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Ética en el mercado 189 poder concentrado de los consorcios era peligroso y se abusaría de él para lograr la domi- nación política. El surgimiento de los consorcios coincidió con el Movimiento Progresivo, un mo- vimiento de reforma política contra el abuso de poder de los grandes negocios con el re- conocido objetivo de “acabar” con los consorcios. Como respuesta a este movimiento, en particular con la presión de los pequeños agricultores, en 1887 el Congreso estadouni- dense aprobó una ley de comercio interestatal para reglamentar a las grandes compañías ferrocarrileras. Después, en 1890 el Congreso aprobó lo que se convertiría en la ley más importante contra los consorcios, la ley antimonopolios Sherman. Las dos secciones clave de la ley decían: Sección 1. Toda combinación..., o conspiración, que restrinja el comercio o inter- cambio entre varios estados, o con naciones extranjeras por este medio se declara ilegal. Sección 2. Toda persona que monopolice o intente monopolizar, o combinar o conspirar con cualquier otra persona o personas para monopolizar cualquier parte del intercambio o comercio entre varios estados, o con otras naciones, se encontrará culpable de un delito... En las dos décadas siguientes a la aprobación de la ley antimonopolios de Sherman se hizo poco para que se cumpliera; pero en 1908 el gobierno federal estadounidense demandó al consorcio Tobacco Trust diciendo que sus tácticas crueles contra los competidores habían violado tal ley. En una decisión de mayo de 1911, la Suprema Corte acordó y ordenó a Tobacco Trust que se separara en 15 compañías. Animados por la victoria, los “cazadores de consorcios” del gobierno procesaron con éxito a Standard Oil, DuPont y otros grandes consorcios. Desde entonces, la sección 1 de la ley antimonopolios de Sherman se ha interpretado como la prohibición para las compañías competidoras de realizar acuerdos para fijar pre- cios, dividir territorios o clientes, o restringir la cantidad de bienes que lanzan al mercado. La sección 2 se ha interpretado como la prohibición de que una compañía que ya tiene un monopolio use su poder para mantenerlo o extenderlo a otros mercados. La ley antimono- polios de Sherman no prohíbe a una empresa que adquiera un monopolio a través de tratos lícitos de negocios (como tener un mejor producto, una estrategia audaz o simple suerte). Sin embargo, si una compañía que adquiere un monopolio luego intenta usar su poder para adquirir un nuevo monopolio o mantener su monopolio actual es “culpable de delito”. En 1911, la Suprema Corte reglamentó que un acuerdo entre competidores llegue a ser “ra- zonable” si “promueve la competencia”; de cualquier manera, ciertos acuerdos (incluyendo aquellos para fijar precios o cantidades) eran inherentemente (per se) anticompetitivos y siempre se calificaron como ilegales. Las leyes contra los consorcios se ampliaron en 1914 en la ley Clayton, que prohíbe la discriminación de precios, los contratos de exclusividad, los acuerdos ligados y las fusiones entre compañías “donde el efecto puede disminuir sus- tancialmente la competencia”. Esta última sección de la ley Clayton otorga al gobierno federal el poder de prohibir la fusión entre dos compañías, si cree que va a “disminuir sustancialmente la competencia”. Pero aunque Estados Unidos tiene una larga historia de leyes contra los consor- cios, todavía hay un gran debate respecto de qué debe hacer el gobierno acerca del poder de los oligopolios y los monopolios. Algunos han argumentado que el poder económico de las compañías de un oligopolio es bastante pequeño e insuficiente para afectar a una sociedad, mientras otros aseguran que domina las economías modernas, y otros más afirman que varios factores sociales inhiben el uso de este poder. Tales diferencias han dado lugar a tres puntos de vista primordiales acerca del poder de un oligopolio. Vela�squez 04.indd 189 24/5/06 08:42:52 190 El mErcado y los nEgocios Perspectiva de no actuar Algunos economistas sostienen que no debe actuarse en contra del poder económico de las corporaciones de un oligopolio, porque ese poder en realidad no es tan grande como pa- rece. Se han dado varios argumentos para apoyar dicha afirmación. Primero, se argumenta que aunque la competencia entre industrias ha declinado, se ha sustituido por la competen- cia entre industrias con productos adecuados.34 La industria del acero, por ejemplo, com- pite ahora con las industrias del aluminio y el cemento. En consecuencia, aunque pueda haber un alto grado de concentración del mercado en una sola industria, como el acero, todavía mantiene un alto grado de competencia debido a su relación con otras industrias competidoras. Segundo, como algunas vez aseguró John Kenneth Galbraith, el poder económico de cualquier corporación grande es posible que se equilibre y restrinja con el “poder compen- satorio” de otros grandes grupos corporativos en la sociedad.35 El gobierno y los sindica- tos, por ejemplo, restringen el poder de los grandes negocios. Aunque una corporación de negocios logre tener un gran porcentaje de un mercado industrial, se enfrenta a compra- dores que son igualmente grandes y poderosos. Una siderúrgica grande, por ejemplo, debe vender a compañías de automóviles igual de grandes. Este equilibrio de poder entre los grandes grupos corporativos reduce el poder económico que cualquier gigante corporativo llegue a ejercer. Otros economistas tienen razones muy diferentes para convencer de que no debe pre- ocuparnos el poder económico de las grandes corporaciones de oligopolios. La llamada Escuela de Chicago contra los consorcios argumenta que los mercados son económicamente eficientes aun cuando haya tan pocos (como tres) rivales significativos en un mercado.36 Aunque el gobierno tiene que prohibir la fijación de precios directa y las fusiones que crean una sola compañía de monopolio, no debe involucrarse en tratar de separar a los oligopo- lios que proporcionan a los consumidores productos que pueden comprar con libertad y que, por lo tanto, usan con eficiencia recursos económicos para mejorar el bienestar del consumidor.37 Por último, otros afirman que grande es bueno, en particular a la luz de la globali- zación de los negocios que se han generalizado en las décadas recientes. Si las compañías estadounidenses han de competir con grandes compañías extranjeras, deben lograr las mis- mas economías de escala que alcanzan aquellas compañías. Las economías de escala son reducciones en el costo de producción de bienes que se obtienen cuando se fabrican gran- des cantidades de ellos usando los mismos recursos fijos, como las mismas máquinas, pro- gramas de marketing, grupos de administradores o grupos de empleados. Si una compañía hace y vende grandes cantidades de productos, es posible que prorratee estos “costos fijos” sobre más unidades, con la reducción correspondiente del costo por unidad, permitiéndose vender sus bienes a precios menores. Entonces, al expandirse, las compañías logran reducir sus precios y, con ello, competir con mayor efectividad contra las grandes compañías ex- tranjeras similares. Aunque las investigaciones sugieren que en la mayoría de las industrias la expansión después de cierto punto no bajará los costos, sino los aumentará, de cualquier manera muchas personas siguen defendiendo el argumento de grande es bueno.38 Punto de vista anticonsorcios El punto de vista más antiguo acerca del poder económico de los oligopolios y monopolios es el que apoya las acciones de los “cazadores de consorcios” de fines del siglo xix. Igual que estos cazadores de consorcios, muchos economistas contemporáneos y abogados que están contra los consorcios sospechan del poder económico ejercido por las corporaciones de los oligopolios. Argumentan que los precios y las ganancias de las industrias concen- tradas son más altos de lo que deben y que los monopolios y los oligopolios usan tácticas injustas contra sus competidores y susproveedores. La solución, afirman, es reincorporar las presiones competitivas forzando a las grandes compañías a deshacerse de sus consorcios y con ello a separarse en empresas más pequeñas. Vela�squez 04.indd 190 24/5/06 08:42:52
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