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Etica En Los Negocios-páginas-152

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324 Los nEgocios y sus REPREsEnTAcionEs inTERnAs
que promovían a los hombres a su alrededor, y aunque 
ella estaba igualmente calificada, no podía avanzar en la 
empresa. Aún más, cuando se quejó con el presidente 
de Morgan stanley, sus obligaciones fueron reducidas 
y en 2000 la habían despedido. Morgan stanley llegó a 
un arreglo en su caso de 54 millones, de los cuales 12 
fueron para Allison schieffelin, 40 para las otras muje-
res en la demanda y dos para promover la diversidad 
dentro de la empresa. Pero las multas son pequeñas 
cantidades para las empresas de Wall street que si-
guen siendo fortalezas masculinas. Muchas de las mu-
jeres que levantaron demandas contra las compañías 
vieron sus carreras arruinadas, mientras que muchos 
de los hombres nombrados en estas demandas siguen 
trabajando para sus empresas que todavía mantienen 
una atmósfera obscena de casilleros que desalienta la 
participación completa de las mujeres.
Wall Street: Es un mundo de hombres
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desde 1996 se han levantado varias demandas 
de discriminación sexual contra las empresas 
de inversión de Wall street tradicionalmente 
dominadas por hombres, incluyendo Merrill Lynch, 
smith Barney y Morgan stanley. En 1998, smith Bar-
ney fue forzada a pagar 100 millones de dólares a 
23,000 mujeres empleadas que reclamaban haber re-
cibido proposiciones, “toqueteos” y acoso sexual de 
otras maneras por hombres empleados en la empresa. 
En 1999, el arreglo en una demanda por discriminación 
y acoso que dio alegatos similares contra Merril Lynch 
le costó 100 millones. En 2004, el gobierno estadouni-
dense arregló una demanda contra Morgan stanley 
en nombre de Allison schieffelin y otras 100 mujeres 
que acusaron a la empresa de acoso sexual, por haber 
sido nombradas en términos obscenos y por no poder 
asistir a juntas de negocios en bares de desnudos y 
otros lugares que las mujeres no se sienten inclinadas 
a visitar, con lo que quedaron excluidas de actividades 
de negocios significativas. También reclamaron que la 
empresa mantenía un “techo de cristal” que era una 
barrera para schieffelin, cuya compensación en 1998 
como comerciante de acciones fue de más de un mi-
llón, que no le permitía avanzar desde 1996. Aseguró 
	 ¿Las compañías con culturas masculi-
nas atrincheradas como las empresas de 
Wall street deben ser forzadas a cambiar? 
¿cómo?
Allison Schieffelin, antigua 
agente de bolsa, fue el centro 
de los cargos por prejuicios 
sexuales que hicieron los 
legisladores de Estados Unidos 
contra la empresa de inversión 
Morgan Stanley; caso que se 
arregló fuera de la corte. La 
compañía llegó a un acuerdo 
de 54 millones de dólares por 
la demanda de discriminación 
sexual levantada por la 
Comisión de Igual Oportunidad 
en el Empleo.
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el empleador sabía o debió saber” que ocurría el acoso y sin importar si “el empleador lo 
prohibía”.
En varios aspectos importantes es claro que las guías están moralmente justificadas. 
Tienen la intención de declarar ilegales esas situaciones en las que un empleado es for-
zado a ceder ante las demandas sexuales de otro empleado mediante la amenaza de perder 
algún beneficio significativo del trabajo, como promoción, aumento o el trabajo en sí. Este 
tipo de coacción degradante ejercida sobre los empleados que son vulnerables e indefensos 
provoca grandes daños psicológicos en el empleado, viola sus derechos más básicos a la 
libertad y la dignidad, y es un mal uso extremadamente injusto de la desigualdad de poder 
que un empleado ejerce sobre otro. Es una cruda violación de los estándares morales del 
utilitarismo, los derechos, la justicia y el cuidado.
No obstante, varios aspectos de estas guías merecen un análisis más detallado. Pri-
mero, las guías prohíben más que actos particulares de acoso. Además de prohibir actos 
de acoso, prohíben la conducta que “crea” un “entorno de trabajo intimidante, hostil y 
ofensivo”. Esto significa que un empleado es culpable de acoso sexual cuando permite un 
ambiente hostil u ofensivo para la mujer, incluso, en ausencia de incidentes específicos de 
acoso sexual. Esto genera algunas preguntas difíciles. Si los mecánicos en un taller están 
acostumbrados a colocar fotos en su lugar de trabajo y a contar chistes subidos de color 
y usar lenguaje florido, ¿son culpables de crear un entorno “hostil y ofensivo” para una 
compañera de trabajo? En un caso conocido, por ejemplo, una corte federal describió la 
siguiente situación:
Durante varios años la demandante [mujer] trabajó en Osceola como la única 
mujer en un puesto administrativo con salario. En las áreas comunes [ella] y otras 
mujeres empleadas estaban expuestas, todos los días, a fotos de mujeres parcial o 
totalmente desnudas que pertenecían a varios empleados hombres en Osceola. 
Un cartel, que permaneció en la pared durante ocho años, mostraba a una mujer 
tendida que tenía una pelota de golf en sus senos y un hombre parado sobre ella, 
con el palo de golf en la mano, gritando “¡Ventaja!”. Una placa de escritorio decía 
“Incluso el más macho necesita amor...”. Además, el supervisor de la división de 
computación, Dough Henry, vociferaba con regularidad obscenidades misóginas. 
Por rutina Henry se refería a las mujeres como ‘putas’, ‘perras’, ‘prostitutas’...”. 
De la demandante, Henry específicamente dijo. “Todo lo que esa perra necesita es 
una buena acostada” y la llamó “nalgona”.55
¿Este tipo de situación debe contar como el tipo de “entorno de trabajo intimidante, hostil 
y ofensivo” que las guías prohíben como acoso sexual? La respuesta a esta pregunta legal 
no está clara, y diferentes cortes habrían tomado posiciones distintas al respecto. Pero una 
pregunta diferente que es más relevante para nuestra indagación es la siguiente: ¿Es mo-
ralmente incorrecto crear o permitir este tipo de entorno? La respuesta, en general, parece 
ser “sí” porque un ambiente así es degradante, suele estar impuesto por las partes masculi-
nas más poderosas sobre empleadas mujeres más vulnerables, y adjudica costos altos sobre 
las mujeres porque tiende a empequeñecerlas y a dificultar que compitan con los hombres 
como iguales.
De cualquier manera, algunos críticos objetan que estos tipos de entornos no se crea-
ron intencionalmente para degradar a la mujer, que eran parte de las “costumbres sociales 
de los trabajadores [hombres] en Estados Unidos”, que no tiene sentido intentar cambiar-
los, y que no dañan injustamente a la mujer porque ellas tienen el poder de cuidarse a sí 
mismas.56 Un artículo en la revista Forbes, por ejemplo, pregunta con retórica, “¿las muje-
res realmente pueden pensar que tienen derecho a un entorno de trabajo inmaculado, libre 
de comportamiento rudo?”.57 Esos sentimientos indican las incertidumbres que rodean 
este asunto.
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