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© 2002, J.R. Barbany Editorial Paidotribo Consejo de Ciento, 245 bis, 1.º 1.a 08011 Barcelona Tel. 93 323 33 11– Fax. 93 453 50 33 http://www.paidotribo.com E-mail: paidotribo@paidotribo.com Primera edición: ISBN:978-84-8019-589-8 ISBN EPUB: 978-84-9910-208-5 Fotocomposición: Editor Service, S.L. Diagonal, 299 – 08013 Barcelona Impreso en España por A & M Gráfic Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. http://www.paidotribo.com/ mailto:paidotribo@paidotribo.com Prólogo PRIMERA PARTE Estructura y función del músculo. Metabolismo muscular Capítulo 1 Estructura del músculo y bioquímica de la contracción Capítulo 2 Unidad motora. Fuerza y potencia muscular Capítulo 3 Metabolismo de la fibra muscular. Ejercicio aerobio y ejercicio anaerobio. Tipos de fibras musculares SEGUNDA PARTE Adaptaciones funcionales al ejercicio Capítulo 4 Metabolismo general durante el ejercicio. Consumo de O2 y producción de CO2 Capítulo 5 Sistema cardiovascular y ejercicio Capítulo 6 Respiración y ejercicio físico Capítulo 7 Adaptaciones sanguíneas, renales y digestivas. Regulación del contenido hídrico corporal. Termorregulación. Regulación del pH TERCERA PARTE Gobierno, regulación y control de las actividades motoras y el ejercicio Capítulo 8 Funciones nerviosas durante el ejercicio Capítulo 9 Correlaciones funcionales durante el ejercicio. Respuesta vegetativa, endocrina y humoral CUARTA PARTE El entrenamiento Capítulo 10 Adaptaciones fisiológicas al entrenamiento QUINTA PARTE Fatiga física, ayudas ergogénicas y dopaje Capítulo 11 Fatiga, ayudas ergogénicas y dopaje Bibliografía Índice alfabético L a realización de un ejercicio físico comporta la actuación de componentes de tipo motor: los músculos de tipo esquelético, artífices de este proceso maravilloso por medio del cual la energía química es transformada directamente en energía mecánica, generando una fuerza que se aplica a la realización de un movimiento y/o al establecimiento de una tensión o resistencia mecánica. Pero aun siendo los protagonistas evidentes de cualquier ejercicio o actividad de tipo físico, los músculos serían absolutamente incapaces de cumplir su función si no contasen con el concurso de prácticamente el resto del cuerpo, comenzando por el sistema nervioso, que dicta las órdenes, planifica el tipo de movimiento y controla el desarrollo del mismo, y finalizando por los sistemas de termorregulación, encargados de evitar que el calor generado por el trabajo muscular acabe dañando las estructuras y distorsionando la dinámica general del propio organismo. Para comprender la fisiología del ejercicio físico es necesario conocer en qué medida se hallan implicados los distintos sistemas corporales en la realización de un determinado esfuerzo, el cual, a diferencia de lo que ocurre en las actividades del resto de los órganos y tejidos, comporta un gasto metabólico extremadamente variable, en cantidad y “calidad”, en función de la modalidad, intensidad, duración, ambientación, etc. del ejercicio realizado, así como del grado de entrenamiento, estado nutricional, nivel de motivación, etc. del individuo que lo realiza. Aquellos que aspiran a conocer de manera racional los fundamentos del ejercicio físico y a valorar los distintos aspectos asociados al mismo deben disponer de una sólida base científica. En este libro se exponen, de manera clara y ordenada, los principios básicos de todo esfuerzo físico, así como las reacciones y adaptaciones de los distintos sistemas de control y de apoyo al sistema motor (sistema nervioso, cardiovascular, respiratorio, digestivo, neuroendocrino, humoral, etc.) los cuales deben dar una respuesta adecuada al tipo de esfuerzo a realizar perfectamente coordinada con las actividades del resto del cuerpo. Como texto destinado a valorar las capacidades y los límites de la actividad física, se destacan precisamente los factores que participan en la regulación de las distintas funciones corporales durante la realización de un esfuerzo físico, a diferencia de lo que ocurre en los libros de fisiología general humana en los cuales se subrayan las características funcionales y las correspondientes variaciones en condiciones de reposo. Estoy convencido que este libro será de gran utilidad para los estudiantes de educación física, fisioterapia, enfermería, medicina etc., así como para los licenciados o graduados en estas disciplinas y, en general, para todos aquellos interesados en los diversos aspectos de la actividad física y el deporte, sea como practicantes del mismo o como asesores o entrenadores de aquellos que lo practican. La presente obra es el resultado de una larga experiencia docente, iniciada hace ya muchos años por el profesor Barbany, enriquecida en esta nueva edición con las aportaciones de recientes trabajos científicos y combinada con los aspectos básicos, más clásicos, de la fisiología del ejercicio. El libro está escrito con un lenguaje sencillo, posee un diseño atractivo que lo hace fácil de seguir y contiene un gran número de ilustraciones pertinentes, sencillas y claras, todo lo cual lo hace especialmente atractivo. La aplicación de las ciencias fisiológicas al deporte y a la actividad física ha sido y es de capital importancia para mejorar el rendimiento deportivo y, en general, para conseguir un buen estado o condición física, contribuyendo con ello a alcanzar y mantener el nivel de salud deseable para nuestra sociedad. En esta tarea, en la cual participan en grado variable ciencia y arte, es fundamental conocer las bases fisiológicas del esfuerzo físico, expuestas de manera actualizada y amena en este libro. Profesor Dr. Ramon Segura. Catedrático de Fisiología. Departamento de Ciencias Fisiológicas II Campus de Bellvitge Universidad de Barcelona. E l cuerpo precisa movimiento, tanto para la vida de relación – reacciones de huida de depredadores, captura de presas, reconocimiento del territorio, desplazamiento, etc.– como para el mantenimiento de las funciones vegetativas –contracción cardíaca, propulsión de la sangre, movimientos respiratorios, movimientos peristálticos, etc. En todos estos casos es fundamental la contracción muscular. Su mecanismo, pese a la heterogeneidad de sus manifestaciones, es semejante, con interacción entre las proteínas contráctiles constitutivas de las fibras musculares, y disminución de su longitud. La energía mecánica requerida se obtiene a partir de la energía química generada en la fibra muscular en el curso de los procesos oxidativos celulares. Aparentemente, la rentabilidad energética es baja, dado que tan sólo se aprovecha el 25% transformándose el resto en calor; pero es más del doble de la mayoría de dispositivos de invención humana. Además, el calor resultante tiene una decisiva importancia para el mantenimiento de la temperatura corporal. La energía mecánica comunicada al músculo se puede expresar bajo diversas cualidades: — Movimiento para el cambio de posición en el espacio de la totalidad o de alguna de las partes del organismo. — Fuerza cuyo objetivo es modificar la relación espacial entre el organismo y los objetos que lo rodean, o entre éstos. — Presión con la que se comunica un impulso de fuerza a una determinada superficie. — Combinaciones de estas modalidades, que es la forma usual de expresión. Aunque la capacidad contráctil es característica de la fibra muscular, no es exclusiva de ella. Otros muchos tipos celulares (de hecho casi la totalidad de las células del organismo) presentan estructuras contráctiles muy semejantes a las que se encuentran en el músculo. Desde los movimientos ameboideos de los fagocitos y leucocitos, hastael desplazamiento de material intracelular que tiene lugar en el transcurso de la mitosis o de la meiosis, el mecanismo es en esencia el mismo, aunque en la fibra muscular la eficacia funcional y la complejidad organizativa del sistema contráctil son superiores a los de otras formas celulares. La dotación de tejido muscular en el organismo es muy importante; el peso del conjunto de la musculatura corporal supera con creces al de otros componentes, llegando a significar en el adulto hasta el 40% de la masa corporal (figura 1.1). 1.1. Tipos de fibras musculares: músculo liso y músculo estriado El conjunto de la musculatura corporal se clasifica en dos grandes grupos, atendiendo a diferencias morfológicas, funcionales y de tipo de gobierno nervioso y humoral. En la tabla 1.1. (véase página 12) se resumen las características principales de los distintos tipos de tejido muscular. a) Estructuralmente la diferencia entre músculo liso y músculo estriado, estriba en la presencia en este último de estriaciones transversales características, visibles al microscopio incluso a pequeño aumento, después de la correspondiente tinción. b) Funcionalmente existen también diferencias. El músculo liso es de contracción involuntaria; el músculo estriado cardíaco se contrae automáticamente, y el músculo estriado esquelético es de contracción voluntaria. No obstante, los aspectos moleculares y bioquímicos básicos y el mecanismo íntimo de la contracción son, con pequeñas diferencias, muy semejantes. 1.1.1. Músculo liso Tanto desde el punto de vista histológico como funcional, el músculo liso se clasifica en dos grupos: de unidades mútiples y de unidades simples. a) Músculo liso de unidades múltiples. Es el más sencillo y menos evolucionado, con separación completa entre las fibras musculares constituyentes, sin uniones intercelulares aparentes. Como que cada célula conserva su individualidad, hay un sistema de inervación propio para cada fibra. Puede también ser regulado por vía humoral, a la que es especialmente sensible. Esta doble posibilidad de regulación, humoral y nerviosa, permite unas posibilidades de respuesta muy complejas. Es propio de la pared de las grandes arterias y de determinadas zonas de los sistemas reproductor y digestivo; constituye la fracción muscular del iris, el músculo ciliar del ojo, y es el componente contráctil de los músculos piloerectores. b) Músculo liso de unidades simples. También llamado músculo liso visceral se caracteriza porque sus células constituyentes se hallan muy próximas entre sí, con sus membranas parcialmente fusionadas formando las denominadas uniones intercelulares. Funcionalmente se caracteriza porque sus células pueden actuar como un todo unitario, transmitiéndose los impulsos llegados desde cada célula a las vecinas. Este tipo de organización permite la excitación sincrónica y ordenada de grupos distintos de fibras musculares que actúan de forma coordinada. Aunque depende de estímulos vegetativos nerviosos y de la influencia humoral, el músculo liso visceral puede contraerse también con relativa independencia de esta estimulación, y es capaz de originar contracciones rítmicas espontáneas autónomamente, de forma similar a lo que ocurre en el músculo cardíaco. El músculo liso visceral recubre la mayor parte de los conductos internos corporales: arterias de pequeño calibre y arteriolas, conductos digestivos con movimiento peristáltico, uréteres, vejiga, útero, etc. Tabla 1.1. Características de los distintos tipos de músculo. 1.1.2. Músculo estriado En este tipo de músculo no se aprecia individualidad de las células que lo componen, porque durante su desarrollo embrionario, desaparecen las membranas de separación intercelular. Su unidad estructural es la fibra muscular estriada, en forma de cinta y con una longitud y diámetro variables. Es una formación polinucleada, con los núcleos rechazados hacia la periferia, casi en contacto con la membrana plasmática. a) Músculo cardíaco con fibras muy ramificadas y en el que la fusión de las membranas de fibras vecinas no es completa, permaneciendo restos de las mismas en los llamados “discos intercalares”, zonas de elevada resistencia a la conducción del estímulo. De esta manera se enlentece la transmisión de los impulsos generados y puede regularse la frecuencia cardíaca y la velocidad de conducción de los impulsos de excitación, ajustándolos a las necesidades. Es de contracción autónoma y automática y por ello involuntaria, pero su automatismo, fuerza de contracción y conductibilidad son susceptibles de modulación por la influencia de diversos factores de carácter nervioso y humoral. b) Músculo esquelético, de contracción voluntaria y responsable del movimiento y del conjunto de actividades que definen el comportamiento motor del organismo. Posibilita la generación de fuerza y los desplazamientos recíprocos entre las distintas piezas y estructuras óseas del esqueleto. Excepcionalmente, existe también musculatura esquelética no relacionada con el sistema óseo, como la del tercio superior del esófago, labios, párpados y esfínter anal. 1.2. Organización general de la musculatura esquelética Cada músculo es en realidad un sistema muscular esquelético, integrado por tres componentes: a) Componente muscular contráctil, responsable directo de las funciones de movimiento, generación de fuerza y presión. b) Componente conjuntivo, con abundantes fibras elásticas y de colágeno del que dependen parte de la elasticidad del sistema y las funciones de recubrimiento, individualización y protección. c) Otros componentes con funciones tróficas y de inervación. Son las terminaciones nerviosas motoras y sensitivas, vasos sanguíneos y conductos linfáticos. 1.2.1. Variabilidad morfológica Existe una gran variabilidad de formas y de tamaños en el conjunto de músculos esqueléticos humanos. a) Tamaño muy variable, desde unos pocos milímetros (músculos de la cara y especialmente de la boca), hasta longitudes superiores a los 20 cm (músculo sartorio). En general, los músculos más pequeños son solicitados en movimientos discriminativos y de precisión, mientras que cuando es preciso alcanzar altos niveles de tensión o de tiempo de contracción, su masa es grande. b) Morfología también muy variable. Muchos de ellos tienen una forma característica (fusiformes), con una porción central abultada denominada “vientre” y los extremos conjuntivos por los que se inserta al hueso. Existen otras muchas formas anatómicas, muy diversas y a veces complejas: penniformes, como el flexor largo del pulgar; bipenniformes, como el tibial anterior, multipenniformes, como el deltoides, etc. (figura 1.2). En algunos casos, la peculiar morfología del músculo permite asegurar una mayor densidad en la población de fibras y niveles superiores de fuerza contráctil (véase apartado 2.3.). 1.2.2. Niveles de organización El número de músculos presentes en el cuerpo humano es elevado: alrededor de 500 (cifra variable en función de criterios de individualización anatómica), con un mismo modelo de organización (figura 1.3). El músculo completo está formado por haces musculares anatómicamente individualizables. Se encuentra rodeado por una cubierta conjuntiva denominada epimisio. Esta cubierta externa recibe diversas denominaciones anatómicas específicas (vaina, aponeurosis, etc.). Cada músculo o haz muscular está formado por un número considerable de fascículos musculares, dispuestos paralelamente al eje longitudinal del músculo y recubiertos también por formaciones conjuntivas propias denominadas permisio. Cada fascículo muscular está integrado por un gran número de fibras musculares. La fibra muscular posee también su recubrimiento conjuntivo, denominado endomisio. No debe ser confundido con el sarcolema, que es la membrana plasmática de la fibra. 1.2.3. La fibra muscular Es la unidad estructural y funcional del tejido muscular estriado, con forma de cinta y una longitud muy variable, entre 1 y 50 mm, segúnlas dimensiones de cada músculo. Su diámetro oscila entre las 50 y 90 µm, con valores máximos de hasta 100 µm, en algunos casos. Resulta de la fusión de células aisladas, durante el período embrionario, con alrededor de 100 núcleos, situados en la periferia, en la inmediata vecindad de la membrana plasmática (sarcolema). El citoplasma (sarcoplasma) es muy abundante y se halla cruzado por un retículo endoplasmático (retículo sarcoplasmático) altamente desarrollado. Tiene abundantes gránulos de glucógeno en la inmediata vecindad del sarcoplasma y también inclusiones de lípidos, mioglobina y fosfocreatina. Las proteínas contráctiles agrupadas en miofibrillas, ocupan el 90 por 100 de su volumen. Las miofibrillas se hallan constituidas por miofilamentos gruesos y delgados, dispuestos en entramado o parrilla, de forma ordenada y repetitiva. Una fibra muscular de 100 µm de diámetro y 1 cm de longitud puede contener unas 8000 miofibrillas. 1.3. Organización estructural del componente contráctil 1.3.1. Estructura del sarcómero Observado al microscopio, después de su tinción, en el músculo estriado aparecen bandas de distinta tonalidad. Si el poder de resolución óptica del que se dispone es suficiente, se distinguen (figura 1.4a): a) Zonas claras anchas, que se denominan bandas I (por ser isótropas), poco refringentes. b) Zonas oscuras anchas que se denominan bandas A, porque son relativamente anisótropas, birrefringentes. c) En el centro de cada banda clara I se destaca una línea más oscura que se denomina línea Z. d) En el centro de cada banda oscura A, existe otra zona diferenciada por su aspecto más claro, la zona H (zona AH según la nomenclatura actual). e) La zona H presenta en su porción central una línea que destaca por ser más oscura y se denomina línea M. f) Las otras dos zonas de la banda A a cada lado de la zona AH son las zonas AI. La unidad estructural que se denomina sarcómero comprende el conjunto de filamentos delgados y gruesos situados entre dos líneas Z vecinas. En el músculo en reposo tiene una longitud aproximada de 2,3 µm. Esta alternancia de zonas claras y oscuras refleja la disposición espacial altamente ordenada de los miofilamentos delgados y gruesos de la fibra muscular: a) Longitudinalmente, en la fibra relajada, la zona central correspondiente a la banda A se halla ocupada por filamentos gruesos. La zona AH es la parte ocupada exclusivamente por estos filamentos gruesos. En su centro, la línea M parece reflejar la existencia de la proteína M (véase más adelante). En las zonas AI coexisten filamentos gruesos y delgados. En las bandas I situadas a cada lado de la banda A existen únicamente filamentos delgados, dispuestas en dos mitades idénticas a cada lado de la línea Z central. b) Transversalmente aparece también una disposición organizada. (figura 1.4b). A nivel de las bandas I, sólo existen filamentos delgados en disposición hexagonal, cada uno de ellos rodeado por otros seis. A nivel de las bandas A, si la sección se hace en la zona AI, aparecen filamentos delgados y gruesos; cada filamento fino, se encuentra rodeado por tres delgados y otros tres gruesos. Si la sección se efectúa en la zona AH, sólo aparecen filamentos gruesos, también en disposición hexagonal. La estabilización de este entramado de fibras implica un complejo sistema de relaciones espaciales entre el conjunto de filamentos, sólo conocido en parte. Los filamentos gruesos se hallan relacionados y agrupados por un conjunto de interacciones y de puentes de unión. Se cree que la proteína M (figura 1.5) es una de estas estructuras de interconexión. En la estabilización de los filamentos delgados las proteínas constitutivas de la línea Z son también factores de consolidación. Cabe pensar también que las interacciones actina-miosina, evidentes incluso en el músculo relajado, desempeñan un papel estabilizador. 1.4. Proteínas constituyentes de las miofibrillas Se conoce con bastante precisión la mayoría de detalles estructurales y la disposición bioquímica de las proteínas constitutivas de los miofilamentos gruesos y delgados, aunque muchos aspectos, especialmente en lo relativo a las líneas Z y M, son poco conocidos. Las principales proteínas presentes en los miofilamentos son: a) Miosina, presente en los miofilamentos gruesos, que además de funciones estructurales, interviene activamente en la contracción. b) Actina, proteína base del armazón estructural de los miofilamentos delgados. Como la miosina, interviene activamente en los fenómenos moleculares del proceso de la contracción. c) Tropomiosina, presente en los miofilamentos delgados, con funciones reguladoras. d) Troponina, complejo constituido por tres subunidades muy distintas. Como la anterior, interviene en funciones de regulación. e) Existen además otras muchas proteínas cuya significación no es clara, como la α-actinina, armazón estructural básico de la línea Z y la proteína M, armazón estructural básico de la línea M. 1.4.1. Miofilamentos gruesos Con un diámetro de 100 Å y una longitud aproximada de 1,5 µm se hallan formados por unas 300 moléculas de miosina, constituyendo agregaciones conjuntas, empaquetadas de mane-ra muy ordenada (figura 1.6). Cada unidad de miosina, con un considerable tamaño y un peso molecular cercano a 500.000, está constituida por dos cadenas polipeptídicas helicoidales, parcialmente enrolladas entre sí. Cada una de las cadenas presenta en un extremo una conformación globular y una porción longitudinal muy larga. Por ello la molécula completa de miosina muestra en su zona inicial una doble cabeza, correspondiente a cada uno de los monómeros constituyentes y una larga cola, resultante del entrelazado y plegado helicoidal de las cadenas largas. Entre la doble cabeza y la cola existe una porción intermedia que se denomina cuello. El tratamiento con enzimas hidrolíticas (tripsina y papaína) permite reconocer las distintas fracciones de la miosina. Las dos fracciones que se obtienen de la hidrólisis con tripsina se denominan meromiosina ligera (MML) y meromiosina pesada (MMP). Hidrolizando esta meromiosina pesada con papaína se obtienen dos fragmentos distintos: S2 y S1. Estas distintas fracciones permiten reconocer las funciones de las diferentes zonas de la miosina. a) La meromiosina ligera corresponde a la “cola” de la miosina y expresa una actividad de agregación o empaquetamiento con otras MML. A este nivel radica la función de cohesión del conjunto de moléculas de miosina constituyentes estructurales de los miofilamentos gruesos. b) La meromiosina pesada es incapaz de mostrar actividad de cohesión, pero presenta otras características: el fragmento S2 correspondiente a la región del “cuello” de la miosina, gira como un gozne o bisagra en el transcurso de la contracción; el fragmento S1 correspondiente a la “doble cabeza” de la miosina, es capaz de combinarse a nivel de los “lugares activos” de la actina y evidencia también actividad de ATPasa, hidrolizando el ATP encargado de proporcionar energía para el suministro energético de la contracción, tal como se comenta más adelante. En esta zona aparecen asociadas además otras dos cadenas de bajo peso molecular, denominadas cadenas ligeras cuya significación no está clara (figura 1.7). El empaquetamiento de las moléculas de miosina para formar el filamento grueso se hace a través de fuerzas de cohesión que fijan las colas de las moléculas. Las cabezas de las miosinas sobresalen hacia el exterior, mostrando una disposición periódica y ordenada, tal como se indica en la figura 1.8. El conjunto de moléculas de miosina empaquetadas se dispone en dos mitades yuxtapuestas. La zona central de yuxtaposición, ligeramente engrosada o quizá relacionada con la proteína M, es la que delimita la línea M. 1.4.2. Miofilamentos delgados Con 70 Å de diámetro y una longitud de 1,6 µm, están formados al menos por tres proteínas de estructura bien conocida e identificada (figura 1.9).La actina es el componente estructural esencial. La troponina y tropomiosina tienen significación reguladora. a) Actina. Forma el armazón estructural básico de los filamentos delgados, y además es capaz de recibir a nivel de sus “lugares activos” las cabezas de la miosina en el curso de la contracción muscular. En reposo no es posible establecer interacciones acto-miosínicas, porque estos centros activos se encuentran bloqueados por las proteínas reguladoras. Es un polímero formado por unas 400 unidades elementales (monómeros) con dos subunidades y de forma globular, que reciben la denominación de actina G. El polímero resultante se denomina actina F, con un peso molecular cercano a 40.000 y que se dispone en forma de dos largas cadenas de monómeros de forma semejante a las cuentas de un rosario. Se presentan enrolladas entre sí en forma de doble hélice, dejando una ranura central entre ambas, en cuyo hueco se sitúan las otras dos proteínas: troponina y tropomiosina. b) Tropomiosina. Se denomina así por su similitud estructural con las porciones distales (“colas”) de la miosina. Formada por dos cadenas polipeptídicas plegadas en hélice α, con un peso molecular de 40.000. Se dispone ocupando parte de los surcos que quedan entre la doble hélice de actina, extendiéndose a lo largo de una longitud de siete monómeros de actina. Uno de sus extremos es libre y el otro queda unido a la troponina. En el músculo en reposo la tropomiosina se sitúa bloqueando los centros activos de la miosina, impidiendo establecer los enlaces actomiosínicos. Además de esta función en la contracción, contribuye a otorgar estabilidad a la actina. c) Troponina (Tn). Proteína globular de menores dimensiones pero con una mayor complejidad estructural. Formada por tres subunidades denominadas, respectivamente, TnC, TnT y TnI, que se sitúan también en el surco de la doble hélice de la actina, en uno de los extremos de la tropomosina. En la contracción muscular: — la troponina C, fija el Ca++ vaciado al sarcoplasma en el inicio de la contracción; — la troponina T, regula la actividad funcional de los “lugares activos” de la actina, a través de cambios inducidos sobre la posición de la tropomiosina, — la troponina I, actúa sobre la actividad ATPasa de las cabezas de la miosina. 1.4.3. Otras proteínas del sarcómero Además de las proteínas constituyentes de los miofilamentos, en el músculo estriado esquelético se han identificado otras proteínas, con funciones diversas, en general de carácter estabilizador. a) Proteína Cap Z, con un peso molecular de 32.000, se localiza en la línea Z. Consta de dos subunidades y se une al extremo de las cadenas de actina constitutivas de los miofilamentos delgados. Su función postulada es la de conferir estabilidad a la actina, impidiendo su despolimerización. b) α-actinina, de peso molecular estimado en 190.000. Se trata de un dímero constituido por dos cadenas idénticas. Componente mayoritario de la línea Z, parece ser la responsable primaria del anclaje de los filamentos delgados (figura 1.5). c) Proteína M, ya citada, estabilizadora de los miofilamentos gruesos, que traba las colas de las miosinas de cada uno de los costados del sarcómero. d) Proteína C, también con funciones estabilizadoras. e) Vinculina, con peso molecular de 130.000. Al parecer ancla el sistema de miofilamentos al retículo sarcoplasmático. Aunque se halla presente en el músculo cardíaco y liso, en el músculo esquelético no se ha identificado. f) Titina, muy grande, de peso molecular superior a 1.000.000 y una longitud considerable, estimada en 1 µm. Confiere estabilidad al sistema de los filamentos gruesos durante la contracción o el estiramiento (figura 1.10). g) Nebulina, tambien de gran tamaño. Representa hasta el 3 por 100 del total de proteínas del músculo. Se dispone formando grandes filamentos que se extienden a lo largo de la línea Z (figura 1.10), contribuyendo a la estabilidad de los miofilamentos delgados y posiblemente también controlando su longitud, al regular su polimerización. h) Distrofina, presenta un peso molecular cercano a 400.000. Además de una función preventiva de alteraciones en la arquitectura de las fibras musculares, similar a las de la α- actinina, se piensa que colabora en el anclaje del sistema de filamentos delgados a la membrana plasmática. Algunas distrofias musculares de carácter genético son debidas a la carencia en esta proteína. i) Otras proteínas. Además de éstas se han propuesto otras muchas, en la mayoría de casos también de función estabilizadora. 1.5. Bases bioquímicas de la contracción muscular Durante la contracción o el estiramiento del músculo se modifican las dimensiones de las respectivas bandas y zonas (figura 1.11), de forma que: — la banda A permanece invariable; — la banda I, la zona AI y la zona AH modifican sus dimensiones según el sentido del desplazamiento: en la contracción muscular, disminuye la amplitud de la banda I y de la zona AH. Por el contrario, aumenta la anchura la zona AI. En contracciones intensas, la banda I y la zona AH (especialmente esta última) llegan a desaparecer. Si hay estiramiento muscular, las modificaciones son las opuestas. Todas estas modificaciones se explican por el deslizamiento telescópico entre filamentos gruesos y los filamentos delgados. 1.5.1. Inicio de la contracción: efectos de activación La contracción se inicia con la llegada a la fibra muscular del impulso nervioso procedente de las α-motoneuronas espinales transmitido por la placa motora (véase apartado 2.1). Los potenciales de acción son transmitidos por el sarcolema y penetran en la fibra muscular, desplazándose por el retículo sarcoplasmático con abundantes túbulos T (transversales), túbulos L y cisternas (situados longitudinalmente al eje de la fibra). El conjunto formado por un túbulo transversal y las dos cisternas con las que se relaciona se conoce con la denominación de “triada”. Este sistema tubular penetra profundamente hasta el interior de la fibra, en vecindad inmediata con el sarcómero (figura 1.12). En reposo, almacena en su interior, en especial en las cisternas, grandes cantidades de Ca++ en concentraciones superiores a los 10-5 mmol L –1. La inversión de potencial eléctrico a consecuencia del potencial de acción, produce modificaciones conformacionales de la membrana de las cisternas y túbulos que se hacen ahora libremente permeables al Ca++, por apertura de canales iónicos específicos. El Ca++ a favor del fuerte gradiente de concentración abandona sus depósitos y difunde libremente y sin gasto energético, al sarcoplasma y las miofibrillas. De esta forma se activa el proceso de la contracción. 1.5.2. Interacciones actina-miosina (figura 1.13) Después de vaciado al sarcoplasma el Ca++ se fija a la subunidad TnC de la troponina, en un lugar de combinación específico. Cada TnC puede fijar 2 Ca++ que se unen a otros 2 ya permanentemente combinados con la misma. Se forma el complejo Ca++/troponina C, responsable de: — Cambio de la conformación de la TnT, que provoca modificaciones estructurales de la tropomiosina, la cual se ve desplazada de su posición inicial de reposo. Con ello, los “lugares activos” de la actina, que en el músculo en reposo se mantenían bloqueados por la tropomiosina, quedan ahora al descubierto. — Inhibición de la TnI, lo que permitirá que las cabezas de la miosina expresen ahora su actividad de ATPasa (en el músculo relajado, la TnI actúa como inhibidor permanente de esta acción). — Formación de puentes actina-miosina, las cabezas de miosina podrán ahora mostrar su elevada afinidad con las cabezas de actina cercanas, uniéndose y dando lugar a la formación de “puentes cruzados” entre filamentos gruesos y delgados. Al parecer esta unión es espontánea y se produce sin gasto energético, es decir, sin consumo de ATP. — Acción “de bisagra”, torsión del cuello de la miosina. La simple activación y formación de los puentes cruzados acto- miosínicosno produce disminución alguna de la longitud del sarcómero. Para que ésta se produzca, es necesario que estos puentes cruzados empujen los filamentos delgados de cada lado hacia el centro del sarcómero, acercando las líneas Z adyacentes y disminuyendo la distancia entre ellas (figura 1.14). Para ello interviene el cuello de la miosina, dotada de uno o quizá dos lugares susceptibles de torsión o giro en bisagra. Se precisa energía que suministra el ATP hidrolizado por la ATPasa de las cabezas miosínicas. — Rotura y formación de nuevos “puentes cruzados”. Con la mera acción de bisagra de los cuellos de la miosina, el empuje recibido por los filamentos delgados es muy pequeño. Se ha calculado que el sarcómero puede acortarse aproximadamente unos 7 nm, lo que significa aproximadamente el 1% de su longitud total. Las contracciones submáximas habituales implican una disminución del sarcómero de aproximadamente el 30 al 50%, por lo que este mecanismo por sí solo es del todo insuficiente. Debe, pues, continuar con rotura del enlace formado; con la formación de otro nuevo enlace entre la cabeza de la miosina y otro “lugar activo” de la actina, situado más allá del primitivo (figura 1.14), en las proximidades del anterior aunque más cercano a la línea Z, que a consecuencia del desplazamiento anterior habrá quedado ahora frente a la cabeza de miosina. 1.5.3. Fin de la contracción: relajación muscular Para que cese la activación del músculo y la fibra pueda relajarse, es necesario extraer todo el Ca++ que había difundido durante el proceso de activación y reintroducirlo en las cisternas y túbulos del retículo sarcoplasmático. Para finalizar la contracción, se pone en marcha un sistema de transporte activo contra gradiente de concentración, con bombeo activo del Ca++ hacia los depósitos de almacenamiento y gasto de ATP (figura 1.15). El descenso en las concentración de Ca++ en el sarcoplasma restituye las conformaciones de reposo de TnC, TnT y TnI y la posición inicial de la tropomiosina, que vuelve a bloquear los “lugares activos” de la actina, reapareciendo la acción inhibidora sobre la ATPasa miosínica e imposibilitando la contracción. Cesado el efecto de interacción acto-miosínica, el sarcómero recupera su longitud de reposo gracias a: — su propia tendencia a adoptar espontáneamente la conformación más estable, que cabe suponer que es la de reposo; — efectos de resorte o muelle ejercidos por algunas de las proteínas del sarcómero, tal como la titina o la nebulina (figura 1.10); — el rebote elástico del componente conjuntivo muscular (perimisio, epimisio y endomisio) que en el curso de la contracción ha sufrido compresión. 1.6. Bioquímica de la contracción excéntrica El modelo de contracción descrito no es válido para explicar el comportamiento de la fibra muscular en el curso de la contracción excéntrica (véase apartado 2.2). En este caso, en lugar de acortamiento, el músculo actúa frenando el alargamiento inducido por fuerzas externas (por ejemplo, la de la gravedad). Se cree que las interacciones actina-miosina actúan de forma contraria, frenando la distensión y el alargamiento del sarcómero. Por esta razón, también cursan con gasto energético, aunque se carece de detalles relativos al mecanismo implicado. 1.7. Componente conjuntivo muscular Además de contraerse y disminuir su longitud, el músculo esquelético puede ser distendido o estirado y muestra propiedades elásticas. Estas cualidades, con gran importancia en el comportamiento funcional del sistema muscular esquelético, obedecen tanto a la disposición de los miofilamentos de actina y miosina como a la presencia de abundantes fibras elásticas y de colágeno en el componente conjuntivo muscular. El conjuntivo muscular está constituido por fibras de colágeno y elásticas contenidas junto a algunos fibroblastos en una matriz fundamental integrada por glicoproteínas muy ricas en ácido hialurónico y condroitín sulfato. Por su gran abundancia en grupos hidrófilos polares, en estado normal presenta un alto grado de hidratación, otorgando al sistema muscular consistencia, resistencia a la tracción y elasticidad. Los fibroblastos se encargan de la continua producción de fibras, asegurando la reposición de las que puedan perderse por rotura, desgaste o envejecimiento. En el músculo cabe distinguir dos tipos de tejido conjuntivo muscular: — tejido fibroso, integrado casi exclusivamente por fibras de colágeno, con una gran consistencia y resistencia a la tracción. Transmite el efecto contráctil y proporciona al músculo protección, sostén y compacticidad. — tejido elástico, con fibras elásticas y fibras de colágeno (siempre predominando estas últimas), responsable de las propiedades elásticas. Las fibras elásticas intervienen en el amortiguamiento de choque e impacto, rebote elástico y flexibilidad. Las formaciones conjuntivas musculares se hallan representadas por las estructuras de recubrimiento y protección, como las cubiertas conjuntivas perimisio, epimisio y endomisio y los elementos de inserción aponeurosis y tendones. Se hallan muy relacionadas entre sí, actuando como un sistema interdependiente, que confluye progresivamente desde las cubiertas musculares (perimisio, epimisio y endomisio) hacia los tendones y otros elementos de inserción, lo que facilita la transmisión de la fuerza. Cuanto mayor es el número de unidades implicadas en el proceso de generación de fuerza, mayor es el grado de tracción ejercido por el sistema de “cordaje” del componente conjuntivo (figura 1.16). 1.7.1. Tendones y elementos de inserción Actúan en la transmisión de la fuerza. Estructuralmente, los tendones se organizan bajo un modelo en cierto modo comparable al del componente contráctil muscular (figura 1.17). El tendón completo, recubierto por una estructura conjuntiva específica denominada membrana reticular, se halla formado por fascículos tendinosos, de un diámetro entre las 50-300 µm. Los fascículos contienen un considerable número de fibras entrelazadas, con un diámetro entre 500-5000 Å. Las fibras se hallan constituidas por elementos de rango inferior, denominados fibrillas, con un diámetro de 100-200 Å. Por su parte, cada fibrilla resulta de la agregación de un elevado número de fibras de colágeno. Entre las fibras se encuentran abundantes fibroblastos, y todo ello se contiene en una matriz cementante de tipo glicoproteico, a base de mucopolisacáridos muy abundantes en ácido hialurónico y en condroitín sulfato. En el músculo no sometido a tensión, los fascículos tendinosos se disponen formando rizos, bucles y ondas, que desaparecen al tensar el tendón. Por este motivo, el tendón presenta una elevada (aunque limitada) capacidad de elongación frente a fuerzas de tracción. Esta disposición explica el considerable aumento de la longitud de algunos tendones (por ejemplo, el tendón de Aquiles), al ser sometidos a fuerzas de estiramiento importantes, a pesar de que las fibras de colágeno sean estructuras muy resistentes al estiramiento. Con esta disposición, puede aumentar la longitud del tendón sin menoscabo de las fuertes conexiones inter e intramoleculares de las moléculas y cadenas, imprescindibles para asegurar una buena transmisión de la fuerza y una alta resistencia a la rotura. Para que su función sea adecuada, los componentes del tendón deben hallarse suficientemente hidratados. La deshidratación altera notablemente los elementos del sistema y produce lesiones tendinosas. 1.7.2. Cubiertas conjuntivas: epimisio, perimisio y endomisio Estas estructuras de recubrimiento, individualizan al músculo completo y a sus haces, fascículos y fibras, permitiendo su deslizamiento durante el movimiento y la contracción, en especial cuando unas fibras están contraídas y otras no, como ocurre en las contracciones submáximas, las excéntricas y en los movimientos del músculo completo respecto de estructuras vecinas. Son decisivas también en la elasticidad muscular, la extensibilidad de la fibra muscular yel efecto amortiguante del impacto. No se conoce la ultraestructura de las cubiertas conjuntivas. El modelo tridimensional que se indica en la figura 1.18 es válido como hipótesis para explicar la disposición que adoptan las fibras, especialmente las de colágeno, en la organización de las cubiertas y fascias conjuntivas. Son bloques rígidos, conectados entre sí por medio de zonas de libre torsión y con capacidad de deslizamiento respecto a las capas superpuestas. Todo ello embebido en una matriz de naturaleza glicoproteica muy hidratada que actúa como cementante. El sistema es sólido, pero a la vez conformable y flexible. 1.8. Distensibilidad del músculo. Elasticidad del componente conjuntivo muscular La distensibilidad (extensibilidad) muscular se comprueba sometiendo a un músculo aislado y sujeto por uno de sus extremos a un efecto de carga o de tracción por el otro. Dependiendo de la cuantía de la carga sufre un efecto de elongación que se explica por la disposición de los miofilamentos, pero que depende fundamentalmente del componente conjuntivo. Después de ser estirado, el músculo evidencia una tendencia espontánea a recuperar la posición de reposo (tendencia al acortamiento), manifestable como tensión, adicionable a la contractilidad. En el comportamiento usual del músculo, este tipo de efectos ocurren cuando el sistema muscular esquelético es sometido a un efecto de estiramiento activo (por contracción de los antagonistas), o pasivo (como consecuencia de la acción de la gravedad o por el efecto de fuerzas externas que actúan sobre él), produciendo una respuesta elástica dependiente del componente conjuntivo y que se expresa como efecto de rebote. Al ser distendido acumula energía potencial que podrá manifestarse como energía mecánica al cesar el estiramiento, siempre que el tiempo transcurrido entre el final del estiramiento y la manifestación de la respuesta elástica, no sea muy largo, en cuyo caso se disipa como calor. La energía alma-cenada depende de la cuantía de la elongación, pero al no ser un cuerpo elástico ideal, el sistema muscular no obedece estrictamente las leyes físicas y no muestra una relación directamente proporcional entre la longitud del sistema y la fuerza de distensión. Como se indica en la figura 1.19, por la disposición peculiar de las fibras de colágeno en el tendón y otros elementos de inserción, formando bucles o rizos, esta correlación es sigmoidal. En la fase inicial del estiramiento puede aumentar de forma considerable la longitud, con sólo una ligera fuerza de distensión, porque la fuerza no actúa tanto sobre la longitud del conjuntivo muscular como para estirar y hacer desaparecer las abundantes ondulaciones. En los estiramientos habituales, el componente conjuntivo muscular actúa en esta zona con alargamientos superiores a los que podrían esperarse de un comportamiento elástico puro. Por encima de estas longitudes la respuesta es menor, haciéndose directamente proporcional la relación entre fuerza de estiramiento y longitud alcanzada, y comportándose como un cuerpo elástico ideal. Esta zona, muy variable para cada tendón, es una zona de reserva y protección frente a la rotura y a la que no se debe llegar en el funcionamiento usual. Si la fuerza de tracción es todavía mayor, se alcanza el punto de ruptura, lo que sólo ocurre en condiciones patológicas. Estos efectos de rebote elástico son muy comunes en el curso de la actividad física. En la acción de caminar, se produce a cada paso un efecto de distensión en la pierna alterna a la de apoyo, con alargamiento de los gemelos y del tendón de Aquiles de aproximadamente unos 18 mm cada paso. Suponiendo invariable el coeficiente de elasticidad, se almacenan unos 42 joules cada paso, aplicables como energía mecánica adicional a la contráctil, lo que abarata considerablemente el coste energético. La energía potencial debe ser utilizada en forma de rebote, sin que transcurra un período de tiempo excesivo. La elasticidad conserva la energía potencial acumulada en la elongación o estiramiento, provocada por la contracción de la musculatura antagonista, la fuerza de la gravedad, el momento de fuerza del movimiento, la resistencia ofrecida por otras partes del cuerpo, la tracción ejercida por otra u otras personas o por dispositivos mecánicos de entrenamiento o de rehabilitación, etc. 1.9. Modelo mecánico del músculo Los elementos que confieren elasticidad al músculo se estructuran según la interpretación clásica de Hill en tres componentes (figura 1.20.): a) El componente contráctil (CC), formado por los miofilamentos contráctiles que es capaz de manifestar efectos contráctiles, junto a un comportamiento elástico específico al ser estirado por fuerzas externas, mal conocido, atribuido en parte a las proteínas estabilizadoras (véase pág. 18). b) El componente conjuntivo en paralelo respecto al CC (PEC) formado por el epimisio, perimisio, endomisio y la propia membrana plasmática de la fibra muscular. Son formaciones con elevada tendencia elástica y máximos responsables de la capacidad generadora de tensión después del estiramiento. c) El componente conjuntivo situado en serie respecto al CC (SEC), formado por el tendón y otros elementos de inserción ósea, caracterizados por un comportamiento elástico limitado por el gran predominio de tejido fibroso. Sus funciones se relacionan principalmente con el mantenimiento de la necesaria solidez y la transmisión de la fuerza, tolerando fuerzas elevadas de tracción sin romperse. Durante la contracción muscular con acortamiento del sarcómero, disminuye la longitud total del sistema y se estira el SEC, en grado variable, en función de la intensidad de la contracción y de la magnitud de la resistencia a vencer. En la relajación muscular, una vez cesado el efecto contráctil, el músculo recupera su longitud inicial, siempre que no existan fuerzas externas que lo impidan, por ejemplo, la contracción de los antagonistas o el propio peso corporal. Cuando el sistema muscular es estirado, se produce la elongación del conjunto de elementos que lo integran, tanto de los situados en serie como de los que se disponen en paralelo. Esta acción es especialmente significativa para el PEC, por presentar una alta capacidad de almacenamiento de energía potencial, por la presencia de fibras elásticas. El PEC no es el responsable exclusivo de la elasticidad muscular y, por tanto, de la capacidad de rebote elástico frente al estiramiento del sistema muscular, aunque juegue un importante papel y, en algunos movimientos, pueda ser el responsable principal. Durante la actividad muscular se produce una continuada alternancia de ciclos cortos de estiramiento-contracción, con manifestación de efectos mecánicos en cada uno de ellos, un comportamiento completamente distinto del que cabría esperar en contracciones musculares aisladas. El estiramiento es esencial con el fin de alcanzar la máxima potencia muscular: por ejemplo, la hiperflexión con estiramiento del cuádriceps de la pierna del futbolista antes de conectar un chut, o el fuerte estiramiento del brazo con inspiración profunda, lo que estira el pectoral mayor, antes de lanzar la jabalina (figura 1.21) En la vida motriz cotidiana existen multitud de ejemplos: al subir una pendiente el cuerpo se inclina hacia delante para elongar convenientemente los músculos implicados en el desplazamiento y obtener así una mayor capacidad contráctil. 1.10. Funciones del componente conjuntivo muscular Son en síntesis: — Transmisión al hueso de la fuerza generada en el componente contráctil. — Efectos amortiguadores de las contracciones musculares intensas. — Protección de las integridad tendinosa respecto de la acción de fuerzas externas antagónicas o de resistencias elevadas. — Acumulación de energía elástica durante el estiramiento. — Permite acortamientos del elemento contráctil (contracción muscular propiamente dicha) sin que se modifique la longitud global muscular (por estiramiento deltendón). — Facilitar la contracción excéntrica. — Permitir el deslizamiento del músculo completo o de las fibras en contracción respecto de las relajadas. — Otorgar al músculo consistencia, soporte y resistencia al impacto. E n respuesta a las órdenes motoras procedentes del sistema nervioso central, los músculos se contraen para generar fuerza y potencia y, en último término, trabajo. En este capítulo se analiza la llegada del impulso nervioso a la fibra y los distintos factores condicionantes de la fuerza y potencia muscular. 2.1. Transmisión del impulso nervioso a la fibra muscular La contracción de la fibra muscular se produce en respuesta a las órdenes originadas y transmitidas por el sistema motor hasta las α-motoneuronas. Para la musculatura de la cabeza y el cuello, estas α-motoneuronas se ubican en los núcleos motores de los pares craneales; para los del tronco y extremidades, en las astas anteriores medulares (capítulo 8). El impulso nervioso, en forma de potenciales de acción, llega hasta las fibras musculares, por los axones de las α-motoneuronas, agrupados en nervios motores. 2.1.1. Placa motora La placa motora o unión mioneural es una estructura especializada, semejante a una sinapsis, que conecta el extremo de los axones de la α-motoneurona con la fibra muscular inervada (figura 2.1). La llegada de un estímulo de excitación (potencial de acción) vacía la acetil-colina, almacenada en vesículas axónicas, hacia el espacio intersináptico. Esta acetilcolina difunde a través de este espacio y se une a receptores específicos del sarcolema de la fibra muscular vecina. Como consecuencia de ello se producen modificaciones en la permeabilidad iónica de este sarcolema, con masivo ingreso de sodio y el correspondiente cambio del potencial de membrana. Si la excitación es suficiente, también lo será el número de vesículas y de moléculas de acetil-colina vaciado; el cambio en la polaridad de la membrana llega a descargar potenciales de acción, conducidos a través del propio sarcolema por toda la fibra muscular. Como que los túbulos y las cisternas del retículo sarcoplasmático son invaginaciones del propio sarcolema, los potenciales de acción serán conducidos hasta el interior de la fibra muscular, produciendo el vaciado del Ca++ almacenado y el inicio de la contracción, según lo indicado en el capítulo 1 (véase apartado 1.5.1). Para poder relajar la fibra muscular es preciso inactivar la acetil- colina, por acción de la enzima acetil-colinesterasa, presente en la hendidura, que la descompone en radical acetilo y colina. La colina se reabsorbe y puede ser reutilizada; el radical acetilo se pierde. La función normal de la placa motora puede ser alterada por tóxicos y por fármacos. El curare produce relajación muscular y parálisis por bloqueo de los receptores. Los insecticidas organofosforados inhiben la acetil-colinesterasa y provocan la muerte en los insectos por contracción sostenida de los músculos alares, lo que impide la renovación del aire de las tráqueas. La toxina tetánica actúa sobre la placa motora, impidiendo en este caso la relajación (parálisis en contracción o espástica). También se altera en circunstancias patológicas: la miastenia gravis es una enfermedad autoinume en la que se destruyen algunos receptores de acetil-colina del sarcolema, con parálisis muscular. Se puede tratar con fármacos inhibidores de la acetil-colinesterasa que al prolongar la permanencia de la acetilcolina en el espacio intersináptico favorecen su unión a los receptores, aumentando su eficacia. En la placa motora, el sarcolema se dispone de manera característica formando pliegues semejantes a los del papel de filtro, lo que aumenta considerablemente la superficie de contacto con la terminal axónica y su eficacia. 2.1.2. Unidad motora Los axones de las α-motoneuronas, integrados en los correspondientes nervios motores, se dividen, antes de llegar al músculo de destino, en ramas dirigidas a varias fibras musculares. La unidad funcional integrada por la α-motoneurona y las fibras musculares que de ella dependen se denomina “unidad motora” (figura 2.2). Se estima en aproximadamente 500.000 el número de α-motoneuronas, mientras que la cifra de fibras motoras presentes en el conjunto de los músculos humanos viene a ser de unos 300 millones. Por lo tanto, en la mayoría de unidades motoras, cada α- motoneurona inerva un gran número de fibras musculares. Algunas unidades motoras están formadas sólo por 10 fibras, mientras que otras tienen casi 2.000 fibras musculares. Los músculos con mayor riqueza de inervación (entre 10 y 20 fibras por unidad motora) son aquellos en los que el movimiento presenta un superior nivel de precisión, como los de la cara o los ojos. Por el contrario, en los músculos con movimientos menos precisos, pero capaces de desarrollar elevados niveles de fuerza en períodos de tiempo prolongados, como los músculos posturales de las extremidades, las unidades motoras presentan entre 1.500 y 2.000 fibras musculares. Las características morfológicas de las α-motoneuronas y su distribución a nivel medular son variables: existe una relación directa entre el número de fibras musculares que componen una unidad motora y el tamaño de la α-motoneurona que la inerva; las unidades motoras formadas por un gran número de fibras son tributarias de α- motoneuronas de gran tamaño. En cada actividad participan motoneuronas específicas, según la zona del cuerpo implicada, la fuerza desarrollada, el tipo de fibra muscular (véase apartado 3.7) y el movimiento a realizar. 2.2. Modalidades de la contracción muscular Los diversos tipos de contracción muscular se califican atendiendo a las modificaciones de la longitud del músculo, la velocidad de contracción y la fuerza. 2.2.1. Por la longitud del músculo Según los cambios de la longitud del músculo (figura 2.3) se distinguen: a) Contracción concéntrica (dinámica), con disminución de la longitud global del sistema muscular. Este tipo de contracción ocurre cuando la tensión muscular vence la resistencia que se le opone. Aunque se acorta la longitud del componente contráctil (vientre muscular), el tendón se alarga en una cuantía que depende de la tensión y de la resistencia a vencer. Puesto que hay desplazamiento, se efectúa trabajo en el sentido físico de la expresión.1 b) Contracción isométrica (estática), sin cambio en la longitud del músculo, porque si bien el componente contráctil se acorta, simultáneamente hay alargamiento del componente tendinoso en idéntica cuantía. Se produce una contracción de este tipo cuando la tensión ejercida no es capaz de vencer la resistencia que se opone al desplazamiento. También ocurre este tipo de contracción cuando se logra mantener la postura de una articulación en una posición fija, frente a una fuerza externa que intenta modificarla. El conjunto de músculos de la cintura y del tronco, por ejemplo, ejerce contracciones isométricas “de sostén posicional” en gran número de actividades físicas y deportivas, impidiendo posibles desplazamientos frente a las altas cargas de impacto que actúan sobre el cuerpo. Como que en las contracciones isométricas no se modifica la longitud del músculo, no se produce trabajo desde el punto de vista físico. c) Contracción excéntrica, siempre que el músculo se opone a una fuerza externa, o al efecto de la gravedad que tienden a estirarlo y frente a las que actúa como freno. Durante este tipo de contracción aumenta la longitud del vientre muscular y del componente elástico en serie (tendón o elementos de inserción). Puesto que en este tipo de contracción participa también el componente elástico muscular, se alcanzan los máximos niveles de tensión. Las contracciones excéntricas son también muy habituales durante el ejercicio, frenando el desplazamiento excesivo o demasiado rápido de los grupos musculares sometidos a tracción, impidiendo hiperflexiones o hiperextensiones principalmente en la musculatura del tronco y la espalda,y manteniendo la postura y el equilibrio contra los efectos de la gravedad. El trabajo efectuado es, en este caso, negativo. 2.2.2. Por la velocidad de contracción En relación con la velocidad de ejecución del movimiento, la contracción puede ser: a) Isocinética, si permanece invariable. No existen contracciones de este tipo en el comportamiento motor habitual, por lo que sólo pueden lograrse con dispositivos mecánicos especiales (máquinas isocinéticas). b) Heterocinética, con modificación de la velocidad. Es el modelo habitual en la ejecución de un trabajo. 2.2.3. Por el nivel de fuerza Se distinguen dos modalidades de contracción: a) Isodinámica (isotónica), si la fuerza se mantiene constante e invariable en el curso del movimiento. Contrariamente a lo que podría suponerse, una misma resistencia no garantiza un trabajo isodinámico, porque el brazo de palanca articular varía según el ángulo del movimiento, con posiciones angulares más favorables que otras (véase más adelante). Por este motivo, el nivel de tensión requerido debe ir variando durante la ejecución del trabajo. Para el trabajo isodinámico se utilizan dispositivos especiales, en los que la resistencia a vencer es mayor en las posiciones de palanca articular más favorables y menor en las más desfavorables. Aunque puede lograrse modificando la carga, por lo general las máquinas isodinámicas modifican el brazo de palanca (figura 2.4). b) Alodinámica (heterodinámica, heterotónica), cuando la fuerza desarrollada varía durante la ejecución del trabajo efectuado. La mayoría de contracciones concéntricas, incluso las efectuadas frente a una resistencia invariable, según se acaba de indicar, son de este tipo. 2.2.4. Contracciones mixtas Generalmente en el curso de un determinado trabajo, las contracciones son mixtas, porque varían continuadamente las características y el tipo de contracción efectuado. Tal como se indica en la figura 2.3, en el trabajo de elevación sobre una barra se suceden los diversos tipos de contracción. Por ejempo, el bíceps braquial muestra: — inicialmente, justo después de colgarse, contracción isométrica; — al ascender, contracción concéntrica; — al mantenerse arriba en posición, de nuevo contracción isométrica; — al bajar hasta recuperar la posición inicial, contracción excéntrica. 2.3. Potencia y fuerza muscular y factores de los que dependen La contracción del músculo se traduce en la generación de fuerza o tensión y en movimiento a una determinada velocidad de contracción. La potencia desarrollada es el producto entre ambos factores. La capacidad de generación de fuerza, velocidad y potencia muscular depende de un heterogéneo conjunto de factores estructurales, mecánicos y funcionales. Influyen también la modalidad de la contracción, edad, sexo, nivel de entrenamiento, etc. 2.3.1. Factores estructurales La morfología y estructura muscular intervienen en el comportamiento funcional y en la potencia desarrollada, afectando a la fuerza y a la velocidad de contracción. — la capacidad de generación de tensión y la fuerza máxima alcanzable dependen del volumen muscular, la superficie de sección, la densidad de fibras (número por unidad de superficie) y, en cada fibra, de la abundancia de miofilamentos. También interviene la morfología del músculo: en los músculos pinnados se logran altos niveles de tensión; — la velocidad de acortamiento es directamente proporcional a la longitud de las fibras constituyentes. La morfología del músculo influye en la velocidad de la contracción. En los músculos pinnados, las fibras son cortas; mientras que en los fusiformes suelen ser largas. En la figura 2.5, se indican las diferencias en la capacidad de generación de fuerza y velocidad en diversos tipos de músculos. La mayor fuerza corresponde a los que tienen mayor superficie y mayor densidad de fibras; la mayor velocidad de acortamiento a los de mayor longitud de fibras. En los músculos pinnados, la fuerza resultante para cada fibra se calcula a partir de la proyección sobre el eje de acción del músculo, es decir de su ángulo de inserción en relación con el mismo. Esta disposición permite alcanzar una elevada densidad de fibras; de hecho, pueden sumarse sus superficies efectivas, de manera que si bien para cada fibra la resultante es menor, el músculo en su conjunto es capaz de generar altos niveles de tensión. 2.3.2. Factores de índole fisiológica. Efectos de sumación y tétanos fisiológico. Potenciación postetánica La fuerza ejercida se ve influida también por factores de índole fisiológica: — el número de las unidades motoras implicadas. Cuando es preciso alcanzar niveles de fuerza importantes, la descarga central sobre las α-motoneuronas de los músculos implicados es mayor, con un número superior de ellas activado y más unidades motoras participantes; — el tamaño de las unidades motoras afectadas que participan en la contracción (número y dimensiones de sus fibras). Según ya se ha indicado, las unidades motoras de los músculos de fuerza son muy grandes (figura 2.2). Por el contrario, en trabajos “finos”, en los que prima esencialmente la capacidad discriminativa del movimiento sobre la generación de fuerza, las unidades motoras son muy pequeñas; — los aspectos miotipológicos, con dos grandes grupos de fibras: de contracción lenta con baja tensión y sostenida, y contracción rápida a elevada tensión y esporádica (véase apartado 3.7); — la frecuencia de la estimulación recibida por la fibra, que depende de la magnitud de la excitación llegada desde los centros motores y las α-motoneuronas. La llegada de estímulos únicos y aislados a una fibra muscular o músculo completo provoca una única contracción de corta duración (unos pocos milisegundos) y muy baja intensidad. Para alcanzar los niveles requeridos de intensidad y duración de la contracción, es preciso que se produzca un efecto de suma temporal de los estímulos, lo que se logra con potenciales de acción sucesivos a una elevada frecuencia. De esta manera, cada nuevo estímulo llega antes de que se produzca la relajación de la fibra y, por lo tanto, adiciona su efecto contráctil al inmediato precedente. A través de este efecto, que se denomina tétanos fisiológico (figura 2.6), se logran elevados niveles de tensión, proporcionales a la frecuencia de descarga de las α-motoneuronas sobre las fibras. En algunas fibras musculares de contracción rápida, después de la aparición de un efecto de tétanos, la llegada de estímulos aislados causa una contracción de magnitud superior a la que hubiera tenido lugar sin tetanización previa. Este fenómeno de potenciación postetánica, complejo de explicar a nivel molecular, traduce funcionalmente la hiperexcitabilidad de la fibra muscular después de su tetanización; — la relajación de la musculatura antagonista y una correcta sincronización del conjunto de musculatura agonista en el movimiento. Ambas dependen de la actividad nerviosa central y también de los reflejos motores medulares que se estudian en el capítulo 8, responsables de la inhibición de la musculatura antagonista y de la potenciación de la sinérgica. La mejora en la coordinación motora muscular por el entrenamiento, que aumenta la eficiencia en el trabajo, se explica por mecanismos de este tipo; — el tono muscular puede ser definido como el nivel de “preactivación” de las α-motoneuronas. Originado en la formación reticular, se halla potenciado en situación de atención o alarma y cuando se registra actividad motora, gracias a conexiones entre los centros motores y la propia formación reticular. La descarga reticular activa las neuronas espinales que potencian la descarga de las α-motoneuronas. 2.3.3. Factores biomecánicos Sobre la fuerza ejercida intervienen diversos factores de índole biomecánica: — la longitud del hueso o, mejor, del brazo de palanca, dependiente del punto de inserción y del lugar de aplicación (“punto de resistencia”); — el ángulo de inserción deltendón sobre el hueso; — distancia entre el lugar de inserción y el eje de giro de la articulación. En la figura 2.7, se calcula la fuerza resultante de estos factores. Por estas razones biomecánicas, durante un movimiento de giro sobre una articulación, aunque la resistencia sea constante, la fuerza contráctil necesaria para vencerla varía y debe ir siendo corregida. En la figura 2.8, se indican las modificaciones de la fuerza máxima alcanzable en distintas articulaciones según el ángulo articular. Un estudio adecuado de las condiciones biomecánicas del trabajo es imprescindible para repartir de manera adecuada las cargas necesarias y aumentar así las expectativas de rendimiento y la eficacia del entrenamiento. 2.3.4. Relaciones mecánicas y fuerza de contraccion a) Relaciones fuerza/longitud. En condiciones experimentales (músculo de rana aislado en condiciones in vitro), se comprueba que el nivel de tensión máxima alcanzable varía según la longitud, con un máximo que corresponde aproximadamente a la longitud de reposo. Esta longitud óptima corresponde al punto de mayor capa cidad para establecer interacciones actina-miosina. Por encima y por debajo de esta longitud, la fuerza máxima alcanzable es menor, y el músculo muy acortado o con un estiramiento superior al doble de la longitud de reposo es incapaz de generar tensión. El comportamiento funcional en el músculo humano es en líneas generales similar, aunque la longitud óptima en la que la fuerza alcanzable es máxima, corresponde al músculo ligeramente estirado en relación con su posición de reposo teórica (la que adoptaría liberado de sus inserciones) (figura 2.9). A esta longitud se suman los efectos elásticos de rebote con la todavía buena capacidad de interacción entre actina y miosina; pero un mayor estiramiento aunque aumenta el rebote elástico la altera, disminuyendo la capacidad de generación de fuerza. b) Potencia muscular y relaciones fuerza/velocidad. Cuanto mayor es la velocidad de ejecución del movimiento, menor es la tensión máxima alcanzable y a la inversa (figura 2.10). A cada valor de fuerza máxima de contracción le corresponde una determinada velocidad máxima de ejecución. Estas relaciones entre potencia y velocidad de ejecución del movimiento influyen sobre la potencia desarrollada, porque si la velocidad de trabajo es baja o nula (contracción isométrica) o la tensión desarrollada muy pequeña, la potencia también lo es. Sólo se alcanzan tensiones musculares altas a valores de velocidad de ejecución moderadas y, al revés y por este motivo, la mayor potencia de trabajo corresponde a valores de fuerza y velocidad intermedios. Puesto que para la mayor parte de actividades deportivas interesa lograr unos buenos niveles de potencia muscular, en el entrenamiento se debe primar, tanto la capacidad de generar fuerza contráctil como el que estos valores de tensión puedan alcanzarse a velocidades de contracción elevadas. Estos hechos se aplican también en la mecánica. Uno de los ejemplos más característicos corresponde a las relaciones de engranaje de piñones en una bicicleta: en el llano, el ciclista utiliza las relaciones de engranaje largas, que permiten desarrollos de fuerza muscular relativamente baja compatible con velocidades de pedaleo elevadas. En las subidas, la fuerza de contracción debe aumentar, situándose por lo tanto en una zona de correlación fuerza/velocidad distinta, para lo que se coloca un piñón de relación más corta, que con menor velocidad de desplazamiento permite alcanzar más fuerza para poder superar la pendiente (figura 2.11). Algo parecido ocurre en los automóviles con las relaciones de engranaje de las diferentes marchas. Sin variar la potencia del automóvil, los distintos engranajes determinan las relaciones fuerza/velocidad más indicadas en función de la resistencia que se ha de vencer, según la magnitud de la pendiente. 2.3.5. Modalidad de contracción La modalidad de la contracción condiciona también la fuerza y velocidad alcanzables y con ellas la potencia. a) Siempre que el estiramiento del sarcómero no sea excesivo, las contracciones excéntricas permiten alcanzar niveles de tensión máxima superiores, porque en esta modalidad de contracción se adicionan los efectos contráctiles del sarcómero a los de rebote elástico conjuntivo. En trabajos isométricos y concéntricos, la fuerza máxima alcanzable es inferior. b) Según el tipo de contracción también varía la velocidad del movimiento. Para las contracciones concéntricas existe una relación inversa entre la velocidad de acortamiento y la capacidad de generar tensión según se ha indicado. En las contracciones isométricas, la velocidad de acortamiento es 0; por ello, la fuerza máxima alcanzable es mayor que en las contracciones concéntricas, aunque la potencia desarrollada es nula. En la contracción excéntrica un moderado incremento de la velocidad de estiramiento, aumenta la fuerza máxima desarrollable, hasta alcanzar un valor máximo, a partir del cual la fuerza máxima disminuye. 2.3.6. Otros factores La generación de fuerza depende también de otros factores: influencia genética, edad, sexo, desarrollo muscular, temperatura, nivel de entrenamiento, peso corporal, tiempo de contracción, sensibilidad a la fatiga, etc. a) Al igual que para otros muchos aspectos de la condición física, los factores genéticos y raciales son muy importantes en relación con la fuerza máxima alcanzable y la potencia física del individuo. b) También la edad es un factor condicionante. La fuerza máxima alcanzable aumenta de forma lenta y progresiva desde el nacimiento. Con la pubertad y por influencia de los cambios hormonales, se incrementa espectacularmente en los niños varones, acompañando el mayor desarrollo muscular, aunque estas diferencias son mucho menos manifiestas si se valoran en relación con el peso corporal. La edad en la que la fuerza alcanza sus valores máximos se sitúa alrededor de los 25 años. A partir de entonces, va declinando progresivamente, primero de forma lenta y luego de manera mucho más rápida. El seguimiento de programas específicos de entrenamiento permite amortiguar el descenso de la fuerza máxima por la edad. c) Sexo. En el sexo femenino, la fuerza máxima es menor que en el varón, especialmente si se expresa en términos absolutos. No obstante, cuando se considera en tér-minos relativos al peso y, todavía más, si en lugar de considerar el peso corporal total se tiene en cuenta únicamente la “masa magra” (peso corporal con exclusión del componente graso), las diferencias se reducen de manera ostensible, llegándose a alcanzar incluso, en algunos grupos musculares, valores superiores a los del varón (figura 2.12). Antes de la adolescencia, las diferencias en los valores de fuerza máxima, no son especialmente importantes entre ambos sexos, pero, con la eclosión puberal, van haciéndose progresivamente mayores. Las causas que explican la menor fuerza absoluta en la mujer son diversas. Los aspectos hormonales son muy importantes, porque en la mujer los estrógenos no tienen ningún efecto anabolizante; pero intervienen también componentes socioeducativos, con tendencia a la restricción de esta cualidad física en la niña y en la mujer. Las diferencias intersexuales son esencialmente debidas a las dimensiones del volumen muscular, ya que no existen modificaciones apreciables en lo relativo a la calidad y eficacia contráctil del músculo. d) Desarrollo muscular. En general, el mayor desarrollo muscular significa una mayor generación de fuerza. Sin embargo, en determinados modelos de entrenamiento, como aquellos en los que el mayor volumen se obtiene sobre todo a expensas del componente conjuntivo fibroso muscular, puede aparecer una gran hipertrofia muscular no acompañada de un incremento paralelo de la fuerza. Al valorar la fuerza máxima en función del peso corporal (figura 2.13), se comprueba que si bien en términos absolutos la mayor capacidad corresponde a los sujetos de mayorpeso, no obesos, si se estima en relación con el peso corporal, la relación es inversa. Un levantador de pesas de 100 kg levanta más peso que uno de 70; pero en relación con la masa de cada uno, la capacidad es menor para el primero. e) Nivel de entrenamiento. El entrenamiento de potencia causa un importante desarrollo del volumen muscular, especialmente si va acompañado por un adecuado régimen hiperproteico y todavía más si se administran simultáneamente anabolizantes. Las causas de la hipertrofia muscular no son claras. Frente a la interpretación clásica basada en la imposibilidad de división de las fibras musculares, los datos actuales permiten afirmar que después de alcanzar un cierto mayor diámetro por engrosamiento, la fibra se escinde longitudinalmente por bipartición. Además de la hipertrofia, el entrenamiento mejora el metabolismo de la fibra, la actividad enzimática, la eficacia de la maquinaria contráctil e incrementa la resistencia a la fatiga. Algunos modelos de entrenamiento no actúan sobre el componente contráctil, sino que mejoran principalmente la elasticidad muscular. f) Temperatura. A temperaturas extremas, el trabajo muscular es poco eficaz, disminuye la capacidad contráctil y aumenta el riesgo de lesión. Por esto es importante proceder a un buen calentamiento previo al ejercicio y evitar el excesivo incremento de la temperatura corporal (hipertermia), con una buena rehidratación. g) Participan finalmente otros muchos factores, como la condición de fatiga (véase capítulo 11) y aspectos dietéticos y hormonales. 1 Trabajo corresponde al producto fuerza por longitud recorrida. P ara que el proceso de la contracción pueda tener lugar es preciso el continuo aporte de energía a la fibra, tanto en el curso de la contracción como en la relajación. Durante la contracción, para el movimiento de giro o torsión que se lleva a cabo a nivel del cuello de las moléculas de miosina y la rotura de los puentes acto-miosínicos, previos a la formación de nuevos enlaces. No se precisa para la formación de puentes actomiosínicos, puesto que se supone que es un proceso que tiene lugar de manera espontánea. En la relajación, para recuperar el Ca++ hacia el interior del retículo sarcoplásmico, por un mecanismo que se efectúa mediante bombeo activo, contra gradiente de concentración y de potencial y que por ello obliga a un suministro energético adicional. Se explica así que la penuria energética de la fibra muscular se exprese como imposibilidad de contracción, pero también como espasmos y contracturas musculares o, después de la muerte, con la rigidez cadavérica. En el primer caso no puede recuperarse el Ca++ sarcoplasmático vaciado durante la contracción y, en el segundo, por alteración de la permeabilidad de las membranas del retículo se vacía el Ca++ de las cisternas del retículo a favor del gradiente de concentración, formándose puentes acto-miosínicos temporalmente irreversibles. 3.1. Energética de la contracción 3.1.1. Utilización del ATP Las demandas energéticas de la fibra muscular se atienden por la hidrólisis de enlaces fosfato “de alto nivel energético” contenidos en el ATP (figura. 3.1). Presenta una base nitrogenada (adenina), una pentosa (ribosa) y tres grupos fosfato, unidos entre sí por enlaces de contenido energético elevado.1 Los enlaces fosfato, al descomponerse por introducción de una molécula de agua, suministran aproximadamente 7.800 calorías por mol (entre 7.500 y 12.000 según las condiciones) por cada enlace. Potencialmente, el ATP puede ser degradado por completo y cada molécula de ATP es teóricamente capaz de proporcionar por hidrólisis de sus enlaces fosfato un rendimiento energético global superior a las 22.000 calorías, pero en la fibra muscular sólo se hidroliza el grupo P terminal. Para obtener energía a partir del ADP se precisa la puesta en marcha de una vía compleja que sólo se utiliza excepcionalmente (véase apartado 3.4.3). A pesar de su importancia bioquímica, el contenido en ATP de la fibra muscular es muy bajo, estimado en unos 5 µmol · g-1 (figura 3.2), con lo que el ATP presente como tal en el músculo, únicamente permite asegurar el suministro energético al músculo durante períodos de tiempo cortos (de uno a cuatro segundos en función de la intensidad de la contracción). El ATP presente en la fibra muscular tiene la función deci-siva de iniciar la contracción y, además, es la moneda de cambio energético decisiva en todos los procesos oxidativos; pero si las necesidades de la contracción no se satisfacen con las escasas reservas de ATP disponibles, es obligado recurrir a la resíntesis del ATP que va siendo hidrolizado. Para ello, la fibra muscular dispone esencialmente de dos mecanismos (figura 3.3): a) Una vía prácticamente inmediata en que interviene la fosfocreatina y que no requiere la puesta en marcha de las reacciones oxidativas porque implica únicamente un proceso de transfosforilación, con transferencia del enlace P preexistente. b) Vías más lentas con puesta en marcha del potencial oxidativo de sustratos de la fibra muscular y las pertinentes reacciones metabólicas. En tal caso no se utilizan enlaces P ya preformados, sino que se forman a partir de la energía liberada en los procesos oxidativos: reacciones de fosforilación, en las que se oxidan glucosa, ácidos grasos y, circunstancialmente, aminoácidos o cuerpos cetónicos. Las reacciones oxidativas pueden tener lugar en presencia de oxígeno (metabolismo oxidativo aerobio) o en ausencia del mismo (metabolismo oxidativo anaerobio), si bien en este caso el sustrato utilizable sólo puede ser la glucosa y el rendimiento energético es muy bajo. Si la fibra muscular posee el suficiente potencial metabólico, la resíntesis a ATP se produce de forma completa en el transcurso de la propia contracción. En ejercicios intensos es preciso esperar que cese la contracción para proceder a la recuperación completa. Esta segunda condición es la habitual y explica la necesidad de que la actividad oxidativa continúe aumentada después de la contracción y durante el tiempo necesario para restituir por completo el ATP. 3.1.2. Utilizacion de la fosfocreatina (PC) La fosfocreatina se halla presente en el músculo con un contenido cinco veces superior al del ATP (unos 20 a 30 µmol · g-1). Es una forma de almacenamiento de enlaces P para la fibra muscular, susceptibles de ser rápidamente transferidos al ADP, con intervención de la creatín-quinasa (figura 3.4) y, por lo tanto, de utilización inmediata. Las reservas de PC, aunque superiores a las de ATP, son también limitadas, especialmente en el músculo no entrenado (figura 3.2); sólo pueden cubrir un período de tiempo corto, que no supera los 8 a 15 segundos después del inicio de la contracción. La fosfocreatina es, por tanto, esencial en las primeras etapas de la contracción, cuando agotado el ATP, no ha sido posible todavía ultimar las vías oxidativas, más largas y complejas. La recarga de la creatina para obtener nuevamente PC se produce a expensas del ATP en un proceso que tiene lugar cuando el contenido de ATP de la fibra aumenta hasta alcanzar niveles suficientes para invertir el sentido de la reacción. Aunque es posible que ocurra durante la misma contracción (si su baja intensidad lo permite), se completa por lo general durante la relajación muscular; por lo que no suelen recuperarse por completo los niveles de PC iniciales hasta después de un tiempo de reposo. Esta recuperación es rápida, no superior a uno o dos minutos, aunque se ve modificada por factores diversos (fatiga, formación de lactato, etc.). 3.1.3. Fosforilación a partir de los procesos oxidativos musculares La resíntesis a ATP por fosforilación del ADP se hace a partir de la energía química originada por la oxidación de sustratos energéticos disponibles. Para lograrlo es preciso activar, desarrollar y culminar las vías y reacciones metabólicas pertinentes. Se trata de un proceso mucho más lento que el anterior, del que