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El individuo En la organización 399 3. Compare y contraste el modelo racional de la organización con el modelo político y el modelo del cuidado. ¿Estaría usted de acuerdo con la siguiente afirmación: “El modelo racional de la organización implica que la corporación se basa en el consentimiento, mientras que el modelo político implica que la corporación se basa en la fuerza, y el modelo del ejercicio del cuidado implica que la corporación se basa en relaciones interpersonales”? ¿Cuál de los dos modelos cree usted que ofrece la perspectiva más apropiada de las organizacio- nes con las que usted está familiarizado, como su universidad a las compañías en que ha trabajado? Explique sus respuestas. 4. En vista del convenio contractual que todo empleado establece y por el que se compromete a ser leal a su patrón, ¿cree usted que en algún caso se justifique moralmente el hecho de ser informante? Explique su respuesta. 5. ¿Está usted de acuerdo o no con la afirmación de que las gerencias corporativas son tan similares a los gobiernos que es necesario reconocer que los empleados tienen los mismos “derechos civiles” que los ciudadanos? 6. Evalúe qué tan deseable es la “organización que ejerce el cuidado”. Recursos de Internet Si usted está interesado en investigar el tema de la vida en la organización, incluyendo la seguridad del trabajador, inicie con la página web de la Occupational Safety and Health Association (http://www.osha.gov); el National Institute for Occupational Safety and Health (http://www.cdc.gov/niosh/homepage.html); los temas acerca de la ley del trabajo y el empleo se encuentran en Hieros Gamos (http://www.hg.org/employ.html) y la American Bar As- sociation (http://www.abanet.org); el Legal Information Institute de Cornell Law School (http://fatty.law.cornell.edu/topics/topic2.html#employment%20law); la ‘Lectric Law Library (http://www.lectlaw.com). La American Federation of Labor-Congress of Industrial Organi- zations (http://www.aflcio.org) proporciona información sobre sindicatos. La Campaign for Labor Rights ofrece información sobre temas laborales (http://www.campaignforlaborrights. org/). Se encuentra información acerca de la explotación del trabajador en todo el mundo en http://www.sweatshops.org; http://www.sweatshopwatch.org; http://www.globalexchange.org/ campaigns/sweatshops; http://www.studentsagainstsweatshops.org; http://www.behindthelabel.org; http://www.maquilasolidarity.org; y http://www.campaignforlaborrights.org. C A S O S problemas laborales de Gap Gap, Inc. es una cadena de tiendas al detalle, que incluye a Gap, Banana Republic, Old Navy, Gap International, Gap- Kids y BabyGap, que vende ropa casual y zapatos y tiene sus oficinas centrales en San Francisco. En enero de 2004, la compañía reportó ingresos fiscales anuales de 1.03 miles de millones de dólares, por ventas de 15.85 miles de millones de dólares. Casi toda la mercancía de Gap se fabrica bajo con- trato para la empresa por cerca de 3,000 fábricas proveedoras de propiedad y operación extranjeras en 50 países, la mayoría de los cuales son países en desarrollo donde las condiciones de trabajo con frecuencia son de explotación. En marzo de 2004, Paul Pressler, director general de Gap, Inc., examinó un boceto del siguiente social responsibi- lity report 2004 de la compañía, que describía los problemas laborales que la empresa había enfrentado desde 1995 en las fábricas que producían su ropa. Él se preguntó si el reporte revelaba demasiadas deficiencias de la empresa. Pressler sintió que era importante ofrecer al público una visión global de los problemas que enfrentaban los trabajadores del vestido alre- dedor del mundo, así como un panorama de las batallas y di- ficultades permanentes de la propia compañía para encontrar soluciones a estos problemas. Pero el reporte, que detallaba NEWS CD-ROM Vela�squez 08.indd 399 24/5/06 08:49:26 400 Los negocios y sus representaciones internas muchas de las debilidades de la compañía, era riesgoso; podría ser tomado con escepticismo, podría aumentar las críticas a la empresa y podría alejar a inversionistas y clientes. Uno de los asuntos más difíciles que la compañía había encarado y que se describía en el reporte, era el de las deman- das judiciales que había enfrentado en septiembre de 2002. El litigio de demanda popular se resolvió en beneficio de los tra- bajadores en enero de 1999 cuando Gap, Inc., y otros 25 deta- llistas fueron acusados de contratar lugares con malas condicio- nes de trabajo en la isla de Saipan, un protectorado de Estados Unidos en el Sureste Asiático. Según la demanda, las fábricas de Saipan violaron los derechos humanos de sus trabajadores. Además, como se alegó en el proceso judicial, Gap, Inc. y otros detallistas habían defraudado a los clientes estadounidenses al afirmar en sus etiquetas que la ropa fabricada en Saipan estaba “hecha en Estados Unidos”, implicando falsamente que estaba fabricada según los estándares laborales de ese país. Pressler seguía preocupado por la demanda. Él sabía que Gap, Inc., vi- gilaba sus fábricas con regularidad y, por lo tanto, creía que las condiciones de las fábricas de Saipan no podrían ser tan malas como afirmaba la demanda. Saipan no era el único lugar en el que la compañía había sido acusada de violar los derechos de los trabajadores. Se habían hecho acusaciones similares en fábricas que maquilaban ropa para Gap en Centroamérica, Le- sotho, Tailandia, Camboya, Bangladesh, Indonesia y México. Gap se fundó en 1969, cuando Donald Fisher y su es- posa, Doris, abrieron una pequeña tienda de ropa cerca de la Universidad Estatal de San Francisco. Para 1971, ya operaban seis tiendas Gap. En 1983, Fisher persuadió a Millard Drexler, antiguo presidente de Ann Taylor, para fungir como nuevo presidente de Gap, mientras Fisher se convirtió en director general. Drexler transformó la compañía reemplazando las aburridas líneas de ropa que la tienda había estado almace- nando con su propia marca privada de nuevas líneas brillantes y coloridas de ropa de algodón resistente de alta calidad, diri- gidas a los clientes jóvenes adinerados y a la moda. En 1995, Fisher se retiró como ceo pero siguió siendo presidente del consejo, y Drexler se convirtió en CEO de la compañía, que en ese entonces tenía 1,348 tiendas. Aunque la competencia era intensa, Gap continuó prosperando (a pesar de una des- aceleración durante 2000-2002) y, cuando Drexler se retiró en septiembre de 2002 para ser reemplazado por Pressler, la empresa operaba más de 4,000 tiendas. Gap fue una de las primeras compañías en adoptar un có- digo de ética para sus fábricas. La empresa actualizó su código en 1993, cuando un incendio arrasó con una fábrica de jugue- tes en Tailandia, matando a 200 trabajadores porque las salidas de emergencia estaban bloqueadas. Aunque la fábrica de jugue- tes de Tailandia no hacía ropa para Gap, la compañía puso en práctica un código de ética para sus proveedores para asegurar que sus fábricas fueran seguras y para evitar la publicidad des- agradable que el incendio había generado a Wal-Mart, Toys- R-Us, y otros detallistas a los que la fábrica había abastecido. El código de Gap estableció que sus proveedores debían evitar la discriminación, evitar el uso trabajo forzado o en prisión, no emplear a niños menores de 14 años de edad, proporcionar un ambiente de trabajo seguro para los empleados, pagar el sa- lario mínimo legal o el estándar de la industria local (el que fuera mayor), cumplir todas las normas ambientales locales, no amenazar ni penalizar a los empleados por sus esfuerzos por organizarse o negociar colectivamente, y hacer respetar todas las leyes locales. Antes de firmar un contrato con una nueva fá- brica, Gap enviaba a uno de sus empleados para inspeccionarla y para que el dueño firmara su código de conducta. Los problemas laborales de Gap iniciaron a principios de 1995, cuando el columnista de The New York Times, BobHerbert hizo un reportaje de una fábrica en El Salvador que fabricaba ropa para Gap: Los cientos de miles de obreros jóvenes (la ma- yoría mujeres) en fábricas de Centroamérica que ganan casi nada y con frecuencia viven en la miseria, han sido un absoluto regalo para los ejecutivos de compañías estadounidenses de ropa como Donald G. Fisher, el director general del imperio de Gap y Banana Republic, el cual vive espléndidamente y se pagó a sí mismo más de dos millones de dólares el año pasado. Judith Viera es una mujer de 18 años de edad que trabajaba en una planta maquiladora en El Salva- dor que fabricaba ropa para Gap y otras compañías. Ella recibía un patético sueldo de 56 centavos por hora. Donald Fisher debería conocer a Judith Viera, pasar un rato con ella, y escucharla mientras describe con su voz aún infantil el más inocente de sus sue- ños. A ella le gustaría ganar el dinero suficiente para comprar un poco más de comida para su madre y sus dos hermanas. Le gustaría ir a la escuela secundaria. Pero Donald Fisher es un hombre ocupado; toma mucho tiempo supervisar un imperio sostenido sobre la espalda de jóvenes como la señorita Viera.1 El Salvador, localizado en Centroamérica, es un país extre- madamente pobre en el que el 40% de la población vivía por debajo de la línea oficial de pobreza y donde la inflación sin control redujo los salarios reales. La fábrica en El Salvador que hacía la ropa Gap era manejada por Mandarin Internatio- nal, una compañía de dueños taiwaneses. Mandarin pagaba a sus trabajadores, la mayoría mujeres jóvenes, alrededor de 12 centavos de dólar por ensamblar un suéter de cuello de tortuga Gap que se vendía al detalle por 20 dólares en Estados Uni- dos. El promedio de los salarios en la planta de Mandarin eran de 56 centavos la hora, nivel que se consideraba proporciona sólo el 18% de la cantidad necesaria para mantener a una fa- milia de cuatro miembros, pero eso era aproximadamente lo que la mayoría de las otras compañías pagaban en la región. La planta de Mandarin también fue acusada de acosar a los trabajadores, de contratar personas de 15 años de edad tiempo completo, y de no pagar el tiempo extra. Las leyes de El Salva- dor prohibían a los patrones despedir o acosar a los empleados que trataban de formar un sindicato, prohibían que los meno- res de 14 a 18 años de edad trabajaran más de seis horas por día, y establecían un horario de trabajo semanal máximo para Vela�squez 08.indd 400 24/5/06 08:49:26 El individuo En la organización 401 adultos de 44 horas, a menos que se pagara tiempo extra. Sin embargo, estas leyes rara vez se cumplían. Representantes del National Labor Committee (nlc), una coalición de sindicatos estadounidenses dirigida por el activista del trabajo Charles Kernaghan visitaron la fábrica de Gap en El Salvador y reportaron a los periódicos que cuando los trabajadores trataron de formar un sindicato habían sido golpeados por los guardias de la fábrica y despedidos. Ker- naghan declaró que las condiciones en la fábrica eran atroces. El nlc estaba preocupado por los lugares de trabajo en malas condiciones y de bajo costo, como la planta Mandarin, porque los trabajadores del vestido estadounidenses tenían que com- petir con ellos. Los sindicatos estadounidenses consideraban que, hasta que la situación de los trabajadores de la industria del vestido en las naciones en desarrollo mejorara, la mala situación de los trabajadores del vestido en Estados Unidos continuaría empeorando. Después de realizar su investigación, el nlc llevó a Es- tados Unidos a una trabajadora joven de El Salvador, Judith Viera, una antigua empleada de 18 años de edad de la planta de Mandarin, para asistir a demostraciones en más de 20 ciu- dades estadounidenses para hacer públicos los problemas de Gap en la planta de Mandarin. En conferencias de prensa, la joven mujer acusó a Gap de una “maniobra de encubri- miento”; ella describió largas horas de trabajo por 56 centa- vos la hora, la violencia contra los miembros del sindicato, el acoso sexual por parte de los supervisores, la falta de agua limpia para beber, no tener permiso de utilizar los baños, y ser forzada a barrer los pisos de la fábrica bajo un sol tórrido como castigo. Ella rogó a los consumidores que hicieran un boicot contra Gap hasta que los trabajadores sindicalizados despedidos fueran reinstalados y Gap accediera a tener a un tercero independiente vigilando el cumplimiento del propio código de conducta. La campaña generó una enorme publi- cidad negativa para la empresa y destacó la penosa situación que vivían los trabajadores en las naciones en desarrollo que fabricaban su ropa. Tal como el nlc lo esperaba, la imagen de una mujer joven, cansada, pobre, trabajando largas horas sobre una máquina de coser, contrastó de manera impactante con las imágenes de despreocupación, juventud y nitidez que usaba Gap para vender su ropa, y el contraste atrajo la aten- ción y notoriedad de los medios de difusión.2 Al principio Gap se resistió a las demandas de la cam- paña. La compañía señaló que los trabajadores involucrados no eran empleados de Gap sino de una empresa independiente y, por lo tanto, sus condiciones de trabajo no eran responsa- bilidad de Gap sino de los dueños de la planta de Mandarin. Además, cuando los propios investigadores de la empresa ha- blaron con empleados de la fábrica de Mandarin, esos emplea- dos no reportaron las terribles condiciones de trabajo que el nlc alegaba. Gap no quiso depender de un tercero indepen- diente para vigilar las condiciones de trabajo en la planta, ya que la información acerca de la planta se filtraría a través de este tercero y Gap tendría poco control sobre el uso de tal in- formación. Sin embargo, la campaña continuó manchando la nítida imagen de Gap, y al final del año la compañía finalmente accedió a la demanda del nlc de contratar a un grupo como tercero independiente para vigilar las plantas de Mandarin, en lugar de confiar en sus propios inspectores y en la palabra de los dueños de la fábrica. Pero los problemas laborales de la compañía no termi- naron. El nlc y otras organizaciones de derechos humanos, incluyendo a Global Exchange y Sweatshop Watch, conti- nuaron haciendo demostraciones ruidosas y bien publicitadas enfrente de las tiendas Gap en todas partes, afirmando que las trabajadoras jóvenes de las fábricas en Honduras y en otros países en desarrollo tenían que someterse a pruebas de em- barazo, tenían que trabajar tiempo extra sin paga, no tenían acceso a baños cerrados, y sólo recibían 4 dólares al día. En la primavera de 1996 surgió un nuevo problema, cuando Charles Kernaghan testificó en el Congreso estadounidense que una fábrica de Honduras había contratado a niñas de 13 años de edad para trabajar turnos de 13 horas por 31 centavos de dólar la hora, cosiendo ropa para Kathie Lee Gifford. Cuando se le confrontó en televisión acerca del uso del trabajo infantil para fabricar su ropa de marca registrada, Kathie Lee Gifford rom- pió a llorar y después afirmó, “cada uno de nosotros, desde el artista, la estrella de deportes, cualquiera que presta su nom- bre, hasta el consumidor que compra el producto en la tienda, tiene la obligación de conocer cómo se fabricó su ropa”. Conforme el asunto del trabajo infantil en lugares con malas condiciones, en particular varios fabricantes de zapatos y equipo para Nike, se convertía en noticias importantes, acti- vistas comenzaron a decir que varias fábricas de Gap también contrataban a niños menores de edad para fabricar ropa Gap y que las condiciones en estas fábricas eran peores que nunca. En 1997, los activistas culparon a Gap de la muerte de Carmelita Alonzo, una mujer joven que murió de agotamiento después de trabajar varios turnos de 14 horas en una fábrica de Filipinas que hacía ropa para Gap. El año siguiente, el nlc acusó a la em- presa de contratar a una fábrica china donde niñas de 15 años de edadtrabajaban por 42 centavos la hora en espacios llenos de vapores tóxicos de pegamentos para zapatos y sin acceso a baños. El nlc también alegó que varias fábricas de Gap en El Salvador, incluyendo a Tainan, Charter, Newtex, Mansalex y Han Chan, continuaban imponiendo pruebas de embarazo a las mujeres, contratando a trabajadores menores de edad, man- teniendo una disciplina brutal, no pagando a los trabajadores si llegaban unos cuantos minutos tarde al trabajo, acosando y despidiendo a trabajadores que trataban de formar sindicatos, y sin cumplir el propio código de conducta de Gap. Además, el nlc afirmó que en todas partes, los trabajadores que fabricaban ropa Gap estaban mal pagados y carecían de sindicatos. Las acusaciones pasaron a un nuevo nivel en 1999, cuando Global Exchange, Sweatshop Watch, y el AFL-CIO Union of Needletrades Industrial and Textile Employees presentaron una demanda legal contra Gap y otros 17 detallistas (incluyendo a Nordstrom, Tommy Hilfiger, May Co., Sears, Wal-Mart, J. C. Penney, Gymboree, The Dress Barn, Limited, Lane Bryant, OshKosh, y a la mayoría de las grandes compañías estado- unidenses de ropa) en representación de 50,000 trabajadores de las fábricas de Saipan, una isla en el Pacífico Sur localizada Vela�squez 08.indd 401 24/5/06 08:49:27
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