¿Quién era el Zorro del Desierto y por qué fue tan importante en la Segunda Guerra Mundial?

Erwin Rommel fue un oficial competente a nivel técnico, pero se destacó más por sus ‘habilidades blandas’: innovación, gran intuición táctica y liderazgo personal, comunes en muchos líderes civiles, pero llamativos en un ejército alemán de doctrina más metódica y racional.

Su libro, Infanterie Greift An (“Ataques de Infantería”), llegó a ser leído por superiores y enemigos, y se convirtió en texto obligatorio en academias militares de todo el Mundo. Describía las tácticas que ideó como oficial en la 1ra G.M., explicando en detalle la concentración de fuego de ametralladoras y morteros, ruptura del frente en un punto estrecho, infiltración de fuerzas por retaguardia, y explotar el engaño, la ventaja y sorpresa hasta límites temerarios, siempre con un estilo táctico de ‘golpe de picahielos’ que se convirtió en sello personal de todas sus campañas.

En Francia y Noráfrica sorprendió tantas veces a los ingleses con asaltos inesperados, movimientos constantes de tanques e inserción de fuerzas detrás de retaguardia, que las tropas cayeron en un leve complejo de inferioridad, justificando cualquier derrota porque “era Rommel”, al punto que el General Auckinleck tuvo que ordenar que se dejara de usar su nombre en los partes de guerra, y sólo referirse a “el enemigo”, o “los alemanes” para no alimentar el mito entre sus tropas.

La propaganda alemana aprovechó al máximo la situación, y construyó la leyenda del Wüstenfuchs (“Zorro del Desierto”). Para la ciudadanía alemana, el escenario exótico de África y las victorias de Rommel le convirtieron en un héroe nacional. Su intuición le llevó a cuidar su imagen pública. Siempre se presentaba en uniforme y a bordo de vehículos oficiales, nunca montando camellos ni ostentando condecoraciones en exceso como los italianos.

Con sus tropas fue siempre humano y cercano, casi paternal por tener un hijo sirviendo. Comía la misma ración de sus soldados, bebía la misma agua salitrosa de Libia, dormía siestas cortas en su jeep o tanque, y todos los días escribía una carta con noticias a su señora. Era mucho mejor percibido que los generales italianos, amigos de los castigos, las comodidades, la buena mesa, e incluso de llevar trenes con ‘escorts’ al frente.

En su vida privada era un oficial de perfil bajo, totalmente dedicado a su profesión y su familia. Casado con su novia de juventud, Lucia Mollino, una estudiante de ascendencia italiana muy atractiva en su época, a quien el joven Erwin llamaba “Lu”. Su esposa nunca ocultó su admiración y orgullo por su marido, así como tampoco el desprecio por sus asesinos, a quienes ni siquiera aceptó que se le acercaran durante los funerales. Su único hijo, Manfred, sirvió en la Luftwaffe en una batería antiaérea. Rommel disfrutaba los almuerzos en familia, los paseos por el bosque, desarmar y arreglar máquinas en su garage, y tocar el violín aunque con nivel de principiante. No fumaba y sólo bebía un vaso de vino en las cenas.

Llegó a ser la 3ra figura pública más popular de Alemania, después de Hitler y Goebbels. Sin embargo, en secreto sólo respetaba a Hitler pero despreciaba a su corte de generales, que veía como una camarilla de aduladores que lo mantenían aislado de la realidad de la guerra. Tuvo muchas peleas con Franz Halder, que le creó muchos problemas logísticos en África.

De los nazis opinaba que eran una “pandilla de delincuentes”, pero tenía el mayor desprecio y desconfianza por las SS. Prohibió la presencia de unidades SS o policiales bajo su mando en África, después de escuchar de su comportamiento “poco militar” en Rusia y países ocupados. Cuando llegaba algún oficial SS de enlace a África o personal de la Gestapo, asumía que eran informantes de Berlín y les trataba con la misma moneda: eran seguidos a todas partes por oficiales del Afrika Korps, que informaban a Rommel de todos sus movimientos. Todas las comunicaciones eran siempre en un tono estrictamente profesional y distante.

Lamentablemente fue involucrado en una conspiración para eliminar a Hitler, ponerlo al mando de Alemania, y negociar una paz separada con los Aliados para frenar a los rusos.

Desde ese momento apareció en el radar de la Gestapo y la SD, cayó en desgracia ante el régimen, y se planeó su asesinato (suicidio forzado), encubierto como muerte por heridas de guerra para no ofender a la opinión pública.

Su funeral fue impresionante y muy sentido por la ciudadanía, muy lejos del final miserable de sus jefes Nazis más tarde.