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Olivier Artus 156 El Pentateuco, historia y teología Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), España Tfno: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 www.verbodivino.es evd@verbodivino.es Cuadernos bíblicos 156 Título original: Le Pentateuque, histoire et théologie Traducción: Pedro Barrado y Mª del Pilar Salas Fotocomposición Megagrafic, Pamplona. © Les Éditions du Cerf, 2012 © Editorial Verbo Divino, 2012 © De la presente edición: Verbo Divino, 2012 ISBN pdf: 978-84-9945-470-2 ISBN versión impresa: 978-84-9945-313-2 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). www.conlicencia.com; www.verbodivino.es evd@verbodivino.es OLIVIER ARTUS El Pentateuco, historia y teología CB 156 2 oisés escribió el libro del Génesis»: este tipo de afirmación aún se encuentra en algunas obras a las que les cuesta asimilar la investigación histórica antigua y reciente. Es verdad que, hasta la Edad Media, la autoridad (en latín auctoritas) de un texto estaba ligado al prestigio de su autor (en latín auctor). En el siglo XVII, en particular desde los trabajos del holandés Baruc Spinoza y el francés Richard Simon, la autenticidad mosaica del Pentateuco fue criticada severamente. Y fue la cuestión de la redacción del Pentateuco la que hizo que el modo científico, con sus procedimientos analíti- cos, hiciera su entrada en la lectura de la Biblia. A finales del siglo XIX ella creyó llegar a un pun- to de equilibrio al elaborar la «teología documentaria» (expuesta aquí en las pp. 21-29). Investigar sobre los orígenes de un texto tan fundamental para las religiones judía y cristiana condujo, ciertamente, a reconsiderar la cuestión de la auctoritas no solo del Pentateuco, sino de toda escritura bíblica. Ahora bien, desde hace aproximadamente cuarenta años, la «teoría documentaria» ya no es se- guida unánimemente por los investigadores. En 2001 [1998 en su original francés], en el CB n. 106, el profesor Olivier Artus exponía el acercamiento que recogía entonces un cierto consenso. En 2012** –y con cincuenta números de diferencia– vuelve sobre el tema y se explica en las pá- ginas que siguen. Su presentación es histórica y se apreciará la claridad del primer capítulo, que aborda el momen- to de la clausura del Pentateuco o, más exactamente, de la «Torá», término que plantea de entrada la autoridad del conjunto. El siglo V antes de nuestra era, bajo la dominación persa, fue su momento decisivo. Además –sin desechar lo que aún es hipótesis–, el lector será sensible a lo que se ha llamado «hermenéutica intrabíblica», es decir, el proceso mediante el cual una inter- pretación inédita de un relato o de una ley, nacida de un nuevo contexto sociohistórico, se impri- me en el texto bíblico que ella comenta y enriquece. La predominancia concedida a las leyes sobre los relatos amenaza con sorprender. Pero, al acu- ñar las claves históricas renovadas, O. Artus ofrece igualmente claves teológicas. El marco res- tringido del trabajo ha obligado a ser sugestivo. Sin embargo, el primer beneficio de un Cuader- no como este, así lo creemos, es subrayar ante todo la «encarnación» de la Palabra de Dios, que se ofrece en palabras humanas. Y la lectio divina, de la que se trata en el apartado de Actualidad, puede entonces empeñar des- pués, en los mismos textos, su actividad de escucha amorosa... Gérard BILLON • Olivier Artus. Presbítero de la diócesis de Sens-Auxerre, es profesor de Antiguo Testamento en el Ins- tituto Católico de París. También es director de la Escuela de Lenguas y Civilizaciones del Oriente Antiguo (París) y miembro de la Pontificia Comisión Bíblica (Roma). Anteriormente participó en la redacción del CB n. 131 (2006): Arqueología, Biblia, Historia. Ha publicado recientemente Les Lois du Pentateuque. Points de repère pour une lecture exégétique et théologique (Cerf, 2005); ha dirigido un volumen sobre Eschatologie et Morale (Desclée de Brouwer, 2009) y, con Joëlle Ferry, otro sobre L’Identité dans l’Écritu- re. Hommage au Professeur Jacques Briend (Cerf, 2009). «M 3 Desde el siglo XVII, la investigación crítica se fijó mucho en el Pentateuco –la Torá de los judíos, la «Ley de Moisés» de los cristianos–, conjunto de cinco libros de autoridad prácticamente indiscutida. Muchas teorías han nacido para explicar el proceso que condujo al texto que leemos actualmente. Pero el sentido del Pentateuco no se agota en la historia de su composición. Después de haber presentado esta en sus desarrollos más recientes, ofreceremos claves de interpretación de este texto fundacional cuya influencia ha sido decisiva para la escritura del Nuevo Testamento. Por Olivier Artus 4 Introducción Por qué emprender la redacción de un Cuader- no sobre el Pentateuco algo más de diez años después de la publicación del anterior (CB n. 106, 2001)? La razón principal es que la investigación literaria y sociológica ha evolucionado mucho duran- te este período tan breve. Las mutaciones del acercamiento histórico El acercamiento al texto bíblico ya no se resume en una puesta en práctica del método histórico-crítico, centrado en la historia de la composición. Este mé- todo «diacrónico» (que atraviesa el tiempo) hoy es completado con métodos «sincrónicos» (que se de- tienen en el texto tal como se presenta hoy). Los análisis literarios en particular renuevan el trabajo de interpretación. Ciertamente, la cuestión histórica sigue siendo ine- ludible para el estudio de las tradiciones de la Torá, pero las hipótesis de composición han evolucionado mucho desde comienzos de los años 2000, así como el acercamiento sociohistórico a las realidades ju- daíta y samariana en la época persa. Finalmente, el acercamiento canónico del texto bíblico ha conduci- do a distinguir mejor entre la redacción de las tradi- ciones bíblicas y la adquisición por estas tradiciones de una autoridad canónica. Así pues, estos diversos elementos deben ser tomados en consideración en una presentación renovada de las tradiciones del «Pentateuco», es decir, de la Torá, que, constituyén- dose en la época persa, adquiere una autoridad en el conjunto de las comunidades judías. Un conjunto complejo Presentar el Pentateuco (este título griego es pura- mente descriptivo: penta, «cinco», teukhos, «estu- che»: cinco estuches para los rollos de los cinco pri- meros libros de la Biblia) es una empresa difícil, debido a la extrema complejidad de este conjunto li- terario. • Complejidad de la composición de conjunto. Este aspecto fue frecuentemente descuidado en el pasado: el «momento» decisivo de la historia del tex- to es aquel en que se convierte en la referencia co- 5 mún de las comunidades judías. Por tanto, comen- zaremos nuestro trabajo con un capítulo dedicado al momento de la «canonización» de los cinco libros del Pentateuco en cuanto Torá (cap. I, p. 6). Después ofreceremos un primer acercamiento a ese conjun- to literario unificado (cap. II, p. 15). • Complejidad de formas literarias. En el texto están asociados relatos, leyes, himnos y exhortacio- nes. Ahora bien, la cuestión de los motivos y las mo- dalidades de la articulación de los relatos y las leyes en el seno del Pentateuco es decisiva para su inter- pretación (p. 18). • Complejidad de la historia del texto. ¿En qué contexto se pusieron por escrito las tradiciones bíbli- cas y cuáles son sus referencias históricas? Desde hace más de un siglo, estas preguntas aguijonean el interés de los especialistas, que han elaborado teo- rías sucesivas para dar cuenta a la vez de la historia de un texto convertido –en el siglo IV antes de nues- tra era– en la Torá de los judíos y de las circunstan- cias históricas de su composición. Este Cuaderno tra- tará de ayudaral lector a entrar en la historia de esta investigación (cap. III, p. 21), hasta sus desarrollos más recientes (cap. IV, p. 30). • Complejidad teológica. El texto bíblico reúne di- ferentes tradiciones teológicas, manifestando una comprensión diversificada de la identidad teológica de Israel en la época persa. Trataremos de dar cuen- ta de esta diversidad interna a partir de algunas «puertas de entrada» temáticas: primero las institu- ciones, después la alianza, la santidad y la creación (cap. V, p. 52). • Complejidad de la interpretación de la Torá. Al final (p. 61) intentaremos mostrar cómo el Nue- vo Testamento se nutre de tradiciones y temas teo- lógicos de la Torá para pensar el misterio de Jesucris- to. Más precisamente, consideraremos la manera en que los relatos de la institución de la eucaristía rein- terpretan, desde una perspectiva de cumplimiento, las categorías teológicas de «sacrificio» y «alianza». 6 El final del Deuteronomio recurre al vocablo «torá» para designar de una forma global el conjunto de las palabras pronunciadas por Moisés. «En- tonces, cuando Moisés hubo acabado de escribir las palabras de esta Torá...» (Dt 31,24), y más adelante: «Les dijo: “Prestad atención a todas las palabras que yo tomo como testigo hoy contra vosotros. Prescribi- réis a vuestros hijos que guarden y pongan en prác- tica todas las palabras de esta Torá”» (Dt 32,46). Estas palabras de Moisés concluyen no solo el Deute- ronomio, sino el conjunto del Pentateuco, al cual el lector es invitado así a considerar como una Torá. ¿Cómo interpretar este término? I – La Torá, texto canónico 1. La Torá, definición En la Biblia hebrea, Torá puede designar una ley, una prescripción aislada y concreta, así por ejemplo en Lv 6,2.7.8; 7,1; Nm 6,13. Por otra parte, Torá remite a una colección más extensa de prescripciones legislati- vas (cf. Lv 11,46; 26,46). Por último, Torá puede tener un sentido más complejo, más teológico. El relato de 2 Re 22-23 narra el descubrimiento de un «libro de la Torá» en el Templo durante el reinado de Josías (2 Re 22,8.11), libro designado igualmente como «libro de la alianza» (2 Re 23,2.21), y que corresponde probable- mente al núcleo antiguo del libro del Deuteronomio (cf. p. 22). La Torá, según este relato, representa, pues, el documento en que se expresa la alianza, la relación privilegiada que une a Dios con su pueblo. Es igualmente en esta última acepción como la Torá se emplea en la introducción del Deuteronomio: «... Moi- sés su puso a exponerles [a Israel] esta Torá» (Dt 1,5). Torá designa aquí el conjunto del libro, que asocia relatos y leyes. Los relatos expresan las hazañas de YHWH 1 en favor de Israel, y las leyes a lo que se com- promete Israel en el marco de la alianza con su Dios. Así pues, en cuanto Torá, el Pentateuco pone en re- lación la historia de Israel, presentada como una his- 1. Así transcribiremos en este Cuaderno el nombre divino (tetragrama sa- grado), habitualmente traducido por «el Señor». El adjetivo «yahvista» es un derivado suyo. 7 toria de salvación y de liberación, cuya iniciativa co- rresponde a YHWH, y por otra parte las leyes, las pres- cripciones que Israel se compromete a respetar como respuesta al don de Dios. El término «torá» aparece así en su complejidad teológica: en el marco teológi- co de la alianza asocia, por una parte, el relato del don de Dios, que toma las categorías teológicas de la crea- ción y de la salvación, y por otra las modalidades de la respuesta de Israel, llamado a poner en práctica las leyes que se le dan. 2. La Torá, autoridad ¿Cómo fue definida la Torá como texto con autoridad? ¿En qué momento de la historia de Israel? ¿Desde qué perspectiva teológica? Se enfrentan varias teorías 2. La teoría de la autorización imperial persa Esta teoría, propuesta por P. Frei en 1984, pone el acento en la política de libertad religiosa puesta en práctica por el poder persa, y que hizo posible el regre- so del exilio. ¿Una fusión de dos líneas teológicas? En el 587 antes de nuestra era, el reino de Judá fue destruido. Una parte de su población permaneció en el lugar, bajo la administración de Guedalías, en Mispá (2 Re 25,22- 23), hasta el 582, y después bajo dominio babilónico. Algunos grupos de exiliados permanecieron en Egip- to, a donde huyeron, o bien en Babilonia, a donde fue- ron llevados a la fuerza. Es en la golá (= la comunidad en el exilio) de Babilonia donde se desarrolla la refle- xión religiosa más audaz, que conduce a una redefini- ción de la identidad de Israel y a una nueva forma de expresión religiosa y teológica: el judaísmo. A partir del 538, el regreso del exilio fue muy progre- sivo hacia lo que se había convertido en la provincia de Judea, dentro de la satrapía persa de Transeufratina. Dos líneas teológicas principales pueden definirse en las tradiciones compuestas en esta época: • una línea deuteronomista, que pone de relieve la identidad histórica y «territorial» de Israel, y su voca- ción ética, que liga, por tanto, la posesión del territo- rio con la identidad de Israel; • una línea sacerdotal, que establece una relación ex- clusiva entre la santificación de la comunidad y la ce- lebración del culto. La teoría de la autorización imperial persa trata de dar cuenta de la constitución de una única Torá a partir de tradiciones teológicas exílicas divergentes –esencial- mente deuteronomista y sacerdotal–, poniendo de re- lieve un factor «exterior»: la intervención de las autori- dades del imperio persa. En efecto, Esd 7,12-26 describe 2. P. FREI, «Zentralgewalt und Lokalautonomie im Achämenidenreich», en P. FREI / K. KOCH (eds.), Reichsidee und Reichsorganisation im Persenreich. OBO 55. Gotinga-Friburgo, 1996 2 [1984], pp. 5-131; K. SCHMID, «The Persian imperial authorization as a historical problem and as a biblical construct: a plea for distinctions in the current debate», en G. N. KNOPPERS / B. M. LE- VINSON (eds.), The Pentateuch as Torah. New models for Understanding Its Promulgation and Acceptance. Winona Lake, IN, 2007, pp. 23-38; J. P. WEIN- BERG, The Citizen-Temple Community. JSOTSS 151. Sheffield, 1992; «Die Mentalität der jerusalemischer Bürger-Tempel-Gemeinde des 6-4 Jh. v.u. Z.», en Transeuphratène 5 (1992), pp. 133-141. 8 Dificultades de la teoría. En realidad, esta teoría de la autorización imperial hoy no concita unanimi- dad. Señalemos dos puntos particulares que la hacen frágil: • Los manuscritos de Elefantina (lugar del Alto Egip- to en donde se encontraba un grupo judío de la diás- pora) no se refieren a la Torá como fuente del dere- cho para zanjar un grave conflicto en el 419-418 antes Soberanos persas Gobernadores de Judea Sacerdotes Acontecimientos Ciro (556-529) Zorobabel Josué 538: edicto de Ciro Cambises (529-522) 520: regreso de los exiliados 515: segundo Templo Darío I (522-486) Bagoas Yoyaquín Jerjes (486-465) Artajerjes I (465-423) Nehemías 440-400: correspondencia con los judíos Jerjes II (423) (445-433 + 430-425?) del Alto Egipto (papiros de Elefantina) Darío II (423-404) Artajerjes II (404-358) Esdras (398-390?) Yohanán Continuación del regreso de los exiliados Artajerjes III (358-338) la autorización dada por Artajerjes a Esdras para esta- blecer en Judea un derecho particular en favor de los judíos. Este derecho particular es designado en Esd 7,14.26 con la expresión aramea dat ’elahak («ley de tu Dios»). El análisis literario de los libros de Esdras y de Nehemías puede conducir a establecer una equivalen- cia entre la ley (dat) que Esdras tiene como misión es- tablecer en Judea y aquella (Torá) que proclama solem- nemente frente al pueblo, según el relato de Neh 8. El imperio persa estaba organizado en «satrapías» (territorio gobernado por un sátrapa, lit., en persa antiguo, «protector del poder»). Tras la conquista persa (538 antes de nuestra era), el conjun- to de Babilonia forma primeramente una sola satrapía, que Darío I divide, creando así la satrapía de Transeufratina («más allá del Éufrates»), con su capital en Damasco. Estasatrapía es asimismo dividida en provincias. Las tierras de los antiguos reinos de Israel y de Judá dependen primeramente de la provincia de Samaría. En un momento di- fícil de identificar aparece la provincia de Judea (Yehud), con gobernadores locales (cf. el mapa de la p. 12). Algunas mone- das de Yehud atestiguan que fue a partir del siglo IV antes de nuestra era. Las fuentes son poco numerosas, y los datos sobre el asunto, pobres: se han encontrado algunos sellos que llevan la inscrip- ción Yhd (Yehud), a veces con el nombre de un gobernador (pehâh). Sin embargo, la autenticidad de varios de estos sellos es discutida. La provincia (medinah) de Judea estaba dividida en nueve distritos (pelek). Esd 10,7-8 insiste en el papel de los ancianos, que forman una asamblea. Sea lo que fuere de esta organización administrativa, es preci- so articularla con la función específica del Templo. Parece que las pretensiones políticas de grupos sacerdotales no dejarán de aumentar; se impondrán en el siglo IV antes de nuestra era. Judea en la época persa 9 de nuestra era, en el marco administrativo del impe- rio persa: este dato significa que, a finales del siglo V, la Torá aún no había adquirido, en la comunidad ju- día, la autoridad unánime que la teoría de la autori- zación imperial le concede. El recurso a la noción de autorización imperial parece considerar un alcance, a escala del imperio, de medi- das locales que probablemente dependen más de la autoridad de un sátrapa. K. Schmid propuso en 2007 una relectura matizada de la hipótesis de Frei: la teoría de la autorización imperial no implicaría que las leyes judaítas recibieran el estatu- to de leyes imperiales, sino simplemente que las auto- ridades persas aceptaran las normas locales judaítas. Para este autor, esta aceptación, sin embargo, no de- bería ser considerada como el factor determinante de la edición de la Torá. En efecto, conviene separar la cues- tión de la actitud de las autoridades persas con respec- to a las leyes religiosas que rigen el Templo de Jerusa- lén de la de la edición de la Torá y la adquisición, con este texto, de una dimensión normativa indiscutida. La comunidad de los ciudadanos del Templo Otro modelo sociohistórico que trata de dar cuenta de la constitución, en Judea, de una Torá normativa en el período persa fue propuesto por J. P. Weinberg en 1992: se trata de la teoría de la Bürger-Tempel-Ge- meinde («comunidad de ciudadanos del templo»), se- gún la cual las autoridades persas conceden a los san- tuarios reconocidos una función religiosa, económica y social. En Judea, las autoridades sacerdotales se encontra- rían así como depositarias de un privilegio religioso y económico, que las situaría como «por encima» con respecto al resto de la comunidad judía. En realidad, solo el grupo sacerdotal, reunido en torno al segundo Templo, es susceptible de representar, durante el pe- ríodo postexílico, una referencia religiosa y social ca- paz de tomar parte en una administración local de Ju- dea. La hipótesis de Weinberg permitiría comprender igualmente las implicaciones socioeconómicas de la definición de «fronteras» de la comunidad mediante los textos legislativos de la Torá: ser excluido de la co- munidad, o no ser admitido en ella, conduciría a ser excluido de los circuitos económicos y sociales cuyo centro sería el Templo de Jerusalén. Sin embargo, el modelo descrito por Weinberg sigue siendo fuerte- mente conjetural. En la investigación de la unidad de las comunidades judías Las teorías de la «autorización imperial persa» y de la «comunidad de ciudadanos del Templo» privilegian uno u otro de los factores externos para dar cuenta de la composición de la Torá como texto que goza de una autoridad indiscutida. Otra posibilidad consistiría en tomar en consideración los factores internos de la comunidad. Entre estos factores está en particular la frágil situa- ción del judaísmo judaíta en torno al segundo Tem- plo, fragilidad numérica en Judea y política en el seno del imperio persa. Podría conducir a los diferentes gru- pos judíos a pensar su unidad como una condición ne- cesaria para su supervivencia. Junto al desarrollo eco- 10 nómico y político del Templo de Jerusalén, la Torá se- ría así un documento unificador. Este expediente de «compromiso interno» entre las diferentes líneas teo- lógicas del judaísmo en el siglo V antes de nuestra era pudo suponer un mayor reconocimiento por parte de las autoridades locales persas, permitiendo avances teológicos y espirituales en el momento en que tuvo lugar. 3. Contexto sociohistórico El contexto sociohistórico de la formación de la Torá en la época persa puede resumirse en dos elementos: por una parte, un judaísmo «multicéntrico», y por otra, la precariedad de la situación social en la Judea persa. Un judaísmo «multicéntrico» La cuestión de la unidad del judaísmo postexílico su- pera el horizonte de Judea y del segundo Templo. Hay que integrar en ella la realidad israelita del Templo del monte Garizín, a partir de mediados del siglo V antes de nuestra era, y la existencia de un judaísmo de la diáspora, que atestiguan en particular los documen- tos de la comunidad de Elefantina, en Egipto. Por tan- to, la composición de la Torá debe ser reflexionada en función de un contexto de elaboración en que la re- flexión teológica tuvo un carácter más «multicéntri- co» de lo que consideran las teorías anteriormente ex- puestas. El asunto de Elefantina. Cuando en Elefantina, en el Alto Egipto, en el decimocuarto año del reinado de Darío (410 antes de nuestra era), algunas rivalidades con los partidarios del vecino templo de Knum provo- can la destrucción del templo dedicado a Yahô (YHWH), este acontecimiento conduce a los dirigentes de la co- lonia judía a negociar con la satrapía persa de Egipto para obtener el estatuto de «guarnición judía», situa- da en las fronteras del imperio, y a abogar por su cau- sa ante los responsables judíos de Judea y de Samaría (cf. Suppl. CE n. 69, 1989, pp. 102-104). Se establece una correspondencia que desembocará en la posibilidad de una vuelta al culto en Elefantina (con algunas restricciones relativas a los sacrificios: únicamente se autorizan las ofrendas vegetales y de incienso; papiros de Elefantina A4.9 y A.410,10-11). Los documentos están dirigidos a la vez a Bagohi, go- bernador de Judea, a Yehohanán, sumo sacerdote de Jerusalén, pero también a Delayah y Shelemyah, hijos de Sanballat, gobernador de Samaría (papiros A4.7,29 y 4.8,28). Esto manifiesta que los miembros de la co- lonia de Elefantina reconocen la autoridad de sus her- manos judíos de Judea y, al mismo tiempo, la de los responsables de Samaría en cuanto a la gestión con- creta de su comunidad. En esta época no existe nin- gún primado absoluto de Jerusalén. Las razones subyacentes a la limitación del culto sa- crificial pueden ser discutidas: razones políticas (volun- tad de no provocar a los sacerdotes del templo de 11 Knum), razones culturales (reticencia de los egipcios con respecto a los sacrificios animales) o razones teo- lógicas. Insistimos en estas últimas: el comienzo de un movimiento de centralización hacia Jerusalén encon- traría su expresión en la Torá, centralización cuyos lí- mites a finales del siglo V manifiestan la existencia del templo de Elefantina. El judaísmo samariano. Los documentos de Ele- fantina atestiguan, pues, un judaísmo «multicéntri- co» y, al mismo tiempo, parecen hacerse eco de rela- ciones entre un judaísmo judaíta y un grupo reunido en torno al santuario del monte Garizín, en Samaría. Los intereses de este grupo «samariano» (término que hay que distinguir de «samaritano», que apunta a una realidad más tardía, cuando la ruptura sea to- tal con Jerusalén) aparecen en las etapas compositi- vas tardías de la Torá. Así, según Ch. Nihan, la redac- ción del Hexateuco (cf. p. 35) en el siglo V en Jerusalén trataría de superar el antagonismo norte-sur presen- te, por ejemplo, en el relato de 1 Re 12, al enmarcar el conjunto del relato«hexateucal» con la mención de Siquén, de su encina y de su santuario, a la vez en Gn 12,6-7 y Jos 24,1.25-26. Estas constataciones literarias llevan a preguntarse por la identidad de los redactores y los destinatarios de la Torá: este texto normativo, ¿estaba destinado a ser aceptado por las dos comunidades, judaíta y sa- mariana? ¿Se puede argumentar desde el hecho de que el texto masorético nunca define el lugar que YHWH «escogerá» para hacer que more allí su Nombre (cf. Dt 12,5.11.14.18.21; 14,24.25; 15,20; 16,2.6.7.11), a fin de ver en la Torá un texto destinado a servir de «ley fundamental» para las «provincias unidas» de Judá y de Samaría? El enunciado de una conclusión como esta exige mu- cha prudencia, pero cualquier hipótesis compositiva debe tener en cuenta los datos arqueológicos recien- tes relativos al santuario del monte Garizín en la épo- ca persa. Instalado en una región relativamente poblada, don- de la ocupación humana nunca se interrumpió desde el siglo VII al IV antes de nuestra era, a pesar de la de- rrota política del reino de Israel, el santuario parece resultar de una construcción cuya primera fase se re- monta, según excavaciones recientes, a mediados del siglo V. El destino «yahvista» de este Templo no deja lugar a dudas, habida cuenta de las inscripciones que se han encontrado allí. A partir de ahí, los relatos de Esdras y de Nehemías, cuya punta polémica antisamariana es evidente (Esd 4,6-24; Neh 2,10 y 3,33s), podrían ser considerados conforme a una perspectiva nueva: más que la expre- sión de un intento de unificación del judaísmo, que se beneficia en Jerusalén del apoyo de las autoridades persas, estos textos podrían reflejar una comprensión estrictamente judaíta de la identidad israelita, bus- cando excluir de ella los elementos samarianos, que sin embargo corresponden a una comunidad que ape- la a la misma Torá y profesa una misma identidad yah- vista. Jerusalén en la época persa A la relativa prosperidad de la zona samariana se opo- ne, en el siglo V antes de nuestra era, y sin duda inclu- so en el siglo IV, una relativa «desertificación» de Ju- 12 dea, como atestiguan varios estudios arqueológicos recientes 3. Una ciudad de dimensiones modestas. ¿Cuál era la amplitud de la ciudad en la que, según los libros de Esdras y de Nehemías, se había reedificado un Templo (Esd 5,1-6,18) y se habían construido murallas (Neh 3,33-4,17; 6)? Los datos arqueológicos orientan hacia una respuesta que subraya la modestia de las dimen- siones de la Jerusalén persa: D. Ussishkin considera ve- rosímil que las reparaciones del muro de Ezequías al que alude el libro de Nehemías tuvieran una realidad histórica, permaneciendo el espacio así limitado sin embargo incompletamente construido en la época persa. La población se habría concentrado en la ciu- dad de David y en la zona del monte del Templo. La evaluación propuesta por O. Lipschits es más mo- desta aún: ningún descubrimiento arqueológico per- mite atestiguar que Jerusalén fuera un centro urba- no importante en la época persa. No se ha encontrado ninguna tumba rica de esta época, y la superficie de la ciudad la estima este autor en seis hectáreas, lo que corresponde a una población potencial de 1.500 per- sonas. No obstante, la confrontación de los datos ar- queológicos y los textos bíblicos lleva al autor a consi- derar un cambio de estatuto de Jerusalén a mediados del siglo V: en esta época, las murallas habrían sido re- construidas, y la ciudad se habría convertido en la ca- pital de la provincia de Yehud (cf. Neh 7,2), en lugar de Mispá. Las razones sugeridas para este cambio de estatuto son variables. Contra los autores que atribuyen la re- construcción de las murallas a la amenaza militar 3. O. LIPSCHITS, «Achaemenid Imperial Policy and the Status of Jerusalem», en O. LIPSCHITS / M. OEMING (eds.), Juda and the Judeans in the Persian Period. Winona Lake, IN, 2006, pp. 19-52; D. USSISHKIN, «The Borders and de facto Size of Jerusalem in the Persian Period», o. c., pp. 147-166; O. LIPSCHITS / O. TAL, «The Settlement Archeology of the Province of Judah: A case Study», en O. LIPSCHITS / G. N. KNOPPERS / R. ALBERTZ (eds.), Juda, Land the Judeans in the 4th Century B.C.E. Winona Lake, IN, 2007, pp. 32-52, esp. 38-41. Samaría Mt. Ebal Siquén Mt. Garizín Betel Guézer Gabaón Mispá Jericó Belén Lakis Bet-Sur Téqoa Hebrón Engadí 0 10 20 km Quiriat-Yearim m ar d e la S al Jerusalén SAMARÍA ASDOD IDUMEA JUDEA A M Ó N Judea, provincia persa 13 representada por la rebelión egipcia (461-454 antes de nuestra era) 4, o incluso por la liga griega de Delos, a partir del 476, Lipschits discute el valor estratégico de Jerusalén y relaciona el cambio de estatuto de la ciu- dad a mediados del siglo v con el juego simultáneo de múltiples factores sociales, económicos, religiosos, políticos o demográficos. En el centro de este proce- so subraya el papel del Templo reconstruido, conver- tido en un centro cultual, literario, pero también eco- nómico y fiscal. Sin embargo, con relación a la zona costera, que se desarrolla por razones militares y co- merciales, las colinas de Judea siguen siendo una zona muy rural. ¿Un hogar cultual y cultural? Lipschits no consi- dera una modificación capital en la urbanización de la provincia de Yehud entre el siglo IV y comienzos del si- glo II antes de nuestra era: se cuentan 105 lugares que datan de la época persa y 237 de la época helenística. 40 de los lugares de la época persa están desocupa- dos en la época helenística, pero 179 de los lugares he- lenísticos están desocupados en la época persa. Esto atestigua un importante desarrollo de la implantación humana, esencialmente a partir del siglo II. La cuestión que plantean estos datos arqueológicos tiene que ver con las condiciones de posibilidad de una actividad de producción literaria en un marco huma- no tan pobre. ¿Podemos imaginar, en el contexto que se acaba de describir, que Jerusalén fuera un centro cultural de indiscutida irradiación? Observemos también que, en este territorio aparen- temente muy poco desarrollado, se descubren mo- nedas del siglo IV específicas de la provincia de Yehud, en las que una lleva la mención paleohebrea de «Yo- hanán el sacerdote». Ahí tenemos la señal de una cierta autonomía administrativa, que es el corolario del desarrollo (y del reconocimiento) del Templo de Jerusalén. No obstante, este dato sigue siendo difícil de interpre- tar en el contexto del siglo IV, en que los únicos cam- bios arqueológicos notables están ligados a la apari- ción de nuevos establecimientos administrativos y militares, en el sur judaíta, en un territorio que se ha convertido en zona fronteriza, tras la independencia transitoria de Egipto a comienzos del siglo IV. El otro dato destacable tiene que ver con una ausen- cia de señales masivas de helenización en la provincia de Yehud. Lo mismo que los territorios costeros es- tán sometidos desde el siglo V a la influencia helenís- tica, así también persiste, entre el período persa y el período helenístico precoz (comienzos del siglo III), una cierta estabilidad en la ocupación de los territorios y en las modalidades de la implantación humana. 4. Egipto llegará a reconquistar su independencia con respecto al imperio persa, durante unos cuarenta años, a comienzos del siglo IV antes de nues- tra era, hasta el 343. La dominación persa se reanudará entre el 343 y el 332 (cf. P. BRIANT, Histoire de l’Empire Perse. París, 1996, pp. 671s). 14 La palabra «canon» (del griego kanôn) designa habi- tualmente una lista de obras que tienen autoridad y, más precisamente, un conjunto unificado recibido como norma de fe por una comunidad de creyentes. Las observaciones efectuadas más arriba a propósito del asunto de Elefantina y del judaísmo samariano ilu- minan la diferencia que puede existir entre una com- posición literaria y un conjunto o texto canónico cuya autoridad es reconocida. Los estudios que tratan la historia de la composición del Pentateuco muestranque la época persa, en el siglo V antes de nuestra era, es determinante para el surgimiento de un texto uni- ficado que relaciona las perspectivas sacerdotal y deu- teronomista (cf. cap. IV, p. 30). Por otra parte, el texto del Pentateuco integra pro- gresivamente conjuntos literarios que reflejan los in- tereses teológicos y la realidad de la diáspora, como la historia de José, que, a pesar de los obstáculos, prospera en un país extranjero (Gn 37-50). Sin embargo, los manuscritos de Elefantina muestran que los textos reunidos en un único Pentateuco aún no son autoridad en la época. Esta constatación se impone en particular para la lec- tura de las leyes de Dt 12,2s relativas a la unicidad del santuario: la propia existencia de un santuario fuera del Templo de Jerusalén a finales del siglo V, en Elefan- tina, como la de un santuario yahvista en el monte Garizín, manifiesta la diferencia que existe entre la re- gla enunciada y la práctica efectiva del judaísmo. El re- lato de Jos 22,9s, relativo a la instalación en Guelilot del Jordán de un altar destinado a la oración de las tri- bus transjordanas (Gad, Rubén y media tribu de Ma- nasés), ofrece un indicio suplementario relativo a la multiplicidad de los lugares de culto dedicados a YHWH en el siglo V antes de nuestra era. La mitad del siglo IV antes de nuestra era constituye, pues, una estimación razonable para la fecha de clau- sura del canon de la Torá. En esta fecha, el texto uni- ficado del Pentateuco había adquirido una autoridad normativa. El período que va desde la mitad del siglo V a la mitad del IV aparece, pues, como determinante con un doble movimiento: • movimiento de centralización del culto en Jerusalén: los libros de Esdras y de Nehemías reflejan la preten- sión de superioridad del santuario judaíta; • movimiento conducente a la adquisición de una autoridad normativa por la Torá, convirtiéndose en el «canon», la regla de vida del judaísmo a finales de la época persa. 4. La canonización 15 En el marco de un acercamiento global al Penta- teuco es útil ofrecer algunas indicaciones relati- vas a la organización actual, «sincrónica», del texto. La siguiente presentación no es propiamente hablando una «estructura». De carácter ante todo práctico, llama la atención sobre algunos elementos de composición literaria que una exégesis más afina- da deberá interpretar después. II – Visión sincrónica del Pentateuco 1. Los cinco libros Los elementos que se exponen a continuación parten de un acercamiento «estructural», atento a los pro- cedimientos estilísticos que «estructuran» un texto. Ponen de relieve a la vez las cesuras principales del tex- to y los elementos literarios que aseguran su unidad (palabras-gancho, temas recurrentes, estribillos, etc.). Libro del Génesis • Gn 1,1 a 11,26 (u 11,32): ciclo de los orígenes. • Gn 12,1 (u 11,27, comienzo de la genealogía que lle- va a Abrán) a 25,18: ciclo de Abrahán e Isaac. • Gn 25,19 a 37,1: ciclo de Jacob. • Gn 37,2 a 50,26: historia de José. Hay que observar: existe un encabalgamiento en- tre el ciclo de Abrahán-Isaac y el de Jacob: el relato del nacimiento de Jacob y Esaú (Gn 25,19-34) precede al relato del encuentro entre Isaac y Abimélec (Gn 26), que encuentra un paralelo en Gn 12,10s y en Gn 20. Por otra parte, la geografía del ciclo de Abrahán-Isaac y la del ciclo de Jacob presentan paralelismos que in- vitan a leer estos dos conjuntos literarios como una gran unidad Gn 12-36: de la misma manera que el ci- clo de Abrahán comienza con un itinerario que reco- rre la montaña de Samaría y de Judá del norte al sur (Gn 12,6-9), así el ciclo de Jacob acaba con una toma de posesión simbólica del territorio: pasando al prin- cipio por Siquén (cf. Gn 34), Jacob se dirige a Betel para erigir allí un altar, conforme al voto de Gn 28,20-22 (cf. Gn 35,1-8), después su itinerario prosigue hacia el sur por Belén (cf. Gn 35,16-19) y acaba en Hebrón (cf. Gn 35,27s). Jacob recorre por tanto el conjunto de la montaña de Israel y de Judá, del norte al sur, y este 16 itinerario, que describe el anticlinal de Samaría-Judea, forma, con el itinerario idéntico que abre Gn 12, un marco literario del conjunto Gn 12-36. La composición del Génesis como libro unificado, más allá de la diversidad de sus secciones, descansa en la repetición de diez fórmulas de tôledôt, ’elleh tôledôt («he aquí la historia / las generaciones de...): Gn 2,4a (relación entre los dos relatos de los orígenes); 4,1 (Adán); 6,9 (Noé); 10,1 (hijos de Noé); 11,10 (Sem); 11,27 (Téraj); 25,12 (Ismael); 25,19 (Isaac); 36,1 (Esaú); 37,2 (Jacob). Libro del Éxodo • Ex 1,1 a 15,21: cautividad de los israelitas en Egipto y liberación bajo la guía de Moisés. • Ex 15,22 a 18,27: marcha por el desierto y manifes- taciones de salvación (agua, alimento, victoria). Hay que observar: las diferentes perícopas de esta sección están unidas por «noticias de itinerario», que indican las etapas de la marcha (Ex 15,26; 16,1; 17,1, etc.). • Ex 19,1 a 24,15a, alianza en la montaña del Sinaí: – Ex 20,2-17: Decálogo. – Ex 20,22-23,19: Código de la Alianza, conjunto le- gislativo. • Ex 24,15b a 40,38, del Sinaí a la Morada: – Ex 24,15b-18: la nube en la montaña. Moisés pe- netra en ella. – Ex 25,1-31,17: prescripciones relativas a la cons- trucción de la Morada. – Ex 31,18-34,35: ruptura y renovación de la alian- za (la alianza renovada en Ex 34 es idéntica a la de Ex 24). – Ex 35,1-40,33: construcción de la Morada. – Ex 40,34-38: la nube sobre la Morada. Moisés no puede penetrar en ella. Libro del Levítico • Lv 1,1 a 7,38: prescripciones relativas a los sacrifi- cios enunciados en la montaña del Sinaí (cf. Lv 26,46; 27,34). • Lv 8,1 a 9,24: consagración de los sacerdotes y pues- ta en servicio de la Morada. Hay que observar: Lv 9,23 difiere de Ex 40,34-38: Moisés y Aarón pueden entrar en la Tienda del en- cuentro y la Gloria es visible para todos. • Lv 10: Moisés y Aarón, intérpretes de la Ley. • Lv 11 a 15: prescripciones relativas a lo puro y lo im- puro. • Lv 16: El día del kipper (cf. p. 53): 10º día del 7º mes (purificación periódica del santuario, del sumo sacerdote y de la comunidad). • Lv 17 a 26: Ley de Santidad, conjunto legislativo. Hay que observar: Lv 27 es un apéndice (cf. el pa- ralelismo entre Lv 27,34 y 26,46). Libro de los Números • Nm 1,1 a 10,36: organización de la comunidad en el desierto del Sinaí, con vistas a la conquista. 17 Hay que observar: la organización se hace confor- me a los criterios de santidad cultual; la primera par- te del libro describe el ordenamiento de Israel desde la periferia al centro: comunidad, levitas, sacerdotes, santuario: – censo y disposición de la comunidad, con vistas a una marcha militar (Nm 1-2); – censo y prescripciones relativas a los levitas (Nm 3-4); – prescripciones que implican la intervención de los sacerdotes (Nm 5-6); – dedicación del santuario y consagración de los le- vitas (Nm 7-8); – prescripciones legislativas complementarias (Nm 9,1-10,10); – disposición de la comunidad con vistas a la mar- cha (Nm 10,10s: esta perícopa forma, con Nm 2, un marco de la primera sección de Nm). • Nm 11,1 a 12,16: marcha por el desierto y rebelión. Hay que observar: noticias de itinerario que ligan las diferentes perícopas en Nm 11,35 y 12,16. • Nm 13,1 a 20,13: perícopa de Qadés (mención del topónimo Qadés en 13,26 y 20,1.14), faltas volun- tarias y sanciones. • Nm 20,14 a 21,35: marcha por el desierto, de la re- vuelta de la primera generación que sale de Egipto a la victoria de la segunda generación. Muerte de Aarón, sucesión Aarón/Eleazar. • Nm 22,1 a 36,13: en el país de Moab. – Nm 22,2 a 24,25: los oráculos de Balaán (la ben- dición paradójica de un profeta extranjero); La perícopa del Sinaí El conjunto literario Ex 19,1 a Nm 10,10 se designa de forma clásica como la «perícopa del Sinaí». Reúne textos legislativos cuya autoridad es variable, en función de sus modalidades de enunciación. Así, el Decálogo (Ex 20,2- 17), que inaugura el conjunto deleyes, puede ser consi- derado como un texto de autoridad máxima, enunciado por Dios, que interpela a Israel en primera persona. Las leyes del Levítico se enuncian «sobre el monte Si- naí» (Lv 26,46), lo que les confiere una autoridad ma- yor que las leyes del libro de los Números, enunciadas «en el desierto del Sinaí» (Nm 1,1), fórmula que seña- la al lector que se trata de suplementos legislativos de autoridad secundaria. La especificidad de la perícopa del Sinaí queda subra- yada por una red de marcos, relatos del Éxodo y del li- bro de los Números que se corresponden dos a dos y vienen a «engastar» el conjunto legislativo: – Ex 14 ‹–› Nm 14,1-35 (victoria y salida de Egipto / deseo de retorno a Egipto); – Ex 15,22-27 y 17,1-7 ‹–› Nm 20,1-13 (el don del agua); – Ex 16,1-36 ‹–› Nm 11,4-34 (el maná, la carne); – Ex 17,8s ‹–› Nm 14,39s (derrota y victoria frente a Amalec); – Ex 18,13-27 ‹–› Nm 11,11-30 (la carga de Moisés). Aunque estos relatos se corresponden dos a dos, su «punta» es sin embargo diferente: mientras que los re- latos del Éxodo están centrados en el enunciado del don de Dios, los de los Números ponen de relieve la falta voluntaria del pueblo y las consecuencias (así como las sanciones) que se derivan de ello. La estructura de conjunto de la perícopa del Sinaí con- tribuye así a poner en práctica una pedagogía del don de Dios, que motiva y fundamenta la Ley, cuya trans- gresión pertenece al orden del pecado, suponiendo una retribución negativa. 18 – Nm 25: la idolatría en Baal-Peor (la amenaza de los pueblos extranjeros); – Nm 26,1 a 36,13: preparación del establecimien- to en Canaán. Censo de la segunda generación. Sucesión Moisés/Josué. Reglas para el reparto del territorio. Instalación en Transjordania (Rubén, Gad y la media tribu de Manasés). Hay que observar: las perícopas que tratan de las hijas de Selofejad (Nm 27,1-11 y 36,1-12, a saber, las disposiciones legislativas relativas al patrimonio trans- mitido por las mujeres) contribuyen a un marco lite- rario de la última sección del libro. Libro del Deuteronomio Primera introducción discursiva: «Estas son las pala- bras que Moisés dirigió a todo Israel» (Dt 1,1) • Dt 1-3: historiografía (del Horeb a Moab). • Dt 4,1-44: parénesis [= exhortación]. Segunda introducción discursiva: «Estas son las exi- gencias, las leyes y las costumbres que Moisés procla- mó para los israelitas» (Dt 4,45) • Dt 4,45 a 6,3: alianza en el Horeb (primera genera- ción salida de Egipto) y revelación de la Ley (Decálo- go de 5,6-21). • Dt 6,4-25: parénesis, bendiciones, maldiciones. • Dt 7,1 a 9,6: advertencias. • Dt 9,7 a 10,11: historiografía (faltas y perdón). • Dt 10,12 a 11,25: parénesis. • Dt 11,26 a 26,68: la alianza en Moab (segunda ge- neración): – Dt 11,26-32: bendiciones, maldiciones; – Dt 12,1-26,19: Código deuteronómico (conjunto legislativo); – Dt 27,1-28,68: liturgia en el monte Ebal, bendi- ciones, maldiciones. Tercera introducción discursiva: «Estas son las palabras de la alianza que el Señor ordenó a Moisés concluir con los israelitas» (Dt 28,69) • Dt 28,69 a 30,20: la alianza en Moab. • Dt 31,1-29: investidura de Josué. • Dt 31,30 a 32,47: cántico de Moisés. • Dt 32,48-52: anuncio de la muerte de Moisés. Última introducción discursiva: «Esta es la bendición que Moisés, el hombre de Dios, pronunció sobre los is- raelitas» (Dt 33,1) • Dt 33: bendición de Moisés. • Dt 34,1-12: muerte de Moisés. 19 La articulación de los relatos y las leyes Un análisis literario del «Tetrateuco» (los cuatro pri- meros libros, cf. p. 25) por una parte, y del libro del Deuteronomio por otra, pone fácilmente de relieve la sinergia que existe entre secciones narrativas y seccio- nes legislativas del texto bíblico. Así, la introducción al Decálogo (Ex 20,2: «Yo soy YHWH, tu Dios, que te hizo salir del país de Egipto, de la casa de los esclavos») remite a los relatos de cautividad y liberación de Ex 1-14, mientras que el mandamiento relativo al sábado (20,8s) presupone el relato sacerdo- tal de los orígenes en Gn 1,1-2,3. Asimismo, las leyes éticas del Deuteronomio (Dt 15,15s; 16,11s; 24,17s) se apoyan en tradiciones que evocan la liberación de Egip- to. De forma más general, conviene subrayar que el texto del Tetrateuco así como el del Deuteronomio no comienzan con el enunciado de leyes, sino con un lar- go relato, relato de creación y de salvación de Gn 1 a Ex 18, e historiográfico, que vuelve a mencionar las etapas de la marcha por el desierto y Transjordania en Dt 1-3. La exégesis de las leyes del Pentateuco requie- re, pues, que se tome en consideración su contexto narrativo: la «ética de la alianza», expuesta en las le- yes de los libros del Éxodo y del Deuteronomio, no se limita al enunciado de reglas precisas o prohibiciones, sino que se presenta como la respuesta al don de Dios: don de la creación, don de la salvación. Esta dinámica de enunciación, que prevalece en la ma- croestructura del texto, se encuentra igualmente en los relatos particulares. Así, numerosos relatos de los libros del Génesis y del Éxodo suponen una dimensión legislativa: el primer relato de los orígenes, en Gn 1,1- 2,3, acaba con prescripciones alimentarias (Gn 1,29- 30) y con una alusión al descanso sabático (Gn 2,1-3); el relato del don del agua en Ex 15,22-27 supone una exhortación a la fidelidad a los mandamientos divinos (Ex 15,26); el relato del don del maná (Ex 16) integra un enunciado de la ley relativa al descanso sabático (Ex 16,5.22s), etc. Relatos que tienen como objeto la des- cripción del don de Dios a su pueblo (creación, salva- ción) contienen, pues, igualmente la exposición de prescripciones legislativas que indican su «buen uso». Observemos finalmente que algunos enunciados le- gislativos del Pentateuco pueden adquirir la forma de «relatos ejemplares», así en Lv 24,10-16,23 (castigo de un blasfemo) o Nm 15,32-36 (lapidación de un hombre que había violado el sábado). ¿Una lógica narrativa de Hexateuco? Un cierto número de paralelismos o de relaciones na- rrativas parece invitar a tomar en consideración no un Pentateuco, sino un «Hexateuco», que a los cinco pri- meros libros de la Biblia asocia un sexto, el de Josué. La promesa de la tierra. En efecto, el relato del Pen- tateuco no narra la realización de la promesa hecha por Dios a Abrahán en Gn 12 y después a Moisés en Ex 3 y 6: el don de una tierra, de un país. El Pentateuco termina con el relato de la muerte de Moisés frente a la tierra prometida, al final del libro del Deuteronomio. 2. Observaciones sobre la organización de conjunto 20 No será más que en el libro de Josué cuando se descri- ba la entrada del pueblo en Canaán, tras el paso del Jordán (Jos 3-4), y después la conquista del país que conduce al reparto del territorio entre las tribus y con- cluye con la alianza de Siquén (Jos 24), cuyas palabras escribe Josué en «el libro de la Torá de Dios» (Jos 24,26). El libro de Josué reúne, pues, relatos cuyo tema co- mún es describir la realización de la promesa hecha por Dios a su pueblo, y algunos de ellos presentan nu- merosas relaciones con los relatos del Pentateuco: • el vocabulario y los temas narrativos de Jos 3-4 (paso del Jordán) remiten a Ex 14 (paso del mar); • el relato de Jos 2 (reconocimiento de Jericó por ex- ploradores) puede estar ligado a Nm 13; • la mención del sometimiento del país en Jos 18,1 recoge el vocabulario de Gn 1,28; • el propio personaje de Josué es puesto en escena en el relato de Ex 17,9s (cf. igualmente Ex 24,13; 32,17; Nm 11,28; 13-14; 27,12s; Dt 31); • los sumarios históricos de Dt 6,20-24; 26,5b-9; Jos 24,2b-13 presentan numerosos paralelismos y pro- porcionan un argumento suplementario para adoptar una «lógica de Hexateuco». Otras lógicas literarias. Sin embargo, algunos te- mas-gancho vienen a indicar, dentro de estos prime- ros libros de la Biblia hebrea, lógicas de lectura rivales: • El tema-gancho de los «huesos de José» tiene como función relacionar los libros del Génesis, el Éxodo y Josué. Gn 50,25 enunciala promesa de un entierro de sus huesos en Siquén; Ex 13,19, dentro del rela- to de liberación de Israel, reitera el enunciado del compromiso adquirido en Gn 50,25; por último, Jos 24,32 narra el cumplimiento de la promesa. El tema de los «huesos de José» compromete al lector en una lógica de Hexateuco, ligando la identidad de Is- rael a la realización de una promesa que se confun- de con el don de la tierra. • Por el contrario, el tema-gancho de la «duración de la vida humana, limitada a ciento veinte años» (Gn 6,3 y Dt 34,7) enmarca un Pentateuco ligado a la personalidad sin igual de Moisés, que tiene como función transmitir la Torá a los israelitas. Según esta lógica, la identidad aparece ligada a una ley, que puede ser trasladada más allá de las fronteras de la tierra prometida: el Pentateuco es compatible con una lógica de diáspora. * * * Así, el vuelo sincrónico sobre el texto del Pentateuco, que ha permitido percatarse de un cierto número de rasgos teológicos de este conjunto literario, pone igual- mente de relieve las «lógicas interpretativas rivales». Estas desembocan necesariamente en una dimensión «diacrónica» del análisis literario, atenta a las huellas de la evolución, que conduce el texto actual a tradiciones antiguas. Los dos capítulos siguientes de este Cuader- no están dedicados a las hipótesis de composición re- lativas al Pentateuco: dibujaremos a grandes rasgos la historia de la investigación sobre el tema y considera- remos sus consecuencias epistemológicas y teológicas. 21 Este capítulo resume el estado de la cuestión has- ta aproximadamente 1990. Sin embargo, no es absolutamente necesario para la comprensión del conjunto del Cuaderno. Por tanto, el lector que lo desee puede pasar directamente al capítulo IV, que ofrece un estado de la situación de la investigación más reciente relativa al Pentateuco. III – Historia de la investigación Tradición, redacción, composición Tradición: el término «tradición» designa un contenido oral o escrito que se transmite de una generación a otra, de un grupo a otro. La mejor definición del acto de tra- dición es sin duda ofrecido por Pablo en la primera car- ta a los Corintios: «Por tanto os transmito en primer lu- gar lo que yo mismo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepulta- do, que resucitó al tercer día según las Escrituras...» (1 Cor 15,3-4). Una tradición puede ser narrativa o legisla- tiva, hímnica, etc. Redacción: una redacción es una formalización literaria de una tradición o un conjunto de tradiciones. Un autor que recibe una tradición oral o escrita la escribirá o reescribirá antes de transmitirla a su vez. Por tanto, una misma tradi- ción puede conocer redacciones diferentes y sucesivas. Así, el relato de la idolatría del becerro de oro en Ex 32 cono- ció una redacción en Ex 32,1-6 y una redacción deutero- nomista (Dt 9,11s), que, partiendo de la misma tradición, solo conservó algunos elementos. Es el mismo episodio na- rrativo el que se cuenta, pero con un vocabulario y según perspectivas teológicas específicos. Composición: una composición literaria dispone libremen- te un material tradicional que es previo. Los autores de las composiciones no crean el material narrativo o legislativo que reúnen. Su trabajo consiste en ordenar, en dar forma a este material conforme a una perspectiva teológica origi- nal. Un texto preexistente se encuentra así retocado, com- pletado y/o modificado. Por poner un ejemplo, según esta perspectiva, podemos hablar en Ex 24,15b-40,38 de com- posición postsacerdotal. En efecto, se han reunido leyes sacerdotales, relatos sacerdotales y el texto no sacerdotal de Ex 32-34, disponiéndolos de forma paralela en torno a un centro que es precisamente... Ex 32-34. A Ex 24,15b-18: la nube sobre el Sinaí B Ex 25,1-31,11: reglas para construir la Morada C Ex 31,12-17: reglas relativas al sábado X Ex 31,18-34,35: ruptura y renovación de la alianza C’ Ex 35,1-3: reglas relativas al sábado B’ Ex 35,4-40,33: construcción de la Morada A’ Ex 40,34-38: la nube sobre la Morada 22 La crítica naciente Desde el siglo XVII, se fue acumulando un cierto núme- ro de observaciones críticas, y progresivamente se fue debilitando la tesis clásica consistente en considerar a Moisés como el autor del Pentateuco. Así, desde fina- les del siglo XVII, el francés Richard Simon cuestiona la autenticidad mosaica del Pentateuco, y ve en Esdras el responsable de su edición final. El holandés Baruc Spi- noza, por la misma época, designa igualmente a Esdras como redactor último del Pentateuco. En el siglo XVIII, el francés Jean Astruc, constatando la dualidad de los nombres divinos en el Pentateuco (YHWH y ’elohîm), for- mula la hipótesis de la existencia de dos fuentes cuya combinación condujo al texto actual. Excepto la dualidad de los nombres divinos, los auto- res críticos se vuelven atentos a la existencia de do- bletes (dos relatos de la manifestación divina a Moi- sés: Ex 3,1-4,17 y 6,2-7,7; dos relatos de los orígenes: Gn 1,1-2,3 y 2,4b-25, etc.), así como a las tensiones narrativas en los relatos (uno de los ejemplos más ob- vios es la discordancia entre las cifras del relato del di- luvio en Gn 6,5-9,17). Por otra parte, algunas relaciones se ponen de relieve entre algunas secciones del texto y un contexto his- tórico determinado: así, a comienzos del siglo XIX, el alemán W. M. L. de Wette establece la relación entre el documento encontrado en el Templo bajo el reina- do de Josías, mencionado por 2 Re 22-23, y el libro del Deuteronomio: en efecto, el contenido legislativo de Dt 12 es muy cercano a las leyes puestas en práctica por Josías según 2 Re 23. La síntesis de Wellhausen A finales del siglo XIX, el alemán Julius Wellhausen sis- tematiza el conjunto de estos datos y propone una teoría que, aunque conocerá modificaciones en las dé- cadas siguientes, será recibida en su principio hasta el tercer cuarto del siglo XX. Wellhausen distingue tres documentos sucesivos cuya fusión formó el Pentateu- co: un documento yehovista, el más antiguo (preexí- lico), el Deuteronomio (vinculado a la época de Josías) y un documento sacerdotal (postexílico), que es, para el autor, esencialmente legislativo. El primer docu- mento y el tercero van desde el principio al final del Tetrateuco; el segundo es el Deuteronomio. La hipótesis documentaria, tal como la presenta Well- hausen, será recogida y completada posteriormente. Por una parte se asiste a un intento de precisión de la definición y la delimitación de las fuentes. Los docu- mentos yahvista (J) y elohísta (E) se distinguen clara- mente. En el propio seno del documento yahvista se delimitan dos estratos: una fuente «laica» (Laienque- lle, L) y una relectura llamada J2. Por otro lado, aun- que la teoría de Wellhausen no supone ningún dato relativo al período preliterario ni a las tradiciones ora- les del Israel premonárquico, la investigación de la pri- mera mitad del siglo XX se desarrolla en este sentido, con los trabajos de Hermann Gunkel, Albrecht Alt y, 1. De los orígenes a la teoría documentaria 23 Modelos compositivos del Pentateuco En la historia de la investigación se han utilizado tres mo- delos principales para dar cuenta de la composición del Pentateuco, bien individualmente, bien combinados unos con otros. Estos modelos recurren respectivamente a la no- ción de documentos, complementos y fragmentos. Documentos. Un documento es una obra literaria autóno- ma proveniente de un escritor único o de un grupo de auto- res, realizada en una época determinada a partir de un ma- terial tradicional preexistente. La hipótesis documentaria, que durante mucho tiempo ha prevalecido para explicar la formación del Pentateuco, postula la existencia de docu- mentos procedentes de épocas y ambientes diferentes, do- cumentos cuya disposición y fusión progresiva condujo a la formación de la Torá. La teoría documentaria se puede esquematizar así: Tradiciones T1 T2 T3 (orales o escritas) Documentos D1 (de diferentesépocas) D2 Fusión de documentos Texto final Complementos. A partir de tradiciones antiguas –escri- tas u orales– se habría compuesto un documento inicial. Este documento habría recibido complementos sucesivos, desembocando en el texto final del Pentateuco. Contra- riamente a los documentos, los complementos no poseen ninguna autonomía literaria. Un complemento presupone un documento previo al que viene a completar y/o corre- gir. La teoría de los complementos se puede esquemati- zar así: Tradiciones T1 T2 T3 T4 (orales o escritas) Documento antiguo D Complementos Compl. 1 Compl. 2 Compl. 3 Texto final Fragmentos. La teoría de los fragmentos postula que las tradiciones fueron transmitidas durante mucho tiempo in- dependientemente las unas de las otras, agrupadas en fun- ción de temas narrativos específicos. Solo tardíamente una composición literaria (o varias composiciones literarias su- cesivas) habría(n) agrupado esas tradiciones. Así pues, la teoría de los fragmentos no maneja la hipótesis de la exis- tencia de documentos antiguos. Se puede esquematizar así: Tradiciones T1 T2 T3 T4 (o grupo de tradiciones) Composición(es) tardía)s) C1 a partir de tradiciones antiguas C2 Texto final 24 después, Gerhard von Rad y Martin Noth. Estos dos últimos autores elaboraron la hipótesis documentaria en su forma más acabada 5. Excepto sus divergencias relativas a la propia delimitación del Pentateuco (¿Te- trateuco, Hexateuco?), convergen en el acercamiento que hacen a la historia de la composición del texto. 2. ¿Tetrateuco, Pentateuco, Hexateuco? Una simple lectura sincrónica del Pentateuco lleva al lector a formular dos preguntas. Una promesa en suspenso Primera pregunta: ¿por qué el relato no narra la rea- lización de la promesa hecha por Dios a Abrahán en Gn 12 y después a Moisés en Ex 3 y 6: el don de una tierra, de un país? En efecto, el Pentateuco acaba con el relato de la muerte de Moisés frente a la tierra prometida (Dt 34). No será hasta el libro de Josué cuando se describa la entrada del pueblo en Canaán, tras el paso del Jordán (Jos 3-4), y después la conquista del país, que condu- ce al reparto del territorio entre las tribus y concluye con la alianza de Siquén (Jos 24), cuyas palabras son escritas por Josué en el «libro de la Torá de Dios» (Jos 24,26). El libro de Josué reúne, pues, relatos cuyo tema común es describir la realización de la promesa hecha por Dios a su pueblo. Este libro parece mantener más relaciones con el Pentateuco que con los libros histó- ricos (llamados «Profetas primeros», de Josué a 2 Re- yes), a los que pertenece sin embargo en la estruc- tura actual de la Biblia hebrea. Esto llevó a algu- nos autores, como Von Rad, a privilegiar la noción de Hexateuco (los seis primeros libros) sobre la de Penta- teuco. Para Von Rad, el Hexateuco se desarrolló a partir de núcleos narrativos –los credos históricos– encontra- dos en Dt 6,20-24; 26,5b-9; Jos 24,2b-13, tradiciones litúrgicas antiguas que ponen en relación tres temas narrativos: el descenso y la cautividad en Egipto, la sa- lida de Egipto y la entrada en el país. 5. M. NOTH Überlieferungsgeschichtliche Studien. Die sammelnden und bear- beitenden Geschichtswerke im Alten Testament (1943). Darmstadt, 1967 3; G. VON RAD, Teología del Antiguo Testamento. I. Teología de las tradiciones históricas de Israel. Trad. española, Salamanca, 1969. Un credo histórico Dt 26 5b Mi padre era un arameo errante. Bajó a Egipto y se estableció allí como emigrante con un puñado de gente; allí se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. 6 Los egipcios nos maltrataron, nos oprimie- ron y nos impusieron una dura esclavitud. 7 Entonces clamamos a YHWH, Dios de nuestros antepasados, y YHWH escuchó nuestra voz y vio nuestra miseria, nues- tra angustia y nuestra opresión. 8 YHWH nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo poderoso en medio de gran temor, señales y prodigios; 9 nos condujo a este lugar y nos dio esta tierra, que mana leche y miel. 25 En la medida en que los credos históricos –textos para los que Von Rad propone una datación antigua (épo- ca de Salomón, en el siglo X antes de nuestra era)– establecen una relación orgánica entre los temas na- rrativos de la cautividad en Egipto, la salida de Egip- to y la conquista del país, el conjunto literario que corresponde a su despliegue narrativo no es el Pen- tateuco, sino más bien el Hexateuco, integrando el li- bro de Josué. Función del Deuteronomio Segunda pregunta: ¿cuál es la relación entre el Deu- teronomio y los cuatro primeros libros del Penta- teuco? Según una perspectiva sincrónica, los relatos de Dt 1,6-3,29 contienen elementos narrativos que encuen- tran un paralelo en el conjunto Éxodo-Números, y for- man con ellos un doblete. Por otra parte, mientras que el Tetrateuco (los cuatro primeros libros) concede un lugar amplio a la teología sacerdotal, el vocabula- rio y los temas teológicos sacerdotales están casi ausen- tes del Deuteronomio. Estas constataciones conduje- ron a M. Noth a preguntarse por la pertinencia de la noción de Pentateuco. En su opinión, conviene distin- guir entre el Tetrateuco y el Deuteronomio, que ser- viría de introducción a la historiografía deuteronomis- ta, vasto conjunto literario que se extiende desde el libro de Josué al segundo libro de los Reyes. En efecto, las relaciones de vocabulario, y más aún las teológicas, unen el Deuteronomio con la historiogra- fía deuteronomista: el final de los reinos de Samaría y de Judá, expuesto en 2 Re 17 y 24, es presentado como la consecuencia inevitable de la apostasía del pueblo y de su rechazo del monoteísmo, al que sin embargo, las leyes expuestas en el Deuteronomio le convienen. Así, para M. Noth, solo en el momento en que la historiografía deuteronomista se vinculó al Te- trateuco fue cuando el propio Deuteronomio hizo su entrada en el Pentateuco. El Pentateuco, texto canónico Sea lo fuere de las observaciones precedentes, es el Pentateuco el que se transmitió como texto canóni- co, como Torá. Esto supone dos observaciones: La anfictionía M. Noth y G. von Rad trataron de identificar el ambien- te vital que presidió el nacimiento y desarrollo de las tradiciones orales del Israel premonárquico. La liturgia constituye para estos autores el marco específico de la proclamación de las tradiciones orales. El relato de Jos 24, en que la alianza entre las tribus y YHWH es sellada en Siquén, sería el reflejo de una práctica litúrgica du- rante la cual las tribus de Israel proclaman su historia común de salvación (condensada en los credos históri- cos –Dt 6,21-23; 26,5-9; Jos 24,2b-13–, que formarían los núcleos narrativos a partir de los cuales se desarro- lló el Pentateuco) y sellan de nuevo la alianza. Las tri- bus formarían así una anfictionía –término que designa en la Grecia antigua la asociación cultual sagrada de va- rias ciudades–, comunidad sacral ligada por la adora- ción a YHWH y el mantenimiento de un santuario co- mún. El límite de esta teoría reside en que «adhiere» al Israel premonárquico una práctica sociorreligiosa helé- nica extrínseca a la cultura semita. 26 Al comienzo de la época monárquica es cuando, por primera vez, las tradiciones orales habrían sido pues- tas por escrito por un escritor –llamado Yahvista–, autor del primer documento. Los documentos La especificidad de los diferentes documentos, las re- laciones de dependencia que algunos de ellos mantie- nen y por último los procesos que conducen a su fu- sión pueden esquematizarse de la siguiente manera: 1) El documento yahvista (J) dataría de comienzos de la época monárquica (siglo X antes de nuestra era). El Yahvista es un escritor del reino de Judá (en el sur), que desarrolla una ideología monárquica. Se le pueden atribuir textos como Ex 2,1-10 o Gn 18, en los que re- presenta los personajes de Moisés y de Abrahán –me- diadores escogidos por Dios entre Él y los hombres– en estos relatos como figuras regias. 2) El documento elohísta (E) provendría del reino de Israel (en el norte). Este,separado del reino de Judá después de Salomón (cf. 1 Re 12), caerá por el empu- je de Asiria en el 722 antes de nuestra era (cf. 2 Re 17). El documento elohísta, que dataría del siglo IX, se muestra reservado con respecto a la monarquía, y re- coge tesis teológicas que se relacionan con las de los profetas del norte (Amós, Oseas). 3) Los documentos J y E se fusionan, quizá tras la caí- da del reino de Israel y la llegada a Judá de exiliados portadores de tradiciones del norte. Forman el docu- mento yehovista (JE, siglo VIII). Muchos comentarios del siglo pasado utilizaron el término «yehovista» para calificar las tradiciones narrativas preexílicas. 4) El Deuteronomio (D) aparece bajo el reinado de Jo- sías (finales del siglo VII). 5) El documento sacerdotal (llamado Pg, Priester Grundschicht, «escrito de base sacerdotal») es consi- 3. La teoría documentaria 1) En el momento en que el texto canónico de la Torá fue clausurado, algunas circunstancias históricas y motivos teológicos sin duda impidieron que se inte- grara en él el libro de Josué, cuyas relaciones narrati- vas con el Pentateuco son sin embargo evidentes. 2) La yuxtaposición en el seno del Pentateuco del Deuteronomio, cuya teología presenta una real es- pecificidad, y del Tetrateuco, marcado por la im- pronta de autores sacerdotales, hace que coexistan en el seno de un mismo texto canónico opciones teológicas diferentes. El Pentateuco aparece así como el fruto de un debate, de un diálogo entre gru- pos diversos que apelan todos a un mismo Dios úni- co: YHWH. Para M. Noth, antes de ser consignadas por escrito, las tradiciones tuvieron una larga historia preliteraria. Fueron agrupadas en torno a varios temas narrativos: dos temas primordiales –la salida de Egipto y la entra- da en Canaán–, después la promesa hecha a los pa- triarcas, la guía a través del desierto y la revelación del Sinaí. El tema de la conquista, según Noth, desapare- ció durante la redacción final. 27 derado como un relato independiente, cuya teología es específica, y cuya fuente narrativa estaría represen- tada por el documento yehovista. Este documento habría sido redactado durante el exilio en Babilonia, en los ambientes de los sacerdotes deportados (siglo VI). 6) Algunos suplementos legislativos (Ps) se habrían añadido al escrito sacerdotal de base (Pg) tras el exilio para formar la totalidad del documento sacerdotal (P, del alemán Priestershcrift). 7) En un primer momento, los documentos P y JE se habrían fusionado para formar el Tetrateuco (JEP). 8) El Tetrateuco y el Deuteronomio se habrían fusio- nado finalmente para formar el Pentateuco (JEDP). Crítica de la teoría documentaria Algunos cuestionamientos. Desde comienzos de los años 1970, varios elementos clave de la teoría do- cumentaria fueron objeto de una renovada conside- ración: • Por ejemplo, los credos históricos (Dt 6,21s; 26,5-9; Jos 24,2b-13), que eran considerados como los nú- cleos antiguos de las tradiciones orales, aparecen como «sumarios narrativos» deuteronomistas bas- tante recientes. • La delimitación y la datación del documento yah- vista fue objeto de una nueva evaluación: por una parte, no aparece ningún consenso posible en cuan- to a la delimitación exacta de este documento; por otra, algunos autores, como M. Rose, consideran que el relato yahvista es posterior al relato de Dt 1-3, que es paralelo, lo que lleva a arraigarlo en una épo- ca mucho más tardía que los comienzos de la mo- narquía davídica. Aunque estos diferentes elementos cuestionan tal o cual aspecto de la teoría documentaria (datación, na- turaleza y delimitación de los documentos), no la fra- gilizan en su principio. Por el contrario, un acercamien- to sincrónico al Pentateuco lleva a poner de relieve las fragilidades de esta teoría. Fragilidades de la coherencia narrativa. En efec- to, la teoría documentaria lleva a privilegiar, en el aná- lisis del texto, un procedimiento consistente en deli- mitar documentos que se extienden desde el principio La teoría documentaria clásica Tradiciones orales J (siglo X) Documentos E (siglo IX) JE (siglo VIII) D (siglo VII) Pg (siglo VI) Pg + Ps = P (siglos VI/V) JEP JEDP 28 al final del Tetrateuco y que provienen de épocas y am- bientes diversos: se trata de un procedimiento a prio- ri diacrónico. Pero, si nos interesamos por la coheren- cia narrativa de los documentos delimitados de esa manera, aparecen nuevos problemas. • ¿Cómo dar cuenta, por ejemplo, de la cesura na- rrativa que separa el ciclo de los orígenes (Gn 1-11) de la historia de los patriarcas (Gn 12-50)? En efec- to, la lectura de Gn 12-50 no presupone lo que pre- cede: un nuevo relato parece iniciarse en Gn 12 con la aparición del personaje de Abrahán. La relación entre Gn 12s y Gn 1-11 no queda asegurada más que por una genealogía (Gn 11,10-32) cuyo origen sacerdotal, por tanto tardío, todos reconocen. • La misma observación se podría efectuar a propó- sito de la cesura entre Gn 50 y Ex 1: el sumario his- tórico de Ex 1,1-7 asegura la transición entre dos conjuntos narrativos que podrían ser considerados independientemente uno del otro. Entonces, ¿se puede continuar hablando de documentos? Se han propuesto algunas hipótesis sustitutivas. Insistencia en la época exílica y postexílica Este Cuaderno no tiene como objetivo ofrecer un pa- norama exhaustivo de las hipótesis de investigación. Las tesis desarrolladas por R. Rendtorff y E. Blum me- recen no obstante ser mencionadas, ya que represen- tan, de 1975 a 1990, una profunda renovación del acercamiento literario al Pentateuco 6. ¿Retorno al modelo de los fragmentos? Al cons- tatar las pocas relaciones entre las diferentes subuni- dades narrativas que componen el Pentateuco, R. Rendtorff formuló la hipótesis de que estas subunida- des constituyeron primeramente tradiciones escritas transmitidas independientemente las unas de las otras. Llama a estos conjuntos tradicionales (ciclo de los orígenes, patriarcas, cautividad en Egipto y libera- ción, etc.) grandes unidades literarias. La relación en- tre estas grandes unidades habría estado asegurada por dos composiciones tardías, exílica y postexílica. Así, para comprender la historia de la composición litera- ria del Pentateuco, R. Rendtorff sustituye el modelo de los documentos por el de los fragmentos. ¿Dos grupos, dos composiciones? E. Blum se in- teresa esencialmente por la segunda parte de la hipó- tesis de Rendtorff: el proceso compositivo que lleva a ligar las grandes unidades literarias. Blum identifica dos composiciones sucesivas: una composición KD (K = Komposition en alemán), que mantiene una cierta familiaridad con la teología del Deuteronomio, sin re- ducirse no obstante a él, y una composición KP (P = sacerdotal), más tardía, que toma como punto de partida la composición KD, la completa y la modifica. Una teoría como esta, cuya ventaja es mostrar cómo la fase última de composición del Pentateuco resulta del diálogo postexílico entre dos grupos, uno 6. R. RENDTORFF, Introduction à l’Ancien Testament. Trad. francesa, París, 1989, pp. 267-278, E. BLUM, Studien zur Komposition des Pentateuch. BZAW 189. Berlín – Nueva York, 1990, pp. 333-360. 29 «laico/deuteronomista» y el otro «sacerdotal», pre- senta no obstante algunos escollos: En primer lugar, lleva a repartir el texto del Pentateu- co entre las dos composiciones, que cree poder iden- tificar. El carácter limitado de esta elección puede llevar a subestimar la complejidad del proceso de com- posición del Pentateuco, y a volver a caer en los mis- mos escollos que la teoría documentaria. Después, E. Blum no reconoce la existencia de un es- crito sacerdotal independiente, lo cual constituye una posición que nunca ha concitado unanimidad. Finalmente, a pesar de que el interés literario y teoló- gico de las últimas etapas, postexílicas, de la compo- sición del Pentateuco es manifiesta, ¿debe la crisis de la teoría documentaria conducir al exegeta a renun- ciar a formular hipótesis literarias relativas al período preexílico?Una inversión epistemológica Observemos, sin embargo, la interesante inversión epistemológica ligada a la crítica de la teoría docu- mentaria. La teoría documentaria privilegia los documentos más antiguos. G. von Rad concede por ejemplo al do- cumento yahvista una autoridad particular, ligada a su antigüedad salomónica, y sobre todo lo considera como el despliegue de un núcleo narrativo antiguo, perteneciente a una tradición oral consignada en los «credos históricos». Estas son, pues, las etapas más antiguas de la composición del texto bíblico, que son consideradas como determinantes tanto por su com- posición como por su interpretación. La crítica de los años 1975-1990 conduce a una inver- sión de perspectiva: son las composiciones «tardías», exílica y postexílica, las que imprimen al texto su es- pecificidad literaria y teológica. A partir de ahí, las eta- pas últimas de la composición aparecen como deter- minantes en la elaboración de la identidad teológica de Israel. La teoría de R. Rendtorff y E. Blum Antes del exilio CÓDIGO DE LA ALIANZA TRADICIONES NARRATIVAS ANTIGUAS grandes unidades literarias (Orígenes, Patriarcas, Egipto, Sinaí, Desierto, Conquista, etc.) ....................................................................................... Durante el exilio Composición deuteronomista KD de tradiciones preexílicas ....................................................................................... Después del exilio Composición sacerdotal KP, que presupone KD 30 Afirmemos de entrada que no existe consenso científico por lo que respecta a la historia de la composición del Pentateuco. La última década ha estado marcada por la elaboración de nuevas hi- pótesis que conceden a la época persa un papel deci- sivo en la formación de un Pentateuco que se convier- te en la Torá de Israel. Entre los muchos investigadores hay que citar los nombres de E. Otto, R. Achenbach y Ch. Nihan, que han contribuido a renovar la investiga- ción y a poner de relieve los procesos de hermenéuti- ca intrabíblica –es decir, de interpretación y actualiza- ción de las tradiciones dentro del propio texto bíblico– que han conducido a la composición de la Torá, subra- yando el lugar determinante del siglo V antes de nues- tra era en este proceso 7. El modelo compositivo que resulta de los estudios de estos autores será presentado así: • Un momento exílico, correspondiente a la elabora- ción de respuestas teológicas diversificadas a la cri- sis de identidad provocada por la destrucción del reino de Judá y del Templo de Jerusalén. Considera- remos en este marco en primer lugar el escrito sacer- dotal, y después un escrito deuteronomista que liga el libro del Deuteronomio con el de Josué. • Un momento postexílico, en el siglo V, en la época persa, correspondiente a la delimitación progresiva de un Pentateuco como Torá. • Un momento de clausura canónica, en el siglo IV, correspondiente a la composición del libro de los Números, último libro de la Torá. Abordaremos igualmente por sí misma la cuestión de los cuerpos legislativos, que se enriquecen con nuevos elementos en cada una de estas etapas. IV – Estado actual de la investigación 7. E. OTTO, Gottes Recht als Menschenrecht. Rechts-und literaturhistorische Studien zum Deuteronomium. BZAR 2. Wuesbaden, 2002; R. ACHENBACH, Die Vollendung der Tora. Studien zur Redaktionsgeschichte des Numeribu- ches im Kontext von Hexateuch und Pentateuch. BZAR 3. Wiesbaden, 2003; Ch. NIHAN, From Priestly Torah to Pentateuch. A Study in the Composition of the Book of Leviticus. Forschungen zum AT 2,25. Tubinga, 2007. 31 Relativas a la cuestión de la identidad de Israel se for- mularon dos respuestas teológicas principales en el momento del exilio, para responder al desafío repre- sentado por la destrucción del Templo y por la des- trucción del reino de Judá en el 587 antes de nuestra era: la respuesta sacerdotal y la respuesta deuterono- mista. En el marco de la teoría documentaria, en la segunda parte del siglo XX se propuso, por parte de K. Elliger, una delimitación «clásica» del escrito sacerdotal de base Pg (cf. p. 27), que describe la teología de P como situada en tensión entre el tema de la «tierra prome- tida», que en P jamás es alcanzada, y el de la proxi- midad de Dios en el culto. Según Elliger, el final de Pg se situaría en Dt 34,7-9, donde el v. 9 constituye una fórmula conclusiva, mientras que el relato de la muer- te de Moisés (34,7) representa el desenlace de una in- triga que comienza en el libro de los Números (Nm 20,1s; 27,12s). La cuestión del final de P A partir de finales de los años 1980, el modelo pro- puesto por Elliger va a ser cuestionado, lo mismo que las hipótesis que consideraban un final de P en el li- bro de Josué (por ejemplo N. Lohfink). T. Pola 8 sugiere así una nueva delimitación del escrito sacerdotal: propone situar el final de P en Ex 40, don- de la montaña del Sinaí es la figura de la «montaña» de Sión y de su santuario, lo que implicaría que P es- tuviera ausente de los libros siguientes, y particular- mente del libro de los Números y del de Josué. Tres argumentos decisivos permiten al autor concluir la no pertenencia del libro de los Números al escrito sacer- dotal de base Pg: • El hecho de que en Nm 1-10 Israel sea presentado como una asamblea militar contradice el pacifismo del escrito sacerdotal, que considera más bien a Is- rael como una comunidad cultual. • La discusión de la atribución a Pg de un estrato re- daccional sacerdotal en Nm 13-14 (revuelta de Is- rael), en la medida en que no correspondería a la teología sacerdotal tomar en consideración las eventuales oposiciones humanas a las iniciativas di- vinas. Sin embargo, el argumento queda debilitado por la existencia de un relato sacerdotal en Gn 6-9, que considera la posibilidad de un alejamiento de la comunidad humana a distancia del proyecto divino. • La caracterización de diferentes textos de la última parte del libro de los Números (Nm 21; 27; 3s) como postsacerdotales y postdeuteronomistas. Siguiendo a Pola, otros estudios proponen un final de P que se sitúa en la perspectiva de la puesta en mar- cha de un santuario. E. Otto sitúa el final de P en Ex 29,46: las leyes relativas a la investidura del sumo sacerdote y la unción del altar concluirían, pues, según esta hipótesis, el escrito sacerdotal. En cuanto a E. Zenger, integra aquí los textos legislativos relativos a la construcción de la Morada y los ritos sacrificiales, así 1. En el exilio, el escrito sacerdotal 8. T. POLA, Die Ursprüngliche Priesterschrift, Beobachtungen zur Literar- kritik und Traditionsgeschichte von Pg. Neukirchen-Vluyn, 1995. 32 como el relato de la investidura de los sacerdotes en Lv 8-9: sitúa el final de P en Lv 9,23-24. Dinámica narrativa y teológica de P Se debe conceder un lugar particular al análisis de Ch. Nihan (cf. nota de la p. 30), que, a partir de argumen- tos narrativos, muestra que el final del escrito sacer- dotal no puede ser fijado antes de Lv 9: para Nihan, el relato sacerdotal establece, conforme a un modelo perfectamente atestiguado en el Próximo Oriente an- tiguo, una relación entre relato de creación y relato de construcción de un Templo. Hacia el culto en el Sinaí. En el relato de creación de Gn 1, típicamente sacerdotal, la construcción del Templo se encontraría «referido» y reemplazado por la institución del sábado, lo cual corresponde a un con- texto exílico. La observación ha de ser tenida en cuen- ta, a pesar de que no es cierto que el relato de Gn 1 reproduzca el modelo narrativo del Chaoskampf (con- flicto original de los mitos del Próximo Oriente anti- guo). Más adelante, en Ex 14, se mezclan dos (o va- rios) relatos, uno de ellos, de origen sacerdotal, se presentaría como un nuevo conflicto «original» de Dios con las aguas primordiales paralelo al narrado en Gn 1, y que desemboca en la construcción del santua- rio en Ex 25-31. La construcción del Templo constituye, pues, la con- clusión esperada del relato sacerdotal de los