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Desafios Éticos na Posmodernidade

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Principios y Valores II @pri_resumen
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Ética de las personas
Introducción
La posmodernidad presenta grandes desafíos a la sociedad humana, el aporte de la ciencia y la técnica han abierto horizontes inimaginables de progreso, pero también han supuesto interrogantes. También la sensibilidad ante los valores humanos se ha agudizado, así, por ejemplo: la libertad, la búsqueda de la justicia, los derechos humanos en general, la vida humana desde su concepción hasta su final.
Paradójicamente, estas mismas culturas han colocado al hombre de nuestro tiempo ante serias amenazas a su misma vida y a sus valores más profundos. Somos conscientes de que el hombre posee la capacidad de autodestruir la propia especie. Capacidad que se acrecienta con las guerras, la ecología y sus desequilibrios, o la genética moderna; ésta última si las dejasen libradas a la inercia de un desarrollo caótico y no se trata por todos los medios de tomar las opciones adecuadas podría no llevarnos por caminos más humanizadores.
¿Qué es vida?, ¿Qué es muerte? ¿Todo lo que es posible técnicamente debe ser aplicado al hombre tan precipitadamente y sin reflexión en profundidad sobre sus alcances y consecuencias? Dicho más sencillamente: ¿Todo lo que el hombre puede hacer, conviene hacerlo, debe hacerlo?
Todos estos temas plantean desde hace, tiempo problemas deontológicos, éticos y legales que preocupan seriamente a médicos, juristas, sociólogos y teólogos.
La Iglesia, “experta en humanidad’’, ofrece a los hombres de hoy lo más precioso que ella les puede dar: ante estos desafíos una visión integral del hombre, como “imagen de Dios y redimido por siempre en Jesucristo”, y por eso mismo con una dignidad y valor insustituibles, que merece, por tanto, un “respeto infinito”. De ahí que la vida del hombre, de todo hombre, es “sagrada”, desde el momento mismo de su concepción hasta su muerte. La vida pertenece solamente a Dios y ningún ser humano puede disponer libremente de ella.
El texto que presentamos es una recopilación de documentos del Magisterio de la Iglesia y de algunos autores considerados basilares dentro de la reflexión teológica y científica sobre los diversos temas que forman parte de este texto de “Ética Personal”.
I. La Ética del encuentro interpersonal
La intersubjetividad es elemento necesario dentro de la historia humana. Todos sabemos que el hombre se realiza en compañía de sus semejantes y en función de ellos.
El encuentro con otro ser humano y las relaciones humanas en general, penetran profundamente en la estructura de la persona humana y constituyen en gran parte el camino de la realización.
La persona, además de tener una estructura de interioridad, es una realidad abierta y consiguientemente abocada necesariamente al encuentro.
“El hombre se conoce por entero, sin mutilación ni desgarro, en tanto se manifiesta en el encuentro con otro hombre” Rof Carballo.
Fuera de la sociedad, el hombre no se realiza como tal, ya que su ser no se agota en su sola relación con la naturaleza. Necesita encontrarse con otros seres idénticos a él, otras personas en quienes percibe su propio rostro, porque son continuación y prolongación suya. Sólo en el encuentro con los otros adquiere el hombre plena conciencia de sí mismo y consigue construir su propio ser. La intersubjetividad es el fundamento de la solidaridad, que se cristaliza necesariamente en socializaciones que son los puentes de la sociedad constituida. Por tanto, sin la comunidad, resulta imposible comprender al ser humano.
Esta forma de ser del hombre, necesaria y única en el orden existencial, se traduce en instituciones concretas de orden social. Son las sociedades, las asociaciones y en último término la sociedad misma, que no es otra cosa que el trasfondo común de las diversas instituciones de carácter colectivo y comunitario.
1. Descubrimiento y aceptación del otro como un “tu”
Para que pueda darse una comunicación verdadera es necesario que las personas descubran en el otro un "Tú" y se relacionen entre sí como otros “Yo”, como alguien, como personas:
“Cada hombre puede decir tú y es entonces Yo” Buber.
El hombre se constituye en persona en relación a otro individuo personal. La relación Yo-Tú es fundamental en la caracterización de la persona. Esta relación no podemos considerarla como un “agregado”, sino como realidad presente en la misma condición existencial del hombre; podemos afirmar que el hombre no solo vive, sino que convive, y que, por tanto, la relación Yo-Tú le es constitutiva.
Sólo a partir de esa convivencia, de esa relación en la que somos personas, es posible entrar en diálogo, en colaboración, en contradicción y competencia con otros. Para el bien o para el mal, el hombre se encuentra con los demás.
Sin embargo, se puede contemplar al otro como un obstáculo en la carrera productiva, en la lucha por el reconocimiento y en la competitividad. Se le puede vislumbrar como un enemigo hostil, como un rival, como una amenaza, como en elemento distorsionador de mi paz provisional. Entonces el otro es reducido, simplificado, es descartable. En la vida pública, como en la vida privada el hombre queda a menudo reducido solo a un instrumento manipulado para fines personales. 
Algunas formas más comunes son:
a) La esclavitud.
b) La prostitución. Entre las que hay muchos menores, además de esclavos y esclavas sexuales.
c) Emigrantes que, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes y abusados.
d) La sociedad de consumo que hace del hombre sólo un “productor” o un “consumidor”.
e) El funcionario mecánico.
f) La instrumentalización del hombre en muchos sentidos.
Estas cinco formas de manipulación del hombre deben ser profundizadas analizando cómo se dan en nuestra realidad y ampliando con diversas otras formas.
Cuando se convierte al otro en un objeto, se violenta su ser. Únicamente se lo acepta tal cual es cuando se lo considera como una persona, como un “Tú”.
La persona es un Yo-sujeto, inviolable, libre, creativo y responsable, más aún, el hombre es persona encarnada en un cuerpo e inmersa en un proyecto histórico y constitutivamente comunitario.
El hombre es persona cuando hay un “Yo” que le trata como a un “Tú”; cuando aparece una relación interpersonal.
2. Relación interpersonal
Ya hemos afirmado que la relación interpersonal no es algo extrínseco a la persona, algo sobreañadido, sino que forma parte esencial de su ser. La persona es definida como posibilidad de "co-humanidad”.
La categoría del encuentro es la base de la existencia personal. ¡El encuentro revela que no es el Yo lo que constituye al Tú, sino que el Tú abre al otro y antepone su absolutez e independencia relacional!
El otro que está enfrente, es el primer dato que determina y modifica el significado del yo personal, y de esta manera orienta el ejercicio de la libertad. Ciertamente, en el encuentro personal.
El yo es incitado a modificarse hasta el punto de aceptar la originalidad, la libertad y la personalidad del “Tú".
3. Manifestación del yo en la comunicación interpersonal
Es necesario descubrir en el otro un “Tú” y relacionarse con él como alguien, para que pueda existir una convivencia interpersonal. Pero no basta con eso. Es necesario, además, que el Yo se manifieste en cuanto “Yo”. Únicamente habrá un “Tú”, si existe un “Yo”.
Papel Social
A veces el Yo se manifiesta en la convivencia como un papel social que se debe realizar ya sea por presión externa o por convencimiento personal. Todos sentimos que estamos llamados a realizar un papel en la sociedad, sea desde el punto de vista profesional, como desde el psicológico.
Es necesario tener en cuenta que en la vida social todos nosotros tenemos un “status” concreto, que corresponde a nuestro “rol social”. Esto es necesario y bueno.
Lo malo es cuando el Yo nunca se manifiesta en la línea personal, sino que lo hace en la línea del papel social; o, lo que es peor, cuando las formas personales asumen sólo un papel social, y pierden su autenticidad personal,su identidad propia.
Si los que forman parte de un grupo o comunidad no hacen más que desempeñar papeles sociales, es difícil que se pueda dar una convivencia interpersonal. Será un “drama”, se carecerá de lo vital, de lo cordial, de lo íntimo.
La máscara
En ocasiones el “Yo” se presenta delante de un Tú no de una manera real, sino como mera apariencia. Es el complejo del fariseísmo; esto es, una inautenticidad total; es lo que se llama “Máscara” que puede entenderse en un sentido físico o en un sentido existencial; aquella no es más que la consecuencia de ésta. El Yo se manifiesta como máscara en cuanto simultáneamente se expresa y se oculta: oculta la individual personalidad de cada uno y expresa la voluntad de éste de aparentar ante los demás lo que la máscara representa.
Cuando el Yo se manifiesta como máscara en la convivencia, los “Tú” adoptan una postura esencial ante él; en un enmascaramiento simultáneo, ser lo que él es para los demás.
Como consecuencia de estas actitudes, tendremos una comunidad que vive como máscara, una convivencia inauténtica e inhumana.
4. Forma autentica de manifestación
El Yo se manifiesta auténticamente en la convivencia cuando se realiza la relación a nivel de su Yo consciente. Para hacerlo se requieren:
a) Integración de todos los elementos de la persona, unidad del Yo.
b) Responsabilización: el Yo debe sentirse con la posibilidad de dar respuesta de sí mismo frente a los demás.
c) Apertura: debe salir de su “Yoísmo”. El hombre es un ser abierto, tiene que vivir en la apertura.
d) Bajo la mirada del “Tú” divino. Toda relación del Yo con el Tú se hace a través de la relación con el Tú divino. Si uno no se abre al otro (el prójimo), no podrá tampoco encontrar al Otro (Dios).
5. Creación del “nosotros” como eje de la convivencia interpersonal
No basta con el descubrimiento del otro como un “Tú”. No basta con la manifestación del Yo como auténtico “Yo”. Para que exista una comunidad es necesaria la aparición del “nosotros”.
La alteridad es el fondo común del que emergen los otros, con quienes tenemos que caminar en nuestra vida, pues son la concreta inmediatez.
Querámoslo o no, nos encontramos participando en un gran juego en el que unos y otros disponemos del mismo espacio: el alimento, el puesto social, el lugar del trabajo, el mismo aire que respiramos. Son elementos que pertenecen al “nosotros”.
Este nosotros implicamos tener que aceptar los mismos derechos de cada uno a disfrutar de la parcela de mundo que les corresponde.
Significa también la necesidad de la tolerancia y la delimitación de lo que corresponde a cada uno.
Esta tolerancia supone el aceptar al otro tal cual es, asumiéndolo en su circunstancia concreta. La delimitación del campo de cada uno permite asegurar al otro el ámbito de libertad que le corresponde sin recurrir a la violencia, sino dando cauce a la fidelidad y confianza.
El nosotros es necesario para el ejercicio de la propia libertad. Sin los otros sería imposible la existencia humana sobre la tierra, puesto que todo cuanto poseemos -cuerpo, educación, cultura, mundo- lo recibimos de ellos. La presencia del otro en nuestra vida, lejos de destruirnos, nos realiza y nos libera.
	Priscila Rodrigues

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