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Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y Género. Univ. Granada. Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. Granada Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. de Granada Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. Granada Sánchez Romero, Margarita (ed.) (2005) Arqueología y género. Univ. de Granada y cotidianeidad DE LA VIDA COTIDIANA PALOMA * MARINA PICAZa GURINA ** por el sumergida en la ha alcanzado más que la IJV'YU"""'''''''U subterránea; su acción tible por con fundirse la fuentes ha mantenido declarada por el misteriosa alcanzar la objetividad. Zambrallo Conocemos multitud de hombres y que están dedicadas como los vasos de Prehistoria, desde las más en las que apa- Pompeu Fabra. 142 GONZÁLEZ ,,,,,,,,~,,-,,, y MARINA recen grupos de atenienses hilando hasta los alemanes XVI, En todos los no hacía sino a las relacionadas con la elaboración de que un y reiterativo: eran necesarias varias horas para hilar con un huso la cantidad de una hora en el telar. Por tanto, las hacían otras cosas: a los un rato de charla. sido símbolos de realizar otras funciones que les estaban fundamentalmente los procesos relacionados con la transformación de los recursos alimenticios en l.>\.IllUL"" diendo como tal no solo el proceso de sino la red de sociales y simbólicas que consumo de alimentos. Probablemente desde el neolítico las cosiendo. De das las actividades l"lUvll11'" común en muchas culturas. En Gran a las ocasiones que muchachas lA""""'" en casa de una de las se han sentado pero, el hecho de que y hombres por trataba de contextos de socialización de muchachas sin excesivo control. También Península Ibé· en diversos autores hablan de las reuniones invernales muchachas que al que conversan con otras su nombre y con hombres DE LA VIDA COTIDIANA al amor de la lumbre en cocina Estas reuniones pare- una función social en la que la la actividades de de telas de de una de las características de actividades que mantienen procesos de creación y recreación de la realizadas fundamentalmente por las Esas de las diversas formas de discurso de este y asumir que gran en las excavaciones se relacionan con éstas otras actividades de con las tareas que procuran el sostenimiento y bienestar de los miembros del grupo desde el nacimiento y a lo del ciclo vital de persona, en muchas sociedades el tratamiento de la muerte. Las actividades de mantenimiento además del y la los el bienestar y la curación e y de relación del ciclo de la vida cotidiana y las formas de cuidado que crean y conservan las estructuras Al la arqueo- ha poco saber sobre unas humano que son universales y estrechamente relacionadas con la división de roles sexuales. Además no ha atención al hecho de que actividades mantcmmlCnto y han quc frecuentemente asumen la forma de relaciones entre cuidan y cuidados. Son formas de interacción que gcneran formas dc comunicación conexión de la vida social y se o interconectan a otras formas de relación social. De siones tomadas en la vida cotidiana del las social humanos. Podemos asumir que en muchas sociedades sido de las actividades de mantenimiento 144 rt"J,"VJ'!1' GONZÁLEZ MARCÉK y PICAza GURINA actividades realizadas por las masculinas. Las actividades de mantenimiento y sus sociales confi- guran el social del grupo doméstico mediante la cotidiana. El estudio modo de la diversidad de hábitos y de rutinas que sería una verdadera cotidiana. Como veremos, su variabilidad ferentes formas de La cotidianeidad como Plantear un acercamiento a la cotídianeidad como análisis y razón de ser en su situación fuera de las dos occidental los XIX la historia de las por «historia más de la que, años más (l como referente DE LA COTlDlA;-'¡A Sin la la vida cotidiana la que ha u",.au'v. mediante una voluntad expresa de estudio de la la renovación de la historia social de los tiene que a la constitución dual de los procesos simultaneidad de relaciones ya dadas y la entre estructuras y la concreta de los entre las relaciones y de por y formas de conducta de los del de correlacionar las ex- que a los mecanismos por los sistemas de dominación mediante el reeurso a las historias concretas, de indicios razonamiento 146 PALOMA MARCÉN y MARINA vida y en que esto a admitir que hombres y viven en diferentes culturas, resis- tencias. Sobre todo entre y las de clase media, ya en estas clases el feminismo liberal en su lucha por un vida para todos. Por otra parte entre estos mismos horroriza la idea de una cíencia de porque evoca mal uso que se hecho de la diferencia entre los sexos Otros miedos surgen del lado de la esencialización. Parecería que dar determinadas tareas están las vidas S011 el contenido de esas actividades como para las y para ellas, por los de la diferencia surge desde otro la no se reconoce, de muchos aspectos de la aportan las vidas de las diferencias que están ahí, aún cuando no sean al modo que lo hacen deterministas y están las características de las actividades asociadas socialmente a las tales como cuidar a los niños y niñas, los ancianos, a los enfermos; todo de doméstico, mantenimiento de la comunidad local, dc oficina, de comida, agua, mantenimiento de la de subsistencia en otros cui- dado de los animales, de los etc. Actividades que conducen a las interaccionar de modo distintivo con el entorno natural, como ha destacado la literatura sobre y desarrollo económico. Además y sobre todo esta diferente interacción ha de forma más a lo de la por lo que las de un conocimiento desarrollado histórÍcamen aspectos del mundo natural, del Las autoras del feminismo de la diferencia del defienden la diferencia sexual entendida como una una forma relacionarse «de su estar en el mundo» el orden simbólico cal ha rechazado la creación de otros órdenes simbólicos porque no a él. La de estas busca escapar de este dando nombre a otras formas de estar el mundo creando un nuevo orden simbólíco en el que las ARQUEOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA puedan reconocerse. Como enuncia Lia Cigarini (1 2000: 105): 147 citada «Para (y la diferencia que las mujeres son una cosa distinta de los hombres (más éticas, menos que se diferencian, pues, en contenidos de los hombres, por necesidad como punto de referencia. Asimi o diferenciarse de los hombres son la misma no hay libre de sí. Defino esta concepción de la diferencia del orden de [as cosas. Otras (y otros), por su parte, consideran que la diferencia consiste en inventarse lo femenino mediante Defino esta idea de la diferencia del orden del en cambio, que la diferencia no es del orden de las cosas ni del orden del pensamiento. La diferencia no es más que esto: el sentido, el que se da al propio ser y es, por tanto, del orden simbólico.» Con este trasfondo, el nombrar las femeninas desde la vivencia de la cotidiancidad conformaría un acercamiento a la historia del estar en el mundo mujeres y de hombres) y de la huella material que han dejado en él que de las Las actividades humanas que con han sido y serán cotidianas y que normalmente se han tendido a con lo doméstico son las actividades de manteni- miento. En su definición de la eondición humana, Hanna Arendt (1993) sostiene que la tradición y de la filosofía occidental ha tendido a no diferenciar lo que ella deno- mina «laboD> y Por labor se entiende las tareas que aseguran la de las personas y, por extensión, se refiere a aquellas actividades que no generan productos. La labor estaría orientada a los mismos la humana; mientrasque el variará históricamente. H. Arendt desde la filosofía griega clásica se ha tendido a situar jerárquicamente estos dos ámbitos de la acción humana, en un sistema piramidal en la del cual se situaría la denomi nada vi/a El ámbito de las relaciones y condiciones de la vida cotidiana es adonde, en última instancia, se dirigen las decisiones y económicas de todas los sistemas de engranaje social ha de ser en la escala de la cotidianidad si ha de ser fluido, es decir, si resulta operativo a corto, medio o largo plazo. Por la misma razón, las resistencias a un sistema de fun cionamiento social necesariamente han de empezar en lo cotidiano. 148 PALOMA GO'JZÁLEZ Las relaciones escala cotidiana, en el ámbito La continuidad el cambio de definidas, por tanto, por la de redes de relación. mantenimiento. y MARli\A PICAZO GURINA La de lo cotidiano la escala de la vivencia de histórica concreta, se transfor- ma del ciclo vital, acumulando memorias, saberes y huellas del cuerpo. su vez, un acercamiento M. Rivera (2000: indi- <colectivo> en el racionalismo curopco». sentido de la feminista que <do ha estudiado, la cotidiancidad, como al La evidencia de lo cotidiano: saber en relación y continúen ro y creando. y reconocerse. La caracterización de las formas inexorablemente desde la de la determinación de su derarse que denotado y acotado por los restos histó que los la articulación de sus diferentes los recorridos que van de uno a otro, como la determinada en de las concreta y abs- DE COTIDIANA 149 tracta, que conforma y, al cambiantes relaciones que se los que un una pasa por considerarlos en relación a actividades que en ellos se realizaban y de la certidumbre de son las actividades de mantenimiento las que procuran la creación y recreación efectiva de todos los han de como de y condicionantes materiales han de mos· en la distribución de la documentación Saber como se elaboraban los para las actividades de que elementos de ellos nos indican esfuerzo la comunicación de saberes su transmisión y forman de una manera determinada entender el estudio de lo que ha venido a denominarse vuelve a los vividos. Las actividades de corno ámbito inexorable de la corno en los tres que desarrollamos contí- vivencias y proponer otras lecturas históricas. 150 PALOMA Escalas de cambio y y cotidiana PICAZO GURINA la mayor la Península e incluso entre que desta- crecimiento/disminución de la el desarrollo y, con la colonial. En cambio apenas la evaluación de cómo se traducen factores mediante la evidencia material Es apenas se han cómo aumenta la comunidad aumentar su la de la vida diaria y a expensas de el seno de las eomunidades Esto ha dado como resultado un estudio de la caracterizado por variables macrohistóri- cas, un de relato que resulta con la de la imbricación de estos cambios con las acciones y vivencias humanas concretas, que las personas son sustituidas por tendencias o factores sociales abstractos cuya caracterización se como de la """",,,,,, a escala de la dinámica en un de del 2" y leT milenio a.C. de la comarca en la de Barcelona. La forma de asenta- miento en el Valles desde el neolítico hasta el mundo Ibérico Pleno se caracteriza por la de numerosas fosas excavadas en la y por la ausencia o escasez de restos de viviendas de cons- trucción sólida. La mayor de las fosas eran usadas de de de mayor son como áreas de que sucede en la casi totalidad de de este una vez usadas las fosas-silos usadas como contenedores una visión y de elaboración y uso de instrumentos Al realizar el estudio del lez Marcén el 1 asentamiento relación a diferentes los mos con documentación obtener ver era cómo el se estructuraba en cuales contába- DE LA COTiDIANA 151 de alimentos, almacenamiento grano, de instrumentos líticos y pesar de las dificultades que entraña discernir áreas de actividad para los cuales el grueso de la información se hizo evidente que el asentamiento había la de la vida momentos coincidiendo con el momento de transición Bronce Final al Hierro Inicial. En la Edad del es que la estructu- ración de la vida en los asentamientos y su social estuviese por ritmos necesidades las actividades de mantenimiento que parecen haber todas los la como parecen indicar no relación entre áreas de descanso y y de almacenamiento de grano. Con se han reconocido entre el Bronce y el Bronce en la escala de la estructuración de fosas del Bronce en un área limitada contrasta con los asentamientos del Bronce Final que parecen versión extendida formas concentradas anterio- res. Sin durante todo el II milenio y los del 1 el asentamiento estructuraba torno a los de mantenimiento que aparecen en todo el área habitada. No entre áreas de de y de consumo, y, caracterizarse como una única área doméstica. Durante el corto de del asentamiento durante Hierro Inicial constata un cambio en el modelo de indicadores de ciertos de los relacionados con la y los contenedores de almacenamiento la están de las áreas de consumo alimenticio y Las actividades de mantenimiento parece que ya no de vertebrado ras de la de la vida en comunidades tal como muestra escindida. Esta nueva situación la mente de modelo de relación dominante en la comarca del Valles desde la que habrán del excedente y la introducción de nuevas técnicas son características definitorias del asentamiento en el ibérico. este evidente cambio en la 152 PALOMA GONZÁLEZ MARCÉN PICAza únicamente al ineremento en cereaIística evidenciada en la sin que se detecten cambios como la cerámi de silos de de los recursos faunístícos o e en las materías usadas cn la fabricación de molino y el resto de instrumental lítico. Por tanto, cl in- cremento en la debería no con que suponer un incremento de sino con cambios fundamentales en la orga- nización de las actividades de mantenimiento y del artesanal. Esa de la vida cotidiana tuvo que haber un invertido las tareas (a expensas de un aumcnto dc la fuerza de expensas de las que cada tendría más -con cambios en las estructuras familiares- quc una mayor dedicación a las actividades de mantenimiento relacionadas con la salud una mayor de vida a los miem- bros de la lo que es más de una combinación de los estos dos factores. Es del almacena- miento del grano en la zona del Vallés fueran estimulados por iniciación de conexiones de intercambio fuera de la Por tanto, la razón dcl incremento de la cerealística relaeionarse con los acontecimientos históricos que afectaron este del mundo mediterráneo durante el Pero a la vista de los datos es también sólo fuera debido a un cambio radical en el y de bienestar que estructuraba hasta entonces a esas comunidades cam IJ",>llj.",. La cxtensión de esas modificaciones en el modelo del Hierro Inicial en el Vallés se demuestra en el hecho de que la de este todos los asentamientos conocidos de la de las condiciones sociales de la red de relaciones que constituían la estructura y su sustitución por orientados hacia actividades no domés- ticas. La de los grupos del Hierro en la tradieión neolítica cn el área del dc nuevas formas de indicios de las mediados del 1 milenio a.C. transición entre formas de que tuvo este cambIO hacia En este caso, como en otros muchos de el ritmo y las DE VIDA consecuencias de las transformaciones macroeconómicas de estructu- ras sólo históricamente si se consideran de forma los cambios que afectaron a las cotidianas de los grupos humanos. de la en la de las sociedades com- Probablemente la transformación más radical munidades humanas del la que la sociedades En un el análisis de la diversas y hombres en la sociedad estudio y de cómo variaban a como consecuencia de las transformaciones sociales ibéricos del nordeste rasgos comunes en cuanto a su tamaño y formas de construcción. Parece que se trataba demultifuncionales de vida cotidiana destinados a la y transformación alimenticios y a elaboración de los utensilios necesarios el man tenimiento y el cuidado de los grupos sociales que los habitaban. 'Pero incluso en asentamientos de menor se documentan ciertos cambios relacionados con transformaciones y elementos como documentado evidencias de un incremento En varios casos se han de la de y alimentos en determinados de en el de Mas Boscá de Badalona Tanto los edifieios en mayor o menor medida a toda Los materiales que se encuentran en estos edificios los demás ámbitos domésticos: fu- molinos etc., pero en mayor cantidad. Parece que nos encontramos ante una intensifiea- PALOMA y MARINA GURINA textil y alimenticia que escala doméstica de etapa anterior. Es una el emergen elites que habitaban en haberse de como para afianzar la social. Se documenta un aumento de los conflictos bélicos entre comunidades fortificaciones y aumcntos de las tumbas de el control de las rituales los «edificios haber tenido un dominio total sobre la de la el cuidado de la vida social. festines las élites ibéricas no parecen de o de ali- y control basaban en la creación y La cotídianeidad como p~'1n,-,f} simbólico El distrito del Cerámico constituía una zona de la ciudad de Ate- que extendía dentro y fuera murallas de la ciudad. En este urbano además de un extenso el barrio de los alfareros donde famosa cerámica ática clásica a toda la Cuenca del Mediterráneo. de ser una de las zonas de las década de noventa, en concretamente, en reestructuraciones en los la dc numerosas que usado DE LA COTIDIANA 155 claramente era el usual en las habitaciones y la ubicación del Bau Z en un área urbano e la zona de a la ciudad, han llevado a pensar que se trataría de un burdel. En una comedia ática del IV a.C. se hace una mención un burdel situado en el Cerámico en el edificio Z. Las ciclo vital: el una de las formas más Ha sido y la muerte, y de una gran variedad de Creemos que, por el destacar la variabilidad de sentidos y funciones femeninas como Anl,prr,~ creados por muchos grupos humanos. Se ha de superar la idea dc una función única para las aunque eabe destacar el hecho las humanas de tamaño son Para ello hemos estudiado varios grupos de de ámbitos culturales diversos Uno de los resultados de nuestra por en asentamientos israelitas en diversos libros del estar relacionadas con las menciones Testamento una diosa o diosas cuyo fundamentalmente femenino. Podría ser la diosa culto parece haber Asherah a.C. en textos de la mitad del II milenio como consorte del parece seguro que durante existieron en aunque fuera de forma límítada. mal asumidas por la eran contexto de la es decir de las creencias y Los fieles buscaban obtener salud y 156 PALOMA GOl\ZALEZ MARCÉN MARINA PICAZO G¡;RINA 44: . En todo caso, destaca el carácter familiar del culto la Reina de los Cielos. Las <lp"n':'Irp en contextos UVll"'''I'\..V Jerusalén y numerosos asentamientos israelitas. Son rerlre:serltaí;lOnes sencillas: de un de arci \la se la que los detalles en la cara mientras se sin decorar. En unos pocos la está amamantando a un niño. Otras aparece sentada en un trono, un modelo muy difundido en Meditcrránco a lo del 1 milenio a.C. Pcro el el de las sido obtener las de la familia. Un familiar del Israel eran las bendiciones divinas fertilidad el cuidado de la vida. En parte al dominio del dios del pero de hecho formaban de sociales que normalmente son sostenidas a través de las actividades dc mantenimiento por en los grupos sociales. En ese es que cuando los rituales a esas bendiciones se expresan lo eon como sucede con tas de arcilla y las decoraciones de otros elementos rituales: ~,,,,,)rtp,, cucncos, altares de que han normalmente en el inte- rior de estructuras domésticas. De la mitad de las casas excavadas en asentamientos israelitas han indicios de actividad cultual entre los que destacan las femeninas. El hecho dc que se utilizado para su creación una materia muy la terracota, hace pensar que para sus fieles no una divinidad sino a una diosa que se relacionaba con las necesidades cotidianas de aclaradores y que determinaba la actividad la en el contexto doméstico. Tanto en el caso de las del como en de las diosas que usaron las esclavas que vivían en el burdcl de la asumir que nos encontramos con rituales que creen- cias poco incluso en el caso de sociedades para que tenemos noticias textuales. trata de ámbitos de creencia c DE LA VIDA COTlDlANA identidad que, en muchos haber a un orden simbólico diferente al de los grupos sociales dominantes. En todo parece que su estar a las formas de sociales que emergen de las actividades de cuidado y mantenimiento de la vida. Hanna. La condición humana. Barcelona. 1993. Marc. Introducción a la historia. México, FCE, 1950. Fernand. Civilización material y 1974. HARA W A Y, Donna. Cien cía, leza. 1995. HARDING, Sandra. Whose Science? Whose Uves. Nueva York, Cornell HARDI1\G, Sandra. «Women's HIPATIA. 998. la nalllra- IRIGARAY, Luce. 1984. París, Editions de Minuít, LISPECTOR, Clarice. Uma ap.re¡:¡ct/;w,!;;em ou livro dos prazeres. Río de Francisco Alves 1991 158 PALOMA GONZÁLEZ MARCÉN MARINA PICAZO GURINA Vaiues and y de mujeres. Barcelona, Icaria, 1999, 63-80. MASVIDAL, Cristina PICAZO, Marina. A1otdeando la humana. Re- de la Barcelona, delle donne. Vía 1, 1991, Pensamiento «Una la estética de la diferencia sexual». En De dos en creación recreación de la la convivencia ínacabados 38. Horas y Horas, 2000, ZAMBRANO, Maria. «Eloísa o la existencia de la en LAURENZI, Elena María Zambrano. por sí misma. Madrid, Horas y Horas, 1995. LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA SANDRA MONTÓN SUBIAS '" Cualquier grupo humano necesita, en su cotidianeidacl, llevar a cabo un conjunto de prácticas y establecer unas redes de relación que permitan su continuación. En este artículo, me centraré en una de estas prácticas: las de alimentación y, en concreto, las culinarias. Primero, las contex tualizaré en el marco de las actividades de mantenimiento y enfatizaré su carácter fundamental en la configuración de la matriz social. Seguida mente, repasaré la atención que la cocina ha recibido en el seno de otras disciplinas, en el de la propia arqueología y analizaré la cocina en tanto que sistema tecnológico. Finalmente, observaré la trayectoria del estudio de las prácticas culinarias en arqueozoología y los sesgos que puede ocasionar ignorarlas al estudiar e interpretar los datos arqueológicos. La cocina y la alimentación en el marco de las actividades de man tenimiento Tradícionalmente, el discurso occidental ha establecido una diferencia clara entre dos ámbitos de actuación social, el público y el privado, a la vez que ha equiparado lo privado a lo doméstico l . * Institució catalana de Recerca i Estudis Avanyats Centre di Estudis de Patrimoni Arqueologic de la Prehistoria. Universidad Autónoma Barcelona. l. Para un análisis en mayor profundidad de este malentendido, véase MurilIo 1997; Montón 2000. 160 SANDRA MONTÓN SUBJAS Al haber priorizado la interpretación histórica el ámbito público, esta relación de diferencia ha sido, además, de jerarquía y lo doméstico se ha supeditado a lo público, quedando incluso fuera de la historia escrita. Esta jerarquía ha recibido sexo: el ámbito público atañe a los hombres; el doméstico, a las mujeres. Seguramente por ello, se ha prescindido de 10 doméstico para explicar la configuración de los procesos sociales. La categoría actividades de mantenimiento quiere nombrar las prácticas, relaciones y experiencias normalmente asociadas al ámbito doméstico y resaltar su crucialidad para la supervivencia de las co munidades humanas a corto y largo plazo. Se trata de categorizar las actividades y relaciones que hacen posible la alimentación, el cuidado,la salud pública y la transmisión de patrones de socialización dentro de un grupo para restituir a este campo de la acción humana la importancia que le corresponde en la interpretación histórica2. Parece evidente que un estudio de este tipo precisa identificar, enumerar, describir y estudiar la variabilidad de este conjunto de acti vidades, pero el objetivo no radica únicamente en esto, sino en resaltar su carácter fundamental en la configuración y dinámica del entramado social. Y ello es así porque las actividades de mantenimiento intervienen en la toma de decisiones de cualquier grupo humano y sustentan la base que permite otro amplio abanico de actividades grupales y proporcionan cohesión al grupo. Las prácticas relacionadas con la alimentación y la cocina, es decir, las actividades y relaciones que permiten convertir las materias primas en productos socialmente comestibles, resultan un buen ejem plo de 10 apuntado hasta ahora. A pesar de ello, la atención que han recibido en las distintas disciplinas sociales no parece proporcional a su importancia. Las prácticas de alimentación en las disciplinas sociales Los discursos más elaborados en torno a la cocina y al alimento en las disciplinas sociales se han elaborado en Sociología y Antropo logía. Ya el estructuralismo había considerado a la cocina como un componente social fundamental. Para Levi-Strauss (1958; 1965) los sistemas culinarios expresan oposiciones cosmológicas y sociológicas de las sociedades humanas y resultan cruciales para comprenderlas. Las 2. Para profundizar en el tema de las actividades de mantenimiento, véase Picazo 1997; Colomer, González Marcén y Montón 1998. LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 161 estructuras sociales pueden encontrarse aquí, del mismo modo que lo hacen en los sistemas de parentesco, en la mitología o en la ideología política. Sin embargo, en la mayoria de estudios, la cocina y sus procesos asociados se han hecho depender de otras dos variables: el consumo del alimento y la producción de las materias primas utilizadas en su elaboración3 . Goody, sin duda uno de los antropólogos más destacados en el estudio de la cocina, apunta, por ejemplo, que es la fase final de la actividad humana más importante (dejando a un lado la reproducción), es decir, la producción de alimentos (1994: 43). Personalmente, considero que existen ya suficientes ejemplos que demuestran que la cocina es más que la parte final de una cadena de producción, que puede situarse al frente de esa cadena y marcar el ritmo del propio sistema productivo (Gifford-Gonzalez, 1993; Oliver, 1993). El alimento y la cocina, en la mayoría de los casos, se ha analizado desde el punto de vista del consumo. Con el alimento, se pueden ex presar y construir patrones de comportamiento social, normas o tabúes religiosos, sign ificados culturales y si mbólicos (Crawley, 1902; Frazer, 1907; Fortes y Fortes, 1936; Firth, 1966; Young, 1971; Douglas, 1971; 1975; Arnott, 1975; Khare, 1976; Sahlins, 1976; Barthes, 1979; Turner, 1982; Bourdieu, 1984; Mintz, 1985; Visser, 1986; Weismantel, 1994). Recientemente, y sin duda en relación con nuestra actual preocupación por el cuerpo y la salud, se ha renovado el interés por la sociología de la alimentación y la interacción entre el alimento y la creación del propio cuerpo (Fischler, 1988; Curtin, 1992; Falk, 1994; Lupton, 1996). Se han resaltado de nuevo las cualidades culturales y subjetivas del alimento, que pasan a formar parte del sujeto a través de su posesión y consumo. Una vez más, el consumo ha sido el aspecto destacado, aunque también se ha reconocido la importancia de la cocina (Falk, 1994). En este breve repaso a la atención que las prácticas de alimentación han recibido en las disciplinas sociales, no podemos olvidar tampoco la inflexión que supuso la emergencia del feminismo en muchas de ellas. De hecho, no fue hasta ese momento que las diversas actividades de mantenimiento empezaron a recibir una atención más detallada. Dife rentes investigadoras de la Historia, la Economía, la Sociología y la Antropología sacaron de su ostracismo al trabajo doméstico, empezaron a analizar las prácticas de procesado de alimento y cocina y a considerar sus relaciones en el conjunto social (Oakley, 1974; Cowan, 1989; De Vault, 1991). 3. Para ampliar la visión sobre el tratamiento que ha recibido la esfera alimenticia, véase Montón 2000. 162 SANDRA MONTÓN SUElAS Las prácticas de alimentación y la cocina en la disciplina arqueo lógica Los materiales y estructuras arqueológicas más comunes, aquellos que recuperarnos en mayor número en cualquier excavación, están relacionados con las actividades de mantenimiento y con las prácticas culinarias. Cerámica común (de cocina), casas, hogares, restos faunís ticos, instrumentos líticos ... , todos son testimonio de las actividades de mantenimiento que se llevaron a cabo en el poblado que excavamos. Sin embargo, normalmente no se han estudiado desde esta perspectiva. De hecho, solamente la denominada Arqueología del Género, al dedicarse a las esferas relacionadas con las experiencias de las mujeres (Conkey y Gero, 1991) y al introducir el interés por el trabajo domés tic04 , ha empezado a considerar la cocina como un ámbito de análisis fundamental. La Arqueología del Género ha significado lo que en otras disciplinas de las Ciencias Sociales supuso la introducción del femi nismo durante los años setenta: el estudio del conjunto de actividades englobadas dentro de lo doméstico. Algunos de los estudios de la Arqueología del Género han permitido comprobar el carácter fundamental que la cocina tiene en la conJigu ración y dinámica del entramado social, al posibilitar los cambios que se producen en otras esferas sociales. En un artículo publicado en el ya famoso libro Engendering Archaeology, Brumfield (1991) resaltó la importancia de la cocina en la transición del periodo pre-Azteca al periodo Azteca en las comunidades que vivían en el centro de México. Durante esta transición, hubo un cambio fundamental en la cocina -de una cocina basada en la elaboración de productos líquidos se pasó a otra basada en la elaboración de productos sólidos- que posibilitó cambios importantes relacionados con los nuevos patrones de trabajo que de mandaba la dominación Azteca. Esta arqueóloga demostró claramente que los considerados cambios sociales son solo posibles a expensas de las actividades de mantenimiento. Cocina, arqueología y género Realmente, la cocina, en tanto que actividad de mantenimiento, es probablemente una de las prácticas más claramente realizada por mujeres. En casi todas las sociedades conocidas (presentes y pasadas), existe una fuerte identificación entre mujeres y cocina. Es cierto que los hombres 4. Principalmente a partir de los denominados estudios de hOllsehold (Hendon, 1996). LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 163 intervienen en ciertos procesos y, sobre todo, en las llamadas comidas o festines rituales. Sin embargo, la responsabilidad del proceso cotidiano de la alimentación recae en las mujeres, tal como demuestran incontables ejemplos (véase, por ejemplo, Brumfiel, 1991; Moore, 1986; Friedl, 1975; Fruzzetti, 1985; De Vault, 1991; Warde y Hetherington, 1994; Godoy, 1994; Lupton, 1996). Resulta curioso que sean, precisamente, esos pocos casos en los que intervienen los hombres los que más han llamado la atención de la investigación. No es extraño leer relatos antropológicos que describen con todo lujo de detalle los banquetes rituales y sus preparativos, aunque ya es más difícil encontrar relatos que describan con la misma atención la cocina del día a día (véase Levi-Strauss, 1965 sobre este punto), y menos frecuentes resultan aún los que consideran las implicaciones de las prácticas culinarias en la dinámica social (una excepción notable la tenemos en Weismantel, 1994). Pocas veces se cuestiona que eran las mujeres las que cocinaban en el pasado, incluso cuando no existe ninguna prueba evidente de que ello fueraasí. En este sentido, no me ocurre a mi lo mismo que a otras colegas que continuamente tienen que responder a quienes cuestionan la presencia de las mujeres en los ámbitos que ellas estudian (por ejemplo, la producción lítica, la producción metalúrgica, etc.). En mi caso concreto, no tengo que demostrar que las mujeres cocinaban, porque todo el mundo se las imagina en esa actividad. El reto es de índole diferente, pues de lo que se trata es de entender las interconexiones que se establecen entre la cocina y otras prácticas sociales y demostrar que las relaciones que se traban en su eje cución resultan fundamentales para el mantenimiento de la vida social. De hecho, desde el punto de vista de restituir importancia a estas ac tividades, no importa tanto quién realmente cocinara en el pasado. Lo que debe considerarse es que, por ser una esfera que actualmente se identifica con una práctica femenina, se ha apartado de la investigación académica. Se trataría, por lo tanto, de revalorizar un ámbito de la actuación femenina, tradicionalmente parte del saber femenino, transmitido de generación a generación mediante redes de aprendizaje protagonizadas por mujeres. y es que la propuesta de las actividades de mantenimiento historiza ese ámbito de la práctica humana y restituye al pasado (la importancia de) su día a día. Por ello también, las actividades de mantenimiento permiten feminizar la historia (Montón, 2000). La tecnología de la alimentación Alimentar constituye un proceso social complejo que implica dife rentes niveles de acción y de relación entre quienes preparan la comida y entre quienes la preparan y la reciben. 164 SANDRA MONTÓN SUBIAS Desde un punto de vista técnico, quienes preparan la comida se implican en tres tipos principales de operaciones: 1. El procesado de las materias primas para obtener un producto socialmente comestible: el alimento. Se engloban aquí todos aquellos procesos relacionados con la transformación de los recursos vegetales y animales en productos comestibles a corto y largo plazo. Básicamente, se incluyen los diferentes sistemas culinarios (hervir, freír, asar, cocinar al vapor, ahumar, marinar, fermentar, etc.) y actividades como la molienda. 2. Literalmente, el término alimento se ha definido como cual quier sustancia que el cuerpo de un animal o una planta puede tomar para mantener su vida o crecimiento. En el caso de los humanos, este propósito se consigue a través de la mediación de las actividades de mantenimiento, mediante el procesado y cocinado de los recursos vegetales y faunísticos. El término alimento tiene, por lo tanto, un significado social, ya que las sustancias primeras sólo se convierten en alimento a través de los procesos de trabajo característicos de las actividades de mantenimiento. 3. La obtención de aquellos elementos que resultan imprescindibles para la conversión de las materias primas en alimento, básica mente agua y combustible. Aunque sus propiedades no siempre se incorporan a la comida, normalmente resultan esenciales para metamorfosear las materias primas en productos alimenticios. Además, éstas son dos variables que suelen resultar decisivas en la ubicación de los poblados, en la distribución del tiempo de trabajo en el seno de la comunidad y en la organización diaria de las actividades de mantenimiento. 4. El mantenimiento de los lugares (hornos, almacenes, basureros) y artefactos (utillaje de cocina, piedras de moler, etc.) necesarios y relacionados con estas actividades. Comentaba anteriormente que las prácticas de alimentación y cocina requieren de redes de relación concretas. Aunque la forma que toman estas redes es variable, las necesarias para llevar a cabo los procesos de aprendizaje deben necesariamente encontrarse en todas las comunidades, probablemente en la forma de transmisión generacional del saber de madres a hijas. El procesado culinario requiere de un largo tiempo de aprendizaje para que el resultado final tenga éxito y se asegure su continuidad. Resulta imprescindible conocer las propiedades de los recursos que se utilizan, como éstas se modifican dependiendo del sistema culinario LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGíA 165 empleado, los diferentes pasos que deben seguirse en estos mismos procesos culinarios, cuál es el alimento adecuado en cada caso concreto (enfermedad, edad, etc.), el comportamiento de los utensilios con los que se debe cocinar, el tiempo y la temperatura de cocción, el tipo de combustible más adecuado, el mantenimiento de la fuente de energía, etc. En definitiva, un sinfín de factores que permitirán que las materias primas cambien y mejoren sus características para el consumo huma no. La palatabilidad y la digestibilidad aumentarán, desaparecerán los elementos tóxicos y bacteriológicos, será posible la conservación y se conseguirá la desiderabilidad social del alimento (Leopold y Ardrey, 1972; Stahl, 1984; Linder, 1985; Wandsnider, 1997). Una cocina exi tosa asegurará que el cambio en los nutrientes de las materias primas se maximice. En cambio, un conocimiento superficial de los diferentes mecanismos implicados podría disminuir o incluso destruir el potencial valor nutritivo del producto final. A pesar de su importancia, la tecnología de la creación del alimento raramente se ha reconocido como un sistema tecnológico social digno de ser analizado (algunas excepciones son Firth, 1966; Bruneton, 1975; Godoy, 1994; Colomer, 1996). La atención académica se ha centrado en la tecnología de las actividades que procuran las materias primas tales como los métodos de caza, los sistemas agrícolas, etc (como ejemplo, véase Oswalt, 1976). Del mismo modo, se han ignorado los cambios tecnológicos en el procesado de alimentos y los utensilios con los que se realiza, aunque afectan directamente al tiempo de trabajo de una parte importante de la población. Comentando este aspecto con una amiga de Calcuta, me hizo entender la importancia que para la mayoría de mujeres en dife rentes pueblos de la India había tenido la introducción de la cocina (el aparato). La cocina en arqueozooIogía Ya he apuntado antes que los restos arqueológicos más frecuentes en una excavación suelen estar relacionados con el procesado de ali mentos. Los restos faunísticos, por ejemplo, acostumbran a ser restos de alimentos que se desecharon una vez terminó su utilización social. La mayor parte de estos huesos experimentaron en su día diferentes procesos culinarios y, por lo tanto, podrían ofrecernos información a ese respecto. Desdichadamente, la arqueozoología se ha visto afectada por los mismos sesgos que otras disciplinas de las ciencias sociales en relación con las llamadas actividades «domésticas», asociadas al trabajo femenino. 166 SANDRA MONTÓN SUElAS Sería Injusto y erróneo afirmar, sin embargo, que no se ha dedicado atención al procesado alimenticio. Ahora bien, tanto la etnoarqueología como la arqueozooJogía han enfatizado, en el análisis del procesado alimenticio, las denominadas prácticas de carnicería (descuartizamiento, desarticulación, fileteado, etc). Tampoco es una casualidad que estas sean prácticas asociadas con el trabajo masculino. A escala general, la discusión académica en arqueozoología se ha centrado en tres aspectos fundamentales: los relacionados espe cíficamente con la identificación y cuantificación de los animales presentes en la muestra arqueológica; la obtención y gestión que se hace de estos animales y la formación del propio registro arqueológico óseo. Curiosamente, la cocina puede afectar a estos tres ámbitos, pero su presencia y consecuencias raramente se han estimado, aunque también es cierto que en los últimos años empiezan a aparecer contribuciones al respecto (Gifford-González, 1989; 1993; Oliver, 1993; Pearce y Luff, 1994; Montón, 1996; 2000). Realmente, algunos enigmas históricos adquieren un matiz diferente cuando se contemplan bajo el punto de vista de la cocina. Sin duda, uno de los temas más debatidos en prehistoria es cuando los humanos utilizaronel fuego por primera vez y cuando se cocinó con fuego por primera vez (Gowlett el al., 1981; Isaac, 1984; Clark y Harris, 1985; James, 1989). Parece obvio que la utilización del fuego en la cocina debe haber tenido importantes consecuencias para los seres humanos. Cocinar con fuego favoreció un enriquecimiento de la dieta al proporcionar más productos que previamente no eran comestibles (Leopold y Ardrey, 1972; Farb y Armelagos, 1980). Por ejemplo, se pudieron utilizar partes de animales que anteriormente tenían menor o ningún valor nutritivo. Además, junto a las ventajas nutritivas, la aparición de las prácticas culinarias debió abrir un nuevo campo para expresar y construir nuevas redes de relación social (como lo demuestran los muchos significados y relaciones asociadas con la comida y la cocina en sociedades del presente y del pasado (Frazer, 1907; Pullar, 1970; Barthes, 1979; Re vel, 1979; Bahlouol, 1983; Visser, 1986; Curtin, 1992; Godoy, 1994; Weismantel, 1994)). De lo anterior, se desprende también que el aprovechamiento de los cuerpos de los animales debe haber variado con la utilización del fuego en la cocina y con la aplicación de los diferentes y sucesivos sistemas culinarios. De hecho, algunas observaciones etnográficas demuestran que las decisiones que se toman una vez cazado el animal están relacionadas con los procesos culinarios que se vayan a adoptar. Parece ser, por lo tanto, que constituyen un elemento influyente a la LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 167 hora de decidir como se gestiona el animal. Gifford-González señala que la actuación en el momento del despiece depende de si la intención es obtener fracciones para asarlas al fuego, huesos y trozos de carne para estofarla, porciones fileteadas para sacarlas, o piezas manejables para congelarlas y conservarlas (1993: 185). Oliver ha propuesto incluso que la importancia de la cocina para influir en las decisiones acerca del transporte y del despiece inicial sugieren que las innovaciones en las tecnologías de extracción de nutrientes en la Prehistoria (por ejemplo, el fuego, las fosas, las piedras o los recipientes cerámicos para hervir) pueden haber repercutido en las estrategias de transporte y procesado de las carcasas animales (1993: 222). En consecuencia, parece razonable pensar que la utilización del fuego para cocinar acarreó cambios importantes en la vida humana, aunque todavía no sabemos cuando se inició este proceso. Quizás una mejor comprensión de cómo el calor en los procesos de cocina afecta a los huesos podría ayudar a clarificar este problema y contribuir a la interpretación de contextos donde la presencia de fuegos controlados es ambigua. La cocina como agente ta/onómico. No existen demasiados experimentos en arqueología que intenten explicar cómo los sistemas culinarios afectan a los huesos. Y ello a pesar de que el estudio de la modificación de los huesos tiene ya una dilatada tradición en arqueozoología. Recientemente, el interés por estos aspectos de la tafonomía se ha renovado (por ejemplo, Bonnichsen y Sorg, 1989; Stiner, 1991; Hudson, 1993; Lyman, 1994). Con diferencia, la mayor parte de la investigación se ha centrado en los procesos de desuello, los patrones de desarticulación de las carcasas y los procesos de extracción de carne, periostio, tendones y médula. Estos procesos raramente se han conectado con prácticas culinarias (a pesar de que ahora sabemos que éstas inciden en ellos directamente). Además, las alteraciones que los huesos sufren en el proceso de cocina debidas al calor no han recibido, ni mucho menos, la misma atención. Aunque existe un reconocimiento de que los huesos se ven modificados de diferente manera según sea la técnica culinaria utilizada (Colley, 1990), raramente se ha considerado a la cocina como un agente tafonómico importante. Existen algunos experimentos realizados para dilucidar cómo el calor afecta a los huesos. Con contadas excepciones (Pearce y Luff, 1994), el objetivo de la mayoría no radica en la evaluación de las actividades culinarias (Herrmann, 1977; Shipman et al., 1984; Van Endt y Ortner, 168 SANDRA MONTÓN SUBlAS 1984; Buikstra y Swegle, 1989), sino en el comportamiento que los huesos humanos presentan en los procesos de incineración. Gracias a la realización de estos experimentos sabemos que el calor normalmente modifica el color, la textura superficial, la morfología microscópica y la estructura cristalina de los huesos. También sabemos que el peso y tamaño de los huesos puede disminuir, a la vez que puede afectar a su fragmentación y deformación. También es cierto que mu chos de estos cambios ocurren a temperaturas superiores a las que se alcanzan en los procesos de coci na, por lo que estos resultados deben evaluarse con cautela (Shipman el al., 1984). Pearce y Luff (1994) realizaron un experimento arqueológico para averiguar las diferencias entre huesos crudos, hervidos y asados. En los huesos asados, el color y textura eran diferentes dependiendo de la temperatura y el tiempo de cocción. También observaron diferencias en la fragmentación y deformación de los huesos. Los huesos hervi dos tendían a fragmentarse longitudinalmente, influyendo también la duración del tiempo de cocción. Los huesos asados se fragmen taban más y su fragilidad aumentaba con la temperatura. Algunas observaciones etnográficas parecen apuntar en la misma dirección. üliver (1993) anotó que los patrones de fragmentación de los huesos eran diferentes dependiendo de si estaban crudos o asados. Gifford González (1993) también ha señalado que la pérdida de colágeno en los huesos cocinados puede posiblemente producir diferencias en los patrones de fragmentación. Los experimentos que se han realizado hasta ahora son prometedo res, aunque indican la necesidad de continuar con ellos. Actualmente, resulta casi imposible interpretar el registro faunístico bajo la óptica de la cocina. A simple vista, solamente en muy pocos casos se puede discernir qué método de cocción se ha empleado (Coy, 1975). Los pro cesos posdeposicionales, además, añaden otra dificultad porque, muchas veces, alteran las superficies de los huesos. En este sentido, sería también interesante notar si los diferentes métodos culinarios afectan también a la estructura de los huesos. Los nuevos experimentos deberían superar algunas de las carencias actuales, utilizar muestras más amplias y huesos de diferentes especies, descarnados y sin descarnar. Tenemos que tener en cuenta que la ma yoría de experimentos actuales se han hecho con huesos descarnados, lo que puede modificar los efectos que el calor tiene sobre ellos (Van Wijngaarden-Bakker, 1985). Una de las preocupaciones principales en arqueozoología ha sido la cuantificación de los animales presentes en la muestra. También en este sentido, la cocina puede actuar como un agente tafonómi ca importante. De hecho, ignorar este aspecto puede distorsionar LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 169 seriamente la interpretación y evaluación de la muestra faunística arqueológica. Para cuantificar los restos faunísticos se han desarrollado diferentes índices. Entre estos, el peso de los huesos por taxón se utiliza aún para poder inferir pesos de carne por taxón y establecer comparaciones entre las diferentes especies animales presentes en la muestra. Al margen de críticas anteriores (Casteel, 1978; Vigne, 1991), el hecho de no consi derar los diferentes métodos culinarios puede convertir este índice en poco útil. No solo los huesos pierden peso cuando se cocinan sino que esta pérdida varía dependiendo de si los huesos se asan o se hierven. Mientras que los huesos hervidos siempre pierden la misma cantidad de peso, los huesos asados pierden más peso en relación con las tem peraturas de cocción (Pearce y Luff, 1994). La conservación diferencial de los huesos es otro de los problemas tafonómicos presente en la interpretación de cualquier muestra arqueo lógica. La cocina debe añadirse también a la lista de los factores que influyenen la conservación de los huesos. Según cual sea el método de cocina empleado, las características de los huesos serán diferentes, haciéndolos más propicios a su conservación y más o menos atractivos a la actuación de otros agentes tafonómicos, como los perros. Se ha demostrado que los huesos rustidos, ahumados y quemados se conservan mejor que los huesos hervidos5. Otro de los problemas que nos encontramos a menudo en arqueo zoología es la presencia de animales intrusivos. En la Península Ibérica, el ejemplo más claro es el del conejo, ya que en muchas ocasiones no se puede diferenciar si estos animales fueron o no aprovechados. Es cierto que las marcas de carnicería pueden informarnos sobre este punto, pero, muchas veces, o no aparecen o lo hacen sólo en unos pocos huesos. Como consecuencia, estos animales se excluyen de la evaluación que se hace del registro porque resulta imposible discer nir si se han consumido o son intrusivos. Una mejor comprensión de como la cocina afecta a los huesos también podría ayudar a aclarar este aspecto. Para finalizar En este artículo he defendido la tesis de que las prácticas culinarias, en tanto que parte integral de las actividades de mantenimiento, resultan 5. Buikstra y Swegle (I989) objetan que éste no es siempre el caso y que, en oca siones, la mcjor o peor conservación de los huesos quemados depende de las características de los yacimientos arqueológicos. 170 SANDRA MONTÓN SUBIAS fundamentales en la generación y sustentación de la vida de un grupo humano. También he repasado la atención que las prácticas culinarias han recibido en arqueología. En nuestra disciplina, el análisis de los sistemas culinarios ayuda, además, a comprender la formación del propio registro arqueológico. Hemos visto qué es lo que ocurría en el caso concreto de la arqueo zoología, donde la cocina se nos presenta como un agente tafonómico importante al intervenir en la modificación y conservación de los huesos. El estudio de la cocina y de las prácticas culinarias resulta impres cindible cuando deseamos interpretar cómo fueron y se modificaron las principales redes de relación social que permitieron la vida en las comu nidades humanas en el pasado. En este artículo, me he centrado sobre todo en los aspectos tecnológicos que atañen a las prácticas culinarias, por lo que no quisiera finalizar sin mencionar las dimensiones culturales de la cocina, pues el proceso de transformación de las materias primas en alimento es un proceso culturalmente pautado, que confiere valores culturales al alimento y a la gente que lo consume. Por ello, la cocina es también un proceso moral por el que se transfiere la materia prima desde la naturaleza convirtiéndola en cultura, y de ese modo la domina y domestica (Lupton 1996: 2). En este proceso de conversión cultural se precisan y transforman redes de relaciones personales y se expresan y construyen características culturales. La cocina ha generado y expresado sentimientos asociados a la etnicidad, la clase, el género, la nacionalidad, etc. (Barthes, 1979; Bahloul, 1983; Bordieu, 1984; 1985; Mintz, 1985; Klopfer, 1993; Weism antel, 1994; Zubaida y Tapper, 1994; Jansen, 1997). Y todo ello a partir de un saber, de una transmisión de conocimiento y unas experiencias básicamente asociadas con las mujeres. Unas experiencias que normal mente han sido olvidadas en el discurso histórico por el mero hecho de su género. Para liberar esta esfera de prácticas y experiencias de su olvido histórico, será necesario que, progresivamente, se vayan escogiendo nuevas áreas de estudio en arqueología. Eso es lo que he pretendido al enfatizar la importancia de la cocina en la dinámica social del pasado. Bibliografía ARNüTT, Margaret L. (ed.) Gaslronomy: The Anlhropology o/ Food and Food Habils. The Hague, Mouton, 1975. BAHLüUüL, Joelle. Le eulle de la lable dresée: Riles el Iradilions de la lable juive algérienne. Paris, Métailié, 1983. LAS PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN: COCINA Y ARQUEOLOGÍA 171 BARTHES, Roland. «Toward a Psychosociology of Contemporary Food Con sumption», en FOSTER, Robert y RANUM, Orest (eds.) Pood and Drink in History. Selections from the Annales. 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CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO TALLADO MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO * Introducción Mi interés por las mujeres y las relaciones de género como objeto de estudio en las sociedades prehistóricas surgió en las últimas fases de elaboración de mi tesis doctoral, había estado estudiando la in- dustria de piedra tallada de las fases neolíticas del yacimiento de «Los Castillejos de Las Peñas de los Gitanos» (Montefrío, Granada) analizando cuestiones tipológicas y tecnológicas, y decidí incluir el uso del espacio en el análisis de la industria lítica. Para ello utilicé métodos estadísticos de análisis espacial sobre las áreas de ocupación al aire libre con la finalidad de identificar áreas de actividad (Sánchez Romero, 2000a). Cuando estaba realizando las conclusiones me di cuenta que, tanto por los espacios que se estaban utilizando, como por la mayor parte de los útiles que se usaban, estos lugares debieron estar ocupados por mu- jeres, desarrollando actividades que tradicionalmente se habían asociado a mujeres. Esto supuso un cambio en mi planteamiento ya que nunca me había preguntado por el género de los productores y usuarios de industria lítica y me sorprendí a mi misma extrañándome porque tam- * Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada. 220 MARGARITA SÁNCHEZ RONÍERO bién fueran mujeres las que estaban apareciendo en esa reconstrucción imaginaria. En los momentos finales de elaboración de la tesis lo único que pude hacer fue una declaración de intenciones en las dos páginas finales en las que afirmaba que a partir de ese momento, consideraba que era importante tener en cuenta el sexo de los productores y usuarios de la industria lítica, que nuestra concepción de quienes habían sido estaba llena de asunciones sin fundamento y de larga tradición, exponía cuales creía que eran las razones para este olvido y proponía que en el caso de «Los Castillejos» habría que considerar que los espacios debían ser compartidos por ambos géneros realizando actividades de igual impor- tancia económica (Sánchez Romero, 2000a). En 1999 me traslade al departamento de Arqueología de la Uni- versidad de Durham en el Reino Unido gracias a la concesión de una beca postdoctoral del plan propio de la Universidad de Granada con un proyecto titulado «Arqueología y género» para trabajar con Margarita Díaz-Andreu. Aprovechando la preparación de una comunicación junto a ella para el European Archaeology Meeting celebrado en Lisboa en Septiembre del 2000, enviamos un cuestionario a diversas personas de todos los ámbitos universitarios españoles acerca de lo que pensaban sobre la posibilidad de que las mujeres usaran y fabricaran industria lítica durante la Prehistoria. La experiencia de la tesis me había hecho plantearme que era fundamental saber qué opinaban otros y otras pro- fesionales que trabajaran sobre industria lítica o sobre momentos en los que el análisis de la industria lítica era importante para la investigación. La encuesta no la planteamos en términos estadísticos sino para recoger ideas y planteamientos. Se mandó el cuestionario a unas 20 personas (la lista que planteamos en un principio se amplió y recibimos contes- taciones también de gente con la que en principio no habíamos contado) y recogimos 18 respuestas. El cuestionario Las preguntas estaban relacionadas con las siguientes cuestiones: la producción y uso de los útiles de piedra tallada y su relación con el género; la representación en imágenes del género en relación a la indus- tria lítica; la invisibilidad de la mujeres respecto a esta industria y la inclusión del género en la enseñanza. En primer lugar he de agradecer la generosidad de los y las colegas que contestaron el cuestionario ya que la mayoría dedicó bastante tiempo y nos proporcionó planteamientos de enorme utilidad para el desarrollo de la investigación. CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO... 221 Nuestra primera pregunta fue si habían considerado el género en relación a quién usaba y producía los útiles líticos y cómo esto afectaba a su investigación. La mayor parte de las respuestas señalaban que aunque no explícitamente sí habían considerado el género en sus interpretaciones, dentro de este grupo se reconocía que inconscientemente asociaban la industria lítica con los hombres, especialmente en lo que se refería a la producción; otro grupo señalaba que sí consideraban el género como una cuestión relevante para sus investigaciones pero que nunca la había mencionado en sus publicaciones o trabajos. Otra respuesta aclaraba que pensaba que hombres y mujeres pudieron haber hecho diferentes tipos de útiles, las mujeres artefactos para su uso inmediato y los hombres artefactos más complejos como por ejemplo las armas, recurriendo a la etnografía para sostener su afirmación. La mayoría estaba de acuerdo en afirmar que merecía la pena incluir el género, y también la edad como uno de ellos apuntaba, en el estudio de la producción lítica. De todas formas fueron varias las afirmaciones acerca de la dificultad de establecer si uno u otro género había producido un útil en particular. Una tarea quizá imposible debido a las limitaciones del registro arqueológico. Cuando preguntamos acerca de si estaban de acuerdo en que las publicaciones normalmente asociaban la industria lítica con los individuos masculinos, la mayoría contestó afirmativamente; aunque consideraron bien que no se hacía explícitamente, bien que eran cuestiones idiomáti- cas (el uso del término «hombre» como neutral) o que era debido a la asunción de presupuestos de la etnografía. Respecto a la pregunta de si habían visto ilustraciones de hombres tallando o utilizando industria lítica en libros de texto, académicos, de divulgación, etc., la mayoría de las respuestas afirmaban que era lo más habitual, aunque uno de ellos sostenía que lo inadecuado no era la representación de los hombres sino la no equiparación de las mujeres. A la misma pregunta pero referida a las mujeres, es decir si habían visto alguna de ilustración de mujeres tallando o utilizando industria lítica en libros de texto, académicos, de divulgación.., la mayoría contestaron que no, aunque afirmaron que sí aparecían usándolos (trabajo de la piel, siega...) sin bien no aparecían produciéndolos. La siguiente pregunta fue sobre la asociación de las mujeres con la piedra tallada para actividades tales como la producción cerámica, el trabajo de las pieles y la preparación del alimento. Las respuestas a esta cuestión dieron unos resultados mucho más interesantes de lo que en principio pensábamos. Unas respuestas afirmaban que el protagonismo universal de las mujeres en esas actividades había sido imaginado de manera demasiado simplista, considerando que podrían existir varia- ciones culturales; alguno se refirió a la preparación del alimento, una 222 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO actividad que había sido siempre considerada como femenina y que en ocasiones podía haber sido realizada por hombres, por ejemplo después de la caza. Otra respuesta fue que la interpretación y la asignación de esas actividades eran sólo una actualización desde nuestro punto de vista. Respecto a la invisibilidad de la mujer en la producción y uso de los útiles de piedra tallada y a sus causas, los motivos expuestos fueron, entre otros, a la información derivada de estudios etnográficos; al pen- samiento de nuestra sociedad actual que considera a lasmujeres como pasivas, como consumidoras y no como productoras; a la percepción de lo que una actividad femenina debería ser y a lo que es capaz de hacer una mujer debido a cuestiones fisiológicas. Citaban igualmente el conocimiento «autorizado» y la tradición investigadora que ha ligado siempre la producción y el uso de la industria lítica a los hombres y por tanto tiene que ser verdad, y finalmente, a una arqueología dominada por el pensamiento masculino. Esta invisibilidad no estaba limitada sólo a los estudios sobre industria lítica, sino que podía observarse en todos los ámbitos del estudio de las sociedades prehistóricas, aunque alguien afirmó que muchas actividades se asociaban a mujeres antes que a hombres como, por ejemplo, la producción cerámica y que ellas eran las únicas prota- gonistas de actividades tales como la recolección o el cuidado de los individuos infantiles y las personas de edad avanzada considerándolos, eso sí, como actividades de importancia secundaria. El cuestionario se interesó entonces por las preguntas relacionadas con la enseñanza del género, primero preguntamos si incluían en sus clases este debate, la mayoría dijo que no y otro grupo que procuraban mostrar imágenes neutras en sus clases, uno de los encuestados afirmó que desde el primer día dejaba claro que eran tanto mujeres como hom- bres, mientras que otra respuesta señaló que al enseñar sobre tecnología no era necesario. Cuando les preguntamos sobre su época de estudiantes, la ma- yoría admitió no recordar que el tema hubiera sido mencionado en las clases, pero que se había asumido que los útiles líticos estaban asociados a los hombres, tanto por cuestiones idiomáticas como por los referentes etnográficos, por último se admitía que se les hubiera hablado de mujeres con respecto al uso pero no con respecto a la producción. Como principales conclusiones que podemos extraer del cuestionario y que nos ayudan a plantear el siguiente paso de nuestra investigación concretamos que, en general, se admite el uso de industria de piedra tallada por las mujeres, pero no su producción; el actualismo, las infe- rencias y la etnografía se admiten como justificantes para sólo una parte de la población y para sus actividades y que las y los investigadores lo CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO... 223 admitimos más de lo que somos capaces de transmitir al alumnado o al público en general. Ante estas respuestas me propuse analizar cómo se habían llega- do a formar estas ideas generalizadas. Como se ha mencionado, en la mayor parte de las investigaciones arqueológicas se ha considerado la producción de útiles de piedra tallada, así como las tareas donde éstos se utilizan, como actividades masculinas. No se imagina, por tanto, que las mujeres pudieran estar implicadas en su elaboración o utilización más que esporádicamente. El mayor interés que en algunas ocasiones se ha mostrado desde los estudios tipológicos por aquellos útiles que se identifican con la caza y la guerra, ocupaciones pretendidamente masculinas, tienen parte de culpa: puntas de flecha, cuchillos, puntas de lanza, dagas, etc., resultan más atractivos que «simples» raederas, lascas con retoque de uso o raspadores. Para realizar estas atribuciones, los investigadores en cada momento han decidido, según el ámbito socio- cultural de la época, qué es lo que las mujeres pueden o no pueden hacer o qué es lo que deben o no deben hacer, se han basado en la etnografía y lo han reflejado en las imágenes que han utilizado para la transmisión de estas ideas. Analizaremos a continuación si la atribución de estas actividades en exclusiva a los hombres puede seguir manteniéndose. La exclusión de las mujeres de ciertas actividades «fundamentales»: la caza y la guerra La exclusión de las mujeres de la práctica de la caza ha sido una constante en la literatura etnográfica y arqueológica'. La temprana consideración de la caza como empresa fundamental en la evolución humana ha señalado esta actividad como exclusivamente masculina y desde muy antiguo trabajos como los libros de Oakley (1959), Man the Toolmaker, y el coordinado por Lee y de Vore (1968), Man the Hunter, influyeron en reforzar esta idea. La firme creencia entre la relación hombre-caza aparece en el libro de Lee y DeVore en abundancia y de forma explícita. Ya en las primeras páginas los editores afirman que «además, la caza es tan universal y tan consistentemente una actividad masculina que debe haber sido una parte básica de la adaptación cul- tural inicial, incluso si sólo participaba en una pequeña proporción en la dieta» (Lee, 1968: 7). 1. No pretendo a continuación una revisión exhaustiva de la bibliografía sobre este aspecto sino destacar los orígenes y algunos fases en la formación de esta idea. 224 MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO También en este volumen encontramos ejemplos del fuerte convenci- miento en una división del trabajo 'primitiva' por la que a la masculina actividad cazadora correspondía las tareas de recolección de las mujeres, elemento que ha sido otra de las constantes en la investigación. Tal dualidad aparece reflejada en los artículos de Lee sobre los ¡Kung (Lee, 1968) y de Woodburn sobre los Hadza (Woodburn, 1968). En el caso de estos últimos, el autor señala que la recolección diaria de vegetales correspondía a las mujeres junto con los niños y niñas, mientras que la caza era una actividad exclusiva de los hombres y de los adolescentes varones. Sin duda el mayor aporte a la dieta venía de los vegetales recolectados, puesto que la carne se comía en el lugar de la caza y sólo en el caso de que los hombres estuvieran satisfechos llevaban la carne al campamento. Pese a ello, Woodburn recalca que los Hazda se definían como cazadores, y por tanto parecía claro que se daba mayor importancia a la actividad masculina (Woodburn, 1968: 51-52). Desde la llegada del funcionalismo a la arqueología en los años 70, los relatos antropológicos y la etnoarqueología cobraron mucha impor- tancia en arqueología. Sin embargo, en ambas fuentes había clarísimos sesgos androcéntricos. En primer lugar, la mayoría de los informantes eran hombres, con lo cual era la visión que tenían los hombres sobre su grupo la que se elegía como representativa, relegando la opinión de las mujeres o convirtiéndola en mero anecdotario. Pero además, los propios antropólogos participaban de una ideología de género que les llevaba no solo a elegir a los hombres como informantes, sino también a plantear unos temas de investigación o unas preguntas y a utilizar unas categorías y conceptos que excluían las prácticas y experiencias relacionadas con las mujeres. Por si esto no fuera poco, cuando estas mujeres participaban en actividades que ellos consideraban masculinas, se las invisibilizaba. Sin embargó, se nos proporcionaron algunas alternativas. Entre ellas destacamos a Sally Slocum que en 1975 publicó Woman the Gatherer: Male Bias in Anthropology, un ensayo en el que critica el libro de Man the Hunter y rebate el argumento antes expuesto de Wasburn y Lancaster (1968:301) por el que se afirma que no sólo la caza es una actividad exclusivamente masculina sino que, sin ella hubiera sido imposible el desarrollo del género humano (Slocum, 1975:38), sin embargo no se plantea el problema de si las mujeres cazan o no. En 1981, se publica Woman the Gatherer, en el que se recogen varios ejemplos de grupos humanos en los que las mujeres participan activa- mente en la caza. Ya en la introducción su editora, Francés Dahlberg habla de las prácticas de caza colectiva de varios grupos bien sea con redes, fuego o aprovechando la orografía del terreno en la que participan hombres, mujeres e incluso niños y niñas (Dahlberg, 1981:11). En el mis- CULTURA MATERIAL Y ACTITUDES DE GÉNERO: EL UTILLAJE LÍTICO... 225 mo volumen, Agnes Estioko-Griffin y P. Bion Griffin (Estioko-Griffin y Griffin, 1981) explican en su artículo