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Etica En Los Negocios-páginas-92

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poder concentrado de los consorcios era peligroso y se abusaría de él para lograr la domi-
nación política.
El surgimiento de los consorcios coincidió con el Movimiento Progresivo, un mo-
vimiento de reforma política contra el abuso de poder de los grandes negocios con el re-
conocido objetivo de “acabar” con los consorcios. Como respuesta a este movimiento, en 
particular con la presión de los pequeños agricultores, en 1887 el Congreso estadouni-
dense aprobó una ley de comercio interestatal para reglamentar a las grandes compañías 
ferrocarrileras. Después, en 1890 el Congreso aprobó lo que se convertiría en la ley más 
importante contra los consorcios, la ley antimonopolios Sherman. Las dos secciones clave 
de la ley decían:
Sección 1. Toda combinación..., o conspiración, que restrinja el comercio o inter-
cambio entre varios estados, o con naciones extranjeras por este medio se declara 
ilegal.
Sección 2. Toda persona que monopolice o intente monopolizar, o combinar 
o conspirar con cualquier otra persona o personas para monopolizar cualquier 
parte del intercambio o comercio entre varios estados, o con otras naciones, se 
encontrará culpable de un delito...
En las dos décadas siguientes a la aprobación de la ley antimonopolios de Sherman se hizo 
poco para que se cumpliera; pero en 1908 el gobierno federal estadounidense demandó al 
consorcio Tobacco Trust diciendo que sus tácticas crueles contra los competidores habían 
violado tal ley. En una decisión de mayo de 1911, la Suprema Corte acordó y ordenó a 
Tobacco Trust que se separara en 15 compañías. Animados por la victoria, los “cazadores 
de consorcios” del gobierno procesaron con éxito a Standard Oil, DuPont y otros grandes 
consorcios.
Desde entonces, la sección 1 de la ley antimonopolios de Sherman se ha interpretado 
como la prohibición para las compañías competidoras de realizar acuerdos para fijar pre-
cios, dividir territorios o clientes, o restringir la cantidad de bienes que lanzan al mercado. 
La sección 2 se ha interpretado como la prohibición de que una compañía que ya tiene un 
monopolio use su poder para mantenerlo o extenderlo a otros mercados. La ley antimono-
polios de Sherman no prohíbe a una empresa que adquiera un monopolio a través de tratos 
lícitos de negocios (como tener un mejor producto, una estrategia audaz o simple suerte). 
Sin embargo, si una compañía que adquiere un monopolio luego intenta usar su poder para 
adquirir un nuevo monopolio o mantener su monopolio actual es “culpable de delito”. En 
1911, la Suprema Corte reglamentó que un acuerdo entre competidores llegue a ser “ra-
zonable” si “promueve la competencia”; de cualquier manera, ciertos acuerdos (incluyendo 
aquellos para fijar precios o cantidades) eran inherentemente (per se) anticompetitivos y 
siempre se calificaron como ilegales. Las leyes contra los consorcios se ampliaron en 1914 
en la ley Clayton, que prohíbe la discriminación de precios, los contratos de exclusividad, 
los acuerdos ligados y las fusiones entre compañías “donde el efecto puede disminuir sus-
tancialmente la competencia”. Esta última sección de la ley Clayton otorga al gobierno 
federal el poder de prohibir la fusión entre dos compañías, si cree que va a “disminuir 
sustancialmente la competencia”.
Pero aunque Estados Unidos tiene una larga historia de leyes contra los consor-
cios, todavía hay un gran debate respecto de qué debe hacer el gobierno acerca del 
poder de los oligopolios y los monopolios. Algunos han argumentado que el poder 
económico de las compañías de un oligopolio es bastante pequeño e insuficiente para 
afectar a una sociedad, mientras otros aseguran que domina las economías modernas, 
y otros más afirman que varios factores sociales inhiben el uso de este poder. Tales 
diferencias han dado lugar a tres puntos de vista primordiales acerca del poder de un 
oligopolio.
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Perspectiva de no actuar
Algunos economistas sostienen que no debe actuarse en contra del poder económico de las 
corporaciones de un oligopolio, porque ese poder en realidad no es tan grande como pa-
rece. Se han dado varios argumentos para apoyar dicha afirmación. Primero, se argumenta 
que aunque la competencia entre industrias ha declinado, se ha sustituido por la competen-
cia entre industrias con productos adecuados.34 La industria del acero, por ejemplo, com-
pite ahora con las industrias del aluminio y el cemento. En consecuencia, aunque pueda 
haber un alto grado de concentración del mercado en una sola industria, como el acero, 
todavía mantiene un alto grado de competencia debido a su relación con otras industrias 
competidoras.
Segundo, como algunas vez aseguró John Kenneth Galbraith, el poder económico de 
cualquier corporación grande es posible que se equilibre y restrinja con el “poder compen-
satorio” de otros grandes grupos corporativos en la sociedad.35 El gobierno y los sindica-
tos, por ejemplo, restringen el poder de los grandes negocios. Aunque una corporación de 
negocios logre tener un gran porcentaje de un mercado industrial, se enfrenta a compra-
dores que son igualmente grandes y poderosos. Una siderúrgica grande, por ejemplo, debe 
vender a compañías de automóviles igual de grandes. Este equilibrio de poder entre los 
grandes grupos corporativos reduce el poder económico que cualquier gigante corporativo 
llegue a ejercer.
Otros economistas tienen razones muy diferentes para convencer de que no debe pre-
ocuparnos el poder económico de las grandes corporaciones de oligopolios. La llamada 
Escuela de Chicago contra los consorcios argumenta que los mercados son económicamente 
eficientes aun cuando haya tan pocos (como tres) rivales significativos en un mercado.36 
Aunque el gobierno tiene que prohibir la fijación de precios directa y las fusiones que crean 
una sola compañía de monopolio, no debe involucrarse en tratar de separar a los oligopo-
lios que proporcionan a los consumidores productos que pueden comprar con libertad y 
que, por lo tanto, usan con eficiencia recursos económicos para mejorar el bienestar del 
consumidor.37
Por último, otros afirman que grande es bueno, en particular a la luz de la globali-
zación de los negocios que se han generalizado en las décadas recientes. Si las compañías 
estadounidenses han de competir con grandes compañías extranjeras, deben lograr las mis-
mas economías de escala que alcanzan aquellas compañías. Las economías de escala son 
reducciones en el costo de producción de bienes que se obtienen cuando se fabrican gran-
des cantidades de ellos usando los mismos recursos fijos, como las mismas máquinas, pro-
gramas de marketing, grupos de administradores o grupos de empleados. Si una compañía 
hace y vende grandes cantidades de productos, es posible que prorratee estos “costos fijos” 
sobre más unidades, con la reducción correspondiente del costo por unidad, permitiéndose 
vender sus bienes a precios menores. Entonces, al expandirse, las compañías logran reducir 
sus precios y, con ello, competir con mayor efectividad contra las grandes compañías ex-
tranjeras similares. Aunque las investigaciones sugieren que en la mayoría de las industrias 
la expansión después de cierto punto no bajará los costos, sino los aumentará, de cualquier 
manera muchas personas siguen defendiendo el argumento de grande es bueno.38
Punto de vista anticonsorcios
El punto de vista más antiguo acerca del poder económico de los oligopolios y monopolios 
es el que apoya las acciones de los “cazadores de consorcios” de fines del siglo xix. Igual 
que estos cazadores de consorcios, muchos economistas contemporáneos y abogados que 
están contra los consorcios sospechan del poder económico ejercido por las corporaciones 
de los oligopolios. Argumentan que los precios y las ganancias de las industrias concen-
tradas son más altos de lo que deben y que los monopolios y los oligopolios usan tácticas 
injustas contra sus competidores y susproveedores. La solución, afirman, es reincorporar 
las presiones competitivas forzando a las grandes compañías a deshacerse de sus consorcios 
y con ello a separarse en empresas más pequeñas.
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