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158 El mERcAdo y los nEgocios philosophers.html); acerca de los recursos filosóficos generales (http://reference. allrefer.com/ encyclopedia/Philosophy_and_Religion/Philosophy.html); guías de filosofía (http://www.ditext. com/encyc/frame.html); guías de filosofía en Internet (http://www.earlham.edu/~peters/phi- links.htm); y guías de filosofía política (http://www.library.ubc.ca/poli/theory.html). C A S O S GlaxoSmithKline, Bristol–Myers Squibb y el SIDA en África1 NEWS CD-ROM En 2004, la Organización de las Naciones Unidas (onu) es- timó que el año anterior 5 millones de personas en el mundo habían contraído el virus del sida, 3 millones habían muerto y un total de 40 millones de personas vivían con la infección. Setenta por ciento, o cerca de 28 millones de ellos, vivían en el Sub-Sahara, en África, donde la epidemia estaba en su peor momento. El Sub-Sahara de África consiste en 48 países y 643 millones de habitantes que residen en el sur del desierto del Sahara. En 16 de estos países, el 10% de los habitantes estaban infectados con el virus. En otros 6, el 20% estaba infectado. La onu predijo que en estas 6 naciones dos tercios de los jóve- nes de 15 años morirían un día de sida y que en aquellos en los que el 10% de la población estaba infectada, la mitad de todos los jóvenes de 15 años morirían a causa de esta enfermedad. Para toda la región del Sub-Sahara, el nivel promedio de infección entre adultos era del 8.8%; el 40% de la población de Botswana estaba infectada, el 34% de Zimbabwe, el 31% de Lesotho y el 33% de Swazilandia. La vida familiar estaba destruida por las muertes de cientos de miles de parejas que dejaron en la orfandad a más de 11 millones de niños. Las pandillas y las fuerzas rebeldes forzaban a miles de huérfanos a unírseles. Mientras el crimen y la violencia iban en aumento, la agricultura declinaba cuando los niños huérfanos de las granjas intentaban con desesperación recordar cómo cultiva- ban sus padres la tierra que ahora tenían que administrar ellos mismos. La productividad había bajado en un 50% en las na- ciones con mayor impacto de la enfermedad, el sistema escolar y hospitalario declinaba, y todas las economías nacionales es- taban a punto del colapso. Con su gran carga de enfermos de sida, las naciones africanas necesitaban medicinas con desesperación, tanto an- tibióticos para tratar enfermedades oportunistas que atacaban a las víctimas de sida, como antirretrovirales vih capaces de prolongar indefinidamente la vida de las personas contagiadas con la enfermedad. Por desgracia, la gente del Sub-Sahara no podía pagar los precios que cobraban las compañías farmacéu- ticas por sus medicamentos. Las compañías más importantes cobraban de $10,000 a $15,000 por el suministro de un año de antirretrovirales que vendían en Estados Unidos, mientras que el ingreso promedio anual por persona en esa región de África era de $500. La crisis del sida en el continente africano significó un problema moral importante para las compañías farmacéuticas del mundo desarrollado: ¿Cómo debían res- ponder a las crecientes necesidades de esa región del mundo terriblemente necesitada? Estos problemas eran urgentes para las compañías que tenían en su poder las patentes de varios antirretrovirales del sida, como GlaxoSmithKline y Bristol- Mayers Squibb. GlaxoSmithKline, una compañía farmacéutica británica fundada en 1873, con ingresos en 2003 de $38,200 millones y ganancias de $8,000 millones, tenía las patentes de cinco an- tirretrovirales que había desarrollado. Formada por la fusión de tres grandes farmacéuticas (Glaxo, Burroughs Wellcome y SmithKline Beecham), era una de las más grandes y renta- bles del mundo. Bristol-Myers Squibb, una farmacéutica es- tadounidense fundada en 1858, era también el resultado de una fusión (entre Squibb y Bristol-Myers). En 2003 reportó ganancias de $3,100 millones sobre ingresos de $20,800 mi- llones y había desarrollado dos antirretrovirales, de los cuales tenía las patentes. Aunque el sida se detectó primero en Estados Unidos en 1981 cuando el Centro para el Control de las Enfermeda- des (cdc) notó un incremento alarmante de un cáncer extraño entre hombres homosexuales, ahora se sabe que ya afligía a los hombres de Bantú en 1959 y tal vez brincó de los chimpancés a los humanos siglos antes. En 1982, con 1,614 casos diagnos- ticados en Estados Unidos, la enfermedad se llamó síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), y el año siguiente los científicos franceses identificaron el virus de inmunodeficien- cia humana (vih) como su causa. El vih es un virus que destruye el sistema inmunológico que tiene la función de combatir infecciones y enfermeda- des en el cuerpo. Si el sistema inmunológico no funciona, el cuerpo es incapaz de luchar contra las “enfermedades oportu- nistas” que lo ataquen, como infecciones mortales y cánceres. El virus, que en ocasiones tarda hasta 10 años en atacar el sistema inmunológico de una persona, se transmite por inter- cambio de los fluidos corporales, como la sangre, el semen, los fluidos vaginales y la leche materna. Los principales modos de infección son a través de sexo sin protección, el uso de dro- gas que se aplican por vía intravenosa y el alumbramiento. En 1987, Burroughs Welcome (ahora parte de GlaxoSmithKline) Vela�squez 03.indd 158 24/5/06 08:41:32 eL sistema de negocios: gobierno, mercados y comercio internacionaL 159 desarrolló el azt, el primer antirretroviral aprobado por la Food and Drug Administration (fda) de Estados Unidos, es decir, una droga que ataca el virus vih. Cuando Wellcome fijó el precio del azt en $10,000 por el suministro de un año, se le acusó de abultar el precio y la forzaron a hacer una re- ducción del 20% el año siguiente. En 1991, Bristol-Meyers Squibb desarrolló la didanosina, una nueva clase de antirre- troviral llamado inhibidor de transcriptasa inversa análogo de los nucleósidos. En 1995, Roche desarrolló el saquinavir, una ter- cera clase de antirretroviral llamado inhibidor de proteasa, y el año siguiente Roxane Laboratories anunció nevirapina, otra nueva clase de antirretroviral llamado inhibidor no nucléosido de transcriptasa inversa. Para mediados de los 90, las compañías farmacéuticas habían desarrollado cuatro clases diferentes de antirretrovirales, al igual que varios medicamentos que ataca- ban las enfermedades oportunistas que afligían a los pacientes de sida. En 1996, el doctor David Ho descubrió que al tomar una combinación de tres de las cuatro clases de antirretrovirales es posible matar virtualmente todo el virus vih en el cuerpo de un paciente, lo que permite que su sistema inmunológico se recupere y que la enfermedad entre en un estado de remisión. Con un costo de más de $20,000 al año y con un consumo de por vida, el nuevo tratamiento permitía a los pacientes de sida tener una vida normal y sana. Para 1998, los grandes labora- torios habían desarrollado 12 antirretrovirales diferentes que se podían usar en varias combinaciones para formar combina- ciones capaces de poner la enfermedad en remisión. Los re- gímenes de combinaciones, sin embargo, eran complicados y tenían que ser exactos. Había que tomar varias docenas de píl- doras día y noche, todos los días, o el tratamiento no funcio- naría y el virus del vih podría volverse resistente a los medica- mentos. Si el paciente contagiaba a otros, surgiría una versión de la enfermedad resistente a los fármacos. Para asegurar que los pacientes fueran cuidadosos al seguir el tratamiento, los doctores o enfermeras supervisaban con detalle a sus pacientes y se aseguraban de que tomaran los medicamentos a tiempo. En 1998, conforme más pacientes de sida en Estados Unidos comenzaron el nuevo tratamiento combinado, el número de muertes por la enfermedad disminuyó por primera vez desde su aparición. No obstante, en el resto del mundo, la situación no me- joraba. Según datos de la onu, para 2000, había alrededor de 5 millonesde personas recién infectadas con sida, para dar un total de 34,300,000 en todo el mundo, una cifra que supera la de toda la población de Australia. Cerca de 3,000,000 de adultos y niños mueren de sida cada año. El precio de la nueva combinación del tratamiento anti- rretroviral limitó el uso de estos fármacos a Estados Unidos y otras naciones desarrolladas. Los ingresos personales en el Sub-Sahara eran demasiado bajos para hacer frente al nuevo tratamiento. Pero los países del Sub-Sahara eran los que necesitaban el tratamiento del sida con mayor desesperación. De los 5 millones de nuevos casos de sida que se registraban cada año, 4 millones (el 70%) se localizaban en esos países. Numerosas organizaciones mundiales de la salud y los derechos humanos —como Oxfam— instaron a los grandes laboratorios a bajar sus precios a niveles que los pacientes pobres de países en desarrollo pudieran pagar. Para 2001, un tratamiento que combinaba tres antirretroviales del sida to- davía costaba $10,000 al año. Aunque las fórmulas para estos fármacos con frecuencia son sencillas de obtener, pocos países pobres tenían la capacidad de fabricarlos, mientras que en casi todas las naciones con la capacidad para ello, las grandes com- pañías farmacéuticas del mundo desarrollado habían obtenido “patentes” que les daban el derecho exclusivo de fabricación. De esta forma, las fórmulas se convirtieron en propiedad pri- vada de los grandes laboratorios. GlaxoSmithKline, Bristol-Myers Squibb y las otras gran- des compañías no querían en ese momento bajar los precios. En primer lugar, afirmaban que era mejor que los países po- bres gastaran sus limitados recursos en programas de educa- ción para prevenir la aparición de nuevos casos de sida que en medicamentos costosos que sólo prolongarían la vida de un reducido número de pacientes que podrían recibir trata- miento. Segundo, argumentaron que la combinación de medi- camentos debía administrarse en hospitales, clínicas, o a través de médicos o enfermeras que pudieran supervisar a los pacien- tes para asegurarse de que los tomaran según las prescripcio- nes para que no se desarrollara una versión del virus resistente a los fármacos. Pero la mayor parte de los pacientes de sida de las naciones en desarrollo, como los del Sub-Sahara —afir- maban las compañías— tenían acceso limitado al personal médico. Tercero, el desarrollo de nuevos medicamentos era sumamente costoso. El costo de la investigación, el desarrollo y las pruebas requeridos para poner un nuevo medicamento en el mercado oscilaba entre $100 y $500 millones. Además de la investigación necesaria, los nuevos fármacos debían probarse en tres niveles: fase I, pruebas de seguridad inicial; fase II, pruebas para asegurar que el medicamento funcionaba; y fase III, pruebas a gran escala en cientos de seres humanos para determinar la seguridad, la eficacia y la dosis recomendable. Si los grandes laboratorios querían recuperar la inversión en el desarrollo de las drogas que vendían y retener la capacidad de desarrollar otros nuevos en el futuro, afirmaban, tenían que mantener sus precios altos. Si comenzaban a regalar medica- mentos, dejarían de desarrollar otros. Por último, las com- pañías farmacéuticas de los países desarrollados temían que cualquier medicamento que vendieran con descuento o que donaran a los países en desarrollo llegaría de regreso como contrabando a Estados Unidos y a otros países desarrollados. Los críticos de estas compañías no quedaron convenci- dos con tales argumentos. La organización Médicos Sin Fron- teras, que agrupa a miles de doctores que contribuyen con sus servicios a pacientes pobres en países en desarrollo de todo el mundo, afirmó que aunque los programas de prevención eran importantes, de todas maneras cientos de miles de vidas —incluso millones— podrían salvarse si los laboratorios baja- ban los precios de sus antirretrovirales y de los medicamentos contra las enfermedades oportunistas a niveles accesibles para Vela�squez 03.indd 159 24/5/06 08:41:33
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