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História Política de Venezuela

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H I S T O R I A P O L I T I C A C O N T E M P O R A N E A 
D E V E N E Z U E L A ( 1 9 3 6 - 1 9 7 6 ) 
Por G u i l l e r m o M o r ó n 
1. L o s p r o b l e m a s h e r e d a d o s 
La repercusión de los fenómenos históricos en la manera de ser y 
en el comportamiento general de un país es la esencia misma del 
pueblo. Los fenómenos históricos pueden «clasificarse» para ser estu-
diados, pero de ninguna manera pueden ser totalmente separados, 
aislados, como se hace con un virus. Actúan conjuntamente, en la 
compleja trama de la existencia. Dividimos la historia en cuatro ver-
tientes principales: política, económica, cultural y social. En esos mis-
mos campos se sitúan los problemas que la historia contemporánea 
venezolana heredó de la historia moderna. Analizarlos pormenoriza-
damente significaría reescribir esa Historia. Aquí se trata solamente 
de mencionar lo esencial en cada vertiente. 
La historia política intentó resolver el problema de la unidad 
nacional; los esfuerzos de la dirigencia y sin duda los anhelos popu-
lares de unión de los venezolanos. Posiblemente las ludias teóricas, 
de discusión constitucional, así como la propia lucha armada, tengan 
una primera explicación en esa necesidad, que hoy se comprende poco 
porque la unidad está, realizada. Otra constante preocupación política 
fue la estabilidad, la paz, alterada profundamente; más aún, la Re-
pública no tuvo un solo día de tranquilidad antes del asentamiento de 
la dictadura gomecista. La intranquilidad, la permanente vigilia, el 
desasosiego caracterizaron la historia política de nuestro país desde 
la guerra de Independencia hasta la Rehabilitación; Gómez dio un 
golpe de Estado para asegurar la paz. Claro está que la unidad y la 
*) Bajo el título de Historia Contemporánea de Venezuela (1936-1976) dicté un 
curso en la Universidad Simón Bolívar de Caracas en el primer trimestre (enero-
abril) de este último año. 
Con base en ese curso quedó redactado un breve libro cuyo objeto principal 
es clarificar la periodificación de la Historia de Venezuela y trazar las líneas gene-
rales de la Contemporánea. El presente capítulo es el VI, desglosado para esta 
publicación antes de aparecer el volumen. Se trata de una redacción que reviso 
para publicar el libro completo seguramente a fines de 1977 o a principios de 1978. 
Historia política contemporánea de Venezuela 351 
paz significaban, en los hombres de más alta visión y dignidad, la 
convivencia legítima en torno a la Constitución y a las Leyes, en torno 
a la modernidad que no terminaba de llegar desde donde existía, en 
Europa y en América del Norte, ni de crearse desde las propias raíces 
venezolanas e hispanoamericanas. 
2. E n t r e l a d e m o c r a c i a y l a d i c t a d u r a 
En 1909, el primer año de Gómez en el poder, Rómulo G a l l e g o s 
es un hombre muy joven, de 25 años apenas. Pero ya era escritor. En 
un artículo de aquel año hace una directa referencia a la nueva si-
tuación política con estas palabras: «Solemne hora, decisiva para los 
destinos de la patria es la que marca la actualidad. En el ambiente 
que ella ha creado parecen advertirse las señales que anuncian el ad-
venimiento de aquel milagro político desde largo tiempo esperado 
como única solución eficaz del complejo problema de nuestra nacio-
nalidad republicana; bajo la égida de las garantías constitucionales 
comienzan a orientarse hacia ideales que parecían olvidados las aspi-
raciones populares; aquí y allá se señalan rumbos y se encaminan las 
fuerzas vitales de la nación por senderos que hasta hace poco estaba 
vedado transitar; los que ayer se hubieran apiñado en multitudes 
airadas para derrocar al régimen tiránico y oprobioso, se agrupan hoy 
en patriótica jornada de civismo, en torno al hombre en cuyas manos 
depositó la suprema voluntad de la ciudadanía la suerte del país»1. 
G a l l e g o s representa a la juventud, a la inteligencia, a las «multi-
tudes», al civismo y a la «ciudadanía» de aquel momento. El punto 
clave de la política era el establecimiento de las «garantías constitu-
cionales». La búsqueda de la unidad y de la paz tenían, así, un re-
quisito: lograr ambos deredios dentro del «estado de Derecho», con 
arreglo a una constitución. Gómez no quebrantó el «hilo constitucio-
nal». Sólo lo adaptó a las circunstancias. 
Frente a la necesidad política de unificar y pacificar al país, consti-
tucionalmente, surgen las realidades del poder, concretadas en la 
guerra, las revoluciones y alzamientos, el recrudecimiento del cau-
dillismo y la dictadura. 
') Recogido en el volumen de don Rómulo, Una posición en la vida, México, 
1954; véase mi ensayo Cuartillas sobre la Dignidad, en el libro Cuaderno con 
Notas Morales, Madrid, 1958, pigs. 97 ss. 
352 Guillermo Morón 
Sobre el apoyo popular a los caudillos y a los caudillos convertidos 
en dictadores, comienzan a realizarse investigaciones y a emitirse opi-
niones que alteran el cuadro de las negaciones. G a l l e g o s vivió en 
Venezuela hasta 1931 dedicado a su trabajo intelectual. Sólo a partir 
de entonces se pone frente a la dictadura. Pero me refiero, mas bien, 
a aseveraciones como ésta de Francisco H e r r e r a L u q u e : «Juan 
Vicente Gómez fue un monstruo primitivo merecedor de todos los 
epítetos; pero, ¿coincidía esta opinión de clase o de un determinado 
estrato cultural con la de la inmensa mayoría del pueblo venezolano, 
incluyendo sectores amplios de su alta burguesía? Mis investigaciones 
sobre el particular me autorizan a negarlo rotundamente. El pueblo 
venezolano no compartía este sentimiento de reprobación y si proba-
blemente no expresaba, por su naturaleza cautelosa, su conformidad 
con el sistema, en el fondo estaba satisfecho de la gran contribución 
que el dictador le había concedido al país: como era la supresión de la 
guerra que desde hacía cien años asolaba a Venezuela»2. 
Esta apreciación sobre la popularidad del dictador venezolano está, 
en la misma línea de una observación del gran novelista Gabriel G a r -
c í a M á r q u e z sobre el dictador español Francisco Franco, «Cau-
dillo de España por la Gracia de Dios», que seguramente producirá, 
si no escándalo, al menos sorpresa en los medios políticos a los cuales 
pertenece tan señalado testigo; G a r c í a M á r q u e z vivió varios 
años en la España franquista, concretamente en Barcelona, desde 
donde se propagó su excelente producción literaria, una de las más 
elevados de Hispano-América. Esta es la insólita, pero sin duda ho-
nesta declaración del novelista: «Franco es un hombre que sólo tiene 
ambición de poder. No ha robado un centavo pues no es el dinero lo 
que le interesa. Vive como en un monasterio y, quizá por eso, e s t á n 
p o p u l a r e n s u p a í s . El conoce a su gente: el discurso que hizo 
después de las últimas ejecuciones era rudimentario pero eficaz y tuvo 
el efecto deseado. Franco es un poco el personaje de mi Otoño del 
Patriarca. En él me he inspirado para muchas cosas, sobre todo en la 
fase final cuando se crea la gran expectativa: se muere o no se muere»8. 
También Gómez conocía a su gente. Por cierto que esta declaración 
despeja una inquietud entre los lectores del fabulador colombiano. Su 
2) Juan Vicente Gómez visto por un psiquiatra, Revista Resumen, Caracas, 5 de 
octubre de 1975, N° 100, pág. 53. 
') 7o Día, Suplemento de El Nacional, Caracas, Domingo 2 de noviembre de 
1975, pág. 11, 24 horas con Gabriel García Mírquez. 
Historia política contemporánea de Venezuela 353 
«personaje» en la novela mencionada, no es Gómez, como creíamos 
algunos. Pero sí un caudillo de la estirpe. El caudillismo venelozano 
es el mismo hispanoamericano, el mismo español. Franco y Gómez son 
parientes políticos. 
El problema político de mayor relieve heredado por nuestra historia 
contemporánea es el de la democracia; es decir, la búsqueda de una 
fórmula democrática para el Estado venezolano orientó toda la his-
toria política del siglo X I X . El caudillismo es una expresión de esa 
búsqueda,el polo negativo de la misma. La dictadura de los caudillos 
es la contrapartida. Curiosamente los venezolanos no supimos entrar 
en la historia moderna a través de las instituciones que ya se habían 
inventado y que, desde luego, habíamos insertado en la Constitución. 
No se ha hecho un estudio de esta característica histórica, que según 
me parece es fundamental para entender todo el asunto. El concepto 
de República, de comunidad política, diseñado por la Constitución de 
1830, se mantiene todavía en 1936. Bastará con citar el artículo que 
define al organismo político. 
En la Constitución de 1830 es el artículo 6o : «El Gobierno de Vene-
zuela es y será siempre republicano, popular, representativo, respon-
sable y alternativo.» 
En la Constitución de 1936 es el artículo 13: «El Gobierno de los 
Estados Unidos de Venezuela y el de cada uno de los Estados de la 
Unión es y será siempre republicano, federal, democrático, electivo, 
representativo, responsable y alternativo.» 
El término p o p u l a r que se usa en 1830 se sustituye por el d e -
m o c r á t i c o d e 1936. Ambos tienen la misma significación. Ahora 
bien, frente a las palabras constitucionales están los hechos históricos. 
Ni los conductores del poder lograron gobernar de acuerdo con la 
Constitución, ni el pueblo participó, como no fuera en los azares. 
El escritor Antonio A r r á i z escribió un largo ensayo sobre el 
tiempo venezolano que hemos llamado Historia Moderna. Al referirse 
al ejercicio del poder expresa este terrible juicio: «Ni el virtuoso Var-
gas, ni el caballeroso Tovar, ni el apacible Gual pudieron gobernar en 
Venezuela. El austero Soublette tuvo que apelar a la severidad, el 
inteligente Rojas Paúl a la intriga y a la hipocresía. El apático Falcón 
permitió que el latrocinio prosperase en su torno. La actuación de 
otros gobernantes fue más censurable. — Se llega a la conclusión de que 
para conquistar y conservar el poder en Venezuela era preciso saber 
mentir, engañar, prometer y jurar en falso; era indispensable permitir 
354 Guillermo Morón 
el robo y conveniente ser ladrón. El egoísmo, la jactancia no eran de-
fectos, sino cualidades: había que exigir la adulación y el servilismo, 
despreciar y humillar la dignidad humana. La más grave falta era la 
bondad. Un mandatario venezolano no podía vacilar cuando se trataba 
de ordenar persecuciones, allanamientos, secuestros, confiscaciones, 
prisiones, destierros y torturas personales; a veces la muerte. — Estos 
son los rasgos que, en una sociedad normal, suelen llevar al presidio 
o al manicomio. El hedió de que en Venezuela encumbrasen al go-
bierno no significa que la sociedad venezolana fuese anormal: ninguna 
sociedad lo es; sino que de l830a l935 casi nunca gozó de normalidad. 
Cuando no gemía bajo duros despotismos se hallaba desgarrada por 
furiosas convulsiones internas»4. Esa semblanza refleja la cuestión 
principal de la historia política, tal como llega a las puertas de la con-
temporaneidad. El mismo A r r á i z , quien se marchó del país a 
raíz del golpe del 18 de octubre de 1945, enumera en ese artículo las 
39 revoluciones que se sucedieron en Venezuela entre el Io de enero 
de 1830 y el 31 de diciembre de 1903. En un país así conmocionado 
no podían gobernar sino caudillos militares, dictadores, cuya fisono-
mía ya señalan los tres principales: Páez, Guzmán, Gómez. 
La historia política contemporánea se caracteriza por la ludia entre 
la democracia y la dictadura; así como hasta 1936 la dictadura había 
tenido una mayor vigencia, el nuevo tiempo ha logrado un triunfo de 
la democracia. Bastaría con observar el proceso político administra-
tivo para que esa conclusión se haga patente. 
Entre 1936 y el período constitucional 1974—79 el país ha tenido 
cinco Constituciones, cada una de las cuales refleja un contenido po-
lítico circunstancial: la de 1936 conlleva la transición de López Con-
treras y su acomodo a la democracia; la de 1945 acoge los progresos 
sobre libertad y participación de los venezolanos en la política, ca-
racterística del Gobierno de Medina Angarita; la de 1947 refleja la 
profundización de la democracia representativa, precipitada por el 
golpe del 18 de octubre, ya bajo el signo político de un partido, Acción 
Democrática; la de 1953, sancionada por una Constituyente que obe-
dece a la dictadura perezjimenista, traza un signo de la lucha y la 
victoria dictatorial; la de 1961, vigente, diseña la actual democracia 
representativa, activa desde 1958, la democracia política de más larga 
duración en Venezuela y la única de su especie en la América Latina 
*) Antonio A r r i i z , Revueltas y Motines, en: El Nacional, 16. 5. 1960. 
Historia política contemporánea de Venezuela 355 
con excepción también de Costa Rica, en cuya fuente se han inspirado 
mucho los dirigente de Acción Democrática, «Felizmente reinante» 
como había que decir en tiempos de la monarquía, cada vez que se 
mencionaba al Soberano en funciones de Gobierno. 
Aunque el proceso político contemporáneo reviste características 
propias, heredó, sin embargo, algunas de las señales del siglo pasado. 
Desde el punto de vista constitucional, aunque se ha estabilizado el 
proceso, cada acción de gobierno ha tenido la tendencia a darse su 
Constitución; así del 18 de octubre y su acta constitutiva nace una 
Constitución; el golpe militar del 24 de noviembre de 1948 se con-
tinúa con él del 2 de diciembre de 1952, con cuyo acto se establece el 
régimen personalista y una reforma constitucional; un nuevo golpe, 
él del 23 de enero de 1958, con acta constitutiva, da pie a la Consti-
tución vigente. 
El caudillismo político se modifica, pero no desaparece. Los mili-
tares — López Contreras, Medina Angarita, Pérez Jiménez — son con-
tinuadores del caudillismo decimonónico, con variantes de personali-
dad no sólo política, sino moral. El 16 de agosto de 1943 el diario El 
Nacional publica como noticia más destacada en su primera página 
ésta: «80.000 personas recibieron a Medina en Maiquetía, Catia y el 
Hipódromo Nacional». El procedimiento de participación popular, 
de una política, de masas, dio fisonomía al régimen medinista. 
El historiador Antonio A r e l l a n o M o r e n o , actual Embaja-
dor de Venezuela en Chile, enumera sus capítulos de historia contem-
poránea del modo siguiente: «Gobierno democrático del Gral. López 
Contreras: 1935—41»; «Gobierno democrático del Gral. Medina: 
1941—45»; «Junta Revolucionaria de Gobierno: 1945—48»; «Dicta-
dura Militar: 1948—58»; «Gobierno Democrático de la Junta de Go-
bierno»5. Es decir, califica el proceso claramente en la sucesión demo-
cracia-dictadura-democracia. 
En el capítulo que dedico a revisar, someramente, esta historia po-
lítica contemporánea ya expuse los criterios históricos que hoy van 
tomando cuerpo6. En efecto, la democracia moderna fue establecida 
por el régimen de Eleazar López Contreras y profundizada por su 
sucesor Isaías Medina Angarita. Sólo que no impusieron la democracia 
total, esto es, votación universal, secreta, a nivel de analfabetas, me-
' ) Breve Historia de Venezuela, Caracas, 1974, pigs. 453ss. 
' ) Historia de Venezuela, Caracas, 1971, Vol. V, pigs. 331 ss. 
356 Guillermo Morón 
ñores de edad (18 años) y voto femenino para elegir al Presidente de 
la República y a los cuerpos deliberantes. Esta secuencia se impone 
con el golpe del 18 de octubre, rápidamente interrumpida por la dicta-
dura. Sólo a partir de 1958 la vigencia de una democracia semejante 
se ha hecho normal. 
Una ubicación cronológica de la administración política, de acuerdo 
con la realidad objetiva, sería ésta: 1936—45 establecimiento de la 
democracia; 18 de octubre de 1945, golpe de Estado; 19 octubre de 
1945 al 14 de febrero de 1948 dictadura de la Junta Revolucionaria 
de Gobierno; 14 de febrero al 24 de noviembre de 1948, Gobierno de-
mocrático de Rómulo Gallegos; 24 de noviembre de 1948 al 2 de 
diciembre de 1952, dictadura de la Junta Militar de Gobierno; 2 de 
diciembre de 1952 al 23de enero de 1958, dictadura personal de Mar-
cos Pérez Jiménez; 1958 al presente (período 1974—79) consolidación 
de la democracia representativa. Es en esta sucesión cronológica donde 
se observa la característica contemporánea de democracia contra dic-
tadura, y el evidente predominio de la democracia, en sus dos etapas: 
la primera, fundada por Eleazar López Contreras y continuada por 
Medina; y la segunda, propiamente representativa, inaugurada por 
Rómulo Gallegos, pero sólo establecida de hedió a partir del gobierno 
de don Rómulo Betancourt (1959—64). La dictadura tiene una doble 
faz. En primer lugar una dictadura de transición, realizada por la 
Junta que se constituye después del golpe del 18 de octubre. Es dicta-
dura porque se gobernó mediante decretos, de acuerdo con la fuerza 
de los hechos. Prefiero citar de nuevo a Antonio A r e l l a n o M o -
r e n o : «El golpe militar del 18 de octubre incorporó de inmediato 
al pueblo al proceso político, abrió las puertas a otros cuartelazos 
como el que derrocó a Gallegos, creó tremendos desajustes en la vida 
nacional, agitó el clima político-social reinante, interrumpió la evolu-
ción pacífica que había descartado ya la persecución política, trató 
de aplicar las sanciones que debieron aplicarse a la muerte de Gómez, 
liquidó la hegemonía andina establecida por Castro en el 99 y conti-
nuada por Gómez, López Contreras y Medina Angarita, acudiendo 
naturalmente a la fuerza física como se había hedió para acabar con 
Páez un 24 de enero, con el nepotismo de los Monagas un 5 de marzo 
o con la dinastía liberal un 23 de mayo. La violencia para el relevo 
de gobierno, utilizada por primera vez por liberales y conservadores 
en 1857 contra Monagas y recomendable en casos en que no sea po-
sible aplicar sistemas democráticos, venía a ser nuevamente la fór-
Historia política contemporánea de Venezuela 357 
muía para el cambio de gobierno no obstante que todo parecía indicar 
que éste se podía hacer mediante sufragio popular»7. Todo comentario 
sobra. Luego, después de esa dictadura de partido, bajo la poderosa 
influencia personal de Rómulo Betancourt, la segunda y negativa fase 
dictatorial militarista de Marcos Pérez Jiménez, precedida por la dic-
tadura colectiva, también de transición, de la Junta Militar que en-
cabezó Carlos Delgado Chalbaud, primero, y Germán Suárez Fla-
merich, después. Delgado Chalbaud con gran personalidad y fuerza. 
Suárez Flamerich como hombre de paja del militarismo. 
Así, pues, el establecimiento de la democracia representativa y la 
ludia entre democracia y dictadura forman la primera característica 
de nuestra historia política contemporánea. Un problema heredado se 
resuelve de manera positiva, al menos hasta ahora. No ha terminado 
la historia. 
La palabra democracia implica necesariamente la acción popular 
organizada, la presencia de partidos políticos. Tanto López Contreras 
como Medina lo entienden y por eso no sólo buscan el apoyo de las 
masas, sino que organizan ese apoyo a través de las Bolivarianas lope-
cistas y del P. P.G. y P.D. V. medinistas (Partidarios de la Política 
del Gobierno y Partido Democrático Venezolano, fundados ambos por 
Arturo Uslar Pietri a nombre de Medina Angarita). La presencia del 
pueblo, la política de participación de masas, no comienza con el 18 
de octubre, sino también con los regímenes inmediatamente anteriores 
y principalmente con Medina, que salió a la plaza pública y a la calle 
para afianzar sus medidas de reforma social y económica. Como dice 
Ramón J. V e l á z q u e z : «La candente política, no ya la engolada 
de Palacio, ha entrado de algún modo en primera»8. En el Hipódromo, 
en el Nuevo Circo y en el Stádium, así como al aire libre de Los Cao-
bos, se llevan a cabo esos encuentros populares. En 1942 el Magistra-
do, convertido en líder civil y político, realiza giras por el interior 
(Trujillo, Mérida y Zulia). 
Los partidos políticos habían existido ya en el país, habían tenido 
larga actuación. Fueron los partidos tradicionales (el Liberal y el 
Conservador) que tejieron la historia política hasta que la dictadura 
los liquidó. Cuando la democracia se implanta a plenitud desde el 
Gobierno, el instinto de lucha y la vocación por el poder se canalizan 
7) Obra citada, pág. 469. 
®) Recuento de la política nacional, en: El Nacional, Caracas, 3 de agüito de 
1968. 
358 Guillermo Morón 
nuevamente en los partidos. La historia específica de las organizacio-
nes ya se escribe9. Pero lo que interesa destacar aquí son estos dos pun-
tos: 1) la influencia de los partidos en la historia política contempo-
ránea es decisiva; 2) el pluripartidismo tiene una clara tendencia al 
bipartidismo. 
£1 florecimiento de los partidos ocurre desde el mismo año de 1936; 
en un año surgen 27 en todo el país; entre 1938 y 1945 salen 24 más; 
de 1945 a 1952 se agregan 23, que en la etapa 1958 a 1973 se multi-
plican hasta la atomización, de modo que el historiador M a g a 11 a -
n e s le pasa revista a 159, incluidos los grupos electorales y de pre-
sión. Pero los partidos políticos con influencia decisiva en la historia 
contemporánea han sido, cronológicamente, el Partido Comunista, 
fundado por Gustavo Machado en México en 1926; bajo el nombre 
de Unión Municipal se constituyó en Caracas el 8 y se legalizó el 27 de 
agosto de 1941; Acción Democrática, establecido el 29 de julio de 
1941, pero con antecedentes en la Agrupación Revolucionaria de Iz-
quierda (ARDI), de 1931; Unión Republicana Democrática, consti-
tuida el 10 de diciembre de 1945 para combatir al primer gobierno 
adeco; y el Comité de Organización Política Electoral Independiente, 
COPEI, del 13 de enero de 194610. 
Una democracia espontánea dio paso a una democracia de partidos. 
Rómulo Gallegos en 1947, Rómulo Betancourt en 1958, Raúl Leoni en 
1963, Rafael Caldera en 1968 y Carlos Andrés Pérez en 1973 son los 
Presidentes electos por votación directa, bajo la fronda de partidos 
políticos. Esa sola enumeración sirve para demostrar que Acción De-
mocrática es el dominante durante toda la historia contemporánea, 
después de los golpes de estado del 18 de octubre de 1945 y del 23 de 
enero de 1958. 
3. U b i c a c i ó n h i s t ó r i c a d e R ó m u l o B e t a n c o u r t 
Las fuerzas políticas que se mueven en la conformación de esta 
historia contemporánea, a través de los Partidos, conllevan, por su-
puesto, la carga de las ideologías que han sido creadas fuera de las 
•) Véase el libro de Manuel Vicente M a g a l l a n e s , Los partidos políticos en 
la evolución histórica venezolana, Caracas, 1973. 
,0) Ver M a g a l l a n e s , citado, págs. 355ss.; ad¿mas Libro Rojo del General 
López Contreras, 1936, 3a. edición, Caracas 1975; Rubén C a r p i ó C a s t i l l o , 
Acción Democrática, 1941-1971, Bosquejo Histórico de un Partido, Caracas, 1971. 
Historia política contemporánea de Venezuela 359 
fronteras venezolanas y latinoamericanas; esas ideologías se mezclan 
con las fuerzas tradicionales, soterradas en nuestro propio cauce histó-
rico. Parece evidente que el marxismo, y concretamente un Partido 
Comunista activo en el ámbito del Caribe, sirve de fondo, algo así 
como la «madre» en las taparas de suero, para la creación de la mayo-
ría de los Partidos y principalmente en la gestación de Acción Demo-
crática. Organizativamente tanto este partido histórico como Copei, 
que nació de una ideología y de una actividad reaccionaria, copian al 
Partido Comunista. Los comunistas introducen no sólo un viento po-
lítico diferente — la Revolución Soviética estaba fresca en 1928, 
cuando los estudiantes se le alzan a Gómez —, sino también una me-
todología en la lucha totalmente diversa a la tradicional,. 
Así, los ingredientes políticos que fermentan en 1928, van tomando 
cuerpo hasta 1936; en el centro está el marxismo, débilmente intro-
ducido por los pocos tragaluces del régimen gomecista. A partir de 
1936 los políticos jóvenes, formados en la inquietud universitaria y en 
la lucha clandestina,se mueven ya en organizaciones conjuntas, en 
conglomerados políticos, hasta cuando las tendencias personales, las 
tácticas de grupo, el cernido de las ideologías, separan a cada organi-
zación: Partido Comunista, Acción Democrática, Unión Republicana 
Democrática y Copei; sólo este último tiene una clara formación en 
aguas filosóficas muy alejadas del marxismo. Cuando el 13 de marzo 
de 1937 el Presidente López Contreras, con el refrendado de su Mi-
nistro de Relaciones Interiores Alfonso Mejía, decreta la expulsión de 
47 ciudadanos «por el término de un año, por estar afiliados a la 
doctrina comunista y considerarlos perjudiciales para el orden públi-
co», figuran en la lista Rómulo Betancourt, Gustavo Machado y Jóvito 
Villalba, pero no el badiiller Rafael Caldera, cuyo nombre ya había 
aparecido en la prensa como dirigente estudiantil en la organización 
Unión Nacional Estudiantil, creada para hacer frente a la Federación 
de Estudiantes de Venezuela, que actuaba en la práctica como un par-
tido político. El resto de expulsados serán políticos activos e impor-
tantes en las tres toldas que allí andan revueltas: comunistas, adecos y 
urredistas. 
Seguramente lo que va a separar de la masa común a los grupos no 
será sólo la ideología, sino la ambición de poder, la vocación política, 
esto es, esa extraña fuerza interior que convierte a un hombre en di-
rigente, en caudillo. El primero en destacarse en Jóvito Villalba, quien 
desde su posición en la Federación Venezolana de Estudiantes (FEV) 
360 Guillermo Morón 
llameaba con su oratoria emocionante. Su presencia en la historia po-
lítica contemporánea está estrechamente ligada al fervor de la palabra, 
que ha sido su gran instrumento. URD es un Partido que nació de AD, 
casi su primera purga o división. Gustavo Machado es un doctrinario 
y militante comunista sin repliegues; su presencia como dirigente no 
ha tenido la fuerza caudillista de los grandes Jefes políticos; el comu-
nismo perdió conBetancourt y con Villalba a los hombres de arrastre11. 
El político que va a heredar el proceso caudillista venezolano es 
Rómulo Betancourt. Su nombre y su acción están estrechamente vin-
culados a toda esta historia política contemporánea; seguramente 
desde 1936 Rómulo Betancourt ha sido mencionado todos los días en 
Venezuela, ya sea en la prensa, en la radio, en la televisión o en las 
conversaciones comunes de los venezolanos. El más ligero análisis 
histórico podrá llevar su nombre al cuarto lugar en la sucesión cau-
dillista desde 1830, en el sentido de caudillismo político con impronta 
histórica de poder. Creo que José Antonio Páez, Antonio Guzmán 
Blanco, Juan Vicente Gómez y Rómulo Betancourt son los cuatro cau-
dillos venezolanos de mayor relieve. Los tres primeros llenan la histo-
ria moderna, desde 1830 a 1936; el último cubre la historia contem-
poránea hasta nuestros días. 
Las dotes de organizador se unen a esas virtudes de los grandes diri-
gentes: comprensión del medio humano donde ejercen su acción, asimi-
lación de las realidades, constancia en la actividad política. Betancourt 
comprendió a tiempo que la hora del socialismo marxista, esto es, del 
Partido Comunista, estaba muy lejos de 1936, de 1941 y 1945 ; se apar-
tó rápidamente de esa ideología y se puso a construir una más criolla, 
más dentro del sanccxlio venezolano. Ese fue su primer acierto. En se-
gundo lugar, forjó un instrumento político — el Partido — que fuera a 
un tiempo imagen y semejanza del pueblo venezolano y proyección pro-
pia, personal. Una organización piramidal — de acuerdo al aprendi-
zaje comunista —, pero con participación tumultuaria a nivel de plaza 
popular, con el boticario, el juez, el pulpero y el cura; no entraba el 
jefe civil porque ése era el enemigo; pero sí el maestro de escuela. La 
vocación de poder, una prédica constante — la democracia —, una or-
u ) La figura de Gustavo Machado, como la presencia misma del Partido Comu-
nista, ha jugado un importante papel en esta historia política; ha sido unas veces 
acicate para la ludia y otras una fuerza de contención para las acciones del poder. 
Sobre este conductor político véase Gustavo Madiado de Oligarca a Comunista, 
Caracas, 1975, tomos 1 y 2. 
Historia política contemporánea de Venezuela 361 
ganización a nivel nacional y una oportunidad, el 18 de octubre de 
1945, convirtieron a Rómulo Betancourt en la figura histórica por 
excelencia, después de Gómez, y por encima de un hombre tan hábil 
como López Contreras, tan eximio como Medina Angarita y tan bri-
llante orador como Jóvito Villalba. 
Es natural que todavía no se haya estudiado la influencia de Rómulo 
Betancourt en la historia contemporánea de Venezuela. Ya sabemos 
que nuestra cultura es reacia a este tipo de historia; ayer porque resul-
taba peligroso, se corría el riesgo de dejar de ser venezolano, como le 
ocurrió a Rafael María Baralt; hoy porque el defecto de los hombres 
de poder, por muy democráticos que sean, es la hipersensibilidad, eso 
que vulgarmente se conoce con los nombres de vanidad y soberbia. Sin 
embargo, ya se hacen intentos, como el de mi propia Historia de Ve-
nezuela12 y este frente a ustedes. Quiero decir historia en el buen senti-
do de la palabra: ubicación y juicio. Porque propaganda política, sí es 
natural que se haya hecho. Precisamente una demostración del relieve 
histórico de este último gran caudillo — podrán venir otros ahora en 
gestación — es la inmensa polémica en torno a su nombre y a su acción 
pública, que está viva y se mantendrá viva. También está viva la 
polémica en torno a Páez, a Guzmán Blanco y a Gómez, sus antece-
sores. 
No hacemos aquí ni la biografía ni la historia política de Betan-
court. Sólo intentamos ubicarlo. 
Un inteligente periodista, Eloy P o r r a s , escribió una nota con 
motivo de cumplir Betancourt sus 67 años de vida18. Al final de la 
misma hace este resumen: «El inquieto líder estudiantil de 1928, el 
revolucionario jacobino de 1945, el Estadista valiente de 1961, el cau-
dillo de 1964, ha devenido en suerte de Patriarca político a los ojos de 
mudios venezolanos y también de observadores foráneos». Esta síntesis 
recoge, en efecto, las etapas políticas betancourianas: la primera entre 
1928 y 1936, activo en la Universidad, alzado, en la cárcel y en el 
exilio; es el tiempo de la gestación, su formación ideológica; la segunda 
entre 1936 y 1945, de organización, conocimiento personal y directo 
del país, exilado, pero luego de goce pleno de su libertad de acción, 
bajo el régimen de Medina Angarita; en este tiempo adquiere la des-
treza, el equipo y la fuerza personal de dirigente máximo de una or-
>*) Vol. V, Libro Tercero, Capítulo Quinto, pigs. 331-351. 
" ) El Nacional, Caracas, sábado 22 de febrero de 1975. 
362 Guillermo Morón 
ganización; la tercera etapa está marcada por el asalto al poder en 
1945 y el establecimiento del régimen de una abrupta democracia que 
es derrumbada por los mismos compañeros de asalto; la cuarta etapa 
es el exilio activo, presente siempre en la organización y en el comando; 
¿estuvo alguna vez en Venezuela durante el régimen dictatorial? y la 
quinta etapa compuesta por el ejercicio del poder, directa o indirecta-
mente, rudamente como en su difícil período, o blandamente, como 
cuando deja al Doctor Raúl Leoni que cumpla su destino, vigilante el 
caudillo en su asiento europeo, como Guzmán Blanco. 
Palabras con sentido histórico, ajenas al servicio político, son estas 
de Ramón J. V e l á z q u e z cuando traza un Panorama histórico del 
18 de octubre y escribe sobre La hora de Rómulo Betancourt: «La 
política tiene su propia lógica y sus medidas particulares. Y para el 
caudillo, la medida de su triunfo estriba como en el hombre que dis-
para, en el pulso y en la mirada para dar en el blanco. Y es ésta la 
razón para que Rómulo Betancourt se convirtiera en la figura central 
en el desenlace de una crisis cuyos ingredientes venían como los a-
fluentes de un gran río desde diferentes zonas»14. Aesto suelellamársele 
destino. Betancourt, caudillo político, es un hombre de destino. Pero 
un destino solicitado desde la juventud, alimentado con pasión desde 
el primer momento, sostenido con admirable constancia. Es un destino 
perfectamente explicable. 
El calificativo de caudillo no lo extraigo caprichosamente de la 
cantera histórica venezolana. Tampoco es una referencia para asemejar 
a este conductor político de transición entre la dictadura y la democra-
cia, entre el militarismo y el civilismo, con los caudillos anteriores, ya 
identificados por la historia y por la historiografía. No se trata de un hé-
roe guerrero, que adquiere su fama en las batallas por la independencia 
y su poder en la formación del primer Estado venezolano propiamente 
tal, ni del hombre que aprovecha la aureola popular de un revolucionario 
y la debilidad de un Estado tambaleante, ni de un dictador que cicatri-
za heridas a punta de hierro candente. Es un organizador y un hombre 
audaz, que no vacila en utilizar el golpe de Estado para implantar 
sus reformas, aunque el uso de la fuerza sea una de sus críticas perma-
nentes al pasado y al presente. Es un político y solamente eso, político, 
cuyo afán es el poder como instrumento de remodelación de la socie-
dad, pero también de su proyección histórica. En este sentido pudiera 
u ) El Nacional, sábado 18 de octubre de 1975. 
Historia política contemporánea de Venezuela 363 
tener semejanza con Páez, tan preocupado por su ubicación en el fu-
turo que escribió sus memorias. A Páez le interesaba la historia. A Be-
tancourt le acongoja la historia; por eso trata de explicar sus pasos y 
especialmente el más complejo, el más discutible, el asalto al poder 
en 1945. A diferencia de los caudillos anteriores, Rómulo Betancourt 
tiene pasión por el poder, pero ninguna ambición de dinero. Ni sus 
más duros adversarios han podido hacer la más leve referencia a su 
vida privada. No ha confundido, como dirá un comentador de Platón, 
«la aristocracia del servicio» con la «cacocracia de la ambición»18. 
Con motivo de celebrar los 30 años de la llamada Revolución de 
octubre se realizó un curioso acto simbólico. Betancourt se reunió con 
sus ex-decanes de 1945 en la casa de uno de ellos, el coronel (r) Oscar 
Zamora Conde. La celebración consistió en la entrega al Caudillo de 
un fusil FN-30 «que se utilizó» el 18 de octubre; dice la noticia perio-
dística que «el único invitado civil fue el doctor Edmundo Fernández, 
enlace entre militares y AD» durante el proceso de la conspiración16. 
Este rasgo es muy demostrativo de esa dualidad caudillista de Betan-
court; un político civil, luchador y forjador de la actual democracia 
representativa, con ánimo de peleador militar, de gobernante que usó 
los fusiles para derrocar al régimen que estorbaba su paso al poder. 
Medina le iba tumbando todas las banderas a Acción Democrática; 
sólo le faltaba una, la reforma constitucional para instaurar el voto 
directo, universal y secreto en la elección de Congreso y de Presidente 
de la República. El fusil FN-30 trajo ese progreso democrático, pero 
abrió la puerta a la dictadura militar, al imperio de los fusiles. 
Seguramente la cualidad de caudillo — que había estado ligada antes 
al militarismo y a la dictadura — se observa en Betancourt tanto en su 
arrastre popular, como en su carácter de hombre enérgico. Un compa-
ñero de infancia, sin relieve político, simple vecino de Guatire, el 
pueblo natal, recuerda al niño Betancourt como «un muchacho de 
fuerte temperamento, de carácter recio, cumplido y un poquito domi-
nador»17. Un tratadista del derecho constitucional y hombre de sólida 
cultura política, el doctor Ambrosio O r o p e z a , lo llama «el Ge-
neral Betancourt», en una irresistible posición definidora del caudillo 
, s) Alexandre K o y r e , Introducción a la lectura de Platón, Madrid, 1966, 
píg. 176. 
" ) El Universal, 18 de octubre de 1975 . 
" ) Entrevista al señor Luis Felipe Muñoz, hedía por el periodista Rafael Villoría, 
en: De Frente, N° 17, Caracas, 15 de junio de 1975, pig. 42. 
364 Guillermo Morón 
civil. O r o p e z a , amigo de Betancourt y su consejero y seguidor 
en ocasiones, expresa: «Esta inclinación a la imperiosa jefatura que 
acompaña a Betancourt desde los años mozos, va a crecer a medida 
que la vida le descubre nuevas experiencias que a su vez exigen estrate-
gias diferentes». Y también comenta sin disimulada admiración: « . . . el 
estudiante Betancourt cambia la boina de los idealistas por el bastón 
de los hombres que han nacido para mandar . . .»18. Esos dos juicios 
están confirmados por la manera de ser de este Caudillo, ya prover-
bial en la diaria presencia pública, bien en el gobierno, bien en la opo-
sición, o simplemente en su vida activa de «político de 24 horas dia-
rias». Muchas pipas parece que ha roto para demostrar, con hedios 
menores, su liderazgo, de carácter de hombre de mando, de jefe que no 
se deja discutir la jefatura. 
Otra cosa será el enjuiciamiento profundo de su huella en la vida 
pública. Se ha publicado toda una hojarasca con reportajes, artículos, 
notas, gacetillas, caricaturas de la más variada especie. Con esa hoja-
rasca se podrían publicar muchos volúmenes en los cuales no se encon-
traría nada distinto a lo que sería un lugar común: Rómulo Betancourt 
ha dado mucho que hablar. 
La mayor parte de esa presencia en los medios de comunicación, 
corresponde a palabras de sus seguidores, esto es, a su cauda partidista, 
diferente a su proyección popular, más honda y viva. La menor parte, 
pero también abundante, a la diatriba, a la oposición a su gesto, a su 
articulación, a sui voz y a su imagen, y desde luego a su poder político, 
a sus ideas y programas de acción. Hacer una selección de juicios re-
sulta, de momento, apresurado. He leído gran parte de lo publicado 
sobre este personaje de la historia contemporánea; del archivo de un 
historiador19 escojo éstos que pueden servir para medir el enjuicia-
miento político, todavía no el histórico. 
Ramón E s c o v a r S a l o m , político y profesor universitario, 
antiguo militante de Acción Democrática por herencia de su padre, 
actual Ministro de Relaciones Exteriores, ha tenido una posición crí-
tica, escribe: «Ha sido siempre difícil tener en Venezuela un juicio 
objetivo sobre la personalidad de Rómulo Betancourt. Sus negadores 
profesionales abundan. Los hay tan simples de mente y de argumenta-
18) En Un hombre llamado Rómulo Betancourt, Apreciaciones críticas sobre su 
vida y su obra, Caracas, 1975, págs. 275ss. 
w ) El historiador Santiago Gerardo S u á r e z tiene una carpeta bajo el nombre 
de Rómulo Betancourt con recortes de prensa, que utilizo. 
Historia política contemporánea de Venezuela 365 
ción, que lo consideran un espíritu embrujado por maldades increíbles 
y diabólico distribuidor de venenos políticos.» Luego: «Y sería mez-
quino negar a Betancourt el reconocimiento que su h a b i l i d a d 
p e r s o n a l y su v a l o r como Presidente merecen en estos mo-
mentos. Como sería igualmente producto del resentimiento y de al-
deanos complejos negar el perfil individual y la acumulación de méri-
tos sobresalientes a su personalidad de políticos»20. 
Carlos C a n a c h e M a t a , activo dirigente de Acción Democrá-
tica, ha publicado numerosos artículos sobre su Jefe e ídolo político; 
acostumbra escribir uno con motivo del cumpleaños de don Rómulo. 
Este es el primer párrafo del publicado en El Nacional el 25 de febrero 
de 1965: «La biografía política más apasionante del siglo XX vene-
zolano, será la que se escriba sobre Rómulo Betancourt. Los 57 años 
de edad que cumplió el 22 de este mes son un trozo fecundo de vida 
combativa y combatida. Montado sobre el pedestal de una obra sólida 
y prestigiante, el formidable líder se proyecta en vigencia creadora 
hacia el porvenir.» 
El escritor Angel M a n c e r a G a l l e t i se refiere a las vincula-
ciones ideológicas de la juventud del político: «Porque Rómulo Betan-
court fue un comunistade base, con amplias vinculaciones en todo el 
hemisferio y con rango de dirigente calificado, que tenía a su cargo 
la divulgación de su dialéctica así como el adoctrinamiento en Vene-
zuela y países bolivarianos»21. 
Luis H e r r e r a C a m p i n s , la más prestigiosa figura política 
del Partido Social-Cristiano Copei después de su máximo conductor 
Rafael Caldera, escribió en El Universal del 10 de marzo de 1964 
un artículo bajo el título de Rómulo Betancourt, simplemente, cuyo 
párrafo final es éste: «Se cierra, pues, con la transmisión del mando 
presidencial la activa vida política de quien ha centro polémico por 
más de treinta años. Los más de sus enemigos políticos se han quedado 
frustrados en su empeño de venganza. Un nuevo papel le tocará de 
ahora en adelante al Presidente Rómulo Betancourt, de nuevo con-
vertido en Rómulo Betancourt, simplemente. Un gran venezolano 
hasta en sus numerosos yerros.» 
" ) Ramón E s c o v j r S a l o m , Frente a Betancourt y frente a Leoni, en: El 
Nacional, 1964. 
i l ) En El Universal, 17 de febrero de 1964, bajo el título de ¿Rómulo Betan-
court, el Autócrata venezolano de Nuestra Epoca? 
366 Guillermo Morón 
El fiero periodista Marco Aurelio R o d r í g u e z , hombre probo 
y culto según entiendo, escribió asimismo en el momento de finalizar 
el período constitucional 1959—64 el artículo El Mito de Betancourt, 
en La Esfera del 24 de abril de 1964: «Venezuela ha sido engañada 
con el mito de la capacidad de Rómulo Betancourt. Nada mas falso 
que esa leyenda de dotes sobrenaturales, que se cimienta sobre el hedió 
de que el dirigente guatireño ha sido capaz de cumplir su período de 
Gobierno. Si la circunstancia de ejercer el poder por un plazo dado 
fuese condición de superioridad, el General Juan Vicente Gómez sería 
el hombre mas grande de nuestra historia.» Y luego: «Ningún vene-
zolano de esta época ha poseído la habilidad de Betancourt para 
halagar a los militares y para neutralizarlos. Esa es su genuina demos-
tración de capacidad.» 
Y así podría continuar las citas de políticos no comprometidas con 
su caudillaje, de seguidores y de adversarios, de escritores, de simples 
periodistas, de gente muy diversa y variada estirpe intelectual, social y 
moral. Desde el modesto y sincero admirador hasta el trapecista que 
busca ser perdonado por el caudillo en los momentos en que éste ejerce 
su actual poderío político a la sombra de su casa que llev^el nombre 
del río de su pueblo, Pacairigua. Se han recogido aquellos artículos 
que configuran la imagen histórica de Betancourt desde un punto de 
vista que podríamos llamar positivo. En la revista Política, fundada y 
dirigida por Luis Beltrán P r i e t o F i g u e r o a , se publicó un con-
junto de esos escritos firmados por venezolanos y extranjeros coinci-
dentes en la apreciación afirmativa. En la presentación del número22 
dice seguramente el Director P r i e t o F i g u e r o a : «Rómulo Be-
tancourt acciona desde hace más de treinta años en el acontecer de 
su país y de la América. H a cumplido tareas que ejercen influencia 
determinante en el presente y que se proyectarán en el futuro pre-
visible. Su personalidad, como la de todo ser humano, es una con-
junción particular — y esto es el carácter — de cualidades humanas 
genéricas. Sería ilógico suponer que una actividad tan tajante y deci-
siva, pueda evocar pareceres unánimes. Pero si quienes la niegan o 
aminoran su importancia tienen derecho a la crítica, los que consideran 
que ha sido significativa y valiosa para Venezuela y América no deben 
ocultar su testimonio. Esta edición es justamente eso: un testimonio 
colectivo sobre Betancourt.» Y luego se reproducen los textos de 
" ) Volumen III, N° 32, marzo de 1964. 
Historia política contemporánea de Venezuela 367 
Eduardo S a n t o s , Mariano P i c ó n S a l a s , Luis B. P r i e t o F., 
Luis Alberto S á n c h e z , Aureliano S á n c h e z A r a u j o , Andrés 
T o w s e n d E z c u n a , Alberto B a e z a F l o r e s , Arthur M. 
S c h l e s s i n g e r Jr., Francés R. G r a n t , Robert I. A 1 e x a n -
d e r y Diógenes de la R o s a. 
Otros textos completan la lista anterior en un libro cuyas páginas 
han aumentado en ediciones sucesivas, con cambio de nombre, pero 
con igual propósito de dar relieve al conductor político. Se trata de 
la obra Un hombre llamado Rómulo Betancourt, editado en este año 
de 1975 por un incansable editor, José Augustín C a t a 1 á , más 
bibliófilo y hombre de inquietudes culturales, que empresario. 
Curiosamente en todos esos testimonios se habla sólo del hombre 
público, del animal político, del estadista, del conductor, de la perso-
nalidad abrumadora del hombre condenado a ejercer el poder. Allí 
no encontrará el estudioso la parte biográfica correspondiente al 
hombre, sólo al ser humano que también debe ser ese caudillo. 
Encuentro muy pocas páginas dedicadas a la intimidad, al origen 
de Rómulo Betancourt. Todavía en 1970 la periodista Juana de 
A v i l a , que publica un largo recuento histórico23, equivoca la fecha 
de su nacimiento. Dice: «Rómulo Betancourt es una de las figuras 
políticas más controversiales del país. Nació en Guariré el 13 de 
febrero de 1908. Terminados sus estudios de bachillerato, se inscribió 
en la Universidad Central para estudiar Derecho. Pero los sucesos 
estudiantiles del año 28, lo hicieron entrar en la lucha política contra 
la dictadura de Juan Vicente Gómez.» Y sigue ya con el diseño de 
la actividad pública. Ha sido en este año cuando se ha comenzado a 
buscar la fuente informativa. Nació, en efecto, en Guariré, el 22 de 
febrero de 1908, hijo del canario don Luis Betancourt, contabilista y 
comerciante, y de la ¿venezolana? doña Virginia Bello; del matrimonio 
nacieron además dos hijas, María Teresa y Helena. Se conservan aún 
las casas donde nació y donde vivió su primera infancia en Guariré. 
Así, pues, un hogar de la baja clase media, hijo de canario, tranquilo 
pasar bajo la cuidadosa vigilancia de los padres. Una declaración del 
B e t a n c o u r t de 1975, preocupado por su imagen histórica y en 
una posición de memorialista, resulta especialmente impresionante 
para quienes sólo conocíamos su figura de caudillo: « . . . mi infancia, 
" ) Medio Siglo de Gobierno en Venezuela, Revista Elite, Caracas, 18 de sep-
tiembre de 1970. 
368 Guillermo Morón 
que fue una infancia feliz. Una infancia en un pueblo que apenas 
tendría cuatro mil habitantes con dos padres maravillosos. Una madre 
— aquí está su retrato, que me acompaña siempre. Entonces hice una 
vida deportiva. Jugaba fútbol, béisbol; la satisfacción de tener buenas 
notas en mis estudios. En esa Venezuela, muñéndose en vida, pudrién-
dose en vida de Juan Vicente Gómez, y allí mi madre, especialmente, 
me despertó una gran voracidad de lector. He recordado, que ya antes 
de venirme a Caracas — que fue a los doce años —, había leído a «Los 
Dioses tienen Sed» de Anatole France. No es precocidad sino simple-
mente la influencia de mi madre. Por cierto que, en el artículo de 
Casals, destaco mucho el afecto profundo que él tenía con su madre 
y he pensado en la mía y digo que los huérfanos tienen mayor difi-
cultad para triunfar en la vida y no ser simplemente una persona que 
vive, envejece y, después, va a la tumba, sin dejar huella. El hombre 
que ha tenido madre y ésta le ha descubierto, con una intuición fe-
menina que se agudiza cuando es la mujer-madre, condiciones y cuali-
dades que él mismo desconocía. Yo, en mis memorias, relato mi vida 
de infancia y mi juventud. No va a ser exclusivamente la vida de un 
hombre público. Por supuesto, deliberadamente estoy escribiendo en 
un lenguaje sencillo y coloquial. Torciéndole el cuello a la pedantería 
y a la autosuficiencia»24. 
" ) Revista Bohemia, 25 al 31 de agosto de 1975, pág. 75.

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