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Onley James Dañado pág. 1 Onley James Dañado pág. 2 Onley James Dañado pág. 3 Onley James Dañado pág. 4 Nota del staff Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer. Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir. Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma monetaria como agradecimiento de estos las bellas Onley James Dañado pág. 5 Contenido Sinopsis Prologo Capítulo Uno Capítulo Dos Capítulo Tres Capítulo Cuatro Capítulo Cinco Capítulo Seis Capítulo Siete Capítulo Ocho Capítulo Nueve Capítulo Diez Epilogo Acerca del Autor Onley James Dañado pág. 6 Sinopsis La primera vez que Dimitri Castallanos experimentó la obsesión, terminó cometiendo un delito grave. Tenía cinco años. Dimitri es un psicópata, y todavía sigue obsesionado con una sola persona. Arlo Miller nació siendo una víctima, fue criado como el saco de boxeo de su padre y el chivo expiatorio de su madre. Dimitri fue su única protección y se lo quitaron. De niños se aferraron el uno al otro. De adultos, fingen que ninguno de los dos lo recuerda mientras que ambos albergan emociones secretas. Dimitri esconde sus sentimientos detrás de una máscara de indiferencia. Arlo esconde los suyos al salir con hombres realmente malos. Cuando uno de esos hombres confronta a Dimitri, esta vez es Arlo quién comete un grave delito. Pero Dimitri no permitirá que Arlo cargue con esa culpa. Con la ayuda de la madre de Dimitri y siete psicópatas, ahora tienen veinticuatro horas para fingir una coartada, esconder un cuerpo y de una vez por toda confesar sus verdaderos sentimientos el uno al otro. ¿Qué será más difícil? ¿Enamorarse o salir impune de un asesinato? Aunque este libro se puede leer de forma independiente, los personajes hacen un cameo en el libro #4 de Males Necesarios, Headcase.. Onley James Dañado pág. 7 Prólogo Thomas —Gracias por acceder a reunirse conmigo, Dr. Mulvaney. Thomas arqueó una ceja mientras estudiaba a la joven sentada en la cabina andrajosa frente a él. Decir que accedió a reunirse con ella era algo exagerado. Forzado sería más apropiado. La cafetería estaba casi desierta. La gente no quería comer en un lugar con una iluminación tan pálida, cabinas de vinilo agrietadas y suelos de vinilo que sonaban como velcro cuando caminabas sobre ellos. Alguna vez, el lugar probablemente había sido vibrante, pero ahora era solamente un caparazón de lo que antes había sido. Una cafetería que el tiempo olvidó. El olor a café pasado, grasa y tortitas no era tan desagradable, pero parecía abrumador. Afuera, se desataba una tormenta feroz, la condensación empañaba las ventas y hacía que el exterior pareciera algo postapocalíptico cuando un rayo cayó e iluminó todo al otro lado del vidrio. El trueno retumbó siniestramente y rodó hacia ellos antes de disiparse de nuevo, creando un acogedor bolsillo de anonimato alrededor de la cabina trasera en donde estaban sentados. Thomas había pensado mucho en el tipo de persona que se atrevería a chantajearlo, pero ni una sola vez se habría imaginado que sería la chica sentada frente a él. Era joven, pero poseía cierta cautela, un cinismo grabado en su mirada acerada que hizo que Thomas se sintiera curioso e incómodo a la vez Vestía como cualquier adolescente normal: jeans y una camiseta de KISS1, una sudadera negra desabrochada con la capucha levantada, dejando visible solo una franja gruesa de flequillo negro como la tinta. Estaba pálida, su piel no era clara es solo que parecía carecer de luz solar. Tenía unos ojos azules como de lobo siberiano y un puñado de pecas en la nariz perforada. Le recordaba a su hijo menor, Adam, aunque ella era mucho mayor. Parecía... no nerviosa, exactamente. Más bien resignada. Como si no le gustara lo que estaba haciendo, pero no tuviera otra opción. El chantaje era algo tedioso, sin 1 Banda estadunidense de rock. Onley James Dañado pág. 8 duda. Él había esperado que su chantajista fuera una enorme figura macabra llena de malicia y rabia. Thomas podría haber lidiado con eso fácilmente. Pero esto... Esto era mucho más desconcertante. No había nada más peligroso que alguien que no tenía nada que perder, y ella parecía no tener nada que perder. Cuando ella no continuó, Thomas dijo:—¿Qué puedo hacer por ti...? —Dejó que la pregunta se demorara, con la esperanza de que ella llenara el espacio en blanco, pero ella solo quedó mirándolo hasta que él preguntó:—¿Tienes un nombre? Arqueó una ceja bien cuidada y una pequeña sonrisa se curvó a través de los labios carnosos coloreados en un tono de rojo como la sangre seca. —¿No todo el mundo tiene uno? —¿Puedes decirme el tuyo? —Thomas instó. Ella lo pensó por un momento. —Puede llamarme Calliope. Thomas ladeó la cabeza. —¿Porque ese es tu nombre, o porque no quieres decirme tu nombre real? —Sí —dijo, deliberadamente obtusa. Thomas entrelazó los dedos sobre la mesa de madera entre ellos, plagada de marcas. —¿Cómo puedo ayudarte, Calliope? La mujer metió la mano en su bolsillo y sacó una foto, azotándola en la mesa entre los dos. Era la foto de un niño. Claramente estaba relacionado con ella. Tenía los mismos ojos azules y pecas de ella, aunque su cabello era de un castaño cálido, no negro como la tinta. Podría tener entre cinco y seis años. Thomas frunció el ceño, tomó la foto y la examinó de cerca. Había algo... reptil en su mirada, una astucia calculadora que hizo que el vello de los brazos de Thomas se erizara. Estaba demasiado familiarizado con esa clase de mirada. —¿Es tu hermano? Ella sacudió su cabeza. —Mi hijo. Onley James Dañado pág. 9 —¿Tu hijo? —Thomas repitió, incapaz de ocultar su sorpresa. Ella asintió con la cabeza y recogió el envoltorio que una vez había guardado la pajita que ahora reposaba en su coca-cola dietética sin tocar. —Lo tuve a los dieciséis. Su nombre es Dimitri. Necesito su ayuda. Thomas la observó mientras ella procedía a atar el envoltorio de la pajita en un nudo, hasta que se rompió entre sus dedos. Frunció el ceño decepcionada antes de arrojarlo a un lado. Thomas luchaba por comprender el sentido de esta reunión. ¿Estaba tratando de chantajearlo por dinero? Si es así, ¿Por qué mostrarle la foto de su hijo? ¿Quería ganar simpatía? Nada de esto tenía sentido. Thomas tenía más dinero del que podía gastar en diez vidas. Si todo lo que ella necesitaba era ayuda financiera, él estaría dispuesto a darle todo lo que necesitara para que saliera adelante. —Si estás buscando dinero... —No lo hago —espetó Calliope, el veneno en su tono se evaporó caside inmediato—. No lo hago —dijo de nuevo, más suave—. Mi hijo… —Ella tragó—. Mi hijo es como sus hijos. —¿Como los míos? —Thomas repitió con cautela, a pesar de entender a qué se refería. Calliope lo miró a los ojos. —Mi hijo es un psicópata. Thomas sintió que una descarga de adrenalina lo recorría. Mierda. —No sé lo que estás insinuando... Calliope levantó la mano. —No se moleste en fingir que estoy loca. Pirateé su sistema, leí los archivos de sus casos de estudio, todos los expedientes con sus hijos. Lo he visto todo. La mente de Thomas se tambaleó. No era posible. Sus archivos de investigación estaban ocultos detrás de un software que haría que la CIA pareciera primitiva. —¿Tú... trabajas para el gobierno? Onley James Dañado pág. 10 Esto no tenía ningún sentido. Ella ni siquiera parecía lo suficientemente mayor como para beber. Ella lo miró hoscamente. —¿Usted sí? Finalmente, él negó con la cabeza. —No. Yo no. No exactamente. Había varios funcionarios de alto rango entre todas las ramas del gobierno que seguían la investigación. Se necesitaba mucho tiempo y dinero para hacer lo que él estaba haciendo, pero más que eso, se necesitaba conexiones. Conexiones que desautorizarían cualquier conocimiento sobre él y el experimento, si aquellos que no sabían de él se enteraran. Sus hombros se hundieron. —Yo tampoco. Miró por la ventana neblinosa durante un largo momento antes de levantar un dedo para trazar una gota de agua que creaba un camino en la ventana a través de la neblina. —¿Puedo preguntarte cómo me encontraste? —Preguntó Thomas, tomando un sorbo de su café tibio. Ella se quedó en silencio durante un largo momento, removiendo la carbonatación de su refresco. —Cuando me di cuenta de que mi hijo no era... normal, comencé a investigar. Lo habitual al principio, pero cuanto más trataba de encontrar ayuda para mi hijo, más claro se volvía que no existía nadie que tuviera una respuesta definitiva al problema. Ella no estaba equivocada. —Y ¿Cómo es que eso te llevó a mí? La mirada de Calliope se encontró con la suya. Onley James Dañado pág. 11 —No lo hizo. Al principio. Luego encontré a la Dra. Molly Shepherd. Su investigación sobre sociópatas era pionera, pero puramente teórica. Así que pirateé sus archivos y lo encontré... a usted. Molly Shepherd. Ella era la razón por la que existía todo su proyecto, la razón de todo el experimento. La razón por la que estaba criando a siete hijos psicópatas para que se convirtieran en asesinos. Supuso que el término correcto sería justicieros. La Dra. Shepherd no aprobaba sus métodos, pero de todos modos llevaba registro de la investigación. Todos lo hacían. —¿A mí? —Thomas preguntó. —¿Vamos a estar haciendo esto todo el rato? —Preguntó—. Sé quién es usted y sé lo que está haciendo. Sé lo que son sus hijos. Sé quiénes son y dónde encontrarlos. Conozco la información de su cuenta bancaria, su número de seguro social. Incluso sé el color de la última ropa interior que compró. Lo sé. Así que por favor deje de desperdiciar nuestro tiempo. Antes de que Thomas pudiera cuestionar la validez de sus declaraciones, ella deslizó un papel hacia él. En él estaba escrito el número de su seguro social ¿Esta era la prueba que tenía de todo lo que había dicho? No, pero, ¿Por qué dudaría de ella cuando claramente sabía más que nadie? —¿Cómo puedo ayudarte, Calliope? Si está buscando a alguien que se lleve a tu hijo, no es así como yo trabajo. Calliope lo miró con los ojos muy abiertos. —¿Qué? No. No estoy tratando de darle a mi hijo. Estoy pidiéndole ayuda. Necesito saber cómo cuidar de él. Cómo evitar que se convierta en un monstruo. Eso era lo que pasaba con la psicopatía. No había forma real de evitar que se convirtieran en quienes estaban destinados a ser. No todos los psicópatas eran asesinos. De hecho, la mayoría no lo eran. Pero eso no significaba que no fueran peligrosos o que fueran buenas personas. Los psicópatas nacían como armas. Thomas solo se aseguraba de que esas armas apuntasen a aquellos que se merecían el destino que iban a recibir. Pero él no podía decirle a ella nada de eso. Thomas se inclinó:—No diagnosticamos la psicopatía en niños. Ella apretó la mandíbula, cruzando los brazos sobre su pecho. Onley James Dañado pág. 12 —Y, sin embargo, de alguna manera usted tiene una casa repleta de niños psicópatas. De acuerdo, ella no estaba equivocada. Pero no se había propuesto específicamente buscar psicópatas… solo niños que mostraran tendencias psicopáticas. —¿Ya lo has hecho evaluar? Calliope vaciló antes de asentir. —Sí. Como dijo, no diagnostican a los niños, pero sé que lo ven. Incluso si no lo dicen. Con la última terapeuta que estuvo… lo que sea que él le dijo, hizo que ella se negara a volver a verlo después de eso. ¿Sabe lo jodido que tiene que estar como para asustar a un terapeuta infantil en nuestro vecindario? Thomas no lo sabía. Ni siquiera sabía dónde podría estar dicho vecindario. Pero él le creía. Parecía alguien que no estaba acostumbrada a sentirse impotente. Su frustración era evidente en la expresión de su boca y el cansancio detrás de sus ojos. —¿Puedes darme detalles? Sacudió la cabeza con una especie de movimiento resignado. —No siente empatía… por nadie. No controla sus impulsos. Su rabia es instantánea. Cuando otros niños lo hacen molestar, reacciona rápido y con violencia. Un niño robó su camión de juguete en el patio de recreo y Dimitri lo empujó de la barra de monos2. El niño se rompió el brazo en dos puntos. Vi a mi hijo recoger su camión y comenzar a jugar de nuevo como si no hubiera un niño gritando de dolor tirado a su derecha. Thomas entendía la preocupación de la mujer, pero el niño todavía era joven. A los niños les costaba compartir. A menudo eran egoístas y posesivos con los juguetes. —¿Algo más? Ella cerró los ojos y respiró hondo. —Le prendió fuego a la cama de nuestros vecinos. 2 Jungle Gym, son las famosas barras en donde los niños se cuelgan. Onley James Dañado pág. 13 Los ojos de Thomas se agrandaron. Incendios provocados. Eso era una mala señal. —¿Qué sucedió? —Hay un niño en la casa de al lado. Es pequeño. Tímido. Realmente silencioso. Dimitri ha desarrollado una especie de fijación por él. Es muy protector. El chico siempre tiene moretones. Después de lo que sucedió en el patio de recreo, pensé que tal vez Dimitri lo estaba lastimando. El tono de Thomas era sombrío. —¿Fue él? —Fue el padre del niño. Dimitri se quedó allí en una pijamada después de un partido de fútbol. Él y algunos chicos más. Mientras que los demás niños dormían, vertió quitaesmalte en la cama de los padres y le prendió fuego. Ellos todavía estaban sobre la cama —Clavó la pajita en el hielo del refresco—. ¿Cómo es que un niño de cinco años sabe cómo hacer eso? —dijo, riendo sin humor. —Y ¿La policía no intervino? —Preguntó Thomas. —El hombre no presentó cargos porque solo tenía una pequeña quemadura en la pierna y, obviamente, no quería que los policías vieran los moretones que tenía su hijo. Fue suerte, supongo. Thomas suspiró. —El incendio provocado es preocupante, pero es alentador que lo haya hecho en represalia por las lesiones infligidas a otra persona. ¿Algún abuso a animales? ¿Orina la cama? Calliope se limitó a negar con la cabeza de nuevo, tomando un sorbo de su Coca- Cola dietéticaantes de arrugar la nariz. —No es un mal niño. A veces hace cosas malas. Es solo que… —Ella dio un gran suspiro—. Simplemente le falta algo. No quiero encerrarlo. No podría hacerlo ni aunque quisiera. No hay lugar a donde llevarlo. Se niegan a ayudar a un niño antes de que haga algo violento, solo después de hacerlo. —¿Qué me estás pidiendo específicamente, Calliope? Ella lo miró directamente a los ojos. Onley James Dañado pág. 14 —Ayúdame a enseñarle a mi hijo cómo ser una persona, un miembro productivo de la sociedad. No puedo pagarle, pero tengo habilidades que podrían ser beneficiosas para ustedes, considerando lo que hace. Lo que hacía... Para el resto del mundo, él era solo un miembro más con una fundación benéfica utilizada para disminuir impuestos. Eran más suaves con él debido a la tragedia de su pasado y al hecho de que había adoptado a siete niños, pero también había rumores al respecto. Sacudió esos pensamientos. —¿Habilidades? —preguntó. —Soy una hacker. Una buena. Demonios, una muy buena. Posiblemente la mejor de todos los tiempos. Nunca he conocido algún sistema que no pudiera piratear. Tengo un trabajo diurno, pero es un trabajo solitario. Nadie me mira. Puedo estar a su entera disposición. Solo ayúdeme, por favor. Claramente, Calliope no estaba acostumbrado a pedir ayuda. Parecía que prefería tener un tratamiento de conducto que rogarle a un extraño multimillonario que salvara a su hijo, pero allí se encontraba, haciéndolo de todas formas. A Thomas le vendría bien tenar a alguien como ella. No había ninguna duda al respecto, pero ¿Cómo le enseñaba a alguien a controlar los impulsos de su hijo, mientras alentaba descaradamente a los suyos propios? —Y ¿Si no consigo ayudarte? Calliope lo miró con ojos apagados. —Entonces, en algún momento, mi hijo va a perder la cabeza y matará a alguien. Y esa sangre estará en nuestras manos. Onley James Dañado pág. 15 Capítulo Uno Dimitri Era descortés mirar fijamente. Era algo que su madre le había inculcado desde que Dimitri era pequeño. No mires. No te obsesiones. No permitas que la gente vea quién –No, no quién si no qué– eres realmente. A la gente normal no le gustaban esas cosas, no encontraban románticas o halagadoras sus tendencias de acecho. La cuestión era que Dimitri nunca se había obsesionado con nadie más que con Arlo, no había visto a nadie más que a Arlo desde el momento en que este había arrastrado su colchoneta junto a la de Dimitri en la clase de preescolar de la Sra. Faison y le confesó que le tenía miedo a la oscuridad. Dimitri le había asegurado que él no le tenía miedo a nada, y eso lo había tranquilizado lo suficiente como para que Arlo se quedara dormido. Arlo no recordaba eso y tampoco se acordaba de Dimitri. Después de que Dimitri le prendió fuego a la cama de los padres de Arlo, su madre se había encargado de alejarlos de las miradas indiscretas… y de Arlo. Pero Dimitri había encontrado su camino de regreso. En el momento en que obtuvo su licencia, averiguó donde estaba Arlo, lo que estaba haciendo, y había encontrado la manera de hacer que sus caminos se cruzaran otra vez. No es que Arlo supiera algo de todo eso. Hasta donde él sabía, él y Dimitri eran solo amigos debido a las circunstancias. Ambos necesitaban dinero, así que ambos trabajaban en la cafetería del campus, que era donde Dimitri estaba sentado ahora mismo, tomándose un descanso de treinta minutos junto a un grupo de personas a las que llamaba amigos. Bueno, quienes lo llamaban amigo a él. A decir verdad, no le importaría mucho si un agujero se abriera y se los tragara justo en medio de Hallowen Grounds3. —Irás, ¿Verdad, Dimi? 3 Se traduce como Tierra Santa. Es el nombre de la cafetería. Onley James Dañado pág. 16 Aparecieron unos dedos perfectamente cuidados que chasquearon a una pulgada de su rostro. Dimitri arrastró su mirada del chico detrás del mostrador para observar fijamente a la muchacha de cabello rubio frente a él. —¿Qué? Mandy puso los ojos en blanco. —Nunca me escuchas. —Para ser justos, nunca dejas de hablar —dijo Jason—. Es difícil mantenerse al día. Mandy le mostró el dedo medio y le lanzó una mirada enojada, que solo hizo que Jason se volviera más atrevido. Sin embargo, a Mandy le gustaba la atención. A ella le encantaba ser el centro de atención. Pero, Jason tenía razón en algo, ella nunca dejaba de hablar. Y nunca lo hacía sobre algo que pudiera interesar a Dimitri. Hablaba de las fiestas de fraternidad y de los partidos de fútbol y, bueno, de Dimitri en sí. Había estado tratando de acostarse con él desde el comienzo del último año, y ni siquiera su orientación sexual parecía detener los constantes intentos de engatusarlo para tener una cita. Pero Dimitri solo tenía ojos para Arlo. El dulce, suave y peligrosamente bonito Arlo. Como si pudiera escuchar sus pensamientos, el muchacho alzó la vista desde el mostrador y le dedicó una tímida sonrisa. No le llegó a los ojos. Arlo no le había dado una sonrisa genuina desde que ese pedazo de mierda de Holden había aparecido en su vida. —No puedo. Tengo que trabajar —dijo Dimitri—. Me toca cerrar esta noche, ¿Recuerdas? Mandy hizo un puchero, su labio inferior se asomaba en una apariencia que no era tan linda como ella pensaba. —¿No puedes buscar a alguien que pueda cubrirte? Como ese niño que tiene acné. El niño en cuestión era Remi, y él se habría reído si hubiese escuchado lo que Mandy había evaluado en cuanto a su apariencia. La piel de Remi no era tan ilustre, pero eso no impedía que las chicas se lanzaran a sus brazos. Era inteligente, divertido y con una familia asquerosamente rica. Y, de alguna manera, seguía siendo un buen tipo. Onley James Dañado pág. 17 Pero no, Dimitri no podía pedirle a Remi que lo cubriera porque Remi ya tenía el turno del cierre junto con Arlo. Dimitri podía marcharse en veinte minutos. Pero, no estaba dispuesto a decirle eso a Mandy. Ella era como un perro con un hueso. No iba a dejarlo pasar hasta arrastrarlo a esa fiesta o hasta que él perdiera la mierda y le ordenara que se largara. Ninguna de esas dos cosas le atraía particularmente. —Le preguntaré —mintió Dimitri. —Yay —dijo Mandy, rebotando sobre las puntas de los pies y aplaudiendo como si estuviera a punto de estallar en una ovación. Jason puso los ojos en blanco y volvió a mirar su computadora portátil. Había estado fingiendo estudiar desde que se habían sentado, pero la verdad es que estaba vigilando a Mandy. A Jason realmente le agradaba Mandy. Dimitri hizo toda una producción al sacar su teléfono y escribirle un mensaje de texto a Remi, pero no el que Mandy estaba esperando. ¿Puedo tomar tu turno esta noche? La respuesta fue instantánea. Mierda, chico lindo. Puedes tomar todos mis turnos si eso quieres. Dimitri hizo todo lo posible por ocultar su sonrisa. Solo voy a necesitar este. Gracias. Ah, y si alguien pregunta, siempre estuvimos programados para trabajar en estos turnos. ¿De acuerdo? Entonces apareció el emoji del globo ocular. ¿Alguien? ¿Esa alguien sería Barbie acosadora? Onley James Dañado pág. 18 La única respuesta de Dimitri fue un pulgar hacia arriba. Con eso resuelto, volvió a deslizar su teléfono en el bolsillo de su delantal y se encogióde hombros. —Dijo que no podía, está cumpliendo años su mamá. Mandy arrugó la cara. —Pensé que su mamá había muerto. ¿Lo hizo? Y ¿Qué diablos sabía él? —Tal vez se refería a existencialmente. Todos estamos un poco muertos por dentro, ¿Verdad? Quizás en otra oportunidad. Jason sonrió detrás de Mandy, sabiendo muy bien que Dimitri estaba haciendo malabares para deshacerse de ella. —Dices eso todo el tiempo —dijo, con voz hosca. Y, sin embargo, tú sigues preguntando. —Tengo que volver al trabajo —Mandy frunció el ceño, mirando alrededor de la cafetería desierta, pero él no dio una explicación, solo una apariencia de sonrisa que se desvaneció tan pronto como se alejó. Escuchó la puerta abrirse y cerrarse, indicando que se habían ido, pero no se molestó en mirar atrás. Entró al área trasera usando la puerta lateral en el pasillo. Arlo estaba limpiando la válvula de vapor con un paño blanco, el movimiento hacia arriba y hacia abajo era involuntariamente sugerente. Dimitri renunciaría a casi cualquier cosa por sentir la mano de Arlo envolverse a su alrededor de esa manera. Arlo dejó caer el trapo, dándole a Dimitri una sonrisa torcida. —¿Acabas de mentir para librarte de una fiesta? Dimitri le devolvió la sonrisa. —No mentí. Cambié de turno con Remi. Arlo entrecerró los ojos. —¿Cuándo? Dimitri sonrió. —Hace un momento. Onley James Dañado pág. 19 La sonrisa de respuesta de Arlo fue un puñetazo que le robó el aliento. Mandy describía a Arlo como un chico bonito, pero es que no solo era bonito, era perfecto. Tenía la piel dorada y el cabello rubio oro que llevaba peinado hacia atrás como si fuera un actor en una película vintage. Remi decía que se parecía a James Dean4. Dimitri podía notar el parecido, pero Arlo era más dulce, más suave e inocente. Tenía este rostro perfectamente simétrico con pómulos altos que parecía que hubieran sido esculpidos por los dioses. Y luego estaban sus labios. Llenos y siempre de un tono rojo cereza, como si se los hubiera estado masticando. Dimitri pensaba a menudo en esos labios cuando estaba solo por la noche. Normalmente se veían brillantes por el protector de labio o porque la lengua de Arlo se deslizaba a lo largo de su labio inferior varias veces durante el día. Hoy, esos labios estaban hinchados, el inferior partido y rojo por la sangre seca. Y un hematoma de color púrpura le estropeaba el lado izquierdo de su boca. Arlo siempre tenía moretones. Y ponía excusas. Chocaba contra la pared, se caía por las escaleras y chocaba contra la puerta abierta del armario. Simplemente que soy torpe, estoy soñando despierto todo el día. Era una mentira. Siempre eran mentiras. Y ambos lo sabían. Pero algo en los ojos de Arlo siempre le rogaba a Dimitri que no lo dijera, porque decirlo en voz alta lo haría todo real. Y Dimitri se quedaba callado. La última vez que intercedió en nombre de Arlo, había perdido dieciséis años de su compañía. Quizás era egoísta, pero no quería correr el riesgo de perderlo de nuevo. Pero planeaba. Soñaba. Fantaseaba con el día en que se vengaría por todo lo que Arlo había sufrido. Y sufría. Ojos negros. Contusiones en forma de dedos en brazos y cuello. Una fractura espiral que, según él, le había pasado por resbalarse en el hielo. Dimitri sabía que ese tipo de fracturas solo sucedían por una razón: alguien le había torcido el brazo detrás de la espalda con tanta fuerza como para romperlo. No, no alguien. Holden. El imbécil novio closetero y jugador de futbol de Arlo. Holden tenía dinero, conexiones y claramente nunca había escuchado la palabra no. Arlo, como muchos otros niños abusados, había pasado de padres abusivos a novios abusivos sin mucha fanfarria. Casi le rompía a Dimitri el corazón… si solo hubiera tenido uno. 4 James Byron Dean fue un actor estadounidense. Después de realizar papeles menores en programas de televisión y obras de teatro durante comienzos de la década de 1950, se mudó a Los Ángeles, California. Onley James Dañado pág. 20 Aun así, el hematoma en su rostro era nuevo. No lo había tenido anoche mientras cerraban. Gravitó más cerca hasta que estuvo directamente detrás de Arlo, quien jadeó cuando se dio la vuelta y vio a Dimitri directamente detrás de él, atrapándolo contra el mostrador. Dimitri extendió la mano y tomó la barbilla de Arlo entre el pulgar y el índice, observando cómo los ojos color miel se abrían de par en par, y un pequeño grito ahogado abandonaba sus labios. Dimitri quería tragarse ese sonido, quería sentir el pulso de Arlo palpitando bajo sus dedos, quería escucharlo jadear su nombre. En cambio, pasó la yema del pulgar por el corte en el labio de Arlo, su temperamento estalló en cuanto Arlo hizo una mueca. —¿Qué sucedió? —Dimitri murmuró—. ¿Él te hizo esto? Antes de que Arlo pudiera responder o darle alguna excusa poco convincente, el timbre de la puerta de la cafetería se abrió. Arlo instantáneamente se agachó por debajo del brazo de Dimitri. —Gracias por visitar Hallowed Grounds… —Su voz se fue apagando. Dimitri se giró para ver a Holden allí de pie con una expresión amotinada mientras miraba de un lado a otro entre los dos. —Necesito hablar contigo. Ahora. Holden era cinco centímetros más bajo que el metro ochenta y cinco de Dimitri, pero era una pared de ladrillos de músculos abultados y testosterona. La idea de alguien tan grande dando vueltas alrededor de Arlo envió una descarga de adrenalina a través de él. Algún hombre de las cavernas que formaba parte del interior de Dimitri, se imaginó golpeando la cara de Holden contra el mostrador hasta que sus dientes se partieran y la sangre brotara de su cara hundida. Nadie tocaba lo que pertenecía a Dimitri. Pero Arlo no le pertenecía. No realmente. No de la manera que importaba. Dimitri no quería ser otra de las cosas que le sucedieran a Arlo, otra fuerza destructiva que arrancara los pedazos que quedaban. Arlo tembló visiblemente. —Estoy trabajando. —Sólo tomará un minuto —dijo Holden entre dientes. Onley James Dañado pág. 21 Arlo negó levemente con la cabeza. —Anoche dije todo lo que tenía que decir. Las fosas nasales de Holden se ensancharon y dio un paso hacia Arlo, quien instintivamente retrocedió. —No seas así. Arlo alzó la barbilla y cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Cómo qué? ¿Cómo alguien que tiene límites? ¿Alguien que no te permitirá seguir usándolo como un saco de boxeo porque no puedes soportar el hecho de que eres gay? Holden gruñó, lanzándose hacia adelante y Arlo tropezó hacia atrás, a pesar de que había un metro de caoba entre ellos. —Cierra la maldita boca, pequeña put… —Te animo a que termines esa declaración —dijo Dimitri, permitiendo que toda la humanidad se escapara de su voz. La mirada de Holden se apartó de Arlo para dirigirse hacia Dimitri, como si apenas notara que estaba allí. —¿Este es él? Dimitri, ¿Verdad? —¿Arlo lo había mencionado?—. ¿Esta es la razón por la que has sido tan jodidamente irracional los últimos días? ¿Por qué estas follándote a tu compañero de trabajo? —Holden espetó. Dimitri trató de procesar las palabras de Holden. ¿Pensaba que Arlo se estaba acostando con él? ¿Por qué? ¿Cómo? Si Dimitri hubiese logrado hacer suyo a Arlo, Holden no habría tenido la menor oportunidad. Dimitri ya le habría arrancado las cuerdas vocales y se las habría mostrado. —¿Irracional? ¿Cómo es que yo soy irracional? ¿Porque te dije que habíamos terminado? —Preguntó Arlo, su voz subiendo de volumen. Holden se burló. —Siempreandas tan exaltado. ¿Podemos ir a algún lugar para que te calmes y podamos hablar? Onley James Dañado pág. 22 La mirada de Arlo se deslizó hacia Dimitri, quien negó con la cabeza casi sin que fuera notorio. Bajo ninguna circunstancia permitiría que Arlo se fuera con él, y no le importaba si eso lo hacía parecer una especie de cavernícola. Arlo cuadró los hombros. —Estoy trabajando. Además, dije todo lo que tenía que decir anoche por teléfono. Terminamos. Es un hecho. No sé cuan más claro puedo ser sin tener que involucrar a la policía. En un instante, la rabia de Holden desapareció y una sonrisa calculadora apareció en su lugar. —Mi padre es un jodido juez federal. ¿Crees que la policía me asusta? El jefe de la policía vino a la fiesta por mi décimo cumpleaños. Solo estás prolongando lo inevitable. Siempre obtengo lo que quiero. Arlo tragó audiblemente. —Cuando dije que no, quise decir que no. Holden respiró hondo y se obligó a saltarlo por la nariz. —No puedes simplemente dejarme. Sé dónde vives. Sé dónde trabajas. Demonios, incluso sé en dónde vive tu mamá. Quizás debería ir a decirle que has dejado de tomar tus medicamentos. Me creerá y lo sabes. Ella me adora, ¿Recuerdas? Los ojos de Arlo se llenaron de lágrimas. —Mantente alejado de mi mamá. Mantente alejado de mí. La mirada de Holden se endureció. Arlo había mostrado debilidad, y ahora, Holden tenía la ventaja. —Van a enviarte de regreso al manicomio. Te encerrarán y tirarán la llave. Demonios, quizás tu viejo amigo Mevin todavía trabaje allí. Apuesto a que echa de menos las noches que pasaban juntos. El rostro de Arlo se puso pálido, el sudor le cubrió el labio superior y la frente. —Cállate —susurró. Holden se dobló y avanzó por encima del mostrador hasta que sus manos estuvieron apoyadas sobre la madera. Onley James Dañado pág. 23 —Tu no quieres joder conmigo, pequeña perra. Voy a arruinarte la vida. Dimitri se movió sin pensar, saltando sobre el mostrador y agarrando a Holden por el cabello para golpear su cara contra la madera y luego sosteniendo un cuchillo contra su arteria carótida. —Una maldita palabra más y yo terminaré con la tuya. Tú decides. La respiración de Holden aumentó y Dimitri supo que estaba tratando de decidir si las palabras eran enserio. Si realmente iban a matarlo en medio de la cafetería dentro del campus. La respuesta era sí. Sí, lo haría. Lo mataría e iría a la cárcel y nunca miraría atrás. Toda lucha dejó a Holden cuando pareció darse cuenta de que no había salida. Dimitri lo soltó y retrocedió unos pasos. —La cagaste, hermano. La jodiste demasiado. Voy a enterrarlos a los dos. Ya verás. Voy destruir sus mundos. Con eso, se fue. Dimitri saltó el mostrador por segunda vez, ahuecando el rostro de Arlo en sus manos y obligándolo a mirarlo. —Oye. Oye, estás bien —Los ojos de Arlo estaban apagados y nublados, como si en esos momentos estuviera encerrado en su propia mente. Dimitri dejó que los pulgares le recorrieran los pómulos—. Oye, escúchame. Estás bien. No voy a dejar que te lastime de nuevo. Arlo dio un paso atrás y Dimitri dejó caer ambas manos. Arlo caminó hacia las puertas dobles que conducían al baño de empleados antes de mirar por encima del hombro a Dimitri. —Él hablaba enserio, ¿Sabes? Va a destruir todo mi mundo. No, carajo, no lo haría. Onley James Dañado pág. 24 Capítulo Dos Arlo Arlo se escondió en el baño, incapaz de detener las lágrimas calientes que rodaban por sus mejillas o los sollozos que atormentaban su cuerpo. Se sentó en un rincón, agradecido de haberlo limpiado una hora antes. Había esperado que Holden se tornara violento. Con él, era prácticamente un hecho. Arlo podría hasta programar una alarma para cada uno de sus arrebatos. Pero, ¿Sacar a colación Fountainvie? ¿Traer a la conversación a ese técnico pedazo de mierda que había abusado de Arlo de una forma que nunca podría borrar? De alguna manera, eso dolía más que cualquier golpe físico. Quizás porque Holden tenía razón. Su madre le creería a él por encima de Arlo. Creía en cualquier persona que tuviera dinero y estatus, y pensaba con su mente confundida, que, si se limitaba a satisfacer todos sus caprichos, obtendría acceso a la vida que siempre quiso… La vida que culpaba a Arlo de quitarle. Su madre pensaba que cualquier abuso podría ser soportado si el obsequio de disculpas tenía un precio lo suficientemente alto. Arlo se sobresaltó al oír un golpe en la puerta. —Está ocupado —dijo, con la voz llena de lágrimas. —¿Arlo? El corazón de Arlo se apretó ante el sonido de la voz de Dimitri, baja, suave y siempre tranquila. Nada parecía desestabilizarlo. Nunca. Ni siquiera cuando había puesto un cuchillo en la garganta de Holden... por Arlo. Para protegerlo. —Saldré en un minuto —dijo, odiando la forma en que su voz se elevó al final de una manera casi femenina. Eso volvía loco a su padre desde que Arlo era solo un niño. Hubo algo de vacilación, luego el sonido de la manija de la puerta girando, y finalmente una mano que se asomó a través de la rendija de la puerta, ofreciéndole una botella de plástico. Onley James Dañado pág. 25 —Pensé que tal vez querrías un poco de agua. El gesto solo hizo que Arlo llorara más fuerte. Se tapó la boca con la mano para ocultar los patéticos gemidos, luego agarró la botella de agua, agradecido cuando la puerta se cerró una vez más. Arlo sollozó, presionando su cabeza hacia atrás contra el azulejo frío y tomando algunos sorbos del agua helada. —Gracias —dijo, ni siquiera estaba seguro de que Dimitri siguiera todavía del otro lado de la puerta. —De nada. Arlo esbozó una sonrisa acuosa y se secó la nariz con el dorso de la mano. Dimitri. Arlo levantó la mano y cerró los ojos, permitiendo que su propio pulgar trazar el patrón que Dimitri había seguido antes de que Holden lo arruinara todo. Arlo creyó que pudo haberlo besado. Dimitri lo había mirado a los ojos con tanta... intensidad. Pero así era Dimitri. Intenso. Era como el héroe inquietante de una novela juvenil. Alto y musculoso, con cabello castaño, una mandíbula cuadrada perfectamente cincelada y labios acolchados que Arlo soñaba con sentir contra los suyos. No es como si fuera a hacerlo alguna vez, especialmente después de lo que había pasado en la cafetería. Arlo tomó otro trago de su bebida justo cuando la voz de Dimitri vino del otro lado de la puerta. —¿Sabes? Yo te mantendría a salvo… Si me dejaras. —¿Qué? —Preguntó Arlo, sin aliento. No hubo respuesta. Dimitri debió haberse marchado. ¿Qué persona decía algo así y luego se marchaba? Dimitri. Él era complejo; contemplativo y callado un minuto, y luego al siguiente se reía y bromeaba con los idiotas de la fraternidad. Jekyll y Hyde5. Arlo no tenía forma de saber cuál era el verdadero Dimitri. Claramente, no tenía la capacidad de la verdadera naturaleza de las personas. La madre de Arlo solía bromear diciendo que, si lo dejaban suelto en una habitación llena de ángeles, él encontraría al demonio escondido entre ellos. Y luego, intentaría salir con él. No estaba equivocaba. Su madre decía que era solo 5 El doctor Jekyll y el señor Hyde, es una novela corta escrita por Robert Louis Stevenson y publicada por primera vez en inglés en 1886, que trata acerca de un abogado, Gabriel John Utterson, que investiga la extraña relación entre su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll,y el misántropo Edward Hyde. Onley James Dañado pág. 26 para llamar la atención. Su terapeuta lo llamaba un patrón destructivo. Un ciclo de abusos. Solo que, en lugar de que Arlo se convirtiera en un abusador, continuó disponiéndose a sí mismo como la víctima. Lógicamente, Arlo sabía que era cierto. Conocía las señales e incluso tenía un panfleto completo con una lista de verificación práctica y elegante y un título ágil, similar a BuzzFeed, "Cómo saber si eres víctima de la violencia íntima de pareja". Así lo llamaban ahora. Violencia de pareja. ¿De verdad había intimidad en eso? Nada de lo que Arlo había hecho con Holden se había sentido íntimo. Probablemente nunca lo hizo. No había amado a Holden. No había mucho que amar en él. Estaba en el closet, arrogante, al que toda su vida le habían dicho que era un buen partido. Y le había dado atención a Arlo, lo lleno de cumplidos, lo sedujo. Y Arlo sabía en su interior que había una rabia apenas contenida gestándose debajo de la superficie de Holden. Pero lo había ignorado, como siempre hacía. ¿Por qué? Porque se sentía familiar, normal. Además, ¿Quién más iba a querer a Arlo? Era bonito, pero no de la forma en que lo era Dimitri. Él era grande y fuerte y encajaba perfectamente con cada multitud. Arlo era demasiado lindo, demasiado femenino, demasiado suave. Demasiado dañado mentalmente. Demasiado necesitado. Siempre, tan jodidamente necesitado. Holden le había hecho olvidar eso por un tiempo. Los comienzos siempre eran los mejores. El bombardeo de romance, el noviazgo, la fase de luna de miel. Era como una montaña rusa que al subir a la cima era estimulante. Pero, inevitablemente, el carro partía en descenso y luego venía el dolor, las excusas, el gaslighting6, y justo cuando Arlo sentía que no podría soportar otro segundo más del abuso, el bombardeo con romance comenzaba de nuevo. Una y otra y otra vez. Solo quería que alguien lo amara como era. ¿Estaba tan mal querer que una sola persona lo mirara y viera algo que valiera la pena amar? Su terapeuta le dijo que el amor no debería doler, pero que era el único tipo de amor que había conocido. Con excepción de Dimitri. Dimitri había estado protegiendo a Arlo desde que ambos eran pequeños. Se conocieron cuando eran prácticamente bebés, cuando los padres de Arlo aún fingían estar viviendo el sueño suburbano perfecto. Dimitri lo habría arruinado 6 El gaslighting o hacer «luz de gas» a una persona es una forma de abuso psicológico que consiste en manipular la percepción de la realidad del otro. Onley James Dañado pág. 27 todo. En sentido literal. Pero Arlo no se sentía enojado. Él lo había hecho para protegerlo. Dimitri era la única persona que alguna vez había intentado protegerlo. Dimitri no sabía que Arlo lo recordaba. Cuando se encontraron el primer día de trabajo, había visto la chispa de reconocimiento, pero luego Dimitri simplemente extendió su mano y se presentó, por lo que Arlo hizo lo mismo. ¿Qué se suponía que iba a decirle? ¿No eres tú el niño que prendió fuego a la cama de mis padres? Sin embargo, en los cuatro años que habían estado trabajando en la cafetería, Dimitri ni una sola vez lo había mencionado, ni una sola vez trajo el tema a colación. Pero seguía siendo muy protector con él... solo que de una manera aburrida y platónica. Arlo no lo culpaba. Las chicas y los chicos se lanzaban constantemente a los brazos de Dimitri, y aunque él nunca parecía estar interesado en ninguno de ellos, definitivamente disfrutaba de la atención. Una vez más, la voz apagada de Dimitri llegó a través de la puerta. —Oye, no estoy intentado apresurarte, pero son las tres menos diez. —Voy —dijo Arlo. Las oleadas de clientes de las tres en punto eran las peores. Serían azotados por oleadas hasta la hora del cierre. Sacudió sus pensamientos acerca de Dimitri, se echó agua fría en la cara y se secó las manos antes de regresar al frente. Reemplazó su delantal y esperó que su rostro no estuviera demasiado inflamado. Dimitri estaba atendiendo a una chica con una blusa escotada y pantalones cortos de mezclilla que definitivamente no cubrían bien la amplitud de su trasero. Ella estaba de pie con la cadera apoyada contra el mostrador y los brazos cruzados debajo de sus grandes senos. Arlo se sintió algo apaciguado por la aparente indiferencia de Dimitri hacia los obvios esfuerzos de la pelirroja. Cuando lo vio, atrapó su mirada y la sostuvo antes de lazarle una sonrisa torcida que Arlo sintió como una caricia. Después de lo que pareció toda una eternidad, Dimitri regresó su atención a la cliente, dejando a Arlo parado allí, a la deriva. Sacudió la cabeza, volvió a ponerse el delantal y clavó una falsa sonrisa en el rostro antes de darse la vuelta. —Puedo ayudarte con el próximo cliente. Onley James Dañado pág. 28 Durante las siguientes cinco horas, trabajaron codo a codo en el caos. Era un baile cuidadosamente coreografiado que habían hecho cientos de veces antes, deslizándose fácilmente el uno alrededor del otro, sus brazos tocándose, los costados en constante roce, y Arlo agachándose debajo del brazo de Dimitri para que tuvieran que ralentizar el proceso. La rutina era justo lo que Arlo necesitaba para dejar a un lado los pensamientos generales de todo, menos el trabajo, y si su mente comenzaba a divagar, entonces Dimitri le daba un suave empujón hacia atrás y señalaba hacia la multitud de personas en la fila. Como siempre, la cafetería se convirtió en una ciudad fantasma a las nueve y media, cuando los estudiantes decidían abandonar Hallowed Grounds por el Starbucks al otro lado del campus. Era una cafetería mucho más grande y estaba abierta hasta la medianoche. Eso les venía bien a Arlo y a Dimitri. Podían terminar las tareas de cierre y tal vez salir de allí a una hora razonable. Dimitri merecía irse a una hora razonable. Había estado allí desde la apertura y solo se había quedado para evitar ir a esa fiesta con Mandy. —Puedes irte, ya lo sabes. Yo puedo cerrar, no me molesta. Dimitri dejó de limpiar y señaló a Arlo con el ceño fruncido. —¿Qué? No. No te dejaré aquí solo. Arlo soltó una risa sin humor. —Soy un chico grande. Puedo cuidarme a mí mismo. Dimitri no se rio en respuesta, ni siquiera esbozó una sonrisa. —No me iré. Son solo treinta minutos, luego podemos irnos juntos. Juntos... Arlo lo deseaba. ¿Por qué Dimitri estaría tan empeñado en protegerlo? En realidad, no tenía ningún sentido. ¿Qué hacía que una persona fuera instantáneamente protectora con otra? —¿Lo decías en serio o solo estabas siendo amable? —Soltó Arlo. Onley James Dañado pág. 29 Dimitri arqueó la ceja. —¿A qué te refieres? La cara de Arlo se ruborizó. Dios, era un idiota. —No importa —murmuró. Trató de agacharse bajo el brazo de Dimitri como lo había hecho cientos de veces ese día, pero Dimitri debió haber anticipado el movimiento porque plantó su mano contra la pared, asegurándose de que Arlo no pudiera escapar. Eso no le dejaba otra opción más que volverse y mirar a Dimitri o quedarse de espaldas a él… ninguna de las dos parecía una gran elección. —¿A qué te refieres? —Dimitri murmuró, su voz era cálida, casi burlona. Arlo dejó que sus párpados se cerraran, incapaz de mirarlo mientras decía:—Que, si te dejo, cuidarías de mí. Respiró hondo mientras que yemas de los dedos acariciaban su mejilla. Estaba medio convencido de que estose trataba de una especie de alucinación sensorial, que Holden había hasta matarlo y que Dimitri era solo una aparición celestial que se le había dado como recompensa por todo el dolor y el sufrimiento. —Lo decía en serio. Pero tienes que pedírmelo. No puedo intervenir sin tu permiso. Mi madre dice que la gente normal no hace eso. Arlo recordaba vagamente a la madre de Dimitri. Una mujer bonita con el tipo de estética grunge de los noventa que fue popular a finales de la década. Cabello negro, tatuajes, ojos azul pálido como los de Dimitri. ¿Le hablaba a su madre acerca de Arlo? ¿A qué se refería con eso de gente “normal”? Los párpados de Arlo se abrieron para encontrarse a Dimitri examinando su rostro con el labio inferior atrapado entre los dientes. —¿Qué? —Me gusta mirar tu cara —dijo Dimitri, su voz era un susurro áspero, como si estuviera compartiendo un gran secreto. Arlo agitó la cabeza, desconcertado. —A mí también me gusta mirar tu cara. Siempre me ha gustado. Onley James Dañado pág. 30 —¿Siempre? —Preguntó Dimitri, inclinando la cabeza hacia abajo hasta que solo estuvieron a centímetros de distancia. Siempre. Arlo había querido a Dimitri desde antes de que tuviera la edad suficiente para saber siquiera lo que significaba querer a otra persona de esa forma. —Desde el día en que arrastré mi colchoneta junto a la tuya en el preescolar. Los ojos de Dimitri se agrandaron. —¿Lo recuerdas? Arlo bufó, sacudiendo la cabeza. —Lo recuerdo todo. ¿Quién podría olvidarse del niño que prendió fuego a la cama de sus padres? Dimitri suspiró. —Mi mamá nos hizo mudarnos después de eso. Arlo se apoyó contra la pared. —Mis padres me dijeron que te habían metido en la cárcel. Dimitri puso los ojos en blanco. —Por favor, el idiota de tu padre no se habría arriesgado a que la policía se diera cuenta de que te estaba lastimando. Arlo frunció el ceño, manteniendo la voz baja solo porque la conversación se sentía muy pesada. —¿Por qué lo hiciste? ¿Estás loco? Quiero decir, yo también lo estoy. No estoy juzgando. Pero, ¿Sabías que morirían si lo hacías? —Dimitri asintió, ni siquiera una pizca de arrepentimiento se asomó en sus ojos—. Y ¿No te importó? Los dedos de Dimitri se deslizaron desde su mejilla hasta su garganta, y su pulgar se posó sobre el pulso de Arlo. —Me importaba. Yo quería que murieran. Dimitri tuvo que sentir el pulso de Arlo acelerándose. Tal vez eso era lo que estaba haciendo mismo: juzgar la reacción de Arlo ante una declaración tan Onley James Dañado pág. 31 audaz. Debería haberse sentido horrorizado, repelido. Dimitri estaba allí, diciéndole a Arlo que había intentado asesinar a sus padres de la forma más espantosa posible. Pero, para Arlo, se sintió como si le estuviera entregando un ramo de rosas. —¿Por qué? —Arlo sabía por qué, pero quería escucharlo. —Porque te estaban lastimando. Y yo prometí protegerte. Arlo negó con la cabeza. —Teníamos cinco. —Incluso a los cinco años ya sabía que eras mío. Arlo estaba seguro de que le acababan de sacar el aire de los pulmones. —No puedes decir cosas como esa. —¿Por qué? —Porque... —Arlo titubeó—. Simplemente no puedes. Dimitri frunció el ceño. —Pero, ¿Por qué? ¿Por qué no podemos simplemente decir la verdad? —Y ¿Cuál es la verdad? —Preguntó Arlo, con la cabeza dándole vueltas. —Que me perteneces. Que eres mío. Arlo se deslizó por la pared hasta que estuvo sentado en el suelo del corto pasillo que conducía a la parte de atrás de la cafetería. Pegó las piernas al pecho mientras intentaba procesar la afirmación práctica de Dimitri. Dimitri se unió a él en el suelo, como si fuera la cosa más normal del mundo, con las piernas cruzadas frente a él. —¿Te asusta? —Debería hacerlo —dijo Arlo—. ¿No? Es algo increíblemente malsano para decir. Mi terapeuta se lo pasaría en grande contigo. Dime que no estoy cayendo en viejos patrones, cambiando a un chico abusivo por otro. —Yo nunca te haría daño —dijo Dimitri con vehemencia. Onley James Dañado pág. 32 —Quizás no físicamente. Pero hay más de una forma de lastimar a alguien. Cuánto tiempo pasará antes de que controles a dónde voy, lo que como, cómo gasto mi dinero. ¿De quién soy amigo? Los ojos de Dimitri se agrandaron. —Yo nunca te haría algo así. No quiero controlarte. Solo quiero mantenerte a salvo. Eso es todo lo que siempre quise hacer. Arlo tenía tantas ganas de creerle. —Mi terapeuta diría que tienes un problema de codependencia. Dimitri se encogió de hombros. —Mi terapeuta dice que soy un psicópata. Arlo tragó audiblemente. —¿Qué? —Soy un psicópata —dijo Dimitri de nuevo, de forma casual. —Y ¿Eso que significa? —Arlo se las arregló al decir. —Significa que me falta empatía y remordimiento. Significa que no me siento culpable por las cosas que hago, sin importar a quién lastimen. Arlo parpadeó. —Estás hablando enserio. Eres… realmente un psicópata. —Sí. Es solo un diagnóstico como cualquier otro. Hay muchos de nosotros ahí afuera. Sin embargo, la mayoría ni siquiera lo saben. Mi mamá reconoció las señales temprano y me consiguió ayuda. —¿Las señales? ¿Te refieres a cuando trataste de matar a mis padres? — Dijo Arlo, de alguna manera encontrando toda esta conversación un poco divertida. Su terapeuta lo llamaría una respuesta inapropiada al miedo. Él lo llamaba estar completamente loco. Dimitri asintió. —Sí, justo después de que nos mudamos. Arlo se inclinó, hipnotizado cuando Dimitri hizo lo mismo. Onley James Dañado pág. 33 —¿A qué te refieres cuando dices que soy tuyo? Me ves como un hermano pequeño o... Dimitri descendió, capturando la boca de Arlo en un beso largo. Todo su cuerpo se sentía caliente y luego frío, sus manos se estiraron para apretarle la camisa y sostenerlo en su lugar. —No como un hermano pequeño, entonces —dijo Arlo cuando se separaron. —No. No como un hermano pequeño. Onley James Dañado pág. 34 Capítulo Tres Dimitri El corazón de Dimitri latía con fuerza, una parte salvaje de él quería arrastrar a Arlo dentro del armario y reclamarlo, marcarlo como lo había hecho Holden, pero con mordiscos y moretones que harían que Arlo gimiera en lugar de llorar. Pero Arlo se merecía algo mejor que eso. Ya había sido bastante maltratado por gente como Holden. Dimitri se negaba a tratarlo como algo desechable. Dimitri agarró las manos de Arlo, todavía apretadas en su camiseta, las liberó y besó la parte de atrás de ellas, viendo como sus mejillas se sonrojaban. —Terminemos aquí, y luego podemos volver a mi casa. ¿De acuerdo? Solo para hablar. Los labios de Dimitri se torcieron en una sonrisa contenida ante la expresión de decepción en el rostro de Arlo. —¿Solo hablaremos? Dimitri no pudo evitar plantar otro beso en sus labios. —Ya veremos. Iré a sacar la basura. Tu termina de limpiar la máquina de espresso. Entonces podremos terminar y salir de aquí. Arlo frunció el ceño. —Yo puedo sacar la basura. Tú lo hiciste anoche. —No. No quiero que salgas afuera, solo en el frío. Haz lo de la máquina. Yo puedo con esto. Parecía que Arlo quería discutir, pero solo respiró hondo y soltó el aire asintiendo. Dimitri recogió las bolsas de basura de los grandes contenedores de goma alrededor del restaurante y los dejó en la parte de atrás antes de abrir la puerta pesada y deslizar el ladrilloque usaban para mantenerla entreabierta. La puerta se había roto desde que Dimitri había empezado a trabajar. No importaba Onley James Dañado pág. 35 cuántas veces se quejaran, la dueña, Maggie, los ignoraba y les decía que se encargaría de ello la semana siguiente. Ya habían dejado de preguntar al respecto. El aire helado de la noche le quitó a Dimitri el aire de los pulmones. No se había molestado en ponerse una chaqueta. No estaría allí afuera el tiempo suficiente como para que eso importara. Observó cómo se formaban nubecillas con cada respiración y la piel de gallina estalló sobre su cuerpo mientras alcanzaba las bolsas. Agarró las dos más pesadas primero, arrastrándolas hacia el contenedor de basura y arrojándolas por el costado donde aterrizaron con un ruido sordo. Habían limpiado los frigoríficos, haciendo que las enormes bolsas fueran más pesadas de lo habitual. Arlo habría tardado el doble de tiempo en tirarlas. Arlo. La madre de Dimitri le diría que tendría que dejar al chico en paz. Sabía que trabajaban juntos. No le gustaba, pero lo había aceptado como un compromiso siempre que Dimitri dejara solo a Arlo en el trabajo. Decía que cuanto más cerca estuviera de Arlo, más tenue se volvía el control sobre sus impulsos. Dimitri no sentía que eso fuera verdad. Hacia todo lo que su madre le pedía. Se reía, bromeaba, iba a fiestas, bueno, a fiestas a las que era poco probable que Mandy también asistiera. Hacia todas las cosas consideradas “normales” en los estudiantes universitarios. En la superficie, era igual que todos los demás. A pesar de lo que su madre pudiera creer, él no sentía una abrumadora compulsión por asesinar. No estaba despierto por la noche fantaseando con mutilaciones rituales de cadáveres o masturbándose con películas snuff7. Simplemente pensaba que las personas tenían que ganarse su derecho a compartir el planeta con el resto del mundo. Personas como Holden. No había nada que él pudiera contribuir a la sociedad excepto bromas sobre violaciones y escándalos de novatadas en la universidad. Holden no era una persona. Era la caricatura ambulante de un Villano de CW8. 7 Las películas snuff o vídeos snuff son vídeos cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia, infanticidio, entre otros crímenes reales con la finalidad de ser distribuidos comercialmente para entretenimiento. 8 The CW Television Network es una cadena de televisión estadounidense. Onley James Dañado pág. 36 Y ahora, Arlo lo sabía. Arlo había visto lo mierda que era y en su lugar se iría a casa con Dimitri. El calor se acumuló en su vientre bajo. Arlo le había devuelto el beso con tanta dulzura. Había querido más. Dimitri también quería más, pero estaba decidido a tomarse las cosas con calma. Eso era lo que hacía la gente normal. Salían, se comprometía y luego se casaban, y después tenían… La visión de Dimitri se dividió en dos, sus ojos de alguna manera apuntaban en dos direcciones diferentes mientras que su cabeza se sentía explotar. ¿Le habían disparado? No. No había escuchado un disparo. Se dio la vuelta, haciendo todo lo posible por mantenerse erguido, pero era casi imposible. Tropezó, la grava se movía bajo sus pies en cuanto vio a su atacante. El maldito de Holden. Sostenía un maldito bate de béisbol. Por supuesto, lo golpeó mientras estaba de espaldas. Dimitri levantó una mano, sintiendo la parte de atrás de su cabeza, un poco aliviado cuando se dio cuenta de que su cráneo aún estaba intacto, aunque pegajoso por la sangre. Forzó sus hombros hacia atrás, mirando a su agresor a los ojos. —Te diría que golpeas como una mujercita, pero conozco a chicas que pueden hacerlo mucho más fuerte que eso. Sus palabras tuvieron el efecto deseado. Holden tomó el bate y se abalanzó contra Dimitri en un grito primitivo. Dimitri esperó hasta que Holden ladeó el brazo hacia atrás para dar otro golpe, y colocó su pie en el costado de la rodilla derecha de Holden, disfrutando de la forma en que gritó y su rodilla crujió cediendo. Dimitri lo vio caer al suelo, dando dos pasos hacia atrás antes de que visión se tornara negra en un momento. No se sintió caer, solo supo que estaba en el suelo, la grava fría se clavaba en su mejilla y se filtraba a través de su camiseta. Quería moverse, pero su cerebro y su cuerpo parecían derrotados. Un gran peso cayó sobre él, tierra y guijarros llenaron su boca en una fracción de segundos antes de que algo afilado le perforara el cuello. Estaba lo suficientemente lejos de su arteria carótida como para no matarlo, pero la sensación, no obstante, era desagradable. Sangre caliente comenzó a recorrer su piel helada. El fétido aliento de Holden golpeaba contra su mejilla. —¿Cómo se siente, eh? ¿Cómo se siente ser el que está atrapado con un cuchillo en la garganta? Onley James Dañado pág. 37 Dimitri dudaba que esta fuera la primera vez que Holden hacia algo como esto. Le gustaba demasiado ser temido. Pero Dimitri no le tenía miedo a nada, ni siquiera a la muerte. —Solo hazlo —se burló Dimitri—. Córtame el cuello. Si estás esperando a que te ruegue por mi vida, vas a morir decepcionado. Holden gruñó, golpeando la cabeza de Dimitri contra el suelo una vez más haciéndolo ver estrellas como un dibujo animado. —Crees que eres jodidamente duro. Hablas mucha mierda. Apuesto a que no serías tan duro si entro y saco a rastras a tu pequeño novio. Dimitri se puso rígido debajo de él con sus fosas nasales dilatadas. La risa de Holden era siniestra. —Es tu novio, ¿Verdad? Porque definitivamente no es el mío. He visto la forma en que te mira. Es un emoji de ojos de corazón andante. Nunca cierra la boca hablando de ti. Dimitri esto, Dimitri aquello. Realmente no puedo entenderlo. Un millón de emociones lucharon dentro de Dimitri ante las palabras de Holden. Arlo hablaba de él, no podía callarse con respecto a él. Hasta esta noche, nunca se había imaginado que Arlo realmente pensara mucho sobre él. Pero escucharlo hizo que sonriera a pesar de la situación. Holden le escupió en la cara. —Sigue sonriendo, chico bonito. No estarás tan bonito para cuando termine contigo. El cuchillo de repente atravesó su mejilla peligrosamente cerca de su ojo, luego comenzó a deslizarse lentamente por su mejilla. El corte era poco profundo, pero picaba como una quemadura. —Cuando termine contigo, voy a dejarle la misma cicatriz. Ustedes dos podrán ir a juego. Tal vez sea como mi regalo de despedida para él —Una vez más, esa siniestra risa que hizo que Dimitri se pusiera rojo—. Bueno, uno de ellos. Siempre fue bueno para hacerlo. Tal vez me lo folle una última. Algunas veces incluso llora cuando lo hago. Onley James Dañado pág. 38 No faltaba la intención en sus palabras. Dimitri tenía que levantarse y quitárselo de encima. Necesitaba un apalancamiento, pero Holden eran veintidós kilogramos adicionales encima de él. Cambió el peso de su cuerpo, pero Holden no se movió. —Sí, eso es. Pelea conmigo. Dame la oportunidad de que sea en defensa propia. No es que mi padre deje ver el interior de una sala de audiencias. Hasta donde todos sabrán, ustedes dos morirán en un trágico robo que salió mal. ¿Morir? Iban a atrapar a este idiota antes de que saliera el sol. Antes de que Dimitri pudiera replicar, la puerta trasera se cerró de golpe lo suficientemente fuerte como para asustarlo incluso a él. Entonces, el sonido de zapatillas dedeporte arrastrando los pies sobre la grava llenó sus oídos, seguido de un gruñido y un sonido como el de un mazo golpeando una contra una sandía. Una vez. Dos veces. Tres veces. Holden se convirtió en un peso muerto, luego desapareció de encima suyo por completo. Dimitri no podía ver a Arlo, pero podía oírlo respirar dolorosamente, un gemido agudo salió de sus labios antes de decir:—Oh, no. Oh, Dios mío. ¿Holden? ¿Holden? Con un esfuerzo hercúleo, Dimitri se obligó a sentarse y casi volvió a caerse hacia atrás antes de sostenerse a sí mismo con el brazo izquierdo. Miró a la forma sin vida de Holden y la sangre que brotaba de un malvado agujero en la base de su cráneo. Arlo estaba sosteniendo el ladrillo de la puerta en una de sus manos. —No se mueve —dijo Arlo, su mirada implorando a Dimitri que arreglara la situación. Dimitri se acercó más al cuerpo, presionando sus dedos a un lado del cuello. No había pulso. Arlo se aferraba al pesado ladrillo que ahora estaba cubierto de sangre y diminutos trozos de hueso. Había concentrado todos sus golpes en un solo lugar, donde la columna vertebral de Holden se encontraba con su cabeza, y muy probablemente había cortado la médula espinal en uno de esos golpes. —Está muerto —dijo Dimitri, dejándose caer nuevamente en el suelo para mirar hacia las estrellas que nadaban encima de ellos. Sí, bueno. Eso había sido una mala idea. Rodó sobre su costado y vomitó. Onley James Dañado pág. 39 De repente, Arlo se convirtió en una ráfaga de movimiento. —Oh, Dios mío. Necesito llamar a una ambulancia para ti. Necesito llamar a la policía. Voy a ir a la cárcel. Santo cielo. Voy a ir a la cárcel. Maté a alguien. Maté a alguien. Santa mierda. Maté a alguien. La voz de Arlo se fue volviendo cada vez más presa del pánico. Dimitri logró girar la cabeza, justo a tiempo para verlo sacar su teléfono del bolsillo. —Dame el teléfono —dijo Dimitri, con la voz lo suficientemente aguda como para interrumpir la frenética divagación. La mirada de Arlo se volvió hacia él, y pareció aliviado cuando le entregó el teléfono. Hasta que Dimitri se lo metió en el bolsillo. —Sin policías. Las manos de Arlo se agitaron en un gesto de impotencia. —¿Qué quieres decir con “sin policías”? Él está muerto. Tú estás herido. Dimitri negó con la cabeza. —Los policías no arreglarán ninguna de estas cosas. Probablemente solo tengo una conmoción cerebral algo leve. —¿Probablemente? —dijo Arlo con exasperación. Dimitri giró la cabeza hacia él. —Quiero decir, no tengo una máquina de tomografía computarizada en mi bolsillo trasero, pero sí, es lo más probable. —¿Ahora mismo estás bromeando? —Respondió, exasperado. —No estoy bromeando —le aseguró Dimitri—. Dame un minuto para pensar. Pensar era una tarea difícil, pero no había forma de que permitiera que ninguno de los dos fuera a la cárcel por ese idiota de Holden. Especialmente con el padre de Holden siendo un juez. Arlo no tendría ninguna posibilidad de recibir un juicio justo. Todo esto sería mucho más fácil si su mundo no estuviera girando sobre su eje. Dimitri se aclaró la garganta. Onley James Dañado pág. 40 —Okey. No hay cámaras aquí atrás, así que nadie tiene pruebas de nada. Arlo emitió un sonido ahogado. —Pero hay cámaras adentro, y si las revisan, te verán sosteniendo un cuchillo en la garganta de Holden cinco horas antes de su muerte. Mierda. Ese era un buen punto. Se podía arreglar, pero arreglarlo significaba llamar a la única persona en el mundo a la que no quería involucrar. Mierda. Mierda. Mierda. Esperaba que Arlo apreciara la cantidad de mierda que estaba a punto de recibir por él. Sacó su teléfono, se desplazó hasta el número que necesitaba y presionó el botón de llamada. La voz alegre de su madre era como un picahielos atravesando su cerebro. —Hey, mejillas dulces. ¿Qué sucede? Normalmente, Dimitri encontraba divertidísima la extravagancia de su madre, pero acababan de golpearlo en la cabeza con un bate de béisbol y había un cadáver a treinta centímetros a su derecha, así que no tenía mucho humor. —Hola mamá. Tengo un problema. Hubo una larga pausa. —¿Problema? —preguntó lacónicamente—. ¿Un problema con tu tarea de trigonometría o del que necesitas dinero para la fianza, Dimitri? Dimitri gimió, mirando a Arlo, quien observaba al cadáver de Holden como si estuviera tratando de regresarlo a la vida. —El tipo de problema que requiere una coartada y hacer desaparecer parte de una cinta de seguridad, sin tener que desaparecer. —Dios santo, Dimitri. ¿Qué diablos hiciste? —Susurró de forma teatral, sus tacones hicieron clic rápidamente sobre un piso de baldosas. Respiró hondo y lo dejó salir. —Maté a alguien. Arlo jadeó ante las palabras de Dimitri, sacudiendo la cabeza como si quisiera hacer que se retractara. Dimitri no iba a hacerlo. Arlo no iría tras las rejas, y si esto se salía de las manos, allí es a donde iba a parar uno de los dos. Onley James Dañado pág. 41 —¿Qué? ¿A quién? —Chasqueó. Quería mentirle, pero no había forma de que pudiera hacerlo. Necesitaba de su ayuda. —La basura del ex novio de Arlo. En mi defensa, estuvo tratando de matarme. Era él o yo. Yo lo elegí a él. El silencio se extendió entre ellos como un cable tensado antes de que su madre preguntara:—¿En dónde estás? Algo se aflojó en el pecho de Dimitri. —En el trabajo. En la parte de atrás. —¿Hay cámaras? —No, no en la parte de atrás, no. —Bueno, bien. Bien. Podemos trabajar con eso. La aprensión de Dimitri regresó. —Realmente no. Hubo otra pausa y el sonido de los movimientos de su madre cesó. —Y ¿Eso por qué? —Porque puede o no que haya amenazado con un cuchillo a dicho ex novio este mismo día, cuando él estaba atacando a Arlo. —¿En cámara? —su madre susurró en el teléfono. Dimitri suspiró. —Sí. —Dimitri —La forma en que dijo su nombre goteaba decepción. —Lo siento, mamá —dijo, aunque en realidad no lo sentía en absoluto. —Será mejor que ese video de vigilancia esté en la nube —murmuró, una vez más el sonido de su caminar le llenó los oídos—. Tienes suerte de que todavía esté en la oficina. Se suponía que debía estar en una recaudación de fondos para el trabajo. —¿Cual trabajo? —Preguntó Dimitri. Onley James Dañado pág. 42 Su madre tenía dos trabajos, ambos bien pagados, ninguno de los cuales era exactamente legal. Para conocidos casuales, ella era la analista de delitos cibernéticos para una empresa de seguridad llamada Servicio de Protección Elite. Y, para los que no estaban al tanto, también era una hacker de sombrero negro que hacía todas las cosas turbias que el chico de oro, Webster, no podía hacer. Su otro trabajo era menos un trabajo y más una vocación. Ella era la Charlie de los Ángeles Psicópatas9 del Dr. Thomas Mulvaney, ayudándolos a limpiar sus líos homicidas. Su madre estaba especialmente calificada para ayudar a Dimitri con este problema en particular. —Estoy en Elite. Se suponía que iba a ser la MC10 de la gala de fibrosis quística —dijo su madre con la voz ronca por el suave acento sureño que solía otorgar al mundo exterior. Su madre era muchas cosas, pero, sobre todo era un camaleón. Había decidido trabajar con Thomas Mulvaney a cambio de su ayuda en la crianza de Dimitri. Después de todo, nadie conocía mejor a los psicópatas que un hombre que criaba a siete de ellos. Cuando Thomas escuchó que el hijo de su mentora, Jayne Shepherd, dejaría un grupo paramilitarpara unirse al equipo de Elite, había enviado a su madre a trabajar para el propietario, Jackson Avery, para ver si su mentora realmente había logrado dominar los impulsos homicidas de su hijo. Shepherd había tardado más en llegar a Elite de lo que Thomas o su madre habían anticipado. Mientras tanto, Jackson había enviado a su madre de incógnito como directora de campaña del senador Monty Edgeworth para asegurarse de que el hombre no le hiciera daño a su hijo. Casi había renunciado tras esa tarea. Pero, incluso después de que Thomas le dijo que ya no necesitaba hacer de espía, ella había descubierto que no quería dejar al equipo de Elite. Entonces, ahora hacia ambas cosas. Su madre era la encarnación viviente de hojalatero, taller, soldado y espía. Una doble agente. Demonios, tal vez incluso una triple agente. Pero, al final, su madre solo trabajaba para ella misma. Nadie le daba órdenes. —¿Qué hacemos, mamá? 9 Referencia a la película Los Ángeles de Charlie. 10 Maestr@ de Ceremonias, quién dirige un evento en particular. Onley James Dañado pág. 43 Su voz se suavizó de inmediato ante su tono. —¿Estás seguro de que está muerto? Dimitri le dio un codazo a su cadáver. —Mucho. —Bien. Muerto es más fácil de arreglar que casi muerto. ¿Tiene su auto allí? Dimitri casi se rio del desprecio casual de su madre por la muerte de Holden. Casi. Hasta que vislumbró a Arlo, que estaba sentado mordiéndose la uña del pulgar y las lágrimas recorrían su rostro por segunda vez ese día. —¿Su auto está aquí? —Le preguntó Dimitri a Arlo. La cabeza de Arlo se levantó bruscamente, y su mirada se movió con rapidez alrededor, escrudiñando la oscuridad. Señaló algún punto en la distancia. —Sí. Por allí. —¿No estás solo? —Calliope espetó. —No mamá. Arlo está aquí. Por favor, deja de gritar y ayúdanos antes de que la sangre empiece a coagularse. El auto está aquí. —Bien. ¿Tienes una lona? Dimitri frunció el ceño, tratando de ubicar algo parecido a una lona en la cafetería. —Mmm, no. No lo creo. —Okey. ¿Una bolsa de basura? Tenían enormes bolsas de basura. De tamaño industrial. —Uhm, sí. Hay muchas de esas. —Es una panadería, ¿Verdad? Tienen guantes ¿Mallas para el cabello? —Sí. —Cúbrete el pelo y las manos. Envuelve el cuerpo en tantas bolsas de basura como sea necesario para que te asegures que no haya fugas. Ponlo en el baúl de su auto. Sé muy consciente de lo que toques. Si tienes que mover el Onley James Dañado pág. 44 asiento para conducir, asegúrate de devolverlo exactamente a cómo estaba. Estamos contra el reloj ahora, cariño. Espero que estés listo. Miró hacia el rostro devastado de Arlo. Tenía que estarlo. Tenía que cuidar de Arlo. —Estoy listo. Onley James Dañado pág. 45 Capítulo Cuatro Arlo Arlo se quedó helado cuando Dimitri pulsó el botón del altavoz y la voz de su madre llenó el aire frío de la noche. —Bien, tenemos que hacer que parezca que ustedes dos están en un sitio y él en otro. Puedo falsear la ubicación de su GPS de aquí en adelante, pero no puedo ocultar el hecho de que estaban todos en el mismo lugar al mismo tiempo en caso de que la policía venga a llamar. ¿Alguien lo vio hablando con Arlo? ¿Había alguien allí que presenciara cómo lo amenazabas, D? Arlo tenía calor y frío a la vez. El sudor se formaba en la línea del cabello y en el labio inferior, pero la grava y la suciedad que había debajo de él eran gélidas, el frío glacial se instalaba en sus huesos. ¿Era esto lo que se sentía al entrar en shock? —Estábamos solos en el restaurante —oyó decir a Dimitri, sus palabras apenas penetraban en la niebla de su cabeza. ¿Enviarían a Arlo a la cárcel... o iría a una institución mental como la última vez? Prefería ir a la cárcel. No había ningún Melvin en la cárcel. Melvin con sus uñas sucias y sus dientes amarillos. Arlo se estremeció. Sí, prefería pudrirse en la cárcel. —¿Arlo? Arlo levantó la cabeza, y solo entonces se dio cuenta de que se había alejado, con sus pensamientos desatados. —¿Qué? —¿Alguien sabía de ustedes dos? —Preguntó Dimitri. Claro. Como si Holden fuera a contarle a sus amigos futbolistas lo de su enganche con el pequeño twink de la cafetería. Se habrían reído de él fuera del campo. Eso fue lo que Holden había dicho de todos modos. Onley James Dañado pág. 46 "¿En qué mundo podría alguien como yo querer a alguien como tú? Ni siquiera estamos cerca de estar en la misma liga. Por supuesto, quieres que te vean conmigo. No tienes nada que perder y todo que ganar. Tengo una carrera en la que pensar". —Nadie nos ha visto juntos. Nunca nadie nos vio juntos. Yo era su pequeño y sucio secreto —dijo Arlo, con voz apagada. Hubo una ligera pausa, y luego la madre de Dimitri dijo:—Lo siento, cariño. Parece un auténtico saco de mierda. Su disgusto aflojó algo en él, y asintió con la cabeza. —Holden era un verdadero saco de mierda. —Bueno, con suerte, eso significa que nadie lo echará de menos. —Su familia lo va a echar de menos —juró Arlo, tragándose el repentino nudo de miedo que tenía en la garganta—. Es rico. Rico como los Rockefeller11. Y su padre es juez federal. Una vez más, hubo un ligero retraso, y entonces la madre de Dimitri explotó. —Tienes que estar bromeando. ¿Qué carajos, Dimitri? ¿El presidente no estaba disponible para ser asesinado? ¿No había ningún miembro de la realeza en la ciudad al que pudieras guillotinar públicamente? Dimitri intentó intervenir. —Mamá... —He trabajado muy duro para mantenerte en el lado correcto de las barras de la prisión. ¿Sabes lo difícil que es criar a un psicópata? ¿Esto es tú siendo rebelde? ¿No te he prestado suficiente atención? —No, mamá —dijo Dimitri, poniendo los ojos en blanco, como si su madre le estuviera reprendiendo por un boletín de notas y no por el cadáver que había entre ellos, que se estaba volviendo rápidamente de un alarmante tono azul cian. 11 La familia Rockefeller es fundadora de la élite más poderosa y reconocidas de Estados Unidos, cuyos miembros han tenido un gran protagonismo en el mundo empresarial y político de su país. La dinastía fue fundada por John D. Rockefeller, quien creó un vasto imperio empresarial, especialmente en el sector petrolero, y en lo sucesivo la familia ha contado con importantes empresarios, ejecutivos y políticos de renombre. https://es.wikipedia.org/wiki/Familia https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos https://es.wikipedia.org/wiki/John_D._Rockefeller https://es.wikipedia.org/wiki/John_D._Rockefeller Onley James Dañado pág. 47 —Escucha, si estás a punto de ponerte en plan Vengadores12, tenemos que hablar en profundidad sobre la selección y preparación de objetivos. Primera lección: no puedes matar al hijo de un maldito juez federal. Al menos no por capricho. —Mamá... Dijiste que íbamos contra reloj. —Sí, sí —murmuró ella—. Joder, Dimitri. Tienes suerte de que te quiera. —Es mi culpa —soltó Arlo—. He sido yo. Yo lo hice. La cabeza de Dimitri se levantó y le dirigió unos ojos muy abiertos que gritaban "cállate" antes de prácticamente gritar al teléfono:—No. Está mintiendo. No quiere que me meta en problemas. —¡Eso no es cierto! —gritó Arlo, mirando a Dimitri con lágrimas en los ojos. No quería que Dimitri sufriera