Todo el mundo lo es. De otro modo, no gastaríamos tiempo, esfuerzos y recursos en compartir el mensaje de la Biblia, que consideramos vital, sin discriminar a nadie, por sus antecedentes culturales, nacionales, económicos, ni religiosos.
Si una persona de otra religión necesita ayuda, claro que se la daríamos. De hecho, en los programas de ayuda humanitaria que tenemos como organización, para ayudar a otros compañeros de creencia afectados por desastres naturales, u otras situaciones de emergencia, muy a menudo se le da ayuda a otras personas que no lo son.
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