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Arqueologia_y_genero

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Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y Género. Univ. Granada.
Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. Granada
Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. de Granada
Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. Granada
Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. de Granada
y cotidianeidad 
DE LA VIDA COTIDIANA 
PALOMA * 
MARINA PICAZa GURINA ** 
por el 
sumergida en la ha alcanzado más que la 
IJV'YU"""'''''''U subterránea; su acción 
tible por con fundirse la 
fuentes ha mantenido 
declarada por el 
misteriosa 
alcanzar la objetividad. 
Zambrallo 
Conocemos multitud de 
hombres y que están dedicadas 
como los vasos de 
Prehistoria, 
desde las más 
en las que apa-
Pompeu Fabra. 
142 GONZÁLEZ ,,,,,,,,~,,-,,, y MARINA 
recen grupos de atenienses hilando hasta los alemanes 
XVI, En todos los 
no hacía 
sino a las relacionadas con la elaboración de 
que un y reiterativo: eran necesarias varias 
horas para hilar con un huso la cantidad de 
una hora en el telar. Por tanto, las 
hacían otras cosas: a los 
un rato de charla. 
sido símbolos de 
realizar otras funciones que les estaban 
fundamentalmente los procesos relacionados 
con la transformación de los recursos alimenticios en l.>\.IllUL"" 
diendo como tal no solo el proceso de 
sino la red de sociales y simbólicas que 
consumo de alimentos. 
Probablemente desde el neolítico las 
cosiendo. De 
das las actividades l"lUvll11'" 
común en muchas culturas. En Gran 
a las ocasiones que muchachas lA""""'" 
en casa de una de las 
se han sentado 
pero, 
el hecho de que 
y hombres 
por 
trataba de contextos de socialización de muchachas 
sin excesivo control. También Península Ibé· 
en diversos autores hablan de las 
reuniones invernales muchachas que 
al que conversan con otras 
su nombre 
y con hombres 
DE LA VIDA COTIDIANA 
al amor de la lumbre en cocina Estas reuniones pare-
una función social en la que la la 
actividades de de telas de 
de una de las características de 
actividades que mantienen procesos de creación y recreación de la 
realizadas fundamentalmente por las 
Esas de las diversas formas de 
discurso 
de este 
y asumir que gran 
en las excavaciones se relacionan 
con éstas otras actividades de con las tareas 
que procuran el sostenimiento y bienestar de los miembros del grupo 
desde el nacimiento y a lo del ciclo vital de 
persona, en muchas sociedades el tratamiento 
de la muerte. Las actividades de mantenimiento además del 
y la los el bienestar 
y la curación e y de relación 
del ciclo de la vida cotidiana y las formas de cuidado que 
crean y conservan las estructuras Al la arqueo-
ha poco saber sobre unas humano 
que son universales y estrechamente relacionadas con la 
división de roles sexuales. Además no ha atención al hecho 
de que actividades mantcmmlCnto y han 
quc frecuentemente asumen la 
forma de relaciones entre cuidan y 
cuidados. Son formas de interacción que gcneran formas 
dc comunicación conexión de la vida social y se 
o interconectan a otras formas de relación social. De 
siones tomadas en la vida cotidiana del 
las 
social 
humanos. Podemos asumir que en muchas sociedades 
sido de las actividades de mantenimiento 
144 rt"J,"VJ'!1' GONZÁLEZ MARCÉK y PICAza GURINA 
actividades realizadas por 
las masculinas. 
Las actividades de mantenimiento y sus sociales confi-
guran el social del grupo doméstico mediante la 
cotidiana. El estudio modo de la diversidad de hábitos 
y de rutinas que sería una verdadera 
cotidiana. Como veremos, su variabilidad 
ferentes formas de 
La cotidianeidad como 
Plantear un acercamiento a la cotídianeidad como 
análisis y 
razón de ser en su situación fuera de las dos 
occidental los XIX 
la historia de las 
por «historia más 
de la que, años más 
(l como referente 
DE LA COTlDlA;-'¡A 
Sin la 
la vida cotidiana la que ha u",.au'v. mediante una voluntad expresa de 
estudio de la la renovación de la historia social 
de los 
tiene que 
a 
la constitución dual de los procesos 
simultaneidad de relaciones ya dadas y la 
entre estructuras y la concreta de los 
entre las relaciones y de por 
y formas de conducta de los del 
de correlacionar las ex-
que 
a los mecanismos por los sistemas de dominación mediante 
el reeurso a las historias concretas, de indicios 
razonamiento 
146 PALOMA MARCÉN y MARINA 
vida y en que esto 
a admitir que hombres y 
viven en diferentes culturas, resis-
tencias. Sobre todo entre y las de clase media, ya 
en estas clases el feminismo liberal en su lucha por 
un vida para todos. 
Por otra parte entre estos mismos horroriza la idea 
de una cíencia de porque evoca mal uso que se 
hecho de la diferencia entre los sexos Otros miedos surgen del 
lado de la esencialización. Parecería que dar 
determinadas tareas están las vidas 
S011 
el contenido de esas actividades como 
para las y para ellas, por los 
de la diferencia surge desde otro 
la no se reconoce, 
de muchos aspectos de la 
aportan las vidas de las 
diferencias que están ahí, aún 
cuando no sean al modo que lo hacen deterministas 
y están las características de las actividades asociadas 
socialmente a las tales como cuidar a los niños y niñas, los 
ancianos, a los enfermos; todo de doméstico, mantenimiento 
de la comunidad local, dc oficina, de comida, agua, 
mantenimiento de la de subsistencia en otros cui-
dado de los animales, de los etc. Actividades que conducen a 
las interaccionar de modo distintivo con el entorno natural, 
como ha destacado la literatura sobre y desarrollo económico. 
Además y sobre todo esta diferente interacción ha de 
forma más a lo de la por lo que las 
de un conocimiento desarrollado histórÍcamen­
aspectos del mundo natural, 
del 
Las autoras del feminismo de la diferencia 
del defienden la diferencia sexual 
entendida como una 
una forma relacionarse 
«de su estar en el mundo» 
el orden simbólico 
cal ha rechazado la creación de otros órdenes simbólicos porque no 
a él. La de estas busca escapar de este 
dando nombre a otras formas de estar el 
mundo creando un nuevo orden simbólíco en el que las 
ARQUEOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA 
puedan reconocerse. Como enuncia Lia Cigarini (1 
2000: 105): 
147 
citada 
«Para (y la diferencia que las 
mujeres son una cosa distinta de los hombres (más éticas, menos 
que se diferencian, pues, en contenidos de los hombres, 
por necesidad como punto de referencia. Asimi­
o diferenciarse de los hombres son la misma 
no hay libre de sí. Defino esta concepción 
de la diferencia del orden de [as cosas. Otras (y otros), por su parte, 
consideran que la diferencia consiste en inventarse lo femenino mediante 
Defino esta idea de la diferencia del 
orden del en cambio, que la diferencia no 
es del orden de las cosas ni del orden del pensamiento. La diferencia 
no es más que esto: el sentido, el que se da al propio ser 
y es, por tanto, del orden simbólico.» 
Con este trasfondo, el nombrar las femeninas desde la 
vivencia de la cotidiancidad conformaría un acercamiento a la 
historia del estar en el mundo mujeres y de hombres) y de la huella 
material que han dejado en él que de las 
Las actividades humanas que con han sido 
y serán cotidianas y que normalmente se han tendido 
a con lo doméstico son las actividades de manteni-
miento. En su definición de la eondición humana, Hanna Arendt 
(1993) sostiene que la tradición y de la filosofía 
occidental ha tendido a no diferenciar lo que ella deno-
mina «laboD> y Por labor se entiende las tareas que 
aseguran la de las personas y, por extensión, se 
refiere a aquellas actividades que no generan productos. La labor 
estaría orientada a los mismos la 
humana; mientrasque el variará históricamente. 
H. Arendt desde la filosofía griega clásica se ha tendido a situar 
jerárquicamente estos dos ámbitos de la acción humana, en un 
sistema piramidal en la del cual se situaría la denomi­
nada vi/a 
El ámbito de las relaciones y condiciones de la vida cotidiana es 
adonde, en última instancia, se dirigen las decisiones y 
económicas de todas los sistemas de engranaje 
social ha de ser en la escala de la cotidianidad si ha 
de ser fluido, es decir, si resulta operativo a corto, medio o largo 
plazo. Por la misma razón, las resistencias a un sistema de fun­
cionamiento social necesariamente han de empezar 
en lo cotidiano. 
148 PALOMA GO'JZÁLEZ 
Las relaciones 
escala cotidiana, en el ámbito 
La continuidad el cambio de 
definidas, por tanto, por la 
de redes de relación. 
mantenimiento. 
y MARli\A PICAZO GURINA 
La de lo cotidiano la escala de la vivencia de 
histórica concreta, se transfor-
ma del ciclo vital, acumulando memorias, 
saberes y huellas del cuerpo. 
su vez, 
un acercamiento 
M. Rivera (2000: 
indi-
<colectivo> en el racionalismo curopco». 
sentido de la feminista que <do ha 
estudiado, la cotidiancidad, como al 
La evidencia de lo cotidiano: saber en relación 
y continúen 
ro y creando. 
y reconocerse. 
La caracterización de las formas 
inexorablemente desde la 
de la determinación de su 
derarse que denotado y acotado por los restos 
histó­
que los 
la articulación de sus diferentes los recorridos que van de 
uno a otro, como la determinada en 
de las concreta y abs-
DE COTIDIANA 149 
tracta, que conforma y, al 
cambiantes relaciones que se 
los 
que 
un una pasa 
por considerarlos en relación a actividades que en ellos se realizaban 
y de la certidumbre de son las actividades 
de mantenimiento las que procuran la creación y recreación efectiva 
de todos los han de como 
de y condicionantes materiales han de mos· 
en la distribución de la documentación 
Saber como se elaboraban los para las actividades de 
que elementos de ellos nos indican 
esfuerzo 
la comunicación de saberes su transmisión y 
forman de una manera determinada entender 
el estudio de lo que ha venido a denominarse 
vuelve a los vividos. Las actividades de 
corno ámbito inexorable de la 
corno en los tres que desarrollamos contí-
vivencias y proponer otras lecturas históricas. 
150 PALOMA 
Escalas de cambio y 
y 
cotidiana 
PICAZO GURINA 
la mayor 
la Península 
e incluso 
entre que desta-
crecimiento/disminución de la 
el desarrollo y, 
con la colonial. En cambio apenas 
la evaluación de cómo se traducen factores 
mediante la evidencia material 
Es apenas se han 
cómo aumenta la 
comunidad aumentar su 
la de la vida diaria y a expensas de 
el seno de las eomunidades Esto ha dado como resultado 
un estudio de la caracterizado por variables macrohistóri-
cas, un de relato que resulta con la de 
la imbricación de estos cambios con las acciones y vivencias humanas 
concretas, que las personas son sustituidas por tendencias o 
factores sociales abstractos cuya caracterización se como 
de la 
"""",,,,,, a escala de la dinámica 
en un de 
del 2" y leT milenio a.C. de la comarca 
en la de Barcelona. La forma de asenta-
miento en el Valles desde el neolítico hasta el mundo Ibérico Pleno se 
caracteriza por la de numerosas fosas excavadas en la 
y por la ausencia o escasez de restos de viviendas de cons-
trucción sólida. La mayor de las fosas eran usadas 
de de de mayor 
son como áreas de 
que sucede en la casi totalidad de 
de este una vez usadas las fosas-silos usadas como contenedores 
una visión 
y de elaboración y uso de instrumentos 
Al realizar el estudio del 
lez Marcén el 1 
asentamiento 
relación a diferentes los 
mos con documentación 
obtener 
ver era cómo el 
se estructuraba en 
cuales contába-
DE LA COTiDIANA 151 
de alimentos, almacenamiento grano, 
de instrumentos líticos y 
pesar de las dificultades que entraña discernir áreas de actividad 
para los cuales el grueso de la información 
se hizo evidente que el asentamiento había 
la de la vida momentos 
coincidiendo con el momento de transición Bronce Final 
al Hierro Inicial. En la Edad del es que la estructu-
ración de la vida en los asentamientos y su social estuviese 
por ritmos necesidades las actividades de mantenimiento 
que parecen haber todas los la 
como parecen indicar no 
relación entre áreas de descanso y 
y de almacenamiento de grano. Con se han reconocido 
entre el Bronce y el Bronce en la escala 
de la estructuración de fosas del Bronce 
en un área limitada contrasta con los asentamientos del Bronce Final 
que parecen versión extendida formas concentradas anterio-
res. Sin durante todo el II milenio y los del 1 
el asentamiento estructuraba torno a los de 
mantenimiento que aparecen en todo el área habitada. No 
entre áreas de de y de consumo, 
y, caracterizarse como una única 
área doméstica. 
Durante el corto de del asentamiento durante 
Hierro Inicial constata un cambio en el modelo de 
indicadores de ciertos de 
los relacionados con la y 
los contenedores de almacenamiento 
la están de las áreas de consumo alimenticio y 
Las actividades de mantenimiento 
parece que ya no de vertebrado ras de la de 
la vida en comunidades tal como muestra 
escindida. Esta nueva situación la 
mente de modelo de relación 
dominante en la comarca del Valles desde la 
que habrán 
del excedente y la introducción de nuevas técnicas 
son características definitorias del asentamiento en el 
ibérico. 
este evidente cambio 
en la 
152 PALOMA GONZÁLEZ MARCÉN PICAza 
únicamente al ineremento en cereaIística evidenciada en la 
sin que se detecten cambios 
como la cerámi­
de silos de 
de los recursos faunístícos o 
e en las materías usadas cn la fabricación 
de molino y el resto de instrumental lítico. Por tanto, cl in-
cremento en la debería no con 
que suponer un incremento de 
sino con cambios fundamentales en la orga-
nización de las actividades de mantenimiento y del artesanal. 
Esa de la vida cotidiana tuvo que haber un 
invertido las tareas (a expensas de 
un aumcnto dc la fuerza de 
expensas de las que cada tendría más 
-con cambios en las estructuras familiares- quc una 
mayor dedicación a las actividades de mantenimiento relacionadas con 
la salud una mayor de vida a los miem-
bros de la lo que es más de una combinación 
de los estos dos factores. 
Es del almacena-
miento del grano en la zona del Vallés fueran 
estimulados por iniciación de conexiones de intercambio fuera de la 
Por tanto, la razón dcl incremento de la cerealística 
relaeionarse con los acontecimientos históricos que 
afectaron este del mundo mediterráneo durante el Pero 
a la vista de los datos es también 
sólo fuera debido a un cambio radical en el 
y de bienestar que estructuraba hasta entonces a esas comunidades cam­
IJ",>llj.",. La cxtensión de esas modificaciones en el modelo 
del Hierro Inicial en el Vallés se demuestra en el hecho de que 
la de este todos los asentamientos conocidos de la 
de las condiciones sociales 
de la red de relaciones que constituían la estructura 
y su sustitución por orientados hacia actividades no domés-
ticas. 
La de los grupos del Hierro 
en la tradieión neolítica cn el área del dc 
nuevas formas de 
indicios de las 
mediados del 1 milenio a.C. 
transición entre formas de 
que tuvo este cambIO hacia 
En este caso, como en otros muchos de 
el ritmo y las 
DE VIDA 
consecuencias de las transformaciones macroeconómicas de estructu-
ras sólo históricamente si se consideran de 
forma los cambios que afectaron a las cotidianas 
de los grupos humanos. 
de la en la de las sociedades com-
Probablemente la transformación más radical 
munidades humanas del la que la 
sociedades En un 
el análisis de la 
diversas 
y hombres en la sociedad estudio y de cómo variaban a 
como consecuencia de las transformaciones sociales 
ibéricos del nordeste 
rasgos comunes en cuanto a su tamaño y formas 
de construcción. Parece que se trataba demultifuncionales de 
vida cotidiana destinados a la y transformación 
alimenticios y a elaboración de los utensilios necesarios el man­
tenimiento y el cuidado de los grupos sociales que los habitaban. 'Pero 
incluso en asentamientos de menor se documentan ciertos 
cambios relacionados con transformaciones y 
elementos 
como 
documentado evidencias de un incremento 
En varios casos se han 
de 
la de y alimentos en determinados 
de en el de Mas Boscá de Badalona 
Tanto los edifieios 
en mayor o menor 
medida a toda 
Los materiales que se encuentran en estos edificios 
los demás ámbitos domésticos: fu-
molinos etc., pero 
en mayor cantidad. Parece que nos encontramos ante una intensifiea-
PALOMA y MARINA GURINA 
textil y alimenticia que 
escala doméstica de etapa anterior. Es una el 
emergen elites que habitaban en 
haberse de 
como para afianzar la social. Se documenta 
un aumento de los conflictos bélicos entre comunidades 
fortificaciones y aumcntos de las tumbas de el control de 
las rituales los «edificios 
haber tenido un dominio total sobre la 
de la 
el cuidado de la vida social. 
festines 
las élites ibéricas no parecen 
de o de ali-
y control 
basaban en la creación y 
La cotídianeidad como p~'1n,-,f} simbólico 
El distrito del Cerámico constituía una zona de la ciudad de Ate-
que extendía dentro y fuera murallas de la ciudad. En 
este urbano además de un extenso 
el barrio de los alfareros donde famosa cerámica ática 
clásica a toda la Cuenca del Mediterráneo. 
de ser una de las zonas de 
las década de noventa, en 
concretamente, en 
reestructuraciones en los 
la dc numerosas 
que usado 
DE LA COTIDIANA 155 
claramente era el usual en las 
habitaciones y la ubicación del Bau Z 
en un área urbano e la zona de 
a la ciudad, han llevado a pensar que se trataría de un burdel. En una 
comedia ática del IV a.C. se hace una mención un burdel situado 
en el Cerámico en el 
edificio Z. Las 
ciclo vital: el 
una de las formas más 
Ha sido 
y la muerte, y de una gran variedad de Creemos 
que, por el destacar la variabilidad de 
sentidos y funciones femeninas como Anl,prr,~ 
creados por muchos grupos humanos. Se ha de superar la idea dc una 
función única para las aunque eabe destacar el hecho 
las humanas de tamaño son 
Para ello hemos estudiado varios grupos de 
de ámbitos culturales diversos 
Uno de los resultados de nuestra 
por 
en asentamientos israelitas 
en diversos libros del 
estar relacionadas con las menciones 
Testamento una diosa o diosas cuyo 
fundamentalmente femenino. Podría ser la diosa culto parece haber 
Asherah 
a.C. 
en textos de la mitad del II milenio 
como consorte del 
parece seguro que durante existieron en 
aunque fuera de forma límítada. 
mal asumidas por la eran 
contexto de la es decir de las creencias y 
Los fieles buscaban obtener 
salud y 
156 PALOMA GOl\ZALEZ MARCÉN MARINA PICAZO G¡;RINA 
44: . En todo caso, destaca el carácter 
familiar del culto la Reina de los Cielos. 
Las <lp"n':'Irp en contextos UVll"'''I'\..V 
Jerusalén y numerosos asentamientos israelitas. Son rerlre:serltaí;lOnes 
sencillas: de un de arci \la se 
la que los detalles en la cara mientras 
se sin decorar. En unos pocos la está amamantando a 
un niño. Otras aparece sentada en un trono, un modelo 
muy difundido en Meditcrránco a lo del 1 milenio a.C. Pcro el 
el de las 
sido obtener las 
de la familia. 
Un familiar del Israel 
eran las bendiciones divinas fertilidad el cuidado de la 
vida. En parte al dominio del dios del pero de hecho 
formaban de sociales que normalmente son 
sostenidas a través de las actividades dc mantenimiento por 
en los grupos sociales. En ese es que cuando 
los rituales a esas bendiciones se expresan 
lo eon como sucede con 
tas de arcilla y las decoraciones de otros elementos rituales: ~,,,,,)rtp,, 
cucncos, altares de que han normalmente en el inte-
rior de estructuras domésticas. De la mitad 
de las casas excavadas en asentamientos israelitas han 
indicios de actividad cultual entre los que 
destacan las femeninas. El hecho dc que se utilizado 
para su creación una materia muy la terracota, hace pensar 
que para sus fieles no una divinidad sino 
a una diosa que se relacionaba con las necesidades cotidianas de 
aclaradores y que determinaba la actividad la en el 
contexto doméstico. 
Tanto en el caso de las del como en de 
las diosas que usaron las esclavas que vivían en 
el burdcl de la asumir que nos encontramos 
con rituales que creen-
cias poco incluso en el caso de sociedades para 
que tenemos noticias textuales. trata de ámbitos de creencia c 
DE LA VIDA COTlDlANA 
identidad que, en muchos haber a un orden 
simbólico diferente al de los grupos sociales dominantes. 
En todo parece que su estar a las 
formas de sociales que emergen de las actividades de cuidado 
y mantenimiento de la vida. 
Hanna. La condición humana. Barcelona. 1993. 
Marc. Introducción a la historia. México, FCE, 1950. 
Fernand. Civilización material y 
1974. 
HARA W A Y, Donna. Cien cía, 
leza. 1995. 
HARDING, Sandra. Whose Science? Whose 
Uves. Nueva York, Cornell 
HARDI1\G, Sandra. «Women's 
HIPATIA. 
998. 
la nalllra-
IRIGARAY, Luce. 
1984. 
París, Editions de Minuít, 
LISPECTOR, Clarice. Uma ap.re¡:¡ct/;w,!;;em ou livro dos prazeres. Río de 
Francisco Alves 1991 
158 PALOMA GONZÁLEZ MARCÉN MARINA PICAZO GURINA 
Vaiues and 
y 
de mujeres. Barcelona, Icaria, 1999, 63-80. 
MASVIDAL, Cristina PICAZO, Marina. A1otdeando la humana. Re-
de la Barcelona, 
delle donne. Vía 1, 1991, 
Pensamiento 
«Una 
la estética de la diferencia sexual». En De dos en 
creación recreación de la la convivencia 
ínacabados 38. Horas y Horas, 2000, 
ZAMBRANO, Maria. «Eloísa o la existencia de la en LAURENZI, 
Elena María Zambrano. por sí misma. Madrid, Horas y 
Horas, 1995. 
LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y
ARQUEOLOGÍA
SANDRA MONTÓN SUBIAS '"
Cualquier grupo humano necesita, en su cotidianeidacl, llevar a cabo
un conjunto de prácticas y establecer unas redes de relación que permitan
su continuación. En este artículo, me centraré en una de estas prácticas:
las de alimentación y, en concreto, las culinarias. Primero, las contex­
tualizaré en el marco de las actividades de mantenimiento y enfatizaré
su carácter fundamental en la configuración de la matriz social. Seguida­
mente, repasaré la atención que la cocina ha recibido en el seno de otras
disciplinas, en el de la propia arqueología y analizaré la cocina en tanto
que sistema tecnológico. Finalmente, observaré la trayectoria del estudio
de las prácticas culinarias en arqueozoología y los sesgos que puede
ocasionar ignorarlas al estudiar e interpretar los datos arqueológicos.
La cocina y la alimentación en el marco de las actividades de man­
tenimiento
Tradícionalmente, el discurso occidental ha establecido una diferencia
clara entre dos ámbitos de actuación social, el público y el privado, a la
vez que ha equiparado lo privado a lo doméstico l
.
* Institució catalana de Recerca i Estudis Avanyats Centre di Estudis de Patrimoni
Arqueologic de la Prehistoria. Universidad Autónoma Barcelona.
l. Para un análisis en mayor profundidad de este malentendido, véase MurilIo 1997;
Montón 2000.
160 SANDRA MONTÓN SUBJAS
Al haber priorizado la interpretación histórica el ámbito público,
esta relación de diferencia ha sido, además, de jerarquía y lo doméstico
se ha supeditado a lo público, quedando incluso fuera de la historia
escrita. Esta jerarquía ha recibido sexo: el ámbito público atañe a
los hombres; el doméstico, a las mujeres. Seguramente por ello, se
ha prescindido de 10 doméstico para explicar la configuración de los
procesos sociales.
La categoría actividades de mantenimiento quiere nombrar las
prácticas, relaciones y experiencias normalmente asociadas al ámbito
doméstico y resaltar su crucialidad para la supervivencia de las co­
munidades humanas a corto y largo plazo. Se trata de categorizar las
actividades y relaciones que hacen posible la alimentación, el cuidado,la salud pública y la transmisión de patrones de socialización dentro de
un grupo para restituir a este campo de la acción humana la importancia
que le corresponde en la interpretación histórica2.
Parece evidente que un estudio de este tipo precisa identificar,
enumerar, describir y estudiar la variabilidad de este conjunto de acti­
vidades, pero el objetivo no radica únicamente en esto, sino en resaltar
su carácter fundamental en la configuración y dinámica del entramado
social. Y ello es así porque las actividades de mantenimiento intervienen
en la toma de decisiones de cualquier grupo humano y sustentan la base
que permite otro amplio abanico de actividades grupales y proporcionan
cohesión al grupo.
Las prácticas relacionadas con la alimentación y la cocina, es
decir, las actividades y relaciones que permiten convertir las materias
primas en productos socialmente comestibles, resultan un buen ejem­
plo de 10 apuntado hasta ahora. A pesar de ello, la atención que han
recibido en las distintas disciplinas sociales no parece proporcional
a su importancia.
Las prácticas de alimentación en las disciplinas sociales
Los discursos más elaborados en torno a la cocina y al alimento
en las disciplinas sociales se han elaborado en Sociología y Antropo­
logía. Ya el estructuralismo había considerado a la cocina como un
componente social fundamental. Para Levi-Strauss (1958; 1965) los
sistemas culinarios expresan oposiciones cosmológicas y sociológicas
de las sociedades humanas y resultan cruciales para comprenderlas. Las
2. Para profundizar en el tema de las actividades de mantenimiento, véase Picazo
1997; Colomer, González Marcén y Montón 1998.
LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 161
estructuras sociales pueden encontrarse aquí, del mismo modo que lo
hacen en los sistemas de parentesco, en la mitología o en la ideología
política.
Sin embargo, en la mayoria de estudios, la cocina y sus procesos
asociados se han hecho depender de otras dos variables: el consumo
del alimento y la producción de las materias primas utilizadas en su
elaboración3
.
Goody, sin duda uno de los antropólogos más destacados en el estudio
de la cocina, apunta, por ejemplo, que es la fase final de la actividad
humana más importante (dejando a un lado la reproducción), es decir,
la producción de alimentos (1994: 43). Personalmente, considero que
existen ya suficientes ejemplos que demuestran que la cocina es más
que la parte final de una cadena de producción, que puede situarse al
frente de esa cadena y marcar el ritmo del propio sistema productivo
(Gifford-Gonzalez, 1993; Oliver, 1993).
El alimento y la cocina, en la mayoría de los casos, se ha analizado
desde el punto de vista del consumo. Con el alimento, se pueden ex­
presar y construir patrones de comportamiento social, normas o tabúes
religiosos, sign ificados culturales y si mbólicos (Crawley, 1902; Frazer,
1907; Fortes y Fortes, 1936; Firth, 1966; Young, 1971; Douglas, 1971;
1975; Arnott, 1975; Khare, 1976; Sahlins, 1976; Barthes, 1979; Turner,
1982; Bourdieu, 1984; Mintz, 1985; Visser, 1986; Weismantel, 1994).
Recientemente, y sin duda en relación con nuestra actual preocupación
por el cuerpo y la salud, se ha renovado el interés por la sociología de la
alimentación y la interacción entre el alimento y la creación del propio
cuerpo (Fischler, 1988; Curtin, 1992; Falk, 1994; Lupton, 1996). Se han
resaltado de nuevo las cualidades culturales y subjetivas del alimento,
que pasan a formar parte del sujeto a través de su posesión y consumo.
Una vez más, el consumo ha sido el aspecto destacado, aunque también
se ha reconocido la importancia de la cocina (Falk, 1994).
En este breve repaso a la atención que las prácticas de alimentación
han recibido en las disciplinas sociales, no podemos olvidar tampoco la
inflexión que supuso la emergencia del feminismo en muchas de ellas.
De hecho, no fue hasta ese momento que las diversas actividades de
mantenimiento empezaron a recibir una atención más detallada. Dife­
rentes investigadoras de la Historia, la Economía, la Sociología y la
Antropología sacaron de su ostracismo al trabajo doméstico, empezaron
a analizar las prácticas de procesado de alimento y cocina y a considerar
sus relaciones en el conjunto social (Oakley, 1974; Cowan, 1989; De
Vault, 1991).
3. Para ampliar la visión sobre el tratamiento que ha recibido la esfera alimenticia,
véase Montón 2000.
162 SANDRA MONTÓN SUElAS
Las prácticas de alimentación y la cocina en la disciplina arqueo­
lógica
Los materiales y estructuras arqueológicas más comunes, aquellos
que recuperarnos en mayor número en cualquier excavación, están
relacionados con las actividades de mantenimiento y con las prácticas
culinarias. Cerámica común (de cocina), casas, hogares, restos faunís­
ticos, instrumentos líticos ... , todos son testimonio de las actividades de
mantenimiento que se llevaron a cabo en el poblado que excavamos. Sin
embargo, normalmente no se han estudiado desde esta perspectiva.
De hecho, solamente la denominada Arqueología del Género, al
dedicarse a las esferas relacionadas con las experiencias de las mujeres
(Conkey y Gero, 1991) y al introducir el interés por el trabajo domés­
tic04
, ha empezado a considerar la cocina como un ámbito de análisis
fundamental. La Arqueología del Género ha significado lo que en otras
disciplinas de las Ciencias Sociales supuso la introducción del femi­
nismo durante los años setenta: el estudio del conjunto de actividades
englobadas dentro de lo doméstico.
Algunos de los estudios de la Arqueología del Género han permitido
comprobar el carácter fundamental que la cocina tiene en la conJigu­
ración y dinámica del entramado social, al posibilitar los cambios que
se producen en otras esferas sociales. En un artículo publicado en el
ya famoso libro Engendering Archaeology, Brumfield (1991) resaltó
la importancia de la cocina en la transición del periodo pre-Azteca al
periodo Azteca en las comunidades que vivían en el centro de México.
Durante esta transición, hubo un cambio fundamental en la cocina -de
una cocina basada en la elaboración de productos líquidos se pasó a otra
basada en la elaboración de productos sólidos- que posibilitó cambios
importantes relacionados con los nuevos patrones de trabajo que de­
mandaba la dominación Azteca. Esta arqueóloga demostró claramente
que los considerados cambios sociales son solo posibles a expensas de
las actividades de mantenimiento.
Cocina, arqueología y género
Realmente, la cocina, en tanto que actividad de mantenimiento, es
probablemente una de las prácticas más claramente realizada por mujeres.
En casi todas las sociedades conocidas (presentes y pasadas), existe una
fuerte identificación entre mujeres y cocina. Es cierto que los hombres
4. Principalmente a partir de los denominados estudios de hOllsehold (Hendon,
1996).
LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 163
intervienen en ciertos procesos y, sobre todo, en las llamadas comidas o
festines rituales. Sin embargo, la responsabilidad del proceso cotidiano
de la alimentación recae en las mujeres, tal como demuestran incontables
ejemplos (véase, por ejemplo, Brumfiel, 1991; Moore, 1986; Friedl, 1975;
Fruzzetti, 1985; De Vault, 1991; Warde y Hetherington, 1994; Godoy,
1994; Lupton, 1996). Resulta curioso que sean, precisamente, esos pocos
casos en los que intervienen los hombres los que más han llamado la
atención de la investigación. No es extraño leer relatos antropológicos
que describen con todo lujo de detalle los banquetes rituales y sus
preparativos, aunque ya es más difícil encontrar relatos que describan
con la misma atención la cocina del día a día (véase Levi-Strauss, 1965
sobre este punto), y menos frecuentes resultan aún los que consideran
las implicaciones de las prácticas culinarias en la dinámica social (una
excepción notable la tenemos en Weismantel, 1994).
Pocas veces se cuestiona que eran las mujeres las que cocinaban en el
pasado, incluso cuando no existe ninguna prueba evidente de que ello fueraasí. En este sentido, no me ocurre a mi lo mismo que a otras colegas que
continuamente tienen que responder a quienes cuestionan la presencia de
las mujeres en los ámbitos que ellas estudian (por ejemplo, la producción
lítica, la producción metalúrgica, etc.). En mi caso concreto, no tengo que
demostrar que las mujeres cocinaban, porque todo el mundo se las imagina
en esa actividad. El reto es de índole diferente, pues de lo que se trata es
de entender las interconexiones que se establecen entre la cocina y otras
prácticas sociales y demostrar que las relaciones que se traban en su eje­
cución resultan fundamentales para el mantenimiento de la vida social.
De hecho, desde el punto de vista de restituir importancia a estas ac­
tividades, no importa tanto quién realmente cocinara en el pasado. Lo que
debe considerarse es que, por ser una esfera que actualmente se identifica
con una práctica femenina, se ha apartado de la investigación académica.
Se trataría, por lo tanto, de revalorizar un ámbito de la actuación femenina,
tradicionalmente parte del saber femenino, transmitido de generación a
generación mediante redes de aprendizaje protagonizadas por mujeres.
y es que la propuesta de las actividades de mantenimiento historiza ese
ámbito de la práctica humana y restituye al pasado (la importancia de)
su día a día. Por ello también, las actividades de mantenimiento permiten
feminizar la historia (Montón, 2000).
La tecnología de la alimentación
Alimentar constituye un proceso social complejo que implica dife­
rentes niveles de acción y de relación entre quienes preparan la comida
y entre quienes la preparan y la reciben.
164 SANDRA MONTÓN SUBIAS
Desde un punto de vista técnico, quienes preparan la comida se
implican en tres tipos principales de operaciones:
1. El procesado de las materias primas para obtener un producto
socialmente comestible: el alimento. Se engloban aquí todos
aquellos procesos relacionados con la transformación de los
recursos vegetales y animales en productos comestibles a corto
y largo plazo. Básicamente, se incluyen los diferentes sistemas
culinarios (hervir, freír, asar, cocinar al vapor, ahumar, marinar,
fermentar, etc.) y actividades como la molienda.
2. Literalmente, el término alimento se ha definido como cual­
quier sustancia que el cuerpo de un animal o una planta puede
tomar para mantener su vida o crecimiento. En el caso de los
humanos, este propósito se consigue a través de la mediación
de las actividades de mantenimiento, mediante el procesado y
cocinado de los recursos vegetales y faunísticos. El término
alimento tiene, por lo tanto, un significado social, ya que las
sustancias primeras sólo se convierten en alimento a través de
los procesos de trabajo característicos de las actividades de
mantenimiento.
3. La obtención de aquellos elementos que resultan imprescindibles
para la conversión de las materias primas en alimento, básica­
mente agua y combustible. Aunque sus propiedades no siempre
se incorporan a la comida, normalmente resultan esenciales para
metamorfosear las materias primas en productos alimenticios.
Además, éstas son dos variables que suelen resultar decisivas en
la ubicación de los poblados, en la distribución del tiempo de
trabajo en el seno de la comunidad y en la organización diaria
de las actividades de mantenimiento.
4. El mantenimiento de los lugares (hornos, almacenes, basureros)
y artefactos (utillaje de cocina, piedras de moler, etc.) necesarios
y relacionados con estas actividades.
Comentaba anteriormente que las prácticas de alimentación y cocina
requieren de redes de relación concretas. Aunque la forma que toman
estas redes es variable, las necesarias para llevar a cabo los procesos de
aprendizaje deben necesariamente encontrarse en todas las comunidades,
probablemente en la forma de transmisión generacional del saber de
madres a hijas.
El procesado culinario requiere de un largo tiempo de aprendizaje
para que el resultado final tenga éxito y se asegure su continuidad.
Resulta imprescindible conocer las propiedades de los recursos que se
utilizan, como éstas se modifican dependiendo del sistema culinario
LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGíA 165
empleado, los diferentes pasos que deben seguirse en estos mismos
procesos culinarios, cuál es el alimento adecuado en cada caso concreto
(enfermedad, edad, etc.), el comportamiento de los utensilios con los
que se debe cocinar, el tiempo y la temperatura de cocción, el tipo de
combustible más adecuado, el mantenimiento de la fuente de energía,
etc. En definitiva, un sinfín de factores que permitirán que las materias
primas cambien y mejoren sus características para el consumo huma­
no. La palatabilidad y la digestibilidad aumentarán, desaparecerán los
elementos tóxicos y bacteriológicos, será posible la conservación y se
conseguirá la desiderabilidad social del alimento (Leopold y Ardrey,
1972; Stahl, 1984; Linder, 1985; Wandsnider, 1997). Una cocina exi­
tosa asegurará que el cambio en los nutrientes de las materias primas
se maximice. En cambio, un conocimiento superficial de los diferentes
mecanismos implicados podría disminuir o incluso destruir el potencial
valor nutritivo del producto final.
A pesar de su importancia, la tecnología de la creación del alimento
raramente se ha reconocido como un sistema tecnológico social digno
de ser analizado (algunas excepciones son Firth, 1966; Bruneton, 1975;
Godoy, 1994; Colomer, 1996). La atención académica se ha centrado en
la tecnología de las actividades que procuran las materias primas tales
como los métodos de caza, los sistemas agrícolas, etc (como ejemplo,
véase Oswalt, 1976).
Del mismo modo, se han ignorado los cambios tecnológicos en el
procesado de alimentos y los utensilios con los que se realiza, aunque
afectan directamente al tiempo de trabajo de una parte importante de
la población. Comentando este aspecto con una amiga de Calcuta, me
hizo entender la importancia que para la mayoría de mujeres en dife­
rentes pueblos de la India había tenido la introducción de la cocina (el
aparato).
La cocina en arqueozooIogía
Ya he apuntado antes que los restos arqueológicos más frecuentes
en una excavación suelen estar relacionados con el procesado de ali­
mentos. Los restos faunísticos, por ejemplo, acostumbran a ser restos
de alimentos que se desecharon una vez terminó su utilización social.
La mayor parte de estos huesos experimentaron en su día diferentes
procesos culinarios y, por lo tanto, podrían ofrecernos información a
ese respecto.
Desdichadamente, la arqueozoología se ha visto afectada por los
mismos sesgos que otras disciplinas de las ciencias sociales en relación
con las llamadas actividades «domésticas», asociadas al trabajo femenino.
166 SANDRA MONTÓN SUElAS
Sería Injusto y erróneo afirmar, sin embargo, que no se ha dedicado
atención al procesado alimenticio. Ahora bien, tanto la etnoarqueología
como la arqueozooJogía han enfatizado, en el análisis del procesado
alimenticio, las denominadas prácticas de carnicería (descuartizamiento,
desarticulación, fileteado, etc). Tampoco es una casualidad que estas
sean prácticas asociadas con el trabajo masculino.
A escala general, la discusión académica en arqueozoología se
ha centrado en tres aspectos fundamentales: los relacionados espe­
cíficamente con la identificación y cuantificación de los animales
presentes en la muestra arqueológica; la obtención y gestión que se
hace de estos animales y la formación del propio registro arqueológico
óseo.
Curiosamente, la cocina puede afectar a estos tres ámbitos, pero su
presencia y consecuencias raramente se han estimado, aunque también
es cierto que en los últimos años empiezan a aparecer contribuciones
al respecto (Gifford-González, 1989; 1993; Oliver, 1993; Pearce y Luff,
1994; Montón, 1996; 2000).
Realmente, algunos enigmas históricos adquieren un matiz diferente
cuando se contemplan bajo el punto de vista de la cocina. Sin duda,
uno de los temas más debatidos en prehistoria es cuando los humanos
utilizaronel fuego por primera vez y cuando se cocinó con fuego por
primera vez (Gowlett el al., 1981; Isaac, 1984; Clark y Harris, 1985;
James, 1989).
Parece obvio que la utilización del fuego en la cocina debe haber
tenido importantes consecuencias para los seres humanos. Cocinar con
fuego favoreció un enriquecimiento de la dieta al proporcionar más
productos que previamente no eran comestibles (Leopold y Ardrey,
1972; Farb y Armelagos, 1980). Por ejemplo, se pudieron utilizar partes
de animales que anteriormente tenían menor o ningún valor nutritivo.
Además, junto a las ventajas nutritivas, la aparición de las prácticas
culinarias debió abrir un nuevo campo para expresar y construir nuevas
redes de relación social (como lo demuestran los muchos significados
y relaciones asociadas con la comida y la cocina en sociedades del
presente y del pasado (Frazer, 1907; Pullar, 1970; Barthes, 1979; Re­
vel, 1979; Bahlouol, 1983; Visser, 1986; Curtin, 1992; Godoy, 1994;
Weismantel, 1994)).
De lo anterior, se desprende también que el aprovechamiento de
los cuerpos de los animales debe haber variado con la utilización del
fuego en la cocina y con la aplicación de los diferentes y sucesivos
sistemas culinarios. De hecho, algunas observaciones etnográficas
demuestran que las decisiones que se toman una vez cazado el animal
están relacionadas con los procesos culinarios que se vayan a adoptar.
Parece ser, por lo tanto, que constituyen un elemento influyente a la
LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 167
hora de decidir como se gestiona el animal. Gifford-González señala
que la actuación en el momento del despiece depende de si la intención
es obtener fracciones para asarlas al fuego, huesos y trozos de carne
para estofarla, porciones fileteadas para sacarlas, o piezas manejables
para congelarlas y conservarlas (1993: 185). Oliver ha propuesto incluso
que la importancia de la cocina para influir en las decisiones acerca del
transporte y del despiece inicial sugieren que las innovaciones en las
tecnologías de extracción de nutrientes en la Prehistoria (por ejemplo,
el fuego, las fosas, las piedras o los recipientes cerámicos para hervir)
pueden haber repercutido en las estrategias de transporte y procesado
de las carcasas animales (1993: 222).
En consecuencia, parece razonable pensar que la utilización del
fuego para cocinar acarreó cambios importantes en la vida humana,
aunque todavía no sabemos cuando se inició este proceso. Quizás una
mejor comprensión de cómo el calor en los procesos de cocina afecta
a los huesos podría ayudar a clarificar este problema y contribuir a la
interpretación de contextos donde la presencia de fuegos controlados
es ambigua.
La cocina como agente ta/onómico.
No existen demasiados experimentos en arqueología que intenten
explicar cómo los sistemas culinarios afectan a los huesos. Y ello a pesar
de que el estudio de la modificación de los huesos tiene ya una dilatada
tradición en arqueozoología. Recientemente, el interés por estos aspectos
de la tafonomía se ha renovado (por ejemplo, Bonnichsen y Sorg, 1989;
Stiner, 1991; Hudson, 1993; Lyman, 1994). Con diferencia, la mayor
parte de la investigación se ha centrado en los procesos de desuello, los
patrones de desarticulación de las carcasas y los procesos de extracción
de carne, periostio, tendones y médula. Estos procesos raramente se han
conectado con prácticas culinarias (a pesar de que ahora sabemos que
éstas inciden en ellos directamente). Además, las alteraciones que los
huesos sufren en el proceso de cocina debidas al calor no han recibido,
ni mucho menos, la misma atención. Aunque existe un reconocimiento
de que los huesos se ven modificados de diferente manera según sea la
técnica culinaria utilizada (Colley, 1990), raramente se ha considerado
a la cocina como un agente tafonómico importante.
Existen algunos experimentos realizados para dilucidar cómo el calor
afecta a los huesos. Con contadas excepciones (Pearce y Luff, 1994),
el objetivo de la mayoría no radica en la evaluación de las actividades
culinarias (Herrmann, 1977; Shipman et al., 1984; Van Endt y Ortner,
168 SANDRA MONTÓN SUBlAS
1984; Buikstra y Swegle, 1989), sino en el comportamiento que los
huesos humanos presentan en los procesos de incineración.
Gracias a la realización de estos experimentos sabemos que el calor
normalmente modifica el color, la textura superficial, la morfología
microscópica y la estructura cristalina de los huesos. También sabemos
que el peso y tamaño de los huesos puede disminuir, a la vez que puede
afectar a su fragmentación y deformación. También es cierto que mu­
chos de estos cambios ocurren a temperaturas superiores a las que se
alcanzan en los procesos de coci na, por lo que estos resultados deben
evaluarse con cautela (Shipman el al., 1984).
Pearce y Luff (1994) realizaron un experimento arqueológico para
averiguar las diferencias entre huesos crudos, hervidos y asados. En
los huesos asados, el color y textura eran diferentes dependiendo de la
temperatura y el tiempo de cocción. También observaron diferencias
en la fragmentación y deformación de los huesos. Los huesos hervi­
dos tendían a fragmentarse longitudinalmente, influyendo también
la duración del tiempo de cocción. Los huesos asados se fragmen­
taban más y su fragilidad aumentaba con la temperatura. Algunas
observaciones etnográficas parecen apuntar en la misma dirección.
üliver (1993) anotó que los patrones de fragmentación de los huesos
eran diferentes dependiendo de si estaban crudos o asados. Gifford­
González (1993) también ha señalado que la pérdida de colágeno en
los huesos cocinados puede posiblemente producir diferencias en los
patrones de fragmentación.
Los experimentos que se han realizado hasta ahora son prometedo­
res, aunque indican la necesidad de continuar con ellos. Actualmente,
resulta casi imposible interpretar el registro faunístico bajo la óptica
de la cocina. A simple vista, solamente en muy pocos casos se puede
discernir qué método de cocción se ha empleado (Coy, 1975). Los pro­
cesos posdeposicionales, además, añaden otra dificultad porque, muchas
veces, alteran las superficies de los huesos. En este sentido, sería también
interesante notar si los diferentes métodos culinarios afectan también a
la estructura de los huesos.
Los nuevos experimentos deberían superar algunas de las carencias
actuales, utilizar muestras más amplias y huesos de diferentes especies,
descarnados y sin descarnar. Tenemos que tener en cuenta que la ma­
yoría de experimentos actuales se han hecho con huesos descarnados,
lo que puede modificar los efectos que el calor tiene sobre ellos (Van
Wijngaarden-Bakker, 1985).
Una de las preocupaciones principales en arqueozoología ha sido
la cuantificación de los animales presentes en la muestra. También
en este sentido, la cocina puede actuar como un agente tafonómi­
ca importante. De hecho, ignorar este aspecto puede distorsionar
LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 169
seriamente la interpretación y evaluación de la muestra faunística
arqueológica.
Para cuantificar los restos faunísticos se han desarrollado diferentes
índices. Entre estos, el peso de los huesos por taxón se utiliza aún para
poder inferir pesos de carne por taxón y establecer comparaciones entre
las diferentes especies animales presentes en la muestra. Al margen de
críticas anteriores (Casteel, 1978; Vigne, 1991), el hecho de no consi­
derar los diferentes métodos culinarios puede convertir este índice en
poco útil. No solo los huesos pierden peso cuando se cocinan sino que
esta pérdida varía dependiendo de si los huesos se asan o se hierven.
Mientras que los huesos hervidos siempre pierden la misma cantidad
de peso, los huesos asados pierden más peso en relación con las tem­
peraturas de cocción (Pearce y Luff, 1994).
La conservación diferencial de los huesos es otro de los problemas
tafonómicos presente en la interpretación de cualquier muestra arqueo­
lógica. La cocina debe añadirse también a la lista de los factores que
influyenen la conservación de los huesos. Según cual sea el método
de cocina empleado, las características de los huesos serán diferentes,
haciéndolos más propicios a su conservación y más o menos atractivos
a la actuación de otros agentes tafonómicos, como los perros. Se ha
demostrado que los huesos rustidos, ahumados y quemados se conservan
mejor que los huesos hervidos5.
Otro de los problemas que nos encontramos a menudo en arqueo­
zoología es la presencia de animales intrusivos. En la Península Ibérica,
el ejemplo más claro es el del conejo, ya que en muchas ocasiones no
se puede diferenciar si estos animales fueron o no aprovechados. Es
cierto que las marcas de carnicería pueden informarnos sobre este
punto, pero, muchas veces, o no aparecen o lo hacen sólo en unos
pocos huesos. Como consecuencia, estos animales se excluyen de la
evaluación que se hace del registro porque resulta imposible discer­
nir si se han consumido o son intrusivos. Una mejor comprensión de
como la cocina afecta a los huesos también podría ayudar a aclarar
este aspecto.
Para finalizar
En este artículo he defendido la tesis de que las prácticas culinarias,
en tanto que parte integral de las actividades de mantenimiento, resultan
5. Buikstra y Swegle (I989) objetan que éste no es siempre el caso y que, en oca­
siones, la mcjor o peor conservación de los huesos quemados depende de las características
de los yacimientos arqueológicos.
170 SANDRA MONTÓN SUBIAS
fundamentales en la generación y sustentación de la vida de un grupo
humano. También he repasado la atención que las prácticas culinarias
han recibido en arqueología.
En nuestra disciplina, el análisis de los sistemas culinarios ayuda,
además, a comprender la formación del propio registro arqueológico.
Hemos visto qué es lo que ocurría en el caso concreto de la arqueo­
zoología, donde la cocina se nos presenta como un agente tafonómico
importante al intervenir en la modificación y conservación de los
huesos.
El estudio de la cocina y de las prácticas culinarias resulta impres­
cindible cuando deseamos interpretar cómo fueron y se modificaron las
principales redes de relación social que permitieron la vida en las comu­
nidades humanas en el pasado. En este artículo, me he centrado sobre
todo en los aspectos tecnológicos que atañen a las prácticas culinarias,
por lo que no quisiera finalizar sin mencionar las dimensiones culturales
de la cocina, pues el proceso de transformación de las materias primas
en alimento es un proceso culturalmente pautado, que confiere valores
culturales al alimento y a la gente que lo consume. Por ello, la cocina
es también un proceso moral por el que se transfiere la materia prima
desde la naturaleza convirtiéndola en cultura, y de ese modo la domina
y domestica (Lupton 1996: 2).
En este proceso de conversión cultural se precisan y transforman
redes de relaciones personales y se expresan y construyen características
culturales. La cocina ha generado y expresado sentimientos asociados
a la etnicidad, la clase, el género, la nacionalidad, etc. (Barthes, 1979;
Bahloul, 1983; Bordieu, 1984; 1985; Mintz, 1985; Klopfer, 1993; Weism­
antel, 1994; Zubaida y Tapper, 1994; Jansen, 1997). Y todo ello a partir
de un saber, de una transmisión de conocimiento y unas experiencias
básicamente asociadas con las mujeres. Unas experiencias que normal­
mente han sido olvidadas en el discurso histórico por el mero hecho de
su género.
Para liberar esta esfera de prácticas y experiencias de su olvido
histórico, será necesario que, progresivamente, se vayan escogiendo nuevas
áreas de estudio en arqueología. Eso es lo que he pretendido al enfatizar
la importancia de la cocina en la dinámica social del pasado.
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CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL 
UTILLAJE LÍTICO TALLADO 
MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO * 
Introducción 
Mi interés por las mujeres y las relaciones de género como objeto 
de estudio en las sociedades prehistóricas surgió en las últimas fases 
de elaboración de mi tesis doctoral, había estado estudiando la in-
dustria de piedra tallada de las fases neolíticas del yacimiento de 
«Los Castillejos de Las Peñas de los Gitanos» (Montefrío, Granada) 
analizando cuestiones tipológicas y tecnológicas, y decidí incluir el 
uso del espacio en el análisis de la industria lítica. Para ello utilicé 
métodos estadísticos de análisis espacial sobre las áreas de ocupación 
al aire libre con la finalidad de identificar áreas de actividad (Sánchez 
Romero, 2000a). 
Cuando estaba realizando las conclusiones me di cuenta que, tanto 
por los espacios que se estaban utilizando, como por la mayor parte de 
los útiles que se usaban, estos lugares debieron estar ocupados por mu-
jeres, desarrollando actividades que tradicionalmente se habían asociado 
a mujeres. Esto supuso un cambio en mi planteamiento ya que nunca 
me había preguntado por el género de los productores y usuarios de 
industria lítica y me sorprendí a mi misma extrañándome porque tam- 
* Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada. 
220 	 MARGARITA SÁNCHEZ RONÍERO 
bién fueran mujeres las que estaban apareciendo en esa reconstrucción 
imaginaria. 
En los momentos finales de elaboración de la tesis lo único que 
pude hacer fue una declaración de intenciones en las dos páginas finales 
en las que afirmaba que a partir de ese momento, consideraba que era 
importante tener en cuenta el sexo de los productores y usuarios de la 
industria lítica, que nuestra concepción de quienes habían sido estaba 
llena de asunciones sin fundamento y de larga tradición, exponía cuales 
creía que eran las razones para este olvido y proponía que en el caso 
de «Los Castillejos» habría que considerar que los espacios debían ser 
compartidos por ambos géneros realizando actividades de igual impor-
tancia económica (Sánchez Romero, 2000a). 
En 1999 me traslade al departamento de Arqueología de la Uni-
versidad de Durham en el Reino Unido gracias a la concesión de una 
beca postdoctoral del plan propio de la Universidad de Granada con un 
proyecto titulado «Arqueología y género» para trabajar con Margarita 
Díaz-Andreu. Aprovechando la preparación de una comunicación junto 
a ella para el European Archaeology Meeting celebrado en Lisboa en 
Septiembre del 2000, enviamos un cuestionario a diversas personas de 
todos los ámbitos universitarios españoles acerca de lo que pensaban 
sobre la posibilidad de que las mujeres usaran y fabricaran industria 
lítica durante la Prehistoria. La experiencia de la tesis me había hecho 
plantearme que era fundamental saber qué opinaban otros y otras pro-
fesionales que trabajaran sobre industria lítica o sobre momentos en los 
que el análisis de la industria lítica era importante para la investigación. 
La encuesta no la planteamos en términos estadísticos sino para recoger 
ideas y planteamientos. Se mandó el cuestionario a unas 20 personas 
(la lista que planteamos en un principio se amplió y recibimos contes-
taciones también de gente con la que en principio no habíamos contado) 
y recogimos 18 respuestas. 
El cuestionario 
Las preguntas estaban relacionadas con las siguientes cuestiones: 
la producción y uso de los útiles de piedra tallada y su relación con el 
género; la representación en imágenes del género en relación a la indus-
tria lítica; la invisibilidad de la mujeres respecto a esta industria y la 
inclusión del género en la enseñanza. En primer lugar he de agradecer 
la generosidad de los y las colegas que contestaron el cuestionario ya 
que la mayoría dedicó bastante tiempo y nos proporcionó planteamientos 
de enorme utilidad para el desarrollo de la investigación. 
CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO... 221 
Nuestra primera pregunta fue si habían considerado el género en 
relación a quién usaba y producía los útiles líticos y cómo esto afectaba a 
su investigación. La mayor parte de las respuestas señalaban que aunque 
no explícitamente sí habían considerado el género en sus interpretaciones, 
dentro de este grupo se reconocía que inconscientemente asociaban la 
industria lítica con los hombres, especialmente en lo que se refería a la 
producción; otro grupo señalaba que sí consideraban el género como 
una cuestión relevante para sus investigaciones pero que nunca la había 
mencionado en sus publicaciones o trabajos. Otra respuesta aclaraba que 
pensaba que hombres y mujeres pudieron haber hecho diferentes tipos 
de útiles, las mujeres artefactos para su uso inmediato y los hombres 
artefactos más complejos como por ejemplo las armas, recurriendo a la 
etnografía para sostener su afirmación. 
La mayoría estaba de acuerdo en afirmar que merecía la pena 
incluir el género, y también la edad como uno de ellos apuntaba, en 
el estudio de la producción lítica. De todas formas fueron varias las 
afirmaciones acerca de la dificultad de establecer si uno u otro género 
había producido un útil en particular. Una tarea quizá imposible debido 
a las limitaciones del registro arqueológico. 
Cuando preguntamos acerca de si estaban de acuerdo en que las 
publicaciones normalmente asociaban la industria lítica con los individuos 
masculinos, la mayoría contestó afirmativamente; aunque consideraron 
bien que no se hacía explícitamente, bien que eran cuestiones idiomáti-
cas (el uso del término «hombre» como neutral) o que era debido a la 
asunción de presupuestos de la etnografía. 
Respecto a la pregunta de si habían visto ilustraciones de hombres 
tallando o utilizando industria lítica en libros de texto, académicos, de 
divulgación, etc., la mayoría de las respuestas afirmaban que era lo 
más habitual, aunque uno de ellos sostenía que lo inadecuado no era la 
representación de los hombres sino la no equiparación de las mujeres. A 
la misma pregunta pero referida a las mujeres, es decir si habían visto 
alguna de ilustración de mujeres tallando o utilizando industria lítica 
en libros de texto, académicos, de divulgación.., la mayoría contestaron 
que no, aunque afirmaron que sí aparecían usándolos (trabajo de la piel, 
siega...) sin bien no aparecían produciéndolos. 
La siguiente pregunta fue sobre la asociación de las mujeres con la 
piedra tallada para actividades tales como la producción cerámica, el 
trabajo de las pieles y la preparación del alimento. Las respuestas a esta 
cuestión dieron unos resultados mucho más interesantes de lo que en 
principio pensábamos. Unas respuestas afirmaban que el protagonismo 
universal de las mujeres en esas actividades había sido imaginado de 
manera demasiado simplista, considerando que podrían existir varia-
ciones culturales; alguno se refirió a la preparación del alimento, una 
222 	 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO 
actividad que había sido siempre considerada como femenina y que en 
ocasiones podía haber sido realizada por hombres, por ejemplo después de 
la caza. Otra respuesta fue que la interpretación y la asignación de esas 
actividades eran sólo una actualización desde nuestro punto de vista. 
Respecto a la invisibilidad de la mujer en la producción y uso de 
los útiles de piedra tallada y a sus causas, los motivos expuestos fueron, 
entre otros, a la información derivada de estudios etnográficos; al pen-
samiento de nuestra sociedad actual que considera a lasmujeres como 
pasivas, como consumidoras y no como productoras; a la percepción 
de lo que una actividad femenina debería ser y a lo que es capaz de 
hacer una mujer debido a cuestiones fisiológicas. Citaban igualmente el 
conocimiento «autorizado» y la tradición investigadora que ha ligado 
siempre la producción y el uso de la industria lítica a los hombres y por 
tanto tiene que ser verdad, y finalmente, a una arqueología dominada 
por el pensamiento masculino. 
Esta invisibilidad no estaba limitada sólo a los estudios sobre 
industria lítica, sino que podía observarse en todos los ámbitos del 
estudio de las sociedades prehistóricas, aunque alguien afirmó que 
muchas actividades se asociaban a mujeres antes que a hombres como, 
por ejemplo, la producción cerámica y que ellas eran las únicas prota-
gonistas de actividades tales como la recolección o el cuidado de los 
individuos infantiles y las personas de edad avanzada considerándolos, 
eso sí, como actividades de importancia secundaria. 
El cuestionario se interesó entonces por las preguntas relacionadas 
con la enseñanza del género, primero preguntamos si incluían en sus 
clases este debate, la mayoría dijo que no y otro grupo que procuraban 
mostrar imágenes neutras en sus clases, uno de los encuestados afirmó 
que desde el primer día dejaba claro que eran tanto mujeres como hom-
bres, mientras que otra respuesta señaló que al enseñar sobre tecnología 
no era necesario. 
Cuando les preguntamos sobre su época de estudiantes, la ma-
yoría admitió no recordar que el tema hubiera sido mencionado en 
las clases, pero que se había asumido que los útiles líticos estaban 
asociados a los hombres, tanto por cuestiones idiomáticas como por 
los referentes etnográficos, por último se admitía que se les hubiera 
hablado de mujeres con respecto al uso pero no con respecto a la 
producción. 
Como principales conclusiones que podemos extraer del cuestionario 
y que nos ayudan a plantear el siguiente paso de nuestra investigación 
concretamos que, en general, se admite el uso de industria de piedra 
tallada por las mujeres, pero no su producción; el actualismo, las infe-
rencias y la etnografía se admiten como justificantes para sólo una parte 
de la población y para sus actividades y que las y los investigadores lo 
CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO... 223 
admitimos más de lo que somos capaces de transmitir al alumnado o 
al público en general. 
Ante estas respuestas me propuse analizar cómo se habían llega-
do a formar estas ideas generalizadas. Como se ha mencionado, en la 
mayor parte de las investigaciones arqueológicas se ha considerado la 
producción de útiles de piedra tallada, así como las tareas donde éstos 
se utilizan, como actividades masculinas. No se imagina, por tanto, que 
las mujeres pudieran estar implicadas en su elaboración o utilización 
más que esporádicamente. El mayor interés que en algunas ocasiones 
se ha mostrado desde los estudios tipológicos por aquellos útiles que 
se identifican con la caza y la guerra, ocupaciones pretendidamente 
masculinas, tienen parte de culpa: puntas de flecha, cuchillos, puntas 
de lanza, dagas, etc., resultan más atractivos que «simples» raederas, 
lascas con retoque de uso o raspadores. Para realizar estas atribuciones, 
los investigadores en cada momento han decidido, según el ámbito socio-
cultural de la época, qué es lo que las mujeres pueden o no pueden hacer 
o qué es lo que deben o no deben hacer, se han basado en la etnografía 
y lo han reflejado en las imágenes que han utilizado para la transmisión 
de estas ideas. Analizaremos a continuación si la atribución de estas 
actividades en exclusiva a los hombres puede seguir manteniéndose. 
La exclusión de las mujeres de ciertas actividades «fundamentales»: 
la caza y la guerra 
La exclusión de las mujeres de la práctica de la caza ha sido una 
constante en la literatura etnográfica y arqueológica'. La temprana 
consideración de la caza como empresa fundamental en la evolución 
humana ha señalado esta actividad como exclusivamente masculina y 
desde muy antiguo trabajos como los libros de Oakley (1959), Man the 
Toolmaker, y el coordinado por Lee y de Vore (1968), Man the Hunter, 
influyeron en reforzar esta idea. La firme creencia entre la relación 
hombre-caza aparece en el libro de Lee y DeVore en abundancia y de 
forma explícita. Ya en las primeras páginas los editores afirman que 
«además, la caza es tan universal y tan consistentemente una actividad 
masculina que debe haber sido una parte básica de la adaptación cul-
tural inicial, incluso si sólo participaba en una pequeña proporción en 
la dieta» (Lee, 1968: 7). 
1. No pretendo a continuación una revisión exhaustiva de la bibliografía sobre este 
aspecto sino destacar los orígenes y algunos fases en la formación de esta idea. 
224 	 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO 
También en este volumen encontramos ejemplos del fuerte convenci-
miento en una división del trabajo 'primitiva' por la que a la masculina 
actividad cazadora correspondía las tareas de recolección de las mujeres, 
elemento que ha sido otra de las constantes en la investigación. Tal 
dualidad aparece reflejada en los artículos de Lee sobre los ¡Kung (Lee, 
1968) y de Woodburn sobre los Hadza (Woodburn, 1968). En el caso 
de estos últimos, el autor señala que la recolección diaria de vegetales 
correspondía a las mujeres junto con los niños y niñas, mientras que la 
caza era una actividad exclusiva de los hombres y de los adolescentes 
varones. Sin duda el mayor aporte a la dieta venía de los vegetales 
recolectados, puesto que la carne se comía en el lugar de la caza y 
sólo en el caso de que los hombres estuvieran satisfechos llevaban la 
carne al campamento. Pese a ello, Woodburn recalca que los Hazda se 
definían como cazadores, y por tanto parecía claro que se daba mayor 
importancia a la actividad masculina (Woodburn, 1968: 51-52). 
Desde la llegada del funcionalismo a la arqueología en los años 70, 
los relatos antropológicos y la etnoarqueología cobraron mucha impor-
tancia en arqueología. Sin embargo, en ambas fuentes había clarísimos 
sesgos androcéntricos. En primer lugar, la mayoría de los informantes 
eran hombres, con lo cual era la visión que tenían los hombres sobre 
su grupo la que se elegía como representativa, relegando la opinión de 
las mujeres o convirtiéndola en mero anecdotario. Pero además, los 
propios antropólogos participaban de una ideología de género que les 
llevaba no solo a elegir a los hombres como informantes, sino también 
a plantear unos temas de investigación o unas preguntas y a utilizar 
unas categorías y conceptos que excluían las prácticas y experiencias 
relacionadas con las mujeres. Por si esto no fuera poco, cuando estas 
mujeres participaban en actividades que ellos consideraban masculinas, 
se las invisibilizaba. 
Sin embargó, se nos proporcionaron algunas alternativas. Entre ellas 
destacamos a Sally Slocum que en 1975 publicó Woman the Gatherer: 
Male Bias in Anthropology, un ensayo en el que critica el libro de Man 
the Hunter y rebate el argumento antes expuesto de Wasburn y Lancaster 
(1968:301) por el que se afirma que no sólo la caza es una actividad 
exclusivamente masculina sino que, sin ella hubiera sido imposible el 
desarrollo del género humano (Slocum, 1975:38), sin embargo no se 
plantea el problema de si las mujeres cazan o no. 
En 1981, se publica Woman the Gatherer, en el que se recogen varios 
ejemplos de grupos humanos en los que las mujeres participan activa-
mente en la caza. Ya en la introducción su editora, Francés Dahlberg 
habla de las prácticas de caza colectiva de varios grupos bien sea con 
redes, fuego o aprovechando la orografía del terreno en la que participan 
hombres, mujeres e incluso niños y niñas (Dahlberg, 1981:11). En el mis- 
CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO... 225 
mo volumen, Agnes Estioko-Griffin y P. Bion Griffin (Estioko-Griffin 
y Griffin, 1981) explican en su artículo