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Economia-Parte 2-páginas-89

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B. AVANCES EN LA MACROECONOMÍA MODERNA 667
teoría es que el desempleo involuntario es una caracte-
rística del equilibrio y no desaparecerá con el tiempo.
Economía del lado de la oferta
A principios de los años ochenta un grupo de econo-
mistas y periodistas plantearon una popular escuela de 
pensamiento conocida como la economía del lado de la 
oferta, que destacaba los incentivos y los recortes de 
impuestos como medio para incrementar el crecimiento 
económico. La economía del lado de la oferta fue vigo-
rosamente defendida por el presidente Reagan en Esta-
dos Unidos (1981-1989) y por la primera ministra That-
cher en Gran Bretaña (1979-1990).
Los partidarios de esta teoría argumentan que los 
keynesianos, en su excesiva preocupación por el ciclo 
de negocios, habían olvidado el efecto de las tasas impo-
sitivas y de los incentivos sobre el crecimiento econó-
mico. De acuerdo con ellos, los altos impuestos llevan a 
la gente a reducir su oferta de trabajo y de capital. De 
hecho, economistas de la oferta, como Arthur Laffer, 
sugirieron que las altas tasas de impuestos podían en 
realidad reducir la recaudación fiscal. Esta proposición 
de la curva de Laffer sostiene que las altas tasas de im-
puestos encogen la base gravable porque reducen la 
actividad económica. Para arreglar lo que consideran 
como un sistema fiscal ineficiente, los economistas de la 
oferta propusieron una reestructuración radical del sis-
tema tributario mediante un enfoque conocido algunas 
veces como “recortes fiscales por el lado de la oferta”.
Después de ocupar el centro del escenario en los 
años ochenta, las teorías de la oferta se desvanecieron 
en lo fundamental después de que Ronald Reagan dejó 
la presidencia. Al estudiar este periodo, los economistas 
han concluido que muchas de las afirmaciones de esta 
teoría del lado de la oferta no tenían el respaldo de la 
evidencia empírica. Los recortes fiscales por el lado de 
la oferta produjeron menores, no mayores, ingresos.
Muchas de las políticas por el lado de la oferta revi-
vieron en 2001, cuando el presidente George W. Bush 
negoció con éxito otra ronda de recortes de impuestos. 
Estos recortes se justificaron, no con el argumento de 
que elevarían los ingresos, sino, por lo contrario, con la 
teoría de que mejorarían la eficiencia del sistema tribu-
tario y elevarían la tasa de crecimiento económico en el 
largo plazo. Como sus precursores en 1981, estas medi-
das de recorte condujeron a menores, no a mayores, 
ingresos fiscales (véase la tabla 31-1).
IMPLICACIONES DE POLÍTICA
Ineficacia de la política
Los enfoques neoclásicos tienen varias consecuencias 
importantes para la política macroeconómica. Uno de 
los señalamientos más importantes es la ineficacia del sis-
tema fiscal y de las políticas monetarias para reducir el desem-
pleo. Aquí, la idea básica es que un intento predecible 
para estimular la economía sería conocido con anticipa-
ción, por lo que no tendría ningún efecto sobre la eco-
nomía.
Por ejemplo, supóngase que el gobierno ha estimu-
lado la economía siempre que se acercan las elecciones. 
Después de un par de episodios de una política fiscal 
con motivaciones políticas, la gente llegaría a esperar 
en forma racional que se repitiera esa conducta. Podría 
decirse:
Ya vienen las elecciones. Por lo que hemos visto, sabemos 
que el gobierno siempre inyecta dinero a la economía 
antes de las elecciones. Es probable que reciba un 
recorte de impuestos, pero a eso le seguirá un alza fur-
tiva de impuestos el año próximo. No me pueden enga-
ñar para que consuma más, trabaje más duro y vote para 
que sigan en el poder.
Éste es el teorema de la ineficacia de la política de la 
macroeconomía clásica. Con expectativas racionales y 
precios y salarios flexibles, la política anticipada del 
gobierno no puede afectar al producto real o al desem-
pleo.
La conveniencia de tener reglas fijas
Ya se describió el argumento monetarista a favor de 
reglas fijas en el capítulo 24. La macroeconomía neoclá-
sica coloca a este argumento sobre bases más firmes. 
Este enfoque sostiene que una política económica se 
puede dividir en dos partes, una parte predecible (la 
“regla”) y una impredecible (la “discrecional”).
Los nuevos macroeconomistas clásicos señalan que 
la discrecionalidad es un señuelo y un engaño. Los 
hacedores de política, sostienen, no pueden proyectar 
la economía mejor que el sector privado. Por tanto, 
para cuando los hacedores de política actúan sobre los 
hechos, la flexibilidad de los precios en mercados pobla-
dos por compradores y vendedores bien informados 
garantiza que éstos ya se han adaptado a los hechos y 
han alcanzado un equilibrio eficiente de la oferta y la 
demanda. No hay pasos adicionales discrecionales que el 
gobierno pueda dar para mejorar el resultado o evitar 
el desempleo a que dan lugar los errores temporales de 
percepción o los choques del ciclo real de negocios.
Aunque no pueden mejorar las cosas, las políticas 
gubernamentales definitivamente sí pueden empeorar-
las. El gobierno puede aplicar políticas discrecionales 
impredecibles que envían señales engañosas a la econo-
mía, confunden a la gente, distorsionan su conducta 
económica y propician desperdicios. De acuerdo con 
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668 CAPÍTULO 31 • FRONTERAS DE LA MACROECONOMÍA
los macroeconomistas neoclásicos, los gobiernos deben 
evitar cualquier política macroeconómica discrecional 
en lugar de arriesgarse a producir un “ruido” tan con-
fuso.
¿Una nueva síntesis?
Después de tres decenios de digestión del enfoque 
neoclásico de la macroeconomía, comienzan a apare-
cer elementos de una síntesis de las viejas y las nuevas 
teorías. En la actualidad los economistas destacan la 
importancia de las expectativas. Una útil distinción es 
aquella entre el enfoque adaptativo (hacia atrás o “re-
trospectivo”) y el enfoque racional (hacia adelante o 
“prospectivo”). El supuesto adaptativo sostiene que la 
gente forma sus expectativas con base en información 
pasada; el enfoque prospectivo o racional ya se descri-
bió. La importancia de las expectativas hacia adelante 
es crucial para entender la conducta, sobre todo en 
mercados de subastas competitivas como las del sector 
financiero.
Algunos macroeconomistas han comenzado a com-
binar la visión neoclásica de las expectativas con el 
punto de vista keynesiano de los mercados laboral y de 
productos. Esta síntesis se ha incorporado a los modelos 
macroeconómicos que suponen que 1) los mercados de 
trabajo y productos tienen precios y salarios rígidos, 2) 
los precios de los mercados de subastas financieras se 
ajustan pronto a las perturbaciones y a las expectativas 
económicas y 3) las expectativas en los mercados de 
subastas se forman con una visión prospectiva.
Un pronóstico importante de estos nuevos enfoques 
es que los modelos prospectivos tienden a dar gran-
des “saltos” o cambios discontinuos en las tasas de inte-
rés, precios de las acciones, tipos de cambio y precios 
del petróleo como respuesta a noticias importantes. 
Con frecuencia se advierten reacciones súbitas después 
de las elecciones o cuando surgen las guerras. Por ejem-
plo, cuando Estados Unidos invadió Irak en marzo de 
2003, los precios del petróleo bajaron 35% y el precio 
de las acciones subió 10% en una sola semana. La predic-
ción neoclásica de precios “saltarines” repite una carac-
terística realista de los mercados de subastas, y esto 
sugiere un área en que las expectativas del futuro po-
drían ser importantes en el mundo real.
El enfoque neoclásico de la macroeconomía ha 
aportado muchos elementos de juicio provechosos. Lo 
más importante es que recuerda que en la economía 
hay consumidores e inversionistas inteligentes que reac-
cionan a las políticas, y a menudo las anticipan. Esta 
reacción y contrarreacción pueden, de hecho, modifi-
car la forma en que se conduce la economía.
C. ESTABILIZACIÓN
DE LA ECONOMÍA
El periodo desde la Segunda Guerra Mundial ha regis-
trado un notable progreso económico paralas demo-
cracias de mercado de altos ingresos. Los ingresos y el 
empleo promedios crecieron con rapidez, el comercio 
internacional se amplió y profundizó, y muchos países 
pobres, en particular China e India, comenzaron a ce-
rrar la brecha que los distanciaba de los países ricos.
Las economías tuvieron tan buen desempeño que 
algunos proclamaron a la época en que los ciclos de 
negocios estaban desapareciendo como la “Gran Mode-
ración”. De hecho, algunos libros de la “nueva” econo-
mía omitían los aspectos macroeconómicos de los ciclos 
de negocios.
Esta fantasía se deshizo con la crisis financiera y la 
profunda recesión que comenzó en 2007. Palabras co- 
mo “recesión” y “depresión”, que se habían remitido a 
los libros de historia, tomaron de nueva cuenta un signi-
ficado en la vida diaria de la gente.
Es crucial encontrar políticas que puedan ayudar a 
evitar los excesos del ciclo de negocios. Se ha visto que 
la trayectoria del producto y los precios se determina 
por la interacción de la demanda y la oferta agregadas. 
Sin embargo, las políticas diseñadas para estabilizar el ciclo de 
negocios deben operar en lo fundamental mediante su efecto en 
la demanda agregada. El gobierno puede afectar el creci-
miento de la demanda agregada básicamente mediante 
el uso de sus palancas monetaria y fiscal, con lo que lu-
chará contra las recesiones.
Estas observaciones dejan sin respuesta dos pregun-
tas cruciales: ¿Cuál es la mejor mezcla de políticas 
monetaria y fiscal para estabilizar la economía? ¿Debe 
haber reglas estrictas sobre la formulación de políticas 
o se debe permitir a los hacedores de política una gran 
discrecionalidad en sus acciones?
INTERACCIÓN DE LAS POLÍTICAS 
MONETARIA Y FISCAL
En economías grandes, como la de Estados Unidos o la 
zona Euro, la mejor combinación de políticas moneta-
ria y fiscal dependerá de dos factores: la necesidad de 
administración de la demanda y la mezcla monetaria-
fiscal deseada.
Administración de la demanda
La máxima consideración en la administración del ci-
clo de negocios es el estado global de la economía y la 
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C. ESTABILIZACIÓN DE LA ECONOMÍA 669
necesidad de ajustar la demanda agregada. Cuando la 
economía se estanca, se pueden utilizar las políticas 
monetaria y fiscal para estimularla y promover su recu-
peración. Cuando la inflación es una amenaza, las polí-
ticas monetaria y fiscal pueden ayudar a desacelerar la 
economía y apagar los incendios inflacionarios. Éstos 
son ejemplos de administración de la demanda, que se 
refieren al uso activo de las políticas monetaria y fiscal 
para incidir en el nivel de la demanda agregada.
Supóngase que, por ejemplo, la economía entra en 
una severa recesión. El producto es bajo en relación 
con su nivel potencial. ¿Qué puede hacer el gobierno 
para reactivar una languidecida economía? Puede incre-
mentar la demanda agregada al elevar el crecimiento 
del circulante o incrementar el gasto del gobierno, o 
ambas cosas. Después de que la economía ha respon-
dido al estímulo monetario y fiscal, el crecimiento del 
producto y el empleo se elevará y bajará el desempleo. 
(¿Qué pasos podría dar el gobierno en periodos de 
inflación?)
Para responder conviene revisar las fortalezas y de-
bilidades relativas a la política monetaria y la política 
fiscal.
El papel de la política fiscal. En las primeras etapas de 
la revolución keynesiana, los macroeconomistas recal-
caron que la política fiscal era el remedio más poderoso 
y equilibrado para administrar la demanda. Los críticos 
de la política fiscal apuntaban a las desventajas asocia-
das con los tiempos, la política y la teoría macroeconó-
mica.
Una preocupación es el lapso que transcurre entre 
la perturbación cíclica y la respuesta de la política. Se 
requiere tiempo para reconocer que se ha llegado a un 
punto de inflexión cíclica; es un desfase de la política. 
Por ejemplo, tomó un año que la NBER declarara la 
más reciente cresta del ciclo de negocios. (La cresta de 
diciembre de 2007 no se anunció sino hasta diciem-
bre de 2008.) Después de que se identifica un punto de 
inflexión se requiere tiempo para que el presidente 
decida qué políticas son necesarias y luego todavía más 
tiempo para que el Congreso actúe. Por último, aun 
cuando cambien los impuestos o el gasto, hay un des-
fase de eficacia antes de que la economía responda.
Los críticos también señalan que es más fácil recor-
tar impuestos que subirlos y más fácil gastar más que 
recortar el gasto. En los años sesenta el Congreso estaba 
entusiasmado por aprobar los recortes fiscales de Ken-
nedy-Johnson. Dos años después, cuando la expansión 
causada por la guerra de Vietnam echó a andar las pre-
siones inflacionarias, se requirieron políticas contrac-
tivas.
Hay dos situaciones en las que las políticas fisca-
les contracíclicas parecen ser particularmente útiles. 
Una consiste en los recortes temporales de impuestos 
en las recesiones. Estos recortes temporales pueden 
enfocarse sobre todo en las familias de ingresos medios 
y bajos. La razón es que estas familias tienen una alta 
propensión marginal a consumir porque tienen pocos 
ahorros en los cuales apoyarse en tiempos difíciles. Las 
estadísticas indican que estas medidas han sido eficaces 
para incrementar la demanda agregada en el corto pla- 
zo, sin llevar a déficit fiscales de largo plazo.
Una situación todavía más importante es cuando la 
economía se halla en una trampa de liquidez y el banco 
central no tiene margen para reducir las tasas de interés 
de corto plazo. (Recuérdese el análisis de la trampa de 
liquidez en el capítulo 24.) Esto fue lo que sucedió 
durante la recesión de 2007-2009. En sus esfuerzos por 
reavivar la economía, el gobierno de Obama trabajó 
con el Congreso a principios de 2009 para autorizar el 
mayor paquete de estímulos fiscales de la historia esta-
dounidense. Aunque ciertas personas se preocuparon 
por el efecto de largo plazo de los estímulos fiscales 
sobre la deuda del gobierno, la mayor parte de los ma-
croeconomistas creía que la política fiscal era la única 
forma factible de reducir la profundidad y la gravedad 
de la contracción en este caso.
Eficacia de la política monetaria. En comparación con 
la política fiscal, la política monetaria opera de manera 
mucho más indirecta en la economía. Mientras que una 
política fiscal expansiva en realidad compra bienes y 
servicios o pone dinero en manos de los consumidores 
y de las empresas, la política monetaria afecta al gasto 
cuando modifica las tasas de interés, las condiciones del 
crédito, el tipo de cambio y el precio de los activos. En 
los primeros años de la revolución keynesiana, algunos 
macroeconomistas eran escépticos respecto a la eficacia 
de la política monetaria, algunos dijeron: “La política 
monetaria era como presionar sobre una cuerda”. No 
obstante, en los pasados 20 años, estas preocupaciones 
se han olvidado porque la Reserva Federal ha demos-
trado ser bastante capaz de acelerar, o desacelerar, la 
economía.
La Reserva Federal está en mejor posición para con-
ducir políticas de estabilización que los hacedores de 
políticas fiscales. Su grupo de economistas profesiona-
les puede reconocer los movimientos cíclicos tan bien 
como cualquiera. Y puede actuar con rapidez si fuera 
necesario. Por ejemplo, una cascada de quiebras de las 
instituciones financieras causó una gran crisis finan-
ciera cuando el banco de inversión Bear, Stearns tuvo 
graves problemas de liquidez el viernes 14 de marzo de 
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