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El individuo En la organización 393 pezamos a analizar los muchos problemas éticos complejos originados por las maniobras políticas que ocurren de manera inevitable dentro de las organizaciones. Los problemas se abordan mejor al responder cuatro preguntas que enfocan nuestra atención en las caracte- rísticas moralmente pertinentes del uso de las tácticas políticas: (a) la pregunta utilitarista: ¿Las metas que uno pretende lograr mediante las tácticas benefician o dañan a la sociedad? (b) La pregunta sobre los derechos: ¿Las tácticas políticas utilizadas como medios para alcanzar esas metas tratan a otros de una forma congruente con sus derechos morales? (c) La pregunta sobre la justicia: ¿Las tácticas políticas conducen a una distribución equitativa de los beneficios y las cargas?112 (d) La pregunta del cuidado: ¿Qué impacto tendrán las tácticas sobre la red de relaciones dentro de la corporación? La utilidad de las metas Los principios utilitaristas exigen que los gerentes trabajen hacia las metas que produzcan los mayores beneficios y los menores daños sociales. Si su- ponemos que las organizaciones de negocios suelen desempeñar una función socialmente benéfica y que las actividades que las dañan probablemente disminuirán esos beneficios so- ciales, entonces, el utilitarismo implica que el gerente, como individuo, debe evitar el daño y debe trabajar para garantizar que la organización lleve a cabo sus funciones de beneficio social de la manera más eficiente posible. Por ejemplo, la función básica de la mayoría de los negocios es producir bienes y servicios para los consumidores. En la medida en que una corporación de negocios esté cumpliendo esta función de manera socialmente benéfica y no dañina, el empleado debe evitar dañar el negocio y se debe esforzar para asegurarse de que éste desempeñe su función productiva con un mínimo de desperdicio. Dos tipos de tácticas políticas contradicen directamente esta norma y, por lo tanto, se les considera faltas de ética: las tácticas políticas que incluyen la búsqueda de metas per- sonales a expensas de las metas productivas de la organización, y las tácticas políticas que deliberadamente producen ineficiencia y desperdicio. Suponga, por ejemplo, que la jefa de la unidad de investigación, en secreto, retiene información crucial de otras unidades de investigación en la misma compañía para que su propia unidad tenga una mejor imagen. Como resultado, sus ambiciones de carrera progresan y su unidad recibe un presupuesto más alto el siguiente año. ¿Su táctica de retener información para destacar sobre las demás fue moralmente legítima? No. La táctica fue evidentemente incongruente con la búsqueda eficiente de las funciones productivas de la compañía. Desde luego, los negocios no siempre tienen metas que benefician y no dañan a la sociedad. La contaminación, la obsolescencia planeada, la fijación de precios y la fabrica- ción de productos peligrosos son algunas de las metas organizacionales que el utilitarismo obviamente condenaría. En la medida en que una compañía trabaja para este tipo de metas, el empleado tiene la obligación de no cooperar (a menos, quizás, que sea amenazado con pérdidas personales de tal magnitud que, de hecho, sea coaccionado a obedecer). Los prin- cipios utilitaristas implican que trabajar o cooperar voluntariamente para alcanzar metas que son socialmente dañinas es inmoral, sin importar cuáles sean las tácticas políticas uti- lizadas. Por desgracia, las metas de las organizaciones no siempre son claras porque es pro- bable que no exista un consenso acerca de cuáles son verdaderamente. Esto sucede es- pecialmente, por ejemplo, cuando una compañía se encuentra en proceso de cambio de directivos o un cambio de estructura y surge una negociación más o menos generalizada con respecto a cuáles deben ser las nuevas metas. Cuando las metas de las corporaciones están en un proceso de redefinición de este tipo, las diversas coaliciones e individuos dentro de ellas generalmente intentarán utilizar tácticas políticas para establecer las metas que cada uno desea, ya sea por medio del ejercicio unilateral del poder (por ejemplo, una nueva gerencia que trata de deshacerse del viejo personal y contrata a su propio equipo) o a través del compromiso político (por ejemplo, la nueva gerencia podría tratar de conven- cer al viejo personal para que acepte las nuevas metas). En situaciones tan fluidas, el indi- viduo no tiene más opción que examinar las metas propuestas por las diversas coaliciones y hacer un intento consciente para determinar cuáles metas benefician más a la sociedad a Repaso breve 8.13 Aproximaciones a la ética de las tácticas políticas • Utilitarista: ¿Las tácticas se usan con el propósito de lograr metas que benefician o dañan a la sociedad? • de los derechos: ¿Las tácticas empleadas tratan a los demás de una manera congruente con sus derechos morales? • de la justicia: ¿Las tácticas conducen a una distribución equitativa de los beneficios y las cargas? • del cuidado: ¿Qué impacto tendrán las tácticas en las relaciones dentro de la organización? Vela�squez 08.indd 393 24/5/06 08:49:22 394 Los negocios y sus representaciones internas largo plazo. Mientras que el uso de tácticas políticas para instaurar metas organizacionales ilegítimas sería poco ético, las tácticas políticas se emplean para asegurar la instauración de metas moralmente legítimas, siempre y cuando las tácticas cumplan con los dos si- guientes criterios. La congruencia de los medios políticos con los derechos morales Algunas tác- ticas políticas son evidentemente engañosas, como cuando una persona da la impresión de que tiene una pericia que en realidad no posee. Otras tácticas son manipuladoras. Por ejemplo, es una manipulación fingir amor para obtener favores de una persona. El engaño y la manipulación son intentos por lograr que la gente haga (o crea) algo que no haría (o creería) si supiera lo que está sucediendo. Estos tipos de tácticas políticas carecen de ética en tanto que no respetan los derechos que tiene la persona de ser tratada no sólo como un medio, sino también como un fin; es decir, no respetan el derecho de la persona a ser tratada sólo como ella libre y deliberadamente aceptó ser tratada. Tal falta de respeto moral se exhibe en muchas de estas tácticas políticas que se aprovechan de nuestras dependencias y vulnerabilidades emocionales, que son las dos palancas más asequibles y confiables que otros usan para adquirir poder sobre nosotros. Por ejemplo, un administrador hábil po- dría acostumbrarse a fingir amistad e interés y a hacer que los otros lo traten con afecto, respeto, lealtad, agradecimiento, confianza, gratitud, etcétera. Luego, el administrador po- dría explotar estos sentimientos para lograr que sus subordinados hagan cosas que normal- mente no harían, en especial, si conocieran el engaño y los motivos ocultos de su conducta. Un administrador hábil también aprendería a aprovecharse de vulnerabilidades personales de individuos, como vanidad, generosidad, sentido de responsabilidad, susceptibilidad a los halagos, ingenuidad o cualesquiera otra característica que ponga a la gente involuntaria- mente a merced de otros. Al aprovecharse en secreto de estas vulnerabilidades, el gerente tal vez logre que los empleados sirvan a sus metas, aun cuando ellos no lo harían si cono- cieran sus motivos ocultos. Sin embargo, ¿las tácticas políticas engañosas y manipuladoras son siempre incorrec- tas? ¿Qué sucedería si yo me viera obligado a trabajar en una organización en la que otros insisten en utilizar tácticas engañosas y manipuladoras en mi contra? ¿Debo permanecer indefenso? No necesariamente. Si los miembros de una corporación saben que ciertas tác- ticas políticas ocultas suelen utilizarse dentro de ella, y aún así eligen libremente permane- cer dentro y volverse hábiles para utilizar y defenderse en contra de estas tácticas, entonces, podemos suponer queestos miembros han aceptado de manera tácita que se use este tipo de tácticas políticas ocultas en su contra. Es posible decir que esas personas han aceptado el juego dentro de la organización, en el que todo mundo sabe que engañar a los otros juga- dores y maniobrar para sacarlos de las posiciones ganadoras forma parte. Tratar con ellos con base en este consentimiento tácito no violaría sus derechos a ser tratados como han consentido libre y deliberadamente. Sin embargo, el uso de tácticas políticas engañosas y manipuladoras evidentemente es poco ético cuando se utilizan en contra de personas que (a) no saben o no esperan que este tipo de tácticas se use en contra de ellas, (b) no son libres de abandonar la organización, o (c) no tienen las habilidades para defenderse. El uso de una táctica engañosa o manipula- dora en cualquiera de estos casos viola el respeto moral que debemos a las personas, espe- cialmente, si la táctica lesiona a la gente al hacer que involuntariamente actúe en contra de sus propios intereses. La equidad de las consecuencias Las tácticas políticas quizá provoquen injusticias o distorsionen la igualdad de trato que demanda la justicia. Por ejemplo, un individuo que controla el presupuesto o el sistema de información de una organización, administraría en secreto el sistema de forma injusta al mostrar favoritismo por las personas o grupos que promueven su carrera. Tales tácticas políticas violan abiertamente el principio básico de la justicia distributiva que analizamos con anterioridad: individuos que son similares Vela�squez 08.indd 394 24/5/06 08:49:23 El individuo En la organización 395 en todos los aspectos pertinentes deben recibir un trato similar, y los individuos que son disímiles en aspectos pertinentes tienen que recibir tratos disímiles en proporción a su diferencia. Las tácticas políticas también crean injusticias entre los empleados que tienen pocas habilidades políticas o ninguna. Los individuos que carecen de habilidad política quizá sean manipulados con facilidad para aceptar una porción más pequeña de los beneficios de la corporación de la que podrían merecer por sus capacidades o necesidades, en com- paración con otros. De este modo, los beneficios ya no se distribuyen a estas personas con base en sus características pertinentes, por lo que se comete una injusticia contra ellos. Las tácticas políticas no sólo benefician o perjudican a otros más de lo que merecen, sino que también se utilizan para obtener ventajas injustas. Por ejemplo, un ingeniero que está compitiendo con otro por una promoción a jefe de departamento, podría cultivar y elogiar a sus superiores, y al mismo tiempo usar insinuaciones para desacreditar a su rival. Como resultado, él podría conseguir la promoción, aun cuando el otro ingeniero estuviera mejor calificado. Este uso de las tácticas políticas para adquirir ventajas con base en carac- terísticas no pertinentes también es injusto. El impacto sobre el cuidado Además de estas desigualdades, la prevalencia prolongada de tácticas políticas dentro de una organización tal vez tenga efectos debilitantes a largo plazo sobre la calidad de las relaciones personales que existen en ella. Varios investigadores han encontrado que el abuso del poder en las organizaciones tiende a hacer rutinario un tratamiento deshumanizado de los individuos menos poderosos. David Kipnis, por ejem- plo, encontró que los individuos que ejercen el poder se sienten cada vez más tentados a (a) aumentar sus intentos por influir en la conducta de los individuos menos poderosos, (b) devaluar el mérito del desempeño de éstos, (c) atribuir la causa de los esfuerzos de los menos poderosos al poder que ellos controlan, y no a los motivos que los otros tienen para actuar bien, (d) ver a los menos poderosos como objetos de manipulación, y (e) expresar una preferencia por mantener una distancia psicológica con respecto a los menos podero- sos.113 En conclusión, el poder corrompe. Chris Argyris y otros sostienen que los individuos que son controlados por los pode- rosos “tienden a sentir frustración, conflicto y sentimientos de fracaso”; que ellos “se adap- tan” abandonando la organización, tratando de subir en la jerarquía, soñando despiertos, recurriendo a la agresión, la regresión o simplemente a la apatía; y que la organización em- pieza a caracterizarse por la competencia, la rivalidad y la hostilidad.114 Por consiguiente, al decidir el uso de tácticas políticas, debemos considerar seriamente las consecuencias a largo plazo que el ejercicio del poder de estas tácticas implica espacio normal sobre uno y sobre las relaciones con los demás miembros de la organización. 8.7 La organización que ejerce el cuidado Hasta ahora hemos considerado que las organizaciones tienen dos aspectos. Primero, ha- blamos de ellas como conjuntos jerárquicos de individuos autónomos que están vincula- dos entre sí y con la organización mediante convenios contractuales. El empleado firma un contrato en el que acepta las tareas que se detallan en la “descripción del puesto”, a cambio de un salario que el patrón acuerda pagarle. Los empleados reciben sus órdenes de niveles ordenados de gerentes dispuestos en una jerarquía de autoridad, en cuya cús- pide se encuentra el ceo y el personal de la alta gerencia, y en cuya base se encuentran los trabajadores que realizan el trabajo. Toda la organización trabaja por la meta de obtener utilidades. Hemos llamado a este aspecto la organización racional. Entrecruzando las líneas formales de autoridad de ésta existe un segundo sistema de poder al que hemos llamado la Vela�squez 08.indd 395 24/5/06 08:49:23
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