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C M Y CM MY CY CMY K 19 COLECCIÓN TÁBANO DIÁLOGO Filosofar como Sócrates Edición de Gabriel Arnaiz Oscar Brenifier F ilo so fa r co m o Só cr at es Introducción a la práctica filosófica El filósofo griego Sócrates tenía una nefasta costumbre. Solía pasearse por las calles de Atenas y cuando se encontraba a un paisano, le asediada con sus insistentes preguntas: ¿Cómo sabes que tu acción es correcta?, ¿A qué llamas tú ser valiente?, ¿Qué es la justicia? ¿Cómo sabes lo que sabes?, etc. Se consideraba un «tábano» que picaba para despertar al caballo somnoliento que era Atenas. Y les molestó tanto que los atenienses decidieron condenarle a muerte en el año 399 a. C. Veinticinco siglos después, el francés Oscar Brenifier ha decidido continuar el trabajo del famoso sabio ateniense y ha desarrollado una potente práctica filosófica que utiliza en múltiples contextos y con diferentes tipos de públicos. Por primera vez se reúnen en un mismo volumen las distintas aplicaciones prácticas del método dialéctico que lleva a cabo este «tábano» contemporáneo –tanto en los cafés filosóficos como en los talleres de filosofía o en la consulta filosófica– y los fundamentos teóricos que legitiman la existencia de este tipo de prácticas filosóficas. Nada humano le es ajeno a este autor, que filosofa no sólo con adultos, sino también con jóvenes y con niños, utilizando preguntas, cuentos y todo tipo de historias, ya sean ficticias o biográficas. Quien esté interesado en saber cómo puede convertirse la filosofía en una práctica (y que deje de ser sólo mera teoría), cómo puede esclarecer aspectos de su vida cotidiana y recuperar el placer de reflexionar que quizás perdió en las clases de filosofía del bachillerato, encontrará aquí materiales más que suficientes para cubrir sus expec- tativas. ¿Quién dijo que Sócrates estaba muerto? Nada humano me es ajeno Terencio 9 7 8 8 4 9 6 9 7 6 2 6 9 C M Y CM MY CY CMY K DIÁLOGO 1. Lecturas para estrenarse en Filosofía VV.AA. 2. Lecturas para estrenarse en Ética VV.AA. 3. Lecturas para estrenarse en Psicología VV.AA. 4. Lecturas para estrenarse en Antropología VV.AA. 5. Ocho metáforas sobre la condición humana J. C. Castelló 6. Lecturas para estrenarse en Filosofía de la Ciencia. VV.AA. 7. Lo que debes saber sobre la Historia VV.AA. 8. El Conflicto Palestino-Israelí Un recorrido histórico para comprender el presente A. Fort, E. Ibáñez 9. De la Biotecnología a la Clonación ¿Esperanza o amenaza? VV.AA. 10. Nuestro Estado de Derecho Así es, así funciona A. Albero 11. El Botiquín Filosófico Recetas y estrategias de Confucio a Schopenhauer A. A. Schwarz, R. P. Schweppe 12. La Fraternidad Claro-oscuro de una esperanza C. Charlier 13. ¿Qué es arte? Posiciones de la Estética desde Platón a Danto M. Hauskeller 14. La fidelidad O el amor al desnudo M. Marzano 15. Tópicos y Formas del Sexismo Juan Carlos Castelló Meliá 16. Pienso, pero... ¿existo? Viajes fantásticos a través de la filosofía M. Hauskeller 17. Introducción al Budismo Su visión del ser humano y sus métodos de meditación Agustín Araque Jubete 18. La Eutanasia Una cuestión de dignidad Pascal Hintermeyer Títulos de la colección: Oscar Brenifier es doctor en filosofía y filósofo práctico. Es autor de más de veinticinco libros de divulgación filosófica, más de cuarenta artículos metodológicos, director de la revista internacional de didáctica de la filosofía Diotime y fundador del Institute de Pratiques Philosophiques. Durante la última década ha desarrollado una vigorosa práctica filosófica que abarca no sólo el trabajo individual de la consulta, sino también el trabajo grupal en los cafés filosóficos y los talleres de filosofía. Más información en su página web: www.brenifier.com. Gabriel Arnaiz es profesor de filosofía y filósofo práctico (además de padre de un hijo). Como traductor, ha introducido el trabajo y la metodología de diversos autores del ámbito de la didáctica de la filosofía y la práctica filosófica desconocidos en nuestro país, como el propio Brenifier o Leonard Nelson. Ha escrito varios artículos sobre las prácticas filosóficas, especialmente aquellas más relacionadas con el trabajo en el aula y coordinado algún que otro libro al respecto. FILOSOFAR COMO SÓCRATES INTRODUCCIÓN A LA PRÁCTICA FILOSÓFICA OSCAR BRENIFIER Edición de Gabriel Arnaiz DIÁLOGO filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 1 Título original: Filosofar como Sócrates Introducción a la práctica filosófica © Oscar Brenifier © Gabriel Arnaiz © De esta edición: EDITILDE S.L. Diálogo-Tilde C/ General Urrutia, nº 12, pta.10. 46006 Valencia Tel. y Fax: 96 316 30 14 www.editorialdialogo.es www.tilde.es © De la traducción: Gabriel Arnaiz 1ª edición: abril 2011 Coordinación editorial: Cristóbal Aguilar Portada: I.S.B.N. 978-84-96976-26-9 Depósito legal: Preimpresión: Innove. Tel. 96 323 14 76 Impresión: Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotoco- piar o escanear algún fragmento de esta obra. Impreso en España Printed in Spain filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 2 A nuestras Jantipas SÓCRATES: Porque si hacéis que me maten, no encontraréis fácilmente, aunque resulte ridículo que lo diga, a otro hombre a quien el dios ha situado en esta ciudad como un tábano, junto a un caballo grande y noble, pero lento por su tamaño, que necesita ser aguijonea- do. Para esto creo que el dios me ha colocado en esta ciudad, y, en este sentido, no dejaré de exhortaros, de persuadiros y de reprocha- ros, posándome en todas partes y sin concederos ni un momento de reposo. No, atenienses, no encontraréis a otro como yo, y si me hacéis caso y miráis por vosotros, me dejaréis vivir. Pero si irritados, como quien es despertado cuando está a punto de dormirse, me dais un manotazo y me condenáis a muerte a la ligera, haciendo caso a Ánito, pasaréis el resto de vuestra vidas dormidos, a no ser que el dios, pre- ocupado por vosotros, os envié a otro como yo. Platón, Apología de Sócrates, 30e-31a1 1 Las cursivas de todas las citas son nuestras. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 3 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 4 5 ÍNDICE Resucitar a Sócrates ............................................................. 7 La práctica filosófica........................................................... 11 Filosofía negativa ............................................................ 13 Dialéctica......................................................................... 23 ¿Qué es una práctica filosófica?...................................... 37 La consulta filosófica .......................................................... 45 Consolación ..................................................................... 49 Principios básicos ............................................................ 53 Dificultades .................................................................... 65 El café filosófico................................................................... 77 Historia del café filosófico .............................................. 79 Funcionamiento ............................................................... 83 Modalidades .................................................................... 87 El taller filosófico................................................................. 93 ¿Por qué filosofar en clase?............................................. 95 ¿Qué es un taller de filosofía?......................................... 100 La práctica de la discusión filosófica.............................. 107 Filosofar con niños ............................................................. 127 Filosofar en primaria ....................................................... 129 Cómo evitar las preguntas de los niños...........................143 Las golosinas los vuelven idiotas.................................... 159 Filosofar con cuentos........................................................... 165 Nasrudín, el sabio idiota ................................................. 167 Cómo enseñar: el predicador........................................... 173 La verdad: la llave ........................................................... 177 Elección: las dos mujeres ................................................ 181 Ética y lógica: el gallo..................................................... 185 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 5 6 La culpa: el turbante ........................................................ 189 Más historias de Nasrudín ............................................... 193 Filosofar sobre la vida......................................................... 195 Martes de Carnaval.......................................................... 197 El accidente ..................................................................... 203 La muerte del padre......................................................... 209 Agradecimientos ................................................................... 215 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 6 7 RESUCITAR A SÓCRATES ¡Atrevámonos a hacer popular la filosofía! Diderot Este libro que ahora tienes en tus manos, pretende cum- plir un triple objetivo. Por un lado, quiere ser una intro- ducción a eso que ya empieza a conocerse en nuestro país como práctica filosófica, un movimiento internacional de renovación de la filosofía que se esfuerza por acercarla al público en general, recuperando sus raíces socráticas. Al mismo tiempo, hemos querido presentar un amplio muestrario de las diferentes prácticas filosóficas disponi- bles; no sólo de la práctica filosófica individual, que es la que ha recibido más eco por parte de los medios de comu- nicación (sobre todo a raíz del éxito de libros como Más Platón y menos Prozac, de Lou Marinoff), sino también de otros fenómenos menos conocidos en nuestro país, como los cafés filosóficos y los talleres de filosofía. Y por último, este libro intenta servir también como una invitación a «la filosofía», aunque no sea en el sentido que suelen entenderla los profesionales del gremio. La filosofía filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 7 que aquí se defiende es una filosofía encarnada en la vida cotidiana, una filosofía que nos ayude a comprendernos mejor (a nosotros mismos y a nuestra circunstancia), a ver con mayor claridad y, ¿por qué no?, a vivir mejor. Por eso, podemos enmarcar este libro dentro de ese nuevo «género filosófico» que desde hace más de una década ha irrumpi- do con cierta fuerza: la divulgación filosófica para el público general, y que podríamos denominar como «filoso- fía popular», de manera similar a la divulgación científica que practican autores de la talla de Stephen Hawking, Richard Dawkins, Eduard Punset o Juan Luis Arsuaga, entre otros, y que en el ámbito anglosajón se conoce como «ciencia popular» (popular science). Óscar Brenifier perte- nece a ese reducido grupo de filósofos que han apostado fuertemente por escribir filosofía para todos los públicos y, especialmente, para adolescentes y niños. Por todo ello, esta obra está dirigida a todos aquellos profesores de filosofía interesados en conocer cómo se puede filosofar en una clase siguiendo el método socrático y en descubrir cuáles son las claves para iniciar una dis- cusión filosófica con sus alumnos, aunque este enfoque también puede aplicarse fuera del contexto educativo y con una finalidad más lúdica. Aquí encontrarán materiales más que suficientes con los que revitalizar su práctica docente y su carrera profesional. También está indicado a todos aquellos educadores que, sin ser filósofos profesionales, están interesados en cono- cer propuestas innovadoras que ayuden a sus alumnos a ser ciudadanos reflexivos, críticos y responsables a través del diálogo filosófico, como la metodología de la Filosofía para Niños de Matthew Lipman, que tan buenos frutos ha dado en nuestro país. Aquellos profesores que tengan que impartir Educación para la Ciudadanía, tanto en primaria como en secundaria, podrán encontrar numerosos elemen- tos metodológicos con los que desarrollar esta nueva mate- ria de una manera atractiva. FILOSOFAR COMO SÓCRATES 8 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 8 INTRODUCCIÓN: RESUCITAR A SÓCRATES 9 Y los padres que no sepan cómo enfrentarse a las pre- guntas comprometedoras que a menudo les formulan sus hijos con ese candor y radicalidad que suele caracterizar- les («¿me moriré algún día, mamá?», «¿dónde estaba antes de nacer?», «¿por qué debo decir siempre la ver- dad?», por ejemplo), encontrarán aquí un modelo adecua- do para enfocarlas, así como las pautas necesarias para iniciar una investigación conjunta que les permita dar cuenta de ellas. De este modo, tendrán una oportunidad para explorar estas cuestiones filosóficamente, sin que ten- gan por qué avergonzarse de reconocer su ignorancia. Y todas aquellas personas interesadas en el autoconoci- miento, el desarrollo personal, es decir, todos aquellos que deseen iniciarse en la senda socrática podrán aprender mucho de este manual práctico para dialogar socrática- mente. Nuestra intención, al estructurar los textos que forman este volumen, ha sido la de ofrecer al lector hispanoha- blante una obra accesible que proporcione una visión glo- bal de la práctica filosófica de Oscar Brenifier. Con esta selección queremos mostrar las múltiples aplicaciones del enfoque socrático y aproximar al lector interesado a la obra de uno de los filósofos que mejor representa esta tradición hoy en día, pues Brenifier es, sin duda alguna, uno de los filósofos prácticos mas importantes del panorama interna- cional, capaz de filosofar igualmente tanto con individuos como con grupos. De ahí que hayamos seleccionado aque- llos artículos que nos han parecido más indicados para pro- porcionar una imagen completa del enfoque metodológico del autor y los hayamos agrupado por secciones temáticas. La práctica filosófica de Oscar Brenifier se sustenta en una sólida formación filosófica y sus textos no sólo nos enseñan a filosofar, sino que también nos ofrecen otra forma de concebir la filosofía: una perspectiva en la que la filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 9 filosofía sirve para ayudarnos a vivir más filosóficamente, a llevar una vida filosófica, tal y como solían hacer los filó- sofos griegos. Brenifier, como un quijote contemporáneo, se embriagó en su juventud con los diálogos que escribió Platón sobre su maestro Sócrates, y decidió consagrar su vida a la tarea de poner en práctica esta forma de filosofar que había leído en aquellos estremecedores diálogos. Desde entonces hasta ahora ha perfeccionado una mayéutica de estirpe socrática, un «arte para parir ideas», que unas veces refle- ja la mordacidad cínica de Diógenes y otras se asemeja más bien al paradójico sinsentido de un koan budista o de un cuento sufí. Como un nuevo tábano socrático, Brenifier aplica implacablemente su poderosa técnica con todos aquellos que tienen la suerte o la desgracia de cruzarse en su camino, independientemente de su edad, sexo o condi- ción, para evitar que sigamos viviendo nuestra vida como unos sonámbulos. Si Sócrates hubiese escrito un manual donde revelase el secreto de su práctica filosófica y mostrase las claves para entablar un diálogo filosófico, quizás sería algo parecido a este libro que ahora tienes en tus manos. ¿Quién dijo que Sócrates estaba muerto? Gabriel Arnaiz FILOSOFAR COMO SÓCRATES 10 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 10 1 11 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA SÓCRATES: Después continué interrogando a uno y a otro. Aunque aquello me molestaba y me asustaba la posibili- dad de ganarme más enemistades, me veía obligado a conce- der a las palabras del dios la importancia requerida. Para des- cubrir lo que quería decir el oráculotenía, en efecto, que diri- girme, uno tras otro, a todos los que parecían saber algo. Platón, Apología de Sócrates, 21e-22a SÓCRATES: Protágoras, tengo el defecto de ser un hom- bre desmemoriado, y si alguien me habla por extenso, me olvido de sobre qué trata el razonamiento. Así pues, lo mismo que si me ocurriera ser duro de oído, deberías, si trataras de dialogar conmigo, levantar más la voz que frente a los demás; de ese modo, ya que te encuentras ante un desmemoriado, dame a trozos las respuestas y hazlas más breves, por si quie- ro seguirte. […] Si quieres, entonces, dialogar conmigo, usa el segundo procedimiento, la brevilocuencia. Platón, Protágoras, 334d-335a 1 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 11 La práctica filosófica de Brenifier se inspira en la mayéutica socrática y en las técnicas dialécticas que desa- rrollaron las escuelas filosóficas posteriores del periodo helenístico, reelaborando a su manera la herencia socráti- ca, como los cínicos (Antístenes, Diógenes, Crates…) o los estoicos (como Musonio Rufo o Epicteto). Su enfoque nos recuerda también los métodos utilizados por la tradición filosófica oriental, especialmente del taoísmo y de los koan buditas, puesto que lleva la lógica hasta sus últimas conse- cuencias y desemboca en aporías y paradojas que nos con- ducen a resultados aparentemente absurdos. El autor nos ofrece, pues, una versión particular de esta mayéutica socrática, en un sentido amplio, que engloba no sólo a Sócrates, sino también a los filósofos cínicos, como Antístenes o Diógenes, y a los sabios orientales, como Chuang-Tsu o Nasrudín. Sócrates, Diógenes y Nasrudín serán los ángeles tutelares que guíen nuestros pasos por este itinerario socrático. La metodología de Brenifier es una recuperación de la técnica dialéctica puesta en prácti- ca por estos autores a las necesidades y circunstancias de nuestro mundo actual. En esta primera sección presenta- mos los fundamentos teóricos de su enfoque, imprescindi- bles para un cabal entendimiento de su práctica filosófica. Según Brenifier, el filósofo práctico debe comportarse como El Extranjero, ese extraño personaje de los últimos diálogos platónico: «El Extranjero es aquel que no da nada por supuesto, que no acepta ninguna costumbre, que no conoce ni reconoce el pacto establecido. El alumno se acos- tumbra así a convertirse en extranjero de sí mismo, extraño en el grupo, a no buscar su fusión protectora, ni el recono- cimiento, ni cualquier tipo de componenda. El Extranjero no está ahí para tranquilizar a los otros ni a sí mismo, eso se lo deja al psicólogo a los padres. Él está ahí para provo- car esa inquietud que es inherente al pensamiento» («Le rôle du maître: L’art du questionnement», p. 5). FILOSOFAR COMO SÓCRATES 12 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 12 13 1 FILOSOFÍA NEGATIVA Al comienzo del diálogo Hipias menor, el sofista Hipias y Sócrates inician una discusión acerca de quién de los dos personajes se comporta mejor en La Ilíada, si Ulises o Aquiles. El debate se centra sobre el problema de la menti- ra: Hipias sostiene que Aquiles es mejor persona que Ulises porque aquél no miente, mientras que Ulises es más astuto y no vacila en pronunciar discursos falsos. En un determi- nado momento de la discusión, Sócrates muestra que Aquiles también hace afirmaciones que no son ciertas, pero Hipias defiende a su héroe argumentando que Aquiles no miente de manera consciente, simplemente cambia de opi- nión, aunque en todo momento es sincero. El debate termi- na cuando Sócrates replica que Ulises es mejor que Aquiles, ya que cuando miente sabe perfectamente que está mintiendo, por lo que podemos concluir que conoce la ver- dad mejor que Aquiles. Nos gustaría utilizar este ejemplo de un texto filosófico clásico para introducir lo que nosotros denominamos la vía negativa de la práctica filosófica. Hablamos de «filosofía negativa» de manera similar a como se utilizaba este con- cepto en teología (la llamada «teología negativa»), donde generalmente se empleaba para determinar, por ejemplo, la naturaleza de Dios por medio de la negación de lo que no era. Del mismo modo, Sócrates defiende la mentira para defender la verdad, con la misma ironía con la que afirma su propia ignorancia para poder enseñar. Este comporta- miento, que Sócrates pone en práctica aquí de manera con- ceptual y racional, podemos encontrarlo también –aunque de manera más lúdica– en el payaso, el actor, el novelista, el humorista o el caricaturista. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 13 Estos modos de expresión tan comunes describen cier- tos comportamientos, personajes y situaciones con el fin de criticarlos, proponiendo precisamente lo opuesto de lo que representan. Así, el personaje presuntuoso, el egoísta, el hipócrita, el ambicioso o cualquier otro defecto que pre- sente cualquier otra conducta similar, serán presentados de manera tan ridícula, grosera y exagerada que su misma escenificación constituirá una crítica evidente para todos aquellos que padecen estos defectos. Esto se hace con el fin de animarlos a que pongan en práctica la cualidad opuesta o, al menos, a cumplir con la obligación de «cono- cerse a uno mismo». Un aspecto interesante de este esque- ma se encuentra en la gran proporción de «sobreentendi- dos» de estas modalidades de expresión, que dejan un amplio margen a la ambigüedad y, al mismo tiempo, mucho espacio para la libertad, puesto que no agotan su significado por completo y permiten múltiples representa- ciones e interpretaciones. La aparición de la comedia en la Europa renacentista es un claro ejemplo de esta libertad de crítica, tanto en la sociedad como en el ámbito político, y, por consiguiente, también de la libertad de pensamiento. La razón que per- mitía al bufón representar su papel y burlarse incluso del rey sin recibir por ello un castigo era precisamente esta tre- menda ambigüedad que autorizaba, por ejemplo, el uso de inspirados juegos de palabras. De la boca del bufón podí- an surgir críticas durísimas, pero de manera tan indirecta que si alguna persona se sentía ofendida, sería ella misma quién se pondría en evidencia, convirtiéndose en el haz- merreír de todos los presentes. Una buena ilustración de este principio general es la concepción barroca de la vida, en la que el mundo y el escenario forman una única enti- dad y donde nos convertimos en un espectador imparcial de nosotros mismos. FILOSOFAR COMO SÓCRATES 14 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 14 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 15 Filosofía como ciencia Pero mientras que la teología negativa es pura mística y la comedia un simple espectáculo, se supone que la filoso- fía consiste en una actividad de tipo científico que funda- menta su práctica en la razón, la lógica y la demostración y que está destinada a edificar sistemas especulativos. Por este motivo, la ambigüedad, las insinuaciones, las alusio- nes, las exageraciones y cualquier otro «truco literario» no suelen ser muy bien recibidas. En este sentido, podemos recordar las lecciones de Hegel sobre Platón, donde el simple hecho de que Platón cuente una historia como el mito de la caverna significa que en ese momento el gran filósofo griego no está producien- do un discurso filosófico. Según la concepción hegeliana, la filosofía sólo puede ser racional y científica, herencia que modelará definitivamente la apariencia de la disciplina. En consecuencia, la imagen del filósofo, al igual que la natura- leza de sus producciones, tiende a ser sabia y directa, en lugar de estúpida e indirecta. Después de todo, no podemos olvidar que en una cultura basada en los valores cristianos el diablo se representa a través de «lo oblicuo»: el diablo es astuto (como un zorro), artero, pícaro, hábil y maligno. En francés, la palabra malin significa listo o astuto, pero tam- bién puede referirse al diablo, ya que proviene de la palabra latina malus (malo). La palabra inglesa devious (taimado, artero) tiene también esta connotación, puestoque lo que no es directo parece sospechoso y lo que se desvía de la norma es diabólico. Por lo tanto, ser una buena persona implica decir la ver- dad, decir las cosas tal como son, comportarse de acuerdo con unos cánones establecidos de lo bueno y lo recomenda- ble. De hecho, en el diálogo platónico anteriormente men- cionado, Hipias muestra un aspecto fundamental del sofista que a menudo se oculta: el sofista es la persona que sabe, aquel que dice la verdad, el especialista de lo bueno, el téc- filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 15 nico del conocimiento, el guardián de la corrección y de la moralidad. Por eso, cuando en los diálogos platónicos Calicles afirma que sólo debemos seguir nuestros impulsos y deseos, o cuando Gorgias aparece como alguien que reduce todo discurso a simple retórica, nos encontramos ante dos momentos que únicamente representan el intento de Sócrates por mostrar la inmoralidad intrínseca de esta posición. Como dijo Pascal: «La verdadera moralidad se burla de la moralidad». Y el conocimiento es en sí mismo inmoral, por sus pretensiones y su hipocresía, su total negligencia de la virtud, su desdén por lo bueno y fundamentalmente por su ignorancia del ser, su ausencia de ser. El discurso moral y racional es simplemente el discurso de la conveniencia y de la convención, de la buena conciencia: esa corrección filosófica que Nietzsche tilda de «pequeña razón», en opo- sición a la «gran razón» de la vida, o lo mismo cuando denuncia el concepto ilusorio de conciencia humana. Aunque esta corriente negativa de la filosofía no constitu- ye la corriente hegemónica –e incluso se opone a ella–, se mantiene en general como la otra filosofía: su hermana enemiga, su sombra, su crítica mordaz. Antifilosofía Esta corriente minoritaria de la filosofía, esta antifiloso- fía, que prefiere mostrar e impactar antes que decir y expli- car, está ya muy presente y visible dentro de la propia filo- sofía, por ejemplo, en el personaje de Sócrates y en su aplastante ironía: esa forma de discurso que dice lo contra- rio de lo que dice. Es una ironía histórica que sea precisamente Sócrates (a quien consideramos como el padre fundador de la filosofía, su héroe y su mártir) una persona que predica lo falso para saber la verdad, e incluso aún peor, alguien que afirma que estamos condenados a la mentira, puesto que la verdad no puede conocerse. Alguien así necesariamente tenía que FILOSOFAR COMO SÓCRATES 16 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 16 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 17 morir, pues no se puede tolerar a un filósofo que predica este tipo de antilógica, como por ejemplo, en el diálogo Parménides, donde cada proposición y su contraria son defendibles e indefendibles. Si lo falso es verdadero y lo verdadero es falso, ya no sabemos a qué atenernos, ya no podemos saber ni siquiera si existimos, y el suelo bajo nuestros pies desaparece por completo. Pero también se nos proporciona una asombrosa libertad: el derecho a pensar lo impensable, hasta llegar al absurdo. No obstante, esta dimensión agonística de la alteridad, este paso al otro lado del espejo, esta consideración fragmentaria de un solo aspecto de la realidad que rechaza el establecimiento de cualquier sistema, de cualquier mapa ético y conceptual, es insoportable, tanto para el hombre común como para el hombre «cultivado», puesto que ambos, por muy cultos o simples que sean, forman parte de la jerarquía de lo evi- dente y del sentido común, una cosmovisión en la que la coherencia debe darse por supuesta. En este contexto, el cínico, con su completa falta de res- peto por todas las cosas y todas las personas, nos propor- ciona un interesante ejemplo histórico: es el único caso de una escuela filosófica cuyo nombre puede utilizarse tam- bién para reprochar moralmente a alguien. Exactamente igual que con el concepto de nihilismo, a pesar de que Nietzsche intentara mostrar justo lo contrario, esto es, que los nihilistas no son esas personas que a primera vista podrían parecernos. Lo que intentan enseñarnos, tanto el cinismo como el nihilismo, y lo que tienen en común con el método socrático, es su poder de negación y su poderosa dosis de desprecio. Lo importante no es aprender sino desaprender. No hay que enseñar principios, al contrario: hay que corroer esos principios para que podamos pensar. El pensamiento se concibe en gran medida en oposición al conocimiento, sien- do éste una posesión de ideas fijas que cristalizan, esterili- filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 17 zan y fosilizan los procesos mentales. Por lo tanto, el pri- mer objetivo del maestro (si es que éste es un auténtico maestro) consiste en deshacer o romper los nudos que el conocimiento representa, un conocimiento caracterizado como opinión (ya se trate de la opinión común o de la opi- nión educada, como distingue Sócrates), para liberar así la mente y el pensamiento. Del mismo modo que en las prác- ticas orientales –por ejemplo, en el Zen– es necesario cor- tocircuitar nuestros pensamientos habituales, comprender- los a través de algún efecto impactante o de alguna parado- ja conceptual, del análisis crítico o de algún tipo de com- portamiento extraño, lo que con suerte produciría algún tipo de iluminación. Y cuando nuestra mente despierte, sabremos dónde ir, ya que la mente tiene una inclinación natural al pensamiento, salvo que se dificulte la actividad que le es propia. Dialécticas «No hay duda de que es la certeza lo que nos vuelve locos», dice Nietzsche. Aunque la abrupta interpelación nietzscheana no es como el laborioso interrogatorio socrá- tico, ambos coinciden en la misma idea: no debemos dejar- nos aprisionar por nuestros propios pensamientos. Los pen- samientos que tenemos nos impiden producir otro tipo de pensamientos y muy especialmente si nos encontramos ante ese tipo de principios generales que determinan lo que es aceptable y lo que no. Este proceso ya fue descrito por Heidegger, cuando dice: «lo que más da que pensar en esta época problemática es que aún no pensamos». Es decir, si queremos pensar debemos convertirnos en un extranjero, en un extraño para nosotros mismos, debemos alienarnos de nuestro ser para poder ser verdaderamente. Estas hipótesis constituyen el núcleo de la función filosófica tal como nosotros la concebimos y funda- mentan nuestra propia práctica filosófica. Por consiguiente, FILOSOFAR COMO SÓCRATES 18 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 18 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 19 la negatividad constituye una parte importante de nuestra actividad filosófica y de la actividad que proponemos a nuestro interlocutor. El trabajo de negatividad, de una mane- ra más conceptual (tal como Hegel y otros filósofos lo han definido), consiste en el trabajo de crítica: el momento cru- cial que permite y condiciona el proceso dialéctico. Es lo que el filósofo alemán define como el momento posterior a «A es A», es decir: «A es no A». La otra forma de negatividad que aquí nos incumbe está más relacionada con una dialéctica sin fin en la que el momento sintético que traza el camino hacia lo absoluto no está definido y ni siquiera es necesario. Ésta es la concepción de la dialéctica que encontramos en filósofos como Heráclito, Sócrates, Kant y algunos más: la perspectiva aporética, la antinomia, la tensión sin fin que se dirige al vacío o al abis- mo, dejándonos con una fuerte e intuitiva presencia de lo absoluto pero de tipo inefable; ese pensamiento que Platón denomina «principio anhipotético2», lo incondicionado que condiciona lo condicionado, el punto de fuga indescriptible desde donde puede describirse cualquier perspectiva. Esta concepción general puede parecerle bastante extraña a la persona «razonable», «racional», «con los pies en la tie- rra», «con sentido común», práctica, para quien todo esto más bien parece algo irracional, inútil, misterioso o incluso místico. Pero en realidad es un principio muy simple: lo que aquí funciona es algo similar a la teoría platónica de la remi- niscencia.Ya conocemos todo, lo único que tenemos que hacer es recordarlo, un recuerdo que debe ser el trabajo del filósofo en cada uno de nosotros. No sabemos porque olvi- damos y especialmente porque no queremos saber, porque preferimos no saber. Por ello es inútil querer explicarle algo a quien no desea conocerlo. La única opción consiste en atra- 2 (N. del T.) Platón designa como principio anhipotético aquello que no depende de ningún principio anterior lógico ni ontológico y que constituye el principio de todo: es decir, lo absolutamente pri- mero e incondicionado. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 19 er su atención hacia su propia actitud mediante algún tipo de ardid que pueda sorprenderle o cautivarle y entonces pueda conocer por sí mismo (a menos que su voluntad de saber sea muy profunda). Métodos La forma en que Sócrates producía este impacto cogni- tivo en sus interlocutores era por medio del cuestionamien- to, incitándoles a descubrir su propia incoherencia e igno- rancia, un proceso que permitía que la persona diera a luz nuevos conceptos: la mayéutica. Para Heráclito, la lucha entre los contrarios engendra el ser, por lo tanto es la propia existencia de estos contrarios lo que nos permite pensar y ser. Para los cínicos, los prejuicios del ser humano están tan arraigados en su ser que el único modo de obligarle a pensar consiste en comportarse con él de la manera más abrupta posible: fornicando en público, comiendo con las manos, yendo desnudo por la calle, vivien- do en un barril, fingiendo que los hombres no son hombres, etc. Todo este teatro debería impactar en la mente del indivi- duo mucho más de lo que lo haría cualquier discurso. En el lejano oriente, el maestro responde con una parado- ja extraña o actúa de forma extravagante y el discípulo debe meditar él solo sobre su significado, sin que el maestro le proporcione ninguna explicación. En algunas escuelas, el maestro no dudará incluso en actuar violentamente si con ello facilita el deseado efecto «pedagógico». Esta perspecti- va tan áspera será repulsiva para todos aquellos que piensan que la práctica filosófica debe conseguir que estemos a gusto y seamos felices. Y en realidad un enfoque muy «inmoral», puesto que el individuo ya no constituye el fin de esta prác- tica, simplemente es un mero instrumento de la verdad. En una versión algo más moderada y formal, las antino- mias kantianas son una reducción conceptual de la misma inspiración: «para pensar, debes saber que funcionas con FILOSOFAR COMO SÓCRATES 20 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 20 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 21 una perspectiva parcial, a partir de un postulado limitado que podría ser invertido completamente sin ningún proble- ma». Por ejemplo, la hipótesis de que el universo es finito no es menos válida que su contraria (la hipótesis de que el universo es infinito). Para concluir, nos gustaría añadir algunas palabras sobre nuestra propia práctica filosófica, con el fin de aclarar brevemente cómo ésta se inscribe den- tro de esa corriente filosófica de la vía negativa. Nuestro postulado fundamental es que muchas de las preguntas que nos planteamos y muchos de los problemas que nos ator- mentan tienen solución en nosotros mismos más que en cualquier otro lugar. En consecuencia, la tarea principal que debemos desa- rrollar con aquél que se embarca con nosotros en un diálo- go filosófico es ayudarle a ser consciente de sí mismo. Primero, pidiéndole que sea consciente de su propia pre- gunta: mediante el análisis, la conceptualización, la expli- cación y otras formas de profundización en el significado y las implicaciones de su discurso. Segundo, invitándole a observar cuidadosamente su forma de pensar y comportar- se, y a enjuiciarlas. En tercer lugar, instándole periódica- mente a tomar en consideración el punto de vista contrario al suyo y a profundizar en esa perspectiva. En cuarto lugar, aceptar y disfrutar «lo impensable» que esta persona nece- sariamente habrá producido durante el proceso, que muy probablemente estará relacionado de manera muy profunda con su problema personal o con su pregunta inicial. Esta forma particular de trabajar implica mucha resis- tencia por parte de nuestro interlocutor, a menudo aturdido por sus propias ideas. De ahí que tengamos que utilizar toda una serie de «trucos» para alcanzar nuestro objetivo y ven- cer el intenso deseo de engañarse a uno mismo y de contar- se mentiras, es decir, de rechazar el poder de la negación. Algunos compañeros que han observado nuestra prácti- ca critican el hecho de que nuestro trabajo opera funda- filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 21 mentalmente con palabras, como si las palabras fuesen rea- les por sí mismas. Estamos completamente de acuerdo con esta observación, puesto que para nosotros éste el único modo de hablar sobre una práctica. Las palabras ya no son lo que nosotros queremos que sean, sino que ahora consti- tuyen una sustancia objetiva que nos obliga a confrontarnos con una realidad «material», y ésta es el elemento clave que caracteriza la práctica y la distingue de la teoría. Esta violenta relación con las palabras es la que permite que el ser se haga visible, incluyendo su tremenda capaci- dad de abnegación. Y ésta es la razón por la que preferimos mostrar y actuar, en lugar de decir y describir, aunque nues- tro trabajo esté constituido fundamentalmente por palabras e ideas. FILOSOFAR COMO SÓCRATES 22 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 22 23 2 DIALÉCTICA Entre los términos filosóficos que quieren decirlo todo y no dicen nada, después de «concepto» y «problemática3», hay un tercero que parece interesante abordar: la dialéctica. Término ambiguo donde los haya, puede ser utilizado tanto para certificar la precisión de una argumentación como para denunciar su vaguedad y su naturaleza sofística. Este tér- mino posee desde el inicio de la filosofía una fuerte conno- tación, pues para Platón la dialéctica es la única forma de conocimiento superior a la geometría, la vía por excelencia de acceso a la verdad y lo divino. Esta antigüedad del tér- mino es la causa que sin duda explica su esclerosis actual y su creciente banalización. A pesar de ello, podemos identificar de manera precisa los principales obstáculos del proceso dialéctico, lo que nos permitirá comprender mejor el problema. De un lado, nos encontramos con la tentación lógica del pensamiento: ese dogmatismo que bajo el pretexto de verdad o cientificidad rechaza cuestionar sus propios presupuestos. Y en el otro, tropezamos con esa tentación del pensamiento que preten- de unificarlo todo y que afirma que «todo está en todo», y en concreto, con la famosa «complementariedad», tan de moda últimamente, que de entrada ignora o refuta el prin- cipio de contradicción. Con el fin de clarificar nuestro tema vamos a tomar como hipótesis de partida la siguiente definición de dialéc- tica: proceso mental que toma en consideración dos o más proposiciones aparentemente contradictorias y se basa en ellas para que puedan surgir nuevas proposiciones. Estas nuevas proposiciones nos permitirán reducir, resolver o 3 (N. del T.) Por «problemática» se entiende el conjunto de problemas filosóficos que gravitan en torno a un tema. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 23 explicitar las contradicciones iniciales. Sin embargo, desde el punto de vista etimológico, la dialéctica no es otra cosa que el arte de la discusión4: en griego dia significa «el uno con el otro» y legein significa «hablar». ¿Cómo es que el arte de la discusión ha podido transfor- marse en el arte de manipular los contrarios? Una vez que formulemos con claridad la pregunta, la posibilidad de una respuesta aparecerá ante nosotros claramente. De hecho, ¿cuál es la característica principal de una discusión sino la oposición? Oposición entre los términos, entre los presu- puestos, entre los juicios y las elecciones y entre los regis- tros. Incluso en ese soliloquio silencioso («ese diálogocon uno mismo en que –según Platón– consiste el pensamien- to»), éste opera mediante oposiciones y contrarios, a través de contradicciones. Ahora bien, es de la palabra, del verbo (legein) y sobre todo de la contradicción de donde emerge el concepto de razón (logos). Heráclito Volveremos más tarde sobre esa tendencia moderna (que incluso podríamos calificar de patológica) consistente en eliminar o disminuir la idea de oposición o de contradic- ción. A los que les incomode esta perspectiva, les recomen- damos que por un momento suspendan toda connotación negativa que atribuyan a estos términos, y así podrán seguir más fácilmente el hilo de nuestra argumentación. Por ejem- plo, en Heráclito, uno de los autores que más influyeron en el pensamiento de Platón, junto con Parménides y Pitágoras, podemos encontrar los siguientes fragmentos: – «La guerra es el padre y el rey de todas las cosas». – «El mundo es una armonía de tensiones opuestas que se tensan y se destensan, como el arco y la lira». FILOSOFAR COMO SÓCRATES 24 4 (N. del T.) El autor utiliza a lo largo de todo el libro el término de discusión en un sentido no peyo- rativo. No olvidemos que, según el DRAE, discutir significa «examinar atenta y particularmente una materia entre varias personas» y también «contender y alegar razones contra el parecer de otros». filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 24 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 25 – «El desacuerdo siempre llega a un acuerdo». – Aristóteles relata que «Heráclito critica al poeta que ha dicho que perezca el conflicto entre los dioses y los hombres, puesto que no podría existir armonía si no existiese lo grave y lo agudo, y tampoco los seres vivos sin la hembra y el macho, que son contrarios». – «Todas las cosas se engendran por la discordia». De este modo, la unidad no se excluye, más bien todo lo contrario, esta unidad se expresa, existe y se descubre a tra- vés de lo que se opone y se contradice, a través de un con- flicto que es la vida del mundo y del espíritu. Por otra parte, precisamos el acceso tan restrictivo del individuo a la uni- dad con los dos siguientes fragmentos: – «La armonía invisible es más bella que la visible». – «Los hombres son incapaces de comprender el logos eterno, tanto antes de oírlo como después de haberlo oído por vez primera». Esta es la tarea infinita de la razón humana: intentar per- cibir la coherencia o la cohesión de todas las cosas, inclui- da nuestra propia existencia, aunque una y otra vez nos estrellemos con la realidad de esa oposición. Para subrayar este punto y con el fin de resaltar el acuerdo entre los pen- samientos y el comportamiento del filósofo de Éfeso, Diógenes Laercio, historiador de la filosofía antigua, des- cribe así al filósofo: «igual que un pájaro escandaloso, inju- riando al público y hablando por medio de enigmas, apare- ció ante nosotros Heráclito». Platón Desde esta perspectiva, la muerte de Sócrates pierde su carácter puramente anecdótico y singular –o eso espera- mos– para actualizar los problemas de su funcionamiento específico y su dimensión filosófica, gesto trágico que filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 25 inaugura lo que se podría denominar como la filosofía occi- dental. De hecho, Sócrates es aquella persona que irrita a sus conciudadanos con su cuestionamiento permanente. Al margen de su pequeño círculo de amigos y discípulos, Sócrates era un personaje incomprendido e ignorado, o simplemente detestado. Pero, ¿en qué consistía su práctica filosófica? Solía interpelar el discurso de aquéllos que supuestamente ostentaban el saber por medio de preguntas, para poner a prueba sus conocimientos y hacerles com- prender sus límites, y preguntaba a aquéllos que no sabían para que pudiesen descubrir ese saber en sí mismos. El medio específico que hay que utilizar para que este tipo de cuestionamiento sea operativo y eficaz no es otro que el de la contradicción: conseguir que se generen propo- siciones –o conceptos– que choquen más o menos directa- mente con las proposiciones expresadas con anterioridad. El hecho de golpearnos con estos obstáculos nos permite aban- donar la hipótesis inicial que nos ha conducido a un callejón sin salida o superarla mediante una nueva hipótesis. El pre- supuesto implícito de este ejercicio radica en considerar en principio todo postulado, toda proposición y todo concepto como algo limitado y deficiente, pues todo discurso está constituido por una serie de conjeturas o hipótesis que sólo son operatorias dentro de unos límites determinados. La verdad de una proposición consiste, pues, en descu- brir su umbral de disfunción e indeterminación, lo absolu- to, por definición, no puede ser articulado, excepto por pura convención. Acceder a la verdad implica sobrepasar la opi- nión banal, y también implica sobrepasar la opinión recta o sabia, para entrar en esa consciencia de la ignorancia que nos obliga a soltar lastre y a abandonar todas nuestras cer- tidumbres y todos nuestros conocimientos. Fragilidad del discurso y del ser difícil de aceptar, trabajo de pura negati- vidad tan liberador como ingrato. La dialéctica consiste entonces en plantear objeciones y preguntas que nos permi- FILOSOFAR COMO SÓCRATES 26 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 26 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 27 tan iniciar el proceso anagógico5 de ascensión hacia el ser, o hacia el bien o hacia cualquier otra forma particular que adopte lo incondicionado y lo absoluto. En los diálogos platónicos, los interlocutores de Platón, y muy especialmente los sofistas, suelen proferir contra Sócrates estos tres tipos de acusaciones: – «Cortas mi discurso en trozos, lo despedazas». – «Me haces decir cosas que no quería decir». – «No me respetas». Estas tres acusaciones constituyen una prueba irrefutable de la realidad histórica y efectiva de la práctica socrática. En efecto, cualquier proceso de cuestionamiento que exija de nuestro interlocutor rendir cuentas de la realidad de su con- tenido chocará periódicamente con este tipo de resistencias específicas. Por otro lado, estas acusaciones reflejan de forma bastante fidedigna aquello que verdaderamente está en juego en la dialéctica socrática. Descubrir los puntos clave de un discurso: «Cortas mi discurso en trozos». Obligar al autor a descubrir los presupuestos y las conse- cuencias de su discurso, descubrimiento que a menudo es difícil de admitir: «Me haces decir cosas que no quería decir». Forzar el abandono y la superación de las opiniones mantenidas, que no suele recibirse de buen grado: «No me respetas». Ahora podemos percibir con claridad la dimensión terriblemente conflictiva de este proceso dialéctico, en parti- cular porque priva al sujeto pensante de todo aquello que podría reconfortarle y proporcionarle seguridad. Solamente resiste un poco esta corrosión del pensamiento la permanen- cia del ser, pero un ser que no reconoce verdaderamente un estatuto sustancial al existente, porque incluso el alma huma- na individual está destinada a reabsorberse en el fuego divi- no. Conocerse a uno mismo consiste en encontrar el princi- pio originario o la totalidad sin el cual no somos nada. 5 (N. del T.) Se utiliza el término anagógico para calificar un tipo de inducción en la que el razona- miento se remonta hacia las primeras causas. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 27 Cínicos Los cínicos forman parte de una corriente filosófica heredera del socratismo pero distinta de la escuela platóni- ca y que conocerá cierto éxito durante el periodo helenísti- co, aunque con un prestigio menor que otras escuelas filo- sóficas de ese mismo periodo, puesto que su pensamiento no tuvo continuidad en la historia de la filosofía occidental. Exceptuando unos pocos y raros herederos más o menos directos, como Montaigne, Rabelais, Pascal, Voltaire o Nietzsche, los filósofos cínicos siguen siendo ignorados en gran medida por los manuales al uso y todavía hoy son unos grandes incomprendidos. Para referirse a ellos se han utili- zadotérminos como el de nihilismo, disfrazando u ocultan- do la realidad de esta corriente filosófica más cercana al pensamiento oriental del budismo o del taoísmo que al fun- cionamiento filosófico general de nuestra cultura. Pero nuestro objetivo no consiste en explicar la historia de la filosofía, sino simplemente en esclarecer el problema de la dialéctica, por ello nos veremos obligados a comentar los elementos principales de esta corriente filosófica. Antístenes, considerado como el filósofo fundador de los cínicos, profesaba un rechazo absoluto hacia todas las convenciones, opiniones y valores aceptados por la socie- dad. Rechazo que, contrariamente a lo que a veces suele creerse, no consistía en un simple acto gratuito, sino que era más bien el resultado de su preocupación por la verdad, la integridad y la autenticidad. Naturalmente este tipo de cui- dado llevado hasta el extremo conlleva una cierta radicali- dad en el discurso y en la actitud, lo que a su vez entraña una postura provocadora y desafiante. Con algunas variantes en función de los individuos con- cretos, para el cínico la virtud consiste fundamentalmente en desaprender lo que está mal, y especialmente todo aque- llo que es producto de la facilidad, la tradición, la autoridad establecida, la propiedad y la convención; un proceso de FILOSOFAR COMO SÓCRATES 28 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 28 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 29 desaprendizaje que por otra parte no suele ser demasiado placentero. Por eso, el cínico generalmente suele ser un per- sonaje apolítico, asocial y apátrida. La felicidad y la verdad sólo pueden alcanzarse a través de una ascesis determinada. El cínico se rige por los valores propios del individuo: la voluntad, la libertad, la resistencia, el dominio de sí mismo (especialmente el dominio de los deseos y el dominio de las pasiones) y por eso no respeta «nuestro pequeño yo», que considera como algo mísero y enclenque. Desconfía de los bellos discursos y del intelecto, por eso prefiere aquellos actos, generalmente violentos, que le conduzcan a la con- frontación. Su celo pedagógico no descansa nunca y utiliza como instrumentos principales la sorpresa, la ironía y el gesto simbólico. No suele ofrecer muchas explicaciones ni utilizar demasiadas palabras; prefiere la conmoción de su interlocu- tor a través de una única frase o de una acción impactante. El cínico critica el porte almidonado y el gesto adusto de esos pensadores serios que exhiben sus conocimientos sin ningún tipo de pudor: opone lo natural a lo cultural, que siempre nos engaña. Por ello, en lugar de argumentar, el cínico dispara flechas. Este insoportable personaje se convierte la mayoría de las veces en un ser marginal que suele pasar por anarquis- ta. Platón llamó a Diógenes, el más célebre de los cínicos, «un Sócrates enfurecido». A lo que Diógenes le respondió: «qué utilidad puede tener un hombre que, después de haber practicado la filosofía durante tanto tiempo, no ha creado molestias a nadie». Este mismo Diógenes era el que recriminaba a sus con- ciudadanos paseándose con una linterna en la mano, repi- tiendo a todo el que quisiese escucharle: «busco un hom- bre». Y otra frase famosa: «apártate de mí, que me tapas el sol», dirigida a Alejandro Magno, el conquistador invenci- ble que se le acercó para conocerle en persona. El humor es el arma maestra del cínico, aquélla que nos permite acceder a la dimensión irrisoria de la existencia. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 29 Transformación y conversión ¿Por qué hemos realizado este pequeño recorrido por la filosofía griega? Porque la dialéctica constituye el núcleo de la práctica filosófica, que se nutre de los contrarios y las contradicciones, y cuyo objetivo consiste en cambiar nues- tra forma de pensar, eso que la religión denomina tradicio- nalmente como «conversión». Y si es siempre posible ana- lizar la historia de la filosofía en términos de herencia y de continuidad, también es válido, e incluso más enriquecedor, considerarla desde el punto de vista de la negación, de la ruptura y de la discontinuidad. Aristóteles, frente a Platón, opone la materialidad al ide- alismo. Descartes, frente a la escolástica, rechaza a priori el principio de autoridad y nos propone «pensar por nosotros mismos». Kant baja a la metafísica de su pedestal y la trans- forma en un proceso de pensamiento. Para Hegel, la filoso- fía debe dejar de ser intemporal y se encarna en la historia. Schelling rehabilita la narración frente a la primacía del concepto. Para Marx, la filosofía debe dejar de analizar el mundo y empezar a transformarlo. Heidegger desea volver hacia atrás veinticinco siglos para reencontrar el ser y olvi- dar el ente. ¿Cuáles serían los problemas filosóficos si la historia del pensamiento no se pudiese articular alrededor de estas opo- siciones, si no se pudiese estructurar sobre un número determinado de grandes antinomias? Una de las contribu- ciones más importantes de Kant a la historia del pensa- miento consiste en haber identificado algunas de las anti- nomias más importantes: finito e infinito, discreto y conti- nuo, condicionado e incondicionado, etc. Después de Platón y su diálogo Parménides, nos encontramos sin duda ante uno de los principales intentos de clarificación de las antinomias fundamentales. FILOSOFAR COMO SÓCRATES 30 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 30 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 31 Dialéctica Pero veamos si existe una especificidad de la dialéctica más allá de la generalidad filosófica y de las antinomias. Con razón o sin ella, los filósofos toman partido con res- pecto a sus predecesores o a sus contemporáneos en fun- ción de lo que consideran justo y verdadero. ¿Es suficiente con tomar partido y enfrentarse para que podamos hablar de dialéctica? Si la oposición y la contradicción, eso que Hegel denominó «el trabajo de negatividad», son absoluta- mente necesarios en el trabajo dialéctico, no parece que con esto sea suficiente, salvo que consideremos que toda oposi- ción dialéctica contribuye de hecho, dialécticamente, a la totalidad de la filosofía, lo que en cierta medida constituye la perspectiva hegeliana. Para tratar esta cuestión introduciremos una distinción aristotélica: la diferencia entre la dialéctica y la analítica. Para Aristóteles, la analítica trata de aquello que es cierto, mientras que la dialéctica trata de proposiciones que tienen como valor el campo de lo posible o de lo probable. Kant retomará a su vez esta distinción y hablará de una dialéctica como «lógica de la apariencia» y de una analítica como «lógica de la verdad». Sin embargo, para Platón esta distin- ción no tiene mucho sentido: en la filosofía platónica la cer- teza no posee un estatus verdadero, puesto que todo discur- so no es más que conjetura e imperfección. Podría parecer, pues, que no todas la filosofías particulares se fundan en la dialéctica, lo que nos permitiría distinguir entre las filosofí- as que sí se sirven de ella y las que no lo hacen. Esta distin- ción entre las filosofías implicaría a su vez una redefinición del concepto, salvo que la realidad sea más bien la inversa: que el hecho de definir la dialéctica de una forma determi- nada induzca al autor a practicar o no este tipo de dialéctica. En principio, el elemento fundamental sobre el que se oponen Platón y Aristóteles es el estatus de lo sensible, la realidad de la percepción, el valor del conocimiento empí- filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 31 rico. Para el primero, hay que desconfiar de este tipo de conocimiento, pues es ilusorio; para el segundo, éste cons- tituye una garantía de validez para el pensamiento. Esta línea de demarcación es una de las más importantes que atraviesan la historia de la filosofía. Si para Platón única- mente el pensamiento constituye una fuente de conoci- miento verdadero, para Kant el pensamiento no puede pro- ducir por sí mismo sus objetos de conocimiento, pues depende necesariamente de una exterioridad empírica.Esta diferencia de posturas tiene también otra consecuencia importante: la relación con la certeza, que determinará si la filosofía es un arte o una ciencia. En efecto, mientras que la ciencia intenta proporcionarnos conocimientos ciertos, el arte se contenta con producir lo bello, lo útil o lo verdade- ro sin pretender afirmar un tipo de verdad irrefutable. No obstante, esta pretensión de certeza generalmente se articu- la sobre dos criterios principales de conocimiento: lo empí- rico, que concierne a la materia, y la lógica (o analítica), que concierne al pensamiento. Así, Kant y Aristóteles han establecido reglas y principios a priori sobre el funciona- miento de la razón, reglas que dichos autores consideraban como inviolables. Sin embargo, para Platón y para Hegel estos límites y reglas a priori no tienen ningún sentido, porque la dialécti- ca (la vía privilegiada de acceso a lo real) es un proceso de reflexión que necesariamente pasa por el sujeto pensante, concebido éste como un objeto de pensamiento y no como un postulado. O dicho de otra forma: a diferencia de la lógi- ca, para la dialéctica no existe nada dado de antemano. Tomemos como ejemplo el que sin duda es el más sorpren- dente, pues constituye el núcleo del funcionamiento lógico: el principio de no contradicción. Este principio, uno de los pilares de la lógica, que nos impide pensar una cosa y su contrario al mismo tiempo, la dialéctica no lo oculta ni lo niega de forma radical, aunque no FILOSOFAR COMO SÓCRATES 32 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 32 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 33 constituye un límite imposible para el pensamiento. Es más, la superación de este principio constituye para la dialéctica incluso un momento crucial: la intensificación del pensa- miento sobre sí mismo, que de esta forma se desarrolla y se construye. La dialéctica es un arte capaz de producir, explici- tar y verificar las reglas que presiden su propio despliegue y desarrollo. Incluso el método es un objeto para ella misma. Dialécticas Contrariamente a la ciencia que se basa en la eficacia o en reglas previamente establecidas, la dialéctica, como el trabajo artístico, es singular, aunque en su dimensión uni- versal apele a la razón. La ciencia también aspira a la uni- versalidad, pero no de la misma manera. En el núcleo de la dialéctica se encuentra un proceso anagógico de ascenso hacia la unidad a partir de la pluralidad de lo singular, pro- ceso que en su momento ya identificó Platón. Naturalmente, esta unidad es un principio supremo anhipotético, una hipó- tesis necesaria que no somos capaces de formular porque excede o transciende toda formulación. De este modo, toda contradicción, la articulación de toda problemática nos per- mite acceder a un nivel de pensamiento superior: lo que a primera vista podría parecer contradictorio se unifica mediante un nuevo concepto. Este nuevo concepto es lo que Hegel denomina síntesis, la culminación de la dialéctica, pues Hegel, debido a su preocupación por la operatividad y la completitud, considera que el pensamiento no puede per- manecer en el estadio de la contradicción y que la dialécti- ca no puede limitarse simplemente al trabajo de negativi- dad. Para él, toda tensión debe resolverse en la articulación de una nueva afirmación. Este no es el caso de Platón, para quien la aporía, el callejón sin salida y la paradoja no constituyen en sí mismo ningún problema. Es más, llega incluso a reivindicar que se valore el problema en tanto que problema, por ser el artífi- filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 33 ce de esa tensión indispensable, el motor del pensamiento que perpetúa su dinámica. El concepto o la idea no es la finalidad del pensamiento, por lo que ningún objeto parti- cular puede constituir un fin en sí mismo, porque la razón no es un medio sino una causa y porque una causa puede reducirse a su efecto. La razón es su propia finalidad en tanto que razón, en relación al objeto, y la realidad no es más que el reflejo de una razón absoluta, un pensamiento que no se contiene a sí mismo porque se trasciende. Ser, Unidad o Bien, ningún nombre es adecuado para caracteri- zar la causa de todas las cosas, a pesar de que la razón es una de sus primeras características. Esta posición, más socrática que platónica, se aproxima más al pensamiento oriental que a nuestra tradición occiden- tal, orientada hacia lo científico y más preocupada por la efi- cacia y la objetividad. Por este motivo, en la tradición occi- dental el concepto es el rey y el papel que ocupa la defini- ción es fundamental, puesto que sin este pensamiento de afirmación y finitud no sería posible operar en la realidad mundana y cotidiana. Aquí, las preguntas, los problemas y las contradicciones no son válidos más que por su posible utilidad, esto es, por su posible respuesta, solución o síntesis. Según esta perspectiva, la insatisfacción provocada por la aporía es algo insostenible. Nuestro espíritu no podría aceptar permanecer en eterno suspense sin resolver la cuestión que en ese momento le acucia. Necesitamos como mínimo algún tipo de explicación para tranquilizarnos, da igual cuáles sean las palabras. Por ello, nos parecerá inso- portable toda proposición que únicamente se proponga meditar sobre cualquier dificultad, toda proposición que nos incite a contemplar de frente la incapacidad de nuestro espíritu para comprender de un solo golpe una totalidad heterogénea, o nuestra impaciencia para diseccionar lo vivo, sin ninguna otra satisfacción, salvo quizás un tenue sentimiento estético inspirado por una ausencia radical de FILOSOFAR COMO SÓCRATES 34 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 34 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 35 sentido o por nuestro propio vacío. Todavía no somos capaces de admitir para el pensamiento lo que sí admiti- mos para el campo del arte: que el asombro sea suficiente por sí mismo. Escila y Caribdis El trabajo de negación nos parece el elemento esencial del proceso dialéctico, y eso es lo que pretendíamos expo- ner en este capítulo, porque se trata tanto de una forma de contemplar las cosas como de un tipo de acción particular. Por ello, el obstáculo fundamental de la dialéctica no es otro que el rechazo de la negatividad. Esta oposición puede aparecer de dos formas diferentes, como mencionamos bre- vemente con anterioridad. Por un lado, tenemos el rechazo de tipo científico, que apenas puede soportar la incertidumbre y la suspensión del juicio, y que necesita de definiciones, procedimientos, reglas establecidas y lógicas estrictas, esto es, de medios claros para resolver la situación. Opinión recta, dirá Platón, el conocimiento que nos impide acceder a la verdad. Por otro lado, tenemos la oposición sentimental, «fusional», que no soporta el conflicto, ni el enfrentamiento, ni la opo- sición, ni cualquier situación donde haya reglas, rigor o exi- gencia, y que prefiere la intención, el deseo, la fe y el pos- tulado de la unidad indivisible. Este tipo de tendencia, como diría Hegel, se siente «invitada a la mesa de Dios con demasiada rapidez». Si la dialéctica es un trabajo de negación, su sustancia se encuentra en la incertidumbre. Ahora podemos comprender por qué la discusión es un elemento indispensable de la dia- léctica. ¿Cómo podríamos encontrar en nosotros mismos la alteridad radical que necesitamos para ponernos a prueba? Comprendemos ahora mucho mejor la pedagogía socrática, que de manera obsesiva interpela a todo bicho viviente (y pensante) con el fin de sondear su alma y ver a dónde le filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 35 conducen los numerosos caminos de la travesía. Debemos distinguir la dialéctica de la erística, ese arte del discurso que tanto se parece a la retórica: la dialéctica no es simple- mente un debate contradictorio, ni tampoco una demostra- ción, sino que es una interrogación, una deconstrucción de la singularidad que pretende agujerear sus posiciones y su fragilidad, una multiplicidad de la nada que sólo autoriza el desvelamientodel ser. Sin embargo, existen dos formas de evitar la realidad de la discusión: proponiendo como verdad absoluta e incontes- table una posición o una proposición particular, o yuxtapo- niendo simplemente puntos de vista sin confrontarlos entre sí. El dogmatismo y el relativismo constituyen la pareja per- fecta que puede bloquear el proceso dialéctico. Según los temperamentos, las situaciones y las modas, estas dos acti- tudes conspiran subrepticiamente para asfixiar el pensa- miento y ahogar la verdad. Porque la verdad se construye apoyándose sobre sus propios cimientos: sobre la oposición de los contrarios. Y es en este punto en el que una buena dis- cusión nos plantea un verdadero problema: ¿Cómo pensar simultáneamente una cosa y su contraria? Paradójicamente, es a través de este acto aparentemente absurdo desde donde puede surgir el sentido y la novedad. Pero para ello es pre- ciso que sepamos abandonar la presa que sostenemos firme- mente con los dientes y nos adentremos en las sombras de la incertidumbre. FILOSOFAR COMO SÓCRATES 36 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 36 37 3 ¿QUÉ ES UNA PRÁCTICA FILOSÓFICA? El concepto de «práctica» es algo ajeno al filósofo actual, que se ha convertido casi exclusivamente en un pro- fesional puramente teórico. Incluso la misma palabra le molesta. En tanto que profesor, su enseñanza gira princi- palmente en torno a un conjunto de textos filosóficos, sobre los que debe transmitir su conocimiento y ayudar a su com- prensión. Su principal centro de interés es la historia de las ideas y su actividad favorita es el arte de la interpretación. Una pequeña minoría de profesores o de especialistas se decantará por la especulación filosófica escrita. En este contexto, y en ruptura con la tradición de la que se nutre, han surgido recientemente una serie de prácticas filosóficas abiertas al gran público, con diferentes denomi- naciones: nuevas prácticas filosóficas, asesoramiento filo- sófico, filosofía para niños..., prácticas que la institución filosófica rechaza vigorosamente o que simplemente igno- ra. Esta situación nos plantea dos cuestiones a las que vamos a intentar dar respuesta: ¿es la filosofía solamente un discurso o puede consistir en una práctica? y ¿qué es lo que hace que una práctica sea filosófica? Evidentemente, admitimos desde el principio la parciali- dad de nuestro compromiso filosófico al distinguir en el seno de la actividad filosófica cuatro modalidades diferen- tes, que normalmente se consideran por separado. Así, dis- tinguimos la actitud filosófica, el campo filosófico, las competencias filosóficas y la cultura filosófica. Aunque estas dimensiones no pueden separarse de modo radical, por el momento diremos simplemente que la cultura o el conocimiento de los textos filosóficos generalmente suele tener más importancia que las otras funciones en el enfoque filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 37 occidental moderno, mientras que nosotros privilegiamos al mismo tiempo la actitud y las competencias filosóficas, y sobre ellas vamos a ofrecer una breve panorámica. La realidad como alteridad Definimos una práctica como una actividad que con- fronta una teoría determinada con la realidad, es decir, con una alteridad. La realidad es aquello que ofrece una resis- tencia a nuestra voluntad y a nuestras acciones. En primer lugar, la realidad más evidente es la totalidad del mundo, incluida la existencia humana, por medio de sus múltiples representaciones. Un mundo que nosotros podemos cono- cer en forma de mitos (mythos), como narración de los sucesos cotidianos, o gracias a informaciones culturales, científicas y técnicas de naturaleza fáctica o explicativa (logos). En segundo lugar, la realidad es para cada uno de nosotros «el otro», nuestro semejante, con quien podemos entrar en diálogo o confrontación. En tercer lugar, la reali- dad se encuentra en la coherencia, en la presunta unidad de nuestro discurso, cuya inconsistencia e incompletitud nos obliga a confrontarnos con unos niveles más elevados y completos de nuestra arquitectura mental. Gracias a estos principios –que se inspiran en Platón– es posible concebir una práctica filosófica que consista en ejercicios que pongan a prueba el pensamiento individual, tanto en contextos grupales como individuales, dentro y fuera del ámbito escolar. El funcionamiento básico consis- te, en primer lugar, en identificar mediante el diálogo cuá- les son los supuestos con los que funciona nuestro propio pensamiento. Después hay que desarrollar un análisis críti- co y, por último, hay que formular los conceptos que expre- sarán la idea global que obtendremos. Con este proceso se pretende que cada participante sea más consciente de su peculiar concepción del mundo y de sí mismo, delibere sobre las posibilidades de otros esquemas de funciona- FILOSOFAR COMO SÓCRATES 38 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 38 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 39 miento mental y se comprometa en un proceso dialéctico que le ayude a trascender su propia opinión. Y es precisa- mente en este punto donde se encuentra la esencia del filo- sofar: en ir más allá de nuestra opinión personal. Aunque el conocimiento de los filósofos clásicos puede sernos muy útil, no constituye un prerrequisito esencial en este tipo de práctica filosófica, puesto que el desafío principal se encuentra en la actividad constitutiva del espíritu singular. La alteridad como mythos y logos ¿Cómo poner a prueba las ideas recibidas sobre los pequeños mythos de la vida cotidiana o sobre los fragmen- tos más o menos resquebrajados de logos que constituyen nuestro pensamiento? El problema con la filosofía, compa- rada con otros tipos de especulación, es que el sujeto pen- sante no pone a prueba su propia eficiencia sobre una ver- dadera alteridad, sino sobre sí mismo. Aunque podría obje- tarse que el físico, el químico y aún más el matemático están más inclinados a camuflar su subjetividad, disfrazán- dola de constatación objetiva. Pero el problema se agrava con la práctica filosófica, puesto que la idea particular que el individuo debe poner a prueba confrontándola con sus mythos y logos personales, es a su vez engendrada por estos mythos y logos personales o se encuentra íntimamente entrelazada con ellos. Además, como en el caso de las cien- cias «duras», que a veces cambian la realidad (ya sea actuando sobre ella con hipótesis innovadoras y eficaces o simplemente transformando nuestra percepción), la «nueva» idea particular del filósofo puede alterar el mythos o el logos que penetra en su espíritu. El problema que plantean estos dos procesos es que existe una tendencia natural del espíritu humano a defor- marse, con el fin de reconciliar una idea específica en el contexto general en el que ésta interviene, ya sea minimi- zando esta idea específica, o minimizando el conjunto de filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 39 mythos y logos establecido, o incluso creando una barrera entre ellos para evitar el conflicto. Esta última opción es la más frecuente, puesto que aparentemente permite evitar el trabajo de confrontación, fenómeno que explica esa dimen- sión de «ensamblado defectuoso» del espíritu humano, según la expresión de Montaigne. Afortunada o desafortunadamente –según cómo se mire–, el dolor provocado por la falta de coherencia o de armonía del espíritu (similar al dolor provocado por la enfermedad) nos obliga a trabajar este conflicto o a protegernos con una armadura, para olvidar el problema y así poder minimizar u ocultar nuestra irritación. Este olvido funciona en principio como un analgésico, aunque tiene también todos los incon- venientes de una droga. La enfermedad todavía está ahí y seguirá empeorando mientras no la tratemos. La alteridad como «el otro» Pasemos al segundo tipo de alteridad: «el otro», en la forma de otro espíritu singular. Este último posee una ven- taja sobre nosotros: es un espectador frente al actor que somos nosotros; las rupturas y divergencias de nuestro pro- pio sistemade pensamiento no le causan en principio nin- gún dolor. A diferencia de nosotros, «el otro» no sufre nues- tras incoherencias, en todo caso no de manera directa, excepto a través de una cierta empatía. Por esta razón, está mucho mejor situado que nosotros para identificar los con- flictos y las contradicciones que nos atenazan. Pero como no es un espíritu puro, sus respuestas y sus análisis estarán influidos también por sus propias insuficiencias y errores. De todos modos, al estar menos implicado en nuestros asuntos, el otro podrá contemplar con cierta distancia nues- tro funcionamiento mental, con la ventaja cierta para noso- tros de examinarnos de manera crítica y no defensiva. Por otro lado, debemos evitar atribuir una excesiva omnipoten- cia a esta situación, pues toda perspectiva particular adole- FILOSOFAR COMO SÓCRATES 40 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 40 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 41 ce necesariamente de debilidades y puntos ciegos. La falta de comprensión del pensamiento del otro, el miedo al otro, la complacencia debida a la falta de interés por ese otro e incluso la empatía son algunos de los peligros que amena- zan con fusionar dos seres, el uno en el otro. La alteridad como unidad La tercera forma que adopta la alteridad es la unidad del discurso, la unidad del razonamiento. Postulamos aquí la presencia de un primer principio incondicionado (y que Platón denominó «principio anhipotético»), la afirmación de una hipótesis tan ineludible como inefable, unidad trascen- dente e interior de la que ignoramos totalmente su propia naturaleza, aunque su presencia se nos imponga a través de sus efectos sobre nuestros sentidos y nuestra comprensión. La unidad no se nos presenta como una entidad evidente, sino mediante una simple intuición deseosa de coherencia y de lógica. Punto de fuga que anida en el seno de una multi- plicidad de apariencias que, sin embargo, guían nuestro pen- samiento y constituyen una fuente permanente de experien- cias cruciales para nuestro espíritu y el de los demás, sal- vándonos del abismo oscuro y caótico, de la multiplicidad indefinida y de la confusión, del caos lamentable que con tanta frecuencia caracterizan los procesos mentales. Las opiniones, las asociaciones de pensamientos, las simples impresiones y los sentimientos, cada uno de ellos reinando sobre su pequeño mundo inmediato, se olvidan con mucha rapidez cuando atraviesan las estrechas fronteras del espacio y del tiempo que les vinculan con ese territorio microscópico. Son como pobres y patéticos objetos sin valor que, por muy reales que parezcan, intentan mantener- se a flote, débiles e impacientes, entre el alboroto de los pro- cesos mentales inconexos, intentando en vano que alguien los entienda, mientras el eco permanece silencioso y deses- peradamente mudo. A menos que resuene sobre el fondo de filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 41 esta misteriosa, generosa y substancial unidad, toda idea particular estará condenada en muy poco tiempo a una muerte prematura, revelando a la consciencia el vacío de su existencia. El único problema aquí es precisamente que esta consciencia se encuentra trágicamente ausente, puesto que su presencia, vinculada con la unidad en cuestión, habría ya transformado radicalmente la puesta en escena. Por consi- guiente, la unidad de nuestro discurso es ese muro interior que funciona al mismo tiempo como una muralla, como una estructura que nos proporciona apoyo y como un muro de contención, del que siempre ignoramos su naturaleza esen- cial. La unidad es «lo otro» en nosotros y en cierto sentido es más «nosotros» incluso que nosotros mismos. ¿Qué es filosofar? En resumen, la práctica filosófica implica confrontar la teoría con la alteridad, una con la otra. Consiste en ejercer el pensamiento entendido en el sentido de desdoblamiento: como un diálogo con uno mismo, con el otro, con el mundo, con la verdad. Hemos definido anteriormente cuá- les eran las tres formas que puede adoptar esta confronta- ción: las representaciones que adquirimos sobre el mundo en forma narrativa o conceptual, «el otro» como aquel con quien puedo comprometerme en un diálogo y, por último, la unidad del pensamiento consigo mismo, entendida como lógica, dialéctica o coherencia del discurso. En consecuencia, ¿qué es la filosofía, una vez que la hemos despojado cruel y arbitrariamente de su ropaje pom- poso, frívolo o decorativo?, ¿qué queda de ella, una vez que la hemos desprovisto de ese carácter a menudo tan autorita- rio, pedante y excesivamente serio? O dicho de otro modo: si prescindimos del contenido cultural y específico que forma la apariencia, a veces engañosa, de la filosofía, ¿qué nos queda? A modo de respuesta, proponemos la siguiente formulación, definida de manera bastante lapidaria (y que FILOSOFAR COMO SÓCRATES 42 filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 42 LA PRÁCTICA FILOSÓFICA 43 podría parecer una triste y empobrecida paráfrasis de Hegel), con el fin de concentrarnos exclusivamente en la operativi- dad de la filosofía en cuanto que productora de conceptos y no tanto en su complejidad. Definimos la práctica filosófica como una actividad constitutiva en sí misma y determinada por tres operaciones: la identificación, la crítica y la concep- tualización. Si aceptamos estos tres términos, al menos el tiempo justo para que podamos demostrar su solidez, vere- mos qué significa este proceso filosófico y cómo implica y necesita la alteridad para constituirse en práctica. Identificar ¿Cómo puede llegar a ser consciente de sí mismo el ser que yo soy, salvo mediante la confrontación con el otro? Yo y el otro, lo mío y lo tuyo se definen mutuamente. Para conocer la manzana debo conocer la pera, esta pera que se define como no-manzana, esta pera que define por lo tanto a la manzana. Nombramos las cosas para ser capaces de distinguirlas. Mientras el nombre propio singulariza, el nombre común universaliza. Para identificar es necesario postular y conocer la diferencia, postular y distinguir la comunidad. Dialéctica de lo mismo y de lo otro: todo es igual y distinto a otra cosa. Nada puede pensarse ni existir si no es en relación con las otras cosas. Criticar Todo objeto de pensamiento, necesariamente circunscrito por sus elecciones y por su parcialidad, está obligado por derecho a una actividad crítica. Un problema filosófico puede articularse de diferentes maneras: en forma de sospe- cha, negación, interrogación o comparación. Pero para someter mi idea a esta actividad debo convertirme en una persona diferente. Esta alienación o contorsión del sujeto pensante nos muestra la dificultad inicial, que en un momen- to posterior puede convertirse en una nueva naturaleza. filosofar 12-5-2011 (3) 17/7/17 12:20 Página 43 Para identificar debo pensar «lo otro», para criticar debo pensar a través de «lo otro», pensar de forma diferente a mi modo habitual de pensar, ya sea «lo otro» mi vecino, el mundo o la unidad. No es el objeto lo que cambia, sino el sujeto. El desdoblamiento es más radical, pues deviene reflexivo, aunque eso no implica que uno se convierta com- pletamente en otro. Es necesario mantener la tensión de esta dualidad, por ejemplo mediante la formulación de una problemática. Intentado «pensar lo impensable» debo ser consciente de mi incapacidad fundamental de escapar ver- daderamente de mí mismo. Conceptualizar Si identificar significa pensar lo otro a partir de mí mismo y criticar significa pensarme a partir de lo otro, conceptuali- zar significa pensarme simultáneamente a mí mismo y a lo otro. Sin embargo, debemos desconfiar de esta perspectiva eminentemente dialéctica, ya que por muy poderosa que podamos considerarla se encuentra limitada necesariamente por premisas muy específicas y definiciones particulares. Todo concepto posee unos presupuestos, una construc- ción particular, un contexto. Un concepto debe contener en sí mismo por lo menos la enunciación de una problemática, que a su vez se convertirá en el instrumento
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