los productores y, en especial, la aparición 
de los trabajadores permanentes en uni-
dades productivas organizadas de manera 
“moderna” en detrimento de los pequeños 
productores. Estos procesos parecen estar 
asociados más al grado de integración ver-
tical de los nuevos modelos empresariales 
y cómo el sector primario se adecuó a los 
cambios del sector a nivel mundial. 
1110
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Por otro lado, esto también fue posible por 
la alta concentración de la población en 
un territorio relativamente pequeño. En 
apenas el 3% de su territorio (esto es sólo 
4.460km2) vive el 95% de la población 
(aproximadamente 1.000.000de habitan-
tes según el censo 2010). Esta relación 
hace que, a diferencia de la región pam-
peana donde las grandes ciudades quedan 
distantes del área de producción, en la pro-
vincia de Mendoza la división entre cam-
po y ciudad no es tan significativa. Desde 
tiempos remotos la producción vitiviníco-
la se desarrolló en el centro de las ciudades 
y en la medida que estas fueron creciendo 
las vides fueron expandiéndose en sus pe-
riferias. Esto permite que un número im-
portante de asalariados rurales residan en 
las ciudades y realicen tareas temporarias 
a lo largo del año, tanto en el campo como 
en las ciudades. En Mendoza el 50% de los 
asalariados reside en centros urbanos y el 
59% de los trabajadores tiene pluri-ocupa-
ción. Esta característica, es una particula-
ridad de la región que,sin lugar a dudas, se 
asocian a estrategias de sobrevivencia de 
las familias de asalariados y de pequeños 
productores rurales. 
Esteproceso debe ser observado en térmi-
nos históricos y puede ser explicado por 
tres factores: primero, por la persistencia 
de la pequeña propiedad, en segundo lu-
gar, por la estacionalidad de la actividad 
vitícola y, en tercer lugar, por las caracte-
rísticas espaciales que hacen del oasis una 
región productiva en sí misma. En este 
contexto, intercalar actividades rurales 
con actividades urbanas, le permite a los 
hogares de menores recursos mendocinos 
rotar en las tareas con el fin de mantener 
un nivel de actividad alto y de ingresos su-
ficientes a lo largo del año. Es por ello que 
es común encontrar en actividades tem-
porales y en condiciones de precariedad 
laboral a menores y mujeres que se inser-
tan en el mercado de trabajo aun cuando, 
muchas veces, su trabajo no sea directa-
mente remunerado.
Reflexiones finales
La implementación a finales del siglo XX 
de nuevas tecnologías aplicadas al agro 
produjo una revolución en el sector agrí-
cola a nivel mundial y en la Argentina en 
particular. Así, la implementación de la 
siembra directa, la utilización de semi-
llas transgénicas en el sector agrícola de 
la pampa húmeda o el desarrollo de he-
rramientas como podadoras neumáticas, 
mallas antigranizo o riego por goteo en 
la producción vitivinícola, son solo algu-
nos de los cambios más significativos que 
se dieron en las últimas décadas. Esto im-
plicó cambios en la estructura de la pro-
piedad, en las formas de organización del 
trabajo y en las relaciones sociales en el 
sector agrario. 
Estas transformaciones fueron impul-
sadas por nuevos agentes, viejos actores 
reconvertidos en nuevos sujetos, o por 
nuevos sujetos sin pasado vinculado a la 
producción agrícola o vitícola. En los dos 
casos estudiados, los “nuevos” comenza-
ron a invertir en maquinarias y procesos 
productivos que hicieron más eficiente la 
actividad generando una revolución en 
todo el sector.
Sin embargo, no todo son buenas noti-
cias. Este proceso dejó fuera a productores 
no lo suficientemente capitalizados o de 
avanzada edad que se vieron compelidos 
a dejar de producir y cambiar de modo de 
vivir. En el caso de la región pampeana, 
el alto grado de automatización ha hecho 
desaparecer casi por completo el trabajo 
poco calificado. Sí subsisten condiciones 
de contratación que combinan formali-
dad con informalidad, pero los niveles de 
remuneración hacen discutible utilizar el 
concepto de precarizado para un maqui-
nista o un tractorista.
Otro factor común a ambos casos es el au-
mento en las escalas de producción. Esto 
se debe, por un lado, a los altos niveles de 
inversión y costos que tiene las nuevas 
tecnologías y, por otro, al aumento de la 
productividad ya sea medida por hectá-
rea como por personal ocupado. Aunque 
en la vitivinicultura aún no se ha genera-
lizado la automatización de la cosecha ya 
existen este tipo de maquinarias y un por-
centaje de los nuevos viñedos estarías en 
condiciones de ser puestos en producción 
bajo este sistema. No todo son cambios, 
por ejemplo, en el caso de la vitivinicul-
tura se mantiene la elevada estacionalidad 
y precariedad de los trabajadores tempo-
rarios. En ambos casos (la vitivinicultu-
ra mendocina y la región pampeana) los 
factores climáticos siguen siendo el mayor 
condicionante y allí si bien no hay solucio-
nes definitivas sí se han mejorado mucho 
las estimaciones a partir de un estudio más 
sistemático de la evolución climatológica.
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
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Reca, Lucio G. (2009) “Argentina: evolución de la producción de granos 1961-2008”.
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Urcola, Marcos (2012); “Orientación vocacional universitaria de los hijos e hijas de pro-
ductores agropecuarios en el sur de Santa Fe”. En: Estudios Rurales, Vol 1, Nº 2.
El CEAR es un centro de investigacio-
nes científicas (creado por la Universidad 
Nacional de Quilmes mediante Res. CS 
557/10) que también desarrolla activida-
des de posgrado y extensión, su Directora 
es la Dra. Noemí Girbal-Blacha (CONICET-
UNQ). Tiene carácter multidisciplinar y 
está orientado al estudio de la Argentina 
rural, con enfoque regional. Depende ad-
ministrativamente del Departamento de 
Ciencias Sociales de la Universidad Na-
cional de Quilmes. Está integrado especial 
-pero no exclusivamente- por científicos, 
docentes-investigadores y becarios per-
tenecientes a las Ciencias Sociales y las 
Humanidades. Pretende ser un ámbito de 
trabajo académico plural que tienda a la 
integración de la comunidad científica de 
la Universidad Nacional de Quilmes como 
así también de investigadores procedentes 
de otras universidades o centros de alto ni-
vel que están interesados en el estudio del 
“mundo rural”. Está reconocido como lugar 
de trabajo para investigadores y becarios 
por el CONICET (Res.1164/10).
El CEAR se propone recoger la experien-
cia de un equipo de trabajo constituido 
por investigadores formados y en forma-
ción, becarios y doctorandos, que desde 
hace más de dos décadas y media están 
dedicados al estudio de la Argentina rural 
de los siglos XX y XXI. Desde el año 2003, 
a partir de dos programas prioritarios de 
investigación y desarrollo financiados por 
la UNQ, este grupo de trabajo se ha fortale-
cido, convirtiéndose en los últimos años en 
un referente de los estudios rurales en la 
Argentina, América Latina, España y Fran-
cia. Sus actividades evaluadas periódica-
mente, han recibido subsidios externos del 
CONICET, del MINCyT a través del FONCyT 
y de la propia Universidad Nacional de 
Quilmes. Mantiene vínculos académicos a 
través de programas específicos con Bra-
sil (CNPq-CAPES, UFF, UNIRIO), con la OEI, 
con México (UAMI, UAMXo, UNISon, UABC), 
con España (universidades de Alicante, Al-
mería, Murcia y Santiago de Compostela), 
con Francia (Observatorio Argentino en 
París y la UPPA radicada en Pau-Proyecto 
ITEM). Anualmente organiza Jornadas de 
Investigación y Debate –de carácter nacio-
nal e internacional- sobre temas agrarios 
argentinos, latinoamericanos y europeos.
Cerdá, Juan Manuel
 Transformaciones agrícolas en la Argentina contemporánea / Juan Manuel Cerdá y José Muzlera
 1ª ed. - Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 2015.
 12 p. ; 21x15 cm. - (Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural / Martha Ruffini)
 ISBN 978-987-558-323-8 
 1. Producción Agropecuaria. 2. Tecnología. I. Muzlera, José II. Título
 CDD 630
14
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural

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