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Etica En Los Negocios-páginas-184

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pezamos a analizar los muchos problemas éticos complejos originados por las maniobras 
políticas que ocurren de manera inevitable dentro de las organizaciones. Los problemas se 
abordan mejor al responder cuatro preguntas que enfocan nuestra atención en las caracte-
rísticas moralmente pertinentes del uso de las tácticas políticas: (a) la pregunta utilitarista: 
¿Las metas que uno pretende lograr mediante las tácticas benefician o dañan a la sociedad? 
(b) La pregunta sobre los derechos: ¿Las tácticas políticas utilizadas como medios para 
alcanzar esas metas tratan a otros de una forma congruente con sus derechos morales? (c) 
La pregunta sobre la justicia: ¿Las tácticas políticas conducen a una distribución equitativa 
de los beneficios y las cargas?112 (d) La pregunta del cuidado: ¿Qué impacto tendrán las 
tácticas sobre la red de relaciones dentro de la corporación?
La utilidad de las metas Los principios utilitaristas exigen que los gerentes trabajen 
hacia las metas que produzcan los mayores beneficios y los menores daños sociales. Si su-
ponemos que las organizaciones de negocios suelen desempeñar una función socialmente 
benéfica y que las actividades que las dañan probablemente disminuirán esos beneficios so-
ciales, entonces, el utilitarismo implica que el gerente, como individuo, debe evitar el daño 
y debe trabajar para garantizar que la organización lleve a cabo sus funciones de beneficio 
social de la manera más eficiente posible. Por ejemplo, la función básica de la mayoría de 
los negocios es producir bienes y servicios para los consumidores. En la medida en que una 
corporación de negocios esté cumpliendo esta función de manera socialmente benéfica y 
no dañina, el empleado debe evitar dañar el negocio y se debe esforzar para asegurarse de 
que éste desempeñe su función productiva con un mínimo de desperdicio.
Dos tipos de tácticas políticas contradicen directamente esta norma y, por lo tanto, se 
les considera faltas de ética: las tácticas políticas que incluyen la búsqueda de metas per-
sonales a expensas de las metas productivas de la organización, y las tácticas políticas que 
deliberadamente producen ineficiencia y desperdicio. Suponga, por ejemplo, que la jefa 
de la unidad de investigación, en secreto, retiene información crucial de otras unidades de 
investigación en la misma compañía para que su propia unidad tenga una mejor imagen. 
Como resultado, sus ambiciones de carrera progresan y su unidad recibe un presupuesto 
más alto el siguiente año. ¿Su táctica de retener información para destacar sobre las demás 
fue moralmente legítima? No. La táctica fue evidentemente incongruente con la búsqueda 
eficiente de las funciones productivas de la compañía.
Desde luego, los negocios no siempre tienen metas que benefician y no dañan a la 
sociedad. La contaminación, la obsolescencia planeada, la fijación de precios y la fabrica-
ción de productos peligrosos son algunas de las metas organizacionales que el utilitarismo 
obviamente condenaría. En la medida en que una compañía trabaja para este tipo de metas, 
el empleado tiene la obligación de no cooperar (a menos, quizás, que sea amenazado con 
pérdidas personales de tal magnitud que, de hecho, sea coaccionado a obedecer). Los prin-
cipios utilitaristas implican que trabajar o cooperar voluntariamente para alcanzar metas 
que son socialmente dañinas es inmoral, sin importar cuáles sean las tácticas políticas uti-
lizadas.
Por desgracia, las metas de las organizaciones no siempre son claras porque es pro-
bable que no exista un consenso acerca de cuáles son verdaderamente. Esto sucede es-
pecialmente, por ejemplo, cuando una compañía se encuentra en proceso de cambio de 
directivos o un cambio de estructura y surge una negociación más o menos generalizada 
con respecto a cuáles deben ser las nuevas metas. Cuando las metas de las corporaciones 
están en un proceso de redefinición de este tipo, las diversas coaliciones e individuos 
dentro de ellas generalmente intentarán utilizar tácticas políticas para establecer las metas 
que cada uno desea, ya sea por medio del ejercicio unilateral del poder (por ejemplo, una 
nueva gerencia que trata de deshacerse del viejo personal y contrata a su propio equipo) o 
a través del compromiso político (por ejemplo, la nueva gerencia podría tratar de conven-
cer al viejo personal para que acepte las nuevas metas). En situaciones tan fluidas, el indi-
viduo no tiene más opción que examinar las metas propuestas por las diversas coaliciones 
y hacer un intento consciente para determinar cuáles metas benefician más a la sociedad a 
Repaso breve 8.13
Aproximaciones a la 
ética de las tácticas 
políticas
• Utilitarista: ¿Las tácticas 
se usan con el propósito 
de lograr metas que 
benefician o dañan a la 
sociedad?
• de los derechos: ¿Las 
tácticas empleadas 
tratan a los demás de una 
manera congruente con 
sus derechos morales?
• de la justicia: ¿Las 
tácticas conducen a una 
distribución equitativa 
de los beneficios y las 
cargas?
• del cuidado: ¿Qué 
impacto tendrán las 
tácticas en las relaciones 
dentro de la organización?
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largo plazo. Mientras que el uso de tácticas políticas para instaurar metas organizacionales 
ilegítimas sería poco ético, las tácticas políticas se emplean para asegurar la instauración 
de metas moralmente legítimas, siempre y cuando las tácticas cumplan con los dos si-
guientes criterios.
La congruencia de los medios políticos con los derechos morales Algunas tác-
ticas políticas son evidentemente engañosas, como cuando una persona da la impresión 
de que tiene una pericia que en realidad no posee. Otras tácticas son manipuladoras. Por 
ejemplo, es una manipulación fingir amor para obtener favores de una persona. El engaño 
y la manipulación son intentos por lograr que la gente haga (o crea) algo que no haría (o 
creería) si supiera lo que está sucediendo. Estos tipos de tácticas políticas carecen de ética 
en tanto que no respetan los derechos que tiene la persona de ser tratada no sólo como 
un medio, sino también como un fin; es decir, no respetan el derecho de la persona a ser 
tratada sólo como ella libre y deliberadamente aceptó ser tratada. Tal falta de respeto moral 
se exhibe en muchas de estas tácticas políticas que se aprovechan de nuestras dependencias 
y vulnerabilidades emocionales, que son las dos palancas más asequibles y confiables que 
otros usan para adquirir poder sobre nosotros. Por ejemplo, un administrador hábil po-
dría acostumbrarse a fingir amistad e interés y a hacer que los otros lo traten con afecto, 
respeto, lealtad, agradecimiento, confianza, gratitud, etcétera. Luego, el administrador po-
dría explotar estos sentimientos para lograr que sus subordinados hagan cosas que normal-
mente no harían, en especial, si conocieran el engaño y los motivos ocultos de su conducta. 
Un administrador hábil también aprendería a aprovecharse de vulnerabilidades personales 
de individuos, como vanidad, generosidad, sentido de responsabilidad, susceptibilidad a los 
halagos, ingenuidad o cualesquiera otra característica que ponga a la gente involuntaria-
mente a merced de otros. Al aprovecharse en secreto de estas vulnerabilidades, el gerente 
tal vez logre que los empleados sirvan a sus metas, aun cuando ellos no lo harían si cono-
cieran sus motivos ocultos.
Sin embargo, ¿las tácticas políticas engañosas y manipuladoras son siempre incorrec-
tas? ¿Qué sucedería si yo me viera obligado a trabajar en una organización en la que otros 
insisten en utilizar tácticas engañosas y manipuladoras en mi contra? ¿Debo permanecer 
indefenso? No necesariamente. Si los miembros de una corporación saben que ciertas tác-
ticas políticas ocultas suelen utilizarse dentro de ella, y aún así eligen libremente permane-
cer dentro y volverse hábiles para utilizar y defenderse en contra de estas tácticas, entonces, 
podemos suponer queestos miembros han aceptado de manera tácita que se use este tipo 
de tácticas políticas ocultas en su contra. Es posible decir que esas personas han aceptado el 
juego dentro de la organización, en el que todo mundo sabe que engañar a los otros juga-
dores y maniobrar para sacarlos de las posiciones ganadoras forma parte. Tratar con ellos 
con base en este consentimiento tácito no violaría sus derechos a ser tratados como han 
consentido libre y deliberadamente.
Sin embargo, el uso de tácticas políticas engañosas y manipuladoras evidentemente es 
poco ético cuando se utilizan en contra de personas que (a) no saben o no esperan que este 
tipo de tácticas se use en contra de ellas, (b) no son libres de abandonar la organización, o 
(c) no tienen las habilidades para defenderse. El uso de una táctica engañosa o manipula-
dora en cualquiera de estos casos viola el respeto moral que debemos a las personas, espe-
cialmente, si la táctica lesiona a la gente al hacer que involuntariamente actúe en contra de 
sus propios intereses.
La equidad de las consecuencias Las tácticas políticas quizá provoquen injusticias o 
distorsionen la igualdad de trato que demanda la justicia. Por ejemplo, un individuo que 
controla el presupuesto o el sistema de información de una organización, administraría 
en secreto el sistema de forma injusta al mostrar favoritismo por las personas o grupos 
que promueven su carrera. Tales tácticas políticas violan abiertamente el principio básico 
de la justicia distributiva que analizamos con anterioridad: individuos que son similares 
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en todos los aspectos pertinentes deben recibir un trato similar, y los individuos que son 
disímiles en aspectos pertinentes tienen que recibir tratos disímiles en proporción a su 
diferencia.
Las tácticas políticas también crean injusticias entre los empleados que tienen pocas 
habilidades políticas o ninguna. Los individuos que carecen de habilidad política quizá 
sean manipulados con facilidad para aceptar una porción más pequeña de los beneficios 
de la corporación de la que podrían merecer por sus capacidades o necesidades, en com-
paración con otros. De este modo, los beneficios ya no se distribuyen a estas personas 
con base en sus características pertinentes, por lo que se comete una injusticia contra 
ellos.
Las tácticas políticas no sólo benefician o perjudican a otros más de lo que merecen, 
sino que también se utilizan para obtener ventajas injustas. Por ejemplo, un ingeniero que 
está compitiendo con otro por una promoción a jefe de departamento, podría cultivar y 
elogiar a sus superiores, y al mismo tiempo usar insinuaciones para desacreditar a su rival. 
Como resultado, él podría conseguir la promoción, aun cuando el otro ingeniero estuviera 
mejor calificado. Este uso de las tácticas políticas para adquirir ventajas con base en carac-
terísticas no pertinentes también es injusto.
El impacto sobre el cuidado Además de estas desigualdades, la prevalencia prolongada 
de tácticas políticas dentro de una organización tal vez tenga efectos debilitantes a largo 
plazo sobre la calidad de las relaciones personales que existen en ella. Varios investigadores 
han encontrado que el abuso del poder en las organizaciones tiende a hacer rutinario un 
tratamiento deshumanizado de los individuos menos poderosos. David Kipnis, por ejem-
plo, encontró que los individuos que ejercen el poder se sienten cada vez más tentados a 
(a) aumentar sus intentos por influir en la conducta de los individuos menos poderosos, 
(b) devaluar el mérito del desempeño de éstos, (c) atribuir la causa de los esfuerzos de los 
menos poderosos al poder que ellos controlan, y no a los motivos que los otros tienen para 
actuar bien, (d) ver a los menos poderosos como objetos de manipulación, y (e) expresar 
una preferencia por mantener una distancia psicológica con respecto a los menos podero-
sos.113 En conclusión, el poder corrompe.
Chris Argyris y otros sostienen que los individuos que son controlados por los pode-
rosos “tienden a sentir frustración, conflicto y sentimientos de fracaso”; que ellos “se adap-
tan” abandonando la organización, tratando de subir en la jerarquía, soñando despiertos, 
recurriendo a la agresión, la regresión o simplemente a la apatía; y que la organización em-
pieza a caracterizarse por la competencia, la rivalidad y la hostilidad.114 Por consiguiente, 
al decidir el uso de tácticas políticas, debemos considerar seriamente las consecuencias a 
largo plazo que el ejercicio del poder de estas tácticas implica espacio normal sobre uno y 
sobre las relaciones con los demás miembros de la organización.
8.7 La organización que ejerce el cuidado
Hasta ahora hemos considerado que las organizaciones tienen dos aspectos. Primero, ha-
blamos de ellas como conjuntos jerárquicos de individuos autónomos que están vincula-
dos entre sí y con la organización mediante convenios contractuales. El empleado firma 
un contrato en el que acepta las tareas que se detallan en la “descripción del puesto”, a 
cambio de un salario que el patrón acuerda pagarle. Los empleados reciben sus órdenes 
de niveles ordenados de gerentes dispuestos en una jerarquía de autoridad, en cuya cús-
pide se encuentra el ceo y el personal de la alta gerencia, y en cuya base se encuentran los 
trabajadores que realizan el trabajo. Toda la organización trabaja por la meta de obtener 
utilidades. Hemos llamado a este aspecto la organización racional. Entrecruzando las líneas 
formales de autoridad de ésta existe un segundo sistema de poder al que hemos llamado la 
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