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3 5 Damaged - Onley James

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Nota del staff 
 
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras 
a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer. 
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir. 
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores 
invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para 
apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma monetaria como 
agradecimiento de estos las bellas 
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Contenido 
 
Sinopsis 
Prologo 
Capítulo Uno 
Capítulo Dos 
Capítulo Tres 
Capítulo Cuatro 
Capítulo Cinco 
Capítulo Seis 
Capítulo Siete 
Capítulo Ocho 
Capítulo Nueve 
Capítulo Diez 
Epilogo 
Acerca del Autor 
 
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Sinopsis 
 
La primera vez que Dimitri Castallanos experimentó la obsesión, terminó 
cometiendo un delito grave. Tenía cinco años. Dimitri es un psicópata, y todavía 
sigue obsesionado con una sola persona. 
Arlo Miller nació siendo una víctima, fue criado como el saco de boxeo de su 
padre y el chivo expiatorio de su madre. Dimitri fue su única protección y se lo 
quitaron. 
De niños se aferraron el uno al otro. De adultos, fingen que ninguno de los dos lo 
recuerda mientras que ambos albergan emociones secretas. Dimitri esconde sus 
sentimientos detrás de una máscara de indiferencia. Arlo esconde los suyos al 
salir con hombres realmente malos. 
Cuando uno de esos hombres confronta a Dimitri, esta vez es Arlo quién comete 
un grave delito. Pero Dimitri no permitirá que Arlo cargue con esa culpa. Con la 
ayuda de la madre de Dimitri y siete psicópatas, ahora tienen veinticuatro horas 
para fingir una coartada, esconder un cuerpo y de una vez por toda confesar sus 
verdaderos sentimientos el uno al otro. ¿Qué será más difícil? ¿Enamorarse o 
salir impune de un asesinato? 
 
Aunque este libro se puede leer de forma independiente, los personajes hacen un 
cameo en el libro #4 de Males Necesarios, Headcase.. 
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Prólogo 
Thomas 
 
—Gracias por acceder a reunirse conmigo, Dr. Mulvaney. 
Thomas arqueó una ceja mientras estudiaba a la joven sentada en la cabina 
andrajosa frente a él. Decir que accedió a reunirse con ella era algo exagerado. 
Forzado sería más apropiado. La cafetería estaba casi desierta. La gente no quería 
comer en un lugar con una iluminación tan pálida, cabinas de vinilo agrietadas y 
suelos de vinilo que sonaban como velcro cuando caminabas sobre ellos. Alguna 
vez, el lugar probablemente había sido vibrante, pero ahora era solamente un 
caparazón de lo que antes había sido. Una cafetería que el tiempo olvidó. El olor a 
café pasado, grasa y tortitas no era tan desagradable, pero parecía abrumador. 
Afuera, se desataba una tormenta feroz, la condensación empañaba las ventas y 
hacía que el exterior pareciera algo postapocalíptico cuando un rayo cayó e 
iluminó todo al otro lado del vidrio. El trueno retumbó siniestramente y rodó 
hacia ellos antes de disiparse de nuevo, creando un acogedor bolsillo de 
anonimato alrededor de la cabina trasera en donde estaban sentados. 
Thomas había pensado mucho en el tipo de persona que se atrevería a 
chantajearlo, pero ni una sola vez se habría imaginado que sería la chica sentada 
frente a él. Era joven, pero poseía cierta cautela, un cinismo grabado en su 
mirada acerada que hizo que Thomas se sintiera curioso e incómodo a la vez 
Vestía como cualquier adolescente normal: jeans y una camiseta de KISS1, una 
sudadera negra desabrochada con la capucha levantada, dejando visible solo una 
franja gruesa de flequillo negro como la tinta. Estaba pálida, su piel no era clara 
es solo que parecía carecer de luz solar. Tenía unos ojos azules como de lobo 
siberiano y un puñado de pecas en la nariz perforada. Le recordaba a su hijo 
menor, Adam, aunque ella era mucho mayor. 
Parecía... no nerviosa, exactamente. Más bien resignada. Como si no le gustara lo 
que estaba haciendo, pero no tuviera otra opción. El chantaje era algo tedioso, sin 
 
1 Banda estadunidense de rock. 
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duda. Él había esperado que su chantajista fuera una enorme figura macabra 
llena de malicia y rabia. Thomas podría haber lidiado con eso fácilmente. Pero 
esto... Esto era mucho más desconcertante. No había nada más peligroso que 
alguien que no tenía nada que perder, y ella parecía no tener nada que perder. 
Cuando ella no continuó, Thomas dijo:—¿Qué puedo hacer por ti...? —Dejó que la 
pregunta se demorara, con la esperanza de que ella llenara el espacio en blanco, 
pero ella solo quedó mirándolo hasta que él preguntó:—¿Tienes un nombre? 
Arqueó una ceja bien cuidada y una pequeña sonrisa se curvó a través de los 
labios carnosos coloreados en un tono de rojo como la sangre seca. 
—¿No todo el mundo tiene uno? 
—¿Puedes decirme el tuyo? —Thomas instó. 
Ella lo pensó por un momento. 
—Puede llamarme Calliope. 
Thomas ladeó la cabeza. 
—¿Porque ese es tu nombre, o porque no quieres decirme tu nombre real? 
—Sí —dijo, deliberadamente obtusa. 
Thomas entrelazó los dedos sobre la mesa de madera entre ellos, plagada de 
marcas. 
—¿Cómo puedo ayudarte, Calliope? 
La mujer metió la mano en su bolsillo y sacó una foto, azotándola en la mesa 
entre los dos. Era la foto de un niño. Claramente estaba relacionado con ella. 
Tenía los mismos ojos azules y pecas de ella, aunque su cabello era de un castaño 
cálido, no negro como la tinta. Podría tener entre cinco y seis años. 
Thomas frunció el ceño, tomó la foto y la examinó de cerca. Había algo... reptil en 
su mirada, una astucia calculadora que hizo que el vello de los brazos de Thomas 
se erizara. Estaba demasiado familiarizado con esa clase de mirada. 
—¿Es tu hermano? 
Ella sacudió su cabeza. 
—Mi hijo. 
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—¿Tu hijo? —Thomas repitió, incapaz de ocultar su sorpresa. 
Ella asintió con la cabeza y recogió el envoltorio que una vez había guardado la 
pajita que ahora reposaba en su coca-cola dietética sin tocar. 
—Lo tuve a los dieciséis. Su nombre es Dimitri. Necesito su ayuda. 
Thomas la observó mientras ella procedía a atar el envoltorio de la pajita en un 
nudo, hasta que se rompió entre sus dedos. Frunció el ceño decepcionada antes 
de arrojarlo a un lado. 
Thomas luchaba por comprender el sentido de esta reunión. ¿Estaba tratando de 
chantajearlo por dinero? Si es así, ¿Por qué mostrarle la foto de su hijo? ¿Quería 
ganar simpatía? Nada de esto tenía sentido. Thomas tenía más dinero del que 
podía gastar en diez vidas. Si todo lo que ella necesitaba era ayuda financiera, él 
estaría dispuesto a darle todo lo que necesitara para que saliera adelante. 
—Si estás buscando dinero... 
—No lo hago —espetó Calliope, el veneno en su tono se evaporó caside 
inmediato—. No lo hago —dijo de nuevo, más suave—. Mi hijo… —Ella tragó—. 
Mi hijo es como sus hijos. 
—¿Como los míos? —Thomas repitió con cautela, a pesar de entender a qué 
se refería. 
Calliope lo miró a los ojos. 
—Mi hijo es un psicópata. 
Thomas sintió que una descarga de adrenalina lo recorría. 
Mierda. 
—No sé lo que estás insinuando... 
Calliope levantó la mano. 
—No se moleste en fingir que estoy loca. Pirateé su sistema, leí los archivos 
de sus casos de estudio, todos los expedientes con sus hijos. Lo he visto todo. 
La mente de Thomas se tambaleó. No era posible. Sus archivos de investigación 
estaban ocultos detrás de un software que haría que la CIA pareciera primitiva. 
—¿Tú... trabajas para el gobierno? 
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Esto no tenía ningún sentido. Ella ni siquiera parecía lo suficientemente mayor 
como para beber. 
Ella lo miró hoscamente. 
—¿Usted sí? 
Finalmente, él negó con la cabeza. 
—No. Yo no. 
No exactamente. 
Había varios funcionarios de alto rango entre todas las ramas del gobierno que 
seguían la investigación. Se necesitaba mucho tiempo y dinero para hacer lo que 
él estaba haciendo, pero más que eso, se necesitaba conexiones. Conexiones que 
desautorizarían cualquier conocimiento sobre él y el experimento, si aquellos que 
no sabían de él se enteraran. 
Sus hombros se hundieron. 
—Yo tampoco. 
Miró por la ventana neblinosa durante un largo momento antes de levantar un 
dedo para trazar una gota de agua que creaba un camino en la ventana a través de 
la neblina. 
—¿Puedo preguntarte cómo me encontraste? —Preguntó Thomas, tomando 
un sorbo de su café tibio. 
Ella se quedó en silencio durante un largo momento, removiendo la 
carbonatación de su refresco. 
—Cuando me di cuenta de que mi hijo no era... normal, comencé a 
investigar. Lo habitual al principio, pero cuanto más trataba de encontrar ayuda 
para mi hijo, más claro se volvía que no existía nadie que tuviera una respuesta 
definitiva al problema. 
Ella no estaba equivocada. 
—Y ¿Cómo es que eso te llevó a mí? 
La mirada de Calliope se encontró con la suya. 
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—No lo hizo. Al principio. Luego encontré a la Dra. Molly Shepherd. Su 
investigación sobre sociópatas era pionera, pero puramente teórica. Así que 
pirateé sus archivos y lo encontré... a usted. 
Molly Shepherd. Ella era la razón por la que existía todo su proyecto, la razón de 
todo el experimento. La razón por la que estaba criando a siete hijos psicópatas 
para que se convirtieran en asesinos. Supuso que el término correcto sería 
justicieros. La Dra. Shepherd no aprobaba sus métodos, pero de todos modos 
llevaba registro de la investigación. Todos lo hacían. 
—¿A mí? —Thomas preguntó. 
—¿Vamos a estar haciendo esto todo el rato? —Preguntó—. Sé quién es 
usted y sé lo que está haciendo. Sé lo que son sus hijos. Sé quiénes son y dónde 
encontrarlos. Conozco la información de su cuenta bancaria, su número de 
seguro social. Incluso sé el color de la última ropa interior que compró. Lo sé. Así 
que por favor deje de desperdiciar nuestro tiempo. 
Antes de que Thomas pudiera cuestionar la validez de sus declaraciones, ella 
deslizó un papel hacia él. En él estaba escrito el número de su seguro social ¿Esta 
era la prueba que tenía de todo lo que había dicho? No, pero, ¿Por qué dudaría de 
ella cuando claramente sabía más que nadie? 
—¿Cómo puedo ayudarte, Calliope? Si está buscando a alguien que se lleve 
a tu hijo, no es así como yo trabajo. 
Calliope lo miró con los ojos muy abiertos. 
—¿Qué? No. No estoy tratando de darle a mi hijo. Estoy pidiéndole ayuda. 
Necesito saber cómo cuidar de él. Cómo evitar que se convierta en un monstruo. 
Eso era lo que pasaba con la psicopatía. No había forma real de evitar que se 
convirtieran en quienes estaban destinados a ser. No todos los psicópatas eran 
asesinos. De hecho, la mayoría no lo eran. Pero eso no significaba que no fueran 
peligrosos o que fueran buenas personas. Los psicópatas nacían como armas. 
Thomas solo se aseguraba de que esas armas apuntasen a aquellos que se 
merecían el destino que iban a recibir. 
Pero él no podía decirle a ella nada de eso. 
Thomas se inclinó:—No diagnosticamos la psicopatía en niños. 
Ella apretó la mandíbula, cruzando los brazos sobre su pecho. 
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—Y, sin embargo, de alguna manera usted tiene una casa repleta de niños 
psicópatas. 
De acuerdo, ella no estaba equivocada. Pero no se había propuesto 
específicamente buscar psicópatas… solo niños que mostraran tendencias 
psicopáticas. 
—¿Ya lo has hecho evaluar? 
Calliope vaciló antes de asentir. 
—Sí. Como dijo, no diagnostican a los niños, pero sé que lo ven. Incluso si 
no lo dicen. Con la última terapeuta que estuvo… lo que sea que él le dijo, hizo 
que ella se negara a volver a verlo después de eso. ¿Sabe lo jodido que tiene que 
estar como para asustar a un terapeuta infantil en nuestro vecindario? 
Thomas no lo sabía. Ni siquiera sabía dónde podría estar dicho vecindario. Pero 
él le creía. Parecía alguien que no estaba acostumbrada a sentirse impotente. Su 
frustración era evidente en la expresión de su boca y el cansancio detrás de sus 
ojos. 
—¿Puedes darme detalles? 
Sacudió la cabeza con una especie de movimiento resignado. 
—No siente empatía… por nadie. No controla sus impulsos. Su rabia es 
instantánea. Cuando otros niños lo hacen molestar, reacciona rápido y con 
violencia. Un niño robó su camión de juguete en el patio de recreo y Dimitri lo 
empujó de la barra de monos2. El niño se rompió el brazo en dos puntos. Vi a mi 
hijo recoger su camión y comenzar a jugar de nuevo como si no hubiera un niño 
gritando de dolor tirado a su derecha. 
Thomas entendía la preocupación de la mujer, pero el niño todavía era joven. A 
los niños les costaba compartir. A menudo eran egoístas y posesivos con los 
juguetes. 
—¿Algo más? 
Ella cerró los ojos y respiró hondo. 
—Le prendió fuego a la cama de nuestros vecinos. 
 
2 Jungle Gym, son las famosas barras en donde los niños se cuelgan. 
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Los ojos de Thomas se agrandaron. Incendios provocados. Eso era una mala 
señal. 
—¿Qué sucedió? 
—Hay un niño en la casa de al lado. Es pequeño. Tímido. Realmente 
silencioso. Dimitri ha desarrollado una especie de fijación por él. Es muy 
protector. El chico siempre tiene moretones. Después de lo que sucedió en el 
patio de recreo, pensé que tal vez Dimitri lo estaba lastimando. 
El tono de Thomas era sombrío. 
—¿Fue él? 
—Fue el padre del niño. Dimitri se quedó allí en una pijamada después de 
un partido de fútbol. Él y algunos chicos más. Mientras que los demás niños 
dormían, vertió quitaesmalte en la cama de los padres y le prendió fuego. Ellos 
todavía estaban sobre la cama —Clavó la pajita en el hielo del refresco—. ¿Cómo 
es que un niño de cinco años sabe cómo hacer eso? —dijo, riendo sin humor. 
—Y ¿La policía no intervino? —Preguntó Thomas. 
—El hombre no presentó cargos porque solo tenía una pequeña quemadura 
en la pierna y, obviamente, no quería que los policías vieran los moretones que 
tenía su hijo. Fue suerte, supongo. 
Thomas suspiró. 
—El incendio provocado es preocupante, pero es alentador que lo haya 
hecho en represalia por las lesiones infligidas a otra persona. ¿Algún abuso a 
animales? ¿Orina la cama? 
Calliope se limitó a negar con la cabeza de nuevo, tomando un sorbo de su Coca-
Cola dietéticaantes de arrugar la nariz. 
—No es un mal niño. A veces hace cosas malas. Es solo que… —Ella dio un 
gran suspiro—. Simplemente le falta algo. No quiero encerrarlo. No podría 
hacerlo ni aunque quisiera. No hay lugar a donde llevarlo. Se niegan a ayudar a 
un niño antes de que haga algo violento, solo después de hacerlo. 
—¿Qué me estás pidiendo específicamente, Calliope? 
Ella lo miró directamente a los ojos. 
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—Ayúdame a enseñarle a mi hijo cómo ser una persona, un miembro 
productivo de la sociedad. No puedo pagarle, pero tengo habilidades que podrían 
ser beneficiosas para ustedes, considerando lo que hace. 
Lo que hacía... Para el resto del mundo, él era solo un miembro más con una 
fundación benéfica utilizada para disminuir impuestos. Eran más suaves con él 
debido a la tragedia de su pasado y al hecho de que había adoptado a siete niños, 
pero también había rumores al respecto. Sacudió esos pensamientos. 
—¿Habilidades? —preguntó. 
—Soy una hacker. Una buena. Demonios, una muy buena. Posiblemente la 
mejor de todos los tiempos. Nunca he conocido algún sistema que no pudiera 
piratear. Tengo un trabajo diurno, pero es un trabajo solitario. Nadie me mira. 
Puedo estar a su entera disposición. Solo ayúdeme, por favor. 
Claramente, Calliope no estaba acostumbrado a pedir ayuda. Parecía que prefería 
tener un tratamiento de conducto que rogarle a un extraño multimillonario que 
salvara a su hijo, pero allí se encontraba, haciéndolo de todas formas. 
A Thomas le vendría bien tenar a alguien como ella. No había ninguna duda al 
respecto, pero ¿Cómo le enseñaba a alguien a controlar los impulsos de su hijo, 
mientras alentaba descaradamente a los suyos propios? 
—Y ¿Si no consigo ayudarte? 
Calliope lo miró con ojos apagados. 
—Entonces, en algún momento, mi hijo va a perder la cabeza y matará a 
alguien. Y esa sangre estará en nuestras manos. 
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Capítulo Uno 
Dimitri 
 
Era descortés mirar fijamente. Era algo que su madre le había inculcado desde 
que Dimitri era pequeño. No mires. No te obsesiones. No permitas que la gente 
vea quién –No, no quién si no qué– eres realmente. A la gente normal no le 
gustaban esas cosas, no encontraban románticas o halagadoras sus tendencias de 
acecho. 
La cuestión era que Dimitri nunca se había obsesionado con nadie más que con 
Arlo, no había visto a nadie más que a Arlo desde el momento en que este había 
arrastrado su colchoneta junto a la de Dimitri en la clase de preescolar de la Sra. 
Faison y le confesó que le tenía miedo a la oscuridad. Dimitri le había asegurado 
que él no le tenía miedo a nada, y eso lo había tranquilizado lo suficiente como 
para que Arlo se quedara dormido. 
Arlo no recordaba eso y tampoco se acordaba de Dimitri. Después de que Dimitri 
le prendió fuego a la cama de los padres de Arlo, su madre se había encargado de 
alejarlos de las miradas indiscretas… y de Arlo. Pero Dimitri había encontrado su 
camino de regreso. En el momento en que obtuvo su licencia, averiguó donde 
estaba Arlo, lo que estaba haciendo, y había encontrado la manera de hacer que 
sus caminos se cruzaran otra vez. 
No es que Arlo supiera algo de todo eso. Hasta donde él sabía, él y Dimitri eran 
solo amigos debido a las circunstancias. Ambos necesitaban dinero, así que 
ambos trabajaban en la cafetería del campus, que era donde Dimitri estaba 
sentado ahora mismo, tomándose un descanso de treinta minutos junto a un 
grupo de personas a las que llamaba amigos. Bueno, quienes lo llamaban amigo a 
él. A decir verdad, no le importaría mucho si un agujero se abriera y se los tragara 
justo en medio de Hallowen Grounds3. 
—Irás, ¿Verdad, Dimi? 
 
3 Se traduce como Tierra Santa. Es el nombre de la cafetería. 
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Aparecieron unos dedos perfectamente cuidados que chasquearon a una pulgada 
de su rostro. Dimitri arrastró su mirada del chico detrás del mostrador para 
observar fijamente a la muchacha de cabello rubio frente a él. 
—¿Qué? 
Mandy puso los ojos en blanco. 
—Nunca me escuchas. 
—Para ser justos, nunca dejas de hablar —dijo Jason—. Es difícil 
mantenerse al día. 
Mandy le mostró el dedo medio y le lanzó una mirada enojada, que solo hizo que 
Jason se volviera más atrevido. Sin embargo, a Mandy le gustaba la atención. A 
ella le encantaba ser el centro de atención. Pero, Jason tenía razón en algo, ella 
nunca dejaba de hablar. Y nunca lo hacía sobre algo que pudiera interesar a 
Dimitri. Hablaba de las fiestas de fraternidad y de los partidos de fútbol y, bueno, 
de Dimitri en sí. Había estado tratando de acostarse con él desde el comienzo del 
último año, y ni siquiera su orientación sexual parecía detener los constantes 
intentos de engatusarlo para tener una cita. 
Pero Dimitri solo tenía ojos para Arlo. El dulce, suave y peligrosamente bonito 
Arlo. Como si pudiera escuchar sus pensamientos, el muchacho alzó la vista 
desde el mostrador y le dedicó una tímida sonrisa. No le llegó a los ojos. Arlo no 
le había dado una sonrisa genuina desde que ese pedazo de mierda de Holden 
había aparecido en su vida. 
—No puedo. Tengo que trabajar —dijo Dimitri—. Me toca cerrar esta 
noche, ¿Recuerdas? 
Mandy hizo un puchero, su labio inferior se asomaba en una apariencia que no 
era tan linda como ella pensaba. 
—¿No puedes buscar a alguien que pueda cubrirte? Como ese niño que 
tiene acné. 
El niño en cuestión era Remi, y él se habría reído si hubiese escuchado lo que 
Mandy había evaluado en cuanto a su apariencia. La piel de Remi no era tan 
ilustre, pero eso no impedía que las chicas se lanzaran a sus brazos. Era 
inteligente, divertido y con una familia asquerosamente rica. Y, de alguna 
manera, seguía siendo un buen tipo. 
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Pero no, Dimitri no podía pedirle a Remi que lo cubriera porque Remi ya tenía el 
turno del cierre junto con Arlo. Dimitri podía marcharse en veinte minutos. Pero, 
no estaba dispuesto a decirle eso a Mandy. Ella era como un perro con un hueso. 
No iba a dejarlo pasar hasta arrastrarlo a esa fiesta o hasta que él perdiera la 
mierda y le ordenara que se largara. Ninguna de esas dos cosas le atraía 
particularmente. 
—Le preguntaré —mintió Dimitri. 
—Yay —dijo Mandy, rebotando sobre las puntas de los pies y aplaudiendo 
como si estuviera a punto de estallar en una ovación. Jason puso los ojos en 
blanco y volvió a mirar su computadora portátil. Había estado fingiendo estudiar 
desde que se habían sentado, pero la verdad es que estaba vigilando a Mandy. A 
Jason realmente le agradaba Mandy. 
Dimitri hizo toda una producción al sacar su teléfono y escribirle un mensaje de 
texto a Remi, pero no el que Mandy estaba esperando. 
 
¿Puedo tomar tu turno esta noche? 
 
La respuesta fue instantánea. 
 
Mierda, chico lindo. Puedes tomar todos mis turnos si eso quieres. 
 
Dimitri hizo todo lo posible por ocultar su sonrisa. 
 
Solo voy a necesitar este. Gracias. Ah, y si alguien pregunta, siempre 
estuvimos programados para trabajar en estos turnos. ¿De acuerdo? 
 
Entonces apareció el emoji del globo ocular. 
 
¿Alguien? ¿Esa alguien sería Barbie acosadora? 
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La única respuesta de Dimitri fue un pulgar hacia arriba. Con eso resuelto, volvió 
a deslizar su teléfono en el bolsillo de su delantal y se encogióde hombros. 
—Dijo que no podía, está cumpliendo años su mamá. 
Mandy arrugó la cara. 
—Pensé que su mamá había muerto. 
¿Lo hizo? Y ¿Qué diablos sabía él? 
—Tal vez se refería a existencialmente. Todos estamos un poco muertos por 
dentro, ¿Verdad? Quizás en otra oportunidad. 
Jason sonrió detrás de Mandy, sabiendo muy bien que Dimitri estaba haciendo 
malabares para deshacerse de ella. 
—Dices eso todo el tiempo —dijo, con voz hosca. 
Y, sin embargo, tú sigues preguntando. 
—Tengo que volver al trabajo —Mandy frunció el ceño, mirando alrededor 
de la cafetería desierta, pero él no dio una explicación, solo una apariencia de 
sonrisa que se desvaneció tan pronto como se alejó. Escuchó la puerta abrirse y 
cerrarse, indicando que se habían ido, pero no se molestó en mirar atrás. 
Entró al área trasera usando la puerta lateral en el pasillo. Arlo estaba limpiando 
la válvula de vapor con un paño blanco, el movimiento hacia arriba y hacia abajo 
era involuntariamente sugerente. Dimitri renunciaría a casi cualquier cosa por 
sentir la mano de Arlo envolverse a su alrededor de esa manera. 
Arlo dejó caer el trapo, dándole a Dimitri una sonrisa torcida. 
—¿Acabas de mentir para librarte de una fiesta? 
Dimitri le devolvió la sonrisa. 
—No mentí. Cambié de turno con Remi. 
Arlo entrecerró los ojos. 
—¿Cuándo? 
Dimitri sonrió. 
—Hace un momento. 
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La sonrisa de respuesta de Arlo fue un puñetazo que le robó el aliento. Mandy 
describía a Arlo como un chico bonito, pero es que no solo era bonito, era 
perfecto. Tenía la piel dorada y el cabello rubio oro que llevaba peinado hacia 
atrás como si fuera un actor en una película vintage. Remi decía que se parecía a 
James Dean4. Dimitri podía notar el parecido, pero Arlo era más dulce, más suave 
e inocente. Tenía este rostro perfectamente simétrico con pómulos altos que 
parecía que hubieran sido esculpidos por los dioses. 
Y luego estaban sus labios. Llenos y siempre de un tono rojo cereza, como si se los 
hubiera estado masticando. Dimitri pensaba a menudo en esos labios cuando 
estaba solo por la noche. Normalmente se veían brillantes por el protector de 
labio o porque la lengua de Arlo se deslizaba a lo largo de su labio inferior varias 
veces durante el día. Hoy, esos labios estaban hinchados, el inferior partido y rojo 
por la sangre seca. Y un hematoma de color púrpura le estropeaba el lado 
izquierdo de su boca. 
Arlo siempre tenía moretones. Y ponía excusas. Chocaba contra la pared, se caía 
por las escaleras y chocaba contra la puerta abierta del armario. Simplemente que 
soy torpe, estoy soñando despierto todo el día. Era una mentira. Siempre eran 
mentiras. Y ambos lo sabían. Pero algo en los ojos de Arlo siempre le rogaba a 
Dimitri que no lo dijera, porque decirlo en voz alta lo haría todo real. 
Y Dimitri se quedaba callado. La última vez que intercedió en nombre de Arlo, 
había perdido dieciséis años de su compañía. Quizás era egoísta, pero no quería 
correr el riesgo de perderlo de nuevo. Pero planeaba. Soñaba. Fantaseaba con el 
día en que se vengaría por todo lo que Arlo había sufrido. 
Y sufría. Ojos negros. Contusiones en forma de dedos en brazos y cuello. Una 
fractura espiral que, según él, le había pasado por resbalarse en el hielo. Dimitri 
sabía que ese tipo de fracturas solo sucedían por una razón: alguien le había 
torcido el brazo detrás de la espalda con tanta fuerza como para romperlo. 
No, no alguien. Holden. El imbécil novio closetero y jugador de futbol de Arlo. 
Holden tenía dinero, conexiones y claramente nunca había escuchado la palabra 
no. Arlo, como muchos otros niños abusados, había pasado de padres abusivos a 
novios abusivos sin mucha fanfarria. Casi le rompía a Dimitri el corazón… si solo 
hubiera tenido uno. 
 
4 James Byron Dean fue un actor estadounidense. Después de realizar papeles menores en programas de televisión 
y obras de teatro durante comienzos de la década de 1950, se mudó a Los Ángeles, California. 
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Aun así, el hematoma en su rostro era nuevo. No lo había tenido anoche mientras 
cerraban. Gravitó más cerca hasta que estuvo directamente detrás de Arlo, quien 
jadeó cuando se dio la vuelta y vio a Dimitri directamente detrás de él, 
atrapándolo contra el mostrador. 
Dimitri extendió la mano y tomó la barbilla de Arlo entre el pulgar y el índice, 
observando cómo los ojos color miel se abrían de par en par, y un pequeño grito 
ahogado abandonaba sus labios. Dimitri quería tragarse ese sonido, quería sentir 
el pulso de Arlo palpitando bajo sus dedos, quería escucharlo jadear su nombre. 
En cambio, pasó la yema del pulgar por el corte en el labio de Arlo, su 
temperamento estalló en cuanto Arlo hizo una mueca. 
—¿Qué sucedió? —Dimitri murmuró—. ¿Él te hizo esto? 
Antes de que Arlo pudiera responder o darle alguna excusa poco convincente, el 
timbre de la puerta de la cafetería se abrió. Arlo instantáneamente se agachó por 
debajo del brazo de Dimitri. 
—Gracias por visitar Hallowed Grounds… —Su voz se fue apagando. 
Dimitri se giró para ver a Holden allí de pie con una expresión amotinada 
mientras miraba de un lado a otro entre los dos. 
—Necesito hablar contigo. Ahora. 
Holden era cinco centímetros más bajo que el metro ochenta y cinco de Dimitri, 
pero era una pared de ladrillos de músculos abultados y testosterona. La idea de 
alguien tan grande dando vueltas alrededor de Arlo envió una descarga de 
adrenalina a través de él. Algún hombre de las cavernas que formaba parte del 
interior de Dimitri, se imaginó golpeando la cara de Holden contra el mostrador 
hasta que sus dientes se partieran y la sangre brotara de su cara hundida. Nadie 
tocaba lo que pertenecía a Dimitri. 
Pero Arlo no le pertenecía. No realmente. No de la manera que importaba. 
Dimitri no quería ser otra de las cosas que le sucedieran a Arlo, otra fuerza 
destructiva que arrancara los pedazos que quedaban. 
Arlo tembló visiblemente. 
—Estoy trabajando. 
—Sólo tomará un minuto —dijo Holden entre dientes. 
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Arlo negó levemente con la cabeza. 
—Anoche dije todo lo que tenía que decir. 
Las fosas nasales de Holden se ensancharon y dio un paso hacia Arlo, quien 
instintivamente retrocedió. 
—No seas así. 
Arlo alzó la barbilla y cruzó los brazos sobre el pecho. 
—¿Cómo qué? ¿Cómo alguien que tiene límites? ¿Alguien que no te 
permitirá seguir usándolo como un saco de boxeo porque no puedes soportar el 
hecho de que eres gay? 
Holden gruñó, lanzándose hacia adelante y Arlo tropezó hacia atrás, a pesar de 
que había un metro de caoba entre ellos. 
—Cierra la maldita boca, pequeña put… 
—Te animo a que termines esa declaración —dijo Dimitri, permitiendo que 
toda la humanidad se escapara de su voz. 
La mirada de Holden se apartó de Arlo para dirigirse hacia Dimitri, como si 
apenas notara que estaba allí. 
—¿Este es él? Dimitri, ¿Verdad? —¿Arlo lo había mencionado?—. ¿Esta es 
la razón por la que has sido tan jodidamente irracional los últimos días? ¿Por qué 
estas follándote a tu compañero de trabajo? —Holden espetó. 
Dimitri trató de procesar las palabras de Holden. ¿Pensaba que Arlo se estaba 
acostando con él? ¿Por qué? ¿Cómo? Si Dimitri hubiese logrado hacer suyo a 
Arlo, Holden no habría tenido la menor oportunidad. Dimitri ya le habría 
arrancado las cuerdas vocales y se las habría mostrado. 
—¿Irracional? ¿Cómo es que yo soy irracional? ¿Porque te dije que 
habíamos terminado? —Preguntó Arlo, su voz subiendo de volumen. 
Holden se burló. 
—Siempreandas tan exaltado. ¿Podemos ir a algún lugar para que te 
calmes y podamos hablar? 
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pág. 22 
 
La mirada de Arlo se deslizó hacia Dimitri, quien negó con la cabeza casi sin que 
fuera notorio. Bajo ninguna circunstancia permitiría que Arlo se fuera con él, y no 
le importaba si eso lo hacía parecer una especie de cavernícola. 
Arlo cuadró los hombros. 
—Estoy trabajando. Además, dije todo lo que tenía que decir anoche por 
teléfono. Terminamos. Es un hecho. No sé cuan más claro puedo ser sin tener que 
involucrar a la policía. 
En un instante, la rabia de Holden desapareció y una sonrisa calculadora 
apareció en su lugar. 
—Mi padre es un jodido juez federal. ¿Crees que la policía me asusta? El 
jefe de la policía vino a la fiesta por mi décimo cumpleaños. Solo estás 
prolongando lo inevitable. Siempre obtengo lo que quiero. 
Arlo tragó audiblemente. 
—Cuando dije que no, quise decir que no. 
Holden respiró hondo y se obligó a saltarlo por la nariz. 
—No puedes simplemente dejarme. Sé dónde vives. Sé dónde trabajas. 
Demonios, incluso sé en dónde vive tu mamá. Quizás debería ir a decirle que has 
dejado de tomar tus medicamentos. Me creerá y lo sabes. Ella me adora, 
¿Recuerdas? 
Los ojos de Arlo se llenaron de lágrimas. 
—Mantente alejado de mi mamá. Mantente alejado de mí. 
La mirada de Holden se endureció. Arlo había mostrado debilidad, y ahora, 
Holden tenía la ventaja. 
—Van a enviarte de regreso al manicomio. Te encerrarán y tirarán la llave. 
Demonios, quizás tu viejo amigo Mevin todavía trabaje allí. Apuesto a que echa 
de menos las noches que pasaban juntos. 
El rostro de Arlo se puso pálido, el sudor le cubrió el labio superior y la frente. 
—Cállate —susurró. 
Holden se dobló y avanzó por encima del mostrador hasta que sus manos 
estuvieron apoyadas sobre la madera. 
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pág. 23 
 
—Tu no quieres joder conmigo, pequeña perra. Voy a arruinarte la vida. 
Dimitri se movió sin pensar, saltando sobre el mostrador y agarrando a Holden 
por el cabello para golpear su cara contra la madera y luego sosteniendo un 
cuchillo contra su arteria carótida. 
—Una maldita palabra más y yo terminaré con la tuya. Tú decides. 
La respiración de Holden aumentó y Dimitri supo que estaba tratando de decidir 
si las palabras eran enserio. Si realmente iban a matarlo en medio de la cafetería 
dentro del campus. 
La respuesta era sí. Sí, lo haría. Lo mataría e iría a la cárcel y nunca miraría atrás. 
Toda lucha dejó a Holden cuando pareció darse cuenta de que no había salida. 
Dimitri lo soltó y retrocedió unos pasos. 
—La cagaste, hermano. La jodiste demasiado. Voy a enterrarlos a los dos. 
Ya verás. Voy destruir sus mundos. 
Con eso, se fue. 
Dimitri saltó el mostrador por segunda vez, ahuecando el rostro de Arlo en sus 
manos y obligándolo a mirarlo. 
—Oye. Oye, estás bien —Los ojos de Arlo estaban apagados y nublados, 
como si en esos momentos estuviera encerrado en su propia mente. Dimitri dejó 
que los pulgares le recorrieran los pómulos—. Oye, escúchame. Estás bien. No 
voy a dejar que te lastime de nuevo. 
Arlo dio un paso atrás y Dimitri dejó caer ambas manos. 
Arlo caminó hacia las puertas dobles que conducían al baño de empleados antes 
de mirar por encima del hombro a Dimitri. 
—Él hablaba enserio, ¿Sabes? Va a destruir todo mi mundo. 
No, carajo, no lo haría. 
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Capítulo Dos 
Arlo 
 
Arlo se escondió en el baño, incapaz de detener las lágrimas calientes que 
rodaban por sus mejillas o los sollozos que atormentaban su cuerpo. Se sentó en 
un rincón, agradecido de haberlo limpiado una hora antes. Había esperado que 
Holden se tornara violento. Con él, era prácticamente un hecho. Arlo podría 
hasta programar una alarma para cada uno de sus arrebatos. Pero, ¿Sacar a 
colación Fountainvie? ¿Traer a la conversación a ese técnico pedazo de mierda 
que había abusado de Arlo de una forma que nunca podría borrar? De alguna 
manera, eso dolía más que cualquier golpe físico. 
Quizás porque Holden tenía razón. Su madre le creería a él por encima de Arlo. 
Creía en cualquier persona que tuviera dinero y estatus, y pensaba con su mente 
confundida, que, si se limitaba a satisfacer todos sus caprichos, obtendría acceso 
a la vida que siempre quiso… La vida que culpaba a Arlo de quitarle. Su madre 
pensaba que cualquier abuso podría ser soportado si el obsequio de disculpas 
tenía un precio lo suficientemente alto. 
Arlo se sobresaltó al oír un golpe en la puerta. 
—Está ocupado —dijo, con la voz llena de lágrimas. 
—¿Arlo? 
El corazón de Arlo se apretó ante el sonido de la voz de Dimitri, baja, suave y 
siempre tranquila. Nada parecía desestabilizarlo. Nunca. Ni siquiera cuando 
había puesto un cuchillo en la garganta de Holden... por Arlo. Para protegerlo. 
—Saldré en un minuto —dijo, odiando la forma en que su voz se elevó al 
final de una manera casi femenina. Eso volvía loco a su padre desde que Arlo era 
solo un niño. 
Hubo algo de vacilación, luego el sonido de la manija de la puerta girando, y 
finalmente una mano que se asomó a través de la rendija de la puerta, 
ofreciéndole una botella de plástico. 
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—Pensé que tal vez querrías un poco de agua. 
El gesto solo hizo que Arlo llorara más fuerte. Se tapó la boca con la mano para 
ocultar los patéticos gemidos, luego agarró la botella de agua, agradecido cuando 
la puerta se cerró una vez más. Arlo sollozó, presionando su cabeza hacia atrás 
contra el azulejo frío y tomando algunos sorbos del agua helada. 
—Gracias —dijo, ni siquiera estaba seguro de que Dimitri siguiera todavía 
del otro lado de la puerta. 
—De nada. 
Arlo esbozó una sonrisa acuosa y se secó la nariz con el dorso de la mano. 
Dimitri. Arlo levantó la mano y cerró los ojos, permitiendo que su propio pulgar 
trazar el patrón que Dimitri había seguido antes de que Holden lo arruinara todo. 
Arlo creyó que pudo haberlo besado. Dimitri lo había mirado a los ojos con 
tanta... intensidad. 
Pero así era Dimitri. Intenso. Era como el héroe inquietante de una novela 
juvenil. Alto y musculoso, con cabello castaño, una mandíbula cuadrada 
perfectamente cincelada y labios acolchados que Arlo soñaba con sentir contra 
los suyos. No es como si fuera a hacerlo alguna vez, especialmente después de lo 
que había pasado en la cafetería. 
Arlo tomó otro trago de su bebida justo cuando la voz de Dimitri vino del otro 
lado de la puerta. 
—¿Sabes? Yo te mantendría a salvo… Si me dejaras. 
—¿Qué? —Preguntó Arlo, sin aliento. 
No hubo respuesta. Dimitri debió haberse marchado. ¿Qué persona decía algo así 
y luego se marchaba? Dimitri. Él era complejo; contemplativo y callado un 
minuto, y luego al siguiente se reía y bromeaba con los idiotas de la fraternidad. 
Jekyll y Hyde5. Arlo no tenía forma de saber cuál era el verdadero Dimitri. 
Claramente, no tenía la capacidad de la verdadera naturaleza de las personas. 
La madre de Arlo solía bromear diciendo que, si lo dejaban suelto en una 
habitación llena de ángeles, él encontraría al demonio escondido entre ellos. Y 
luego, intentaría salir con él. No estaba equivocaba. Su madre decía que era solo 
 
5 El doctor Jekyll y el señor Hyde, es una novela corta escrita por Robert Louis Stevenson y publicada por primera 
vez en inglés en 1886, que trata acerca de un abogado, Gabriel John Utterson, que investiga la extraña relación 
entre su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll,y el misántropo Edward Hyde. 
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pág. 26 
 
para llamar la atención. Su terapeuta lo llamaba un patrón destructivo. Un ciclo 
de abusos. Solo que, en lugar de que Arlo se convirtiera en un abusador, continuó 
disponiéndose a sí mismo como la víctima. 
Lógicamente, Arlo sabía que era cierto. Conocía las señales e incluso tenía un 
panfleto completo con una lista de verificación práctica y elegante y un título ágil, 
similar a BuzzFeed, "Cómo saber si eres víctima de la violencia íntima de 
pareja". Así lo llamaban ahora. Violencia de pareja. ¿De verdad había intimidad 
en eso? Nada de lo que Arlo había hecho con Holden se había sentido íntimo. 
Probablemente nunca lo hizo. 
No había amado a Holden. No había mucho que amar en él. Estaba en el closet, 
arrogante, al que toda su vida le habían dicho que era un buen partido. Y le había 
dado atención a Arlo, lo lleno de cumplidos, lo sedujo. Y Arlo sabía en su interior 
que había una rabia apenas contenida gestándose debajo de la superficie de 
Holden. Pero lo había ignorado, como siempre hacía. ¿Por qué? 
Porque se sentía familiar, normal. Además, ¿Quién más iba a querer a Arlo? Era 
bonito, pero no de la forma en que lo era Dimitri. Él era grande y fuerte y 
encajaba perfectamente con cada multitud. Arlo era demasiado lindo, demasiado 
femenino, demasiado suave. Demasiado dañado mentalmente. Demasiado 
necesitado. Siempre, tan jodidamente necesitado. 
Holden le había hecho olvidar eso por un tiempo. Los comienzos siempre eran los 
mejores. El bombardeo de romance, el noviazgo, la fase de luna de miel. Era 
como una montaña rusa que al subir a la cima era estimulante. Pero, 
inevitablemente, el carro partía en descenso y luego venía el dolor, las excusas, el 
gaslighting6, y justo cuando Arlo sentía que no podría soportar otro segundo más 
del abuso, el bombardeo con romance comenzaba de nuevo. Una y otra y otra vez. 
Solo quería que alguien lo amara como era. ¿Estaba tan mal querer que una sola 
persona lo mirara y viera algo que valiera la pena amar? Su terapeuta le dijo que 
el amor no debería doler, pero que era el único tipo de amor que había conocido. 
Con excepción de Dimitri. 
Dimitri había estado protegiendo a Arlo desde que ambos eran pequeños. Se 
conocieron cuando eran prácticamente bebés, cuando los padres de Arlo aún 
fingían estar viviendo el sueño suburbano perfecto. Dimitri lo habría arruinado 
 
6 El gaslighting o hacer «luz de gas» a una persona es una forma de abuso psicológico que consiste en 
manipular la percepción de la realidad del otro. 
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todo. En sentido literal. Pero Arlo no se sentía enojado. Él lo había hecho para 
protegerlo. Dimitri era la única persona que alguna vez había intentado 
protegerlo. 
Dimitri no sabía que Arlo lo recordaba. Cuando se encontraron el primer día de 
trabajo, había visto la chispa de reconocimiento, pero luego Dimitri simplemente 
extendió su mano y se presentó, por lo que Arlo hizo lo mismo. ¿Qué se suponía 
que iba a decirle? ¿No eres tú el niño que prendió fuego a la cama de mis padres? 
Sin embargo, en los cuatro años que habían estado trabajando en la cafetería, 
Dimitri ni una sola vez lo había mencionado, ni una sola vez trajo el tema a 
colación. Pero seguía siendo muy protector con él... solo que de una manera 
aburrida y platónica. Arlo no lo culpaba. Las chicas y los chicos se lanzaban 
constantemente a los brazos de Dimitri, y aunque él nunca parecía estar 
interesado en ninguno de ellos, definitivamente disfrutaba de la atención. 
Una vez más, la voz apagada de Dimitri llegó a través de la puerta. 
—Oye, no estoy intentado apresurarte, pero son las tres menos diez. 
—Voy —dijo Arlo. 
Las oleadas de clientes de las tres en punto eran las peores. Serían azotados por 
oleadas hasta la hora del cierre. Sacudió sus pensamientos acerca de Dimitri, se 
echó agua fría en la cara y se secó las manos antes de regresar al frente. 
Reemplazó su delantal y esperó que su rostro no estuviera demasiado inflamado. 
Dimitri estaba atendiendo a una chica con una blusa escotada y pantalones cortos 
de mezclilla que definitivamente no cubrían bien la amplitud de su trasero. Ella 
estaba de pie con la cadera apoyada contra el mostrador y los brazos cruzados 
debajo de sus grandes senos. Arlo se sintió algo apaciguado por la aparente 
indiferencia de Dimitri hacia los obvios esfuerzos de la pelirroja. Cuando lo vio, 
atrapó su mirada y la sostuvo antes de lazarle una sonrisa torcida que Arlo sintió 
como una caricia. 
Después de lo que pareció toda una eternidad, Dimitri regresó su atención a la 
cliente, dejando a Arlo parado allí, a la deriva. Sacudió la cabeza, volvió a ponerse 
el delantal y clavó una falsa sonrisa en el rostro antes de darse la vuelta. 
—Puedo ayudarte con el próximo cliente. 
 
Onley James Dañado 
pág. 28 
 
 
 
Durante las siguientes cinco horas, trabajaron codo a codo en el caos. Era un 
baile cuidadosamente coreografiado que habían hecho cientos de veces antes, 
deslizándose fácilmente el uno alrededor del otro, sus brazos tocándose, los 
costados en constante roce, y Arlo agachándose debajo del brazo de Dimitri para 
que tuvieran que ralentizar el proceso. 
La rutina era justo lo que Arlo necesitaba para dejar a un lado los pensamientos 
generales de todo, menos el trabajo, y si su mente comenzaba a divagar, entonces 
Dimitri le daba un suave empujón hacia atrás y señalaba hacia la multitud de 
personas en la fila. 
Como siempre, la cafetería se convirtió en una ciudad fantasma a las nueve y 
media, cuando los estudiantes decidían abandonar Hallowed Grounds por el 
Starbucks al otro lado del campus. Era una cafetería mucho más grande y estaba 
abierta hasta la medianoche. Eso les venía bien a Arlo y a Dimitri. Podían 
terminar las tareas de cierre y tal vez salir de allí a una hora razonable. 
Dimitri merecía irse a una hora razonable. Había estado allí desde la apertura y 
solo se había quedado para evitar ir a esa fiesta con Mandy. 
—Puedes irte, ya lo sabes. Yo puedo cerrar, no me molesta. 
Dimitri dejó de limpiar y señaló a Arlo con el ceño fruncido. 
—¿Qué? No. No te dejaré aquí solo. 
Arlo soltó una risa sin humor. 
—Soy un chico grande. Puedo cuidarme a mí mismo. 
Dimitri no se rio en respuesta, ni siquiera esbozó una sonrisa. 
—No me iré. Son solo treinta minutos, luego podemos irnos juntos. 
Juntos... Arlo lo deseaba. 
¿Por qué Dimitri estaría tan empeñado en protegerlo? En realidad, no tenía 
ningún sentido. ¿Qué hacía que una persona fuera instantáneamente protectora 
con otra? 
—¿Lo decías en serio o solo estabas siendo amable? —Soltó Arlo. 
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Dimitri arqueó la ceja. 
—¿A qué te refieres? 
La cara de Arlo se ruborizó. Dios, era un idiota. 
—No importa —murmuró. 
Trató de agacharse bajo el brazo de Dimitri como lo había hecho cientos de veces 
ese día, pero Dimitri debió haber anticipado el movimiento porque plantó su 
mano contra la pared, asegurándose de que Arlo no pudiera escapar. Eso no le 
dejaba otra opción más que volverse y mirar a Dimitri o quedarse de espaldas a 
él… ninguna de las dos parecía una gran elección. 
—¿A qué te refieres? —Dimitri murmuró, su voz era cálida, casi burlona. 
Arlo dejó que sus párpados se cerraran, incapaz de mirarlo mientras decía:—Que, 
si te dejo, cuidarías de mí. 
Respiró hondo mientras que yemas de los dedos acariciaban su mejilla. Estaba 
medio convencido de que estose trataba de una especie de alucinación sensorial, 
que Holden había hasta matarlo y que Dimitri era solo una aparición celestial que 
se le había dado como recompensa por todo el dolor y el sufrimiento. 
—Lo decía en serio. Pero tienes que pedírmelo. No puedo intervenir sin tu 
permiso. Mi madre dice que la gente normal no hace eso. 
Arlo recordaba vagamente a la madre de Dimitri. Una mujer bonita con el tipo de 
estética grunge de los noventa que fue popular a finales de la década. Cabello 
negro, tatuajes, ojos azul pálido como los de Dimitri. ¿Le hablaba a su madre 
acerca de Arlo? ¿A qué se refería con eso de gente “normal”? 
Los párpados de Arlo se abrieron para encontrarse a Dimitri examinando su 
rostro con el labio inferior atrapado entre los dientes. 
—¿Qué? 
—Me gusta mirar tu cara —dijo Dimitri, su voz era un susurro áspero, como 
si estuviera compartiendo un gran secreto. 
Arlo agitó la cabeza, desconcertado. 
—A mí también me gusta mirar tu cara. Siempre me ha gustado. 
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—¿Siempre? —Preguntó Dimitri, inclinando la cabeza hacia abajo hasta 
que solo estuvieron a centímetros de distancia. 
Siempre. 
Arlo había querido a Dimitri desde antes de que tuviera la edad suficiente para 
saber siquiera lo que significaba querer a otra persona de esa forma. 
—Desde el día en que arrastré mi colchoneta junto a la tuya en el 
preescolar. 
Los ojos de Dimitri se agrandaron. 
—¿Lo recuerdas? 
Arlo bufó, sacudiendo la cabeza. 
—Lo recuerdo todo. ¿Quién podría olvidarse del niño que prendió fuego a 
la cama de sus padres? 
Dimitri suspiró. 
—Mi mamá nos hizo mudarnos después de eso. 
Arlo se apoyó contra la pared. 
—Mis padres me dijeron que te habían metido en la cárcel. 
Dimitri puso los ojos en blanco. 
—Por favor, el idiota de tu padre no se habría arriesgado a que la policía se 
diera cuenta de que te estaba lastimando. 
Arlo frunció el ceño, manteniendo la voz baja solo porque la conversación se 
sentía muy pesada. 
—¿Por qué lo hiciste? ¿Estás loco? Quiero decir, yo también lo estoy. No 
estoy juzgando. Pero, ¿Sabías que morirían si lo hacías? —Dimitri asintió, ni 
siquiera una pizca de arrepentimiento se asomó en sus ojos—. Y ¿No te importó? 
Los dedos de Dimitri se deslizaron desde su mejilla hasta su garganta, y su pulgar 
se posó sobre el pulso de Arlo. 
—Me importaba. Yo quería que murieran. 
Dimitri tuvo que sentir el pulso de Arlo acelerándose. Tal vez eso era lo que 
estaba haciendo mismo: juzgar la reacción de Arlo ante una declaración tan 
Onley James Dañado 
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audaz. Debería haberse sentido horrorizado, repelido. Dimitri estaba allí, 
diciéndole a Arlo que había intentado asesinar a sus padres de la forma más 
espantosa posible. Pero, para Arlo, se sintió como si le estuviera entregando un 
ramo de rosas. 
—¿Por qué? —Arlo sabía por qué, pero quería escucharlo. 
—Porque te estaban lastimando. Y yo prometí protegerte. 
Arlo negó con la cabeza. 
—Teníamos cinco. 
—Incluso a los cinco años ya sabía que eras mío. 
Arlo estaba seguro de que le acababan de sacar el aire de los pulmones. 
—No puedes decir cosas como esa. 
—¿Por qué? 
—Porque... —Arlo titubeó—. Simplemente no puedes. 
Dimitri frunció el ceño. 
—Pero, ¿Por qué? ¿Por qué no podemos simplemente decir la verdad? 
—Y ¿Cuál es la verdad? —Preguntó Arlo, con la cabeza dándole vueltas. 
—Que me perteneces. Que eres mío. 
Arlo se deslizó por la pared hasta que estuvo sentado en el suelo del corto pasillo 
que conducía a la parte de atrás de la cafetería. Pegó las piernas al pecho 
mientras intentaba procesar la afirmación práctica de Dimitri. Dimitri se unió a 
él en el suelo, como si fuera la cosa más normal del mundo, con las piernas 
cruzadas frente a él. 
—¿Te asusta? 
—Debería hacerlo —dijo Arlo—. ¿No? Es algo increíblemente malsano para 
decir. Mi terapeuta se lo pasaría en grande contigo. Dime que no estoy cayendo 
en viejos patrones, cambiando a un chico abusivo por otro. 
—Yo nunca te haría daño —dijo Dimitri con vehemencia. 
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—Quizás no físicamente. Pero hay más de una forma de lastimar a alguien. 
Cuánto tiempo pasará antes de que controles a dónde voy, lo que como, cómo 
gasto mi dinero. ¿De quién soy amigo? 
Los ojos de Dimitri se agrandaron. 
—Yo nunca te haría algo así. No quiero controlarte. Solo quiero mantenerte 
a salvo. Eso es todo lo que siempre quise hacer. 
Arlo tenía tantas ganas de creerle. 
—Mi terapeuta diría que tienes un problema de codependencia. 
Dimitri se encogió de hombros. 
—Mi terapeuta dice que soy un psicópata. 
Arlo tragó audiblemente. 
—¿Qué? 
—Soy un psicópata —dijo Dimitri de nuevo, de forma casual. 
—Y ¿Eso que significa? —Arlo se las arregló al decir. 
—Significa que me falta empatía y remordimiento. Significa que no me 
siento culpable por las cosas que hago, sin importar a quién lastimen. 
Arlo parpadeó. 
—Estás hablando enserio. Eres… realmente un psicópata. 
—Sí. Es solo un diagnóstico como cualquier otro. Hay muchos de nosotros 
ahí afuera. Sin embargo, la mayoría ni siquiera lo saben. Mi mamá reconoció las 
señales temprano y me consiguió ayuda. 
—¿Las señales? ¿Te refieres a cuando trataste de matar a mis padres? —
Dijo Arlo, de alguna manera encontrando toda esta conversación un poco 
divertida. Su terapeuta lo llamaría una respuesta inapropiada al miedo. Él lo 
llamaba estar completamente loco. 
Dimitri asintió. 
—Sí, justo después de que nos mudamos. 
Arlo se inclinó, hipnotizado cuando Dimitri hizo lo mismo. 
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—¿A qué te refieres cuando dices que soy tuyo? Me ves como un hermano 
pequeño o... 
Dimitri descendió, capturando la boca de Arlo en un beso largo. Todo su cuerpo 
se sentía caliente y luego frío, sus manos se estiraron para apretarle la camisa y 
sostenerlo en su lugar. 
—No como un hermano pequeño, entonces —dijo Arlo cuando se 
separaron. 
—No. No como un hermano pequeño. 
 
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Capítulo Tres 
Dimitri 
 
El corazón de Dimitri latía con fuerza, una parte salvaje de él quería arrastrar a 
Arlo dentro del armario y reclamarlo, marcarlo como lo había hecho Holden, 
pero con mordiscos y moretones que harían que Arlo gimiera en lugar de llorar. 
Pero Arlo se merecía algo mejor que eso. Ya había sido bastante maltratado por 
gente como Holden. Dimitri se negaba a tratarlo como algo desechable. 
Dimitri agarró las manos de Arlo, todavía apretadas en su camiseta, las liberó y 
besó la parte de atrás de ellas, viendo como sus mejillas se sonrojaban. 
—Terminemos aquí, y luego podemos volver a mi casa. ¿De acuerdo? Solo 
para hablar. 
Los labios de Dimitri se torcieron en una sonrisa contenida ante la expresión de 
decepción en el rostro de Arlo. 
—¿Solo hablaremos? 
Dimitri no pudo evitar plantar otro beso en sus labios. 
—Ya veremos. Iré a sacar la basura. Tu termina de limpiar la máquina de 
espresso. Entonces podremos terminar y salir de aquí. 
Arlo frunció el ceño. 
—Yo puedo sacar la basura. Tú lo hiciste anoche. 
—No. No quiero que salgas afuera, solo en el frío. Haz lo de la máquina. Yo 
puedo con esto. 
Parecía que Arlo quería discutir, pero solo respiró hondo y soltó el aire 
asintiendo. 
Dimitri recogió las bolsas de basura de los grandes contenedores de goma 
alrededor del restaurante y los dejó en la parte de atrás antes de abrir la puerta 
pesada y deslizar el ladrilloque usaban para mantenerla entreabierta. La puerta 
se había roto desde que Dimitri había empezado a trabajar. No importaba 
Onley James Dañado 
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cuántas veces se quejaran, la dueña, Maggie, los ignoraba y les decía que se 
encargaría de ello la semana siguiente. Ya habían dejado de preguntar al 
respecto. 
El aire helado de la noche le quitó a Dimitri el aire de los pulmones. No se había 
molestado en ponerse una chaqueta. No estaría allí afuera el tiempo suficiente 
como para que eso importara. Observó cómo se formaban nubecillas con cada 
respiración y la piel de gallina estalló sobre su cuerpo mientras alcanzaba las 
bolsas. 
Agarró las dos más pesadas primero, arrastrándolas hacia el contenedor de 
basura y arrojándolas por el costado donde aterrizaron con un ruido sordo. 
Habían limpiado los frigoríficos, haciendo que las enormes bolsas fueran más 
pesadas de lo habitual. Arlo habría tardado el doble de tiempo en tirarlas. 
Arlo. 
La madre de Dimitri le diría que tendría que dejar al chico en paz. Sabía que 
trabajaban juntos. No le gustaba, pero lo había aceptado como un compromiso 
siempre que Dimitri dejara solo a Arlo en el trabajo. Decía que cuanto más cerca 
estuviera de Arlo, más tenue se volvía el control sobre sus impulsos. Dimitri no 
sentía que eso fuera verdad. 
Hacia todo lo que su madre le pedía. Se reía, bromeaba, iba a fiestas, bueno, a 
fiestas a las que era poco probable que Mandy también asistiera. Hacia todas las 
cosas consideradas “normales” en los estudiantes universitarios. En la superficie, 
era igual que todos los demás. 
A pesar de lo que su madre pudiera creer, él no sentía una abrumadora 
compulsión por asesinar. No estaba despierto por la noche fantaseando con 
mutilaciones rituales de cadáveres o masturbándose con películas snuff7. 
Simplemente pensaba que las personas tenían que ganarse su derecho a 
compartir el planeta con el resto del mundo. Personas como Holden. No había 
nada que él pudiera contribuir a la sociedad excepto bromas sobre violaciones y 
escándalos de novatadas en la universidad. Holden no era una persona. Era la 
caricatura ambulante de un Villano de CW8. 
 
7 Las películas snuff o vídeos snuff son vídeos cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia, infanticidio, entre 
otros crímenes reales con la finalidad de ser distribuidos comercialmente para entretenimiento. 
8 The CW Television Network es una cadena de televisión estadounidense. 
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Y ahora, Arlo lo sabía. Arlo había visto lo mierda que era y en su lugar se iría a 
casa con Dimitri. El calor se acumuló en su vientre bajo. Arlo le había devuelto el 
beso con tanta dulzura. Había querido más. Dimitri también quería más, pero 
estaba decidido a tomarse las cosas con calma. Eso era lo que hacía la gente 
normal. Salían, se comprometía y luego se casaban, y después tenían… 
La visión de Dimitri se dividió en dos, sus ojos de alguna manera apuntaban en 
dos direcciones diferentes mientras que su cabeza se sentía explotar. ¿Le habían 
disparado? No. No había escuchado un disparo. Se dio la vuelta, haciendo todo lo 
posible por mantenerse erguido, pero era casi imposible. Tropezó, la grava se 
movía bajo sus pies en cuanto vio a su atacante. 
El maldito de Holden. Sostenía un maldito bate de béisbol. Por supuesto, lo 
golpeó mientras estaba de espaldas. Dimitri levantó una mano, sintiendo la parte 
de atrás de su cabeza, un poco aliviado cuando se dio cuenta de que su cráneo 
aún estaba intacto, aunque pegajoso por la sangre. 
Forzó sus hombros hacia atrás, mirando a su agresor a los ojos. 
—Te diría que golpeas como una mujercita, pero conozco a chicas que 
pueden hacerlo mucho más fuerte que eso. 
Sus palabras tuvieron el efecto deseado. Holden tomó el bate y se abalanzó contra 
Dimitri en un grito primitivo. Dimitri esperó hasta que Holden ladeó el brazo 
hacia atrás para dar otro golpe, y colocó su pie en el costado de la rodilla derecha 
de Holden, disfrutando de la forma en que gritó y su rodilla crujió cediendo. 
Dimitri lo vio caer al suelo, dando dos pasos hacia atrás antes de que visión se 
tornara negra en un momento. No se sintió caer, solo supo que estaba en el suelo, 
la grava fría se clavaba en su mejilla y se filtraba a través de su camiseta. 
Quería moverse, pero su cerebro y su cuerpo parecían derrotados. Un gran peso 
cayó sobre él, tierra y guijarros llenaron su boca en una fracción de segundos 
antes de que algo afilado le perforara el cuello. Estaba lo suficientemente lejos de 
su arteria carótida como para no matarlo, pero la sensación, no obstante, era 
desagradable. Sangre caliente comenzó a recorrer su piel helada. 
El fétido aliento de Holden golpeaba contra su mejilla. 
—¿Cómo se siente, eh? ¿Cómo se siente ser el que está atrapado con un 
cuchillo en la garganta? 
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Dimitri dudaba que esta fuera la primera vez que Holden hacia algo como esto. 
Le gustaba demasiado ser temido. Pero Dimitri no le tenía miedo a nada, ni 
siquiera a la muerte. 
—Solo hazlo —se burló Dimitri—. Córtame el cuello. Si estás esperando a 
que te ruegue por mi vida, vas a morir decepcionado. 
Holden gruñó, golpeando la cabeza de Dimitri contra el suelo una vez más 
haciéndolo ver estrellas como un dibujo animado. 
—Crees que eres jodidamente duro. Hablas mucha mierda. Apuesto a que 
no serías tan duro si entro y saco a rastras a tu pequeño novio. 
Dimitri se puso rígido debajo de él con sus fosas nasales dilatadas. 
La risa de Holden era siniestra. 
—Es tu novio, ¿Verdad? Porque definitivamente no es el mío. He visto la 
forma en que te mira. Es un emoji de ojos de corazón andante. Nunca cierra la 
boca hablando de ti. Dimitri esto, Dimitri aquello. Realmente no puedo 
entenderlo. 
Un millón de emociones lucharon dentro de Dimitri ante las palabras de Holden. 
Arlo hablaba de él, no podía callarse con respecto a él. Hasta esta noche, nunca se 
había imaginado que Arlo realmente pensara mucho sobre él. Pero escucharlo 
hizo que sonriera a pesar de la situación. 
Holden le escupió en la cara. 
—Sigue sonriendo, chico bonito. No estarás tan bonito para cuando 
termine contigo. 
El cuchillo de repente atravesó su mejilla peligrosamente cerca de su ojo, luego 
comenzó a deslizarse lentamente por su mejilla. El corte era poco profundo, pero 
picaba como una quemadura. 
—Cuando termine contigo, voy a dejarle la misma cicatriz. Ustedes dos 
podrán ir a juego. Tal vez sea como mi regalo de despedida para él —Una vez 
más, esa siniestra risa que hizo que Dimitri se pusiera rojo—. Bueno, uno de ellos. 
Siempre fue bueno para hacerlo. Tal vez me lo folle una última. Algunas veces 
incluso llora cuando lo hago. 
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No faltaba la intención en sus palabras. Dimitri tenía que levantarse y quitárselo 
de encima. Necesitaba un apalancamiento, pero Holden eran veintidós 
kilogramos adicionales encima de él. 
Cambió el peso de su cuerpo, pero Holden no se movió. 
—Sí, eso es. Pelea conmigo. Dame la oportunidad de que sea en defensa 
propia. No es que mi padre deje ver el interior de una sala de audiencias. Hasta 
donde todos sabrán, ustedes dos morirán en un trágico robo que salió mal. 
¿Morir? Iban a atrapar a este idiota antes de que saliera el sol. 
Antes de que Dimitri pudiera replicar, la puerta trasera se cerró de golpe lo 
suficientemente fuerte como para asustarlo incluso a él. Entonces, el sonido de 
zapatillas dedeporte arrastrando los pies sobre la grava llenó sus oídos, seguido 
de un gruñido y un sonido como el de un mazo golpeando una contra una sandía. 
Una vez. Dos veces. Tres veces. 
Holden se convirtió en un peso muerto, luego desapareció de encima suyo por 
completo. 
Dimitri no podía ver a Arlo, pero podía oírlo respirar dolorosamente, un gemido 
agudo salió de sus labios antes de decir:—Oh, no. Oh, Dios mío. ¿Holden? 
¿Holden? 
Con un esfuerzo hercúleo, Dimitri se obligó a sentarse y casi volvió a caerse hacia 
atrás antes de sostenerse a sí mismo con el brazo izquierdo. Miró a la forma sin 
vida de Holden y la sangre que brotaba de un malvado agujero en la base de su 
cráneo. Arlo estaba sosteniendo el ladrillo de la puerta en una de sus manos. 
—No se mueve —dijo Arlo, su mirada implorando a Dimitri que arreglara la 
situación. 
Dimitri se acercó más al cuerpo, presionando sus dedos a un lado del cuello. No 
había pulso. Arlo se aferraba al pesado ladrillo que ahora estaba cubierto de 
sangre y diminutos trozos de hueso. Había concentrado todos sus golpes en un 
solo lugar, donde la columna vertebral de Holden se encontraba con su cabeza, y 
muy probablemente había cortado la médula espinal en uno de esos golpes. 
—Está muerto —dijo Dimitri, dejándose caer nuevamente en el suelo para 
mirar hacia las estrellas que nadaban encima de ellos. Sí, bueno. Eso había sido 
una mala idea. Rodó sobre su costado y vomitó. 
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De repente, Arlo se convirtió en una ráfaga de movimiento. 
—Oh, Dios mío. Necesito llamar a una ambulancia para ti. Necesito llamar 
a la policía. Voy a ir a la cárcel. Santo cielo. Voy a ir a la cárcel. Maté a alguien. 
Maté a alguien. Santa mierda. Maté a alguien. 
La voz de Arlo se fue volviendo cada vez más presa del pánico. Dimitri logró girar 
la cabeza, justo a tiempo para verlo sacar su teléfono del bolsillo. 
—Dame el teléfono —dijo Dimitri, con la voz lo suficientemente aguda 
como para interrumpir la frenética divagación. 
La mirada de Arlo se volvió hacia él, y pareció aliviado cuando le entregó el 
teléfono. Hasta que Dimitri se lo metió en el bolsillo. 
—Sin policías. 
Las manos de Arlo se agitaron en un gesto de impotencia. 
—¿Qué quieres decir con “sin policías”? Él está muerto. Tú estás herido. 
Dimitri negó con la cabeza. 
—Los policías no arreglarán ninguna de estas cosas. Probablemente solo 
tengo una conmoción cerebral algo leve. 
—¿Probablemente? —dijo Arlo con exasperación. 
Dimitri giró la cabeza hacia él. 
—Quiero decir, no tengo una máquina de tomografía computarizada en mi 
bolsillo trasero, pero sí, es lo más probable. 
—¿Ahora mismo estás bromeando? —Respondió, exasperado. 
—No estoy bromeando —le aseguró Dimitri—. Dame un minuto para 
pensar. 
Pensar era una tarea difícil, pero no había forma de que permitiera que ninguno 
de los dos fuera a la cárcel por ese idiota de Holden. Especialmente con el padre 
de Holden siendo un juez. Arlo no tendría ninguna posibilidad de recibir un 
juicio justo. Todo esto sería mucho más fácil si su mundo no estuviera girando 
sobre su eje. 
Dimitri se aclaró la garganta. 
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—Okey. No hay cámaras aquí atrás, así que nadie tiene pruebas de nada. 
Arlo emitió un sonido ahogado. 
—Pero hay cámaras adentro, y si las revisan, te verán sosteniendo un 
cuchillo en la garganta de Holden cinco horas antes de su muerte. 
Mierda. Ese era un buen punto. Se podía arreglar, pero arreglarlo significaba 
llamar a la única persona en el mundo a la que no quería involucrar. Mierda. 
Mierda. Mierda. Esperaba que Arlo apreciara la cantidad de mierda que estaba a 
punto de recibir por él. 
Sacó su teléfono, se desplazó hasta el número que necesitaba y presionó el botón 
de llamada. 
La voz alegre de su madre era como un picahielos atravesando su cerebro. 
—Hey, mejillas dulces. ¿Qué sucede? 
Normalmente, Dimitri encontraba divertidísima la extravagancia de su madre, 
pero acababan de golpearlo en la cabeza con un bate de béisbol y había un 
cadáver a treinta centímetros a su derecha, así que no tenía mucho humor. 
—Hola mamá. Tengo un problema. 
Hubo una larga pausa. 
—¿Problema? —preguntó lacónicamente—. ¿Un problema con tu tarea de 
trigonometría o del que necesitas dinero para la fianza, Dimitri? 
Dimitri gimió, mirando a Arlo, quien observaba al cadáver de Holden como si 
estuviera tratando de regresarlo a la vida. 
—El tipo de problema que requiere una coartada y hacer desaparecer parte 
de una cinta de seguridad, sin tener que desaparecer. 
—Dios santo, Dimitri. ¿Qué diablos hiciste? —Susurró de forma teatral, sus 
tacones hicieron clic rápidamente sobre un piso de baldosas. 
Respiró hondo y lo dejó salir. 
—Maté a alguien. 
Arlo jadeó ante las palabras de Dimitri, sacudiendo la cabeza como si quisiera 
hacer que se retractara. Dimitri no iba a hacerlo. Arlo no iría tras las rejas, y si 
esto se salía de las manos, allí es a donde iba a parar uno de los dos. 
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—¿Qué? ¿A quién? —Chasqueó. 
Quería mentirle, pero no había forma de que pudiera hacerlo. Necesitaba de su 
ayuda. 
—La basura del ex novio de Arlo. En mi defensa, estuvo tratando de 
matarme. Era él o yo. Yo lo elegí a él. 
El silencio se extendió entre ellos como un cable tensado antes de que su madre 
preguntara:—¿En dónde estás? 
Algo se aflojó en el pecho de Dimitri. 
—En el trabajo. En la parte de atrás. 
—¿Hay cámaras? 
—No, no en la parte de atrás, no. 
—Bueno, bien. Bien. Podemos trabajar con eso. 
La aprensión de Dimitri regresó. 
—Realmente no. 
Hubo otra pausa y el sonido de los movimientos de su madre cesó. 
—Y ¿Eso por qué? 
—Porque puede o no que haya amenazado con un cuchillo a dicho ex novio 
este mismo día, cuando él estaba atacando a Arlo. 
—¿En cámara? —su madre susurró en el teléfono. 
Dimitri suspiró. 
—Sí. 
—Dimitri —La forma en que dijo su nombre goteaba decepción. 
—Lo siento, mamá —dijo, aunque en realidad no lo sentía en absoluto. 
—Será mejor que ese video de vigilancia esté en la nube —murmuró, una 
vez más el sonido de su caminar le llenó los oídos—. Tienes suerte de que todavía 
esté en la oficina. Se suponía que debía estar en una recaudación de fondos para 
el trabajo. 
—¿Cual trabajo? —Preguntó Dimitri. 
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Su madre tenía dos trabajos, ambos bien pagados, ninguno de los cuales era 
exactamente legal. Para conocidos casuales, ella era la analista de delitos 
cibernéticos para una empresa de seguridad llamada Servicio de Protección Elite. 
Y, para los que no estaban al tanto, también era una hacker de sombrero negro 
que hacía todas las cosas turbias que el chico de oro, Webster, no podía hacer. 
Su otro trabajo era menos un trabajo y más una vocación. Ella era la Charlie de 
los Ángeles Psicópatas9 del Dr. Thomas Mulvaney, ayudándolos a limpiar sus líos 
homicidas. Su madre estaba especialmente calificada para ayudar a Dimitri con 
este problema en particular. 
—Estoy en Elite. Se suponía que iba a ser la MC10 de la gala de fibrosis 
quística —dijo su madre con la voz ronca por el suave acento sureño que solía 
otorgar al mundo exterior. 
Su madre era muchas cosas, pero, sobre todo era un camaleón. Había decidido 
trabajar con Thomas Mulvaney a cambio de su ayuda en la crianza de Dimitri. 
Después de todo, nadie conocía mejor a los psicópatas que un hombre que criaba 
a siete de ellos. Cuando Thomas escuchó que el hijo de su mentora, Jayne 
Shepherd, dejaría un grupo paramilitarpara unirse al equipo de Elite, había 
enviado a su madre a trabajar para el propietario, Jackson Avery, para ver si su 
mentora realmente había logrado dominar los impulsos homicidas de su hijo. 
Shepherd había tardado más en llegar a Elite de lo que Thomas o su madre 
habían anticipado. 
Mientras tanto, Jackson había enviado a su madre de incógnito como directora 
de campaña del senador Monty Edgeworth para asegurarse de que el hombre no 
le hiciera daño a su hijo. Casi había renunciado tras esa tarea. Pero, incluso 
después de que Thomas le dijo que ya no necesitaba hacer de espía, ella había 
descubierto que no quería dejar al equipo de Elite. Entonces, ahora hacia ambas 
cosas. 
Su madre era la encarnación viviente de hojalatero, taller, soldado y espía. Una 
doble agente. Demonios, tal vez incluso una triple agente. Pero, al final, su madre 
solo trabajaba para ella misma. Nadie le daba órdenes. 
—¿Qué hacemos, mamá? 
 
9 Referencia a la película Los Ángeles de Charlie. 
10 Maestr@ de Ceremonias, quién dirige un evento en particular. 
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Su voz se suavizó de inmediato ante su tono. 
—¿Estás seguro de que está muerto? 
Dimitri le dio un codazo a su cadáver. 
—Mucho. 
—Bien. Muerto es más fácil de arreglar que casi muerto. ¿Tiene su auto 
allí? 
Dimitri casi se rio del desprecio casual de su madre por la muerte de Holden. 
Casi. Hasta que vislumbró a Arlo, que estaba sentado mordiéndose la uña del 
pulgar y las lágrimas recorrían su rostro por segunda vez ese día. 
—¿Su auto está aquí? —Le preguntó Dimitri a Arlo. 
La cabeza de Arlo se levantó bruscamente, y su mirada se movió con rapidez 
alrededor, escrudiñando la oscuridad. Señaló algún punto en la distancia. 
—Sí. Por allí. 
—¿No estás solo? —Calliope espetó. 
—No mamá. Arlo está aquí. Por favor, deja de gritar y ayúdanos antes de 
que la sangre empiece a coagularse. El auto está aquí. 
—Bien. ¿Tienes una lona? 
Dimitri frunció el ceño, tratando de ubicar algo parecido a una lona en la 
cafetería. 
—Mmm, no. No lo creo. 
—Okey. ¿Una bolsa de basura? 
Tenían enormes bolsas de basura. De tamaño industrial. 
—Uhm, sí. Hay muchas de esas. 
—Es una panadería, ¿Verdad? Tienen guantes ¿Mallas para el cabello? 
—Sí. 
—Cúbrete el pelo y las manos. Envuelve el cuerpo en tantas bolsas de 
basura como sea necesario para que te asegures que no haya fugas. Ponlo en el 
baúl de su auto. Sé muy consciente de lo que toques. Si tienes que mover el 
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asiento para conducir, asegúrate de devolverlo exactamente a cómo estaba. 
Estamos contra el reloj ahora, cariño. Espero que estés listo. 
Miró hacia el rostro devastado de Arlo. Tenía que estarlo. Tenía que cuidar de 
Arlo. 
—Estoy listo. 
 
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Capítulo Cuatro 
Arlo 
 
Arlo se quedó helado cuando Dimitri pulsó el botón del altavoz y la voz de su 
madre llenó el aire frío de la noche. 
—Bien, tenemos que hacer que parezca que ustedes dos están en un sitio y 
él en otro. Puedo falsear la ubicación de su GPS de aquí en adelante, pero no 
puedo ocultar el hecho de que estaban todos en el mismo lugar al mismo tiempo 
en caso de que la policía venga a llamar. ¿Alguien lo vio hablando con Arlo? 
¿Había alguien allí que presenciara cómo lo amenazabas, D? 
Arlo tenía calor y frío a la vez. El sudor se formaba en la línea del cabello y en el 
labio inferior, pero la grava y la suciedad que había debajo de él eran gélidas, el 
frío glacial se instalaba en sus huesos. ¿Era esto lo que se sentía al entrar en 
shock? 
—Estábamos solos en el restaurante —oyó decir a Dimitri, sus palabras 
apenas penetraban en la niebla de su cabeza. 
¿Enviarían a Arlo a la cárcel... o iría a una institución mental como la última vez? 
Prefería ir a la cárcel. No había ningún Melvin en la cárcel. Melvin con sus uñas 
sucias y sus dientes amarillos. Arlo se estremeció. Sí, prefería pudrirse en la 
cárcel. 
—¿Arlo? 
Arlo levantó la cabeza, y solo entonces se dio cuenta de que se había alejado, con 
sus pensamientos desatados. 
—¿Qué? 
—¿Alguien sabía de ustedes dos? —Preguntó Dimitri. 
Claro. Como si Holden fuera a contarle a sus amigos futbolistas lo de su enganche 
con el pequeño twink de la cafetería. Se habrían reído de él fuera del campo. Eso 
fue lo que Holden había dicho de todos modos. 
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"¿En qué mundo podría alguien como yo querer a alguien como tú? Ni siquiera 
estamos cerca de estar en la misma liga. Por supuesto, quieres que te vean 
conmigo. No tienes nada que perder y todo que ganar. Tengo una carrera en la 
que pensar". 
—Nadie nos ha visto juntos. Nunca nadie nos vio juntos. Yo era su pequeño 
y sucio secreto —dijo Arlo, con voz apagada. 
Hubo una ligera pausa, y luego la madre de Dimitri dijo:—Lo siento, cariño. 
Parece un auténtico saco de mierda. 
Su disgusto aflojó algo en él, y asintió con la cabeza. 
—Holden era un verdadero saco de mierda. 
—Bueno, con suerte, eso significa que nadie lo echará de menos. 
—Su familia lo va a echar de menos —juró Arlo, tragándose el repentino 
nudo de miedo que tenía en la garganta—. Es rico. Rico como los Rockefeller11. Y 
su padre es juez federal. 
Una vez más, hubo un ligero retraso, y entonces la madre de Dimitri explotó. 
—Tienes que estar bromeando. ¿Qué carajos, Dimitri? ¿El presidente no 
estaba disponible para ser asesinado? ¿No había ningún miembro de la realeza en 
la ciudad al que pudieras guillotinar públicamente? 
Dimitri intentó intervenir. 
—Mamá... 
—He trabajado muy duro para mantenerte en el lado correcto de las barras 
de la prisión. ¿Sabes lo difícil que es criar a un psicópata? ¿Esto es tú siendo 
rebelde? ¿No te he prestado suficiente atención? 
—No, mamá —dijo Dimitri, poniendo los ojos en blanco, como si su madre 
le estuviera reprendiendo por un boletín de notas y no por el cadáver que había 
entre ellos, que se estaba volviendo rápidamente de un alarmante tono azul cian. 
 
11 La familia Rockefeller es fundadora de la élite más poderosa y reconocidas de Estados Unidos, cuyos miembros 
han tenido un gran protagonismo en el mundo empresarial y político de su país. La dinastía fue fundada por John D. 
Rockefeller, quien creó un vasto imperio empresarial, especialmente en el sector petrolero, y en lo sucesivo la familia 
ha contado con importantes empresarios, ejecutivos y políticos de renombre. 
https://es.wikipedia.org/wiki/Familia
https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos
https://es.wikipedia.org/wiki/John_D._Rockefeller
https://es.wikipedia.org/wiki/John_D._Rockefeller
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—Escucha, si estás a punto de ponerte en plan Vengadores12, tenemos que 
hablar en profundidad sobre la selección y preparación de objetivos. Primera 
lección: no puedes matar al hijo de un maldito juez federal. Al menos no por 
capricho. 
—Mamá... Dijiste que íbamos contra reloj. 
—Sí, sí —murmuró ella—. Joder, Dimitri. Tienes suerte de que te quiera. 
—Es mi culpa —soltó Arlo—. He sido yo. Yo lo hice. 
La cabeza de Dimitri se levantó y le dirigió unos ojos muy abiertos que gritaban 
"cállate" antes de prácticamente gritar al teléfono:—No. Está mintiendo. No 
quiere que me meta en problemas. 
—¡Eso no es cierto! —gritó Arlo, mirando a Dimitri con lágrimas en los 
ojos. 
No quería que Dimitri sufriera

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